Etiqueta: Últimas noticias de la escritura

Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en Babelia El País



Mercedes Cebrián dedica un interesante artículo al futuro de los textos manuscritos y cita el libro Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec. En Babelia El País:

«Sobre la nueva materialidad de la escritura también se ha escrito en castellano. Un buen ejemplo es el ensayo del escritor argentino Sergio Chejfec titulado Últimas noticias de la escritura (Jekyll and Jill, 2015). A pesar de los radicales cambios sufridos en los manuscritos durante las últimas décadas, Chejfec detecta una paradoja en la organización textual de la escritura digital, y es que «sigue siendo básicamente la misma que en el pasado: la palabra, la línea, el párrafo, la página». Asimismo, a lo largo del ensayo, Chefjec da fe de la fascinación que ejerce todavía hoy sobre nosotros la escritura a mano al recordar una exposición de manuscritos de Proust a la que acudió en 2013 con motivo del centenario de la publicación de Por el camino de Swann. Fue precisamente en las salas de la Morgan Library donde el escritor reparó en que los asistentes «buscaban una verdad que se pusiera de manifiesto instantáneamente, como consecuencia de la cercanía física tanto de la letra original como de los objetos manipulados por Proust», y también en que, ante un manuscrito expuesto, siempre tiene lugar «una lucha entre mirar y leer».»

ENLACE al artículo

Sergio Chejfec, entrevista en Cuadernos Hispanoamericanos


Sergio Chejfec

«Apuntes para un panfleto»

Sergio Chejfec

© A. J. JOJI

Nacido en 1956 en Buenos Aires (Argentina), Sergio Chejfec empezó a publicar en revistas literarias al tiempo que se desempeñaba de librero, taxista u oficinista. Se trataba, en sus propias palabras, de «compatibilizar el “estudio” y la subsistencia». En 1990 se mudó a Caracas, donde formó parte de la redacción de la revista cultural y de ciencias sociales Nueva Sociedad. Radicado en Venezuela, Chejfec fue desplegando desde su país natal una bibliografía que, inaugurada con las novelas Lenta biografía y Moral —ambas aparecidas en 1990—, se compone fundamentalmente de obras narrativas, aunque también incluye la poesía —Tres poemas y una merced (2002), Gallos y huesos (2003)— y el ensayo —El punto vacilante (2005), Sobre Giannuzzi (2010)—. A sus dos primeras novelas de 1990 le sucedieron títulos como El aire (1992), Cinco (1996), El llamado de la especie (1997), Los planetas (1999), Boca de lobo (2000), Los incompletos (2004), Baroni: un viaje (2007), Mis dos mundos (2008) o La experiencia dramática (2012), así como los cuentos de Modo linterna (2013). Ha recibido prestigiosas becas literarias como las concedidas por la Civitella Ranieri Foundation, la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs (MEET) de Saint-Nazaire o la John Simon Guggenheim Foundation. Desde 2005 vive en Estados Unidos y ejerce la docencia en el programa de Escritura Creativa del Departamento de Español y Portugués de la New York University (NYU), donde es Distinguished Writer in Residence. Sus últimos libros, característicos de la hibridez genérica y la renombrada incertidumbre referencial que singulariza la literatura de este autor, son Últimas noticias de la escritura (2016), El visitante (2017), Teoría del ascensor (2017) y 5 (2019).

En su último libro, 5, que se propulsa narrativamente a partir de Cinco, un texto originalmente publicado en 1996 gracias a una residencia literaria en Francia, se desliza la idea de que sus primeras obras —Lenta biografía, Moral y El aire— componen una especie de protohistoria personal. ¿Podría describir de qué naturaleza era su imaginación literaria durante aquella época?
Supongo que en ese momento estaba captado, probablemente sin advertirlo, por cuestiones amplias. La memoria y la herencia, la constitución de la escritura, el espacio de la ciudad. Me parece que son novelas indagatorias, y además que están asociadas a la adquisición de una lengua de escritura, por lo menos al intento. Son un poco tentativas y enfáticas a la vez; novelas de alguien que comienza. También es verdad que no me abandonó la sensación de comienzo, debe ser porque he tenido con la literatura una relación de ajenidad.
La imaginación literaria ha sido un poco cerrada, o directamente reducida. Sigue siendo así. Me siento ajeno de la idea de peripecia. Aunque muchas veces la disfrute frente a buenos libros, es un terreno un poco vedado para mí, quién sabe por qué. Diría que más que literaria, mi imaginación es narrativa, y aun así es bastante acotada. Es una imaginación más volcada a la idea de relato, en general y casi abstracto. Una enunciación que puede asumir distintas formas. Una imaginación asociada al relato, por lo tanto una imaginación relativa…

Su primera novela, Lenta biografía, suele catalogarse como una novela de la «posmemoria», es decir, esa memoria de segunda generación que, en el caso particular de su libro, aspira a verbalizar el pasado de un padre judío empeñado en no recordar el Holocausto. Y todavía en Los planetas, de 1999, la huida de la persecución nazi se vincula con el terrorismo de Estado en Argentina. Este tipo de coordenadas más o menos heredadas y de carácter histórico se fueron adelgazando posteriormente en sus libros. ¿Cuál fue el detonante que le condujo a explorar la memoria y la identidad por otros medios y estrategias?
No creo que hayan sido completamente heredadas. Al contrario, supongo que esos otros medios y estrategias obedecieron al peso real, emocional y perentorio, de estas cuestiones. Me parece también que la distancia narrativa respecto de la dimensión más testimonial buscaba no rebajarlas como problemas ni como temas, y asignarles una dimensión dramática por otras vías.

En el contexto de la literatura argentina, Ricardo Piglia o Graciela Speranza han subrayado el florecimiento de ciertas poéticas narrativas que, especialmente a raíz del Proceso de Reorganización Nacional, reaccionaban frente a la narrativa del Estado, cuya monolítica voz aspiraba a controlar y centralizar las historias que circulaban en su seno. ¿Proviene de tal circunstancia su elección de ese «tono menor» (Enrique Vila-Matas), conjetural y prolijo, capaz de obrar un llamativo extrañamiento de la realidad circundante?
No creo. Supongo que más bien se relaciona con las lecturas amadas y una forma de mirar en particular. También con una confianza negativa en la literatura o la narración. No tanto como instrumento para describir la realidad como para preguntarse sobre ella.

Desde el principio, el espacio se configuró como uno de los aspectos esenciales y más problemáticos de su literatura. Ya en El aire, el paisaje de Buenos Aires acusaba la ausencia de la mujer del protagonista, revelándose nuevas dimensiones del diseño urbano a causa de ella. En 5, su último libro, las deambulaciones del narrador por Saint-Nazaire, una ciudad francesa de astilleros y vinaterías, continúan vertebrando el discurso. Estos lugares se alzan como agentes provocadores de la narración y se convierten progresivamente en su asunto principal. Pero también parece que, de alguna manera, al transustanciarlos en literatura, se convirtieran en un lejano y sospechoso recuerdo. ¿Hasta qué punto su escritura clausura de forma consciente esos espacios o se distancia sentimentalmente de ellos?

Mi impresión es que la narrativa depende demasiado de la idea de cronología para contar una historia. Nuestra percepción de los hechos es más simultánea que secuencial, aun cuando precisemos de las secuencias para que lo real sea comprensible. Me gusta pensar mis relatos en términos de espacio, más que de progreso temporal. La ilusión es que se liberen de ese modo de las presiones hacia una forma de representación unívoca.
Supongo que para mí el espacio en los relatos es un ardid para evadir el tiempo. El recuento de lo que ocurrió antes y de lo que vino después. Es verdad que no es claro apartarse de eso, pero me gusta pensar en otros ejes para desarrollar un relato. El espacio, en sus distintas configuraciones, podría ser uno de ellos. Porque brinda la posibilidad de suspender el tiempo.

Tal vez sea en Mis dos mundos donde ha problematizado en mayor medida la tradición moderna del flâneur y del paseante urbano. Allí, las excursiones en torno a un parque brasileño no implican ninguna revelación o hallazgo, más bien sumen al narrador en la asfixiante e intermitente vida de la ciudad contemporánea (fundamentalmente de la urbe latinoamericana). ¿Puede relacionarse este hecho con la suburbanización de estos espacios, es decir, con la transformación de una parte del mundo en una sucesión de barrios descoyuntados, slums y bidonvilles?
Puede y no, no lo sé. En cuanto al flâneur, para mí es una figura residual que encarna la decepción. Seguir levantando al paseante como un icono de la modernidad en realidad es un intento de dar oxígeno a una actitud agotada e imposible. Muchas veces se ha convertido en un lugar común que permite el desarrollo de historias llenas de guiños culturales inútiles y de tics previsibles, porque aluden a un paisaje meramente voluntarista.

Unos apuntes incluidos en Teoría del ascensor profundizan en una actitud vital que usted ha designado como «deserción psicológica» y que considero esencial para comprender su literatura. Se trata de esa especie de «frontera interior» respecto del mundo cotidiano que suelen establecer sus narradores y personajes. ¿Es su literatura una consecuencia de la conciencia hiperselectiva, defensiva y a menudo paranoide que suelen desarrollar quienes viven en un país extranjero?
No creo que un personaje deba tener atributos de la literatura del siglo xix, expresados en términos de transparencia social y psicológica. Creo que la deserción psicológica sirve para refutar buena parte de las coordenadas dominantes. En esas deserciones encuentro más posibilidades literarias que en procesos de elocuente identificación con algo en particular.

Modo linterna reúne nueve textos que trasladan su poética al ámbito del cuento literario. Si, por lo general, su literatura tiende a lo deambulatorio y lo divagatorio, ¿qué espacios concretos o qué acechanzas específicas le permite encarar este género?
Son relatos cortos que podrían haber sido extensos. A lo mejor en algunos casos con una extensión más novelística. No los diferencio gran cosa de los relatos extensos. Sencillamente en cierto momento decidí que hasta ahí habían llegado. Me muevo de forma intuitiva, y atendiendo un poco al deseo de seguir o no con eso. Lo que uno busca es más o menos igual en los relatos cortos o extensos. Para mí, se relaciona con la memoria del lector. No me interesa tanto que vaya a recordar una historia como que tenga la sensación de haber asistido a un momento desplegado a lo largo de cierta cantidad de páginas.

En la permanente imbricación entre memoria e identidad que distingue su literatura, resulta llamativo constatar que, pese a que sus libros suelen gravitar sobre estos ejes, no creo que se pueda afirmar que el lector conozca o acceda finalmente a las interioridades de los narradores y personajes, cuya actitud es con frecuencia dubitativa, insegura, elusiva o desconfiada. Son, como el título de uno de sus libros, Los incompletos. El lenguaje, obviamente, representa un problema para ellos. Pero, como dijo Richard Poirier, «el lenguaje es el único modo de sortear los obstáculos del lenguaje». ¿De qué modo el lenguaje les permite (o no) conjeturar su arduo lugar en el mundo?
El tono es importante. Mi idea es la de un tono conversacional, que de este modo se aproxime al soliloquio. Otro elemento acaso sea la actitud hacia la narración, que tiende a ser reflexiva. Mis narradores no se preocupan tanto por lo que ocurre sino por el significado de ello. Es que, en definitiva, tiendo a creer que la narración se trata del despliegue del pensamiento. A lo mejor por eso me siento más identificado con la dimensión ensayística de un relato, que le permite liberarse de los mandatos del sentido en términos de acción o resultados.

