Etiqueta: Porque ya no queda tiempo

Porque ya no queda tiempo en Literatura rockera

José Bosch recomienda Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en su blog Literatura rockera:

«Hace unos meses hablamos de la que fue primera novela de Rafa Cervera, «Lejos de todo»(Jekyll & Jill) en la que un imaginario David Bowie se paseaba por las calles de la Valencia de mediados de los 70, y ahora le toca el turno a su segunda incursión en la ficción, «Porque ya no queda tiempo». Aunque quizá hablar de ficción al uso sería demasiado decir, porque lo que aquí nos ofrece Cervera es una obra de tintes autobiográficos cuyo eje es, como no podía ser de otra manera, la música.
Y es que la vida de este autor valenciano está profundamente marcada por el periodismo musical que desarrolla desde hace décadas y que le ha permitido entrevistar a infinidad de artistas a los que admiraba. El más importante de ellos en esta narración es Lou Reed, al que idolatraba desde niño en sus tiempos con la Velvet, cuyos encuentros con el autor en diferentes momentos (1980, 1995 y 1998) y la posterior noticia de su muerte en 2013, vertebran el relato. Pero no nos llevemos a error: el protagonista no es Lou Reed, es Rafa Cervera.

porqueyanoquedatiempoLo importante en «Porque ya no queda tiempo» no son los músicos de reconocida fama que pasan por sus páginas, o al menos no son la base del texto. Las personas que rodearon a Cervera desde su primera niñez hasta el momento en que cierra el relato, tienen tanta importancia como ellos, probablemente más. A todos, famosos o anónimos, los iguala al nombrarlos solo por su nombre de pila o su apellido, tal como hacemos con nuestros amigos íntimos. No hay distinciones, porque esta no es la obra que podría esperarse de un profesional del periodismo musical. No pretende mostrarnos esa trastienda que hay detrás del éxito a la que ha podido acceder, sino mostrarnos la suya propia, empapada y contaminada por las entrevistas en hoteles y las ideas ajenas que parecen propias registradas en magnetofóno y transcritas al papel». SEGUIR LEYENDO

Rafa Cervera y Porque ya no queda tiempo en Laie CCCB



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Rafa Cervera conversa con José de Montfort sobre su novela Porque ya no queda tiempo.
Esta charla tuvo lugar el pasado domingo 28 de marzo de 2021 en el Pati de les dones del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, dentro del ciclo Diumenge al Pati.
Organiza: Laie CCCB.
Fotos: Begoña Kanekalon

Porque ya no queda tiempo en Lletraferit


Toni Sabater reseña Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en la revista Lletraferit:

©Álvaro Leiva

L’ombra de Lou Reed i el temps que encara té Rafa Cervera

L’estret àmbit de la crítica periodística musical, tot i que siga d’alta qualitat, és un espai probablement massa reduït per a determinats autors. De fet, quan l’ofici (l’ofici d’escriure, al remat) s’exercix amb tenacitat, talent i verdader interés, la dimensió estrictament literària guanya pes d’una manera progressiva, s’obrin nous horitzons i derivacions artístiques i s’acaba per destil·lar el suc dolç i madur del raïm en el final dels estius. Temps de verema

Fins i tot cronològicament podria aplicar-se a Rafa Cervera (València, 1963) l’anterior metàfora. Si bé la vocació purament literària no va ser la primera de les seues passions (però sí un batec poètic que, existint des de sempre, tardaria anys a destriar i definir), la pròpia trajectòria vital va impedir durant massa temps la seua plasmació –i sobretot perdurabilitat– més enllà d’algunes excel·lents ressenyes, columnes i entrevistes. I ha sigut ara, instal·lat en la plena maduresa, quan Rafa Cervera ha donat eixida a la seua capacitat de construir una obra consistent i travessada de bellesa.

El primer fruit d’eixa nova manera d’expressió va ser Lejos de todo (Jekyll & Jill, 2017), Premi 2018 de la Crítica Literària Valenciana i una atractiva fantasia on David Bowie es barreja amb l’Albufera i per on sobrevola un homenatge a l’adolescència com a marc mental tan superior com impossible. Ara dobla l’aposta amb Porque ya no queda tiempo (Jekyll & Jill, 2020), un llibre d’ubicació complicada (no és en absolut, en qualsevol cas i a pesar de certa insistència, una novel·la), però de definició fàcil: una obra memorable.

Porque ya no queda tiempo és un llibre sincer fins i tot en el títol i en l’explicació que el mateix autor desgrana en el primer capítol (d’honestedat brutal: “Epitafio”). Confessa escriure per a ser recordat, per a que res es perda en la boira dels dies que passen, per a deixar constància i testimoni d’ell i les seues circumstàncies. Literatura del jo, per tant. Però que ningú espere unes memòries a l’ús, ni un dietari, ni res semblant. Cervera, per mitjà d’unes poques dotzenes d’estampes, aconseguix traspassar al lector la seua intimitat més recòndita (una tasca que pot aparentar-se senzilla, però en realitat de dificultat hercúlia) en un repàs fragmentari de les seues percepcions del món. Perquè al remat es tracta d’això: tot un seguit de percepcions sublimades en una prosa poètica que fluïx serena i que ens acosta, amb una intensitat ben poc habitual, a una sensibilitat alhora panteista i pagana.

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Entrevista a Rafa Cervera en The Objetive


Carlos Madrid entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su novela Porque ya no queda tiempo en The Objetive:

Foto: ©Álvaro Leivas
Foto: ©Álvaro Leivas

Ficcionarse a uno mismo para poder contarse

Comienza Rafa Cervera su última novela Porque ya no queda tiempo (Jekyll & Jill) con una frase lapidaria: “Redacto esto mientras estoy vivo, para que lo leas ahora que he muerto”. Una máxima que cobra sentido dentro de esta novela de no ficción ya que, como él apunta, “no queda tiempo porque nunca quedó”. Así, bajo esta toma de conciencia sobre nuestra existencia, se lanzó a contar su vida. Eso sí, desde una realidad ficcionada.

Tomando los momentos que a él le interesan para contarse y sin respetar el tiempo, ha creado un libro en el que se cuelan momentos con artistas de la talla de Lou Reed, literatura, habitaciones de hotel, su Valencia natal, amistades y familia, y que tiene a la música y a su propia vida como grandes protagonistas. La literatura absorbe a la realidad para ofrecer unas sensaciones sobre la vida de Cervera que al final se acaban convirtiendo en sentimientos universales. Una novela valiente a la que el lector se deberá asomar sin complejos.

¿Por qué ya no queda tiempo?

No queda tiempo porque en realidad nunca quedó. El tiempo es un concepto muy engañoso y no se nos prepara en esta cultura occidental para ello. De repente un día te das cuenta que no queda el tiempo que nunca te dijeron que se iba a agotar tan rápido. Hay un momento en el que tienes más pasado por detrás que futuro por delante.

¿Ha sido este impulso el que te ha llevado a escribir el libro, a narrar tu vida y todas sus periferias?

La duda de si queda tiempo o no, no se resuelve hasta que ocurre: es nuestra espada de Damocles y el motor de la vida. La vida tiene sentido porque nos morimos, por lo que hay que disfrutarla y que se acabe lo más tarde posible. Esta es un poco la filosofía del libro.

Yo escribí este libro desde una recopilación de artículos que publico los domingos en una web valenciana y la noción de que quizá ya no quede tiempo es lo que me empezó a acompañar según iba convirtiendo los artículos en capítulos de la novela. Al final la urgencia por escribir esto vino dada por esa posibilidad de que quizá no quede tiempo. También no se trata sólo de mí, sino también de los que me rodean.

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Entrevista a Rafa Cervera en El coloquio de los perros



Antonio Marín Albalate entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su novela Porque ya no queda tiempo, en El coloquio de los perros.

«Me llamo Rafa Cervera, nací en Valencia en 1963. Soy periodista, guionista y escritor. Debuté en 1982 haciendo un fanzine llamado Estricnina donde publiqué mis primeras entrevistas: Alaska, Almodóvar, Derribos Arias, Glutamato Yeyé, Ana Curra… He colaborado en muchas publicaciones pero quizá, a nivel de revista especializada, la cabecera con la que más se me identifica es con la de Ruta 66. Desde 1993 escribo para El País en varias de sus secciones y suplementos. Actualmente colaboro habitualmente en GQ y Valencia Plaza. Formé parte del equipo del programa Grafitti en Canal 9 y ahora dirijo Col·lecció de vinils para la radio de À Punt Mèdia. Desde hace algunos años intervengo como profesor en másters y cursos sobre música, moda y periodismo. He escrito varios libros sobre música; Alaska y otras historias de la movida (Plaza & Janés, 2002) es mi favorito. En 2017 se publicó mi primera novela, Lejos de todo (Jekyll & Jill). Ahora mismo estoy perfilando el borrador de la que vendrá después».porqueyanoquedatiempo
Así se presentaba Rafa Cervera a finales de 2018 en la web Revista Beat Valencia que dirige Víctor López Heras para una entrevista de éste al escritor que nos ocupa. Es de justicia añadir que la palabra impresa de Cervera también ha brillado con luz propia en medios como Fotogramas, Vogue, Rolling Stone o Diario 16. En la actualidad escribe en varias secciones de El País, y en revistas especializadas como Cuadernos Efe Eme. En 2018 recibiría el Premio de la Crítica Literaria Valenciana por su novela Lejos de todo.
Han pasado dos años y aquel borrador que Rafa perfilaba es ahora esta necesaria y estupenda novela titulada Porque ya no queda tiempo que, al igual que la anterior, ha visto la luz en la zaragozana Editorial Jekyll & Jill. Un libro con un latido poético que me recuerda al mejor Francisco Umbral, un libro donde su autor pone toda la carne en el fuego para descubrirnos secretos, recuerdos de una vida mo-vida, por la música o el sexo (algo que viene a ser lo mismo) y además haciéndolo con elegancia. Porque ya no queda tiempo y todo se mueve demasiado, recomiendo encarecidamente su lectura.

