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Andrea Valdés y Clara Sanchis dialogan en Babelia sobre Una habitación propia

La actriz Clara Sanchis, que interpreta una adaptación teatral de Una habitación propia, dialoga con la escritora Andrea Valdés (Distraídos venceremos) sobre este ensayo clave del feminismo. En Babelia El País.

 

DVD 991 Madrid 03/03/2020 Charla sobre feminismo y literatura entre clara Sanchís y Andrea Valdes Foto: Inma Flores

Un 8-M con Virginia Woolf

RAQUEL VIDALESJAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

La actriz Clara Sanchis, que interpreta una adaptación teatral de Una habitación propia, dialoga con la escritora Andrea Valdés sobre este ensayo clave del feminismo

Virginia Woolf escribió Una habitación propia en 1929, pero el libro se sigue recordando como uno de los textos fundacionales del feminismo, pionero en la reivindicación de la independencia económica y un espacio de emancipación para las mujeres. Prueba de su vigencia es que la actriz Clara Sanchis (Teruel, 1968) estrenó una versión teatral del ensayo en 2016 con tan buena recepción que todavía sigue de gira (Zaragoza en abril, Barcelona y Salamanca en otoño). En vísperas del 8-M, Babelia ha reunido a esta intérprete con la escritora Andrea Valdés (Barcelona, 1979) para explorar sus resonancias actuales y reflexionar sobre las posibles habitaciones que todavía hoy siguen cerradas.

ANDREA VALDÉS. Lo leí por primera vez cuando tenía 24 años. En ese momento yo no tenía ninguna relación con el feminismo, de hecho diría que me daba como pereza. Pero fue importante su enfoque sobre las condiciones materiales que necesitas para escribir, porque en esa época me estaba planteando la escritura como una opción de vida.
 CLARA SANCHIS. Para mí marcó un antes y un después en mi relación con el feminismo, conmigo misma y con el resto de las mujeres. Fue una revelación y es asombroso que lo fuera porque lo leí mayor, con treinta y pico años. Me conmovió, me hizo llorar, me emocionó, me provocó ira, mucha tristeza, angustia. Me sorprendió también que yo, viniendo de una familia tan cercana a la cultura [es hija del dramaturgo José Sanchis Sinisterra y la actriz y directora Magüi Mira], no supiera tantas cosas que están en este libro. Yo había sido pianista de niña y un día, ya mayor, me di cuenta de que no había tocado ninguna partitura compuesta por ninguna mujer. Y cuando me preguntaba con otros colegas por qué, pensábamos en razones psicológicas y otras parecidas. Pero llega Virginia Woolf y se atreve a plantear la causa del dinero. Entonces entiendes todo ese pasado femenino tan duro. Me hizo pensar en mi abuela, en mi madre, en mí misma y en mis propias carencias, en tantas inseguridades.

 

Una tradición sin mujeres

A. V. Una cosa muy interesante de Virginia Woolf es que dialoga con escritores muertos. Con Shakespeare, con De Quincey. Te enseña que la literatura es una cadena, que tú eres un ser autónomo pero vienes de una tradición. Y el problema que ella apunta es precisamente que las mujeres tienen una tradición truncada. Va a la época isabelina y hay un silencio tal, que tiene que evocar a la hermana muerta de Shakespeare y suponer que habría sido una gran poeta. Sería un error diluir a Virginia Woolf como una mujer que se ha quedado en el primer feminismo, pues escribe de una manera que te permite dialogar con ella. Ese diálogo que establece con escritores del pasado lo proyecta también hacia el futuro.

C. S. Esa sensación de cadena es ahora muy fuerte. Una de las cosas que nos ha pasado es que la estructura patriarcal nos ha dividido, nos ha enfrentado entre nosotras. Ella en cambio construye una cadena de unión y te hace conectar con mujeres que no has conocido y de pronto te explican cosas que te pasan a ti. Por otra parte, otro de los grandes logros de este libro es su complejidad: cómo, por ejemplo, describe el mecanismo del sometimiento como una manera de crecer haciendo al otro más pequeño. Es importante apelar a esa complejidad en este momento de feminismo que estamos viviendo, que es tan difícil y maravilloso al mismo tiempo y que, como todo lo que se convierte en fenómeno de masas (por suerte en este caso), tiene el peligro de la simplificación.

Clara Sanchis, con su ejemplar de 'Una habitación propia'.Clara Sanchis, con su ejemplar de Una habitación propia. Foto: Inma Flores

La habitación de hoy

C. S. ¿La habitación que necesitamos hoy? Silencio y concentración.

A. V. Sí, hay tanto ruido…Para mí, la habitación propia de hoy está representada en la obra de Gloria Anzaldúa (escritora, feminista y activista chicana, fallecida en 2004), que de alguna manera constituye una contrarréplica a la de Woolf. Anzaldúa escribe desde una circunstancia opuesta, la de una mujer que vive en una frontera, que no tiene ni un trozo de tierra: no solo es chicana, sino que se enumera como queer, lesbiana, pobre… Es decir, todo lo que se considera enemigo de la literatura. Porque da la impresión de que para Woolf la pobreza es enemiga de la literatura, pero habría que ver qué es lo que entendemos por literatura.

C. S. Discrepo. Se la acusa de mirar desde un lugar burgués, pero leyendo sus diarios no estoy segura de que sea así. En 1929 era una revolución absoluta y radical tener la valentía de mostrar a la mujer como ser material, cuando siempre era un “ser de amor”.

A. V. Es cierto, pero tiene una entonación que puede llevar a la gente a pensar “a mí este rollo no me va”. Porque a veces la violencia exige un lenguaje violento. Y ella no lo tiene.

 

El concepto de mujer

A. V. No me parece mal que la idea de mujer se esté cuestionando hasta diluirse. Es sano y esperanzador que las feministas nos peleemos. El feminismo es una teoría crítica, pero también una práctica, y ahí surgen problemas porque los diferentes problemas generan prioridades muy distintas. Basta con ir a Latinoamérica para verlo.

Andrea Valdés, con su edición en inglés de 'A Room of One's Own'.Andrea Valdés, con su edición en inglés de A Room of One’s Own. Foto: Inma Flores

C. S. ¿Recuerdas cuando Woolf busca datos sobre escritoras en la época isabelina, no encuentra nada y empieza a decir: “Mujeres, mujeres, mujeres… ¿no estáis hartas de esa palabra?”.

A. V. Por eso es muy interesante su idea del escritor como un ente andrógino. Ya está pensando que tal vez para escribir tienes que estar por encima de los géneros.

C. S. La maravilla es que ahora estamos viviendo lo que ella planteaba sobre la mente andrógina. Había una exacerbación del rol de mujer. Desde mi lado de actriz es muy claro. Era un disfraz, una sobreactuación. ¿Qué es lo femenino y qué es lo masculino? Simplificar te reduce como ser humano, te quita posibilidades. La comicidad, por ejemplo, se le ha permitido mucho más al hombre que a la mujer. Por suerte, con los años el comportamiento físico de las actrices en el escenario ha cambiado. En eso se nota mucho la entrada de mujeres directoras. Nos hemos ido liberando. Nos permitimos ser más enérgicas y usar nuestro cuerpo con más libertad, ocupar más espacio. Nuestra voz se está haciendo más amplia, con otros registros. Había una impostación femenina y una impostación masculina. Ahora los actores se permiten llorar.

A. V. Es verdad. Ahora ves una película antigua y el rol chirría… El cine es todavía muy clasista. Solo se ve representada la clase media. Y cuando ves Roma dices: «Muy bien, pero a ver cuándo hace la sirvienta su película».

 

Literatura y clasismo

A. V. Yo creo que la sirvienta de Roma ya ha escrito su novela. Otra cosa es cómo circula. La gente no lee. Somos marginales. Pero sí creo que hay autoras que están escribiendo desde lugares que no son los previsibles de la literatura. Un ejemplo muy de bombazo: Cristina Morales. Y hay que pensar, por ejemplo, que para una escritora latinoamericana el acceso a la escritura es muy distinto. ¿Cómo es escribir en Brasil siendo una mujer negra y viniendo de una favela? Ellas todavía se están peleando por el acceso a sitios que tú das por hechos.

C. S. Por eso tener «una habitación propia es tan importante». ¿Qué va a escribir la cajera del supermercado que se levanta a las seis de la mañana, lleva a los niños a no sé dónde y vuelve a casa a las nueve de la noche? ¿Qué va a escribir si llega agotada?

Un libro feminista de referencia

A. V. Dos libros que ahora veo como feministas yo no los leí como tales. No tenía ni conciencia. Uno es Orlando, en la maravillosa traducción de Borges, al que no le interesaba el feminismo. El otro, Frankenstein, que es un libro trans, con capas recosidas. Al final es un bicho, su forma es la del propio Frankenstein.

C. S. Para mí, ya lo he contado, fue Una habitación propia. Luego he leído mucho a Jumpa Lahiri, Tierra desacostumbrada, por ejemplo. Y a la islandesa Auður Ava Ólafsdóttir, autora de La mujer es una isla o Rosa cándida.

El equivalente de Virginia Woolf en su generación

C. S. ¿Chimamanda?

A. V. Podría ser, aunque no sería mi elección. Para mí ha sido importante Paul B. Preciado. Un libro como Testo yonqui, que es en sí una mezcla de géneros. Es un libro muy de su época, está rompiendo formas, inventando otras y generando contradicciones. Lleva las cosas a lo transgénero, a la farmacopea… Virginie Despentes no tanto, pero la Teoría King Kong me impactó mucho. Cómo toma algo que debería ser una debilidad (una violación) y la convierte en su punto fuerte. Pero no sé cuáles son los referentes del feminismo para alguien de 20 años. ¿Es una escritora o una youtuber?

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Entrevista a Andrea Valdés en Solidaridad Digital


Esther Peñas, del diario Solidaridad Digital, entrevista a Andrea Valdés con motivo de la publicación de su libro Distraídos venceremos:

«Escribir no consiste en dar una explicación al caos sino una unidad»

Esther Peñas / Madrid

Distraídos venceremos (Jekyll&Jill). Con este título, tomado de unos versos del inclasificable escritos Paulo Lemimski, Andrea Valdés (Barcelona, 1979) trisca con una voracidad y un apasionamiento arrolladores en la escritura (auto) biográfica de una huestes de escritores perdidos, orillados, casi imposible por la pureza que gasta. Algún nombre conocido, Rosa Chacel, por ejemplo, o Mario Levrero. Que este ensayo se abra con los versos catódicos de Leónidas Lamborghini es toda una declaración de guerra a lo adocenado. Valdés tiene una manera de leer a los otros y de contar (nos) que hace posible que aquellos de quienes habla nos resulten tan necesarios como la aurora.

¿Cuándo la escritura autobiográfica sana y cuándo enferma de gravedad?

Me es difícil responder así, en abstracto, a una pregunta tan compleja, pues cada cuerpo, circunstancia y obra es un mundo. Lo que sí tengo claro es que muchas veces la escritura es un acto transformador y esa es una de las cosas de las que hablo en Distraídos venceremos, en cómo cambió a ciertos autores. A veces son ellos quienes lo anuncian directamente (Carlos Sussekind, Jorge Baron Biza, Gloria Anzaldúa) pero otras es el propio texto el que lleva las marcas de esa transformación (Lopes Cançado, Viel Temperley…) A su vez quise hablar de cómo me afectó a mí su lectura, de ahí que mi voz esté muy presente en el texto. En ningún caso se trató de exhibir mi conocimiento sino de compartir mi perplejidad ante unas obras de las que igual no se ha hablado lo suficiente y que para mí son muy meritorias.

Ben Marcus , writer, Berlin 2013, American Academy, only for online purpose No image is to be copied duplicated modified or redistributed in whole or part without the prior written permission from Heike Steinweg mail@heikesteinweg.de

 ¿Se escribe para sobrevivir (se)?