La ficción constituye literalmente un problema en Baroni: un viaje a la hora de representar a la singularísima y multidimensional Rafaela Baroni, pero también para describir la amalgama de tradiciones artísticas, creencias religiosas, paisajes y fenómenos paranormales que se entrelazan con la vida de este personaje. Sin duda, ese libro eleva varios interrogantes acerca de la naturaleza de la creación artística. ¿Es esa incertidumbre ante lo descrito, ese indefinido vaivén genérico (ficción, ensayo, relato de viajes, écfrasis) el inevitable corolario de una realidad múltiple y escurridiza, refractaria a toda representación fija o estable?
La pregunta que traté de hacerme en Baroni pasaba por entender de qué modo tan profundo me sentía yo atravesado por un arte que es más elocuente que sofisticado. Ello me llevó a la descripción de cosas relacionadas con el arte de esta artista, con su vida y su paisaje. Fue también una suerte de despedida de Venezuela, país en el que estuve quince años. Tanto el impacto de conocer a Baroni como el hecho de separarme de tan bello y escurridizo territorio me pusieron en el trance de la descripción. Sentía que si «contaba», violentaba. Y que si describía, ponía a mi relato fuera de las luchas explícitas por el significado legible. Aun cuando, claro, el significado siga siendo, espero, un interrogante fuerte en el libro.

Y en relación con la pregunta anterior, ¿cómo se relacionarían las estrategias de representación que ha ido desarrollando con su propósito explícito, durante la época de Cinco, de escribir «antiliteratura»?
La idea de antiliteratura no tiene nada de novedoso ni excepcional. Es algo muy básico, casi inocente. Pasa por contestar, en la medida de lo posible, el peso institucional de lo literario. Traicionar o rebatir un mandato de legibilidad, de intencionalidad, de circulación, de corrección, etcétera.

En medio de esta encrucijada de discursos y géneros, ¿qué otra disciplina artística considera que ha marcado en mayor grado su escritura y su dicción?
Me gusta escribir sobre poetas y artistas plásticos. Acaso porque, en general, ambos tienen una relación con la temporalidad, en sus obras, que yo añoro para la narrativa. La relación es de mayor inmediatez con la percepción, no tanto con el desarrollo.

Finalmente, dado el carácter performativo de su obra (donde se combinan y ensamblan géneros, materiales e incluso imágenes), cada libro que publica parece alzarse al cabo como una faceta, tesela o capítulo de un episódico libro de artista. Es obvio que ponerle un título a semejante obra sería demasiado comprometido. Pero, si aceptamos que esto es así, ¿qué lema o subtítulo (provisional, si quiere) podría rotular este work in progress?
Elegiría el propio título de una cosa que termino ahora: «Apuntes para un panfleto». No está en la naturaleza de mi escritura asumir una voz alta, pero a la vez existe un deseo de operar en términos de disolución. Quisiera que mi literatura fuera más destructiva de lo que es. Por eso apuntaría a un panfleto imposible, porque carece de volumen acústico y debe conformarse con los apuntes.

ENLACE al artículo

5Teoría del ascensorÚltimas noticias de la escritura

5 de Sergio Chejfec en Cuadernos Hispanoamericanos



Cristian Crusat reseña 5, de Sergio Chejfec, en Cuadernos Hispanoamericanos:

Fenomenologías de lo eventual

5, el último libro de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956), por lo demás editado primorosamente, acentúa uno de los aspectos más sobresalientes de la literatura de este escritor: su radical espacialidad. De este modo, si consideramos que la obra de Chejfec constituye un episódico repertorio de actitudes frente a lo visible y lo representable, 5 significa la ratificación absoluta de que el espacio es el eje primordial sobre el que se articulan las relaciones del autor argentino con el mundo (y, dentro de éste, sobre todo, con las prácticas de la escritura). En efecto, la literatura de Chejfec depende del espacio, el cual se alza como agente provocador de la narración y se convierte progresivamente en su asunto principal. Profundizando aún más en estos presupuestos, cabe afirmar que la literatura de Chejfec —que parte de la observación y el movimiento— se enmarca siempre en un espacio concreto (a menudo novedoso y extranjero, ya sea por medio de un viaje, ya de una caminata), al que clausura de algún modo tras haberlo transustanciado en cuaderno o libro. Sin embargo, la naturaleza de los espacios con los que se imbrica el discurso de Chejfec no debería relacionarse con la de las célebres imágenes de espacios felices y ensalzados que, al cabo, conformaban la maravillosa e íntima topofilia de Gaston Bachelard en La poética del espacio: cajones, buhardillas, rincones, armarios, nidos y conchas… Encierran siempre los lugares en la literatura de Chejfec algún tipo de paradoja, singular incoherencia o cauteloso asombro. No obstante, la prosa de este autor sí refleja un mismo desequilibrio entre los vaivenes del exterior y la intimidad, aunque hablar de intimidad en la obra de Chejfec podría ser arriesgado, toda vez que los narradores de sus libros se caracterizan por su carácter elusivo e inseguro, propio de un intermitente, forastero y suburbano «hombre sin atributos».

En congruencia con lo anterior, cabe reseñar que ya en varios de los libros de Chejfec, aunque singularmente en Mis dos mundos (2008), se había problematizado la tradición moderna del flâneur y del consabido paseante urbano. Por medio de una demorada y minuciosa escritura, la caminata se convertía entonces en un mecanismo elemental y en un procedimiento literario básico de este autor, en una suerte de tic físico y social que, además de desvelar el esencial desequilibrio entre los mapas y la realidad urbana, motivaba un profundo desnortamiento en el narrador (en el caso de Mis dos mundos, a través de un anodino parque brasileño, justo antes de cumplir los cincuenta años; aunque Buenos Aires, París o Caracas también figuran en el particular atlas del desconcierto de Chejfec). Desamparado a merced de la inanidad de sus excursiones, el narrador quedaba extraviado en la discontinua vida de la ciudad contemporánea, privado de cualquier tipo de revelación o hallazgo y entregado a la deriva de la escritura fragmentaria e inconexa. Inacción, errancia y fractalidad definen el flâneurismo narrativo de Chejfec, quien ha convertido la caminata deambulatoria en su indolente abstracción literaria y su propia escritura, en un «réquiem impasible del paseante urbano clásico» (Graciela Speranza).

5-coverimage

En las primeras obras de Chejfec, como Lenta biografía (1990), El aire (1992) o incluso Los planetas (1999), los lugares y espacios establecían una densa relación con la memoria personal y familiar, de manera que el recuerdo (o su imposibilidad) determinaba tanto la configuración del escenario urbano como el delineamiento de la propia identidad del narrador. Poco a poco, tales coordenadas más o menos heredadas y de carácter histórico (el pasado de un padre judío que escapó del Holocausto, la desaparición de un amigo durante la dictadura militar argentina) dieron paso en la trayectoria de Chejfec a relatos que gravitaban sobre un puñado de modestas peripecias vitales, a través de cuya minuciosa narración comenzarán a desprenderse leves indicios, tímidas conjeturas sobre la propia identidad y el sentido que ésta puede encerrar. Radicado en Nueva York, adonde llegó después de vivir durante tres lustros en Caracas, la literatura de Chejfec responde a una actitud vital que él mismo llegó a designar como «deserción psicológica» en Teoría del ascensor (2016): a resultas de su condición extranjera y del medio multilingüístico que habita, Chejfec ha ido creando, como sus reconocibles narradores, una «especie de frontera interior, silenciosa, paradójicamente por proximidad, del mundo cotidiano», es decir, una conciencia hiperselectiva y a menudo paranoide en relación con todo lo que le rodea (y que, en cierta medida, gracias a su extranjería, convoca en el lector el recuerdo de esa galería de exiliados de la literatura de Nabokov: seres espectrales que, desposeídos de todo cuanto un día fue suyo, pierden incluso la certeza de la realidad de su propio yo).

Y tal vez éste represente el aspecto más cautivador de la literatura de Chejfec: su meticulosísima enunciación de cuanto sucedió o pudo haber sucedido, lo cual le confiere a cuantos libros publica su particular cualidad divagatoria y acechante, como si el fenómeno de la escritura se estableciera como un genuino mecanismo de alerta o precaución. De todas formas, esta cautela que pone en marcha la escritura chez Chejfec nunca se ve satisfecha; más bien sucede todo lo contrario, pues a medida que se profundiza en la descripción de los detalles y vislumbres se multiplican, inevitablemente, las sospechas. Quizá fuera en La experiencia dramática (2012), más aún que en Los incompletos (2004), donde este autor supo conjugar de manera más precisa su puntillista descripción del comportamiento de los personajes y, al mismo tiempo, convertir la narración en una permanente y admirable exploración de contingencias. En general, este breve repaso a la trayectoria de Chejfec debería resultar significativo, ya que 5, el libro que nos ocupa, es el testimonio de un momento decisivo en la escritura de este autor y acaso recrea su más determinante punto de inflexión.

Cumple referir desde el principio que, en puridad, 5, el último título publicado por Sergio Chejfec, constituye un díptico narrativo. Así, en primer lugar, figura un texto que, denominado «Cinco», fue el resultado de un periodo de residencia literaria de la que disfrutó Chejfec en 1995, concretamente en la Maison des Écrivains Étrangers et des Traducteurs (MEET) de la ciudad bretona de Saint-Nazaire. Por este motivo, «Cinco» delinea una sucinta trama provinciana de aire inequívocamente francés, muy próxima a las asordinadas atmósferas de la nouvelle vague: tanto el carácter de sus personajes como el conflicto narrativo responden a la naturaleza portuaria del lugar, que convierte la original «Cinco» en una historia a medio camino entre aquellas protagonizadas por esos personajes de Éric Rohmer que de repente deciden espiar y seguir a algún desconocido en la calle y una imaginaria adaptación de alguna novela —tal vez nunca escrita— de Simenon. La narración aspira a encontrar en esos rastreos una verdad puramente sentimental sobre un puñado de personajes, es decir, una verdad conjetural, efímera e incompleta.

Le sigue a este texto de 1995 uno nuevo, «Nota», que le confiere todo su sentido al conjunto. Mediante la rememoración de la época en que «Cinco» fue escrito y, sobre todo, del repaso de las ideas que para el autor convocaba por aquel entonces la práctica de la escritura, esta «Nota» se convierte en un texto esencial para comprender el quehacer literario de Chejfec. Entre otras muchas cosas, «Nota» relata: las rutinas de trabajo durante el periodo de residencia, la relación del narrador con las personas vinculadas a la institución, su propósito de escribir «antiliteratura», las deambulaciones por una ciudad de astilleros y vinaterías (y el retrato de quienes frecuentan estos lugares), las rutas de autobús por el extrarradio, y un breve romance entre sesiones de lectura de El mar de las Sirtes, de Julien Gracq. Pero, en lo esencial, la «Nota» conforma una oblicua poética literaria de Chejfec, ya que gravita en torno a una época cardinal para su proyecto: «Porque debo decir también que poco a poco he ido considerando la Residencia como la circunstancia en que me plegué a la escritura de una forma nueva —o abandoné la anterior—; el “almácigo” o incubadora de otro tipo de imaginación».

En otras palabras, 5 (el díptico formado por «Cinco» y «Nota») da constancia del momento en que Chejfec se cayó del caballo de camino a su Damasco privado, tanto que en sus páginas llega a afirmar que los libros escritos antes de aquella residencia forman parte de una protohistoria personal. En esa ciudad bretona se consolidó la renombrada incertidumbre referencial que caracteriza los libros de Chejfec, uno de los rasgos que este autor comparte con uno de sus maestros reconocidos, Juan José Saer, a quien ya homenajeó en uno de los cuentos de Modo linterna (2013). Con el autor de El entenado, Glosa o En la zona, Chejfec parece asumir la distinción que Walter Benjamin estableció entre el novelista y el narrador, es decir, entre el sedentario y el viajero: «Yo tomé esa afirmación como una metáfora del novelista que está instalado en una teoría ya consolidada, y el narrador como el que viaja, el que explora y trata de modificar las formas, las posibilidades de su instrumento narrativo» (Saer). En congruencia con esto, desde entonces los libros de Chejfec se han erigido en seductoras tentativas narradoras de acceso a lo real, aunque sus aproximaciones pueden ser tan remiradas y prolijas que, paradójica y felizmente, obran un audaz extrañamiento de todo lo circundante, que queda distorsionado por un hiperrealismo sentimental y desestructurador.

