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Entrevista a Rubén Martín Giráldez


Esther Peñas entrevista a Rubén Martín Giráldez con motivo de su traducción del ensayo Este pequeño arte, de Kate Briggs (Jekyll & Jill, 2020), en Solidaridad Digital:

«Jekyll & Jill ha publicado uno de los ensayos más suculentos y luminosos de este annus horribilis, un texto que reflexiona sobre el arte del matute lingüístico, sobre el oficio de la alquimia semántica, la traducción. Este pequeño arte, de Kate Briggs, que tradujo a uno de los tipos más hondos en su pensamiento, Roland Barthes. Pero, ¿qué sucede en la traducción cuando lo que se traduce en un texto que habla sobre eso mismo? Hemos conversado con Rubén Martínez Giráldez, encargado de trasvasar al castellano esta celebración de contenido.  

Traducir un texto sobre la traducción, ¿no resulta un tanto inquietante?

A mí me cuesta más pensar en un texto o en una frase oída al vuelo que no estén reflexionando —aunque sea de una manera elíptica— sobre su propio desciframiento. O, más bien, que no llamen la atención sobre su cifrado. Seguramente eso explica por qué se me da mal hablar. Me parece que cada frase, incluso la que acabo de pronunciar hace un momento —«Cuando puedestepequenoarteas, ¿un café aquí fuera, por favor?»—, lleva su propio aviso de posible error del sistema. De manera que una traducción sobre traducción casi es un oasis de excusas para refocilarse en el sentido, paréntesis entre paréntesis dentro de un corchete en una nota al pie de los caballos. Aquí se puede confesar la convención, se puede hablar abiertamente de la convención, y nadie se va a escandalizar. Lo inquietante es que pasas al primer plano cuando se empieza a hablar del papel del traductor en segundo plano.

Un buen texto original, ¿resiste cualquier traducción, por pésima que sea?

Yo creo que un libro bueno se puede destruir cambiándole unas cinco palabras. En unos segundos puedes destruir la confianza del lector en que lo que hace el autor es fruto del estilo y no de una carencia, o que hay voluntad y no sólo suerte (vamos a decirlo así) en sus oraciones.

 

¿Cuánto de autoría tiene la traducción?

Al final, creo que se puede resumir diciendo que se trata de una colaboración, en sentido recto. Por citar a Briggs: «Nos llega escrito por partida doble; la segunda vez, de mano de su traductora.»

En su caso, ¿prima más el sentido general del texto frente a la exactitud del modo?

Me gusta mucho cómo lo plantea el libro echando mano de la traductora de Mann, Lowe-Porter: «[…] se espera, como de hecho sucede, que fusione materia y estilo en un todo orgánico. Las traducciones tienen que traslucir un esfuerzo parejo por parte del traductor».

Para que «este pequeño arte» funcione, ¿qué se requiere? ¿Qué cualidades ha de tener un buen traductor?

Una incomprensión casi absoluta de todo lo que no sean las palabras, a lo mejor. No lo sé; traductor o no, siempre hay que huir del aforismo. Igual eso es un aforismo, no hay escapatoria.»  Seguir leyendo

Este pequeño arte de Kate Briggs por Eric Gras



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Este pequeño arte, de Kate Briggs, destacado en Quaderns, el suplemento cultural de el Periódico Mediterráneo. Reseña de Eric Gras.

La traducción, ese arte que siempre pasa desapercibido

«Difícil, en verdad, la traducción. No se sabe si tenemos el derecho a imaginar», escribía Yves Bonnefoy en Juntos todavía (Sexto Piso). No es fácil verter en otro idioma las emociones ligadas a las palabras, esas sensaciones que a través del lenguaje, de su sintaxis, morfología y demás alteraciones, están implícitamente ligadas. En Magistral (Jekyll & Jill), Rubén Martín Giráldez ya hablaba de ciertos «sabotajes» que se producen en ese proceso. Nadie mejor que él para referirse a los quehaceres «traductoriles», pues como bien remarcaba en esa obrita alocada y magistral —como su propio nombre indica—: «Todos empezamos a traducir por el mismo motivo: porque quienes se suponía que lo estaban haciendo no lo hacían, canseis de ser sexys».

Traducir es leer, y traducir es escribir, como ya dijera George Steiner. Pero existen todavía muchos vacíos en la figura del traductor, a veces un tanto demonizado como casi siempre ignorado. De eso trata Este pequeño arte, una especie de ensayo autobiográfico en el que Kate Briggs se formula cientos de cuestiones en torno a la labor, relevancia y estatus del traductor dentro del ámbito literario.

Traductora de Roland Barthes, es a partir de su «relación» con el filósofo y semiólogo francés, que Briggs profundiza en los tejemanejes de una profesión que sigue en un segundo plano dentro del ámbito literario y editorial, siendo que los traductores, en especial o más concretamente su labor, conlleva una gran responsabilidad, pues como diría César Aira: «A un traductor se le están planteando todo el tiempo los pequeños grandes problemas de la microscopía de la escritura».