En parte sí, pero espero que no sea el único motivo. De hecho, esto me recuerda a lo que dijo la poeta Ana Cristina César para quien escribir no es exactamente decir la verdad. Eso es imposible. “Y como es imposible opto por lo literario, y esa opción tiene que conllevar cierta alegría. Tiene que ser grata.” Cristina César se suicidó bastante joven, por eso me llamó la atención que insistiera en esto, en la escritura como un placer y no como una vía de escape, ni siquiera un consuelo. Dicho esto, me gusta pensar que quienes escriben muchas veces desconocen la razón. Creo que es importante dejar ese espacio. Asumir que no siempre tenemos una coartada clara o una intencionalidad que podamos expresar con palabras.

¿Puede cerrarse una herida con la escritura?

Yo creo que sí y la literatura está plagada de ejemplos. Memorias desde abajo de Leonora Carrington podría ser uno de ellos. También Borderlands/La Frontera de Gloria Anzaldúa o el resto de trabajos que comento hacia el final de Distraídos, donde las autoras escriben muy condicionadas por los territorios en que nacieron: una reserva, una favela, una frontera… En todos esos casos, la escritura busca restaurar un daño muy concreto, me refiero al de esas identidades que política e históricamente aún estar por completarse.

¿Cómo saber que eso que no se dice, “lo que está justo detrás”, es lo que el lector presupone que está escuchando?

Una vez escrito, el texto ya no pertenece a su autor sino a quienes lo leen y aquí cada cual interpreta las sombras que dejan las frases, porque para mí la mejor escritura es la que hace sombras. La transparencia es información. No pertenece a la literatura, que implica un riesgo. Ese riesgo es asumible si uno acepta que estamos llenos de incongruencias, que todo es movimiento, y que escribir no consiste en dar una explicación al caos sino una unidad.

En su aproximación a los diarios de Chacel, propone la hipótesis de que lo que oculta esta inmensa escritora es una infidelidad. ¿Tanto le dolió que no fue capaz de mentarla, siquiera?

No creo que su problema fuera la infidelidad en sí sino el hecho de que para abordarla ella tuviera que lidiar con algo para lo que no tenía palabras y es el erotismo o su ausencia, tema que desarrolló en La confesión, donde habla de otros autores y destaca el pudor de “sus maestros” (Unamuno, Galdós…) en relación a esta materia, pudor que ella acabó heredando.

Pienso en alguno de los autores que menciona en el ensayo, Lopes Cançado, por ejemplo. ¿La locura es a la escritura su quintaesencia o todo poeta habita una cierta locura? Siguiendo con esta autora, ¿es posible “matar al sistema” con la palabra?

La relación entre escritura y locura es muy compleja. Para mí es todo un misterio, considerando que el lenguaje es una construcción racional que tiene su gramática y convenciones. El lenguaje es un orden. Entonces ¿cómo crear estando fuera de él y, sobre todo, cómo hacerse inteligible? Imagino que cuando se escribe es sobre todo a pesar de la locura, en momentos de calma, lo que no impide que se puedan registrar esas alteraciones e incluso inventarlas, como propugnaron los surrealistas. O no reconocerse en lo que uno ha escrito y en ese sentido la entrevista de Viel Temperley que incluyo en el ensayo me impactó mucho. Creo que es de las más bellas y humanas que he leído. Habla como tomado por la palabra, sin filtros. En cuanto a Lopes Cançado, es difícil matar a un sistema con la palabra si ese sistema no te reconoce como interlocutora, de ahí que ella matara a una persona: para hacerse oír. Es como si una violencia alimentase a otra, pero quiero creer que gracias a su testimonio y a tanto otros hemos aprendido algo sobre la esquizofrenia, aunque aún quede mucho por hacer.

“La escritura es una voz”. Se detiene en tanto autores extremos, auténticos, que cuando uno regresa al panorama de novedades le resulta de un sucedáneo mayúsculo. ¿Cuándo se convierte el acto de escribir en una estafa? 

No sabría decirlo. Lo que está claro es que publicar con criterio es muchísimo más caro que hacerlo con cierto cinismo y acorde a las modas, que en el mundo editorial también existen. En realidad no haya nada más difícil que intentar construir nuevos lectores, sobre todo en este país donde la mayoría es muy conservadora, de ahí vino mi interés por sondear otras literaturas, al margen de la anglosajona, de la que no paran de traducirse cosas cuando en nuestra lengua hay tanto por descubrir. En ese sentido celebro la recepción de Distraídos venceremos, que escribí como quien lanza una botella al océano… Me hace feliz que gracias a él, otros se animaran a leer a Baron Biza o María Moreno.

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De todos los autores mencionados, ¿cuál le ha marcado más y por qué?

Me sería difícil decirlo pues con cada uno tuve una experiencia lectora muy distinta. De Carlos Correas me impactó su extrema negatividad; de Audre Lorde, el cómo convierte la ira en algo constructivo; de Gloria Anzáldua que me interpelase desde tan lejos; de Levrero fue más bien lo opuesto: es como si nos conociéramos. Quizás Lopes Cançado es quien me dio más bronca pues no es fácil leer desde la cordura a quien la está perdiendo, y en algún momento me preocupó esa asimetría.

Le devuelvo una pregunta, que trasciende los territorios literarios, ¿cómo convertirse en lo que uno es? 

¡No tengo ni la menor idea!

¿Es necesario comprometer la vida con la escritura o es al revés?

A saber dónde empieza una cosa y acaba la otra, pues para mí se necesitan mutuamente. Lo difícil es asumir que toda entrega tiene un peaje, pero también es lo bonito: el tener miedo a perder algo. Sin ese miedo no concibo la valentía, que es la conclusión a la que llegué en Distraídos venceremos, tras ponerle algo de humor, y creo que el título ya da una pista.

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Tres ensayos para el verano, por Tes Nehuén



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Tes Nehuén recomienda La huída de la imaginación, de Vicente Luis Mora (Pre-textos);  Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés;  y Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos de Ben Marcus, con unos pinitos en pedantería a cargo de Rubén Martín Giráldez en el artículo 3 ensayos sobre escritura autobiográfica, en Poemas del alma.

 

 

 

 

 

 

 

Tres lecturas sobre la escritura autobiográfica que podrían ser perfectas para este verano.

Estamos en este momento del año en el que a los buenos lectores lo único que verdaderamente nos apetece es que llegue la nochecita y baje un poco el calor para poder sentarnos a la sombra con un refresco (o lo que sea, pero fresquito) para zambullirnos en una buena lectura. Contra lo que se cree, esta época es idónea para lecturas potentes, que nos lleven a pensar y repensarnos; parece que la vida se renueva con la llegada del verano o algo así. Pensando en esto y para ir contra un sistema que nos invita a leer «cositas livianas» he preparado esta triple recomendación: con tres libros sobre la escritura autobiográfica que no deberías dejar pasar.

«La Huida de la imaginación» de Vicente Luis Mora

No voy a decir mucho sobre este libro, porque me reservo para la reseña que publico la próxima semana y no quiero repetirme tanto. Pero como libro que me fascina, libro sobre el que no dejo de hablar, recomendar e incluir en estas peculiares listas, no podía dejármelo fuera. Es un ensayo que merece muchísimo la pena.

En «Huida de la imaginación» encontramos una lectura concienzuda en torno a esa tendencia tan común de la literatura de aferrarse al realismo y lo autobiográfico en detrimento de la fantasía. Y no hablamos del género de fantasía sino de la fantasía que utiliza el lenguaje para componer miradas en torno a los colores y las sensaciones que no rozan el mundo real. Evidentemente el discurso desemboca en la escritura autobiográfica y la narrativa de autoficción.

Quiero señalar uno de los aspectos que más me ha gustado. Tiene que ver con la estructura del libro. Vicente Luis Mora se decanta por una escritura densa pero que consigue convencernos al fragmentar el discurso en miles de temas y puntos específicos de interés. Esto es útil tanto para el lector paciente como a quien lee con ansias; porque nos permite releer, revisar y comparar puntos de vista. La concatenación de los temas, asimismo, se encuentra ligada a través de obras y autores fundamentales para comprender la teoría en torno a la escritura autobiográfica.

Con un discurso tan sincero como abrasivo Mora nos anima a reflexionar sobre la escritura desde diversos espacios y matices. Libro y autor son altamente recomendables. Y sobre ellos escribo muy pronto.

¡Quédate atenta para la reseña! Podrás encontrarla aquí.

«Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés (Jekyll & Jill)

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Este es otro libro de lecturas. En este caso tenemos un ensayo publicado por la hermosísima Jekyll & Jill que nos invita a una revisión de autores y autoras latinoamericanos poco conocidos; la autora repasa algunos hitos en sus vidas y teoriza en torno de las muchas formas de convertir las experiencias propias en literatura. Se aferra al pulso artístico, a la búsqueda de lo colectivo en la experiencia individual y nos revela detalles interesantísimos de la obra de escritores y escritoras fascinantes.

Al estudiar la obra autobiográfica de estos personajes, Valdés descubre que la autobiografía siempre es una creación ficticia, que la vida nunca se narra tal cual ocurre y que por eso, aferrarse al realismo nato parece una estupidez.

Héctor Viel Temperley, Héctor Libertella, María Moreno y Gloria Anzaldúa, con sus escrituras tan arraigadas al terruño y tan, por otra parte, flotando en una atmósfera onírica o subliminal, son los autores y autoras que vertebran las reflexiones. A través de sus peculiares obras, Valdés reconstruye la idea de identidad y en ella, de escritura autobiográfica. Asimismo nos invita a pensar en el canon como algo que sirve pero también limita. Y deja flotando en el aire la gran pregunta ¿Por qué recordamos a unos y olvidamos a otros?

Es este un ensayo fantástico que se nutre de muchas lecturas, y que nos invita a seguir indagando en la idea de género y autobiografía de una manera dislocada: ajena a los tiempos y alas imposiciones culturales y canónicas, aferrándonos a esa pasión lectora que es deriva y es empeño en construir nuestra propia biblioteca.

Puedes leer aquí la reseña completa sobre este ensayo que publiqué en esta misma web.

«Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos de Ben Marcus, con unos pinitos en pedantería a cargo de Rubén Martín Giráldez» 

 

Después de «Magistral», Rubén Martín Giráldez publicó este ensayo igual de rompedor y combativo. Me encanta su escritura medio rabiosa medio esperpéntica. Me gusta la forma en la que Giráldez es capaz de meterse con quien haga falta por defender la calidad, el compromiso del autor (algo que ya carece de total importancia en estos tiempos) y el buen gusto en la escritura. Me encanta Giráldez, y este libro es una delicia.

Hay también una interesante observación de lo que implica lo experimental; concepto muchas veces utilizado por la crítica y por el propio mercado para menospreciar el trabajo hondo de escritura de aquéllos que conocedores de la tradición son capaces de torcer el lenguaje y ofrecer nuevas formas de decir. S

i tenemos en cuenta la definición de obra literaria como aquella creación que ofrece una reflexión sobre nuestra experiencia vital colectiva y que puede servirnos para pensarnos como comunidad que evoluciona con el paso de los años, y a la vez persigue un fin estético determinado centrado en el lenguaje, podríamos establecer dos argumentos: 1)ni hablar de literatura experimental es determinar la calidad de una obra, ni hablar de realismo es definir la reflexión sobre la vida en el terreno literario. 2) el uso del término realista en contraposición con fantástico no es del todo razonable, teniendo en cuenta que hay mupor-que-coverokchas formas de mirar y contar la realidad, siendo una de ellas a través de la fantasía.

