Fernando Navarro reseña Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en Babelia El País:
Fernando Navarro reseña Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en Babelia El País:
Mercedes Cebrián dedica un interesante artículo al futuro de los textos manuscritos y cita el libro Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec. En Babelia El País:
«Sobre la nueva materialidad de la escritura también se ha escrito en castellano. Un buen ejemplo es el ensayo del escritor argentino Sergio Chejfec titulado Últimas noticias de la escritura (Jekyll and Jill, 2015). A pesar de los radicales cambios sufridos en los manuscritos durante las últimas décadas, Chejfec detecta una paradoja en la organización textual de la escritura digital, y es que «sigue siendo básicamente la misma que en el pasado: la palabra, la línea, el párrafo, la página». Asimismo, a lo largo del ensayo, Chefjec da fe de la fascinación que ejerce todavía hoy sobre nosotros la escritura a mano al recordar una exposición de manuscritos de Proust a la que acudió en 2013 con motivo del centenario de la publicación de Por el camino de Swann. Fue precisamente en las salas de la Morgan Library donde el escritor reparó en que los asistentes «buscaban una verdad que se pusiera de manifiesto instantáneamente, como consecuencia de la cercanía física tanto de la letra original como de los objetos manipulados por Proust», y también en que, ante un manuscrito expuesto, siempre tiene lugar «una lucha entre mirar y leer».»
Carlos Pardo reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Babelia El País:
El narrador se encuentra en la ciudad mexicana de Veracruz, en un centro cultural donde va a estrenarse una serie documental dedicada a las grandes personalidades del lugar (el narrador está allí porque va a casarse, pero “ese es otro cuento”). El primer retratado es Pancho Villa; su nieto, gran bigote y modos de oficialidad, es aclamado por los 400 asistentes. Pronto se comprende que Pancho Villa nunca estuvo en Veracruz, circunstancia que no amarga al público; antes bien, comienza un diálogo sobre lo difícil que es certificarlo, la pertinencia de un “estudio de las ausencias” que, por ejemplo, demuestre “que ni Franz Kafka estuvo en Zaragoza ni Marie Curie pisó Bilbao”. El narrador menciona delirios similares en bibliografía reconocida: la ausencia de George Sand en Arenys de Mar, de donde debía partir para Mallorca; o la de Proust en Trieste, ciudad que el novelista describió como un “lugar delicioso donde la gente es pensativa, las puestas de sol son doradas y las campanas de la iglesia tañen melancólicas”.
Este disparatado comienzo define el modo de hacer de Paco Inclán (Valencia, 1975), su maravillosa combinación de periodista gonzo, antropólogo sabio, santo idiota y cuentista de primera: una improbable mezcla de Borges y Lévi-Strauss con Bouvard y Pécuchet. El proceso se repite en las ocho “crónicas”, o relatos verídicos, de Dadas las circunstancias: Inclán emprende una investigación erudita en algún grupo excéntrico (un club de esperanto, un banco de horas en las afueras “rururbanas” de Vigo), pero un error de lectura o, simplemente, su propia tendencia al extravío lo llevan a un terreno más rico, a un encuentro azaroso con algún personaje más excéntrico aún que la investigación de partida. Por ejemplo, el último hablante en erromintxela, combinación de euskera y romaní hablada por los gitanos vascos en el siglo XIX. “Cuando soñaba con entrevistar al último hablante de una lengua”, escribe Inclán, “me imaginaba haciéndolo en el interior del Amazonas o en una remota aldea china fronteriza con Mongolia. Sin embargo, sueños menguantes, mi búsqueda me ha dirigido a Llodio”.
Otro ejemplo: si Inclán investiga los círculos “esperantistas” catalanes, una intuición perversa lo lleva a intimar con el responsable de “la primera y posiblemente la última editorial que se dedica a la difusión en esperanto de los beneficios de la marihuana”. Es decir, el marginado entre los raros.
