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Larva de Julián Ríos en Bestia Lectora

Tes Nehuén reseña en Bestia Lectora Larva, Babel de una noche de San Juan, de Julián Ríos

¿De qué están hechas las historias? Ésta parece la gran pregunta que subyace en Larva. Babel de una noche de San Juan, de Julián Ríos (Jekyll & Jill). Sé que no soy la persona más acertada para escribir sobre este libro enorme, enormísimo. Siento que me faltan conocimientos, que mis palabras son torpes y escasa mi conciencia literaria. Y, sin embargo, en esa falta de entendimiento también encuentro algo hermoso: la posibilidad de disfrutar de los libros como en la infancia. Y eso es lo que vengo a hacer. A recomendarte este librazo desde las tripas, deseando que te provoque lo mismo que a mí: una fuerte sacudida que te lleve a replantearte algunas cuestiones en torno a cómo lees y cómo cuentas lo que lees. Por otro lado, también creo que es una obra que viene a confirmarnos que en la humildad con la que miramos el mundo podemos descubrir cosas asombrosas y que, contra lo que muchos afirman como profetas, todavía existe mucha literatura que no ha sido revelada.

Un libro inclasificable

Larva es un libro inclasificable. ¿Es una novela? Tiene el ritmo de una novela. ¿Es poesía? Definitivamente sí; hace un uso extraño del lenguaje, poniendo por encima una indagación estética ambiciosa y descomunal. Pero es también una obra de teatro, donde se cruzan una serie de personajes curiosos. Caben en este libro toda la tradición literaria y toda la cultura recogida en la historia de la humanidad. De hecho, creo que podríamos leerlo como un cuento de hadas que se extiende y se vuelve casi parodia de sí mismo.

La Bella durmiente en el bosque. Todo es fuego. Todo puede ser destruido o autodestruirse. También el lenguaje. Ríos parte de un cuento de hadas para presentar un variopinto conjunto de personajes —máscaras que participan de un baile de disfraces en la noche más larga— y termina fundiéndose con el mito de don Juan, coincidiendo por momentos con cierto tono bufo de la obra de Mozart (Don Giovanni) y con un mestizaje de miradas al mito a través de diversos dramaturgos. Y ahora estoy pensando que en Larva cabe todo el mito: aparece, se reafirma y se reconstruye. El mito es la semilla de una obra espiralada que nos hipnotiza con la magia de la buena literatura.

Todo empieza con un baile de máscaras. La música nos envuelve. Vamos avanzando entre las sombras de los jardines donde criaturas irreconocibles se mueven. La escritura de Ríos nos lleva de la mano: el texto como una cámara realizando un paneo en medio de una fiesta. No hay tiempo para detenerse; hay que captar la esencia de la atmósfera donde los personajes son casi secundarios. El punto de partida es una escena que se va construyendo a medida que avanzamos en la lectura y que va armando en nuestra cabeza una maqueta de lo que está sucediendo. Y creo que aquí está el gran acierto de este libro. La noche se extiende y, poco a poco, minuto a minuto, beso a beso, va formándose el mundo. ¿Qué está intentando decirnos Ríos con este planteamiento narrativo; tal vez que toda historia nace de algo diminuto y que las posibilidades de la noche son infinitas?

La forma conduce a la palabra

Intento escribir algo sensato pero es un libro que te rompe todas las aristas. Todo lo que digas puede ser usado en tu contra. Todo lo que sabes es insuficiente para entender el abismo al que te metes con esta obra. En la primera lectura me quedé paralizada. No entendía cómo debía leerlo para captar su verdadero sentido. No entendía esta necesidad de desorden estructural. Me volví loca dándole vueltas… Hasta que entendí que tenía su gracia y su encanto esta forma peculiar, donde dependiendo del orden de la lectura el sentido variaba, y ya no pude resistirme más. Estamos acostumbrados a leer de una única forma pero quién nos asegura cuál es el orden correcto. ¿De qué están hechas las historias que nos contamos? Como un uróboros este libro se abre ante nosotros para demostrarnos los infinitos caminos de la oralidad y de la escritura. Y lo hace aprovechando de maravilla las notas al pie. Mil historias alimentan al esquema principal a través de este recurso fabuloso. Sin duda, todavía queda mucho que hacer con este elemento de escritura casi nada frecuente en la narrativa. Ríos demuestra que con un buen uso de las notas al pie se puede diversificar de forma descomunal la historia. Pero va un poco más allá: las notas al pie pueden tener la voz cantante, no sólo sirven como anexo de la historia principal sino que con buen gusto y cabeza pueden servir para adoptar el protagonismo y plantear una deriva en el hilo argumental.

Larva es un tejido asombroso de historias donde no hay un sentido principal sino una trama que se apoya en esa deriva, en el dislocamiento del esqueleto. El humor y las referencias a la tradición literaria y cultural colaboran con la construcción de un mundo inolvidable. Un mundo que también es geográfico; encontramos fragmentos alucinantes propios de la literatura de viaje que acompañan ese hilo principal y nos llevan por una Londres olvidada. En esta edición hermosa de Jekyll & Jill no faltan tampoco un mapa ochentoso con letras anaranjadas y algunas fotografías tomadas por el propio autor en sus viajes a Londres. ¿Cabe algo más? Sin duda. Casi lo que se nos ocurra seguro que encuentra hueco y circunstancia de Larva. Pero ya he advertido, a mí se me queda corta la cabeza para hablar apropiadamente de un libro de escritura indescifrable, imposible. Y sin embargo, creo que todos los lectores caerán rendidos ante la magia de este panal, de esta torre de Babel de formas y lenguajes. SEGUIR LEYENDO

Canción para hombres grandes en La torre de Babel

Ana Segura entrevista a Rafa Cervera en La torre de Babel, Aragón Radio, con motivo de la publicación de su novela Canción para hombres grandes:

«Rafa Cervera, mítico periodista musical, firma en Canción para hombre grandes su tercera novela tras Lejos de todo, una fábula en la que David Bowie aparecía en Valencia y Porque ya no queda tiempo, en la que compartía con nosotros, en une suerte de libro de recopilatorio, recuerdos, música, palabras anotadas en cientos de libretas, en esquinas de periódicos, en el móvil y en servilletas de papel a lo largo de los años.  Ahora, en Canción para hombres grandes que publica como los dos anteriores en la editorial aragonesa Jekyll y Jill, comparte otra lista, esta vez de cuerpos.
Tras una ruptura traumática y un divorcio de todo inesperado, el protagonista de Canción para hombres grandes comienza a acostarse con hombres. Ninguno de ellos tiene nombre, son cuerpos que identifica por un número y por su trabajo, encuentros puntuales que el narrador, el valenciano, va describiendo con la objetividad del que observa desde fuera, sin implicarse, mientras reflexiona sobre grandes cuestiones como la honestidad, el amor o el placer.»

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Canción para hombres grandes de Rafa Cervera en CulturPlaza

Eduardo Almiñana reseña Canción para hombres grandes en CulturPlaza de Valencia Plaza.

Rafa Cervera, periodista de los que quedan pocos, va ya por su tercera novela en el fantástico sello Jeyill&Jill de Víctor Gomollón: tras toda una vida escribiendo en gran cantidad de medios de renombre, este escritor oriundo de esa isla extraña que es El Saler —que compagina turistas estacionales y una gran soledad—, se puso manos a la obra con otra vertiente de la literatura y comenzó a construir una obra que hoy escribe una nueva línea en la bibliografía con esta Canción para hombres grandes que comienza con una fantástica imagen de cubierta de Josep Ros, muy en la línea de eso a lo que nos tiene acostumbrados Gomollón y que hace de la lectura de un libro de su editorial una experiencia que combina con gran acierto lo literario y lo extraliterario.

En esta ocasión, el autor que comenzó escribiendo sobre Bowie, nos ofrece un relato de cambios profundos; una historia de autoconocimiento, de celebrarse a uno mismo poco a poco pero sin complejos, en una edad madura, tras una etapa larga, una etapa de esas que uno piensa que lo definen y que es ya para toda la vida. En esta canción, el protagonista sufre una ruptura que lo separa de la mujer con quien se veía para siempre: ella pincha esa burbuja de comodidad en la que a veces nos asentamos y de la que a veces también la otra persona sale sin que nos demos cuenta. El protagonista de la novela de Cervera, entonces, se encuentra con una sexualidad olvidada o reprimida, que mucho tiempo atrás, antes de todo lo femenino, la encarnaba un bañador Speedo mojado en una piscina. De nuevo a solas consigo mismo, e inmerso en un proceso de reconstrucción postraumático, el protagonista de Canción para hombres grandes decide —quizás no es propiamente una decisión, sino un episodio indefectible— retomar el hilo de una faceta de su sexualidad hasta entonces inexplorada, las camas de otros hombres a través de los cuales se conoce como hasta entonces no lo había hecho.  Seguir leyendo

 

Lejos de todo de Rafa Cervera en Libros en mi biblioteca

Carmen CG reseña Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Libros en mi biblioteca:
CUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddVerano de 1977: Playa de El Saler, Valencia. Un adolescente entabla amistad con una pareja de hermanos. Con él comparte la fascinación por David Bowie. Hacia ella siente una irrefrenable atracción. Así, aislados en el escenario que impone dicho paisaje, que en realidad es un personaje más, los tres pasan a formar un extraño triángulo. Su relación se va definiendo a medida que el verano transcurre, hasta convertirse en una mezcla de anhelos, secretos y sueños que acaban diluyendo el límite entre la fantasía y la realidad.

Primavera de 1976: David Bowie se encuentra sumido en una crisis artística y personal, atrapado en su adicción a la cocaína. Decide aislarse en algún lugar perdido que le permita ser anónimo y así poder encontrar una salida al caos que le domina. Dejándose llevar por el azar, elige Valencia, donde se refugia durante unos días acompañado por sus dos fieles amigos, Jimmy —artísticamente conocido como Iggy Pop— y Coco. Una vez allí, su camino se cruzará con el de uno de los protagonistas de la historia anterior.

Suficiente nos cuenta la sinopsis de Lejos de todo para que yo pueda evitar ir más allá. Os recomiendo que la leáis y así no os sorprenderéis de lo que podéis encontrar en estas 136 páginas, que recibieron el Premio de la Crítica Literaria Valenciana en 2018.

Yo llegué a ella por un librero. Ay, los libreros; una figura esencial del panorama literario para los lectores. Eso sí, el librero tiene que ser lector, y no un lector cualquiera, debe ampliar su zona de confort para ser capaz de recomendar de cualquier género. Hay que cuidar al lector para que te sea fiel. Porque no hay duda de que los lectores somos fieles. ¿Lo habéis pensado alguna vez? Yo, sí. De ahí que quien tiene un buen librero, tiene un tesoro.

El futuro, una ilusión llena de posibilidades que pierde interés a medida que te aproximas a él.

Magnífica cubierta la que acompaña esta historia. Creo que es importante que lo destaque, porque la edición de una novela es muy importante. Nos dice mucho del cuidado que se ha puesto para publicarla, algo que a los lectores nos gusta.

Lejos de todo ha sido una historia que he leído un poco a la defensiva. No sé si entendéis lo que quiero decir, pero he estado como alerta porque no conseguía saber qué implicaba lo que estaba leyendo, lo que me hacía estar en ese estado lector. ¿A qué tipo de historia me estaba enfrentando? ¿Formación, amor, recuerdos… simple narración? Quizá mi corazón romántico me empujaba, en cierta manera, y con un tercio leído de la historia, hacia el amor, centrándome en cómo un chaval descubría su propio camino, atrapado en su vida, en su realidad, que se me enturbiada por elementos externos (esa turbación no es mala, al contrario, consigue que nuestro narrador sea consciente de su propia existencia).

Con la escritura puedes hacer algo parecido al rock and roll. La diferencia es que no necesita ser adolescente para seguir haciéndolo bien. Está disciplina funciona al revés, el tiempo y la vida te ayudan a ser cada vez más puro. Es posible incluso que al final tu escritura sea la que mejore tu vida. Eso es lo que creo. 

Nuestro narrador, a través de esas 134 páginas, algo extrañas, comparte con nosotros ese verano de 1977, con quince años, en la playa del Saler, que cambió su vida, o su manera de ver la vida. También está Bowie, no puedo olvidarme de él, aunque para mí es más un excusa para darle más empaque al recorrido por el Valencia de los años 70. Probablemente para otro lector, Bowie sea el centro de la historia, porque es el que une a los personajes, en que les aporta razón. No sé; será cuestión de percepción y de comprensión.

Vi cómo se sumerge entre las sombras mientras se alejaba. Mirando la caminar subir al fin cómo se movían las hijas del Cid.

Puede que el texto descuadre un poco al no seguir una línea lógica temporal, haciendo pequeñas incursiones aquí y allá, dejando todo el control de esta historia al propio autor, que dejará que sepas lo que el quiere que sepas y en el orden que el quiere que lo sepas. He tenido la sensación de que jugaba conmigo, y eso, como ocurre siempre que se hace bien, me ha gustado. Eso sí, no puedo decir que haya leído esta historia de manera cómoda, confiada, disfrutando de por donde me llevaba la trama, de sus giros, de los personajes… no ha sido así, sino, realmente, algo más significativo. Es de esos textos que consiguen removerme porque hacen que me implique mucho más de lo que realmente creía que hacía.

Siente la amenaza, la devastadora melancolía que se apodera de él en ocasiones. Si no se mantiene alerta, su desazón podría arrastrarlo hacia un vacío y conoce muy bien. No parece que exista nada que pueda salvarlo cuándo quedamos cede su soledad. 

Puede que haya tenido la sensación de pérdida por no ser una gran sabedora de David Bowie. No conozco mucho sus canciones y, quitando Dentro del laberinto, película que sí recuerdo de niña, y algunas de sus canciones más populares, poco más sé. Estoy convencida de que un verdadero fan de este personaje disfrutará más de esos detalles que para mí pasan desapercibidos y de cómo el autor los ha usado para crear coherencia a la narración.

Nadie piensa en la muerte a los quince años salvo que la muerte te obligue a pensar en ella.

Magnífico el final como cierre de todo, dando sentido a esos recuerdos tan importantes del protagonista.

En resumen, un texto que te acerca al narrador, haciéndote sentir privilegiado porque has estado allí, con él. Creo que rezuma incertidumbre, soledad, miedos, pero también, vida, en cierta manera amor y búsqueda; además de llevarnos a un lugar que fue refugio de ambos (ese Valencia de finales de los 70), por motivos distintos, pero lo fue.

Bonito, aunque no sé si es un adjetivo que otro lector utilizaría para describir esta lectura, pero para mí sí, ha sido bonito leerla. Una de esas novelas pequeñas que se hacen grandes cuando las lees.

Escribo esta historia porque escribir es la única fórmula para que las piezas encajan y el pasado adquiera sentido.

