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Rafa Cervera recomienda Dadas las circunstancias de Paco Inclán



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Rafa Cervera recomienda Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en CulturPlaza, de Valencia Plaza.

«Acabo el último libro de Paco Inclán, Dadas las circunstancias. Adoro lo que escribe Paco. Me parece tan único, tan dueño de su propia visión que no puedo dejar de admirarlo. De hecho, mientras corrijo este texto, me doy cuenta de que yo bien podría ser el personaje de uno de sus relatos, que hablan de extravagantes que viven felizmente refugiados en sus cráneos, quizá trastornados por un mundo que siempre será más extravagante que ellos.»

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Rafa Cervera entrevista a Andrea Valdés en Port de El Periódico


Rafa Cervera entrevista a Andrea Valdés con motivo de la publicación de su ensayo Distraídos venceremos, en PORT, de El Periódico:

Foto: Xuan Álvarez

Andrea Valdés: «Me interesa lo que han escrito manos que cosen, zurcen o limpian mierda ajena»

En Distraídos venceremos, la barcelonesa Andrea Valdés mezcla literatura y biografía invitándonos a leer a una serie de autores que la han fascinado y le han abierto puertas. Todos tienen en común, según la propia Valdés,que sus libros no son un lujo ni un adorno, porque se volcaron en ellos y se jugaron la vida para escribirlos.

Este libro nació con una sección de crónicas y entrevistas llamada ¡Cavernícolas! escrita desde Argentina. A su regreso a Barcelona, la escritora y periodista Andrea Valdés recibió del centro de arte La Virreina, el encargo que terminó por darle forma al que ahora es su primer libro. Distraídos venceremos es un ensayo sobre la literatura concebida como autorrelato hecho en el límite, y además está escrito con  un estilo que se mueve entre lo periodístico y lo narrativo, haciendo de la autora casi un personaje más de un libro hecho de historias fascinantes.

Apenas hay nombres conocidos en la selección de autores de su libro. ¿Un intento de alejarse de lo evidente?

Ahí se me ve el deje librero y esa cosa un poco anacrónica de ir a buscar lo que una no tiene al alcance: el tesoro oculto, lo que entra de contrabando o por otros cauces.  También lo que se considera “marginal” o “periférico” y aquí hago notar la connotación horrible de esta palabra. Periférico ¿para quién? ¿Según qué criterio? ¿Por qué  muchos de estos autores no han llegado a España o les cuesta encontrar un sitio, cuando el idioma debería hacerlo más fácil?

¿Se puede hablar también de una necesidad como autora de explorar nuevos territorios?

Estaban mis ganas de leer desde cierta ignorancia, para formarme un juicio sin demasiados apriorismos ni el peso de algunas cátedras. En este ensayo, como en todo lo que hago, hay una voluntad de quedarme con algo, un aprendizaje. Por eso autores como J. M. Coetzee, Agota Kristof o Pierre Michon acabaron cayendo de mi primera lista. Si algo hay en Distraídos venceremos es un guiño a lo malogrado y, sobre todo, a lo precario, en la vida y en la escritura, por eso en mi selección no me veía “dialogando” con invitados a la feria de Frankfurt ni finalistas al Man Booker Prize. Quería a autores algo más huérfanos, un poco de otra liga, aunque esa orfandad sea una proyección que yo me hago. También asumo esa posibilidad. Quizás me monté una película. De hecho me pasa a menudo.

Muchos de esos nombres, la gran mayoría, provienen de Argentina y Brasil. ¿El hecho de viajar y estar próxima a su contexto potenció su interés personal por ellos?

Más que potenciar mi interés por ellos, me dio acceso a su obra porque no nos engañemos: los libros que nos llegan de Sudamérica son sólo una pequeña parte y, sí, a Paulo Leminski, Maura Lopes Cançado, Héctor Libertella, Carlos Correas o María Moreno los descubrí en “su tierra”. En general, aproximarse a los lugares desde las ficciones o escritos que generan me parece muy interesante, pues siempre hay una brecha insalvable entre el papel y lo que una está viendo en ese momento, y más si una es extranjera. Aunque no he querido exotizar a nadie. Al revés, he intentado que esa barrera sea lo más estrecha posible pero sin perderla de vista, sobre todo en la última parte. Luego hay otro asunto que menciono en el ensayo, medio en broma, y es el pensar que también se viaja para poder leer tranquila, pues es fuera de casa donde suelo encontrar ese espacio. Además no concibo el viajar porque sí, para dar vueltas. De alguna manera estos dos viajes hicieron que yo me acabara de creer el proyecto, me autorizaron a hacerlo y esto es algo muy de mi género: el sentirse o no autorizada a algo. A ver si acabamos de una vez con eso.

Dice usted que no quiere que su escritura sea un mero acto de vanidad y en cierto modo, los autores seleccionados para Distraídos venceremos son la antítesis del narcisismo.

Totalmente. Ni son narcisistas ni experimentales, que es lo que suele pensar la gente cuando se habla de autores algo fuera del canon, que son raros o experimentales. No, para mí fueron heterodoxos y creo que la mayoría lo fueron porque la vida les empujó a serlo y ese empuje fue mi principal motor. Lo he estado buscando en cada texto. Está en Rosa Chacel cuando se pregunta si alguien alguna vez logró plasmar “la grandiosidad de esa sombra que avanza”. En Sarduy frente a un cuadro: “Y quería decirle algo, decírselo con fuerza, pero no supe qué”. En Levrero afirmando: “No me  fastidien con el estilo o la construcción. Esto no es una novela, carajo. Me estoy jugando la vida”. O en Viel Temperley cuando menciona que se encuentra con supoesía al no saber cómo hacerla. Todos se enfrentan a algo que les rebasa y humaniza en extremo. ¿Y cómo no iba a interesarme pensar y escribir sobre ello?

Cuando alguien escribe sobre sí mismo no escribe desde la realidad absoluta. ¿Cuál es la diferencia entre escritura autobiográfica y autoficción?

Entiendo que me hagas esta pregunta que en Distraídos venceremos pasé bastante por alto, lo que clama al cielo siendo un ensayo que incide en la escritura y sus circunstancias, pero es que cada vez me interesan menos esta clase de debates y distinciones, por eso en el libro tuve la impertinencia de llevarlas a un estado crítico citando aún más etiquetas… Hablo de biomitografía, transbiografía, heterobiografía, autohistoria, escrevivencia, etc. Incluso me salió alguna de cosecha propia, frivolidad que no sé cómo recibirá el lector, pero esta clase de insolencias también me forman parte. No pude evitarlo.

¿Se puede hacer literatura sin hablar de uno mismo?

Imagino que depende de lo literal que seas con lo de hablar de uno mismo. Pienso que quizás sí, es hablar de uno mismo pero a través de otros y de ciertos artificios. Para mí la literatura implica una translación, que se hace de maneras más o menos afortunadas. No es algo que cae del cielo. Hay que trabajarla y para mí exige un compromiso muy grande. El resto son vomitonas, ruido.

Xuan Alvárez
Foto: Xuan Álvarez

Su ensayo está escrito desde la primera persona, en ciertos momentos parece una novela. ¿Es consciente de que eso ayuda a que un lector no especializado se vea absorbido por tu texto?

Desde el inicio me dije que si iba a hablar de autores no muy conocidos, con la ventaja que me otorga eso, el lector tenía que recibir algo a cambio, pues en ningún momento quise que Distraídos venceremos fuera un mero escaparate de mis conocimientos. ¿Qué me aporta eso? Incluso diría que fue al revés. Este ensayo viene de mi dificultad para escribir: la vivo tan a pecho que se me ocurrió buscar la escritura en quienes lo consiguieron en situaciones muy adversas. Y ahí vuelvo a la idea de verse empujado, abocado a algo. Es cierto que todo esto lo he dramatizado un poco e incluso me permití darle un tono paródico, además de tomarme algunas licencias. Me refiero a la mezcla de formatos, el uso de imágenes o el sampleado de diálogos, recursos con los que no sólo pretendo ganarme al lector. También es un guiño a la naturaleza extraña de La Operación Masotta, Borderlands/La Frontera o Sobre Sánchez, por citar alguno de títulos que comento. Todos pueden leerse de varias maneras y eso me fascina.En este sentido quise que este ensayo funcionara como una posible guía para ampliar referencias, pero también como un relato coral de gente que se ha estado buscando en situaciones muy adversas y que yo explico a mi manera.

¿Son las redes sociales una forma de autoficción para aquellos que no hacen literatura? 

Imagino que puede serlo pero son muchas otras cosas y algunas bien peligrosas.

En el texto hay una reflexión muy interesante acerca de la idea del bartleby en relación a la igualdad de género. ¿Es también este libro, aunque sea de manera indirecta, una reivindicación de lo que ha sido hacer literatura para muchas mujeres del siglo XX?

Sí. Este libro tiene mucho que ver con lo que elegimos y para mí era importante marcar que esas elecciones son muy distintas según el género, pero también la clase y el color de piel. No todos nos jugamos lo mismo al escribir. En este sentido me ha encantado descubrir la conexión de ciertas escrituras con las manos de quienes históricamente han tenido que lavar la mierda ajena y coser, zurcir con parches, lo que simbólicamente asocio a fragmentos de vida.

¿Hay alguna obra de las que hablas que recomendarías a la gente que lea tu libro? 

Para mí son todas muy relevantes. Quizás la más accesible por formato y acabado es precisamente la que explica la historia más dura. Me refiero a El desierto y su semillay en parte tiene sentido que sea así, pues creo que Jorge Baron Biza luchó mucho por hacerla legible. Y eso me parece muy bello, que se “salvara” tratando de ser un texto y dar una forma a lo inenarrable, a un acto monstruoso.

Entre los cimientos de tu mundo figura David Bowie. ¿Podemos considerarlo como el gran escritor de la literatura autobiográfica que no opera desde la literatura?

Para mí David Bowie fue sobre todo un impacto estético que me vino muy de niña. En casa teníamos el vinilo de Ziggy Stardust y recuerdo no saber cómo mirar aquel cuerpo, con qué criterio y si era un ser inventado o real. Eso también me desconcertó mucho, la intuición de que se podía encarnar una ficción hasta ese punto. De niña fui muy masculina y toparme con esa ambigüedad me llenó de placer. Luego vino la música. Escuché Five Years… y aunque por el camino me averiase con MC Hammer, Duncan Dhu y la pesca de Tocata, Bowie siempre estuvo ahí como algo que no era sólo música. Era una posibilidad… ¡y qué posibilidad tan bonita! Como la que me han dado los autores que aparecen en este ensayo, pues también ellos me abrieron otras puertas.

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Discurso de Rafael Soler sobre Lejos de todo de Rafa Cervera


Discurso del escritor Rafael Soler sobre la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera

Entrega de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018, Casa de la Cultura de Rocafort, Valencia, 29 de septiembre de 2018

Rafael Soler
Rafael Soler

David Bowie, grande entre los grandes, nos dejó en la que sería su obra póstuma Lazarus estas palabras: «Tengo cicatrices que no se ven. / Poseo el drama, nadie puede robármelo. / Todos me conocen ya.» Todo escritor que merezca ese nombre escribe desde sus obsesiones, y siempre desde las cicatrices con que la vida premia a los audaces: el desdén de una mujer a su tacón encaramada, la traición de quién abusó de tu confianza a mitad del viaje, pueden causar daños mayores que la pala de un helicóptero en combate, y de eso va la vida, y de eso va también escribir para contar sus consentidos atropellos. Digámoslo cuanto antes: Rafa Cervera es escritor de una pieza, que nos ofrece en Lejos de todo su personal imaginario, su mirada del mundo y su verdad. El Saler, Valencia hecha barrio y cercanía, un cantante mítico, un amor en sus hilvanes, el lenguaje con mando en plaza tallando las 132 páginas de una historia profunda y leve, si me permiten tan contradictoria afirmación, primorosamente editada por Jekyll & Jill, al cuidado siempre de Víctor Gomollón, que hoy nos acompaña. Enhorabuena, Víctor, por la parte que te toca, y nuestra felicitación también a Roberta Marrero, audaz autora de la portada.

Si escribir es una larga paciencia y un acto de legítima defensa, cuajar una buena historia un accidente afortunado, publicar un albur con castañuelas, y encontrar un lector que sintonice con lo escrito la mejor de las críticas, Rafa ha coronado tan intenso y largo viaje con este merecido Premio de la Crítica Literaria Valenciana, bien acompañado por afines con obras muy notables, como así fue reconocido en la deliberación final por todos los miembros del Jurado.