Este libro, de título ya peculiar nos invita a pensar en la frontera entre lo fantástico y lo realista, entre la buena literatura y la literatura mediocre, y nos anima a tomar partido en nuestras lecturas y a separarnos de la masa. Un ensayo impresionante, para releer y disfrutar durante mucho tiempo.

Te dejo el enlace a la reseña completa, por si te apetece leerla.

 

 

Osvaldo Baigorria escribe sobre Distraídos venceremos de Andrea Valdés



El escritor Osvaldo Baigorria escribe sobre Distraídos venceremos, de Andrea Valdés en su blog Paseo esquizo.

Fantasmas autobiográficos

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En 2016, la periodista free lance y viajera Andrea Valdés, a quien conocí como vendedora de la librería del CCBA (Barcelona), se quedó en Buenos Aires varios meses y, entre otras cosas, asitió a mi taller de lectura de los lunes en la Gandhi de Palermo. Creo que era la primera vez que leía a Lucio V. Mansilla (y si no era su primera vez lo disimuló mucho): estoy seguro que bebió algo en esas clases para sumergirse luego en los fragmentos y esquirlas de la escritura autobiográfica que investigó largo y tendido hasta publicar su primer libro de ensayos, Distraídos venceremos (título robado -y confesado- a Paulo Leminski). Un ecléctico recorrido que atraviesa las estaciones Héctor Libertella, Mario Levrero, Héctor Viel Témperley, Jorge Barón Biza, Carlos Correas, Severo Sarduy, María Moreno, Rosa Chacel, etc.y mi propia deriva al escribir Sobre Sánchez.
Publicado hace poco por Jeiyll & Jill en Zaragoza, el libro recibió ya algunos elogios, entre los que se destaca uno de José Angel Barrueco, que desde Madrid escribe: “Andrea Valdés compone un sorprendente catálogo de rarezas, de anomalías, como felices monstruos literarios que los degustadores de marginalidades nos apresuraremos a buscar en las librerías. Pero no será tarea fácil: algunas de las obras brasileñas no se han traducido en España, otras están descatalogadas o ya son difíciles de encontrar porque se publicaron en editoriales pequeñas o con poca distribución. Es el caso del autor que más me ha interesado (con permiso de Baron Biza, del que tengo su libro El desierto y su semilla… aún pendiente de lectura): me refiero a Osvaldo Baigorria, que escribió una especie de semblanza, con tintes autobiográficos, sobre un escritor en Sobre Sánchez, que aquí publicó Varasek y que sólo encontré en una librería de Madrid tras varias pesquisas”. El escritor en cuestión es, por cierto, Néstor Sánchez, y el comentario de Barrueco se lee entero por acá.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Pompas de papel



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Foto: Xuan Álvarez

Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en el blog del programa Pompas de papel, EITB.

ANDREA VALDÉS
Distraídos venceremos

Andrea Valdés (Barcelona, 1979) es licenciada en Ciencias Políticas y, hasta hace poco, era librera. Suele colaborar con artistas, es coautora de una obra de teatro, Astronaut, y ha publicado artículos en El País, La Vanguardia, Les Inrockuptibles o Contexto (CTXT). Distraídos venceremos, que tiene como subtítulo Usos y derivas en la escritura autobiográfica, es su primer ensayo. En él se acerca a fórmulas poco habituales del género que se ha dado en llamar de escritura autobiográfica. Hay desde declaraciones juradas a un inventario de cicatrices, pasando por un poema terminal, un prólogo que no sale, una performance o un encargo fallido. Sus autores edistraídosscribieron en condiciones extremas y desafiando la noción clásica de la autoría. En el fondo la autora nos alerta de que hay otras formas de lectura de textos que nos interpelan.»

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Damián Tabarovsky recomienda Distraídos venceremos en el diario Perfil (Argentina)



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Damián Tabarovsky recomienda Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en el diario Perfil (Argentina).

«Bien de nuestro tiempo también es un libro de hermoso título: Distraídos venceremos, de Andrea Valdés (Jekyll & Jill, 2019). Nacida en Barcelona en 1979, el libro de Valdés —cuyo subtítulo es Usos y derivas en la escritura autobiográfica— tiene más de un aspecto interesante. El primero reside en tomar como objeto de reflexión una constelación de autores latinoamericanos que reúnen dos condiciones: la mayoría de ellos son poco (o nada) conocidos en España, y también la mayoría de ellos están entre los mejores escritores latinoamericanos contemporáneos: Héctor Libertella, Carlos Correa, Héctor Viel Temperley, María Moreno, Jorge Barón Biza, entre los argentinos (a los que Valdés le suma a un por supuesto no contemporáneo, pero clave en esa línea, como Lucio V. Mansilla), y brasileños como Carlos Sussekind y Conceiçao
Evaristo, entre otros. De entrada, Valdés declara: «Muchas veces me he preguntado si la idea de Sudamérica con la que yo crecí no la habrán diseñado unos cuantos desde su despacho». Valdés traza ese otro mapa singular, ajeno a cualquier lugar común sobre lo latinoamericano for export, con el que muchas veces trabajan las grandes editoriales multinacionales con despachos en España. Libro sobre la escritura autobiográfica, Valdés no se priva de jugar con su primera persona. A veces en exceso, aunque no es nada que erosione un libro que se lee con placer.»

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés por Víctor Balcells


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Víctor Balcells escribe sobre Distraídos venceremos, de Andrea Valdés:

Distraídos venceremos, de Andrea Valdés: un comentario

La canción es un pájaro sin plan de vuelo que jamás volará en línea recta.
Violeta Parra

Como pretendido discípulo de Diógenes Laercio, me gusta crear pequeñas biografías personales acerca de los escritores que sigo y que viven en mi ciudad. Se construyen en base a fortuitos y aislados encuentros en los que anudo una perspectiva de trama inventada. Luego, parece ser que los escritores que sigo no corresponden nunca con los escritores que persigo. Hay grandes vacíos de conocimiento en mi pensamiento de los escritores que sigo, más imaginación que hechos consumados.

La primera vez que hablé con Andrea Valdés fue en una excéntrica cena familiar, hace seis años, que supuso un antes y un después para varios de los presentes. En esa cena había varios primos de la familia Matas interesados de una forma u otra en literatura, y todos ellos sufrimos graves desgracias tras ese encuentro. Al día siguiente, accidentes, rupturas, despidos, hundimientos en la depresión de varios de los presentes. Inexplicable, pero históricamente cierto. Luca, el anfitrión, fue quien trajo a Andrea, una mujer poderosa y de hablar rápido y humanístico (en el sentido de cambiante, saltarín, juguetón), con una ironía fértil, evoco, tal vez melancólica, que animó y polemizó la conversación. De acuerdo con mis referencias -Luca-, también para Andrea esa cena supuso una chiave di volta de la existencia. La última vez que la vi fue hace unas semanas, seis años después, en la presentación de su libro. Libro acerca del que quiero hablar diletántemente hoy: Distraídos Venceremos. Usos y derivas de la escritura autobiográfica. Entre ese primer encuentro fatídico y el último, ha habido otros que trataré de desglosar de acuerdo con mi frágil y hotelero recuerdo, porque tal vez sirvan para esbozar los rasgos de estilo de esta escritora extraña, y para esbozar los rasgos maestros de lo que supone su lectura. (Mi uso del término “extraño” es siempre honorífico, por cierto. No quiero generar ambigüedades al respecto).

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Lo que encontrará el lector en Distraídos venceremos es, en esencia y en esqueleto, un libro que habla de escritores particulares (formal, estilística, temáticamente) y autobiográficos, del ámbito de la literatura latinoamericana, y que los saca a la luz ofreciendo un mix de pinceladas biográficas, acercamientos freestyle a sus obras y con el añadido de contenido autobiográfico que inserta a la autora como un personaje más de la pieza, en diferentes formas y magnitudes. El efecto de ensayo se desdibuja debido a la cualidad cambiante de la narradora, que en los sucesivos capítulos elabora presentaciones estructural y estilísticamente variadas de los escritores/as de los que aporta noticia, y no ceñidas a ninguna academia o ley (o quizá tan solo a la ley Schwobiana, como veremos). Tenemos desde la crónica de un viaje en busca de la noticia de alguien (Rosa Chacel, por ejemplo, escritora introvertida e introyectada en el sentido estricto de las palabras), hasta la presentación de un escritor a través de una carta irreverente y altamente literaria que la autora le dirige personalmente (Mario Levrero, entrando así en oscuros juegos metaliterarios). Hay una jugosidad en todo ello porque los escritores/as presentados son fascinantes y porque, en definitiva, se presentan y ensayan formas expresivas (lo cual siempre me engolfa como lector).

He dicho antes la ley schwobiana porque Distraídos venceremos, creo, se encuadra en el género de las vidas de vidas en su vertiente no académica, de la que forman parte, precisamente, autores como Diógenes Laercio, James Boswell o John Aubrey. La forma más repetida en Distraídos venceremos es el simulacro de vida imaginaria que practicó Schwob en sus Vidas imaginarias, donde personajes y obras se muestran de forma esquelética y libre, tomando partes o aspectos por el todo, en lo que finalmente es la elaboración de una imagen poética, una sublime abstracción conectiva (con añadidos más actuales, como injertos de texto fragmentado y otros juegos literarios). Se presenta a un autor, por ejemplo, el primero, autora, Rosa Chacel, y, sorpresa: por los elementos formales y estilísticos se transmite también la cualidad sinestésica de ese autor. Hay, por decirlo así, un practicar del género del ensayo atmosférico. Se eligen sólo algunos aspectos, la perspectiva es cerrada, acotada a un tema, entroncada en una imagen, afincada en un motivo. Se produce lo poético porque se da un efecto de sentido y, al mismo tiempo, un efecto de agujero (el vacío por el que se pasa a otra cosa): se conforma en el lector una sensación en el cuerpo pretendida que, a su vez, es una forma de conocimiento. Tenemos la brevedad schwobiana, los elementos oníricos, los aspectos sórdidos biográficos, el carácter metaliterario. En la teoría literaria estamos próximos, creo, a Lubomír Dolezel. Ir más allá, no puedo ni sé.

De las tres partes, la que más me ha impresionado es la tercera, centrada en escritoras cuya obra surge, en ocasiones, desde la cuádruple condición de ser mujeres, de no ser blancas, de géneros y sexualidades distintas a las tradicionales-solidificadas (es que no sé cómo expresarlo), y de pertenecer a tradiciones culturales alejadas de occidente. Observo aquí un tipo de escrituras que me hacen pensar en lo que he sentido cuando he leído a escritores/as africanos no blancos: uno entra en reinos de sentido distintos en los que pueden ocurrir dos cosas: o se pone en duda el propio reino de sentido y uno se suelta ante las otras formas de conciencia y sintaxis, y las descubre, y se enriquece en esas otras lenguas del sentido, o se produce la resistencia etnocentrista, la negación: pienso en la fanzinoteca feminista cuir/queer de Gelen Jelenton, que aparece en esa tercera parte del libro.

Todo esto que elucubro se trama de alguna forma con otras experiencias personales muy vagas y no propiamente vinculantes, y sumamente deformadas en el recuerdo, supongo, que he compartido con la autora. Años atrás trabajé los fines de semana en una lúgubre nave industrial en la que se vendían libros de segunda mano y ella apareció varias veces por allí, imagino ahora, en busca de autores raros. Las veces que la oí hablar, desde la penumbra de la caja registradora, y en la cena fundacional de la que he hablado antes, y años más tarde, hace unas semanas, en la presentación de este libro, y un día en un taxi que compartimos tras un encuentro con conocidos comunes, tenían como punto común este elemento saltarín y sumamente humorístico en los temas de conversación. Saltarín en el sentido de que se podía tratar un tema de suma gravedad y a continuación caer en el más hondo cinismo, con una variedad extensa de referencias y en todo momento a mano, un nerviosismo vibrante, una fuerza. Hay una sintonía de la voz escrita de Andrea con esa fuerza que manifiesta en persona. Y hay también una gran fantasía constructiva en mí, pues yo realmente no conozco a esta persona, aunque todo cuadra en mi cabeza, y en todo caso hago lo que ella misma ha hecho con los autores de los que habla, en una cadena sisifolítica en sí misma. (También he de señalar, nota aparte, que, de acuerdo con mi recuerdo, es una persona que no envejece. Lo cual no me sorprendería, pues hay muchos casos de vampiros en el mundo literario, según he conocido y descrito en esta misma página web).

