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Isabel del Río reseña Saturno de Eduardo Halfon



SaturnoIsabel del Río reseña Saturno de Eduardo Halfon en su blog La odisea del cuentista:

¿Qué decir de Saturno? Quizá que ha sabido hurgar ahí donde duele, en el preciso lugar donde la herida no está del todo cerrada, donde todavía supura tristeza y resentimiento hacia una infancia no vivida, bajo la sombra y el yugo de aquél que debería amar, pero no lo hace.

En la mitología, Saturno es el dios que devoraba a sus hijos por temor a ser superado y suplantado. En el pensamiento colectivo es el reflejo del padre dictatorial y violento, pero también el del ausente, quien transforma su mano ejecutora en silencio.

‹‹Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo.››

La metamorfosis en forma de suicidio. Ese sería el tema central de esta novelita de apenas setenta páginas. Un relato en el que Eduardo Halfon se sirve de la vida torturada, y la trágica y voluntaria muerte de distintos personajes históricos, voces que atormentan al narrador de la historia, quien, al tiempo que se abre al lector, se hunde en la locura.

Lo que en un principio puede parecer la mente desquiciada de un personaje sumido en la depresión tras la muerte de su padre, se traduce en una ruptura y un cambio brusco en la realidad. La muerte como motor de cambio.

No puedo alargarme hablando del contenido sin destripar el libro, así que hablaré de la forma. El estilo de Halfon es cuidado y poético, y la metáfora y los símbolos, así como los arquetipos, son parte del lenguaje que conforman sus párrafos.

Pasado y presente se dan cita en una narrativa ágil y profunda, una amalgama de emociones y pensamientos dolorosos que, inevitablemente, mutan a su protagonista en algo que intuimos, pero no llegamos a ver.

‹‹Nada más. Sólo un nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre. Quizá por eso escribo, o mejor dicho, quizás por eso necesito escribir.››

Recomendada a aquellos que no teman a las voces ni a la muerte del “Yo” presente; para quienes gusten de la historia y la narrativa bien construida; para valientes con ganas de algo distinto.

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Saturno

Elisa Rodríguez Court reseña Saturno de Eduardo Halfon



SaturnoElisa Rodríguez Court reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog Trayectos ciegos:

La ausencia del padre cabe a veces en una breve frase: «El padre es un nombre.» Son palabras que pronuncia el narrador de Saturno, libro del escritor Eduardo Halfon (Guatemala 1971), publicado por la editorial Jekyll & Jill. Una delikatesse para amantes de la literatura en la que el narrador ajusta cuentas, a través de una voz peculiar hecha de múltiples voces literarias, con su padre ausente.
La ausencia del progenitor suele remitir a la idea de su pérdida, bien por muerte o porque el padre decide marcharse y dejar a los hijos en la estacada. Eduardo Halfon no le da la espalda a esta clase de pérdida y la aborda en relación a escritores que han sufrido sus secuelas. Sin embargo, su empresa narrativa es mucho más vasta. La ausencia del padre se debe en el caso del narrador a un exceso de presencia paterna. Un padre autoritario, que, como el de Kafka, no le pone la mano encima, no lo maltrata físicamente, pero ejerce con crueldad el maltrato psíquico a base de insultos y humillaciones, venganza e indiferencia.
Es un tirano que acusa al hijo, mediante la violencia de gestos y palabras, de su propio comportamiento execrable. Se trata de un hombre egoísta, frío, calculador, distante y desagradecido. Proyecta, además, su fracaso personal sobre el narrador, al que culpabiliza y castiga sin piedad.
Eduardo Halfon narra con sutileza y maestría ese silencio que encubre odio, o total rechazo, y absoluta falta de amor. No es, pues, extraño, que la idea del suicidio recorra Saturno. Escritores que se han suicidado, la figura del padre ausente y la falta de amor en un sentido amplio se deslizan por las páginas de este libro, cuyo estilo sencillo y de alto vuelo literario atrapa a los lectores desde el comienzo.

