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Paco Inclán en Valencia Plaza

Lidia Caro entrevista a María Bastarós, Kike Parra y Paco Inclán para hablar sobre la reivindicación de los relatos. En Valencia Plaza:

Cuentistas: la reivindicación de los relatos

dadas-las-circunstanciasCuentan que Julio Cortázar afirmó que “La novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut”. El escritor argentino continuó el símil pugilístico diciendo que “El buen cuentista es un boxeador muy astuto, muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando las resistencias más sólidas del adversario”.

El género de la narrativa más o menos breve, los relatos o cuentos, tiene tanta validez como la novela, sin embargo, se publican muchas más novelas que libros de relatos. ¿Se le da más valor a la novela? ¿Parece que el relato sea una narrativa de principiantes? ¿Son estas preguntas una tontería?

María Bastarós es escritora e historiadora del arte. Ha publicado la novela Historia de España contada a las niñas (Fulgencio Pimentel), el libro de relatos No era a esto a lo que veníamos(Candaya) y los manuales de historia Herstory: una historia ilustrada de las mujeres, y Sexbook: una historia ilustrada de la sexualidad (Lumen).

Sus primeros gestos como cuentista se remontan a los doce años. “A los doce años comencé a asistir a un Club de escritores en mi colegio, una actividad extraescolar que no gozaba de ningún éxito. Creo que en total éramos unos seis participantes. Yo era la más pequeña y la única de mi curso en asistir, así que mi vergüenza era inmensa. Lo llevaba un cura al que recuerdo —contra todo pronóstico— como un personaje nada oscuro. Recuerdo una ocasión concreta en la que nos pidió un relato sobre «el chico o la chica que os gusta» (reitero lo de que el cura no era un tipo oscuro porque este último dato le hace flaco favor a esa afirmación). Mi cuento comenzaba con una adolescente —yo—, que está preparando un bizcocho antes de ponerse a escribir un relato que le da mucho apuro, y continuaba con la posterior quema de dicho bizcocho, el humo en la cocina, las llamas ascendiendo por el techo —evidentemente mi yo de doce años no entendía el funcionamiento de los hornos—, los bomberos y, por supuesto, ni palabra del chico en cuestión. La literatura siempre te ofrece una estrategia para el disimulo, hasta para el disimulo con salero”.

Kike Parra, el autor de Ninguna mujer ha pisado la luna y Me pillas en mal momento(Relee) comenzó su singladura con una historia de aventuras: “Tendría once o doce años y en esa época imitaba a Enid Blyton. Iba de una chica a la que se le escapa el perro mientras dan un paseo por la montaña y lo encuentra dentro de una cueva en la que hay un tesoro y unos malvapaco-inclan_forCropdos que llegan para llevárselo”. Para Parra existe cierta situación novela versus relatos “Pierde el relato y pierden los lectores y las lectoras. Por un lado, hay una opinión generalizada de que es más complicado escribir una novela que un libro de relatos, por otro, aún hay novelistas que miran a los escritores de relatos por encima del hombro y, por último, está la realidad impuesta por la mayoría de editoriales, que apuestan por publicar novelas antes que relatos, incluso aún las hay —de las que llamamos grandes— que ocultan al lector que está ante un libro de relatos. Con este panorama, el hábitat creado es el de que la novela es lo que se tiene que leer, lo demás, como existe menos, se queda fuera”.

No opina así María Bastarós “Nadie pierde. Todo el que lee sabe que hay novelas y cuentos extraordinarios, y también ensayos y fanzines y poemas y cómics y fotonovelas. Uno puede rastrear la belleza en una canción de trap y en las instrucciones de una bolsita de ramen precocinado. Pensar en formatos como criterio de valoración me parece un error. Es cierto que mucha gente da prioridad a la novela sobre el relato, que sienten que con quinientas páginas pesando en las manos invierten su tiempo en algo más importante o trascendente. En mi opinión hay relatos que en veinte páginas te han volado la cabeza con un disparo más certero que el de cualquier novela, y también hay novelas que te cambian la vida, y cuentos que te ofrecen una mirada sobre el mundo tan singular que nunca olvidas determinadas frases, determinados desenlaces. Hay mucha literatura y, por mi parte, muy poco interés en dividirla en nichos”. Tampoco Paco Inclán, el autor de los libros de relatos Tantas mentiras, Incertidumbre y Dadas las circunstancias, publicados por la editorial Jekyll&Jill. “No lo veo en términos de competencia. Ambos géneros tienen suficientes rivales externos para además tener que competir entre ellos. Cualquier género es bueno siempre que lo que se cuente también lo sea”. SEGUIR LEYENDO

Dadas las circunstancias de Paco Inclán en El Mundo



Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en la lista de los 20 libros para llevarse de vacaciones. Diario El Mundo. Selección de Antonio Lucas y Luis Alemany.

Dadas las circunstancias, de Paco Inclán (Jekyll & Jill)dadas-las-circunstancias

La obra de este viajero y escritor valenciano tiene un punto de rigor y delirio personalísimo. En esta ocasión, Inclán abunda en la literatura de viajes, el periodismo y la realidad inverosímil en un puñado de estampas divertidísimas que van desde el viaje del autor al país del esperanto [encerrado en un museo], un paseo por La Habana en busca del chiste que mató a un escritor decimonónico, el encuentro con el último hablante del híbrido lingüístico entre el romaní y el euskera o una visita a la taberna praguense que sirvió de escenario para el poema más desconcertante de Roque Dalton. Una lectura gozosa.

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Joaquín Fabrellas reseña Dadas las circunstancias de Paco Inclán



Joaquín Fabrellas reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en su blog Lo bello y lo difícil:

Dadas las circunstancias. Paco Inclán

Serie de relatos donde la literatura se construye como un laberinto subterráneo de alusiones y recovecos, vasos comunicantes que se expresan con una prosa particular, accidentalidades que llevan al personaje a Praga a buscar la razón por la que Plutón dejó de ser un planeta para ser un cuerpo transneptuniano. La geografía inexacta de lo arbitrario que destroza de nuevo los límites del género narrativo.

¿Es la de Inclán una muestra de literatura fragmentaria en la que se vierte un superyó que unifica la narración?, o, ¿es una novela exenta que viene para revolucionar el género?, cuitas aparte, es su estilo un lugar fronterizo, unido por el lenguaje insólito de lo común que, paulatinamente, se reconvierte en extrañeza rayana en lo onírico, o donde el recuerdo se convierte en invención, y toda reinvención se ve agrandada por la fabulación, casi borgiana, de rememorar lugares o autores, a los que convierte en literatura mediante una exégesis sentimental que fuerza incluso el cambio de persona gramatical, porque Inclán se finge personaje de sus relatos, se observa en ellos en primera persona, excepto cuando habla de una sorprendente historia de amor en Cuba en busca de un chiste mortal, donde utiliza la segunda persona para referirse a un amor casi olvidado, reencontrado mucho más tarde en otras circunstancias.

Una obra que muestra aquellos lugares de los que habla en mapas muy fieles, pero con escasa leyenda, mapas vacíos con números en una geografía real que se vuelve fantasmagórica, porque no encontraremos la anécdota explicativa del lugar, sino aquella que explica solo la circunstancia particular del personaje que se va metamorfoseando en cada uno de los relatos, o bien, adaptándose a cada realidad exigida por el texto.

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Si en Borges la biblioteca es el mundo, convertida en laberinto cierto y complicado, como metáfora de la vida, en una intrincada educación sentimental, en la que somos responsables de nuestras elecciones; para Inclán, la biblioteca aparece como símbolo delicuescente, fungible, como nuestra memoria escrita y encuadernada en libros; tienden a desaparecer, las nuevas bibliotecas serán digitales, o no existirán, de ahí la descripción del edificio avejentado, soviético, de la biblioteca cubana, orilla de los naufragios expurgatorios europeos, que mandan allí todo lo que sobra desde las bibliotecas universitarias españolas, que ya no saben qué hacer con tanto remanente e inservible material escrito, con cuyos volúmenes, los niños cubanos harán manualidades.
Como aquella intención de explicar idiomas inciertos, el esperantujo, el erromintxela, (un juego entre Perec y Tolkien), donde Inclán procede como los grandes lingüistas alemanes obsesionados con aquel indoeuropeo madre de todas las lenguas actuales, pero que nunca existió en realidad, ni se habló en ningún lugar, solo fue una koiné intelectual.
Porque hay una crítica también en este libro al sistema de valores de la ultra modernidad que se basa en una fe ciega por la tecnología, sin ser siquiera criticada, y que se expresa en un idioma único basado en el deseo, una neolengua sin subjuntivos o dobles sentidos,(aquella pesadilla orwelliana), y es hora de criticar todo ese discurso postcapitalista, según Inclán, mediante el lenguaje, la forma de hablar, el idiolecto en su narrativa, tiene un lugar preferente, se pasea el autor entre los idiomas, que al fin y al cabo, definen nuestro sistema de pensamiento, sus personajes hablan en checo, en inglés, en francés, en valenciano, macedonio, esperantujo o erromintxela, de ahí la búsqueda incesante, geolingüística, en todo este libro.

De ahí se desprende la ironía del autor porque observa todo con un sesgo distanciador, enunciando un discurso alejado de las modas que imperan en una industrial editorial que busca la superventa en detrimento del contenido, la literatura de Inclán critica la narrativa desde las construcciones imposibles de sus relatos que se pueden ir uniendo como una novela única en donde el personaje juega a desaparecer ofreciéndonos la lengua como hilo conductor y protagonista total.

Su literatura no es celebratoria, no ha creído el discurso propuesto por las grandes compañías que ofrece el pensamiento único; la de Inclán busca la potencialidad expresiva en cada una de sus páginas, el hallazgo preciso entre su historia y su lugar.

Otro acierto de Víctor Gomollón al cuidado de la edición.

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Entrevista a Paco Inclán en Bestia Lectora



Tes Nehuén entrevista a Paco Inclán en Bestia lectora con motivo de la publicación de su libro Dadas las circunstancias:

Paco Inclán: «Viajar también es un estado de consciencia»

Converso con Paco Inclán sobre su libro «Dadas las circunstancias» publicado en Jekyll & Jill.

