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Ricardo Menéndez Salmón recomienda Dadas las circunstancias de Paco Inclán

El escritor Ricardo Menéndez Salmón recomienda Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en La Opinión de Málaga:

Paco Inclán: Un mapa impecable

El libro más reciente de Paco Inclán, un escritor libre e impar, es Dadas las circunstancias, un volumen que puede parecer gamberro si no fuera porque es insultantemente inteligente

Ricardo Menéndez Salmón 17.05.2020 | 05:00

El escritor valenciano Paco Inclán.

Ingenio puro. Un viaje al país del esperanto [encerrado en un museo], un paseo por La Habana en busca del chiste que mató a un escritor decimonónico, el encuentro con el último hablante del híbrido lingüístico entre el romaní y el euskera, son algunas de las misiones que Paco Inclán nos comparte en ‘Dadas las circunstancias’.

 En ocasiones el mapa sirve para extraviarse. Otras veces, por el contrario, no sólo orienta al confuso y al perdido, sino que le permite soñar. Incluso hay noticia de un escritor que fantaseó con un mapa que coincidiera con el territorio que cartografiaba. De igual modo que el rumbo, en navegación, esconde una categoría psicológica, el trayecto por el mapa ayuda a entender los motivos del viajero. Su carácter; sus visiones; sus plegarias atendidas o ignoradas.

Se viaja mucho, casi con frenesí, en ‘Dadas las circunstancias’, el último libro, insólito como todos los suyos, de un escritor libre e impar: Paco Inclán. En este almacén de sucesos, que es también una guía Baedeker para quien carece de urgencias, se dan cita Praga y La Habana, Llodio y Valencia, Berlín y Veracruz, la parroquia viguesa de Valladares y Esperantujo, que para quien no lo sepa es ni más ni menos que el «autoglotónimo cacofónico con el que se conoce al territorio –imaginario, transfronterizo, sonoro– que se crea cada vez que dos o más personas se comunican en esperanto». Por todos estos espacios, que tienen su correspondencia en planos y atlas, Inclán herboriza crónicas extravagantes que obligan a aceptar que de todos los mapas urdidos ninguno es más exótico que ese que aspira a fijar los límites de un país llamado Realidad.

dadas-las-circunstancias Hace ya unas cuantas décadas, en 1974, en el prólogo que antepuso a la edición francesa de su incómoda, afrodisiaca y patológica novela ‘Crash’, el gran maestro J. G. Ballard advirtió que la dictadura del capitalismo, de la televisión y de la política concebida como una rama de la publicidad hacían cada vez menos necesario que un escritor inventase contenidos ficticios. La ficción ya estaba aquí, entre nosotros, disuelta en la mentira cotidiana. La tarea del escritor consistía, por lo tanto, en inventar la realidad. A ello se aplica Inclán con éxito manifiesto y para goce del lector en este libro que podría parecer a veces gamberro si no fuera porque es insultantemente inteligente, y que entre abundante material para la ironía y la carcajada, destila una lucidez nunca del todo exenta de melancolía.

Si un texto como «Escatología en la obra de Arnau de Vilanova» hace pensar en un Perec levantino y esa maravilla que es «Pasajes cubanos» podría ser una postal conciliatoria enviada por Kundera a sus corresponsales postcomunistas, seguir los pasos de Inclán en busca del último hablante del erromintxela, un híbrido lingüístico entre el euskera y el romaní, es un recordatorio amargo bajo su aspecto jocoso de que, como el propio autor sugiere, es ingenuo pensar que los finales invitan al festejo. Dadas las circunstancias es, de hecho, mucho más que un cúmulo de los desvíos de un viajero y un abecedario de sus raras aventuras. Es una ocasión para celebrar la nota al pie y el acontecimiento en apariencia nimio. Un recordatorio de que la verdadera extrañeza reside aquí, ante nuestros ojos. Y una invitación para tener a mano el mapa correcto.

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Dadas las circunstancias en Poemas del alma


Tes Nehuén reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Poemas del alma:

«Dadas las circunstancias», de Paco Inclán Jekyll & Jill

«Dadas las circunstancias» es un libro de viajes fantástico, en su sentido más literal y armonioso posible, que nos invita a deshacernos de los prejuicios y a respirar hondo.

La noticia de que Plutón dejó de ser un planeta le llegó al narrador mientras se bañaba en unas playas de México. Éste es el punto de partida de Dadas las circunstancias de Paco Inclán (Jekyll & Jill), un libro difícil de calificar y cuya simiente es una epifanía que sirve para reflexionar sobre todos aquellos grandes descubrimientos que desaparecen, se pierden como polvo de estrella, sin que podamos hacer nada por evitarlo. Es decir, sobre la cualidad inasible de la vida.
 El fantasma de la lengua

«Dadas las circunstancias» no es un libro de viajes, pero nos lleva a través de distintos paisajes. Viajamos a una Habana descascarillada donde todo el ideal revolucionario se desparrama sobre un suelo derruido, también visitamos bibliotecas y edificios que conservan algunas obras exquisitas de la literatura.

Berlín, Valencia, Praga y los muchos idiomas que baldean nuestra vida y nuestra cultura. La búsqueda del esperanto y el erronmintxela; el placer de hablar el propio idioma a océanos de distancia. El lenguaje de los cuerpos, de los ojos que no quieren ver. El lenguaje de la literatura y el de la risa. Todo esto nos ofrece: un viaje evidentemente, tan alucinante como inspirador y divertido.

Sobre lenguas muertas, dialectos moribundos y búsquedas lingüísticas, se construye la parte más interesante del libro. Con un mestizaje curioso y divertido que se apoya en lo escatológico y que abre la posibilidad de exploración de un sinfín de imágenes, asociaciones y teorías que nos hablan del fin del mundo y de lo material que resulta el lenguaje al fin y al cabo.

Paco Inclán viaja y nos enseña los mapas de esos viajes pero en verdad los sitios a los que nos lleva tienen mucho del imaginario literario que rodea a esos lugares. Por eso, pese a que visitamos sitios específicos, nuestra mirada siempre está en otra parte, como si el sentido de las cosas no pudiera atravesarse con realismo, sólo con la simbología, a veces incomprensible, del lenguaje.

Morir de risa y escritura

Quizá en esta frase resida gran parte de la identidad del libro. Los viajes nos cambian y ciertamente el narrador va mutando y resignificando su propia existencia a la luz de los paisajes que visita. Sus obsesiones cambian en torno a los estímulos y el aprendizaje. Lo que resulta verdaderamente importante no es el viaje en sí, ni siquiera los lugares que se visitan, sino todo aquello que no está, lo que ya no está. En ese sentido podría ser un libro sobre lo que estuvo y ya no está, sobre nuestra efímera huella en los lugares.

¿Puede alguien morir de risa literalmente? El segundo relato de este viaje es alucinante. Inclán, como un personaje que se mueve entre lo ficcional y lo autobiográfico, llega a La Habana buscando el chiste que mató a un poeta cubano del siglo XIX. La risa le provocó un aneurisma. Se murió de risa. En el sentido pleno de la frase. Y lo cuento tan sólo para que puedas hacerte una idea del tipo de hilos que tira Inclán para componer una obra fabulosa. Hilos que le sirven para reflexionar sobre temas diversos, todos ellos atravesados por el oficio de la escritura, como puerta de la memoria y también como refugio frente al vacío del futuro incierto. Pero en la escritura también hay miedo y senderos inconclusos.

La seductora narrativa de Inclán

Hay varias cosas fascinantes en esta lectura. Supongo que esto es muy subjetivo, pero hay algo en la escritura de Inclán me ha devuelto a mi adorado Hunter Thompson. Tiene que ver con la escritura que atraviesa el terreno de lo sórdido pero no por ello se rebaja a lo vano; es decir, que sigue y se mantiene en una línea estética dificilísima, imposible. En el periodismo gonzo hubo (y hay) muy pocos escritores capaces de hacerlo. Es difícil entender la regla principal de esta estética, que consiste en atravesar la suciedad del mundo sin mancharse, procurando que el lenguaje siempre vuele un poco más alto que la mugre. Paco Inclán sorprende siempre consiguiendo tocar temas pringosos sin perder el norte del lenguaje y su estética. Y creo que esta es una de las principales razones por las que hay que leerle; como volvemos a «Los diarios del ron», con la sensación de llegar por vez primera.

Y sigo. Paco Inclán tiene dos cualidades que yo le admiro, y que me encantaría tener. Sabe atraparte en sus narraciones de forma casi inmediata, como si te contara un cuento de hadas, una historia tradicional, con su intriga y su heroísmo. Su otra virtud es encontrar en el humor un hueco donde hacer las preguntas importantes, sin llegar a ser pedante y sin visitar el terreno de lo ordinario. Una escritura que nos incómoda pero no nos aplasta.

En este libro volvemos a encontrarnos con lo más delicioso de su búsqueda como escritor: el fondo del lenguaje, el cruce lingüístico de las voces que nos alimentan y conforman. «Dadas las circunstancias» es un libro que lleva a su sentido más elevado la incertidumbre de la vida y la escritura y nos invita a mirarnos de una forma nueva. Cabe un comentario más a la edición: el mimo con el que cuida Gomollón sus libros tampoco es de este mundo. Quién no haya tenido en sus manos un título de Jekyll & Jill, no sabe lo que se está perdiendo. Viajemos todos con Inclán en estos días revueltos porque dadas las circunstancias que atravesamos un poco de luz y de humor no nos vendrá nada mal.

DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS
Paco Inclán
Jekyll & Jill
978-84-948915-4-0
160 páginas
16,00 €

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en Rumiar la biblioteca


Verónica Nieto recomienda Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Rumiar la biblioteca:

Rubén Martín Giráldez o construir una nueva lengua literaria

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez, Magistral, Zaragoza, Jekyll & Jill (2016)

Una voz enojadísima con la mediocridad de los escritores españoles o que escriben en lengua española ante la falta de ambición literaria, falta de valor, falta de seguridad, falta de confianza y sobre todo falta de lecturas, cosa de la que se jacta la mayoría, mentalidad de funcionarios. Apenas cien páginas de discurso entre quevedesco, irónico, chulesco, impostado, paródico de sí mismo, que aborda cuestiones como la traducción y sobre todo la Obediencia de los escritores españoles.
Una voz que termina por desprenderse del autor y con la cual el mismo autor termina discutiendo.
Un discurso que defiende la diferencia, la rareza, la así llamada «dificultad» por escritores y editores y lectores perezosos, como el camino hacia algo que podría parecerse a lo literario.

«Escribir no es una labor diplomática. No debería haber lugar para la amabilidad en la novela, quien se pierda que se enfurezca, que para eso estamos rellenos de sangre y no de cacahué. La dificultad no la constituyen ciertas clases de lenguaje, sino el lenguaje en sí.»

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Dadas las circunstancias de Paco Inclán en Babelia El País



Carlos Pardo reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Babelia El País:

El hombre que atrae a los locos

Paco Inclán explora la relación entre individuo y masa en una narración cargada de personajes excéntricos

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El narrador se encuentra en la ciudad mexicana de Veracruz, en un centro cultural donde va a estrenarse una serie documental dedicada a las grandes personalidades del lugar (el narrador está allí porque va a casarse, pero “ese es otro cuento”). El primer retratado es Pancho Villa; su nieto, gran bigote y modos de oficialidad, es aclamado por los 400 asistentes. Pronto se comprende que Pancho Villa nunca estuvo en Veracruz, circunstancia que no amarga al público; antes bien, comienza un diálogo sobre lo difícil que es certificarlo, la pertinencia de un “estudio de las ausencias” que, por ejemplo, demuestre “que ni Franz Kafka estuvo en Zaragoza ni Marie Curie pisó Bilbao”. El narrador menciona delirios similares en bibliografía reconocida: la ausencia de George Sand en Are­nys de Mar, de donde debía partir para Mallorca; o la de Proust en Trieste, ciudad que el novelista describió como un “lugar delicioso donde la gente es pensativa, las puestas de sol son doradas y las campanas de la iglesia tañen ­melancólicas”.

Otro ejemplo: si Inclán investiga los círculos “esperantistas” catalanes, una intuición perversa lo lleva a intimar con el responsable de “la primera y posiblemente la última editorial que se dedica a la difusión en esperanto de los beneficios de la marihuana”. Es decir, el marginado entre los raros.
Y es probable que el personaje que es el propio Paco Inclán en su literatura, una especie de humilde bromista bonachón, atraiga a los locos y los excéntricos, pero asimismo hay que comprender que uno de sus temas mayores es, precisamente, la relación del individuo (excéntrico) con una pequeña masa (ditirámbica). En Inclán, comunidad y persona son vulnerables resistencias de un mundo igualmente idiota, pero mejor falsificado; es decir, que pasa por normal. Y en estos errores “de especie” halla el autor algunos signos de autenticidad supervivientes a las convenciones de nuestro tiempo, incluso cuando el protagonista de un texto es un imitador del Che Guevara (“Paisajes cubanos”).

El amor por lo relegado eleva los textos de Paco Inclán por encima de la miniatura bizarra, del chiste contracultural. Es la clave de su logro como escritor y del encanto de todo lo que escribe: un magistral sentido de la empatía. Por eso hace tiempo que ha dejado de ser un autor de culto y se ha convertido en uno de los más originales prosistas en español; además, de una especie de la que es el único (el primero y el último) espécimen.

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Dadas las circunstancias de Paco Inclán en Letras en vena


DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS – PACO INCLÁN

“…En España podrá faltar el pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban…”

Ramón María del Valle-Inclán

Luces de bohemia

Paco Inclán se ha convertido por méritos propios en uno de los autores más originales, inteligentes y atractivos
de la literatura española actual. Sus libros son, en el mejor sentido de la palabra, extraños, rarezas literarias en las que, iniciada su lectura, acabas inmerso en una extravagante historia en la que el principio de la misma no presagia nunca el extraño final que nos acontece, aunque por fortuna lo mejor de sus historias está en su trama, el peculiar sentido del humor que despliega y la originalidad que se desprende de su prosa, en la que con una erudición propia de un bibliotecario y un humor surrealista propio de Berlanga o Cuerda, es capaz de conducirnos a través de una recopilación de “relatos viajeros” por remotas ciudades y países en los que se entremezcla lo erudito, la ficción y algunas píldoras autobiográficas (ya se sabe, las mejores mentiras – y narraciones – son las que contienen un poco de verdad). Como en sus anteriores libros, los motivos que impulsan las historias de Inclán son variopintos y a medida que avanzamos en la lectura de sus relatos resultan secundarios, pues la narrativa hilarante y el humor sarcástico y surrealista que despliega su autor hacen que nos dejemos llevar por Inclán sin esperar un final acorde a las metas que impulsaron la narración.

En “Dadas las circunstancias”, su autor se convierte en una especie de investigador literario cuya misión es lograr desentrañar extraños asuntos relacionados con el lenguaje que, seamos sinceros, al común de los mortales nos importarían una higa, pero que a sus personajes les obsesiona y les llevan a aventurarse en disparatadas situaciones en las que se alcanzan momentos de tensión que anuncian la tragedia al doblar la siguiente página, pero que acaban milagrosamente diluyéndose como un azucarillo en un vaso de agua caliente en una escena cómica que roza lo trágico y que nos permite disipar los momentos ddlcletrasenvenae suspense vividos. Lo que busca el narrador de cada una de estas historias, como un antropólogo inocente que espera asistir a una representación de lo que imagina es la realidad de su estudio, es saboteado por circunstancias hilarantes y una realidad que lo acaban superando. Paradójicamente, este fracaso lleva al narrador a dotar a sus historias de nuevas cotas de parodia y empatía, ampliando los márgenes de la prosa tradicional hacia nuevos registros.