Sobre la novela y su urdimbLejos de todore afirma Eduard Almiñana:

«El uso de El Saler como escenario para descubrimientos juveniles y revelaciones es un gran acierto de Cervera:  El Saler es extrañeza, silencio, caminos vacíos, rumor cercano de un mar otoñal sin bañistas; un paisaje con un halo sobrenatural al que el protagonista de la novela vuelve y volverá como se nos confiesa, porque en cierta manera él pertenece a todo aquello “lo mismo que esas pobres palmeras solitarias, la hiedra que trepa adueñándose de los pinos o el eterno reflejo del cielo sobre el agua”. Bowie, desde el póster que decora su habitación de adolescente, es una mano tendida para una fuga al espacio exterior más allá de esas dunas y árboles que más que enjaularle, en realidad, le sirven de parapeto. Quizás por eso, en el fondo, la fuga no sea más que otra de esas promesas necesarias para hacer de contrapeso a la inercia, un propósito difuso que uno ni puede ni quiere cumplir».

No se trata aquí y ahora de hacer un spoiler de la novela, pero sí adelantaré que nos lleva al verano de 1977, que juega el amor adolescente y sus ensoñaciones un papel importante, que no todos los sueños se cumplen, y que está escrita por —y aquí acudo a la página 131, cuando ya todo es postrimería— «un narrador sin nombre, escuchando el trazo de mi propia escritura sobre el papel mientras la noche se dispone a borrar todo lo que existe durante el día. Escribo esta historia porque escribir es la única formula para que las piezas encajen y el pasado adquiera sentido».

Rafa Cervera. Foto: ©Fotolateras

Pocas veces en la vida de un escritor, muy pocas, las piezas encajan con tanta rotundidad, con tan inteligente solvencia como en este artefacto en apariencia inofensivo que es Lejos de todo. «Decidí sin dudarlo publicar este libro», confiesa Víctor Gomollón, «por culpa de los destellos de los cristales rotos en el suelo del hotel de Helsinki, por la curiosidad inagotable en la mirada de un Bowie de pelo llameante y por el bañador de lycra negro de Cala Cervera. En ella, y a través del objetivo de un tomavistas, se da toda la nouvelle vague. El siglo XX. La alta y baja cultura. El pop. La experiencia vital de cada uno de nosotros. En Lejos de todo, esta Bildungsroman o novela de aprendizaje, el tiempo pasa más lento. Pertenece a ese estado contemplativo-activo de la adolescencia que algunos, con los años, casi habíamos olvidado. No es casual que El Saler, la Albufera y los paisajes urbanos de la ciudad de Valencia se describan en este libro como un estado de ánimo, dentro de ese extraño accidente orgánico puntuado que es la adolescencia, donde los mitos conforman la identidad del individuo».

Termino, que hay cola. ¿Qué es el arte de perpetrar una buena novela sino una respiración acompasada, en la que todo —vida, experiencia, temblor, obsesiones, dudas perennes— puede ser invocado?    Hay novelas que brindan entre sus páginas el regalo de un párrafo magistral, un capítulo incluso si el viento sopla a favor; otras piden una lectura cuidadosa por su alambicado andamiaje; otras, algunas, entiéndaseme bien,  quinientas páginas, tapa dura y veinticinco eurazos de vellón, ofrecen un contenido inane que deja frío al lector, cuando no titiritando. Y luego están Rafa y este alarde, Rafa y su mundo, Rafa y su honesta manera de escribir Lejos de todo que ha sido, hasta el momento, su mejor manera de estar cerca de nosotros.

Enhorabuena, amigo Rafa, y mucho éxito en próximos empeños.

RAFAEL SOLER

Julio Valdeón recomienda ‘Lejos de todo’, de Rafa Cervera, en la revista Efe Eme



 

Julio Valdeón recomienda Lejos de todo, de Rafa Cervera, en la revista Efe Eme:

«“Lejos de todo”. La novela de Rafa Cervera. No pude acercarme a ella hasta ahora. Artículos, mil, y otros rollos, no siempre excusables, no siempre de peso, me mantuvieron apartado de uno de los debuts literarios más deslumbrantes de los últimos años. Va de Bowie y Valencia, de pop y playas, de escapar del abismo y de crecer cuando envejecer, morir, todavía no ordenaba las dimensiones del maldito teatro. Trata de estrellas decadentes y adolescentes hechizados por el sabor luminescente de las noches de fiesta mayor y el murmullo del oleaje y el destello estelar de la música con la que crecimos, y del descubrimiento del sexo, de los veranos de entonces, y de los milagros de un tiempo que no vuelve y del aprendizaje a la costumbre de vivir y dejarse jirones. La novela, corta como todo trago que se precie, combina de forma admirable las nostalgias de la edad en la que cualquier espejismo parece posible y la celebración de unas músicas que un día no tan lejano operaban como contraseña emocional y abecedario sentimental e incluso brújula moral de varias generaciones. Hay algo de Louis Malle y algo de Capote, de “Otras voces, otros ámbitos” o “El arpa de hierba”, de esa capacidad suya para encapsular las emociones y nostalgias mediante una escritura tornasolada y bellísima, en “Lejos de todo”.»

 

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Lola Blasco, Rafa Cervera o Adela Cortina, Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018



VALÈNCIA. Los escritores y escritoras Lola Blasco, Chema Cardeña, Rafa Cervera, Adela Cortina y Antonio Praena han obtenido los Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en sus modalidades de Literatura Dramática, Narrativa, Ensayo y Crítica y Poesía, respectivamente, fallados ayer en la Casa de Cultura de la localidad de Rocafort. Los Premios están organizados por la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) y son auspiciados y están patrocinados por el Ajuntament de Rocafort, con el apoyo de la Generalitat Valenciana.

El jurado de Literatura Dramática acordó por mayoría conceder ex aequo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 de Literatura Dramática a las obras Fuegos, de Lola Blasco, y Shakespeare en Berlín, de Chema Cardeña, editadas en 2017 por Ediciones Invasoras y El Petit Editor, respectivamente. Ambas tienen unos valores muy interesantes; son textos potentes que abordan la escritura dramática desde dos ópticas totalmente distintas, explican desde la organización. Así se ha concedido el premio a Shakespeare en Berlín, por la estructura dramática y el tema, tratado con maestría, que siendo histórico es de candente actualidad y cuya pregunta sigue vigente: “¿Tú qué habrías hecho en esas circunstancias?”. Respecto a Fuegos, por la fuerza y emotividad del lenguaje y por las potentes imágenes del texto, que interpela a lo contemporáneo: el miedo al otro, los refugiados, migraciones y exilios, desempleo juvenil, etcétera.

El jurado de Ensayo y Crítica ha concedido por su parte el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en esta modalidad a Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, de Adela Cortina, ensayo publicado por la editorial Paidós el año pasado. El jurado ha considerado que esta obra es merecedora del premio porque analiza un aspecto de la realidad, a menudo desapercibido y no reconocido, que pone en evidencia nuestras patologías sociales. El ensayo está escrito con un lenguaje claro y una argumentación muy coherente, aspectos que consiguen la atención de sus lectores durante todas sus páginas.

En cuanto al apartado de Poesía, el jurado ha decidido conceder el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 a Historia de un alma (Visor, 2017), de Antonio Praena, un libro que pone al descubierto las miserias del mundo contemporáneo a través de un personaje poderoso, sin escrúpulos, aficionado al lujo y a los excesos. Por unanimidad, el plenario de jurados ha decidido, a propuesta del jurado de Poesía, conceder un Premio Especial al poeta y académico Francisco Brines, en reconocimiento a su brillante trayectoria poética.

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Lejos de todo, de Rafa Cervera, Premi de la Crítica Literària Valenciana 2018

Els escriptors i escriptores Lola Blasco, Chema Cardeña, Rafa Cervera, Adela Cortina i Antonio Praena han obtingut els Premis de la Crítica Literària Valenciana 2018 en les seues modalitats de Literatura Dramàtica, Narrativa, Assaig i Poesia. L´Associació Valenciana d´Escritores i Crítics Literaris (CLAVE) va fallar ahir els seus premis a Rocafort.

Per una banda, el jurat de Literatura Dramàtica, format per Inma Garín, Enrique Herreras, Nel Diago, Rosa Sanmartín, Francesc Sanguino, Carlos Ferrer i José Vicente Peiró va acordar per majoria concedir el Premi de la Crítica Literària Valenciana 2018 de Literatura Dramàtica a les obres Fuegos (Ediciones Invasoras), de Lola Blasco, i Shakespeare a Berlín (El Petit Editor), de Chema Cardeña. «Són textos potents que aborden l’escriptura dramàtica des de dues òptiques totalment diferents. Shakespeare a Berlí, per l’estructura dramàtica i el tema, tractat amb mestratge, que sent històric és de candent actualitat. Respecte a Fuegos, per la força i emotivitat del llenguatge i per les potents imatges del text, que interpel·la al contemporani», va dir ahir l´organització.

El jurat d´Assaig, format per Gloria de Frutos, José Miguel Segura, Joan Carles Martí, Francisco Agramunt, José Ferrándiz i Elia Saneleuterio va a acordar concedir el guardó a Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia (Paidós), d´Adela Cortina per «analitzar un aspecte de la realitat, sovint desapercebut i no reconegut, que posa en evidència les nostres patologies socials». «L’assaig està escrit amb un llenguatge clar i una argumentació molt coherent, aspectes que aconsegueixen l’atenció dels seus lectors durant totes les seues pàgines», va afegir el jurat.

Per altra banda, l´organització també va voler destacar l´obra Las contradicciones culturales del capitalismo del siglo XXI, d´Ana Noguera i Enrique Herreras, que segons el jurat «confirmen la projecció de l´Escola de València».
El jurat de Narrativa, format per Marina Izquierdo, Eduardo Almiñana, Ángel Basanta, José Luis Ferris, Eric Gras, Rafael Soler i Carmen Velasco, va premiar Lejos de todo (Jekyll & Jill), de Rafa Cervera, per «per la seua reivindicació literària de València sense complexos o localismes, pel viatge emocional a l’adolescència i a la idolatria que planteja, però sobretot per l’aposta que suposa aquesta novel·la profunda i suggeridora».
Finalment, el jurat de Poesia, format per Ricardo Bellveser, Joaquín Juan Penalva, Juan Luis Bedins, Santiago Fortuño, María Ángeles Chavarría, Antonio Herrera i Rosa María Vilarroig va decidir atorgar el premi a Historia de un alma (Visor, 2017), d´Antonio Praena, després d´un intens debat.
CLAVE també ha volgut donar enguany la seua menció especial al poeta i acadèmic Francisco Brines, en «reconeixement a la seua brillant trajectòria poètica».

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Lejos de todo de Rafa Cervera Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018

La novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en la categoría de Narrativa.

Los escritores Lola Blasco, Chema Cardeña, Rafa Cervera, Adela Cortina y Antonio Praena se alzaron ayer con los Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en sus modalidades de Literatura Dramática, Narrativa, Ensayo y Crítica y Poesía, respectivamente, fallados en la Casa de CultuCUBIERTAS DESHIELO BOLSILLO.inddra de la localidad de Rocafort.

La Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) organizan unos galardones que se conceden a las mejores obras publicadas durante el año pasado y que este año han acudido al municipio por cumplirse 80 años de la salida de Antonio Machado de Villa Amparo.

 El jurado de Literatura Dramática acordó por mayoría conceder ‘ex aequo’ la distinción a las obras ‘Fuegos’, de Lola Blasco, y ‘Shakespeare en Berlín’, de Chema Cardeña, editadas en 2017 por Ediciones Invasoras y El Petit Editor, respectivamente. Ambos son «textos potentes que abordan la escritura dramática desde dos ópticas totalmente distintas», describieron los expertos.

Por su parte, en la modalidad de Ensayo y Crítica, el título ‘Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia’, de Adela Cortina, fue considerada merecedora del reconocimiento porque «analiza un aspecto de la realidad, a menudo desapercibido y no reconocido, que pone en evidencia nuestras patologías sociales». «El ensayo está escrito con un lenguaje claro y una argumentación muy coherente, aspectos que consiguen la atención de sus lectores durante todas sus páginas», dijo el jurado. No obstante, los responsables de la elección quisieron resaltar la calidad de la obra finalista ‘Las contradicciones culturales del capitalismo del siglo XXI’, de Ana Noguera y Enrique Herreras, discípulos de Cortina, que «confirma la proyección de la Escuela de Valencia».