—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: En la contraportada de Porque ya no queda tiempo se lee: «Es una novela sobre su propio autor, un álbum de fotos que cuenta diferentes historias que a su vez van construyendo la narración principal. ¿Rafa, de donde nacen esas historias?

—RAFA CERVERA: Todo está basado en hechos reales, pero está contado para escribir una novela. Los episodios y los personajes escogidos están ahí en función a la historia que quería contar, pero también lo están en función a cómo quería contarla. He usado la realidad para crear una ficción, y no es que esto sea ninguna novedad, en todo caso, la única novedad posible al respecto es el estilo que se aplica a una tarea semejante. La gente dio por sentado que Lejos de todo era autoficción. Esta es mi autoficción. Sé que hay quienes recelan de este tipo de historias que giran en torno al autor. Mi formación como escritor proviene esencialmente de la práctica del periodismo, de la objetividad, de contar historias ajenas. Ahora quiero contarme a mí mismo y a la vez conseguir que quien me lea pueda identificarse con lo que escribo.

Entrevista a Rafa Cervera en Revista Influyo



Fruela Zubizarreta entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su novela Porque ya no queda tiempo en la revista Influyo:

Rafa Cervera. Foto: @Álvaro Leivas
Rafa Cervera. Foto: @Álvaro Leivas

 

RAFA CERVERA: LOU REED Y YO

¿Qué ocurre cuando un niño despierto y brillante, impulsado por un gran corazón, sueña con ser líder de una banda de rock mientras hace playbacks en la soledad de su habitación pero —¡oh, maldición! — no sabe cantar? Que se convierte en periodista musical. Hoy no es un viernes cualquiera, hoy transformamos en protagonista —cual Mary Poppins desafiándose ante al espejo— a Rafa Cervera (Valencia, 1963), uno de los colaboradores angulares de influyo_ y parte imprescindible de la historia del periodismo español contemporáneo. Con su flamante novela Porque ya no queda tiempo, Cervera se demuestra a sí mismo que quien la sigue la consigue, que eso de contar la vida de otros está muy bien, pero que contar la propia —que también es fascinante— está aún mejor. Pasen y lean. Por aquí andan Lou Reed —la gran pasión de Rafa y con el que ha compartido instantes de intimidad trascendente en seis ocasiones—, Andy Warhol, Patti Smith, Ramones, David Bowie y hasta la mismísima Madonna. Ser periodista mola porque conoces a los más grandes de tu tiempo, pero ser uno mismo mola mucho más.

Periodistas, siempre entregando sus textos a última hora. ¿No tenías bastante con tus muchas colaboraciones en varias de las más prestigiosas publicaciones de este país como para meterte a escribir libros?
Al acabar esta novela me di cuenta de que todo lo anterior, todo lo que he escrito, era un camino de preparación para llegar hasta aquí. En el fondo, yo no quería ser periodista, quería ser músico, pero tampoco podía porque soy muy torpe y no sé cantar. Escribir se me daba bien porque leía muchísimo, sobre todo devoraba revistas musicales. Así que, finalmente, el periodismo se impuso como la mejor opción para estar cerca de la música. Hasta que, muchos años después, comprobé que había creado una voz propia huyendo, precisamente, de todos los corsés que conlleva el periodismo. Eso fue lo que me ánimo a escribir libros.

Empezaste contando la vida de otros —varias biografías de músicos y, sobre todo, el hit editorial Alaska y otras historias de la movida (Plaza & Janés)— y acabas ofreciéndonos Porque ya no queda tiempo (Jekyll & Jill), una novela centrada en ti que no es ni una biografía ni unas memorias, aunque tenga parte de ambos géneros. ¿Cómo andamos de ego, señor Cervera?
Con el libro de Alaska, que se acerca ya a los veinte años, tomé la determinación de priorizar lo narrativo sobre lo periodístico. Me esforcé en construir una historia que pudiese gustarle a cualquiera, fuese o no fuese fan de Alaska, de Radio Futura o los otros protagonistas que deambulan por el libro. Descubrí que quería ser narrador, no analista. Me ha costado, porque soy de procesos largos, pero, sí, creo que al final lo he conseguido. Y de ego, bien, el necesario. (Risas).

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Porque ya no queda tiempo en Efe Eme



César Prieto reseña la novela Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera en el diario de actualidad musical Efe Eme:

Siempre he creído en el poder narrativo de las fotografías; sobre todo, de las que cargan con años en su papel, aunque cualquiera de ellas, las más recientes incluso, son el foco explosivo del que se puede sacar una buena historia. Siempre. Mirando con atención sus detalles, la disposición de su foco, el camino del encuadCUBIERTA-RAFA-CERVERA.inddre; incluso mirando lo que está fuera de plano, de ahí surgen historias. Con talento literario, una fotografía es lo más sugerente que existe. La que aparece en la portada del libro de Rafa Cervera, crítico musical por impulso y condición, le da abono a su reciente novela (segunda tras Lejos de todo, Jekyll and Jill, 2017). Desde esa imagen de un bebé rodeado a cuatro manos que ustedes contemplan surge todo un mundo. Sin embargo, el texto comienza con la crónica de una entrevista a Lou Reed de 1995, que concluye con esa fotografía final de rigor. Lou Reed, otro abismal contador de historias que enlaza, ahora sí, con la de la portada. El análisis es riguroso y de rara habilidad discursiva. Cervera toma en sus manos la genealogía de un instante de forma que las palabras van pasando sin sentirlo. Desmenuza cada centímetro y le da relieve, entidad y futuro sin salir de la foto. Y ahí está la infancia en casa de sus tíos, grande y antigua, generadora de misterios y de una potencia que le inyectó su tío Rafael y que ya no lo abandonará en la vida. Sin embargo, no es un libro que proyecte nostalgia, es un libro que atesora la belleza del momento.

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Porque ya no queda tiempo en Ruta 66



 

porqueyanoquedatiempoAlfred Crespo recomienda la novela Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en la revista Ruta 66:

En la vida de un buen escritor, la literatura y la vida acostumbran a mezclarse de forma consciente o inconsciente. Cervera, viejo conocido de esta casa y de algunas de las mejores publicaciones del país, lo es. Sus textos no tienen mácula, y no se entenderían sin su casi enfermiza pasión por la música con la que ha viajado en el tiempo.
Tras publicar la premiada novela Lejos de Todo, ofrece ahora una nueva muestra de su talento, uniendo apuntes biográficos con las imprescindibles dosis de rock. Invita al lector a conocer a su familia, a sus seres cercanos, a observar discretamente su infancia, su adolescencia y los lugares donde transcurrieron… y a compartir algunos de los momentos que le marcaron tanto personal como profesionalmente, algunos de ellos encuentros con artistas como John Cale, Iggy Pop, Debbie Harry o, por supuesto, Lou Reed. Sus descripciones sobre Lou son para enmarcar, alejadas de los tópicos, pero a servidor le llegan al alma las páginas dedicadas a su charla con Robert Quine, en la que radiografía a la perfección el peculiar carácter de un genio incomprendido, y la sensación de seguridad que le confería trabajar en una tienda de discos, un lugar en el que nada malo podía pasar. Recurramos al tópico: lectura obligada.

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Porque ya no queda tiempo en Poemas del alma



Tes Nehuén reseña la novela Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en Poemas del Alma:

Autoficción. Relaciones truncadas. Héroes que se convierten en faros. Familias que se van rajando con el paso de los años. Vidas que se construyen desde el apego y el reflejo. Pero sobre todo un fabuloso ejercicio de reflexión en torno al trabajo periodístico, a la naturaleza del oficio y a la pasión que lo motiva. «Porque ya no queda tiempo» es un libro maravilloso de Rafa Cervera (Jekyll & Jill) en el que podemos descubrirnos como si fuese la primera vez, de pie junto al escenario de nuestra banda favorita, con la ilusión de un año y la sensación de haberlo vivido todo ya. Un libro que nadie debería dejar pasar.

