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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en Rumiar la biblioteca


Verónica Nieto recomienda Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Rumiar la biblioteca:

Rubén Martín Giráldez o construir una nueva lengua literaria

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez, Magistral, Zaragoza, Jekyll & Jill (2016)

Una voz enojadísima con la mediocridad de los escritores españoles o que escriben en lengua española ante la falta de ambición literaria, falta de valor, falta de seguridad, falta de confianza y sobre todo falta de lecturas, cosa de la que se jacta la mayoría, mentalidad de funcionarios. Apenas cien páginas de discurso entre quevedesco, irónico, chulesco, impostado, paródico de sí mismo, que aborda cuestiones como la traducción y sobre todo la Obediencia de los escritores españoles.
Una voz que termina por desprenderse del autor y con la cual el mismo autor termina discutiendo.
Un discurso que defiende la diferencia, la rareza, la así llamada «dificultad» por escritores y editores y lectores perezosos, como el camino hacia algo que podría parecerse a lo literario.

«Escribir no es una labor diplomática. No debería haber lugar para la amabilidad en la novela, quien se pierda que se enfurezca, que para eso estamos rellenos de sangre y no de cacahué. La dificultad no la constituyen ciertas clases de lenguaje, sino el lenguaje en sí.»

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Magistral de Martín Giráldez en Polillas al anochecer



Ubaldo Suárez reseña Magistral  de Rubén Martín Giraldez, en el blog literario Polillas al anochecer.

Bien tediosa imagino que debe resultar la tarea que muchos han emprendido o piensan emprender: la novela, entendida como mera narración, como simple contar. Pasa una cosa, después otras y luego las de más allá… Y hay personajes, que hay que escribirlos como si fueran de carne y hueso. Y un ritmo trepidante, y unos diálogos reales y un final, sorprendente, cuando no sorpresivo; mejor si es una novela de denuncia (mientras vivo de puta madre). Yo pregunto: ¿Para qué? En ciertos momentos de exasperación literaria, y vital, solo es capaz de consolarme la reflexión acerca de los límites del lenguaje. En este caso, una novela, un relato, pueden poner a prueba, en la práctica, cuáles son; si se puede estirar el lenguaje, o aplastarlo, o quebrarlo hasta romperle el espinazo, hasta que pierda esa condición elástica propia y yazca, deformado, a nuestros pies (figuradamente hablando). Pero no hablemos de Joyce, hoy.

A esto, uno no puede sino preguntarse (sí, otra vez) si esos límites lo constituyen, en exclusiva, la legibilidad, la comprensión del lector. Si un texto es incomprensible, ¿es texto? No hay lenguaje privado, como decía Wittgenstein: el lenguaje implica comunidad lingüística. Un texto meramente fónico (poemas los hay, precisamente se denominan poemas fónicos, fonéticos o fonetistas, véase Dadaísmo; también he leído que se llama letrismo) sería una sucesión de grafemas correspondientes a ciertos fonemas. Incluso aquí no podríamos liberarnos de ciertas normas o usos establecidos.

En cualquier caso, hay grados, y sin necesidad de hacer irreconocible e incomprensible el idioma que empleemos, sí que me parece valioso, especialmente en esta época de saturación de la comunicación política y comercial (cuando no son lo mismo: la poliganda), la experimentación, la neologización, la patada en el culo a las frases hechas, a los tópicos y a los relatos prefabricados, a las storytellings de los siniestros hombres y mujeres de chaqueta y calzado caro, hombro con hombro, boquita a boquita, con los políticos profesionales, promocionando la insania, la locura, la mezquindad y la sangre derramada gorgoteante. En definitiva, aprecio a quien se decide a voltear el lenguaje, volverlo de adentro hacia afuera, travestirlo, burlesquearlo, carnavalearlo un rato más que sea. Total, la vida son dos luciérnagas. Tal es el caso de Rubén Martín Giráldez y su Magistral(2016).

Aquí aporto una reflexión no contrastada: los creadores y propagadores de mentiras suelen ser inteligentes en sus falsas deducciones, hábiles en enmascarar los non sequitur, procaces en las taimadas asociaciones, pero rara vez inventan lenguaje. Normalmente lo laminan, lo podan y lo castran, lo recubren con un excipiente que lo reduce al mínimo. Su único éxito popular en nuestro país, que yo recuerde, reconozcámoslo, es feminazi, una contradicción en términos, quizá equivalente a ecologintaminante o judinazi, pero vale. Los mentirosos quieren que la gente entienda mal el mundo, pero que los entienda bien a ellos. Por tanto, la imaginación es malvenida en el territorio del marketing y de la propaganda salvo la manufacturada por los crueles pastores de los resentidos y confundidos. La inteligibilidad lo es todo cuando se trata de seducir a tribus de humillados y ofendidos aferradas a ritos primigenios comunitarios.

 

Es en este contexto en el que creaciones como Magistral devienen oportunas, como si su protesta contra el adocenamiento lingüístico y literario fuese también la excreción de un malestar social del que, si fuéramos estructuralistas de pro, ni el mismo Martín sería consciente. Es quizá, puestos a emplear la imaginería que me queda, el Zeitgeist de nuestra época: una fulgurante confusión política junto a un no menos creciente vaciamiento y aplanamiento del lenguaje. Políticos, publicistas, periodistas y los escritores vargallosistas, entre otros, han dejado el lenguaje hecho una papilla inmunda, como las que esquivamos en el último momento en la calle un sábado temprano. El valor de la herejía y de la disidencia, la oportunidad de la blasfemia se me hacen evidentes. No solo en el plano literario.

Digamos que Magistral es novela. Tiene en cada parte un orador que le habla al lector, que le exhorta, le impreca y le zahiere a cada rato con la misma intensidad que se flagela a sí mismo. Es un monólogo con aire de subsuelo. Es también soflama y reflexión frenéticas, crítica y lapidación. Es una serpiente retorciéndose en la charca, el metal de un florete que vibra con nota siniestra mientras te cae encima la campana de la iglesia. Es una vibración que te acompaña aunque hayas arrojado el libro para solaz del cachorro al que le están saliendo los dientes o prestado al enemigo más cercano para que comparta tu sufrimiento. Lo difícil hiere, qué se le va a hacer.

Cuando apareció Magistral, los últimos escritores murmuraron algunas intenciones de mejora sin garantía real, pero ya sabemos que las promesas se cubren unas a otras igual que caballos, claro. Los mismos que saludaron mi publicación primera cayeron mientras escribían lo último que iban a escribir: ese saludo. Hay que reconocer que un saludo que lleva consigo su conclusión es de una elegancia que roza lo supremo por la parte de arriba y es digno de superloas; lo he tenido siempre en cuenta cuando después me he visto obligado a escribir para hacer daño y delatar bardólatras. Los pocos escritores posteriores no son mis epígonos sino mis clownesas. Vosotros, escritores incapaces de la idea propia personal, sibaritas del fracaso, a la espera de ser polinizados, receptivos sin saber que toda vuestra actitud motiva la contracepción de cualquier posibilidad de arte. Demasiado abiertos, seguramente tenéis alguna fe en que algo fecunde el excremento que depositáis aquí y allá, protegido a veces por la deyección previa de otro autor -de vuestra deyección no puedo negar que sí sois autores, claro, vaya si lo sois, ¡y de los mejores!, premio al mejor creador-. (Pág. 29)

Este idioma está maldito, este idioma está débil, este idioma está difícil. Este idioma nuestro tiene lo que se merece: nada y gente sin ambición. Manantiales de falta de ambición. Aquí paz y después pereza. ¿Te sigue pareciendo una insensatez mi ocurrencia de tomar al asalto otros idiomas, hacerlos pasar por el nuestro? ¿Y qué hacer con el residuo castellano, aparte de jabón para cadáveres? ¿Quién va a preguntarse por ello?, si lo hemos rebajado de tal modo que se puede mezclar en cualquier brebaje, por insípido que sea, y echarlo en el abrevadero de cualquier animal; si gracias a todos el castellano es como la base de un cóctel. Se puede hacer rápido y sin contratar al mercenario más silencioso, confiad en mí, el castellano literario es la angostura de los idiomas, puede estar ahí sin que nadie lo advierta. Se puede hacer rápido y hasta con cascabeles, si se quiere. Se puede hacer rápido, con cascabeles, mal y hasta sin querer. A lo mejor hay que replantearse el idioma. A juzgar por el uso que hace de él el escritor español, no parece que vaya a importarle demasiado que desmantelemos por unos días la función de la lengua. Total, para llegar al fondo de un tarro que es para lo que la usa, se basta con los dedos. (Pág. 50)

Pero no solo del lenguaje versa esta obra, la cosa no queda ahí: también del papel del escritor en este circo, y del crítico, y del lector, que muchas veces creen estar recogiendo flores perfumadas de arte y de literatura y lo único que están haciendo es restregarse la cara con pañales cagados. Todo muy pertinente aunque nos moleste. O, más bien, por ello.

Puede que en vuestros libros haya espacio y pastitas para todos, pero aquí no. Soy consciente de que un imperio sin filisteos no es un imperio. Sea. No necesitáis ni un solo autor más preocupados de complaceros que de escribir. Escribir no es una labor diplomática. No debería haber lugar para la amabilidad en la novela, quien se pierda que se enfurezca, que para eso estamos rellenos de sangre y o de cacahué. La dificultad no la constituyen ciertas clases de lenguaje, sino el lenguaje en sí. De lo oracular a lo vernáculo. (Pág. 77)

Es por tanto una obra que no recomendaría a casi nadie. Por tanto, la recomiendo al público minoritario que se interesa, aunque sea a ratos (tras una mala siesta, o en un momento inaudito de percepción de la propia soledad, o paseando al gato), por todo lo que he escrito antes. Si quieren una novela de buenos y malos de la que se pueda hacer una película, pasen de largo. Si quieren una novela con un adjetivo detrás, sáltense esta entrada, o el mismo blog. No será por blogs ni por novelas… Tampoco les hará especiales, ni mucho menos mejores. Pero hará pensar a los/las que, de todos modos, ya quieren pensar.

Si yo fuera escritor, podría llegar a obsesionarme con Magistral. Como probablemente tampoco sea crítico literario, la reseña ha quedado así.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez en General Entrescu



Sebastián Eugenio Sánchez reseña de Magistral, de Rubén Martín Giráldez,  en el blog General Entrescu:

Sobre este libro hay para decir lo siguiente: confusión, recursividad y argumentos. Y que me gustó como un putas.

[Nota liminar: Magistral es el libro que yo leí , mientras que «Magistral» es el libro del que habla el narrador de Magistral. Por claridad, evitaré el uso del adjetivo «magistral» a lo largo de este comentario, por más que sea apropiado en algún punto]

Confusión: Magistral lo narra alguien que tiene la pretensión de entablar una conversación con uno mientras comenta «Magistral». Si uno le responde al narrador, es posible que esa conversación se entable en cada página, casi que en cada línea, recurso por el cual el libro se vuelve inagotable. Sin embargo, hay un trasfondo narrativo (¿novelesco?) que mantiene en suspenso la figura del narrador como una figura provisional que eventualmente daría paso a algún tipo de acción en algún tipo de espacio que transcurra durante un determinado tiempo. Hasta la última página estuve esperando que la historia comenzara. Esto genera una cierta confusión saludable que obliga al lector a traer piezas de aquí y de allá para intentar darle el contenido narrativo a ese trasfondo. Confusión, por cierto, entre si lo que se tiene en las manos es o no una narración. En la última página la confusión se resuelve y obviamente no me voy a poner acá  de malcriado a decir cómo. Hipótesis: en el futuro distópico de cualquier distopía totalitarista gestionada por la Real Academia, el comentarista de «Magistral» se dirige a un tribunal de censura.

Recursividad: hay un montón de recursos literarios desplegados a lo largo de las poco más de 99 páginas del libro que tiene 100 páginas. Destaco el uso de la ya mencionada falta de claridad argumental que, hasta cierto punto muy determinado, permite dudar razonablemente si lo que se tiene entre las manos es un opúsculo de crítica literaria o una novela. También aparecen: juegos de palabras; arquetipos como el heraldo, el Watson, el corruptor; el juego de diagramación/ maquetación; el acertijo de entretención; el callejón sin salida; la exasperación al lector por medio de los continuados insultos; la autorreferencialidad crítica; la palmada en el culo al sinsentido. En un punto de la novela, aparece una referencia a Notable American Women, por Ben Marcus. Al principio, creí que se trataba de una pseudo recensión acompañada de una pseudotraducción acompañada de una pseudocrítica muy al estilo de Borges lo del zoilo ficcional encarnado por Lem en Vacío perfecto, pero luego me di cuenta de que el libro de Marcus realmente existe en un sentido muy similar al sentido en el que existen en Magistral las páginas que reproducen páginas de Notable American Women. El ejercicio es un ejercicio de admiración a Marcus en intersección con las críticas al idioma español y a la literatura española, pero los detalles de esta referencia se me escapan. Eso sí, quedé con ganas de leer el libro de Marcus.