Sigamos. Al hilo de lo que decía, se percibe un riesgo en la elección de las referencias, un asilvestramiento; referencias que muchas veces son personales, más que académicas-canónicas. En el sentido de que la narradora compara con abundancia y sin distinción a partir de un universo, opino, extenso pero coherente y cerrado y manifiestamente propio de referencias de toda clase, y de todo orden y grado (lo pop con lo culto, por ejemplo), lo cual permite comparaciones muchas veces moduladas en extremo, entusiastas para el lector, o en el mal sentido, “cogidas con pinzas”. En todo caso, creo que este un valor del pensamiento humanista que comparto y reivindico: la posibilidad de fundar conocimiento desde el atravesamiento personal de la referencia y de lo que está “cogido con pinzas”. Todo esto son cavilaciones que yo apenas entiendo, luego, me exculpo; lo que trato de decir es que si el humanista sabe poco de muchas cosas, pues que sea un poeta del pensamiento. Que conecte a través de su universo personal de referencias, no por lo académico (que buscaría polos conectivos estrechos, mamotréticos y aburridos, en campos cercanos, en temporalidades (ne)cronificadas), sino por lo poético (saltos al vacío, a riesgo efectivamente de caer en dicho vacío, de lo desconocido).

Celebro a quienes tratan de crear obras así, y este es el caso. Donde hay especulación e irreverencia, también hay regocijo para mí. Por otro lado, este tipo de escriores/as me, ya he usado el término, engolfan como lector. Discuto mucho más con ellos, y en múltiples pasajes no me gustan. Pero eso, aunque suene paradójico, tiene un extremo valor para mí, cuyo día a día está entregado a algoritmos, planificaciones, planicies, formas rectas y estructuralmente solidificadas en las antañosidades de los tiempos. Como colofón, este libro me ha arrojado y descubierto autores cuyas soluciones técnicas estoy ahora ávido de imitar. En cuanto a la edición, gran comodidad: siempre quedo sorprendido con Jekill & Jill: suele haber alquimia de contenido y contenedor (es que el libro cabe de una forma magnífica en el bolsillo de mi chaqueta, mejor que cualquier otro, y soporta perfectamente el trato sádico que últimamente transfiero a estos objetos).

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Letras en Vena


Rubén Olivares reseña Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en Letras en vena.

DISTRAÍDOS VENCEREMOS DE ANDREA VALDÉS

por Rubén Olivares
 Las estanterías y bibliotecas están llenas de diarios, memorias y demás relatos que recogen las memorias de sus autores. El interés por la vida de los protagonistas es un factor que a todo lector nos fascina. Cuando un autor nos ha conquistado con su obra deseamos saber cómo ha sido su vida, como si al asomarnos a la ventana de su biografía pudiéramos descubrir momentos, retazos clave de su vida que nos den las pistas que buscamos para entender cómo fue capaz de describir ese apasionado encuentro entre amantes, cómo sobrevivió a las duras condiciones de la guerra o quizás sólo dejarnos trasportar a ese paisaje que describía con tanto detalle entre las páginas de nuestro libro favorito. El género autobiográfico tiene mucho de reafirmación y alimentación del ego de su autor, que pretende rendir cuentas consigo mismo y con sus lectores a través del prisma de la autorreflexión. A todas las autobiografías les une la función, a veces inesperada, de servir de crónica de una época filtrada por la visión personal, con todo lo positivo y negativo que esto tiene. Las trampas del recuerdo son traicioneras y su alianza con la autopercepción derivan en una interpretación deforme de uno mismo y de su época. Memorias las hay tan famosas (o más) que las obras de sus propios autores.

Las autobiografías nos acercan a la vida a través de las palabras que hablan de la vida de aquellos a los que admiramos, desde posiciones alejadísimas de la nuestra y que, sin embargo, nos interpelan. Andrea Valdés ha desarrollado en esta obra un trabajo de indagación e inmersión alrededor de la semilla de la escritura autobiográfica, atravesando un camino de poéticas de numerosos autores y autoras sudamericanos que exploraron una escritura personal, fronteriza y peculiar. Adentrarse en esta obra es descubrir a autores que, desde el otro lado del Atlántico, nos hablan e interpelan a descubrir su obra, desnudándose ante nuestros ojos a través de este peculiar tour por su vida que Andrea Valdés, transmutada en guía turística literaria, nos descubre página tras página.

La autora construye en este ensayo una reflexión personal sobre la literatura autobiográfica partiendo de poéticas que comparten entre sí la extrañeza de la vida, del mundo, de la tierra en la que nacieron. Por sus páginas transitan la vida de Rosa Chacel, Maura Lopes Cançado, Jorge Baron Biza, Audre Lorde y Conceição Evaristo, forjadores de sueños, mundos imaginarios literarios en la que todos convergen en busca de la identidad que persiguen, la cual no es sino la reconstrucción del pasado, de la experiencia familiar y colectiva en la que crecieron. Este ensayo se convierte en una sala de los espejos en la que se nos muestra el pasado de los otros para explicarnos el porqué de sus obras, al mismo tiempo que se entrelaza la propia historia de Valdés durante el desarrollo de este libro: la experiencia de los autores que analiza, el trabajo para captar y trazar el argumento del libro para entender la identidad de los mismos, la labor detectivesca y la paciencia desplegada para lograr contactar con algunos autores y conocer a través de sus palabras su propia historia.

Valdés recorre las vidas de estos autores y tiende puentes simbólicos entre las identidades y sus proyectos literarios, donde las heridas, las máscaras y las rejas son escenarios, guías e hilos conductores de la escritura. En esta indagación nos adentramos, a través de la mirada de los autores que desfilan por este ensayo, en el momento histórico y cultural de una época, se nos dejan entrever las injusticias de un tiempo, de un país contra un grupo, la discriminación que algunos de sus autores sufrieron por el color de su piel, por los traumas que arrastraban por la muerte violenta de su progenitor o por el suicidio. Estamos ante un ensayo que, pese al subtítulo de su obra, nos adentra en un minucioso estudio de la autobiografía y sus autores con un lenguaje y narrativa más propios de la conversación entre amigos, de una tertulia literaria abierta al público, gesto de agradecer que acerca el género del ensayo al gran público. Un libro fascinante, fundamental para acercarnos al pensamiento literario actual, que no deberíamos perdernos.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés entre los 99 libros para el verano de Babelia



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Bea Espejo recomienda Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en la lista de Babelia de los 99 libros para este verano.

«Empieza hablando de lo autobiográfico, para coquetear con el juego literario y terminar como uno de los mejores ensayos sobre la idea de literatura como autorrelato. Andrea Valdés tira de ese fino hilo que separa lo periodístico de lo narrativo para hacerle un guiño a lo malogrado y lo precario en la vida y la escritura. De ahí su selección de autores (Maura Lopes Cançado, María Moreno, Gloria Anzaldúa…), que desafían el canon de la escritura frente a algo que les rebasa y humaniza en extremo.»

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Rafa Cervera entrevista a Andrea Valdés en Port de El Periódico


Rafa Cervera entrevista a Andrea Valdés con motivo de la publicación de su ensayo Distraídos venceremos, en PORT, de El Periódico:

Foto: Xuan Álvarez

Andrea Valdés: «Me interesa lo que han escrito manos que cosen, zurcen o limpian mierda ajena»

En Distraídos venceremos, la barcelonesa Andrea Valdés mezcla literatura y biografía invitándonos a leer a una serie de autores que la han fascinado y le han abierto puertas. Todos tienen en común, según la propia Valdés,que sus libros no son un lujo ni un adorno, porque se volcaron en ellos y se jugaron la vida para escribirlos.

Este libro nació con una sección de crónicas y entrevistas llamada ¡Cavernícolas! escrita desde Argentina. A su regreso a Barcelona, la escritora y periodista Andrea Valdés recibió del centro de arte La Virreina, el encargo que terminó por darle forma al que ahora es su primer libro. Distraídos venceremos es un ensayo sobre la literatura concebida como autorrelato hecho en el límite, y además está escrito con  un estilo que se mueve entre lo periodístico y lo narrativo, haciendo de la autora casi un personaje más de un libro hecho de historias fascinantes.

Apenas hay nombres conocidos en la selección de autores de su libro. ¿Un intento de alejarse de lo evidente?

Ahí se me ve el deje librero y esa cosa un poco anacrónica de ir a buscar lo que una no tiene al alcance: el tesoro oculto, lo que entra de contrabando o por otros cauces.  También lo que se considera “marginal” o “periférico” y aquí hago notar la connotación horrible de esta palabra. Periférico ¿para quién? ¿Según qué criterio? ¿Por qué  muchos de estos autores no han llegado a España o les cuesta encontrar un sitio, cuando el idioma debería hacerlo más fácil?

¿Se puede hablar también de una necesidad como autora de explorar nuevos territorios?

Estaban mis ganas de leer desde cierta ignorancia, para formarme un juicio sin demasiados apriorismos ni el peso de algunas cátedras. En este ensayo, como en todo lo que hago, hay una voluntad de quedarme con algo, un aprendizaje. Por eso autores como J. M. Coetzee, Agota Kristof o Pierre Michon acabaron cayendo de mi primera lista. Si algo hay en Distraídos venceremos es un guiño a lo malogrado y, sobre todo, a lo precario, en la vida y en la escritura, por eso en mi selección no me veía “dialogando” con invitados a la feria de Frankfurt ni finalistas al Man Booker Prize. Quería a autores algo más huérfanos, un poco de otra liga, aunque esa orfandad sea una proyección que yo me hago. También asumo esa posibilidad. Quizás me monté una película. De hecho me pasa a menudo.

Muchos de esos nombres, la gran mayoría, provienen de Argentina y Brasil. ¿El hecho de viajar y estar próxima a su contexto potenció su interés personal por ellos?

Más que potenciar mi interés por ellos, me dio acceso a su obra porque no nos engañemos: los libros que nos llegan de Sudamérica son sólo una pequeña parte y, sí, a Paulo Leminski, Maura Lopes Cançado, Héctor Libertella, Carlos Correas o María Moreno los descubrí en “su tierra”. En general, aproximarse a los lugares desde las ficciones o escritos que generan me parece muy interesante, pues siempre hay una brecha insalvable entre el papel y lo que una está viendo en ese momento, y más si una es extranjera. Aunque no he querido exotizar a nadie. Al revés, he intentado que esa barrera sea lo más estrecha posible pero sin perderla de vista, sobre todo en la última parte. Luego hay otro asunto que menciono en el ensayo, medio en broma, y es el pensar que también se viaja para poder leer tranquila, pues es fuera de casa donde suelo encontrar ese espacio. Además no concibo el viajar porque sí, para dar vueltas. De alguna manera estos dos viajes hicieron que yo me acabara de creer el proyecto, me autorizaron a hacerlo y esto es algo muy de mi género: el sentirse o no autorizada a algo. A ver si acabamos de una vez con eso.

Dice usted que no quiere que su escritura sea un mero acto de vanidad y en cierto modo, los autores seleccionados para Distraídos venceremos son la antítesis del narcisismo.

