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La coronación de las plantas en Le Cool



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Juan Carlos Portero reseña en la revista Le Cool la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo:

El libro como objeto, como obra de arte, como puerta abierta al conocimiento, como camino de evasión a otra realidad. Un universo hipnótico en el que la realidad y la ficción se confunden. Cuesta al principio y enamora al final. Una obra compuesta de tres partes: la búsqueda, el herbario y el uso de las hierbas. Un viaje a la fantasía, a los misterios y a los deseos. Un libro de pólvora impresionista, donde la estética se construye a base de mundos oníricos. El libro exige una concentración enorme porque hay un síndrome de confusión latente, caracterizado por alucinaciones visuales, que pueden indicar una disolución parcial o completa con la conciencia o la realidad. El trompetista de jazz y su amiga en busca del misterio que encierra un extraño herbario, escrito por August Von Franken, un experto en botánica que trabajo para los nazis. Seres extraños les rodean, como el niño de los dientes picados, la viuda de las tartas, el viejo de las gallinas. Literatura, música, hierba, sexo, rituales que deforman pensamientos e ideales.

“A fin de cuentas, ¿qué importaba? Aquella sombra, tanto como yo, era un hombre que ya no es, somos otra cosa. somos más bien cajas de cartón flotando en el agua.”

Un libro exquisito, con una maquetación distinta, cuidada al máximo, y una tirada de 1000 ejemplares numerados. Mención aparte las ilustraciones del chileno Claudio Romo, responsable de un trabajo singular que empieza en la sobrecubierta y continua en el interior del libro. No lo piensen, llegarán tarde.

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ilustración de Claudio Romo para La coronación de las plantas
ilustración de Claudio Romo para La coronación de las plantas

La coronación de las plantas de Diego S. Lombardi en revista Détour



Francisca Pageo reseña la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en Revista Détour.

Diego S. Lombardi. Una alquimia botánica, por Francisca Pageo

La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi. (Jekyll & Jill)  Ilustraciones de Claudio Romo | por Francisca Pageo

Diego S. Lombardi | La coronación de las plantas

El folklore siempre tiene algo inventado, algo que hacemos nosotros, que ponemos nosotros y modificamos con el tiempo. Es irremediable no relacionarlo con lo mágico, con lo misterioso, con lo que no podemos terminar de intuir. Algo parecido pasa con La coronación de las plantas del argentino Diego S. Lombardi. No sabemos muy bien dónde encajar el libro, pero sin duda es capaz de provocarnos una incertidumbre, una sensación ambivalente ante lo que la magia y la alquimia nos ofrecen.

El herbario del que se habla en la novela es aquí ilustrado (aunque no completamente) por Claudio Romo. Ilustrado con una estética siniestra pero bella y sublime, de un esteticismo desinteresado que intensifica la historia haciéndola más profunda y misteriosa. Estamos ante una novela puramente visual e, incluso, podríamos decir, olfativa. No podemos negar el hecho de que necesitamos visualizar todo lo que sale en ella. La ficción nos lleva por caminos de fantasía y surrealismo. Caminos que no todos somos capaces de imaginar pero que Diego hace muy bien.

A pesar de que la historia de este libro transcurre en la actualidad, hay algo que la hace atemporal, como si lo contado pudiera pertenecer a otro tiempo indeterminado. Las plantas aquí mostradas poseen cualidades psicoactivas, cualidades que alteran las funciones de la mente humana y que tienen efectos mágicos y ocultos en nosotros. Asimismo, los conjuros mostrados son excepcionales. No cabe duda de que Lombardi se ha adentrado fielmente en el mundo de la botánica. Lo ha descuartizado y se lo ha comido, lo ha triturado y mezclado dentro de sí para vomitarlo ante nosotros, haciendo así un collage único. Lleno de atributos que solo Lombardi ha podido darle.

Estamos ante un libro que no sabemos muy bien qué es, no sólo por la mezcla de estilos y elementos, pero que embellece la parte oscura de nuestra alma, la sombra; además de lo que la naturaleza nos ofrece y sus propiedades misteriosas.

«En el margen de la laguna yacían árboles derrotados, podridos, de donde pendían unas florecillas blancas como jóvenes bailarinas de ballet que se acomodaban sobre las rodillas de un viejo empresario. El denso olor del nigredo que el fango despedía, lejos de disgustarme, me recordó al aliento que recorría el pasillo y llegaba a la sala desde la siempre oscura habitación de mis abuelos, aliento agravado aún más por las flores mustias que quedaban en el florero por largos periodos de tiempo antes de que alguien se decidiera a cambiarlas».

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Ruta 66



Héctor G. Barnés reseña Lejos de todo de Rafa Cervera, en el último número de la revista Ruta 66:

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«Toda relación de amor entre un adolescente y el rock comienza en un dormitorio con la puerta cerrada, lejos del mundo: solo con sus discos, sus miedos, sus esperanzas, quizá un fiel colega y una chica deseada. Es en este contexto, en una casi postapocalíptica playa de El Saler, donde el crítico musical y veterano colaborador de esta revista, el valenciano Rafa Cervera, sitúa a su protagonista, sosias del propio autor.

Al otro lado del espejo del deseo (literario, pero también mítico), un David Bowie post Station to Station acompañado por sus propios amigos y amantes (Iggy Pop, Corinne Schweb) que permite al autor soñar ante la posibilidad de que Low fuese concebido en la ciudad del Turia. Dos historias de redescubrimiento —Cervera eliminó una tercera– que funcionan como variaciones que se retroalimentan, recordándonos que, en última instancia, el rock tan solo existe en el corazón del oyente y la cabeza del intérprete. A la manera de Manuel Vilas en Lou Reed era español, Cervera utiliza al mito muerto para reescribir su propia biografía, rendir homenaje a los caídos y entender aquella balbuceante España democrática. Teñida por una serena melancolía y una sincera mitomanía, pocas novelas han conseguido captar como esta el papel del rock como fantasía íntima adolescente, en la que Ignacio Pinazo es Andy Warhol y el Duque Blanco, un joven valenciano arrojado a un mundo que le resulta tan ajeno como al Thomas Jerome Newton de El hombre que cayó a la tierra

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La coronación de las plantas en La opinión de Murcia


Ruby Fernández reseña La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en La Opinión de Murcia (21-10-2017)

Venenos

Tomen nota: consistencia de película noruega con clara obsesión por las cosas viscosas y conjurables. ¿En qué consiste este libro? ¿qué sentido tiene? Es una estupidez preguntar el sentido del placer, diremos que La coronación de las plantas de Diego S. Lombardi publicado por el incansable Víctor Gomollón y Rubén Martín Giráldez en Jekyll & Jill que alterna pasajes novelescos con descripciones de botánica, animales vegetales fantásticos (ilustrados por Claudio Romo), incluso podemos hablar de sonido en estas páginas, ya que rápidamente se pasa de escuchar ruido y naturaleza a la estridencia sorda de una trompeta de jazz y es que esta música junto a la clásica y la electrónica son las que, como las hierbas, nos trasladan a  estadíos superiores.
Como es frecuente en Jekyll, se alternan textos de diferente calado: textos periodísticos, novela corta, ilustraciones, herbarium, técnico, pocas veces cabe tanto en menos de un cuarto de quilo de libro. Podemos decir que dentro de este hay en verdad tres o cuatro, divididos en fascículos inarrancables, no ordenables, por eso de la integridad material del volumen. Libro de pinceladas impresionistas en donde juega un papel importante la estética, más en forma que en fondo y es que una gallina nunca da dos pasos iguales sobre un escenario.
Setecientos pesos de herbarium, cuasi medieval por lo sonoro de sus conjuros, que alteran lo que puede ser la descripción canónica de este, pero es que Diego S. Lombardi parece ser que no gusta de seguir normas ni tramos indicados. Saltando de rama en rama tirando piedras  en forma de ideas a los que encuentra a su paso, su intención es abrir cabezas para hacer brotar ideas o abrir camino para sembrar las suyas propias en omisiones ajenas.
Extraña maquetación y alternancia de narradores. Un Sísifo ciclotímico rodeado de excrementos, naturaleza y mal olor hará acto de presencia entre estos matorrales calcinados al  estilo Wurlitzer. Si, por extraño que parezca, a veces, algo parecido al germen estilístico Wurlitzeriano  acaba materializándose para unirse tal vez a  lo surrealista de los cuentos de Gass. Y es que a ratos se respira el mismo calor, el mismo polvo y casi podemos llegar a masticar lo espeso de NOG(Underwood) o Del chico de Pedersen (La navaja suiza).
Poco a poco vamos deshaciendo conjeturas previas proferidas por el ansia por entender el por qué de la forma de un libro. Casi todo parte de fragmentos surrealistas e inéditos escritos a dos manos y sendos personajes a los que buscar. Que nadie te eche de menos en diez años es una putada, Von Franken. No estamos ante una novela de frases destacables, pero si reseñables que ‘ayudan al protagonista a alcanzar su identidad de forma gradual’ como bien dice el autor.
Color blanco como gran vacío, siendo este la suma de un todo que termina siendo un puente colgante. Lenguaje y la ausencia de este hablado unida a la certeza de que el ritmo y la musicalidad del mismo podrán soportar la estructura que desaparece al cerrar la boca. siempre es bueno dejar espacio para un poco de Holocausto y la confusión.
Pollos como metáfora de todo
 
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Foto de Ruby Fernández
 

La coronación de las plantas en revista La Ignorancia



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La revista La ignorancia dedica una reseña de página entera a la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, con ilustraciones de Claudio Romo:

«Por esta vez voy a comenzar hablando de un libro por el continente. La nueva apuesta literaria de Jekyll & Jill está presentada de forma magistral. Es uno de los libros de literatura más bonitos que pueden verse ahora mismo en los estantes, en cuanto a su portada, sus ilustraciones, su cubierta en oro y marrón, el tono de sus páginas, la composición de las mismas… Da gusto leerlo y, ya solo por eso, merece la pena este libro, editado en una pequeña tirada de 1.000 ejemplares numerados.
Aunque no solo de envolturas Vive la literatura. Es preciso que un continente amable y realizado con mimo, como se nota que ha sido hecho este, incluya un contenido acorde con su presentación para que no quede en solo un espectáculo vacío. Pues bien, La coronación de las plantas, que así se llama el libro, es un original viaje por la fantasía, por los deseos y por los misterios. El escritor argentino Diego S. Lombardi se proyecta en el protagonista, un trompetista de jazz (como el mismo autor), que parte hacia un pequeño pueblo en compañía de Paula, su vecina de piso, una traductora inquieta y algo irreflexiva. Van allí para descubrir el misterio que encierra un extraño e inquietante herbario antiguo, realizado por August von Franken, un botánico relacionado con los nazis que se refugio en esa pequeña villa, y unas viejas polaroids que le ha entregado un amigo de una tienda de viejo, unas fotos manoseadas, que son, precisamente, las que les remiten a ese lugar apartado (…)»

Pueden seguir leyendo la reseña (página 101) y toda la revista bajándola gratuitamente en este ENLACE

 

Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Lecturas subnormales


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Nueva reseña para Saturno, de Eduardo Halfon, en el blog del club de lectura Lecturas Subnormales.

Saturno, de Eduardo Halfon (Jekyll & Jill, 2017)

“… El padre es un nombre, creo escuchar. Pero no hay nadie, padre. Estoy solo.*

Qué complicado sostener la mirada ante la herida, ¿no? Pero en Jekyll & Jill lo han vuelto a hacer; más bien, Halfon. Pero que el soporte material del relato adquiera el valor que le pertenece: que se vea, que se toque. El afecto correspondiente a sus editores, porque este libro es un regalo en todos los sentidos.

