La vida extraterrestre en el siglo XVII
La vida extraterrestre en el siglo XVII
Iván Mojica y Kathleen Arenas presentan Cosmotheoros de Christiaan Huygens, ilustrado por Alejandra Acosta, en la sección La estantería de los libros bonitos del canal UDCE (Uno de cada estantería), Bogotá, Colombia.
Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, traducción de Rubén Martín Giráldez, ilustrado por Alejandra Acosta, en la librería Librerío de La Plata (Carrer de Sant Jaume, 8, 08201 Sabadell, Barcelona).
Jesús García Cívico dedica un excelente artículo a Saturno, de Eduardo Halfon, y Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, ilustrado por Alejandra Acosta, en El Hype.
Solo existen dos posibilidades: que exista vida inteligente fuera de la Tierra o que no exista. Siempre he sentido, de esa forma móvil, oscura e íntima que adquieren las cuestiones que apuntan a nuestra más profunda identidad, que ambas resultaban perfectamente intolerables. Solo recientemente he entendido que únicamente una de esas dos posibilidades debería causarnos desazón: que estemos solos entre miles de millones de planetas habitables de un universo interminable.
¿Y cómo serán esos seres de los que ahora no sabemos nada?, me pregunto. Pregunto: ¿qué aspecto tendrán?, ¿y su ropa? ¿Serán buenos? ¿Qué filosofías, qué narraciones, qué historias darán significado a su intrigante –para nosotros– existencia? ¿Leerán? ¿Escribirán? ¿Se suicidarán sus escritores como en la Tierra lo hicieron Sylvia Plath, Pavese, Pizarnick o Virgina Woolf?
Creo que Christiaan Huygens (La Haya, 1629-1695) respondería con atrevimiento ilustrado que sí, que los escritores de otros planetas no tendrían por qué no sentir una melancolía afín a la que sienten en la Tierra los hijos doloridos devorados por padres saturninos. Los suicidios se ajustarían a la atmósfera, a la temperatura, a la superficie serena, fluvial o gaseosa y a otras condiciones naturales del planeta.
Pero de huidas a la galaxia Gutemberg, listados de suicidas y profundos reproches paterno-filiales sabe más —lo descubrí también este verano— el Saturno de Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), editada, al igual que Cosmotheoros, por una editorial por la que sentimos cariño terrícola y humana predilección: Jekyll & Jill
Terminado en 1695, el mismo año de la muerte de su autor, el Cosmotheoros de Huygens es un libro hermoso, un artefacto vitalista que resulta improbable, quizás por solo la grisácea obsesión de los manuales escolares de la historia patria por limitarse tradicionalmente a hablar de reyes, conquistadores y batallas, en lugar de hacerlo sobre visiones celestes, barcos cargados de relojes de péndulo para medir la longitud exacta del mar, hacedores de telescopios, debates de ideas, soñadores de estrellas.
La edición de Saturno, por su parte, es una iniciativa de Jekyll and Jill (España) y SOPHOS (Guatemala) para rescatar, actualizándola, una nouvelle originalmente publicada en 2003 junto con Pan y cerveza, bajo el título Esto no es una pipa, el primer libro de Eduardo Halfon.
La obra de Huygens, traducida con brío por Ruben Martín Giráldez, supone el primer tratado que conjetura la vida extraterrestre desde un punto de vista científico y a la vez el testimonio de un lugar y una época (Países Bajos, siglo XVII) extraordinariamente fértil para la cultura. Huygens dialoga en él con la valiente tradición astronómica de aquellos que supieron leer el cielo de forma inteligente y joven —Copérnico, Nicolás de Cusa, Kepler, Tycho Brahe— pero también con algunos de los terrestres más sabios de la época: Descartes, Leibniz o Blaise Pascal.
Saturno es un texto fiero, entre el desbordamiento juvenil y el cálculo perfecto, sobre hijos opacados, lamentos, refugios literarios, narradores que reclaman amor, o mejor, comprensión vital mientras atisban de puntillas la figura inmensa, determinante y azarosa del padre recortada contra el cielo de la infancia: desazón, valentía, inventarios de muertos por disparos (Hemingway, Mayakovsky), hojas afiladas (Mishima, Salgari), cordón, cuerda o cinturones (Ernst Toller, David Foster Wallace, Gérard de Nerval).
Publicado en latín, tres años después de la muerte del estupendo astrónomo, pulidor de lentes y matemático, traducido con premura por un asesor de confianza de Pedro el Grande, Cosmotheoros elucubra la infraestructura extraterrestre en un universo inconmensurable, y luego las distancias, rasgos y perspectivas de los planetas del Sistema Solar, la Luna, las estrellas y el Sol: Saturno es en Cosmotheoros el objeto de la libido sciendi de un científico excepcional, la gran esfera anillada, el planeta singular.
Saturno, por su parte, es la entrada-aullido de Halfon en la literatura. Un universo íntimo, desasosegante (a menudo contradictorio y quizás por ello sincero y profundo), un listado de agravios existenciales hilado con la nómina nunca exhaustiva de los escritores suicidas. Un ajuste de cuentas con ecos de la Carta al padre de Kafka, una primera persona que recrimina dolida a su progenitor, esto es, a su nombre; un reproche sub-epidérmico enhebrado de forma fluida y fantasmal entre el amplio catálogo de suicidas de la literatura universal: Saturno es en Saturno el mito, el tiempo pasado, el devorador de hijos.
Dos Saturnos, pues. Pero, ¿hay alguna otra razón para hablar, como revueltos, de estos dos libros aquí?
Creo que dos:
a) Un chaflán de honda simetría como observatorio privilegiado de dos mundos: la exploración del universo exterior / la exploración del universo interior.
b) El laberinto de la identidad que se descifra, precisamente, en la distancia: la identidad ahí fuera, la identidad dentro.
Sí, intuyo primeramente que la asimetría de ese espacio exterior cruzado de distancias pascalianas e infinitas que describe Cosmotheoros no se produce frente al universo de lo pequeño (como en la maravillosa y poética The Incredible Shrinking Man de Richard Matheson/ Jack Arnold) sino frente al universo… interior: lo más lejano y lo más hondo, la vida detrás de las estrellas y la vida en el interior del corazón; la luz de los astros fijos, posiblemente muertos, y el desfallecimiento de esa parte de nosotros mismos donde apenas llega la luz.