Habrá que seguir confiando en el consejo del librero.

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Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga en Pliego Suelto



Santiago García Tirado reseña Los hombres de Rusia, de Reinaldo Laddaga, en la revista Pliego Suelto:

De la quimera a la Teoría Política: sobre «Los hombres de Rusia» de Reinaldo Laddaga

Una novela de novelas solo podía haber sido concebida en una mente curtida en ejercicios cervantinos y/o borgeanos, y ese es el caso de la nueva propuesta de Reinaldo Laddaga, Los hombres de Rusia (Jekyll & Jill, 2019). Texto desbordante, inacabable, mutante, mesmérico, audaz, asume todos los aspectos de contenido y de procedimiento que el autor ha ido tejiendo en su obra previa, y que se ubica cómoda en el entorno de lo que conocemos como heterodoxia.

Literatura para adictos, novela de sobredosis, ya en las primeras páginas el propio texto despliega su prospecto de uso: será “tedioso, oscuro, imposible de acabar”. Se trata de una anticipación inteligente que sirve para poner al lector potencial ante la necesidad de dejarse arrastrar por el disparate. Eso, o desistir. No por nada el autor ha sido antes el primer lector de una historia que, no tarda en asegurarnos, es la traducción de un manuscrito. Laddaga también tiene su Cide Hamete Benengeli y se llama Aulus Gellius.

Un desfile de botarates sitia el despacho Oval

Pepe, meme popular en 4chan

Un manuscrito es un plano interpuesto entre el autor y su narración final, un recurso que ensancha la distancia con el fin de simplificar la asunción de la fantasía. Sin embargo, Laddaga ubica la zona cerode su historia en un terreno delimitado, concreto, aunque virtual: el texto llegó a sus manos tras haber investigado durante meses en el foro preferido por los reaccionarios estadounidenses, 4chan.

Explica a continuación que allí se fue encontrando con una serie de alusiones nebulosas a una inminente “Rebelión Beta” y se empapó de un supremacismo blanco que, contra pronóstico, se mostraba orgulloso sosteniéndose sobre una buena cantidad de obras y autores de pensamiento complejo. Entre las obras de referencia no era desdeñable el peso de Los devoradores de cadáveres (1976), de Michael Crichton, o el videojuego Overwatch. Todas esas aparentes informaciones dispersas habían de encontrar una explicación precisamente en el texto de Aulus Gellius.

La explicación se consigna, pues, como marco a la novela delirante que la sucede y con ella Laddaga advierte al lector de que podrá a menudo tener la sensación de estar leyendo una suma de disparates bárbaros, a la altura de las macanas con las que diversos vendedores de crecepelo a lo largo de la historia han logrado infatuar y llevar a la gloria a pequeñas tribus de dementes. Lo terrible, lo auténticamente desesperante es que lo que va reseñando Laddaga por boca de Aulus Gellius son algunos de los relatos del pasado que en la actualidad han sido asumidos por diversos ideólogos y políticos, muchos de ellos en pleno ejercicio del poder.

Reinaldo Laddaga, escritor

No tarda en aparecer en ese prefacio el nombre de Trump, aunque conviene no olvidar otros nombres que han ido definiendo el imaginario colectivo: Disney, por ejemplo, con todo lo que ha supuesto para el mundo norteamericano en cuanto a creación de un universo con unas reglas propias para la asunción y comprensión de lo real.

El cruce de lo real y la ficción devienen en una realidad nueva de raíz espectacular, algo que acaba ocupando el espacio del fenómeno y convirtiéndose así en lo único digno de ser admitido como verdad. Ahí están, para convencernos de lo que dice Laddaga, las sucesivas apariciones de Donald Trump en el World Wrestling Entertainment. Quedaría solo en una faceta golfa del supermillonario con aspiraciones políticas, si no fuera por lo mucho que se parece el Trump que pelea en vivo al que día sí y día también termina a la gresca con quienes han sido históricamente socios de los Estados Unidos. Y con toda la fauna mundial, los días que se levanta bravo. Según ese cuadro, para muchos norteamericanos nadie es más digno de ser creído que su jefe de filas, de quien esos fieles seguidores destacan su compromiso con la verdad.

El hombre que mira a las bestias mientras mira el arte

Entender Los hombres de Rusia exige previamente saber algo más de Laddaga. Por ejemplo, que es un analista atento de las múltiples formas de arte de vanguardia. Empeñado desde hace años en investigar lo que pueda tener de innovador el arte de este siglo, ha dado a la imprenta varias obras que se han constituido en referencia necesaria: Estética de la emergencia (2006) y Estética de laboratorio (2010), pero también Literaturas indigentes y placeres bajos (1999), o Espectáculos de realidad(2007), obras en las rastrea el vanguardismo en la literatura contemporánea.

Laddaga y Carrión, 2015

Conviene también recordar que su labor de picapedrero del arte lo ha llevado a él mismo a la experimentación, en obras colaborativas y de propuesta no convencional –remake, reescritura, asociación libre de imágenes y textos– en obras tan poco ortodoxas como Riplay. Historias para no creer (2015) y Cosas que un mutante tiene que saber (2013), obra esta última donde el texto dialoga con una serie de composiciones musicales igualmente rompedoras.

Ese impulso experimentador es el que conduce a Laddaga al libro que ahora comentamos, el que hasta ahora es su más ambicioso artefacto. Y el mejor acabado.

El otro foco de atención –muy conectado con este, pese a lo que pueda parecer en un primer momento– es el que ha supuesto para el autor la política actual, y en concreto las formas espectaculares de poder que han diseñado y exportado con éxito los Estados Unidos. Esa mirada política se asoma a la citada obra sobre Riplay, con todo lo que el fenómeno Riplay tiene de hibridación entre realidad y show, pero cobra dimensión plena en Tres vidas secretas: John D. Rockefeller, Walt Disney y Osama Bin Laden (2008). En una conversación, años atrás, Laddagame explicaba cómo esos tres personajes habían desarrollado un empeño común: el de magnificar sus obsesiones personales hasta elevarlas a seña identitaria de toda una cultura.

A poco que se observe el fenómeno, es fácil destacar su componente creativo. Perverso y con rasgos inopinados de heterodoxia, es indiscutible, pero con un marcado cariz vanguardista. Y vanguardia hubo también en otros personajes del S. XX que hicieron incursiones en política, como Gabriele D’Annunzio, a quien Lenin llegó a definir como el único verdadero revolucionario aparte de él mismo. Vanguardia y fascismo convergieron en Marinetti y los futuristas. Y otras variantes innovadoras del totalitarismo fueron desarrolladas posteriormente por personajes como Francis P. Yockey, CyrusTeed, Julius Evola. Y, andando el tiempo, por los ideólogos actuales de Putin (A. Dugin) y de Donald Trump (Steve Bannon).

Reinaldo Laddaga, 2019

Cada una de estas formulaciones en serie ocupa un capítulo propio en esta Historia universal del disparate que traza el libro, lo que resulta en una forma solidaria de ensayo y narración que Laddaga estira hasta llenar con ella la mayor parte del texto. Huelga decir que el híbrido funciona a la perfección.

En efecto, lo que otorga a Los hombres de Rusia su perfil heteróclito es esa combinación arriesgada: experimenta con formas extremas de narración a la vez que indaga en las mutaciones que el dislate fascistoide ha ido sufriendo en el tiempo, hasta lograr sobrevivir en la charca de la actual democracia agonizante. Formalmente, el ensayo enciclopédico y la narración se entrecruzan en una forma que difícilmente reconocerá un lector intoxicado por el discurso muelle del realismo convencional.

A eso precisamente se refiere cuando advierte que sus primeros lectores, amigos, lo habían encontrado “tedioso, oscuro, difícil de acabar”. Borges, que forjó una obra única con un procedimiento similar, le negó siempre a sus relatos la posibilidad de que ampliaran sus dimensiones hasta constituir una novela. Laddaga se lo permite a los suyos y asume los efectos estéticos que esa propuesta desencadena. En ningún momento parece preocupado por perder atractivo.

A toda forma de vida salvaje le cae bien Florida

Es también binario el juego de los planos sobre los que se traza el texto. En un primer plano, el último habitante de un lugar de pesadilla –un zoo abandonado en Estero, Florida– irá narrando la llegada de un grupo variopinto autodenominado “los hombres de Rusia” que tomará posesión de los pabellones y jaulas vacías donde antes habitaron los animales.

En un segundo plano, ese mismo narrador irá desgranando capítulos de su genealogía desde su antepasado Giuseppe Antonio Borgese, admirador de D’Annunzio, que posteriormente se casaría con Elisabeth Mann, la hija del Nobel. Y a partir de ellos irá trazando otra genealogía paralela, la de las teorías políticas en torno a un gobierno mundial, la utopía totalitaria, el triunfo final de los hombres superiores.

En esa genealogía descubrimos una idea recurrente. Según esta, el mesías venidero se identifica con el pueblo varangiano, el de hombres rubicundos, fornidos y, ante todo, puros vikingos del sur de Suecia que a lo largo de la Edad Media se fueron extendiendo por el Este hasta Kiev. En esas praderas los varangianos se dieron a conocer como los Rus y andando el tiempo se constituirían en el pueblo mítico que dio origen a la Rusia que conocemos.

La versión reducida del Beowulf que fue Los devoradores de cadáveres, de Michael Crichton, sirvió para democratizar la mitología redescubierta (y que de tiempo atrás se estaba echando en falta). Mucho pasto y recortes en Filosofía después llegaría la Alt-Right, cómo no, cargadísima de razones hasta reventar de verdad. Varias tendencias políticas en boga comparten las líneas de fuerza básicas de este varangianismo, según el cual hay una estirpe de seres superiores que deben ejercer ese estatus sin complejos, y todo lo demás es socialismo, sionismo y debilidad cerebral.

Una mirada aparte se merecen los elementos simbólicos que introduce Laddaga, algunos muy destacables, y entre ellos no es el menor el escenario escogido: jaulas abandonadas por las fieras, ahora usadas para encerrar a las esclavas sexuales, edificios ya privados de significado reconvertidos en casa de la nueva humanidad que pretende sanar al mundo.

Walt Disney y Mickey Mouse

Y todo ello en Estero, Florida, el lugar donde acabó especialmente Cyrus Teed, líder de los Koreshanos, un lugar a su vez no muy distante de aquel otro donde un visionario dibujante levantaría un mundo a su medida, el Walt Disney World, para los siglos venideros la patria donde la realidad y la ficción se fusionaron para acceder a otra dimensión, más aceptable, más verdadera. En ese lugar salvaje se asentará una sociedad alocada, cuyo destino se une al del líder y que está empeñada en devolver el orden que el mundo nunca debió perder con conceptos como la igualdad y la democracia.

En esta parte simbólica y de delirio, la narración es una muestra de la desaforada capacidad inventiva de Laddaga: un mundo abigarrado, ideas desquiciantes, un ataque continuo a la razón con efectos similares a los de una buena sobredosis de estupefacientes. Lo que en otros habría sido un alarde de manierismo, en Laddaga se reivindica como obra estable, al imbricar con éxito materia y forma en su relato.

Acabada la novela, lo que queda flotando en el aire son trazas de oráculo contemporáneo. No tanto porque la obra acuda a revelar el futuro que nos espera, sino en el sentido de que añade lucidez, inteligencia.

El dislate permanece en esta hipercompleja realidad líquida que habitamos, pero reducido a artefacto literario resulta menos temible. Más manejable, más leve.
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Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga en Alicante Plaza


Eduard Aguilar reseña Los hombres de Rusia en Alicante Plaza:

Los hombres de Rusia, de Reinaldo Laddaga, relato de una psicogeografía demente

 ALICANTE. Cuando un autor se muestra celoso de su intimidad creadora y oculta bajo múltiples capas de estrategias retóricas el estallido primigenio de la historia, el texto a veces ofrece pistas hermenéuticas que el lector interpreta a su antojo, convencido de haber encontrado la piedra filosofal sobre la que se sustenta el andamiaje narrativo: “La estrella púrpura de la que este hombre hablaba es una sustancia emparentada con esa metilendioxipirovalerona que llamamos MDPV y, en ciertos aspectos, con los productos del peyote que los mayas descubrieron. Nuestras comunidades recibieron la primera noticia de la droga cuando un joven que estaba de visita en un balneario al norte de Miami, bajo el efecto de una dosis imprudente, salió del resort en el que se alojaba, fue al pueblo donde vivían los empleados del establecimiento, y detuvo en plena calle a un trabajador que estaba de regreso de su turno. Lo acusó de haberle robado una Biblia que nunca había poseído, lo golpeó con una barra de metal que había encontrado en uno de los baldíos que eran tan comunes en el pueblo y, después de haberle quitado la ropa, se desnudó él mismo y empezó a morderle el rostro. Casi había concluído con su devoración cuando un grupo de testigos, venciendo el temor, lo detuvo”. Casi estoy convencido de que la lectura de esta noticia en la página de sucesos de un medio que podría ser USA Today, fue la chispa que llevó al rosarino instalado en Nueva York Reinaldo Laddaga a construir a su alrededor el artefacto literario titulado Los hombres de Rusia, que el olfato Víctor Gomollón ha llevado a publicar en su editorial Jekyll & Jill.

El texto citado aparece en la página 99. Hasta llegar a él, encontraremos la genealogía literaria y política de Gabriele D’Annunzio, Giuseppe Antonio Borgese y la familia Mann, la constante creación de territorios míticos en una América en constante construcción histórica, que se incardina con los movimientos seminales de la política y el pensamiento como lugar de llegada y exilio de los más variopintos personajes de la Historia. Refugio de los perseguidos por el nazismo en los años 40 del siglo XX, pero también de los propios fascistas que se reconstruyen en el Nuevo Mundo. Un flujo contínuo a lo largo de todo el siglo, que no se interrumpe y llega hasta los años 90, en los que aparecen estos hombres de Rusia, descritos por el narrador, el hijo adolescente del director de un zoo inundado en el estado de Florida, descendiente de Thomas Mann, en el que se instala aquel “contingente [que] consistía en ocho o nueve hombres (además del Líder, que nunca salía, al parecer, de la casa rodante que estacionaban en el valto galpón de las máquinas, entre nuestros inútiles tractores) y media docena de mujeres más o menos jóvenes (además de las cautivas, cuya cantidad desconocíamos). Eran, en general, altos y delgados; caminaban muy erguidos, con la cabeza hacia atrás y la espalda levemente curvada. Siempre habían llevado pantalones de una azúl metálico y camisetas con inscripciones que evocaban su peculiar sistema de creencias, pero, en los tiempos de calor, se las sacaban y dejaban ver los tatuajes que les cubrían todo el torso. Mi madre me había hablado muy mal de ellos. Son, de todas las criaturas, me había dicho, las más sucias. Después de orinar o defecar nunca se lavan. No se lavan después de copular. Pero sobre la risa que mi madre me provocaba al decirme estas cosas (ella misma, al hacerlo, se reía) prevalecía la fascinación engendrada por las historias de mi padre. Los hombre de Rusia -me decía- adoran el peligro”.los-hombres-de-rusia-2

Adolescente narrador al que se arroga el título de autor principal, mientras que Laddaga guarda para sí únicamente la figura de Cide Hamete Benengeli, de compilador y traductor que encuentra navegando por la red el texto de Los hombres de Rusia y encuentra necesario darlo a conocer, al notar las concomitancias entre lo narrado y las líneas de conexión tendidas entre el nacimiento del fascismo y la cristalización de la nueva Cultura de la derecha que lleva hasta Donald Trump: “Muy pronto me di cuenta de que Los hombre de Rusia estaba tramado a partir de antiguallas textuales que enmascaraba de varias maneras. No me resultó difícil descubrir la identidad de algunas de ellas, su origen en los escritos de J.-H. Rosny aîné y Pierre Loti, los de Rafael Cansinos Assens, Franz Kafka, Thomas Mann, Michael Crichton y, por encima de todos, Gabriele D’Annunzio”, dice Laddaga en el prefacio emparentado con el prólogo a la edición de 1605 del Quijote.