Argumentos: corresponde a cada lector distinguir qué argumentos merecen atención y cuáles son berridos de niño malcriado que hay que dejar apagar, pero el caso es que Magistral está compuesto casi en su totalidad por un alegato en contra de la cultura /industria editorial española y de Los Lectores, sea lo que sea que eso quiera decir. Un ejemplar en la página 97:

Los amanuenses confundís con inspiración la psicosis-despertador que os inoculamos. Cuando dictamos, dictamos, y es fácil, todo son facilidades, todo va rodado, hasta parece que tengáis talento; cuando cuesta, es que no estamos dictando: no hay equivocación posible: si lo que viertes ahora es una combinación perdedora, no lo dudes más: no estamos dictando: lo que tú interpretas como baja inspiración es bloqueo, es voz digestiva y auténtico regüeldo. Pom-pom. ¿Quién es? Soy la leche retirada de tus pechos. Tú mismo te estás diciendo: Para, déjalo, pon a salvo tu dignidad. Si no te escuchas a ti mismo, dime, ¿de qué te sirves? El púlpito del bloqueo, la sentenciosidad y el aforismo son, son, son: síntomas, todo síntomas de que no eres un genio. No sirves. Si estás leyendo esto no sirves, porque para servir deberías haberlo escrito tú, como mínimo, y así al menos servirías en alguna de las acepciones del verbo. Serías chambelán, comercial, fruslero, remedista, caravanero, vendedor ambulante, mercader, vigía de algo, barquero, conector, alabanza, alzacuellos, madrigal; pero no escribes: lees. Repite: No sirvo sino a quien leo.

Se me hace que toda esta pirueta del comentario a «Magistral» que me encuentro en Magistral no es otra cosa que la forma que Martín Giráldez tiene para decirnos: «Y eso que apenas estoy calentando, gonorreas».

magistral

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Magistral de Rubén Martín Giráldez en Diario de León


Nacho Abad reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en el Diario de León:

LE BIG MAC

Título magistral

NACHO ABAD  17/12/2017
Que qué tiempo lleva insistiendo el escritor Yago Ferreiro en que lea cierto libro cuyo título no te lo digo, no te lo digo. Seguro que coincide con la de veces que he declinado la invitación con la excusa de que no saco un rato para leer libros porque estoy muy ocupado leyendo libros. Pero Yago sigue. No a mí, en concreto. Al aire. Es un decir. Lo hace por ejemplo en un grupo de Whatsapp que se llama Lo del avión, y que está formado por mucha gente que no conozco aunque puede que tú sí, porque son columnistas, o poetas, o escritores, o músicos: a nuestras conversación le conviene testigos, que no lectores. Lector es quien te ríe los chistes, y esta gente ni abre los mensajes, como para echar la boca a reír. Pero estábamos hablando del libro que finalmente compro, pero del que no voy a decir nada porque no he leído del todo. Si fuera crítico literario, como Alberto Olmos, habría puesto una bandera en la página 25 y lo habría proclamado el mejor libro del año, que es exactamente lo que hizo, pero en 2016. Los lectores siempre llegamos tarde. O mejor, siempre llegamos después. Quizás fue en la página 45, ahora dudo.
magistral

Se titula Magistral (Jekyll & Jill editores, 2016), y lo firma Rubén Martín Giráldez. También es el mejor libro del 2017, digo yo, aunque esto no lo sabré hasta el año que viene, si lo he leído entero. Así que no corramos tanto. Hablemos primero del argumento, que es lo que más me está gustando: no hay. O si hay es el propio libro. Magistral trata de Magistral. Y los personajes, ¿adivinas?: «¿Habrá algo más pueril que necesitar un personaje a modo de pan para empujar la comida?» La opereta trata de repartir hostias en el mundo de las letras y hacerlas pasar por panes. Resulta fácil, porque somos dados a la metáfora. Literatura para escritores, que se dice. Ésa podría ser su frontera, su techado, si no hubiera tanta pornografía en estas páginas: «sospecho que los relatos que prescinden de una trama «de peripecias» y fían gran parte de su potencial al verbo se escriben hoy para los amigos, es decir, para quien no nos lee». Yo continúo leyendo sólo por ver cómo esta lágrima piroclástica que brota de libro y se abrasa a sí misma, me corre luego por las mejillas. No sé si es de risa o de tristeza, porque el lector también es quien te llora los chistes.

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Rubén Martín Giráldez en el Seminario Internazionale sul Romanzo de Trento

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Mañana, 20 de abril, Rubén Martín Giráldez participará en el Seminario Internazionale sul Romanzo ‘La Conoscenza Romanzesca’ en la Università degli Studi di Trento (Italia), Dipartamento di Lettere e Filosofia.

—Jueves, 20 de abril, 11:00 h:
Miguel Gallego Roca dialogará con Rubén Martín Giráldez.

 

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en FronteraD por José de Montfort



Magistral de Rubén Martín Giráldez¿Cómo escucha la literatura? Acerca de Magistral, de Rubén Martín Giráldez, por José de Montfort en FronteraD:

 

¿Cómo escucha la literatura? Se pregunta Marcelo Cohen en Notas sobre la literatura y el sonido de las cosas (Malpaso, 2017).

Y, ahí mismo dice que la literatura “sabe que no captura nada, y no le importa”.

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Pero yo diría que sí captura algo. Un algo. Las visiones periféricas, laterales, del mundo. Y las devuelve a la centralidad de la que han sido vapuleadas por el correr del mundo.

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Eso pasa en magistral (Jekyll & Jill, 2016), de rubén martín giráldez.

Una novela (la que no se lee) que no ya ha devuelto al lenguaje a su neutralidad, sino que, más aun, ha destrozado el código.

La lengua ya no sirve al modo de la estética blanca barthesiana (ese llevar a la escritura a su grado cero) sino como ente vírico, venenoso.

magistral (la novela que no se lee), a fuerza de mover la sintaxis y de desplazar los significados, ha creado un vacío en el mismo centro de la escritura/de la literatura.

magistral (la novela que leemos) es la glosa de esa hecatombe [Pero, también, no ya un ejercicio de crítica literaria o textual sino un experimento formal sobre la estética del gusto: al mismo tiempo un reto, una invitación compasiva y un desaire].

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Porque magistral está compuesta por dos novelas: la que se lee y sobre la que se escribe.

Y procediendo de ese modo, giráldez se garantiza un camino de ida y vuelta.

Porque si la novela que no leemos agota (ha agotado) el mundo de la literatura la novela que sí leemos enaltece (enaltecerá) el ejercicio libre de la escritura y propicia un interesante debate sobre los modos de lectura.

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magistral demuestra aquello que decía Piglia, que solo lo negativo brilla en el lenguaje.

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Pero volvamos al tema de la escucha, de la lectura.

Dice giráldez que la lectura no extingue lo que está escrito. Pero algo aún más importante, la no lectura. ¿Qué pasa con la no- lectura?

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magistral confronta este dilema (no ético sino más bien estructural) desde dos frentes: desde la traducción y desde los lectores imposibles (que, bien mirado, acaban siendo los mismos –aunque con diferente disfraz-).

De un lado, sin código compartido no hay manera posible para la lectura (¿o sí?). De otro lado, se batalla contra la incomprensión de quien no quiere hacer el esfuerzo de ajustarse al código (los no-lectores).

*

Ya vamos llegando a lo que quería decir.

*

En sus diarios escribe Piglia sobre la invisibilidad de un tono que constituye el sonido de una época y que, eventualmente cristaliza en “un gran escritor” o “un gran libro”. Si extrapolamos esta idea de la invisibilidad atronadora de una modulación de los escritores a la jactancia de una época, nos daremos cuenta de que hay toda una suerte de mecanismos secretos gracias a los cuales el arte (y, en particular la escritura [no la literatura]) es capaz de incidir en una época.

*

O sea, respondiendo a la pregunta de Cohen (y continuando con su formulación), diremos que la literatura abre el oído y reforma la lengua para que las palabras vean mejor. Sí. Al tratar de consonar con lo que aparece y suena, las palabras se hacen eco inconsciente de esa “invisibilidad atronadora” de millones de dedos que teclean y manos que escriben en cuadernos (y corazones que laten).

O dicho de otra forma: la literatura, lo que acabamos en convenir como objeto literario, se impregna de esas múltiples escrituras salvajes escampadas por el mundo nocturno de la inmaterialidad recóndita.

Entonces sí, la literatura sí apresa algo: apresa la escritura silente de las circunvalaciones y coadyuva al mundo a ser tal cual es.

*

Y aquí contesto también a algo que expone (y de lo que sufre magistral): esa escritura que fía su potencia al verbo, dirigida a quien no nos lee. Pue sí, Rubén, sí llega a su destinatario.

Porque, como decía Marguerite Duras, ya leer es escribir. Lo que pasa es que esas escrituras insomnes del mundo se leen, muchas veces, no con el oído sino con el corazón.

Y no me refiero a un modo sentimental –o epifánico- de percibir la barbarie, sino a algo tan pedestre como el mero flujo –quasipornográfico, sí, esto también- de los instintos y las pasiones primitivas.

Lo cual no es bueno ni malo, sino signo inequívoco de los tiempos que nos ha tocado vivir.

*

Así, resumiendo: la literatura sí (siempre) llega a su destinatario, que es el mundo en su conjunto (todas las cosas del mundo), solo que –algunos de- los seres que leen esas cosas del mundo lo hacen de una manera caprichosa, distorsionada e ilógica. Vamos, que no entienden nada de nada. Y, por esa razón, la literatura, en su escuchar(se), no percibe -o así lo parece en muchas ocasiones- nada más que un ruido blanco.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral, de Rubén Martín Giráldez, por Cristian López García



Magistral de Rubén Martín GiráldezCristian López García dedica una reseña a Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Nada o el ardor:

Rubén Martín Giráldez cree que el castellano es un lenguaje o lenguajo que ya no da más de sí. Los grandes nombres de la literatura española de hoy (?), los que venden mucho y ganan premios amañados, ya no usan el castellano como solían hacerlo o solía hacerse o quizá nunca lo hicieron; de casta a caspa, con el lenguaje y la literatura dejados de la mano de Dios, sólo contribuyen ya talando árboles y ocupando espacio en librerías. Esto no lo digo yo sino Rubén Martín Giráldez, o por lo menos su homónimo narrador de Magistral, el libro en el que un libro llamado Magistral revoluciona el panorama literario gracias a un uso, por fin, ni académico ni acomodado del castellano.

Ante un lenguaje agotado, exangüe, la única solución es abandonarlo sin mirar atrás. Mudarse a otro lenguaje o crear uno nuevo, mejor que el anterior. Rubén Martín Giráldez el autor construye en su Magistral metalibro una diatriba contra un idioma agónico o más bien contra aquellos que lo utilizan mal y sin ganas, los lectores que les bailan el agua y los editores que no arriesgan, y consigue escapar de la caterva de literatos españoles a la que pertenece por definición y critica con razón, todos esos “[…] individuos aquejados de corrección, libretistas muertos de miedo de hacer una frase que no se entienda a la primera, copistas locos por evitar la menor arruga en la frente de su dios hipnótico, el lector“.

Y esto lo lleva a cabo con la mejor arma de que dispone: un castellano exigente, vasto y juguetón, sobrecargado en ocasiones y envidiablemente iluminador casi siempre, que produce a partes iguales sonrisas cómplices, cabreos y necesidad de consultar el diccionario. Ya saben cuánto me gustan a mí los libros de lenguaje lúdico, rarunos y/o meta: Magistral no es una excepción. Si bien siento que se me escapan muchas cosas, que merecería una relectura más pronto que tarde, la experiencia me ha servido para conocer a un autor interesantísimo y perlas como la que sigue. “Al escritor español de hoy no hay por dónde empezar a matarlo. Hay que tener arrestos para escribir con el lenguaje crudo con el que uno piensa, y si uno piensa en el idioma de los informativos nacionales, quizás es mejor que pierda el tiempo en pérdidas de tiempo de muy otra clase“. Amén.

[Citas extraídas de “Magistral” de Rubén Martín Giráldez. Ed. Jekyll & Jill, 2016.]