Si por algo se caracteriza la voz de Eduardo Halfon es por su musicalidad. El leitmotiv reiterado, no así paliza de la figura del padre surge ante el lector como un canto antiguo; una salmodia en yiddish. Tanto en Duelo (Los libros del Asteroide, 2017), como en Saturno (Jekyll & Jill, 2017), nuestro autor reflexiona en torno a la búsqueda de una genealogía familiar, capaz de configurar una identidad verdadera. En esta ocasión, el lenguaje íntimo viaja hacia el lugar donde reposan otras narraciones para confundirse con ellas en el devenir del río heraclitiano. ¿Puede nuestro dolor aspirar a ser singular?

El pretexto de la conversación casi imposible entre padres e hijos es un motivo que atraviesa la Literatura Universal, desde Trackl hasta Celan, pasando por Woolf y Plath. Sorprendemente, también el del suicidio. Ambos discursos, aquí hermanados conscientemente por  Halfon, permiten al escritor insertar su pesquisa personal en dicho fluir, dejando al lector al borde del llanto. Pero como la música latente en su prosa, se trata de un canto leve, no general; una réplica o una salvación. Un puente lingüístico sobre el que quizá podamos caminar. Porque la salvación no viene del cielo, sino de la lengua o la tierra propia: el corazón.

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La coronación de las plantas en La Nueva España



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Eugenio Fuentes reseña la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrada por Claudio Romo, en su sección La Brújula del suplemento cultural de La Nueva España:

Una aventura iniciática para una conspiración vegetal

Tras contemplar con atención la fascinante cubierta de La coronación de las plantas, y luego recrearse en cualquiera de las once ilustraciones del chileno Claudio Romo que enriquecen el volumen, sólo cabe zambullirse en sus páginas para atrapar las promesas que se alojan en sus líneas. Y es ahí cuando el lector, que habrá de estar diplomado en la batalla literaria, empezará a felicitarse. Porque acompañará a un héroe en el cumplimiento de su misión. Un trompetista de jazz, un puñado de polaroids, un buen surtido de plantas mágicas, con descripción y recomendaciones de uso, es todo lo que el argentino Lombardi necesita para poner en marcha un penetrante relato iniciático. El camino hacia el descubrimiento de una realidad subyacente, imposible de imaginar desde el romo más acá, que encuentra sus vías de revelación en el mundo vegetal. El otro lado del espejo era, sobre todo, verde.

La coronación de las plantas en El Periódico Mediterráneo



 

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Eric Gras reseña la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en Quaderns, el suplemento cultural de El Periódico del Mediterráneo (Domingo, 15-10-2017)

Cosmología botánica que nos conduce a la sinrazón

En la industria del libro son muchos los detalles que hacen de gancho para el público lector. Desde la cuidada edición y maquetación al tipo de papel y de tipografía, todo suma. Si la obra cuenta con ilustraciones resulta mucho más atractiva visualmente, claro. Si el título de la obra es impactante o sugerente, las trompetas celestiales del éxito ya pueden sonar y sonar. Y si su contenido es tan bueno como su continente, bienvenidos sean los ángeles de la gloria.
La coronación de las plantas (Jekyll & Jill), de Diego S. Lombardi —no confundir con ‘La humildad coronada de las plantas’ de Calderón de la Barca—, es un libro fascinante a nivel estético gracias a la portada que firma Claudio Romo, una ilustración que dice mucho sobre el contenido mismo del libro que el lector tiene en sus manos, un libro que, ya lo avanzo, es extraño, muy extraño, y tremendamente imaginativo, muy imaginativo.
De forma un tanto simple, diríamos que este es un libro protagonizado por un chico que conoce a una chica, que se enamora de ella y la convence para ir en busca de un botánico alemán con pasado nazi. Hasta aquí, todo correcto, ¿no? Es una historia que podría narrarse a modo de aventuras o tratarla como si fuera un thriller, pero Lombardi no es de esos escritores que se conforman, Lombardi es un autor que hace valer su ingenio y fantasía para plagar esta historia de personajes variopintos, algunos de ellos grotescos, escenarios un tanto tétricos y actitudes que no sabemos muy bien cómo interpretar.
Diríase que la novela plantea una especie de rompecabezas que el protagonista, ese joven trompetista de jazz y aficionado al mundo floral, debe ir recomponiendo, ordenando, para desvelar el misterio de ese excéntrico científico nazi que emigró al sur del continente americano para emprender una nueva vida, una vida dedicada a lo herbáreo. Cuál es nuestra sorpresa al comprobar cómo el mismo relato parece ocultar cada vez más cosas en vez de revelarlas, todo parece cada vez más confuso, misterioso, estrafalario. Esto es así, en parte, por la presentación intercalada, a modo de fichas, de una serie de plantas como la mandrágora, la cicuta, la belladona, la hiedra, la datura… Estas fichas provocan la perplejidad y acrecentan el desasosiego del lector, pues en ellas se describen propiedades extravagentes y hasta cierto punto tenebrosas, además de una especie de extrañísimos conjuros que completan esa narración que parece impregnada de ciertas sustancias estupefacientes.
Con todo, Lombardi logra recrear un ambiente cercano a ese terror cósmico de otros autores ilustres, desorientando a sus personajes y a nosotros mismos hasta el punto de confundir realidad y ficción. En esta novela de nada sirve la razón, y mejor así, mejor dejarse llevar por esa atmósfera de lo raro, abandonando por completo todo lo que nos define como humanos.

LA CORONACIÓN DE LAS PLANTAS
de Diego S. Lombardi.
Ilustración: Claudio Romo
Editorial: Jekyll & Jill
Zaragoza, 2017 | Páginas 184

Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en la revista Librújula



saturno2Milo J. Krmpotic reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en la revista Librújula:

Como cualquier amante de la mitología griega o visitante del Museo del Prado anticipará, que una obra a vueltas con la paternidad lleve el lema de Saturno no augura nada bueno. Que su firmante sea el guatemalteco Eduardo Halfon (El boxeador polaco, Signor Hoffman) y sus editores, los aragoneses Jekyll & Jill, en cambio, invita a salir en estampida para hacerse con uno de los escasos mil ejemplares (debidamente numerados) que se han impreso de este texto breve pero notable y turbulento, que en 2003 formó parte del primer libro del autor, Esto no es una pipa, Saturno, y que permanecía inédito en nuestro país. Su narrador se hace fuerte en la escritura para saldar cuentas con un progenitor distante, riguroso en extremo, desdeñoso de los intereses de su vástago hasta la violencia. Pero, consciente de que la literatura tiene mucho de abismo que te devuelve la mirada, decora su carta al padre con un extensivo catálogo de escritores que acabaron con su vida, comenzando por un Klaus Mann que no logró siquiera que papá Thomas asistiera a su sepelio y acabando con… ah, mejor no avanzar aquí el final. Porque son sesenta páginas duras, en las que se percibe ya con fuerza ese gran tema marca de la casa Halfon que es la identidad, en constante, inteligente y emotiva progresión: a medida que se van sumando reproches privados y nombres públicos (Hemingway, Quiroga, Woolf, Pavese…) surgen también nuevas voces y el relato se torna una tragedia coral, de visos universales, de palabra que mancha convertida en sangre.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en el blog En la lista negra



SaturnoSaturno, de Eduardo Halfon en el blog En la lista negra:

Los libros de la editorial Jekyll & Jill comienzan a contar sus historias desde la misma portada. El Saturno de Eduardo Halfon es negro como las fauces abiertas de un padre hambriento, como el estómago rugiente de un Cronos de apetito insaciable. Y el dorado de las letras que retratan al autor, al título, y a ese Saturno escondido al fondo de la contraportada, es la voz de un adulto vestido con los harapos de un niño a la sombra de su padre. Un padre que, en su ausencia, está en todas partes. Un padre que es muchos padres. Y el deseo de morir de ese hijo es el mismo idéntico deseo que experimentaron (y ejecutaron felizmente) en el pasado tantos otros hijos, tantas otras hijas.

Saturno es la historia del patriarcado encapsulada, un cuento que se repite, una boca que se hace grande y te devora.

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Saturno de Eduardo Halfon en el blog Entre montones de libros



Saturno

Nueva reseña de Saturno de Eduardo Halfon en el blog Entre montones de libros:

CARTA AL PADRE QUE NO ESTUVO

«Las cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mi.»

Las redes sociales, a veces nos permiten ver el proceso de construcción de un libro. En este caso incluso nos han dejado ver cómo se iban numerando los ejemplares. Y ese proceso en el que lo vemos nacer, a veces hace que se nos antoje. Hoy traigo a mi estantería virtual, Saturno.

En poco más de sesenta páginas, Eduardo Halfon nos deja una carta en segunda persona, dirigida al padre.

Este sería el resumen de lo que nos encontramos en Saturno, pero no tendríamos ni idea de lo que tenemos entre manos si nos quedásemos solo en ello. Porque Saturno alude al Dios que se comía a los hijos traídos al mundo por Rea y que amenazaban, tal vez, con destronarlo. Como tal vez cada hijo acaba por destronar a un padre y el padre se ve destronado en una suerte de visión premonitoria cada vez que mira a su recién nacido hijo. Y Halfon es ese Goya que lo reflejó en su cuadro y lo colgó en la ahora famosa Quinta del Sordo. Solo que Eduardo, lo refleja en palabras. Un torrente de palabras vomitadas de un hijo hacia su padre, cargadas de resentimiento por una vida de desunión y también un símbolo de todo lo que puede hacerse con palabras.

El protagonista, escritor, se aleja de un padre que no comprende que quiera dedicarse a escribir, y se refugia precisamente en las palabras, como si se tratase de un reino lejano, de un padre tirano que le niega esas palabras incluso al escribir una carta. Y así lo expresa e protagonista; la madre, la palabra y el padre, la ley. Porque Saturno tiene tanto de poesía como de símbolo, y quizás por eso, aunque sea una prosa limpia y desbrozada de todo adorno, va minando el alma del lector que ve como se desgranan muertes literarias página tras página, unidas todas ellas por un nexo común cada vez más visible mientras la sombra del padre acecha tras cada línea. Consigue además que el lector olvide que es un libro, tal vez una carta inventada, y que crea a pies juntillas que la barrera entre el autor y el narrador se difumina por momentos, y entre un padre y otro, y entre el suyo (del narrador) y, finalmente, el nuestro. Incluso pensamos en nosotros. Y cada ejemplo, todos reales, cada palabra, se convierte en un pequeño golpe a los ojos que leen, al alma que siente. Solo de este modo se concibe que un libro que hubiera podido ser leído en el tiempo que uno tarda en observar un cuadro, permanezca grabado en la retina como las grandes obras.