A lo largo de estos años, el proyecto de Chejfec ha ido presentando pequeñísimas variaciones, al punto que, a tenor de su estricta y reconocible poética, pronto el hecho de titular sus libros podría dejar de tener sentido, ya que cada uno de ellos no es más que otra muy reconocible faceta de un núcleo esencial. Los riesgos de semejante escritura son evidentes, entre los que ciertos recelos acerca de lo previsible o pronosticable de su escritura no dejarán de ser esgrimidos por parte de algunos lectores. Sin embargo, estos riesgos son inherentes al sobresaliente desafío que representa la literatura de Chejfec en el contexto de la lengua española. Se trata de instalar entre el mundo y su representación una higiénica incertidumbre mediante la que la narración se galvaniza por mor de todas las tensiones que, de súbito, se anudan en torno a ella, especialmente en los lugares donde suceden: «El autor tenía la idea de que la misión de las novelas era revelar un espacio más que contar una historia», se decía ya entre los apuntes de Teoría del ascensor (2016). Deudora de Handke, Di Benedetto, Gracq, Saer o Sebald, la literatura de Chejfec representa una valiosa tentativa de agotamiento de lo representable, amén de una siempre sugerente propuesta ética. Entre sus muchas virtudes debe reseñarse el delineamiento de una admirable parcela de la sensibilidad contemporánea: la dizque deserción psicológica desde la que Chejfec escribe sus libros constituye una firme y admirable toma de posición a favor de una actitud de repliegue que, frente a lo que dictan la propaganda comercial y política, es mucho más común de lo que se piensa, o al menos debería serlo, así como otra poderosa razón por la que la lectura de este autor resulta prácticamente inexcusable.

ENLACE al artículo

EN LIBRERÍAS: 12345
COMPRAR EN LA WEB

5 de Sergio Chejfec en Lector salteado



Mario Aznar reseña 5, de Sergio Chejfec en Lector salteado:

5 (CINCO Y NOTA), SERGIO CHEJFEC

Hay espacios que se leen, como también hay textos que se recorren, que se transitan. El paseo como tópico intelectual ha suscitado en los últimos años nuevas ediciones y miradas renovadas sobre un fenómeno tan cotidiano que su sola presencia en un contexto artístico lo vuelve singular. Las implicaciones estéticas del caminar y sus usos metafóricos son infinitos y desbordantes, mediados casi siempre por el ejercicio de la idealización romántica que debe tanto a las escrituras de Rousseau, Baudelaire o Walser. Como es sabido, donde se dan la mano el ocio y la ciudad moderna surge una nueva forma de mirar, y también una nueva forma de hacer. Las rutinas del paseante solitario atraviesan las fronteras del día a día y llenan páginas de ensoñación sinuosa e imaginativa, de simbolismo y divagación psicogeográfica.

El escritor argentino Sergio Chejfec conoce bien esta tradición, pero se sitúa en sus márgenes para proponer desde allí un centro móvil, lúcido y fragmentario, emparentado al mismo tiempo con la ensoñación del flâneur y con ese otro rostro facetado de la reflexión y el pensamiento. Si la narración es duración —cambio, transformación—, el espacio, y más concretamente el espacio urbano, parece el medio idóneo para indagar sobre sus límites y su naturaleza. Tradicionalmente, la trama y las distintas peripecias que la conforman han sido asumidas como la forma ideal para expresar el proceso de transformación que opera sobre todas las cosas. Las acciones ocurren, los hechos se suceden, las causas tienen efectos, los efectos son consecuentes y las consecuencias son el resultado de esas acciones transformadoras que toda “novela que se precie” debe asumir como núcleo de su estructura. Pero esta lección ha sido ya puesta en duda demasiadas veces.

5-coverimageParece que solo podemos hablar del tiempo apelando, precisamente, a determinados atributos espaciales. Por eso decimos que el tiempo se alarga, se acorta, pasa, corre, vuela o se detiene. De hecho, la linealidad con la que nos referimos a la sucesión temporal puede dibujarse en un papel para mayor comprensión de cualquiera. Esto significa que ambas esferas son indisolubles, la del tiempo y la del espacio, y el relato no pertenece exclusivamente a ninguna de ellas, sino que participa de ambas en grados capaces de una contorsión todavía inédita. La singular literatura de Chejfec trabaja sobre ese nudo en el que el paseo no es ya un recorrido desde el punto A hasta el punto B (lo vimos en Mis dos mundos, editada por Candaya en 2008), sino que asume formas ensayísticas que no se desarrollan linealmente, sino por acumulación, en forma de vorágine o bola de nieve, como hemos podido leer, más recientemente, en Teoría del ascensor (Jekyll & Jill, 2016).

Con su escritura digresiva y tantas veces visual, Chejfec propone una cartografía del pensamiento —casi siempre del pensamiento privado, personal, quizá intransferible—que a través de una refinadísima destreza narrativa logra transponer lo que el propio autor —o ya la voz narradora— intuye en el prólogo como “el pliegue más profundo del mundo”. Este ejercicio tiene lugar en escenas más o menos deslavazadas o parciales, que suceden de costado, que son la culminación del realismo precisamente por esa insistencia que comparten los hechos y los pensamientos en presentarse siempre de forma sesgada y decididamente oblicua.

 

En un momento temí que el director descubriera la ausencia de un cuarto entero, o de toda la cocina o el baño, una cosa imposible de faltar, y que de todos modos esa falta me señalara como culpable de algo importante, cuya trascendencia se comprobaba en la dificultad de ser precisado.

 

5 (Cinco y nota) (2019), el último libro de Chejfec editado por Jekyll & Jill, supone la consumación de este proyecto implícito de espacialización del tiempo. No en vano se trata de un libro cuyas primeras páginas se recorren a vista de pájaro, sobrevolando las fotografías aéreas en blanco y negro de un pequeño estuario. Esa infraestructura marítima es el puerto de Saint-Nazaire, ciudad en la que el autor ubica la primera narración («Cinco») de las dos que componen el libro; la otra se titula «Nota», más extensa y retrospectiva. En una de estas imágenes, con una tipografía borrosa que podría pasar desapercibida a cualquiera, se lee: «Vaguer la nuit dans des lumieres narratives» , como en uno de los poemas del escocés John Burnside. Esas luces narrativas salpican el texto de Chejfec otorgándole un dinamismo fantasmático (y algo fantasmagórico), que está y no está al mismo tiempo. 

 

En el centro aparece la palabra yo. Parece un esquema equivocado, porque no previó que algunas de las líneas que van de un nombre a otro pasarían por el centro, implicando a ese yo. Quizá asignándole otro ángulo habría podido evitarlo, pero no lo intentó. Entonces hay líneas que al llegar al centro hacen un rodeo para dejar en claro que no lo atraviesan, con lo cual terminan dibujando un recuadro central presumiblemente no deseado, pero inequívoco.

 

Junto a las transformaciones del espacio que registra Teju Cole en Ciudad abierta o la singularización de lo cotidiano que lleva a cabo Gonzalo Maier en Material rodante, la apuesta literaria de Sergio Chejfec completa una suerte de constelación en la que, como artificios hiperrealistas, la novela sirve para plasmar esa lógica no-narrativa en la que tantas veces se traduce la vida. La escritora ecuatoriana Daniela Alcívar, gran conocedora de la literatura de Chejfec, ha experimentado en Siberia con esta ruptura de la narratividad en la que el cuerpo no se siente del todo cómo hasta pasado un tiempo—y un trauma— prudencial. Esa prudencia, que guarda una cruda relación con la espera, se respira en las páginas del libro de Chejfec como si fuera un mecanismo retórico y al mismo tiempo una condición de existencia. El lugar que ocupa el otro, las líneas que separan los espacios hasta hacernos sentir otros, la vivencia de uno mismo en otro espacio, la posibilidad de escribir esa vivencia o la posibilidad de escribir, sin más, son algunas de las incógnitas que viven en este libro extraordinario. “El viaje, promesa de la travesía, para él no prometía nada”: así comienza el relato. Pero Chejfec, quién sabe si involuntariamente, nos lo promete todo.

ENLACE al artículo

EN LIBRERÍAS: 12345
COMPRAR EN LA WEB

Entrevista a Sergio Chejfec en el diario La Provincia (Las Palmas de Gran Canaria)



Alberto García Saleh entrevista a Sergio Chejfec con motivo de su visita a la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria para presentar su libro Teoría del ascensor.
Diario La Provincia (31-5-2017)

«Teoría del ascensor no se pregunta por la escritura, pregunta sobre lo escrito»

¿Qué supone Teoría del ascensor en el contexto de su producción literaria?
Yo tomo Teoría del ascensor como un texto abierto, sometido a cambios que pueden ser de sustracción o agregación. Uno podría decir que está compuesto de historias y ensayos, pero también hay formas intermedias (ejercicios, notas diarísticas, pensamientos, ideas). Se ha publicado, entonces ha quedado cristalizado en el momento en que se lo dio por concluido. Pero creo que conserva, si no en la letra, sí en la circulación interna del pensamiento, una intención de forma abierta y no concluida. Me gusta pensar en libros que van cambiando por su cuenta. En parte por obra de la lectura, como pasa siempre, pero también porque no hay una jerarquía interna de elementos que privilegie unos aspectos o sentidos sobre otros.

¿Hasta qué punto la figura de Juan José Saer ha sido un referente en su obra?
Para mí tiene la importancia de un maestro. No debido a su acción, Saer veía con desconfianza los modelos encarnados en personas, y por lo tanto no hacía nada por tener seguidores, sino debido a sus libros. En ellos encontré, en un idioma propio (o sea, un idioma que instila desconfianza hacia el propio idioma), que podían existir una idea de realidad y una idea de literatura en un mismo nivel de complejidad. Saer me abrió esa posibilidad.

¿Coincide en que hay unas ciududades chejferianas que pasan por Buenos Aires, Caracas, Nueva York, París?
Para mi hay dos tipos de ciudades. Las que nombro y las que no. Pero son categorías intercambiables, porque a veces en un libro nombro una ciudad que luego en otro, siendo la misma, no se nombra. Por un lado supongo que obedece a lógicas internas de las historias, no siempre es bueno localizar y datar absolutamente todo —y a la inversa-; y por otro lado, pienso, se trata de creer en dimensiones urbanas transversales. Es obvio que la ciudad no es algo meramente territorial, aun cuando las experiencias que ofrecen las distintas ciudades nunca sean iguales. Pero hay una matriz de convivencia colectiva, incluso con sus desafecciones, que me gusta explorar así, en términos de literatura.

¿En este Teoría del ascensor ha querido hacer una síntesis entre el ensayo y la narrativa?
Creo que podria ser muy gráfico decirlo así. aunque no ha sido el espíritu. En realidad no sólo en este libro, en ocasiones voy hacia una mezcla entre ensayo y narración, pero eso no quiere decir que busque una síntesis. Diría justamente lo contrario. Ensayo y narración no son en absoluto irreconciliables, aun cuando puedan verse muchas veces bastante separados.

En el libro se abordan multitud de temas. pero ¿existe un aspecto particular que sirva como cohesión de cada uno de los textos?
A lo mejor el aspecto más presente no pertenece tanto a los contenidos, que en efecto son muy diversos, sino a una especie de postulación implícita sobre lo que significa escribir literatura. En mi opinión, es una opción entre lo determinado y lo indeterminado. No hay una sola manera de hacerlo. En ge nerallasnarraciones determinan lo general e indeterminan el detalle. Quizás yo opere a la inversa, determinando el detalle e indeterminando lo general. Creo que la literatura se basa en eso; no hay manera de escribir sin recurrir de uno u otro modo a esa dialéctica.