Entrevista con Paco Inclán
El poeta Roque Dalton, la huella del Che Guevara, el esperanto y un par de historias de encuentros y desencuentros caben en Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill), un libro fabuloso en el que Paco Inclán ha trabajado la huella de las pasiones mediante el viaje y la pregunta latiendo en las fronteras —las geográficas y la que divide ficción y realidad—. Conversar con él sobre su manera de mirar y entender el mundo es un regalo para mí, porque me parece uno de los tipos más lúcidos en el campo de lo literario. Un regalo que él me hace y que yo lo extiendo a quienes gustan de abrir los ojos para entender lo que aparentemente no tiene doblez, porque con Inclán descubrirán que todo es susceptible de ser mirado y encontrado desde otro ángulo.
P—¿Qué es el viaje y por qué viajamos?
R—Hace mucho escribí que el viaje más largo en kilómetros que puede hacer una persona es regresar a sí misma por el otro lado. Creo que solo lo leyó mi amigo Pepe Bernabé, pero me lo recuerda a menudo. Hay muchas maneras de viajar, tantas como viajes. Desconozco por qué viajan los demás. Yo lo hago para escribir, escapar de rutinas, imaginarme que soy otro en otro lugar. Aunque tampoco hay que irse muy lejos para ello, viajar también es un estado de consciencia. Llevo un tiempo paseando por el barrio que hay enfrente de mi casa. Solo tengo que cruzar una avenida. Y es un viaje con el que también puedo escribir, escapar e imaginarme otro.
PDadas las circunstancias no reúne las características para ser un ensayo ni un libro de viajes ni un libro de relatos, pero es todos esos géneros a la vez. ¿Cómo lo concibes tú?
R—Dejo que sea cada lector el que decida cómo quiere acercarse a las historias del libro. El otro día mi amiga Águeda Forés me comentó que las había leído como un estudio de casos de proyectos de gestión cultural. Me pareció estupendo. Yo me digo que escribo textos. Obviamente, hay autobiografía y crónica en el sentido que escribo sobre situaciones vividas en lugares que he visitado. Pero también intento contar qué hay más allá de lo que se percibe a primera vista. Me parece interesante la definición de lo real maravilloso de Alejo Carpentier, donde la fantasía se integra en la realidad como iluminación favorecedora de sus inadvertidas riquezas y ampliación de sus escalas. El formato híbrido me da mucha libertad creativa, la escritura es el territorio donde más libre me siento, no tengo que rendir cuentas a nadie. Y una vez publicados, la interpretación de cada texto pertenece a los lectores. No es una frase hecha. En el grupo de lectura que coordino en Bombas Gens he conocido de cerca el poder de buenos lectores y sobre todo de buenas lectoras para transformar y completar lo leído con sus sensibilidades y percepciones particulares. Resulta fabuloso.
P—Lo real maravilloso pretende actuar sobre la realidad a través de esa epifanía. ¿Te propones tú algún tipo de cambio favorecedor en el mundo de las ideas?
R—Intento transmitir una idea fascinante del mundo y del encuentro con los demás, con sus obsesiones, anhelos y contradicciones. Amo a todos mis personajes, sientan o piensen de manera diferente a mí. Me dedico a observar, imaginar y contar. Con esta premisa, intento transmitir universos delirantes que provoquen goce a los lectores, ese es el objetivo, creo. Si le quitamos toda la parafernalia que rodea a la escritura, solo puedo decir que intento pasármelo bien escribiendo, aunque también lo sufro en alguna parte del proceso, y que el lector disfrute del resultado. Para mí la epifanía es conectar con un lector o una lectora, que sean cómplices de mis historias, que les despierten alguna emoción, incluso que se apropien de ellas. Cuando pasa eso, resulta mágico. Y me doy por satisfecho.
P—¿Qué te interesa del ensayo y qué de la ficción?
R—Del ensayo me interesan los datos, las fechas, la documentación, la bibliografía. No invento nada sobre estos asuntos, todo se puede verificar. Disfruto mucho con el hallazgo de hechos históricos que me servirán para iniciar una misión, que es como llamo a las investigaciones que son el punto de partida de mis textos. Casi todas mis historias empiezan con esa motivación investigadora pero me permito que el lector me acompañe en el fracaso de mis pesquisas. No me salen textos académicos, rígidos, asépticos. Tampoco acabo de sentirme a gusto con la ficción pura, no sé sentarme en mi escritorio a inventar historias, necesito de contextos reales para crearlas. No escribo para evadirme de la realidad sino para reconstruirla, me gustó como lo dijo Menéndez Salmón en su reseña de Dadas las circunstancias. Quizás por eso escribir me cueste tanto: es un proceso que requiere de muchos viajes, lecturas, anotaciones y tiempo mirando al techo. Recurro a la imaginación pero considero que lo que imaginamos también forma parte de nuestra experiencia, no es algo ajeno. Para mí imaginar es cuestión de supervivencia, un espacio de libertad y eso influye en mi vida, tiene su peso. La imaginación me interesa para introducir percepciones que pasarían desapercibidas en una observación superficial de la dimensión que consideramos realidad, que por otra parte también es inventada: cada uno la interpreta como quiere. En este sentido, no confronto realidad e imaginación, las integro en un mismo plano. Convivo con ambas y nos llevamos bien.
P—¿Por qué Dadas las circunstancias?
R—Primero apareció en uno de los textos y cuando lo releí pensé que podría funcionar como título. Al fin y al cabo, el personaje-narrador está sujeto a las circunstancias en todas las historias, las decisiones que va tomando dependen en gran medida de lo que le va sucediendo. Como la vida misma.
P—¿Eres un viajero que desprecia el turismo?
R—También practico el turismo, las últimas veces en Alcoy y Segovia, me encantaron. Sin embargo, para escribir sobre lugares, personajes e historias sí que necesito sentir que viajo sin brújula, sin tiempo ni guías, dejándome llevar por los acontecimientos. Cuando hago turismo, me relajo, busco descanso. Cuando viajo, busco que sucedan cosas, meterme en líos. Y si no aparecen, los provoco. Cuando voy de turista busco el placer. Cuando viajo, estoy dispuesto a sufrir por una buena historia. Cuando voy de turista, estoy de vacaciones. Cuando viajo, escribo. Y no importa que sea en Bután o en el barrio que te comentaba antes.
«Dadas las circunstancias» de Paco Inclán (Jekill & Jill)
P—Viajamos con el objetivo de conocer sitios, con destinos fijados, pero el planteo del libro es más bien ir en busca de lo que aún no se ha escrito, de lo que no aparece en las guías. ¿Te propusiste escribir contra la manera en la que nos enfrentamos a la idea del viaje?
R—Necesito conocer los sitios sobre los que escribiré, por eso la idea del desplazamiento está integrada en mi escritura. Y sí, en los textos propongo un viaje abierto sin planificación ni expectativas. Uno debe soltar amarras, ir con todo, integrarse lo máximo posible en el lugar visitado. Es mucho más enriquecedor viajar así, pero también mucho más cansado. Yo lo hago porque son las historias sobre las que me interesa escribir. El viaje que propongo es principalmente con el lenguaje. Puedes vivir una historia tremenda pero lo importante cuando la escribes es cómo vas a narrarla. Mi viaje es semántico, con las palabras construyo espacios, personajes, situaciones para que los lectores me acompañen con la escritura a ciertos lugares. Cuando escribo sentado en el sofá también es como si estuviera viajando, aunque ya no me centro en el viaje en sí sino en cómo contarlo. Que un viaje haya resultado interesante no garantiza que salga una buena historia.
P—¿No te da miedo que la ficción se coma toda la investigación? Me refiero a que los lectores puedan interpretar tus obras como un gran desvarío sin tomarse el trabajo de contrastar la información…
R—Al contrario, intento que la naturaleza de los textos sirva para acercar a los lectores cuestiones que me resultan interesantes. Investigación y desvarío son compatibles. El desvarío me sirve para desmenuzar la investigación que se sustenta en información verificable. Muchas veces las investigaciones que leo son tan asépticas que se pierden matices que las enriquecerían. Por ejemplo, me interesa la antropología pero no esa que muestra sus resultados con esquemas, estadísticas y gráficos. Por otro lado, son cuestiones tratadas muchas veces en obras endogámicas que solo son consultadas por especialistas y duchos en la materia. Con el desvarío que comentas, intento expandirlas, provocar el interés en un público más amplio. El otro día una pareja de amigos me comentaba que la lectura del texto sobre el museo del esperanto les había llevado a profundizar por su cuenta sobre lenguas artificiales. Otro amigo me comentó que tras la lectura de Incertidumbre buscó más información sobre psicogeografía. Me encanta cuando sucede esto.
P—¿Qué riesgos supone flirtear tanto con el recurso de la ironía?
R—Que no haga gracia, supongo. O no llegar o pasarse de gracioso. Con el humor literario pasa algo curioso, está tan infravalorado como sobrevalorado: se supone que no goza de muy buena consideración pero al mismo tiempo es empleado como recurso de márquetin en las contraportadas de muchos libros que luego no son tan divertidos como prometieron. Hacer reír con la palabra escrita es complicado, hay que darle muchas vueltas para ver en qué momento meter cierta escena, dónde cierto comentario… y mejor si es un humor sutil, irónico, que no se note que el escritor tenía la intención de hacer reír, como que le ha salido una gracia sin darse cuenta. Paradójicamente, para eso hay que hilar muy fino.
P—Cuando entrevisté a Marcos Giralt Torrente me dijo que le gustaría incorporar más el humor en su narrativa, para que quien escribe sea más parecido a la persona que escribe, a él mismo. ¿Se parecen en tu caso el escritor y el hombre, y me refiero a la forma de entender y jugar con el humor?
R—Sí, el humor forma parte de mi vida, aunque embadurnado con una capa melancólica. Cuando viví en Dublín me sorprendió la forma que tenían de cantarle a las derrotas, celebrarlas. Tiene algo de eso el humor que me hace sentir arropado, el de la alegre melancolía que me transmitió Irlanda. No hace falta que el humor me haga reír necesariamente, pero sí que me invite a pensar. Por otro lado, deberíamos relajarnos, que hubiese más risa y cachondeo, no tomarnos tan en serio. Pienso mucho en la muerte, cuatro o cinco a veces al día, y eso también me ayuda a tomarme la vida con optimismo. Estamos aquí para pasar un rato, así que mejor si podemos hacerlo de manera aligerada, sin muchos rollos. Siempre habrá circunstancias que intenten desviarme de esta convicción. Pero el humor también es una forma de militancia. Hay que lucharlo.
P—Las contradicciones humanas, el desperdicio de oportunidades, son algunos de los temas reincidentes en tu obra. ¿Una obsesión con la insistencia del daño?
R—Me interesa la vida en su plenitud y eso incluye reconocernos como seres vulnerables y con propensión al fracaso. Nos hemos inventado una sociedad en la que parece que tenemos que estar todo el rato fuertes, a tope, sin dudas. Y todos, también yo, participamos de eso. Cualquier charla es ahora una master class, si eres director de algo añades «general» que parece que tiene más pompa. Cuando todo es premium ya nada lo es. Cuando disimulamos nuestras flaquezas y contradicciones nos estamos perdiendo una parte de nosotros que también tenemos derecho a disfrutarnos, no debería resultarnos dañino ni doloroso. Por eso de vez en cuando me encanta regalarme un curso de clown con Los Hijos de Augusto, me ayuda a reírme de mis propias debilidades y torpezas. Me interesa escribir sobre los tropiezos, lo que no salió, los besos que no dimos, los lugares a los que no llegamos, los caminos que no tomamos, las becas que no nos dieron. Todo eso da mucho juego narrativo. Con Víctor Gomollón hablamos a veces de un libro que se llamase Confort donde todo estuviese bien, un viaje a las islas Seychelles con comida exquisita, hotel perfecto, playas paradisíacas, camareros amables, días apacibles de descanso. ¿Qué literatura saldría de ahí? Es otro reto. Si alguien me paga un viaje a las Seychelles, me ofrezco encantado para intentarlo. Solo necesitaría diez días.
P—Entre Incertidumbre y Dadas las circunstancias ¿cuál es la diferencia en la propuesta de escritura?
R—Creo que con Dadas las circunstancias hay un propósito más ensayístico en algunas cuestiones, como con las lenguas artificiales, Plutón como planeta enano, la biografía de Arnau de Vilanova… pero luego se me escapa el personaje y me recreo en la narración detallada de mis investigaciones malogradas en las que acontecen peripecias con escritores enanos checos, dobles del Che, nietos de Pancho Villa y postres sirios. Al final siempre me acabo alejando del tono ensayístico que tomé como punto de partida. Estos días de confinamiento he intentado escribir reseñas sobre libros que significaron mucho para mí y he acabado metiendo esos libros en historias que imagino. No tengo remedio.
P—¡Una maravilla! La fábula te supera. Y en medio de esa indagación, ¿por qué quisiste empezar por Dalton?
R— Su biografía me resulta fascinante y también su poesía, ambas están vinculadas. Era altanero, contradictorio, bullanguero en una atmósfera, la comunista, en la que ese tipo de actitudes eran consideradas osadas y sospechosas. Dalton estuvo además en lugares que me interesan como territorios literarios: México, Cuba, Corea del Norte, El Salvador, Checoslovaquia, la Unión Soviética… Visitar la taberna praguense donde él concibió su poema más conocido era una idea que me sedujo durante años. Son esos proyectos que mantengo vivos hasta que puedo realizarlos. Decidí empezar el libro con ese homenaje a Roque Dalton porque era una historia de largo recorrido, insertada en mi propia biografía. La idea es recrear la atmósfera que él describió en su poema «Taberna» cincuenta años atrás. Es de esas historias que me dejan huella, resultado de viajes, lecturas y notitas sueltas en servilletas que perdí luego. La de las lenguas artificiales es otra de ellas.
P—A Julián del Casal yo tuve que googlearlo. ¿Me recomiendas por dónde empezar a leerlo?
R— No sé si me atrevería a recomendártelo. De Del Casal me atrapó su historia paradójica de poeta melancólico que muere de un ataque de risa. Pensé que era el arranque perfecto para viajar de misión a La Habana: buscar el contenido de aquel chiste homicida a sabiendas de que no iba a encontrarlo. Me interesaba contar Cuba desde un lugar distinto al que estamos acostumbrados y la muerte de risa de un poeta decimonónico de versos tristes fue el punto de partida. Dicho esto, por responderte: me leí partes de un libro que recoge su poesía completa y prosa selecta. Recuerdo que hubo un texto que me gustó mucho, El amante de las torturas, sobre un hombre que se recorre las librerías de La Habana en busca de libros raros.
P—Morirse de risa parece una manera aceptable de irse. Ya que vamos a tener que enfrentar esa circunstancia que sea con goce. ¿Hay algo de eso en tu fascinación por este personaje?
R— Para narrar la muerte de Del Casal pensé mucho en la circunstancia que rodea al acto de morirse de risa y no creo que sea la mejor manera de hacerlo. Debe ser bastante desagradable, un momento aterrador de mucha histeria e incomprensión. Puestos a elegir, preferiría morir durmiendo, como Javier Krahe. Mi interés por afrontar la muerte de risa de Julián del Casal era el de recorrer La Habana. Las investigaciones que acometo son una excusa para salir de casa. Son historias que me mantienen vivo, motivado, en alerta.
P—Aparte de los personajes que aparecen en el libro, ¿qué autores o autoras te han marcado o te han ayudado a encontrarte como escritor? ¿Podrías recomendarnos alguna lectura?
R—Leo un poco de todo, de manera aleatoria, quizás porque muchas de mis lecturas están relacionadas con lo que escribo. Siempre cito El antropólogo inocente, de Nigel Barley, lo cito tanto que parece que sólo me he leído ese libro, pero lo cierto es que me ayudó mucho a encontrar la voz desde donde quería narrar. De Alejo Carpentier leo y releo párrafos sueltos, fascinado por su precisión estilística. Por mencionar lecturas más recientes: La boca pobre de Flann O’Brien; la biografía de Arthur Cravan de Maria Lluïsa Borràs o Distraídos venceremos de Andrea Valdés, un rico ensayo que se adentra en territorios literarios tan escondidos como extraordinarios. Otro libro que me ha sorprendido últimamente ha sido El koala asesino de Kenneth Cook. Hay un relato, «Cien botellines», que me hizo reír, literalmente. Va de dos clientes en un bar del interior de Australia que apuestan a que otro cliente puede beberse cien botellines de cerveza del tirón. Muy divertido. Aunque esto de leer va según gustos y momentos: cada lector es diferente y cada lectura también lo es.
P—¿Qué opinión tienes de la literatura contemporánea?
R—Estoy tentado a contestar algo pero creo que opinar está sobrevalorado, lo cual paradójicamente también es una opinión. Me resulta liberador no tener que opinar de todo. Debería ser yo quien te preguntara a ti en este caso, que desde tu atalaya de la Bestia Lectora tienes una visión mucho más amplia sobre literatura contemporánea. Creo que es necesaria tu labor de descubrirnos nuevas lecturas, de explorar que hay más allá de campañas de márquetin y otras cuestiones ajenas a la literatura. Aprovecho para mencionar a otros autores que también se dedican a estudiar y reflexionar sobre el tema, como Vicente Luis Mora en La huida de la imaginación y Violeta Ros Ferrer en La memoria de los otros. Prefiero remitirme a quienes os dedicáis a ello con mayor esmero.
P—Da la sensación al leerte de que toda búsqueda siempre es interrumpida por un hecho nimio que evita que lleguemos al final. ¿Lo importante siempre es lo que está a punto de suceder?
R—Me interesa narrar el proceso de una historia, entretenerme en detalles que aparentemente no tienen importancia. La literatura que me gusta es la que engrandece esos hechos nimios, lo que no se ve o no se percibe a simple vista. Cuando me propongo un objetivo para narrar una historia solo es una excusa para empezar a investigar, caminar e imaginar. No me interesa tanto encontrar lo que salgo a buscar como contar qué sucede mientras lo busco. Quizás por eso no me interese tanto el final como lo que va sucediendo o lo que está a punto de suceder. Lo que narro es el «mientras tanto», que durante un tiempo fue un posible título para lo que acabó siendo Dadas las circunstancias. Digo que salgo en busca de algo que solo sabré qué es cuando lo encuentre. Lo importante es saber detectarlo cuando aparezca, tener esa intuición. La realidad siempre nos desborda, estábamos pensando en montar un festival y nos sobrevino una pandemia, por ejemplo. Mis historias requieren de contrariedades, que tomen un devenir que no estaba previsto. Recurrir al azar es una estrategia en todo esto. Además, por concluir, me interesan las historias que terminan pero no acaban. Finalizado el cuento, prosigue la vida, irremediablemente.
P—Una forma también de ir contra la literatura moralista o que elabora un camino cerrado que empieza y termina casi en el mismo lugar.
R—Exacto, huyo de moralejas. Prefiero que cada lector extraiga sus propias conclusiones.
P—Si te pidiera que te definieras dentro de una generación, ¿cuál sería? No me refiero a la temporal sino a la estética, a la época de escritura con la que sientes que encajas mejor.
R—No lo sé la verdad, no he pensado en eso. A mí lo que me da placer es practicar la escritura como oficio, encerrarme tres días en un hotel de Almuñécar con la antepenúltima versión de un manuscrito. Rehúyo de la solemnidad en la que suele enmarcarse la literatura. A veces trato de imitarla pero no me sale. Todavía asisto a las ferias del libro con la sensación de ser un intruso con afán de vivir aventuras, colarse en fiestas para robar canapés que son gratuitos, ensoñar que lo traducen al polaco y conocer a escritores coreanos obsesionados con pingüinos. Imagino que en todas las épocas ha habido escritores que tuvieran esa misma sensación. Me identifico con ellos, son una generación transversal en el tiempo.
P—¿Qué querías hacer con este libro? ¿Lo has conseguido?
R—Cuando uno decide mostrar lo que escribe es para que lo lean el máximo número de lectores. Dadas las circunstancias ha salido durante una pandemia de carácter global y ahora está en búsqueda de los lectores y las lectoras que conectarán con su contenido pero todavía no lo saben. Estamos en ello con Jekyll & Jill. Poco a poco, el libro va sumando nuevos cómplices.
Entrevista con Paco Inclán