Basilio Pujante reseña Saturno de Eduardo Halfon



 

Saturno

Basilio Pujante reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en El Noroeste:

Posee el dios Saturno una imagen muy negativa en nuestra cultura. Goya lo representó como un ser demoniaco que devoraba el cuerpo mutilado y sanguinolento de uno de sus hijos. Si bien es cierto que la mitología clásica ofrece una explicación bastante lógica de este atroz comportamiento, estaba obligado a hacerlo según el pacto que había contraído con su hermano Titán y que le permitía reinar, Saturno se ha convertido en el símbolo del mal padre. Esta identificación es la que provoca que el escritor guatemalteco Eduardo Halfon titule Saturno el cruento ajuste de cuentas con su progenitor que es este libro.

         Esta breve obra, que se mueve entre lo confesional y lo autobiográfico, formaba parte del primer volumen publicado por Halfon y que leemos ahora en una cuidada reedición de Jekyll & Jill catorce años después. En Saturno podemos encontrar algunos de los temas más importantes de sus últimos libros, Signor Hoffmann y Monasterio, como son las referencias literarias y la identidad judía. Sin embargo, estos y otros asuntos se supeditan al objetivo principal de la obra: describir la relación del autor con su padre.
         Halfon escribe una obra dura por su crudeza en la exposición de los sentimientos propios y por tratar sin tapujos el odio que siente hacia su padre. Estamos ante una especie de carta al padre, tema de ecos kafkianos, que se configura como un ajuste de cuentas con su progenitor necesario para purgar un dolor enraizado en el mismo origen de su personalidad. El narrador recuerda con amargura la dureza del padre, su carencia de empatía y el desprecio hacia su vocación literaria. Aparece como un tiránico empresario de éxito que se avergüenza del oficio de su primogénito y que no duda en inventarle, delante de sus amigos y socios, un perfil más acorde a susSaturno intereses.
            Frente a este desprecio que el protagonista, trasunto directo del autor, ha sufrido por parte de su padre a lo largo de toda su vida y en todos los aspectos de su relación, él se refugia en la Literatura. Se convierte ésta no sólo en una pasión, sino en un reino propio cuya frontera el padre jamás querrá traspasar. Por ello, el mundo de las letras tiene tanta importancia en el desarrollo personal del protagonista, mayor si cabe que el de otros autores con más comprensión por su vocación en su familia, y protagoniza la otra mitad del libro.
            Y es que junto a ese ajuste de cuentas con el padre que vertebra el libro, Saturno también es una especie de catálogo de autores suicidas. Ante el lector desfilan las historias de escritores más o menos conocidos que optaron por acabar con su vida. Halfon explica las razones que los llevaron a este fin y los diferentes medios que emplearon literatos como Cesare Pavese, Virgina Woolf, Ernest Hemingway o Yukio Mishima. Las razones de que Halfon elija este delicado tema para completar su libro son, creo, varias. Por un lado estos aciagos finales de los escritores se pueden relacionar con la tristeza que destila el narrador por la dura relación con su padre. Por supuesto, también existe una identificación con el destino de los escritores, gremio que el autor siente como el suyo. Y el último vínculo entre ambos temas, el más concreto, es que muchos de estos suicidas tuvieran una difícil relación con sus propios padres.
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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon por Txani Rodríguez



Txani Rodríguez reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en el blog del programa Pompas de papel (Eitb):

Saturno es una nouvelle, o más bien un cuento largo, que rescata la editorial Jekyll & Jill. Digo que rescata porque la pieza había sido publicada en 2003 en Guatemala. Junto con Pan y cerveza conformaba el libro Esto no es una pipa, Saturno, la ópera prima del que es uno de mis escritores favoritos, la verdad: me refiero a Eduardo Halfon. Bien, dicho esto, contaré que Saturno es la carta de un hijo a su padre, es una carta llena de reproches, dirigida a un receptor improbable, firmada por un emisor que se sintió ignorado y despreciado por alguien que debió haberlo querido. “Dirigirse la palabra, padre, no es hablar. Sentarse a comer juntos no es estar juntos. (…) Su presencia solo la percibía cuando me ignoraba.”, leemos.