El arte de la entrevista

Víctor Gomollón me recomendó que comenzara por la sección «Hoteles». Sabía que si yo leía primero esa parte me enamoraría perdidamente de ese libro. Y así fue. Dice que sólo le falta el puntito argentino para ser psicólogo del todo. Conmigo siempre sabe qué libros pueden interesarme, y nunca falla. Así que le creo. Y voy a comenzar mi reseña por ésta, que para mí es la mejor parte del libro: una reflexión sobre el arte de entrevistar.

Las reflexiones que hace Cervera sobre el oficio no sólo me parecen muy acertadas sino, y esto es más importante, sinceras. Parecen escritas y pensadas desde la pasión del que quiere entablar una conexión con una criatura extraña a la que admira por lo que sea. Empujadas desde dentro con el deseo de iluminporqueyanoquedatiempoar nuestras inquietudes respecto al género.

De un tiempo a esta parte, el arte de la entrevista ha caído en manos de las masas. En estos tiempos de Zoom y de Instagram sobran las conversaciones en directo y, así como ha ocurrido con otros géneros literarios, la entrevista ha perdido brillo. Porque existe la idea de que cualquiera puede preguntar, porque cualquiera puede montarse un vivo en las redes sociales y hacer una serie de preguntas, y esto ha provocado que este subgénero periodístico, al igual que su madre, ocupe un lugar menos relevante. Y aquí otra consecuencia más triste: quienes en verdad han desarrollado el oficio y vienen ejerciéndolo con responsabilidad quedan invisibilizados y son suplantados por conversaciones planas e inconsistentes. Por todo esto, este capítulo es muy importante. En él Rafa narra su acercamiento al periodismo desde las entrañas y nos conmueve de raíz.

Ahora bien, ¿qué implica el acto de entrevistar? Acto y gesto. Dice Rafa que es un sueño dentro de otro sueño; porque verdaderamente estás ahí frente a tu escritor o músico favorito y tienes la oportunidad de mirarlo a los ojos y preguntarle lo que quieras. Y en tu interior se mueve esa sensación ¡¡es tal!! con la responsabilidad de hacer la pregunta adecuada, de estar atento a lo que dice tu interlocutor para saber reformular con la mayor lucidez posible.

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Entrevista a Rafa Cervera en El País

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Carlos Pérez de Ziriza entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su novela Porque ya no queda tiempo‘ en El País:

Rafa Cervera invoca el espectro de Lou Reed en su territorio literario de El Saler

El periodista valenciano publica su segunda novela ‘Porque ya no queda tiempo’ tras la buena acogida de su estrenoporqueyanoquedatiempoLas entrevistas, reportajes y crónicas que jalonan la trayectoria de casi cuatro décadas de Rafa Cervera (Valencia, 56 años) le convirtieron en una firma referencial del periodismo musical en España. Pero de un tiempo a esta parte, eso ya no es suficiente. El colaborador de EL PAÍS y de medios como Ruta 66, Valencia Plaza, Primera Línea o GQ emprendió con éxito hace tres años el camino de la literatura con la novela Lejos de todo (Jekyll & Jill), que obtuvo el premio de la Crítica Valenciana. Y ahora vuelve a su territorio, tan real como imaginado, de El Saler en su reciente Porque ya no queda tiempo (Jekyll & Jill, 2020), en la que ahonda en las posibilidades literario de un paraje extraordinario, entre el mar y la Albufera, a 10 kilómetros de Valencia. Si en la anterior novela se invocaba el fantasma de David Bowie, en la actual sobrevuela Lou Reed. Pero se trata de dos libros muy diferentes. SEGUIR LEYENDO

 

 

Porque ya no queda tiempo de Rafa Cervera en Heraldo de Aragón

Íñigo Linaje reseña Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en el suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón.

NARRATIVA Y MÚSICA. ‘ARTES & LETRAS’

Rafa Cervera en Jekyll & Jill: porque queda la música

El escritor y crítico valenciano publica ‘Porque ya no queda tiempo’, una obra que mezclaba ficción y no ficción en un entramado de efusiones rockeras

Rafa Cervera publica 'Porque ya no queda tiempo'.
Rafa Cervera. Álvaro Leivas Fernández.

Graham Parker dice que la palabra pasión no es una palabra ordinaria. Y está claro que no lo es, porque las pasiones enriquecen y alumbran nuestras vidas. Rafa Cervera (Valencia, 1963), crítico musical y escritor o viceversa, acaba de publicar su segunda novela en Jekyll&Jill, el mismo sello en el que hace tres años debutó en el género con ‘Lejos de todo’, una obra que mezclaba ficción y no ficción en un entramado de efusiones rockeras. Algo parecido hace en esta novela decididamente autobiográfica que, por su ensamblaje argumental y la continua superposición de tiempos narrativos, está dotada de mayor solidez y empaque literario que aquella.

Todo eso queda expuesto en los primeros capítulos de la novela, donde el autor nos habla de su niñez y de su genealogía familiar. Después vendrán los hitos de su educación particular: la excitación al desprecintar un vinilo, su trabajo en una tienda de discos, las expediciones a Madrid para ver música en directo. Y, más tarde, la dedicación profesional al periodismo, que le llevará a cientos de ciudades, hoteles y salas de conciertos. Los últimos episodios del libro están dedicados a rescatar los pecios de esa pasión. En esas páginas, acaso las más emotivas (por sinceras) de la obra, comparece la nostalgia encarnada en los amigos perdidos, en las amigas que se van, en las cintas que guardan cientos de conversaciones y en las fotografías de muchos de sus viajes. “El moho se instala caprichosamente en el cartón de algunos discos, avejentándolos. Mis objetos predilectos se desintegran silenciosamente, y yo también”.

“El moho se instala caprichosamente en el cartón de algunos discos, avejentándolos. Mis objetos predilectos se desintegran silenciosamente, y yo también”

La palabra nostalgia no es una palabra ordinaria. Si Rafa Cervera, por encima de todo, consigue una cosa en esta novela es empatizar con el lector. Sin ser exactamente una biografía ni una colección de postales personales, hay en ella una continua apelación a la memoria y, por ende, un aprendizaje (inevitable) de la edad adulta. Uno lee y recuerda: recuerda y escucha. Uno se ve a los trece años de viaje con sus padres oyendo a los Beatles; uno sintió el mismo entusiasmo que Cervera al abrir el primer álbum de Patti Smith o de Joy Division; uno recorría, hace mucho tiempo, mil kilómetros para ver en directo a Nick Cave y a Bruce Springsteen. La añoranza se impone al recordar noches de conciertos: noches de copas y música, noches en compañía de amores o amigos.

Ahora que todo se suspende y se cancela, que vivimos huérfanos de afectos y de la euforia de nuestra juventud, ahora que cierra un bar mítico llamado Bacharach, uno siente la nostalgia del ayer reciente: una nostalgia cruel, dolorosísima, como esa bofetada que te da alguien que juró no hacerte daño nunca. Desde el interior de aquel local nocturno, abrigado por amores y canciones, uno veía las torres iluminadas de una ciudad que ya no existe: una construcción armónica de la felicidad futura. Ahora, que ya no queda tiempo, apenas perdura la música: los acordes desnudos de los oropeles de la dicha. Después de algunos adioses -decía Neil Young- es mejor arder que consumirse despacio.

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Zenda recomienda Porque ya no queda tiempo de Rafa Cervera



Zenda recomienda Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera.

porqueyanoquedatiempoMartes en Zenda. Martes de literatura de no-ficción. Martes, en este caso, de Porque ya no queda tiempouna obra a medio camino entre lo novelístico y lo autobiográfico, una obra en la que el escritor y periodista musical Rafa Cervera (Valencia, 1963) se adentra en las curvas de su biografía para moldearlas con el aspecto de un recorrido ficticio, para volver a atravesarlas desde la distancia que proporciona el tiempo; una obra que ha sido editada por el sello Jekyll & Jill.

La propia editorial describe así el libro: «Porque ya no queda tiempo no es una biografía, tampoco unas memorias. Es una novela sobre su propio autor, un álbum de fotos que cuentan diferentes historias que a su vez van construyendo la narración principal. Porque ya no queda tiempo es, parafraseando a Truman Capote, una novela de no ficción, y también, parafraseando a su autor, lo que ocurre cuando la literatura absorbe la realidad. Una novela sobre la expiación y la redención concebida como un hotel en cuyas habitaciones se habla del paso del tiempo, la infancia, la amistad, la familia, las entrevistas, el sexo o la literatura».

Autor: Rafa Cervera. TítuloPorque ya no queda tiempo. Editorial: Jekyll & Jill. Venta: Todos tus libros, AmazonFnac y Casa del Libro.