Dadas las circunstancias en Estado Crítico



Excelente reseña de José Manuel García Gil sobre Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Estado Crítico.

Actividades improductivas en tierras extrañas

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JOSÉ MANUEL GARCÍA GIL | En los últimos años ha proliferado una clase de libros que se benefician de la capacidad de apropiación y de ensanchamiento de la literatura de viajes para construir un molde aparentemente novedoso: el relato híbrido o posmoderno. En realidad, no son sino el producto de la radicalización de un recurso ya existente, como lo es la fusión de géneros. En términos generales, la hibridación surge de la combinación entre la crónica de viajes, el ensayo o el cuento, hasta el punto de que la adscripción a un subgénero u otro resulta, cuando menos, infructuosa. Esta condición mestiza recorre buena parte de la obra de Paco Inclán (Valencia, 1975), en donde las fronteras entre investigación periodística o antropológica, memoria viajera, ficción o autobiografía, quedan ampliamente superadas. Dadas las circunstancias, su último libro, hermosamente editado por Jekill & Jill, no podía ser ajeno a ese paradigma.

En distintas ocasiones, Ricardo Piglia afirmó que todo relato cuenta una investigación o un viaje. Sin embargo, en el caso de Inclán, ambos modos básicos de narrar se dan la mano desde el origen de su literatura. Aunque de tal afirmación no se deduzca que lo sigan haciendo en el punto de llegada. En ese orden, Dadas las circunstancias no es propiamente un libro de viajes en el sentido clásico de la palabra, como tampoco cabe definirlo en puridad como un trabajo de investigación periodística. No trata su autor de extraer la esencia de los sitios visitados o de reflejar el universo que como viajero descubre, poco a poco, dentro de sí por medio de la travesía. Al abrir las páginas de estos ocho episodios nos topamos con una mirada más que incisiva, original, inteligente y socarrona. Y con la voz de alguien que, aunque se ha documentado a fondo acerca de unos temas raros y poco relevantes, no acaba conduciéndonos al objeto de sus estudios sino llevándonos de una revelación paradójica y absurda a otra, de una epifanía poco creíble a la siguiente, como si su quiebra como investigador no fuese sino la antesala de sus logros como escritor.

Sobre este suelo, más humano que territorial, Paco Inclán camina cómodamente entremezclando la erudición y la autobiografía, la parodia y la emoción, la ingenuidad y la astucia. La lectura resulta desconcertante debido a la cantidad de temas tratados y de caminos alternativos propuestos. Nada como ir de un lugar a otro, sin más compañía que las vueltas de la imaginación o una curiosidad imbatible y contagiosa que termina por despertar la del lector gracias a la capacidad que el autor tiene, en cada momento, de sacarle el jugo a sus relaciones con la gente que encuentra.

Dadas las circunstancias nos lleva, mapas incluidos, a lugares tan dispares como Praga, La Habana, Llodio, Valencia, Céret, Sant Pau d’Ordal, Veracruz, Valladares o Berlín. Lugares que no son sino la atmósfera necesaria para que el narrador ponga el foco donde habitualmente no se pone, en la periferia de la historia, en los márgenes en lugar de en el centro, más común y trillado. De este modo, desde la solapa hasta el colofón, este libro es el reflejo de la heterodoxia y excentricidad de su autor. Quiero decir que Paco Inclán es un escritor excéntrico, alguien que está fuera del centro o tiene un centro diferente. Se trata, en definitiva, de darle la vuelta a esos lugares -algunos están muy estereotipados o carecen del menor reclamo- e intentar narrarlos desde otro punto de vista.

Paisajes con figuras extravagantes: un escritor checo enano autor de una novela sobre enanos, el último hablante de una lengua primitiva -el erromintxela-, la viuda de un forofo esperantista, un actor-clown que proyecta durante un almuerzo imágenes espeluznantes del conflicto bélico en Siria en contraste con las delicias de la gastronomía de aquel país, uno de los tropocientos nietos de Pancho Villa que asiste en Veracruz a la proyección de un documental sobre el vínculo inexistente que tuvo su abuelo con aquel lugar, entre otros tantos. Son personajes peculiares que coprotagonizan las situaciones de corte surrealista en las que derivan los estudios variopintos de su principal protagonista: un interés repentino por la suerte de Plutón como planeta, una investigación sobre casos de personas que murieron de risa, un estudio del excremento, un artículo sobre literatura en esperanto o un ensayo sobre ausencias para demostrar a ciencia cierta la presencia de personalidades en lugares a los que nunca fueron, son algunos de ellos.

A veces el lector se pregunta cuánto hay de verdad y de mentira en estos textos. Los mismos títulos de los libros de Inclán –Tantas mentiras (2015), Incertidumbre (2016) y este Dadas las circunstancias (2020)- nos advierten de la poca inclinación de su autor a la hora de discernir entre lo que es falso y lo que es cierto. Al final, da igual con cuánta ficción o exageración de hechos reales nos topamos. En las primeras páginas de la lectura, uno coge su móvil para corroborar si el autor ha inventado este personaje o aquel dato, pero lo hace solo al inicio. Luego se deja llevar a esa dimensión en la que los límites entre realidad y ficción nada importan porque han sido superados por la buena literatura. Esa que concluye que, verdadero o falso, el lector se cree lo que se le cuenta.

El objetivo de la investigación en los ocho relatos “verídicos” -profusión de documentación y notas al pie incluidas- no interesa sustancialmente. Es una manera de empezar a caminar sin verdadera intención de encontrarlo. Lo que importa es en lo que acaba convirtiéndose el hecho preparatorio de ir a buscar esto o aquello. Inclán sale a escudriñar algo en algún grupo excéntrico (unos comensales alucinados, un club de esperanto, un banco de horas…), se extravía y encuentra una cosa distinta y más valiosa literariamente hablando. Es el hallazgo inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, el vértice de estos experimentos narrativos.

En «Paisajes cubanos (como recuerdo)», por ejemplo, el protagonista viaja a La Habana en busca del chiste que mató a Julián del Casal. Esa es la excusa para un recorrido por una serie de situaciones en las que aparecerán personajes más excéntricos aún que la investigación de partida: un doble del Che, una librera desencantada, un vendedor ambulante de tarjetas de memoria, un maestro del PCE desilusionado con la realidad revolucionaria o la hija de este con la que el alter ego de Inclán acaba inesperadamente en la cama del cuarto contiguo al que duerme su padre.

Algo así sucede cuando nos sumergimos en cada relato de Dadas las circunstancias.  Hay algunos hilarantes, como el dedicado al erudito y médico del siglo XIII Arnau de Vilanova, sabio en lucubraciones escatólógicas, que abunda en datos y referencias bibliográficas que funcionan literariamente, en paralelo con la lectura, como obstáculos en la carrera desesperada de su protagonista hacia el lavabo cuando se va de vientre. En otros, el componente ensayístico es más difuso. Así, “El postre sirio” funciona como un relato redondo. Al final, todas las historias actúan a modo de prisma en el que, según la inventiva de su autor, se prefiere una cara más que otra.

La buena literatura parece seguir más unida a la sensibilidad de quien viaja en dirección contraria o sin destino ni coordenadas, que al viajero previsible y obediente que sigue el itinerario marcado por las migas de pan de las guías turísticas. Quizás, por eso, Inclán se ha convertido en uno de nuestros más originales prosistas. Por convertir cada expedición y cada indagación en una anécdota de factura maravillosa. Con un desenlace en el que él mismo acaba por preguntarse: “¿Quién me mandaría llegar tan lejos con estas cosas?”

Recogía el mexicano Juan Villoro aquel aserto de Hemingway acerca del origen de la literatura norteamericana: comienza cuando Mark Twain escribe: “Es hora de irnos a aquellas tierras”. Una invitación al viaje, en resumidas cuentas. Se trata, sin duda, de un gesto cervantino: salir al mundo en busca de experiencia, estructurar la trama a partir de los desplazamientos. Eso hace Paco Inclán en este nuevo libro: invitarnos como polizones a acompañarle por tierras y asuntos extraños, a veces alocados o absurdos, por senderos que se bifurcan en torno a la máxima horaciana prodesse et delectare que, a nuestros efectos, bien pudiera traducirse por pesquisas y divertimentos.

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Ricardo Menéndez Salmón recomienda Dadas las circunstancias de Paco Inclán

El escritor Ricardo Menéndez Salmón recomienda Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en La Opinión de Málaga:

Paco Inclán: Un mapa impecable

El libro más reciente de Paco Inclán, un escritor libre e impar, es Dadas las circunstancias, un volumen que puede parecer gamberro si no fuera porque es insultantemente inteligente

Ricardo Menéndez Salmón 17.05.2020 | 05:00

El escritor valenciano Paco Inclán.

Ingenio puro. Un viaje al país del esperanto [encerrado en un museo], un paseo por La Habana en busca del chiste que mató a un escritor decimonónico, el encuentro con el último hablante del híbrido lingüístico entre el romaní y el euskera, son algunas de las misiones que Paco Inclán nos comparte en ‘Dadas las circunstancias’.

 En ocasiones el mapa sirve para extraviarse. Otras veces, por el contrario, no sólo orienta al confuso y al perdido, sino que le permite soñar. Incluso hay noticia de un escritor que fantaseó con un mapa que coincidiera con el territorio que cartografiaba. De igual modo que el rumbo, en navegación, esconde una categoría psicológica, el trayecto por el mapa ayuda a entender los motivos del viajero. Su carácter; sus visiones; sus plegarias atendidas o ignoradas.

Se viaja mucho, casi con frenesí, en ‘Dadas las circunstancias’, el último libro, insólito como todos los suyos, de un escritor libre e impar: Paco Inclán. En este almacén de sucesos, que es también una guía Baedeker para quien carece de urgencias, se dan cita Praga y La Habana, Llodio y Valencia, Berlín y Veracruz, la parroquia viguesa de Valladares y Esperantujo, que para quien no lo sepa es ni más ni menos que el «autoglotónimo cacofónico con el que se conoce al territorio –imaginario, transfronterizo, sonoro– que se crea cada vez que dos o más personas se comunican en esperanto». Por todos estos espacios, que tienen su correspondencia en planos y atlas, Inclán herboriza crónicas extravagantes que obligan a aceptar que de todos los mapas urdidos ninguno es más exótico que ese que aspira a fijar los límites de un país llamado Realidad.

dadas-las-circunstancias Hace ya unas cuantas décadas, en 1974, en el prólogo que antepuso a la edición francesa de su incómoda, afrodisiaca y patológica novela ‘Crash’, el gran maestro J. G. Ballard advirtió que la dictadura del capitalismo, de la televisión y de la política concebida como una rama de la publicidad hacían cada vez menos necesario que un escritor inventase contenidos ficticios. La ficción ya estaba aquí, entre nosotros, disuelta en la mentira cotidiana. La tarea del escritor consistía, por lo tanto, en inventar la realidad. A ello se aplica Inclán con éxito manifiesto y para goce del lector en este libro que podría parecer a veces gamberro si no fuera porque es insultantemente inteligente, y que entre abundante material para la ironía y la carcajada, destila una lucidez nunca del todo exenta de melancolía.

Si un texto como «Escatología en la obra de Arnau de Vilanova» hace pensar en un Perec levantino y esa maravilla que es «Pasajes cubanos» podría ser una postal conciliatoria enviada por Kundera a sus corresponsales postcomunistas, seguir los pasos de Inclán en busca del último hablante del erromintxela, un híbrido lingüístico entre el euskera y el romaní, es un recordatorio amargo bajo su aspecto jocoso de que, como el propio autor sugiere, es ingenuo pensar que los finales invitan al festejo. Dadas las circunstancias es, de hecho, mucho más que un cúmulo de los desvíos de un viajero y un abecedario de sus raras aventuras. Es una ocasión para celebrar la nota al pie y el acontecimiento en apariencia nimio. Un recordatorio de que la verdadera extrañeza reside aquí, ante nuestros ojos. Y una invitación para tener a mano el mapa correcto.