Creo que solo hay dos formas de enfrentarse a esta lectura. La primera es desde la distancia, observando un lento desgranar de desuniones, y temiendo el desenlace, incluso anotando anécdotas que luego buscar con detenimiento. O una segunda más arriesgada, sin distancia, susurrada, dejándonos llevar por lo que no dice para sentir el dolor y la rabia que habitan en el narrador y de este modo bucear en cada palabra no dicha. Y es que, al igual que el cuadro de Goya tiene muchas zonas oscuras que cargan de significado las figuras centrales, en este libro hay silencios escondidos que acechan entre comas, para coger a traición al lector.
Si dijera que Saturno me ha gustado me sonaría a mi misma como superficial. Digamos entonces que ha sido una experiencia cercana, completa, en la que nada parece al azar. Y digamos que el tacto del libro, el sonido de los dedos al pasar por su negra cubierta, unido al texto, a la edición cuidada, han potenciado esa sensación de estar ante un desnudo, ante algo privado. No ha sido la primera vez que me acerco a las letras de Halfon, y tampoco será la última.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en la revista Le Cool



Juan Carlos Portero reseña Saturno  de Eduardo Halfon, en la revista Le Cool:

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Las exquisiteces de Jekyll & Jill caen como lluvia necesitada, amada, a veces protestada, como perlas diminutas, como este Saturno de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971). Este guatemalteco ya publicó la obra en 2003, pero esta elegante edición es para «comérsela». Una larga carta en la que un narrador turbado escribe a su padre, severo y disciplinado. Una carta ácida que recuerda los últimos momentos de una larga lista de escritores suicidas. La voz describe una relación civil, porque la diplomacia así lo requería, porque ellos no tenían el valor para admitir esa creciente desidia, ese fracaso. Un desafecto, una completa frialdad que hace sufrir por la vergüenza que causa sus palabras y condenas. Una huida de la autoridad absoluta de un padre y su estricto carácter punitivo. Correr hacia el lenguaje, las palabras, la literatura, seguir escribiendo. Esos hijos que encuentran otra vida lejos de los padres ausentes, que claman la venganza a base de frialdad, distanciamiento e ingratitud. «El padre es un nombre, creo escuchar. Pero no hay nadie, padre. Estoy solo.» Llega a pensar en el suicidio como forma de reconstrucción, nunca de desaparición. Si enseñas a no llorar, nadie llorará tu muerte, porque somos las voces que escuchamos, las que van con nosotros en silencio. Una vez me preguntaron si para ser escritor había que suicidarse. No supe qué decir. La vendetta se sirve en Saturno.

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Saturno de Eduardo Halfon en Revista de Letras



Miguel Muñoz reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en Revista de Letras (1-5-2017):

Foto: Rosa Cruz

El escritor y su padre

¿Para qué escribir? Al final de Signor Hoffman —el libro de cuentos del guatemalteco Eduardo Halfon—, el narrador se da cuenta de que lo importante de la escritura es que sea un lugar de encuentro y reconciliación. Pero deja claro que importa más el acto en sí que cualquier posible función posterior. En ese sentido, al escribir, uno se encontraría y se reconciliaría sobre todo con uno mismo. La reedición de Saturno, una nouvelle extraída del primer libro de Halfon, desarrolla esta idea literaria e ilumina parte de la obra de su autor.

Si la escritura es un refugio, lo es en la forma de una trinchera solitaria en medio de un campo minado durante una guerra en curso. Halfon revela su estrategia de batalla en uno de los cuentos de Signor Hoffman, donde dice:

¨Soplo humo sobre mis orígenes guatemaltecos hasta volverlos más opacos y turbios».

Su obra está enlazada por la necesidad de escribirse a sí mismo tomando distancia de todo para después acercarse a conciencia poco a poco. En Saturno, el objeto de estudio es la figura del padre vista desde la literatura.

En su poemario Carta al padre, Jesús Aguado dice:

«Escribo para que no hayas existido nunca, padre. Para no haber existido yo mismo. Para protestar por todo lo que existe».

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El mismo propósito anima al narrador de Saturno. Escribe en segunda persona dirigiéndose a su padre, como en una carta, pero sujetándose de fragmentos ensayísticos que intercala cada tanto. Éstos consisten en anécdotas y opiniones sobre escritores suicidas o escritores que sufrieron como hijos. Se lee, por ejemplo, sobre la vida del poeta estadounidense John Berryman, cuyo padre, al que le dedicó toda su obra, se suicidó cuando Berryman apenas tenía doce años. Otras vidas que el narrador comenta son las de Yukio Mishima y Yasunari Kawabata:

¨Los dos escritores japoneses más importantes del siglo veinte crecieron sin padre».

Como Aguado, Halfon abandona al padre y lo que éste representa para crearse desde la escritura y en el lenguaje. Ya desde Saturno, el guatemalteco discute con sus orígenes:

«No me siento latino, padre. ¿Recuerda cuando se lo dije? Tampoco me siento europeo. Ni americano, ni polaco, ni árabe. No me siento nada. Aún menos judío, padre».

Todas esas identidades confluyen realmente en Halfon pero, como demuestra éste y el resto de sus libros, un escritor necesita más de un padre, necesita todos los padres que la literatura pueda darle. En esta nouvelle esa carencia se repara con las voces que el narrador dice escuchar y a las que finalmente se entrega.

El proyecto literario de Halfon tiene que ver con un consejo de Goethe que él mismo cita:

«Haz de tu arte una sola confesión».

Más allá de la autoficción, su narrativa consiste en mentir bien la verdad, como definía Juan Carlos Onetti a la literatura a secas.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en FronteraD por José de Montfort



Magistral de Rubén Martín Giráldez¿Cómo escucha la literatura? Acerca de Magistral, de Rubén Martín Giráldez, por José de Montfort en FronteraD:

 

¿Cómo escucha la literatura? Se pregunta Marcelo Cohen en Notas sobre la literatura y el sonido de las cosas (Malpaso, 2017).

Y, ahí mismo dice que la literatura “sabe que no captura nada, y no le importa”.

*

Pero yo diría que sí captura algo. Un algo. Las visiones periféricas, laterales, del mundo. Y las devuelve a la centralidad de la que han sido vapuleadas por el correr del mundo.

*

Eso pasa en magistral (Jekyll & Jill, 2016), de rubén martín giráldez.

Una novela (la que no se lee) que no ya ha devuelto al lenguaje a su neutralidad, sino que, más aun, ha destrozado el código.

La lengua ya no sirve al modo de la estética blanca barthesiana (ese llevar a la escritura a su grado cero) sino como ente vírico, venenoso.

magistral (la novela que no se lee), a fuerza de mover la sintaxis y de desplazar los significados, ha creado un vacío en el mismo centro de la escritura/de la literatura.

magistral (la novela que leemos) es la glosa de esa hecatombe [Pero, también, no ya un ejercicio de crítica literaria o textual sino un experimento formal sobre la estética del gusto: al mismo tiempo un reto, una invitación compasiva y un desaire].

*

Porque magistral está compuesta por dos novelas: la que se lee y sobre la que se escribe.

Y procediendo de ese modo, giráldez se garantiza un camino de ida y vuelta.

Porque si la novela que no leemos agota (ha agotado) el mundo de la literatura la novela que sí leemos enaltece (enaltecerá) el ejercicio libre de la escritura y propicia un interesante debate sobre los modos de lectura.

*

magistral demuestra aquello que decía Piglia, que solo lo negativo brilla en el lenguaje.

*

Pero volvamos al tema de la escucha, de la lectura.

Dice giráldez que la lectura no extingue lo que está escrito. Pero algo aún más importante, la no lectura. ¿Qué pasa con la no- lectura?

*

magistral confronta este dilema (no ético sino más bien estructural) desde dos frentes: desde la traducción y desde los lectores imposibles (que, bien mirado, acaban siendo los mismos –aunque con diferente disfraz-).

De un lado, sin código compartido no hay manera posible para la lectura (¿o sí?). De otro lado, se batalla contra la incomprensión de quien no quiere hacer el esfuerzo de ajustarse al código (los no-lectores).

*

Ya vamos llegando a lo que quería decir.

*

En sus diarios escribe Piglia sobre la invisibilidad de un tono que constituye el sonido de una época y que, eventualmente cristaliza en “un gran escritor” o “un gran libro”. Si extrapolamos esta idea de la invisibilidad atronadora de una modulación de los escritores a la jactancia de una época, nos daremos cuenta de que hay toda una suerte de mecanismos secretos gracias a los cuales el arte (y, en particular la escritura [no la literatura]) es capaz de incidir en una época.

*

O sea, respondiendo a la pregunta de Cohen (y continuando con su formulación), diremos que la literatura abre el oído y reforma la lengua para que las palabras vean mejor. Sí. Al tratar de consonar con lo que aparece y suena, las palabras se hacen eco inconsciente de esa “invisibilidad atronadora” de millones de dedos que teclean y manos que escriben en cuadernos (y corazones que laten).

O dicho de otra forma: la literatura, lo que acabamos en convenir como objeto literario, se impregna de esas múltiples escrituras salvajes escampadas por el mundo nocturno de la inmaterialidad recóndita.

Entonces sí, la literatura sí apresa algo: apresa la escritura silente de las circunvalaciones y coadyuva al mundo a ser tal cual es.

*

Y aquí contesto también a algo que expone (y de lo que sufre magistral): esa escritura que fía su potencia al verbo, dirigida a quien no nos lee. Pue sí, Rubén, sí llega a su destinatario.

Porque, como decía Marguerite Duras, ya leer es escribir. Lo que pasa es que esas escrituras insomnes del mundo se leen, muchas veces, no con el oído sino con el corazón.

Y no me refiero a un modo sentimental –o epifánico- de percibir la barbarie, sino a algo tan pedestre como el mero flujo –quasipornográfico, sí, esto también- de los instintos y las pasiones primitivas.

Lo cual no es bueno ni malo, sino signo inequívoco de los tiempos que nos ha tocado vivir.

*

Así, resumiendo: la literatura sí (siempre) llega a su destinatario, que es el mundo en su conjunto (todas las cosas del mundo), solo que –algunos de- los seres que leen esas cosas del mundo lo hacen de una manera caprichosa, distorsionada e ilógica. Vamos, que no entienden nada de nada. Y, por esa razón, la literatura, en su escuchar(se), no percibe -o así lo parece en muchas ocasiones- nada más que un ruido blanco.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Lecturafilic


IncertidumbreAlejandro F. Orradre reseña Incertidumbre, de Paco Inclán, en Lecturafilic:
Título: Incertidumbre
Título original: Incertidumbre
Autor: Paco Inclán
Editorial: Jekyll & Jill
Número de páginas: 211
El autor de Tantas mentiras se sumerge de nuevo en escenarios para ahondar en las contradicciones de la condición humana, especialmente las suyas. Es así como sufre el conflicto norirlandés en sus carnes, se integra en un grupo de cruising de visita en Formentera, sale en atropellada búsqueda del brazo derecho de san Vicente Mártir, se cita con el ganador del concurso de letras para el himno de España o pone en riesgo su vida, amenazada por la ancestral generosidad que le brindan los habitantes de una isla del Pacífico. Situaciones que generan un estado de incertidumbre: ¿esto está pasando? Y si es así, ¿por qué demonios?
 
