«Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés (Jekyll & Jill) es un ensayo que se apoya en las escrituras de diversos autores y autoras rioplatenses para indagar en torno a la naturaleza de la autoficción desde nuevas perspectivas.
En esa frase, todo lo que me interesa de la literatura. Lo que puede haber en ella de nosotros, de nosotras. La vida a través de las palabras que hablan de la vida de otras personas, a veces en posiciones alejadísimas de la nuestra, y sin embargo, que nos interpelan. «Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés —Jekyll & Jill— es una indagación en torno a la semilla de la escritura autobiográfica en un camino atravesado por las poéticas de numerosos autores y autoras rioplatenses que exploraron una escritura personal fronteriza y peculiar. Un libro fascinante y fundamental para el pensamiento de nuestros días, que nadie debería perderse.
De las voces de casa
Me gusta encontrarme con la narrativa de mi tierra desde una mirada extranjera. Esto que hace Valdés es un gesto valiente teniendo en cuenta el auge que ha tenido de un tiempo a esta parte el concepto de «apropiación cultural» –seguir insistiendo en la cultura como algo único, propio y auténtico de un territorio específico es absurdo: nuestra naturaleza nómada es incompatible con esta idea– y es una representación de lo que el poder de la lectura y la divagación nos ofrecen. Y me gusta tanto la forma en la que se acerca a la narrativa rioplatense: me parece tan sentida, tan cercana. Hay una mirada lúcida pero sobre todo un deseo de impregnarse de esas poéticas, de entenderlas, de empatizar con la realidad que las hizo posible. Y esta es una de las características más reseñables del libro. En tiempos de egos encendidos alivia el ánimo encontrarse con una lectura luminosa que parte de la humildad: nada sé y nada sabré, pero procuraré disfrutar de esta exploración.
Y me ha encantado reencontrarme con palabras como «croto» (que la aprendí de muy pequeña cuando un hombre nómada llegó a mi casa cargado de cepillos que él mismo fabricaba, condicionando mi curiosidad por la vida en movimiento para siempre) o «desenchufá» (que es un interrumpir el contacto con el afuera para ocuparse de lo íntimo), o ¡esa expresión! «mandar todo al diablo» (con la fiebre y la intensidad que corre por esas venas mestizas y traicioneras que nos caracteriza).
Me ha resultado fabuloso redescubrir las voces de Héctor Viel Temperley, Héctor Libertella, María Moreno y Gloria Anzaldúa, entre otras, pero sobre todo descubrir nuevas-viejas voces de mi sur perdido en la voz de una autora española. Esta capacidad de atravesar fronteras que tiene la literatura y de convertirse en patrimonio de todos, me resulta tan fascinante, quizá su rasgo más hermoso, promiscuo y rebelde. Descubrir cómo las voces de casa cruzan el océano y se plantan en nuevas culturas, reinterpretando nuestro pasado pero también demostrando que la Historia es de todos y todas, y confirmar así que ha sido gracias a esa naturaleza nómada que algunos intentan negar que han surgido las cosas más valiosas de nuestro entendimiento de la realidad, ¿no es para alucinar?
Andrea Valdés construye aquí una reflexión sobre la literatura autobiográfica partiendo de poéticas que comparten entre sí una extrañeza con la vida, con el mundo, con la tierra en la que nacieron (que a veces es familia, pueblo, política). Así, Rosa Chacel, Maura Lopes Cançado, Jorge Baron Biza, Audre Lorde y Conceição Evaristo –y aunque sus obras viajan hacia puntos distintos–, son forjadores de imaginarios literarios que se parecen en tanto a la búsqueda identitaria que persiguen; la cual, en casi todos los casos, es reconstrucción del pasado, de la experiencia familiar y colectiva.
Encontramos entonces la autobiografía como un espejo que sirve para indagar en el pasado de los otros y explicarse a través de ellos. Del mismo modo trabaja Andrea el discurso de este libro: manchando la experiencia de los autores y autoras que analiza, para atrapar y dibujar un argumento que le sirva para entender su propia identidad.
Las cicatrices y la escritura
Valdés recorre las vidas de estos personajes y construye conexiones simbólicas entre sus identidades y sus proyectos literarios; donde las cicatrices, las máscaras y las cárceles son escenarios, ejes e hilos conductores de una determinada escritura. Y en esa indagación la piel como reducto y confirmación de la memoria juega un papel importante, adoptando distintas formas y sirviendo al narrador o narradora para posicionarse en una lucha personal que en la mayoría de los casos es también colectiva: nos habla de un momento histórico y cultural específico, nos deja ver las injusticias de un tiempo, de una nación, contra un grupo, que es contra todas.
Encontramos aquí un acto amplio de reflexión que se extiende a la colonización, cuya normalización como un daño colateral del «gran proyecto civilizatorio» la autora compara con lo que sería asumir que el desarrollo industrial del acero y el uso «singular» que tuvieron los medios de comunicación masiva en su momento sirvieran para justificar el fascismo. La imposición de nuevas identidades es una de las cosas que más ha marcado la literatura rioplatense, y en todos estos autores y autoras encontramos una rabiosa necesidad de volver a las raíces para redescubrirse y reescribir lo que está dormido.