El tratado de Huygens es la obra de un sabio lleno de voluntad, maravillado por el exterior sideral: la verdad –dice– es que cuando me paro a reflexionar llego a la conclusión de que nuestros conocimientos de aritmética son insignificantes y que estamos versados en los rudimentos más básicos de los números en comparación con lo que nos queda por saber, puesto que se requiere un inmenso acerbo que no se limite a 20 o 30 cifras en nuestra acostumbrada progresión de décuplos, sino tantas como granos de arena hay en la playa. Y, sin embargo, ¿quién puede asegurar que incluso un número tal excedería el de las estrellas!
Diagnóstico: Somos un grano de arena en una playa infinita, un ser de extraña suerte, apenas nada.
Y mientras, Halfon: ¿Oyes tú el tantaneo de las campanas? No. Todo esto da asco. Me da asco su nombre. ¿Y pájaros cantando en griego? Tampoco. Me da asco pensar en usted, padre. […] Usted me enseñó a no llorar, padre. Una sinfonía de voces, padre, eso son, eso somos. Somos, en fin, las voces que escuchamos.
A Huygens le asiste el fundamento de la probabilidad, el optimismo de la observación, pero también el desprendimiento científico de su generosidad, por eso se le perdona la naturalización europea y algún exceso. La gran variedad de animales en nuestro planeta le lleva a imaginar otras faunas, otras flores y pronto un ser racional que se haga cargo de toda esa belleza: tanto si analizamos las cosas por sí mismas como por su proceso de producción es indudable que los mundos planetarios han de contar con tan estupenda variedad como el nuestro.
Y añade luego: creo que es más razonable convenir en que los habitantes de otros planetas disfrutarán de las mismas ventajas que nosotros […] deberíamos conceder que también ellos cuenten con estas bendiciones, a no ser que queramos acaparar todo lo buen para disfrute exclusivo nuestro como si valiésemos y nos mereciésemos más que otros.
Y en el Saturno sentimos que Klaus, el hijo de Thomas Mann, no llegó a encontrar (por acudir a la imagen de Kafka), el lugar libre que el cuerpo tendido de su padre deja en el mapa del mundo o de la vida, la intimidatoria autoridad de la figura paterna, la primera tiranía, la apatía inaugural, la huida al lenguaje y desde ahí recorremos los pasos de Fenimore Woolson, las Dream Song de Berryman, las últimas palabras de Paul Celan.
Sorprende en verdad, incluso hoy, tiempo de extrañas positividades, la fuerte carga de optimismo y esperanza cósmica que irradia Cosmotheoros, más aún al conocer, gracias al estupendo aparato de notas de esta hermosísima edición de Víctor Gomollón, el estado anímico en que se hallaba el autor en los últimos años de su vida, tan en las curiosas antípodas de la nómina de los autores-Halfon, y sin embargo, algo afín y luminoso se localiza en la completitud de las dos obras, algo ordenado como dirigido a desvelar los materiales de los que estamos confeccionados: doble interpretación de una pregunta ¿quiénes somos? imposible de responder del todo sin detenerse a pensar bien de dónde venimos: las estrellas, los padres.
Cosmotheoros observa el mundo circundante para establecer conjeturas lógicas sobre el mundo exterior. Lentes, péndulos, antropología materialista, telescopios, lucidez, atinos y desatinos, ingenuidades, algún patinazo, a mí me parece una libro singularmente hermoso porque apunta justamente a la curiosidad, las ganas de saber y de vivir, al respeto por la razón que a menudo llevan… los otros, a la vitalidad como cualidad laica del alma, a la apertura del corazón a la sorpresa, a la necesidad de contarlo, o de cantarlo, como en La naturaleza de las cosas, el maravilloso libro de Lucrecio.
Saturno supuso el inicio de la marcha literaria de un escritor deslumbrante, Eduardo Halfon, del que enseguida, y creo que eso es lo mejor que se puede decir de un gran escritor, dan ganas de leerlo todo.
Dos títulos representativos del universo Jekyll and Jill. Dos miradas a dos mundos muy profundos, el universo exterior y el universo… interior, dos formas de indagar sobre una identidad sólo en apariencia dislocada, como el stevensoniano nombre de la estupenda editorial que los ha unido, para goce de lectores cuidadosos, en su personalísimo catálogo.
Iker Jiménez recomienda Cosmotheoros, de Christiaan Huygens
Paco Bellido dedica un amplio artículo a la vida y obra de Christiaan Huygens, autor de Cosmotheoros:
Christiaan Huygens interpretó correctamente por primera vez la naturaleza de los anillos de Saturno, descubrió su primer satélite, Titán, e hizo contribuciones notables en matemáticas, óptica y diseño de relojes. En esta entrega recorremos algunos lugares de su vida.
Hofwijck
A pocos metros de la estación de tren de Voorburg, en La Haya, vemos un bonito edificio cúbico del siglo XVII con techo piramidal que destaca sobre el estanque circundante. La fachada aparece decorada con grisallas y llama la atención la armonía del conjunto, rematado por una chimenea cuadrada con elementos de forja. A la casa se accede cruzando un puente decorado con cuatro estatuas de niños que representan las cuatro estaciones. Estamos en Hofwijck, la casa de campo de Constantijn Huygens, padre del astrónomo, físico y matemático Christiaan Huygens.
Constantijn (1596-1687) fue un importante hombre de estado, diplomático y secretario de la corte. Pero, como era habitual entre los hombres cultos de la época, también era polifacético: poeta, compositor, intérprete de diversos instrumentos musicales y gran amante del arte. Se considera uno de los poetas más importantes del fecundo Siglo de Oro neerlandés, ya desde joven era capaz de escribir versos tanto en latín como en francés y holandés. Sus conocimientos de arquitectura le permitieron diseñar dos hermosos edificios y un jardín que alcanzó notoriedad.
La casa y el jardín siguen el esquema del hombre de Vitruvio, representando un cuerpo humano en el que la residencia ocupa el lugar de la cabeza. En la actualidad, la autovía y la vía de tren han amputado una parte de este hombre ideal, pero todavía pueden apreciarse las proporciones y la simetría originales ideadas por su creador en 1640.
Constantijn tuvo cinco hijos con su prima, Suzanne van Baerle: en 1628 nació el primero, Constantijn; en 1629 nació Christiaan; en 1631, Lodewijk y en 1633, Philips. La única hija, Suzanna, nació en 1637 poco antes de la muerte de su madre. Entre 1650 y 1652 Huygens escribió el poema Hofwijck, una suerte de memento mori, en el que describía la alegría de la vida lejos de la ciudad.