Sin rodeos: Incertidumbre es de los libros más raros que se han escrito en la literatura contemporánea española de los últimos veinte años. Tal cual. La sentencia puede parecer exagerada, una frase que iría en las fajas que adornan la portada de cualquier superventas. Pero resulta que es verdad, y lo mejor de todo es que por si fuera poco se trata de un libro extraordinariamente adictivo, divertido y hipnótico.
Paco Inclán nos regala en su segundo trabajo literario una hilarante sucesión de relatos que, narrados desde una vertiente periodística y escrita a forma de diario de viajes personal, nos meten de lleno en historias tan rocambolescas como sórdidas y que se pueden encontrar en las páginas de sucesos de cualquier periódico: son esas pequeñas tonterías a las que no les prestamos ninguna atención. En Incertidumbre se convierten en protagonistas, de ahí la genialidad de unas temáticas tan absurdas que mutan en morbosa curiosidad a medida que son explicadas. ¿Qué interés puede suscitar la historia que hay detrás del último intento por dar letra al himno español? ¿O el cruising en Formentera? ¿O eructar en África? Lo interesante de este ejercicio de «autoficción metaliteraria» -perdón por ese palabro-, es que logra en todo momento que no sepamos si lo que se narra es real o no; ante esa duda se produce en el lector una curiosidad que le empuja a seguir leyendo. Cuando quiere darse cuenta ya ha terminado.
Los textos siempre conservan la forma didáctica, pretendiendo enseñar de una forma erudita las vivencias -o no- del autor en sus periplos como periodista alrededor del mundo; viajamos a Islandia, Chile, Guinea Ecuatorial, Formentera… y siempre flota la sensación de que la locura es de muy difícil esquive, siempre acechando y poblando las mentes de los seres humanos. Asistimos a escenas que como si fueran sacadas de una película de García Berlanga nos recuerda la infinita variedad de historias que permanecen ocultas a nuestros ojos. Antropología surrealista.
A toro pasado -pues cuando estás inmerso en su lectura te atrapa por completo- se puede decir que es también un sano ejercicio de satírica periodística, sobre todo la segunda parte del libro, titulado Diario de campo de un proyecto de psicogeografía rural y que ya deja entrever el tono del texto, es una mirada cómica al mundo del arte y todo lo que la rodea: esa cutrez que se intenta enmascarar mediante discursos grandilocuentes e intentos de trascendencia artística. El tono de la narración es hilarante, pues el protagonista -de nuevo ese ejercicio de autoficción difusa- intenta por todos los medios magnificar un proyecto que termina por revelarse una extravagancia más, quizás incomprendida, del mundo del arte. Vivir en un contenedor, no entenderse con la gente del campo porque habla de un modo que ni siquiera en la ciudad se le entiende… la modernidad cutre.
En todos los relatos existe esa sencillez cutre, un halo de naturalidad con más defectos que virtudes, una desmitificación de los viajes alrededor del mundo, de lo exótico, de las aventuras. Inclán parece querer mostrarnos que como en nuestro barrio, en el bar de la esquina, en el supermercado… como en nuestros lugares comunes, a miles de kilómetros suceden las mismas cosas. No hay mística del viajero, ni épica del trotador de mundos: sólo las mismas miserias humanas, los mismos chascarrillos y temas mundanos que preocupan al de Murcia o al de Burkina Faso.
Incertidumbre se convierte por méritos propios en uno de los libros más interesantes e imprescindibles de esta década, y sin lugar a dudas merece que todos y todas os sumerjáis en sus páginas. Os convertiréis, como un servidor, en seguidores acérrimos de Paco Inclán al instante.

Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en Valencia Plaza

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La mirada cuántica de Sergio Chejfec nos muestra lo que no vemos en ‘Teoría del ascensor’

La editorial Jekyll&Jill amplía su catálogo con una nueva obra del autor argentino, un volumen en el que se recoge su inequívoca vocación por detenerse en aquello que a otros pasaría desapercibido

9/01/2017 – 

VALENCIA. Se dice que la experiencia sensorial derivada de la vista es distinta para cada ser humano que cuenta con ella; ejemplo de ello son los enconados debates en torno a si un color se acerca más aquí, al verde, o más allá, al marrón. Este fenómeno ha sido protagonista incluso de modas virales recientes, como aquel vestido del que tanto se habló, sin ir más lejos. Constatar que el vecino navega en la misma realidad que nosotros pero con un radar diferente es algo que nos inquieta: ¿qué puede estar viendo que yo me estoy perdiendo? ¿Será mejor su opción o la mía? La incapacidad de trasladarnos y calzarnos su cuerpo remata la frustración. Qué fantástico sería poder introducirse temporalmente en otro ser y acercarnos a la realidad desde sus sentidos, descubrirlo todo de nuevo a través del tacto extraordinario de un topo, de la sensibilidad térmica de algunas serpientes, de la ecolocalización de los cetáceos, la electrocepción de los tiburones, la habilidad para entenderse con los campos magnéticos del planeta propia de algunas aves.

Como ocurre con esas historias abundantes en detalles las cuales pueden ser disfrutadas una y otra vez porque siempre se nos revelan nuevos matices en la relectura, podríamos percibir otras capas de la existencia que ahora nos resultan del todo invisibles. ¿En qué se convertiría la noche si nos guiásemos principalmente por el olfato? A veces no hace falta imaginar tanto: hay sujetos de nuestra especie que hacen gala de otro talento distinto pero con resultados similares, gente que emplea un sentido idéntico al nuestro de una forma distinta. Gente que mira de otra manera. Donde uno ve rutina, ellos ven ocasión. Donde otros sienten tedio, ellos encuentran un hecho digno de ser desmenuzado minuciosamente hasta comprenderlo y abarcarlo en su totalidad. Algo así le ocurre a Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956), autor de Teoría del ascensor y de otros títulos como Mis dos mundos, Baroni: un viaje, La experiencia dramática, Lenta biografía, Sobre Giannuzzi o Últimas noticias de la escritura. En este compendio de reflexiones y visiones que es la última obra suya que nos ha llegado, gracias a la editorial Jekyll&Jill, Chejfec va iluminando parcelas de lo que se extiende allá donde la propiocepción -hablando de sentidos- nos dice que hemos terminado nosotros.

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Quizás de Japón y su idiosincrasia habríamos apreciado más otros elementos que su asombrosa tendencia al cero, una particularidad matemático-social que de pronto se torna un hecho muy tangible y verdadero una vez ha pasado por el particular filtro del autor. En este caso, el poso de quien escribe, su impronta, es más que evidente: es como una lente que ralentiza la llegada a una certeza, un cristal translúcido en ocasiones y en otras, tan transparente que podríamos chocarnos con él. Chejfec es un medio de transporte complejo al que hay que aproximarse con cierta precaución. La experiencia de leerle es difícil de explicar, algunos episodios -no son exactamente episodios- transcurren fluidos y reveladores, en otros corremos riesgo de quedar apresados por la densidad de la página. Enrique Vila-Matas vuelve a aparecer por estos pagos: si ya mencionamos su gusto por el bilbaíno Álvaro Cortina, autor de Deshielo y Ascensión, añadiremos ahora lo siguiente sobre Chejfec: “¿Es narrador o ensayista? Ahí a veces dudo, como ahora mismo; titubeo bastante, nunca sé qué decidir. Pero no importa. Después de todo, a él le atraen las indecisiones. Con todo, de algo creo estar seguro: en sus textos, poblados de fantasmas tenues y etéreos, acabo siempre de golpe comprendiendo que no pasa nada, pasa sólo que son excepcionales”.

Narrador o ensayista: Chejfec alterna entre un pelaje y otro sin prestar demasiada atención a la metamorfosis, su prosa se desenvuelve cómodamente en cualquier situación. Tan pronto nos informa de las mecánicas del premio literario que ideó junto a Alejandro Zambra y Guadalupe Nettel -el Alacrán-, como nos devuelve a esa época en la que las guías de teléfono -descritas con una maravillosa capacidad para poner palabras a algo tan cotidiano como el contraste entre robustez de estos tomos y lo aparentemente frágil de sus hojas- podían servir para localizar a escritores de la talla de Cortázar en mitad del caos y el frenesí de una gran metrópolis como el Buenos Aires que frecuenta en sus relatos. La mirada de Chejfec tiene una cualidad cuántica, sus ojos y su intención se posan en eventos discretos, en paisajes a los que ya estamos acostumbrados, y es allí, en estas normalidades, donde el escritor encuentra el material que requiere para desplegar su talento y su erudición.

Catalogar lo que nos ofrece el argentino es una tarea ardua; esta no es una obra recomendable para quienes busquen una única historia, ni tampoco para quienes deseen dedicar unas horas a la lectura de un ensayo al uso: en Teoría del ascensor las perspectivas se mezclan y los horizontes se difuminan. La ambigüedad a la que se le dedican palabras en el libro se mantiene presente en todo momento. Cita Chejfec a Walter Benjamin en uno de los pasajes del libro para compartir con el lector la semejanza entre la labor del escritor y la del cocinero: así como hay productos que crudos nos resultarían dañinos, y es el oficio del chef el que los hace digeribles y apetitosos, también sucede que muchos acontecimientos son anodinos o indigestos hasta pasar por las manos de un buen gourmet de la escritura, como en este caso sería Chejfec. Él puede transformar una reflexión en un capítulo perlado de grandes sentencias donde se nos enfrenta a nuestro propio idioma, de tal forma que conseguimos vislumbrar sus costuras, sus límites.

¿Y qué hay del ascensor? Dice el autor que los ascensores “ofrecen, para quien quiera encontrarlas, experiencias de la suspensión. El ascensor se manifiesta por sus efectos. No solo alude a la suspensión física de las cabinas cuando van de un punto a otro en la vertical, sino sobre todo a la pausa impuesta en el interior hasta que el tiempo corre de nuevo cuando la puerta se abre”. Un ascensor, un elevador que nos va parando en diferentes plantas de la literatura. Así es leer a este escritor que parece ser capaz de hacer grande lo más pequeño.

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Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en El Imparcial



CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddFrancisco Estévez reseña Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, en El Imparcial:

La escritura de Sergio Chejfec no tiene más sastre qué sí misma ni traje que le tome exactas costuras en su libérrimo discurrir. A caballo intergéneros se desenvuelve sin aparente brida con extraño domeño del corcel. “¿Es narrador o ensayista?” se pregunta Enrique Vila-Matas. En definitiva, lo que ocurre es que, como el resto de géneros, el ensayo se desprende a las bravas de un gastado corsé que acotaba su narrar y busca prendas en el fondo de armario de la intimidad biográfica del escritor. Como el resto de disciplinas, buena parte de la literatura actual más interesante tiende a fusionar géneros, hibridar discursos.

En 2015 la ya famosa editorial Jekyll & Jill presentó en terreno español su Últimas noticias de la escritura. El argentino daba allí visión de la ambivalente posibilidad de memoria y olvido a la cual aboga impenitente la escritura desde aquella primera noticia escrita por Platón pero pregonada por boca de Sócrates en el conocido fragmento del Fedro. Ese inquietante sino doble de la escritura vuelve a tomar cariz fundamental desde los primeros párrafos de Teoría del ascensor. Con un arranque aclaratorio que expande más nieblas todavía con elegancia, al situar en terreno inestable su caminar textual: “Acaba de cerrar el libro y no entiende muy bien de qué ha tratado. Supone que si alguna educación o advertencia anima a este relato está bien oculta”.

Tampoco niega que ese ocultamiento sea parte del disimulo. Tras las consideraciones sobre enigma o evidencia, que, al entendimiento de este cronista quedan ligadas a las de la memoria o el olvido platónico, hay una propuesta de disolución del yo narrativo (pág. 9) pero también la toma de una naciente desconfianza textual y su quiebra narrativa ya convertida en tópico contemporáneo con el abandono resignado de la “ilusión ficcional”.

La idea reflexiva torna relato en el discurrir de la escritura física con su “incertidumbre selectiva”. En breves fragmentos, a veces con clara conexión, otras más subterránea, se reflexionará sobre el variable perfil de una misma lengua en distintos terrenos, la reflexión sobre la “literatura del yo”. Muy sugestivas serán las divagaciones acerca de la traducción y otras más adelante sobre las guías de teléfono, páginas esas que podrían dar para un pequeño tratado. Sin embargo aquí tenemos el esbozo, la trastienda de la escritura misma volteada hacia lo externo para tangenciar la mirada, oblicuar el pensamiento, acaso para tomar por los cuernos la propia voz.