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Alejandro Espinosa Fuentes reseña Dadas las circunstancias de Paco Inclán


Alejandro Espinosa Fuentes reseña Dadas las circunstancias de Paco Inclán en LEE/ALGO:

FATAL HILARITY

Conocí a un vagabundo en una gasolinera de San Luis Potosí que tenía el plan de acabar con el problema del frío talando todos los árboles del mundo para incendiarlos en una colosal hoguera amurallada. Mientras hablaba con él, no dejaba de pensar: ¿Dónde está Paco Inclán cuando más lo necesitas? En cierto modo, sentía que la historia se estaba desaprovechando conmigo. Una prosa aguda y sabia como la de Inclán, el gran nómada valenciano, sabría hacerle justicia a esta premisa mínima, absurda, ridícula y, a su vez, todopoderosa.
Me ocurrió de nuevo en un sonidero veracruzano, donde el dj más aclamado de los Tuxtlas me confesó su sueño de postularse para gobernador con el único fin de ordenar por decreto que todas las tortillerías de México vendieran tortillas de color azul en vez de amarillo. Son más sabrosas, sin duda, y el morado es un color más chingón, argumentaba. Yo lo escuchaba completamente desconcertado, no por su plan imposible, sino porque otra vez sentía que yo no era el escritor más adecuado para recibir su extraordinaria idea. ¿Dónde está Paco Inclán?

El cronista valenciano domina con maestría un rasgo imprescindible de la comedia que no tiene que ver exclusivamente con el contenido de una anécdota, sino con el ritmo. Cada uno de sus textos produce un efecto trascendental en el lector pese a que la mayor parte de sus tramas acudan a la ironía por decepción que encandilaba a los clásicos:  Parturient montes, nascetur ridiculus mus, [Parirán los montes, nacerá un ridículo ratón].

Abro su nuevo libro publicado por Jekyll & Jill, Dadas las circunstancias, y temo, desde el epígrafe, que esta nueva obra no logre superar la gracia de su libro anterior, Incertidumbre, que es la única lectura que me ha hecho retorcerme a carcajadas en los pasillos de un tren de alta velocidad. A continuación ocurren muchas cosas, pero ninguna se parece a la desilusión. Otra vez Inclán hace de las suyas, guiándome por geografías insospechadas, enseñándome que locos hay en todo el mundo, y en todos los casos, su locura delata más genialidad que insania.

Me sumerjo en la primera crónica y atestiguo una maquiavélica conspiración, promovida por Walt Disney, para defender el estatus planetario de Plutón por ser el único astro del sistema solar descubierto por un americano y bautizado en homenaje al perro amarillo de Micky Mouse. La decisión de rebajarlo a “planeta enano” se tomó en Praga, donde ahora acompaño a Paco Inclán adentro de la misma cantina a la que Roque Dalton dedicara uno de sus mejores poemas. El conflicto apenas comienza. Inclán se inserta en una discusión gratuita con un escritor enano (que no habla español ni inglés), al que quiere preguntarle por todos los medios cuál es su opinión sobre el nuevo estatus de Plutón.

El tema por excelencia en la obra de Paco Inclán es la condena de Babel, la imposibilidad comunicativa debido a las múltiples lenguas y dialectos, que siempre lleva a malentendidos y conjeturas ingeniosas, donde caben todas las posibilidades. La ausencia de un código común orilla a los interlocutores a buscar a como dé lugar una pizca de sentido mediante traducciones improvisadas y una lectura coherente del contexto. Pero si los interlocutores además son especímenes obsesivos esta traducción pocas veces será acertada.

Arranca el desfile: un imitador del Che Guevara apuesta fortuna en un museo privado de sí mismo, el último hablante de una lengua mezcla de euskera y romaní, el editor de una revista de madadas-las-circunstanciasrihuana escrita en esperanto, un macabro refugiado sirio que organiza opíparas comidas mientras obliga a sus invitados a mirar imágenes de bombardeos; todos ellos coronados por el mismo Inclán, que hace hasta lo imposible por quedar a la merced de estos sabios marginados.

El segundo tema en la obra de Inclán es el humor como concepto y síntoma. Si en Incertidumbre nos presentaba a un mecánico de la periferia que, tras la crisis económica de España, fue a probar suerte en un poblado de Guinea Ecuatorial donde, pese a ser el único blanco, se integró a la perfección a base de incorrección política y un humor hiriente, en Dadas las circunstancias explora las posibilidades de este humor como una herramienta valiosa, la cual, llevada demasiado lejos, puede ser fatal.

Paco Inclán viaja a La Habana en busca del chiste que mató de risa al poeta Julián del Casal. Según nos indica en las notas al pie, no se trata de una muerte tan extraña; reyes y filósofos han caído fulminados por sus propias carcajadas. En inglés se le conoce como Fatal Hilarity y se refiere, literalmente, a morirse de risa. Pareciera que Inclán le hiciera  una propuesta antagónica al lector. Por un lado parece decirle: Sigue conmigo que lo que viene a continuación será aun más gracioso. Y por otro lado: Ten mucho cuidado, pues la misma gracia que te hace la locura ajena podrá llevarte a la tumba y te sumará al repertorio de anómalas soledades que habitan este libro. No conozco pacto de complicidad con el lector más sincero, más horizontal, más reflexivo.

Hace poco vi en un viejo reportaje catalán una charla entre los escritores J. A. Masóliver y Enrique Vila Matas en donde el primero le decía al segundo que a ellos en España los consideraban raros, pero que en México eran uno más, porque en México lo normal es ser un poco raro. Claro que ellos lo decían con ese amor por México que sienten los  europeos que visitan el país una vez al año para presentar libros o recibir premios. La relación con México de Paco Inclán es ligeramente distinta, su integración es plena, como le sucede en todos los países del globo. En la penúltima crónica de Dadas las circunstancias, descubrimos a un raro entre los raros, un cronista confuso que atestigua, sin condescendencias, lo que el europeo telescópico denominaría “surrealismo mexicano”, pero que el nativo designaría con todas sus letras como la estupidez de la burocracia cultural priista.

Inclán asiste a la proyección de un documental sobre la relación de Pancho Villa y el estado de Veracruz. Dicha relación consiste en que no hay ninguna: Pancho Villa jamás estuvo en Veracruz. El documental tiene por premisa su ausencia, pero esto no evita que las autoridades despilfarren un dineral en el evento; invitan a uno de los 300 nietos de Pancho Villa, al que tratan como a un rockstar, y los académicos más necios llegan a comparar al revolucionario duranguense en Veracruz con el campo de Higgs: “algo que no podemos detectar no prueba que no esté entre nosotros”. Aplausos. Paco Inclán encuentra una mina de oro para futuros proyectos: “Me imagino inmiscuido en inabarcables investigaciones para demostrar a ciencia cierta que ni Franz Kafka estuvo en Zaragoza ni Marie Curie pisó Bilbao”.

“El hombre del tiempo”, última crónica del conjunto, le revela al lector la existencia de un banco del tiempo en un pequeño poblado de Galicia, donde, en vez de dinero, se pagan y se adeudan horas de vida entre los pobladores. El banco es gestionado por Manuel, un tipo que vive al borde del colapso nervioso, preocupado porque su pequeña utopía salga a flote. Como toda convivencia debe contabilizarse para evitar las burbujas económicas, los favores no pueden existir. Por supuesto, el nómada valenciano llegará a perturbar todo el sistema y a hacer hasta lo imposible para integrarse y convertirse en uno más.

No sé si Dadas las circunstancias sea el mejor libro de Paco Inclán; quizás la crónica “El último hablante de Erromintxela” se queda un poco corta y a “Escatología en la obra de Arnau de Vilanova” le falta una conclusión que trascienda lo gástrico, pero sin duda en este nuevo libro hay textos que están entre lo mejor de su producción, y entre lo mejor que se ha escrito de crónica en la última década.

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Miguel Ángel Hernández escribe sobre Dadas las circunstancias de Paco Inclán



Miguel Ángel Hernández recomienda Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Diario de escritura, La Verdad

dadas-las-circunstancias«Por la noche, lees Dadas las circunstancias, el último libro de Paco Inclán, y se te saltan las lágrimas de la risa. Agradeces este oasis en medio del derrumbe. Es uno de tus autores preferidos. Incertidumbre, su libro anterior, incluye alguna de las mejores crónicas que has leído jamás. Aquí ha destilado la fórmula. Inclán tiene la capacidad de relatar lo que le sucede combinando la visión precisa del mundo con el surrealismo y el humor. Son situaciones absurdas, como la confusión del término escatología, la búsqueda del último hablante de un idioma que mezcla el vasco con el romaní o el intento de encontrar el chiste que mató en Cuba a un poeta melancólico. Situaciones muchas veces embarazosas que desencadenan la carcajada. Crónicas –o antropologías– frustradas. Narrativa perfecta. Que un libro te haga reír y disfrutar de esa manera en estos días tristes es una doble alegría.»

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Vicente Luis Mora reseña Dadas las circunstancias de Paco Inclán



Vicente Luis Mora reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Diario de lecturas:dadas-las-circunstancias

Hay quien piensa que Paco Inclán toma sus vivencias y les introduce unas gotas de ficción para hacer sus libros. Algo me dice que no es así; sospecho que, en realidad, es justo al revés: Inclán toma un lugar y una anécdota, puede que reales, puede que conocidos de primera mano (o no) y, desde ahí, comienza a ovillar y fabular y tejer posibilidades hasta que localidad y anécdota quedan indisolublemente unidos, como si hubieran sido paridos así desde el principio de los tiempos. Alguna pista ofrece al explicar en la página 69 que sus modos de investigación no son los convencionales: no es un modo de abrirse al encuentro de lo inesperado, sino de reconocer que “investigación” aquí es lo mismo que “ficción”. / Todos los libros de Inclán son extraterritoriales —que no globales— e insertan los mapas donde sucede cada historia; aunque las geografías son distintas y están bien re-construidas, hay un aire de familia de lo humano a punto de fracasar, o recién fracasado, que une todos los cuentos: “a ciertas horas, el mundo se parece demasiado” (p. 57), sostiene una frase memorable. / El lenguaje, que se supone vía de comunicación, lo es aquí de distorsión: tortilogos, erralengua. Muchos de sus personajes, ya desde el monje tibetano de Tantas mentiras (2015), están lost in translation y de ese equívoco comunicativo surgen otros tipos de encuentros. Esa devoción lingüística de Inclán puede moverle a estructurar un cuento sobre el filo entre las dos acepciones de la misma palabra, como sucede con la anfibológica “escatología”, que le permite acercarse a la figura de Arnau de Vilanova en tonos tan quevedianos como impredecibles. Otro ejemplo es ese delirante congreso sobre el idioma esperanto al que Inclán supuestamente acude y que tanto me ha recordado —por el humor y los paraísos artificiales— a “Badajoz”, el fascinante relato de Robert Juan-Cantavella incluido en Proust Fiction (2005), también basado en la lectura delirante de la realidad de un congreso académico escrito desde el otro lado del espejo. Con “Viaje al país del esperanto” y “Badajoz” se puede dar un taller sobre las posibilidades de dinamitar los límites entre realidad y ficción desde la calidad literaria —detalle que no pocas veces se olvida al cruzar ese transitado río—. Juan-Cantavella hace en ocasiones periodismo gonzo; Inclán, en cambio, utiliza el gonzo como género literario, como forma donde sus semánticas chapotean felices y rotundas. / Si aparece la merecidísima segunda edición, estaría bien corregir el apellido Burke por Bourke en la página 82. / En resumen, Inclán hace crítica social geopolítica disfrazada de crónica humorística implacable con el propio narrador de la historia. Es lo contrario de la autoficción, vestido de autoficción. / Lo mejor de esta intuición mía sobre su naturaleza estructuralmente ficcional es que, incluso si es falsa o despistada, me hace disfrutar el doble de sus libros. Déjenme permanecer en el error. / La voz del narrador de los libros de Inclán puede parecer sencilla o accesible al lector no avisado, por la empatía que despierta, pero es una diabólica obra de arte: la de un escritor tan bueno que teme parecer soberbio y se hace pasar por otro más enrollado y humano, al que le cae la vida en lo alto. / Es una literatura singular, humana hasta la médula, brillante. Aquí tiene un fan duradero.

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Dadas las circunstancias en Poemas del alma


Tes Nehuén reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Poemas del alma:

«Dadas las circunstancias», de Paco Inclán Jekyll & Jill

«Dadas las circunstancias» es un libro de viajes fantástico, en su sentido más literal y armonioso posible, que nos invita a deshacernos de los prejuicios y a respirar hondo.

La noticia de que Plutón dejó de ser un planeta le llegó al narrador mientras se bañaba en unas playas de México. Éste es el punto de partida de Dadas las circunstancias de Paco Inclán (Jekyll & Jill), un libro difícil de calificar y cuya simiente es una epifanía que sirve para reflexionar sobre todos aquellos grandes descubrimientos que desaparecen, se pierden como polvo de estrella, sin que podamos hacer nada por evitarlo. Es decir, sobre la cualidad inasible de la vida.
 El fantasma de la lengua

«Dadas las circunstancias» no es un libro de viajes, pero nos lleva a través de distintos paisajes. Viajamos a una Habana descascarillada donde todo el ideal revolucionario se desparrama sobre un suelo derruido, también visitamos bibliotecas y edificios que conservan algunas obras exquisitas de la literatura.

Berlín, Valencia, Praga y los muchos idiomas que baldean nuestra vida y nuestra cultura. La búsqueda del esperanto y el erronmintxela; el placer de hablar el propio idioma a océanos de distancia. El lenguaje de los cuerpos, de los ojos que no quieren ver. El lenguaje de la literatura y el de la risa. Todo esto nos ofrece: un viaje evidentemente, tan alucinante como inspirador y divertido.

Sobre lenguas muertas, dialectos moribundos y búsquedas lingüísticas, se construye la parte más interesante del libro. Con un mestizaje curioso y divertido que se apoya en lo escatológico y que abre la posibilidad de exploración de un sinfín de imágenes, asociaciones y teorías que nos hablan del fin del mundo y de lo material que resulta el lenguaje al fin y al cabo.

Paco Inclán viaja y nos enseña los mapas de esos viajes pero en verdad los sitios a los que nos lleva tienen mucho del imaginario literario que rodea a esos lugares. Por eso, pese a que visitamos sitios específicos, nuestra mirada siempre está en otra parte, como si el sentido de las cosas no pudiera atravesarse con realismo, sólo con la simbología, a veces incomprensible, del lenguaje.