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en el blog de Alberto Roa Arbeteta


Magistral de Rubén Martín GiráldezNo le leído ningún libro como Magistral, de Rubén Martín Giráldez (editorial Jekyl&Jill). Ni remotamente parecido. Es la obra más extraña, provocativa y original que ha caído en mis manos. Un panfleto, un libelo, un manifiesto peculiar, un grito, una furibunda diatriba contra el lector español, de quien dice que la última página de un libro es un lugar por donde nunca ha transitado, y contra los escritores españoles, de quienes afirma que no hay por dónde empezar a matarlos. Diríamos que es un libro inclasificable si no fuera porque el autor ataca severamente el uso tan frecuente de este adjetivo en las críticas literarias. Porque, naturalmente, en este libelo se machaca sin piedad a la crítica española.
El punto de partida del libro, que no tiene personajes ni trama, que no es una novela al uso, pero tampoco un ensayo, no es ficción pura, aunque sí hay componentes ficticios, es la publicación de una obra llamada, precisamente, Magistral. La reacción a ese libro, que atacaba el idioma español y lo que se había hecho con él, en lo que lo habían convertido los escritores acomodados y los lectores poco exigentes. Propone el autor, directamente, romper con el español, que se habría roto, de tanto usarlo mal, de tanto malgastarlo, de tanto descuidarlo, y tomar al asalto otro idioma. Habla de una novela inglesa, que no existe, e incluso comparte fragmentos de la misma, en una edición también distinta a todo lo visto hasta ahora. Demuestra el libro, en fin, que no está todo inventado, que se puede innovar con ese idioma español que, con afán provocativo, el autor da por muerto.
Está escrita la obra con pasión y con un vocabulario muy rico, tanto que abundan los neologismos. La voz de Magistral, por ejemplo, se califica como una «voz brutal con la lengua negra como salsa putanesca de demonio». Quien afronte la lectura de este libro debe aceptar, de entrada, una postura radical, brutal, salvaje. Debe estar listo para ser atacado, para ser zarandeado. Debe aceptar una posición tan diferente a cualquier otra novela que haya leído, un planteamiento tan rompedor, como el del libro de Rubén Martín Giráldez.
Magistral pone patas arriba el sector literario en España. A cada página hay afirmaciones rotundas, aseveraciones explosivas. Por ejemplo, leemos que «ponían la misma cara a Magistral que al libelo más manso del panorama, valoraban con énfasis y enfisemas idénticos Magistral y librines que podrían gustar («hacer las delicias») tanto a jóvenes poco bregados en el otoño como a octogenarios dañinos de esos que buscan en la literatura una amistad o lo que surja. Había muerto la diferencia, por no hablar de la distinción. El criterio tuvo tanta culpa como los perpetradores de opinión: habíamos llevado el idioma al cero, habíamos vuelto la lengua castellana muelle y fantocha». Y así.
Ataca esta obra la literatura actual. Critica que las novelas actuales sean simples, de fácil digestión, de comprensión rápida. Censura las obras que se entienden a la primera, que no obligan a una relectura, que no suponen un reto para los lectores. Y también pone en cuestión, de forma velada (o no tanto) a los autores generalmente reconocidos, a la aristocracia literaria, digamos. «Sin unanimidad no hay democracia posible, eso es evidente». Parte de culpa de la destrucción del idioma, argumenta el autor, está en la crítica, adocenada, que ha hecho dejación de funciones. Y, claro, el lector, al que literalmente insulta. «(…) Me hicisteis demostrar que lo mío es más bonito y perpetuo que lo suyo; pero claro, para eso debería existir justicia y al menos una persona en España que sepa leer, porque al cabo, lo mismo da escribir mal que leer mal». 
No deja títere con cabeza. Por ejemplo, exige a los escritores una ambición que no encuentra hoy en España. Dice que ya vale eso de «fracasa otra vez, fracasa mejor». Que en lugar de ello hay que triunfar. Y se pregunta «¿para qué escribir si no se cree uno un genio? Si no crees ser el mejor, no me hagas perder el tiempo. No me pidas nada si al final me lo vas a pedir por favor». La obra contemporánea le parece menor, una obra falsaria que no será reconocida como genial dentro de unas décadas, sino que se extinguirán. Observa en los autores el ánimo de agradar al lector, sin exigirle nada. «Soy consciente de que un imperio sin filisteos no es un imperio. Sea. No necesitáis ni un solo autor más preocupado de complaceros que de escribir. Escribir no es una labor diplomática. No debería haber lugar para la amabilidad en la novela, quien se pierda que se enfurezca, que para eso estamos rellenos de sangre y no de cacahué». Magistral, en fin, es un libro feroz, radical, brutal. Una obra obligada. Un experimento fascinante.
Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en Gent Normal

Magistral de Rubén Martín GiráldezLluc Gallifa reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Gent Normal

Ja fa uns mesos que va sortir al mercat aquesta novel·leta. I se n’ha dit de tot. Se n’ha dit de tot perquè és estranya i malparida. Alguns diuen: “no hi ha història ni argument”. I es posen nerviosos. Altres diuen “no l’acabo d’entendre”. I s’exciten. El cas és que posa en evidència la nostra comprensió lectora; Rubén només ha vingut a senyalar-la. Estem malacostumats a llegir sempre de la mateixa manera, vull dir, sota uns mateixos paràmetres. I serà precisament això, fer trontollar aquests fonaments, la lliçó que hi trobarem a Magistral. T’obliga a canviar d’enfocament i a comprendre des d’una altra posició. És difícil ressenyar un llibre d’aquestes característiques i també ho ha estat llegir-lo, però, aviam, provem-ho.
Per començar, hi trobem una veu, l’autor de Magistral (que no en Rubén), i ens parla d’història: la caiguda de la llengua castellana. Una caiguda en escala de valors, tot s’ha de dir. Afirma que s’ha reduït a simplesa, a prosa fàcil, a l’accessibilitat i a la comoditat. Una llengua vaga que produeix principalment una porqueria de literatura, d’entreteniment, llegida per lectors disposats a esforçar-se tan poc com sigui possible. L’autor de Magistral pretén, a través del seu llibre, destruir el castellà tal com el coneixem per reestructurar-lo en altres sistemes lingüístics, exigint noves formes de lectura. Reinventar-se o morir, que diuen. “Si no me entendéis, a lo mejor es porque tenéis habilitado el Adblock”.
Aquesta veu és altament odiable; un paio pretensiós, arrogant, que va de llest per la vida. No podíem esperar altra cosa d’un autor que titula Magistral a la seva obra. Segons ell, ha escrit el llibre que posarà fi a la lògica de la llengua castellana. I mentre va presumint de les seves habilitats narratives, ho va criticant tot; critica la literatura espanyola contemporània, critica els escriptors del moment, als lectors, a la hipocresia dels crítics. Parla dels hàbits que envolten el món literari. Hàbits segons ell totalment decadents. Anem a l’autocomplaença i a la llagrimeta fàcil. A l’autoajuda. A històries que es digereixen soles. Vaja, que et va tractant d’idiota, i no m’importa que ho faci, perquè reconec que he hagut de llegir paràgrafs seus més de tres vegades o, fins i tot, saltar-me’n d’altres (el tio en ocasions es posa massa insoportable). Però, no sé, no sé; vols dir que el panorama és tan així? Vull dir que és cert que es publiquen moltes marranades que aporten ben poca cosa a la literatura, però també es cert que sota aquesta capa superficial dominada pels best-sellers i les autobiografies de famosos televisius, existeixen alternatives i s’intenta apostar per noves propostes. Difícil trobar-ne, sí. Però hi són. I aquests també tenen el seu públic. O si més no, desperten algun tipus d’interès a alguns lectors encuriosits. Si no fos així, aquest llibre mai s’hauria comentat tantes vegades.
No es pot passar per alt l’evident domini (i treball) que trobem sobre el llenguatge. És bàsicament l’atracció principal del llibre; veure com et pot tornar a sorprendre utilitzant una inesperada combinatòria de paraules. Neologismes, tecnicismes, retòrica, fonètica, associacions, jocs semàntics… Pot resultar críptic, de vegades absurd, sobretot a mesura que ens acostem al final, on la llengua ha quedat ja totalment desmembrada i recosida sobre altres patrons desconeguts. És la nostra llengua i no ens és familiar. Llegim, per exemple, aquest fragement: “Tu langue es simple. Basta con ministrarme, cuando no puedo siento una torsión de sesos y una variedad y máquina de cosas que me dejan gloriabandoned, digno de un asshole con pintas, mutatis mutabal la burla burlando. BOYJERK, dispecable idiomante de oído tú, potro mío,;; taranto, serrallo de ventosas. Discula mi lentitudine de adqüisición. Percivo la urgencia de distintas motorizaciones. Más despacio, avanzo a base de singultos, te supero, me necrofollo tu idioma por el agujero de las oes, me pongo en vuestra piel de corderos y semántica preñada FUCK CONFIG, ya termino de traszumarme, vudú hago en tu tieso, tu yerto portal de lengua”. Ja veieu per dónde van los tiros. Però, sabeu? Allò realment curiós és veure com, tot i l’aparença abstrusa, el llibre va quedant ben lligat perquè els discurs acaba formant un tot, i encara que no s’entén el que està dient, acabes entenent què vol dir: un nou ús de la llengua.
No vull profunditzar aquí sobre els detalls tècnics de l’obra, que en són molts (i alguns de brillants), així com la seva curiosa estructura. Diré, per exemple, que treballa amb correspondències literàries i alhora és sempre autoreferencial; que hi trobem pàgines d’un altre llibre dins el llibre, el de Ben Marcus, molt influent alhora de realitzar Magistral. Diré també que mostra un curiós exercici de traducció que sembla fet pel puto traductor de Google. Però no vull dir-ne gaire més perquè resulta un pèl confús i no aporta res de sòlid a la ressenya, més que una confirmació de la seva voluntat d’innovació. Però és que el llibre és purament això. És un llibre amb caràcter propi, i per això val la pena llegir-lo, no per les crítiques que proposa, crítiques que ja hem sentit altres vegades i que alhora no n’acaba donant una resposta satisfactòria. La importància cau en la pròpia experiència que et brinda com a lector, una experiència que, si us interessa, recomano que us la prengueu com un joc. Un joc seriós, tot s’ha de dir.

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Magistral en Blumm, la manía de leer



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Magistral, de Rubén Martín Giráldez, entre las lecturas favoritas de 2016 para Bernardo Luis Munuera en su blog literario Blumm, la manía de leer:

Magistral, de Rubén Martín Giráldez, está editada por Jekyll & Jill en 2016. Otra joya. Magistral. Si me preguntasen que diese una razón de por qué elijo Magistral como favorita, diría que por el jugoso juego jodidamente jueno que hace con el lenguaje, trastabillándolo y fabricando con él una semántica espectacular. Forjar ficción así es magistral. Este libro no lo prestaría por nada del mundo. Es el tipo de libro que no quieres perder de vista de tu biblioteca, es el tipo de libro que lo coges fuera de hora, lo abres y te recreas con alguna página. En la ficha editorial, al igual que en el anterior, podéis leer más razones inteligentes. Como aperitivo, este fragmento:

Como mi bravata no era amable, tuvisteis que hacerla pasar por amable amansándola con vuestra lectura de mayordomos. ¡Mira que hay que ser retorcido para hacer pasar una soflama por una obra amable! Hay que reconocer, eso sí, que de esta forma conseguisteis desactivar casi por completo su sentido, y brindasteis con coños para celebrarlo. ¡No! No vale decir que yo soy bueno y decir que el que está a mi lado es bueno y decir que el que está a mi lado es bueno, porque eso es imposible o, como mucho, paraverdad, porque yo no veo a mi lado más que individuos aquejados de corrección, libretistas muertos de miedo de hacer una frase que no se entienda a la primera, copistas locos por evitar la menor arruga en la frente de su dios hipnótico, el lector, el praegustador, el probador de venenos. Al fin y al cabo ése fue el motivo que me llevó a escribir un libelo breve y ambicioso, un masaje de tortura para doscientas y pico personas —¿cuántas más pretendes que te lean?, ¿te van a traducir acaso, galano? No ha nacido todavía el libro que lastime a quien no lo lee, al menos de manera directa, y no creas que no lo siento.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral entre los 20 mejores libros del año – Blisstopic



Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en la lista de los 20 mejores libros de 2016. En Blisstopic, por Santiago García Tirado.