Los encargados de decidir la distinción en la categoría de Narrativa eligieron la novela titulada Lejos de todo, de Rafa Cervera, publicada en 2017 por parte de la editorial Jekyll & Jill, por su «reivindicación literaria de Valencia sin complejos o localismos, por el viaje emocional a la adolescencia y a la idolatría que plantea, pero sobre todo por la apuesta que supone esta novela profunda y sugerente, opera prima del autor en el campo de la narrativa».

El jurado de Poesía se decantó por ‘Historia de un alma’ (Visor, 2017), de Antonio Praena, para recibir el premio de la Crítica Literaria Valencia. En palabras de los expertos, se trata de «un libro que pone al descubierto las miserias del mundo contemporáneo a través de un personaje poderoso, sin escrúpulos, aficionado al lujo y a los excesos. Historia de un alma, mediante su discurso poético, despliega una gran intensidad lírica y enlaza el lenguaje de lo cotidiano con el culturalismo posmoderno».

En este sentido, el plenario de jurados también decidió conceder un premio especial al poeta y académico Francisco Brines, en reconocimiento a «su brillante trayectoria poética».

Los Premios de la Crítica Literaria Valenciana están organizados por la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) y son auspiciados y están patrocinados por el Ayuntamiento de Rocafort, con el apoyo de la Generalitat Valenciana.

En esta edición, la número 38, estaban nominados aescritores y dramaturgos como Vicente Molina Foix, Rosario Raro, Bibiana Collado, Sergio Arlandis, Mafalda Bellido, María García-Lliberós, Antonio Cremades y Xavo Giménez, entre otros.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Toxicosmos



 

La novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Toxicosmos:

«¿Imaginas a David Bowie intentando huir de sus demonios? Quizás sí. ¿Lo imaginas haciéndolo por las calles de Valencia, acompañado de su amigo Iggy Pop y su asistenta Coco? Eso sería más difícil, pero no para Rafa Cervera. Con un Bowie fascinado por la arquitectura de la ciudad y su anonimato, conduciendo por El Saler lejos de su hábitat natural y planteándose su futuro, Lejos de todo nos descubre a un artista idealizado por el resto de protagonistas de la novela, tres adolescentes que en el verano de 1977 viven su historia de admiración hacia el artista, y entre ellos mismos. Y es que en esta novela, que durante años estuvo guardada en un cajón y que por fin ha visto la luz, se entrelazan dos tramas diferentes que nunca llegarán a cruzarse aunque se toquen. En un apasionante ejercicio de imaginación y pasión por el músico inglés, atando vivencias personales con la ficción y localizando la historia entre la ciudad y el paraje natural que tan bien conoce el autor, el debut literario del periodista valenciano supone una de las novelas más originales, desconcertantes y amenas que hemos leído en tiempo. Y encima con envoltorio de lujo a cargo de Roberta Marrero.»

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Heraldo de Aragón

 

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Íñigo Linaje reseña Lejos de todo, de Rafa Cervera, en el suplemento Artes y Letras de Heraldo de Aragón.

DEBUT RAFA CERVERA; FIEBRE ADOLESCENTE

David Bowie siempre fue un artista inquieto con vocación experimental. El crítico musical Rafa Cervera lo es también en su primera novela, ‘Lejos de todo’ (Jekyll & Jill, 2017), en la que plantea una hipotética estancia del músico británico en la Valencia de 1976, justo antes de trasladarse a Berlín para grabar su álbum ‘Low‘. En el libro, escrito en primera persona por el autor-protagonista, se narran dos historias paralelas contadas en capítulos alternados. En una de ellas aparece Bowie, su novia e Iggy Pop; en la otra el propio escritor, la chica de la que se enamora y el hermano de ésta. Novela de formación y retrato generacional, y narración de avatares adolescentes (escarceos amorosos, pasión por el rock, idealización de la vida), el relato da cuenta de los sueños juveniles —rotos por la realidad— y el difícil aprendizaje de la madurez. Una historia que no fue pero es. ÍÑIGO LINAJE

Lejos de todo de Rafa Cervera en Diario Levante



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Abelardo Muñoz reseña la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Posdata del diario Levante (13-01-2018).

ENSUEÑO POP FETICHISMO ROCKERO

Verano de 1977: Playa del Saler. Un adolescente entabla amistad con una pareja de hermanos. Comparten la fascinación por David Bowie, el ídolo del «glamrock» que, por una casualidad, llega en tren a Valencia. Comienza la primera novela de Rafa Cervera, el prestigioso periodista musical.

La música es amor, es ensueño y es el alma de los recuerdos hermosos; «la vida sin música sería un error», escribió Nietzsche; al menos para varias generaciones de roqueros, que iniciaron su andadura sentimental en el universo yeyé de los 60, tan descafeinado, y saltaron al pop rock global de la mano de los Beatles y otras bandas planetarias. Y esta primera novela de Rafa Cervera (Valencia, 1963), destila fetichismo en estado puro; amor por la música y canto a la inocencia perdida; y una ficción pop encarnada en un personaje de su universo stardust más cool. Un tipo muy amado, por simpático, guapo y radicalmente genial. Cuando la libertad de expresión era frágil, muchos periodistas iniciaron su andadura crítica escribiendo sobre rock’n’roll. Desde José Manuel Costa y Jesús Ordovás, hasta Rafa Cervera; este último, el escritor de rock y de tendencias más interesante y documentado entre nosotros. Y a la hora de escribir su primera novela, Rafa no ha elegido otro asunto que la música, mejor dicho, un músico icono de la mejor época del pop del siglo pasado. Cervera ha alucinado con David Bowie, y casi a la manera de un alter ego, un superyó, y lo ha cruzado con el dulce tiempo de las ensoñaciones adolescentes. Con los primeros y tiernos amores y los lugares de veraneo. Novela corta, de hermoso título y rompedor diseño, de la artista Roberta Marrero (Gran Canaria, 1972); con relatos cruzados que ensamblan aventuras juveniles, claramente autobiográficas, con la ficción pura y dura que supone colocar bajo las Torres de Serranos a dos amigos muy pasotas, perdidos en la ciudad del Bowie y su colega Iggy Pop. Son los años 70, es decir, años en los que cualquier cosa podía suceder, antes de que llegara la apisonadora de lo correcto y domesticara la disidencia. Una novela pop, con fragante escenario valenciano, que recrea unas vacaciones del lejano año 1977, en el bucólico escenario del Saler, y en donde la desatada imaginación del autor, hirviente de sicodelia setentera, nos sitúa a Bowie en una secuencia memorable, en la que el cantante casi enloquece en las dunas del parque natural. Lo que podríamos llamar el síndrome Ziggy Stardust está presente en todo el libro; veneración por un disco que cambió nuestras vidas; ese friso sónico, que cuando se pinchó por vez primera en estos lares, nos hizo abrir a todos la boca de admiración, y pegar otra calada al porro para comprobar que seguíamos con los pies en la tierra. Atónitos ante un disco perfecto, sin fisuras, que anunciaba una nueva época. Un disco que hacía navegar, mucho antes que la red. Ya teníamos a un héroe privado que encarnaba todas las ansias de liberación, mental y sexual. Es uno de los picos de la narración de Cervera, cuando los amigos traducen en un capitulo especialmente conseguido, la mítica canción. I am an alligator. «Siempre seremos adolescentes porque siempre adoleceremos de algo importante», cita el autor a Mercedes Beroiz, del libro Llano de los caracoles. Novela de ambiente adolescente, tuneada por un veterano. Un ajuste de cuentas con las fantasías del pasado y una recuperación de la juventud perdida. Al tiempo que desarrolla su viaje imaginario, Cervera nos va dando claves de la vida de Bowie, en especial su fructífera relación con Brian Eno; un compositor que debe ser conocido para las nuevas generaciones como parte del disco duro de la música contemporánea más rompedora. Las recomendaciones que hace Eno a su amigo Bowie —en la novela—, no evitan que éste se pierda, subiendo las escaleras de caracol del Micalet; y protagonice otras trapisondas más o menos inverosímiles y kistch. Un relato partido en dos, un colocón de ensueños, en donde el narrador no se atreve a un encuentro directo con su fetiche privado. El tipo está enamorado de Bowie, es un mitómano sin remedio, pero actúa alejado de la ficción. Solo lo entrevé, como poseído por una timidez extrema al acercarse a su mito. Eso defrauda un poco. El narrador se recrea en el músico con barroco estilo. Describe como Bowie sale de la Estación del Norte y la gente lo mira. «El traje de franela de tres piezas que deja entrever el abrigo no logra disimular su delgadez. El sombrero de fieltro negro disipa la audacia del color de su pelo, rubial nacer en la frente para ir enrojeciendo a la altura de las sienes. Así y todo, el atuendo le confiere un aire noble». Al final, el lector se llevará una sorpresa imprevista, rúbrica perfecta para cerrar un relato. Pues como sentencia el protagonista en la página cincuenta: «Con la escritura puedes hacer algo parecido al rock’n’roll. La diferencia es que no necesitas ser adolescente para seguir haciéndolo bien».

Lejos de todo de Rafa Cervera en El Diario Vasco



Unos acontecimientos que comienzan en una habitación y se diría que terminan en la misma; un verano, el de 1977, en la Playa de El Saler, Valencia, y una primavera, la de 1976, de cuando David Bowie se encuentra sumido en una crisis artística y personal, atrapado en su adicción a la cocaína y decide aislarse para poder encontrar una salida al caos que le domina. La historia de un adolescente que entabla amistad con una pareja de hermanos, de un narrador sin nombre recordando algo de unos años que han ido borrando huellas y que escribe esta historia «porque escribir es la única fórmula para que las piezas encajen y el pasado adquiera sentido, que es como se da fin a esta historia».

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Lejos de todo: entrevista a Rafa Cervera en la revista GQ

Jesús Merino entrevista a Rafa Cervera en la revista GQ con motivo de la publicación de su novela Lejos de todo:

 

‘Lejos de todo’: David Bowie, sueños adolescentes e inocencia perdida en la Valencia de los 70

  • El periodista y escritor Rafa Cervera –firma habitual de GQ– nos acerca a la figura del Duque Blanco desde un punto de vista inédito e intimista.
  • ¿Te imaginas a su Bowiestad en la playa de El Saler? Él sí, y lo ha reflejado en una novela apócrifa excepcional.
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Rafa Cervera. Foto ©Fotolateras

 

Mucho se ha escrito sobre David Bowie, y más ahora que se cumple el aniversario de su muerte. Sin embargo, nadie ha logrado hacer un retrato tan original y magnético del Duque Blanco como el que acaba de publicar el periodista y escritor Rafa Cervera en ‘Lejos de todo’ (Jekyll & Jill, 2017), su primera novela. En este sensacional relato apócrifo, Cervera, quien lleva años colaborando con esta casa en calidad de crítico musical –es una de las personas que más sabe de música pop de este país; palabrita de niño GQ–, entrelaza dos tramas en la Valencia de mediados de los 70 con la figura del músico británico como núcleo del texto.

Por un lado tenemos un adolescente que entabla amistad con una pareja de hermanos en playa de El Saler. Con él comparte la fascinación por Bowie. Hacia ella siente una irrefrenable atracción. Así, aislados en el escenario que impone un paisaje que actúa como un personaje más, los tres pasan a formar un extraño triángulo. Su relación se va definiendo a medida que el verano transcurre hasta convertirse en una mezcla de anhelos, secretos y sueños que acaban diluyendo el límite entre la fantasía y la realidad. Por otro lado está David Bowie sumido en una crisis artística y personal, atrapado en su adicción a la cocaína. Decide aislarse en algún lugar perdido que le permita ser anónimo y así poder encontrar una salida al caos que le domina. Dejándose llevar por el azar elige Valencia, donde se refugia durante unos días de la primavera de 1976 acompañado por sus dos amigos más fieles: Jimmy –Iggy Pop– y Coco. Una vez allí, su camino se cruzará con el de uno de los protagonistas de la historia anterior.