Totalmente. Ni son narcisistas ni experimentales, que es lo que suele pensar la gente cuando se habla de autores algo fuera del canon, que son raros o experimentales. No, para mí fueron heterodoxos y creo que la mayoría lo fueron porque la vida les empujó a serlo y ese empuje fue mi principal motor. Lo he estado buscando en cada texto. Está en Rosa Chacel cuando se pregunta si alguien alguna vez logró plasmar “la grandiosidad de esa sombra que avanza”. En Sarduy frente a un cuadro: “Y quería decirle algo, decírselo con fuerza, pero no supe qué”. En Levrero afirmando: “No me  fastidien con el estilo o la construcción. Esto no es una novela, carajo. Me estoy jugando la vida”. O en Viel Temperley cuando menciona que se encuentra con supoesía al no saber cómo hacerla. Todos se enfrentan a algo que les rebasa y humaniza en extremo. ¿Y cómo no iba a interesarme pensar y escribir sobre ello?

Cuando alguien escribe sobre sí mismo no escribe desde la realidad absoluta. ¿Cuál es la diferencia entre escritura autobiográfica y autoficción?

Entiendo que me hagas esta pregunta que en Distraídos venceremos pasé bastante por alto, lo que clama al cielo siendo un ensayo que incide en la escritura y sus circunstancias, pero es que cada vez me interesan menos esta clase de debates y distinciones, por eso en el libro tuve la impertinencia de llevarlas a un estado crítico citando aún más etiquetas… Hablo de biomitografía, transbiografía, heterobiografía, autohistoria, escrevivencia, etc. Incluso me salió alguna de cosecha propia, frivolidad que no sé cómo recibirá el lector, pero esta clase de insolencias también me forman parte. No pude evitarlo.

¿Se puede hacer literatura sin hablar de uno mismo?

Imagino que depende de lo literal que seas con lo de hablar de uno mismo. Pienso que quizás sí, es hablar de uno mismo pero a través de otros y de ciertos artificios. Para mí la literatura implica una translación, que se hace de maneras más o menos afortunadas. No es algo que cae del cielo. Hay que trabajarla y para mí exige un compromiso muy grande. El resto son vomitonas, ruido.

Xuan Alvárez
Foto: Xuan Álvarez

Su ensayo está escrito desde la primera persona, en ciertos momentos parece una novela. ¿Es consciente de que eso ayuda a que un lector no especializado se vea absorbido por tu texto?

Desde el inicio me dije que si iba a hablar de autores no muy conocidos, con la ventaja que me otorga eso, el lector tenía que recibir algo a cambio, pues en ningún momento quise que Distraídos venceremos fuera un mero escaparate de mis conocimientos. ¿Qué me aporta eso? Incluso diría que fue al revés. Este ensayo viene de mi dificultad para escribir: la vivo tan a pecho que se me ocurrió buscar la escritura en quienes lo consiguieron en situaciones muy adversas. Y ahí vuelvo a la idea de verse empujado, abocado a algo. Es cierto que todo esto lo he dramatizado un poco e incluso me permití darle un tono paródico, además de tomarme algunas licencias. Me refiero a la mezcla de formatos, el uso de imágenes o el sampleado de diálogos, recursos con los que no sólo pretendo ganarme al lector. También es un guiño a la naturaleza extraña de La Operación Masotta, Borderlands/La Frontera o Sobre Sánchez, por citar alguno de títulos que comento. Todos pueden leerse de varias maneras y eso me fascina.En este sentido quise que este ensayo funcionara como una posible guía para ampliar referencias, pero también como un relato coral de gente que se ha estado buscando en situaciones muy adversas y que yo explico a mi manera.

¿Son las redes sociales una forma de autoficción para aquellos que no hacen literatura? 

Imagino que puede serlo pero son muchas otras cosas y algunas bien peligrosas.

En el texto hay una reflexión muy interesante acerca de la idea del bartleby en relación a la igualdad de género. ¿Es también este libro, aunque sea de manera indirecta, una reivindicación de lo que ha sido hacer literatura para muchas mujeres del siglo XX?

Sí. Este libro tiene mucho que ver con lo que elegimos y para mí era importante marcar que esas elecciones son muy distintas según el género, pero también la clase y el color de piel. No todos nos jugamos lo mismo al escribir. En este sentido me ha encantado descubrir la conexión de ciertas escrituras con las manos de quienes históricamente han tenido que lavar la mierda ajena y coser, zurcir con parches, lo que simbólicamente asocio a fragmentos de vida.

¿Hay alguna obra de las que hablas que recomendarías a la gente que lea tu libro? 

Para mí son todas muy relevantes. Quizás la más accesible por formato y acabado es precisamente la que explica la historia más dura. Me refiero a El desierto y su semillay en parte tiene sentido que sea así, pues creo que Jorge Baron Biza luchó mucho por hacerla legible. Y eso me parece muy bello, que se “salvara” tratando de ser un texto y dar una forma a lo inenarrable, a un acto monstruoso.

Entre los cimientos de tu mundo figura David Bowie. ¿Podemos considerarlo como el gran escritor de la literatura autobiográfica que no opera desde la literatura?

Para mí David Bowie fue sobre todo un impacto estético que me vino muy de niña. En casa teníamos el vinilo de Ziggy Stardust y recuerdo no saber cómo mirar aquel cuerpo, con qué criterio y si era un ser inventado o real. Eso también me desconcertó mucho, la intuición de que se podía encarnar una ficción hasta ese punto. De niña fui muy masculina y toparme con esa ambigüedad me llenó de placer. Luego vino la música. Escuché Five Years… y aunque por el camino me averiase con MC Hammer, Duncan Dhu y la pesca de Tocata, Bowie siempre estuvo ahí como algo que no era sólo música. Era una posibilidad… ¡y qué posibilidad tan bonita! Como la que me han dado los autores que aparecen en este ensayo, pues también ellos me abrieron otras puertas.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Valencia Plaza


Eduardo Almiñana reseña Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés, en CulturPlaza de ValenciaPlaza:

En las fronteras de lo autobiográfico con Distraídos venceremos de Andrea Valdés

Foto: Xuan Álvarez

 

La librera y escritora recopila un menú de referentes de la escritura autobiográfica que con algunas licencias, trasciende el yo literario habitual en esta era dorada de la autoficción

No hay manera de escribir sobre uno mismo sin mentir, sobre todo porque decir la verdad implica un grado de autoconocimiento que nadie puede ni quiere alcanzar. Dentro de esos márgenes, uno puede desconocer la realidad, omitirla, ocultarla, apostar por la autoficción e incluso por la autofricción, un género signo de los tiempos muy practicado por escritores y periodistas: en el caso de estos últimos la tendencia vino para desmantelar todo aquello de la supuesta objetividad que solo era una forma equivocada de referirse a la honestidad que se le presupone a un profesional de la información y también la distancia respecto al contenido; por supuesto el periodista siempre ha sido un filtro y por tanto ha existido contacto con los acontecimientos, digestión y narrativa, pero es que ahora el reportero-personaje es la noticia y sus tribulaciones e impresiones los hechos de interés público, el quid del relato, lo que importa y hay que conocer. Las redes sociales jalean las pasiones del especialista en autofricción, que necesita que le ocurran todo tipo de disparates y participar en situaciones cuanto más inverosímiles mejor, hasta tal punto que llega a parecerse a esa Jessica Fletcher de Se ha escrito un crimen peor que una peste, que allá a donde llegaba siempre acababa alguien fiambre. No es sencillo ser protagonista de momentos divertidos, duros o que inviten a la reflexión una vez por semana. Llega la fecha de entrega, y algo hay que hacer. Ni Hearst habría soñado tanta fantasía.

Lo autobiográfico es el alimento de la bestia social de la que somos células, esa Bestia Colmena del libro homónimo del asturiano Pablo Und Destruktion: minuto a minuto los servidores echan chispas con todo lo que tenemos que decir sobre nosotros mismos. Las charlas TEDx y los pechakuchas acumulan ingentes cantidades de visionados gracias a testimonios que hablan de gente que nunca habría imaginado que estaría aquí, o que ahora está aquí gracias a un terrible fracaso, gente experta en fraccionar el discurso con apelaciones a la audiencia y pausas dramáticas teatrales que duran un poco más de la cuenta, un par de segundos más de lo necesario. Ay si apareciese por allí algún verificador de la International Fact-Checking Network. Los colmillos se le estirarían hasta la cintura. Con este día a día sería fácil pensar que lo más relevante en materia de contar el uno mismo lo encontraremos en una conversación digital o en un perfil, por suerte Jekyll & Jill viene a refutarnos esta intuición con el nuevo título de la colección Fontanela, Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica, de la librera y escritora Andrea Valdés, una antología de lecturas y visitas literarias a aquellos que exploraron las caras más abruptas o inesperadas de la poliédrica autobiografía, a veces por la forma en que lo hicieron a veces por el instante del que parten sus relatos, justo ahí donde todo el mundo preferiría encapuchar el bolígrafo o bajar la tapa del portátil. Comienza Valdés autobiográfica también y pronto se adentra en las vidas de los demás, recorriendo injertos dermatológicos y filiales, la biografía aventurera de Lucio V. Mansilla, los treinta y siete prólogos de Héctor Libertella, el encierro de Rosa Chacel. Episodios de la existencia ajena que se van conectando según el designio de la autora: hay un eje común, sí, aunque se nos olvida bastante rápido mientras dejamos que se nos descubran esas historias de otros que no conocemos, algunas nos dejan fríos, otras a temperatura ambiente, otras nos hacen apuntar referencias en notas o en un correo que nos automandamos para que no se nos olvide que hemos sabido de algo que es bueno, en este caso bueno e inusual pero no atronador: la colección de vidas de Distraídos venceremos carece de esa histeria de la comunicación cultural que asegura que cualquier cosa es una gran revelación. La suya es una selección de vivencias que tocan sin estridencias: no se busca el clickbait, el anzuelo, solo dejar constancia de lo que ha sido en alguna parte, en algún lugar.distraídos

Por cierto: el marcapáginas que se inserta en el segundo título de la colección Fontanela sirve de manifiesto; en su primera acepción fontanela es cada uno de los espacios membranosos que hay en el cráneo del recién nacido antes de la osificación completa, pero después la definición sigue, y fontanela es, en la época de la perversión del término librepensador a manos de los defensores (a veces involuntarios) del pensamiento único, una interpelación a esos “lectores dispuestos a hacerse una biblioteca que no confunda las nociones de dúctil y dócil”. En el catálogo perfecto de los nuevos cuadernos de Anagrama hay un título que sirve de apoyo intelectual a esta colección: una lectura de Ofendiditos. Sobre la criminalización de la protesta de Lucía Lijtmaer basta para conocer la cuestión en su acepción más profunda: el corrector se esmera en hablar de escritura pero sugiere escrotura, hoy en día defender una causa legítima es motivo de mofa y una agresión al débil pasa por defensa de la libertad de expresión, son tiempos oscuros, la extrema derecha maneja los códigos con entrenamiento imperial y su mensaje cala en las víctimas, dice Lijtmaer: “como en el caso del Fiero Analista contra el Ofendidito, la táctica es la misma: el políticamente incorrecto es percibido como un outsider, un rebelde alejado de la política tradicional. Se lo concibe como un político no profesional, fuera del discurso dominante, y se le atribuye una capacidad de conectar con los hombres blancos de las clases populares precisamente por esa característica […] el analista tiene siempre los medios de comunicación a su alcance para decir lo que le venga en gana; no así el ofendidito, que debe acudir a las redes o a la legalidad que lo ampara”. Cada cual que extraiga sus propias conclusiones, y en esas, que no se extinga la voluntad de emplear el cráneo para algo más que sujetar unas gafas, o rematar de cabeza.