Un alucinada digresión político-literaria que acaba siendo una road fiction por los lugares recónditos de la mitología oscura de la nueva (o no tan nueva) derecha, una alegoría de ese nuevo totalitarismo bufonesco que recorre América y el mundo, que tiene el punto de partida en D’Annunzio y el barón Julius Evola, y la arribada en Aleksander Dugin, ideólogo de Vladimir Putin, que, pocos días después de la elección de Donald Trump como Presidente de Estados Unidos, escribía lo siguiente: “Los Estados Unidos son el Lejano Oeste del mundo. Es el espacio de la Medianoche. Allí se alcanza el punto final de la Caída. Este es el momento del cambio de polaridades. El Occidente se vuelve el Oriente. Putin y Trump están en dos extremos opuestos del planeta. En el siglo veinte, estos dos extremos se materializaron en las formas más radicales de la Modernidad: el capitalismo y el comunismo. Dos monstruos apocalípticos: Leviathan y Behemoth. Ahora se han vuelto dos promesas escatológicas: la Gran Rusia de Putin y la liberación de América bajo Trump. El siglo XXI finalmente ha comenzado”.

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Lola Blasco, Rafa Cervera o Adela Cortina, Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018



VALÈNCIA. Los escritores y escritoras Lola Blasco, Chema Cardeña, Rafa Cervera, Adela Cortina y Antonio Praena han obtenido los Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en sus modalidades de Literatura Dramática, Narrativa, Ensayo y Crítica y Poesía, respectivamente, fallados ayer en la Casa de Cultura de la localidad de Rocafort. Los Premios están organizados por la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) y son auspiciados y están patrocinados por el Ajuntament de Rocafort, con el apoyo de la Generalitat Valenciana.

El jurado de Literatura Dramática acordó por mayoría conceder ex aequo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 de Literatura Dramática a las obras Fuegos, de Lola Blasco, y Shakespeare en Berlín, de Chema Cardeña, editadas en 2017 por Ediciones Invasoras y El Petit Editor, respectivamente. Ambas tienen unos valores muy interesantes; son textos potentes que abordan la escritura dramática desde dos ópticas totalmente distintas, explican desde la organización. Así se ha concedido el premio a Shakespeare en Berlín, por la estructura dramática y el tema, tratado con maestría, que siendo histórico es de candente actualidad y cuya pregunta sigue vigente: “¿Tú qué habrías hecho en esas circunstancias?”. Respecto a Fuegos, por la fuerza y emotividad del lenguaje y por las potentes imágenes del texto, que interpela a lo contemporáneo: el miedo al otro, los refugiados, migraciones y exilios, desempleo juvenil, etcétera.

El jurado de Ensayo y Crítica ha concedido por su parte el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en esta modalidad a Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, de Adela Cortina, ensayo publicado por la editorial Paidós el año pasado. El jurado ha considerado que esta obra es merecedora del premio porque analiza un aspecto de la realidad, a menudo desapercibido y no reconocido, que pone en evidencia nuestras patologías sociales. El ensayo está escrito con un lenguaje claro y una argumentación muy coherente, aspectos que consiguen la atención de sus lectores durante todas sus páginas.

En cuanto al apartado de Poesía, el jurado ha decidido conceder el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 a Historia de un alma (Visor, 2017), de Antonio Praena, un libro que pone al descubierto las miserias del mundo contemporáneo a través de un personaje poderoso, sin escrúpulos, aficionado al lujo y a los excesos. Por unanimidad, el plenario de jurados ha decidido, a propuesta del jurado de Poesía, conceder un Premio Especial al poeta y académico Francisco Brines, en reconocimiento a su brillante trayectoria poética.

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Lejos de todo de Rafa Cervera Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018

La novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en la categoría de Narrativa.

Los escritores Lola Blasco, Chema Cardeña, Rafa Cervera, Adela Cortina y Antonio Praena se alzaron ayer con los Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en sus modalidades de Literatura Dramática, Narrativa, Ensayo y Crítica y Poesía, respectivamente, fallados en la Casa de CultuCUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddra de la localidad de Rocafort.

La Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) organizan unos galardones que se conceden a las mejores obras publicadas durante el año pasado y que este año han acudido al municipio por cumplirse 80 años de la salida de Antonio Machado de Villa Amparo.

 El jurado de Literatura Dramática acordó por mayoría conceder ‘ex aequo’ la distinción a las obras ‘Fuegos’, de Lola Blasco, y ‘Shakespeare en Berlín’, de Chema Cardeña, editadas en 2017 por Ediciones Invasoras y El Petit Editor, respectivamente. Ambos son «textos potentes que abordan la escritura dramática desde dos ópticas totalmente distintas», describieron los expertos.

Por su parte, en la modalidad de Ensayo y Crítica, el título ‘Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia’, de Adela Cortina, fue considerada merecedora del reconocimiento porque «analiza un aspecto de la realidad, a menudo desapercibido y no reconocido, que pone en evidencia nuestras patologías sociales». «El ensayo está escrito con un lenguaje claro y una argumentación muy coherente, aspectos que consiguen la atención de sus lectores durante todas sus páginas», dijo el jurado. No obstante, los responsables de la elección quisieron resaltar la calidad de la obra finalista ‘Las contradicciones culturales del capitalismo del siglo XXI’, de Ana Noguera y Enrique Herreras, discípulos de Cortina, que «confirma la proyección de la Escuela de Valencia».

Los encargados de decidir la distinción en la categoría de Narrativa eligieron la novela titulada Lejos de todo, de Rafa Cervera, publicada en 2017 por parte de la editorial Jekyll & Jill, por su «reivindicación literaria de Valencia sin complejos o localismos, por el viaje emocional a la adolescencia y a la idolatría que plantea, pero sobre todo por la apuesta que supone esta novela profunda y sugerente, opera prima del autor en el campo de la narrativa».

El jurado de Poesía se decantó por ‘Historia de un alma’ (Visor, 2017), de Antonio Praena, para recibir el premio de la Crítica Literaria Valencia. En palabras de los expertos, se trata de «un libro que pone al descubierto las miserias del mundo contemporáneo a través de un personaje poderoso, sin escrúpulos, aficionado al lujo y a los excesos. Historia de un alma, mediante su discurso poético, despliega una gran intensidad lírica y enlaza el lenguaje de lo cotidiano con el culturalismo posmoderno».

En este sentido, el plenario de jurados también decidió conceder un premio especial al poeta y académico Francisco Brines, en reconocimiento a «su brillante trayectoria poética».

Los Premios de la Crítica Literaria Valenciana están organizados por la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) y son auspiciados y están patrocinados por el Ayuntamiento de Rocafort, con el apoyo de la Generalitat Valenciana.

En esta edición, la número 38, estaban nominados aescritores y dramaturgos como Vicente Molina Foix, Rosario Raro, Bibiana Collado, Sergio Arlandis, Mafalda Bellido, María García-Lliberós, Antonio Cremades y Xavo Giménez, entre otros.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Diario Levante



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Abelardo Muñoz reseña la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Posdata del diario Levante (13-01-2018).

ENSUEÑO POP FETICHISMO ROCKERO

Verano de 1977: Playa del Saler. Un adolescente entabla amistad con una pareja de hermanos. Comparten la fascinación por David Bowie, el ídolo del «glamrock» que, por una casualidad, llega en tren a Valencia. Comienza la primera novela de Rafa Cervera, el prestigioso periodista musical.

La música es amor, es ensueño y es el alma de los recuerdos hermosos; «la vida sin música sería un error», escribió Nietzsche; al menos para varias generaciones de roqueros, que iniciaron su andadura sentimental en el universo yeyé de los 60, tan descafeinado, y saltaron al pop rock global de la mano de los Beatles y otras bandas planetarias. Y esta primera novela de Rafa Cervera (Valencia, 1963), destila fetichismo en estado puro; amor por la música y canto a la inocencia perdida; y una ficción pop encarnada en un personaje de su universo stardust más cool. Un tipo muy amado, por simpático, guapo y radicalmente genial. Cuando la libertad de expresión era frágil, muchos periodistas iniciaron su andadura crítica escribiendo sobre rock’n’roll. Desde José Manuel Costa y Jesús Ordovás, hasta Rafa Cervera; este último, el escritor de rock y de tendencias más interesante y documentado entre nosotros. Y a la hora de escribir su primera novela, Rafa no ha elegido otro asunto que la música, mejor dicho, un músico icono de la mejor época del pop del siglo pasado. Cervera ha alucinado con David Bowie, y casi a la manera de un alter ego, un superyó, y lo ha cruzado con el dulce tiempo de las ensoñaciones adolescentes. Con los primeros y tiernos amores y los lugares de veraneo. Novela corta, de hermoso título y rompedor diseño, de la artista Roberta Marrero (Gran Canaria, 1972); con relatos cruzados que ensamblan aventuras juveniles, claramente autobiográficas, con la ficción pura y dura que supone colocar bajo las Torres de Serranos a dos amigos muy pasotas, perdidos en la ciudad del Bowie y su colega Iggy Pop. Son los años 70, es decir, años en los que cualquier cosa podía suceder, antes de que llegara la apisonadora de lo correcto y domesticara la disidencia. Una novela pop, con fragante escenario valenciano, que recrea unas vacaciones del lejano año 1977, en el bucólico escenario del Saler, y en donde la desatada imaginación del autor, hirviente de sicodelia setentera, nos sitúa a Bowie en una secuencia memorable, en la que el cantante casi enloquece en las dunas del parque natural. Lo que podríamos llamar el síndrome Ziggy Stardust está presente en todo el libro; veneración por un disco que cambió nuestras vidas; ese friso sónico, que cuando se pinchó por vez primera en estos lares, nos hizo abrir a todos la boca de admiración, y pegar otra calada al porro para comprobar que seguíamos con los pies en la tierra. Atónitos ante un disco perfecto, sin fisuras, que anunciaba una nueva época. Un disco que hacía navegar, mucho antes que la red. Ya teníamos a un héroe privado que encarnaba todas las ansias de liberación, mental y sexual. Es uno de los picos de la narración de Cervera, cuando los amigos traducen en un capitulo especialmente conseguido, la mítica canción. I am an alligator. «Siempre seremos adolescentes porque siempre adoleceremos de algo importante», cita el autor a Mercedes Beroiz, del libro Llano de los caracoles. Novela de ambiente adolescente, tuneada por un veterano. Un ajuste de cuentas con las fantasías del pasado y una recuperación de la juventud perdida. Al tiempo que desarrolla su viaje imaginario, Cervera nos va dando claves de la vida de Bowie, en especial su fructífera relación con Brian Eno; un compositor que debe ser conocido para las nuevas generaciones como parte del disco duro de la música contemporánea más rompedora. Las recomendaciones que hace Eno a su amigo Bowie —en la novela—, no evitan que éste se pierda, subiendo las escaleras de caracol del Micalet; y protagonice otras trapisondas más o menos inverosímiles y kistch. Un relato partido en dos, un colocón de ensueños, en donde el narrador no se atreve a un encuentro directo con su fetiche privado. El tipo está enamorado de Bowie, es un mitómano sin remedio, pero actúa alejado de la ficción. Solo lo entrevé, como poseído por una timidez extrema al acercarse a su mito. Eso defrauda un poco. El narrador se recrea en el músico con barroco estilo. Describe como Bowie sale de la Estación del Norte y la gente lo mira. «El traje de franela de tres piezas que deja entrever el abrigo no logra disimular su delgadez. El sombrero de fieltro negro disipa la audacia del color de su pelo, rubial nacer en la frente para ir enrojeciendo a la altura de las sienes. Así y todo, el atuendo le confiere un aire noble». Al final, el lector se llevará una sorpresa imprevista, rúbrica perfecta para cerrar un relato. Pues como sentencia el protagonista en la página cincuenta: «Con la escritura puedes hacer algo parecido al rock’n’roll. La diferencia es que no necesitas ser adolescente para seguir haciéndolo bien».

Lejos de todo de Rafa Cervera en El Diario Vasco



Unos acontecimientos que comienzan en una habitación y se diría que terminan en la misma; un verano, el de 1977, en la Playa de El Saler, Valencia, y una primavera, la de 1976, de cuando David Bowie se encuentra sumido en una crisis artística y personal, atrapado en su adicción a la cocaína y decide aislarse para poder encontrar una salida al caos que le domina. La historia de un adolescente que entabla amistad con una pareja de hermanos, de un narrador sin nombre recordando algo de unos años que han ido borrando huellas y que escribe esta historia «porque escribir es la única fórmula para que las piezas encajen y el pasado adquiera sentido, que es como se da fin a esta historia».

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La coronación de las plantas en Ámbito Cultural El Corte Inglés


La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi

Sara Barquinero reseña la novedad editorial de Jekyll & Jill

Si algo hace importante el trabajo de las pequeñas editoriales es la posibilidad de ofrecer una apuesta original y alternativa a las voces de los grandes grupos. Jekyll & Jill (Zaragoza) se ha caracterizado por ofrecer un panorama genuino desde su nacimiento, tanto en la selección de sus textos como en su manera de presentarlos. La coronación de las plantas de Diego S. Lombardi (Buenos Aires, 1981) continúa con esa línea editorial.

La obra cuenta la búsqueda de un trompetista de jazz del herbario de August von Franken, un botánico relacionado con el nazismo. En su labor, que ya desde el principio se revela como destinada al fracaso, está acompañado de Paula, una traductora que recientemente se ha convertido en su pareja y cuya relación vemos desarrollarse a lo largo de las páginas. El texto, de una narración dispersa,  juega con los límites de una representación espacial y temporal lineal valiéndose de diversos mecanismos. El libro alterna distintos niveles de discurso: la propia narración de la búsqueda –interrumpida por unos extraños poemas–, un diario y algunos pasajes del herbario de Franken.