Morir de risa y escritura

Quizá en esta frase resida gran parte de la identidad del libro. Los viajes nos cambian y ciertamente el narrador va mutando y resignificando su propia existencia a la luz de los paisajes que visita. Sus obsesiones cambian en torno a los estímulos y el aprendizaje. Lo que resulta verdaderamente importante no es el viaje en sí, ni siquiera los lugares que se visitan, sino todo aquello que no está, lo que ya no está. En ese sentido podría ser un libro sobre lo que estuvo y ya no está, sobre nuestra efímera huella en los lugares.

¿Puede alguien morir de risa literalmente? El segundo relato de este viaje es alucinante. Inclán, como un personaje que se mueve entre lo ficcional y lo autobiográfico, llega a La Habana buscando el chiste que mató a un poeta cubano del siglo XIX. La risa le provocó un aneurisma. Se murió de risa. En el sentido pleno de la frase. Y lo cuento tan sólo para que puedas hacerte una idea del tipo de hilos que tira Inclán para componer una obra fabulosa. Hilos que le sirven para reflexionar sobre temas diversos, todos ellos atravesados por el oficio de la escritura, como puerta de la memoria y también como refugio frente al vacío del futuro incierto. Pero en la escritura también hay miedo y senderos inconclusos.

La seductora narrativa de Inclán

Hay varias cosas fascinantes en esta lectura. Supongo que esto es muy subjetivo, pero hay algo en la escritura de Inclán me ha devuelto a mi adorado Hunter Thompson. Tiene que ver con la escritura que atraviesa el terreno de lo sórdido pero no por ello se rebaja a lo vano; es decir, que sigue y se mantiene en una línea estética dificilísima, imposible. En el periodismo gonzo hubo (y hay) muy pocos escritores capaces de hacerlo. Es difícil entender la regla principal de esta estética, que consiste en atravesar la suciedad del mundo sin mancharse, procurando que el lenguaje siempre vuele un poco más alto que la mugre. Paco Inclán sorprende siempre consiguiendo tocar temas pringosos sin perder el norte del lenguaje y su estética. Y creo que esta es una de las principales razones por las que hay que leerle; como volvemos a «Los diarios del ron», con la sensación de llegar por vez primera.

Y sigo. Paco Inclán tiene dos cualidades que yo le admiro, y que me encantaría tener. Sabe atraparte en sus narraciones de forma casi inmediata, como si te contara un cuento de hadas, una historia tradicional, con su intriga y su heroísmo. Su otra virtud es encontrar en el humor un hueco donde hacer las preguntas importantes, sin llegar a ser pedante y sin visitar el terreno de lo ordinario. Una escritura que nos incómoda pero no nos aplasta.

En este libro volvemos a encontrarnos con lo más delicioso de su búsqueda como escritor: el fondo del lenguaje, el cruce lingüístico de las voces que nos alimentan y conforman. «Dadas las circunstancias» es un libro que lleva a su sentido más elevado la incertidumbre de la vida y la escritura y nos invita a mirarnos de una forma nueva. Cabe un comentario más a la edición: el mimo con el que cuida Gomollón sus libros tampoco es de este mundo. Quién no haya tenido en sus manos un título de Jekyll & Jill, no sabe lo que se está perdiendo. Viajemos todos con Inclán en estos días revueltos porque dadas las circunstancias que atravesamos un poco de luz y de humor no nos vendrá nada mal.

DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS
Paco Inclán
Jekyll & Jill
978-84-948915-4-0
160 páginas
16,00 €

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Rafa Cervera recomienda Dadas las circunstancias de Paco Inclán



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Rafa Cervera recomienda Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en CulturPlaza, de Valencia Plaza.

«Acabo el último libro de Paco Inclán, Dadas las circunstancias. Adoro lo que escribe Paco. Me parece tan único, tan dueño de su propia visión que no puedo dejar de admirarlo. De hecho, mientras corrijo este texto, me doy cuenta de que yo bien podría ser el personaje de uno de sus relatos, que hablan de extravagantes que viven felizmente refugiados en sus cráneos, quizá trastornados por un mundo que siempre será más extravagante que ellos.»

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Dadas las circunstancias de Paco Inclán en Babelia El País



Carlos Pardo reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Babelia El País:

El hombre que atrae a los locos

Paco Inclán explora la relación entre individuo y masa en una narración cargada de personajes excéntricos

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El narrador se encuentra en la ciudad mexicana de Veracruz, en un centro cultural donde va a estrenarse una serie documental dedicada a las grandes personalidades del lugar (el narrador está allí porque va a casarse, pero “ese es otro cuento”). El primer retratado es Pancho Villa; su nieto, gran bigote y modos de oficialidad, es aclamado por los 400 asistentes. Pronto se comprende que Pancho Villa nunca estuvo en Veracruz, circunstancia que no amarga al público; antes bien, comienza un diálogo sobre lo difícil que es certificarlo, la pertinencia de un “estudio de las ausencias” que, por ejemplo, demuestre “que ni Franz Kafka estuvo en Zaragoza ni Marie Curie pisó Bilbao”. El narrador menciona delirios similares en bibliografía reconocida: la ausencia de George Sand en Are­nys de Mar, de donde debía partir para Mallorca; o la de Proust en Trieste, ciudad que el novelista describió como un “lugar delicioso donde la gente es pensativa, las puestas de sol son doradas y las campanas de la iglesia tañen ­melancólicas”.

Otro ejemplo: si Inclán investiga los círculos “esperantistas” catalanes, una intuición perversa lo lleva a intimar con el responsable de “la primera y posiblemente la última editorial que se dedica a la difusión en esperanto de los beneficios de la marihuana”. Es decir, el marginado entre los raros.
Y es probable que el personaje que es el propio Paco Inclán en su literatura, una especie de humilde bromista bonachón, atraiga a los locos y los excéntricos, pero asimismo hay que comprender que uno de sus temas mayores es, precisamente, la relación del individuo (excéntrico) con una pequeña masa (ditirámbica). En Inclán, comunidad y persona son vulnerables resistencias de un mundo igualmente idiota, pero mejor falsificado; es decir, que pasa por normal. Y en estos errores “de especie” halla el autor algunos signos de autenticidad supervivientes a las convenciones de nuestro tiempo, incluso cuando el protagonista de un texto es un imitador del Che Guevara (“Paisajes cubanos”).

El amor por lo relegado eleva los textos de Paco Inclán por encima de la miniatura bizarra, del chiste contracultural. Es la clave de su logro como escritor y del encanto de todo lo que escribe: un magistral sentido de la empatía. Por eso hace tiempo que ha dejado de ser un autor de culto y se ha convertido en uno de los más originales prosistas en español; además, de una especie de la que es el único (el primero y el último) espécimen.

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Paco Inclán en La torre de Babel



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Ana Segura entrevista a Paco Inclán en el programa La torre de Babel (Aragón Radio) con motivo de la publicación de su libro Dadas las circunstancias. Además, pueden escuchar un relato completo en la voz de Rafa Moyano con la realización técnica de Vicente Bordonaba.

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Entrevista a Paco Inclán en el diario De aquí



Andrés García entrevista a Paco Inclán en el periódico De aquí con motivo de la publicación de su libro Dadas las circunstancias:

Un momento de la entrevista en el parque de MarxalenesUn momento de la entrevista en el parque de Marxalenes

Paco Inclán: «Una parte importante de escribir consiste en aprender a borrarse»

El escritor Paco Inclán (València, 1975) acaba de publicar Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill)

Dadas las circunstancias libro de la semana en La estación Azul (RNE)



Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, libro de la semana en el programa La estación azul, de Radio Nacional de España. Lo entrevista Jesús Marchamalo. A partir del minuto 38:34.

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Entrevista a Paco Cerdà y Paco Inclán en Verlanga



Rafa Rodríguez  entrevista a Paco Cerdà (El Peón, Pepitas de calabaza, 2020) y a Paco Inclán (Dadas las circunstancias, Jekyll & Jill, 2020) en la librería Ramon Llull de Valencia para hablar de sus nuevos libros. HOY en Verlanga.

Paco Cerdà y Paco Inclán, cuando los márgenes son el centro

Paco Cerdà y Paco Inclán. Foto: Saz Enif.

Paco Cerdà (Genovés, 1985) y Paco Inclán (València, 1975). Los dos acaban de publicar nuevo libro. Cerdà, su cuarto, El peón (Pepitas de calabaza); Inclán, su séptimo, Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill). Los dos estudiaron Periodismo, no tienen whatsapp personal y las redes sociales les producen alergia. Los dos escriben muy bien, muy muy bien. Los dos han sido editores, Cerdà en La Caja Books; Inclán en Bostezo. Los dos presentan sus nuevas criaturas este mes de marzo, en la Libreria Ramon Llull (donde quedamos para hablar con ellos), Cerdà el jueves día 5, Inclán el sábado 28.

El peón es un banquete de historias de bocados selectos.

Dadas las circunstancias es el viaje organizado ideal, siendo todo lo contrario.

El peón gira en torno a un año, 1962; una partida de ajedrez, Arturo Pomar vs Boby Fischer; dos países, España y Estados Unidos; y muchas vidas que rescatar, de la escritora Dolores Medio al soldado George Fryett, de Salvador Barluenga el estudiante de medicina que robó un retrato de Franco al activista negro Robert F. Williams.

Dadas las circunstancias nos lleva, mapa incluido, a Praga, con parada en un planeta enano y en un escritor con acondroplasia. También a Llodio, a la búsqueda de Goyo, un pintor que habla el erromintxela (euskera + romaní), seguramente el último. O a Veracruz, a la proyección de un documental sobre el vínculo inexistente que tuvo Pancho Villa con aquel lugar, sí habéis leído bien.

Los dos libros hacen zoom a lo(s) fuera de foco, a la periferia de la historia, con y sin mayúscula, convirtiendo los márgenes en el centro. Jaque mate a los lugares comunes.

Contáis historias que de no hacerlo vosotros igual no lo haría nadie.

Paco Cerdà: Personalmente, como periodista, lo que me ha interesado siempre ha sido la historia minúscula, la persona que en principio no tiene relevancia para aparecer en la portada de un diario, esa persona que tiene una enfermedad muy rara y las dificultades que comporta vivir con ella o esa otra que ha sido indocumentada toda su vida y es un apátrida… la historia que recuerdas cuando acabas de leer el periódico. Siempre me ha interesado lo anecdótico que es lo que da sentido al conjunto, y que es lo más interesante desde el punto de vista periodístico y, también, narrativo. No sería tan pretencioso de decir que si no lo contara yo no lo contaría ninguno, pero puede que la manera de abordarlo sí tenga un punto original. Y esto ocurre en El péon. A partir de un mismo hilo conductor, la metáfora del peón, hablo de personas minúsculas que han sido utilizadas a lo largo de la historia por un régimen político o por una causa, sea la que sea, del fascismo al comunismo, del maquis al Black Power, de un jugador de ajedrez como Arturo Pomar utilizado por el NODO y por el franquismo a otro jugador, de talento inconmensurable, como Bobby Fischer utilizado por el gobierno de Estados Unidos en la Guerra Fría de una manera obscena.

Paco Inclán: Sí, se trata de buscar un punto de vista original. Por ejemplo, yo voy a Cuba y no hablaría del comunismo, en Jamaica no lo haría de la marihuana, en México de la violencia. Se trata de darle la vuelta a lugares que ya están muy estereotipados e intentar narrarlos desde otro lugar. Es que si no, acabamos siempre hablando de lo mismo. Yo que he vivido mucho en México, cada vez que veo la imagen que se representa aquí…joder, a mí nunca me ha pasado eso, ni lo he vivido así, ni la gente que conozco está en eso. Que no es cuestión de ignorar esa realidad, pero tampoco que sea la realidad que se imponga.

PC: ¿Y eso lo haces más pensando en el lector o en ti?

PI: Me interesa a mí. Buscar esos lugares que no son narrados. Pero también hacerlo de cara al lector. Y como dices tú, Paco, me interesan mucho los personajes anónimos, corrientes, las rarezas de la gente cotidiana, la microhistoria.

PC: Los márgenes, ¿no?, en definitiva.

PI: Sí, lo que pasa es que cuando la gente nos habla de márgenes, lo que consideran como tales para mí es muy centrado.

PC: Sí, sí, eso está claro.

PI: Yo tengo una anécdota sobre esto muy esclarecedora. Llego a un poblado pequeño colombiano, después de un trayecto de muchas horas, salen a recibirme, y le digo a una señora que hay que ver lo lejos que están y ella me contesta “¿lejos de dónde?” Ella consideraba que estaba en el centro, que el centro no era ni Bogotá, ni Europa… Claro, te cuestionas dónde ubicas el margen y el centro.

PC: Exacto. Dile, por ejemplo, a Pedro Sánchez Martínez o a Caracremada, dos maquis de los que hablo en el libro, que ellos estaban en el margen cuando han dedicado toda su vida a combatir el franquismo. La reflexión de esa mujer colombiana que cuentas está muy bien. Al final es la óptica desde la que mires. Y en mi caso, lo que he intentado es mirar al poder desde abajo, desde la figura del peón. Cómo ese sacrificio que hicieron de su vida por luchar por una causa colectiva les afectó después. Prisión, exilio, muerte, rupturas familiares… y cómo a pesar de eso muchos lo hubieran vuelto a hacer porque no entendían su vida sin esa entrega.

¿Por qué os interesa más la realidad que la ficción?

PC: Porque soy periodista. Mi campo de trabajo siempre ha sido la realidad, las personas que la protagonizan, los hechos que suceden, el contexto en el que se mueven… Me interesa mucho conocer qué ha pasado a lo largo de la Historia, o en el presente. Me parece más interesante que fabular en escenarios parecidos. Eso implica mucho más trabajo. En El peón ha supuesto una documentación brutal. Si quería que fuera una historia de no ficción, o real, con pulso narrativo, me obligaba a ir poniendo detalles que para poderlos verificar me costaba mucho. Saber si la luna estaba en cuarto creciente para poderlo decir, saber si hacía frío en la prisión, saber si la chaqueta que llevaba alguien tenía cuatro botones o no… Puede parecer una tontería y una nimiedad, pero creo que es lo que da profundidad a la lectura y al mismo tiempo la hace digerible, y también más periodística, más crónica.