¿Se puede hacer un paralelismo entre la obra del director húgaro Béla Tarr y su escritura?
No lo había pensado. Sus pelíclas son bastante ensayísticas, en el sentido de distraerse respecto de la supuesta peripecia que deben mostrar. A mí me pasa algo parecido.

Sergio Chejfec. Foto: Alejandro Guyot
Sergio Chejfec. Foto: Alejandro Guyot

¿Su aproximacióna de autores como Martín Caparrós, Mercedes Roffé, Sebald y Cortázar puede entenderse como otra reflexión sobre la propia literatura como ha hecho con frecuencia?
Le pasa a todos, es inevitable. La literatura es una dimensión de la realidad. Los escritores escriben aun cuando no lo hagan. De la misma manera, cuan

do uno habla sobre un escritor, incluso en el caso de que no lo sea,también se está predicando a si mismo.

¿Puede entenderse el libro como la lógica continuación de Últimas noticias de la escritura?
Se puede entender así, aunque en Últimas noticias de la escritura el discurso busca la continuidad a través de distintos tópicos. En Teoría del ascensor la ruptura y el cambio de registro son más explícitos. Últimas noticias se pregunta por el significado de la escritura cuando casi no se la practica a mano; Teoría del ascensor no se pregunta por la escritura sino que son preguntas sobre lo escrito.

¿Qué opina de las palabras de Enrique Vila-Matas que define su estilo como de «voz baja» y «frío trato irónico»?
Me gusta tomarlos como inmerecidos elogios.

En el libro se suceden ideas, reflexiones, textos e imágenes continuamente. ¿Supone este estilo un guiño a una tendencia literaria cada vez más frecuente de no ceñirse a ningún género concreto?
Puede ser… Yo lo vincularía más con otras cosas también tendenciales Por un lado, en el plano de la vida de todos los días, la importancia de la interrupción como factor reiterado que introduce una dimensión rítmica en actividades que no necesariamente la requieren. Supongo que hay algo en el corte de las entradas del libro, y en los comienzos sin preámbulos, que aluden a cierta asimilación de lo fragmentario, en tanto trance de la experiencia. Cualquier cosa puede aparecer y apagarse de inmediato. Si dura,mejor, pero si se apaga pasamos a la siguiente. A ese movimiento sincopado nos sumamos. En ese sentido me ha gustado pensar en este libro como algo instalativo; de organización efimera y que puede comenzar a observarse —o leerse— desde cualquier página.

Teoría del ascensor de Sergio Chejfec recomendado en El Plural



CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddJosé Ángel Barrueco recomienda Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, en El Plural:

Tratar de explicar qué es exactamente Teoría del ascensor es una empresa vana, como intentar contarle a alguien qué es la poesía. Suele ocurrir con los libros del argentino Sergio Chejfec: no se sabe muy bien dónde acaba el ensayo y empieza la narrativa, pero eso es lo de menos. Lo primordial es lo mucho que disfrutamos con su prosa, pues sus efectos contagian y son parecidos a los primeros síntomas de la embriaguez: uno se va dejando llevar, entre trago y trago, entre párrafo y párrafo, y cuando menos se lo espera ya está metido en la borrachera, en la altura narrativa, en ese arte de contar en el que se van hilando experiencias, reflexiones, observación del entorno, análisis de la obra de otros autores, y paseos, sobre todo paseos, caminatas y vagabundeos por las ciudades, puntos de partida que desatan esas meditaciones. Escrito en forma de pequeños ensayos y variaciones de lo visto y de lo leído, constituye a la vez una especie de dietario inusual y un compendio de afinidades lectoras. Ya el propio arranque supone una declaración de intenciones: Terminada la lectura y a punto de cerrar el libro aún ignoramos de qué se ha tratado. Denso y fascinante.

ENLACE al artículo

Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en La mano que escribe con pluma



Processed with VSCO with a5 preset

 

María López Villarquide reseña Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en el blog La mano que escribe con pluma:

Nos comenta Vila-Matas en la contracubierta de Teoría del ascensor, que no sabe si su autor es narrador o ensayista, pero que tampoco le importa ya que la duda y la indecisión son elementos que atraen a Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956). Una no puede una mostrarse en desacuerdo con semejante idea, porque en su lectura, ella (o sea, yo) se ha visto precipitada a una sensación extraña que aún continúa sin identificar.
¿No era eso lo siniestro? Debería revisar mi propia tesis doctoral, creo.
No sé qué he leído. En cualquier caso, entre fragmento y fragmento reconocía tres asteriscos bien centrados que hacían el favor de indicarme (muy serviciales ellos) que uno acababa de concluir y que otro, se iniciaba.
¿Y qué sentido tiene que escriba sobre un libro tan provocador si no es para quejarme o decirles que lo eviten? Bueno, en cualquier caso, no es mi estilo pero tampoco lo haré. Teoría del ascensor es divertido, desconcertante y muy reflexivo. Léanlo. Hay pocas cosas parecidas.
Les parecerá una sucesión de anécdotas del autor en sus paseos por las calles de Buenos Aires, sus pizzerías y sus colectivos de conexiones infinitas, hasta que comience a hablarles de otra gente que no es él, gente a la que no conoce y que pasea por Nueva York, Londres o Caracas (de aquí además aportará imágenes de postales envejecidas y consumidas por el tiempo y algún que otro insecto, que son excusa para una anécdota o anécdotas para justificar lo raro de su presencia en mitad del texto).
Entonces pensarán que es una novela: breves capítulos salpicados de una trama atípica pero existente, en donde a los personajes, que a veces se repiten y a veces no, se les nombra por sus iniciales.
Eso creerán, pero entonces toparán con las píldoras filosóficas que el texto ensayístico de Teoría del ascensor esconde en la manga, y ellas les llevarán a ideas muy interesantes sobre la relación tirante que se establece entre el autor y su obra (no abandonen el lápiz y subrayen, subrayen mucho) o entre el autor y el traductor, o entre la escritura y la cocina. Es posible y aquí, se hace, sin dejar de citar de paso a Martín Caparrós, Cortázar, Kipling, Juan José Saer, Roland Barthes o Walter Benjamin ¿y por qué no?
Hasta aquí les cuento, pero es sólo un ejemplo: hay mucho más.

ENLACE al artículo

Enrique Vila-Matas escribe sobre Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en El País


Enrique Vila-Matas dedica su columna a Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, en El País:

Al margen de la Red

De los adictos a Chejfec, soy de los que disfrutan cuando sus escenas suceden de noche en un bar destartalado

Nada más abrir el libro, percibo que entro directamente en la “atmósfera Chejfec”. De entre los adictos a este escritor, soy de los que disfrutan cuando sus escenas suceden de noche en un bar destartalado, aunque también acepto las que transcurren en la calle al salir de un bar, como en ese impresionante documento que ya conocía y que Chejfec ha tenido a bien incluir en su nuevo libro, ese texto que recoge una conversación de madrugada con Antonio di Benedetto en la calle Talcahuano de Buenos Aires.

Esta vez, nada más irrumpir en el nuevo libro, en Teoría del ascensor (Jekyll & Jill), he ido a parar a un bar en el que el narrador escucha a alguien que dice que quiere volver a casa y no salir más, y no solamente no salir más, sino tampoco contestar al teléfono y, sobre todo, no leer el correo electrónico, olvidarse de Facebook y de Twitter, de WhatsApp y de Reddit, de Linkedin y de Instagram y de Skype: “Quisiera borrarme de todo esto y permanecer así durante largo tiempo, hasta que quienes me conocen se olviden de mí. Y una vez que eso ocurra, me gustaría empezar a vivir de otro modo”, dice la voz del bar.

Sé de quienes han desconectado de Internet porque no se resignan al cambio radical que se ha producido en el mundo: las cosas ya no ocurren en la vida real, sólo suceden en la Red. Por ejemplo, uno va caminando por una calle o entra en un bar y no sabe que en realidad ya solo es un personaje de Instagram.

En Teoría del ascensor hay alguien que acaba pensando que se ha convertido en “otro”, aunque no a la antigua manera, porque Chejfec dice que para él “ser otro”CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.indd significa no tanto una nueva personalidad, sino entrar en un mundo nuevo, es decir, un mundo donde la realidad y todos los individuos pierdan o dejen de lado su memoria y le admitan a él como un miembro desconocido, recién llegado…

Acaba de sonar mi móvil.

No hay salida, que decía Kafka. La única puerta abierta para huir de la vida real de la Red es la que señala ese vecino del bar de Chejfec que quiere volver a casa y no salir nunca más, que quiere comenzar un definitivo periodo de vida furtiva, porque es lo más parecido que encuentra a la idea de cortar con su propio sujeto: que las acciones, al no ser electrónicas y resultar por tanto difícilmente legibles, dejen de estar asociadas a él.

Sé que, de entre los que están logrando vivir desconectados de ellos mismos, para algunos situarse fuera de la Red equivale a encontrarse con “la infancia recuperada”, quizás porque en otro tiempo vivieron en algo parecido a la sigilosa y anticuada “atmósfera Sebald” que cita Chejfec en su libro. La memoria de ese clima calmo la tienen cuantos, aun habiendo presenciado el cambio radical de las últimas décadas, pasaron sus primeros años casi como si hubieran echado raíces en pueblos de altura, en sitios sin coches ni máquinas y en los que los únicos sonidos provenían de la naturaleza, de las herramientas manuales, o incluso de los materiales con que estaban hechas las casas cuando variaba la temperatura.

Perdón, me llega un whatsapp.

ENLACE al artículo

Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en El coloquio de los perros



CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddAntonio Gómez Ribelles reseña Teoría del ascensor en El coloquio de los perros:

Supongamos lo siguiente: estoy en una ciudad que no conozco o, en una variante, que sí conozco; consigo un mapa y acabo comprendiendo que no sirve de nada, que la diferencia entre mapa y realidad en el primer caso es evidente y en el segundo una realidad paralela ajustada por la representación en el mapa y la propia experiencia. Y supongamos que escribo un libro y que en él el mundo paralelo es la literatura, que me llamo Sergio Chejfec y que el libro es Teoría del ascensor.
El párrafo anterior recoge, no literalmente, un planteamiento de Chejfec que aparece en uno de los textos del libro. Son bastantes las ocasiones en que Sergio Chejfec habla en él del amor por las caminatas, del gusto por el deambular urbano, ese caminar que no tiene destino y que se ve abocado a la imposibilidad del conocimiento geográfico del territorio, a pesar de que sea «el mundo de la ciudad propia». Estamos lejos de lo que se ha llamado el paseo, lejos de Walser o Thoreau, incluso lejos de los artistas del walking, de los paseos por la naturaleza como búsqueda de uno mismo o del ensimismamiento, lejos de lo romántico. El autor es plenamente urbano (cita o habla desde catorce ciudades), y reconoce la imposibilidad de los mapas, lo difuso de lo conocido, la ambigüedad de los paisajes de calles y fachadas, y, por extensión y paralelismo, de las palabras, los términos y sus significados. Su caminata lo convierte a él en un observador y a la literatura en una mirada documental. Mirada documental de todo aquello que aparece o se busca que aparezca, de las historias potenciales que se encuentran en los pliegues de los mapas inútiles de las ciudades. El autor observa, pero alejándose de la metódica enumeración de documentos, objetos, situaciones. «Para un escritor, …, el mundo es una construcción verbal». El lenguaje de Chejfec se convierte en un deambular por los géneros y las palabras, definido como un sistema experiencial, «esa dimensión compartida por la realidad y la literatura llamada experiencia», pero necesitada de la suficiente abstracción para poder separarla y convertirla en objeto autónomo. Realmente, como una caminata por la ciudad.
Describir entonces el libro como perteneciente a un género no tiene sentido, como tampoco lo tiene decir que no pertenece a ninguno o que los mezcla o intercala, que me parecería otra descripción tópica. Evidentemente, seríamos capaces de decidir que en un fragmento domina el ensayo y en otro la reseña, o que aquí está la poesía de la imagen y en otro la enseñanza de la anécdota, y dónde la ironía. Describir sería una palabra ambigua y más en este caso, porque Sergio Chejfec va caminando por autores que se convierten en relatos, dobla una esquina y habla de la poesía de otros para escribir entre líneas acerca de su propia literatura, o encuentra en la observación demorada de los objetos, las palabras y sus relaciones un método de pensamiento. Como artista, no creo que deba ser de otra manera. Casi estoy hablando de una teoría de la caminata en vez de una teoría del ascensor, pero, inmiscuyéndome como artista en esta reseña, el proceso me recuerda a algunas formas personales de narrar en mi pintura, en una manera que pretende llenar los huecos que quedan entre lo observado y sus significados, entre la realidad y su memoria y olvido, entre las palabras que narran: «En mi recuerdo está presente como un abigarrado momento de historias potenciales». Desarrollar lo observado con un lenguaje es como escandir el texto de una noticia de prensa, «encontrar la idea principal multiplicada en otras distintas».