La novela extraña e inclasificable, la novela que atenta contra la fórmula novela y, ya de paso, contra la crítica literaria, y contra el lector, contra la literatura española y contra la lengua española es una bárbara genialidad. Reparte en todas direcciones, carece de trama, de personajes, y juega ―algo habitual en el editor Jekyll & Jill― con el tratamiento creativo de la página, añadiendo mil detalles insospechados en un libro. MagistralMagistral de Rubén Martín Giráldez, en fin, es un verdadero mindfuck que sólo puede generar adicción. Rubén Martín Giráldez profetiza, con todo, que su libro lo van a leer unos 200 lectores, no más, todos ellos irrecuperables para el buen gusto y las listas de éxitos literarios. En nuestro caso no vemos conflicto, tenemos fe en nuestros seguidores entre los que seguro se encuentra el grueso de esa cifra. Si ya leyeron Menos joven, su anterior novela-artefacto, saben de qué les hablo. Y a quiénes hablo.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en la lista de los Mejores libros de 2016 para Jorge Carrión



Magistral de Rubén Martín GiráldezMagistral, de Rubén Martín Giráldez, en la lista de los 10 libros que marcaron 2016, por Jorge Carrión, hoy en New York Times.
«La novela española más discutida –elogiada y vilipendiada a partes iguales– de este 2016 es un alegato en contra de la literatura domesticada, un grito a favor de la posibilidad de gritar, en este mundo nuestro de redes sociales que te invitan amablemente a que no levantes la voz. En la línea del Juan Goytisolo de Reivindicación del conde don Julián, invocando al experimental Ben Marcus, Martín Giráldez firma un libro incómodo y (realmente) necesario, que obliga a pensar en el español y en la literatura de hoy, ofendiéndonos a todos sin ofender a nadie.»

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral entre los Mejores libros de 2016 para Letras Corsarias



Magistral, de Rubén Martín Giráldez en la lista de los mejores libros de 2016 para la librería Letras Corsarias de Salamanca.

Magistral. Rubén Martín Giráldez. Jekyll & Jill
«Lectores, bardólatras y probadores de venenos: especies que pululan por una sorprendente muñeca rusa que contiene una feroz crítica a la narrativa española contemporánea.»

ENLACE al artículoMagistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en la lista de los mejores libros de 2016 para Alberto Olmos

Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en la lista de los mejores libros de ficción en español del año de Alberto Olmos. El Confidencial:Magistral de Rubén Martín Giráldez

«Así las cosas, los libros de narrativa española que a lo largo de 2016 han satisfecho el paladar de este lector abnegado han sido estos pocos: ‘Fosa común’ (Random House), de Javier Pastor; ‘Magistral’ (Jekyll&Jill), de Rubén Martín Giráldez; ‘Érase una vez el fin’ (Anagrama), de Pablo Rivero; y ‘Estrómboli’ (Impedimenta), de Jon Bilbao, que seguramente es el mejor libro del año en lo que a “inventar historias” se refiere.»

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Rubén Martín Giráldez en La Vanguardia



img_dibernon_20161202-160625_imagenes_lv_propias_dibernon_jove1-kcne-u4123728716983qg-992x558lavanguardia-webMiqui Otero, Riot Über Alles, Gonzalo Torné, Jenn Díaz, Ana Llurba, Franco Chiaravalloti, Constanza Ternicier, Jorge Benítez, Julio Fajardo Herrero, Laura Fernández, Laura Ferrero, Carlos Robles Lucena, Albert Lladó, Víctor Balcells, Cristina Morales, Colectivo Juan de Madre, Juan Soto Ivars, Pablo Martín Sánchez, Jordi Carrión, Sònia Hernàndez y Rubén Martín Giráldez, autores menores de cuarenta años en la Barcelona actual, en La Vanguardia, por Xavi Ayén.

«El Magistral (Jekyll & Jill) de Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979) es otro de los libros que han hecho ruido. Su autor lo define como “un panfleto para disidentes que terminan recibiendo su propia medicina; una novela en la que yo, más que de mensajero, hago de mensajista y propongo más que un libelo una libelíada. Mi intención era cerrar bocas y celebrar lenguas, imagino, y reírme de la policía de la literatura y de la falta de criterio de quienes abominan de la policía de la literatura (y de mí, ya de paso)”.»

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Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez en Cierta distancia



Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez, autor de Magistral y Menos joven, responde el cuestionario del blog Cierta distancia:

1.- ¿Por qué escribes?
Por un exceso de vanidad mal entendida y medio bien llevada, varias imperfecciones de carácter y un par de fines pueriles impronunciables, por el síndrome del mensajero, del profeta, de Casandra caricata, por un Juegos Reunidos del ser ahí y la palabrilla revelada.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?
No tengo preferencias ritualísticas ni supersticiones posturales. Soy el Ser Humano Corriente ocupado en una particularidad como cualquier otra.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Identificar de dónde viene la voz que transcribo y averiguar por qué me usa así, como a un simple perro parlante.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?
«Cualquier principio embutido en un decálogo literario puede desviarte para siempre de la genialidad». Es que cualquier consejo ha de terminar necesariamente en una fanfarria de contradicciones, así que, por divertirme, me doy las mías propias:
* Evita las moleskine y el pavoneo, que tienes el tiempo justo para escribir «uy» y decirlo.
* Que la inspiración no te pille trabajando.
* No llames «trabajo» al oficio.
* Utiliza el término «oficio» en un sentido más ufano que mundano.
* Recuerda que nadie te ha invitado a la vocación y que cuando irrumpes allí todos te están mirando raro y ni dios sabe quién eres ni por dónde te has colado. Llénales la copa o te la llenarán a ti a saber de qué.
* Que beban ellos primero, luego ya tal.
* Si es bueno, no es tuyo. A lo mejor no estás bebiendo de tu copa. Traga, que de todo se aprende.
* Que te confundan con el chambelán, que ya les enseñarás tú que eres el bufón.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?
Muchas veces en la Historia de la Banalidad —pero antes también en obras tremendas, claro— la palabra «cristalinas» ha seguido a la palabra «aguas» como un apellido a su nombre, por poner un ejemplo. Cuando eso sucede hoy, ya no hay excusa. No sé muy bien qué palabra vendrá a continuación, sólo tengo claro el tono y la mayor o menor facundia de la voz a la que estoy dando tinta; y en cuanto a la estructura, la peripecia como tal no es mi objetivo. Creo que el placer mental que sentimos al darnos cuenta de que podemos completar sin ayuda la otra mitad de un dibujo simétrico es de una calidad discutible.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Tengo detrás de mí la estantería de libros de cabecera. Apunto algunos: Les nourritures terrestres, de Gide; Monsieur Teste, de Valéry; Les Nègres, de Genet; Le Bavard, de Louis-René des Forêts; The Infernal Desire Machines of Doctor Hoffman, de Angela Carter; Larva, de Julián Ríos; Éden, Éden, Éden, de Guyotat… son unos cuantos, en la be tenemos a Bufalino, Blanchot, Bernhard, Djuna Barnes, B. S. Johnson, Ben Jonson, Barthes, Ra Belais, Beckett… soy todo cabecera.

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Algo a medio camino entre la traducción, la edición y la deyección: un libro necesario en el que sudo sangre para construir la necesariedad de mi cuestionable participación. Hago de MS-DOS de un sistema operativo muy superior a mí para ver cómo de mal parado salgo, pero sobre todo, para que se vuelva a leer a ese otro autor.

Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979) autor de las novelas Magistral y Menos joven (Jekyll & Jill Editores). Traductor de autores como Tom Robbins, Jack Green, Bruce Bégout, Blake Butler, Laird Barron, Leonard Gardner, Rudolph Wurlitzer, Jonathan Shaw o Morrissey.

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Cuatro autores de Jekyll and Jill en el OFFSANTJORDI DE TARDOR


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El próximo sábado, 12 de noviembre, cuatro autores de Jekyll & Jill firmarán ejemplares de sus libros en el #OFFSANTJORDI DE TARDOR

De 12 a 13 h:
CARME TIERZ  firmará ejemplares de El Libro de los Milagros
ANTÒNIA ESCANDELL TUR firmará ejemplares de Chris Marker y La Jetée
RUBÉN MARTÍN GIRÁLDEZ firmará ejemplares de Magistral y Menos joven

de 18 a 19 h:
GEMMA PELLICER firmará ejemplares de Maleza viva

#OFFSANTJORDI DE TARDOR
L’antic Teatre, C/ Verdaguer i Callís, 12. 08003 Barcelona

 

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EL LIBRO DE LOS MILAGROS Los relatos reunidos en El libro de los milagros, ocho cuentos irreverentes, reinterpretan en clave irónica y desmitificadora algunos pasajes de la historia de lo sagrado. Son cuentos fantásticos que proponen una mirada diferente hacia grandes verdades defendidas por la Iglesia, dogmas rígidos e irrebatibles que, a veces, rayan la superstición. La resurrección de Lázaro, las apariciones marianas en Lourdes o las propiedades sanadoras de la momia de San Isidro Labrador son tres de los episodios que se reescriben en El libro de los milagros, un habilidoso juego literario que condimenta esas gestas sobrenaturales con detalles extraídos de la realidad y un sentido del humor profundamente negro. Con prólogo de José María Latorre. El libro incluye en su interior ocho estampas de laCarme Tierz escritora ilustradora Sobelman Corta y Pega.

CARME TIERZ, licenciada en Periodismo, ha desarrollado su carrera fundamentalmente en el ámbito del periodismo cultural y, muy especialmente, en el de las artes escénicas. Ha sido directora de las revistas TeatreBCN y TeatroMADRID; redactora especializada en teatro y columnista en El Periódico de Catalunya, crítica teatral de Guía del Ocio BCN y Time Out Barcelona y colaboradora en revistas como Assaig de Teatre, editada por Associació d’Investigació i Experimentació Teatral (AIET), y Artezblai (Artez). Fue editora externa y prologuista de Memòria Crítica. Els anys difícils del teatre català, de Gonzalo Pérez de Olaguer (Arola Editors, 2008), y coordinadora de proyectos editoriales para Ara Llibres. Ha sido directora periodística de Hamlet, Revista de les Arts Escèniques y actualmente colabora con el Institut de Cultura de Barcelona. Ha publicado Barcelona, ciutat de teatres, junto a Xabier Muniesa (Viena Ediciones, Barcelona, 2013)

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Chris-Marker-y-la-jeteeCHRIS MARKER Y LA JETÉE, LA FOTOGRAFÍA DESPUÉS DEL CINE Jugar con el tiempo. Un juego que seduce al espectador de este cortometraje de ciencia ficción apocalíptico. La Jetée, de Chris Marker, se compone de una serie de fotografías que discurren por la pantalla como postales enviadas desde los pliegues más remotos de la memoria. El estatismo temporalizado de las imágenes da lugar a una obra ambigua y misteriosa que sería la contradicción misma del hecho cinematográfico: una película sin movimiento. El presente ensayo trata de desentrañar las reglas de este juego de alianzas entre fotografía y cine que resulta en imágenes de gran magnetismo, capaces de atravesar los estratos del espacio y el tiempo para adentrarse en los paisajes interiores del amor. Se cree que Chris Marker vino al mundo un 29 de julio de 1921 con el nombre de Christian François Bouche-Villeneuve. Con algo más de certeza se sabe que se las apañó para irse el mismo día del mismo mes de 2012. Silenciosamente, fiel a su estilo, desaparecía por donde había venido una figura capital del pensamiento contemporáneo. Cronista certero y lúcido de su tiempo, cineasta, fotógrafo, escritor, ensayista, editor y viajero, su producción diluye las fronteras entre disciplinas. En su juventud fue alumno de Jean-Paul Sartre y formó parte de asociaciones afines a la Resistencia francesa; durante este periodo de formación se perfilan unas inquietudes intelectuales que ya no lo abandonarían. Prueba de ello es una extensa obra cuyo hilo conductor es la indagación en la crisis referencial de la imagen y en las consecuencias éticas de dicha transformación. En la última etapa de su vida, ya octogenario, se sumergió en el mundo de la tecnología multimedia y del videoarte. En toda su producción y en toda esta diversidad subyace una única obsesión: la fascinación por el poder de la imagen. Entre las obras más representativas del director cabría mencionar los títulos Olympia 52 (1952), Les statues meurent aussi (1953), Lettre de Sibérie (1957), Description d’un combat (1960), Le joli mai (1962), Le fond de l’air est rouge (1977), Sans Soleil (1982), A. K. (1985), Le tombeau d’Alexandre (1993), Level 5 (1996), la instalación multimedia 10.antonia-escandell-tur(Foto Isabel Camps)Immemory (1997), Une journée d’Andrei Arsenevich (1999), Le souvenir d’un avenir (2001) y Chats perchés (2004).