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Distraídos venceremos en Books, L’actualité à la lumière des livres

La journaliste barcelonaise Andrea Valdés vient de publier un premier essai sous forme d’exercice d’admiration. Elle s’est intéressée à ceux qui ont « mis leur vie en danger par l’écriture », à ces auteurs qui se sont dévoilés dans leurs textes et se sont essayés au récit autobiographique. Distraídos venceremos (« Distraits nous vaincrons »), le titre du livre, est un clin d’œil appuyé à un recueil de poèmes de l’écrivain brésilien Paulo Leminski. Et cela n’est pas anodin : tous les auteurs convoqués par Valdés sont, à l’instar de Leminski, issus de la littérature sud-américaine. Si certains sont célèbres, comme l’homme de lettres uruguayen Mario Levrero, d’autres « restent complètement inconnus du monde éditorial castillan » pointe Óscar Brox dans le magazine culturel en ligne Détour. Tous ces écrivains, Valdés « les a rassemblés avec une patience d’entomologiste », ajoute Óscar Brox.

« Autohistoire », «auto-sociobiographie », « biomitographie »

Dans cet essai, Valdés interroge les mécanismes qui déclenchent l’écriture autobiographique et les diverses formes que ces textes « en je » peuvent revêtir. « Autohistoire », «auto-sociobiographie », « biomitographie » ; les termes abondent pour décrire les différentes manières dont les écrivains se saisissent de leur expérience vécue. Mais au sein de cette variété terminologique se trouve tout de même une constante : « Dans presque tous les cas, l’écriture a été une manière de “faire face”. D’apprendre à présenter un visage, oui, mais aussi d’affronter une vie dépourvue de sens, sans texte préalable, au cours de ce que nous appellerions une expérience traumatique », analyse Carlos Pardo dans Babelia, le supplément culturel du quotidien El País.

Textes « en je »

Valdés analyse par exemple le journal tenu par l’écrivaine Maura Lopes, en pointant l’impact qu’ont eu sur son travail ses séjours en hôpital psychiatrique. Valdés exhume également l’étrange projet de l’écrivain cubain Severo Sarduy consistant à se raconter par l’entremise de ses cicatrices. Dans un recueil de six textes qu’il a appelé « archéologie de la peau », il parcourt son corps de la tête aux pieds en faisant le récit de chacune de ses plaies plus ou moins refermées. Les références ainsi égrainées par Valdés sont très personnelles, elle met en lumière des auteurs oubliés ou peu lus. Une démarche qui fait de Distraídos venceremos « sa propre autobiographie de lectrice », selon Óscar Brox.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Planeta Eris


Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés, en Planeta Eris:

Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica. Andrea Valdés

Hoy os traemos un libro curioso por su lucidez y tratamiento realmente original. Se trata de una obra de ensayo, pero que muy bien pudiera ser de ficción n
o sólo porque es entretenida sino por la cantidad de recursos diferentes que la autora maneja, me refiero a que las distintas partes en las que se divide este pequeño volumen son muy dispares, desde la narración convencional, el análisis de la obra, varias citas o incluso aportar documentación real a modo de imagen.

Esto es lo más destacable para mí: si no fuera porque el libro pertenece a una colección dedicada al ensayo y porque la primera autora presentada es Rosa Chacel creería (en mi profunda ignorancia) que se trataba de un juego literario con el que se presentaran situaciones irreales y autores increíbles salidos de la fértil imaginación de la autora. Algo así como si fuera una obra de Borges a la manera de El libro de los seres imaginarios, pero con escritores o, incluso una pesadilla literaria de Lovecraft

Andrea Valdés (Barcelona, 1979) es licenciada en Ciencias Políticas y librera, oficio que ha ido conjugando con la escritura. Ha colaborado con artistas en catálogos y exposiciones, es co-autora de una obra de teatro y ha publicado en varios medios, entre ellos los suplementos culturales de El País y La Vanguardia así como en otras revistas.distraidosvenceremoseris

En este su primer ensayo la autora investiga las diferentes particularidades de la escritura autobiográfica desde mediados de 1950 hasta nuestros días, centrándose en la obra de varios escritores latinoamericanos. Pero no los elige al azar, sino con un criterio muy específico: aquellos autores que escribieron desde los límites de la locura, la enfermedad o la exclusión social. Ejemplo de ellos son Maura Lopes Cançado, Mario Levrero, María Moreno, Carlos Correas, Gloria Anzaldúa y Severo Sarduy entre otros.

Por culpa de o gracias a su particular condición estos autores aportaron al contenido autobiográfico formas no vistas con anterioridad. Las motivaciones pueden ser diferentes, quizás porque no intentaban adecuarse a la realidad, sino acaso paliar las consecuencias. Su talento y capacidad les permitió poner en negro sobre blanco los  efectos de sus propios condicionantes sociales.

Aun partiendo de una misma premisa, los resultados son notablemente diferentes y muy bien plasmados por Andrea Valdés. Puede sonar una propuesta arriesgada, pero se trata una obra para paladear con gusto y con la satisfacción que me da saber que mi falta de talento me mantiene alejado de sufrir tanto dolor como estos escritores retratados aquí (o eso espero).

Al final de la obra hay un anexo con una escueta referencia biográfica de los autores muy personal y bien redactado. Otro pequeño tesoro bibliográfico de una editorial muy especial que os permitirá conocer de una forma única una serie de autores que difícilmente habría conocido de no ser por Andrea Valdés, como por ejemplo la obra de Paulo Leminski Catatau, un monólogo interior que coloca a René Descartes bajo los efectos de una pipa de cannabis en pleno devenir tropical.

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Distraídos venceremos en revista Détour



Óscar Brox reseña Distraídos venceremos, usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés. En revista Détour.

Andrea Valdés. Vidas escritas, por Óscar Brox

Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica, de Andrea Valdés (Jekyll and Jill)   | por Óscar Brox

Andrea Valdés | Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica

Tengo debilidad por los artistas sin obra o por los que poseen una obra exigua (la de Epicuro, sin ir más lejos, apenas abarca 60 páginas), aquellos cuya obra quedó inacabada o los que se dejaron algo de ellos mismos para acabarla (como Glauber Rocha, que empalmaba trozos de celuloide con su propia saliva). Me lleva a pensar en la experiencia de una intimidad manifestada a través del texto o la imagen, en las que cada palabra está ahí para retratar un aspecto de su identidad. De lo que eran, de lo que pretendían ser o, en definitiva, de lo que no pudieron ser; haciendo bueno aquel precepto del final de la Antigüedad: el sentirse preocupado, inquieto por sí.

Distraídos venceremos reúne a un grupo de autores que tienen en común una forma, casi, única de inscribir sus vidas (o su realidad) en el texto. De tensionar, hasta llevar al límite, la escritura autobiográfica. Los hay conocidos, como Mario Levrero y Rosa Chacel, y los hay que permanecen inéditos en el mundo editorial en castellano, como Carlos y Carlos Sussekind. Andrea Valdés, tras un tiempo de investigación y de curiosidad infinita, los ha recogido con paciencia de entomóloga; preparada para explorar las numerosas heridas que surcan su escritura y lo que aquellos consignaron en cada palabra. El retrato de un padre a través un voluminoso dietario, la evaluación psicológica tras un internamiento forzoso, las secuelas de una agresión con ácido sobre el rostro de la madre o las peculiaridades de una novela que se zambulle en numerosos prolegómenos antes de comenzar.

Valdés construye el libro en forma de collage, a veces como protagonista (con esa persecución periodística sobre María Moreno), a veces cediendo el protagonismo a otra voz (la de Sergio Bizzio cuando entrevista a Héctor Viel Temperley), a veces, también, consignando sus dudas y los avatares que la han llevado a trastear con la escritura de los otros. Cuando se le atraganta la escritura barroca de Sarduy o cuando peina las confesiones de Maura Lopes Cançado, pero también cuando reflexiona sobre esa tríada biográfica que representan la autohistoria, la biomitografía y la escrevivencia. Y uno siente, a cada capítulo, que el libro está vivo; que se agita, resultado de tantas vivencias comprimidas en su breve extensión, y se abre como un ejercicio de literatura expandida. Que nos zarandea de Brasil a la Argentina y de allí a Uruguay, Estados Unidos o Francia, entre la alta y la baja cultura, entre los márgenes de la escritura y aquellos autores que hicieron de sus vidas una forma de rebasarlos.

Bizzio visita a Viel Temperley cuando la enfermedad ya está en sus últimos episodios, con Viel confirmando que el autor de Hospital británico, tras las sesiones de rayos y la trepanación, ya no existe más. O existe, sí, en las esquirlas que conforman su poema. A Levrero también lo ingresan en un hospital británico, sí, pero este en Montevideo, y Baron Biza (uno de los malditos) muere con la publicación de La semilla y el desierto aún caliente. Sarduy construye una obra a partir de sus cicatrices y Carlos Sussekind, al amparo del diario de su padre, coteja eventos y situaciones mientras escribe sobre su enfermedad y se ficciona bajo el nombre de Lamartine. Y eso por no hablar del amor/odio de Carlos Correas hacia Oscar Masotta. O la María Moreno de Black Out, con la evocación de un padre que la conduce, también, a forzar los límites de la biografía y la autoficción. O el Héctor Libertella capaz de narrar su propia agonía en La arquitectura del fantasma.

En todos los casos, Valdés nos traslada hasta unas coordenadas, tal vez, desconocidas. Hacia un atlas de escritores, de autobiografías o de ficciones que añaden una reconsideración del género literario por su carácter tanto inédito como, prácticamente, único. Tan único que, en cierta forma, muere con ellos. Porque este catálogo de autores lo es, asimismo, de malogrados. De marginados, sí, pero también de quienes consignaron en el texto su relación con la norma y las instituciones, la complejidad de sus genealogías familiares o la descomposición de un cuerpo cuyas esquirlas tomaban la forma del verso. En todos estos casos, Valdés no solo acerca esos momentos estelares de una literatura marginal, sino que sabe reflejarlos sin necesidad de embellecerlos. Le bastan la curiosidad y la lectura atenta, trastear con el archivo y con el inmenso acervo cultural que se vive en el cono sur. Y como sucede con Ricardo Piglia o Monterroso, que siempre hacen que leerles valga por dos (Piglia con su lectura de Macedonio Fernández; Monterroso con la de Góngora), leer a Andrea Valdés es descubrir a toda esa generación de escritores perdidos, olvidados o mal leídos. Una generación convertida, asimismo, en el germen de este proceso creativo, de esta investigación, que la autora comparte con nosotros. Que, hasta cierto punto, se convierte en su propia autobiografía lectora. Y que, en definitiva, es también la mejor excusa para correr a leerlos.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Poemas del Alma


«Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés —Jekyll & Jill—

«Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés (Jekyll & Jill) es un ensayo que se apoya en las escrituras de diversos autores y autoras rioplatenses para indagar en torno a la naturaleza de la autoficción desde nuevas perspectivas.

En esa frase, todo lo que me interesa de la literatura. Lo que puede haber en ella de nosotros, de nosotras. La vida a través de las palabras que hablan de la vida de otras personas, a veces en posiciones alejadísimas de la nuestra, y sin embargo, que nos interpelan. «Distraídos venceremos. Usos y derivas en la escritura autobiográfica», de Andrea Valdés —Jekyll & Jill— es una indagación en torno a la semilla de la escritura autobiográfica en un camino atravesado por las poéticas de numerosos autores y autoras rioplatenses que exploraron una escritura personal fronteriza y peculiar. Un libro fascinante y fundamental para el pensamiento de nuestros días, que nadie debería perderse.