Comentaba Alfredo Landa sobre el humor que “…consiste en saber reírse de las propias desgracias”. El humor de Inclán convierte a sus historias en un juego emocional en el que nos dejamos arrastrar, convirtiéndonos en víctimas (voluntarias) de sus experimentos literarios, a la par que en protagonistas de su paródica narración. Sus historias son un ejemplo de como el pensamiento crítico puedo mutar en un humor inteligente que disecciona y pone ante nosotros lo absurdo de nuestra cotidianidad, rebajando la gravedad de las circunstancias que día a día nos atenazan. Y, en mundo como el nuestro, lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos es dejar de tomarnos tan en serio. No sean tontos, y no se pierdan la oportunidad de conocer (sino lo habían hecho antes) a este autor. Les espera un humor que fluye como una descarga eléctrica, un inquieto espíritu viajero con el que viajarán a las esquinas más remotas del planeta y una prosa que refleja con fidelidad las ideas que atraviesan la inquieta mente de este autor.

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Por qué la literatura experimental amenaza… en Letras en vena



Reseña de Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos, de Ben Marcus, con unos pinitos en pedantería de Rubén Martín Giráldez en Letras en vena, por Rubén Olivares:

Admitámoslo. A quienes leemos nos gusta entender que leemos, dejarnos llevar por una narración con la que nos identificamos y que sólo nos exige tiempo. Luego existimos otro grupo de lectores más reducido, que además buscamos en la literatura temas más complejos, que nos exijan algo más que tiempo. Este tipo de lectores solemos iniciarnos con ensayos, de mayor o menor complejidad, que exigen que seamos críticos con lo que leemos. De ahí solemos dar el salto a “los clásicos”, esos libros que todo el mundo da por sentado que deberían leerse, porque son “literatura” y cuando queremos darnos cuenta necesitamos algo más fuerte. En ese momento es cuando te das cuenta de que has cruzado una línea sin retorno y te descubres leyendo literatura experimental. Libros de autores que rara vez suelen ser conocidos fuera del círculo de este tipo de lectores y que escriben por el placer de experimentar con las palabras, de jugar con el lenguaje y ofrecer al lector “literatura dura”, de esa que hay que leer con cuidado y sin prisas, si quieres entender que estás leyendo.

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De esto se deduce que hay dos clases de lectores, los que buscan entretenerse y los que buscan algo más, los que están dispuestos a que les sorprendan y les desafíen. Los primeros están de enhorabuena, pues la literatura está llena de obras para ellos y de premios literarios que promocionan estas obras, rodeados de una enorme maquinaria de marketing que promociona las obras y rentabiliza con creces el premio otorgado. Y todos sabemos a qué premios me refiero y a qué autores se les otorga. Son estos lectores que leen por placer, no lo dudo, pero a menudo por una cuestión de “estar al día”, de conocer la novela de moda del momento y tener algo de lo que hablar si durante la reunión de amigos la conversación deriva en cuestiones más culturales. Son lectores que se han subido al carro de la cultura de usar y tirar, de una industria que busca el beneficio por encima de la cultura y promociona obras de autores que rara vez lograrán dejar un poso en sus lectores y mucho menos formar parte del canon de autores de la literatura universal. Luego estamos el segundo tipo de lector, los que solemos tener más problemas cuando buscamos satisfacer nuestro oscuro deseo literario y que sobrevivimos gracias a la labor heroica de las pequeñas editoriales independientes que apuestan por otro tipo de literatura, por un lado, por la necesidad de diferenciarse y competir con las grandes editoriales y por otro por convicción personal y deseo de ofrecer a sus lectores lo mismo que a ellos le gusta leer.

Esta dicotomía irreconciliable es la que nos plantea esta obra, “Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen, y la vida tal y como la conocemos de Ben Marcus, con unos pinitos de pedantería de Rubén Martín Giráldez” que recoge un ensayo publicado por Ben Marcus en “Harpers magazine” y que se complementa con el excurso de Rubén Martínez “Pinitos en pedantería”. Quien se adentre en la lectura de esta obra disfrutará de la disertación que Ben Marcus realiza sobre aquellos que, como Jonathan Franzen se han erigido en la élite literaria y deciden, desde su atalaya, qué es buena literatura y qué no. Evidentemente, el acomodado estilo de Franzen, que transitó desde un estilo ambicioso y con cierto riesgo hasta llegar a una formula culturalmente acomodada y comercialmente exitosa es el que sirve de modelo para considerar que es una buena o mala obra literaria. Marcus desmonta con certeros argumentos y comentarios cada uno de los pilares sobre los que Franzen ha construido su visión de la literatura realista (que considera la única adecuada) frente a la literatura que se atreve a adentrarse entre las nieblas de la experimentación literaria. Frente a esta visión cerrada, Marcus nos propone abrir las ventanas de la literatura y contemplar el mundo que la experimentación nos ofrece, lleno de narrativas multigenéricas, abiertas, indagatorias y sin miedo a llevar hasta sus límites a la palabra, tomando al lector como un ser adulto capaz de esforzarse cuando un texto tiene una complejidad mayor que la columna de opinión de un periódico o las instrucciones de montaje de un mueble. Si después de leer este genial ensayo tenemos ganas de más, podemos pasar al ensayo de Rubén Martín, que pone el punto de mira en las letras españolas para tratar el mismo tema. En este ensayo se exploran las limitaciones que tiene el idioma como medio de comunicación, transitando desde el Siglo de Oro de las letras españolas hasta la actualidad. Martín es un epígono de las letras de Ferlosio (otro incomprendido) que utiliza un lenguaje barroco y que, como señalaba Ferlosio, apuesta por el hecho de sacar a relucir todo lo que tiene en sus obras pues como este dijo “la obra toda está sólo en lo que emerge y se reduce a ello”. El problema de muchos autores es que, hoy en día, no tienen nada que mostrar.

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Ricardo Menéndez Salmón reseña Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga



Ricardo Menéndez Salmón escribe sobre Los hombres de Rusia, de Reinaldo Laddaga, en el diario La Nueva España:

huestesoscuras

Huestes oscuras

RICARDO MENÉNDEZ SALMÓN

Una técnica de prestigio dentro de la tradición literaria, la del manuscrito encontrado, sirve a Reinaldo Laddaga para destilar un cóctel de ensayo político y novela de formación en Los hombres de Rusia, obra que por subtítulo lleva el marbete «documento», como si su autor quisiera adherirla antes al ámbito epistemológico de la historia de las ideas que a la indagación pura y dura, sin aristas, en el terreno de la ficción. No en vano, el redactor del manuscrito del que Laddaga se vale para exponer sus propósitos confiesa que la realidad es mucho más difícil de relatar que la invención, pues «la lógica de la vida es menos clara que la de los cuentos».

La lógica de la vida que Los hombres de Rusia persigue ilustrar es sin duda inquietante. Lo que Laddaga propone, como una suerte de precipitado tóxico de las potencias maléficas que vertebran nuestra época, es la construcción de una fábula en torno a las fuentes que han servido de abrevadero a esa extrema derecha que, como un virus de irradiación frenética, infecta hoy el mapa conmovido del planeta. Esa fábula, representada por un grupo de fanáticos que llegan a un desolado rincón de Florida parapetados tras sus teofanías, sus drogas de diseño y sus conspicuos profetas, se alimenta del panteón de excéntricos que ha venido nutriendo el imaginario de las razas intactas, la espiritualidad de las naciones, los fulgurantes mitos de la pureza. 

Por las páginas de Los hombres de Rusia desfilan así el experimento protofascista de Gabriele D’Annunzio en Fiume y las aberrantes teorías de Cyrus Teed en torno a la Tierra hueca, encuentra acomodo Miguel Serrano, el jerarca nazi chileno que alumbró la tesis del hitlerismo esotérico mientras compartía mesa y mantel con Hermann Hesse, pero también Aleksandr Duguin, el Rasputín del Kremlin de Putin, dios tonante del renacimiento de la soberana Eurasia, y a la vez asoman la patita el Partido Republicano en los tiempos de Barry Goldwater, las maquinarias de la violencia que Carl Schmitt amparó mediante sus estudios constitucionales e incluso el barón Julius Evola, mandarín de la extrema derecha italiana que logró el círculo cuadrado de conjugar en su obra a Mussolini con la misoginia de Weininger y los goces del tantrismo con la decadencia de Occidente del apocalíptico Spengler.

Semejante compañía conduce por necesidad a una debacle de la razón. Es entonces cuando el texto de Laddaga muestra su engarce con el presente. Pues su alegoría halla un sustrato más que verosímil en la sensación, a menudo trágica, que al sujeto confiado en las estrategias del consenso y la universalidad de la inteligencia le acosa hoy en día, esa ominosa evidencia de que el mundo ha regresado a la senda del pensamiento mágico, los avatares de las creencias numénicas, la pestífera seducción de la oscuridad. Y es que, quizá, los campeones del irracionalismo nunca se habían ido del todo. Sólo estaban esperando para regresar disfrazados de hombres de Rusia, evangelistas de sonrisa tierna, presidentes pendencieros.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Planeta Eris


Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés, en Planeta Eris:

Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica. Andrea Valdés

Hoy os traemos un libro curioso por su lucidez y tratamiento realmente original. Se trata de una obra de ensayo, pero que muy bien pudiera ser de ficción n
o sólo porque es entretenida sino por la cantidad de recursos diferentes que la autora maneja, me refiero a que las distintas partes en las que se divide este pequeño volumen son muy dispares, desde la narración convencional, el análisis de la obra, varias citas o incluso aportar documentación real a modo de imagen.

Esto es lo más destacable para mí: si no fuera porque el libro pertenece a una colección dedicada al ensayo y porque la primera autora presentada es Rosa Chacel creería (en mi profunda ignorancia) que se trataba de un juego literario con el que se presentaran situaciones irreales y autores increíbles salidos de la fértil imaginación de la autora. Algo así como si fuera una obra de Borges a la manera de El libro de los seres imaginarios, pero con escritores o, incluso una pesadilla literaria de Lovecraft

Andrea Valdés (Barcelona, 1979) es licenciada en Ciencias Políticas y librera, oficio que ha ido conjugando con la escritura. Ha colaborado con artistas en catálogos y exposiciones, es co-autora de una obra de teatro y ha publicado en varios medios, entre ellos los suplementos culturales de El País y La Vanguardia así como en otras revistas.distraidosvenceremoseris

En este su primer ensayo la autora investiga las diferentes particularidades de la escritura autobiográfica desde mediados de 1950 hasta nuestros días, centrándose en la obra de varios escritores latinoamericanos. Pero no los elige al azar, sino con un criterio muy específico: aquellos autores que escribieron desde los límites de la locura, la enfermedad o la exclusión social. Ejemplo de ellos son Maura Lopes Cançado, Mario Levrero, María Moreno, Carlos Correas, Gloria Anzaldúa y Severo Sarduy entre otros.

Por culpa de o gracias a su particular condición estos autores aportaron al contenido autobiográfico formas no vistas con anterioridad. Las motivaciones pueden ser diferentes, quizás porque no intentaban adecuarse a la realidad, sino acaso paliar las consecuencias. Su talento y capacidad les permitió poner en negro sobre blanco los  efectos de sus propios condicionantes sociales.

Aun partiendo de una misma premisa, los resultados son notablemente diferentes y muy bien plasmados por Andrea Valdés. Puede sonar una propuesta arriesgada, pero se trata una obra para paladear con gusto y con la satisfacción que me da saber que mi falta de talento me mantiene alejado de sufrir tanto dolor como estos escritores retratados aquí (o eso espero).

Al final de la obra hay un anexo con una escueta referencia biográfica de los autores muy personal y bien redactado. Otro pequeño tesoro bibliográfico de una editorial muy especial que os permitirá conocer de una forma única una serie de autores que difícilmente habría conocido de no ser por Andrea Valdés, como por ejemplo la obra de Paulo Leminski Catatau, un monólogo interior que coloca a René Descartes bajo los efectos de una pipa de cannabis en pleno devenir tropical.

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Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga en Poemas del Alma


Tes Nehuén dedica su artículo a Los hombres de Rusia, de Reinaldo Laddaga, en Poemas del Alma:

«Los hombres de Rusia», de Reinaldo Laddaga, Editorial Jekyll & Jill

«Los hombres de Rusia» de Reinaldo Laddaga es un relato fascinante sobre el mundo actual y el resurgimiento de los pensamientos dictatoriales.

Estamos hechos de profecías. Muchas de las cosas que nos ocurren comparten hilo con acontecimientos del pasado y son el preciso puntapié que necesita una catástrofe para florecer. Todas las profecías se cumplen. Creamos o no en ellas. Las asumamos o no. Las enfrentemos o no. Y lo que la literatura viene haciendo desde sus orígenes es servir de canal para expresarlas, estableciendo analogías y puntos de encuentro entre fenómenos aparentemente distantes. Buscar respuestas y explicar la forma en la que hemos terminado en este punto histórico parece ser también el impulso que da vuelo a «Los hombres de Rusia» de Reinaldo Laddaga (Jekyll & Jill). Una historia que reúne todos los elementos de las leyendas proféticas y que cuenta con un discurso fascinante y un árbol bibliográfico exquisito. Es decir, todo lo que le pedimos a un buen libro. Una lectura que les deseo a todos.

El resurgimiento de la derecha

Lo primero que habría que decir de este libro es que no es un ensayo ni tampoco una historia de ficción. Se trata de un relato con un sólido basamento en la realidad pero que se lee como una fábula. Laddaga nos ofrece un texto en el que encontramos una voz joven que va descubriendo un mundo, que es ventana y herencia, donde los que triunfan son los malos. Su familia se ha asentado en Florida hace varias décadas y ha sido atravesada por las diversas crisis económicas que han asolado a la clase media desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad. A lo largo del texto, parece como si el joven intentara entender qué le faltó a su familia para asumir el liderazgo, en lugar de haberse quedado siempre a la sombra: adoptando una actitud sumisa y de súbdito alucinado frente a la verdad ajena. La historia se desarrolla en un escenario peculiar pero acertadísimo para la búsqueda que fundamenta el relato. Viajamos a un zoológico casi abandonado, casi en decadencia sostenido –como la realidad política de nuestro tiempo– por frágiles razones y estructuras. Un espacio condenado a la desaparición que de pronto adquiere importancia porque es elegido como base de operaciones de un grupo de militantes de la derecha extrema, que apuestan por un mundo sin libertades.

Podría decirse que es un libro que enlaza y establece paralelismos entre los cambios del mundo actual y el surgimiento del racismo y del fascismo en Europa durante el siglo XX. Asimismo permite una lectura en torno al peso de la herencia y la forma en la que se va gestando nuestra comprensión del entorno, teniendo en cuenta los condicionantes que operan en esa interacción.

Pero habría que volver al principio, para explicar mejor lo que el libro ofrece. En un prefacio fúlgido Laddaga nos transmite su curiosidad al hallar un texto extravagante a través de la red social 4chan (una red social frecuentada por partidarios de la derecha: jóvenes que se sienten algo así como los iluminados de su tiempo, portadores de la verdad que podrá salvar a la especie de lo que denominan mediocridad). La curiosidad lleva al oficio y así, esta historia promete ser una traducción de ese documento –curiosamente, desaparecido–. Y aquí entra en juego el pulso de la ficción que otorga al libro verosimilitud; no por tratarse de un documento real, sino por contar con todas las explicaciones para convencernos de ello.