En el interior podemos hacernos una idea bastante precisa de cómo era la vida en una casa de campo acomodada del siglo XVII. En la planta baja se encuentra la cocina y el depósito de hielo que permitía mantener frescos los alimentos. El estanque servía para criar peces y la fruta y verdura procedían del huerto propio.
El salón principal está dominado por una gran chimenea y destaca un péndulo recuperado de una iglesia de Scheveningen, localidad costera próxima a La Haya, uno de los primeros péndulos ajustados por Huygens. En esta planta noble se daban conciertos cuando no era posible hacerlo en el jardín. También encontramos una pequeña pero bien surtida biblioteca con las obras de Christiaan Huygens.
La segunda planta, donde en otro tiempo estaban los dormitorios, está dedicada a la historia del edificio y de sus moradores. En ella encontramos uno de los retratos más conocidos del científico, un retrato al pastel realizado en 1686 por Bernard Vaillant (1632-1698), pintor de origen francés afincado en los Países Bajos. En los diversos cajones y expositores se pueden ver objetos personales, por ejemplo la muñeca original de Suzanne Huygens, a la que el guía se refiere con sorna como “una Barbie del siglo XVII”, así como libros originales.
En la tercera planta hay una exposición permanente, Christiaan bajo las estrellas, dedicada al astrónomo. Se pueden ver varios telescopios y relojes originales del siglo XVII en el mismo ático desde el que Huygens observaba Saturno con su telescopio. También destaca un planetario mecánico tipo Orrery.
Hofwijck funciona como museo y centro educativo, con programas para alumnos de primaria y secundaria. La visita se realiza con una completa audioguía (disponible en inglés y neerlandés) que permite conocer en profundidad la historia del edificio y de sus moradores.
Christiaan Huygens
El segundo hijo de Constantijn nació el 14 de abril de 1629 en La Haya. Christiaan recibió una exquisita educación en su propia casa a través de tutores hasta la edad de 16 años. Pasaba mucho tiempo dibujando y haciendo modelos mecánicos, una afición que sus tutores no aprobaban en un joven de su posición social. La educación liberal que recibió se centraba en el estudio de idiomas y de la música, de la historia y la geografía, con unas buenas nociones de matemáticas y lógica. No en vano, el padre contaba entre sus amistades a Galileo Galilei, Marin Mersenne y René Descartes. De hecho, el propio Descartes quedó impresionado por las habilidades geométricas del joven Huygens. Pero además de estos conocimientos, su padre también se encargó de que aprendiera cuestiones más mundanas como la danza, la esgrima o la equitación.
En mayo de 1645 empieza sus estudios de leyes y matemáticas en la Universidad de Leiden, a la que asiste en compañía de su hermano mayor Constantijn. Van Schooten, académico de esta universidad y tutor de los hermanos, lo introduce en los trabajos de Fermat acerca de la geometría diferencial.
A partir de marzo de 1647 y a causa de un duelo entre su hermano Lodewijk y otro estudiante, Huygens continúa sus estudios lejos de Leiden, en el Ateneo del Colegio de Orange recién fundado en Breda del que su padre era administrador. Durante esta época mantuvo correspondencia en francés con Mersenne, un fraile de la orden de los mínimos conocido en la actualidad por su estudio de los números primos. Huygens descubrió algunas propiedades matemáticas interesantes, por ejemplo la demostración de que la catenaria de un puente colgante no es una parábola. En agosto de 1649 finaliza sus estudios y es enviado en misión diplomática a varias ciudades del norte de Europa. Constantijn Huygens había imaginado un futuro como diplomático para su hijo, pero su carrera tomó otros derroteros.
A partir de 1654 Christiaan regresa a la casa paterna en La Haya, donde se dedica por entero a la investigación. Los veranos los pasa en la cercana residencia de Hofwijck. La vida de estudioso, sin embargo, no evita que pase temporadas sumido en la depresión.
El primer trabajo impreso aparece en 1651, Theoremata de quadratura, donde trata el problema de la cuadratura del círculo, un tema muy en boga a mediados del siglo XVII. Al año siguiente estudia las lentes esféricas desde un punto de vista teórico, con el objetivo de comprender el uso del telescopio. En 1655, en colaboración con su hermano mayor, comienza a pulir sus propias lentes. Ese mismo año propone que Saturno está rodeado por un anillo sólido “un anillo delgado y plano que no toca al planeta en ningún punto y que aparece inclinado respecto a la Eclíptica”. Mediante un telescopio refractor de diseño propio que alcanzaba los 50 aumentos descubrió Titán, la primera de las lunas de Saturno. Tras tres años de observaciones de Saturno determinó los períodos sidéreo y sinódico del planeta. Desde finales de noviembre de 1655 el anillo había dejado de ser visible, hasta que reapareció en junio de 1656. En octubre todo el planeta había recuperado la forma que tenía en noviembre del año anterior. Las observaciones le permitieron llegar a la conclusión de que cuando la Tierra atravesaba el plano de los anillos, estos dejaban de ser visibles.
También hizo el primer dibujo conocido de la Nebulosa de Orión, publicado posteriormente en 1659 en Systema Saturnium. El telecopio le permitió observar las pequeñas estrellas del interior de la nebulosa, la región de Huygens de la conocida M42 toma su nombre del célebre científico neerlandés.
En 1662 diseñó un nuevo tipo de ocular formado por dos lentes plano convexas, el primer ocular compuesto de la historia. Este tipo de ocular funcionaba bien con los telescopios aéreos de gran longitud focal propios de la época.
El interés por las lentes le permitió conocer en la década de 1660 a Baruch Spinoza, el gran filósofo, que era pulidor profesional de lentes. Este trabajo era un oficio de vanguardia en la época, comparable al de un desarrollador de dispositivos electrónicos de última generación en la actualidad. Se conservan algunas cartas entre ellos. En esa época también conoció a van Leeuwenhoek, otro fabricante de lente, que inventó el microscopio.
El 3 de mayo de 1661 tuvo ocasión de observar el tránsito de Mercurio delante del Sol mediante un telescopio fabricado en Inglaterra por Richard Reeve. Tras encontrarse con Robert Boyle y el círculo de Gresham College en Londres, Huygens fue aceptado en otoño de 1663 como miembro de la Royal Society.