ANTÒNIA ESCANDELL TUR es licenciada en Teoría de la literatura y literatura comparada por la Universitat de Barcelona. En los últimos años se ha dedicado a la docencia y a la traducción. Entre 2008 y 2011 trabajó como lectora de lengua española en la Universidad Alexandru Ioan Cuza de Iaşi, una pequeña ciudad al norte de Rumanía, donde, además de dar clases de lengua y literatura, coordinó una revista literaria. Gracias a una beca para traductores obtenida en 2011 ha colaborado con el Instituto Cultural Rumano en varios proyectos. De entre ellos destacaría el volumen Broşura. Ensayistas rumanos, una compilación de ensayos para la que tradujo fragmentos de diversos autores. Es miembro fundador del proyecto colectivo Reviradors, una plataforma para traductores literarios. Ha publicado artículos sobre cine, literatura y fotografía en diferentes revistas divulgativas de ámbito universitario. Chris Marker y La Jetée, la fotografía después del cine es su primer libro.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

MAGISTRAL Como para resucitar el gusto sería necesario que esta nación se hubiese tomado alguna vez en serio aquello de que nuestro cuerpo es un templo y la boca su excusado, lo más factible será ir pensando en reconstruir la lengua para poder mentir al menos sobre lo limpio que teníamos aquel palacete forrado de piel y pelos y perforado sin remedio nueve o diez veces. A lo mejor deberíamos ir pensando en cambiar un idioma que ya no sirve. Puede que haya llegado la hora de hacerle al castellano un hoyo en la hermosura y cagarle lombrices dentro hasta rellenarlo. El castellano es hoy un idioma monigotado, toca asaltar otras lenguas.

PREMIO LIBERISLIBER 2016

MENOS JOVEN es una fanMenos Joven de Rubén Martín Giráldeztasía severa, una novela cruel —casi pensada para ser leída en voz alta por un tenor heroico—en la que el locutor de un programa infantil radiofónico llamado El peinado de Calígula narra los progresos de su concursante, Bogdano. Éste, a lomos de su caballo, debe buscar, encontrar y someter a una charla de devastación a sus ídolos. Deporte y castigo transcurren «más en palabra que en acto», retransmitidos por el locutor, que cabalga incansable tras el protagonista en compañía de una audiencia de niños que asiste al concurso en directo. El extravagante discurrir de Bogdano es el resultado de la educación híbrida que su padre le proporcionó de pequeño, y que consistió en darle a leer toda una biblioteca de libros vulgares retapados con cubiertas de las grandes obras de genios de la literatura. «¿Se ha fortalecido su carácter gracias a la ignorancia? Es muy posible.» El problema es, resumiendo, que para él Dickens bien podría ser el autor de la saga de Kunta Kinte; y Antonin Artaud, un actor norteamericano de thrillers de serie B. Menos joven, segundo libro de Rubén Martín Giráldez, es una carrera desquiciada, una Rubén Martín Giráldezhorse movie vociferada que se vale de una verborrea manipuladora que no disimula su deuda con Manganelli, Gombrowicz, Rabelais, Sterne, Céline o Volodine. Cubierta de Alfonso Rodríguez Barrera y calcomanías de David Cauquil.

RUBÉN MARTÍN GIRÁLDEZ ha publicado las novelas Magistral y Menos joven, así como el relato «Prólogo a Centauros extirpados» en la antología Doppelgänger: ocho relatos sobre el doble + bonus track (Jekyll & Jill Editores) y el ensayo burlesco Thomas Pynchon: un escritor sin orificios (Alpha Decay, 2010). Ha traducido a autores como Tom Robbins, Jack Green, Bruce Bégout, Blake Butler, Leonard Gardner, Ernest Haycox, Laird Barron o Morrisey. Una de sus traducciones es Cosmotheoros, el libro de Christiaan Huygens aparecido en esta editorial en 2015.

Su web: celinegrado.wordpress.com  Autor representado por The Ella Sher Literary Agency,www.ellasher.com

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MALEZA VIVA es un lmaleza-viva-gemma-pelliceribro de microrrelatos, en este caso próximos al poema en prosa y al aforismo, que baraja formas sentenciosas, narrativas y poéticas con otras dialogadas propias del microteatro. Su título remite a esa maraña de vivencias y sueños que supone toda existencia. En la primera parte aparece una serie de personajes cuyo cometido estriba en presentar situaciones insólitas, a la manera de tímidos puntos de luz, alumbrando a través de su comportamiento un tanto excéntrico su correspondiente parcela de realidad. Así, locos, vagabundos y ajadas marquesas desfilan por estas páginas, junto a otros seres singulares. En Herbolario, la segunda parte, nos encontramos también con piezas cercanas al surrealismo, pero vinculadas al misterio de una naturaleza inextricable que al cabo impone su voluntad. Y en donde a menudo ese mismo ecosistema toma la palabra para hacer oír su voz. El conjunto, una prueba más de la vitalidad del género hoy en España, muestra un puñado de microrrelatos de corte íntimo, en el que vida y literatura enredan sus hGemma Pellicer escritorailos hasta formar un maravilloso retablo de poder evocador.

GEMMA PELLICER es licenciada en Filología Hispánica y Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Trabaja como editora de textos de ficción y cultiva la crítica literaria en la revista Quimera. Escribe microrrelatos, cuentos y aforismos, piezas que han aparecido recogidas en antologías como Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español (2012), en edición de Fernando Valls; La música de las sirenas (México, 2013), al cuidado de Javier Perucho; o Aforistas españoles vivos (2015), de José Luis Herrera. Además, es corresponsable de la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (2010). La danza de las horas (2012) fue su primer libro de microrrelatos.

El ojo crítico

Rubén Martín Giráldez en El Ojo Crítico



Rubén Martín GiráldezHoy viernes, 21 de octubre, a partir de las 19 h, Juan Carlos Morales entrevistará en directo a Rubén Martín Giráldez con motivo de la publicación de su libro Magistral en el programa El ojo crítico, de Radio Nacional de España.

 

Tras Menos joven, Rubén Martín Giráldez vuelve con Magistral, una voz brutal con la lengua negra como salsa putanesca de demonio.

Como para resucitar el gusto sería necesario que esta nación se hubiese tomado alguna vez en serio aquello de que nuestro cuerpo es un templo y la boca su excusado, lo más factible será ir pensando en reconstruir la lengua para poder mentir al menos sobre lo limpio que teníamos aquel palacete forrado de piel y pelos y perforado sin remedio nueve o diez veces. A lo mejor deberíamos ir pensando en cambiar un idioma que ya no sirve. Puede que haya llegado la hora de hacerle al castellano un hoyo en la hermosura y cagarle lombrices dentro hasta rellenarlo. El castellano es hoy un idioma monigotado, toca asaltar otras lenguas.

Magistral de Rubén Martín Giráldez

PREMIO LIBERISLIBER 2016

«Atención, este libro no es un libro: es una bomba.
Una bomba incendiaria contra la literatura de libro de recetas de cocina para solteros y jubiladas.
Contra Facebook.
Contra la Crítica.
Contra la representación y los personajes tangibles, a favor de la visión y de las voces invisibles.
Contra la literatura española.
Contra la puta lengua domesticada.
Muy recomendable: es problema es tuyo si te sientes identificado con quienes pone a caldo.»
  JORGE CARRIÓN

«Deja la sensación de que en literatura española aún puede hacerse algo nuevo, radical, nada complaciente.
Si nuestro autor fuera de Chicago o de San Francisco, tendría más traducciones que ahora lectores.» ALBERTO OLMOS, El Confidencial

«El lector experimentará ese vértigo sensitivo que desprende la novela, un bello y lúcido desatino, un arabesco que toma cuerpo de abecedario diáfano, en definitiva, “es una fiesta, es un tumor”.» FRANCISCO ESTÉVEZ, El Imparcial

«Magistral es un discurso, una sátira, un panfleto, una diatriba y muchas cosas más. Es el lenguaje de un rey apocalíptico y suicida, que dimite de su cargo, de su lengua, del idioma español porque no puede soportar la mediocridad en la que se ha instalado el escritor medio y el lector medio.» • DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, El coloquio de los perros

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en Zenda



El catredrático y crítico literario Santos Sanz Villanueva dedica en Zenda dos artículos al cambio generacional en la literatura española y a Magistral,Magistral de Rubén Martín Giráldez de Rubén Martín Giráldez:

«La renovación generacional de esta hora en las letras españolas no supone un enfrentamiento abrupto con los autores mayores en activo. Más bien implica, salvo algunos pocos reconocimientos y admiraciones, un desentendimiento, un ignorarlos como si formaran parte de la literatura caduca e inoperante de un tiempo superado. Pero también se encuentra algún intento de ir más lejos, de consumar el conocido asesinato del padre. Con estas pretensiones se ha dado a conocer Rubén Martín Giráldez. Se propone no solo enterrarlo sino renegar de la lengua. Sustituir un idioma que ya no sirve, el nuestro, por otro. Así lo postula en Magistral. Merece la pena prestar atención a este narrador incisivo y bien facultado que anda tras un objetivo tan quimérico como sugerente. Pero ya me he extendido mucho y dejo el comentario de la novela para una segunda parte de este díptico sobre el cambio generacional en nuestra narrativa.»

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«Destacaba en la primera parte de este díptico sobre el cambio generacional que se está produciendo en la narrativa española del presente momento la actitud de irreverente inconformismo de Rubén Martín Giráldez. El joven escritor catalán (nacido en Cerdanyola del Vallès en 1979) manifiesta el propósito de ruptura con una claridad ausente en sus colegas. En Magistral presenRubén Martín Giráldezta una deslenguada rectificación de nuestra propia historia literaria reciente. La encarna en un proyecto narrativo imaginario, una novela titulada como el libro que supuso —eso asegura el narrador— un revulsivo histórico. Pero Martín Giráldez no se contenta con romper con las promociones precedentes —con autores que se habían dedicado a “chucrutizar la escritura” y a escribir “tonterías”— sino que postula en Magistral el más extremoso de los cambios, abandonar la propia lengua y sustituirla por otra.»

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Magistral, Premio Liberisliber 2016



Magistral de Rubén Martín Giráldezpremio

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Magistral, de Rubén Martín Giráldez, recibe el premio LIBERISLIBER 2016 en la categoría de Narrativa.
Jurado: Carlos Terrón, Lluïsa Marín y Josep Pujol

Los otros libros premiados en esta edición son:

Desmuntant Societat Civil Catalana de Jordi Borràs (Editorial Saldonar) en la categoría Pensa (no ficción).
Jurado: Carlos Terrón, Lluïsa Marín i Josep Pujol

Mur, de Gemma Gorga (Editorial Meteora) en la categoría Lira (poesía)
Jurado: Joan Mercader y Narcís Munsó

Glup, de Daniel Piqueras (Editorial Narval) en la categoría Xic (infantil y juvenil)
Jurado: Mariona Masgrau i Karolin Kunde

El acto de entrega de premios tuvo lugar el pasado sábado, 1 de octubre, en Besalú (Girona).

 

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«Como para resucitar el gusto sería necesario que esta nación se hubiese tomado alguna vez en serio aquello de que nuestro cuerpo es un templo y la boca su excusado, lo más factible será ir pensando en reconstruir la lengua para poder mentir al menos sobre lo limpio que teníamos aquel palacete forrado de piel y pelos y perforado sin remedio nueve o diez veces. A lo mejor deberíamos ir pensando en cambiar un idioma que ya no sirve. Puede que haya llegado la hora de hacerle al castellano un hoyo en la hermosura y cagarle lombrices dentro hasta rellenarlo. El castellano es hoy un idioma monigotado, toca asaltar otras lenguas.»

Tras Menos joven, Rubén Martín Giráldez vuelve con Magistral, una voz brutal con la lengua negra como salsa putanesca de demonio.