 

De las voces de casa

Me gusta encontrarme con la narrativa de mi tierra desde una mirada extranjera. Esto que hace Valdés es un gesto valiente teniendo en cuenta el auge que ha tenido de un tiempo a esta parte el concepto de «apropiación cultural» –seguir insistiendo en la cultura como algo único, propio y auténtico de un territorio específico es absurdo: nuestra naturaleza nómada es incompatible con esta idea– y es una representación de lo que el poder de la lectura y la divagación nos ofrecen. Y me gusta tanto la forma en la que se acerca a la narrativa rioplatense: me parece tan sentida, tan cercana. Hay una mirada lúcida pero sobre todo un deseo de impregnarse de esas poéticas, de entenderlas, de empatizar con la realidad que las hizo posible. Y esta es una de las características más reseñables del libro. En tiempos de egos encendidos alivia el ánimo encontrarse con una lectura luminosa que parte de la humildad: nada sé y nada sabré, pero procuraré disfrutar de esta exploración.

Y me ha encantado reencontrarme con palabras como «croto» (que la aprendí de muy pequeña cuando un hombre nómada llegó a mi casa cargado de cepillos que él mismo fabricaba, condicionando mi curiosidad por la vida en movimiento para siempre) o «desenchufá» (que es un interrumpir el contacto con el afuera para ocuparse de lo íntimo), o ¡esa expresión! «mandar todo al diablo» (con la fiebre y la intensidad que corre por esas venas mestizas y traicioneras que nos caracteriza).

Me ha resultado fabuloso redescubrir las voces de Héctor Viel Temperley, Héctor Libertella, María Moreno y Gloria Anzaldúa, entre otras, pero sobre todo descubrir nuevas-viejas voces de mi sur perdido en la voz de una autora espadistraídosñola. Esta capacidad de atravesar fronteras que tiene la literatura y de convertirse en patrimonio de todos, me resulta tan fascinante, quizá su rasgo más hermoso, promiscuo y rebelde. Descubrir cómo las voces de casa cruzan el océano y se plantan en nuevas culturas, reinterpretando nuestro pasado pero también demostrando que la Historia es de todos y todas, y confirmar así que ha sido gracias a esa naturaleza nómada que algunos intentan negar que han surgido las cosas más valiosas de nuestro entendimiento de la realidad, ¿no es para alucinar?

Andrea Valdés construye aquí una reflexión sobre la literatura autobiográfica partiendo de poéticas que comparten entre sí una extrañeza con la vida, con el mundo, con la tierra en la que nacieron (que a veces es familia, pueblo, política). Así, Rosa Chacel, Maura Lopes Cançado, Jorge Baron Biza, Audre Lorde y Conceição Evaristo –y aunque sus obras viajan hacia puntos distintos–, son forjadores de imaginarios literarios que se parecen en tanto a la búsqueda identitaria que persiguen; la cual, en casi todos los casos, es reconstrucción del pasado, de la experiencia familiar y colectiva.

Encontramos entonces la autobiografía como un espejo que sirve para indagar en el pasado de los otros y explicarse a través de ellos. Del mismo modo trabaja Andrea el discurso de este libro: manchando la experiencia de los autores y autoras que analiza, para atrapar y dibujar un argumento que le sirva para entender su propia identidad.

 

Las cicatrices y la escritura

Valdés recorre las vidas de estos personajes y construye conexiones simbólicas entre sus identidades y sus proyectos literarios; donde las cicatrices, las máscaras y las cárceles son escenarios, ejes e hilos conductores de una determinada escritura. Y en esa indagación la piel como reducto y confirmación de la memoria juega un papel importante, adoptando distintas formas y sirviendo al narrador o narradora para posicionarse en una lucha personal que en la mayoría de los casos es también colectiva: nos habla de un momento histórico y cultural específico, nos deja ver las injusticias de un tiempo, de una nación, contra un grupo, que es contra todas.

Encontramos aquí un acto amplio de reflexión que se extiende a la colonización, cuya normalización como un daño colateral del «gran proyecto civilizatorio» la autora compara con lo que sería asumir que el desarrollo industrial del acero y el uso «singular» que tuvieron los medios de comunicación masiva en su momento sirvieran para justificar el fascismo. La imposición de nuevas identidades es una de las cosas que más ha marcado la literatura rioplatense, y en todos estos autores y autoras encontramos una rabiosa necesidad de volver a las raíces para redescubrirse y reescribir lo que está dormido.

También la búsqueda atraviesa las estructuras rígidas y las dictaduras que han impedido el libre desarrollo de ciertas escrituras. Encontramos el caso de Maura Lopes, que pasó gran parte de su vida en centros de internamiento por su delicada salud mental. Cabe aquí una interesante indagación por la tendencia humana de legislar y normalizar sobre la conducta para imponer rígidas miradas sobre las personaz. Y aquí, sobre todo las mujeres terminamos llevándonos el papel desagradable en la representación de la tragedia.

«Distraídos venceremos» es un texto rebelde y alejado de la estética que se pretendepara este tipo de lecturas –¿y qué otra editorial que Jekyll & Jill iba a hacer tan hermosa apuesta?–. Sin embargo, me ha sabido a poco. Si bien me gusta mucha el planteo agudo sobre las numerosas estéticas y narrativas que se analizan, me habría gustado una mayor indagación en temas de identidad y censura, que sirvieran para un entendimiento más profundo de los autores y autoras que se analizan. Ya ven, un detalle que igual es hasta desubicado y quisquilloso señalar frente a la apuesta valiente y fuera de este mundo que es este libro.

 

Nosotras no somos nosotros

Estas palabras de Andalzúa –que nos cuenta Valdés que durante mucho tiempo escribió Aldanzúa sin que ocurriese nada (porque la invisibilidad se acentúa si la piel es oscura o la sexualidad, no convencional)– podrían definir una de las partes más interesantes del libro. Y necesaria en tiempos en que el feminismo se cubre de frases quemadísimas, de autoras blancas que escriben desde una posición de oligarquía que aunque no lo deseen siempre las ubica alejadas de las sufrientes. Buenísimas autoras en algunos casos, pero con una construcción colectiva reducida, que no nos incluye a todas. Valdés nos propone la construcción de una genealogía plural acercándonos la obra de autoras menos conocidas, algunas que personalmente no conocía y que voy de cajón a leer, que además comparten entre ellas el rasgo de haber vivido experiencias de marginalidad. Y así nos invita a no anclarnos en las frases bonitas sino a buscar más lejos, atrás de lo que se dice. Como aquella frase que abre mi lectura.

Una distracción, en un uso semántico ya casi perdido, es la imposición de una distancia, la separación entre dos cosas que deberían estar por regla, ligadas. Si partimos de esa idea podemos captar la esencia deliciosa de esta lectura. Y es que esa brecha que se abre en la escritura cuando la vida impone sus propias derivas es el punto de fuga en el confluyen todas las poéticas que Valdés analiza aquí, y es también el lugar de descanso donde su voz se nutre de ellas para crear una nueva mirada de lo autobiográfico, y por qué no, de la narrativa feminista. La distracción en ese sentido se ve reflejada en una actitud, que supone alejarse de la voz de mando, de los cánones establecidos, de las lecturas prefijadas para todo texto autobiográfico (y su estructura y expectativas que alimenta y de las que se alimenta) e incorporar nuevas miradas sobre esa distancia.

Y es sin duda la tercera parte del libro la más interesante en ese sentido. Aquí, el análisis de Valdés se apoya en las narrativas de autoras como Audre Lorde, Gloria Anzaldúa y Concenção Evaristo, y el punto de encuentro es la pertenencia a grupos minoritarios donde pobreza, homosexualidad y extranjería atraviesan la escritura. Y entonces, lo autobiográfico se vuelve político, por ende, comunitario, ya que todo lo político es colectivo –nos pertenece pero también les pertenece a otras–. En esa mirada plural sobre el feminismo me gustaría quedarme. En el deseo de la construcción de una genealogía, del ordenamiento de una tradición (tan necesaria) para redefinir nuestra búsqueda como colectivo plural, que nos incluya a todas y donde el pensamiento se distraiga de las tendencias. Y a esto nos anima sin duda esta bellísima lectura.

 

Las derivas del naufragio

La escritura autobiográfica carece de reglas, nada puede definirla, por eso ciertos libros de autoficción terminan resultando sosos al responder a una estructura predeterminada por el mercado y no por el deseo vital de encontrarse, de indagar en la tradición, en las palabras de la infancia. Valdés nos invita entonces a leer a los autores y autoras que atraviesan estas páginas para entender que la autoficción podría atravesar nuevas estéticas si la dejamos, y dejar atrás esta repetición anodina en la que se ha convertido el género en los últimos años.

Me gusta que Andrea haya construido un texto rebelde, que se alimenta de diversos géneros y aunque se apoya fundamentalmente en el ensayo tiene mucho de fábula, de búsqueda filosófica, de ficción que puja por convertir en materia todo lo que toca. Me gusta que haya sido capaz de aunar en una obra tantas obras y autores poco conocidos, que abogue por la construcción de una nueva genealogía que nos represente y que no nos adormezca.

«Distraídos venceremos…» nos anima a una distracción lúcida, donde seamos capaces de mover nuestra mirada del foco principal y optemos por nuevas perspectivas para la escritura. ¡No deberíamos pedirle más a la lectura!

Le agradezco a Valdés que haya iniciado esta búsqueda con ese poema de Leónidas que siempre me ha fascinado y al que vuelvo también con cierta obsesión. Esa mágica agonía que es «Verme». Porque en esa palabra también hay algo de respuesta a la inquietud que sirve de punto de partida a esta investigación. No podemos escribir nada si no atravesamos con nuestras manos, con nuestra sangre, con nuestras cicatrices la propia escritura.

Termino con esta otra frase de Andalzúa que es agua fresca para nuestra (re)construcción.

¡Y que nadie se pierda esta maravilla de esa hermosa y fabulosa colección de Jekyll & Jill que es Fontanela!

 

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Babelia



Carlos Pardo dedica un excelente artículo a Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en Babelia – El País (25/5/2019):

Aprender a tener una cara

Andrea Valdés ha construido una personalísima genealogía de aquellos que comprometieron su vida con la escritura

Una de las maneras más sencillas e inteligentes de superar el debate que enfrenta una supuesta literatura de los hechos de otra ficcional (y cada bando, con su juguete demediado en las manos, mira al otro con recelo y cierta envidia) podría ser concebir la escritura como una forma de vida. Incluso aceptar que la escritura, en este caso la escritura autobiográfica, pudiera ser la cicatriz protectora de una herida que ella misma ha abierto. Por sincronizar dos frases célebres: el pensamiento sana la herida que él mismo es (Hegel); la autobiografía vela una desfiguración de la mente causada por ella misma (Paul de Man). Espero que se me perdone comenzar tan arriba esta reseña, pero para abordar Distraídos venceremos uno debe desarmar algunos prejuicios cuanto antes, por ejemplo la ilusión de que exista alguna experiencia previa al relato, pues de otro modo corremos el riesgo de perdernos las principales cualidades de este maravilloso y breve libro. Con un material a veces publicado en revistas (El Estado Mental) y trabajado posteriormente como investigación del centro de arte La Virreina, Andrea Valdés (Barcelona, 1979) ha construido una personalísima genealogía de aquellos que comprometieron su “vida con la escritura”. Y también viceversa. “A quienes admiro, precisamente, porque llevaron su impostura más lejos, más allá incluso de nuestra incredulidad”.La nómina de este canon outsider es elocuente: Chacel, Barón Biza, Viel Temperley, Levrero, Sarduy, Libertella, María Moreno… También los brasileños Maura Lopes Cançado, Carlos Sussekind y Conceição Evaristo, menos conocidos para el lector hispanohablante. En casi todos los casos la escritura fue una manera de “encarar”: aprender a tener un rostro, sí, pero también afrontar una vida carente de sentido, sin texto previo, durante lo que llamaríamos una experiencia traumática. La locura de Maura Lopes, el sida de Sarduy, la soledad americana de Chacel, la desfiguración del rostro de la madre de Jorge Barón Biza. Escriben para ser personas en un mundo de personas incompletas. Así, la autobiografía es también “autohistoria” (Gloria Anzaldúa), “biomitografía” (Audre Lorde) y “escrevivência” (Conceição Evaristo), expresiones que recuerdan a la “autosociobiografía” de Annie Ernaux. Y es significativo que estas reformulaciones de lo personal desde lo comunitario e histórico, alejadas de cualquier narcisismo, las planteen mujeres escritoras para quienes la vulnerada construcción de un yo autónomo es inseparable de la invención de un nosotras (y también de un nos-otras que impugne “la voluntad de blanquear los orígenes”). En este sentido, la última parte de Distraídos venceremos, dedicada a la escritura de estas y otras escritoras feministas (chicanas, negras, lesbianas…), es sencillamente magistral.Pero Distraídos venceremos también es un texto en primera persona, y en cuanto se acepte lo caprichoso de la escritura de Valdés, sus excursos y digresiones, más se disfrutarán sus varios niveles. Un ejemplo: la bufanda que, como un cachorro, lame la mano asustadiza de la autora en una chistosa escena cotidiana, es una perfecta parodia de las ya de por sí paródicas epifanías de Mario Levrero en la La novela luminosa. Porque Valdés practica una suerte de “bibliografía como autorretrato”, emulando a la artista Gelen Jeleton, amiga de la autora y personaje de este libro. Incluso nos sugiere que suspendamos el juicio documental y leamos como si todos los aquí citados fueran personajes de una ficción inventada por ella. Y a estas alturas uno ya comprende la seriedad de esta broma.