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Carlos Pérez de Ziriza entrevista a Rafa Cervera en Música Dispersa



Carlos Pérez de Ziriza entrevista a Rafa Cervera en Música Dispersa con motivo de la publicación de Porque ya no queda tiempo:

Rafa Cervera: «Sense música, em moriria com una planta sense llum»

Rafa Cervera (València, 1963), periodista de llarg recorregut, firma emblemática de la premsa musical estatal des de fa dècades (com a rúbrica habitual en El País, Ruta 66, Primera Línea, GQ España i moltíssims més mitjans), acaba de publicar la seua segona novela, Porque ya no queda tiempo (Jekyll & Jill, 2020). Un llibre híbrid, una mica indefinible i, alhora, fascinant. Molt personal, ja que no són unes memòries a l’ús ni tampoc un recull de relats convencional. Són pàgines que s’alimenten de la seua pròpia trajectòrica vital i professional, peró escrites sempre a la seua manera, convertint la pròpia vivència en un inflamable material narratiu al que ningú sabria dir on termina la realitat i comença la ficció. Vam parlar amb ell de tot plegat, del llibre i de la seua evolució com a periodista i escriptor, en una céntrica cafeteria valenciana.

Al teu nou llibre hi ha una intenció clara per apostar per una forma de narrar més fragmentària, més arriscada que en l’anterior, Lejos de todo (Jekyll & Jill, 2017). Encara recorde que d’aquell llibre deies que t’havia costat molts anys el donar-li la seua forma definitiva. Als que hem seguit els teus articles dominicals en Culturplaza durant en els últims temps, que ja jugaven amb molta d’aquesta matèria primerenca, tot ens sona familiar, però nou alhora, per la forma d’explicar-ho.

Aquest ha estat més ràpid, perquè ja comptava amb la seguretat de la resposta que va tenir l’anterior, i ha estat complicat a la vegada, perquè partia d’una base prèvia que interferia amb el que jo volia fer. Aquest llibre havia de ser un recull d’aquests articles, però em vaig adonar que no volia fer això. Perquè partien del periodisme, que és allò del que jo vull fugir quan faig ficció. Em fa anar a un terreny del qual jo vull eixir. Un cop vaig saber el que anava a escriure, vaig saber també que no volia fer el mateix que a Lejos de todo (2017). Aquell era minimalista, i aquest és maximalista.

Fa la sensació que tot en el llibre està molt meditat abans. Cada paraula, cada frase, cada paràgraf.

Més que el fruit de meditar les frases, crec que això és resultat d’un altre procés, i és que tot això porta dècades gestant-se en el meu interior. Això ho sé ara, és clar. El que en el llibre conte sobre les llibretes en què vaig anotant coses, que tinc moltes (de llibretes), però no tantes com sembla en el llibre, és cert. Apunte coses en llibretes des de fa anys, i quan les repasse i veig les meues reflexions al costat de cites d’escriptors, artistes, filòsofs; veig aquestes velles frases i em sorprèn veure que algunes estan molt bé. He anat conreant un món interior que ha anat cobrant força. En el moment en que he descobert que tot això tenia sentit, ix com quan obres l’aixeta de gas. Estic ja en aquest punt en el qual les coses que anava pensant mentre escoltava els Pixies caminant per la Plaça de l’Ajuntament de València, ja són part d’aquesta novel·la. I de la que ve. Perquè sé que tot això, si ho expresse bé, té un valor estètic i literari, i no són només ocurrències d’un ximple. Ara sé que em dedique al que em dedique perquè, en primer lloc, no sabia fer altra cosa, Quan vaig començar a escriure i a entrevistar, el periodisme era el que més s’assemblava a això, però llavors, als 18 anys, no estava capacitat per a fer això.

Sí, és el que comentes en el llibre sobre que el fet d’escriure de música t’ha permès trobar la teua pròpia veu. Però tot i això, supuse que fa 20 o 30 o 40 anys no t’imaginaves escrivint novel·les. O sí?

Fa 20 anys si, el que passa és que m’ha costat molt, supose que per falta de seguretat. Són coses que podria haver comptat abans, potser. Les coses simplement són com són … M’he format com a periodista musical perquè era el que m’agradava, perquè va ser el meu escapament quan vaig deixar d’estudiar perquè era un mal estudiant, però mai he estat un periodista musical a l’ús. Amb la pràctica he après a ser-ho, i com era la meva feina i a més m’agradava, no he tingut cap problema en aprendre i exercir. Però no tinc esperit de crític ni de periodista musical. Ho sé fer, perquè després de trenta i escaig anys, com no ho sabré fer? I crec que ho faig bé. Però és una feina. La música m’agrada moltíssim, però el que realment m’agrada, és el que m’agrada a mi. A mi, si em demanen ara que faça un article sobre rock simfònic, em fan un desgraciat. Perquè no suporte el rock simfònic. Ni als Flying Burrito Brothers. Ni a Linda Ronstadt. Ni moltes altres coses. Seguisc sent, en aquest sentit, com quan tenia 17, 20 o 25 anys. El que no m’agrada, no m’agrada. He aconseguit que m’agraden Fleetwood Mac una miqueta, o bastant – alguns discos -, però no m’interessen gaire. La meua curiositat està molt limitada. Quan em pregunten “què està passant a l’escena musical espanyola o valenciana?”, conteste “¿i jo què sé?”. M’assabente perquè et llegisc a tu, o perquè algú publica alguna cosa al facebook. Abans no em passava perquè tenia més curiositat i estava més en sintonia amb el que estava passant, però ara no sé el que passa, i només em preocupa en la mesura que he de seguir treballant en això. No és per menyspreu a res, senzillament és que considere que la meua missió ja no és aquesta. I que a partir que les coses han anat evolucionant i m’he fet gran, i que moltes coses han canviat per a mal, ja no.

Amb Barcelona al darrere (Foto: José Antonio Llamas)

¿T’hauries convertit en periodista si no és per la teua passió – prèvia – per la música?

Jo volia estar ahí. Amb els Glamour. Amb Esteban (Leivas). Eixir de nit, anar a concerts, estar amb músics … el que passa és que em vaig adonar que no volia ser només una persona que estiguera ací. Tenia coses a dir, i volia significar -me. Què podia fer? Escriure i fer entrevistes. Com havia llegit moltíssim, tant llibres com revistes, contes, històries, de tot, doncs tenia això interioritzat, i per a mi era molt fàcil escriure sobre música perquè portava anys llegint sobre música com si fos una religió. Vaig fer un fanzine, i després va vindre tot. Va ser com una eixida, però ja no tant professional, perquè jo no m’ho plantejava com una feina, sinó vital. Tenir un lloc, poder fer alguna cosa. No em conformava amb ser-hi i ser un més de la colla. Volia fer alguna cosa meua. Que la meua veu s’escoltara. Aquesta era la idea. Agafar una gravadora, seure amb els cinc Pegamoides i entrevistar-los: que et feien patir, els cabrons. Això ja li donava un altre significat a tot. A partir d’aquí, em vaig dedicar a això. Que ha estat molt bé, que ho seguiré fent, que no renegue d’això, perquè he sigut molt afortunat, però ara, amb l’edat que tinc i les circumstàncies que m’envolten, professionals i vitals, la meua il·lusió està dipositada en fer altres coses. La resta, el periodisme, m’interessa en la mesura que m’ho passe bé i puga guanyar-me la vida, encara que siga una miqueta. Però si demà ho he de deixar de fer perquè em toca el sou Nescafé, no ho vaig a trobar a faltar. Primer, perquè pense que el nostre públic va envellint i es va a esgotant. Tu ets més jove que jo, però crec que tenim un sostre de vidre pel que fa al nostre públic. La nostra era ha passat. I, en segon lloc, perquè em queden poques coses a dir. Intente acurar i ser exigent amb mi mateix, però no vull repetir-me, no vull viure del meu propi conte, encara que hi haja qui em puga llegir i no opine això. No vull més del mateix. Cadascú és molt lliure de llegir i escriure el que vulga. Però si jo m’avorrisc … és tan fàcil ara posar-te a escriure sobre Lou Reed o sobre Iggy Pop sense haver de sacsejar- te la mandra … per això tota la meua energia està bolcada en la ficció, que és el que a mi em dóna alegria i vida. Dit això, sense la música jo em moriria. Com una planta sense llum. I la música és el que a mi m’inspira per escriure. Igual és un suïcidi dir-ho, perquè vull que em prenguen seriosament com a escriptor. Però és el que m’inspira.

Aquí és a on també volia anar: amb freqüència es diu que els periodistes musicals, quan es fiquen en el terreny de la novel·la, són incapaços d’eixir de la música com a substrat narratiu.

Sí, jo en els dos casos, tant en Lejos de todo (Jekyll & Jill, 2017) com en Porque ya no queda tiempo(Jekyll & Jill, 2020), això és buscat i provocat. I de manera visible. Amb David Bowie de protagonista en l’anterior o amb Lou Reed com un dels protagonistes principals, en aquesta. Però ja està. Per a la propera, la base ja la tinc escrita, hi haurà música, però la detectareu els que presteu atenció veient determinades construccions o determinada musicalitat. No hi haurà noms propis. Ni títols.

David Bowie era l’ombra en Lejos de todo (2017). Aquí és Lou Reed. Em temptava preguntar-te si en la propera apareixeria Patti Smith.