Desde ese estado ánimo, el remitente repasa la relación de numerosos autores con sus progenitores. Así sabemos que Hemingway solía decir que nunca se sintió más cercano a alguien que a su padre, o que Klaus Mann dejó anotado lo siguiente: “Me juzgan como el hijo de mi padre”. Sin duda, Saturno ofrece un catálogo de relumbrón sobre relaciones paterno-filiales. Pero es también un catálogo luctuoso porque todos los escritores que refiere decidieron en algún momento terminar con sus vidas. Silvia Plath, Yukio Mishima o Virginia Woolf son algunos de los nombres que desfilan en este texto sobre el que planea también la sombra de un desenlace trágico.

Saturno, según mis cálculos, fue escrito por Halfon cuando este contaba treinta y dos años. No es que fuera joven, pero creo que, aunque su dominio de la escritura era ya incontestable, aún no era el Halfon de El boxeador polaco o de Monasterio. Sin embargo, una de sus grandes inquietudes, ampliamente explorada en su obra, la concerniente a la identidad, ya aparece en estas páginas: “No me siento latino, padre. ¿Recuerda cuando se lo dije? Tampoco me siento europeo. Ni americano, ni polaco, ni árabe. No me siento nada. Aún menos judío, padre”.

En todo caso, Saturno es un texto elegante y, sin embargo, desgarrado, muy bien editado, que no defraudará a los seguidores del guatemalteco y sorprenderá a quienes no le conozcan aún. Y no quiero dejarlo aquí, así que valga este comentario como una recomendación, digamos, global de la obra de Halfon. Por eso, tengo que añadir que la editorial riojana Fulgencio Pimentel acaba de publicar otro libro de este autor, Clases de chapín. Se trata de un volumen que compila y concluye la trilogía completa iniciada en 2007 con Clases de hebreo, seguida en 2009 con Clases de dibujo y cerrada con Clases de machete. En él nos encontraremos cuentos ligados a su biografía y a sus grandes temas. Un motivo para suscribir lo que de este autor señala García Ortega: “Vistos sus libros en conjunto, Halfon está encadenando una gran novela personal.” Completamente de acuerdo.

Txani Rodríguez

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Carlos Pardo recomienda Teoría del ascensor y Saturno en Babelia El País



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Carlos Pardo recomienda Teoría del ascensor de Sergio Chejfec, y Saturno, de Eduardo Halfon, en el artículo sobre literatura latinoamericana para la Feria del Libro de Madrid. En Babelia El País:

«De algunos libros importantes ya se ha hablado en las páginas de este periódico: del genial El absoluto, del argentino Daniel Guebel, o de Había mucha neblina o humo o no sé qué, de la mexicana Cristina Rivera Garza, ambos publicados por Literatura Random House. También de Teoría del ascensor (Jekyll&Jill), del imprescindible escritor argentino Sergio Chejfec. Pero tres novelas también merecen destacarse. Saturno fue el primer libro de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971), ahora lo publica, por primera vez en España, Jekyll&Jill. En él ya están las virtudes que hacen de Halfon un escritor importante: la estructura, siempre intensa y fluida, de variaciones sobre un tema. Saturno es una “carta al padre” y un inventario de despedidas de escritores suicidas.»

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Saturno de Eduardo Halfon en la revista Librújula



saturno2Milo J. Krmpotic reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en la revista Librújula:

Como cualquier amante de la mitología griega o visitante del Museo del Prado anticipará, que una obra a vueltas con la paternidad lleve el lema de Saturno no augura nada bueno. Que su firmante sea el guatemalteco Eduardo Halfon (El boxeador polaco, Signor Hoffman) y sus editores, los aragoneses Jekyll & Jill, en cambio, invita a salir en estampida para hacerse con uno de los escasos mil ejemplares (debidamente numerados) que se han impreso de este texto breve pero notable y turbulento, que en 2003 formó parte del primer libro del autor, Esto no es una pipa, Saturno, y que permanecía inédito en nuestro país. Su narrador se hace fuerte en la escritura para saldar cuentas con un progenitor distante, riguroso en extremo, desdeñoso de los intereses de su vástago hasta la violencia. Pero, consciente de que la literatura tiene mucho de abismo que te devuelve la mirada, decora su carta al padre con un extensivo catálogo de escritores que acabaron con su vida, comenzando por un Klaus Mann que no logró siquiera que papá Thomas asistiera a su sepelio y acabando con… ah, mejor no avanzar aquí el final. Porque son sesenta páginas duras, en las que se percibe ya con fuerza ese gran tema marca de la casa Halfon que es la identidad, en constante, inteligente y emotiva progresión: a medida que se van sumando reproches privados y nombres públicos (Hemingway, Quiroga, Woolf, Pavese…) surgen también nuevas voces y el relato se torna una tragedia coral, de visos universales, de palabra que mancha convertida en sangre.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en el blog En la lista negra