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Entrevista a Andrea Valdés en ABC



 

Inés Martín Rodrigo entrevista a Andrea Valdés con motivo de la publicación de Distraídos venceremos, usos y derivas en la escritura autobiográfica en el suplemento cultural de ABC:

Andrea Valdés: «La novela española actual me aburre»

Acaba de publicar su primer ensayo, Distraídos venceremos, en el que reflexiona sobre la escritura autobiográfica

¿Cuáles son tus intereses como escritora?

Suelo navegar entre varias aguas. Me gusta mucho la investigación y colaborar con otros agentes, que en estos últimos años han sido comisarios/as y artistas. En privado, sigo peleándome por dar con un lenguaje propio, que igual me viene de abrir una nuez con el culo de extintor. ¡Todo muy práctico!

¿Y como lectora?

Soy más de oído que de argumento, aunque también me gusta no darme por hecho y de pronto verme leyendo «Fortunata y Jacinta». Uno de los libros que he disfrutado últimamente es «Escrito en el cuerpo», de Jeanette Winterson. Tiene una locura tan bonita… sobre todo hacia el final, pero el ensayo me tira cada vez más y me encantaría leer sobre campos que desconozco, aunque los entienda a medias.

Depende de si es remunerado o no pero en lo que respecta a la vertiente más literaria no me fijo tanto en el tema, si no desde dónde escribo y me gusta pensar que es siempre desde un conflicto, por seguir el consejo de Rosa Chacel, que llevado al extremo me obliga a ponerme en riesgo y eso es lo que más interesa. Me protege de que acabe siendo únicamente un acto de vanidad. Hay tantos… ¡y a diario!

¿Dónde has publicado hasta el momento?

He publicado bastante en prensa. Últimamente en el suplemento Babelia de El País. También en la revista El Estado Mental, donde tenía una sección que me hizo muy feliz («¡Cavernícolas!»). Y en varios catálogos de Arte, siempre hablando de gente que me importa y respeto.

¿Con cuál de tus «criaturas» te quedas?

Tengo muy pocas porque borro y descarto mucho pero quiero creer que no será en vano. Así que me quedo con todo lo que tiré, aunque suene un poco raro… Y con mi ensayo sobre usos y derivas autobiográficas, que es el motivo de esta entrevista y donde ya empiezo a saber quién soy.

Supiste que te dedicarías a esto desde el momento en que…

Lo verbalicé por teléfono, a los 23 años. Llamé mi padre llorando desde París, donde estaba haciendo unas prácticas en el diario Le Monde Diplomatique. Estando ahí descubrí que yo no me veía siendo periodista, que en realidad quería escribir, que en mi cabeza era como morir alcohólica y rodeada de gatos. Las estupideces de una no tienen límite… Él no sé si se acuerda, pero seguro que se reía. De momento tengo una oca de plástico. Gatos ni uno. A ver.

¿Cómo te mueves en redes sociales? ¿Qué perfiles tienes?

En Twitter y sin entusiasmo. Me abrí un Tinder y me tiene fascinada, pero de ahí a cumplir su objetivo… Intenté ser de Instagram pero me aburrí por el camino y me fui de Facebook que es un chiringuito terrible. ¡Váyanse todos! Acabemos con esto.

¿Cuentas con un blog personal?

Contaba con uno que se llamaba Mcfly, ¿hay alguien en casa? Ahora vegeta, pero en su día me sirvió bastante, por eso no me atrevo a cerrarlo.

¿Qué otras actividades relacionadas con la literatura practicas?

Fui librera más de diez años a tiempo parcial y sigo comprando libros, que es lo más importante. ¡Compren libros! Escribo a veces sobre lo que publican otros y espero montar pronto un grupo de lectura con el que cruzar disciplinas (arte y cine) y seguir trabajando lo que planteé en mi primer ensayo.

¿Formas parte de algún colectivo/asociación/club?

No recuerdo… pero voy a todos los conciertos del grupo Low y soy muy leal a mis amigos. Con ellos hablo mucho de política. Nos preocupa.

¿En qué estás trabajando ahora?

Ahora estoy con un glosario sobre arte contemporáneo para una publicación que celebra el aniversario de Hangar y presentándome a todas las becas posibles. Quiero ir a Roma ¡como todos! Y escribiendo algo que aún no sé qué es y si llegará a cuajar… Ojalá. También tratando de convencer al mundo de que lea mi ensayo aunque no conozcan a la mitad de los autores, porque quiero que a Víctor de Jekyll & Jill le vaya muy bien. Se lo merece. Su editorial es uno de esos milagros que hay que cuidar. Además tiene una voz muy bonita y me explica de dónde viene la sangría y la composición de ciertas tintas. ¿No es una locura?

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¿Cuáles son tus referentes?

Mis padres. Virginia Woolf y Marguerite Yourcenar: que son mis cimientos y me moriré con ellos. Lina Bo Bardi desde que volví de Brasil. David Bowie y los berberechos. También algunas clavículas…Cualquier conversación con mis hermanos. Las borracheras de Aki Kaurismaki. Los cuadros de Caravaggio. Los bichos de Lygia Clark y los pulpos de Jean Painlevé. ¡Toma zoológico! Jack Lemon con peluca y Katherine Hepburn con un trozo de tacón en la mano. Jacinto Esteva en albornoz hablándole a un espárrago. Gaudí mojando una hoja de lechuga en un vaso leche. También las braguitas de Ripley, a muerte. El Partenón una y mil veces. O lo que queda de él. Y Lucrecia Martel, sin lugar a dudas. (Y qué pena que sean todos blancos… ¡Arréstenme!)

¿Y a qué otros colegas de generación (o no) destacarías?

Cristina Morales y la poeta María Salgado me interesan. Y los libros de mi amigo y escultor David Bestué, que regalo siempre que puedo. Por lo demás, lo admito: tengo un problema con la novela española actual. Me aburre. ¿Alguna sugerencia?

¿Qué es lo que aportas de nuevo a un ámbito tan saturado como el literario?

Lo que más he oído es frescura. También insolencia, pero no diría que es nuevo. No distingo entre géneros ni formatos y quiero seguir rompiendo eso, aun a riesgo de resbalar un rato porque no me veo escribiendo una novela en sentido estricto pero tampoco un cuento con un cierre perfecto. Sea lo que sea, asumo que tendrá que encontrar a sus lectores pero habrá humor y algún que otro portazo. Hay que darlos de vez en cuando.

¿Qué es lo más raro que has tenido que hacer como escritora para sobrevivir?

¿Lo más raro? Creérmelo, salir de ese armario… Sin duda. Es esencial porque es una carrera de fondo y todo está pensando para entorpecerla: desde internet, que tanto despista con sus memeces, a los sueldos de risa que nos obliga a encadenar encarguitos para comprar ropa inflamable en Zara y vuelta a empezar… Nos veo de hámster en la rueda. Aunque yo, por suerte, tengo a varia gente que me apoya. ¡No sé qué haría sin ellos! Espero no defraudarles. Me pusieron el listón alto.

 

Distraídos venceremos de Andrea Valdes en Escrito en el viento



José Angel Barrueco dedica una excelente reseña a Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en su blog Escrito en el viento:

Con el subtítulo de «Usos y derivas en la escritura autobiográfica», este segundo título de la Colección Fontanela de Jekyll & Jill Editores ha supuesto todo un descubrimiento. Primero, porque analiza y comenta libros poco conocidos (salvo un par de excepciones). Segundo, porque esos libros se salen de los márgenes y escapan a las etiquetas. Y tercero, porque la prodistraidos-venceremossa de Andrea Valdés logra lo más difícil en esta clase de ensayos: ser a la vez rigurosa y amena, entretenida y profunda.

Decía antes que se trata de autores poco conocidos en España, al menos para mí, que sólo me sonaban los nombres de Rosa Chacel, Mario Levrero y Jorge Baron Biza. Y no nos resultan familiares porque Andrea Valdés se ha centrado en la literatura de Sudamérica, y ha buscado nuevas voces, títulos no tan sonados. Ella explica en la introducción: He sido librera durante más de diez años y me consta que hay obras que no llegan a nuestros estantes. Parece como si el mercado nos escondiera a veces ciertos títulos porque no venden (o porque sus gestores creen que no venderán lo suficiente), o quizá, como apunta Valdés, porque reúnen todo lo que espanta al mercado.

Andrea Valdés compone, así, un sorprendente catálogo de rarezas, de anomalías, como felices monstruos literarios que los degustadores de marginalidades nos apresuraremos a buscar en las librerías. Pero no será tarea fácil: algunas de las obras brasileñas no se han traducido en España, otras están descatalogadas o ya son difíciles de encontrar porque se publicaron en editoriales pequeñas o con poca distribución. Es el caso del autor que más me ha interesado (con permiso de Baron Biza, del que tengo su libro El desierto y su semilla… aún pendiente de lectura): me refiero a Osvaldo Baigorria, que escribió una especie de semblanza, con tintes autobiográficos, sobre un escritor en Sobre Sánchez, que aquí publicó Varasek y que sólo encontré en una librería de Madrid tras varias pesquisas.

A los citados nombres hay que añadir los de Maura Lopes Cançado, Carlos Sussekind, Audre Lorde, Severo Sarduy, Gloria Anzaldúa, Héctor Viel Temperley, Gelen Jeleton, Lucio V. Mansilla, Aurora Levins, Héctor Libertella, Conceição Evaristo, Carlos Correas, Paulo Leminski o la más célebre y también esquiva María Moreno (publicada por Mondadori). Creo que, de los citados en las biografías del final, no se me olvida ninguno. Con ellos, y con algunas de sus obras, traza Andrea Valdés un curioso mapa de lo biográfico y testimonial que atraviesa las poéticas del encierro, el injerto y la creencia, que pasa por el artificio de quien se retrata, y que desemboca en esos terrenos literarios en que se han marginado ciertas voces, o estuvieron en desventaja (mujeres de otras razas, o que crecieron en entornos periféricos: islas, favelas, fronteras…). Sugiere la autora que podríamos leer este mapa de escrituras autobiográficas como una especie de «vidas imaginarias» (como el libro de Marcel Schwob). Y yo aún diría más: su libro también es, en el fondo, una autobiografía anómala si nos ceñimos a uno de los textos que cita en la tercera parte: «La bibliografía como autorretrato». Porque una persona es, también, lo que lee.

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