Y es probable que el personaje que es el propio Paco Inclán en su literatura, una especie de humilde bromista bonachón, atraiga a los locos y los excéntricos, pero asimismo hay que comprender que uno de sus temas mayores es, precisamente, la relación del individuo (excéntrico) con una pequeña masa (ditirámbica). En Inclán, comunidad y persona son vulnerables resistencias de un mundo igualmente idiota, pero mejor falsificado; es decir, que pasa por normal. Y en estos errores “de especie” halla el autor algunos signos de autenticidad supervivientes a las convenciones de nuestro tiempo, incluso cuando el protagonista de un texto es un imitador del Che Guevara (“Paisajes cubanos”).
El amor por lo relegado eleva los textos de Paco Inclán por encima de la miniatura bizarra, del chiste contracultural. Es la clave de su logro como escritor y del encanto de todo lo que escribe: un magistral sentido de la empatía. Por eso hace tiempo que ha dejado de ser un autor de culto y se ha convertido en uno de los más originales prosistas en español; además, de una especie de la que es el único (el primero y el último) espécimen.
La actriz Clara Sanchis, que interpreta una adaptación teatral de Una habitación propia, dialoga con la escritora Andrea Valdés (Distraídos venceremos) sobre este ensayo clave del feminismo. En Babelia El País.
Virginia Woolf escribió Una habitación propia en 1929, pero el libro se sigue recordando como uno de los textos fundacionales del feminismo, pionero en la reivindicación de la independencia económica y un espacio de emancipación para las mujeres. Prueba de su vigencia es que la actriz Clara Sanchis (Teruel, 1968) estrenó una versión teatral del ensayo en 2016 con tan buena recepción que todavía sigue de gira (Zaragoza en abril, Barcelona y Salamanca en otoño). En vísperas del 8-M, Babelia ha reunido a esta intérprete con la escritora Andrea Valdés (Barcelona, 1979) para explorar sus resonancias actuales y reflexionar sobre las posibles habitaciones que todavía hoy siguen cerradas.
Una tradición sin mujeres
A. V. Una cosa muy interesante de Virginia Woolf es que dialoga con escritores muertos. Con Shakespeare, con De Quincey. Te enseña que la literatura es una cadena, que tú eres un ser autónomo pero vienes de una tradición. Y el problema que ella apunta es precisamente que las mujeres tienen una tradición truncada. Va a la época isabelina y hay un silencio tal, que tiene que evocar a la hermana muerta de Shakespeare y suponer que habría sido una gran poeta. Sería un error diluir a Virginia Woolf como una mujer que se ha quedado en el primer feminismo, pues escribe de una manera que te permite dialogar con ella. Ese diálogo que establece con escritores del pasado lo proyecta también hacia el futuro.
C. S. Esa sensación de cadena es ahora muy fuerte. Una de las cosas que nos ha pasado es que la estructura patriarcal nos ha dividido, nos ha enfrentado entre nosotras. Ella en cambio construye una cadena de unión y te hace conectar con mujeres que no has conocido y de pronto te explican cosas que te pasan a ti. Por otra parte, otro de los grandes logros de este libro es su complejidad: cómo, por ejemplo, describe el mecanismo del sometimiento como una manera de crecer haciendo al otro más pequeño. Es importante apelar a esa complejidad en este momento de feminismo que estamos viviendo, que es tan difícil y maravilloso al mismo tiempo y que, como todo lo que se convierte en fenómeno de masas (por suerte en este caso), tiene el peligro de la simplificación.
Clara Sanchis, con su ejemplar de Una habitación propia. Foto: Inma Flores
La habitación de hoy
C. S. ¿La habitación que necesitamos hoy? Silencio y concentración.
A. V. Sí, hay tanto ruido…Para mí, la habitación propia de hoy está representada en la obra de Gloria Anzaldúa (escritora, feminista y activista chicana, fallecida en 2004), que de alguna manera constituye una contrarréplica a la de Woolf. Anzaldúa escribe desde una circunstancia opuesta, la de una mujer que vive en una frontera, que no tiene ni un trozo de tierra: no solo es chicana, sino que se enumera como queer, lesbiana, pobre… Es decir, todo lo que se considera enemigo de la literatura. Porque da la impresión de que para Woolf la pobreza es enemiga de la literatura, pero habría que ver qué es lo que entendemos por literatura.
C. S. Discrepo. Se la acusa de mirar desde un lugar burgués, pero leyendo sus diarios no estoy segura de que sea así. En 1929 era una revolución absoluta y radical tener la valentía de mostrar a la mujer como ser material, cuando siempre era un “ser de amor”.