Ningú, no apareix ningú. L’esborrany de la meua tercera novel·la, que està fet a mà, també per fugir de la temptació d’editar sobre la marxa, no té ni un sol nom al marge dels protagonistes. Sí que m’apropie de cançons, però no és com en els dos anteriors. Continue enxampant coses de cançons, això sí. Ahir anava escoltant una cançó de Songs For Drella (Warner, 1990), de Lou Reed i John Cale, i em vaig dir, “això ho he de filtrar”. Després hi ha la literatura que m’inspira. Agustín Fernández Mallo, per a mi, és una gran influència. O John Cheever. Em force a escriure frases a l’estil de John Cheever perquè m’agrada molt com ho fa. No sé si ho aconseguisc, però jo m’esforce en imitar-lo. Hi ha coses de Marta Sanz, Rodrigo Fresán, Vila-Matas, Chirbes, Iris Murdoch, que després, sense voler o volent, les he bolcat fent-les meues, frases i paràgrafs que m’apunte. Però el gran motor emocional, sobretot, és sempre la música. Per una qüestió d’humilitat o de prudència, o d’imprudència (no ho sé molt bé), a mi m’agradaria escriure el crescendo de “Land” de Patti Smith. Des de petit he volgut fer una cosa així. Com això no ho puc fer, i és una cosa que no he pogut superar mai, el que faig és que m’ho apropie directament i ho pose. I em quede tranquil. A mi m’agradaria escriure alguns dels versos de “Ennui” o de “Kill Your Sons” de Lou Reed. Doncs com no ho puc fer, directament els cite i així descanse. I m’agradaria escriure alguna cosa semblant a la lletra de “Smoke Rings” (Laurie Anderson). Però com que no puc, perquè ja existeixen i són immillorables, doncs directament intent apropiar-me del seu tempo i de la seua atmosfera.

El Tibidabo i Collserola: testics nocturns d’una novela que també mostra lligams barcelonins (Foto: Lluís Peix)

Les ciutats en què ha estat o en què has viscut estan també molt presents. Madrid, El Saler, fins i tot Barcelona, ​​i – és clar – València, de la que deies que se’t quedava petita quan eres jove, amb aquesta arrogància tan pròpia d’aquesta edat, que tots hem tingut. Una relació amb la ciutat que pot ser d’amor i odi.

València ha d’estar, perquè gran part de la meua vida l’he passat ací, i la meua infància i la meua joventut. Hi ha molt poques coses que resistisquen el pas del temps. I València, com totes les ciutats del món, a poc a poc es va convertint en una altra cosa, que no té res a veure amb el que era quan jo era petit. Tot el que explique del centre, d’el Barri del Carme, de la casa de Palomar 10, que fa anys que la van derrocar i ja no queda res. Està d’una banda aquesta mena de traïció inevitable que té el temps, que és una cosa que ho transforma tot. A la gent, als llocs, i tu et quedes amb la imatge anterior. Times Square és un horror ara, comparada amb el que va ser. I d’altra banda hi ha el que tu dius, que quan ets jove ets molt arrogant i tot et sembla malament, però també aquesta ciutat és com és, sempre ha estat així. Molt endogàmica. Ja era així en el 81 i em temo que segueix sent així. Ara tinc millor relació amb València, però crec que és perquè visc lluny d’ella (rialles). O siga, visc aquí, però estic al Saler. És que arriba un moment en què et puc fer un mapa d’aquesta ciutat en base a amics que he tingut, parades d’autobús de quan anava a l’escola, cases en les que he viscut amb la meua família, cases en les quals he viscut jo, cases en les quals han viscut els meus familiars, llocs en què he lligat, llocs en què he follat, llocs en els quals m’he emborratxat … i arriba un moment en què sents que la ciutat l’has consumit ja. Què té el Saler? Doncs que és un territori amb unes possibilitats infinites. Perquè allà tot canvia també, però canvia menys. Tot el que t’ofereix és sempre el mateix, i és bo. Excepte quan vénen les tempestes i les aranyes s’apropien de tot i et podreixen les plantes una i altra vegada i ho omplen tot de teranyines, aquest punt gòtic. Però el Saler el que té és que és un lloc fantàstic, perquè és un paratge natural que a mi m’inspira i em calma. No podria viure en un altre lloc. I m’inspira per crear un territori literari propi. Una cosa així com el camp de Cumbres Borrascosas o el Macondo de Cien años de soledad o el Twin Peaks de David Lynch. Com una mena de fotografia, de quadre, de paisatge, que m’ofereix un munt de possibilitats per a inventar-me coses. És la contraposició a la ciutat, tant me fa que siga ja València que Madrid o fins i tot Barcelona.

Sí, perquè a Barcelona no has viscut, però també té molta presència al llibre.

Barcelona és una ciutat a la qual estava molt lligat sentimentalment, però no d’una manera física, al principi, en la meua adolescència. Però aquesta relació mai es va consumar, es va consumar abans la de Madrid. El que passa és que l’he descobert més tard. I d’una manera que no és l’habitual, anant a festivals i aquestes coses. He anat molt allà perquè he fet amics nous i perquè em resulta una ciutat anònima. No perquè jo vaja pel carrer i la gent se’m tire al damunt demanant-me autògrafs, ni molt menys (rialles), sinó perquè quan estic a Madrid, per exemple, vaig a les discogràfiques, a les revistes, a les redaccions, i quede amb amics, amb familiars, i el meu temps està totalment dedicat a això, a gent que conec i a obligacions professionals, mentre que a Barcelona vaig i és com que ningú m’espera excepte els meus amics. Barcelona és a la fi de el llibre perquè l’he descobert fa relativament poc, és com aquesta espècie de pont cap a un futur què, al menys, espere traure-li tot el profit que puga durant el temps que em quede ací. En realitat, a totes. A València, a Barcelona, ​​al Saler i a Madrid.

M’ha cridat molt l’atenció la franquesa amb la qual parles sobre la família en el llibre. Els vincles familiars, sobretot els que ens uneixen als nostres pares, són complicats d’expressar. No sé fins i tot quines podrien ser les seues reaccions en llegir-lo.

Un dels objectius d’aquest llibre era dir una sèrie de coses a algunes persones. Si ara em cau un llamp i em fulmina, jo em quede tranquil després d’haver escrit això. És el que anomenen els anglesos coming to terms, arribar com a una espècie d’acord amb les coses. Què és la meua família? Què li vull explicar a el món sobre ella? Això. Perquè els meus pares són gent gran, tenen tots dos 82 anys. Perquè jo ja sóc un home gran. Per moltes coses. Per fer això, has de ser honest i, alhora, tenir molta cura, perquè si no corres el perill de caure en l’ajust de comptes. I jo no buscava això, per a res. Ni amb ells ni amb ningú. És tot una mena de conte, que de vegades és bonic i de vegades és trist. Missió complerta. Les famílies són ens molt complicats. Si tens la sort que et toque una família en condicions, tot va bé. Però de vegades són com un vesper, sense que ningú siga conscient. Hi ha una part d’aquest llibre que és per als pares, per a donar-los aquesta possibilitat de convertir-los en personatges que habiten un món paral·lel molt particular, molt semblant al què van viure. I destacar algunes coses que a ells els agradaria que destacara. Però escriure sobre tot això exigeix ​​honestedat i perdre la por al pudor. A part de l’entramat narratiu, hi ha coses que t’exigeixen ficar-te a l’aigua per complet, no només ficar-te fins ací. No vaig a utilitzar els altres per explicar coses que jo sent i que pense, per a després quedar-me jo ací, a mitges. Ha d’anar tot alhora, perquè si no, no seria honest. I l’honestedat és una part fonamental d’aquest llibre. Era tan important com escriure-ho bé o intentar ser poètic.

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Agenda Urbana València recomienda Porque ya no queda tiempo



Agenda Urbana Valencia recomienda la novela Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera.

porqueyanoquedatiempoPorque ya no queda tiempo
Rafa Cervera · Jekyll & Jill · 2020
Porque ya no queda tiempo es una novela sobre su propio autor, el periodista musical Rafa Cervera, un devoto de la música que, aferrado a la sobras de su juventud y de su infancia, ha acabado eligiendo la soledad de El Saler invernal para combatir la soledad impuesta que se puede experimentar rodeado de gente. En la nada de una playa en temporada baja es donde termina de edificar su excentricidad. Y sin embargo, ha conseguido sobrevivir en este mundo gracias a las grandísimas amistades que ha ido cultivando con los años entre Madrid, Barcelona y una València que se le quedó pequeña muy rápido. Gracias también a la música y a Lou Reed, que contienen todo lo que ha necesitado aprender siendo alguien sin acomodo dentro del molde social dominante. “Si alguna vez hubiese tenido el más mínimo deseo de aceptar la vida tal como se presenta, no habría necesitado tanto a Lou Reed”. Lo consiguió entrevistar un par de veces, como a tantos otros artistas a los que admirada, para hacer de su pasión una profesión, y del género de la entrevista todo un arte. Porque ya no queda tiempo es un libro maravillosamente escrito, íntimo y reflexivo, que radiografía a su autor con sutileza y elegancia metiendo en la maleta de las necesidades vitales la amistad, la música… y a Lou Reed. S.M.