PI: Yo considero que no me ciño, 100%, a lo real. Desde el primer libro se me ha preguntado mucho cuánto de verdad y de mentira había, pero es que al final no me acuerdo. En ese sentido, trabajo un poco más desde la ficción, o desde la exageración de hechos reales, o a no limitarme solo a lo que veo sino también a lo que podría estar viendo. Mi intención en mis relatos es que, al final, dé igual lo que es real y lo que es imaginación. El otro día me pasó algo interesante. Me escribió una persona que se había leído el libro, pidiéndome la dirección de una de las protagonistas pensando que no existía. Pero sí existía. Y me dijo “Me acabas de engañar con una verdad”. Yo, al final, lo que intento es jugar, no es crónica periodística, pero tampoco es ficción 100%. Sí es cierto que en Dadas las circunstancias he introducido cuestiones más cercanas al ensayo, que es algo que cada vez me interesa más, como las lenguas artificiales o la figura de Arnau de Vilanova. Hay un tratamiento más desde la investigación o la documentación, aunque luego inevitablemente me sale ese personaje que se acaba metiendo en follones vinculadas a esos temas. Entre lo que veo y lo que invento surge una dimensión en que realidad y ficción no me importan. Estudié, también, Periodismo, y necesito ese poso de realidad, pero al final decidí alejarme de ella y de la objetividad. Pero no sé crear, desde mi casa, una ficción. Si tengo que narrar algo sobre algún sitio, aunque sea Bután, hasta que no vaya allí no puedo hacerlo.

¿Cuánto hay en vuestra escritura de emprender un camino sin saber con seguridad hacia dónde se dirige y lo que va a pasar?

PI: Yo, en un primer momento, no sabía que iba a hacer el libro que hice, pero acabé embarcado en una historia que me llevó a rozar la locura. (Risas)

PC: En mi caso, había quedado magnetizado por la historia de Arturito Pomar a partir de un documental que vi. Me encanta la épica deportiva y el ajedrez es un mundo que culturalmente me interesa mucho, aunque no juegue. Conocí la partida entre Pomar y Fischer y reparé en que en ese año, 1962, hubo cierta convulsión en España por la huelga minera, el contubernio de Munich, el Concilio Vaticano II… y descubrí que en Estados Unidos fue el año de la crisis de los misiles de Cuba, del auge tremendo de la lucha por los derechos civiles, hubo intercambio de espías…Y en un momento determinado pensé que Pomar y Fischer habían respondido a la misma figura de peón para sus regímenes y no sé cuando, pero surgió la chispa de ¿y cuántos peones se movían en otros tableros que no eran el de la partida ese mismo año? Y de una manera, posiblemente innecesaria, absurda y estúpida, me delimité unas normas más férreas que las del ajedrez y me obligué a que todas las historias que contara fueran reales, que se refirieran a España y a Estados Unidos, que hubieran ocurrido en 1962, que estuvieran conectadas a lo largo de la partida de Fischer y Pomar que, también, tuve que investigar.

PI: Normalmente, el objetivo de la investigación en los relatos no me interesa, es una manera de empezar a caminar. Ir a La Habana a buscar el chiste que mató a un poeta en el siglo XIX realmente me da igual, no quiero encontrarlo, lo que me interesa es todo lo que va a ir provocando el hecho de ir a buscarlo. A veces salgo a buscar algo y me encuentro otras cosa. O encuentro un tema que no pensaba que pudiera ser tal.

PC: Además de llamarnos igual, creo que compartimos la curiosidad. Porque a ti en un primer momento aquel chiste podría darte igual, o lo de Arnau de Vilanova, pero al final te acabas obsesionando, cuando hacía dos meses no sabías nada sobre ello y ahora lo quieres saber todo. A mí también me pasa. No sabía nada de James Meredith, el primer universitario negro que rompe las barreras raciales en Estados Unidos, y de repente necesitaba saber cuándo mecanografía la carta en la que solicita su acceso a la universidad, dónde vivía en el campus…

PI: Qué locura, ¿no? (Risas)

Vuestros textos están muy depurados y cuidados. ¿Cómo vivís el proceso de reescritura que, en ambos se intuye muy importante?

PC: Yo no escribo, yo reescribo. Creo, además, que es la parte más divertida de todo el proceso. Escribir es muy parecido a las matemáticas, encaja o no encaja el problema, das una solución o no la das. Hay frases que tienen un ritmo o no lo tienen, hay palabras que funcionan perfectamente o no funcionan, y hasta encontrar esa tecla hay que cambiar mucho, hay que reescribir mucho. Personalmente, es la parte que más disfruto.

PI: Para mí, también, reescribir es fundamental. De hecho, los primeros bocetos de mis relatos me dan vergüenza propia. Escribo primero como a lo bruto, casi sin mirar lo que estoy haciendo porque sé que después empieza un trabajo de podar y esculpir un texto, un trabajo muy arduo. Siempre digo que escribir es aprender a borrarse, que es algo que me interesa mucho, encontrar la esencia. Reescribir es tacharse, algo que me da mucho placer. Descubrir que vas quitando y que la frase va quedando como tú querías. Al final, reescribir es como autoeditarse, en el sentido de ser el primer editor, el primer crítico que se acerca al texto, hay que aplicar una mirada con cierta distancia. Cuando descubres que el texto tiene el ritmo que buscabas es muy placentero.

PC: Diría que hay cuatro unidades: la palabra, la frase, el párrafo y el capítulo. Y en cada momento del proceso de escritura hay que fijarse en una parte de cada una de ellas. Si falla una estás perdido. Si el capítulo es demasiado largo, o el párrafo no tiene ritmo, o…, creo que esas cuatro unidades son básicas y si descuidas una el resultado no es atisfactorio, al menos para mí.

Ambos publicáis en dos de las editoriales más interesantes del panorama literario: Pepitas de calabaza y Jekyll & Jill.

PC: Es un honor publicar en Pepitas. Considero que es una editorial con un catálogo muy solvente, coherente y con mucha identidad a lo largo de los más de veinte años que llevan publicando. Merece mayor consideración de la que tiene en el mercado editorial español. Es una ayuda verte arropado por un catálogo tan potente, tan riguroso, tan interesante, porque de alguna forma cuando tu libro llega a la mesa de un suplemento literario, o de un medio de comunicación,  lo miran con un respeto adecuado porque la editorial es un sello de garantía.

PI: Yo amo a mi editor y a mi editorial, Jekyll & Jill. Es un editor que cuida mucho a los autores y a los libros. Eso es un placer. Es una persona muy paciente, detallista, perfeccionista, que está encima de todo y te acompaña en las partes más desquiciantes del proceso creativo. Es una suerte que una editorial que está trabajando desde un criterio muy personal cuente conmigo. Victor Gomollón publica lo que quiere sin atender a cuestiones no literarias. En ese sentido, tanto Jekyll & Jill como Pepitas son editoriales muy valientes. Primero piensan lo que quieren hacer y luego ya verán como eso se puede rentabilizar.

PC: Yo  no sé si habrá muchos autores de libros a los que en Nochebuena, a las dos de la madrugada, les envíe un correo su editor para hablar de una cosa de un libro. A mí me ha pasado. Es extraordinario. Julián Lacalle no tiene horarios y no duda en destinar todos los recursos posibles a que el proyecto salga adelante. Además, es que el corrector de Pepitas es José Ignacio Foronda, un maestro de la escritura, que tiene un libro magnífico, Días bajo el cielo, y todo el equipo que les rodea, Víctor y Raquel, son muy eficaces y muy buenas personas. Yo no sé cómo será la hoja de excel de Planeta, pero la hoja de excel emocional de Pepitas seguro que la supera.

Y vosotros que habéis sido editores, ¿cómo os lleváis con el vuestro? 

PC: Yo le dije al mío, “ya conoces, Julián, el dicho, nunca sirvas a quien sirvió, ni edites a quien editó”. (Risas) Soy muy pejiguero con la portada, con los colores… y él es también muy perfeccionista. Es una combustión, una explosión de lento retardo.

PI: Me pasa igual. Víctor y yo deliramos en cuestiones muy mínimas como un punto y coma, matices que apenas se perciben, que seguramente el lector no notaría si no se hubiera cambiado. Recuerdo que un día a las tres de la madrugada le dije que las “f” y las “l” se encabalgaban y eso no me gustaba. (Risas)

PC: A mí sí. (Risas)

PI: Ese flirteo entre letras no (Risas), le hice separar un poquito las “l”… (Risas)

¿Qué importancia tiene el ser humano en vuestros textos como generador de historias?

PI: El contacto humano me parece muy interesante. Muchas de las historias de Dadas las circunstancias nacen de vínculos muy estrechos con gente en bares en México, en tabernas en Praga… Me gusta mucho sentarme en un lugar y que empiecen a pasar cosas. Cuando estás con esa predisposición para que ocurran, te van a pasar. A mí, tal y como cuento en el libro, se me ha sentado un tipo en una cantina mexicana y me ha dejado su casa y su coche en Sinaloa. Me interesa mucho narrar desde este contacto humano, que te cuenten historias, el ser humano es fascinante. Salgo a pasear por Torrefiel y pienso que cada persona con la que me cruzo tiene una historia fascinante que contarnos. Yo escribo mucho desde la escucha activa, pero hay veces, también, que hay que volver a la retaguardia y saber cuándo se ha escuchado demasiado (Risas).

PC: Igual que en Los últimos hablé con muchas personas, en El peón quería escuchar a la gente, a la gente de la que escribía. Y por eso, esa preocupación obsesiva por encontrar documentos escritos por ellos, cartas, diarios… porque quería que esas mismas palabras resonaran en su historia.

¿En qué momento dais por cerrada, narrativamente hablando, una historia?

PC: En el caso de El peón tenía la suerte, que es una desventaja, de que eran 76 fragmentos, uno por cada movimiento de la partida que disputaron Pomar y Fischer. Eso sí, cada uno podía tener dos páginas o diez. Pero quería que el ritmo que desprendiera el libro fuera el de una partida de ajedrez, pim pam, pim pam y sostenido. Y que las frases fluyeran y tuvieran tensión en todo el capítulo hasta la siguiente jugada. ¿Cuándo decido que ya está bien? Posiblemente cuando he leído y releído cada fragmento unas diez veces. Entonces lo cerraba y empezaba con otro.

PI: Yo doy el libro por cerrado cuando la editorial me dice que entra en imprenta, porque sigo corrigiendo el libro, incluso, una vez publicado, que me digo… no, por favor, no lo hagas.

PC: Eso sí que es grave. (Risas)

PI: Sí, sí que lo es. (Risas)

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Dadas las circunstancias de Paco Inclán en Revista Détour


pacoinclan

Óscar Brox dedica una excelente reseña a Dadas las circunstancias, el nuevo libro de Paco Inclán, en Revista Détour.

Paco Inclán. Un heterodoxo, por Óscar Brox

Dadas las circunstancias, de Paco Inclán (Jekyll & Jill) | por Óscar Brox

Paco Inclán | Dadas las circunstancias

Siempre tengo la sensación de que las novelas de Paco Inclán -aunque me gusta más decir los artefactos– mantienen una serie de conexiones subterráneas, literarias y hasta espirituales que, a su manera, las hacen inseparables. Forman parte de un gabinete de curiosidades, de una crónica de viajes sedentarios (esto último se lo leí hace un rato al propio autor) y de un gusto, más bien literario, por embellecer la anécdota hasta convertirla en un signo de cultura. En un vestigio. O, ya que estamos, en una tentativa de abarcar las cosas más comunes desde otros ángulos. A Jean Echenoz, por ejemplo, le preocupaba más construir a Ravel a partir de su obsesión por comprobar que había cerrado la llave de paso de su casa que a través de las partituras que compuso; al fin y al cabo, esto último está al alcance de cualquier estudio. Y algo así sucede cuando nos sumergimos en la primera miniatura de Dadas las circunstancias, en la que las cuitas en torno a la existencia (o la trascendencia de Plutón) se entremezclan con el recuerdo de Roque Dalton en una taberna checa, en medio de una conversación en otro idioma con Hesel, autor enano. Así, uno tiene la sensación de que Inclán nos conduce por cada recoveco de la historia, aglutinando gestos, detalles y cosas, como una especie de ruido de fondo, que paulatinamente dibujan un paisaje. Un paisaje marciano, pero al que nos agarramos como si se tratase de la traducción más cercana de aquello que nos conmueve. A esto suena Taberna, de Dalton, podría decir mientras trata de descodificar la sonrisa del enano Hesel en una mesa del U Fleku.

De Chequia pasamos a Cuba, Islandia o Sant Pau D’Ordal. A Inclán en busca de un chiste perdido en una Habana en la que se habla valencià y la hija del Che dicta una de tantas hagiografías en torno a la Revolución. Aquí hay un chiste asesino, como en el sketch aquel de los Monty Python, un barrido por la geografía cubana, ficción que parece una autoficción que parece una ficción, encuentros culturales y genealogías del chiste, alguna que otra recensión sobre la obra de Julián del Casal y una pizca de sexo para desengrasar la aventura. O para unir dos latitudes, dos idiosincrasias, en lo que dura leer un ejemplar de la revista Bostezo. Inclán siempre está ahí para sacar punta de la ocurrencia y brillo a lo insignificante, dejando que hablen las ruinas de una librería de viejo, que se critique con resignación el establishment que solo cree en la lectura del Granma y de José Martí o que un viaje a Cuba se convierta en toda una psicogeografía por una ciudad permanentemente atrapada en sus contradicciones.