El nuevo libro de Sergio Chejfec tiene un título que podría llevar a un lector no conocedor del autor al error de pensar en esa técnica comunicativa que consiste en ser capaz de transmitir una idea en el menor tiempo posible, algo parecido a un trayecto de ascensor. La contaminación en este caso del lenguaje empresarial globalizado junto con la popularidad excesiva del microrrelato, puede hacernos creer que estamos ante textos breves e inconexos tendentes a la técnica efectista del microtexto. Nada más lejos. En el libro existe una línea que reúne los relatos que es la propia literatura del autor y sus reflejos; y también porque aquí el objeto ascensor tiene varios sentidos: por un lado, con ironía o sin ella, «el ascensor es una cabina que ofrece una concentrada experiencia de lo provisional», por otro, aparecemos ante los textos como quien abre puertas y leemos cosas nuevas o ligadas, reapariciones de las mismas ciudades o personas. A favor de la linealidad, de la coherencia y unión entre los fragmentos del libro (verticalidad o tráfico vertical de ascensor en este caso) se muestra la elección de la supresión de títulos en los textos, de un índice como tal y de optar sólo por un índice alfabético al final, todo un retrato en tránsito enumerando recorridos a través de nombres de ciudades, calles, autores, personas, organismos o supermercados. Es el único momento en que el libro se centra en la enumeración, aunque aparezcan los listados en las guías telefónicas o una relación de autores y comidas, que por lo demás no es método en el libro; lo cual, si en algún momento nos recordó al OULIPO, nos muestra un camino mucho más personal y gratificante, lleno de poderosas reflexiones.
Dice Vila-Matas en la contraportada que en los textos de Chejfec «no pasa nada, pasa sólo que son excepcionales», como también le he oído decir que donde no pasa nada es donde acaban ocurriendo más cosas. Y probablemente estemos otra vez enfrentándonos a la ambigüedad de términos y a la indecisión sobre qué es cosa o qué es nada. Lo importante es la literatura de Chejfec y sus lenguajes, sus devaneos entre lo narrado y lo real, la acción/inacción, es hallar en la escritura lo que de verdad nos interesa desde la indefinición. La narración no es tal porque no llega a ningún fin, es una manera de hablar de la literatura a través de lo literario. Incluso cuando habla de alguien parece estar usándolo para hablar de él mismo en la literatura. Y eso que cuando aparecen escritores y artistas, tanto reseñando su obra como cuando aparecen como personajes, compañeros observados o protagonistas de sus relatos, demuestra por ellos más que admiración: Saer, Cortázar y las imágenes, Roffé, Sebald, de Stefano, Bellatin y la traducción, Drumond de Andrade…
Doméstico, ordinario, mundano, provisional, difuso, caminante, digresivo, inseguridad, desorganización, caos, asertivo,
«Terminada la lectura y a punto de cerrar el libro aún ignoramos de qué se ha tratado». Y esto, dicho en las dos primeras líneas del libro, es la mejor manera de dejarnos el camino libre.

ENLACE al artículo

Teoría del ascensor de Sergio Chejfec por Miguel Ángel Hernández en Ñ



CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.indd Miguel Ángel Hernández escribe sobre Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, en Eñe, revista para leer:

«Terminas de leer Teoría del ascensor, el libro de Sergio Chejfec que ha publicado la editorial Jekill & Jill. Chejfec es otro de tus autores de referencia. Y este es un libro extraño. No es un ensayo, no es una novela…, es un libro, un texto más allá de cualquier clasificación, un cúmulo de reflexiones sobre la ciudad, los transportes, el lenguaje, el idioma, la escritura, los escritores, el espacio, las relaciones…, en realidad, todas las cuestiones que preocupan a la literatura de Chejfec. Una literatura que es puro pensamiento, inteligencia desplegada. Pocos autores son capaces de observar y llegar a tocar la esencia de la realidad con tanta minuciosidad y precisión como él. Su escritura es una máquina de análisis del presente. Demuestra que la literatura sigue teniendo una función fundamental: la de desvelar el mundo en el que vivimos.»

ENLACE al artículo

 

 

Teoría del ascensor en el blog Mi palabra en tu vientre



CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddM. Carmen Márquez reseña Teoría del ascensor,  de Sergio Chejfec, en su blog literario Mi palabra en tu vientre:

Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) es un escritor argentino que actualmente da clases en NYU. Entre sus obras podemos destacar Lenta biografia (1990), Los incompletos (2004) o Últimas noticias de la escritura (2016).

El escritor argentino nos pone frente a las relaciones que entablamos con los demás y con nosotros mismos mediante nuestras experiencias. Pone a prueba al lector y le hace partícipe de este juego llamado literatura.

Chejfec no quiere que seamos una pieza aislada de este proceso sino que pongamos en práctica todo lo que sabemos.

El autor se detiene a explorar los posibles mundos que existen en los trabajos de otros escritores, como Mercedes Roffé o Martín Caparrós, y muestra que todas las realidades que relatan y/o imaginan son posibles. Todas tienen cabida y pueden ser ciertas dependiendo del punto de vista en que se traten.

Por otro lado, se adentra en las capacidades que tiene la literatura, como puede ser la traducción y su difícil tarea. Chejfec nos plantea un asunto bastante interesante: el objeto que por serlo ha de representar o no lo que físicamente es; quiere decir que cada cosa por sí sola e independientemente tiene un significado y no ha de vincularse siempre a sus semejantes por compartir aparentemente sus rasgos.

Esta Teoría del ascensor se deshace en las manos, en el buen sentido de la expresión, ya que Sergio Chejfec comparte su saber y sus reflexiones de una manera exquisita, interesante e intensa. Una joya literaria desde nuestro punto de vista.

Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, por Patricio Pron


Patricio Pron reseña Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, en su blog de El Boomeran(g):
A la fantasía cultural de una lectura «veloz» para la que existirían técnicas específicas, la literatura parece haber respondido, por una parte, con la aceleración de la velocidad de desplazamiento del libro en tanto mercancía, devenida prácticamente instantánea con su pérdida de materialidad; y por otra parte, mediante la adopción de procedimientos que tienden a la constitución de una literatura asertiva, formalmente simple y temáticamente redundante, de la que se excluye todo aquello que pudiese entorpecer (y por consiguiente ralentizar) la lectura, convertida en una práctica presumiblemente engorrosa y algo indeseada, situada como está entre el deseo de haber leído y su realización.
Sergio Chejfec viene produciendo desde hace décadas una obra de un rigor desusado que desde el título del primer libro que la compone, Lenta biografía (1990), tiene en el tiempo uno de sus intereses más habituales. No se trata tan sólo de que los personajes de Chejfec parezcan vivir «fuera» de él, en una zona de contornos difusos en la que la percepción temporal es condicionada por prácticas deliberadamente ajenas a la duración como el vagabundeo y la elaboración de conjeturas: los libros en los que esos personajes aparecen (lo que podríamos denominar «la obra en sí») exigen del lector una velocidad de lectura baja, condicionada por su falta de linealidad, la falta de acciones otras que la percepción y las muchas incertidumbres que tienen lugar y son resueltas o no en ellos: quién habla, respecto de quién lo hace, dónde se encuentra, hacia dónde va, (sobre todo) cómo ve y de qué forma salva el abismo que existe entre la experiencia y su relato de ella.CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.indd
Si la obra de Chejfec es considerada habitualmente «difícil», no lo es sino debido a que (a modo de resistencia al imperio de la velocidad en literatura, le interese esto a su autor o no) su obra no pretende ser el relato de una experiencia sino una experiencia en sí misma: en su resistencia a la lectura adquisitiva, veloz, en el marco de la cual (podría decirse) hubo una experiencia y el lector debe leer el relato que se hizo de ella para conocerla, la opacidad de la obra de Chejfec, su apuesta decidida por la provisionalidad y la irresolución, devuelve a la lectura su condición de experiencia (y podría decirse que toda experiencia tiene su grado de dificultad, incluso la más agradable). Ya sea que narre una deriva por un parque en el sur de Brasil, aborde la obra de Rafaela Baroni o (como en esta Teoría del ascensor) se ocupe de contemporáneos como Mercedes Roffé, Martín Caparrós, Mario Bellatin, Carlos Ríos, Victoria de Stéfano o Igor Barreto, dé cuenta del descubrimiento azaroso de unas postales antiguas de Caracas o de su vida en Nueva York, visite el taller de Eduardo Stupía o escriba sobre sus muertos familiares (Lorenzo García Vega, Juan José Saer, Julio Cortázar), leer a Sergio Chejfec es asistir a una sofisticada forma de recordarnos que toda literatura constituye una doble experiencia: la de aquello que se narra (poco importa si situado en el pasado o en el presente; aquí, poco importa si protagonizada por los sucedáneos de una «primera persona» que Chejfec elude para que la narración autobiográfica no devenga irrelevante o banal: «él», «el escritor», etcétera) y la de la narración misma, devenida experiencia mediante su reenactment en la lectura. Quizás esa recreación constituya una lenta y algo dificultosa experiencia para los lectores habituados a la velocidad de otras literaturas, pero en ella radica la oportunidad de encontrarse con uno de los acontecimientos más importantes de la literatura en español de las últimas décadas, así como algo parecido a una promesa: la de una literatura que al rechazar radicalmente la lectura rápida no pasa, también rápidamente, sin dejar huellas.

Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en El Cultural



Sergio Chejfec Foto: Lisbeth Salas
Sergio Chejfec. Foto: Lisbeth Salas

Josep Maria Nadal Suau reseña Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, en El Cultural de El Mundo:

El lector de Sergio Chejfec (Buenos Aires, 1956) reconocerá enseguida las pautas, y buena parte de los temas, que recorren Teoría del ascensor, su segunda publicación en el sello Jekyll & Jill: la presencia de Juan José Saer como piedra angular de la propia interpretación del canon argentino y latinoamericano; la cuestión territorial, que empieza con el recorrido de las ciudades chefjequianas (Buenos Aires, Caracas, Nueva York, París) y a partir de ahí va concentrándose en la contemplación de los espacios limítrofes, periféricos, íntimos o ausentes; un cúmulo siempre creciente de preguntas sobre la relación entre literatura y experiencia, o fenómeno y representación; el paseo como exigencia para el surgimiento de lo literario; lo anecdótico como disparadero de la reflexión, aunque a menudo no sea lo explícito de la anécdota aquello sobre lo que se piensa, sino más bien lo que se deriva de ella; etcétera.