A. V. Es cierto, pero tiene una entonación que puede llevar a la gente a pensar “a mí este rollo no me va”. Porque a veces la violencia exige un lenguaje violento. Y ella no lo tiene.
El concepto de mujer
A. V. No me parece mal que la idea de mujer se esté cuestionando hasta diluirse. Es sano y esperanzador que las feministas nos peleemos. El feminismo es una teoría crítica, pero también una práctica, y ahí surgen problemas porque los diferentes problemas generan prioridades muy distintas. Basta con ir a Latinoamérica para verlo.
Andrea Valdés, con su edición en inglés de A Room of One’s Own. Foto: Inma Flores
C. S. ¿Recuerdas cuando Woolf busca datos sobre escritoras en la época isabelina, no encuentra nada y empieza a decir: “Mujeres, mujeres, mujeres… ¿no estáis hartas de esa palabra?”.
A. V. Por eso es muy interesante su idea del escritor como un ente andrógino. Ya está pensando que tal vez para escribir tienes que estar por encima de los géneros.
C. S. La maravilla es que ahora estamos viviendo lo que ella planteaba sobre la mente andrógina. Había una exacerbación del rol de mujer. Desde mi lado de actriz es muy claro. Era un disfraz, una sobreactuación. ¿Qué es lo femenino y qué es lo masculino? Simplificar te reduce como ser humano, te quita posibilidades. La comicidad, por ejemplo, se le ha permitido mucho más al hombre que a la mujer. Por suerte, con los años el comportamiento físico de las actrices en el escenario ha cambiado. En eso se nota mucho la entrada de mujeres directoras. Nos hemos ido liberando. Nos permitimos ser más enérgicas y usar nuestro cuerpo con más libertad, ocupar más espacio. Nuestra voz se está haciendo más amplia, con otros registros. Había una impostación femenina y una impostación masculina. Ahora los actores se permiten llorar.
A. V. Es verdad. Ahora ves una película antigua y el rol chirría… El cine es todavía muy clasista. Solo se ve representada la clase media. Y cuando ves Roma dices: «Muy bien, pero a ver cuándo hace la sirvienta su película».
Literatura y clasismo
A. V. Yo creo que la sirvienta de Roma ya ha escrito su novela. Otra cosa es cómo circula. La gente no lee. Somos marginales. Pero sí creo que hay autoras que están escribiendo desde lugares que no son los previsibles de la literatura. Un ejemplo muy de bombazo: Cristina Morales. Y hay que pensar, por ejemplo, que para una escritora latinoamericana el acceso a la escritura es muy distinto. ¿Cómo es escribir en Brasil siendo una mujer negra y viniendo de una favela? Ellas todavía se están peleando por el acceso a sitios que tú das por hechos.
C. S. Por eso tener «una habitación propia es tan importante». ¿Qué va a escribir la cajera del supermercado que se levanta a las seis de la mañana, lleva a los niños a no sé dónde y vuelve a casa a las nueve de la noche? ¿Qué va a escribir si llega agotada?
Un libro feminista de referencia
A. V. Dos libros que ahora veo como feministas yo no los leí como tales. No tenía ni conciencia. Uno es Orlando, en la maravillosa traducción de Borges, al que no le interesaba el feminismo. El otro, Frankenstein, que es un libro trans, con capas recosidas. Al final es un bicho, su forma es la del propio Frankenstein.
C. S. Para mí, ya lo he contado, fue Una habitación propia. Luego he leído mucho a Jumpa Lahiri, Tierra desacostumbrada, por ejemplo. Y a la islandesa Auður Ava Ólafsdóttir, autora de La mujer es una isla o Rosa cándida.
El equivalente de Virginia Woolf en su generación
C. S. ¿Chimamanda?
A. V. Podría ser, aunque no sería mi elección. Para mí ha sido importante Paul B. Preciado. Un libro como Testo yonqui, que es en sí una mezcla de géneros. Es un libro muy de su época, está rompiendo formas, inventando otras y generando contradicciones. Lleva las cosas a lo transgénero, a la farmacopea… Virginie Despentes no tanto, pero la Teoría King Kong me impactó mucho. Cómo toma algo que debería ser una debilidad (una violación) y la convierte en su punto fuerte. Pero no sé cuáles son los referentes del feminismo para alguien de 20 años. ¿Es una escritora o una youtuber?