Pero no a la manera de las propuestas jugosas de Mario Bellatin (mencionado en estas páginas), truncadas casi siempre en su propia lógica. Este paseo literario sube del exterior de la ciudad o desciende a lo íntimo del pensamiento, volcado aquí en la literatura. De lo más valioso, sin duda, las reflexiones sobre otros autores. De una frase de Kipling al desentramado de la voz de Oswaldo Lamborghini, hasta un fino desvelamiento del oficio de Juan José Saer. Sobresaliente son los párrafos dedicados al borroso lirismo de Mercedes Roffé. En estos apuntes emerge el sensible y cultivado lector que es el argentino. Obsérvese, por ejemplo, cómo merodea la amplia escritura de Martín Caparros: “Su lectorado imaginario que no se predica en términos psicológicos -a la María Moreno, por ejemplo-, tampoco idiosincráticos – a la Cortazar-, ni siquiera culturales- a la Fogwill-, o históricos -a la Piglia-“.

La narración sobre las bases del Premio Alacrán (pág. 33) donde ofician de jueces Guadalupe Nettel, Alejandro Zambra y el propio Chejfec, pueden dar juego al chascarrillo de algunos pues no se oculta la camaradería ni las connotaciones de tópico literario que rodean al premio basado en una botella de mezcal. Aunque uno dude sobre el carácter maledicente de la expresión “ser alacrán”, sino más bien traicionero.

El lector puede quedar desconcertado y no sabrá si Chejfec debiera aparecer en las lista de lecturas del año o, por el contrario, no aparecer en ninguna, no dejar apenas rastro más que en unas horas de fructuosa lectura. El presente es un libro de libros, de lecturas y vida entre sus líneas. Las postrimerías del año tienen aún curiosidades literarias de extraña clasificación que al igual que la novela para Sergio Chejfec pueden también “revelar un espacio más que contar una historia”.

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Sergio Chejfec y Teoría del Ascensor en La Opinión de Murcia


CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddRuby Fernández reseña Teoría del ascensor de Sergio Chejfec, en el diario La Opinión de Murcia (24- Dic- 2016).

Optar al título y consideración propia de ser habitante de una ciudad, únicamente se gana con el paso del tiempo y la asimilación de la rutina en soledad, este es el verdadero e indiscutible sentimiento urbano. La editorial Jekyll and Jill, nos proponen un paseo por el interior de las fronteras de América Latina y Europa, nos invita a validar el erotismo de la urgencia de una panadera en ciudades como Buenos Aires, Caracas o Rosario. En casi todas estas siempre hay algo que está por ocurrir, siempre hay germen para un poema, aunque este parta de una moción policial. Totalidad oculta dentro de una generalidad informativa.
Aquí, el libro de todo y nada nos sugiere instalar la lectura en el campo de la desconfianza  si lo que queremos es  crear mejor. El buen escritor grafía para si mismo, se cuenta las historias una y otra vez, hace oscilar la trama y cuando más seguro está de lo que ha escrito, lo hace atravesar el pasillo de la censura ya que -según él-  el lirismo usado por todos le sirve para poco, por eso, usémoslo únicamente si la necesidad adolece. 
A lo largo de estas páginas se nos plantea la manera de subsanar las heridas de una ciudad mediante la recopilación de datos y colores. Este autor, mantiene la teoría de la simultaneidad igualadora de la guía de teléfono, estar en dos planos a la vez, visitando así tiempos pasados, convirtiéndose este volumen de papel malo en diario involuntario. Las Páginas Amarillas o el poder del color sensacionalista.
Como buen lingüista, el argentino, pone en un momento el papel de la traducción en tela de juicio. Los mercenarios encargados de vestir con otro traje al mismo individuo, son acusados de distanciar el opus inicial del objetivo principal y esque no todos los idiomas sufren igual, temen igual. A nadie le gusta acudir a una reunión y no saber de qué se habla. 
Experimento a medio camino entre la novela planteada en forma tríada temática -literatura, lectura, traducción- y la lucha anotada, por todos es sabido que la escritura, para que sea de verdad, no ha de ser algo pacífico.Podemos decir que lo que hace Sergio Chejfec en su Teoría del Ascensor es enlazar rituales en los que se baila casi igual sobre los diferentes matices. Partiendo de la nada occidental, el autor nos muestra los pros y contras de la ritualidad japonesa del té, del poder de una mirada dentro y fuera del cine y la literatura. Aquí las cajas, sirven para algo más que para acumular polvo. 
Mitología del alma contra jerarquía moral con el único final de sobrevivir en el mundo.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Babelia



Carlos Pardo dedica reseña a Incertidumbre, el libro de Paco Inclán, en Babelia (El País)

Incertidumbre es uno de los libros más extraños, originales e inteligentes (y hasta piadosos) de la última literatura española. En apariencia es un recopilación de “relatos viajeros” por ciudades o pueblos de Irlanda del Norte, Guinea Ecuatorial, Chile o Islandia que entremezclan lo erudito y lo autobiográfico. Los motivos de estos viajes son variopintos: en Braga se busca la reliquia del brazo derecho de san Vicente (el izquierdo está en Valencia); en Formentera se investiga a un grupo de especialistas en Julio Verne que se reúne al atardecer en calas escondidas para practicar cruising (sexo ocasional entre hombres en lugares públicos); en Alcobendas se entrevista a Paulino Cubero, el denostado autor de la letra del himno nacional…

Paco Inclán (Valencia, 1975) se nombra “investigador de asuntos raros”. “El eslabón entre lo que quise realizar y lo efectivamente realizado” es la apuesta principal de una poética de la decepción: lo que busca el narrador, como un antropólogo demasiado influenciable (autenticidad, tradiciones o deportes pasados de moda), es saboteado por su empatía y unas circunstancias hilarantes. Paradójicamente, su fracaso como reportero favorece su triunfo como literato: amplía los márgenes de las narrativas más convencionales, del relato, la crónica periodística o la forma-novela con las herramientas de la parodia y la permeabilidad sentimental de la primera persona.
Inclán también insiste en descacharrar ciertos conceptos con “aura”: nomadismo, deriva, mapa, disenso… Por ejemplo, en “Hacia una psicogeografia de lo rural”: el autor es becado por el Museo Nacional Reina Sofía para vivir durante unos meses en un contenedor rehabilitado, sito en el paisaje “rururbano” del extrarradio de Vigo. Distinguir cuánto de ficción y de realidad hay en la anécdota no es importante. El resultado es una de la críticas más chistosas (y profundas) del mundo del arte en particular y de la pedantería intelectual con que medimos el mundo en general.
Hay que entender el humor como un asunto central y, de nuevo, piadoso: el extraño placer que viene de la certeza de que no hay certeza, diría Kundera a propósito de Rabelais y Cervantes. Gracias a él, personas y conceptos dejan de ser objetos, es decir, mercancía, a la vez que los objetos pierden la gravedad del marketing. El mundo se convierte en un juego emocional que no puede ser tratado con el distanciamiento (de un turista), sino con la empatía de quien se sabe la principal víctima (sentimental) de estos experimentos narrativos. “Supongo que éstas son las historias que luego adornaré en la barra de un bar y que si uno se piensa literato es para poder desarrollar este tipo de actividades improductivas en tierras extrañas”, escribe el personaje-autor con la humildad que lo caracteriza, pero que nadie se engañe, hay mucho más en juego.

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Incertidumbre

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en Barcelona Review



Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínAdrián Bernal dedica una excelente reseña a Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en Barcelona Review:

Ojo, spoiler. En la página 41 de Fábula de Isidoro unos tipos queman vivo al presidente del gobierno de España. Es más: le torturan, le prenden fuego y lo transmiten todo en directo por televisión. Wynston Sandoval, aka Wynston Cardona, aka Wynston Solorzano —un niño a veces chileno, a veces colombiano, a veces peruano, según los desvaríos de un narrador poco interesado en los detalles, sus dudosas fuentes y las aportaciones alucinadas de los propios personajes—, el protagonista, o casi, de la novela, contempla atónito la pantalla. Sin embargo, su estupefacción no se debe a la violencia que está presenciando; los terroristas, con su performance, han interrumpido la emisión del Madrid-Barça en el preciso momento en el que Messi tiraba un penalti a lo Panenka. «Este Presidente será rápidamente sustituido por otro», piensa Wynston, para quien lo prioritario es averiguar el resultado del partido. Así que decide lanzarse a las calles de una capital tomada por el ejército en una odisea a medio camino entre El mago de Oz y Apocalypse Now, y cuyo destino es el estadio Santiago Bernabéu (sic).
Con este asombroso punto de partida podría uno plantearse, ¿es Fábula de Isidoro una ácida crítica de los mass media? ¿Una sátira sobre el poder y la política? Quizás. Algo hay aquí del primer capítulo de Black Mirror, si la banda sonora del primer capítulo de Black Mirror fuera un chotis y el chotis lo interpretaran músicos puestos hasta las cejas de LSD. Pero en realidad no importa, ya en el comienzo del libro nos avisa el autor de que no habrá moraleja en esta historia, de que va a dinamitar cada puente y cada pregunta. Julio Fuertes Tarín (Valencia, 1989) sigue aquella máxima de la secta de Los Asesinos: «Nada es verdad, todo está permitido». Especialmente, si de literatura hablamos.
Porque, de hecho, el otro protagonista, o casi, de la novela es la literatura, encarnada en la figura de Isidoro, «el único que vive su vida como un relato»: una versión lumpen de Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont; un Maldoror de extrarradio que ejerce a la vez de profeta y anticristo, y que encuentra en Sandoval-Cardona-Solorzano a su particular apóstol. Juntos, como don Quijote y Sancho Panza, recorren una ciudad lisérgica que es Madrid y es Valencia y es Sevilla —«la continuidad y la coherencia son dioses menores»—, un espacio que solo es inteligible a través de la literatura o, mejor dicho, un lugar donde la literatura es la realidad. Isidoro, al igual que Lautréamont, todo lo entiende y todo lo explica desde aquí, citándose a sí mismo y citando a otros: de las Cartas marruecas de José Cadalso al «Tanguillo de la Guapa de Cádiz» de Lola Flores.
Y es que el estado de excepción —ese «bellísimo paisaje»— que se declara en el libro tras el magnicidio no afecta únicamente a la trama. Si en la ficción son las fuerzas armadas las que muestran que, bajo la máscara, el verdadero rostro del poder es la violencia, en Fábula de Isidoro Fuertes Tarín pone también en tela de juicio cualquier clase de autoridad narrativa. No obstante, mientras el objetivo de los militares es restablecer cuanto antes el statu quo, el del escritor parece ser justo el opuesto: poner patas arriba toda convención, literaria o no; crear un tiempo fuera del tiempo ordinario, una parodia delirante de la literatura y de la vida.
Este estado de sitio no es otra cosa, entonces, que un carnaval, en el sentido que Mijail Bajtin daba a la obra de Rabelais: la novela como expresión de la cultura popular —en este caso, por ejemplo, el fútbol, las drogas, el lenguaje soez—, como juego polifónico, exageradamente grotesco, hostil al orden y que subvierte espontáneamente el discurso del poder. Y el escritor como intérprete, advirtiéndonos al final del libro de que el juego, tarde o temprano, termina y los participantes regresan a la casilla de salida: «La escritura puede cambiar el mundo (sobre todo la notarial)». Pero no hay que olvidar que lo importante no sucede después del juego, después del carnaval, después de la novela, sino durante; y afortunadamente, parafraseando a Bajtin y a Celia Cruz, la literatura, y la vida, son siempre un carnaval.

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Incertidumbre Paco Inclán

Incertidumbre de Paco Inclán en Pompas de Papel



IncertidumbreKike Martín reseña Incertidumbre,  de Paco Inclán, en el blog del programa Pompas de Papel (Radio Euskadi), con Félix Linares.