La estructura compleja, junto con la inclusión de ciertos personajes inquietantes (como el niño de los dientes picados, el viejo de las gallinas o la viuda de las tartas), que dotan al texto de una sensación de irrealidad, hacen de la experiencia de lectura de La coronación de las plantas algo exigente pero también muy enriquecedor: podría decirse que le pide al lector que se implique activamente para reordenar la constelación de elementos dispares, apropiándose de algún modo de ese impulso de “búsqueda” que guía al protagonista, y tal vez a cada uno de nosotros.

A lo largo de la lectura son precisamente las plantas las que sirven como hilo conductor del texto, marcando el ritmo junto con las ilustraciones de Claudio Romo (Chile,1968), que también se encarga del diseño de portada. Esta combinación entre diseño cuidado y texto con distintos registros y niveles de lectura recuerda, de alguna manera, a  títulos de la literatura posmoderna como La casa de hojas (Mark Z. Danielewski, Pálido Fuego y Alpha Decay, 2013), Z213: Exit (DimitrisLyacos, Shoestring Press, 2010) o a otro título del catálogo de Jekyll & Jill, Menos joven (Rubén Martín Giráldez, 2012).

Redacción de Ámbito Cultural

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Lejos de todo: entrevista a Rafa Cervera en la revista GQ

Jesús Merino entrevista a Rafa Cervera en la revista GQ con motivo de la publicación de su novela Lejos de todo:

 

‘Lejos de todo’: David Bowie, sueños adolescentes e inocencia perdida en la Valencia de los 70

  • El periodista y escritor Rafa Cervera –firma habitual de GQ– nos acerca a la figura del Duque Blanco desde un punto de vista inédito e intimista.
  • ¿Te imaginas a su Bowiestad en la playa de El Saler? Él sí, y lo ha reflejado en una novela apócrifa excepcional.
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Rafa Cervera. Foto ©Fotolateras

 

Mucho se ha escrito sobre David Bowie, y más ahora que se cumple el aniversario de su muerte. Sin embargo, nadie ha logrado hacer un retrato tan original y magnético del Duque Blanco como el que acaba de publicar el periodista y escritor Rafa Cervera en ‘Lejos de todo’ (Jekyll & Jill, 2017), su primera novela. En este sensacional relato apócrifo, Cervera, quien lleva años colaborando con esta casa en calidad de crítico musical –es una de las personas que más sabe de música pop de este país; palabrita de niño GQ–, entrelaza dos tramas en la Valencia de mediados de los 70 con la figura del músico británico como núcleo del texto.

Por un lado tenemos un adolescente que entabla amistad con una pareja de hermanos en playa de El Saler. Con él comparte la fascinación por Bowie. Hacia ella siente una irrefrenable atracción. Así, aislados en el escenario que impone un paisaje que actúa como un personaje más, los tres pasan a formar un extraño triángulo. Su relación se va definiendo a medida que el verano transcurre hasta convertirse en una mezcla de anhelos, secretos y sueños que acaban diluyendo el límite entre la fantasía y la realidad. Por otro lado está David Bowie sumido en una crisis artística y personal, atrapado en su adicción a la cocaína. Decide aislarse en algún lugar perdido que le permita ser anónimo y así poder encontrar una salida al caos que le domina. Dejándose llevar por el azar elige Valencia, donde se refugia durante unos días de la primavera de 1976 acompañado por sus dos amigos más fieles: Jimmy –Iggy Pop– y Coco. Una vez allí, su camino se cruzará con el de uno de los protagonistas de la historia anterior.

GQ: Bowie e Iggy Pop pasando desapercibidos por la Valencia de los 70. ¿Era ésta una situación realmente factible?
RC:
No porque, seamos sinceros, en esa época ni Iggy Pop ni David Bowie ni ninguna estrella se habría fijado en un sitio como Valencia, una ciudad provinciana y pequeña perdida en un país oscuro y maltratado como lo era entonces España. Precisamente por eso los metí en Valencia, porque no es que resulte una situación inverosímil, es que es una situación perfecta para una ficción. Si a eso le sumamos que Valencia en los setenta era un lugar donde ya se libraba la eterna lucha que todavía perdura, el folclore entendido como bandera cultural de la izquierda contra una modernidad que siempre nos quedaba grande por más que se empeñen políticos de todo pelaje en intentar convencernos de lo contrario. Poner a Bowie e Iggy acompañados por Coco Schwabb en esa Valencia es una maravillosa y dulce venganza contra la realidad. Es algo bastante cruel, si lo pienso mucho, porque en realidad, lo que hago es despojar esos escenarios de gente y dar relieve a los edificios y los paisajes. Lo demás es atrezo y figuración. No me interesaba lo más mínimo, sólo como escenario para incrustar en ello a personajes casi mitológicos como lo son estos dos. Y la verdad es que la combinación es perfecta. Porque yo los uso para explicar a través de sus ojos ciertos escenarios, pero sólo algunos. Los que me encajaban para la historia y con los personajes. No hay fallas, no hay Malvarrosa, no hay Cabañal. Sólo hay postales estupendas al servicio de una ficción.

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GQ: ¿Cuánto tiene el texto de autobiográfico?
RC:
La intención de la novela nunca fue contar mi vida. Es algo que no me apetece lo más mínimo porque ya me la sé y me aburriría mucho intentando revivirla. He usado muchos elementos que tienen que ver con mi vida, unos son muy evidentes y otros son privados. Pero eso da igual. Cuando me preguntan esto digo que este libro no es mi vida, este libro soy yo. Yo estoy en todos y cada uno de los personajes. Y con el que menos me identifico, uno de los personajes femeninos, lo que hice fue ponerle un nombre con mi apellido, para que no se librara de mí tan fácilmente.

GQ: Uno puede sentirse fácilmente identificado con el recuerdo nostálgico del personaje principal porque todos hemos pasado un primer verano de adolescente enamoradizo. ¿Cómo has logrado ofrecer un punto de vista tan universal desde una perspectiva tan personal?
RC:
La adolescencia es una etapa clave para todos. En mi caso, la recuerdo como un periodo muy confuso y doloroso porque yo, cuando mejor he vivido y más feliz he sido, fue de niño. Con la adolescencia empecé a darme cuenta de que lo bueno se había terminado y también empecé a ser consciente de lo que me esperaba. Así que lo que hasta entonces me había venido dado, que era tener un mundo propio de series de televisión (sí, yo de pequeño ya veía series y no perdonaba ni un capítulo), de dibujos animados de Warner Bros y Hannah-Barbera, libros de Walt Disney, coches Corgi de los Monkees y Batman, se acabó. Tuve que empezar de nuevo, buscar nuevos referentes para volver a tener un refugio. Entonces descubrí el rock y luego a Lou Reed y volví a sentir que estaba vinculada a algo que era para mí. Cuento todo esto porque creo que es el resorte que me ha llevado a escribir con tanta pasión sobre la adolescencia.

Y en cuanto al amor, yo en la novela veo más obsesión sexual que amor. Veo una atracción más allá de la razón, algo que toma el control de los sentidos. Ojalá mi adolescencia hubiese estado más dominada por eso y no por la noción del amor. Yo creo que he con seguido inyectar una pulsión erótica adulta a un adolescente, pero tampoco estoy seguro. Al final lo que cuenta es lo que le llega a cada lector.

GQ: Valencia es casi como un personaje más en la novela, ¿por qué decidiste darle tanta importancia a tu cuidad?
RC:
Eso mismo me pregunto yo. El otro día, un amigo asturiano me decía que si hubiese hecho lo mismo con Oviedo o Gijón ya me habrían puesto una plaza. Valencia está ahí como un personaje porque, a pesar de que he vivido casi 15 años en Madrid, es un escenario muy ligado a mi vida. El único lugar de la zona con el que mantengo una relación viva es con El Saler, que me mantiene cuerdo y en paz. El resto es como una colección de postales viejas que ya tengo demasiado vistas. Valencia y yo somos como dos amantes que hace años que terminaron pero que no pueden olvidar lo que tienen en común. Por eso está tan presente, para que quede claro que a pesar del hastío, el cansancio y la indiferencia, a mi manera la quiero. La mejor manera de demostrar mi afecto por algo o por alguien es que lo inserte en mis fabulaciones. Todo aquel que es secuestrado de la realidad y aparece transformado en mis escritos, está ahí como prueba de amor.

GQ: Si tuvieses que montar una banda sonora que acompañase la lectura de la novela, ¿qué canciones escogerías?
RC:
Sin duda estaría Low, que es el álbum que, supuestamente, va surgiendo en algunos de los capítulos de la novela. Pero yo creo que Lejos de todo se puede definir perfectamente con una sola canción, By This River, de Brian Eno. Cuando la escucho soy tan feliz, me siento tan reflejado, tan explicado por ella, que a veces creo que en realidad he escrito esta novela porque lo que quería era hacer mi propio By This River. Ese al menos podría ser el impulso inicial, porque cuando leo a Chirbes, a Marta Sanz, a Cheever, a Lucía Berlín, a Luisgé Martín, a Sara Mesa, a Agustín Fernández Mallo, a Rodrigo Fresán, a Banville, a Iris Murdoch, a Eduardo Halfon, a Vila-Matas, también quiero hacer esos libros que me dan tanto.

GQ: La historia es ficticia, pero da la sensación de que Bowie perfectamente pudo vivir una etapa como la que describes en la época que describes. ¿hasta qué punto te inspiraste en hechos reales?
RC:
Bowie se marchó a Berlín para terminar allí Low y sumergirse en un ambiente extraño que le protegiera y le inspirara. Yo he usado eso para crear una historia apócrifa, una especie de etapa breve e intermedia que supuestamente Bowie experimenta en Valencia y que le empuja a marcharse luego a Berlín en busca de nuevos aires. Como Bowie me gusta mucho no ha sido complicado documentarme al respecto. Hay cosas que suceden en la novela que en realidad sucedieron en Berlín. Otras son completamente inventadas pero podrían haber ocurrido perfectamente.

GQ: Tu primera novela. ¿Cómo ha sido el proceso que acompaña a la creación literaria? Me refiero a la búsqueda de la editorial adecuada, la edición, la revisión, la promoción… Todo esto debe ser un duro trabajo, ¿no?
RC:
Lo más duro ha sido escribirla, porque tenía miedo de no hacer lo que yo sabía que tenía que hacer. Por sus características, esta novela tenía que ser lo que es. La estructura, el planteamiento, el lenguaje. Es una apuesta que quizá para un escritor experimentado no sea en absoluto complicada. Para mí sí, porque necesitaba hacerlo bien, quería escribir literatura, si no corría el peligro de convertirme en un periodista musical que ha tenido una buena ocurrencia y la ha escrito con una cierta gracia, porque para eso está el oficio. Y no. En eso he sido ambicioso. Cuando mi querido amigo Agustín Fernández Mallo me dijo que podía estar tranquilo, entonces lo vi claro. Hasta entonces fue una lucha que, a pesar de todo, también me proporcionó momentos muy placenteros. Recuerdo perfectamente cuándo se me ocurrió el epílogo, que es determinante en la novela, cómo lo escribí y en qué momento, la facilidad con la que brotó.

Momentos como ese no los olvidaré jamás porque es cuando sabes que la narración fluye. Conseguir editorial tampoco era una tarea fácil, pero he tenido suerte. Jekyll & Jill siempre fue una de las primeras opciones y he tenido la gran fortuna de acabar publicando ahí. Me siento como en casa, con el privilegio de compartir catálogo con autores a los que admiro y formando parte de una labor exquisita. Trabajar con Víctor Gomollón, el responsable del sello, es una de las mejores cosas que me ha ocurrido jamás, a nivel profesional y a nivel humano. La promoción no es dura, quizá porque tampoco tengo un nivel de compromisos que me hagan odiarla. Me parece estupendo poder estar hablando de algo que para mí es tan importante. Lo único que sí me asusta un poco es que en algún momento que estoy hablando en público cierro los ojos para no perder el hilo de lo que estoy diciendo y luego, cuando me veo, me acuerdo de Jordi Pujol.

GQ: Ahora que has cogido ritmo, ¿para cuándo una segunda novela?
RC:
Ahora que veo que no se me da mal y que además tengo un hogar editorial en el que mis propuestas tienen cabida, habrá más ficción mía. No es que tenga muchas cosas que decir, o quizá sí y solamente seré consciente de ello con el tiempo. Pero sí, aún me quedan un par de libros de ficción más en la cabeza. Y el próximo no tardará demasiado en llegar. Estáis avisados.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Alquimia Sonora


Amalia Yusta reseña la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Alquimia Sonora:

Cuando Rafa Cervera soñó a David Bowie

El escritor y periodista valenciano publica su primera novela de ficción con Bowie como invitado.
“Lejos de todo” (Jekyll & Jill, 2017) es el sueño de Rafa Cervera. El sueño de sus querencias musicales, de sus debilidades emocionales y de una ficción verosímil. ¿Y si Bowie se dejara caer por El Saler? ¿Y si unos adolescentes comenzaran a “vivir” vestidos con las ansias de fans irredentos? Una primera novela que precisamente estos días se torna necesaria a ojos de la melancolía “bowienesca”. Bowie nos decía adiós el 10 de enero de 2016 y la sombra brillante de su genialidad radica en todos aquellos que se acercaron a su obra. Y entre ellos el propio escritor.

Una época de descubrimientos, tanto personales como culturales: la adolescencia. Una ciudad: València. Y tres personajes que, lejos de convertirse en los fantasmas deseados que cualquier chico, cualquier chica quiere encontrarse, hilan los deseos y las pulsiones de otros tres personajes que, paralelamente, se dejan llevar por la potencia de las composiciones del de Brixton. Rafa, El Regónzer y la hermana de este, Cala Cervera descubriéndose en época de cambios y Bowie, Jimmy (IggyPop) y Coco, asistente de David. Dos tríos, dos años prácticamente en paralelo en los que acabar encontrándose y ese tono melancólicamente familiar que riega toda la novela.

Una melancolía asociada a la propia adolescencia. A las incógnitas que el propio proceso de crecimiento aparecen en todos nosotros. El protagonista, el alter ego de Rafa Cervera, comparte sus descubrimientos musicales, se encuentra ante la imagen de una chica en la que encontrará ese deseo primigenio e inocente propios de su edad e intenta descifrar cuál es su lugar en el mundo. El mundo onírico de la música, de los trabajos de Bowie, y ese deseo oculto de querer conocer a los ídolos… ¿Quién no ha fantaseado alguna vez en plena adolescencia con encontrarse, por casualidad, con alguno de los personajes que abarrotaban las paredes de nuestras habitaciones?