En esta Teoría del ascensor, estas características se articulan en forma fragmentaria, a través de textos que a veces podrían pasar por narrativos y a veces, en apariencia con claridad, como ensayísticos: por ejemplo, aproximaciones a la obra de autores como Martín Caparrós, Mercedes Roffé, Sebald, Cortázar o el cineasta Béla Tarr. Y sin embargo, diría que las lógicas narrativa y ensayística se confunden en Chefjec, y que lo hacen de un modo deliberado e inquisitivo. Precisamente, el autor se refiere a la obra de Tarr en términos que no le sientan nada mal a su propia escritura: “Suele mencionarse la tendencia ensayística de Tarr. […] Creo que cabe otra idea de ensayo, menos formal y declarativa y notoriamente híbrida: más que intentos de respuestas, las películas de Tarr son interrogaciones sobre el realismo”. No creo que en estas líneas haya una voluntad apropiacionista sobre el referente del director húngaro, pero sí una más que razonable correspondencia.

A Chejfec le persigue la fama de escritor denso, incluso opaco; la contraportada de Teoría del ascensor recurre a unas palabras muy acertadas de Enrique Vila-Matas que se refieren a su “voz baja” y su “frío trato irónico”. Es todo cierto, y sin embargo nada más accesible que el universo particular de Chejfec, una vez se recuerda que el paseo es en él una clave estilística: callejeamos por un barrio porteño, por el listín telefónico o por un bucle mental del autor, pero callejeamos en definitiva.

CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.indd


Y callejear tiene tanto de método como de azar. O, si no callejear, digamos con Chejfec que se puede ascensorear, una práctica que implica un desplazamiento vertical y automático, sí, y también un acceso solicitado o no a varios niveles. Acompañar a Chejfec es descubrir recorridos inesperados, como en el último y extraordinario texto del volumen: el autor estudia unas viejas postales de Caracas, y los agujeros que las termitas han hecho en ellas se le revela de pronto como “una elusiva acción connotativa” que conecta sorprendentemente todas esas imágenes, por otra parte tan fraudulentas como cabe esperar de la industria turística.

Los ensayos-no-tan-ensayos de Teoría del ascensor, tan valiosos como los anteriores cinco volúmenes de Chejfec publicados en nuestro país, exploran ideas sutiles y al mismo tiempo poderosas. Para cerrar, y a modo de ejemplo, sirvan dos citas lúcidas sobre el concepto de ruina: “Sé que el presente es reverberación del pasado. Pero a veces, gracias a la ruina, podemos plegarnos a la ilusión de que es a la inversa: el pasado como eco póstumo (o exhalación invertida) del presente”. Y “también es construida y puede estar arruinada nuestra forma de ver”. Un libro de Chejfec también es un territorio, también contiene pasadizos, también se ejecutan en él elusivas acciones connotativas. Es la literatura.

ENLACE al artículo

Teoría del ascensor de Sergio Chejfec en El Imparcial



CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddFrancisco Estévez reseña Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, en El Imparcial:

La escritura de Sergio Chejfec no tiene más sastre qué sí misma ni traje que le tome exactas costuras en su libérrimo discurrir. A caballo intergéneros se desenvuelve sin aparente brida con extraño domeño del corcel. “¿Es narrador o ensayista?” se pregunta Enrique Vila-Matas. En definitiva, lo que ocurre es que, como el resto de géneros, el ensayo se desprende a las bravas de un gastado corsé que acotaba su narrar y busca prendas en el fondo de armario de la intimidad biográfica del escritor. Como el resto de disciplinas, buena parte de la literatura actual más interesante tiende a fusionar géneros, hibridar discursos.

En 2015 la ya famosa editorial Jekyll & Jill presentó en terreno español su Últimas noticias de la escritura. El argentino daba allí visión de la ambivalente posibilidad de memoria y olvido a la cual aboga impenitente la escritura desde aquella primera noticia escrita por Platón pero pregonada por boca de Sócrates en el conocido fragmento del Fedro. Ese inquietante sino doble de la escritura vuelve a tomar cariz fundamental desde los primeros párrafos de Teoría del ascensor. Con un arranque aclaratorio que expande más nieblas todavía con elegancia, al situar en terreno inestable su caminar textual: “Acaba de cerrar el libro y no entiende muy bien de qué ha tratado. Supone que si alguna educación o advertencia anima a este relato está bien oculta”.

Tampoco niega que ese ocultamiento sea parte del disimulo. Tras las consideraciones sobre enigma o evidencia, que, al entendimiento de este cronista quedan ligadas a las de la memoria o el olvido platónico, hay una propuesta de disolución del yo narrativo (pág. 9) pero también la toma de una naciente desconfianza textual y su quiebra narrativa ya convertida en tópico contemporáneo con el abandono resignado de la “ilusión ficcional”.

La idea reflexiva torna relato en el discurrir de la escritura física con su “incertidumbre selectiva”. En breves fragmentos, a veces con clara conexión, otras más subterránea, se reflexionará sobre el variable perfil de una misma lengua en distintos terrenos, la reflexión sobre la “literatura del yo”. Muy sugestivas serán las divagaciones acerca de la traducción y otras más adelante sobre las guías de teléfono, páginas esas que podrían dar para un pequeño tratado. Sin embargo aquí tenemos el esbozo, la trastienda de la escritura misma volteada hacia lo externo para tangenciar la mirada, oblicuar el pensamiento, acaso para tomar por los cuernos la propia voz.

Pero no a la manera de las propuestas jugosas de Mario Bellatin (mencionado en estas páginas), truncadas casi siempre en su propia lógica. Este paseo literario sube del exterior de la ciudad o desciende a lo íntimo del pensamiento, volcado aquí en la literatura. De lo más valioso, sin duda, las reflexiones sobre otros autores. De una frase de Kipling al desentramado de la voz de Oswaldo Lamborghini, hasta un fino desvelamiento del oficio de Juan José Saer. Sobresaliente son los párrafos dedicados al borroso lirismo de Mercedes Roffé. En estos apuntes emerge el sensible y cultivado lector que es el argentino. Obsérvese, por ejemplo, cómo merodea la amplia escritura de Martín Caparros: “Su lectorado imaginario que no se predica en términos psicológicos -a la María Moreno, por ejemplo-, tampoco idiosincráticos – a la Cortazar-, ni siquiera culturales- a la Fogwill-, o históricos -a la Piglia-“.

La narración sobre las bases del Premio Alacrán (pág. 33) donde ofician de jueces Guadalupe Nettel, Alejandro Zambra y el propio Chejfec, pueden dar juego al chascarrillo de algunos pues no se oculta la camaradería ni las connotaciones de tópico literario que rodean al premio basado en una botella de mezcal. Aunque uno dude sobre el carácter maledicente de la expresión “ser alacrán”, sino más bien traicionero.

El lector puede quedar desconcertado y no sabrá si Chejfec debiera aparecer en las lista de lecturas del año o, por el contrario, no aparecer en ninguna, no dejar apenas rastro más que en unas horas de fructuosa lectura. El presente es un libro de libros, de lecturas y vida entre sus líneas. Las postrimerías del año tienen aún curiosidades literarias de extraña clasificación que al igual que la novela para Sergio Chejfec pueden también “revelar un espacio más que contar una historia”.

ENLACE al artículo

 

sergio-chejfec-paco-inclan

Sergio Chejfec y Paco Inclán – Librería Pasajes (Madrid)



sergio-chejfec-paco-inclan

Pasajes Librería Internacional (Calle de Génova, 3, Madrid) recomienda Tantas mentiras e Incertidumbre, de Paco Inclán, y Últimas noticias de la escritura y Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec.

«Hoy os dejamos algunas recomendaciones en castellano editadas por Jekyll&Jill Editores; entre ellas, lo nuevo de Sergio Chejfec, de quien Enrique Vila-Matas se declara «adicto», o la preciosa edición en tapa dura de Paco Inclán. ¿Con cuál os quedáis? ;-)»

Últimas noticias de la escritura Sergio Chejfec

Entrevista a Sergio Chejfec en Chile


Matías Hinojosa entrevista a Sergio Chejfec y conversan sobre su libro Últimas noticias de la escritura con motivo de su paso por Santiago de Chile.

Entrevista a Sergio Chejfec: «El paisaje de los libros es uno de los más diversos que quedan»

 Invitado a nuestro país por el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Católica de Valparaíso, el escritor argentino se tomó un tiempo para respondernos algunas preguntas. En esta conversación se refiere a su más reciente libro, Últimas noticias de la escritura, en el cual realiza una reflexión en torno al choque entre materialidad y digitalización.

En 2005 Sergio Chejfec se asentó en Nueva York, luego de vivir durante 15 años en Venezuela. Allí dicta clases en la Maestría de Escritura Creativa en Español de la Universidad de Nueva York. Más allá de su labor como académico, la literatura es uno de sus principales materiales a la hora de crear. En las primeras páginas de su libro Últimas noticias de la escritura, narra el hallazgo de una vieja libreta en el escaparate de una tienda, la cual detona en él una reflexión en torno al oficio de escribir. Oscilando entre el ensayo y la narrativa, Chejfec se pregunta por el lugar de la escritura caligráfica en un contexto altamente digital. Con nostalgia pero sin caer en el lamento, expone la relación que han tenido distintos autores con la caligrafía, los subrayados, las transcripciones y los utensilios para escribir. Él mismo cuenta cómo copiaba de forma manuscrita las obras de Kafka en lo que llamaba “sesiones de escritura empática”.

Tras leer Últimas noticias de la escritura, uno se pregunta si escribir es una actividad manual que con la digitalización ha perdido parte de su naturaleza. 

No sé. Más bien al contrario. Pienso que, paradójicamente, con la digitalización la escritura manual se ha puesto de manifiesto en su carácter más específico. Ese carácter le es propio y, naturalmente, es previo a la escritura digital; pero solo con esta se ha hecho ostensible. Si uno se pone a ver, la escritura digital es lo más parecido a la escritura manual. La escritura mecánica implica un formato de gran mediación material. Pero la posibilidad de recorrer la escritura manuscrita y digital, y de intervenirla, o sea, la plasticidad, es casi igual.

En su ensayo se detiene en el descubrimiento de una libreta, la cual termina ayudando al narrador a cuajar sus ideas y a iluminar conexiones inesperadas ¿El azar es un elemento importante a la hora de crear?

Diría que sí, que es importante sobre todo en esa faceta medio abstracta cuando lo concebimos como organización de lo contingente. Pero no me gusta la palabra azar, me parece un tanto trascendental. Por ejemplo, la idea de azar es adecuada para buena parte de la literatura de Cortázar, porque es en ese tipo de combinatoria donde se cifra la lógica y motivación de los desarrollos y peripecias. En mi caso prefiero la noción de casualidad, que es más leve, menos fatalista o significativa.

¿Tiene nostalgia por los manuscritos?

Más que nostalgia, siento hacia ellos una atracción que me cuesta definir. Por un lado está el hecho de que son artefactos cada vez más inusuales. Esto se entiende y por eso despiertan una curiosidad un poco exótica. Se van convirtiendo, si se trata de escritores venerados, en originales plásticos de valor no solo filológico sino también ambiguamente trascendental. Las muestras de manuscritos atraen a grandes cantidades de personas que observan esas hojas como si fueran cuadros de artistas venerados. Pero a la vez, si uno se fija en los manuscritos, es notorio cómo muestran las marcas de lo eventual, incluso de lo casual y del accidente, de la ocurrencia espontánea. O sea, podrán ser distintos; hubo una secuencia pedestre de circunstancias que influyeron en su materialidad. Esa dimensión un poco doméstica del manuscrito me parece fantástica, porque naturalmente el culto que se hace de ellos tiende a anular esa faceta accidental, sacralizando elementos que en su momento podrían haber sido otros, y que se muestran de esa manera por una combinación doméstica de casualidades.

En su obra aparecen paseantes solitarios que exploran ciudades desconocidas. ¿Cuáles son sus lugares favoritos para caminar y perderse?