Bea Espejo recomienda Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en la lista de Babelia de los 99 libros para este verano.
«Empieza hablando de lo autobiográfico, para coquetear con el juego literario y terminar como uno de los mejores ensayos sobre la idea de literatura como autorrelato. Andrea Valdés tira de ese fino hilo que separa lo periodístico de lo narrativo para hacerle un guiño a lo malogrado y lo precario en la vida y la escritura. De ahí su selección de autores (Maura Lopes Cançado, María Moreno, Gloria Anzaldúa…), que desafían el canon de la escritura frente a algo que les rebasa y humaniza en extremo.»
Carlos Pardo dedica un excelente artículo a Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en Babelia – El País (25/5/2019):
Una de las maneras más sencillas e inteligentes de superar el debate que enfrenta una supuesta literatura de los hechos de otra ficcional (y cada bando, con su juguete demediado en las manos, mira al otro con recelo y cierta envidia) podría ser concebir la escritura como una forma de vida. Incluso aceptar que la escritura, en este caso la escritura autobiográfica, pudiera ser la cicatriz protectora de una herida que ella misma ha abierto. Por sincronizar dos frases célebres: el pensamiento sana la herida que él mismo es (Hegel); la autobiografía vela una desfiguración de la mente causada por ella misma (Paul de Man). Espero que se me perdone comenzar tan arriba esta reseña, pero para abordar Distraídos venceremos uno debe desarmar algunos prejuicios cuanto antes, por ejemplo la ilusión de que exista alguna experiencia previa al relato, pues de otro modo corremos el riesgo de perdernos las principales cualidades de este maravilloso y breve libro. Con un material a veces publicado en revistas (El Estado Mental) y trabajado posteriormente como investigación del centro de arte La Virreina, Andrea Valdés (Barcelona, 1979) ha construido una personalísima genealogía de aquellos que comprometieron su “vida con la escritura”. Y también viceversa. “A quienes admiro, precisamente, porque llevaron su impostura más lejos, más allá incluso de nuestra incredulidad”.La nómina de este canon outsider es elocuente: Chacel, Barón Biza, Viel Temperley, Levrero, Sarduy, Libertella, María Moreno… También los brasileños Maura Lopes Cançado, Carlos Sussekind y Conceição Evaristo, menos conocidos para el lector hispanohablante. En casi todos los casos la escritura fue una manera de “encarar”: aprender a tener un rostro, sí, pero también afrontar una vida carente de sentido, sin texto previo, durante lo que llamaríamos una experiencia traumática. La locura de Maura Lopes, el sida de Sarduy, la soledad americana de Chacel, la desfiguración del rostro de la madre de Jorge Barón Biza. Escriben para ser personas en un mundo de personas incompletas. Así, la autobiografía es también “autohistoria” (Gloria Anzaldúa), “biomitografía” (Audre Lorde) y “escrevivência” (Conceição Evaristo), expresiones que recuerdan a la “autosociobiografía” de Annie Ernaux. Y es significativo que estas reformulaciones de lo personal desde lo comunitario e histórico, alejadas de cualquier narcisismo, las planteen mujeres escritoras para quienes la vulnerada construcción de un yo autónomo es inseparable de la invención de un nosotras (y también de un nos-otras que impugne “la voluntad de blanquear los orígenes”). En este sentido, la última parte de Distraídos venceremos, dedicada a la escritura de estas y otras escritoras feministas (chicanas, negras, lesbianas…), es sencillamente magistral.Pero Distraídos venceremos también es un texto en primera persona, y en cuanto se acepte lo caprichoso de la escritura de Valdés, sus excursos y digresiones, más se disfrutarán sus varios niveles. Un ejemplo: la bufanda que, como un cachorro, lame la mano asustadiza de la autora en una chistosa escena cotidiana, es una perfecta parodia de las ya de por sí paródicas epifanías de Mario Levrero en la La novela luminosa. Porque Valdés practica una suerte de “bibliografía como autorretrato”, emulando a la artista Gelen Jeleton, amiga de la autora y personaje de este libro. Incluso nos sugiere que suspendamos el juicio documental y leamos como si todos los aquí citados fueran personajes de una ficción inventada por ella. Y a estas alturas uno ya comprende la seriedad de esta broma.