SaturnoSaturno, de Eduardo Halfon en el blog En la lista negra:

Los libros de la editorial Jekyll & Jill comienzan a contar sus historias desde la misma portada. El Saturno de Eduardo Halfon es negro como las fauces abiertas de un padre hambriento, como el estómago rugiente de un Cronos de apetito insaciable. Y el dorado de las letras que retratan al autor, al título, y a ese Saturno escondido al fondo de la contraportada, es la voz de un adulto vestido con los harapos de un niño a la sombra de su padre. Un padre que, en su ausencia, está en todas partes. Un padre que es muchos padres. Y el deseo de morir de ese hijo es el mismo idéntico deseo que experimentaron (y ejecutaron felizmente) en el pasado tantos otros hijos, tantas otras hijas.

Saturno es la historia del patriarcado encapsulada, un cuento que se repite, una boca que se hace grande y te devora.

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Saturno de Eduardo Halfon en el blog Entre montones de libros



Saturno

Nueva reseña de Saturno de Eduardo Halfon en el blog Entre montones de libros:

CARTA AL PADRE QUE NO ESTUVO

«Las cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mi.»

Las redes sociales, a veces nos permiten ver el proceso de construcción de un libro. En este caso incluso nos han dejado ver cómo se iban numerando los ejemplares. Y ese proceso en el que lo vemos nacer, a veces hace que se nos antoje. Hoy traigo a mi estantería virtual, Saturno.

En poco más de sesenta páginas, Eduardo Halfon nos deja una carta en segunda persona, dirigida al padre.

Este sería el resumen de lo que nos encontramos en Saturno, pero no tendríamos ni idea de lo que tenemos entre manos si nos quedásemos solo en ello. Porque Saturno alude al Dios que se comía a los hijos traídos al mundo por Rea y que amenazaban, tal vez, con destronarlo. Como tal vez cada hijo acaba por destronar a un padre y el padre se ve destronado en una suerte de visión premonitoria cada vez que mira a su recién nacido hijo. Y Halfon es ese Goya que lo reflejó en su cuadro y lo colgó en la ahora famosa Quinta del Sordo. Solo que Eduardo, lo refleja en palabras. Un torrente de palabras vomitadas de un hijo hacia su padre, cargadas de resentimiento por una vida de desunión y también un símbolo de todo lo que puede hacerse con palabras.

El protagonista, escritor, se aleja de un padre que no comprende que quiera dedicarse a escribir, y se refugia precisamente en las palabras, como si se tratase de un reino lejano, de un padre tirano que le niega esas palabras incluso al escribir una carta. Y así lo expresa e protagonista; la madre, la palabra y el padre, la ley. Porque Saturno tiene tanto de poesía como de símbolo, y quizás por eso, aunque sea una prosa limpia y desbrozada de todo adorno, va minando el alma del lector que ve como se desgranan muertes literarias página tras página, unidas todas ellas por un nexo común cada vez más visible mientras la sombra del padre acecha tras cada línea. Consigue además que el lector olvide que es un libro, tal vez una carta inventada, y que crea a pies juntillas que la barrera entre el autor y el narrador se difumina por momentos, y entre un padre y otro, y entre el suyo (del narrador) y, finalmente, el nuestro. Incluso pensamos en nosotros. Y cada ejemplo, todos reales, cada palabra, se convierte en un pequeño golpe a los ojos que leen, al alma que siente. Solo de este modo se concibe que un libro que hubiera podido ser leído en el tiempo que uno tarda en observar un cuadro, permanezca grabado en la retina como las grandes obras.