«Deja la sensación de que en literatura española aún puede hacerse algo nuevo, radical, nada complaciente. Si nuestro autor fuera de Chicago o de San Francisco, tendría más traducciones que ahora lectores». Alberto Olmos, El Confidencial

«Magistral es un discurso, una sátira, un panfleto, una diatriba. Es el lenguaje de un rey apocalíptico y suicida que dimite de su cargo, de su lengua, del idioma español porque no puede soportar la mediocridad en la que se han instalado el escritor y el lector medios». Diego Sánchez Aguilar, El coloquio de los perros

«Si Menos joven representaba, quizás, la forma inteligente, desprejuiciada y socarrona de encajar la tradición literaria, Magistral supondría la crítica autorial sobre la obra perfecta, sobre el estado y la función de la literatura y sobre la propia crítica literaria». Francisco Estévez, El Imparcial

«Escrito con las tripas y la razón, insulta al lector y le golpea mientras se ríe de bardólatras y farsantes. ¿Es un libelo? ¿Una novela? ¿Una reivindicación del lenguaje? ¿Una provocación? Todo eso y mucho más: es aullido, literatura, diversión, “un auto de choque sacramental que no sabe de la tinta la mitad”». Nuria Azancot, El Cultural de El Mundo

«Ni “vanguardista” ni “minoritario” ni “raro”, ni ninguna otra etiqueta perezosa y rutinaria. Martín Giráldez es sencillamente un escritor originalísimo, y su Magistral (divertido, sádico, verborreico) exige más insolencia interpretativa. Un cebo que deberían picar todos los lectores audaces». Gonzalo Torné, autor de Hilos de sangre y Divorcio en el aire

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en Yorokobu



«Contra la escritura simplona». Magistral y Rubén Martín Giráldez en Yorokobu, por Isabel Garzo.

Contra la escritura simplona

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en El Noroeste Digital



Magistral de Rubén Martín GiráldezBasilio Pujante reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en El Noroeste Digital:

Los lectores de narrativa somos también narradores. En nuestra recepción del texto que leemos se produce una reconfiguración del discurso redactado por el autor. Además, cuando alguien nos pregunta “¿de qué va?” el libro que tenemos entre manos, nos detenemos en el relato condensado de su argumento con delectación. Pero, ¿qué ocurre cuando un texto aparentemente narrativo carece o deja en segundo plano la trama? En estas ocasiones, la mayoría de los lectores sienten una perplejidad al comienzo del libro que se torna pronto en irritación al no encontrar la esperada historia. Sólo unos pocos receptores saben ir más allá y encontrar placer en la lectura, cuando el libro la ofrece, a pesar de no hallar una trama. A estos últimos lectores está dirigido Magistral, el artefacto literario perpetrado por Rubén Martín Giráldez.

Porque aquellos que busquen un argumento en el segundo libro de este ensayista y traductor catalán se darán cuenta pronto del segundo plano, cuando no tercero, que ocupa en el orden de importancia de la obra. Lo primero que llama la atención en Magistral es su estilo; Martín Giráldez emplea un lenguaje denso, a veces retorcido, con preferencia por los juegos de palabras, las onomatopeyas, las metáforas, los neologismos y con largos fragmentos en inglés. Veamos un ejemplo del peculiar estilo del libro: “Ordeñador prostático, lalia infusa try to troll password subrosa, criptos, otrosí escaneo fonético: arcabuzos submarinos en el gunning fog index” (pág. 93). Este protagonismo dado al lenguaje, poco habitual en la narrativa española contemporánea, no es un medio, sino un fin en sí mismo por el componente metaliterario del libro. Al igual que hace Cervantes en la segunda parte del Quijote, se cita la repercusión que ha tenido Magistral en un juego temporal cargado de ironía. El narrador se dirige al lector y le habla del propio libro que tiene entre manos, diluyendo las fronteras de la ficción y dinamitando los preceptos tradicionales de la narrativa. En esta concepción lúdica y crítica de la Literatura que propone Martín Giráldez, adquieren gran importancia los paratextos, citas de otros autores, la portada y el índice de otro, y los juegos tipográficos.

Aunque, tal y como ya hemos defendido, el lenguaje y sus giros son los verdaderos protagonistas de Magistral, también podemos hallar un hilo argumental, débil y discontinuo eso sí, en la obra. El libro nos cuenta la intención de un autor español de abandonar su idioma natal y seguir la senda de Notable American Women, obra del norteamericano Ben Marcus. Este segundo texto adquiere una gran importancia en la última mitad del libro, convirtiendo a Magistral en una especie de parásito que toma fragmentos enteros de Marcus. La relevancia de este nuevo juego literario se debe relacionar con la sátira a la lengua, a la crítica y a la literatura española que aparecen en la primera parte del libro. De nuestro idioma dice el narrador que lo hemos convertido en “muelle y fantocha” (pág. 15); frente a ello, aboga por esa renovación total de la que el propio texto es ejemplo.

Apuesta fuerte Martín Giráldez con Magistral, algo poco habitual en los autores de su generación (nació en 1979). A pesar de que el libro puede indigestar, utilizando una metáfora gástrica tan del gusto del propio autor, se agradece la originalidad y la valentía en la propuesta discursiva y en la sátira.

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Rubén Martín Giráldez

Miguel Ángel Ortiz reseña Menos joven y Magistral



El escritor Miguel Ángel Órtiz Olivera (La inmensa minoría, Fuera de juego), reseña Menos joven (Jekyll&Jill, 2013) y Magistral (Jekyll&Jill, 2016) en su blog El alumno de Amalfitano:
DANDO MUERTE A LOS ÍDOLOS
El albarán de examen es una de las cosas buenas que tiene trabajar de librero. Buena para el librero, quiero decir, y quizás no tanto para los escritores. Al menos para aquellos que escriben con el objetivo de que sus libros copen las escuálidas listas de ventas. Una venta, ya se sabe, en estos días de mercadotecnia, no es nunca desdeñable. Para los soñadores que todavía escriben sus biblias con la intención de que se lean lo máximo posible y cambien, en la medida de sus posibilidades, el horrendo mundo en el que vivimos, el albarán de examen les parecerá una opción plausible. Consiste en sacar el libro, leerlo con sumo cuidado para no estropearle las tapas —aunque él te estropeé tus interiores— y devolverlo en el mismo pulcro estado en que te lo llevaste de la librería. Así de sencillo puede parecer el acto de leer a simple vista. Otro tema es cómo te devuelva el libro a ti a la librería.
Eso he hecho para leer Menos joven, la primera novela de Rubén Martín Giráldez. En realidad, es lo que vengo haciendo con todos los libros leídos desde hace varios meses. Antes no podía leer uno y no quedármeloMenos Joven de Rubén Martín Giráldez. Antes, hay que aclarar, no trabajaba de librero. Ahora, ni los jugosos descuentos de trabajador compensan las abismales diferencias con sueldos anteriores. Supongo que a Rubén Martín poco le importará: su escritura, ya de entrada, habrá echado para atrás a muchos posibles lectores, así que quizás sea uno de los que prefieren el albarán de examen. A saber. En mi defensa añadiré que su segunda novela, Magistral, fue la última adquisición para mi humilde biblioteca particular. Y de no ser porque estoy ahorrando para las vacaciones, Menos joven también se hubiera venido para casa.
«Elimine a uno de esos ídolos que humillaron su inteligencia postadolescente hasta el punto de obligarle a usted a camuflar su domesticación con gratitud fingida». Cómo resistirse, con semejante eslogan, a no escuchar la retransmisión de El peinado de Calígula, el primer espacio radiofónico en el que los adultos se dirigen a los niños como si fuesen adultos. En dicho programa, su verborreico presentador-narrador-locutor invita a los oyentes-lectores a seguir de cerca la triunfal cabalgadura del concursante —en este programa en concreto, el joven Bogdano, que repite participación tras haber estrujado a Anton Webern en un programa anterior— en busca de los que hasta ese día habían sido sus ídolos. Esos que, como sentencia el locutor, «impiden el desarrollo de una verdadera infancia».
Matar al padre se ha convertido en una práctica facilona demasiado extendida. En cambio, los ídolos que marcaron la infancia han terminado convirtiéndose, con el paso de los años, en algo así como complejos. Hay que acabar con ellos para que no se transformen en monstruosas obsesiones. Para terminar, de un plumazo, con la infancia, porque «si hay un proceso que rebele cada día su índole traicionera, es el de reelaboración que hacemos de la infancia». Debemos dejarla atrás en nuestro camino. Como en todo aprendizaje, lo más importante no es el final del viaje sino la profundidad de las huellas. Mientras Bogdano cabalga su propia cabeza por surrealistas paisajes, se cruzará con viejos escritores a los que un día creyó idolatrar, campesinos copófragos, actrices venidas a menos y, sobre todo, con sus secretos más oscuros. Como el de crecer en una casa en la que los libros apenas contaban.
Dejo de lado los comentarios hechos a lápiz por un supuesto lector en los márgenes. Esto de que aparezcan libros pintarrajeados cuando son supuestamente nuevos, suele ocurrir en las librerías. Nunca hay que fiarse: yo los intenté borrar con una goma. No lo intenten, no malgasten su goma en una misión destinada al fracaso; forman parte de la lectura. Hojeándolo, descubrí que había dibujos, párrafos de extraña tipografía y caricaturas de los héroes tras los que, horas más tarde, cabalgaría siguiendo al parlanchín jamelgo de Bogdano. Juegos como los que había visto en Magistral. Pero Menos joven esconddía una sorpresa más, tras la última página: la calcomanía de los ídolos perseguidos por Bogdano.
Para eso sirven las primeras novelas: para matar la infancia. En la segunda, Rubén Martín Giráldez no se conformó con matar a los ídolos literarios para cabalgar raudo hacia un estilo tan particular. La voz de su narrador quiso acabar incluso con la lengua en la que la escribió Magistral.

DANDO MUERTE AL CASTELLANO
Magistral es un libro que habla de sí mismo. Entendámonos: no un libro con boca y manos que él se lamenta de no tener; sino un libro en el que la voz de su narrador —que no la del autor real— habla sobre la acogida que ha tenido la publicación de uno de sus libros titulado Magistral. No hay trama ni personajes ni espacio ni ningún otro andamio narrativo que sujete el texto exceptuando esa voz de hipnotizador de culebras. Además, Magistral contiene una parte de otro libro ya publicado en América pero no traducido al castellano: Notable American Magistral de Rubén Martín GiráldezWomen, de Ben Marcus. Leánlo y me entenderán.
Uno de los temas cruciales es la muerte del castellano. ¿Se puede insuflar vida a un lenguaje que apenas respira? El narrador articula su voz a través de una original mezcla de ese castellano muerto con el refinado y sobrecargado lenguaje del Barroco. Magistral aúlla contra a las «prosas  estercolares», clama contra una lengua que necesita frotarse a conciencia las fórmulas narrativas heredadas. No solo pillan cacho los escritores españoles. Hay para todos, incluidos los lectores en potencia: «¿Qué va a hacer un lector español en la última página de un libro, si es algo que no debe de haber visto en su vida?». Aunque, como la misma voz afirma, tampoco espera que Magistral se aúpe a la cabeza de las listas de libros más vendidos: «Libelo breve y ambicioso, un masaje de tortura para doscientas y pico personas». Una de ellas, para alegría del autor, yo mismo.
Bardólatras, farsantes, escritorzuelos,  esa crítica «uniforme y adocenada», traductores y pseudolectores «probadores de venenos», todos se llevan su esputo de bilis. Torrencial e impertinente, el narrador —como el de su primera novela— no admite bozales ni correas, se revuelve contra los pilares de la novela convencional y los sacude para derribarlos. Pregona que su novela es la novedad más fresca del panorama literario actual pero, de repente, sucumbe ante su propia frescura: ya hubo antes una de Ben Marcus que hizo lo mismo. El propio narrador, estupefacto, prestará ese libro al lector; un ejemplar, por cierto, sacado de una biblioteca pública e incrustado en el corazón de Magistral.
Ese libro fascina tanto al narrador que le hace pensar que Magistral, quizás, no sea tan magistral como vaticinaba desde el título. Mediante fragmentos de la novela de Ben Marcus, el narrador reflexiona sobre la traducción, trabajo del autor del libro, que no debemos confundir con la voz narradora. «Nuestra palabra ya no es de libelista, que qué es eso y qué vale, sino de traductores, y así nuestra palabra es ley y pirula y todo lo que a ella escapa, aventura, picadillo palare y fabla rucia y bable gramática parda». Ahí también comienzan los juegos con la estructura del texto que ya había incorporado en Menos joven.
¿No es eso la literatura, juego? Unos lo odiarán, otros lo alabarán. La historia de siempre. Unos dirán que no es una novela, otros que sí. ¿No cabe todo en su saco? Yo simplemente lo he leído y he disfrutado, reído y también bostezado con las peroratas de una voz singular. Los libros, si el lector quiere escucharlos, son amigos que te cuentan sus historias.
Un último aviso a los osados probadores de veneno del futuro: Magistral no termina de masticarse cuando se acaba la lectura. Se lleva en la boca durante varios días, como un chicle al que le aguanta el color, que masticas y masticas y sigue supurando sabor. Un chicle que, si te descuidas, acaba fagocitándote como la Gran Boca Norteamericana al castellano.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en Ni un día sin libro