En realidad no me gusta perderme. Mi preferencia es caminar hacia algún lugar prefijado. Puede quedar lejos, no tengo problemas con eso. Cuando más lejos, mejor. Pero extraviarme nunca me gustó. Prefiero el extravío mental. O sea, caminar hacia algún sitio, pero mientras tanto olvidarme del lugar hacia donde estoy yendo. Ese olvido responde a la particular sintaxis del pensamiento y de la observación que impone la caminata (y las interrupciones relacionadas con la regulación urbana de los flujos).

Ahora hay una onda con los libros sobre caminar, ¿ha leído alguno que recomiende?

Mencionaría una novela de Peter Handke, La repetición. Tiene varios años y de alguna manera es previa a la onda que mencionas. Es previa a esa onda y sin embargo la entorpece, la descoloca por anticipado. Allí Handke exalta la caminata por los lugares abiertos, no urbanos; el campo, digamos. Uno podría decir que predica la caminata romántica, si no fuera por el hecho de que la novela también apunta a destituir esa gran creación romántica que es el sentimiento de identidad nacionalista. No sé si por efecto de la onda o si por otro motivo, la verdad es que no me gusta la exaltación acrítica de la caminata urbana. Es una cosa del pasado, de cerca de 100 años atrás. Es verdad que tuvo una vida prolongada; pero por eso mismo aparece hoy como residuo y como cliché.

¿Acostumbra comprar libros que le atraen sólo por su materialidad?

No compro muchos libros. Los que me atraen por su materialidad en algunos casos son muy caros; en otros, me producen desconfianza. El paisaje de los libros es uno de los más diversos que quedan, entre los otros paisajes que poco a poco se han ido uniformando. Aún podemos vivir experiencias relacionadas con la curiosidad y lo desconocido cuando entramos a una librería o visitamos una feria de libros. Ello no ocurre en casi ningún otro comercio.

¿Cuál es ahora su libro de velador?

Mi velador y todo lo que está cerca es un caos.

¿Qué impresión se lleva de Chile?

Me sentí maravillosamente recibido y acompañado. Entonces, por un lado, la hospitalidad. No solamente de la gente cercana, sino la temperatura humana en general. Por otra parte, Chile es el único país de cuyo mapa soy incapaz de abstraerme. La longitud y la delgadez. Pensaba en eso todo el tiempo y trataba de encontrar señales relacionadas con eso. Lo intenté hasta que advertí que estaba actuando como un ser del pasado. Y sin embargo, el mapa y su contracara, la realidad visible, no dejaron de atraerme como claves de un secreto. Una tarde me senté en un café con un amigo. Me dijo que en esa cuadra en la que estábamos y en esa acera de aproximadamente 100 metros, se reunía lo más importante de la literatura chilena. El comentario me impresionó por varios motivos. En parte porque también aludía a un territorio angosto y largo.

ENLACE al artículo

 

Últimas noticias de la escritura - Sergio Chejfec

Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en Papel literario



Mª Victoria Reyzábal reseña Ultimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec (Jekyll & Jill, 2015) en la revista Papel Literario:

Es esta una obra interesantísima pero compleja Últimas noticias de la escritura Sergio Chejfecpara el gran público, centrada en las diferentes variantes escriturales que convierten a la propia escritura en una brecha que recorre desde los manuscritos iniciales únicos hasta la proliferación de los libros digitales, repetidos y, en muchos casos, también anónimos en su acercamiento al lector. Perdido, en buena medida, el texto como objeto físico, permanece el intento de algunos rebeldes por compensar o resucitar de otro modo la pulsión de lo manual o artesanal para reproducir de esa manera ahora lo mecanizado o digitalizado, apostando por un eterno retorno testimonial que recoloca al escritor en dimensiones falsamente pasadas pues le impone la necesidad de decirse sin renunciar al presente, evocando rituales aparentemente superados, así la posible disolución del pasado literario no excluye el nuevo empeño de subrayarlo, anotarlo con matices o deslizamientos que lo contextualicen en nuestro devenido siglo XXI, hijo y nieto de aquella cultura sin la que no sería nada y volvería a la prehistoria. De ahí, la gran hazaña recolectora que representan las bibliotecas, corredores y corredores que pueden atravesarse en diagonal, de micro o grandes saberes depositados ordenadamente en estantes… En este sentido, la producción digital en cuanto pérdida de materialidad implica “un mal paso” que como incompletud algunos intentan remediar, pues mientras la escritura manuscrita requiere la danza rítmica o incluso alterada de la mano, a la digital le basta con el toque mecánico de una tecla o la presión sobre un icono.

Lo atractivo de los manuscritos es que se defienden como inmutables en su posicionalidad de creación humana frente a las escrituras a máquina o transcriptores automáticas. Solo lo manual conserva la hesitación del autor o del copista patente en los rasgos de su caligrafía por más impersonal que se pretenda, evidente hasta en los componentes plásticos. Copiar a mano, ayer y hoy, apoya otro hábito de apropiación lectora que se beneficia de una velocidad adecuada para la comprensión ideal de cada receptor, reforzada por el sentimiento gratificante y ético del esfuerzo debido y cumplido. Pues “toda escritura caligráfica es única por definición y en mayor o menor grado impugna, por artera, la idea de imitación, la idea de copia o emulación requiere de una convalidación previa: en este caso es el original, y los atributos que irradia […] aquello que hace pertinente y no irrelevante la versión [manuscrita de cualquier autor]”.

La caligrafía de los escritoCultura_Entrevista tacitares amados fluye como muestra de la potencia no solo estética sino también moral y hasta pedagógica que se revela en la calidad gráfico-pictórica pues resulta «un gran tema literario, en la medida en que la letra manuscrita es cada vez más una gran prueba fáctica, en un contexto paulatinamente más escaso de ellas, de autorreflexividad. Puede recordarse ese verdadero leit motiv de Mario Levrero, cuando en El discurso vacío se obliga a ejercicios de cambio de caligrafía como un modo de mejoramiento del propio carácter moral y de las virtudes de su creación». Por eso las obras manuscritas de actores contemporáneos tienen un valor especial de resguardo de la verdadera creatividad individual, donde tienen entidad plena incluso las tachaduras. De los textos manuscritos a los escritos a máquina en esos pesados mastodontes que a su vez fueron evolucionando sin dejar de ser precarios instrumentos de la sustitución manual, hemos llegado a la impresión digital, algo que no existe, que no está materialmente en ninguna parte, lo que aporta una relación diferente no solo con lo que se dice sino con cómo se piensa el decir antes de decirlo o en el instante de hacerlo. Así puede concluirse que «La escritura maquinal despoja a la mano de su rango en el dominio de la palabra escrita y degrada la palabra a un medio de comunicación. Además, la máquina de escribir ofrece la ventaja de ocultar el manuscrito y, con ello, el carácter. En la máquina de escribir todos los hombres tienen el mismo aspecto», M. Heidegger, citado por F. A. Kittler (cita extraída de: M. Heidegger: Parménides, trad. de Carlos Másmela, Akal, Madrid, 2005, pág. 105)». Tal vez por eso las cartas personales, los billetes de amor, por ejemplo, exigen la impronta de la mano.

ENLACE al artículo

últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec por Patricio Pron

Sergio Chejfec – Últimas noticias de la escritura, por Patricio Pron



últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec por Patricio PronPatricio Pron dedica una excelente reseña a Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, en  El Boomeran(g)

«La máquina de escribir ofrece la ventaja de ocultar el manuscrito y, con ello, el carácter. En [ella,] todos los hombres tienen el mismo aspecto», escribió (como recuerda Sergio Chejfec en este libro) el filósofo alemán Martin Heidegger. La cita es previa al surgimiento de la textualidad inmaterial de nuestros días, pero anticipa su sensación de pérdida. ¿Qué falta con la popularización del procesador de textos como herramienta hegemónica de escritura, la publicación electrónica y el almacenaje en la nube? A esa ausencia se le pueden dar varios nombres (según Heidegger, se trataría de la individualidad; para Chejfec, es «la presencia aurática» de la escritura manual), pero lo que importa es que la «condición incompleta» de la textualidad inmaterial contemporánea ha generado esfuerzos de recuperación en los que, como sostiene el escritor argentino, «el manuscrito o algunos de los atributos más fuertemente vinculados con él son directa o indirectamente convocados por la escritura digital, a modo de reparación de una incompletud»seguir leyendo

Últimas noticias de la escritura Sergio Chejfec

Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en La Opinión de Murcia


Ruby Fernández reseña Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en el diario La Opinión de Murcia:Últimas noticias de la escritura Sergio Chejfec

Asunto importante es lo que se viene diciendo sobre la acción de escribir y los modos que a esta (no) le pertenecen. Comenzar a escribir —física y gráficamente hablando— es una respuesta a la resistencia virtual retiniana en la que vivimos, quien osa atreverse lo hace con distintas y dudosas intenciones, aunque al menos una de ellas la tenga clara; escribe para hacer perdurar el rito de la mancha de carbón, escribe para retener esos impulsos que le condujeron al fin —en contexto— primigenio. Manuscribe para esculpir lo voluble, con intención de vivir otras vidas, para poseer otros intelectos. Sergio Chejfec plantea estas Últimas noticias de la escritura como un ensayo sobre la nueva materialidad de la misma y cómo aborda el ser digital el valor artístico de la palabra que defiende a ultranza el copista-calígrafo.
Páginas sobre el carácter y la manipulación de los materiales con los que se desvive el inocente que expía sus deslices ágrafos vendiéndose —mediante la férrea transcripción— a la creída, intuída y asimilada sensación que el genio experimentó en el preciso momento en que trabajó la octavilla. Ensayo como defensa del fanatismo creador mediante la caligrafía ceremonial. Copiar, reescribir y subrayar para asumir verdades que a primera vista lo digital no puede aportar, y es que la editorial Jekyll & Jill ha apostado por un complejo manual discursivo sobre la involución grafotecnológica y la necesidad de auxilio impreso-manual en la que nos encontramos …seguir leyendo

Últimas noticias de la escritura - Sergio Chejfec

Reseña a Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec



Patricio Pron dedica una excelente reseña a Ultimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, en la revista Letras Libres.

«Sergio Chejfec nació en Buenos Aires en 1956 y es considerado uno de los escritores más radicalmente innovadores de la literatura argentina contemporánea; esto significa (entre otras cosas) que no es Mario Vargas Llosa: allí donde uno esperaría un ejercicio de nostalgia y un rechazo conservador al hecho de que una forma de concebir la literatura está siendo desplazada por otra, Chejfec propone un recorrido sobre el que, a diferencia del autor de La civilización del espectáculo, no adopta una postura moral. Si bien habla con nostalgia de la escritura en esténcil, la fotocopia y el uso de máquinas de escribir manuales y electrónicas (así como de una libreta que, encontrada casi al azar un día, devolvió al autor el placer y los problemas de la escritura manual y lo llevó a reflexionar sobre la materialidad de la producción de los textos), también se refiere a su escritura en blogs y afirma creer que, en su “promesa de olvido y persistencia al mismo tiempo”, la publicación electrónica se lleva “mejor” con su escritura que la física.»

 

AQUÍ la reseña completa

Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, por Leonardo Sabbatella


Estupenda reseña de Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, por Leonardo Sabbatella en revista Vísperas.

«Se sabe que Sergio Chejfec es de los que cuando escribe prefiere (y provoca) atajos, pasadizos que conectan pensamientos y hechos aislados, lejanos. Aunque paradójicamente no se trata de atajos que acorten las distancias sino que, por el contrario, su escritura se bifurca en una serie de desvíos inciertos y morosos, de una lentitud magnética, que amplifica las asociaciones; una literatura que procede por contigüidades y ecos. En su último libro, Chejfec vacila, casi como si se tratara de una meditación teórica, sobre las relaciones de la literatura con sus instrumentos de registro, con las formas de lectura de un texto y sobrevuela las fronteras entre el carácter verbal y plástico de la letra, ya sea manual o tipográfica.»