GQ: Bowie e Iggy Pop pasando desapercibidos por la Valencia de los 70. ¿Era ésta una situación realmente factible?
RC:
No porque, seamos sinceros, en esa época ni Iggy Pop ni David Bowie ni ninguna estrella se habría fijado en un sitio como Valencia, una ciudad provinciana y pequeña perdida en un país oscuro y maltratado como lo era entonces España. Precisamente por eso los metí en Valencia, porque no es que resulte una situación inverosímil, es que es una situación perfecta para una ficción. Si a eso le sumamos que Valencia en los setenta era un lugar donde ya se libraba la eterna lucha que todavía perdura, el folclore entendido como bandera cultural de la izquierda contra una modernidad que siempre nos quedaba grande por más que se empeñen políticos de todo pelaje en intentar convencernos de lo contrario. Poner a Bowie e Iggy acompañados por Coco Schwabb en esa Valencia es una maravillosa y dulce venganza contra la realidad. Es algo bastante cruel, si lo pienso mucho, porque en realidad, lo que hago es despojar esos escenarios de gente y dar relieve a los edificios y los paisajes. Lo demás es atrezo y figuración. No me interesaba lo más mínimo, sólo como escenario para incrustar en ello a personajes casi mitológicos como lo son estos dos. Y la verdad es que la combinación es perfecta. Porque yo los uso para explicar a través de sus ojos ciertos escenarios, pero sólo algunos. Los que me encajaban para la historia y con los personajes. No hay fallas, no hay Malvarrosa, no hay Cabañal. Sólo hay postales estupendas al servicio de una ficción.

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GQ: ¿Cuánto tiene el texto de autobiográfico?
RC:
La intención de la novela nunca fue contar mi vida. Es algo que no me apetece lo más mínimo porque ya me la sé y me aburriría mucho intentando revivirla. He usado muchos elementos que tienen que ver con mi vida, unos son muy evidentes y otros son privados. Pero eso da igual. Cuando me preguntan esto digo que este libro no es mi vida, este libro soy yo. Yo estoy en todos y cada uno de los personajes. Y con el que menos me identifico, uno de los personajes femeninos, lo que hice fue ponerle un nombre con mi apellido, para que no se librara de mí tan fácilmente.

GQ: Uno puede sentirse fácilmente identificado con el recuerdo nostálgico del personaje principal porque todos hemos pasado un primer verano de adolescente enamoradizo. ¿Cómo has logrado ofrecer un punto de vista tan universal desde una perspectiva tan personal?
RC:
La adolescencia es una etapa clave para todos. En mi caso, la recuerdo como un periodo muy confuso y doloroso porque yo, cuando mejor he vivido y más feliz he sido, fue de niño. Con la adolescencia empecé a darme cuenta de que lo bueno se había terminado y también empecé a ser consciente de lo que me esperaba. Así que lo que hasta entonces me había venido dado, que era tener un mundo propio de series de televisión (sí, yo de pequeño ya veía series y no perdonaba ni un capítulo), de dibujos animados de Warner Bros y Hannah-Barbera, libros de Walt Disney, coches Corgi de los Monkees y Batman, se acabó. Tuve que empezar de nuevo, buscar nuevos referentes para volver a tener un refugio. Entonces descubrí el rock y luego a Lou Reed y volví a sentir que estaba vinculada a algo que era para mí. Cuento todo esto porque creo que es el resorte que me ha llevado a escribir con tanta pasión sobre la adolescencia.

Y en cuanto al amor, yo en la novela veo más obsesión sexual que amor. Veo una atracción más allá de la razón, algo que toma el control de los sentidos. Ojalá mi adolescencia hubiese estado más dominada por eso y no por la noción del amor. Yo creo que he con seguido inyectar una pulsión erótica adulta a un adolescente, pero tampoco estoy seguro. Al final lo que cuenta es lo que le llega a cada lector.

GQ: Valencia es casi como un personaje más en la novela, ¿por qué decidiste darle tanta importancia a tu cuidad?
RC:
Eso mismo me pregunto yo. El otro día, un amigo asturiano me decía que si hubiese hecho lo mismo con Oviedo o Gijón ya me habrían puesto una plaza. Valencia está ahí como un personaje porque, a pesar de que he vivido casi 15 años en Madrid, es un escenario muy ligado a mi vida. El único lugar de la zona con el que mantengo una relación viva es con El Saler, que me mantiene cuerdo y en paz. El resto es como una colección de postales viejas que ya tengo demasiado vistas. Valencia y yo somos como dos amantes que hace años que terminaron pero que no pueden olvidar lo que tienen en común. Por eso está tan presente, para que quede claro que a pesar del hastío, el cansancio y la indiferencia, a mi manera la quiero. La mejor manera de demostrar mi afecto por algo o por alguien es que lo inserte en mis fabulaciones. Todo aquel que es secuestrado de la realidad y aparece transformado en mis escritos, está ahí como prueba de amor.

GQ: Si tuvieses que montar una banda sonora que acompañase la lectura de la novela, ¿qué canciones escogerías?
RC:
Sin duda estaría Low, que es el álbum que, supuestamente, va surgiendo en algunos de los capítulos de la novela. Pero yo creo que Lejos de todo se puede definir perfectamente con una sola canción, By This River, de Brian Eno. Cuando la escucho soy tan feliz, me siento tan reflejado, tan explicado por ella, que a veces creo que en realidad he escrito esta novela porque lo que quería era hacer mi propio By This River. Ese al menos podría ser el impulso inicial, porque cuando leo a Chirbes, a Marta Sanz, a Cheever, a Lucía Berlín, a Luisgé Martín, a Sara Mesa, a Agustín Fernández Mallo, a Rodrigo Fresán, a Banville, a Iris Murdoch, a Eduardo Halfon, a Vila-Matas, también quiero hacer esos libros que me dan tanto.

GQ: La historia es ficticia, pero da la sensación de que Bowie perfectamente pudo vivir una etapa como la que describes en la época que describes. ¿hasta qué punto te inspiraste en hechos reales?
RC:
Bowie se marchó a Berlín para terminar allí Low y sumergirse en un ambiente extraño que le protegiera y le inspirara. Yo he usado eso para crear una historia apócrifa, una especie de etapa breve e intermedia que supuestamente Bowie experimenta en Valencia y que le empuja a marcharse luego a Berlín en busca de nuevos aires. Como Bowie me gusta mucho no ha sido complicado documentarme al respecto. Hay cosas que suceden en la novela que en realidad sucedieron en Berlín. Otras son completamente inventadas pero podrían haber ocurrido perfectamente.

GQ: Tu primera novela. ¿Cómo ha sido el proceso que acompaña a la creación literaria? Me refiero a la búsqueda de la editorial adecuada, la edición, la revisión, la promoción… Todo esto debe ser un duro trabajo, ¿no?
RC:
Lo más duro ha sido escribirla, porque tenía miedo de no hacer lo que yo sabía que tenía que hacer. Por sus características, esta novela tenía que ser lo que es. La estructura, el planteamiento, el lenguaje. Es una apuesta que quizá para un escritor experimentado no sea en absoluto complicada. Para mí sí, porque necesitaba hacerlo bien, quería escribir literatura, si no corría el peligro de convertirme en un periodista musical que ha tenido una buena ocurrencia y la ha escrito con una cierta gracia, porque para eso está el oficio. Y no. En eso he sido ambicioso. Cuando mi querido amigo Agustín Fernández Mallo me dijo que podía estar tranquilo, entonces lo vi claro. Hasta entonces fue una lucha que, a pesar de todo, también me proporcionó momentos muy placenteros. Recuerdo perfectamente cuándo se me ocurrió el epílogo, que es determinante en la novela, cómo lo escribí y en qué momento, la facilidad con la que brotó.

Momentos como ese no los olvidaré jamás porque es cuando sabes que la narración fluye. Conseguir editorial tampoco era una tarea fácil, pero he tenido suerte. Jekyll & Jill siempre fue una de las primeras opciones y he tenido la gran fortuna de acabar publicando ahí. Me siento como en casa, con el privilegio de compartir catálogo con autores a los que admiro y formando parte de una labor exquisita. Trabajar con Víctor Gomollón, el responsable del sello, es una de las mejores cosas que me ha ocurrido jamás, a nivel profesional y a nivel humano. La promoción no es dura, quizá porque tampoco tengo un nivel de compromisos que me hagan odiarla. Me parece estupendo poder estar hablando de algo que para mí es tan importante. Lo único que sí me asusta un poco es que en algún momento que estoy hablando en público cierro los ojos para no perder el hilo de lo que estoy diciendo y luego, cuando me veo, me acuerdo de Jordi Pujol.

GQ: Ahora que has cogido ritmo, ¿para cuándo una segunda novela?
RC:
Ahora que veo que no se me da mal y que además tengo un hogar editorial en el que mis propuestas tienen cabida, habrá más ficción mía. No es que tenga muchas cosas que decir, o quizá sí y solamente seré consciente de ello con el tiempo. Pero sí, aún me quedan un par de libros de ficción más en la cabeza. Y el próximo no tardará demasiado en llegar. Estáis avisados.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Alquimia Sonora


Amalia Yusta reseña la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en Alquimia Sonora:

Cuando Rafa Cervera soñó a David Bowie

El escritor y periodista valenciano publica su primera novela de ficción con Bowie como invitado.
“Lejos de todo” (Jekyll & Jill, 2017) es el sueño de Rafa Cervera. El sueño de sus querencias musicales, de sus debilidades emocionales y de una ficción verosímil. ¿Y si Bowie se dejara caer por El Saler? ¿Y si unos adolescentes comenzaran a “vivir” vestidos con las ansias de fans irredentos? Una primera novela que precisamente estos días se torna necesaria a ojos de la melancolía “bowienesca”. Bowie nos decía adiós el 10 de enero de 2016 y la sombra brillante de su genialidad radica en todos aquellos que se acercaron a su obra. Y entre ellos el propio escritor.

Una época de descubrimientos, tanto personales como culturales: la adolescencia. Una ciudad: València. Y tres personajes que, lejos de convertirse en los fantasmas deseados que cualquier chico, cualquier chica quiere encontrarse, hilan los deseos y las pulsiones de otros tres personajes que, paralelamente, se dejan llevar por la potencia de las composiciones del de Brixton. Rafa, El Regónzer y la hermana de este, Cala Cervera descubriéndose en época de cambios y Bowie, Jimmy (IggyPop) y Coco, asistente de David. Dos tríos, dos años prácticamente en paralelo en los que acabar encontrándose y ese tono melancólicamente familiar que riega toda la novela.

Una melancolía asociada a la propia adolescencia. A las incógnitas que el propio proceso de crecimiento aparecen en todos nosotros. El protagonista, el alter ego de Rafa Cervera, comparte sus descubrimientos musicales, se encuentra ante la imagen de una chica en la que encontrará ese deseo primigenio e inocente propios de su edad e intenta descifrar cuál es su lugar en el mundo. El mundo onírico de la música, de los trabajos de Bowie, y ese deseo oculto de querer conocer a los ídolos… ¿Quién no ha fantaseado alguna vez en plena adolescencia con encontrarse, por casualidad, con alguno de los personajes que abarrotaban las paredes de nuestras habitaciones?

En la novela subyace la familiaridad de haber sobrevivido a la adolescencia, de haber compartido situaciones muy parecidas. Pero también, como uno personaje esencial en la concepción de la historia, València. La propia ciudad como un personaje determinante más que como una localización aleatoria. Ni Bowie ni Coco ni Iggy pasaron una temporada en la ciudad del Turia, pero si así hubiera sido, les habrían sorprendido los mismos espacios que Rafa Cervera incluye en su texto. Desde El Saler, la Estació del Nord, el Palacio del Marqués de Dos Aguas, la Plaza de la Vírgen… Lugares comunes para muchos de los lectores en los que poder materializar las angostas figuras de David, Iggy y Coco.

Con esa mirada inocente (o cada vez menos inocente) es con la misma mirada con la que el lector comienza a encontrar su lugar en la novela. Lugares transitados y momentos que se han instalado en el colectivo de todos nosotros. Rafa Cervera consigue atrapar al lector y llevarlo a ese mundo de finales de los ’70 para sorprenderlo de la misma forma que el protagonista se sorprende. Esas miradas con los ojos completamente abiertos son las que hacen que sintamos la emoción que El Regónzer cuando cree haber visto a David Bowie en Valencia, y abrir también nosotros los ojos como si paseáramos por la Plaza de la Vírgen y nos lo encontráramos. Para ello, el escritor adopta un estilo que no nos resulta lejano: el propio estilo al que Rafa Cervera nos ha acostumbrado durante todos sus años de trayectoria profesional. Y si a un estilo cercano y directo, sin grandilocuencias efectistas, se le añade la pasión con la que habla de sus propios ídolos (de adolescencia o no), el resultado es “Lejos de todo”.

Un libro que no nace tras el fallecimiento de David Bowie en 2016, sino que se reactiva por el propio dolor, el vacío o la horfandad emocional en la que nos sumió su pérdida. Rafa Cervera, como el mismo fan protagonista de la obra, reavivió su ficción a golpe de cada lágrima derramada por el artista. Por eso hay un halo de emoción implícito más allá de sus propias páginas al enfrentarnos ante su portada (con ilustración de Roberta Marreno). “Lejos de todo” es una novela a través de la cual nos reencontramos con nuestra propia imagen adolescente, con las pérdidas, con el poder de las canciones, con la locura de compartirlas, con Iggy, con Coco, con los mitos y leyendas de los artistas, con el rock y, en definitiva, con la vida. Cuando Rafa Cervera soñó a Bowie y nos hizo partícipes de la ensoñación.