Magistral de Rubén Martín GiráldezNi un día sin libro reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez:

Hay reseñas que son difíciles, que exigen reflexión y continuas reescrituras. De esas he escrito ya unas cuantas, y en ellas trato de alejarme del rigor sinóptico (para eso están las contraportadas, que lo hacen muy bien) para acercarme al libro desde las sensaciones, con el fin de compartir la memoria literaria que el libro ha dejado en mi. Aunque olvide el detalle de muchos argumentos, lo que recuerdo de los buenos libros es la capacidad que tuvieron en mi de mover mis cimientos, de obligarme a detener la lectura, de sacudir mi establishment de cómodo lector. Bienaventurados los libros que nos ponen a prueba. Os presento Magistral, de Rubén Martín Giraldez.
Magistral, como trataba de explicar antes, es uno de esos libros, indomable, inclasificable, desconcertante como esos libros que se aventuran a lo que no existe (todo lo desconocido desconcierta y causa rechazo).
¿Cómo resumir Magistral? Lo siento, no puedo. Magistral es un libro que trata sobre la escritura y publicación de Magistral, el verdadero protagonista de Magistral. Un libro dentro de otro. Ojalá fuera así de sencillo, o por fortuna no lo es. El autor, escondido en un inabarcable juego de espejos, diserta sobre nuestra literatura, acabada, mediocre, y se reivindica con Magistral, el libro que viene a darnos las respuestas que necesitamos.
Dentro del libro, o del libro sobre el libro, otro libro, real, que requiere de traducción para el lector en español, Notable American Women, de Ben Marcus (existe, buscadlo si tenéis curiosidad). El libro, portada, contraportada y algunos fragmentos, lo encontramos dentro de nuestro Magistral, y sirve de excusa para hablar de la traducción y de sus laberínticos recovecos.
Temo no haber logrado mi fin, que no es otro que invitarte a subirte a este torbellino literario. No esperes una lectura fácil, te lo digo como el que, recién bajado de una montaña rusa, no es capaz de articular palabra para animar al siguiente a subirse. Y que conste que me fascinan las montañas rusas. Las literarias, por supuesto.
Mi más sincera enhorabuena al autor y a la editorial Jekyll&Jill, por este terremoto cuyas réplicas, sospecho, van a durar muchos años.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en UNDR



undrAdrián G. reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en el nuevo blog literario UNDR.

Sólo he leído elogios sobre Magistral, lo cual no deja de tener su gracia, ya que en el propio libro el protagonista arremete contra los críticos que dicen disfrutar su obra y la visten con alabanzas: “¡Las loas se confeccionaron con el mismo silabario con el que ya antes había aplaudido lo peor, lo más desgranado de la literatura de entretiempo! La cadaverítica oficial […] dijo de mi prosa de rebaba sórdida lo mismo que de la prosa inconsútil de mis coetáneos, que más parecía que estuviesen de vacaciones de verano en el lenguaje que escribiendo.” Este tipo de paradojas, que abundan y se repiten en el libro, hacen que intente acercarme a él de forma aséptica, científica, olvidando los adjetivos (“genial”, “densa”, “surrealista”, etc.).
Magistral es una novelita de cien páginas que no parece una novela. Su protagonista (si es que sólo hay uno), habla en primera persona sobre la repercusión de un libro que ha publicado (llamado también Magistral) y que ha sido ampliamente malinterpretado, a pesar de haber conseguido su propósito de «acabar con la lengua castellana», a la que considera muerta. El libro real (que no el ficticio, del que poco se sabe más allá de las circunstancias que lo rodean) tiene tres partes diferenciadas: las primeras 48 páginas son un ensayo más o menos ordenado, escrito con mucho estilo y cuidado vocabulario, dedicado a la repercusión de la ficticia novela Magistral. La segunda parte, de la página 49 a la 80, está envuelta por una portada falsa de Men without women, de Ben Marcus, más concretamente un ejemplar de la biblioteca pública de Sacramento. Esta segunda parte reflexiona sobre los problemas del oficio del traductor (cómo ser preciso con el lenguaje, la fina línea entre traducir y crear), y el cuerpo del texto está salpicado por pequeños recuadros con palabras en inglés. La parte final es la supuesta traducción de un capítulo de la ya citada novela de Ben Marcus, y constituye el fragmento más abstracto, surrealista y mestizo en lo que a idiomas se refiere.
¿Qué interés puede tener un engendro de este tipo? No parece haber historia (yo al menos no la he encontrado), sino una idea que se lanza al lector de una forma bastante particular y que se puede resumir en cinco palabras: hay que renovar el castellano. ¿Por qué? La idea del autor (algo que ha confirmado en alguna entrevista por internet) es que hoy en día existe una corriente de literatura bien limpia y bien aseada que limita las posibilidades de la experimentación, osificando el lenguaje y condenando a la literatura a una repetición de fórmulas que ya se han exprimido. Magistral es un panfleto (un libelo, dice su autor) con un propósito: demostrar mediante el ejemplo que es posible abrir nuevos caminos para la novela. No hemos tocado techo, dice el narrador, y hay que buscar otros idiomas (asaltarMagistral de Rubén Martín Giráldezlos) para expandir el nuestro.
Curiosamente, Ben Marcus (autor cuya existencia desconocía hasta que leí Magistral, y es que su obra no ha sido traducida al castellano) escribió un artículo en el que trataba temas similares, pues en contestación a otro artículo de Jonathan Franzen (autor del que se dice que escribe las «mejores novelas decimonónicas del siglo XXI») rompe una lanza a favor de la literatura experimental de autores como William Gaddis, subrayando la necesidad de explorar nuevos caminos. Franzen, por el contrario, habla del contrato que tiene el escritor con sus lectores para ofrecer un entretenimiento.
Desconozco el estado de la literatura española estos días (por eso, entre otras cosas, he leído el libelo de Rubén Martín Giráldez), así que no sé hasta qué punto da en la diana. ¿Es cierto que el estilo se ha anquilosado en la literatura española y los autores abusan de frases hechas? ¿Está ese estilo limpio, esa ausencia de estilo que, decía Chirbes, es el dominio de todos los estilos, matando nuestra lengua? Cierto que, como experimento, Magistral resulta refrescante y da la sensación de despejar la maleza para mostrar un camino, dice su autor, abandonado. La prosa de esta obra es abono fértil para el futuro, aunque el contenido sea más bien reiterativo, mínimo, hasta algo aburrido y sin duda masturbatorio. De todas formas, un manifiesto de estas características debe presentarse en un formato atractivo, propósito que Martín Giráldez, creo, cumple. Una idea simple narrada de forma diferente, lo que es exactamente la misma idea que expone.
El valor de Magistral lo determinarán los autores que decidan adherirse a sus postulados y dejarse influenciar por su argumento.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Pynchon&Co recomienda Magistral



lee-veranoLa Librería Pynchon&Co (Poeta Quintana, 37, Alicante), recomienda la novela Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en el artículo de África Prado Lo que se lee en verano… del periódico Información.

«En las antípodas de las estanterías comerciales, desde la librería Pynchon&Co de Alicante reconocen que «muchos lectores prefieren libros más ligeros para el verano, pero también es verdad que entre nuestros habituales hay quienes aprovechan estas semanas para ponerse al día con las lecturas pendientes e incluso quienes las reservan para reconciliarse con los clásicos».
En cuanto a los títulos más solicitados de este verano en Pynchon&Co, Sara y Carmen señalan que «han salido muy bien Los autonautas de la cosmopista, de Julio Cortázar, La España vacía de Sergio del Molino y, para nuestra sorpresa precisamente por eso del verano, y porque es un experimento literario complejo y brillante a la vez, Magistral, de Rubén Martín Giráldez»».

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Rubén Martín Giráldez

Una carta urgente a mis editores, de Rubén Martín Giráldez


Rubén Martín GiráldezUna carta urgente a mis editores, de Rubén Martín Giráldez, publicada en la revista SPECIMENS

 

Querido Julio, tu manuscrito acaba de leérseme de arriba abajo y de darme la vuelta como a un pulpo. Y lo menos que puedo decir es:

Queridos Jekyll & Jill,

¿Qué tendría que hacer para convenceros de que le echaseis un ojo anormalmente

abierto a esta novelita de Julio Fuertes Tarín? Después de leerla me han saltado todas las alarmas y lo veo prácticamente un caso de impepinabile emergencia. Esto os va a gustar. Prometo. Apagadme las alarmas, echadme abajo la luz eléctrica. Sólo tiene una pega, pero el autor se revela tan atinado que la pega no es tal: tiene 70 paginitas de Word. No le sobra ni le falta una palabra. Es probable que este hombre sea el único autor vivo con el que me gustaría ir de la mano (no es que Chefjec fuese mal compañero de catálogo). Y veréis por qué. No sé si él estará de acuerdo, pero mi sensación es que escribimos cierta cosa hermana.

Como sé que andáis justos de tiempo y agradeceréis un resumen y la explicación de mi avidez, despeinado y urgencia, os soltaré en andanada mis impresiones sobre Isidoro, con algún extracto y no poca destrucción del intríngulis. Así que, editores, si uno u otro puede dedicarle un par de horas y leer lo mismo el cabo que el rabo, sáltese lo que viene a continuación y lea sólo la conclusión deste correo, que (ya lo adelanto) dice así: «¡Abrazos, amigos!».

Os lo publirreportajo:

Coincido con Fuertes Tarín en la necesidad de escribir canti, nadie nos lo quite de la sesera; sabemos que vamos a ser pocos y bien avenidos. Pero. En este caso, protagoniza el canto un niño de trece años, Wynston Sandoval, natural de Chile «aunque vive en Madrid y eso es todo lo que hay que saber por ahora». Ente medio paria, medio tonto, medio genérico y medio nada. Hay en Isidoro narrador, narrador infidente y narrador interpuesto y todos los narradores que hagan falta. El grano se mezcla con la aporía en los preliminares, la presentación del niño, su circunstancia, la premisa de una apuesta o de una promesa que se cumplirá dependiendo del resultado del encuentro deportivo que se celebra esa tarde. El narrador desvía un ya de por sí dedo torcido para engañar la peste a boca del idioma y progresa por las horas de ese día que, nos informa, es el Día de los Hechos. Y ya no calla, tanta voz, si no dice esto dice aquello otro, pero todo son razones para quedarse pelando cruentamente una ávida y desavisada pava narrada. La Voz primera, la de Manolo y la de los presagios y señales del Día. El narrador-Manolo queda para mero (pero mero no es malo, mero es…, ya lo veréis) apostillador calomelánico y cede mucha parte del discurso al narrador profeta:

«Leonardo Fresnedoso morirá en las próximas cuarenta y ocho horas pero eso él no lo puede saber, ahora mismo solo puede hacer fuerza e intentar compatibilizar la genialidad de su mente con el grumo y la urea, hacer de todo ese pastel el más leve de los contratiempos de la Humanidad.»

Un aire ferdydurkiano en el repaso de los alumnos y personajes varios que configuran (ahí es nada) el escenario. Y, como una señal para iniciados, aparece también Tyco Brahe, figurón que no deja de sideraros a los Jekyll ni a mí, quién sabe por qué; al poco, finta también como puede la bilis de nectarina el mismísimo Nicolás de Cusa. En pocas frases, en párrafos sólidos.

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Comienza una debacle con estribillo. El estribillo revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Lautréamont mechada con el speech de un locutor deportivo. Los Cantos, todo el tiempo misal pánico. El personaje Isidoro resulta ser una célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante; despierta hoy aún no sabemos para qué, para disfrutar (por lo visto y de momento) del espectáculo de las horas que preceden al Día:

«Quiere correr (y le enfurece no poder hacerlo) hasta los cadáveres y observarlos detenidamente, quizá besarlos, bailar sobre ellos la danza apocalíptica que imagina para esta singular ruptura del séptimo sello, el mutismo de los dioses.»

Se encuentran el astrado dandy y Wynston, que para eso nos lo ha presentado antes. Isidoro le da al niño un tripi que comienza a hacer efecto de inmediato y que apadrina su carácter esa noche. El niño y el mesías villano han deambulado durante media novela por las calles de Madrid, pero ahora el territorio se funde disimuladamente con la ciudad de Valencia.

 «[…] de momento, antes de marchar hacia el Bernabéu para satisfacer tu desordenado apetito de narrativa épica, debo encontrar a unos amigos que nos acompañarán en este viaje.»