En la novela subyace la familiaridad de haber sobrevivido a la adolescencia, de haber compartido situaciones muy parecidas. Pero también, como uno personaje esencial en la concepción de la historia, València. La propia ciudad como un personaje determinante más que como una localización aleatoria. Ni Bowie ni Coco ni Iggy pasaron una temporada en la ciudad del Turia, pero si así hubiera sido, les habrían sorprendido los mismos espacios que Rafa Cervera incluye en su texto. Desde El Saler, la Estació del Nord, el Palacio del Marqués de Dos Aguas, la Plaza de la Vírgen… Lugares comunes para muchos de los lectores en los que poder materializar las angostas figuras de David, Iggy y Coco.

Con esa mirada inocente (o cada vez menos inocente) es con la misma mirada con la que el lector comienza a encontrar su lugar en la novela. Lugares transitados y momentos que se han instalado en el colectivo de todos nosotros. Rafa Cervera consigue atrapar al lector y llevarlo a ese mundo de finales de los ’70 para sorprenderlo de la misma forma que el protagonista se sorprende. Esas miradas con los ojos completamente abiertos son las que hacen que sintamos la emoción que El Regónzer cuando cree haber visto a David Bowie en Valencia, y abrir también nosotros los ojos como si paseáramos por la Plaza de la Vírgen y nos lo encontráramos. Para ello, el escritor adopta un estilo que no nos resulta lejano: el propio estilo al que Rafa Cervera nos ha acostumbrado durante todos sus años de trayectoria profesional. Y si a un estilo cercano y directo, sin grandilocuencias efectistas, se le añade la pasión con la que habla de sus propios ídolos (de adolescencia o no), el resultado es “Lejos de todo”.

Un libro que no nace tras el fallecimiento de David Bowie en 2016, sino que se reactiva por el propio dolor, el vacío o la horfandad emocional en la que nos sumió su pérdida. Rafa Cervera, como el mismo fan protagonista de la obra, reavivió su ficción a golpe de cada lágrima derramada por el artista. Por eso hay un halo de emoción implícito más allá de sus propias páginas al enfrentarnos ante su portada (con ilustración de Roberta Marreno). “Lejos de todo” es una novela a través de la cual nos reencontramos con nuestra propia imagen adolescente, con las pérdidas, con el poder de las canciones, con la locura de compartirlas, con Iggy, con Coco, con los mitos y leyendas de los artistas, con el rock y, en definitiva, con la vida. Cuando Rafa Cervera soñó a Bowie y nos hizo partícipes de la ensoñación.

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Julio Fontán Jr. reseña Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín



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Julio Fontán Jr. dedica una excelente reseña a Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en Goodreads:

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín
«Como un chamán, Julio Fuertes grita, danza y patalea alrededor de una hoguera contándote esta historia histérica, caótica y autoconsciente, cogiéndote a menudo del pelo gritándote, como si fuera el propio Isidoro, «¡¿Lo pillas?! ¡Escucha esto, joder, es importante!», y, mientras lo escuchas, hace aspavientos mostrándote el panorama. Te enseña las ruinas de la humanidad y te explica cómo la nueva humanidad se construye sobre esas mismas ruinas. Te enseña dónde has crecido para explicarte por qué morirás.
La fábula es totalmente autoconsciente, pero no metanarrativa, lo cual era difícil de evitar al depender tanto de que el lector entre en el juego de su falta de lógica interna (la cual constituye, a su manera, su propia lógica interna (planes dentro de planes dentro de planes)), porque la posibilidad de evidenciar una serie de reglas para que fueran asumidas desde un principio estaba ahi, pero Fuertes pasa del camino fácil.
Rodeado de esos personajes excesivos y maniacos, liderados por el maravilloso Isidoro, un Max Estrella mefistofélico (¿veis cómo aquí yo sí he tirado por el camino fácil?), el lector se engancha al cinturón de Wynston para vivir esa odisea enloquecida por las calles de ESPAÑA (las mayúsculas son necesarias: ESPAÑA es la fábula y la fábula es ESPAÑA), por donde todas las posibles agarraderas le son negadas. O entras o sales, pero no hagas tapón. Y es una gozada dejarse llevar por esos ríos mientras la fábula te señala con dedo acusador las ruedas de molino con las que comulgas a diario, mucho mas difíciles de digerir (y con más gluten) que las hostias que te da la misma novela. Te coge del pelo y te grita: «¡¿PERO TÚ SABES QUIÉN ES TU PADRE?!», pero nunca te lo dice. Porque tampoco tiene ninguna intención. A la fábula se viene a jugar. Y joder, amigo, qué juego.»

Rafa Cervera escribe sobre Bowie en Valencia Plaza



Rafa Cervera escribe sobre la vida sin Bowie en su sección Los recuerdos no pueden esperar, en CulturPlaza (Valencia Plaza).

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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Año II después de David Bowie

VALÈNCIA. El próximo 10 de enero comienza el año II después de David Bowie. Su muerte no ha hecho más que incrementar su presencia en nuestra vida cotidiana. Nadie pudo prever que su desaparición tendría semejante efecto. Y sin embargo, ese efecto es completamente lógico. Atención: este artículo contiene un spoiler o dos.

A medida que concluye la secuencia final del tercer capítulo de Mindhunter, comienza a sonar una canción titulada ‘Right’. Aparecen los créditos y la voz y la música de David Bowie siguen escuchándose, creando una sensación turbadora. Desde el 10 de enero de 2016, cada vez que una canción de Bowie es extraída de su contexto natural (un disco, un concierto, una playlist), esta llega revestida de una nueva carga emocional. Antes de esa fecha se trataba sobre todo de canciones, ahora también son mensajes de ultratumba. Es lo que ocurre con ‘Five Years’ en un capítulo de Fear The Walking Dead, y también al despedirse Ray Donovancon ‘Rock & Roll Suicide’. Las canciones de Bowie han sido incorporadas a películas y series docenas de veces, pero desde su muerte, lo que canta parece provenir de otra dimensión. Nada que ver con Seu Jorge versionándolo a destajo en The Life Aquatic de Wes Anderson, porque cuando se estrenó, Bowie estaba vivo. Nada que ver con los homenajes de American Horror Story y el personaje de Elsa Mars encarnado por Jessica Lange, porque cuando se emitió, Bowie aún no había muerto. Nada que ver con esas otras canciones suyas sonando en capítulos de Los Simpson, Dexter o Mad Men, todos ellos anteriores a enero de 2016. Nada ha cambiado. Todo ha cambiado.

Año cero

Según la acertada definición que hicieron Nacho Canut y Alaska cuando el ídolo murió, el año que acaba de comenzar sería el año II después de Bowie. Dos años. En el siglo XXI, ese tiempo puede ser el equivalente a media vida. Cada vez que vayamos adentrándonos en el futuro, iremos descubriendo nuevos matices al analizar la cuestión de nuestro mundo sin Bowie. Por ahora, el gimoteo masivo se ha ido apagando. Cada tanto hay un ilustre difunto al cual llorar; como se trata de que nos compadezcan, vale prácticamente cualquiera, el único requisito es que sea conocido y críe malvas. Ahora que el llanto general por Bowie es menor y algo lejano, resulta algo más fácil intentar vislumbrar por qué resulta tan profundo ese vacío. Por qué escuchar ‘Right’, que me ha acompañado cientos de veces, me conmueve de una manera tan inesperada. Posiblemente sea porque aparece al final del capítulo de una serie, que siempre es un momento muy emocional. Pero también porque, de golpe, la canción me recuerda que su autor está muerto.

Agente Philip Jeffries

Llevo más de dos años analizando los motivos de esa devastación, que para mí comenzó a finales de 2013 con la muerte de Lou Reed. Es un sentimiento privado y personal, pero a la vez, es algo que le ocurre a más gente, quizá no a tanta como parece. Le ocurre a Loles, lo sufre Remi, le pasa a Juande o le pasa a Paula a la cual no conozco pero que el otro día comentaba en Twitter que temía el momento en que empezaran a aparecer artículos como este. El 10 de enero de 2016 Bowie protagonizó su propia versión de The Leftovers. Desapareció repentinamente, casi inexplicablemente, de este mundo con un involuntario golpe maestro. Un acto digno de Houdini, sólo que realizado a la inversa. El colofón de una carrera que, salvo en unos episodios muy concretos, fue monumental. Oímos el rumor desde el control de tierra y muchos pensamos, no, no digas que es cierto. La despedida ha concluido pero la sensación de ausencia es perenne. Cada tanto algo nos recuerda que el personaje que durante más tiempo amplió el poder y la semántica de la música pop, se ha ido para siempre. En la tercera entrega de Twin Peaks,  David Lynch le homenajeó a su eléctrica manera. Phillip Jeffries, personaje con una  brevísima aparición -y mucho más misteriosa desaparición- en Fire Walk With Me, adquiría un papel fundamental. Al igual que ha ocurrido con Bowie, Jeffreys está presente en la serie sin aparecer apenas en ella. Al igual que dicho personaje, viajó a un rincón del universo desconocido para nosotros.

Año uno

La muerte de Bowie duele porque dejó un poco más solos y vulnerables a aquellos que le seguimos con fascinación. Con su obra nos ayudó a contemplar el mundo al que pertenecemos. También logró que este resultara más soportable. El filósofo Simon Critchleyexplicaba en el ensayo David Bowie que “fue alguien que hizo de la vida algo menos trivial durante un periodo de tiempo tremendamente largo”. Luego corroboraba lo que el propio artista dijo en ‘Blackstar’: “No soy una estrella de pop”. Para Critchley, para mí y para sus fans, fue mucho más que eso: “Fue alguien que, simplemente, nos hizo sentir vivos”. Lo hizo, por ejemplo, al intentar describir la confusión que nos asedia sin descanso, en ‘Life On Mars?’ (“mira al hombre de la ley golpeando al tipo equivocado”) y mientras lo hacía, nos daba pistas para que intentásemos esbozar nuestra propia poesía. Es el horror de saber de qué trata este mundo, dijo en la letra de ‘Under Pressure’. Es la lucha entre lo sublime y lo horrendo, la sensatez y la paranoia, la inocencia y la malicia, y la inevitable desesperación para intentar discernir una cosa de la otra. Bowie, como cualquier otro artista de la música pop, implica muchas cosas –diversión, fantasía, osadía-, posibilidades que se convierten en armas y refugios para intentar comprender la vida. Su muerte plantea una cuestión alrededor del enigma que nadie sabe contestar. Él también se hizo esas preguntas mientras estaba aquí, y las expresó a través de su obra. Ahora que quizá sepa las respuestas, no nos las puede contar.

A nivel personal, la muerte de Lou Reed fue un acontecimiento desolador. Aunque sus problemas de salud habían sido difundidos públicamente, nunca me planteé que pudiera fallecer. Fue el artista que me alumbró en la oscuridad y la confusión de la adolescencia y me hizo ver que había un espacio en el cual, algún día, yo podría ser la criatura que estaba llamado a ser. A partir de cierta edad, la muerte deja de ser una fantasía para pasar a formar parte de lo cotidiano. La de Lou Reed marcó un punto de inflexión. Dos años después, la desaparición de Bowie corroboró que así había sido. Aquellos que me proporcionaron fe, autoestima, felicidad y conocimiento, también se van. A los 50 años posiblemente no los necesite tanto como a los 16, pero sí que necesito que sigan aquí, conmigo. Pero se van.  Después de habernos ayudado a entender y soportar la vida y la muerte, se van.

Año dos

La muerte de Bowie me impulsó a recuperar una novela cuya reescritura había abandonado. Sabía que, trabajando en la dirección correcta, podía sacar de ella la historia que necesitaba hacer. Él era uno de los protagonistas de la trama, una ficción que transcurre en València y El Saler. Es una historia de inocencia y perversión que construye una versión paralela de lo que pudo haber sido mi adolescencia. Mi adolescencia transcurrió en la playa de Pobla de Farnals. Eran pósteres de Lou Reed lo que había clavados en las paredes de mi habitación. Escuchaba sus canciones e indagaba en sus letras como podía, yo solo, en mi cuarto, con la ayuda de un diccionario de inglés americano que me trajo mi padre de un viaje a Estados Unidos. Escuchaba  a Reed con fervor y, a medida que su mundo me absorbía, fantaseaba con encontrármelo por Valencia, de incognito, como si hubiese decidido viajar hasta un sitio tan remoto sólo para darme la oportunidad de que me cruzase con él. Lou Reed fue el filtro que elegí para interpretar la realidad. Las primeras decepciones sentimentales. Los interrogantes del sexo. Los caprichos del alma humana. Lou Reed fue la puerta para cruzar al otro lado de la realidad. Si ingresaba allí, me decía mi instinto, podría empezar a ser yo mismo a pesar de todo. Cuarenta años después he publicado una novela que habla, entre otras cosas sobre eso. Si Lou Reed no hubiese existido, seguramente jamás la habría escrito. Si David Bowie no hubiese muerto, seguramente nunca la habría terminado.

El Saler es un buen sitio para muchas cosas, por eso lo elegí como escenario de ciertas escenas de la novela. Es un lugar perfecto para mirar, pensar, y no tener prisa para hacer nada. Es un sitio idóneo para perderse y olvidarse del resto del mundo, que acaba precisamente allí mismo. Un territorio impregnado por el sexo que se practica secretamente en sus bosques y  dunas, un contrapunto de carnalidad en medio de la belleza mística del paisaje. El Saler también es un buen sitio para ser invisible y llorar. Para escribir. Para vivir lejos de todo, anotando cosas en una libreta que sabe más de mí que nadie en el mundo. Un remolino de silencio en el cual sumergirse para soñar con lo irreal, como cuando tenía quince años. Para escribir sobre una mañana de verano, cuando la niebla flota a ras del suelo. Y a medida que esta se disipa y el sol se va elevando sobre las copas de los pinos, ver a David Bowie, despertando aturdido de un letargo. Está torpemente atado al tronco de un pino, rodeado de otros árboles y plantas. No muy lejos, en una situación similar, está Lou Reed. Al despertar contempla la vegetación que le rodea mientras intenta recordar qué le ha ocurrido y se deshace de la cuerda flácida que apenas le mantienen sujeto al tronco. Hay un tercer hombre que abre los ojos después de haberlos tenido cerrados más tiempos del que puede calcular. Andy Warhol balbucea algo mientras se desprende de las inocentes ligaduras y comienza a caminar colocándose bien la peluca. Los tres saben algo que ningún ser vivo puede saber. Si me quedo quieto donde estoy, acabaremos encontrándonos y me lo contarán.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en la revista ICON



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Íñigo López Palacios reseña Lejos de todo, de Rafa Cervera, en la sección El Culturista de la revista ICON (número 47, enero 2018).