Huygens también era miembro activo de la Academia de Montmor, un círculo de pensadores que se reunía en la casa del erudito francés Henri Louis Habert de Montmor. Huygens era un firme defensor de las demostraciones experimentales que cortaban de raíz las discusiones teóricas estériles.
En 1666 se mudó a París, ocupando un puesto en la recién creada Academia Francesa de Ciencias. Su relación con la academia no siempre fue sencilla, pidiendo a Francis Vernon que sus papeles fueran a parar a la Royal Society de Londres en caso de que él muriera. La participación de Inglaterra en la Guerra Franco-Neerlandesa de 1672-1678 provocó, sin embargo, el distanciamiento de Huygens de la prestigiosa sociedad científica británica.
En el recién creado Observatorio de París, donde fue uno de los miembros con mayor paga hasta la llegada de Cassini, tuvo ocasión de realizar observaciones astronómicas.
La obra científica más importante de Huygens probablemente sea Horologium Oscillatorium sive de motu pendulorum (1673), donde aboga por un enfoque matemático del estudio de la naturaleza. En esta gran obra dedicada a la relojería, determina la fórmula del período de un péndulo ideal, es decir, con una cuerda sin masa y una longitud mucho mayor que su oscilación. Sus contribuciones fueron fundamentales para el desarrollo del concepto de momento de inercia.
Huygens se mudó a La Haya en 1681 después de un nuevo episodio depresivo, tras la derogación del Edicto de Nantes su presencia en París ya no era bienvenida. Ya no era posible que un protestante ostentara un cargo público. En 1684 publicaría Astroscopia Compendiaria, donde explica con detalle las particularidades del telescopio aéreo sin tubo. Tras la muerte de su padre hereda Hofwijck y en 1688 establece definitivamente su residencia allí. En 1689 realiza otro viaje a Inglaterra donde visita a Isaac Newton, Edmond Halley y Robert Boyle.
En enero de 1695, seis meses antes de morir, termina una obra filosófica donde trata la cuestión de la vida extraterrestre. El libro, dedicado a su hermano mayor Constantijn, se titula Κοσμοθεϖρος, sive de terris coelestis earumque ornatu conjeturae (Los mundos celestes descubiertos, conjeturas relativas a sus habitantes, plantas y productos) y se publica en latín en 1698. Desde un primer momento goza de un gran éxito, por lo que pronto será traducido al inglés (1698), neerlandés (1699), francés (1702), alemán (1703), ruso (1717) y sueco (1774). La versión en español ha tenido que esperar hasta 2015, fecha en que la editorial Jekyll and Jill ha publicado una cuidada versión ilustrada por Alejandra Acosta y traducida por Rubén Martín Giráldez.
Como curiosidad cabe señalar que la versión rusa del Cosmotheoros fue la primera obra científica traducida a esa lengua. El zar Pedro El Grande había leído la versión latina y quedó tan impresionado que encargó una traducción al ruso. Las implicaciones blasfemas del libro eran demasiado avanzadas para una sociedad tan conservadora como la Rusia ortodoxa y la obra fue acusada de satánica.
Las especulaciones del Cosmotheoros son habituales en la época, pero cabe destacar que Huygens afronta el problema de la vida extraterrestre de una forma muy científica. Otros, como Bernard de Fontenelle en Entretiens sur la pluralité des mondes (1686), hacen aportaciones de tipo más literario. En su obra, Huygens plantea que en la Luna no hay vida por carecer de atmósfera, pero que sí es muy posible que exista en otros planetas y que los extraterrestres deben tener las mismas virtudes, sentidos y matemáticas que tenemos en la Tierra. También plantea la existencia de exoplanetas en otras estrellas. Huygens era protestante, pero con inclinaciones tanto al escepticismo como al pensamiento estoico, por ello no resulta extraño que Dios aparezca citado en el libro en numerosas ocasiones. De hecho, plantea que la gran distancia existente entre los planetas nos hace pensar que Dios no pretendía que los seres de un planeta supieran de la existencia de los demás, pero que no había previsto los avances científicos que los seres humanos conseguirían con el paso del tiempo.
En Cosmotheoros también aparece un método para estimar las distancias estelares. Mediante una serie de agujeros cada vez más pequeños en una pantalla que cubría el Sol estimó qué agujerito ofrecía la misma intensidad de luz que la estrella Sirio. Calculó que el agujero tenía 1/27.664 veces el diámetro del Sol, por tanto la estrella tendría que estar 30.000 veces más lejos que el Astro Rey. La suposición de Huygens partía de un error, ya que Sirio no tiene el mismo brillo que el Sol, pero la idea es interesante y plantea una aproximación primitiva a la fotometría.
Otra de sus ideas permitió al relojero alemán Johannes van Ceulen fabricar un planetario de pared de unos 60 cm de diámetro que muestra los planetas moviéndose a distinta velocidad en función de su posición gracias a una serie de ruedas dentadas que siguen el método de las fracciones continuas. La idea de Huygens era la de crear un sistema capaz de predecir conjunciones planetarias futuras. El planetario se puede ver actualmente en el Museo Boerhaave de Leiden.
Christiaan murió en 1695 en una casa de Noordeinde en La Haya, donde había alquilado una habitación para escapar de los solitarios fríos meses de invierno en Hofwijck. Está enterrado junto a su padre en una lápida sin nombre bajo el coro de la Grote Kerk de La Haya.
Bibliografía
BELL, A. E. Christian Huygens and the Development of Science in the Seventeenth Century. Edward Arnold and Co. Londres, 1950.
CROWE, Michael J. (Ed.). The Extraterrestrial Life Debate. Antiquity to 1915. University of Notre Dame Press. Notre Dame, Indiana (EE. UU.), 2008.
STRUIK, Dirk J. The Land of Stevin and Huygens. A Sketch of Science and Technology in the Dutch Republic during the Golden Century. Reidel Publishing Company. Dordrecht, 1981.
HUYGHENS, Christiaan. Cosmotheoros. Conjeturas relativas a los mundos planetarios, sus habitantes y producciones. Jekyll & Jill. Zaragoza, 2015.
La cantautora malagueña Anni B. Sweet recomienda Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, en Librotea El País:
«El mundo de la física, el cosmos y el universo están presentes en Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, que Anni B Sweet recomienda porque “en él encontramos conjeturas sobre la vida extraterrestre que Huygens trata de explicar basándose en la ciencia. Aun siendo bastante técnico y realista, la imaginación te lleva a tus propias teorías y sueños sobre la vida más allá de la tierra”.