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Amadeu Sanchís entrevista a Rafa Cervera en Beat



Amadeu Sanchís entrevista en Beat a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su novela Porque ya no queda tiempo.

Rafa Cervera: «Con esta novela no quiero contar mi vida, quiero contar quién soy yo»

El debut literario de Rafa Cervera (València, 1963), “Lejos de todo” (Jekyll & Jill, 2017), consiguió alzarse con el Premio de la Crítica Literaria Valenciana. Ahora publica su segunda novela “Porque ya no queda tiempo” (Jekyll & Jill, 2020) una novela sobre sí mismo con la complejidad de no caer en la autobiografía. Literatura en mayúsculas.
Foto @Xavi Ros

¿Cuál es el papel que juegan los músicos en tu novela, y por qué?

Los músicos aparecen en la medida en la pueden convertirse en personajes. Con esta novela no quiero contar mi vida, quiero contar quién soy yo. Se trata, por tanto, de hacer ficción a partir de cosas que me ha pasado, por eso a veces no cuento los hechos tal como han sucedido. A este nivel, la figura protagonista es Lou Reed, que me abrió los ojos a todo, no sólo a la música, también la literatura. De ahí que las entrevistas que le hice a Lou Reed sean como el sistema nervioso central de mi historia. Sus letras me interesaban mucho y me esforzaba por descifrarlas y traducirlas porque las referencias que tenía sobre ellas me parecían fascinantes. Quiero pensar que su pulso poético, después de cuatro décadas, ha terminado por contagiarme aunque sea solamente un poquito.

A lo largo de la novela relatas tus diferentes encuentros con Lou Reed. Cuando describes el último, lo haces con una especial belleza literaria. Como ocurre en muchos pasajes del libro, haces que el lector comparta esa vivencia tuya como si fuera propia.

En la novela cuento una historia en la que escucharlo y conocerlo a través de las entrevistas que le hice son elementos fundamentales. Y entre esos momentos está el abrazo que me dio. En este libro Lou Reed, el Rock and Roll, son elementos para crear literatura, que es algo que ya hice en “Lejos de todo”. Lo que pasa es que ahora la paleta de colores es mucho más grande, abarca mucho más ya que estoy rememorando casi 56 años de vida. Esos determinados recuerdos, desde los más memorables hasta las pequeñas anécdotas, me sirven para construir capítulos que tienen que ver con mi ella. Y al principio de mi propia historia, yo anhelaba entender todo lo que Lou Reed decía, quería tener sus discos, escribir sobre él, entrevistarlo. Por eso en el capítulo que mencionas, al entrevistarlo en un medio que no es el mío, la televisión, es tan importante que él se apiade de mi y que, además responda con afecto a eso que le digo posteriormente, en el camerino, “lo que hago lo hago por ti”. Cuando una persona está en una dimensión distinta a la tuya y la tienes antes tus ojos, es difícil transmitirle lo que le debes.

Cuando leo “Porque ya no queda tiempo”, consideras a Lou Reed tan relevante, cada uno con un papel diferente claro, como tu padre, tu amigo Andy o tu tío Rafa. Son piezas que encajan en tu vida , con un peso fundamental, ¿estoy en lo cierto?

Exacto. Aquí me interesa describir a los personajes tal como yo percibo, por eso me interesa como Lou Reed mueve las manos, como me mira, como vive con disgusto el proceso de ser entrevistado. Cuando hablo de mi tío Rafa, que falleció cuando yo tenía 10 años, recuerdo como marcó mi vida. Él advirtió que yo era una persona diferente, que necesitaba mi propio mundo, y se volcó en mí, lo que produjo una especie de confluencia que como resultado generó un mundo de felicidad absoluta. A mi amigo Andy inicialmente me unía era la afición por la música. Nos gustaba l mismo. Y la verdad es que no eran unos gustos muy comunes para unos adolescentes en aquellos años.

Con tu abuelo Juan también tienes una relación de aprendizaje…

Con mi abuelo Juan era diferente. Me acompañaba al cine, a comprar mis primeros discos o libros, y él era feliz por el mero hecho de acompañarme. Y todo aquel ritual de comprar libros, revistas o álbumes, almorzar juntos después en un bar que estaba en Mislata, era un círculo casi perfecto.

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Así llegamos a uno de los temas troncales de la novela: tus padres y la postguerra tan larga que sufrió nuestro país. Tu padre Ramón pasa una postguerra muy dura, que evidentemente marca a la familia, con esas terribles tribulaciones de tu abuelo paterno que fallece durante el conflicto.

El cómo todo eso te llega a afectar lo descubres con el tiempo, por eso cito a Agustín Fernández Mallo y su novela Trilogía de la guerra, en la que una de las conclusiones es que todos venimos de alguna guerra, estamos marcados por ellas. Cuando me puse a escribir la novela, me di cuenta de hasta qué punto la Guerra Civil Española ha marcado mi vida. Yo nací 25 años después de que acabara, y esa presencia está ahí, está en mis raíces, en la manera en la que tus padres te dicen si has comido bien porque ellos han pasado hambre. En los recuerdos, inevitables de mi padre en orfanatos franquistas.

Nueva York se convierte en varias ocasiones en escenario de la novela. Una de ellas es con el atentado de la Torres Gemelas.

Algo que para mí era indestructible, mágico, con lo que yo me identifico desde mediados de los 60 hasta principios de los 80, una especie de santuario mental, había sido atacado. Que una cosa tan brutal, tan horrible, suceda en Nueva York, me impactó muchísimo porque uno de los símbolos de mi mundo interior había reventado. De una manera inconsciente dejé de creer en la seguridad porque me di cuenta de que la realidad es muy traicionera. De aquel acontecimiento me estremeció el horror de algo tan cruel y tan calculado, hecho precisamente para eso, para mostrar al primer mundo, al mundo capitalista, lo vulnerable que podía llegar a ser.

Volvamos a las personas que han sido importantes en tu vida.

Por cuestiones meramente narrativas, hay gente importante de mi vida que tiene poca presencia. No es un ajuste de cuentas ni nada por el estilo. Es sencillamente que he seleccionado personas y situaciones que me servían para contar y destacar lo que quería contar. Eso, en una autobiografía, hubiese sido más discutible. Una novela te da libertad para hacer estas coas, de hecho, sería erróneo no hacerlas. Lo importante era la historia. Todos los personajes que aparecen son muy importantes en mi vida, gente como Esteban Leivas, que es prácticamente un hermano mayor al cual conozco desde hace casi 40 años; o como Xavi Ros y Nedi Soto, que aparecen al final de la novela y cuya aparición corrobora que la amistad es un milagro que puede darse en cualquier momento y que siempre es necesario.

¿Por eso tratas con mucho cariño a todas las personas que parecen en tu novela?

Claro, porque cuando se hace este tipo de ejercicio de recuerdos, bien sea una autobiografía o una novela sobre uno mismo como es este caso, se tiende mucho al ajuste de cuentas. Pero en este caso, si existe, es conmigo mismo, no con la gente que aparece aquí. Prefiero destacar a personas a las que quiero, que forman parte de mi vida, como por ejemplo Roberta Marrero, una artista que me deslumbró desde el primer momento por su capacidad y su fuerza ante un mundo adverso, y a la que dedico un capítulo.

La primera canción que aparece en el libro, por la importancia que tiene para ti es I Feel Love de Donna Summer, su letra, su puesta en escena, una afroamericana que triunfa en el mundo entero.

Con esa canción hay una recreación literaria, que yo he embellecido pero que es real. Yo no paraba de pedirle a mi padre que la pusiera en el radiocasete del coche, porque a mí esa canción me hipnotizaba literalmente, era una experiencia muy erótica, aunque yo no lo supiera en ese momento. Pero es que además era una canción que estaba adelantándose al futuro, porque está hecha completamente con máquinas. Toda esa combinación a mi me fascinaba y ahora ya sé por qué. Hablo mucho del futuro en toda la novela, y esa canción es premonitoria de muchas cosas, entre otras junto a Kraftwerk, del relevo del rock de guitarras.

Eso nos lleva a tu eclecticismo musical. La decisiva influencia de The Velvet Underground, hace que adoptes una visión amplia y que no aceptes ataques a músicos cuando exploran otros estilos, en definitiva, cuando la música es madurez.