Ficción y verdad

Entre las cosas más interesantes con las juega Laddaga me quiero centrar en dos elementos que atraviesan el discurso: la búsqueda de la iluminación (algo muy propio de quienes desarrollan discursos vinculados a la derecha alternativa) y el uso de una retórica que por momentos resulta apocalíptica (muy frecuente también en estos discursos). En la práctica estos objetivos discursivos se consiguen a través de la provocación, la propaganda libertina y los excesos; ¿existen ingredientes más atractivos que éstos para un grupo de jóvenes desidiosos? De hecho, la provocación es la herramienta que mejor domina la derecha alternativa, que utilizan en discursos que se difunden en ciertos espacios en Internet como los foros 4chan y 8chan y les sirven para conseguir el apoyo de jóvenes –que traen la rabia de la edad combinada con la rabia de la decadencia del mundo, y con el fin de la prosperidad–, niños-grandes que necesitan creer en algo, sentirse parte de algo más grande que ellos mismos. Estas manifestaciones discursivas también ocupan un espacio relevante en el relato. Y todo ello parece colaborar con la sensación de estar ante algo cierto, es decir, verdadero, es decir, necesario. Y entonces, redescubrimos la idea de ficción como espacio de pensamiento y de verdad, por encima de la realidad misma.

Entre aquel poema épico inglés, «Beowulf», las «Noches áticas» de Aulus Gellius y «Los devoradores de cadáveres» de Michael Crichton, se construye un texto críptico cuyos destinatarios son los integrantes de una comunidad que ha alcanzado una gran fuerza en las últimas décadas, contribuyendo con la proliferación de ideas antisemitas y fascistas que son, precisamente, las que ellos defienden. A lo largo de la lectura descubrimos las bases que consolidarían el mandato y la línea política del presidente actual de los Estados Unidos, Donald Trump, y en las que su narrador nos asegura encontraremos una explicación contundente sobre los cambios que se están viviendo en la estructuración social y el resurgimiento de la extrema derecha. Sin embargo, también encontramos a un joven impulsado por su curiosidad y su deseo a experimentar una vida que no le permiten, que se siente rodeado de una fauna (y ahora hablo de los hombres) que se muestra insensible a todo estímulo que se escape de sus ambiciones.

Se establece a través de la lectura un debate en torno a la mirada de los otros que me ha resultado muy interesante. Y se aparecen numerosos autores que han contribuido con el pensamiento occidental. Thomas Mann, Gabriele D´Anunzio, Giuseppe Antonio Borgese, Elisabeth Mann Borgese y W. A Waden, entre otros. Anécdotas, pensamientos y miradas en torno al mundo, a sus vidas y a su forma de contribuir con la dictadura del siglo pasado.

El futuro en la profecía

En este punto cabe la estampa del pensamiento de Furio Jesi acerca de la cultura de derechas como la reidentificación de una serie de imágenes y símbolos mitológicos a los que se dota de un nuevo sentido, que traspasa la esfera de lo real y abarca un terreno nebuloso y espiritual; donde las ideas se amasan según la conveniencia y la violencia en su sentido más descarnado es lo más aceptable. Y podríamos desembocar en uno de los puntos más inquietantes del libro, que es ese enlace que hallan los combatientes de este extraño grupo entre el pasado nómada y la restauración de una vida arcaica, viendo en ellos el futuro de una especie que debe preservar sus valores y eliminar lo que se les opone.

Me han resultado profundamente impactantes las afirmaciones respecto a la vida de los animales, y la mirada especista que desprenden los ojos del narrador ante su soledad y su despojo. Y pienso que puede ser ésta una interesante lectura para afrontar reflexiones en torno al bienestar animal y su historia –aunque el texto no se detenga en esto ¿por qué no habríamos de hacerlo nosotros?–. Una pregunta que abarque también la dicotomía tan popular entre los derechos animales y humanos, y que en estos tiempos críticos nos está haciendo falta. Justamente para posicionarme mejor en el conflicto he indagado sobre Jungle Habitat Preserve y lo que he leído es lamentable (lejos de tratarse de un organismo en favor de la vida salvaje, es uno más de las muchas instituciones mercantilistas que aumentan su capital a costa de la vida y el sufrimiento de los demás animales). Sin duda el trato que les hemos dado a los demás animales está estrechamente vinculado con la crisis socioecónomica que atravesamos. Y como considero difícil hablar de dictaduras y de fascismos dejando a un costado el incremento de la explotación como eje central en el resurgimiento de la derecha, quiero apuntarlo. Y os deseo que el libro también los saque de vuestras casillas para pensar en esto.

los-hombres-de-rusia-2Otro tema que también se desprende de esta lectura es la emancipación de las mujeres, y el lugar que hemos ocupado en esta locura de capitalismo que avala el poder de los blancos sobre el mundo de los otros, y las otras. A través de la figura de la madre del personaje y de Elisabeth Mann Borgese se introduce una mirada sobre el pensamiento occidental y el feminismo. Una reflexión que nos ponga en estado de alerta respecto a la manipulación que amenaza las raíces y el desarrollo lúcido del discurso feminista.

No sabemos si realmente existió este personaje que escribe. Y en caso de haber existido, si lo que ha visto es idéntico a lo que cuenta. No sabemos si los hombres de Rusia existieron, pero sí intuimos que todo lo que leemos es cierto. Estamos ante un relato auténtico, diferente, en el que podemos encontrar respuestas y preguntas para la vida que nos rodea y que vivimos. Un libro que te deja anonadado y del que es difícil despegarse.

Me quedo con una imagen de zoológicos vacíos y mujeres en lucha. Es probable que textos como éste puedan ser útiles para entender que en cuestiones de pensamiento siempre es mejor leer aquello que sabemos que va contra lo que sentimos o pensamos, para no convertirnos en criaturas conformistas, para que la confortabilidad del discurso no nos lleve a desatender la reflexión profunda, que es en definitiva la que puede salvarnos como criaturas y como grupos.

Este libro de Laddaga es profético pero también nos permite desentrañar el fondo de una literatura de derechas que ocupa las esferas más altas de canon, y que ha consolidado un pensamiento que ya está de vuelta y, como lo expresan los fundadores en su tratado, «ha vuelto para quedarse». Espero lo mismo de este libro: que haya llegado para quedarse y pensar(se) y pensar(nos) Un libro al que volveré sin duda, porque me han quedado muchas dudas y muchas lecturas paralelas por hacer. Y lo mismo les deseo.

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5 de Sergio Chejfec en Culturamas



Pedro Pujante dedica una excelente reseña a 5, de Sergio Chejfec, en Culturamas.

5, de Sergio Chejfec

La idea vila-matiana de construir una obra en torno a notas (a pie de página) parece sustentar este último libro publicado en España del argentino Sergio Chejfec. Compuesto por un relato que da título a la obra y seguido por una “Nota” más extensa que el texto que refiere, 5 se convierte en un díptico metanarrativo cuyo valor y significado se encuentran precisamente en este juego de contar el cómo se escribió un relato, las circunstancias y las sensaciones que lo configuraron.5-coverimage

La prosa de Chejfec es siempre elusiva, sus narraciones bordean lo puramente narrativo (aunque, paradójicamente se adentran y adensan en su propia trama escritural) para desembocar en texturas aéreas, dotadas de cierta densidad y belleza, pero, al mismo tiempo, se comportan como si fuesen frágiles, difíciles de aprehender. Cuando leemos a Chejfec siempre nos acompaña la sensación de que algo nos está el autor sustrayendo; ejecuta, en cualquier caso, un juego de desnivelados inteligente, de escritura pura que busca aislarse de referentes externos pero sin renunciar, paradójicamente, a describir el mundo. Aunque este sea un mundo de ideas, un mundo propiamente literario y escritural, como si fuese este una masa de la que extrajese la materia prima con la que sustentarse.

No creo, en este sentido, que la primera frase que abre 5 sea casual, aquella de su maestro Di Benedetto: “No se puede saber si es verdad”, que iniciaba su novela El Pentágono. No obstante, el primer texto, “5”, es más convencional y narrativo y, en mi opinión el que carece también de más interés. Es la segunda parte, “Nota”, la que encarna al verdadero Chejfec, un texto delicioso y que se propaga como una onda expansiva sobre la condición del escritor en un espacio extranjero, una suerte de monólogo sobre el ser humano despojado de todos los atributos que no sean los propiamente literarios. El narrador reflexiona sobre el régimen de imprevisibilidad de la escritura, un estatuto que nos hace pensar en qué innecesaria es la literatura y que precisamente por esto es vital, como si la institucionalización del oficio de escritor diluyese su carácter mismo, quizá porque es de este modo trivializado, desposeído de su verdadera función creadora. El escritor, invitado a la Residencia, tiene intuiciones peculiares, como que ha sido invitado para descubrir una trama secreta, lo que en el fondo es una forma de entender la literatura como búsqueda, como indagación constante. Se siente el narrador aislado en la ciudad anfitriona que le impele a que escriba, también objeto de un teatro alucinante, como si todo fuese un montaje “para servir de escenografía a los escritores invitados”. En definitiva, es receptor de diversos y paradójicos estímulos: sorpresas, motivaciones y reflexiones que oscilan siempre entre lo literario y lo banal, construyendo así un relato sobre la propia naturaleza de la escritura y situándose de paso en el mismo centro de ella.

Hay hallazgos en la escritura de Chejfec, siempre debidos a su profundidad intelectual, una profundidad que lejos de antojarse presuntuosa o grave, se transforma en una voz intuitiva, fresca e ingeniosa. Compara la escritura con la navegación marítima (ambas a la deriva siempre) o al escritor con el chófer. Como se ve, a pesar de lo estático del planteamiento (un escritor encerrado en una Residencia para escribir) Chejfec siempre recurre al movimiento, al viaje, aunque este sea interior, mental.

Heredero de Saer y del mejor Robbe-Grillet, las novelas  de nuestro autor son hermosas construcciones, artefactos fabulosos cuyo máximo valor se encuentra precisamente en las palabras, en la perfección con que se transforma esa prosa tan sutil y a la vez tan elaborada, esa materia prima que parece siempre intacta, sin adulterar, genuina.

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5 de Sergio Chejfec en diario El Noroeste



Basilio Pujante dedica una excelente reseña a 5, de Sergio Chejfec, en el diario El Noroeste:

5, Sergio Chejfec

La crítica literaria es un género parásito; sólo vive de otro texto anterior que comenta y del que depende tanto para su existencia como para su posible trascendencia, si consigue entablar un diálogo con ella. Sin embargo, en ocasiones, la labor del crítico no se limita a la mera invitación al lector a que conozca tal o cual libro o al comentario de sus rasgos fundamentales. Estoy pensando, por ejemplo, en la importancia que ha tenido Ignacio Echevarría en la publicación de algunos de los inéditos de Roberto Bolaño tras su muerte. Por supuesto que son casos extremos y que el mérito casi íntegro es del autor, pero es una muestra de que a veces ese parásito puede ayudar a vivir al ser del que se alimenta.
Sergio Chejfec plantea una nueva perspectiva de esta conflictiva pero necesaria relación entre la literatura y la crítica en 5, un libro formado por un relato (“Cinco”) y un comentario del mismo (“Nota”). El primer texto, sobre el que luego volveremos, fue publicado en 1996 fruto de una residencia artística en la ciudad francesa de Saint-Nazaire en el año anterior. “Nota” se presenta como una “explicación” (en palabras del propio autor) del relato original escrita veinte años después, pero deviene en una narración independiente que relata las circunstancias de aquella estancia. Chejfec parece concluir que esa explicación que estaba en su deseo inicial es inútil o imposible, optando por crear un texto nuevo que, si bien depende del primero, no ofrece esas respuestas que el lector podría esperar. De hecho, en un fragmento de “Nota”, el autor explicita ese desapego con el relato original con estas palabras: “de lo escrito entonces casi no guardo sentimientos” (pág. 144).
“Cinco” es una narración extraña, ambigua, en la que la trama no avanza de manera cronológica, sino que parece que vamos conociendo fragmentos de un texto previo a través de los comentarios del narrador. En lo relativo al argumento, podríamos citar la relación que establece el protagonista, una especie de vagabundo que camina sin descanso por las calles de una ciudad nueva para él, con Patricia, una panadera que le permite dormir en su tienda. Pero, como ya ocurría en otros relatos de Chejfec, ya estaba en Modo linterna (2014), el espacio posee un protagonismo incluso mayor que los personajes. El propio autor pondera en “Nota” la importancia que este posen: “en mi opinión (…) la organización física de la naturaleza, en cierto modo la geografía, era la verdadera aunque disimulada intención de la literatura” (pág. 153).
La ciudad portuaria y el personaje de Patricia vuelven a aparecer en “Nota”, que fracasa en su intento de explicar “Cinco” pero donde encontramos varias ideas de la poética, ya hemos reproducido un par de frases en párrafos anteriores, de este interesantísimo autor que es Sergio Chejfec. Si bien apenas tenemos referencias explícitas a la narración originaria, sí que se nos describe una situación muy parecida a la que vivió el autor en su concepción. Y es que en “Nota” encontramos a un escritor que es invitado a una ciudad por los responsables municipales y que debe “actuar” como se espera de él. Así, asistimos a sus paseos por la localidad con los responsables de la Residencia, a sus conversaciones con los habitantes de la localidad y a sus viajes en autobús hacia el extrarradio; todo ello con el fin de aprehender la esencia de la ciudad y hacerla protagonista del libro que escribirá, tal y como establece la invitación.
Reseña publicada en El Noroeste:
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Distraídos venceremos en revista Détour



Óscar Brox reseña Distraídos venceremos, usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés. En revista Détour.

Andrea Valdés. Vidas escritas, por Óscar Brox

Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés (Jekyll and Jill)   | por Óscar Brox

Andrea Valdés | Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica

Tengo debilidad por los artistas sin obra o por los que poseen una obra exigua (la de Epicuro, sin ir más lejos, apenas abarca 60 páginas), aquellos cuya obra quedó inacabada o los que se dejaron algo de ellos mismos para acabarla (como Glauber Rocha, que empalmaba trozos de celuloide con su propia saliva). Me lleva a pensar en la experiencia de una intimidad manifestada a través del texto o la imagen, en las que cada palabra está ahí para retratar un aspecto de su identidad. De lo que eran, de lo que pretendían ser o, en definitiva, de lo que no pudieron ser; haciendo bueno aquel precepto del final de la Antigüedad: el sentirse preocupado, inquieto por sí.

Distraídos venceremos reúne a un grupo de autores que tienen en común una forma, casi, única de inscribir sus vidas (o su realidad) en el texto. De tensionar, hasta llevar al límite, la escritura autobiográfica. Los hay conocidos, como Mario Levrero y Rosa Chacel, y los hay que permanecen inéditos en el mundo editorial en castellano, como Carlos y Carlos Sussekind. Andrea Valdés, tras un tiempo de investigación y de curiosidad infinita, los ha recogido con paciencia de entomóloga; preparada para explorar las numerosas heridas que surcan su escritura y lo que aquellos consignaron en cada palabra. El retrato de un padre a través un voluminoso dietario, la evaluación psicológica tras un internamiento forzoso, las secuelas de una agresión con ácido sobre el rostro de la madre o las peculiaridades de una novela que se zambulle en numerosos prolegómenos antes de comenzar.

Valdés construye el libro en forma de collage, a veces como protagonista (con esa persecución periodística sobre María Moreno), a veces cediendo el protagonismo a otra voz (la de Sergio Bizzio cuando entrevista a Héctor Viel Temperley), a veces, también, consignando sus dudas y los avatares que la han llevado a trastear con la escritura de los otros. Cuando se le atraganta la escritura barroca de Sarduy o cuando peina las confesiones de Maura Lopes Cançado, pero también cuando reflexiona sobre esa tríada biográfica que representan la autohistoria, la biomitografía y la escrevivencia. Y uno siente, a cada capítulo, que el libro está vivo; que se agita, resultado de tantas vivencias comprimidas en su breve extensión, y se abre como un ejercicio de literatura expandida. Que nos zarandea de Brasil a la Argentina y de allí a Uruguay, Estados Unidos o Francia, entre la alta y la baja cultura, entre los márgenes de la escritura y aquellos autores que hicieron de sus vidas una forma de rebasarlos.