Existe una anécdota, seguramente apócrifa, en la que Joseph Conrad hizo girar un globo terráqueo con la intención de dirigirse a cualquier región del mundo que estuviera en blanco, pues la oferta era demasiada. Debe haber otras versiones de la misma escena, tal vez incluso con otro personaje, pero el punto sigue siendo el mismo: esto no es algo que se pueda hacer hoy, al menos no en la Tierra. El misterio de los espacios desconocidos, dónde existen reinos secretos o gente extraordinaria, ha quedado en los libros de aventuras y los mapas dónde las regiones en blanco prometen que ahí viven los dragones. Es solo en las periferias de la investigación ortodoxa, en la criptozoología, la historia alternativa y otras herejías que no gozan del buen trato en los medios y en los círculos académicos, dónde se encuentran vestigios de misterio. No del práctico y científico que resulta en una nueva tecnología y en la actualización de los libros de texto, sino ese que sirve de alimento para la imaginación.
La idea de otros mundos habitados viene de lejos y su carácter ha sido más o menos constante. En Grecia tenían una función más bien filosófica, diferente a las consideraciones astronómicas que siguieron a Nicolás Copérnico y su modelo heliocéntrico. Desde entonces muchos creyeron ver en la Luna ciudades y canales, obras de seres racionales, y solo fue lógico imaginar el resto de los planetas como si estuvieran habitados. Con el tiempo la idea, conocida como Pluralismo o la pluralidad de los mundos, fue tomando matices más técnicos y científicos, aunque limitados por los alcances del conocimiento disponible por aquel entonces. Y no es que hoy día los límites ya estén superados, es solo que las herramientas son un poco más sofisticadas. El universo como lo entendemos es una minúscula franja lumínica que parece absoluta, cuando en verdad su mayoría es inabarcable. Puede ser que ya no haya dragones aquí abajo, pero al menos podemos pensar que están allá arriba.
Hace ya tres siglos apareció en inglés y latín Cosmotheoros: Conjeturas relativas a los mundos planetarios, sus habitantes y producciones, de Christiaan Huygens, diseñador del primer reloj de bolsillo, fabricante de telescopios y primer autor de la teoría ondulatoria de la luz. Fue una publicación póstuma, escrita como una carta en dos volúmenes para su hermano, Constantijn, que por aquel entonces estaba fuera de casa cumpliendo sus labores como secretario del rey Guillermo Tercero. Hace unos meses Jekyll & Jill la ha traído al presente con una traducción de Rubén Martín Giráldez, dando así la oportunidad para conocer uno de los primeros intentos rigurosos por imaginar la naturaleza de la vida en los mundos de nuestro sistema solar y en los del resto de las estrellas.
La primera parte es el grueso del texto y es la lectura más interesante y ligera dónde se encuentra casi toda la especulación. La segunda está armada de solo algunas páginas y es algo más técnica. Es aquí dónde Huygens explica por primera vez su método para estimar las distancias estelares, además de apuntar varios datos hasta entonces observados sobre los seis planetas conocidos (Urano no sería encontrado sino hasta 83 años después de la publicación).
Desde nuestra perspectiva actual las ideas de Huygens pueden parecer ingenuas, incluso infantiles, pero no por eso carecen de razonamiento. Para él la vida en los mundos del Sol es una obviedad pues, alegando razones teológicas, Dios no se hubiera molestado en crear un universo tan amplio sin más testigos, además de nosotros, que pudieran apreciarlo. Esta convivencia intelectual de la ciencia con la teología y el misticismo, que hoy parece tan contraria, era común entre las clases educadas de aquellos años. Isaac Newton será recordado por sus estudios de la luz y óptica, el desarrollo del cálculo, sus leyes de gravitación y la mecánica, pero casi nadie habla de sus intereses en alquimia y profecías bíblicas. ¿O qué tal Kepler y sus ángeles que llevaban los planetas por sus orbitas? Hay quienes dicen que incluso Copérnico fue sacerdote y si quisiéramos encontrar paralelos modernos es gracioso que otro sacerdote, Georges Lemaitre, fuera el principal arquitecto de ese gran modelo que ha revolucionado el entendimiento del universo: el Big Bang. Esta dualidad de pensamiento es una de las primeras cosas que se descubren al leer los muchos pies de página que acompañan al texto, que contrastan los descubrimientos modernos en física y astronomía con la ciencia de aquel entonces y también ofrecen biografías mínimas y necesarias de algunos de los demás científicos y filósofos que Huygens menciona cada tres palabras. Es una lástima que solo sean líneas de texto y no hipervínculos, aunque es cierto que la experiencia de leer este libro en formato digital no hubiera sido comparable a la sensación de tener esta edición física tan bien trabajada.
La vida extraterrestre que Huygens concibe tiene poco que ver con las formas del imaginario actual; ahí no hay duendes grises de cabeza y ojos enormes, tampoco cosas gelatinosas o hechas de luz. Según su razonamiento la inteligencia y la curiosidad, al querer saber más sobre los astros, dotan a la vida de las herramientas corporales necesarias para obtener ese conocimiento, herramientas que siempre son iguales o parecidas a los órganos y extremidades de nuestros cuerpos: brazos con manos y dedos, un par de ojos en una posición superior que permita ver las estrellas, piernas para el desplazamiento, etc. Incluso, partiendo de la descripción física de un telescopio, él pasa a justificar toda la anatomía, ciencia y matemática de la humanidad, igualándola con la de los habitantes posibles de los demás mundos. Estos planetarios —cómo les llama— pueden ser los prototipos de las diferentes razas humanoides que pueblan el universo melancólico de Star Trek, o las fantasías ufológicas de George Adamski y Billy Meier. Extraterrestres de cuerpo y rostro demasiado humanos para nuestro gusto contemporáneo.
Eso no significa que sea una propuesta despreciable. Lo desconocido se alumbra con lo mundano y lo familiar, además de tratarse Cosmotheoros de un ejercicio de la imaginación demasiado ambicioso dentro de los parámetros impuestos por su autor. Tal vez sin que fuera su intención, Huygens termina por hablar de nosotros mismos en su intento por hablar de los otros, allá arriba en alguna estrella, y en el proceso también muestra lo contradictorio de su pensamiento moral. Mientras que en unas líneas milita por un humanismo cósmico, pidiendo respeto y amor a todos esos habitantes planetarios, no tiene problemas en comentar de vez en cuando sobre las limitaciones intelectuales y las costumbres de los pueblos bárbaros de la Tierra.