Así, Briggs, con un estilo ágil no exento de erudición, expone incógnitas al tiempo que se autocuestiona y autocuestiona la valía de la traducción, que también reivindica y legitima con una profusa investigación basada en sus lecturas, a las que se aferra, de las que aprende y con las que se identifica. Dicho de otro modo, Briggs piensa, plantea dudas, ofrece algunas respuestas, y sigue dudando, sigue arguyendo en busca de alcanzar un sentido al sinsentido, dando forma a un alegato en defensa de ese «pequeño arte» como Helen Lowe-Porter definió a la traducción.

Sin perder de vista a Barthes, a su pensamiento y a sus célebres conferencias en el Collège de France, Briggs realiza una especie de soliloquio sobre el propio acto de escritura y reescritura, de las libertades de las lecturas, de las historias de algunas traductoras, con sus posturas y sentimientos; todo ello con el objetivo principal de «entenderme mejor a mí misma». Por otra parte, esta lectura es también un diálogo con la inteligencia que revela que la traducción no sólo se construye con palabras, ideas, pies métricos e imágenes, sino también con el tiempo que hace, el estado de ánimo, el silencio… E insisto, nadie mejor que Martín Giráldez para traducir esta obra que ha tenido a bien publicar Jekyll & Jill, una de nuestras editoriales fetiche, porque es quizá uno de los traductores y escritores, autor al fin y al cabo, que creo mejor comprende los dimes y diretes, o las posibilidades, del lenguaje.»

Este pequeño arte en Un libro al día


estepequenoarteKoldo CF reseña Este pequeño arte, de Kate Briggs, traducción de Rubén Martín Giráldez, en Un libro al día:

«¿Cuántas personas, cuánto trabajo, cuánto tiempo y desvelos hay detrás de cada uno de los libros que leemos? Parece que en los libros de historia (e historias) solo existen autor y editor – y quizá esto sea lo más normal. Al fin y al cabo, aquel es quien idea y escribe el texto y este quien lo pone a disposición del público -, pero en los últimos tiempos parece que gana en visibilidad el trabajo de una serie de personas sin las cuales la lectura sería, si no imposible, diferente. Hablamos de ilustradores, correctores y, sobre todo, traductores.

De esto trata, al menos en parte, el ensayo de la británica Kate Briggs, quien partiendo de su trabajo como traductora de una serie de conferencias de Roland Barthes y de la lectura de la edición inglesa de «La montaña mágica» (traducida por Helen Lowe-Porter) se embarca en un texto que es, al mismo tiempo, reivindicación del trabajo de traductor y cuestionamiento de este trabajo, de la escritura y de la propia lectura.

Hay que aclarar, pese a lo que pueda parecer, que este no es un texto «sesudo al uso». Así, no hay un planteamiento «académico» (por llamarlo de alguna forma), si no que Briggs se sirve de diferentes anécdotas para ilustrar la relación traductor-obra-tiempo o la asimétrica relación autor-traductor y de analogías hasta cierto punto chocantes para explicar su trabajo y algunas de las dudas que ha de afrontar en el ejercicio del mismo. Esta opción elegida por Briggs dota al texto de una frescura que de otra manera quizá no hubiese tenido y lo hace accesible a un lector interesado y no experto en la materia.»

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Este pequeño arte en El coloquio de los perros



ECD

Natalia Carbajosa reseña Este pequeño arte, de Kate Briggs, traducción de Rubén Martín Giráldez, en El coloquio de los perros:

«Todo traductor literario siente, antes o después, la tentación o la necesidad de teorizar sobre su “pequeño arte”, como muy apropiadamente reza el título de este libro. La autora, Kate Briggs, lo toma de un artículo de 1950 escrito por Helen Lowe-Porter, una de las traductoras de Thomas Mann al inglés. Lowe-Porter no concibe su labor como verdaderamente “profesional”, de ahí la elección de “pequeño”, que concuerda con la percepción —si acaso llega a ser percibida— de una tarea casi invisible. Desde dicha percepción, Briggs interpela al lector o lectora que va añadiendo autores a su lista particular —pongamos por caso Tolstoi, Kafka, Safo, Basho o Proust— sin caer en la cuenta de que, en realidad, está accediendo a sus obras mediante traducciones.

Pero resulta que esa actividad tan ínfima, tan callada, también es descrita como “arte”, y desde ahí se convierte, en palabras de Briggs, en «un camino propio hacia otras formas de escritura», esto es, en una actividad literaria en sí misma. Tal afirmación recuerda, por ejemplo, a la de Juan Manuel Rodríguez Tobal, traductor de poesía clásica al español, cuando sostiene que la traducción no es un “objeto literario” sino un “acto literario”: una «realidad activa (…) que deja en el lector un punto de partida para su particular, única y gozosa aventura de hacerse a eso que vive en la palabra.»  Seguir leyendo