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Rafa Cervera escribe sobre Bowie en Valencia Plaza



Rafa Cervera escribe sobre la vida sin Bowie en su sección Los recuerdos no pueden esperar, en CulturPlaza (Valencia Plaza).

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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Año II después de David Bowie

VALÈNCIA. El próximo 10 de enero comienza el año II después de David Bowie. Su muerte no ha hecho más que incrementar su presencia en nuestra vida cotidiana. Nadie pudo prever que su desaparición tendría semejante efecto. Y sin embargo, ese efecto es completamente lógico. Atención: este artículo contiene un spoiler o dos.

A medida que concluye la secuencia final del tercer capítulo de Mindhunter, comienza a sonar una canción titulada ‘Right’. Aparecen los créditos y la voz y la música de David Bowie siguen escuchándose, creando una sensación turbadora. Desde el 10 de enero de 2016, cada vez que una canción de Bowie es extraída de su contexto natural (un disco, un concierto, una playlist), esta llega revestida de una nueva carga emocional. Antes de esa fecha se trataba sobre todo de canciones, ahora también son mensajes de ultratumba. Es lo que ocurre con ‘Five Years’ en un capítulo de Fear The Walking Dead, y también al despedirse Ray Donovancon ‘Rock & Roll Suicide’. Las canciones de Bowie han sido incorporadas a películas y series docenas de veces, pero desde su muerte, lo que canta parece provenir de otra dimensión. Nada que ver con Seu Jorge versionándolo a destajo en The Life Aquatic de Wes Anderson, porque cuando se estrenó, Bowie estaba vivo. Nada que ver con los homenajes de American Horror Story y el personaje de Elsa Mars encarnado por Jessica Lange, porque cuando se emitió, Bowie aún no había muerto. Nada que ver con esas otras canciones suyas sonando en capítulos de Los Simpson, Dexter o Mad Men, todos ellos anteriores a enero de 2016. Nada ha cambiado. Todo ha cambiado.

Año cero

Según la acertada definición que hicieron Nacho Canut y Alaska cuando el ídolo murió, el año que acaba de comenzar sería el año II después de Bowie. Dos años. En el siglo XXI, ese tiempo puede ser el equivalente a media vida. Cada vez que vayamos adentrándonos en el futuro, iremos descubriendo nuevos matices al analizar la cuestión de nuestro mundo sin Bowie. Por ahora, el gimoteo masivo se ha ido apagando. Cada tanto hay un ilustre difunto al cual llorar; como se trata de que nos compadezcan, vale prácticamente cualquiera, el único requisito es que sea conocido y críe malvas. Ahora que el llanto general por Bowie es menor y algo lejano, resulta algo más fácil intentar vislumbrar por qué resulta tan profundo ese vacío. Por qué escuchar ‘Right’, que me ha acompañado cientos de veces, me conmueve de una manera tan inesperada. Posiblemente sea porque aparece al final del capítulo de una serie, que siempre es un momento muy emocional. Pero también porque, de golpe, la canción me recuerda que su autor está muerto.

Agente Philip Jeffries

Llevo más de dos años analizando los motivos de esa devastación, que para mí comenzó a finales de 2013 con la muerte de Lou Reed. Es un sentimiento privado y personal, pero a la vez, es algo que le ocurre a más gente, quizá no a tanta como parece. Le ocurre a Loles, lo sufre Remi, le pasa a Juande o le pasa a Paula a la cual no conozco pero que el otro día comentaba en Twitter que temía el momento en que empezaran a aparecer artículos como este. El 10 de enero de 2016 Bowie protagonizó su propia versión de The Leftovers. Desapareció repentinamente, casi inexplicablemente, de este mundo con un involuntario golpe maestro. Un acto digno de Houdini, sólo que realizado a la inversa. El colofón de una carrera que, salvo en unos episodios muy concretos, fue monumental. Oímos el rumor desde el control de tierra y muchos pensamos, no, no digas que es cierto. La despedida ha concluido pero la sensación de ausencia es perenne. Cada tanto algo nos recuerda que el personaje que durante más tiempo amplió el poder y la semántica de la música pop, se ha ido para siempre. En la tercera entrega de Twin Peaks,  David Lynch le homenajeó a su eléctrica manera. Phillip Jeffries, personaje con una  brevísima aparición -y mucho más misteriosa desaparición- en Fire Walk With Me, adquiría un papel fundamental. Al igual que ha ocurrido con Bowie, Jeffreys está presente en la serie sin aparecer apenas en ella. Al igual que dicho personaje, viajó a un rincón del universo desconocido para nosotros.

Año uno

La muerte de Bowie duele porque dejó un poco más solos y vulnerables a aquellos que le seguimos con fascinación. Con su obra nos ayudó a contemplar el mundo al que pertenecemos. También logró que este resultara más soportable. El filósofo Simon Critchleyexplicaba en el ensayo David Bowie que “fue alguien que hizo de la vida algo menos trivial durante un periodo de tiempo tremendamente largo”. Luego corroboraba lo que el propio artista dijo en ‘Blackstar’: “No soy una estrella de pop”. Para Critchley, para mí y para sus fans, fue mucho más que eso: “Fue alguien que, simplemente, nos hizo sentir vivos”. Lo hizo, por ejemplo, al intentar describir la confusión que nos asedia sin descanso, en ‘Life On Mars?’ (“mira al hombre de la ley golpeando al tipo equivocado”) y mientras lo hacía, nos daba pistas para que intentásemos esbozar nuestra propia poesía. Es el horror de saber de qué trata este mundo, dijo en la letra de ‘Under Pressure’. Es la lucha entre lo sublime y lo horrendo, la sensatez y la paranoia, la inocencia y la malicia, y la inevitable desesperación para intentar discernir una cosa de la otra. Bowie, como cualquier otro artista de la música pop, implica muchas cosas –diversión, fantasía, osadía-, posibilidades que se convierten en armas y refugios para intentar comprender la vida. Su muerte plantea una cuestión alrededor del enigma que nadie sabe contestar. Él también se hizo esas preguntas mientras estaba aquí, y las expresó a través de su obra. Ahora que quizá sepa las respuestas, no nos las puede contar.

A nivel personal, la muerte de Lou Reed fue un acontecimiento desolador. Aunque sus problemas de salud habían sido difundidos públicamente, nunca me planteé que pudiera fallecer. Fue el artista que me alumbró en la oscuridad y la confusión de la adolescencia y me hizo ver que había un espacio en el cual, algún día, yo podría ser la criatura que estaba llamado a ser. A partir de cierta edad, la muerte deja de ser una fantasía para pasar a formar parte de lo cotidiano. La de Lou Reed marcó un punto de inflexión. Dos años después, la desaparición de Bowie corroboró que así había sido. Aquellos que me proporcionaron fe, autoestima, felicidad y conocimiento, también se van. A los 50 años posiblemente no los necesite tanto como a los 16, pero sí que necesito que sigan aquí, conmigo. Pero se van.  Después de habernos ayudado a entender y soportar la vida y la muerte, se van.

Año dos

La muerte de Bowie me impulsó a recuperar una novela cuya reescritura había abandonado. Sabía que, trabajando en la dirección correcta, podía sacar de ella la historia que necesitaba hacer. Él era uno de los protagonistas de la trama, una ficción que transcurre en València y El Saler. Es una historia de inocencia y perversión que construye una versión paralela de lo que pudo haber sido mi adolescencia. Mi adolescencia transcurrió en la playa de Pobla de Farnals. Eran pósteres de Lou Reed lo que había clavados en las paredes de mi habitación. Escuchaba sus canciones e indagaba en sus letras como podía, yo solo, en mi cuarto, con la ayuda de un diccionario de inglés americano que me trajo mi padre de un viaje a Estados Unidos. Escuchaba  a Reed con fervor y, a medida que su mundo me absorbía, fantaseaba con encontrármelo por Valencia, de incognito, como si hubiese decidido viajar hasta un sitio tan remoto sólo para darme la oportunidad de que me cruzase con él. Lou Reed fue el filtro que elegí para interpretar la realidad. Las primeras decepciones sentimentales. Los interrogantes del sexo. Los caprichos del alma humana. Lou Reed fue la puerta para cruzar al otro lado de la realidad. Si ingresaba allí, me decía mi instinto, podría empezar a ser yo mismo a pesar de todo. Cuarenta años después he publicado una novela que habla, entre otras cosas sobre eso. Si Lou Reed no hubiese existido, seguramente jamás la habría escrito. Si David Bowie no hubiese muerto, seguramente nunca la habría terminado.

El Saler es un buen sitio para muchas cosas, por eso lo elegí como escenario de ciertas escenas de la novela. Es un lugar perfecto para mirar, pensar, y no tener prisa para hacer nada. Es un sitio idóneo para perderse y olvidarse del resto del mundo, que acaba precisamente allí mismo. Un territorio impregnado por el sexo que se practica secretamente en sus bosques y  dunas, un contrapunto de carnalidad en medio de la belleza mística del paisaje. El Saler también es un buen sitio para ser invisible y llorar. Para escribir. Para vivir lejos de todo, anotando cosas en una libreta que sabe más de mí que nadie en el mundo. Un remolino de silencio en el cual sumergirse para soñar con lo irreal, como cuando tenía quince años. Para escribir sobre una mañana de verano, cuando la niebla flota a ras del suelo. Y a medida que esta se disipa y el sol se va elevando sobre las copas de los pinos, ver a David Bowie, despertando aturdido de un letargo. Está torpemente atado al tronco de un pino, rodeado de otros árboles y plantas. No muy lejos, en una situación similar, está Lou Reed. Al despertar contempla la vegetación que le rodea mientras intenta recordar qué le ha ocurrido y se deshace de la cuerda flácida que apenas le mantienen sujeto al tronco. Hay un tercer hombre que abre los ojos después de haberlos tenido cerrados más tiempos del que puede calcular. Andy Warhol balbucea algo mientras se desprende de las inocentes ligaduras y comienza a caminar colocándose bien la peluca. Los tres saben algo que ningún ser vivo puede saber. Si me quedo quieto donde estoy, acabaremos encontrándonos y me lo contarán.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en la revista ICON



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Íñigo López Palacios reseña Lejos de todo, de Rafa Cervera, en la sección El Culturista de la revista ICON (número 47, enero 2018).

RAFA CERVERA
Lejos de todo
(Jekyll & Jill)
¿Escribe del libro de un amigo? Eso está feo. Cierto, lo confieso, conozco a Rafa hace un porrón de años, pero soy su lector desde mucho antes. De adolescente devoraba con admiración sus artículos. Algunos me marcaron tanto que soy capaz de recitar frases de memoria. ¿En serio? Lo prometo. Rafa fue desde el principio, en los ochenta, un periodista musical que escribía como los ángeles. Un tipo con una prosa brillante e ingeniosa. Con ritmo, capaz de ser tierno y caústico. Esta primera novela suya debería haberla escrito mucho antes. ¿Y de qué va? De sus obsesiones. De su ciudad, Valencia, a la que volvió hace años. De David Bowie, representación de aquellos mitos del rock de los setenta que eran personajes lejanos y fascinantes. De un hipotético viaje de incógnito de Bowie a Valencia en 1976. Y de su formación, de esa adolescencia en la que todo era tan nuevo y a la que debe lo que es hoy. (i./. p.)

Lejos de todo de Rafa Cervera en El País



 

Rafa Cervera posa en la redacción de EL PAÍS. GEMA GARCÍA
Rafa Cervera posa en la redacción de EL PAÍS. ©GEMA GARCÍA

 

Fernando Navarro escribe sobre Lejos de todo, de Rafa Cervera, en El País:

Fabulando con David Bowie

El crítico musical Rafa Cervera escribe ‘Lejos de todo’, su primera novela, ambientada en una Valencia postfranquista con el músico como inspiración

Para los habitantes de la república invisible de las canciones, todo lo importante sucedió dentro de los acordes, como templos sagrados fueron aquellas habitaciones cuyas puertas les protegían como si fueran “trincheras”. En palabras del chaval “extraño y fuera de contexto”, protagonista de Lejos de todo, la novela del crítico musical Rafa Cervera (Valencia, 1963), los mejores momentos de un mundo “hecho de soledad” llegaban cuando su héroe musical se ponía a cantar: “Quería creer que David Bowie emergería de este muro estucado en blanco para sacarme de aquí”. El anhelo de ese chico, perdido en mitad del verano de 1977 en la Playa de El Saler, ha sido un sentimiento universal en los corazones de tantos adolescentes que pisaron por primera vez la patria mostrada por Bowie, como si, al igual que Mayor Tom, pudiesen pasearse por la luna y las estrellas.