Me las prometo felices, prometéoslas también vosotros, Jekylles, porque no es para menos. Las cosas comienzan a salirse de madre, Isidoro va revelando su naturaleza y mediante una invocación de lectura obligatoria (p. 39 del manuscrito) y origen genial hace llegarse por allí al moro Gazel y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz. Van a reunirse con el cuarto agregado a la comitiva: el Alférez, una mujer de tetas bélicas (el nombre de Catalina de Erauso está escrito en los legajos de alguna de esas estancias); una mujer, arca de mucho mal y de mucho bien, como dice el refrán.

«—¡Alférez, busco justicia!

—Buscas diversión, Isidoro, porque tú no sabes lo que es la justicia.»

Llegan pasajes demoníacos que me encantan, y nos hacemos vecinos y luego amigos, y claro, ¿cómo no compartirlos con vosotros?:

«El oscuro personaje va escribiendo a mano alzada sobre los papeles en blanco que ha conseguido en casa del Alférez, y para ello no necesita detenerse en ningún momento, ¡tal es su destreza! El niño, diligente sin motivo, le ayuda a echar esos mismos papeles en algunos buzones (estos buzones están muy lejos entre sí, de modo que la tarea de entregar todos los papeles manuscritos les lleva un par de horas).»

El papelito en cuestión convoca a doce catedráticos a Mascarada y Orgía en el Palacio del Marqués de Dos Aguas, residencia del Alférez. Y aquí se le hace sitio a la exquisita pregunta de Isidoro, tanto más desternillante por cuanto está puesta en boca de un demoño:

«¿Cuál es tu opinión acerca de España en la actualidad?»

Los 10 cuerpos de los orgiastas reposan en la orilla del Turia y sirven para ensamblar una embarcación, ya se verá mediante qué lógico procedimiento de Lego cárnico. En ella se bambolean, primero todos los protagonistas y luego sólo uno, bogando hacia el desenlace de la novela.

«¡Oh Isidoro, el de la pupila conjetural y avisada!, que vino a la Tierra a señalar no sé qué estructuras que operan sobre los hombres mientras los hombres seguían hacia delante en su inútil carrera, que no pudo llamar su atención ni con fuego ni con sangre, opina Manolo, ¡oh, Isidoro, el que se dedicó a matar y a ver matar, el que hizo del exceso su […] “me cago en Dios”, dice Licinia echando un poco de Guadalquivir por las fosas nasales.»

¡Leedla, mis editores, por cuarto y mitad de Dios! Os adjunto dos veces el pdf para que nadie se pelee y porque adjuntar sólo una vez algo que me parece tan tonante me da no sé qué.

¡Abrazos, amigos!

 

miércoles 13 de enero de 2015

Tu lectura es precisa y profunda, Rubén. Tú sabes, ¡tú y Thomas Mann! sabéis que el autor de canti se caracteriza precisamente por encontrar en la escritura una penosa dificultad. Escileando y caribdeando te escribo ahora, con la impresión de que tu lectura del texto y tus observaciones no dejan espacio para nada más, lo que no deja de ser la más feliz de las circunstancias para mí, que también te considero hermano: creo que compartimos una cierta idea de la literatura. La que a mí me interesa tiene que ser de ideas, sí, y de figuras, tiene que partir de una escritura orgullosa y con carácter, que no sea ajena a la materialidad de las palabras. «Lo que no es escritura tampoco es nada», te repito como si se nos ocurriera corear el himno de un equipo de fútbol. En cuanto a las ideas, y entro aquí a comentar las imágenes y tu duda sobre Wynston, una de ellas representa al cordero de Dios vestido de Lionel Messi, corriendo detrás del balón con los zapatos rojos y sosteniendo en la mano la carta de Le Mat del Tarot de Jodorowski, el loco, el bufón. Esta imagen tiene que ver principalmente con Wynston. La otra imagen que te mandé es uno de los muchos y ebúrneos diablos que pueden verse en la fachada del palacio del Marqués de Dos Aguas. Lleva las alas y el arma de los arcángeles arcabuceros que aparecieron pintados en el Virreinato del Perú. Esta imagen tiene que ver sobre todo con Isidoro. Respecto a lo demás, en fin, cuando digo que la literatura ha de ser de ideas me refiero a que es interesante funcionar con figuras eternas y universales aunque se las arrastre y se las oculte y se las vista de Kim Basinger. El hecho de que el joven Wynston no tenga nacionalidad ni apellido apunta, quiero creer, a que es un niño que funciona simplemente como figura de fábula universal, es el desgraciao total y ejemplar, un niño muy extranjero, medio tonto y más bien poco interesante. Lo mismo sucede con los escenarios. Esto de las figuras mudables, además, me parece que también produce que el texto revista una fachada de volubilidad y de capricho que personalmente me vuelve a poner en contacto con Rabelais o Lautréamont. O sea, matar tres pájaros de un tiro: divertirme, fabular y pagar mis deudas.

Sólo tengo una objeción: ¿no se escribe Tycho Brahe?

Julio


Rubén Martín Giráldez (España, 1979) nació en Cerdanyola del Vallès y es el autor de las novelas Menos joven (2013) y Magistral (2016), publicadas en Jekyll & Jill Editores, y de los ensayos burlescos «Siempre hay que volver a montar el caballo que casi te ha matado» (Thomas Pynchon, Editorial Base, 2016) y Thomas Pynchon: un escritor sin orificios (Alpha Decay, 2010), entre otros. Ha traducido a autores como Tom Robbins, Jack Green, Bruce Bégout, Blake Butler, Laird Barron, Leonard Gardner, Rudolph Wurlitzer, Jonathan Shaw o Morrissey. Sitio web: celinegrado.wordpress.com

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en Granite and Rainbow


Magistral de Rubén Martín Giráldez

José Braulio Fernández Riesgo reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en la revista Granite and Rainbow

No es como nada que hayáis leído, aunque se le parezca y sea tentador buscarle semejanzas. Ni siquiera es parecido a su anterior obra, Menos joven, aunque también sea tentador buscarle paralelismos. Nada más lejos. Lo irritante de los parecidos es la falta de originalidad; sin embargo, existen parecidos que conservan una esencia singularizadora, como es el caso que nos ocupa, y se resisten a ser emparentados con sus semejantes. Esa resistencia a formar parte de las categorías, de la eterna simplificación a la que el ser humano lo condena todo, es lo que hace de una obra más que un ejercicio de transmutación.

Las piezas de un idioma son relativamente simples, se trata de un puñado de letras. A partir de ahí comienza la complicación con las infinitas combinaciones que pueden realizarse para formar palabras. Es tan solo el comienzo. Después surgen otras, morfológicas, semánticas, sintácticas, dando lugar a palabras compuestas, locuciones, oraciones, refranes… Las primeras palabras que pronuncia un niño suelen ser sonidos próximos a la onomatopeya, una hazaña que los padres, siempre entusiastas, valoran de una forma desmedida. Aunque se comprende el alborozo: comunicarse será indispensable a lo largo de su vida y esos primeros sonidos eran el principio de esa extensa singladura. Esos sonidos eran el futuro en ciernes.

Sin embargo, no todo es tan sencillo. Los primeros sonidos emitidos por un niño deben ser seguidos progresivamente por el desarrollo de la competencia lingüística, que no es otra cosa que un mecanismo prácticamente automático que proporciona a los niños la habilidad para discernir entre las construcciones correctas y las incorrectas. Incluso, con cierta autonomía, discernir también y emplear las irregularidades del idioma. No pensemos los adultos que todos estos avances en el aprendizaje de los pequeños es fruto de nuestra pericia. No, nuestra capacidad tiene más límites que nuestro entusiasmo.

Más que de un aprendizaje en el sentido estricto, de lo que se trata es de un dispositivo psicológico connatural que se adapta paulatinamente al idioma que envuelve al pequeño. Es por eso que los niños aprenden a dominar un idioma con más facilidad que los adultos: el dispositivo que estos poseen está completamente cerrado, mientras que el de los niños es flexible, las conexiones aún no se han cerrado y pueden adaptarse con menos esfuerzo a las singularidades de distintos idiomas. Es, en síntesis, el proceso generativista de adquisición de la competencia lingüística, más psicológico que metódico.

“Cierra los ojos, pregustador, tápatelos sin confías en la espesura de tus manos. La diligencia, la disciplina, ¿habrá todavía quien se empeñe en convencernos de que nos hacen libres? Elegir someterse al orden no es un acto de voluntad voluntaria -déjame decirlo de manera villana-: la voluntad natural come con las manos. No me contradigo: comer con elegancia es un acto reflejo; hay animales elegantes, ¿verdad? Comer con avidez no siempre es cosa de instinto”.

Ante la complejidad que se advierte en la adquisición de la competencia lingüística no se explica la ineptitud para la comprensión de un texto, pues parece que el esfuerzo para adiestrar a nuestro cerebro ha sido lo suficientemente intenso para que no se le resista un ejercicio de una sencillez relativa como es la lectura, que reúne todas las secciones con las que se construye el idioma del que ya somos unos avezados domadores. Con esto ha tratado de jugar Rubén Martín Giráldez, poniendo a prueba tanto nuestra competencia como nuestra atención, a la vez que invitaba al lector a una deliciosa disyuntiva: ser consciente de la manipulación y ser acompañado durante el proceso o indignarse debido a la incomprensión (que puede interpretarse también como la opción caprichosa en la que, como he podido comprobar, alguno que otro incurre).

Y es que un idioma no es tan solo un método para comunicarse entre individuos, sino también una cultura. También, y sobre todo, una cultura (aunque haya necios que se desvivan intentando reducirlos a simples códigos de comunicación cuyo valor estiman en relación con el territorio en el que se utilizan). Y, lógicamente, poner en entredicho una cultura no le podía salir gratis al autor, no todos los lectores poseen la cintura ni el sentido del humor necesarios para someterse al juego que propone Giráldez, por un lado inteligente y por el otro despiadado.

Ser consciente del laberinto en el que te precipitas al abordar la lectura de Magistral requiere cierta voluntad. La lectura lineal de la obra no surte ningún efecto, puede resultar tediosa, surrealista, incomprensible, densísima. La lectura debe ser diagonal, desde arriba y desde abajo, desde los laterales, empezando por la portada (el único lugar en su sitio. O no, depende de la perspectiva). Nada es casual, todo tiene el propósito de probar al lector, de probar sus límites, de soltar en medio de su cerebro una granada con dispositivo de cuenta atrás y esperar. Esperar. Esperar. Esperar… Hasta que el libro se apodere de todos los conceptos preexistentes, de todos los principios y pautas y los contamine con su nuevo código. Es entonces cuando la obra cobra sentido, cuando se reelaboran todos los conocimientos, cuando las conexiones saltan por los aires y el idioma adquiere otra dimensión.

Giráldez juega a reescribir, a relativizarlo todo, a esconder pequeñas pizcas de clarividencia en los pliegues de las páginas que el lector atento detecta no sin dificultad. Giráldez es el demiurgo de un nuevo idioma, da a luz una nueva cultura a partir de la ya conocida que ha sido diseñada a partir de un idioma al que se ha dejado de dar tanta importancia. O, por mejor decir, un idioma al que se le debe dar menos importancia, puesto que en tiempos tan dispersos no es preceptivo que existan tablas de la ley a las que venerar. Detrás del idioma y de la cultura están las personas, son estas las que despiertan verdadero interés, el motor de todo, son estas a las que el autor prueba, a ver cuán dispuestas están a ser objeto de un juego de agudeza. Y no todas están dispuestas, no todas entran en el juego, no todas comprenden que tomarse tan en serio a sí mismas impide reírse de todo lo demás.

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Magistral lectura para este verano en Blisstopic



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Magistral de Rubén Martín Giráldez, en la lista de Blisstopic con los 20 libros que hay que leer sí o sí este verano:

La novela extraña e inclasificable, la novela que atenta contra la fórmula novela y, ya de paso, contra la crítica literaria, y contra el lector, contra la literatura española y contra la lengua española es una bárbara genialidad. Reparte en todas direcciones, carece de trama, de personajes, y juega ―algo habitual en el editor Jekyll & Jill― con el tratamiento creativo de la página, añadiendo mil detalles insospechados en un libro. «Magistral», en fin, es un verdadero mindfuck que sólo puede generar adicción. Rubén Martín Giráldez profetiza, con todo, que su libro lo van a leer unos 200 lectores, no más, todos ellos irrecuperables para el buen gusto y las listas de éxitos literarios. En nuestro caso no vemos conflicto, tenemos fe en nuestros seguidores entre los que seguro se encuentra el grueso de esa cifra. Si ya leyeron “Menos joven”, su anterior novela-artefacto, saben de qué les hablo. Y a quiénes hablo.

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