No sé si fue por culpa de Los amos locos, de Jean Rouch, que me volví un hooligan de las etnoficciones y me pasé unos cuantos años con la idea de trabar contacto con otra cultura, más bien perdida, más bien olvidada, en busca de ese shock cultural que se produce cuando te topas con algo que apenas se ha estudiado, articulado o encadenado a una explicación. Todo esto viene a cuento del erromintxela, las lenguas nómadas y ese otro capítulo en el que Inclán narra el encuentro improbable con el último hablante de una lengua mezcla de euskera y romaní. O el periplo en dirección a Llodio para una improbable entrevista con el último superviviente del erromintxela. De Inclán me gusta ese gesto un poco autorreflexivo, otro poco irónico, de preguntarse y preguntar abiertamente por sus formas heterodoxas. En lugar de pasar el peaje de la Academia, del estudio -bostecemos- riguroso y bla, bla, bla, convierte cada historia en una microaventura, dejada de la mano de Dios y a merced de un ambiente más propio de Livingstone que de un Departamento de Filología; entre barro, frío, aire y bosques, pero sin un ápice de épica. Más bien, como un anticlímax que no necesita de desenlace para convencernos de que, al final, lo importante era la ocurrencia. Como cuando lees una plaquita ubicada en algún lugar ignoto y te da por imaginar qué puñetera historia te ha conducido hasta allí. Lo de menos, en definitiva, es si es verdad o no. Para eso está la ficción, ¿cierto?

Total, que Inclán nos transporta durante todo el libro por diversos estados. Hay capítulos, como el dedicado a Arnau de Vilanova, que duran lo que una carrera desesperada hacia el lavabo cuando vas de vientre. O lo que abarca una graciosa confusión etimológica con la fortuna de un término como escatología (la e, en este caso, no es baladí). De ahí a esa lengua-territorio que es el Esperanto, a una exaltación de Veracruz o, mi favorita, la historia en la que un banquete de comida se entremezcla con la crudeza de la proyección en vídeo de una guerra que no cesa. Esa misma a la que los estómagos agradecidos hacen oídos sordos mientras el mundo mira en cualquier otra dirección.

Y así, un poco por muchas cosas, uno llega a la última página de Dadas las circunstancias con la impresión de que Paco Inclán es un heterodoxo, un viajero sedentario o un aspirante a la logia del OuLiPo, si es que algún día le da por jugar con las palabras, además de con las anécdotas, y el orden del discurso. Mientras eso sucede, lo mejor es releer cada una de las piezas de ese gabinete de curiosidades que aloja en las páginas de su obra. De una obra capaz de saltar, de psicogeografía en psicogeografía, enseñándonos sus entrecruzamientos con la ficción, la autoficción y la etnoficción, con esa gracia con la que se saca brillo a lo insignificante. Que, como si hiciera falta volver a decirlo, en verdad es lo más valioso de las cosas.

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Entrevista a Paco Inclán en Solidaridad Digital



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Esther Peñas entrevista a Paco Inclán en el diario Solidaridad Digital, con motivo de la publicación de su nuevo libro Dadas las circunstancias:

«Cada uno ubica el centro y el margen donde le place, tanto en la literatura como en la vida»

Esther Peñas / Madrid

Viajemos. Pero zascandileando por entre raros, sorteando los lugares a donde hay que ir para escoger aquellos en los que queremos estar. Habitémoslos. Busquemos la compañía de insurrectos. Roque Dalton. Julián del Casal. Por ejemplo. Caminemos. Aún hay gente que habla esperanto y tabernas en las que sentir el latido más reconfortante de la vida. Y leamos. Estas doce historias que nos comparte Paco Inclán (Valencia, 1975) en su última entrega: Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill).

¿Qué peso tienen, en el actuar de uno, las circunstancias?

Si nos atenemos a la definición de circunstancia supongo que debemos estar todo el rato actuando circunstancialmente, adaptándonos en la medida de nuestras posibilidades. No escogemos ni el lugar ni la época ni el entorno donde nacemos, cuestiones que influyen enormemente en nuestro devenir. Como dice un amigo: «Aquí, en la vida, cada uno hace lo que puede». Aplica también para la escritura.

Si hasta Plutón puede, en un momento determinado, dejar de ser planeta, ¿qué cosas hay en la vida inmutables? ¿Y en la escritura?

Hay dos momentos cruciales en la vida, uno no lo puedes recordar y el otro no lo puedes contar: uno es cuando naces, el otro cuando mueres. Entre uno y otro, pasan cosas.
Sobre lo inmutable en la escritura me lleva a pensar en la inalterabilidad de la letra impresa, algo que se ha perdido con lo digital. La emoción que provoca el cierre de un libro, el último cambio —una coma, un colofón, un detalle imperceptible— antes de que entre en imprenta. Una íntima trascendencia.

Aparte de traerle a la memoria al poeta Roque Dalton, ¿qué se encuentra en las tabernas, en las cantinas?

Durante muchos años fueron mi oficina. De hecho, mi cantina preferida en Guadalajara (México) se llama así, Mi oficina. Allí pasé algunas mañanas trabajando con horario de funcionario. Los bares han sido el espacio de trabajo idóneo donde recoger historias. De algunas me acuerdo, otras me las invento.

¿Qué tiene Roque Dalton que hace necesaria su compañía?

Dalton murió asesinado el año en el que nací, me he imaginado alguna vez que hubiéramos sido amigos. Me enganchó lo visceral de su vida y de su obra. Mi relación con El Salvador es curiosa. Es un país en el que nunca he estado pero que está muy presente en mi vida, a través de Dalton, del Mágico González, de amigos salvadoreños que he ido encontrando en el camino, de mis encuentros con José Luis Sanz, director del periódico digital El Faro, referente del periodismo bien hecho. Buena parte de salvadoreños viven fuera de El Salvador, quizás por eso sea un país que haya acabado conociendo también desde fuera, sin pisarlo. Si escribiera una guía de viajes sobre lugares en los que no estuve, empezaría por El Salvador: sus playas, sus gentes, sus bares, sus poetas, sus pupusas.

Julián del Casal, otro invocado en estas páginas. ¿La verdadera literatura transcurre en los márgenes?

Lo de los márgenes es cuestión de perspectiva. Cada uno ubica el centro y el margen donde le place, tanto en la literatura como en la vida. Recuerdo cuando tras un viaje tortuoso de muchas horas en camioneta llegué a un pueblo remoto  en los Andes colombianos y le comenté a una señora que estaban muy lejos. «¿Lejos de dónde?», me respondió. Para mí era una esquina del mundo lo que para ella era el centro. Ese es el lugar desde donde me gusta contar historias.

¿Qué se le pregunta al último hablante de una lengua?

Do you speak english?

¿Qué aprende uno en cada viaje?

A mí viajar no me gusta mucho, padezco bastante en los trayectos. Lo que me gusta es estacionarme en muchos sitios, practicar una especie de ubicuidad sedentaria. Me encanta sentirme parte del lugar donde me encuentro, he aprendido a desarrollar esto. Cuando llego a un sitio localizo enseguida el que será mi bar de la esquina, mi tiendecita, me saco el carné de alguna biblioteca, me apropio de lugares que no aparecen en las guías. Me gusta la idea de tener un sofá y una mantita en cada ciudad del mundo. En algunas lo he conseguido. Agradezco a las amistades que me han hecho creer que uno puede afincarse en el mundo.

¿Qué tienen en común los países a los que ha viajado el protagonista de esta docena de historias?

Creo que lo que tienen en común es la mirada que aplica el narrador sobre cada una de las realidades reflejadas en los relatos del libro. Una mirada que no se deja influir por estereotipos ni expectativas, dispuesta a dejarse sorprender e incomodarse. Normalmente nos encontramos con lo que ya teníamos previsto encontrarnos. Cuando rompes con esto, entras una dimensión desconocida que me sirve como material narrativo.

Morirse de risa… ¿es la mejor de las muertes posibles?

Me provoca cierto desasosiego imaginarme muriendo de risa. Me veo agobiado mientras asumo que la risa se me está yendo de las manos, que ya no la podré atajar y que la muerte será irremediable. Visualizo segundos de mucha congoja, salpimentada además con el miedo a estar haciendo el ridículo; es ridículo sentir miedo a hacer el ridículo mientras te estás muriendo. Así imaginé la trágica muerte de risa de Julián del Casal. Si hay que morirse, prefiero hacerlo durmiendo mientras sueño que estoy en una playa caribeña, por ejemplo.

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Dadas las circunstancias de Paco Inclán en Letras en vena


DADAS LAS CIRCUNSTANCIAS – PACO INCLÁN

“…En España podrá faltar el pan, pero el ingenio y el buen humor no se acaban…”

Ramón María del Valle-Inclán

Luces de bohemia

Paco Inclán se ha convertido por méritos propios en uno de los autores más originales, inteligentes y atractivos
de la literatura española actual. Sus libros son, en el mejor sentido de la palabra, extraños, rarezas literarias en las que, iniciada su lectura, acabas inmerso en una extravagante historia en la que el principio de la misma no presagia nunca el extraño final que nos acontece, aunque por fortuna lo mejor de sus historias está en su trama, el peculiar sentido del humor que despliega y la originalidad que se desprende de su prosa, en la que con una erudición propia de un bibliotecario y un humor surrealista propio de Berlanga o Cuerda, es capaz de conducirnos a través de una recopilación de “relatos viajeros” por remotas ciudades y países en los que se entremezcla lo erudito, la ficción y algunas píldoras autobiográficas (ya se sabe, las mejores mentiras – y narraciones – son las que contienen un poco de verdad). Como en sus anteriores libros, los motivos que impulsan las historias de Inclán son variopintos y a medida que avanzamos en la lectura de sus relatos resultan secundarios, pues la narrativa hilarante y el humor sarcástico y surrealista que despliega su autor hacen que nos dejemos llevar por Inclán sin esperar un final acorde a las metas que impulsaron la narración.

En “Dadas las circunstancias”, su autor se convierte en una especie de investigador literario cuya misión es lograr desentrañar extraños asuntos relacionados con el lenguaje que, seamos sinceros, al común de los mortales nos importarían una higa, pero que a sus personajes les obsesiona y les llevan a aventurarse en disparatadas situaciones en las que se alcanzan momentos de tensión que anuncian la tragedia al doblar la siguiente página, pero que acaban milagrosamente diluyéndose como un azucarillo en un vaso de agua caliente en una escena cómica que roza lo trágico y que nos permite disipar los momentos ddlcletrasenvenae suspense vividos. Lo que busca el narrador de cada una de estas historias, como un antropólogo inocente que espera asistir a una representación de lo que imagina es la realidad de su estudio, es saboteado por circunstancias hilarantes y una realidad que lo acaban superando. Paradójicamente, este fracaso lleva al narrador a dotar a sus historias de nuevas cotas de parodia y empatía, ampliando los márgenes de la prosa tradicional hacia nuevos registros.

Comentaba Alfredo Landa sobre el humor que “…consiste en saber reírse de las propias desgracias”. El humor de Inclán convierte a sus historias en un juego emocional en el que nos dejamos arrastrar, convirtiéndonos en víctimas (voluntarias) de sus experimentos literarios, a la par que en protagonistas de su paródica narración. Sus historias son un ejemplo de como el pensamiento crítico puedo mutar en un humor inteligente que disecciona y pone ante nosotros lo absurdo de nuestra cotidianidad, rebajando la gravedad de las circunstancias que día a día nos atenazan. Y, en mundo como el nuestro, lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos es dejar de tomarnos tan en serio. No sean tontos, y no se pierdan la oportunidad de conocer (sino lo habían hecho antes) a este autor. Les espera un humor que fluye como una descarga eléctrica, un inquieto espíritu viajero con el que viajarán a las esquinas más remotas del planeta y una prosa que refleja con fidelidad las ideas que atraviesan la inquieta mente de este autor.

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Detroit Llibres recomienda Dadas las circunstancias

La librería Detroit Llibres, de Alcoi, recomienda Dadas las circunstancias, de Paco Inclán:

«Hui volem recomanar-vos un autor que ens agrada molt: Paco Inclán, una d’eixes persones que fa moltes coses i les fa totes bé (el coneixereu, potser, per haver estat al capdavant de Bostezo durant molts anys, però la llista de proeses és molt més llarga). Acaba de publicar Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill), un recull de relats que, com ja va fer a ‘Incertidumbre’, ens convida a acompanyar-lo en les seues particulars missions (quasi sempre en llocs insòlits, buscant llengües mortes o regirant en la paperera de la història) que l’autor narra amb humor i un estil molt peculiar. És una delícia llegir-lo, no el deixeu escapar!

Librería Letras Corsarias recomienda Dadas las circunstancias



La librería Letras Corsarias, de Salamanca, recomienda Dadas las circunstancias, de Paco Inclán:

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«Leyendo a Paco Inclán a veces nos lo imaginamos como ese meme de Travolta en Pulp fiction en el que parece que no sabe dónde ir o dónde meterse. La diferencia es que él se mete solito en los embrollos: viajar a Cuba para localizar el chiste que mató de risa al poeta Julián del Casal, encontrar en el País Vasco al último hablante del erromintxela –una mezcla de vasco y romaní– o buscar desesperadamente un lugar en el que deponer mientras estudia la escatología en la obra del medieval Arnau de Vilanova. Todo eso pasa en Dadas las circunstancias, su nueva entrega de esa teoría y práctica del desplazamiento, de estar abierto a que te ocurran cosas, saber relacionarlas y tener un don para contarlas, abrazando la incomodidad y el humor con mucha fuerza.»

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Dadas las circunstancias en La Nueva España



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Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en el suplemento cultural de La Nueva España (Asturias), por Eugenio Fuentes.

Paco Inclán: humor inteligente para pensar y vivir despierto

Quienes sepan del valenciano Paco Inclán ya estarán familiarizados con tres rasgos muy suyos: un humor que fluye más deprisa que su respiración, un «culoinquietismo» que le propulsa a cualquier esquina del planeta y, lo más importante, una prosa que refleja con precisa flexibilidad cualquier destello que asaete sus neuronas. Inclán (1975) tiene una distancia ante el mundo reservada a quienes convierten el pensamiento crítico en ejercicio de inteligencia. El resultado, que se paladea de nuevo en Dadas las circunstancias, son textos, llámenlos autoficcionales, que les harán pensar y reír en Praga y en Berlín, en La Habana (un tercio del volumen) y en Veracruz, y hasta en la periferia de Vigo. Imaginen una historia disparatada. Por ejemplo, la del último hablante de erromintxela, romaní pasado por euskera. Pues Inclán la tiene. No sean tontos, no se lo pierdan.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Lee/Algo




Miguel Blasco
dedica una excelente reseña al libro Incertidumbre, de Paco Inclán, en Lee/Algo.