Bizzio visita a Viel Temperley cuando la enfermedad ya está en sus últimos episodios, con Viel confirmando que el autor de Hospital británico, tras las sesiones de rayos y la trepanación, ya no existe más. O existe, sí, en las esquirlas que conforman su poema. A Levrero también lo ingresan en un hospital británico, sí, pero este en Montevideo, y Baron Biza (uno de los malditos) muere con la publicación de La semilla y el desierto aún caliente. Sarduy construye una obra a partir de sus cicatrices y Carlos Sussekind, al amparo del diario de su padre, coteja eventos y situaciones mientras escribe sobre su enfermedad y se ficciona bajo el nombre de Lamartine. Y eso por no hablar del amor/odio de Carlos Correas hacia Oscar Masotta. O la María Moreno de Black Out, con la evocación de un padre que la conduce, también, a forzar los límites de la biografía y la autoficción. O el Héctor Libertella capaz de narrar su propia agonía en La arquitectura del fantasma.

En todos los casos, Valdés nos traslada hasta unas coordenadas, tal vez, desconocidas. Hacia un atlas de escritores, de autobiografías o de ficciones que añaden una reconsideración del género literario por su carácter tanto inédito como, prácticamente, único. Tan único que, en cierta forma, muere con ellos. Porque este catálogo de autores lo es, asimismo, de malogrados. De marginados, sí, pero también de quienes consignaron en el texto su relación con la norma y las instituciones, la complejidad de sus genealogías familiares o la descomposición de un cuerpo cuyas esquirlas tomaban la forma del verso. En todos estos casos, Valdés no solo acerca esos momentos estelares de una literatura marginal, sino que sabe reflejarlos sin necesidad de embellecerlos. Le bastan la curiosidad y la lectura atenta, trastear con el archivo y con el inmenso acervo cultural que se vive en el cono sur. Y como sucede con Ricardo Piglia o Monterroso, que siempre hacen que leerles valga por dos (Piglia con su lectura de Macedonio Fernández; Monterroso con la de Góngora), leer a Andrea Valdés es descubrir a toda esa generación de escritores perdidos, olvidados o mal leídos. Una generación convertida, asimismo, en el germen de este proceso creativo, de esta investigación, que la autora comparte con nosotros. Que, hasta cierto punto, se convierte en su propia autobiografía lectora. Y que, en definitiva, es también la mejor excusa para correr a leerlos.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Poemas del Alma


«Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés —Jekyll & Jill—

«Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés (Jekyll & Jill) es un ensayo que se apoya en las escrituras de diversos autores y autoras rioplatenses para indagar en torno a la naturaleza de la autoficción desde nuevas perspectivas.

En esa frase, todo lo que me interesa de la literatura. Lo que puede haber en ella de nosotros, de nosotras. La vida a través de las palabras que hablan de la vida de otras personas, a veces en posiciones alejadísimas de la nuestra, y sin embargo, que nos interpelan. «Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés —Jekyll & Jill— es una indagación en torno a la semilla de la escritura autobiográfica en un camino atravesado por las poéticas de numerosos autores y autoras rioplatenses que exploraron una escritura personal fronteriza y peculiar. Un libro fascinante y fundamental para el pensamiento de nuestros días, que nadie debería perderse.

 

De las voces de casa

Me gusta encontrarme con la narrativa de mi tierra desde una mirada extranjera. Esto que hace Valdés es un gesto valiente teniendo en cuenta el auge que ha tenido de un tiempo a esta parte el concepto de «apropiación cultural» –seguir insistiendo en la cultura como algo único, propio y auténtico de un territorio específico es absurdo: nuestra naturaleza nómada es incompatible con esta idea– y es una representación de lo que el poder de la lectura y la divagación nos ofrecen. Y me gusta tanto la forma en la que se acerca a la narrativa rioplatense: me parece tan sentida, tan cercana. Hay una mirada lúcida pero sobre todo un deseo de impregnarse de esas poéticas, de entenderlas, de empatizar con la realidad que las hizo posible. Y esta es una de las características más reseñables del libro. En tiempos de egos encendidos alivia el ánimo encontrarse con una lectura luminosa que parte de la humildad: nada sé y nada sabré, pero procuraré disfrutar de esta exploración.

Y me ha encantado reencontrarme con palabras como «croto» (que la aprendí de muy pequeña cuando un hombre nómada llegó a mi casa cargado de cepillos que él mismo fabricaba, condicionando mi curiosidad por la vida en movimiento para siempre) o «desenchufá» (que es un interrumpir el contacto con el afuera para ocuparse de lo íntimo), o ¡esa expresión! «mandar todo al diablo» (con la fiebre y la intensidad que corre por esas venas mestizas y traicioneras que nos caracteriza).

Me ha resultado fabuloso redescubrir las voces de Héctor Viel Temperley, Héctor Libertella, María Moreno y Gloria Anzaldúa, entre otras, pero sobre todo descubrir nuevas-viejas voces de mi sur perdido en la voz de una autora espadistraídosñola. Esta capacidad de atravesar fronteras que tiene la literatura y de convertirse en patrimonio de todos, me resulta tan fascinante, quizá su rasgo más hermoso, promiscuo y rebelde. Descubrir cómo las voces de casa cruzan el océano y se plantan en nuevas culturas, reinterpretando nuestro pasado pero también demostrando que la Historia es de todos y todas, y confirmar así que ha sido gracias a esa naturaleza nómada que algunos intentan negar que han surgido las cosas más valiosas de nuestro entendimiento de la realidad, ¿no es para alucinar?

Andrea Valdés construye aquí una reflexión sobre la literatura autobiográfica partiendo de poéticas que comparten entre sí una extrañeza con la vida, con el mundo, con la tierra en la que nacieron (que a veces es familia, pueblo, política). Así, Rosa Chacel, Maura Lopes Cançado, Jorge Baron Biza, Audre Lorde y Conceição Evaristo –y aunque sus obras viajan hacia puntos distintos–, son forjadores de imaginarios literarios que se parecen en tanto a la búsqueda identitaria que persiguen; la cual, en casi todos los casos, es reconstrucción del pasado, de la experiencia familiar y colectiva.

Encontramos entonces la autobiografía como un espejo que sirve para indagar en el pasado de los otros y explicarse a través de ellos. Del mismo modo trabaja Andrea el discurso de este libro: manchando la experiencia de los autores y autoras que analiza, para atrapar y dibujar un argumento que le sirva para entender su propia identidad.

 

Las cicatrices y la escritura

Valdés recorre las vidas de estos personajes y construye conexiones simbólicas entre sus identidades y sus proyectos literarios; donde las cicatrices, las máscaras y las cárceles son escenarios, ejes e hilos conductores de una determinada escritura. Y en esa indagación la piel como reducto y confirmación de la memoria juega un papel importante, adoptando distintas formas y sirviendo al narrador o narradora para posicionarse en una lucha personal que en la mayoría de los casos es también colectiva: nos habla de un momento histórico y cultural específico, nos deja ver las injusticias de un tiempo, de una nación, contra un grupo, que es contra todas.

Encontramos aquí un acto amplio de reflexión que se extiende a la colonización, cuya normalización como un daño colateral del «gran proyecto civilizatorio» la autora compara con lo que sería asumir que el desarrollo industrial del acero y el uso «singular» que tuvieron los medios de comunicación masiva en su momento sirvieran para justificar el fascismo. La imposición de nuevas identidades es una de las cosas que más ha marcado la literatura rioplatense, y en todos estos autores y autoras encontramos una rabiosa necesidad de volver a las raíces para redescubrirse y reescribir lo que está dormido.

También la búsqueda atraviesa las estructuras rígidas y las dictaduras que han impedido el libre desarrollo de ciertas escrituras. Encontramos el caso de Maura Lopes, que pasó gran parte de su vida en centros de internamiento por su delicada salud mental. Cabe aquí una interesante indagación por la tendencia humana de legislar y normalizar sobre la conducta para imponer rígidas miradas sobre las personaz. Y aquí, sobre todo las mujeres terminamos llevándonos el papel desagradable en la representación de la tragedia.

«Distraídos venceremos» es un texto rebelde y alejado de la estética que se pretendepara este tipo de lecturas –¿y qué otra editorial que Jekyll & Jill iba a hacer tan hermosa apuesta?–. Sin embargo, me ha sabido a poco. Si bien me gusta mucha el planteo agudo sobre las numerosas estéticas y narrativas que se analizan, me habría gustado una mayor indagación en temas de identidad y censura, que sirvieran para un entendimiento más profundo de los autores y autoras que se analizan. Ya ven, un detalle que igual es hasta desubicado y quisquilloso señalar frente a la apuesta valiente y fuera de este mundo que es este libro.

 

Nosotras no somos nosotros

Estas palabras de Andalzúa –que nos cuenta Valdés que durante mucho tiempo escribió Aldanzúa sin que ocurriese nada (porque la invisibilidad se acentúa si la piel es oscura o la sexualidad, no convencional)– podrían definir una de las partes más interesantes del libro. Y necesaria en tiempos en que el feminismo se cubre de frases quemadísimas, de autoras blancas que escriben desde una posición de oligarquía que aunque no lo deseen siempre las ubica alejadas de las sufrientes. Buenísimas autoras en algunos casos, pero con una construcción colectiva reducida, que no nos incluye a todas. Valdés nos propone la construcción de una genealogía plural acercándonos la obra de autoras menos conocidas, algunas que personalmente no conocía y que voy de cajón a leer, que además comparten entre ellas el rasgo de haber vivido experiencias de marginalidad. Y así nos invita a no anclarnos en las frases bonitas sino a buscar más lejos, atrás de lo que se dice. Como aquella frase que abre mi lectura.

Una distracción, en un uso semántico ya casi perdido, es la imposición de una distancia, la separación entre dos cosas que deberían estar por regla, ligadas. Si partimos de esa idea podemos captar la esencia deliciosa de esta lectura. Y es que esa brecha que se abre en la escritura cuando la vida impone sus propias derivas es el punto de fuga en el confluyen todas las poéticas que Valdés analiza aquí, y es también el lugar de descanso donde su voz se nutre de ellas para crear una nueva mirada de lo autobiográfico, y por qué no, de la narrativa feminista. La distracción en ese sentido se ve reflejada en una actitud, que supone alejarse de la voz de mando, de los cánones establecidos, de las lecturas prefijadas para todo texto autobiográfico (y su estructura y expectativas que alimenta y de las que se alimenta) e incorporar nuevas miradas sobre esa distancia.

Y es sin duda la tercera parte del libro la más interesante en ese sentido. Aquí, el análisis de Valdés se apoya en las narrativas de autoras como Audre Lorde, Gloria Anzaldúa y Concenção Evaristo, y el punto de encuentro es la pertenencia a grupos minoritarios donde pobreza, homosexualidad y extranjería atraviesan la escritura. Y entonces, lo autobiográfico se vuelve político, por ende, comunitario, ya que todo lo político es colectivo –nos pertenece pero también les pertenece a otras–. En esa mirada plural sobre el feminismo me gustaría quedarme. En el deseo de la construcción de una genealogía, del ordenamiento de una tradición (tan necesaria) para redefinir nuestra búsqueda como colectivo plural, que nos incluya a todas y donde el pensamiento se distraiga de las tendencias. Y a esto nos anima sin duda esta bellísima lectura.

 

Las derivas del naufragio

La escritura autobiográfica carece de reglas, nada puede definirla, por eso ciertos libros de autoficción terminan resultando sosos al responder a una estructura predeterminada por el mercado y no por el deseo vital de encontrarse, de indagar en la tradición, en las palabras de la infancia. Valdés nos invita entonces a leer a los autores y autoras que atraviesan estas páginas para entender que la autoficción podría atravesar nuevas estéticas si la dejamos, y dejar atrás esta repetición anodina en la que se ha convertido el género en los últimos años.

Me gusta que Andrea haya construido un texto rebelde, que se alimenta de diversos géneros y aunque se apoya fundamentalmente en el ensayo tiene mucho de fábula, de búsqueda filosófica, de ficción que puja por convertir en materia todo lo que toca. Me gusta que haya sido capaz de aunar en una obra tantas obras y autores poco conocidos, que abogue por la construcción de una nueva genealogía que nos represente y que no nos adormezca.

«Distraídos venceremos…» nos anima a una distracción lúcida, donde seamos capaces de mover nuestra mirada del foco principal y optemos por nuevas perspectivas para la escritura. ¡No deberíamos pedirle más a la lectura!

Le agradezco a Valdés que haya iniciado esta búsqueda con ese poema de Leónidas que siempre me ha fascinado y al que vuelvo también con cierta obsesión. Esa mágica agonía que es «Verme». Porque en esa palabra también hay algo de respuesta a la inquietud que sirve de punto de partida a esta investigación. No podemos escribir nada si no atravesamos con nuestras manos, con nuestra sangre, con nuestras cicatrices la propia escritura.

Termino con esta otra frase de Andalzúa que es agua fresca para nuestra (re)construcción.

¡Y que nadie se pierda esta maravilla de esa hermosa y fabulosa colección de Jekyll & Jill que es Fontanela!

 

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Saturno de Eduardo Halfon en Mortal y Rosa



Mario Guerrero recomienda Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog Mortal y Rosa.

¿Aún no te cantan los pájaros en griego?

Eduardo Halfon, Saturno

Saturno (Jekyll&Jill, 2017), de Eduardo Halfon, es un libro que me pareció extraño desde un primer momento. Apareció ante mí en diferentes redes sociales y blogs literarios, siempre llamándome la atención y reclamando mis ojos ávidos de lectura. No sé cuándo ni por qué, pero terminé cayendo en sus garras. Lo compré y nunca imaginé que fuera tan pequeño y breve, pero me gustó, porque si es bueno y breve, dos veces bueno.

En esta novela, un protagonista un poco desesperado, pero sin prisas por relatar su trastorno vital, narra con cierta lamentación la vida que le ha dado su padre, de insultos, de gritos, de silencios obligados, de miradas feroces… Al principio, el protagonista cuenta cómo el padre le enviaba cartas donde solo escribía su nombre, escrito con rapidez, lo cual no puedo evitar que me cause un escalofrío, por la manera tan sosegada con la que parece contarla el protagonista, casi como si pudiera escuchar su voz ronca, con silencios de por medio.

Dentro de la carta también iba un cheque con dinero, pero al protagonista lo que le importaban eran las palabras que le enviaba su padre, las cuales nunca llegaban, por lo que llegó a la conclusión de que el padre es un nombre. Esa es la conclusión de la novela, en la que el padre del protagonista es considerado por este como un tirano, y a lo largo de esta breve novela le hace recrisaturno2edminaciones, una tras otra, sobre lo que ha sido el padre para él.

Paralelamente a esto, el protagonista también nos va contando los suicidios (no las muertes, los suicidios) de numerosos escritores y escritoras, algunos más detallados que otros. Por ejemplo, cuenta el suicido de Hunter S. Thompson, Sylvia Plath, Alfonsina Storni, Gilles Deleuze, Rainer Maria Rilke, Virginia Woolf, Harold Hart Crane, Emilio Salgari, David Foster Wallace, Ernst Toller (este se suicidó tras, la noche anterior, haber criticado a los suicidas), Antonin Artaud, Primo Levi, Sergey Yesenin, Cesare Pavese, Jack London, Alejandra Pizarnik, Malcolm Lowry, John Kennedy Toole (el genio injustamente tratado), Stefan Zweig, Horacio Quiroga, Klaus Mann, Leopoldo Lugones, Ernest Hemingway o, precisamente, Yukio Mishima (del que hablo en la reseña inmediatamente anterior a esta).