RAFA CERVERA
Lejos de todo
(Jekyll & Jill)
¿Escribe del libro de un amigo? Eso está feo. Cierto, lo confieso, conozco a Rafa hace un porrón de años, pero soy su lector desde mucho antes. De adolescente devoraba con admiración sus artículos. Algunos me marcaron tanto que soy capaz de recitar frases de memoria. ¿En serio? Lo prometo. Rafa fue desde el principio, en los ochenta, un periodista musical que escribía como los ángeles. Un tipo con una prosa brillante e ingeniosa. Con ritmo, capaz de ser tierno y caústico. Esta primera novela suya debería haberla escrito mucho antes. ¿Y de qué va? De sus obsesiones. De su ciudad, Valencia, a la que volvió hace años. De David Bowie, representación de aquellos mitos del rock de los setenta que eran personajes lejanos y fascinantes. De un hipotético viaje de incógnito de Bowie a Valencia en 1976. Y de su formación, de esa adolescencia en la que todo era tan nuevo y a la que debe lo que es hoy. (i./. p.)

Lejos de todo de Rafa Cervera en El País



 

Rafa Cervera posa en la redacción de EL PAÍS. GEMA GARCÍA
Rafa Cervera posa en la redacción de EL PAÍS. ©GEMA GARCÍA

 

Fernando Navarro escribe sobre Lejos de todo, de Rafa Cervera, en El País:

Fabulando con David Bowie

El crítico musical Rafa Cervera escribe ‘Lejos de todo’, su primera novela, ambientada en una Valencia postfranquista con el músico como inspiración

Para los habitantes de la república invisible de las canciones, todo lo importante sucedió dentro de los acordes, como templos sagrados fueron aquellas habitaciones cuyas puertas les protegían como si fueran “trincheras”. En palabras del chaval “extraño y fuera de contexto”, protagonista de Lejos de todo, la novela del crítico musical Rafa Cervera (Valencia, 1963), los mejores momentos de un mundo “hecho de soledad” llegaban cuando su héroe musical se ponía a cantar: “Quería creer que David Bowie emergería de este muro estucado en blanco para sacarme de aquí”. El anhelo de ese chico, perdido en mitad del verano de 1977 en la Playa de El Saler, ha sido un sentimiento universal en los corazones de tantos adolescentes que pisaron por primera vez la patria mostrada por Bowie, como si, al igual que Mayor Tom, pudiesen pasearse por la luna y las estrellas.

Bowie como inspiración, aunque podría ser cualquiera de los colosos musicales que han creado su propio y fascinante territorio artístico, prendido con fuego en existencias desorientadas, como confiesa el autor de Lejos de todo: “Si la novela fuese mi autobiografía, el que estaría en el poster sería Lou Reed, en la foto del disco Rock’n’roll Animal. Pero Bowie ha sido y es muy importante en mi vida. Lo meto porque me venía muy bien para la historia de adolescentes que quería contar”.

Cervera, firma habitual de EL PAÍS y referente en el periodismo musical desde los ochenta en publicaciones como Ruta 66, debuta en la literatura de ficción con un libro que diluye la fantasía y la realidad para cruzar las historias de un adolescente “confuso que se creía que era único” y un David Bowie que, atrapado en su adicción a la cocaína, acaba en Valencia con el fin de salvaguardarse del mundo acompañado de dos fieles amigos, uno de ellos un tal Jimmy, también conocido como Iggy Pop. “El Bowie que meto en la novela es una persona que está en crisis, que necesita cambiar y buscar soluciones, y refugiarse de sí mismo. Algo que le pasó en la vida real”, explica Cervera. “Me venía muy bien para hablar de la melancolía, la soledad y la pérdida”, añade.

Entre 1976 y 1977, años en los que transcurre el libro, Bowie realmente se escondió en las montañas del norte de Suiza, junto al lago Lemán. Fue un período de gran exploración personal, en el que se interesó por la música clásica, la literatura y la pintura, con especial amor por el arte expresionista. Pero para Cervera lo importante es “fabular”, situando al genio británico en su tierra natal, con la idea de revivir a través de la escritura esa sensación irrepetible en la que, como dice su protagonista, “la vida era algo nuevo, extraordinario y también inquietante”. “No era una necesidad volver a esa etapa, pero sí que era un territorio que me apetecía explorar. De cuando había pasión y te fundías con las voces que te inspiraron”, dice. “Es duro volver a la inocencia. A una inocencia que yo ya no tengo. Ya no soy ese. Es duro y doloroso volver a cuando descubriste quién querías ser. Entonces, estábamos completamente vírgenes y necesitados de algo que nos dijese: ‘Mira, como no eres buen estudiante, eres un desastre como deportista, ni sabes tocar la guitarra… no te preocupes porque está la música’. Esta gente te enseña el camino. Quieres seguirles y ya veremos luego a ver qué pasa”.

Cervera tardó ocho años en acabar la novela y también fue duro encontrarse durante el proceso de creación casi acabado con la muerte inesperada de Bowie. “Fue tremendo. Pero quise tener lealtad a alguien que me ha estado cantando al oído”, confiesa. Retomó el manuscrito inicial, lo cambió y reescribió la historia, colándose “más melancolía”. “Escribir es como una venganza contra la realidad. Cuando haces ficción, eres una especie de Dios. Puedes decidir cómo funciona ese mundo, colocas a los personajes y les dices cuando hablan o callan. Tienes el dominio de todo”, señala. Exactamente igual que cuando estás dentro de las canciones, como cuando eres un habitante de esa república invisible a la que Cervera, con el impulso de Bowie, le ha dedicado una oda literaria tierna y absorbente.

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Rubén Martín Giráldez recomienda La coronación de las plantas de Diego S. Lombardi



Rubén Martín Giráldez recomienda La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, en el artículo Traductores, libros y lecturas para compartir, en Llanuras.

«La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi (Jekyll & Jill, 2017):
Si pudiese hacerle un blurb sería malsano como la vida misma; algo así: «Blavatsky, Crowley, Szentkuthy y —por romper la tónica de la y— un horror digno de la Posesión de Zulawski se dan carta negra en esta “vid de las entrañas” para que La coronación de las plantas cobre ultracuerpo transustanciada en giallo su carne y espesada su sangre con trífida, demónica herbalife». Poco estupendo me he puesto.

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Entrevista a Diego S. Lombardi en ABC



Inés Martín Rodrigo entrevista a Diego S. Lombardi con motivo de la publicación de su novela La coronación de las plantas. En el diario ABC:

El selfie que Diego S. Lombardi dedica a ABC Cultural
El selfie que Diego S. Lombardi dedica a ABC Cultural – ABC

 

DARÁN QUE HABLAR

Diego S. Lombardi: «En Facebook a veces florece lo más imbécil de nuestra condición»

Su novela «LA CORONACIÓN DE LAS PLANTAS» es de lo más inusual y mejor que este año se ha publicado en España
¿Cuáles son sus intereses como escritor?

Ejercitar nuestra capacidad creadora, utilizar el lenguaje como herramienta mediúmnica para hacer manifiesto lo subyacente; explorar sus límites con intención de transgredir las estructuras, buscando un estilo propio y transitar los resquicios donde se manifiesta lo numinoso e impera la contradicción, la fusión y el caos. Reelaborar fantasías, vivencias y conceptos y desarrollar historias y mundos que, por su semejanza o contraste, tengan algo para decir de nosotros.

¿Y como lector?

Depende del ánimo y las inquietudes. A veces sólo busco información dura; otras veces, la sorpresa, la belleza, el horror, que me sumerjan en una manera nueva de ver las cosas, pues tal vez sea ésta la más importante de las utilidades prácticas de la lectura, la capacidad de acercarnos, aun con las limitaciones del medio y aunque sea por instantes, al lugar de otro.

Sobre procesos, fractales, costumbrismo, los distintos grados de conexión e intercambio que existen entre las diez mil cosas, la perplejidad que causa lo desconocido, el malestar en la cultura, la resonancia de la voluntad en la construcción de la realidad, el desamparo de estar a merced de fuerzas inmensurables.

¿Dónde ha publicado hasta el momento?

Mi primera novela se publicó en Cuba por editorial Arte y Literatura tras ganar el premio ALBA de Narrativa. Mi segunda novela, en España y por Jekyll & Jill. También he participado con cuentos y relatos en algunas antologías y revistas.

¿Con cuáles de sus «criaturas» se queda?

Con la criatura que forman todas ellas.

Supo que se dedicaría a esto desde el momento en que…

Resulta difícil de establecer por tratarse de un proceso paulatino, aunque el desconcierto de mis tempranos veinte y la frustración de una vida laboral cutre, amparados por el realismo sucio, inspiradoras lecturas beat y el narcótico spleen de Baudelaire, fueron quienes tal vez me condujeron a escribir cuentos y poemas con un compromiso inédito hasta aquel momento. Creo que así fue como comenzó el asunto, aunque escribir sea una actividad que irrumpe en mi vida de modo caprichoso, en oleadas de intensidad abrumadora y durante breves periodos de tiempo.

¿Cómo se mueve en redes sociales? ¿Qué perfiles tiene?

Tengo un perfil de Facebook que utilizo para informarme y distraerme. Soy un usuario bastante austero, aunque puedo tener brotes de entusiasmo que se desvanecen casi al instante frente a una plataforma que censura contenidos y continúa rigiéndose con moralinas victorianas, donde por momentos resulta inevitable que, tamizado por anuncios publicitarios, florezca lo más imbécil de nuestra condición.

¿Qué otras actividades relacionadas con la literatura practica?

¿Visitar bares?

¿En qué está trabajando justamente ahora?

Me encuentro realizando una investigación acerca de la posibilidad de establecer vínculos con energías contenidas más allá del tiempo y la materia, abocado a otorgar cualidades animistas a los distintos elementos de la ciudad, a encadenar figuras geométricas sobre atmósferas cósmicas mediante progresiones de acordes y oír revelaciones en el silbido del sable cortando el aire con un certero nukitsuke.

¿Cuáles son sus referentes?

Diré tres nombres, los primeros que aparezcan en mi mente: Lao Tse, Miles Davis, Mónica Bellucci.

¿Y a qué otros colegas de generación (o no) destacaría?

Me resulta muy difícil elegir alguno pues son muchos y la verdad es que casi no los conozco.

¿Qué es lo que aporta de nuevo a un ámbito tan saturado como el literario?

Sería pretencioso y risible que yo lo dijera. Mi aporte es otro registro del infinito territorio que abarca la existencia. Un intento más de explicarnos.

¿Qué es lo más raro que ha tenido que hacer como escritor para sobrevivir?

Por supervivencia y trabajo de campo incursioné en lugares de lo más disímiles, aunque no creo haber hecho nada especialmente raro o que no se haya visto en el cine.

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Alfonso Cardenal entrevista a Rafa Cervera en Sofá Sonoro



Alfonso Cardenal entrevista a Rafa Cervera en el programa Sofá Sonoro de Cadena SER con motivo de la publicación de la novela Lejos de todo:

Cuando Bowie se refugió en El Saler

El periodista musical Rafa Cervera debuta como escritor con ‘Lejos de todo’

David Bowie durante un concierto en Detroit en 1976David Bowie durante un concierto en Detroit en 1976 / GETTY IMAGES 

Tras una vida escribiendo de música, Rafa Cervera debuta como novelista con Lejos de todo, un relato evocador y melancólico sobre la adolescencia y los descubrimientos que se producen en esa etapa. El primer trabajo narrativo del escritor valenciano se construye alrededor de un surrealista viaje de David Bowie a El Saler en compañía de su asistente y de su amigo Iggy Pop. Una novela escrita con mimo y gusto que refleja experiencias vitales del autor y sentimientos lejanos que cobran vida en un relato que habla de música, de pasiones y de descubrimientos.

¿De dónde surge tu amor por Bowie?

Bowie empezó a gustarme tarde. Con esto quiero decir que lo mío no fue un amor apasionado y adolescente, como me ocurrió con Lou Reed y Warhol y los miembros de Velvet Underground. Ese era el universo que me absorbía. Y después, Patti Smith y todo el punk neoyorquino. Bowie llegó después. Escuché Ziggy Stardust y David Live y empecé a encontrarle la gracia. Hasta entonces me parecía un personaje muy teatral y un poco exasperante porque parecía que, si querías ir más allá de los Stones o los Beatles, entonces tenías que ser de Bowie. Y yo, que le era muy fiel a Lou Reed decía, “este tío no es para tanto, el que mola de verdad es Lou”.

Cómo viviste la muerte de Bowie

Con mucha tristeza. Sé que no es fácil explicar esto pero voy a intentarlo. Todos los días muere gente de una manera injusta, terrible, gente inocente que es víctima del horror que hemos potenciado en este mundo. Artistas como Bowie funcionan como filtro y también como antídoto a eso. Hablamos de Bowie pero podríamos decir lo mismo de Woody Allen, Paul Auster, Sabina, qué sé yo. Se trata de gente que crea un universo que te ayuda a convivir con la realidad, a entenderla, a soportarla. En el caso de Bowie, su proyección era fantástica en el sentido más literal de la expresión. No era sólo música y letras, era también los vídeos, las portadas, la proyección que él hacía de sí mismo. Seguir a Bowie era excitante, era un aliciente a la vida, y si además acertaba de lleno, como ocurrió con The Next Day, entonces era perfecto. Me enteré de su muerte por la app de la SER y empecé a llorar. La muerte de Lou Reed me costó más asimilarla porque era demasiado tremendo para ser cierto. Creo que la muerte de Lou Reed fue como un punto de inflexión, se abría un nuevo escenario. La muerte de Bowie fue la constatación de que esto era así. Si Lou Reed había muerto, ya todo era posible. Es una sensación que también tiene que ver con el hecho de llegar a determinada edad, esa edad en la que los que son mayores que tú empiezan a marcharse.

Si no hubiera sido él e Iggy los protagonistas de tu libro, ¿a quién hubieses elegido?

Solamente podía ser Bowie. En el fondo, lo he usado para hablar de mí. Me he valido de sus circunstancias en una época determinada, para secuestrarlo y traérmelo a un terreno que conozco muy bien, que es la ciudad donde nací y el lugar donde vivo ahora, que es la playa de El Saler. Bowie confuso y deprimido en 1976 es una máscara para hablar de mi tristeza y mi confusión. Tristeza porque nunca me ha resultado fácil encajar en el mundo y a medida que me hago mayor veo que esa perplejidad no se va, al contrario, aumenta. Pero la escritura es una gran defensa para este tipo de cosas, y también un arma. Cuando acabé de escribir el primer borrador de la novela, en 2008, me di cuenta de que donde tenía que estar era lejos de todo, en El Saler, un lugar desierto y apacible la mayor parte del año. ¿Podría haber sido Lou Reed uno de los protagonistas de esta novela? Yo creo que no, que en todo caso podría haberlo sido de otra. En cuanto a Iggy, en 1976 y 1977 estaba muy unido a Bowie, viajaba con él, grababan juntos; Coco fue su asistente y amiga desde 1974 hasta el final de sus días. Veía bien que fueran tres porque la otra historia también tiene tres personajes. En ambos casos, dos personajes masculinos y uno femenino. Ese reflejo me gustaba y también me obligó a buscar nombres poco habituales para los adolescentes. Si unos personajes se llaman David Bowie, Jimmy o Coco, los otros no pueden llamarse Ana o Fernando. Así que usé el nombre de Cala Cervera, que me hizo mucha gracia cuando se lo escuché a un amigo. Y en cuanto a El Regónzer, es una expresión acuñada por una amiga. Parece que sea vasco, pero en absoluto, es invención pura.