Reseña completa AQUÍ

Sergio del Molino reseña Últimas noticias de la escritura en la revista Ñ Sergio Chejfec

Sergio del Molino reseña Últimas noticias de la escritura



Sergio Chejfec reseña revista Ñ Sergio del Molino reseña Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, en la revista Ñ.

«Párrafo tras párrafo, Chejfec reflexiona sobre cómo la caligrafía, el papel, la tinta, los soportes, los manuscritos, el concepto de original y la forma en que la escritura se ha desmaterializado influyen en la forma que tenemos de mirar (más que leer, aquí el verbo sería mirar) la literatura. Pasa revista a las reflexiones de otros autores y, sobre todo, repasa las intervenciones que el arte contemporáneo ha hecho en este tema» …seguir leyendo

Últimas noticias de la escritura en El coloquio de los perros



Últimas noticias de la escritura - Sergio Chejfec

Diego Sánchez Aguilar reseña Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec en la revista El coloquio de los perros

El escritor argentino Sergio Chejfec nos plantea en este ensayo una serie de cuestiones sobre la escritura en su sentido más literal. No debe pensar, quien lea el título, que esta obra va a tratar el tema de la escritura como creación de textos literarios: no se tratará aquí (no exclusivamente) de la escritura como creación literaria, sino de la escritura como actividad humana en sus aspectos más materiales: escritura manual, escritura mecánica, escritura informática …seguir leyendo

 

Últimas noticias de la escritura - Sergio Chejfec

Reseña Últimas noticias de la escritura Sergio Chejfec



chejfec-culturamasPedro Pujante reseña Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en Culturamas.

Si por algo se caracteriza la obra narrativa del argentino Sergio Chejfec –Mis dos mundos, La experiencia dramática, por citar algún ejemplo- es por esa imbricación entre relato y proceso escritural. De hecho, sus novelas son ejercicios en los que el narrador se muestra consciente de su propia actividad. Un viaje, en ocasiones, es el hilo conductor por el que deambula Chejfec hilvanando ideas, proyectos, ocurrencias, reflexiones. Aquí, el viaje es más bien sustituido por la propia reflexión metaescritural.
En este breve pero intenso ensayo, dedicado en exclusiva a anotar reflexiones acerca de la escritura, también apreciamos esa constante chejfequiana: la de construir un discurso, esta vez más teórico, puro y concreto, en torno al proceso escritural.
Chejfec indaga en varias direcciones pero sin perder de vista un asunto clave: la condición de la escritura. Dedica muchas y exhaustivas páginas a la relación entre escritura manual y digital. Son  bastante copiosas las notas que tratan de dilucidar un asunto en el que pocas veces reparamos lectores ni escritores: el texto como objeto con presencia física, la escritura como acto tangible y el veloz y radical cambio que el paradigma digital, en gran medida, ha ocasionado en nuestra forma de establecer una dialéctica con él …seguir leyendo

Últimas noticias de la escritura - Sergio Chejfec

Sergio del Molino reseña Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec



chejfec-enneEl escritor Sergio del Molino reseña Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en la revista Ñ.

Con la muy notable excepción de un generoso artículo de Antonio Muñoz Molina en El País, tengo la sensación de que este librito (poco más de cien páginas, apenas un opúsculo) está pasando desapercibido en España. Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec (Jekyll & Jill Editores), es uno de esos ensayos literarios que tienden a hacer que los críticos tuerzan el gesto porque no son ni una cosa ni la otra ni la de en medio. Sergio Chejfec es también un escritor que tiende a hacer que los críticos tuerzan el gesto porque no es ni una cosa ni la otra ni la de en medio. Es difícil explicar qué es este libro, como lo es explicar a Sergio Chejfec, un autor que es su propio género, así que ni lo voy a intentar. ¿Saben por qué? Porque el libro me ha gustado mucho. Muchísimo. Lo leí de un tirón en un viaje en tren y doblé casi todas sus esquinas. Y como me ha gustado tanto, no voy a malvenderlo. Ya vengo escarmentado. Cada vez que he hecho proselitismo de la literatura de Chejfec la cosa ha salido mal. No sé qué esperaban quienes me hacían caso. Mira que uso las palabras inclasificable e incluso raro, pero no hay forma, me devuelven la recomendación. Algunos, hasta me piden explicaciones, como si yo fuera El Corte Inglés y pudiera reintegrarles el dinero. Como conozco a otros chejfequianos que son mucho mejores apóstoles que yo, les dejo a ellos el trabajo, que a mí no me entienden. Está claro que no sé contagiar mi entusiasmo por los libros de este autor. Sus novelas, en España, las edita con mucha diligencia y cariño, la editorial Candaya. Por si gustan.
Estas Últimas noticias de la escritura, sin embargo, son especiales y merecerían una lectura por sí mismas, aunque no estén interesados en el resto de la obra del autor. Son una reflexión sobre la naturaleza de escribir. De escribir a mano. Es la historia de un cuaderno de tapas verdes y de cómo ese cuaderno acompaña al escritor y le influye y le condiciona y le cambia. Párrafo tras párrafo, Chejfec reflexiona sobre cómo la caligrafía, el papel, la tinta, los soportes, los manuscritos, el concepto de original y la forma en que la escritura se ha desmaterializado influyen en la forma que tenemos de mirar (más que leer, aquí el verbo sería mirar) la literatura. Pasa revista a las reflexiones de otros autores y, sobre todo, repasa las intervenciones que el arte contemporáneo ha hecho en este tema. …seguir leyendo

Últimas noticias de la escritura Sergio Chejfec

Vicente Luis Mora reseña el ensayo de Sergio Chejfec



vicente-luis-mora-chejfecVicente Luis Mora reseña Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en su blog Diario de lecturas.

En la página de créditos de Poemas lisiados (2012) de Jorge Riechmann leemos: “La maqueta de esta obra sigue la base de un cuadernillo de notas adquirido por el autor en la extinta RDA a cambio de 0’95 marcos orientales”. No queda del todo claro si el libro editado es el cuaderno (es decir, si contiene los poemas escritos originalmente en el cuaderno alemán), o si es como el cuaderno, imitando su aspecto paginal. A la primera posibilidad parece remitir el hecho de que se incorporen poemas manuscritos por el autor:
El último libro del narrador y ensayista argentino Sergio Chejfec, Últimas noticias de la escritura (2015), publicado por Entropía en Argentina y por Jekyll & Jill en España, también tiene relación con un cuaderno. Casi a su comienzo, su autor declara: “Este libro puede ser leído como la historia de una libreta. Me refiero a un cuaderno de apuntes o carnet de notas, no sé cómo llamarlo mejor, en definitiva da igual, que llevo conmigo desde hace una buena cantidad de años” (p. 13).
Ambos libros arrojan cuestiones prácticas y teóricas sobre la materialidad del acto de escribir. En los dos libros hay texto de imprenta y texto manuscrito, impresión y reproducción. En ambos el soporte de escritura original busca perdurar de algún modo a través de la versión impresa, sobreviviendo a las planchas de impresión e incluso a la manipulación digital que ha convertido a esos textos en los volúmenes que son ahora. Estos son los parecidos, y luego veremos alguno más; las diferencias son, sin embargo, notorias: el libro de Riechmann es un poemario más de los suyos, alterado por la convivencia de poemas normales y poemas manuscritos, mientras que el de Chejfec es un libro fronterizo, a medio camino entre el ensayo y el dietario. Para volver más difíciles las cosas, he leído la versión de Últimas noticias de la escritura publicada por Entropía en una versión fotocopiada, solicitada al poseedor del original (un semiótico de origen argentino radicado en Barcelona y profesor de Universidad, culé y macluhaniano, cuyo nombre ocultaremos por si las moscas) porque ignoraba que iba a ser publicada por Jekyll & Jill en breve plazo. Así que al leer la fotocopia de un libro que es a la vez imagen de un cuaderno, he trabajado sobre el fantasma de un fantasma …seguir leyendo

Últimas noticias de la escritura Sergio Chejfec

Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec, en Devaneos



chejfec-devaneosReseña sobre Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, en el blog literario Devaneos.

«Disfruto leyendo todo lo que tiene que ver con la relación que Chejfec establece con su escritura (surge este ensayo a raíz de la compra de la libreta verde que vemos en la portada del libro, convertida con el paso del tiempo en un talismán) transcribiendo en su mocedad las obras de Kafka, con la esperanza de que ese transcribir le aparejase a su vez, asumir como por ósmosis, algo del genio Kafkiano, o las reflexiones acerca del nuevo estatuto que asume la escritura digital con respecto a la manual o la mecánica, o lo que sucede en esas blogs donde algunos autores cuelgan sus textos (textos ultimados que aglutinan en su ser todo el proceso de creación y edición), que en el caso de ser imprimidos por algún usuario en cualquier parte del mundo, éste tendría entre sus manos, un ejemplar original (donde surge la reflexión acerca de lo que entendemos por copia y original) teniendo presente siempre que sobre un papel o sobre una pantalla, la escritura creo, siempre seguirá viva, porque en un formato u otro, el ser humano siempre saciará su sed de aprehender el mundo, de explicarlo, a través de la escritura, de esa “marcación sobre una superficie” …seguir leyendo

Últimas noticias de la escritura - Sergio Chejfec

Últimas noticias de la escritura – Sergio Chejfec

chejfec-playtimeJosé Ángel Barrueco reseña el ensayo Últimas noticias de la escritura de Sergio Chejfec en It’s Playtime, el suplemento cultural del diario El Plural.

«Es raro encontrar a un escritor que no le haya dado vueltas a la idea de la perdurabilidad del soporte de la escritura en estos tiempos. Si antaño conservábamos los manuscritos en papeles repletos de anotaciones, y generalmente los escribíamos a mano o en una máquina antigua o eléctrica, huellas de las que dan noticia los museos en sus exposiciones sobre viejos cartapacios y cuadernos de autores célebres, hoy nos encontramos con herramientas y soportes que parecen habitar un limbo fantasmal: el procesador de textos que permanece “dentro” de la pantalla, el botón de borrado que puede suprimir todas las palabras en un instante, la papelera de reciclaje como agujero negro por el que se va todo aquello que desechamos… Al mismo tiempo que esas relaciones y diferencias entre la escritura física y la escritura digital se estrechan, observamos cómo lo digital es capaz de copiar e imitar lo físico: esos libros que recogen copias de manuscritos o que intentan imitar las anotaciones de una hoja. …seguir leyendo

Muñoz Molina – Chejfec en Babelia



munoz-molina-chejfec Antonio Muñoz Molina dedica un amplio artículo a Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, en el Suplemento Babelia de El País (14-11-2015)

«El hallazgo de una libreta o de un cuaderno adecuado puede ser tan providencial para un escritor como el encuentro con una persona o con un lugar que le inspire el origen de una historia, con un libro que va a marcar un cambio de dirección en sus lecturas y hasta en su vida. Los cuadernos mejores, como las historias, se encuentran a veces en el curso de un viaje, en el escaparate de una papelería de una ciudad desconocida y prometedora. Quizá los viajes son más propicios a esos hallazgos porque la suspensión de los hábitos sedentarios le despierta a uno la atención, lo vuelve más alerta a las posibilidades de lo insospechado. Y el mérito de un cuaderno no depende de su calidad objetiva, de la encuadernación o la cubierta de cuero o la lisura del papel. El cuaderno aparece y se impone a la mirada y a las manos. En los mejores casos no será el recipiente donde verter algo que ya existe, sino el catalizador que hará que nazca en la imaginación y cobre forma una historia o un tono de escritura que de otro modo no se habría revelado a la conciencia»…seguir leyendo