Me ha sorprendido que no hablara sobre el suicidio de Sándor Márai, que, aunque, se suicidó con ochenta y ocho años, al fin y al cabo se pegó un disparo en la cabeza. Cuenta el de Hemingway en apenas dos páginas de una manera que es imposible no sentir un estremecimiento interior. El padre de Hemingway se suicidó de un disparo, y su hijo aprendió de ello e hizo lo mismo. Así que, a partir de este hecho, el protagonista le pregunta a su padre qué le ha enseñado él.

El protagonista le sigue recriminando a su padre que no le prestara atención, y le reclama, más que el dinero, la figura del padre, ese que solo le prestaba atención a los negocios e ignoraba a su hijo. Le pregunta a su padre, más adelante, si siente asco de él por haber sido poeta y por no haber llorado en su funeral. Le hace, en definitiva, muchas preguntas, que concluyen con un final sosegado y tremendo donde el protagonista escucha multitud de voces que le llegan de todas partes, las mismas voces, quizás, que escuchaba Virginia Woolf cuando se suicidó, o las mismas que escuchaba el protagonista de Plegaria por un Papa envenenado, de Evelio Rosero.

“¿Recordó usted [al morir] los desayunos perdidos, todos los gritos e insultos, todos los años de silencio, todo aquello que nunca logramos conocer? […] Usted se marchó sin jamás haber estado”, es una de las recriminaciones textuales que le hace el protagonista a su padre, aunque, “más que un padre, usted era un tirano”, asegura, al igual que afirma que “tristemente, padre, nadie gana las guerras”. Por eso su padre no ha ganado, ni tampoco él ganará pese a las reclamaciones que le hace.

Es inevitable pensar en la imagen goyesca de Saturno devorando a su hijo cuando el protagonista narra aquella vez que Virginia Woolf intentó suicidarse tirándose sin éxito desde el balcón (unos meses después lo lograría hundiéndose en el río Ouse) y en la que, al parecer, la escritora inglesa invita a matar al padre antes de que el padre nos mate a nosotros (la escritora “abandonó el apellido del padre”, que era Stephen, dejándose el de su marido, y sentía una gran admiración por su padre). La misma Woolf fue la que empezó a escuchar, además de voces, a pájaros cantando en griego. Por eso el protagonista, en cierto momento de su desquiciamiento, se pregunta si él también empieza ya a escuchar a los pájaros cantar en griego.

También es inevitable no pensar en la historia mitológica de Zeus, condenando a ser comido por su padre, Cronos, y salvado por aquel pastor y amamantado por aquella oveja en una remota cueva. El protagonista de esta obrita parece haberse librado de ser comido por su padre, aunque ahora es él el que no lo deja vivir en paz, quejándose una y otra vez de su actitud cuando él era un niño.

No me esperaba una obra de este calibre, por eso me gustaría que todos la leyeran, por el contenido tan grandioso que contiene y por las breves trazas de vidas de escritores que se suicidaron. Saturno es el padre hasta que el hijo se convierte en padre, entonces el círculo se cierra, ¿o se abre de nuevo para abarcar nuevos horizontes familiares y que se repita la intrahistoria de un apellido?

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5 de Sergio Chejfec en El Correo

Íñigo Linaje dedica un excelente artículo a 5, de Sergio Chejfec, en El Correo (25/5/2019).

Leer a Sergio Chejfec es una de las experiencias más gratas y estimulantes que he tenido estos últimos años como lector. Adentrarse en sus libros es ingresar en un territorio (a ratos misterioso y siempre imprevisible) donde pensamientos, ciudades y personas son explorados minuciosamente antes de ser incorporados al discurso narrativo. Maestro de mestizajes literarios, pocos escritores modernos ensamblan como el argentino géneros tan dispares como la autobiografía, el ensayo y la memoria. Esto sucede, por ejemplo, en su opera prima y en ‘Teoría del ascensor’, un extraordinario libro misceláneo, pero también en ‘5’, su título más reciente.

articulo chejfecPublicado inicialmente en 1996, el volumen recupera el relato original e incorpora una ‘nota’ que acaba siendo más extensa y enjundiosa que el texto seminal. La trama de ‘5’ es sencilla: un hombre es invitado a una casa de escritores donde debe escribir un libro en su lengua materna. Allí, en una atmósfera inquietante de inspiración kafkiana, se convierte en el observador de una ciudad abstracta y de las gentes que le rodean, en lo que supone un pormenorizado trabajo de introspección no exento de humor.

Se suele decir que en los libros de Chejfec no pasa nada, pero pasa mucho si uno lee y escucha con atención, si se deja seducir por el misterio y los detalles que fija el autor en cada página. Entonces el lector descubre un discurso despacioso y reflexivo, un manejo impecable del lenguaje, una prosa adictiva de reminiscencias poéticas. Relato memorialístico o novela fragmentaria, ‘5’ es un libro magnífico —y primorosamente editado— de un escritor de culto al que hay que leer con urgencia.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdes en Escrito en el viento



José Angel Barrueco dedica una excelente reseña a Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en su blog Escrito en el viento:

Con el subtítulo de «Usos y derivas en la escritura autobiográfica», este segundo título de la Colección Fontanela de Jekyll & Jill Editores ha supuesto todo un descubrimiento. Primero, porque analiza y comenta libros poco conocidos (salvo un par de excepciones). Segundo, porque esos libros se salen de los márgenes y escapan a las etiquetas. Y tercero, porque la prodistraidos-venceremossa de Andrea Valdés logra lo más difícil en esta clase de ensayos: ser a la vez rigurosa y amena, entretenida y profunda.

Decía antes que se trata de autores poco conocidos en España, al menos para mí, que sólo me sonaban los nombres de Rosa Chacel, Mario Levrero y Jorge Baron Biza. Y no nos resultan familiares porque Andrea Valdés se ha centrado en la literatura de Sudamérica, y ha buscado nuevas voces, títulos no tan sonados. Ella explica en la introducción: He sido librera durante más de diez años y me consta que hay obras que no llegan a nuestros estantes. Parece como si el mercado nos escondiera a veces ciertos títulos porque no venden (o porque sus gestores creen que no venderán lo suficiente), o quizá, como apunta Valdés, porque reúnen todo lo que espanta al mercado.

Andrea Valdés compone, así, un sorprendente catálogo de rarezas, de anomalías, como felices monstruos literarios que los degustadores de marginalidades nos apresuraremos a buscar en las librerías. Pero no será tarea fácil: algunas de las obras brasileñas no se han traducido en España, otras están descatalogadas o ya son difíciles de encontrar porque se publicaron en editoriales pequeñas o con poca distribución. Es el caso del autor que más me ha interesado (con permiso de Baron Biza, del que tengo su libro El desierto y su semilla… aún pendiente de lectura): me refiero a Osvaldo Baigorria, que escribió una especie de semblanza, con tintes autobiográficos, sobre un escritor en Sobre Sánchez, que aquí publicó Varasek y que sólo encontré en una librería de Madrid tras varias pesquisas.

A los citados nombres hay que añadir los de Maura Lopes Cançado, Carlos Sussekind, Audre Lorde, Severo Sarduy, Gloria Anzaldúa, Héctor Viel Temperley, Gelen Jeleton, Lucio V. Mansilla, Aurora Levins, Héctor Libertella, Conceição Evaristo, Carlos Correas, Paulo Leminski o la más célebre y también esquiva María Moreno (publicada por Mondadori). Creo que, de los citados en las biografías del final, no se me olvida ninguno. Con ellos, y con algunas de sus obras, traza Andrea Valdés un curioso mapa de lo biográfico y testimonial que atraviesa las poéticas del encierro, el injerto y la creencia, que pasa por el artificio de quien se retrata, y que desemboca en esos terrenos literarios en que se han marginado ciertas voces, o estuvieron en desventaja (mujeres de otras razas, o que crecieron en entornos periféricos: islas, favelas, fronteras…). Sugiere la autora que podríamos leer este mapa de escrituras autobiográficas como una especie de «vidas imaginarias» (como el libro de Marcel Schwob). Y yo aún diría más: su libro también es, en el fondo, una autobiografía anómala si nos ceñimos a uno de los textos que cita en la tercera parte: «La bibliografía como autorretrato». Porque una persona es, también, lo que lee.

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Versus de Karlos Linazasoro en CulturPlaza

Eduardo Almiñana dedica una excelente reseña a Versus, estampas de un náufrago, de Karlos Linazasoro. En CulturPlaza de Valencia Plaza:

LIBROS FACTOR CINCUENTA #5

El ruido ‘Versus’ las estampas de un náufrago de Karlos Linazasoro

El autor tolosano dibuja un paisaje insular a través de noventa y nueve estampas en el que el naufragio se hace persona y más que sobrevivir, practica cada día para cabalgar la nada 

30/07/2018 – VALÈNCIA. Los libros son islas, las lecturas, archipiélagos. Pero las islas, por mucho que se empeñe el verbo aislar, solo están desconectadas en la superficie, y ni siquiera. Las islas son una pieza más del engranaje terrestre-marino, lugares donde pasa todo, depende de para quién. Entre islas hay corrientes que mueven masas de agua y todo lo que ella contiene como larguísimas autopistas acuáticas: en la corriente de Humboldt viven pacíficos los calamares gigantes, Dosidicus gigas, jibia o potón, gigantes pero no tanto como sus primos de allende las profundidades; la corriente Circumpolar Antártica da vueltas en torno al continente que le da nombre y sentido poniendo en contacto partículas del Paso de Drake, las Malvinas, las islas Kerguelen -las Islas de la Desolación- y Nueva Zelanda. Con las islas pasa como con las islas heladas que son los icebergs: tendemos a creer en la parte por el todo, cuando el todo es de hecho poderoso, relevante, aunque oculto a primera vista para todos los descendientes de las primeras criaturas que se aventuraron a secarse al sol. Que el terracentrismo no nos impida ver el bosque de algas kelp.

Quizás la isla, si carece de valor para la explotación turística, todavía pueda ser emblema de la soledad: todavía quedan islas solo frecuentadas por albatros, cormoranes, petreles, leones marinos, focas y pingüinos. Las menos, sin duda, pero existir, existen. Islas en las que no querríamos retirarnos pero a veces sí perdernos y que funcionan de maravilla como acicate para la fantasía. ¿Qué nadas esconden? ¿Qué silencios proponen? ¿A qué velocidad pasan las horas en ellas? Si fuesen barridas por un tsunami, ¿pasaría la ola de costa a costa como un terrible y acuoso orgasmo purificador? ¿Afecta a sus habitantes nuestro ruido, el ruido interminable, físico, matérico, el ruido que arrasa con todo como una niveladora y que se ha convertido en nuestro más característico producto cultural? El ruido de la contaminación, de la quema de las posibilidades, de la destrucción hooligan de todo lo que es bello, de la estrechez de miras, del cortoplacismo ingenuo, del hablar en el cine. El ruido del trabajo, de la política, de la alimentación, de la televisión, de la opinión, de la ofensa, de la incomprensión, de la velocidad, de los sueldos, de las cuotas de autónomos, del miedo, de la competición, del optimismo maníaco, de los plazos, de la ignorancia, de la masificación, del aburrimiento, de la sensación abrumadora de ser una roca incandescente más en el flujo piroclástico que es el presente a medida que llega y es.

En la isla que propone Karlos Linazasoro (Tolosa, 1962) en Versus. Estampas de un náufrago (Jekyll & Jill, 2018), se puede ser nada y ser todo: diez metros de largo y cinco de ancho y una palmera de cuatro metros y treinta y cinco centímetros que no da frutos coronando el promontorio central, que si uno se la imagina no tarda en redondear la escena con un sol y unas olas de esas que dibujábamos cuando niños: soles y olas básicas, todo lo contrario a la soledad que dibuja Linazasoro para los ojos de Versus, el náufrago, que vive en una isla-náufrago o mejor, apunta el autor, en una isla-naufragio. En su isla, Versus recuerda, pero también se masturba con una disciplina marcial, come lo que llega, sea un pez volador que aterriza en su garganta o un ave que se ha esmerado en querer, mutila a una muñeca hinchable y arroja sus cuartos al océano como el villano celestial de una narración mitológica, piensa en la muerte y se cura un varicocele en un testículo, se plantea qué sentido tiene vivir de esa manera y descubre que ha olvidado el día adicional de los años bisiestos, regala monedas al mar, anhela un ascensor o un arca, distribuye el cansancio en siestas, trata de imaginar cuántas palabras nuevas habrán sido creadas desde que vive en el exilio, cubre la isla con periódicos, la amuebla con los pedidos que le entrega la marea, decide escribir una novela a su regreso, y como todo náufrago, escruta el horizonte en busca de una señal que permita el rescate, aunque para él el rescate sea ya más cosa del pasado que del futuro.

Porque Versus es ya parte de la isla, un fantasma, un enfermo terminal mirando desde la ventana. Versus desea la muerte pero es que igual ya no le hace falta: la isla es una fiesta, en cierto sentido. Una fiesta espectral. Si uno presta atención a las palabras de Linazasoro, en la isla no falta de nada, la isla nebulosa y palpitante del relato es San Borondón, una isla aspiracional, un tesoro enterrado por unos piratas sinápticos en la mente. El Sol sale por la espalda de Versus, se nos dice, y se pone por el lado del rostro. ¿Es Versus la propia isla? ¿Es Versus un dios olvidado de los naufragios? Versus no podría adivinarlo porque en su isla no hay espejos. En la isla de Versus solo hay tiempo, un tiempo viscoso por el que se arrastra la vida, cae por él como por un tobogán pero nunca llega a ninguna parte. Las estampas que exhiben la vida de Versus el personaje, Versus el náufrago, Versus la metáfora, suman noventa y nueve. Antes de llegar al siglo se detienen para dejarnos en la orilla y dejar a su protagonista contando aletas de tiburón entre las crestas espumosas del oleaje perpetuo. No es difícil generar tras los ojos el paisaje: la isla prototípica donde habitaban los integrantes de Tricicle y tantos otros perdidos de viñeta. Esa isla que permanece inmóvil en el tiempo aun a riesgo de quedarse atrás.

El océano y el verano maridan a la perfección con este libro que cuenta con las portadas más bellas y relajantes de lo que va de año: Versus insta a ser leído, pero también a ser tocado, portado, expuesto, admirado. Es un libro factor cincuenta con todas las de la ley, una sombrilla de papel para desviar los rayos cancerígenos de la normalidad sofocante de una estación que es fértil para el balconing pero también para la nostalgia productiva.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Lee/Algo




Miguel Blasco
dedica una excelente reseña al libro Incertidumbre, de Paco Inclán, en Lee/Algo.

El arte de reírse de uno mismo

Tuve el placer de conocer a Paco Inclán la semana pasada en un acto organizado por la Biblioteca Municipal de Valencia en el que ejerció de performático lector de sus propias narraciones y consiguió arrancar carcajadas y aplausos unánimes entre todos los presentes. Decidí, pues, que era momento de adquirir su último libro y fue una inversión a todas luces acertada: las carcajadas y el aplauso han proseguido durante toda su lectura sin bajar ni un instante el tono ni la intensidad, por lo que ubicaría Incertidumbre directamente en esa liga en la que juegan La conjura de los necios de John Kennedy Toole, o algunos pasajes absolutamente delirantes de la obra de César Aira o del Cervantes más subversivo y socarrón.