Creo que solo hay dos formas de enfrentarse a esta lectura. La primera es desde la distancia, observando un lento desgranar de desuniones, y temiendo el desenlace, incluso anotando anécdotas que luego buscar con detenimiento. O una segunda más arriesgada, sin distancia, susurrada, dejándonos llevar por lo que no dice para sentir el dolor y la rabia que habitan en el narrador y de este modo bucear en cada palabra no dicha. Y es que, al igual que el cuadro de Goya tiene muchas zonas oscuras que cargan de significado las figuras centrales, en este libro hay silencios escondidos que acechan entre comas, para coger a traición al lector.
Si dijera que Saturno me ha gustado me sonaría a mi misma como superficial. Digamos entonces que ha sido una experiencia cercana, completa, en la que nada parece al azar. Y digamos que el tacto del libro, el sonido de los dedos al pasar por su negra cubierta, unido al texto, a la edición cuidada, han potenciado esa sensación de estar ante un desnudo, ante algo privado. No ha sido la primera vez que me acerco a las letras de Halfon, y tampoco será la última.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en la revista Le Cool



Juan Carlos Portero reseña Saturno  de Eduardo Halfon, en la revista Le Cool:

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Las exquisiteces de Jekyll & Jill caen como lluvia necesitada, amada, a veces protestada, como perlas diminutas, como este Saturno de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971). Este guatemalteco ya publicó la obra en 2003, pero esta elegante edición es para «comérsela». Una larga carta en la que un narrador turbado escribe a su padre, severo y disciplinado. Una carta ácida que recuerda los últimos momentos de una larga lista de escritores suicidas. La voz describe una relación civil, porque la diplomacia así lo requería, porque ellos no tenían el valor para admitir esa creciente desidia, ese fracaso. Un desafecto, una completa frialdad que hace sufrir por la vergüenza que causa sus palabras y condenas. Una huida de la autoridad absoluta de un padre y su estricto carácter punitivo. Correr hacia el lenguaje, las palabras, la literatura, seguir escribiendo. Esos hijos que encuentran otra vida lejos de los padres ausentes, que claman la venganza a base de frialdad, distanciamiento e ingratitud. «El padre es un nombre, creo escuchar. Pero no hay nadie, padre. Estoy solo.» Llega a pensar en el suicidio como forma de reconstrucción, nunca de desaparición. Si enseñas a no llorar, nadie llorará tu muerte, porque somos las voces que escuchamos, las que van con nosotros en silencio. Una vez me preguntaron si para ser escritor había que suicidarse. No supe qué decir. La vendetta se sirve en Saturno.

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Saturno de Eduardo Halfon en Revista de Letras



Miguel Muñoz reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en Revista de Letras (1-5-2017):

Foto: Rosa Cruz

El escritor y su padre

¿Para qué escribir? Al final de Signor Hoffman —el libro de cuentos del guatemalteco Eduardo Halfon—, el narrador se da cuenta de que lo importante de la escritura es que sea un lugar de encuentro y reconciliación. Pero deja claro que importa más el acto en sí que cualquier posible función posterior. En ese sentido, al escribir, uno se encontraría y se reconciliaría sobre todo con uno mismo. La reedición de Saturno, una nouvelle extraída del primer libro de Halfon, desarrolla esta idea literaria e ilumina parte de la obra de su autor.

Si la escritura es un refugio, lo es en la forma de una trinchera solitaria en medio de un campo minado durante una guerra en curso. Halfon revela su estrategia de batalla en uno de los cuentos de Signor Hoffman, donde dice:

¨Soplo humo sobre mis orígenes guatemaltecos hasta volverlos más opacos y turbios».

Su obra está enlazada por la necesidad de escribirse a sí mismo tomando distancia de todo para después acercarse a conciencia poco a poco. En Saturno, el objeto de estudio es la figura del padre vista desde la literatura.

En su poemario Carta al padre, Jesús Aguado dice:

«Escribo para que no hayas existido nunca, padre. Para no haber existido yo mismo. Para protestar por todo lo que existe».