Un libro curioso, una especie de miscelánea basada en las experiencias del autor. Se habla de Irlanda del Norte gracias a un viaje por esa parte del mundo. De los libros de Julio Verne revisitados durante unas vacaciones en Formentera. De la triste historia de Paulino Cubero que tuvo sus quince minutos de gloria como creador de la letra del himno español. De un festival de cine en el Sahara libre. De un viaje a Islandia y de la búsqueda infructuosa de una escritor llamado Snorri. De los movimientos independentistas en algunas zonas de Guinea Ecuatorial. Del brazo derecho (el más desconocido) de San Vicente Mártir. Y además hay un cuaderno de campo denominado Hacia una psicogeografía de lo rural. ¿Por qué esta incertidumbre? Lo intenta responder el pensador e investigador Paco Inclán (Valencia, 1975).

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en la revista Détour



IncertidumbreJuan Francisco Gordo López reseña Incertidumbre en la revista Détour:

Leí Incertidumbre, de Paco Inclán, en una semana en la que estuve desplazándome por motivo laborales entre diversos pueblos y algunas capitales de provincias tanto extremeñas como castellanoleonesas, esa zona rural en la que si trazásemos un mapa para ubicar la personalidad de sus oriundos no sería muy diferente del que saldría de hacerlo con otras provincias de escasa población, pero con sus peculiaridades a medio camino entre lo brutal y lo increíblemente civilizado.
Este pequeño dato, con cualquier otra obra reciente, tal vez hubiera sido gratuito o carente de relevancia alguna, pero con este título magníficamente editado por Jekill & Jill (como nos tienen acostumbrados, por otra parte), el lector forma parte íntegra del contenido del libro, tanto por el lugar concreto en el que lo lee como por aquel en el que por fin lo asimila.
Y es que no es fácil digerir las narraciones de Paco Inclán, geolocalizadas en un mapa de la complejidad de las teorías filosóficas contemporáneas o, dejándonos de tecnicismos, tan sencillamente verosímiles que en ocasiones nos vemos incapaces de evitar pensar si la realidad escapa por entero a la narración o si es ficción disfrazada de veracidad.
La edición en tapa dura, un formato que en muchos lugares huele a rancio o a librería de viejo, en este libro aporta el toque final para introducirse de lleno en la lectura, no de unos relatos, narraciones, crónicas o como el lector las quiera inútilmente denominar, sino de mapa conceptual de la imbricación entre medios de difusión, conceptos académicos y la más genuina sensación de estar uno hablando con el anciano del pueblo vecino que pasa las tardes sentado a la puerta de su casa rumiando una brizna de algo mientras nos observa pasar con ojo desconfiado.
No creo, y lo lamento mucho, que haya posibilidad de describir las sensaciones que Incertidumbre me ha transmitido de mejor forma. Y es que el conjunto es una espectacular propuesta que marea y seduce por igual.
Las disputas irlandesas que recuerdan a los relatos barriobajeros de Welsh, un club de cruising esporádico que podría aceptarnos en el candor de la noche ibicenca o el brazo de san Vicente que a nadie le importa son algunas de las relampagueantes historias que, se lean desde donde se lean, son inevitablemente reconocibles en una forma similar en el área provinciana de cualquier rincón de España.
El libro se cierra espectacularmente con una psicogeografía de lo rural imposible que Debord hubiera criticado hasta sangrar. Pero claro, asumamos que Debord no tuvo que trabajar con la incertidumbre con la que Paco Inclán nos premia a modo de esteta literario, ni mucho menos con la literalidad del mundo extraño sobre la realidad.
Una filosofía magníficamente oculta tras un mapa de la descomposición humana, vista a través de lo reconocible en lo ajeno, en el más allá de lo meramente acontecido. Un magnífico libro que invita a escrutar el detalle de cada acontecimiento de la persona que lo vivencia. Bravo por la incertidumbre que genera.

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Gemma Pellicer escritora

Maleza viva de Gemma Pellicer en La tormenta en un vaso



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Pedro M. Domene dedica una excelente reseña a Maleza viva, de Gemma Pellicer en La tormenta en un vaso:

Sobrevivimos a cualquier movimiento, y nuestra vida se convierte en una auténtica metáfora de la mutabilidad de la existencia humana, de la apariencia y del artificio como esa cualidad intrínseca del ser. Gemma Pellicer (Barcelona, 1972) muestra una auténtica operación de búsqueda a través de los sugerentes microrrelatos que componen Maleza viva, el segundo libro de la escritora, tras La danza de las horas (2012), su primera incursión en el género que tan bien conoce. Pellicer se cuestiona la ambigua percepción humana acerca del tiempo, o el prodigio que palpita bajo lo cotidiano, que en sus textos son tratados con una sensibilidad y una lucidez asombrosa.
Un breve “Paisanaje”, auténtico prefacio, abre el libro y enuncia uno de los temas axiales del volumen: el de la mutabilidad propia de la condición humana, mutabilidad que en este primer texto toma la forma de una inquietante visión metafórica sobre el microcosmos que se agita en el interior de la maleza, esa maleza viva, o hierba mala, envuelta en el suave sonido que proporciona el ruido de la tempestad. Y lo mejor del volumen, para establecer parámetros comprensibles en el lector, la narradora divide su obra en dos grandes partes: “Puntos de luz” y “Herbolario”, y en ellas la autora se interroga con una sutileza más que notable acerca de cuestiones como el lado irracional y amenazante que esconde la realidad cotidiana, “Historia de fantasmas” y “Tiovivo enmascarado”, la caducidad de los días o el tiempo, “En caída libre”, “Consunción” y “El día mengua”, el sentimiento de vértigo y el vacío “Deseo maquinal”, “Ojos de vaca”, “Entresueño”), o la incertidumbre que encierra esa noción de una identidad “La mujer que no era”, como el mejor ejemplo de esa incertidumbre cotidiana, y no menos insólita.
En la segunda parte se acentúa ese concepto surrealista del devenir, aunque sobresale en una primera imagen, esa aguda reflexión sobre la ferocidad inextricable que late bajo la apariencia tranquilizadora de la naturaleza, “Crestas de gallo”, “Verano” y “Puesta de luna”), son escenas en las que Pellicer toma partido, aunque más que en el conjunto anterior la autora articula en esta serie de textos un discGemma Pellicer escritoraurso de tono más irónico contra los efectos de la intervención humana en el entorno natural, “Supervivencia” y “Alimaña”, dan fe de ese compromiso, pero también el mundo de las fábulas o de los mitos completan el trazado de la segunda sección: bosques, la visión del arca de Noé, Dios y el Diablo, o incluso la figura de Jesucristo, incluso ninfas y hombres-lobo, constituyen otros tantos nuevos pretextos para meditar sobre los temas apuntados. Y como puede apreciarse, en la mayoría de estos textos, los breves y/o los más extensos, se perciben esas pulsaciones de “la brevedad de la vida” y ofrecen el mejor espejo que refleja la precariedad, la inmediatez y la urgencia que caracteriza a nuestro tiempo. Quizá por este, y no otro, motivo, Gemma Pellicer se sirve de la micro-ficción porque, junto a la lírica representa nuestra capacidad para sintetizar el tiempo, incapaces de dilatar el instante vivido, y frente a la inseguridad que se presupone del futuro.
Maleza viva demuestra la potencia y el valor intrínseco de la palabra, la importancia de una comunicación calculada, y en igual proporción meditada, entre ese artefacto que se presupone entre el hecho literario y el lector que propaga con su mente y su imaginación la posibilidad de un entorno más agradable, y es así como Gemma Pellicer moldea sus presunciones recurriendo al mejor efecto lírico, microrrelato o en alguna de sus mejores líneas acercándose al aforismo, efectos de una escritura que se funden con la extrañeza de un mundo donde aun quedan resquicios de una visión donde el humor se confunde con la dureza y la incomprensión de una realidad, sin duda la nuestra que ofrece esa variedad de perspectivas de la que la autora catalana sale tan airosa porque consigue que vida y literatura se unan en una misma dirección.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Valencia Plaza



Paco Inclán. @Jose Bravo

 

Eduardo Almiñana dedica una excelente reseña a Magistral, de Paco Inclán, en Valencia Plaza:

«El periodista valenciano continúa con su labor de cronista de lo inesperado en esta obra marcada por aventuras apasionantes, ambiciosas, únicas y en muchas ocasiones, previsiblemente frustrantes»

«Las grandes marcas nos dicen a diario que la vida es ese recipiente que debemos llenar con experiencias increíbles, con viajes constantes a parajes exóticos. Carpe diem: si puedes, debes saltar en paracaídas. No seas cobarde. Tienes que correr al menos, una maratón al año. Tienes que llegar a lo más alto en tu trabajo, tienes que destilar cierta agresividad y emprender, emprender una y otra vez y no rendirte. A tu alrededor todo el mundo está alcanzando sus metas, consolidando parejas indestructibles, haciendo surf en playas del sudeste asiático, acumulando gatos fotogénicos, obteniendo enseñanzas imprescindibles de esas que cambian vidas, asistiendo a eventos exclusivos, viendo las películas más celebradas el mismo día del estreno, terminando los últimos capítulos de las series de moda. A tu alrededor todo el mundo es un proyecto de yogui, un experto en terapias que funcionan, un gastrónomo insaciable que se conoce al dedillo los mejores restauranteIncertidumbres para comer ceviche. El muro de tus redes sociales está copado por las imágenes y vídeos de un monstruoso otro que te hace sentir miserable y aburrido. Pobre, precario. No estás todo lo en forma que deberías. No te da tiempo a llevar a cabo planes tan fantásticos como los de los demás. Un año más no has recorrido en furgoneta las mejores playas del país. Pero, ¿cómo lo hacen? ¿De dónde salen sus ingresos? ¿Están todos abonados a Netflix menos tú?
No te preocupes, es todo una ilusión. Lo que ves es la acumulación de buenos momentos e imposturas de un sinfín de contactos arrastrados por la misma inercia. Nadie comparte algo como: “voy a bajar a pagar la luz”, o una foto de una estantería llena de polvo que hay que limpiar aunque no apetezca. En los planes de tus contactos no entra, al igual que tampoco entraría en los tuyos, hacer un álbum de la limpieza del baño. Ni un GIF de un desagradable encontronazo con un compañero de trabajo. Generalmente, la foto de perfil será la vencedora entre decenas de candidatas. Porque en las redes del espectáculo social en que tantas horas pasamos no mostramos la vida, sino una dosis concentrada de lo que querríamos que fuese siempre. Es como esa carcajada que escribimos en una conversación: sí, puede habernos hecho gracia cierta ocurrencia. Pero al otro lado de la pantalla nuestro semblante es serio en la mayoría de ocasiones. Por eso nunca han acabado de cuajar las videollamadas. Exigen demasiada coherencia.» ...seguir leyendo

Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín en Specimens



Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en la lista de recomendaciones de la revista internacional de narrativa iberoamericana Specimens.

«La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:

este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.

Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz. (Jekyll & Jill)»

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en GentNormal

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínLluc Gallifa reseña Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en el magazine GentNormal:

La Fábula de Isidoro és una gamberrada, sí, però gens gratuïta. L’argument és aquest: en Wynston, un nen d’uns tretze anys, està molt excitat perquè el capità de l’equip de futbol de l’escola li ha promès que, si encerta la travessa del Barça-Madrid d’aquest vespre, podrà jugar com a titular al partit de demà. Imagineu-vos, doncs, la tensió amb la que viu el noiet els últims segons del partit, quan Messi xuta el gol que marcarà la diferència, la pilota vola en direcció a la porteria i… PAM!, de cop es talla l’emissió i apareix a la pantalla el President del govern lligat de mans i peus per uns terroristes. Aquests decideixen cremar-lo en vivo y en directo; tot un espectacle. En Wynston, insatisfet davant la tallada de rotllo, decideix arribar fins al Bernabéu per descobrir com ha acabat la cosa, travessant tota una ciutat que, a partir d’ara, quedarà sota estat d’excepció, infestada de tancs, soldats i gent molt sonada. De camí, es toparà amb l’Isidoro, un paio estrany que està rallat perquè s’ha perdut l’execució del president i, per compensar-ho, decideix sortit al carrer per viure de primera mà tota la violència que s’hi anirà desencadenant. L’Isidoro es convertirà així en el guia que acompanyarà en Wynston fins l’estadi de futbol. Sens dubte, és un viatge iniciàtic en tota regla.
El cas és que m’ha sorprès molt gratament el llibre perquè per damunt d’aquesta aparença d’absurditat total hi floten unes qüestions que trobo molt interessants. Per exemple, les poques llums d’en Wynson i la seva obsessió amb el futbol. Penseu-hi; serà testimoni de escenes macabres, coneixerà personatges decadents, viurà situacions extremes i, en definitiva, tot un ambient apocalíptic que serveix per suggerir que la societat està fotuda, fotudíssima vaja, i res, ell vinga a pensar en el partit.
Deia abans que el llibre es presenta com un viatge iniciàtic. De fet, ja sabeu que tota faula pretén proporcionar una ensenyança més o menys moral però, ja ho veieu, al final resulta que el protagonista no n’ha après res de tot plegat, o no ha volgut entendre res. O potser és que no l’ha sorprès res? Potser està tan acostumat a veure tanta violència per la televisió que arriba un moment en que un ja està curat d’espants. Estan cremant el President de veritat o és tot un muntatge, una pel·lícula? Bé, en qualsevol cas, és igual que sigui cert, en uns dies serà substituït per un altre President. Aquest és el pensament d’en Wynston. Sens dubte, la falta de moral o la deshumanització és un del punts claus de la novel·la, perquè a l’altre extrem de la indiferència d’en Wynston hi trobem l’exaltació violenta de l’Isidoro i els seus constants cants a la destrucció. Per un costat, la terrible normalitat i acceptació davant l’horror, per l’altre, la morbositat que genera.
Tot això es realça amb una narració que sovint m’ha recordat al món dels videojocs (una espècie de GTA fet llibre?): hi trobem un llistat dels perills i enemics que han hagut de superar durant la travessia, un inventari dels objectes que porta en Wynson a les butxaques, alguna missió que complir per passar a la següent pantalla. El resultat és una realitat cada cop més diluïda, més distant, però alhora més caricaturitzada. A l’interior del llibre s’hi inclouen un parell d’il·lustracions precioses del propi autor, una de la quals sembla simbolitzar en Wynston: un noiet vestit amb uniforme de futbolista, amb cap de xai, perseguint una pilota. Ell és així, res més. Aquest llibre és una sàtira social, no en tingueu dubte.
Us deixo amb un paràgraf que em sembla francament brillant, amb el qual vaig estar rient una bona estona. Crec, a més, que representa clarament quina es l’essència d’aquest llibre, amb les seves subtils ganivetades a una societat que es creu molt cultai que sovint aquesta mateixa cultura l’encega. Us poso en situació: estem en una universitat, enmig d’una classe i de cop irromp a l’aula una tia amb explosius fent un atac terrorista i cridant que la democràcia va matar a Sòcrates. Després de tota la moguda, la professora (que ha sobreviscut) pretén tranquil·litzar als pocs alumnes que queden fent el següent discurset:

«PROFESORA ERUNDINA: Alumnos míos, carne de mi académica carne, dientes insustituibles de este vulnerado engranaje: lo que hoy hemos vivido nos demuestra [irreproducible] quedamos presos del horror, pero a pesar de todo [ininteligible] trabajo en equipo, sobre todo esfuerzo; [inaudible] democracia. Esta Universidad [ininteligible] medios a vuestra disposición, [irreproducible], compañerismo para alcanzar nuestras metas y no permitamos nunca [inaudible]. Muchas gracias por prestarme atención en este momento crucial de nuestras vidas. ¿Dudas, preguntas, objeciones? Id a casa ahora; tranquilizaos, abrazad a vuestros familiares, tumbaos en el sofá y bebed, os lo ruego, mucha agua. Os hará bien.

Erundina arranca un breve pero sólido aplauso del alumnado.»
Tu, però al final encerta la travessa o no?

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en El Coloquio de los perros



Alejandro Hermosilla dedica una reseña a Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en El coloquio de los perros).

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Lo que más me gusta de la Fábula de Isidoro de Fuertes Tarín es su actitud. Su visceralidad a medio camino de la anarquía y la rebeldía adolescente. Su necesidad y ansia de corromper, demoler. Como ponen de manifiesto esa prosa cruda llena de vaivenes semejantes a navajazos lingüísticos o esas frases aceleradas que en realidad, son violentos puñetazos a las tripas del lenguaje, así como al orden establecido. Cuchilladas en el vientre de la narrativa española contemporánea y su sociedad. De hecho, no veo el relato tanto como una narración sino más bien como un ladrido. Los berridos de varios perros hartos de sus amos, los collares y la comida procesada que ingieren diariamente. Lo que provoca, obviamente, que Fábula de Isidoro no sea un texto perfecto. Sea orgullosamente irregular. Exactitud que, por otro lado, no creo que pretenda, pues su apuesta se basa más bien en la destrucción, la corrosión, esto es, la sinceridad y rabia de su grito. Un grito parecido a una sardónica canción de Extremoduro mezclada con los delirios oníricos de Lautréamont. O a un crudo relato urbano con ecos del lenguaje carnavalesco barroco. Un riff de La Polla Records viajando a través de los intersticios literarios hispanos de este y otros siglos.
Siento dos fuerzas chocando y peleándose en el relato de Tarín. Una primera que, más allá de su carácter gamberro, intenta dotar a la obra de cierto aliento mágico, sobrenatural y onírico capaz en cierto modo de trascender y elevarse (aunque sea de forma canalla) sobre aquello que narra. Para lo que se ayuda tanto de la palabra fábula en el título, la maravillosa portada (del propio Tarín) o el ingenioso trabajo editorial de Jekyll & Jill, cómplice en todo momento con las ideas del autor como de ciertos guiños a la novela picaresca e incluso, sí, a los textos satíricos del Siglo de Oro o el romanticismo español. Y otra segunda (realmente mucho más fuerte), tan destructiva como desacomplejada. Un sarpullido de nihilismo barrial empeñado en que los escasos ecos sobrenaturales y morales que la primera fuerza invoca, besen el polvo. No se eleven más que unos pocos centímetros de la tierra como en cierto modo exige una narración cainita y sanguinaria que, en este sentido, me recuerda (sobre todo, en el espíritu) al Polispuercon del gran Héctor A. Murena. Un Lautréamont despojado de toda marcialidad y trascendencia, centrado más en los rugidos de los intestinos que en los truenos o las maldiciones celestes. Atento más a los insultos y escupitajos, los recorridos por los barrios y las cárceles, y a la sangre y al semen circulando por las venas y los testículos, que al propio desafío de los inconformes contra Dios, las leyes y el estado. Es decir, más interesado por lo físico que por lo metafísico. Por la violencia que por las consecuencias de esa misma violencia. Por palpar los trajes de las brujas que aparecen en los cuadros de Goya (y si es posible meterles mano) o pegarse una comilona entre malandrines, que por extraer una lectura profunda y global de la hechicería o la picaresca. Algo lógico, porque Fábula de Isidoro es un grotesco relato de castizo punk. Un ácrata basta ya contra el franquismo y el autoritarismo que persisten como muros infranqueables en esa España del siglo XXI que, a ojos de Tarín, no es muy distinta de la del XVIII o la del XIX. Es una farsa sin fin que merece por tanto ser dinamitada literariamente (o vitalmente).

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en Yorokobu



«Contra la escritura simplona». Magistral y Rubén Martín Giráldez en Yorokobu, por Isabel Garzo.

Contra la escritura simplona

Gemma Pellicer escritora

Maleza viva en Ni un día sin libro



Maleza viva microrrelatos Gemma PellicerEl blog de reseñas Ni un Día sin Libro reseña de Maleza viva, de Gemma Pellicer:

Maleza viva es el tercer libro de Jekyll&Jill que leo, aquél que necesitaba para confirmar que me encuentro ante una editorial que ha venido para quedarse.  Sus ediciones son maravillosas y sus elecciones un acierto contínuo. Se nota que detrás de su trabajo hay verdadera pasión.
Cambiando completamente de registro pero en la línea heterodoxa de la editorial, nos encontramos con un libro de relatos breves, muy breves. Tanto que más que relatos a veces son pequeñas piezas poéticas, con toques de aforismo, retazos de poemas mayores no escritos. Prosa poética rebosante de libertad.
Dividido en dos partes, el libro de Gemma Pellicer nos descubre en la primera a personajes alejados de toda convención, con historias que no buscan un final (¿para qué?) para evolucionar a una segunda parte donde el relato (el conjunto de los mismos) tornan a la metáfora y a lo abstracto.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en El Noroeste Digital



Magistral de Rubén Martín GiráldezBasilio Pujante reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en El Noroeste Digital:

Los lectores de narrativa somos también narradores. En nuestra recepción del texto que leemos se produce una reconfiguración del discurso redactado por el autor. Además, cuando alguien nos pregunta “¿de qué va?” el libro que tenemos entre manos, nos detenemos en el relato condensado de su argumento con delectación. Pero, ¿qué ocurre cuando un texto aparentemente narrativo carece o deja en segundo plano la trama? En estas ocasiones, la mayoría de los lectores sienten una perplejidad al comienzo del libro que se torna pronto en irritación al no encontrar la esperada historia. Sólo unos pocos receptores saben ir más allá y encontrar placer en la lectura, cuando el libro la ofrece, a pesar de no hallar una trama. A estos últimos lectores está dirigido Magistral, el artefacto literario perpetrado por Rubén Martín Giráldez.

Porque aquellos que busquen un argumento en el segundo libro de este ensayista y traductor catalán se darán cuenta pronto del segundo plano, cuando no tercero, que ocupa en el orden de importancia de la obra. Lo primero que llama la atención en Magistral es su estilo; Martín Giráldez emplea un lenguaje denso, a veces retorcido, con preferencia por los juegos de palabras, las onomatopeyas, las metáforas, los neologismos y con largos fragmentos en inglés. Veamos un ejemplo del peculiar estilo del libro: “Ordeñador prostático, lalia infusa try to troll password subrosa, criptos, otrosí escaneo fonético: arcabuzos submarinos en el gunning fog index” (pág. 93). Este protagonismo dado al lenguaje, poco habitual en la narrativa española contemporánea, no es un medio, sino un fin en sí mismo por el componente metaliterario del libro. Al igual que hace Cervantes en la segunda parte del Quijote, se cita la repercusión que ha tenido Magistral en un juego temporal cargado de ironía. El narrador se dirige al lector y le habla del propio libro que tiene entre manos, diluyendo las fronteras de la ficción y dinamitando los preceptos tradicionales de la narrativa. En esta concepción lúdica y crítica de la Literatura que propone Martín Giráldez, adquieren gran importancia los paratextos, citas de otros autores, la portada y el índice de otro, y los juegos tipográficos.