A las láminas originales de la primera edición las acompañan las imágenes de la artista Alejandra Acosta, que dan la impresión de un mundo paralelo al que se entra en sueños u otros estados de consciencia. Cuando Huygens habla sobre la existencia de una escritura planetaria ajena a lo conocido en la Tierra, es fácil pensar en los seres de las ilustraciones como los autores del hasta hoy indescifrable Codex Seraphinianus, de Luigi Serafini, otro libro que bien podría ser complemento a la lectura de este, además de las Crónicas marcianas de Bradbury.
Existe una cantidad inmensa de material visionario en la tradición de Cosmotheoros, desde bestiarios medievales hasta manuales de anatomía y alquimia, pero por el momento lo mejor que se puede hacer es viajar a bibliotecas y tramitar permisos para estudiarlos por un tiempo, ya no se diga leerlos en caso de estar escritos en latín o alguna forma antigua de las lenguas modernas. Solo queda esperar que Jekyll & Jill hagan un trabajo igual de magnífico con otros títulos de aquellos tiempos. Tal vez algún tratado mágico de John Dee, el Opus Maius de Roger Bacon o mejor, una versión anotada del Manuscrito Voynich, aunque buena suerte en traducir eso. Uno siempre puede soñar.
La obra ‘Cosmotheoros’ de Christiaan Huygens, publicado por la editorial Jekyll & Jill, ha sido reconocido con el Premio al Libro mejor editado en Aragón 2015, dotado con 3.000 euros en material de primera calidad, que aporta la empresa Torraspapel S.A.
Los miembros del jurado así lo han aprobado por unanimidad al considerar que responde «de forma armoniosa a los requisitos y parámetros de la edición, tales como la acertada elección de la tipografía, la combinación de papeles y la delicada solución empleada para la inserción de las láminas».
El Premio al que, por primera vez, se ha dotado de cuantía económica gracias al patrocinio de la empresa dedicada a la comercialización de papel y soportes para la industria gráfica en España, se entregará en el marco de la XXII Feria del Libro Aragonés que se celebra en Monzón del 4 al 6 de diciembre.
«Cosmotheoros» (el observador de las estrellas), el primer tratado que conjetura la vida extraterrestre desde un punto de vista científico, basándose en las teorías de otros pensadores como Nicolás de Cusa, Giordano Bruno o Kepler, fue publicado por primera vez en latín y en inglés en el año 1698.
Es esta la primera traducción del texto al castellano, realizada por Rubén Martín, traductor y escritor, ha informado el Gobierno de Aragón en una nota de prensa.
El prólogo, las notas a pie de página y la biografía cronológica de la familia Huygens fueron redactados para esta edición por el editor, Víctor Gomollón, quien también se ocupó del diseño, diagramación y maquetación de toda la obra.
Las imágenes a color dispuestas en láminas son obra de la ilustradora chilena Alejandra Acosta. Las 20 estampas que completan y decoran este volumen, impresas en papel couché, están pegadas a mano, convirtiendo este libro en un mezcla de tratado filosófico-científico barroco, libro ilustrado de ficción y pequeño objeto para bibliófilos.
Fábula de Isidoro, Maleza viva y Cosmotheoros, en la lista de recomendaciones para julio de La Odisea del Cuentista:
Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín (Jekyll & Jill) – Literario crítica/ficción social, +18-120
Maleza Viva, de Gemma Pellicer (Jekyll&Jill) – Antología de microrelatos y aforismos poéticos, +18-120
Cosmotheoros, de Christiaan Huygens (Jekyll&Jill) – Ensayo/Ciencia y Ciencia Ficción, +16-120
Ya pueden encontrar en la Librería Francesa de Vitacura (Chile) los libros Del enebro, de los hermanos Grimm, y Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, ilustrados por Alejandra Acosta.
LIBRERÍA FRANCESA
Avda Luis Pasteur 5399, Vitacura, Santiago,
Región Metropolitana, Chile
Del enebro, de los hermanos Grimm, y Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, ilustrados por Alejandra Acosta, en librería Qué Leo Forestal (Santiago de Chile).
Cosmotheoros y Del enebro en Librerío de La Plata (Carrer Sant Jaume, 8, Sabadell)
«Dos ediciones exquisitas de la editorial Jekyll & Jill que no perdemos ocasión de recomendar cuando alguien busca un libro ESPECIAL. El Cosmotheoros, primer tratado de conjetura de vida extraterrestre basado en las teorías de pensadores como Tycho Brahe, Giordano Bruno, Kepler o Descartes, publicado por primera vez en 1698 y Del enebro, la edición bilingüe alemán-castellano del poco conocido y terrible cuento de los hermanos Grimm, con un verdadero «regalo» en su interior. Ambos, exquisitamente ilustrados por Alejandra Acosta. Pasad a verlos, por favor. Se lo merecen.»
Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, en la lista de los 10 mejores libros de 2015 en la revista de literatura Estandarte.
Cosmotheoros, conjeturas relativas a los mundos planetarios, sus habitantes y producciones
Christiaan Huygens
Traducción de Rubén Martín Giráldez
Ilustraciones de Alejandra Acosta
Jekyll & Jill
Cosmotheoros significa «el observador de las estrellas», y Christiaan Huygens afrontó en él el primer tratado que conjetura la vida extraterrestre desde el punto de vista científico, basándose en las teorías que le precedieron. Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Johannes Kepler, Tycho Brahe o René Descartes guían a Christiaan Huygens, que publicó su Cosmotheoros —escrito en latín e inglés— en 1698. Christiaan Huygens (La Haya, 1629-1695), fue un destacado matemático, físico, horólogo, astrónomo, diseñador y pulidor de lentes, fabricante —junto a su hermano Constantijn— de telescopios, fellow de la Royal Society de Londres y miembro fundador de la Académie des Sciences de París. La edición de Jekyll & Jill nos impresiona por su detallismo —el libro incluye fotografías, una extensa biografía cronológica de la familia Huygens y multitud de notas—, además de por las ilustraciones de Alejandra Acosta, que ha pintado y bordado con hilos de colores una veintena de posibles vidas extraterrestres.
Dos de nuestros títulos en las listas de Los libros de 2015 del suplento Babelia, El País:
Cosmotheoros. Christiaan Huygens, Jekyll & Jill, en la lista de Fernando Castanedo, escritor y crítico literario.
Últimas noticias de la escritura. Sergio Chejfec, Jekyll & Jill, en la lista de Nora Catelli, escritora y crítica literaria.
Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, en la lista de los mejores libros de 2015 de la librería Letras Corsarias, sección Ensayo.
¡Qué maravilloso y espléndido cuadro de la magnífica vastedad del universo hemos logrado! ¡Tal cantidad de soles, tal cantidad de tierras, todos y cada uno de ellos provisto de plantas, árboles y animales, y adornados de mares y montañas! ¡Y cuánto aumenta nuestra admiración y asombro si nos paramos a analizar la prodigiosa distancia y la multitud de estrellas!
Cosmotheoros (el observador de las estrellas), el primer tratado que conjetura la vida extraterrestre desde un punto de vista científico basándose en las teorías de otros pensadores como Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Kepler, Tycho Brahe o Descartes, fue publicado por primera vez, en latín e inglés, en el año 1698. Su autor, Christiaan Huygens (La Haya, 1629-1695), fue un destacado matemático, físico, horólogo, astrónomo, diseñador y pulidor de lentes, fabricante —junto a su hermano Constantijn— de telescopios, fellow de la Royal Society de Londres y miembro fundador de la Académie des Sciences de París. Las imágenes a color dispuestas en láminas que ilustran este volumen son obra de Alejandra Acosta, autora que ya colaboró en esta editorial con sus collages para la edición del cuento popular recogido por los hermanos Grimm Del enebro. En esta ocasión, Acosta ha pintado y bordado con hilos de colores una veintena de posibles vidas extraterrestres. Además, el libro incluye fotografías, una extensa biografía cronológica de la familia Huygens y multitud de notas, todo ello realizado para la presente edición.
Cosmotheoros, conjeturas relativas a los mundos planetarios, sus habitantes y producciones, de Christiaan Huygens, traducido por Rubén Martín Giráldez e ilustrado con veinte estampas + un desplegable de Alejandra Acosta, en el escaparate de La Central de Callao (Madrid).
Cosmotheoros (el observador de las estrellas), el primer tratado que conjetura la vida extraterrestre desde un punto de vista científico basándose en las teorías de otros pensadores como Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Kepler, Tycho Brahe o Descartes, fue publicado por primera vez, en latín e inglés, en el año 1698. Su autor, Christiaan Huygens (La Haya, 1629-1695), fue un destacado matemático, físico, horólogo, astrónomo, diseñador y pulidor de lentes, fabricante —junto a su hermano Constantijn— de telescopios, fellow de la Royal Society de Londres y miembro fundador de la Académie des Sciences de París. Las imágenes a color dispuestas en láminas que ilustran este volumen son obra de Alejandra Acosta, autora que ya colaboró en esta editorial con sus collages para la edición del cuento popular recogido por los hermanos Grimm Del enebro. En esta ocasión, Acosta ha pintado y bordado con hilos de colores una veintena de posibles vidas extraterrestres. Además, el libro incluye fotografías, una extensa biografía cronológica de la familia Huygens y multitud de notas, todo ello realizado para la presente edición.
Criaturas imposibles de un escrutador del cielo
Este libro, vaya por delante, es una de esas rarezas que sólo pueden generar caudales de agradecimiento hacia quienes osan publicarlas. Ilustrado con 20 láminas fantásticas —en todos los sentidos— y un desplegable de la chilena Alejandra Acosta, Cosmotheoros, del holandés Christiaan Huygens (1629-1695), es el primer tratado en el que se conjetura sobre seres extraterrestres a partir de teorías científicas. El astrónomo Huygens, descubridor del satélite Titán, fue también, como otros científicos de su época, matemático, físico, óptico y hasta fabricante de telescopios. Cosmotheoros quiere decir observador de estrellas y, en tanto que tal, Huygens, además de informar sobre los cuerpos celestes del sistema solar, imagina seres antrópicos adecuados a las características que suponía para cada uno de ellos. Completan esta pequeña joya numerosas notas a pie de página, una cronología biográfica y un documentado prefacio de los editores.
Eugenio Fuentes, La Brújula, diario La Nueva España (15-10-2015)
Excelente reseña de Cosmotheoros de Christiaan Huygens, por Javier F. Granda:
«El texto puede parecernos hoy un exponente de la ciencia ficción, pese a que ese género aún no fuera definido en la época, de literatura especulativa, obra utópica, pero también ha de atenderse a la ética intrínseca y a la solidez de las ideas que afloran en sus párrafos. En conjunto, tal cual se presenta por Jekyll & Jill en esta edición ilustrada (216 páginas), se trata de un encuentro de genialidades, cada una de ellas importante en sí misma: desde la propia erudición de los editores, Jessica A. Lavrijsen y Víctor Gomollón, por el buen criterio en la elección de materias y nuevas referencias y su capacidad de sorprender con el diseño de una colección que va poniendo en manos del lector un formato de libro muy específico, en ocasiones puede hablarse de libroobjeto por la variedad de añadidos que incorpora; por las magníficas ilustraciones de Alejandra Acosta, colaboradora en otro exitoso proyecto anterior: Del enebro, de los hermanos Grimm (2012); pasando por la traducción de los textos a cargo del escritor Rubén Martín Giráldez, que fuera incluido en la antología Doppelgänger: ocho relatos sobre el doble (2011) y publicado su libro, Menos joven (2013), en la misma editorial Jekyll & Jill.»
Leer la reseña completa aquí (página 23 y 24)
“Quiero escribir novelas cada vez más potentes hasta que se me pele la lengua y me falle”
Son tiempos de un comedimiento implacable, uniforme, asumido hasta un punto que pocos son los escritores que rabian, que dejan la casa patas arriba, resistiéndose a caer en el pozo del llamado “democratismo cultural”, ese “todo vale lo mismo” aplicado al mundo del arte, que no es otra cosa que un generador atroz de mediocridad. En ese sentido, creemos firmemente que Rubén Martín Giráldez pertenece a esa minoría que toma al lenguaje por los cuernos, que no se molesta en desquebrajar ciertos tópicos y en cuidar conscientemente, como un bonsai, otros tantos. Quizá porque sabe bien que todo esto no es más que una broma divertida, un juego donde el talento y la picardía, están a la orden del día. O quizá sea también por su clarísima conciencia, reafirmada en su primera novela: Menos Joven: “Todo este lenguaje se va cayendo. Todo este lenguaje se está cayendo.”