Después de tantos años escribiendo de música por qué crees que la novela ha surgido justo en este momento.

El grueso de Lejos de todo ya estaba escrito cuando murió Bowie. Era un texto imperfecto y estaba en un cajón. Su muerte me hizo retomarlo. A medida que fui reescribiéndolo me di cuenta de que lo tenía, de que la historia estaba ahí. Era cuestión de quitar paja y pulir, pulir mucho. E inevitablemente, a medida que tenía lugar todo ese proceso, que ocurrió entre abril y septiembre de 2016, se fue filtrando el luto por Bowie. Y se mezcló con la melancolía que ya anegaba la novela. Para mí era muy importante hacerla como tenía que hacerla y que viera la luz en la editorial adecuada. Ha salido ahora porque es cuando estaba bien, cuando era literatura, cuando el lenguaje estaba cuidado y equilibrado. Un libro así, o está bien hecho o es un fracaso, porque, de entrada, trata de hacer verosímil lo inverosímil.

El libro tiene cierto tono melancólico con esa mirada tierna a la adolescencia, una etapa de la vida en la que se definen muchas cosas, ¿qué cambió en ti en esa etapa que siga vigente hoy en día?

Creo que sigo siendo un adolescente. Hay una parte de mí que no se ha desarrollado según los parámetros sociales y vitales habituales. Tengo 54 y no tengo hijos, me dedico a escribir de música y vivo rodeado de discos, libros, revistas. No hay ninguna señal en mi vida, salvo las propias del envejecimiento, que me aleje de la adolescencia. No es que se un inmaduro ni me niegue a crecer, al contrario, creo que soy bastante consciente de mi realidad, demasiado a veces. Pero el modo en que vivo y revivo todo aquello que me hizo feliz y que, sobre todo, me hizo ser yo mismo, apenas ha cambiado. Y eso me produce una gran melancolía porque me veo a mí mismo al comienzo de todo y sé que hay cosas que a ese chico y a mí nos siguen importando mucho, pero en medio de todo eso, hay una inevitable franja de tiempo y experiencia que hace que ya no podamos ser exactamente la misma persona.

¿Qué libros sobre esta etapa vital te han inspirado?

Mientras escribía no leí libros que tuvieran que ver con la adolescencia. Me gustaría pensar que algo de El guardián en el centeno se ha filtrado en algún momento en alguno de los personajes adolescentes masculinos. Holden Caulfield en El Saler, la verdad es que también podría haber estado allí durante el verano en el que transcurre la historia. Yo creo que todo lo que tiene que ver con los adolescentes en la novela proviene más de las canciones que de la literatura. Son muchos años oyendo ciertas letras y absorbiendo ciertas emociones.

Los amores adolescentes, los primeros amores, son de los que más marcan, de los que más se recuerdan, son como la primera vez que escuchas un disco que acaba siendo parte de tu vida y creo que eso se refleja en tu libro con esa doble pasión por Cala y Bowie, no sé si te pasa que hay ciertos discos u artistas que están de un modo extraño ligados a ciertas personas…

Estoy de acuerdo con lo que dices, pero he de decir que todo lo que se cuenta en la novela es invención. La historia es ficción. Me valgo de ella para contar determinadas cosas que son mías pero que pueden pertenecer a cualquier otra época de mi vida. Lo de que hay discos que están ligados a determinadas personas también lo veo así. Eso lo contó muy bien Fernando Navarro en Martha. Lejos de todo habla también de ese tipo de pasiones que marcan, pero está contado con piezas de mi propio puzle vital. Se trataba de expresar una serie de sentimientos a través de la ficción. Lo hice porque me parecía una buena historia, un buen tema, pero no estaba buscando exorcizar mi pasado. Estaba exorcizando mi presente a través de los chicos y sus pasiones, y también a través de un Bowie que aparece en un lugar que les completamente ajeno en el cual se siente bien. Ese misterio que tienen los lugares desconocidos, sitios en los que eres un completo extraño y sin embargo, o por eso mismo, te quedarías una larga temporada en ellos.

Tu forma de escribir me ha resultado relajante con unas descripciones pausadas y evocadoras, qué estabas leyendo mientras escribías o antes de ponerte a ello…

Gracias…Puedo decir que en la última fase de escritura sí hubo una influencia buscada de Lucia Berlín. La descubrí y la leí a la vez que me enfrentaba a la versión definitiva del texto. Fue una iluminación porque me ayudó a cortar las frases, frases que en muchos casos estaban escritas hace años y en las que yo ya no me reconocía. Lucia Berlín fue determinante para acabar la novela y darle ritmo. Alguien me dijo a través de Facebook que había cosas que le recordaban al estilo poético de Lou Reed. Ojalá fuese así, sería un triunfo enorme porque he pasado más de la mitad de mi vida escuchando y leyendo sus letras, que son gran literatura.

Enlace a la entrevista

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Lejos de todo de Rafa Cervera en GQ Magazine



GQ 238

«LA VITRINA Lejos de todo (Jekyll & Jill) una historia apócrifa –David Bowie, refugiado en Valencia en 1976– y una historia de iniciación adolescente en la que los sueños y la realidad se entrelazan y el deseo quema tanto como el sol de agosto. Ambas tramas se cruzan en el deslumbrante debut literario del periodista y colaborador de GQ Rafa Cervera

Alejandro Hermosilla reseña La coronación de las plantas


Alejandro Hermosilla reseña la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en la revista El coloquio de los perros:

DIEGO S. LOMBARDI. LA CORONACIÓN DE LAS PLANTAS
(Jekyll & Jill, Zaragoza, 2017)

PLANTAS, OPIO, MONSTRUOS

La coronación de las plantas es un libro-hoja. Un libro con sabor a árbol y a excursión adolescente. Un libro cuyas páginas huelen a clorofila y parecen haber sido bañadas en ácido. Porque, ante todo, es un libro alucinógeno. Una voladura de cabeza que mezcla piedras y mate en un balde lleno de páginas rotas de textos de Borges, Ricardo Güiraldes y Juan José Saer. Su autor, Diego S. Lombardi, es argentino y se nota. Pues como los grandes maestros de esta literatura, transforma las digresiones en argumentos centrales de la obra, cualquier reflexión sin importancia en un drama trascendental y las notas a pie de página en imperdibles páginas novelescas. Algo que provoca un sugerente caos ideal para sumergir (y confundir) al lector en la selva literaria que nos propone. La coronación de las plantas es la historia de una posesión. La transformación de un hombre en planta (o del lector en hierba y la literatura en bosque). Una sugerente mezcla entre un relato de Lovecraft y una novelita de Aira. Entre una novela de terror y uno de esos ensayos marcianos y metafísicos de Macedonio Fernández. Una Twin Peaks pampeana que conduce a sus personajes a otras dimensiones a través de una escritura sibilina, infecciosa, volátil, libre, anárquica y alargada que simula ser un brebaje. Un árbol contrahecho lleno de redondeces y pliegues que va poco a poco minando la voluntad del lector y acaba devorándolo. Situándolo en un paisaje alucinado donde se desconoce todo y las paradojas e interrogantes son las únicas afirmaciones contundentes.
La coronación de las plantas es un texto mórbido. Uno de esos que habrían hecho las delicias de los simbolistas franceses. Es una novela casi cabalística. Un mejunje de brujo lleno de pinceladas oníricas y orificios ocultistas. Casi un tarot con ilustraciones basadas en el mundo natural. Una invitación a viajar al país de las maravillas. Pero también una mirada corrosiva, casi una carcajada maléfica, sobre el legado ecológico. En esta improvisación jazzística no hay nostalgia. Probablemente porque no hay en ella ni pasado ni futuro. Es una novela llena de instantes. De presente absoluto. Una novela narrada por la naturaleza más que por un ser humano en la que el escritor cumple el papel de enloquecido jardinero. Intenta podar más que describir y aclarar parajes terrestres más que narrar. En realidad, La coronación de las plantas —fantástico título que remite a misteriosos lienzos barrocos— es una actualización de aquellos iracundos cuentos de Horacio Quiroga en los que los personajes eran doblegados y sometidos por una naturaleza cruel. Soberbia y terrorífica como la voz del dios Yahvé. Pero, obviamente, la mirada de Lombardi es más cínica. Más irónica, budista y transparente. Y en su novela la naturaleza es un ente sutil, silencioso y líquido. Un ser más parecido a un insecto que a ese indomable tigre que retrataba Quiroga. No es un huracán ni un monstruo, sino más bien una ciénaga llena de sombras y ramas partidas. Una rana muda cuyos ojos observan de manera penetrante y aguda a quien se aproxima a ella.
         Diego S. Lombardi ha sido capaz de describir con suma perspicacia la extrañeza que sienten los argentinos (esos europeos de América) frente a la naturaleza. Los escasos restos de presencia indígena que restan en el país. Recuerdo haber viajado a La Pampa y recorrer cientos de kilómetros para encontrar unas pinturas indígenas grabadas en una roca escondida. Haber escuchado con asombro en algún pueblo perdido de La Patagonia que por allí andaba una anciana centenaria que era la única persona que conservaba viva la sangre de los antiguos patagones. Y haber pernoctado una semana en la ciudad de Tigre en la que, tras varios días, parecía que iba a ser inoculado por la fastuosa naturaleza que me rodeaba. Los argentinos odian y aman los inmensos campos naturales que los cercan. Por un lado, los arbustos son símbolos de su destierro en América. Un signo de terror. Y por otro, son símbolos de su libertad. De lo nuevo y originario americano. Y eso está perfectamente expuesto en la novela de Lombardi que, además, acumula otro mérito. Es sabido que la literatura argentina se diferenció de gran parte la producida en las naciones hermanas por haber sustituido el realismo mágico por una extrema racionalidad. Pues bien, La coronación de las plantas obra el milagro de hacer llegar el realismo mágico de forma sumamente original a la narrativa argentina. Componiendo un fresco lleno de delirantes situaciones y personajes que recuerdan a muchas de las novelas oníricas hispanoamericanas: el viejo de las gallinas, el niño de los dientes picados, el Guriburi, la viuda de las Tartas, además de, por supuesto, el absorbente recuerdo del botánico nazi August von Franken y su mágico e inquietante herbario. Un jardín de las delicias austral.
Posiblemente La coronación de las plantas no sea una obra maestra. Lombardi fue podando y mejorando el relato con el paso de los años, pero supongo que se daría cuenta de que, como un frondoso bosque, era imposible controlar su crecimiento por completo. Y optó por no enloquecer y dejarlo libre. Con ese aspecto de mágico y silvestre campo con el que lo hemos conocido. Una sabia decisión que permite hacerse una idea cabal y alucinada de la relación entre los argentinos y el mundo natural. La cosmogonía americana. Un diálogo que raya por momentos en lo opaco y esotérico, tal y como reflejan con insólita maestría las ilustraciones de Claudio Romo. La guinda de una edición —otra más— que demuestra que Jekyll & Jill es, sin dudas, la cabeza de dragón de las editoriales independientes contemporáneas. Una editorial que no publica libro, sino cofres. Insólitos Anillos. Ramos de flores perversas y envenenadas.

Rafa Cervera y Lejos de todo en Cadena Ser Valencia


Arturo Blay entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su primera  novela, Lejos de todo, en el programa Hoy por hoy, Locos por Valencia de Cadena SER:

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Lejos de todo: cuando Bowie vino a vivir a Valencia

En la primera novela de Rafa Cervera, la estrella del rock descubre la Valencia de los años 70 para superar una crisis artística

El periodista valenciano Rafa Cervera acaba de publicar su primera novela, Lejos de Todo. Ambientada en la Valencia de la segunda mitad de los años 70, la obra gira en torno a lo que pudo haber sido la estancia de David Bowie en nuestra ciudad, en un intento de buscar sosiego para superar la grave crisis artística y personal que el artista sufrió en aquellos años tras su irrupción como estrella del rock.

Lejos de Todo redescubre la Valencia histórica y monumental de los 70 a través de los ojos de Bowie y su voracidad cultural. Acompañado de Iggy Pop y su asistente personal, Coco, Bowie queda fascinado con la ciudad, con su casco antiguo, su Catedral, sus pintores, y su mar.

La historia se entrelaza con la de unos adolescentes que se conocen en El Saler, y para los que David Bowie es su gran ídolo.

Rafa Cervera ha estado en Hoy por Hoy Locos por Valencia para hablarnos de su primera obra de ficción.

VER aquí

Lejos de todo de Rafa Cervera en revista Détour


Rafa Cervera. Los días vividos, por Óscar Brox

Lejos de todo, de Rafa Cervera (Jekyll y Jill) | por Óscar Brox

Rafa Cervera | Lejos de todo

Cuenta Simon Critchley en su pequeño estudio sobre David Bowie que su primera aparición en Top of the Popssupuso un pequeño terremoto en el seno de la sociedad inglesa. Fascinante en su androginia, autosuficiente y sofisticado, Bowie representaba una tercera vía para un público acostumbrado a los Stones o a los Beatles. Un (necesario) cambio de ritmo que, aun en el pesimismo que latía en sus letras, invitaba a mover las caderas para rebelarse contra el rígido corsé normativo que imponían la sociedad y la época. Algo de esa anécdota permanece en las primeras páginas de Lejos de todo, aunque las protagonice una versión algo más madura de Bowie. De un Bowie al que su autor, Rafa Cervera, convierte más que nunca en aquel extraterrestre al que Walter Tevis hizo caer sobre la tierra. Solo que en esta novela, ese otro mundo es una Valencia en pleno proceso de apertura democrática. Con la costra franquista secándose al sol de la playa del Saler. Un perfecto enclave para narrar el despertar juvenil, el camino iniciático y la influencia en esos dos episodios vitales de la música y la cultura que prendía en las canciones de David Bowie.

Bowie perdido en las calles del centro de la ciudad. De un centro que en aquella época, tal vez, ni eran tan cosmopolita ni imaginaba la futura gentrificación del casco histórico. Que, en cierto modo, conservaba el gusto por sus ruinas y por aquellos barrios chinos que invitaban a cambiar de ruta. Cervera imagina en ellos, como decimos, a un Bowie taciturno, desgastado por el ruido del tiempo, que cambia de ciudad, de contexto, de cultura, tal vez en busca de nuevos estímulos. De la razón de ser, especialmente, cuando se es una estrella; un camaleón. Alguien acostumbrado a la reinvención estilística permanente. Tan moderno que, por fuerza, le ha ganado la carrera cuerpo a cuerpo a su época. De ahí, en definitiva, que Bowie solo pueda ser un extraterrestre o, como su personaje en El ansia, un vampiro. O, sencillamente, una figura inalcanzable que la versión adolescente de su autor cree intuir desde el otro lado de la ventana. En ese gesto tan típico de estupefacción, cada vez que nos decimos que es imposible que algo así suceda a un palmo de distancia.