Lo cierto es que el humor fino aparece desde el primer momento hasta en la cuidadísima edición que ha hecho Víctor Gomollón para Jekyll & Jill: el libro está cubierto por unas tapas duras granates con las letras del título y el nombre del autor en caracteres dorados, lo que lo asemeja a una de esas ediciones “clásicas” que podíamos encontrar en casa de nuestros abuelos, o más bien lo asemeja a un misal romano; ambas hipótesis se confirman cuando descubrimos en la primera página una fotografía del propio Paco Inclán, vestido de riguroso negro, en una pose que hibrida la expresión corporal de un seminarista a punto de ser ordenado sacerdote y la seriedad conspicua con la que eran retratados autores pretéritos.

En cualquier caso, la efigie parece decirnos: permítanme que venga a ejercer de concelebrante en el agradecido rito de hacerles reír y lo haré a través de un método que no está nada de moda en este mundo en el que todos nos esforzamos por guardar las respetables apariencias: riéndome, en primer lugar, de mí mismo. Es esta la tónica dominante de todas las crónicas que componen Incertidumbre: el autor —cual Buster Keaton o Jacques Tati— se coloca en el centro mismo del huracán, su presencia (a veces su torpeza innata, a veces un desmedido afán por llegar hasta las últimas consecuencias del tema que investiga) desencadena que el Otro se active, cuente, empatice y se revele con el riesgo implíIncertidumbrecito de lo que, en ocasiones, eso conlleva. La búsqueda de una Verdad más allá de lo aparente puede terminar —como de hecho termina— al punto de que al sagaz Paco terminen pegándole una hostia o dándole por el culo. No exagero.

Las distintas ubicaciones geográficas (Irlanda, Formentera, Guinea Ecuatorial, Portugal, Islandia, Chile, Dajla, o la no menos exótica Alcobendas)  por las que se mueve el autor dejan entrever un espíritu de viajero impenitente que pretende ampliar el mapa y el territorio de la única manera posible: transitando siempre de lo externo a lo interno (se podría leer toda la obra como un debate profundo acerca del tema de la identidad: ¿quién soy?, y de la otredad: ¿quién es mi congénere?), son viajes contados por un singular peregrino o un caballero andante que se empapa de todo al tiempo que lo relaciona con lo que lleva ya acumulado de polvo del camino.Completa la presente edición el cuaderno de campo Hacia una psicogeografía de lo rural, el desopilante intento de trasladar las teorías situacionistas de Guy Debord a la rururbana aldea de Valladares —ni rural, ni urbana, la expansión de Vigo se la ha comido prácticamente convirtiéndola en una especie de aldea-dormitorio— todo en el marco de una estadía en la residencia artística Alg-a Lab. Inclán emplea para esta sección otro tono, aparentemente más solemne, a mitad de camino entre el diario reflexivo y el catálogo de una exposición de arte contemporáneo, lo que no abandona es el regalo continuo de situaciones descacharrantes a la altura del mejor Buñuel (ese momento en el que monta un
happening subido a un hórreo), o diálogos que parecen sacados de los Monty Python (“Vigo comienza a tres kilómetros de Vigo”, “No, Vigo comienza en un concesionario de coches”).

Lo cierto es que la lectura de Incertidumbre ha supuesto una bocanada de aire fresco o un dulce paréntesis, puesto que acababa de terminar las Obras completas de Osvaldo Lamborghini y lo empalmé con ese otro descenso a los abismos que es el Diario de Juan Bernier (Pre-textos, 2010, próximamente). Fue agua de mayo en pleno junio. Y bien, si este verano quieren que les dé un ataque de risa en plena playa o en la piscina, Paco Inclán es el autor a seguir.

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Versus de Karlos Linazasoro en Boulevard Literario


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Olga Vallès reseña Versus, de Karlos Linzasoro en Boulevard Literario:

Versus, Karlos Linazasoro

«SEAMOS VALIENTES y hagamos la pregunta: ¿qué puede ver un náufrago cansado en los límites de un metro cuadrado de la tristeza? Ahora nos hablará el mismo Versus: el mar ahogado en mariposas recién nacidas; la blancura imposible que trae la lejanía; el fuego y el azúcar que guarda el hierbal; la nada haciendo milagros gritando besando; el sexo de las muchachas bellas huyendo de las terribles bestias hacia manzanos y cumbres; el ojo gigantesco de Dios cuidando del paraíso; la mano esquiva de coral de otro náufrago sosteniendo el claro cielo (…) y, cómo no, y sobre todo, la agonía incierta de la luna.»

Náufrago de manual, en isla con palmera. Perdido en medio de la nada, en cualquier océano del mundo.
Náufrago barbudo, desgreñado y solitario clava en vano sus ojos en el horizonte y espera…
Pasan las horas, los días, los años…y Versus, nuestro náufrago licenciado con honores pasa a ser imagen, símbolo, metáfora de todas las soledades de la vida y del mundo.
Entre lo patético y lo sublime, lo cómico y lo trágico, el absurdo y la poesía, Versus, este pequeño librito de apenas un centenar de páginas, escrito por Karlos Linazasoro y publicado con la habitual delicadeza a la que nos tiene acostumbrados Jekyll&Jill, es un compendio de escenas que transforman a este peculiar Robinson Crusoe en un prisma que refleja un amplio espectro de actitudes y pensamientos frente a las más variadas situaciones de la vida.
Todos y cada uno de nosotros, en alguna ocasión, hemos sido, somos o seremos Versus, náufragos perdidos, confundidos pero esperanzados, derrotados pero renacidos.
Libro de añoranzas, de pérdidas y anhelos, de sueños y deseos, Versus es un pequeño tesoro al que volver y en el que revolver entre frases y palabras porque en cada nueva relectura descubrimos nuevos matices, nuevas verdades y reflexiones tan crudas como poéticas. Filosofía en cada grano de arena que forma parte de la isla perdida, filosofía en cada gota de agua que rodea a nuestro hombre extraviado, tan extraviado y cuerdamente loco como estamos cualquiera de nosotros. Y sobre todo, poesía, mucha poesía.
«Por nuestra parte, ¿es necesario añadir algo más?»… Simplemente, que os dejéis llevar por la prosa de Linazasoro, naufragad junto a Versus y soñad…os aseguro que el viaje habrá valido la pena.
Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Librario Íntimo



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Rubén Castillo reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog Librario íntimo.

Saturno

La figura del padre, tiránica, enigmática, distante y gélida. Ese padre que arañó la infancia del narrador y que ahora lo lleva a elaborar un texto donde recuerda, donde analiza, donde ajusta cuentas. Ese padre que provocó en el alma y en la voz narrativa unos enormes impulsos de amargura, de incomprensión, de suicidio.

Con estas páginas donde lo narrativo y lo lírico se mezclan con datos históricos (sobre todo, de escritores que escogieron la vía del suicidio, cuyos finales son dibujados con elegantes pinceladas sobrecogedoras), Eduardo Halfon consigue un texto que se me antoja imposible de resumir. Incluso imposible de comentar. Es tan duro, tan denso, tan Kafka, tan lágrimas retenidas, tan perplejo, tan mentirosamente apolíneo, tan palpitante, que resulta cruel abordarlo como “texto” desde un punto de vista crítico: es pura vida doliente, puro escozor hecho tinta. Y con una filigrana de voces y planos cruzados que sorprende y deleita.

En resumen, un relato testimonial y sangrante sobre las difíciles relaciones entre un padre y un hijo que, se lo aseguro, se les quedará para siempre en su memoria.

Así que háganse a ustedes mismos un favor, olvídense de estas palabras mías y corran a leer las de Halfon.

En serio.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Diario Levante



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Abelardo Muñoz reseña la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Posdata del diario Levante (13-01-2018).

ENSUEÑO POP FETICHISMO ROCKERO

Verano de 1977: Playa del Saler. Un adolescente entabla amistad con una pareja de hermanos. Comparten la fascinación por David Bowie, el ídolo del «glamrock» que, por una casualidad, llega en tren a Valencia. Comienza la primera novela de Rafa Cervera, el prestigioso periodista musical.

La música es amor, es ensueño y es el alma de los recuerdos hermosos; «la vida sin música sería un error», escribió Nietzsche; al menos para varias generaciones de roqueros, que iniciaron su andadura sentimental en el universo yeyé de los 60, tan descafeinado, y saltaron al pop rock global de la mano de los Beatles y otras bandas planetarias. Y esta primera novela de Rafa Cervera (Valencia, 1963), destila fetichismo en estado puro; amor por la música y canto a la inocencia perdida; y una ficción pop encarnada en un personaje de su universo stardust más cool. Un tipo muy amado, por simpático, guapo y radicalmente genial. Cuando la libertad de expresión era frágil, muchos periodistas iniciaron su andadura crítica escribiendo sobre rock’n’roll. Desde José Manuel Costa y Jesús Ordovás, hasta Rafa Cervera; este último, el escritor de rock y de tendencias más interesante y documentado entre nosotros. Y a la hora de escribir su primera novela, Rafa no ha elegido otro asunto que la música, mejor dicho, un músico icono de la mejor época del pop del siglo pasado. Cervera ha alucinado con David Bowie, y casi a la manera de un alter ego, un superyó, y lo ha cruzado con el dulce tiempo de las ensoñaciones adolescentes. Con los primeros y tiernos amores y los lugares de veraneo. Novela corta, de hermoso título y rompedor diseño, de la artista Roberta Marrero (Gran Canaria, 1972); con relatos cruzados que ensamblan aventuras juveniles, claramente autobiográficas, con la ficción pura y dura que supone colocar bajo las Torres de Serranos a dos amigos muy pasotas, perdidos en la ciudad del Bowie y su colega Iggy Pop. Son los años 70, es decir, años en los que cualquier cosa podía suceder, antes de que llegara la apisonadora de lo correcto y domesticara la disidencia. Una novela pop, con fragante escenario valenciano, que recrea unas vacaciones del lejano año 1977, en el bucólico escenario del Saler, y en donde la desatada imaginación del autor, hirviente de sicodelia setentera, nos sitúa a Bowie en una secuencia memorable, en la que el cantante casi enloquece en las dunas del parque natural. Lo que podríamos llamar el síndrome Ziggy Stardust está presente en todo el libro; veneración por un disco que cambió nuestras vidas; ese friso sónico, que cuando se pinchó por vez primera en estos lares, nos hizo abrir a todos la boca de admiración, y pegar otra calada al porro para comprobar que seguíamos con los pies en la tierra. Atónitos ante un disco perfecto, sin fisuras, que anunciaba una nueva época. Un disco que hacía navegar, mucho antes que la red. Ya teníamos a un héroe privado que encarnaba todas las ansias de liberación, mental y sexual. Es uno de los picos de la narración de Cervera, cuando los amigos traducen en un capitulo especialmente conseguido, la mítica canción. I am an alligator. «Siempre seremos adolescentes porque siempre adoleceremos de algo importante», cita el autor a Mercedes Beroiz, del libro Llano de los caracoles. Novela de ambiente adolescente, tuneada por un veterano. Un ajuste de cuentas con las fantasías del pasado y una recuperación de la juventud perdida. Al tiempo que desarrolla su viaje imaginario, Cervera nos va dando claves de la vida de Bowie, en especial su fructífera relación con Brian Eno; un compositor que debe ser conocido para las nuevas generaciones como parte del disco duro de la música contemporánea más rompedora. Las recomendaciones que hace Eno a su amigo Bowie —en la novela—, no evitan que éste se pierda, subiendo las escaleras de caracol del Micalet; y protagonice otras trapisondas más o menos inverosímiles y kistch. Un relato partido en dos, un colocón de ensueños, en donde el narrador no se atreve a un encuentro directo con su fetiche privado. El tipo está enamorado de Bowie, es un mitómano sin remedio, pero actúa alejado de la ficción. Solo lo entrevé, como poseído por una timidez extrema al acercarse a su mito. Eso defrauda un poco. El narrador se recrea en el músico con barroco estilo. Describe como Bowie sale de la Estación del Norte y la gente lo mira. «El traje de franela de tres piezas que deja entrever el abrigo no logra disimular su delgadez. El sombrero de fieltro negro disipa la audacia del color de su pelo, rubial nacer en la frente para ir enrojeciendo a la altura de las sienes. Así y todo, el atuendo le confiere un aire noble». Al final, el lector se llevará una sorpresa imprevista, rúbrica perfecta para cerrar un relato. Pues como sentencia el protagonista en la página cincuenta: «Con la escritura puedes hacer algo parecido al rock’n’roll. La diferencia es que no necesitas ser adolescente para seguir haciéndolo bien».

Lejos de todo de Rafa Cervera en Alquimia Sonora


Amalia Yusta reseña la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Alquimia Sonora:

Cuando Rafa Cervera soñó a David Bowie

El escritor y periodista valenciano publica su primera novela de ficción con Bowie como invitado.
“Lejos de todo” (Jekyll & Jill, 2017) es el sueño de Rafa Cervera. El sueño de sus querencias musicales, de sus debilidades emocionales y de una ficción verosímil. ¿Y si Bowie se dejara caer por El Saler? ¿Y si unos adolescentes comenzaran a “vivir” vestidos con las ansias de fans irredentos? Una primera novela que precisamente estos días se torna necesaria a ojos de la melancolía “bowienesca”. Bowie nos decía adiós el 10 de enero de 2016 y la sombra brillante de su genialidad radica en todos aquellos que se acercaron a su obra. Y entre ellos el propio escritor.

Una época de descubrimientos, tanto personales como culturales: la adolescencia. Una ciudad: València. Y tres personajes que, lejos de convertirse en los fantasmas deseados que cualquier chico, cualquier chica quiere encontrarse, hilan los deseos y las pulsiones de otros tres personajes que, paralelamente, se dejan llevar por la potencia de las composiciones del de Brixton. Rafa, El Regónzer y la hermana de este, Cala Cervera descubriéndose en época de cambios y Bowie, Jimmy (IggyPop) y Coco, asistente de David. Dos tríos, dos años prácticamente en paralelo en los que acabar encontrándose y ese tono melancólicamente familiar que riega toda la novela.

Una melancolía asociada a la propia adolescencia. A las incógnitas que el propio proceso de crecimiento aparecen en todos nosotros. El protagonista, el alter ego de Rafa Cervera, comparte sus descubrimientos musicales, se encuentra ante la imagen de una chica en la que encontrará ese deseo primigenio e inocente propios de su edad e intenta descifrar cuál es su lugar en el mundo. El mundo onírico de la música, de los trabajos de Bowie, y ese deseo oculto de querer conocer a los ídolos… ¿Quién no ha fantaseado alguna vez en plena adolescencia con encontrarse, por casualidad, con alguno de los personajes que abarrotaban las paredes de nuestras habitaciones?

En la novela subyace la familiaridad de haber sobrevivido a la adolescencia, de haber compartido situaciones muy parecidas. Pero también, como uno personaje esencial en la concepción de la historia, València. La propia ciudad como un personaje determinante más que como una localización aleatoria. Ni Bowie ni Coco ni Iggy pasaron una temporada en la ciudad del Turia, pero si así hubiera sido, les habrían sorprendido los mismos espacios que Rafa Cervera incluye en su texto. Desde El Saler, la Estació del Nord, el Palacio del Marqués de Dos Aguas, la Plaza de la Vírgen… Lugares comunes para muchos de los lectores en los que poder materializar las angostas figuras de David, Iggy y Coco.