Cuando empecé a escuchar música, había muchos compartimentos estanco. Yo mismo tenía mis prejuicios, como por ejemplo cuando decidí que la música de los 60 no me interesaba porque la consideraba la música de los mayores. The Beatles no me atraían en aquel momento porque era lo que escuchaban mis primos mayores, era su música. Yo quería escuchar a Patti Smith, Johnny Rotten o Donna Summer, es decir aquello que estaba surgiendo a la vez que yo crecía. Pero claro, yo diferenciaba a The Velvet Underground, que eran el primer grupo a contracorriente de los 60, me fascinaban The Doors con Jim Morrison como personaje y The Rolling Stones por esa imagen creada de malos del rock. Y eso a pesar de que Jim Morrisson era de las personas que Lou Reed detestaba de verdad, lo que ejemplifica que la vida está llena de contradicciones, se pongan como se pongan los fans de la música. En cualquier caso, enseguida llegan a mi vida los sintetizadores, de tal manera que me compro mi primer disco de Lou Reed en 1977 y tres años después ya estoy comprando álbumes de Human League. Así descubro que me gusta ese nuevo estilo, al igual que también me gusta la música funky y la música disco, que en aquel momento estaban muy mal vistas, porque nos encontrábamos ante un verdadero cisma. Y ese eclecticismo, esa falta de prejuicios, a medida que he ido creciendo, ha sido fundamental. En cuestiones literarias me ocurre igual. Como no soy un lector especializado, aplico mi propio criterio. Leo lo que me gusta y si no me gusta, no lo leo. Leo sin complejos y sin aspavientos para hacerme pasar por un lector culto, enterado o intelectual. El mismo filtro que tengo para la música o el cine, vaya.

Con 17 años vas al concierto de Lou Reed en Madrid, lo que me lleva a una pregunta fundamental, tu relación con Madrid y cómo se convierte en tu ciudad de adopción.

La paradoja es que al principio todo indicaba que la ciudad que iba a ser mi segunda casa, iba a ser Barcelona. Pero todo cambió cuando acompañé a Glamour a Madrid a grabar sus discos . En ese momento me encontré con la Movida en su momento más álgido, por eso cuando yo cojo mi grabadora y comienzo a entrevistar a esos grupos, mi vida cambia para siempre. No se puede olvidar lo que era la València de 1981, que empezaba a salir del letargo provincial del franquismo, pero aun así se encontraba a años luz de lo que significaba Madrid o Barcelona, por mucho que ahora se intente sublimar ese momento.

Estando en Madrid conoces a Carlos Berlanga, del que guardas un recuerdo muy vívido.

Lo conocí entrevistándole, fue uno de mis primeros entrevistados. Y las entrevistas, en algunos casos, han tenido mucho de epifanías. Carlos era una mezcla entre Caetano Veloso, Truman Capote y Andy Warhol. Era un artista nato, un personaje trágico. Una de las primeras cosas que me dijo cuando lo entrevisté, era que para él Warhol era lo mismo que para un cristiano Jesucristo. Esas cosas no las escuchabas en València, donde había un discurso musical elaborado por músicos, pero no de artistas haciendo música como podían ser Carlos o Poch. A mí me interesan los músicos que son artistas.

También rememoras la entrevista al único cineasta que aparece en tu novela, David Lynch, y lo haces contando una anécdota muy divertida.

Lynch es como Lou Reed, es como Andy Warhol, es como Agustín Fernández Mallo. Es un artista que está en lo que yo hago y he tenido la suerte de entrevistarlo, por eso debía de estar en la novela de alguna manera. Además, lo que cuento es verdad, yo le pregunté si conocía a los Pixies y él me respondió que no, a lo que yo le contesté que debía de conocerlos, le di el disco, y él me pidió que se lo dedicara. Me parece divertidísimo que en algún rincón de la casa de Lynch haya un disco que le regalé yo. Por cierto, toda esa aventura la viví con nuestro común amigo, el locutor y presentador Ramón Palomar. Lo que sucedió en realidad es infinitamente más loco que lo que cuento. Lo que cuento es una destilación de esa escena llevada a la ficción que me apetecía construir con todo eso.

De vuelta a la actualidad, está claro que tu idilio con Madrid llegó a su fin ya que ahora vives en el Saler.

Lo de El Saler fue como volver a un sitio que ya reconocía como un refugio. Llegó un momento en que Madrid ya no era la ciudad amable que yo había conocido, y me sentía más seguro volviendo a València. Allí acabé de escribir la primera versión de “Lejos de todo”, y entonces me di cuenta de que la novela me estaba escribiendo a mí, que no quería volver a vivir en el centro de València. La escritura, en definitiva, me enseñó mi sitio.

Cuando te leemos, aparece la figura de Esteban Leivas y tus influencias literarias, Julio Cortázar, John Dos Pasos y Onetti que dejan un poso en tu manera de escribir.

Hasta que conocí a Esteban yo era un lector con un rumbo muy concreto. Si Warhol era amigo de Truman Capote entonces yo debía leerlo, si Patti Smith citaba a Paul Verlaine y a Rimbaud, yo tenía que leerlos, así era todo. Con Esteban se abre un mundo nuevo, con su amplia visión musical y literaria, que comprende gustos que yo ya tenía, por ejemplo, Bowie o The Talking Heads con otros que hasta ese momento no habían sido relevantes para mí como Caetano Veloso, Serrat o Joni Mitchell. Ahora todo el mundo va de ecléctico pero en aquel momento no podías decir que te gustaban Javier Krahe, Kraftwerk y Paul McCartney a la vez porque te buscabas la ruina.

Por último, Rafa, hablemos de Jekyll & Jill. Has publicado con ella tus dos novelas. ¿Cómo definirías tu relación con la editorial?

Publicar la primera novela cambió mi vida a un nivel muy sutil, porque me permitió, al fin, ser la persona que estaba destinada a ser. He encontrado mi voz, he descubierto que sé hacer bien lo que quería hacer: ser escritor. Y todo eso ha ocurrido porque Víctor Gomollón creyó en mí y apostó por esa primera novela. Ahora ha hecho lo mismo con la segunda. Estar en una editorial de prestigio no es fácil y tener la relación que yo tengo con Víctor, tampoco lo es. Es un editor a la vieja usanza, una persona que se involucra al cien por cien en cada libro que saca. Estar en una editorial como Jekyll & Jill es un privilegio, es como estar en un sello independiente de los años 80, en el cual hay escritores de muchos pelajes estilísticos. Para mí, y usando un símil musical, es como estar en 4AD, el sello donde están los Pixies, los Cocteau Twins, donde Bauhaus sacan el primer single. En definitiva, me permite ser un autor estoy agradecidísimo de poder estar compartir catálogo con autores como Eduardo Halfon, Andrea Valdés, Rubén Martín Giraldez, Paco Inclán, Sergio Chejfec… Soy un privilegiado y siempre estaré agradecido a Víctor por haberme abierto sus puertas.

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Esther Peñas entrevista a Rafa Cervera en Solidaridad Digital



Esther Peñas entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su nueva novela Porque ya no queda tiempo. En Solidaridad Digital (ONCE):

«Hubiera compartido confinamiento con Patti Smith»

Esther Peñas / Madrid

Porque ya no queda tiempo (Jekyll&Jill) es una autobiografía que no lo es. Unas memorias enmendándose la plana del género, una autoficción desbordada que ennoblece la moda. Para alguien que se dedica a escuchar (música, para hacer reseñas; testimonios, para pespuntar entrevistas) la palabra brota orgánica y fresca, contándose por momento con cuerpo lírico, extraño, diferente. Lo cual es gloria bendita. Hablamos de Rafa Cervera (Valencia, 1963), y de su segunda novela.

¿Cuándo sabe uno que ya no queda tiempo?

Cuando la lista de cosas que ya no puedes hacer empieza a crecer cada vez más deprisa. Esa lista incluye también el no poder ver más a personas que son importantes para uno.

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¿Cómo se convierten las vivencias en narración, quiero decir cómo saber qué parte es materia de ficción, puede trascender?

Dándole poder absoluto a la narración. El biográfico es un material muy poderoso siempre y cuando se sepa administrar bien. En mi caso, contar mi vida no es ningún objetivo. Se trata más bien de contarme a mí mismo escribiéndome. Y en esta novela lo he hecho reconstruyendo y manipulando hechos y personajes reales, poniéndolo todo al servicio de una historia que quería narrar. Schoppenhauer dijo que la vida y los ensueños son hojas de un mismo libro.

Sin ánimo de ser impertinente pero esta moda de la autoficción, ¿indica, como apunta algún crítico, a que la imaginación está herida de muerte?

Podría ser. Yo, por ejemplo, solo consigo aplicar la imaginación para hablar de mí mismo. Al menos, ha sido así hasta ahora. No sé qué ocurrirá en el futuro. A nivel general, igual es que la autoficción se está convirtiendo en un género. Igual llega un momento que asumimos que existan ese tipo de libros de la misma manera que hemos asumido que hay novela negra o libros de diarios.

Uno de los logros –me parece- de la novela es cómo se juega con el tiempo. ¿En qué difiere el tiempo narrativo del vital?

En que el tiempo narrativo se puede dominar, pero el real, no. Lo que pasa es que escribiendo el autor puede llegar a tener la sensación de que domina también el tiempo real. Lo cual no ocurre nunca en ningún caso.

¿Qué música pondría como banda sonora a esta novela?

Yo dejaría que sonasen únicamente las voces de los personajes que van apareciendo.