El arte de reírse de uno mismo

Tuve el placer de conocer a Paco Inclán la semana pasada en un acto organizado por la Biblioteca Municipal de Valencia en el que ejerció de performático lector de sus propias narraciones y consiguió arrancar carcajadas y aplausos unánimes entre todos los presentes. Decidí, pues, que era momento de adquirir su último libro y fue una inversión a todas luces acertada: las carcajadas y el aplauso han proseguido durante toda su lectura sin bajar ni un instante el tono ni la intensidad, por lo que ubicaría Incertidumbre directamente en esa liga en la que juegan La conjura de los necios de John Kennedy Toole, o algunos pasajes absolutamente delirantes de la obra de César Aira o del Cervantes más subversivo y socarrón.

Lo cierto es que el humor fino aparece desde el primer momento hasta en la cuidadísima edición que ha hecho Víctor Gomollón para Jekyll & Jill: el libro está cubierto por unas tapas duras granates con las letras del título y el nombre del autor en caracteres dorados, lo que lo asemeja a una de esas ediciones “clásicas” que podíamos encontrar en casa de nuestros abuelos, o más bien lo asemeja a un misal romano; ambas hipótesis se confirman cuando descubrimos en la primera página una fotografía del propio Paco Inclán, vestido de riguroso negro, en una pose que hibrida la expresión corporal de un seminarista a punto de ser ordenado sacerdote y la seriedad conspicua con la que eran retratados autores pretéritos.

En cualquier caso, la efigie parece decirnos: permítanme que venga a ejercer de concelebrante en el agradecido rito de hacerles reír y lo haré a través de un método que no está nada de moda en este mundo en el que todos nos esforzamos por guardar las respetables apariencias: riéndome, en primer lugar, de mí mismo. Es esta la tónica dominante de todas las crónicas que componen Incertidumbre: el autor —cual Buster Keaton o Jacques Tati— se coloca en el centro mismo del huracán, su presencia (a veces su torpeza innata, a veces un desmedido afán por llegar hasta las últimas consecuencias del tema que investiga) desencadena que el Otro se active, cuente, empatice y se revele con el riesgo implíIncertidumbrecito de lo que, en ocasiones, eso conlleva. La búsqueda de una Verdad más allá de lo aparente puede terminar —como de hecho termina— al punto de que al sagaz Paco terminen pegándole una hostia o dándole por el culo. No exagero.

Las distintas ubicaciones geográficas (Irlanda, Formentera, Guinea Ecuatorial, Portugal, Islandia, Chile, Dajla, o la no menos exótica Alcobendas)  por las que se mueve el autor dejan entrever un espíritu de viajero impenitente que pretende ampliar el mapa y el territorio de la única manera posible: transitando siempre de lo externo a lo interno (se podría leer toda la obra como un debate profundo acerca del tema de la identidad: ¿quién soy?, y de la otredad: ¿quién es mi congénere?), son viajes contados por un singular peregrino o un caballero andante que se empapa de todo al tiempo que lo relaciona con lo que lleva ya acumulado de polvo del camino.Completa la presente edición el cuaderno de campo Hacia una psicogeografía de lo rural, el desopilante intento de trasladar las teorías situacionistas de Guy Debord a la rururbana aldea de Valladares —ni rural, ni urbana, la expansión de Vigo se la ha comido prácticamente convirtiéndola en una especie de aldea-dormitorio— todo en el marco de una estadía en la residencia artística Alg-a Lab. Inclán emplea para esta sección otro tono, aparentemente más solemne, a mitad de camino entre el diario reflexivo y el catálogo de una exposición de arte contemporáneo, lo que no abandona es el regalo continuo de situaciones descacharrantes a la altura del mejor Buñuel (ese momento en el que monta un
happening subido a un hórreo), o diálogos que parecen sacados de los Monty Python (“Vigo comienza a tres kilómetros de Vigo”, “No, Vigo comienza en un concesionario de coches”).

Lo cierto es que la lectura de Incertidumbre ha supuesto una bocanada de aire fresco o un dulce paréntesis, puesto que acababa de terminar las Obras completas de Osvaldo Lamborghini y lo empalmé con ese otro descenso a los abismos que es el Diario de Juan Bernier (Pre-textos, 2010, próximamente). Fue agua de mayo en pleno junio. Y bien, si este verano quieren que les dé un ataque de risa en plena playa o en la piscina, Paco Inclán es el autor a seguir.

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Incertidumbre Paco Inclán

Incertidumbre de Paco Inclán en la revista Clarín

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Lino González Veiguela dedica una excelente reseña a Incertidumbre,  de Paco Inclán, en el número 131 de la revista Clarín:

Los límites del narrador

Mientras se encuentra en la ciudad portuguesa de Braga, documentándose para escribir un artículo sobre una reliquia católica —el brazo derecho de San Vicente—, Paco Inclán (Valencia, 1975) lee en un medio local una entrevista con el biógrafo del periodista polaco Ryzsard Kapuscinski en la que se afirma que el maestro de reporteros había incluido en varias de sus crónicas hechos inventados. Inclán piensa: «Otra vez darle vueltas sobre lo que es cierto y lo que no lo es. Como si realmente importara». La distinción, claro está, importa. Pero no al narrador de los relatos —de ficción— que componen Incertidumbre, y está muy bien que sea así.
Los relatos incluidos en este volumen son, en apariencia, una serie de crónicas escritas por su autor a lo largo de los años mientras desarrolla una intermitente carrera periodística paralela a su trabajo como editor e historiador del Arte. La mayoría son crónicas de viaje a destinos tan dispares como una pequeña localidad de Irlanda del Norte, la isla de Formentera, los campamentos de refugiados saharauis en el desierto de Argelia, Guinea Ecuatorial, Islandia, la somnolienta ciudad de Braga o la región chilena de Chiloé. En algunos casos, Paco Inclán ha viajado a esos sitios con la intención de escribir una historia determinada, sobre la que ya se ha documentado previamente, con intención de publicarla en un medio. Puro trabajo periodístico. Los relatos que leemos en ‘Incertidumbre’ terminan siendo, sin embargo, unas crónicas de ficción —exitosas— sobre la imposibilidad de escribir las crónicas previstas —y fracasadas—. Si para un periodista resulta un desastre viajar a un sitio con la idea de contar una historia determinada y descubrir que no será capaz de cumplir con el encargo de su medio, en el caso de Paco Inclán ese fracaso supone, en varias de las crónicas, el inicio de la historia escrita finalmente y que el lector asume y disfruta como la única posible que resultaba digna de escribirse: mejor que la prevista inicialmente y, sobre todo, mucho más divertida. No sabemos qué parte de lo que leemos ocurrió tal y como lo cuenta Paco Inclán y qué parte es inventada. El talento de Inclán como narrador consiste en que todo resulte real.
Incertidumbre sigue los pasos del anterior libro de relatos de Inclán, Tantas Mentiras. Doce actas de viaje y una novela (Jekyll & Jill, 2015): encontramos de nuevo actas de viaje, tono de periodismo gonzo y mucho sentido del humor. Inclán usa el sentido del humor —además de para hacer reír al lector, en ocasiones a carcajadas— para cuestionar algunas de las falsas verdades incuestionadas sobre las que se asienta nuestra percepción del mundo. La labor de desmontaje de Inclán suele comenzar con una puesta en entredicho de algunos de sus propios impulsos y de varias de sus motivaciones a la hora de abordar una historia cuando descubre que responden a una especie de herencia cultural constituida en buena medida por prejuicios. A partir de ese momento surgen las preguntas: ¿qué relato nos transmite el cronista cuando la lente a través de la que mira el mundo está deformada?, o ¿a qué distancia se ha de situar el narrador para comprender mejor lo que cuenta?
Para Inclán no hay respuestas definitivas. Su estilo en primera persona le permite exponer casi obscenamente su subjetividad, por lo que resulta muy fácil observar sus imperfecciones y límites. Nos confiesa, por ejemplo, que a veces la realidad le impide acercarse tanto como quisiera, siendo en otras ocasiones la excesiva proximidad la que termina alejándole. «Poco a poco, a medida que aumenta mi integración en el entorno, mi capacidad de observación va menguando», escribe en la pieza que cierra el libro, «Hacia una psicogeografía de lo rural», un texto particular dentro del volumen, aunque comparte con el resto muchas de las preocupaciones del autor a la hora de contarnos el mundo. La mayoría deberían ser también nuestras preocupaciones como lectores o espectadores. Leyendo ‘Incertidumbre’, además de divertirnos con las estrafalarias andanzas de un reportero sin brújula, entendemos que el gesto cotidiano de leer un artículo, ver un programa de televisión o abrir una colección de relatos no es algo inocente: por cotidianos que nos resulten, son actos cargados de responsabilidad. La manipulación solo logra su propósito cuando se lo permitimos. Mientras tanto es solo un arma cargada al alcance de nuestra mano. Inofensiva hasta que de modo voluntario —sea consciente o inconscientemente— decidimos dispararla contra nosotros mismos.

Conferencia de Paco Inclán en el CENDEAC, Murcia



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El artista valenciano Paco Inclán vive desde hace días en un postmoderno contenedor instalado al lado de un tradicional hórreo en la parroquia de Valladares. // J. Lores. El Faro de Vigo (3-8-2017)

 

El próximo martes, 28 de noviembre, Paco Inclán impartirá una conferencia sobre su libro  Incertidumbre en el CENDEAC (Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo) de Murcia, dentro del ciclo-club de lectura Un otoño de libros. Será a las 19:30 horas y la asistencia al acto es libre, hasta completar aforo. No pueden faltar.

Entre otras cosas, Paco Inclán hablará sobre su estancia en la Parroquia de Valladares, experiencia artística psicogeográfica que dio como fruto el cuaderno de campo Hacia una psicogeografía de lo rural, que los lectores encontrarán al final de su libro de relatos de viaje Incertidumbre. Aquí la noticia de agosto de 2011 en El Faro de Vigo:

Valladares presta campo para sembrar arte

CENDEAC
Pabellón 5. Antiguo Cuartel de Artillería
C/ Madre Elisea Oliver Molina, s/n. Murcia

Entrevista a Claudio Romo en Revista PenúltiMa



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Paco Inclán entrevista a Claudio Romo, autor de las ilustraciones de la novela La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, en Revista PenúltiMa.

El ilustrador chileno Claudio Romo es el autor de la portada y las ilustraciones de interior que acompañan a la novela La coronación de las plantas de Diego Lombardi. Después de publicar en Chile, México e Italia, la obra de Romo llega por primera vez a España de la mano de la editorial Jekyll&Jill.

 

Tus ilustraciones en La coronación de las plantas pueden verse como una atractiva baraja de naipes. Nos introducen de manera muy gráfica en la desconcertante magia de la novela de Lombardi. ¿Cómo fue la conexión creativa con el texto? ¿Lo visualizaste rápido?

Fue muy rápido. Víctor Gomollón, el editor de Jekyll&Jill, me sugirió un estilo xilográfico y visualicé la serie a la manera del grabado popular decimonónico, con cortes duros de alto contraste, dibujo primitivo.

¿Podrías hablarnos de la lira popular chilena y la influencia en tu obra de aquellos grabados decimonónicos? Pienso que es interesante ubicar al lector español en la tradición del grabado y la xilografía en Chile.

La lira popular tuvo su desarrollo entre las últimas tres décadas del siglo XIX  y las dos primeras del siglo XX. Eran periódicos de tamaño de un pliego escritos por poetas populares e impresos en talleres tipográficos. Se colgaban en las plazas de los pueblos y las ciudades para comunicar los sucesos acaecidos en Chile y el mundo. Estaban escritos en octavas e ilustrados con xilografías y clichés tipográficos importados de Europa. A diferencia de los poetas, los xilógrafos eran anónimos, no existe registro de sus nombres; lo más seguro es que fueran obreros tipográficos que participaban en las ediciones y terminaban ilustrándolas como parte del servicio. Los temas eran variados: política, temas sociales, hechos sobrenaturales, eventos patrióticos  pero todos  con la particularidad de ser vistos desde la perspectiva del pueblo. En las colecciones que han sobrevivido se pueden apreciar hechos portentosos, como la aparición de un culebrón demoniaco que se comió a una niña o las señales del fin del mundo presagiadas por la aparición de poderosos cometas. También eran frecuentes las protestas en contra de las injusticias, como las matanzas obreras, la pena de muerte para los pobres o los abusos de las clases dominantes.

Cuéntanos cómo fue el proceso creativo de la ilustración de portada… esos pezones tirando leche azul celeste.

Víctor me sugirió una portada muy vegetal, semejante a un grimorio. Entonces pensé en un personaje, una personificación de las plantas, un Señor del Veneno, a la manera de una deidad pagana, indígena, que operara como un lugar de culto. Respecto a la leche celeste turquesa, la imagen la saqué de una litografía que dibujé hace años en México. Formaba parte de una serie de grabados llamada Láminas de anatomía apócrifa, una versión pagana de San Lorenzo personificado como luchador de lucha libre que expulsaba de sus pezones una leche negra mientras era asado por un fuego azul.

Un escritor argentino, un ilustrador chileno y un editor español dan como resultado un excelente libro transoceánico. ¿Cómo valoras tu primera participación como ilustrador en una editorial española?

En lo personal es un gran placer presentar mi trabajo por primera vez en España en una editorial como Jekyll&Jill. Comparto la mirada estética de sus ediciones, su visión del arte, la tipografía y el diseño del libro; la concepción del libro como un objeto cultural depositario de variados flujos de producción artística.

En tu libro El álbum de la flora imprudente (Lom, 2007) también trabajas un herbario que defines como «un bestiario vegetal, un catálogo de plantas ficticias». Podríamos hablar de casualidad, aunque Jekyll&Jill haya hecho de intermediario. Aunque se traten de dos herbarios con perspectivas diferentes, ¿ves alguna conexión entre ambas obras?

Es una bonita casualidad. Las descripciones botánicas de Diego fueron sugerentes, las imágenes fueron saliendo fácilmente. Sentí una conexión con su mirada a la naturaleza, una naturaleza psicoactiva, como un ser caleidoscópico, mutante y vinculado a mitos vernáculos.

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