Cervera deja que la acción transcurra entre la Valencia efervescente del centro de la ciudad y esa otra, de veraneo y periferia, que vive junto a la playa del Saler. Aislada. Con apenas contacto con la cultura (o la contracultura) que está abriendo una brecha en el establishment. Precisamente, la clase de espacio que define a su protagonista juvenil, encaprichado con la hermana de su mejor amigo y, al mismo tiempo, con el poderoso anhelo de un futuro escrito con las letras del rock’n’roll y narrado a 24 fotogramas por segundo. De ahí, en parte, ese sentimiento de falsa idealización con el que Cervera construye el decorado de su historia; los tropos habituales del género, el costumbrismo de una época de paréntesis en nuestra Historia y la euforia que bullía junto a las hormonas de los jóvenes. Por mucho que su autor, como en lo que explicaba Critchley, se esfuerce en separar el hedonismo tan característico de la idiosincrasia valenciana con lo que, pura y llanamente, es un despertar el universo de los adultos. Ese que, a toro pasado, siempre creemos que abarca lo que dura un verano. Que pensamos que llegará cuando termina cada uno de los veranos de nuestra adolescencia.

Para alguien con la cultura musical de su autor, no resulta aventurado creer que este Bowie está más cerca de Ashes to Ashes que de Life on Mars?; más cerca de aquel final de los 80 en el que la huella de Ziggy Stardust se había disuelto tras la enésima metamorfosis musical. No en vano, la languidez, la introspección que acompaña a su héroe por el periplo valenciano dibujan otro sentido para Bowie. La sensación de que, a cada salto, le resulta cada vez más difícil retomar la persona que ha sido. La persona que era. Marcado por una eterna carrera hacia delante. Por mucho contrapunto irónico que despierte la figura de Iggy Pop, fiel escudero en la travesía por Valencia. Porque, pensamos, Cervera es consciente de que su retrato es, también, el de una transición. Efímero, fugaz, lo que dura un verano o un silencio mientras cambia la canción. Lo que sucede cuando pasas, de golpe, de la infancia y la madurez te obliga, no te enseña, a mirar las cosas de otra manera.

Lejos de todo es una novela iniciática, sí, pero creo que es oportuno decir que se recrea poco en su nostalgia. Que, en su lugar, nos invita a reflexionar sobre lo que hacemos con nuestros recuerdos. El peso, o el legado, que les concedemos en nuestro presente. Es, asimismo, un retrato de Bowie, pero sabe cómo sacrificar todo el espíritu lúdico de su música para construir a un músico en busca de algo más. De otro lugar, de otra vida; de una vida extra que alargue decididamente ese tiempo que pasa a toda velocidad, con sus adicciones y caídas. Que termina cada vez que lleva a cabo su metamorfosis. En el que aquella Valencia que empezaba a desperezarse, que fue también caladero de la Movida, es el perfecto escenario mutante para reescribir al mito. Para reinventar al cantante. Para retomar las memorias de adolescencia. El tiempo que pasó, las heridas que quizá no se cerraron. Lo que se perdió y lo que se aprendió. Los días vividos.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en el programa de radio Nada especial



El nuevo podcast del programa de radio Nada Especial se llama «Banda sonora para Lejos de todo», y recoge algunas de las canciones que inspiraron a Rafa Cervera a la hora de escribir su novela.

Escuchar aquí

Nada especial

Tipo de programa: Musical. Dirige y presenta: Rafa Cervera Horario: Jueves 18.30-19.30 horas; Rep. Domingo 13-14.00 horas. Nada Especial es un programa musical que combina la actualidad con la no actualidad. Nada Especial es un programa de radio que a veces es monográfico y a veces no. Rock y pop, indie y no indie, canciones más o menos electrónicas y temas más o menos acústicos. Nada Especial es un programa de música donde siempre se escuchan artistas y canciones que quizá pero sólo quizá, tengan algo que le resulta especial al oyente. Un repertorio seleccionado y presentado por Rafa Cervera, periodista musical, colaborador en GQ, Rolling Stone, Primera Línea, Ruta 66, nodigasiconoporfavor.com y autor de Blog-o-Pop, el blog de música de MSN Entretenimiento.

Foto: © Fotolateras
Foto: © Fotolateras

La coronación de las plantas de Diego S. Lombardi en Filmtropia


La web de difusión cultural Filmtropia dedica una entrada a La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, novela ilustrada por Claudio Romo.

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La Coronación de las Plantas, de Diego S. Lombardi

Editorial: Jekyll&Jill.
 
Este tipo de libros, con propuestas tan arriesgadas, difícilmente verían la luz de no ser por el esfuerzo de pequeñas editoriales como Jekyll&Jill.
 
Sinopsis:
El tiempo pierde su aparente linealidad y los contornos de la razón se vuelven difusos, casi indistinguibles, cuando un trompetista de jazz —armado con un instrumento lovecraftiano que, quizás, en una vida pasada, fue el que le arrancó la cabeza a la flauta de Hamelin— encuentra unas polaroids en las que una curia alza cabezas humanas en sacrificio a lo que parece un hombre-árbol. Los dientes picados de un niño que vive en el monte, una traductora que si fuese prudente daría media vuelta, un inquietante teatro de pollos y la estela de un excéntrico botánico alemán relacionado con los nazis componen las pistas hacia el terrible descubrimiento de un doble fondo en la realidad consensuada, donde voluntades cósmicas, plagadas de intenciones que parecen estar muy lejos de todo lo humano, encuentran en las plantas un medio propicio para su manifestación.
 
Puedes leer una entrevista a Diego S. Lombardi aquí.

Lejos de todo de Rafa Cervera en Ruta 66



Héctor G. Barnés reseña Lejos de todo de Rafa Cervera, en el último número de la revista Ruta 66:

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«Toda relación de amor entre un adolescente y el rock comienza en un dormitorio con la puerta cerrada, lejos del mundo: solo con sus discos, sus miedos, sus esperanzas, quizá un fiel colega y una chica deseada. Es en este contexto, en una casi postapocalíptica playa de El Saler, donde el crítico musical y veterano colaborador de esta revista, el valenciano Rafa Cervera, sitúa a su protagonista, sosias del propio autor.

Al otro lado del espejo del deseo (literario, pero también mítico), un David Bowie post Station to Station acompañado por sus propios amigos y amantes (Iggy Pop, Corinne Schweb) que permite al autor soñar ante la posibilidad de que Low fuese concebido en la ciudad del Turia. Dos historias de redescubrimiento —Cervera eliminó una tercera– que funcionan como variaciones que se retroalimentan, recordándonos que, en última instancia, el rock tan solo existe en el corazón del oyente y la cabeza del intérprete. A la manera de Manuel Vilas en Lou Reed era español, Cervera utiliza al mito muerto para reescribir su propia biografía, rendir homenaje a los caídos y entender aquella balbuceante España democrática. Teñida por una serena melancolía y una sincera mitomanía, pocas novelas han conseguido captar como esta el papel del rock como fantasía íntima adolescente, en la que Ignacio Pinazo es Andy Warhol y el Duque Blanco, un joven valenciano arrojado a un mundo que le resulta tan ajeno como al Thomas Jerome Newton de El hombre que cayó a la tierra

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La coronación de las plantas en Artes y Letras



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Íñigo Linaje dedica una excelente reseña a La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, publicada ayer en la página 2 del suplemento Artes y Letras de Heraldo de Aragón:

Narrativa sudamericana
Diego S. Lombardi y su escritura transversal

EL SURREALISMO POP

NARRATIVA ARGENTINA
La coronación de las plantas

Diego S. Lombardi. Jekyll & Jill, Zaragoza, 2012, 179 pp.

El malogrado Jaume Vallcorba (responsable y fundador de Acantilado) decía que una editorial es un espacio en el que dialogan armónicamente escritores y libros. El sello aragonés Jekyll & Jill, que dirige desde hace siete años Víctor Gomollón, parece seguir esta premisa a pies juntillas, ya que está construyendo un catálogo de autores —con marchamo de raros— más que interesante. Entre sus novedades recientes hay que destacar (además de ‘Saturno’, ya reseñada en estas páginas) ‘Teoría del ascensor’ de Sergio Chejfec, un texto misceláneo que merecería una columna aparte. El libro —un extraordinario mosaico de notas personales y— resulta prodigioso por su minuciosidad narrativa y su escrupuloso detallismo (propio de un cirujano de la palabra) e híbrida con habilidad un sinfín de géneros escriturales: ensayo, memorias, relato y autobiografía.
Ahora, a los nombres de Sergio Chejfec, Eduardo Halfon u Ortiz Albero (garantes todos ellos de una literatura no fácil pero exquisita; esa que exige una atención total del lector porque su andamiaje estructural está sujeto a detalles nimios y que, a la postre, es más disfrutable y enriquecedora que otras propuestas comerciales) hay que añadir al argentino Diego S. Lombardi, bonaerense del 81. Su segunda entrega novelística, ‘La coronación de las plantas?’ (magníficamente ilustrada por Claudio Romo, que se encarga también de los dibujos interiores) es una narración con guiños al Cortázar más experimental, cuyo hilo conductor es el mundo de las flores.
Y es que cada tramo de la obra comienza con la definición científica de una planta que, a su vez, conecta sus propiedades con el propio relato. Este no deja de ser un viaje alucinante que abunda en situaciones cómicas y cierto humor naif, como por ejemplo, cuando se alude al encuentro de los dos protagonistas: «Apoyé un vaso en la pared; parecía magnficar el sonido de la cama sacudiéndose. En varias ocasiones la escuché emitir y prolongar, durante un par de segundos y en un tono grave, el sonido de la primera vocal. Tuve que masturbarme para conciliar el sueño».
La historia ofrece viñetas disparatadas: una obra de teatro protagonizada por animales, dos jóvenes perdidos en la selva, un hombre misterioso que se dedica a la botánica… Hay un diario adolescente, diálogos delirantes, notas de jazz, poemas dadaístas.
Sin ser del todo una novela ni un relato fantástico, al referirnos a ‘La coronación de las plantas’ podriamos hablar de escritura transversal, surrealismo, sensibilidad pop… Estamos ante una novedad felizmente rara, amén de tentadora. Jekyll & Jill nos regala, una vez más, un libro delicadísimamente editado, una joya para bibliófilos modernos.

ÍÑIGO LINAJE

Lejos de todo de Rafa Cervera en Efe Eme


La novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en la revista Efe Eme:

El periodista Rafa Cervera debuta con la obra de ficción Lejos de todo

Autor:

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El próximo días 26 de octubre, y coincidiendo con su llegada a las librerías, se presenta en Valencia Lejos de todo, primera obra de ficción de Rafa Cervera, firma de referencia en el periodismo musical español y colaborador habitual de “Cuadernos Efe Eme”. Se trata de una novela corta ambientada en Valencia a mediados de los años 1970, formada por dos historias cuya narración se entrelaza. Tres adolescentes protagonizan una de ellas. David Bowie es el personaje central de la segunda. “La prosa de ‘Lejos de todo’ le roba información a la realidad para construir una ficción”, dice su autor. “La muerte de Bowie me hizo volver a un manuscrito que llevaba años olvidado. Fue cuando descubrí que allí seguía habiendo una historia que lo único que necesitaba era ser perfeccionada, destilada y reescrita”, ha explicado Cervera.

“Lejos de todo” aparece en Jekyll & Jill, editorial zaragozana que ha publicado obras de Rubén Martín Giraldez, Eduardo Halfon, Julio Fuertes Tarín, Paco Inclán o Sergio Chejfec. Como el resto de referencias en el catálogo de Jekyll & Jill, este libro se presenta con una cuidada edición a cargo de Víctor Gomollón. La portada es obra de la artista plástica Roberta Marrero, creada exclusivamente para la novela. Domina la ilustración una imagen del David Bowie de 1976, el que protagonizó la película “The man who fell to Earth” y a continuación grabó “Low”. “Que la música se filtrara de uno u otro modo en la novela era inevitable”, comenta Cervera. “Es una de mis pasiones y también el motor de mi trabajo. Los libros me empujaron a querer escribir, pero mis discos favoritos y los artistas que los grabaron me han proporcionado la confianza y la energía para atreverme a hacerlo. La musicalidad del texto procede de tantos y tantos discos escuchados sin tregua a lo largo de mi vida. Pero su ambición está relacionada con la absurda idea de leer a grandes escritores y querer ser como ellos. Evidentemente, nunca eres como ellos y probablemente no lo serás jamás, pero sí que es muy probable que acabes siendo tú. Esa es una ley aplicable a la música pop y yo me he acogido a ella de una forma inconsciente al escribir”.
Presentación en Valencia:

La presentación de “Lejos de todo” tendrá lugar en la Librería Bartleby, calle Cádiz 50, Valencia, el 26 de octubre. Los periodistas Rafa Rodríguez (“Verlanga”) y Eugenio Viñas (“Valencia Plaza”) acompañarán al autor. A finales de noviembre tendrá lugar la puesta de largo del libro en Madrid, en la librería La Buena Vida con el escritor Luisgé Martín, la periodista María Jesús Espinosa de los Monteros y Roberta Marrero. Una aproximación a una obra con un guiño musical muy especial, revela su autor: “De alguna manera, “Lejos de todo” tiene un pequeño truco. Bowie es uno de los personajes protagonistas e inevitablemente se convierte en reclamo de la narración y del libro en sí. No pueden separarse una de otra porque ambas historias se dan sentido mutuamente. Pero, si se me permite, me gustaría apuntar que es la de los tres adolescentes la que más sorpresas depara”.

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La coronación de las plantas en El Boomeran(g)



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La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en El Boomeran(g).

El tiempo pierde su aparente linealidad y los contornos de la razón se vuelven difusos, casi indistinguibles, cuando un trompetista de jazz -armado con un instrumento lovecraftiano que, quizás, en una vida pasada, fue el que le arrancó la cabeza a la flauta de Hamelin- encuentra unas polaroids en las que una curia alza cabezas humanas en sacrificio a lo que parece un hombre-árbol. Los dientes picados de un niño que vive en el monte, una traductora que si fuese prudente daría media vuelta, un inquietante teatro de pollos y la estela de un excéntrico botánico alemán relacionado con los nazis componen las pistas hacia el terrible descubrimiento de un doble fondo en la realidad consensuada, donde voluntades cósmicas, plagadas de intenciones que parecen estar muy lejos de todo lo humano, encuentran en las plantas un medio propicio para su manifestación.

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