Entrevista a Eduardo Halfon, autor de Saturno, en Babelia El País
Carlos Pardo recomienda Teoría del ascensor de Sergio Chejfec, y Saturno, de Eduardo Halfon, en el artículo sobre literatura latinoamericana para la Feria del Libro de Madrid. En Babelia El País:
«De algunos libros importantes ya se ha hablado en las páginas de este periódico: del genial El absoluto, del argentino Daniel Guebel, o de Había mucha neblina o humo o no sé qué, de la mexicana Cristina Rivera Garza, ambos publicados por Literatura Random House. También de Teoría del ascensor (Jekyll&Jill), del imprescindible escritor argentino Sergio Chejfec. Pero tres novelas también merecen destacarse. Saturno fue el primer libro de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971), ahora lo publica, por primera vez en España, Jekyll&Jill. En él ya están las virtudes que hacen de Halfon un escritor importante: la estructura, siempre intensa y fluida, de variaciones sobre un tema. Saturno es una “carta al padre” y un inventario de despedidas de escritores suicidas.»
Carlos Pardo dedica reseña a Incertidumbre, el libro de Paco Inclán, en Babelia (El País)
Incertidumbre es uno de los libros más extraños, originales e inteligentes (y hasta piadosos) de la última literatura española. En apariencia es un recopilación de “relatos viajeros” por ciudades o pueblos de Irlanda del Norte, Guinea Ecuatorial, Chile o Islandia que entremezclan lo erudito y lo autobiográfico. Los motivos de estos viajes son variopintos: en Braga se busca la reliquia del brazo derecho de san Vicente (el izquierdo está en Valencia); en Formentera se investiga a un grupo de especialistas en Julio Verne que se reúne al atardecer en calas escondidas para practicar cruising (sexo ocasional entre hombres en lugares públicos); en Alcobendas se entrevista a Paulino Cubero, el denostado autor de la letra del himno nacional…
Paco Inclán (Valencia, 1975) se nombra “investigador de asuntos raros”. “El eslabón entre lo que quise realizar y lo efectivamente realizado” es la apuesta principal de una poética de la decepción: lo que busca el narrador, como un antropólogo demasiado influenciable (autenticidad, tradiciones o deportes pasados de moda), es saboteado por su empatía y unas circunstancias hilarantes. Paradójicamente, su fracaso como reportero favorece su triunfo como literato: amplía los márgenes de las narrativas más convencionales, del relato, la crónica periodística o la forma-novela con las herramientas de la parodia y la permeabilidad sentimental de la primera persona.
Inclán también insiste en descacharrar ciertos conceptos con “aura”: nomadismo, deriva, mapa, disenso… Por ejemplo, en “Hacia una psicogeografia de lo rural”: el autor es becado por el Museo Nacional Reina Sofía para vivir durante unos meses en un contenedor rehabilitado, sito en el paisaje “rururbano” del extrarradio de Vigo. Distinguir cuánto de ficción y de realidad hay en la anécdota no es importante. El resultado es una de la críticas más chistosas (y profundas) del mundo del arte en particular y de la pedantería intelectual con que medimos el mundo en general.
Hay que entender el humor como un asunto central y, de nuevo, piadoso: el extraño placer que viene de la certeza de que no hay certeza, diría Kundera a propósito de Rabelais y Cervantes. Gracias a él, personas y conceptos dejan de ser objetos, es decir, mercancía, a la vez que los objetos pierden la gravedad del marketing. El mundo se convierte en un juego emocional que no puede ser tratado con el distanciamiento (de un turista), sino con la empatía de quien se sabe la principal víctima (sentimental) de estos experimentos narrativos. “Supongo que éstas son las historias que luego adornaré en la barra de un bar y que si uno se piensa literato es para poder desarrollar este tipo de actividades improductivas en tierras extrañas”, escribe el personaje-autor con la humildad que lo caracteriza, pero que nadie se engañe, hay mucho más en juego.