Si “glorificar la oscuridad es absurdo”, ¿cómo escribir desde lo luminoso, que tan mala fama tiene en la literatura?

La pista esencial para llegar a eso antídoto a eso nos la dio Agustín Fernández Mallo en Trilogía de la guerra: “Pareciera que el mal lleva un prestigio asociado, del cual carece el bien”.

¿En qué momento la música se transforma en sexo?

En el momento en el que crea una reacción física que va más allá de lo meramente motriz. Hay música que es como un generador de reacciones eróticas. En algunas canciones es muy obvio pero en otras la sensualidad emerge de una manera inesperada. Escuchando a Al Green cantar determinadas canciones, por ejemplo.

De los muchos músicos que deambulan por estas páginas (Lou Reed, John Cale, Patti Smith…) ¿con quién hubiera compartido confinamiento?

Con Patti Smith. Es la única artista fundamental para mí a la que todavía no he podido entrevistar. Y porque de todos los músicos que aparecen en la novela, intuyo que debe de ser la menos conflictiva. Aunque también me produce mucha curiosidad cómo sería verse en una situación así con Debbie Harry, que es una mujer fuerte y valiente desde el principio de su carrera.

Si el tiempo es el fuego, ¿qué devora y que cincela?

Devora los sueños y cincela la esperanza.

Las fotografías son el músculo de la memoria pero, ¿me da la sensación de que cada vez las miramos menos? 

Totalmente de acuerdo. Hay sobreabundancia de fotos, de imágenes. Antes, disparar una instantánea requería un esfuerzo. Ahora se hace como acto reflejo. Cuando veo a esas personas por la calle que, en cuanto ocurre algo anómalo, apuntan con el móvil para grabar, me produce mucha inquietud. Lo importante es apoderarse de imágenes, aunque no sepamos para qué las queremos, y no seamos conscientes de que, a causa de eso, cada vez vemos menos.

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Porque ya no queda tiempo de Rafa Cervera en La Nueva España



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Eugenio Fuentes reseña la novela Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en el suplemento cultural de La Nueva España.

Rafa Cervera o lo mucho que se puede hacer con la memoria

El nombre de Rafa Cervera (1963) resultará más que familiar desde hace décadas a los adictos al periodismo musical. Hace tres años se internó en la senda de la novela con Lejos de todo y, ahora, ha dado un paso más allá. De gigante. Con la inquietante frontera de los 60 reflejada en sus ojos, ha mirado atrás y le ha salido Porque ya no queda tiempo que, en sus propias palabras, es lo que ocurre cuando la literartura absorbe la realidad. Gran acierto es haber sabido disponer los hilos de la memoria como un juego de líneas cruzadas en el que destellan dos luminarias: el Lou Reed al que idolatra y Nueva York. Le ha salido así lo que llama juego de habitaciones de hotel, en lugar de una pantanosa historia de infancia, juventud y madurez. Otro diez es que lo mucho que sabe de la música y sus mundos se ha transformado en destellos que hilvanan el recuerdo y enganchan al lector en una red de la que no querrá salir.

Porque ya no queda tiempo en Revista Détour


Óscar Brox reseña Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en Revista Détour.

Rafa Cervera. Los recuerdos no pueden esperar, por Óscar Brox

Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera (Jekyll & Jill) | por Óscar Brox

Habitaciones de hotel. Lugares de paso. Puntos de encuentro. Oficinas. Porque ya no queda tiempo comienza en la de Lou Reed, en Nueva York. Es 1995. Rápidamente viajamos atrás en el tiempo. A la infancia. A la calle Palomar, la casa familiar, a las fotografías del tío Lugosi y la complicidad que se fragua con un pequeño Rafa Cervera. Complicidad, carácter, manera de mirar el mundo. Qué cabecita si no se estropea. En estos primeros compases de la novela, uno tiene la sensación de caminar entre mitologías. Está Lou Reed, el coloso musical que aparece de muchas formas en el libro, pero está también aquella València familiar de la que cada vez quedan menos cosas. La València de Ciutat Vella, de calles estrechas y edificios decadentes pero emblemáticos; lo suficiente como para albergar los restos de la editorial Prometeo. Están las letras de Reed, surcadas por sus preocupaciones literarias, y están las fotografías de la vieja Leica familiar. Y está la memoria de Rafa Cervera para conceder una nueva vida a todo ese amasijo de voces e instantes, de lugares y personas, con los que cuajar un estado de ánimo. Una identidad. La suya.porqueyanoquedatiempo

De aquel niño que posa en la foto disfrazado, entre su tía y la sonrisa de su madre, a aquel otro que comienza a escuchar música. Que pasa del colegio a la tienda de discos y las cubetas; de las primeras amistades, unas más fugaces que otras, a esos vínculos casi sanguíneos que atraviesan la novela: Leivas, Jean Montag, El Bello, Macías… Cervera escribe sobre el pasado, no tanto para consignar aquello que echa de menos, sino para armar ese retrato con el que (d)escribirse. Con el que saltar por encima de la etiqueta de periodista musical y continuar lo ya apuntado en su anterior novela, Lejos de todo. Esa canción de La Velvet, aquella chica del Gintonic en la discoteca, el concierto de Reed en Usera, la primera entrevista en el hotel Londres. Son fechas, son momentos, pero Cervera tiene la habilidad suficiente para conferirles algo más: vida, emociones; la sensación de que algo se movía y cambiaba. Y lo hace sin abusar del tono confesional, respetando en muchas ocasiones una intimidad que evoca con delicadeza; casi, con prudencia.

Tanto Lou Reed como Andy Warhol son figuras omnipresentes en un relato que pasa también por narrar la euforia cultural de una España arrancada de las manos de la dictadura. De un país que se convierte en música, pintura y cine, en noches que nunca acaban y vanguardias que se consumen a la velocidad de las vidas efímeras de quienes las protagonizan. Esa efervescencia vital impregna toda la novela de Cervera, si bien el autor sabe cómo hacer que bascule de una época a otra: la llegada a Madrid, los primeros escarceos culturales, la forja de un camino, Barcelona, Nueva York y todas las historias que, de pronto, se desencadenan ante sus ojos. Gente que viene y va, la familia que permanece en València y esos vínculos que se resquebrajan con las cuitas existenciales. Ese Lou Reed casi impenetrable, que cuando te felicita no sabes si es sarcasmo o reconocimiento. O ese Bowie al que consigues arrancar una fotografía tras montar guardia junto al camerino. De repente caen las Torres, el mundo redescubre el horror. Madrid se va difuminando y vuelve a aparecer València. El Saler. Ese espacio vacío, al calor de la Albufera, que se convierte en un nuevo hogar.

Uno lee a Rafa Cervera como si estuviese persiguiendo algo; las palabras justas, diría. Esa descripción, ese retrato, con el que plasmar no solo un estado de ánimo sino, también, un tiempo. De ahí pasajes tan bellos como el que dedica a Pablo (Sycet) y su amistad con Jaime Gil de Biedma; al propio Reed y sus años de aprendizaje con Delmore Schwartz; a Jean Montag y su mujer o a Roberta Marrero. O, sin duda, a la mirada del padre, que cierra el libro con la foto de solapa. Por eso, me gusta pensar que Porque ya no queda tiempo es una obra que habla de amistad, de otro tipo de amor, de esas palabras que cuesta tanto hacer brotar porque son demasiado sinceras (y la sinceridad, literaria o no, siempre asusta). Y por eso, también, uno tiene la sensación de que Cervera da muchas vueltas, muchos saltos, que nos conduce por infinitas puertas giratorias, porque necesita demorarse para dar con el gesto exacto, con la palabra exacta, con la emoción que necesita. Para consignar la importancia de todos aquellos momentos y, sobre todo, su lugar en aquel maremágnum. Para dejar constancia de los que pasaron, de lo que ha quedado de todos ellos y de lo que, quién sabe, quedará de él. De cómo le gustaría que fuesen los recuerdos y de qué hacer con todas esas pequeñas y grandes mitologías que construimos y nos acompañan a cada cambio de edad.

Para alguien que ha escrito que los recuerdos no pueden esperar, que ha consagrado parte de su carrera al retrato de artistas, lugares y discos, hacer memoria es un poco como aquello que decía Jacques Derrida: cada vez última, el fin del mundo. Leer su novela invita a pensar en una suerte de tiempo excepcional, único, que sin embargo se borra porque todo pasa demasiado rápido. Que se olvida y precipita esa especie de horror vacui que no se sabe muy bien adónde conduce. Por eso, como digo, me gusta pensar que este es un libro de amistades (una especial, la de Esteban Leivas) y maestros, de paternidades y de cómo el tiempo configura nuestro rostro una vez alcanzada la madurez. Una novela que acaba, pero que me resisto a creer que no sea con un punto y seguido. Que nos deja en esa especie de fortaleza de la soledad ubicada en El Saler, pero que concentra toda la energía de una época, de unas vidas, de unas voces con las que construir fragmento a fragmento una voz propia. Un espacio vital. Una identidad.

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