Con esa mirada inocente (o cada vez menos inocente) es con la misma mirada con la que el lector comienza a encontrar su lugar en la novela. Lugares transitados y momentos que se han instalado en el colectivo de todos nosotros. Rafa Cervera consigue atrapar al lector y llevarlo a ese mundo de finales de los ’70 para sorprenderlo de la misma forma que el protagonista se sorprende. Esas miradas con los ojos completamente abiertos son las que hacen que sintamos la emoción que El Regónzer cuando cree haber visto a David Bowie en Valencia, y abrir también nosotros los ojos como si paseáramos por la Plaza de la Vírgen y nos lo encontráramos. Para ello, el escritor adopta un estilo que no nos resulta lejano: el propio estilo al que Rafa Cervera nos ha acostumbrado durante todos sus años de trayectoria profesional. Y si a un estilo cercano y directo, sin grandilocuencias efectistas, se le añade la pasión con la que habla de sus propios ídolos (de adolescencia o no), el resultado es “Lejos de todo”.

Un libro que no nace tras el fallecimiento de David Bowie en 2016, sino que se reactiva por el propio dolor, el vacío o la horfandad emocional en la que nos sumió su pérdida. Rafa Cervera, como el mismo fan protagonista de la obra, reavivió su ficción a golpe de cada lágrima derramada por el artista. Por eso hay un halo de emoción implícito más allá de sus propias páginas al enfrentarnos ante su portada (con ilustración de Roberta Marreno). “Lejos de todo” es una novela a través de la cual nos reencontramos con nuestra propia imagen adolescente, con las pérdidas, con el poder de las canciones, con la locura de compartirlas, con Iggy, con Coco, con los mitos y leyendas de los artistas, con el rock y, en definitiva, con la vida. Cuando Rafa Cervera soñó a Bowie y nos hizo partícipes de la ensoñación.

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Julio Fontán Jr. reseña Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín



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Julio Fontán Jr. dedica una excelente reseña a Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en Goodreads:

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín
«Como un chamán, Julio Fuertes grita, danza y patalea alrededor de una hoguera contándote esta historia histérica, caótica y autoconsciente, cogiéndote a menudo del pelo gritándote, como si fuera el propio Isidoro, «¡¿Lo pillas?! ¡Escucha esto, joder, es importante!», y, mientras lo escuchas, hace aspavientos mostrándote el panorama. Te enseña las ruinas de la humanidad y te explica cómo la nueva humanidad se construye sobre esas mismas ruinas. Te enseña dónde has crecido para explicarte por qué morirás.
La fábula es totalmente autoconsciente, pero no metanarrativa, lo cual era difícil de evitar al depender tanto de que el lector entre en el juego de su falta de lógica interna (la cual constituye, a su manera, su propia lógica interna (planes dentro de planes dentro de planes)), porque la posibilidad de evidenciar una serie de reglas para que fueran asumidas desde un principio estaba ahi, pero Fuertes pasa del camino fácil.
Rodeado de esos personajes excesivos y maniacos, liderados por el maravilloso Isidoro, un Max Estrella mefistofélico (¿veis cómo aquí yo sí he tirado por el camino fácil?), el lector se engancha al cinturón de Wynston para vivir esa odisea enloquecida por las calles de ESPAÑA (las mayúsculas son necesarias: ESPAÑA es la fábula y la fábula es ESPAÑA), por donde todas las posibles agarraderas le son negadas. O entras o sales, pero no hagas tapón. Y es una gozada dejarse llevar por esos ríos mientras la fábula te señala con dedo acusador las ruedas de molino con las que comulgas a diario, mucho mas difíciles de digerir (y con más gluten) que las hostias que te da la misma novela. Te coge del pelo y te grita: «¡¿PERO TÚ SABES QUIÉN ES TU PADRE?!», pero nunca te lo dice. Porque tampoco tiene ninguna intención. A la fábula se viene a jugar. Y joder, amigo, qué juego.»

Incertidumbre Paco Inclán

Incertidumbre de Paco Inclán en la revista Clarín

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Lino González Veiguela dedica una excelente reseña a Incertidumbre,  de Paco Inclán, en el número 131 de la revista Clarín:

Los límites del narrador

Mientras se encuentra en la ciudad portuguesa de Braga, documentándose para escribir un artículo sobre una reliquia católica —el brazo derecho de San Vicente—, Paco Inclán (Valencia, 1975) lee en un medio local una entrevista con el biógrafo del periodista polaco Ryzsard Kapuscinski en la que se afirma que el maestro de reporteros había incluido en varias de sus crónicas hechos inventados. Inclán piensa: «Otra vez darle vueltas sobre lo que es cierto y lo que no lo es. Como si realmente importara». La distinción, claro está, importa. Pero no al narrador de los relatos —de ficción— que componen Incertidumbre, y está muy bien que sea así.
Los relatos incluidos en este volumen son, en apariencia, una serie de crónicas escritas por su autor a lo largo de los años mientras desarrolla una intermitente carrera periodística paralela a su trabajo como editor e historiador del Arte. La mayoría son crónicas de viaje a destinos tan dispares como una pequeña localidad de Irlanda del Norte, la isla de Formentera, los campamentos de refugiados saharauis en el desierto de Argelia, Guinea Ecuatorial, Islandia, la somnolienta ciudad de Braga o la región chilena de Chiloé. En algunos casos, Paco Inclán ha viajado a esos sitios con la intención de escribir una historia determinada, sobre la que ya se ha documentado previamente, con intención de publicarla en un medio. Puro trabajo periodístico. Los relatos que leemos en ‘Incertidumbre’ terminan siendo, sin embargo, unas crónicas de ficción —exitosas— sobre la imposibilidad de escribir las crónicas previstas —y fracasadas—. Si para un periodista resulta un desastre viajar a un sitio con la idea de contar una historia determinada y descubrir que no será capaz de cumplir con el encargo de su medio, en el caso de Paco Inclán ese fracaso supone, en varias de las crónicas, el inicio de la historia escrita finalmente y que el lector asume y disfruta como la única posible que resultaba digna de escribirse: mejor que la prevista inicialmente y, sobre todo, mucho más divertida. No sabemos qué parte de lo que leemos ocurrió tal y como lo cuenta Paco Inclán y qué parte es inventada. El talento de Inclán como narrador consiste en que todo resulte real.
Incertidumbre sigue los pasos del anterior libro de relatos de Inclán, Tantas Mentiras. Doce actas de viaje y una novela (Jekyll & Jill, 2015): encontramos de nuevo actas de viaje, tono de periodismo gonzo y mucho sentido del humor. Inclán usa el sentido del humor —además de para hacer reír al lector, en ocasiones a carcajadas— para cuestionar algunas de las falsas verdades incuestionadas sobre las que se asienta nuestra percepción del mundo. La labor de desmontaje de Inclán suele comenzar con una puesta en entredicho de algunos de sus propios impulsos y de varias de sus motivaciones a la hora de abordar una historia cuando descubre que responden a una especie de herencia cultural constituida en buena medida por prejuicios. A partir de ese momento surgen las preguntas: ¿qué relato nos transmite el cronista cuando la lente a través de la que mira el mundo está deformada?, o ¿a qué distancia se ha de situar el narrador para comprender mejor lo que cuenta?
Para Inclán no hay respuestas definitivas. Su estilo en primera persona le permite exponer casi obscenamente su subjetividad, por lo que resulta muy fácil observar sus imperfecciones y límites. Nos confiesa, por ejemplo, que a veces la realidad le impide acercarse tanto como quisiera, siendo en otras ocasiones la excesiva proximidad la que termina alejándole. «Poco a poco, a medida que aumenta mi integración en el entorno, mi capacidad de observación va menguando», escribe en la pieza que cierra el libro, «Hacia una psicogeografía de lo rural», un texto particular dentro del volumen, aunque comparte con el resto muchas de las preocupaciones del autor a la hora de contarnos el mundo. La mayoría deberían ser también nuestras preocupaciones como lectores o espectadores. Leyendo ‘Incertidumbre’, además de divertirnos con las estrafalarias andanzas de un reportero sin brújula, entendemos que el gesto cotidiano de leer un artículo, ver un programa de televisión o abrir una colección de relatos no es algo inocente: por cotidianos que nos resulten, son actos cargados de responsabilidad. La manipulación solo logra su propósito cuando se lo permitimos. Mientras tanto es solo un arma cargada al alcance de nuestra mano. Inofensiva hasta que de modo voluntario —sea consciente o inconscientemente— decidimos dispararla contra nosotros mismos.

Lejos de todo de Rafa Cervera en la revista ICON



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Íñigo López Palacios reseña Lejos de todo, de Rafa Cervera, en la sección El Culturista de la revista ICON (número 47, enero 2018).

RAFA CERVERA
Lejos de todo
(Jekyll & Jill)
¿Escribe del libro de un amigo? Eso está feo. Cierto, lo confieso, conozco a Rafa hace un porrón de años, pero soy su lector desde mucho antes. De adolescente devoraba con admiración sus artículos. Algunos me marcaron tanto que soy capaz de recitar frases de memoria. ¿En serio? Lo prometo. Rafa fue desde el principio, en los ochenta, un periodista musical que escribía como los ángeles. Un tipo con una prosa brillante e ingeniosa. Con ritmo, capaz de ser tierno y caústico. Esta primera novela suya debería haberla escrito mucho antes. ¿Y de qué va? De sus obsesiones. De su ciudad, Valencia, a la que volvió hace años. De David Bowie, representación de aquellos mitos del rock de los setenta que eran personajes lejanos y fascinantes. De un hipotético viaje de incógnito de Bowie a Valencia en 1976. Y de su formación, de esa adolescencia en la que todo era tan nuevo y a la que debe lo que es hoy. (i./. p.)

Saturno de Eduardo Halfon en la revista Literal, Latin American Voices


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 José de María Romero Barea reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en la revista Literal, Latin American Voices:

EDUARDO HALFON: SINFONÍA DE VOCES

Toda muerte es un acto de desobediencia. En algunos libros, nos llega empaquetada tan bellamente que parece pornografía. Sin lugar a la ambigüedad, su comercialización cumple lo que promete: una promesa incipiente de voyeurismo. La faja en la portada del volumen que nos ocupa prescribe la fecha de consumo preferente: “El padre es un nombre, escucho que susurra alguien. Me quedo quieto. Oigo risas. Varias risas atrás de mí. Pero no quiero volver la mirada, padre. Sé quiénes son, pero aún no quiero volver la mirada”. Saturno (2003; Jekyll & Jill, 2017) no es una novela más sobre la autodestrucción, sino una oblicua nota de despedida.

La tradicional lucha entre vástagos y progenitores, al igual que el sentido de inutilidad que siempre la acompaña, adquieren en manos de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) una súbita sensación de propósito. En párrafos a menudo incompletos, fragmentarios o radicalmente inacabados, la falta de conclusión dota al conjunto de una rara coherencia: “Cuántos años pasaron antes de que usted conociera mi casa, mis amigos, mi profesión. Era usted indiferente ante mi vida, padre. Ante mí. Al igual que el padre de Hemingway, su mano también sostiene mi arma”. El resultado, una nouvelleconceptual, un abigarrado conjunto de propuestas, un bloque discontinuo de declaraciones (semiauto) biográficas, que desembocan en el cubismo literario: “Otro padre ausente, padre. Otro fantasma queriendo merodear más allá de su tiempo. Otro vacío que para siempre quedó vacío”.

Lo sensacional neorabelesiano, sujeto a configuraciones desnudas, engendra escritores que se autoaniquilan completamente vestidos. El espectáculo de Saturno, ilustrado o no, denuncia nuestro interés por la transfiguración de su fenomenología: “Tras los arbustos [Virginia Woolf] escuchaba a los pájaros cantando en griego. (Alejandra Pizarnik: “No puedo hablar con mi voz sino con mis voces”). Desde el balcón Virginia Leslie se lanzó. Pero sólo cayó pocos metros. Su primer intento había fracasado. Una década después abandonó el apellido de su padre”. Dado que suele suceder tras una cortina de privacidad aún más excluyente que la reservada al sexo, la capacidad del suicidio para captar nuestra atención está asegurada. De ahí los comentarios elípticos sobre el razonamiento con los que el narrador de la novela se dedica a teorizar sobre el significado de la (in)acción.

Escribe nuestro héroe para prevenir su autodestrucción: “Hay tantas voces que me cuesta distinguirlas. Vamos, hombre, ya deberías conocernos, escucho, pero todas me suenan igual”. Poco antes del final, la prosa gira en espiral hacia su conclusión burlona y posmoderna: “Una sinfonía de voces, padre, eso son, eso somos. Somos, en fin, las voces que escuchamos. Pero ya no les temo. Todo duerme en torno mío, y mi alma está tranquila, en paz”. Uno se esfuerza por escuchar, a pesar de la algarabía. En ese breve pasaje, todo la silenciosa (des)esperanza del libro.

Los monstruos locuaces de la primera ficción del autor de El ángel literario (Anagrama 2004), o El boxeador polaco (Pretextos 2008), son, pues, voces vívidas en la turbia polifonía de nuestra era enloquecida. Monólogo sin trama aparente, Saturno es la nota de un asesino de sí mismo, más Nabokov que Dickens, por citar dos de las influencias que presiden la narración. En ella, es posible leer la autoinmolación no simplemente como un cri de coeur velado, a cargo de alguien que busca airear las circunstancias desordenadas que lo llevan a cometerlo, sino como una obra de arte creada por un literato conceptual que quiere dejarnos un documento duradero con el que, paradójicamente, reunir fuerzas para seguir adelante.

Talsi, Letonia, 2017

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Magistral de Rubén Martín Giráldez en Diario de León


Nacho Abad reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en el Diario de León:

LE BIG MAC

Título magistral

NACHO ABAD  17/12/2017
Que qué tiempo lleva insistiendo el escritor Yago Ferreiro en que lea cierto libro cuyo título no te lo digo, no te lo digo. Seguro que coincide con la de veces que he declinado la invitación con la excusa de que no saco un rato para leer libros porque estoy muy ocupado leyendo libros. Pero Yago sigue. No a mí, en concreto. Al aire. Es un decir. Lo hace por ejemplo en un grupo de Whatsapp que se llama Lo del avión, y que está formado por mucha gente que no conozco aunque puede que tú sí, porque son columnistas, o poetas, o escritores, o músicos: a nuestras conversación le conviene testigos, que no lectores. Lector es quien te ríe los chistes, y esta gente ni abre los mensajes, como para echar la boca a reír. Pero estábamos hablando del libro que finalmente compro, pero del que no voy a decir nada porque no he leído del todo. Si fuera crítico literario, como Alberto Olmos, habría puesto una bandera en la página 25 y lo habría proclamado el mejor libro del año, que es exactamente lo que hizo, pero en 2016. Los lectores siempre llegamos tarde. O mejor, siempre llegamos después. Quizás fue en la página 45, ahora dudo.
magistral

Se titula Magistral (Jekyll & Jill editores, 2016), y lo firma Rubén Martín Giráldez. También es el mejor libro del 2017, digo yo, aunque esto no lo sabré hasta el año que viene, si lo he leído entero. Así que no corramos tanto. Hablemos primero del argumento, que es lo que más me está gustando: no hay. O si hay es el propio libro. Magistral trata de Magistral. Y los personajes, ¿adivinas?: «¿Habrá algo más pueril que necesitar un personaje a modo de pan para empujar la comida?» La opereta trata de repartir hostias en el mundo de las letras y hacerlas pasar por panes. Resulta fácil, porque somos dados a la metáfora. Literatura para escritores, que se dice. Ésa podría ser su frontera, su techado, si no hubiera tanta pornografía en estas páginas: «sospecho que los relatos que prescinden de una trama «de peripecias» y fían gran parte de su potencial al verbo se escriben hoy para los amigos, es decir, para quien no nos lee». Yo continúo leyendo sólo por ver cómo esta lágrima piroclástica que brota de libro y se abrasa a sí misma, me corre luego por las mejillas. No sé si es de risa o de tristeza, porque el lector también es quien te llora los chistes.