Dos de nuestros títulos en las listas de Los libros de 2015 del suplento Babelia, El País:
Cosmotheoros. Christiaan Huygens, Jekyll & Jill, en la lista de Fernando Castanedo, escritor y crítico literario.
Últimas noticias de la escritura. Sergio Chejfec, Jekyll & Jill, en la lista de Nora Catelli, escritora y crítica literaria.
Antonio Muñoz Molina dedica un amplio artículo a Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, en el Suplemento Babelia de El País (14-11-2015)
«El hallazgo de una libreta o de un cuaderno adecuado puede ser tan providencial para un escritor como el encuentro con una persona o con un lugar que le inspire el origen de una historia, con un libro que va a marcar un cambio de dirección en sus lecturas y hasta en su vida. Los cuadernos mejores, como las historias, se encuentran a veces en el curso de un viaje, en el escaparate de una papelería de una ciudad desconocida y prometedora. Quizá los viajes son más propicios a esos hallazgos porque la suspensión de los hábitos sedentarios le despierta a uno la atención, lo vuelve más alerta a las posibilidades de lo insospechado. Y el mérito de un cuaderno no depende de su calidad objetiva, de la encuadernación o la cubierta de cuero o la lisura del papel. El cuaderno aparece y se impone a la mirada y a las manos. En los mejores casos no será el recipiente donde verter algo que ya existe, sino el catalizador que hará que nazca en la imaginación y cobre forma una historia o un tono de escritura que de otro modo no se habría revelado a la conciencia»…seguir leyendo
«En su ensayo, la filóloga comparatista Antònia Escandell Tur enriquece aún más los análisis que Philippe Dubois y Guy Gautier hicieron hace ya algunos años de este extraño cortometraje (28 minutos), situándolo en la vertiente más materialista del cine francés. Mientras los autores de la nouvelle vague estaban apasionadamente interesados por ocupar su núcleo central, Marker se encontraba a gusto dejándose llevar a la marginalidad.»
Hoy sábado, Ángela Molina reseña el ensayo Chris Marker y La Jetée, la fotografía después del cine de Antònia Escandell Tur, en el suplemento cultural Babelia del diario El País.
Nota: hemos alterado la maquetación de la reseña, cambiándola de una a dos columnas, para facilitar su lectura.
Reseña de Lluís Satorras de la novela Menos joven de Rubén Martín Giráldez, en el suplemento cultural Babelia del diario El País.
¿De qué se ocupa en primer lugar este inclasificable libro de Rubén Martín (Cerdanyola del Vallés, Barcelona, 1979)? Pues de un niño al que su progenitor da lo que llama una “educación híbrida» con el mismo ardor apostólico con que Avito Carrascal alecciona a su hijo para llegar a la excelencia en la unamuniana Amor y Pedagogía. El objetivo es evitarle la nociva influencia de loa grandes modelos literarios. De los grandes autores solo conoce el nombre, pues lee obras de segundo orden, pero con las cubiertas de autores de prestigio. Así ha leído la obra de Pearl S. Buck (lectura ya infrecuente, como advierte el propio narrador) tapada por las cubiertas de las obras de Hölderlin. Como consecuencia, no resulta extraño que Menos joven (que no es, desde luego, una novela al uso) sea el titulo de la sobrecubierta, pero debajo esconda unan tapas y unos créditos que identifican falsamente el libro como una novela (“roman” dice la engañosa portada) traducida del francés. El peinado de Calígula y su estética responde a las características de la editorial francesa Gallimard. Los juegos lingüísticos, las referencias literarias, la indefinición genérica, la tendencia a la disertación son rasgos predominantes. No hay propiamente una historia que narrar aunque sí asistimos a algunos esfuerzos del protagonista por rectificar sus conocimientos literarios, aunque el único narrador, un locutor algo enloquecido, los sigue con gran escepticismo («aprehender las Obras Magnificas, el Esplendor de nada»). Quizá así el niño dejara de creer que Laurence Sterne es una mujer. Desde luego, el autor demuestra un buen conocimiento de las cuestiones literarias, habilidad discursiva y cualidades artisticas, mas el libro no pasa de ser una curiosidad. un ejercicio con fragmentos jocosos. importante, eso sí, por lo que apunta para el futuro de su autor.