Bowie como inspiración, aunque podría ser cualquiera de los colosos musicales que han creado su propio y fascinante territorio artístico, prendido con fuego en existencias desorientadas, como confiesa el autor de Lejos de todo: “Si la novela fuese mi autobiografía, el que estaría en el poster sería Lou Reed, en la foto del disco Rock’n’roll Animal. Pero Bowie ha sido y es muy importante en mi vida. Lo meto porque me venía muy bien para la historia de adolescentes que quería contar”.

Cervera, firma habitual de EL PAÍS y referente en el periodismo musical desde los ochenta en publicaciones como Ruta 66, debuta en la literatura de ficción con un libro que diluye la fantasía y la realidad para cruzar las historias de un adolescente “confuso que se creía que era único” y un David Bowie que, atrapado en su adicción a la cocaína, acaba en Valencia con el fin de salvaguardarse del mundo acompañado de dos fieles amigos, uno de ellos un tal Jimmy, también conocido como Iggy Pop. “El Bowie que meto en la novela es una persona que está en crisis, que necesita cambiar y buscar soluciones, y refugiarse de sí mismo. Algo que le pasó en la vida real”, explica Cervera. “Me venía muy bien para hablar de la melancolía, la soledad y la pérdida”, añade.

Entre 1976 y 1977, años en los que transcurre el libro, Bowie realmente se escondió en las montañas del norte de Suiza, junto al lago Lemán. Fue un período de gran exploración personal, en el que se interesó por la música clásica, la literatura y la pintura, con especial amor por el arte expresionista. Pero para Cervera lo importante es “fabular”, situando al genio británico en su tierra natal, con la idea de revivir a través de la escritura esa sensación irrepetible en la que, como dice su protagonista, “la vida era algo nuevo, extraordinario y también inquietante”. “No era una necesidad volver a esa etapa, pero sí que era un territorio que me apetecía explorar. De cuando había pasión y te fundías con las voces que te inspiraron”, dice. “Es duro volver a la inocencia. A una inocencia que yo ya no tengo. Ya no soy ese. Es duro y doloroso volver a cuando descubriste quién querías ser. Entonces, estábamos completamente vírgenes y necesitados de algo que nos dijese: ‘Mira, como no eres buen estudiante, eres un desastre como deportista, ni sabes tocar la guitarra… no te preocupes porque está la música’. Esta gente te enseña el camino. Quieres seguirles y ya veremos luego a ver qué pasa”.

Cervera tardó ocho años en acabar la novela y también fue duro encontrarse durante el proceso de creación casi acabado con la muerte inesperada de Bowie. “Fue tremendo. Pero quise tener lealtad a alguien que me ha estado cantando al oído”, confiesa. Retomó el manuscrito inicial, lo cambió y reescribió la historia, colándose “más melancolía”. “Escribir es como una venganza contra la realidad. Cuando haces ficción, eres una especie de Dios. Puedes decidir cómo funciona ese mundo, colocas a los personajes y les dices cuando hablan o callan. Tienes el dominio de todo”, señala. Exactamente igual que cuando estás dentro de las canciones, como cuando eres un habitante de esa república invisible a la que Cervera, con el impulso de Bowie, le ha dedicado una oda literaria tierna y absorbente.

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Alfonso Cardenal entrevista a Rafa Cervera en Sofá Sonoro



Alfonso Cardenal entrevista a Rafa Cervera en el programa Sofá Sonoro de Cadena SER con motivo de la publicación de la novela Lejos de todo:

Cuando Bowie se refugió en El Saler

El periodista musical Rafa Cervera debuta como escritor con ‘Lejos de todo’

David Bowie durante un concierto en Detroit en 1976David Bowie durante un concierto en Detroit en 1976 / GETTY IMAGES 

Tras una vida escribiendo de música, Rafa Cervera debuta como novelista con Lejos de todo, un relato evocador y melancólico sobre la adolescencia y los descubrimientos que se producen en esa etapa. El primer trabajo narrativo del escritor valenciano se construye alrededor de un surrealista viaje de David Bowie a El Saler en compañía de su asistente y de su amigo Iggy Pop. Una novela escrita con mimo y gusto que refleja experiencias vitales del autor y sentimientos lejanos que cobran vida en un relato que habla de música, de pasiones y de descubrimientos.

¿De dónde surge tu amor por Bowie?

Bowie empezó a gustarme tarde. Con esto quiero decir que lo mío no fue un amor apasionado y adolescente, como me ocurrió con Lou Reed y Warhol y los miembros de Velvet Underground. Ese era el universo que me absorbía. Y después, Patti Smith y todo el punk neoyorquino. Bowie llegó después. Escuché Ziggy Stardust y David Live y empecé a encontrarle la gracia. Hasta entonces me parecía un personaje muy teatral y un poco exasperante porque parecía que, si querías ir más allá de los Stones o los Beatles, entonces tenías que ser de Bowie. Y yo, que le era muy fiel a Lou Reed decía, “este tío no es para tanto, el que mola de verdad es Lou”.

Cómo viviste la muerte de Bowie

Con mucha tristeza. Sé que no es fácil explicar esto pero voy a intentarlo. Todos los días muere gente de una manera injusta, terrible, gente inocente que es víctima del horror que hemos potenciado en este mundo. Artistas como Bowie funcionan como filtro y también como antídoto a eso. Hablamos de Bowie pero podríamos decir lo mismo de Woody Allen, Paul Auster, Sabina, qué sé yo. Se trata de gente que crea un universo que te ayuda a convivir con la realidad, a entenderla, a soportarla. En el caso de Bowie, su proyección era fantástica en el sentido más literal de la expresión. No era sólo música y letras, era también los vídeos, las portadas, la proyección que él hacía de sí mismo. Seguir a Bowie era excitante, era un aliciente a la vida, y si además acertaba de lleno, como ocurrió con The Next Day, entonces era perfecto. Me enteré de su muerte por la app de la SER y empecé a llorar. La muerte de Lou Reed me costó más asimilarla porque era demasiado tremendo para ser cierto. Creo que la muerte de Lou Reed fue como un punto de inflexión, se abría un nuevo escenario. La muerte de Bowie fue la constatación de que esto era así. Si Lou Reed había muerto, ya todo era posible. Es una sensación que también tiene que ver con el hecho de llegar a determinada edad, esa edad en la que los que son mayores que tú empiezan a marcharse.

Si no hubiera sido él e Iggy los protagonistas de tu libro, ¿a quién hubieses elegido?

Solamente podía ser Bowie. En el fondo, lo he usado para hablar de mí. Me he valido de sus circunstancias en una época determinada, para secuestrarlo y traérmelo a un terreno que conozco muy bien, que es la ciudad donde nací y el lugar donde vivo ahora, que es la playa de El Saler. Bowie confuso y deprimido en 1976 es una máscara para hablar de mi tristeza y mi confusión. Tristeza porque nunca me ha resultado fácil encajar en el mundo y a medida que me hago mayor veo que esa perplejidad no se va, al contrario, aumenta. Pero la escritura es una gran defensa para este tipo de cosas, y también un arma. Cuando acabé de escribir el primer borrador de la novela, en 2008, me di cuenta de que donde tenía que estar era lejos de todo, en El Saler, un lugar desierto y apacible la mayor parte del año. ¿Podría haber sido Lou Reed uno de los protagonistas de esta novela? Yo creo que no, que en todo caso podría haberlo sido de otra. En cuanto a Iggy, en 1976 y 1977 estaba muy unido a Bowie, viajaba con él, grababan juntos; Coco fue su asistente y amiga desde 1974 hasta el final de sus días. Veía bien que fueran tres porque la otra historia también tiene tres personajes. En ambos casos, dos personajes masculinos y uno femenino. Ese reflejo me gustaba y también me obligó a buscar nombres poco habituales para los adolescentes. Si unos personajes se llaman David Bowie, Jimmy o Coco, los otros no pueden llamarse Ana o Fernando. Así que usé el nombre de Cala Cervera, que me hizo mucha gracia cuando se lo escuché a un amigo. Y en cuanto a El Regónzer, es una expresión acuñada por una amiga. Parece que sea vasco, pero en absoluto, es invención pura.

Después de tantos años escribiendo de música por qué crees que la novela ha surgido justo en este momento.

El grueso de Lejos de todo ya estaba escrito cuando murió Bowie. Era un texto imperfecto y estaba en un cajón. Su muerte me hizo retomarlo. A medida que fui reescribiéndolo me di cuenta de que lo tenía, de que la historia estaba ahí. Era cuestión de quitar paja y pulir, pulir mucho. E inevitablemente, a medida que tenía lugar todo ese proceso, que ocurrió entre abril y septiembre de 2016, se fue filtrando el luto por Bowie. Y se mezcló con la melancolía que ya anegaba la novela. Para mí era muy importante hacerla como tenía que hacerla y que viera la luz en la editorial adecuada. Ha salido ahora porque es cuando estaba bien, cuando era literatura, cuando el lenguaje estaba cuidado y equilibrado. Un libro así, o está bien hecho o es un fracaso, porque, de entrada, trata de hacer verosímil lo inverosímil.

El libro tiene cierto tono melancólico con esa mirada tierna a la adolescencia, una etapa de la vida en la que se definen muchas cosas, ¿qué cambió en ti en esa etapa que siga vigente hoy en día?

Creo que sigo siendo un adolescente. Hay una parte de mí que no se ha desarrollado según los parámetros sociales y vitales habituales. Tengo 54 y no tengo hijos, me dedico a escribir de música y vivo rodeado de discos, libros, revistas. No hay ninguna señal en mi vida, salvo las propias del envejecimiento, que me aleje de la adolescencia. No es que se un inmaduro ni me niegue a crecer, al contrario, creo que soy bastante consciente de mi realidad, demasiado a veces. Pero el modo en que vivo y revivo todo aquello que me hizo feliz y que, sobre todo, me hizo ser yo mismo, apenas ha cambiado. Y eso me produce una gran melancolía porque me veo a mí mismo al comienzo de todo y sé que hay cosas que a ese chico y a mí nos siguen importando mucho, pero en medio de todo eso, hay una inevitable franja de tiempo y experiencia que hace que ya no podamos ser exactamente la misma persona.

¿Qué libros sobre esta etapa vital te han inspirado?

Mientras escribía no leí libros que tuvieran que ver con la adolescencia. Me gustaría pensar que algo de El guardián en el centeno se ha filtrado en algún momento en alguno de los personajes adolescentes masculinos. Holden Caulfield en El Saler, la verdad es que también podría haber estado allí durante el verano en el que transcurre la historia. Yo creo que todo lo que tiene que ver con los adolescentes en la novela proviene más de las canciones que de la literatura. Son muchos años oyendo ciertas letras y absorbiendo ciertas emociones.

Los amores adolescentes, los primeros amores, son de los que más marcan, de los que más se recuerdan, son como la primera vez que escuchas un disco que acaba siendo parte de tu vida y creo que eso se refleja en tu libro con esa doble pasión por Cala y Bowie, no sé si te pasa que hay ciertos discos u artistas que están de un modo extraño ligados a ciertas personas…

Estoy de acuerdo con lo que dices, pero he de decir que todo lo que se cuenta en la novela es invención. La historia es ficción. Me valgo de ella para contar determinadas cosas que son mías pero que pueden pertenecer a cualquier otra época de mi vida. Lo de que hay discos que están ligados a determinadas personas también lo veo así. Eso lo contó muy bien Fernando Navarro en Martha. Lejos de todo habla también de ese tipo de pasiones que marcan, pero está contado con piezas de mi propio puzle vital. Se trataba de expresar una serie de sentimientos a través de la ficción. Lo hice porque me parecía una buena historia, un buen tema, pero no estaba buscando exorcizar mi pasado. Estaba exorcizando mi presente a través de los chicos y sus pasiones, y también a través de un Bowie que aparece en un lugar que les completamente ajeno en el cual se siente bien. Ese misterio que tienen los lugares desconocidos, sitios en los que eres un completo extraño y sin embargo, o por eso mismo, te quedarías una larga temporada en ellos.