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La coronación de las plantas en Revista Leer



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La novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrada por Claudio Romo, reseñada en el número 287 (noviembre-2017) de la revista Leer.

Diego S. Lombardi es trompetista de jazz, y eso nos da algunas pistas de lo que nos vamos a encontrar en La coronación de las plantas. Algunas, pero no todas. Nos su
giere de dónde procede su ritmo, su nervio y su manera de contorsionarse y distorsionarse en la mente del lector. Lombardi no adopta soluciones fáciles en un libro psicotrópico que combina el tratado botánico, la magia, las substancias psicoactivas o el ensayo ontológico. Sus páginas no ofrecen facilidades para el lector, pero a la vez le atrae de una manera morbosa, transformándose en un desafío que ofrece muchas recompensas. ción de las plantas es una obra tan infecciosa como curativa, tan inteligente como pasional y, por encima de todo, es un canto a la imaginación más sofisticada. En él encontramos botánicos nazis, conjuros para convertirse en un ser alado, diarios fracturados y una receta para escuchar los pasos del enemigo. Sin embargo, y por encima de todo, el lector se enfrenta con un texto tan arriesgado como hipnótico, que parece destinado a convertirse en una obra de culto. / A.A.S

LA CORONACCUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddIÓN DE LAS PLANTAS
Diego S. Lombardi
Jekyll & Jill, Zaragoza, 2017
184 págs. 20 €

 

Alejandro Hermosilla reseña La coronación de las plantas


Alejandro Hermosilla reseña la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en la revista El coloquio de los perros:

DIEGO S. LOMBARDI. LA CORONACIÓN DE LAS PLANTAS
(Jekyll & Jill, Zaragoza, 2017)

PLANTAS, OPIO, MONSTRUOS

La coronación de las plantas es un libro-hoja. Un libro con sabor a árbol y a excursión adolescente. Un libro cuyas páginas huelen a clorofila y parecen haber sido bañadas en ácido. Porque, ante todo, es un libro alucinógeno. Una voladura de cabeza que mezcla piedras y mate en un balde lleno de páginas rotas de textos de Borges, Ricardo Güiraldes y Juan José Saer. Su autor, Diego S. Lombardi, es argentino y se nota. Pues como los grandes maestros de esta literatura, transforma las digresiones en argumentos centrales de la obra, cualquier reflexión sin importancia en un drama trascendental y las notas a pie de página en imperdibles páginas novelescas. Algo que provoca un sugerente caos ideal para sumergir (y confundir) al lector en la selva literaria que nos propone. La coronación de las plantas es la historia de una posesión. La transformación de un hombre en planta (o del lector en hierba y la literatura en bosque). Una sugerente mezcla entre un relato de Lovecraft y una novelita de Aira. Entre una novela de terror y uno de esos ensayos marcianos y metafísicos de Macedonio Fernández. Una Twin Peaks pampeana que conduce a sus personajes a otras dimensiones a través de una escritura sibilina, infecciosa, volátil, libre, anárquica y alargada que simula ser un brebaje. Un árbol contrahecho lleno de redondeces y pliegues que va poco a poco minando la voluntad del lector y acaba devorándolo. Situándolo en un paisaje alucinado donde se desconoce todo y las paradojas e interrogantes son las únicas afirmaciones contundentes.
La coronación de las plantas es un texto mórbido. Uno de esos que habrían hecho las delicias de los simbolistas franceses. Es una novela casi cabalística. Un mejunje de brujo lleno de pinceladas oníricas y orificios ocultistas. Casi un tarot con ilustraciones basadas en el mundo natural. Una invitación a viajar al país de las maravillas. Pero también una mirada corrosiva, casi una carcajada maléfica, sobre el legado ecológico. En esta improvisación jazzística no hay nostalgia. Probablemente porque no hay en ella ni pasado ni futuro. Es una novela llena de instantes. De presente absoluto. Una novela narrada por la naturaleza más que por un ser humano en la que el escritor cumple el papel de enloquecido jardinero. Intenta podar más que describir y aclarar parajes terrestres más que narrar. En realidad, La coronación de las plantas —fantástico título que remite a misteriosos lienzos barrocos— es una actualización de aquellos iracundos cuentos de Horacio Quiroga en los que los personajes eran doblegados y sometidos por una naturaleza cruel. Soberbia y terrorífica como la voz del dios Yahvé. Pero, obviamente, la mirada de Lombardi es más cínica. Más irónica, budista y transparente. Y en su novela la naturaleza es un ente sutil, silencioso y líquido. Un ser más parecido a un insecto que a ese indomable tigre que retrataba Quiroga. No es un huracán ni un monstruo, sino más bien una ciénaga llena de sombras y ramas partidas. Una rana muda cuyos ojos observan de manera penetrante y aguda a quien se aproxima a ella.
         Diego S. Lombardi ha sido capaz de describir con suma perspicacia la extrañeza que sienten los argentinos (esos europeos de América) frente a la naturaleza. Los escasos restos de presencia indígena que restan en el país. Recuerdo haber viajado a La Pampa y recorrer cientos de kilómetros para encontrar unas pinturas indígenas grabadas en una roca escondida. Haber escuchado con asombro en algún pueblo perdido de La Patagonia que por allí andaba una anciana centenaria que era la única persona que conservaba viva la sangre de los antiguos patagones. Y haber pernoctado una semana en la ciudad de Tigre en la que, tras varios días, parecía que iba a ser inoculado por la fastuosa naturaleza que me rodeaba. Los argentinos odian y aman los inmensos campos naturales que los cercan. Por un lado, los arbustos son símbolos de su destierro en América. Un signo de terror. Y por otro, son símbolos de su libertad. De lo nuevo y originario americano. Y eso está perfectamente expuesto en la novela de Lombardi que, además, acumula otro mérito. Es sabido que la literatura argentina se diferenció de gran parte la producida en las naciones hermanas por haber sustituido el realismo mágico por una extrema racionalidad. Pues bien, La coronación de las plantas obra el milagro de hacer llegar el realismo mágico de forma sumamente original a la narrativa argentina. Componiendo un fresco lleno de delirantes situaciones y personajes que recuerdan a muchas de las novelas oníricas hispanoamericanas: el viejo de las gallinas, el niño de los dientes picados, el Guriburi, la viuda de las Tartas, además de, por supuesto, el absorbente recuerdo del botánico nazi August von Franken y su mágico e inquietante herbario. Un jardín de las delicias austral.
Posiblemente La coronación de las plantas no sea una obra maestra. Lombardi fue podando y mejorando el relato con el paso de los años, pero supongo que se daría cuenta de que, como un frondoso bosque, era imposible controlar su crecimiento por completo. Y optó por no enloquecer y dejarlo libre. Con ese aspecto de mágico y silvestre campo con el que lo hemos conocido. Una sabia decisión que permite hacerse una idea cabal y alucinada de la relación entre los argentinos y el mundo natural. La cosmogonía americana. Un diálogo que raya por momentos en lo opaco y esotérico, tal y como reflejan con insólita maestría las ilustraciones de Claudio Romo. La guinda de una edición —otra más— que demuestra que Jekyll & Jill es, sin dudas, la cabeza de dragón de las editoriales independientes contemporáneas. Una editorial que no publica libro, sino cofres. Insólitos Anillos. Ramos de flores perversas y envenenadas.

Lejos de todo de Rafa Cervera en revista Détour


Rafa Cervera. Los días vividos, por Óscar Brox

Lejos de todo, de Rafa Cervera (Jekyll y Jill) | por Óscar Brox

Rafa Cervera | Lejos de todo

Cuenta Simon Critchley en su pequeño estudio sobre David Bowie que su primera aparición en Top of the Popssupuso un pequeño terremoto en el seno de la sociedad inglesa. Fascinante en su androginia, autosuficiente y sofisticado, Bowie representaba una tercera vía para un público acostumbrado a los Stones o a los Beatles. Un (necesario) cambio de ritmo que, aun en el pesimismo que latía en sus letras, invitaba a mover las caderas para rebelarse contra el rígido corsé normativo que imponían la sociedad y la época. Algo de esa anécdota permanece en las primeras páginas de Lejos de todo, aunque las protagonice una versión algo más madura de Bowie. De un Bowie al que su autor, Rafa Cervera, convierte más que nunca en aquel extraterrestre al que Walter Tevis hizo caer sobre la tierra. Solo que en esta novela, ese otro mundo es una Valencia en pleno proceso de apertura democrática. Con la costra franquista secándose al sol de la playa del Saler. Un perfecto enclave para narrar el despertar juvenil, el camino iniciático y la influencia en esos dos episodios vitales de la música y la cultura que prendía en las canciones de David Bowie.

Bowie perdido en las calles del centro de la ciudad. De un centro que en aquella época, tal vez, ni eran tan cosmopolita ni imaginaba la futura gentrificación del casco histórico. Que, en cierto modo, conservaba el gusto por sus ruinas y por aquellos barrios chinos que invitaban a cambiar de ruta. Cervera imagina en ellos, como decimos, a un Bowie taciturno, desgastado por el ruido del tiempo, que cambia de ciudad, de contexto, de cultura, tal vez en busca de nuevos estímulos. De la razón de ser, especialmente, cuando se es una estrella; un camaleón. Alguien acostumbrado a la reinvención estilística permanente. Tan moderno que, por fuerza, le ha ganado la carrera cuerpo a cuerpo a su época. De ahí, en definitiva, que Bowie solo pueda ser un extraterrestre o, como su personaje en El ansia, un vampiro. O, sencillamente, una figura inalcanzable que la versión adolescente de su autor cree intuir desde el otro lado de la ventana. En ese gesto tan típico de estupefacción, cada vez que nos decimos que es imposible que algo así suceda a un palmo de distancia.

Cervera deja que la acción transcurra entre la Valencia efervescente del centro de la ciudad y esa otra, de veraneo y periferia, que vive junto a la playa del Saler. Aislada. Con apenas contacto con la cultura (o la contracultura) que está abriendo una brecha en el establishment. Precisamente, la clase de espacio que define a su protagonista juvenil, encaprichado con la hermana de su mejor amigo y, al mismo tiempo, con el poderoso anhelo de un futuro escrito con las letras del rock’n’roll y narrado a 24 fotogramas por segundo. De ahí, en parte, ese sentimiento de falsa idealización con el que Cervera construye el decorado de su historia; los tropos habituales del género, el costumbrismo de una época de paréntesis en nuestra Historia y la euforia que bullía junto a las hormonas de los jóvenes. Por mucho que su autor, como en lo que explicaba Critchley, se esfuerce en separar el hedonismo tan característico de la idiosincrasia valenciana con lo que, pura y llanamente, es un despertar el universo de los adultos. Ese que, a toro pasado, siempre creemos que abarca lo que dura un verano. Que pensamos que llegará cuando termina cada uno de los veranos de nuestra adolescencia.

Para alguien con la cultura musical de su autor, no resulta aventurado creer que este Bowie está más cerca de Ashes to Ashes que de Life on Mars?; más cerca de aquel final de los 80 en el que la huella de Ziggy Stardust se había disuelto tras la enésima metamorfosis musical. No en vano, la languidez, la introspección que acompaña a su héroe por el periplo valenciano dibujan otro sentido para Bowie. La sensación de que, a cada salto, le resulta cada vez más difícil retomar la persona que ha sido. La persona que era. Marcado por una eterna carrera hacia delante. Por mucho contrapunto irónico que despierte la figura de Iggy Pop, fiel escudero en la travesía por Valencia. Porque, pensamos, Cervera es consciente de que su retrato es, también, el de una transición. Efímero, fugaz, lo que dura un verano o un silencio mientras cambia la canción. Lo que sucede cuando pasas, de golpe, de la infancia y la madurez te obliga, no te enseña, a mirar las cosas de otra manera.

Lejos de todo es una novela iniciática, sí, pero creo que es oportuno decir que se recrea poco en su nostalgia. Que, en su lugar, nos invita a reflexionar sobre lo que hacemos con nuestros recuerdos. El peso, o el legado, que les concedemos en nuestro presente. Es, asimismo, un retrato de Bowie, pero sabe cómo sacrificar todo el espíritu lúdico de su música para construir a un músico en busca de algo más. De otro lugar, de otra vida; de una vida extra que alargue decididamente ese tiempo que pasa a toda velocidad, con sus adicciones y caídas. Que termina cada vez que lleva a cabo su metamorfosis. En el que aquella Valencia que empezaba a desperezarse, que fue también caladero de la Movida, es el perfecto escenario mutante para reescribir al mito. Para reinventar al cantante. Para retomar las memorias de adolescencia. El tiempo que pasó, las heridas que quizá no se cerraron. Lo que se perdió y lo que se aprendió. Los días vividos.

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Maleza viva de Gemma Pellicer en Letras de Chile



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Diego Muñoz Valenzuela reseña Maleza viva, de Gemma Pellicer  en el blog literario Letras de Chile:

Las fortalezas de Gemma Pellicer se despliegan en un campo del microrrelato fronterizo con el aforismo, o derechamente en los territorios de éste, así como en el borde del poema en prosa. Puntos en común de todos los textos contenidos en este volumen: el lenguaje cuidado, el pensamiento profundo que subyace en cada tema, el penetrante bisturí que antecede a la mirada de la autora.

A veces cuesta distinguir la fina ironía del machetazo impío: queda de cuenta del lector asumir las consecuencias de lo que lee. Pellicer no hace concesiones al construir su propio reflejo de la realidad, captura imágenes de apariencia cotidiana e intrascendente en un cuadro mayor y las integra: nuestro trabajo es interpretar y descubrir. Para muestra, un botón:

COSTUMBRISMO ON THE ROAD

Una anciana cruza la calle sin mirar. El semáforo se ha puesto en rojo en ese instante. Al otro lado de la acera, una pareja ha empezado a desenamorarse a gran velocidad. Van a morir las seis de la tarde.

A Pellicer le agrada la experimentación y no se conforma con el aforismo y el poema en prosa, también camina hacia el micro-teatro: otro borde.

El propósito es común, al margen de los medios: explorar las interrogantes más profundas de la existencia humana, poniendo en tensión nuestra racionalidad y las bases de la sociedad. El tiempo, la vida cambiante, la incertidumbre, el ser son los protagonistas de sus microrrelatos de frontera.

Otros microrrelatos de este volumen:

HISTORIA DE FANTASMAS

Dicen que la oscuridad es el territorio de los fantasmas. Tú estás absolutamente convencido. Sin duda hay alguien en esa habitación que ahora ocupas sigiloso. Deben de ser las tres o las cuatro de la madrugada cuando ese rumor persistente, apenas audible al principio, empieza a crecer. Encima, hace frío y tienes mucho miedo.

Con los primeros rayos de sol, los ronquidos del durmiente se vuelven atronadores. Una vez más, te escurres por la chimenea.

ESFERA TREPIDANTE

Al niño se le escapa el globo en un descuido y, casi de inmediato, siente un pinchazo en el costado. Cae al suelo en una pirueta impropia de su edad justo en el momento en que ha empezado a faltarle el aire. Apenas alza su cabeza al cielo, logra atisbar el vuelo trepidante de la esfera, que sigue alejándose mientras su cuerpo poco a poco se deshincha. En el instante preciso en que se le cierren los ojos, desaparecerá la Tierra.

CONSUNCIÓN

Lo más pequeño asume lo más grande, hasta subsumirlo. Una vez incorporado, lo consume erre que erre hasta consumar con ello una bola cuadrada, con un dejo piramidal. Cuando esa enormidad sea regurgitada por aquel hombrecillo de la esquina en forma de rombo, el sol resplandecerá.

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