Aunque, tal y como ya hemos defendido, el lenguaje y sus giros son los verdaderos protagonistas de Magistral, también podemos hallar un hilo argumental, débil y discontinuo eso sí, en la obra. El libro nos cuenta la intención de un autor español de abandonar su idioma natal y seguir la senda de Notable American Women, obra del norteamericano Ben Marcus. Este segundo texto adquiere una gran importancia en la última mitad del libro, convirtiendo a Magistral en una especie de parásito que toma fragmentos enteros de Marcus. La relevancia de este nuevo juego literario se debe relacionar con la sátira a la lengua, a la crítica y a la literatura española que aparecen en la primera parte del libro. De nuestro idioma dice el narrador que lo hemos convertido en “muelle y fantocha” (pág. 15); frente a ello, aboga por esa renovación total de la que el propio texto es ejemplo.

Apuesta fuerte Martín Giráldez con Magistral, algo poco habitual en los autores de su generación (nació en 1979). A pesar de que el libro puede indigestar, utilizando una metáfora gástrica tan del gusto del propio autor, se agradece la originalidad y la valentía en la propuesta discursiva y en la sátira.

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Rubén Martín Giráldez

Miguel Ángel Ortiz reseña Menos joven y Magistral



El escritor Miguel Ángel Órtiz Olivera (La inmensa minoría, Fuera de juego), reseña Menos joven (Jekyll&Jill, 2013) y Magistral (Jekyll&Jill, 2016) en su blog El alumno de Amalfitano:
DANDO MUERTE A LOS ÍDOLOS
El albarán de examen es una de las cosas buenas que tiene trabajar de librero. Buena para el librero, quiero decir, y quizás no tanto para los escritores. Al menos para aquellos que escriben con el objetivo de que sus libros copen las escuálidas listas de ventas. Una venta, ya se sabe, en estos días de mercadotecnia, no es nunca desdeñable. Para los soñadores que todavía escriben sus biblias con la intención de que se lean lo máximo posible y cambien, en la medida de sus posibilidades, el horrendo mundo en el que vivimos, el albarán de examen les parecerá una opción plausible. Consiste en sacar el libro, leerlo con sumo cuidado para no estropearle las tapas —aunque él te estropeé tus interiores— y devolverlo en el mismo pulcro estado en que te lo llevaste de la librería. Así de sencillo puede parecer el acto de leer a simple vista. Otro tema es cómo te devuelva el libro a ti a la librería.
Eso he hecho para leer Menos joven, la primera novela de Rubén Martín Giráldez. En realidad, es lo que vengo haciendo con todos los libros leídos desde hace varios meses. Antes no podía leer uno y no quedármeloMenos Joven de Rubén Martín Giráldez. Antes, hay que aclarar, no trabajaba de librero. Ahora, ni los jugosos descuentos de trabajador compensan las abismales diferencias con sueldos anteriores. Supongo que a Rubén Martín poco le importará: su escritura, ya de entrada, habrá echado para atrás a muchos posibles lectores, así que quizás sea uno de los que prefieren el albarán de examen. A saber. En mi defensa añadiré que su segunda novela, Magistral, fue la última adquisición para mi humilde biblioteca particular. Y de no ser porque estoy ahorrando para las vacaciones, Menos joven también se hubiera venido para casa.
«Elimine a uno de esos ídolos que humillaron su inteligencia postadolescente hasta el punto de obligarle a usted a camuflar su domesticación con gratitud fingida». Cómo resistirse, con semejante eslogan, a no escuchar la retransmisión de El peinado de Calígula, el primer espacio radiofónico en el que los adultos se dirigen a los niños como si fuesen adultos. En dicho programa, su verborreico presentador-narrador-locutor invita a los oyentes-lectores a seguir de cerca la triunfal cabalgadura del concursante —en este programa en concreto, el joven Bogdano, que repite participación tras haber estrujado a Anton Webern en un programa anterior— en busca de los que hasta ese día habían sido sus ídolos. Esos que, como sentencia el locutor, «impiden el desarrollo de una verdadera infancia».
Matar al padre se ha convertido en una práctica facilona demasiado extendida. En cambio, los ídolos que marcaron la infancia han terminado convirtiéndose, con el paso de los años, en algo así como complejos. Hay que acabar con ellos para que no se transformen en monstruosas obsesiones. Para terminar, de un plumazo, con la infancia, porque «si hay un proceso que rebele cada día su índole traicionera, es el de reelaboración que hacemos de la infancia». Debemos dejarla atrás en nuestro camino. Como en todo aprendizaje, lo más importante no es el final del viaje sino la profundidad de las huellas. Mientras Bogdano cabalga su propia cabeza por surrealistas paisajes, se cruzará con viejos escritores a los que un día creyó idolatrar, campesinos copófragos, actrices venidas a menos y, sobre todo, con sus secretos más oscuros. Como el de crecer en una casa en la que los libros apenas contaban.
Dejo de lado los comentarios hechos a lápiz por un supuesto lector en los márgenes. Esto de que aparezcan libros pintarrajeados cuando son supuestamente nuevos, suele ocurrir en las librerías. Nunca hay que fiarse: yo los intenté borrar con una goma. No lo intenten, no malgasten su goma en una misión destinada al fracaso; forman parte de la lectura. Hojeándolo, descubrí que había dibujos, párrafos de extraña tipografía y caricaturas de los héroes tras los que, horas más tarde, cabalgaría siguiendo al parlanchín jamelgo de Bogdano. Juegos como los que había visto en Magistral. Pero Menos joven esconddía una sorpresa más, tras la última página: la calcomanía de los ídolos perseguidos por Bogdano.
Para eso sirven las primeras novelas: para matar la infancia. En la segunda, Rubén Martín Giráldez no se conformó con matar a los ídolos literarios para cabalgar raudo hacia un estilo tan particular. La voz de su narrador quiso acabar incluso con la lengua en la que la escribió Magistral.

DANDO MUERTE AL CASTELLANO
Magistral es un libro que habla de sí mismo. Entendámonos: no un libro con boca y manos que él se lamenta de no tener; sino un libro en el que la voz de su narrador —que no la del autor real— habla sobre la acogida que ha tenido la publicación de uno de sus libros titulado Magistral. No hay trama ni personajes ni espacio ni ningún otro andamio narrativo que sujete el texto exceptuando esa voz de hipnotizador de culebras. Además, Magistral contiene una parte de otro libro ya publicado en América pero no traducido al castellano: Notable American Magistral de Rubén Martín GiráldezWomen, de Ben Marcus. Leánlo y me entenderán.
Uno de los temas cruciales es la muerte del castellano. ¿Se puede insuflar vida a un lenguaje que apenas respira? El narrador articula su voz a través de una original mezcla de ese castellano muerto con el refinado y sobrecargado lenguaje del Barroco. Magistral aúlla contra a las «prosas  estercolares», clama contra una lengua que necesita frotarse a conciencia las fórmulas narrativas heredadas. No solo pillan cacho los escritores españoles. Hay para todos, incluidos los lectores en potencia: «¿Qué va a hacer un lector español en la última página de un libro, si es algo que no debe de haber visto en su vida?». Aunque, como la misma voz afirma, tampoco espera que Magistral se aúpe a la cabeza de las listas de libros más vendidos: «Libelo breve y ambicioso, un masaje de tortura para doscientas y pico personas». Una de ellas, para alegría del autor, yo mismo.
Bardólatras, farsantes, escritorzuelos,  esa crítica «uniforme y adocenada», traductores y pseudolectores «probadores de venenos», todos se llevan su esputo de bilis. Torrencial e impertinente, el narrador —como el de su primera novela— no admite bozales ni correas, se revuelve contra los pilares de la novela convencional y los sacude para derribarlos. Pregona que su novela es la novedad más fresca del panorama literario actual pero, de repente, sucumbe ante su propia frescura: ya hubo antes una de Ben Marcus que hizo lo mismo. El propio narrador, estupefacto, prestará ese libro al lector; un ejemplar, por cierto, sacado de una biblioteca pública e incrustado en el corazón de Magistral.
Ese libro fascina tanto al narrador que le hace pensar que Magistral, quizás, no sea tan magistral como vaticinaba desde el título. Mediante fragmentos de la novela de Ben Marcus, el narrador reflexiona sobre la traducción, trabajo del autor del libro, que no debemos confundir con la voz narradora. «Nuestra palabra ya no es de libelista, que qué es eso y qué vale, sino de traductores, y así nuestra palabra es ley y pirula y todo lo que a ella escapa, aventura, picadillo palare y fabla rucia y bable gramática parda». Ahí también comienzan los juegos con la estructura del texto que ya había incorporado en Menos joven.
¿No es eso la literatura, juego? Unos lo odiarán, otros lo alabarán. La historia de siempre. Unos dirán que no es una novela, otros que sí. ¿No cabe todo en su saco? Yo simplemente lo he leído y he disfrutado, reído y también bostezado con las peroratas de una voz singular. Los libros, si el lector quiere escucharlos, son amigos que te cuentan sus historias.
Un último aviso a los osados probadores de veneno del futuro: Magistral no termina de masticarse cuando se acaba la lectura. Se lleva en la boca durante varios días, como un chicle al que le aguanta el color, que masticas y masticas y sigue supurando sabor. Un chicle que, si te descuidas, acaba fagocitándote como la Gran Boca Norteamericana al castellano.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en Ni un día sin libro



Magistral de Rubén Martín GiráldezNi un día sin libro reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez:

Hay reseñas que son difíciles, que exigen reflexión y continuas reescrituras. De esas he escrito ya unas cuantas, y en ellas trato de alejarme del rigor sinóptico (para eso están las contraportadas, que lo hacen muy bien) para acercarme al libro desde las sensaciones, con el fin de compartir la memoria literaria que el libro ha dejado en mi. Aunque olvide el detalle de muchos argumentos, lo que recuerdo de los buenos libros es la capacidad que tuvieron en mi de mover mis cimientos, de obligarme a detener la lectura, de sacudir mi establishment de cómodo lector. Bienaventurados los libros que nos ponen a prueba. Os presento Magistral, de Rubén Martín Giraldez.
Magistral, como trataba de explicar antes, es uno de esos libros, indomable, inclasificable, desconcertante como esos libros que se aventuran a lo que no existe (todo lo desconocido desconcierta y causa rechazo).
¿Cómo resumir Magistral? Lo siento, no puedo. Magistral es un libro que trata sobre la escritura y publicación de Magistral, el verdadero protagonista de Magistral. Un libro dentro de otro. Ojalá fuera así de sencillo, o por fortuna no lo es. El autor, escondido en un inabarcable juego de espejos, diserta sobre nuestra literatura, acabada, mediocre, y se reivindica con Magistral, el libro que viene a darnos las respuestas que necesitamos.
Dentro del libro, o del libro sobre el libro, otro libro, real, que requiere de traducción para el lector en español, Notable American Women, de Ben Marcus (existe, buscadlo si tenéis curiosidad). El libro, portada, contraportada y algunos fragmentos, lo encontramos dentro de nuestro Magistral, y sirve de excusa para hablar de la traducción y de sus laberínticos recovecos.
Temo no haber logrado mi fin, que no es otro que invitarte a subirte a este torbellino literario. No esperes una lectura fácil, te lo digo como el que, recién bajado de una montaña rusa, no es capaz de articular palabra para animar al siguiente a subirse. Y que conste que me fascinan las montañas rusas. Las literarias, por supuesto.
Mi más sincera enhorabuena al autor y a la editorial Jekyll&Jill, por este terremoto cuyas réplicas, sospecho, van a durar muchos años.

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