Tu forma de escribir me ha resultado relajante con unas descripciones pausadas y evocadoras, qué estabas leyendo mientras escribías o antes de ponerte a ello…

Gracias…Puedo decir que en la última fase de escritura sí hubo una influencia buscada de Lucia Berlín. La descubrí y la leí a la vez que me enfrentaba a la versión definitiva del texto. Fue una iluminación porque me ayudó a cortar las frases, frases que en muchos casos estaban escritas hace años y en las que yo ya no me reconocía. Lucia Berlín fue determinante para acabar la novela y darle ritmo. Alguien me dijo a través de Facebook que había cosas que le recordaban al estilo poético de Lou Reed. Ojalá fuese así, sería un triunfo enorme porque he pasado más de la mitad de mi vida escuchando y leyendo sus letras, que son gran literatura.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en Revista Shangay con Roberta Marrero



Agustín Gómez Cascales entrevista a Rafa Cervera y a Roberta Marrero con motivo de la publicación de la novela Lejos de todo en la revista Shangay:

Rafa Cervera y Roberta Marrero, unidxs por Bowie


Fotos: Miguel Ángel Fernández

 

Rafa Cervera es uno de los grandes periodistas musicales de nuestro país, experto en contar historias que tienen que ver con la realidad de muchos artistas –sirva como ejemplo su libro Alaska y otras historias de la movida. Con Lejos de todo, su primera novela se revela como un gran fabulador, y con la manera en que fusiona realidad y ficción atrapará tanto a quienes conocen su trabajo como a quienes se dejen atrapar vírgenes por su propuesta. En ella, Cervera cuenta dos historias paralelas que se entrecruzan: una la protagonizan adolescentes en pleno proceso de dejar atrás la inocencia en la Albufera valenciana; la otra refleja un momento clave en la trayectoria de David Bowie, que arranca, de modo misterioso, en Valencia. Es una novela breve, con un aire melancólico y sugerente, en que Cervera demuestra que, con una enorme economía de recursos expresivos, se puede contar mucho. Es además una muestra de la devoción por uno de sus grandes iconos, y también una carta de amor a su pasado teen. Aunque nunca tienes del todo claro qué es real y qué no en lo que cuenta.

La crisis de los 40 de Rafa supuso el punto de partida de esta novela, la primera que ha escrito, “que empezó siendo un cuento y se fue haciendo largo”. Pero no es una novela esencialmente autobiográfica como cabría imaginar, dado que una de las historias que cuenta es la de un adolescente que se enfrenta a ciertos ritos de iniciación sexual y emocional. Uno, de primeras, piensa, que es Rafa contando su historia, pero no. “Hay detalles autobiográficos, pero son como agua subterránea”, apunta. Y no están donde uno iría a buscarlos, sino en la otra historia que vertebra Lejos de todo, protagonizada nada menos que por David Bowie, y en Valencia, ni menos ni más. “Se me ocurrió durante una crisis existencial, y decidí transferirle a Bowie mis angustias (la necesidad de buscar soluciones, de intentar averiguar quién eres y qué haces aquí), que coinciden en cierto modo con las que tenía él en el año 76”, que es donde ha situado la acción.


«LA NOVELA SE ME OCURRIÓ DURANTE UNA CRISIS EXISTENCIAL, Y DECIDÍ TRANSFERIRLE AL PERSONAJE DE BOWIE MIS ANGUSTIAS» (RAFA CERVERA)


Lo que Bowie ha unido, que no lo separe nadie. De ahí que tenga todo el sentido que sean dos los protagonistas de este reportaje. Cervera y la artista Roberta Marrero, autora del reciente libro El bebé verde –en que relata cómo ha vivido su transexualidad desde pequeña–, son amigos desde hace años, y comparten la pasión por el desaparecido icono. Rafa la conoció cuando ella llegó a Madrid a principios de los 00. “Me encantaban sus discos y sus vídeos, como me sucede con su obra plástica. Qué bien poder ser amigo de alguien con tanto talento”. Tuvo claro, incluso antes de proponérselo, que Roberta tenía que ilustrar la portada (“antes de acabarlo, o incluso de tener editorial, ya pensaba que la portada sería perfecta si la hacía Roberta”).

En un viaje que hizo Roberta Marrero a Valencia –precisamente a participar en una charla sobre Bowie–, su amigo Rafa le dio el manuscrito de la novela para que la leyera. Y le atrapó: “Me gustó que, con imposible que es lo que cuenta, lo de imaginarse a Bowie en Valencia, Rafa logra que resulte supercreíble y que fluya con naturalidad. También me gustó ese tono melancólico relacionado con la adolescencia, que tiene que ver con ese deseo de estar en otro sitio o ser otra persona. Y es que en ese sentido los creadores siempre estamos haciendo un autorretrato, al hablar no solo de las cosas que nos han pasado, también de las que nos gustaría que nos pasaran”. Inspirarse en Bowie no era algo nuevo para ella. “Le he usado hasta la saciedad en mi trabajo, me fascina su imagen. Y nunca lo he hecho por dibujarle, sino para hablar de otras cosas; incluso, siendo muy atrevida, me he hecho autorretratos como David Bowie, porque me gusta utilizar a personas que admiro como máscara”.


«SI ME LLAMARAN PARA ILUSTRAR LA PORTADA DE UNA BIOGRAFÍA DE RAJOY, DIRÍA QUE NO… HOMBRE, ¡SALVO QUE FUESE PARA PONERLE A CAER DE UN BURRO!» (ROBERTA MARRERO)


Hasta aquí, todo idílico, porque ambos muestran su admiración por el trabajo de su amigx en esta novela. Pero ¿qué hubiese sucedido si a Roberta, que fue de las primeras en leerla, no le hubiese gustado? ¿O si a Rafa no le hubiese convencido la ilustración de Roberta para la portada? Con ambos cara a cara, era el momento perfecto de plantear la hipótesis, una de esas que puede dar al traste con una amistad si no existe la suficiente confianza entre dos personas. Roberta se arranca diciendo: “Yo soy superrespetuosa con el trabajo de los demás. Y si la novela no me hubiese gustado, jamás se lo habría dicho”, confiesa. “No me vería con la autoridad moral de decirle eso a nadie. Pero la novela me gustó; normalmente, mis amigos hacen cosas que me interesan”.

A la hora de trabajar en la portada, Marrero se lo tomó como lo que es: un encargo. “Tenía claro que mi trabajo iba a estar sujeto a su criterio”. También tenía claro que iba a hacerlo porque, sí, le gustó la novela, y afirma que solo se implica en proyectos que le interesen. “Si me llamaran para hacer la portada de una biografía de Rajoy, diría que no… Hombre, ¡salvo que fuese para ponerle a caer de un burro!”. A Rafa le encantó la propuesta de portada que le envió Roberta, estaba muy tranquilo en ese sentido. Le preocupaba más la opinión de Roberta sobre la novela, porque además sabía que si no le gustaba, lo podría intuir. “Es prudente y diplomática… pero hasta cierto punto”, y ambos se echan a reír. “Su respuesta entusiasta me dejó tranquilo, porque era de las personas a las que quería que le gustara”. Final feliz pues.

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Rafa Cervera

Entrevista a Rafa Cervera en la revista Primera Línea



Paco Gisbert entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su novela Lejos de todo en la revista Primera Línea:

Rafa Cervera, entre Bowie y la Valencia de los 70

Nuestro compañero Rafa Cervera, crítico musical en esta revista desde hace más de un cuarto de siglo, debuta como novelista con ‘Lejos de todo’, una obra llena de referencias musicales y de ensoñaciones eróticas.

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PACO GISBERT / FOTOS: FOTOLATERAS | 11/12/2017 – 13:05

La máxima que afirma que un periodista especializado en fútbol es un futbolista frustrado se puede aplicar perfectamente a Rafa Cervera. El valenciano quiso ser estrella de rock’n roll en su juventud y, dada su impericia como músico, se dedicó a escribir sobre lo que más le gustaba. Y no le ha ido mal, como podéis comprobar desde hace más de 27 años en nuestras páginas. Ahora debuta como novelista con ‘Lejos de todo’, una novela en la que se mezclan dos historias: la del descubrimiento de la sexualidad por parte de unos adolescentes en la playa de El Saler y la de la breve estancia de David Bowie en una Valencia en plena Transición. Pero mejor que sea el propio Cervera el que nos destripe su novela.

Después de tantos años oficiando como periodista, te has decidido a escribir una novela. Cuéntame cómo ha sido el parto.

Lo cierto es que escribir ficción es algo que siempre he querido hacer. Durante años acudí a talleres de escritura creativa y aprendí a hacer relato corto y novela breve. “Lejos de todo” viene de ahí, aunque ha sido un proceso lento. La empecé a escribir hace bastante y tuvo un par de versiones iniciales que no cuajaron. Al final la historia encontró su camino incluso a pesar de mí, que soy lento e inseguro en estos asuntos. Ahora que ha visto la luz espero que lo siguiente que haga fluya mejor.

Muchos periodistas freelance se escudan en el día a día para no dar el paso de convertirse en novelistas. ¿Ha sido tu caso? ¿Por qué acabaste dándolo?

Cuando empecé a escribir ficción podía permitirme el lujo de reservarme unas horas sólo para eso, y trabajar con tranquilidad. Hoy intentar repetir eso sería prácticamente imposible. Los dispositivos móviles son una distracción pero sobre todo lo que ha cambiado son las circunstancias generales. Un periodista freelance intenta diseñar su supervivencia día a día. Si no estás con la antena desplegada no hay propuestas que hacer, si no tienes reflejos puede que llegues tarde con ellas; hay que proponerlas, escribirlas, rezar para que se publiquen y esperar a cobrarlas. No es el mejor escenario para concentrarse en algo que, si en algún momento cristaliza, es bastante improbable que te saque del atolladero económico. Así que, precisamente por todo eso que acabo de contar, escribir ficción se me antoja como la mejor de las rebeliones. La realidad pesa más que nunca por eso da más gusto ignorarla y plantarle cara inventándote historias en las que tú eres el que manda, y no ella.

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¿Cómo surge la idea de las dos historias que se cuentan en la novela?

La historia de los tres adolescentes es algo que estaba en mi cabeza desde hace tiempo, tanto que ya no recuerdo por qué esa obsesión. Supongo que proviene de la necesidad de revisitar la adolescencia. Al final, con los años, la nostalgia ha ido dando paso a una fantasía que sigue teniendo mucho que ver con esa fase vital. Lo de Bowie tampoco recuerdo exactamente de dónde vino. Fue hace mucho (insisto en que los orígenes de esta novela se remontan más de 10 años atrás, soy muy lento) pero recuerdo vagamente el momento en que dije, “¡Sí! ¿Por qué no?” Y convertí un relato en primera persona que tenía hecho como ejercicio para el taller en el comienzo de la historia de Bowie.

¿Cuánta porción de autobiografía contiene la novela?

Por los ingredientes que tiene, es inevitable pensar que parece autobiográfica, sobre todo por los escenarios donde transcurre y esa fijación idólatra con una estrella de la música pop. La historia es pura ficción construida con elementos que le he robado a la realidad. Es como una realidad paralela soñada por el autor de la obra. “Lejos de todo” no es la historia de mi adolescencia, pero yo estoy en cada uno de los elementos que configuran la novela.

¿La idea de que Bowie visitó y vivió durante un breve periodo de tiempo en Valencia tiene algún referente real? Me refiero a si Bowie fue alguna vez a Valencia o si te has basado en otros músicos que sí lo hicieron.

Cuando tenía 15 años fantaseaba con la idea de que Lou Reed (que el músico que en realidad me abrió los ojos y me cambió la vida) actuaba en Valencia o se materializaba por el barrio del Carmen, como una aparición mariana. En 1977, la idea de que alguien que parecía proceder de otro planeta pudiera colarse en tu vida cotidiana era un sueño. Sobre todo si vivías en un lugar tan remoto como Valencia. Los músicos importantes iban a Madrid y Barcelona, Ibiza era una especie de oasis en ese sentido porque era un lugar de libertad aislado del agobio franquista y eso atraía a la bohemia musical. En cuanto a Valencia no venía casi nadie a actuar. La historia ha terminado por demostrar que esas cosas ocurrían más de lo que nos atrevíamos a creer entonces e incluso ahora. A medida que el tiempo avanza y aflora la información, descubrimos que por España pasaron de incógnito algunas estrellas del rock. Hace poco leí en ‘Valencia Plaza’ que Keith Richards se acostó por primera vez con Anita Pallenberg en Valencia, en 1967. Y Bowie pasó unos días con Bianca Jagger en 1977, en la Costa Brava. La idea de meter a Bowie en el Carmen y hacerlo pasear por el Micalet con Iggy Pop en lugar de colocarlos en Berlín, proviene de esa fascinación. De esa posibilidad milagrosa fraguada en la adolescencia en una época en la que estas cosas eran un sueño. Hoy en día nadie se extrañaría si, estando en Albalat del Sorells, apareciera Björk de repente. Las estrellas de la música han perdido gran parte de su misterio en el siglo XXI.