También la búsqueda atraviesa las estructuras rígidas y las dictaduras que han impedido el libre desarrollo de ciertas escrituras. Encontramos el caso de Maura Lopes, que pasó gran parte de su vida en centros de internamiento por su delicada salud mental. Cabe aquí una interesante indagación por la tendencia humana de legislar y normalizar sobre la conducta para imponer rígidas miradas sobre las personaz. Y aquí, sobre todo las mujeres terminamos llevándonos el papel desagradable en la representación de la tragedia.
«Distraídos venceremos» es un texto rebelde y alejado de la estética que se pretendepara este tipo de lecturas –¿y qué otra editorial que Jekyll & Jill iba a hacer tan hermosa apuesta?–. Sin embargo, me ha sabido a poco. Si bien me gusta mucha el planteo agudo sobre las numerosas estéticas y narrativas que se analizan, me habría gustado una mayor indagación en temas de identidad y censura, que sirvieran para un entendimiento más profundo de los autores y autoras que se analizan. Ya ven, un detalle que igual es hasta desubicado y quisquilloso señalar frente a la apuesta valiente y fuera de este mundo que es este libro.
Nosotras no somos nosotros
Estas palabras de Andalzúa –que nos cuenta Valdés que durante mucho tiempo escribió Aldanzúa sin que ocurriese nada (porque la invisibilidad se acentúa si la piel es oscura o la sexualidad, no convencional)– podrían definir una de las partes más interesantes del libro. Y necesaria en tiempos en que el feminismo se cubre de frases quemadísimas, de autoras blancas que escriben desde una posición de oligarquía que aunque no lo deseen siempre las ubica alejadas de las sufrientes. Buenísimas autoras en algunos casos, pero con una construcción colectiva reducida, que no nos incluye a todas. Valdés nos propone la construcción de una genealogía plural acercándonos la obra de autoras menos conocidas, algunas que personalmente no conocía y que voy de cajón a leer, que además comparten entre ellas el rasgo de haber vivido experiencias de marginalidad. Y así nos invita a no anclarnos en las frases bonitas sino a buscar más lejos, atrás de lo que se dice. Como aquella frase que abre mi lectura.
Una distracción, en un uso semántico ya casi perdido, es la imposición de una distancia, la separación entre dos cosas que deberían estar por regla, ligadas. Si partimos de esa idea podemos captar la esencia deliciosa de esta lectura. Y es que esa brecha que se abre en la escritura cuando la vida impone sus propias derivas es el punto de fuga en el confluyen todas las poéticas que Valdés analiza aquí, y es también el lugar de descanso donde su voz se nutre de ellas para crear una nueva mirada de lo autobiográfico, y por qué no, de la narrativa feminista. La distracción en ese sentido se ve reflejada en una actitud, que supone alejarse de la voz de mando, de los cánones establecidos, de las lecturas prefijadas para todo texto autobiográfico (y su estructura y expectativas que alimenta y de las que se alimenta) e incorporar nuevas miradas sobre esa distancia.
Y es sin duda la tercera parte del libro la más interesante en ese sentido. Aquí, el análisis de Valdés se apoya en las narrativas de autoras como Audre Lorde, Gloria Anzaldúa y Concenção Evaristo, y el punto de encuentro es la pertenencia a grupos minoritarios donde pobreza, homosexualidad y extranjería atraviesan la escritura. Y entonces, lo autobiográfico se vuelve político, por ende, comunitario, ya que todo lo político es colectivo –nos pertenece pero también les pertenece a otras–. En esa mirada plural sobre el feminismo me gustaría quedarme. En el deseo de la construcción de una genealogía, del ordenamiento de una tradición (tan necesaria) para redefinir nuestra búsqueda como colectivo plural, que nos incluya a todas y donde el pensamiento se distraiga de las tendencias. Y a esto nos anima sin duda esta bellísima lectura.
Las derivas del naufragio
La escritura autobiográfica carece de reglas, nada puede definirla, por eso ciertos libros de autoficción terminan resultando sosos al responder a una estructura predeterminada por el mercado y no por el deseo vital de encontrarse, de indagar en la tradición, en las palabras de la infancia. Valdés nos invita entonces a leer a los autores y autoras que atraviesan estas páginas para entender que la autoficción podría atravesar nuevas estéticas si la dejamos, y dejar atrás esta repetición anodina en la que se ha convertido el género en los últimos años.
Me gusta que Andrea haya construido un texto rebelde, que se alimenta de diversos géneros y aunque se apoya fundamentalmente en el ensayo tiene mucho de fábula, de búsqueda filosófica, de ficción que puja por convertir en materia todo lo que toca. Me gusta que haya sido capaz de aunar en una obra tantas obras y autores poco conocidos, que abogue por la construcción de una nueva genealogía que nos represente y que no nos adormezca.
«Distraídos venceremos…» nos anima a una distracción lúcida, donde seamos capaces de mover nuestra mirada del foco principal y optemos por nuevas perspectivas para la escritura. ¡No deberíamos pedirle más a la lectura!
Le agradezco a Valdés que haya iniciado esta búsqueda con ese poema de Leónidas que siempre me ha fascinado y al que vuelvo también con cierta obsesión. Esa mágica agonía que es «Verme». Porque en esa palabra también hay algo de respuesta a la inquietud que sirve de punto de partida a esta investigación. No podemos escribir nada si no atravesamos con nuestras manos, con nuestra sangre, con nuestras cicatrices la propia escritura.
Termino con esta otra frase de Andalzúa que es agua fresca para nuestra (re)construcción.
¡Y que nadie se pierda esta maravilla de esa hermosa y fabulosa colección de Jekyll & Jill que es Fontanela!