Cosmotheoros (el observador de las estrellas), el primer tratado que conjetura la vida extraterrestre desde un punto de vista científico basándose en las teorías de otros pensadores como Nicolás de Cusa, Giordano Bruno, Kepler, Tycho Brahe o Descartes, fue publicado por primera vez, en latín e inglés, en 1698. Su autor, Christiaan Huygens (La Haya, 1629-1695), fue un destacado matemático, físico, horólogo, astrónomo, diseñador y pulidor de lentes, y ahora la editorial Jekyll & Jill recupera esta bella e insólita rareza. Las imágenes a color dispuestas en láminas que ilustran el volumen son obra de Alejandra Acosta.
«Esto no es una reseña ni tampoco una crítica. Participa más del elogio, bien merecido, que de cualquier otro género. Pocas son las veces en que un crítico como el que aquí se presume puede descolgarse con afirmaciones precedentes sin embadurnarse de aquel incienso del halago improcedente. En efecto, la petición de distanciamiento brechtiano en aras de la independencia crítica debiera ser profesada a pies juntillas por el crítico sincero. Mas en este tiempo, el comercio embadurna con sucio chapapote hasta las aguas literarias más cristalinas. Pero dar al justo su benditio es también parte obligada de cumplimiento en ésta denostada profesión mía. Así pues sea, y no de otra manera cae en manos éste, tan curioso como bello, Cosmotheoros. Vale decir, un tratado de conjeturas científicas sobre el universo, pero entre líneas también sobre el alma y la concepción del mundo entera, redactado por Christiaan Huygens, astrónomo neerlandés, pero también horólogo. No resulta boutade editorial ni rescate anodino. Huygens pone en diálogo las teorías en liza de Giordano Bruno, de René Descartes, de Kepler,… para trazar las suposiciones de vida inteligente más allá de la tierra –si bien en nuestros tiempos actuales goza de triste actualidad la curiosidad por su contrario: ¿Hay vida [inteligente, se entiende] en la Tierra?, por poner un ejemplo ilustrado, del escritor mexicano Luis Villoro.»
Leer la reseña completa por Francisco Estévez AQUÍ
«Huygens razona que si bien hay vida en La Tierra, ¿por qué no habrá en otros planetas, teniendo en cuenta que hay más astros, más estrellas, que el Universo en inconmensurable? Una cuestión que más de una vez nos hemos hecho a la luz de los conocimientos que goza el siglo actual. Pero llama la atención la temprana visión, tan abierta, de este matemático, además de la suerte de explicaciones que acumula para corroborar y demostrar que debe haber vida más allá de la terrestre.» …seguir leyendo
Más de medio siglo antes de que la sonda Voyager fuese lanzada al espacio para el estudio y la exploración del sistema solar, Georges Méliès soñó que el cine era capaz de cubrir, con un primitivo fundido encadenado, la distancia entre la tierra y la ignota superficie lunar. Bastaron 10.000 francos, un cañón y la literatura de anticipación de Verne y Wells para forjar ese instante en el que la técnica se abrazaba con la imaginación para iluminar un nuevo mundo. Para nutrir con ingenio el ansia por la conquista científica. No en vano, la curiosidad fue durante siglos el combustible para poner en marcha las más diversas teorías sobre todo aquello que formaba parte del vasto cielo. También el terror y la necesidad de conocer el motivo por el que sucedían fenómenos como los eclipses solares.
«Sea como fuere, Huygens también nos dejó, escrito originalmente en latín, este exhaustivo, imaginativo, y sorprendente tratado acerca de cómo deberían ser los extraterrestres. Y no va de broma. Para demostrar que en Marte o Saturno hay vida echa mano de otros pensadores como Nicolás de Cusa, Kepler o Descartes. Leerlo no es sólo asistir a la construcción de una teoría que hoy nos parece un precioso y extraordinario cuento, sino también darse cuenta de cómo la idea del alien, del otro, se halla totalmente condicionada por la cultura de cada lugar y época: hoy por el cine y la televisión, y en el siglo 17 por la pura especulación mezclada con una entusiasta filosofía del otro como un ser eminentemente bueno.»
«“Un hombre que comparte la opinión de Copérnico de que esta tierra que habitamos es un planeta, que el Sol ilumina y hace orbitar a su alrededor como el resto de planetas, no puede evitar pensar a veces que es probable que los demás astros cuenten con sus propios aderezos y enseres, e incluso tal vez con sus habitantes, al igual que esta nuestra Tierra: especialmente teniendo en cuenta los últimos descubrimientos en lo que respecta al firmamento desde la época del mencionado astrónomo, como por ejemplo los satélites de Júpiter y Saturno o las llanuras y regiones montañosas de la luna, que constituyen un argumento potente a la hora de establecer una relación de similitud entre nuestro planeta y el resto”. Estas reflexiones parecen de la revista Muy Interesante del mes pasado, pero son el arranque de Cosmotheoros y fueron escritas hace más de trescientos años.
Las realiza el astrónomo y filósofo (entonces no se podía ser una cosa sin la otra, y tal vez hoy día, tampoco) Christiaan Huygens en la obra a la que dedicó su vida: Cosmotheoros, cuyo subtítulo indica: “Conjeturas relativas a los mundos planetarios, sus habitantes y producciones”. Es el primer libro que de manera sistemática reúne la información científica disponible y especula sobre la vida en otros planetas. Especula mucho, por supuesto. El libro, más que un tratado de astronomía, es una obra de poesía-ficción que nos lleva de paseo por un planeta Júpiter poblado de vegetación exuberante y una variadísima fauna. Porque, en su razonamiento, Huygens considera que si en la Tierra se da una variedad enorme de especies vegetales y zoológicas, así debería ser en otros lugares, aunque sus animales y plantas sean otros.»
« ¿Te gustan los libros hermosos? Esos que, además de contarte una buena historia o engancharte con sus versos, te fascinan página a página: con un papel exquisito, bien encuadernados, seguro que con la compañía —y el diálogo— de ilustraciones a la altura. Si la respuesta es afirmativa, ya te sabrás de memoria el cuidado catálogo de Jekyll & Jill, en la que cada libro es diferente… en todos los sentidos: por dentro y por fuera.
Su entrega más reciente no nos parece una excepción y, en cambio, sí se muestra excepcional: Cosmotheoros, conjeturas relativas a los mundos planetarios, sus habitantes y producciones, un tratado cosmológico de Christiaan Huygens que ha traducido el escritor Rubén Martín Giráldez, y que cuenta con las ilustraciones de Alejandra Acosta»