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En 1977 Valencia era una ciudad que despertaba del letargo franquista, pero quizás el Saler seguía dormido en aquella época…

Sinceramente, no lo sé. Yo pasé mi adolescencia en la playa de Pobla de Farnals. Mi familia tuvo allí un apartamento hasta mediados de los ochenta. Empezamos a frecuentar El Saler a principios de los noventa. El Saler es un lugar muy especial. Yo vivo ahí desde hace 10 años y cada día descubro algún detalle nuevo, casi siempre relacionado con la naturaleza. Es un lugar extraño, no por su geografía sino por sus circunstancias. Es una franja de tierra de dos o tres kilómetros de ancho que separa el mar de un lago de agua dulce que es el epicentro de folclore local. Posee una belleza muy particular. El aislamiento es uno de sus atributos. Y su propia historia. En los sesenta comenzó a ser urbanizado con la idea convertirlo en otro Benidorm. Se alzó un movimiento popular que acabó deteniendo esa tropelía y posteriormente se ha ido restaurando el mal realizado. Todo eso y algunos factores más contribuyen a hacer de todo ello un territorio extraño.

¿Bowie podría haber vivido en Valencia en 1977 o habría salido por piernas?

Si hubiese buscado lo que busca en la novela, habría sido un buen lugar para él. Los motivos por los que en esas fechas se trasladó a Berlín fueron resolver una crisis personal y buscar el anonimato. En Valencia lo hubiese encontrado seguro.

El adolescente que narra la primera historia descubre la sexualidad de manera muy intuitiva. ¿Es fruto de la época en la que vive?

Supongo que sí porque los recuerdos que puedo traspasarle a ese protagonista son los de mi experiencia. En aquella época apenas había información. Todo era un enigma y, por supuesto, un pecado. La única manera que se me ocurre para descubrir el sexo cuando se trata de un personaje introvertido y refugiado en su mundo interior es el instinto. No obstante, hay referencias veladas a autores malditos como Sacher-Masoch, al cual más de un adolescente de la época, -Alaska incluida- descubrió gracias a la canción “Venus in Furs”. Y la escena cumbre de la historia adolescente, la de la filmación, está inspirada en las primera películas experimentales de Warhol donde a veces aparecía una sexualidad muy estimulante, porque era casi pornografía mal hecha, realizada por amateurs, como pueden serlo ahora las grabaciones sexuales con el móvil.

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Me gustan los referentes a ‘Belle de jour’ y, evidentemente, los musicales. ¿Qué otros referentes te han inspirado para escribir?

Son pequeños guiños, también hay uno a “Lolita”, que recuerde ahora mismo. Hay muchas referencias de todo tipo pero al final, de tanto escribir, yo creo que todo ha quedado muy triturado y mezclado. El otro día mi padre me decía que algunas descripciones le recordaban a Blasco Ibáñez, pero jamás me inspiré en él. Yo creo que sí se filtra la influencia de Rodrigo Fresán, Vila-Matas, Agustín Fernandez Mallo al nivel que puedo filtrarla yo, sintiéndome inspirado por ellos. David Lynch también es otro referente, en este caso buscado.

¿Este es un libro para aficionados a la música?

Si no tienen prejuicios, sí. Pero sobre todo yo creo que es una novela para lectores que no necesitan ser fans de Bowie ni de ningún grupo. Quiero pensar que he hecho literatura más allá de cualquier otra consideración. La música es un elemento fundamental pero no es una finalidad en sí misma. Quería usar a un personaje tan poderoso como Bowie e incrustarlo en un paisaje que está muy lejos de ser el suyo. Si eso funciona, entonces ahí empieza la literatura y el crítico musical desaparece.

¿Y para los que siguen a Rafa Cervera como periodista musical?

Supongo que también, siempre y cuando tengan claro que esto es ficción y que la intención es otra en este caso. El lenguaje es otro, la intención es otra, aunque yo creo que sigo siendo muy reconocible para aquel que me haya leído como periodista.

Lejos de todo de Rafa Cervera en GQ Magazine



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«LA VITRINA Lejos de todo (Jekyll & Jill) una historia apócrifa –David Bowie, refugiado en Valencia en 1976– y una historia de iniciación adolescente en la que los sueños y la realidad se entrelazan y el deseo quema tanto como el sol de agosto. Ambas tramas se cruzan en el deslumbrante debut literario del periodista y colaborador de GQ Rafa Cervera

Rafa Cervera y Lejos de todo en Cadena Ser Valencia


Arturo Blay entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su primera  novela, Lejos de todo, en el programa Hoy por hoy, Locos por Valencia de Cadena SER:

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Lejos de todo: cuando Bowie vino a vivir a Valencia

En la primera novela de Rafa Cervera, la estrella del rock descubre la Valencia de los años 70 para superar una crisis artística

El periodista valenciano Rafa Cervera acaba de publicar su primera novela, Lejos de Todo. Ambientada en la Valencia de la segunda mitad de los años 70, la obra gira en torno a lo que pudo haber sido la estancia de David Bowie en nuestra ciudad, en un intento de buscar sosiego para superar la grave crisis artística y personal que el artista sufrió en aquellos años tras su irrupción como estrella del rock.

Lejos de Todo redescubre la Valencia histórica y monumental de los 70 a través de los ojos de Bowie y su voracidad cultural. Acompañado de Iggy Pop y su asistente personal, Coco, Bowie queda fascinado con la ciudad, con su casco antiguo, su Catedral, sus pintores, y su mar.

La historia se entrelaza con la de unos adolescentes que se conocen en El Saler, y para los que David Bowie es su gran ídolo.

Rafa Cervera ha estado en Hoy por Hoy Locos por Valencia para hablarnos de su primera obra de ficción.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en revista Détour


Rafa Cervera. Los días vividos, por Óscar Brox

Lejos de todo, de Rafa Cervera (Jekyll y Jill) | por Óscar Brox

Rafa Cervera | Lejos de todo

Cuenta Simon Critchley en su pequeño estudio sobre David Bowie que su primera aparición en Top of the Popssupuso un pequeño terremoto en el seno de la sociedad inglesa. Fascinante en su androginia, autosuficiente y sofisticado, Bowie representaba una tercera vía para un público acostumbrado a los Stones o a los Beatles. Un (necesario) cambio de ritmo que, aun en el pesimismo que latía en sus letras, invitaba a mover las caderas para rebelarse contra el rígido corsé normativo que imponían la sociedad y la época. Algo de esa anécdota permanece en las primeras páginas de Lejos de todo, aunque las protagonice una versión algo más madura de Bowie. De un Bowie al que su autor, Rafa Cervera, convierte más que nunca en aquel extraterrestre al que Walter Tevis hizo caer sobre la tierra. Solo que en esta novela, ese otro mundo es una Valencia en pleno proceso de apertura democrática. Con la costra franquista secándose al sol de la playa del Saler. Un perfecto enclave para narrar el despertar juvenil, el camino iniciático y la influencia en esos dos episodios vitales de la música y la cultura que prendía en las canciones de David Bowie.

Bowie perdido en las calles del centro de la ciudad. De un centro que en aquella época, tal vez, ni eran tan cosmopolita ni imaginaba la futura gentrificación del casco histórico. Que, en cierto modo, conservaba el gusto por sus ruinas y por aquellos barrios chinos que invitaban a cambiar de ruta. Cervera imagina en ellos, como decimos, a un Bowie taciturno, desgastado por el ruido del tiempo, que cambia de ciudad, de contexto, de cultura, tal vez en busca de nuevos estímulos. De la razón de ser, especialmente, cuando se es una estrella; un camaleón. Alguien acostumbrado a la reinvención estilística permanente. Tan moderno que, por fuerza, le ha ganado la carrera cuerpo a cuerpo a su época. De ahí, en definitiva, que Bowie solo pueda ser un extraterrestre o, como su personaje en El ansia, un vampiro. O, sencillamente, una figura inalcanzable que la versión adolescente de su autor cree intuir desde el otro lado de la ventana. En ese gesto tan típico de estupefacción, cada vez que nos decimos que es imposible que algo así suceda a un palmo de distancia.

Cervera deja que la acción transcurra entre la Valencia efervescente del centro de la ciudad y esa otra, de veraneo y periferia, que vive junto a la playa del Saler. Aislada. Con apenas contacto con la cultura (o la contracultura) que está abriendo una brecha en el establishment. Precisamente, la clase de espacio que define a su protagonista juvenil, encaprichado con la hermana de su mejor amigo y, al mismo tiempo, con el poderoso anhelo de un futuro escrito con las letras del rock’n’roll y narrado a 24 fotogramas por segundo. De ahí, en parte, ese sentimiento de falsa idealización con el que Cervera construye el decorado de su historia; los tropos habituales del género, el costumbrismo de una época de paréntesis en nuestra Historia y la euforia que bullía junto a las hormonas de los jóvenes. Por mucho que su autor, como en lo que explicaba Critchley, se esfuerce en separar el hedonismo tan característico de la idiosincrasia valenciana con lo que, pura y llanamente, es un despertar el universo de los adultos. Ese que, a toro pasado, siempre creemos que abarca lo que dura un verano. Que pensamos que llegará cuando termina cada uno de los veranos de nuestra adolescencia.

Para alguien con la cultura musical de su autor, no resulta aventurado creer que este Bowie está más cerca de Ashes to Ashes que de Life on Mars?; más cerca de aquel final de los 80 en el que la huella de Ziggy Stardust se había disuelto tras la enésima metamorfosis musical. No en vano, la languidez, la introspección que acompaña a su héroe por el periplo valenciano dibujan otro sentido para Bowie. La sensación de que, a cada salto, le resulta cada vez más difícil retomar la persona que ha sido. La persona que era. Marcado por una eterna carrera hacia delante. Por mucho contrapunto irónico que despierte la figura de Iggy Pop, fiel escudero en la travesía por Valencia. Porque, pensamos, Cervera es consciente de que su retrato es, también, el de una transición. Efímero, fugaz, lo que dura un verano o un silencio mientras cambia la canción. Lo que sucede cuando pasas, de golpe, de la infancia y la madurez te obliga, no te enseña, a mirar las cosas de otra manera.

Lejos de todo es una novela iniciática, sí, pero creo que es oportuno decir que se recrea poco en su nostalgia. Que, en su lugar, nos invita a reflexionar sobre lo que hacemos con nuestros recuerdos. El peso, o el legado, que les concedemos en nuestro presente. Es, asimismo, un retrato de Bowie, pero sabe cómo sacrificar todo el espíritu lúdico de su música para construir a un músico en busca de algo más. De otro lugar, de otra vida; de una vida extra que alargue decididamente ese tiempo que pasa a toda velocidad, con sus adicciones y caídas. Que termina cada vez que lleva a cabo su metamorfosis. En el que aquella Valencia que empezaba a desperezarse, que fue también caladero de la Movida, es el perfecto escenario mutante para reescribir al mito. Para reinventar al cantante. Para retomar las memorias de adolescencia. El tiempo que pasó, las heridas que quizá no se cerraron. Lo que se perdió y lo que se aprendió. Los días vividos.

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Lejos de todo de Rafa Cervera en el programa de radio Nada especial



El nuevo podcast del programa de radio Nada Especial se llama «Banda sonora para Lejos de todo», y recoge algunas de las canciones que inspiraron a Rafa Cervera a la hora de escribir su novela.

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Nada especial

Tipo de programa: Musical. Dirige y presenta: Rafa Cervera Horario: Jueves 18.30-19.30 horas; Rep. Domingo 13-14.00 horas. Nada Especial es un programa musical que combina la actualidad con la no actualidad. Nada Especial es un programa de radio que a veces es monográfico y a veces no. Rock y pop, indie y no indie, canciones más o menos electrónicas y temas más o menos acústicos. Nada Especial es un programa de música donde siempre se escuchan artistas y canciones que quizá pero sólo quizá, tengan algo que le resulta especial al oyente. Un repertorio seleccionado y presentado por Rafa Cervera, periodista musical, colaborador en GQ, Rolling Stone, Primera Línea, Ruta 66, nodigasiconoporfavor.com y autor de Blog-o-Pop, el blog de música de MSN Entretenimiento.

Foto: © Fotolateras
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