Jekyll and Jill

El mismo propósito anima al narrador de Saturno. Escribe en segunda persona dirigiéndose a su padre, como en una carta, pero sujetándose de fragmentos ensayísticos que intercala cada tanto. Éstos consisten en anécdotas y opiniones sobre escritores suicidas o escritores que sufrieron como hijos. Se lee, por ejemplo, sobre la vida del poeta estadounidense John Berryman, cuyo padre, al que le dedicó toda su obra, se suicidó cuando Berryman apenas tenía doce años. Otras vidas que el narrador comenta son las de Yukio Mishima y Yasunari Kawabata:

¨Los dos escritores japoneses más importantes del siglo veinte crecieron sin padre».

Como Aguado, Halfon abandona al padre y lo que éste representa para crearse desde la escritura y en el lenguaje. Ya desde Saturno, el guatemalteco discute con sus orígenes:

«No me siento latino, padre. ¿Recuerda cuando se lo dije? Tampoco me siento europeo. Ni americano, ni polaco, ni árabe. No me siento nada. Aún menos judío, padre».

Todas esas identidades confluyen realmente en Halfon pero, como demuestra éste y el resto de sus libros, un escritor necesita más de un padre, necesita todos los padres que la literatura pueda darle. En esta nouvelle esa carencia se repara con las voces que el narrador dice escuchar y a las que finalmente se entrega.

El proyecto literario de Halfon tiene que ver con un consejo de Goethe que él mismo cita:

«Haz de tu arte una sola confesión».

Más allá de la autoficción, su narrativa consiste en mentir bien la verdad, como definía Juan Carlos Onetti a la literatura a secas.

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Saturno

Entrevista a Eduardo Halfon en El Cultural de El Mundo


Eduardo Halfon: «Si la literatura es mi casa, entonces yo estoy alquilado»

Decir que es guatemalteco es como no decir nada. Eduardo Halfon nació en Guatemala pero pronto emigró a EE. UU, en donde, dice, nunca ha dejado de ser un invitado. Descendiente de judíos árabes y europeos, la mezcla es el todo en su literatura, como queda claro en Saturno (Jekyll & Jill) y Clases de chapín (Fulgencio Pimentel)

ALBERTO GORDO | 28/04/2017 |  Edición impresa

Foto: Lucía Corral

Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) es un escritor extraño. Para empezar, dice, su “lengua fuerte” no es el español, en la que escribe, sino el inglés, que aprendió a los diez años cuando emigró con su familia a USA. En Guatemala se había criado como un niño distinto, judío en un catolicísimo país: “Las tradiciones, las fiestas, los ritos, nunca fueron los míos”, dice. Allí sintió por primera vez el desarraigo. Su árbol genealógico nos da una idea: sus antepasados proceden de Beirut, Alepo, Alejandría y Lodz, en el caso de sus abuelos; y de Ucrania, Egipto, Palestina y España, en el de sus bisabuelos.

Tampoco su historia es la del escritor cuya vocación lo llamó desde niño. Halfon, ingeniero como Benet, era el “primogénito biemportado” de su familia hasta que descubrió los libros.

Tenía treinta años. Publicó una novela breve durísima, Saturno, que cayó como un hachazo en su familia: una carta al padre en la que, como Kafka, cortaba de raíz con su vida anterior. Se publicó en Guatemala en 2003. “Se agotó y nunca llegó a salir del país”, recuerda ahora. “Aún hoy es un libro prohibido en mi familia, del que no se habla. Ahora lo miro con simpatía, porque fue como entrar gritando en la literatura”.

Gracias a la editorial zaragozana Jekyll & Jill, Saturno se podrá leer ahora en España. Con éste coincidirá en las librerías Clases de chapín (Fulgencio Pimentel), que incluye tres antologías, dos de ellas tempranas: Clases de machete, Clases de dibujo y Clases de hebreo.

Desde su propia biografía, Halfon trata en sus libros los grandes temas de la narrativa judía. Está la búsqueda de la identidad, la relación entre padres e hijos, la diáspora, la asimilación, el baile entre lenguas. Hoy vive en Nebraska con su mujer, que es bióloga, y con su hijo Leo, que tiene seis meses. Desde allí conversa con El Cultural.

Pregunta.- Leído junto a Clases de chapín, uno siente que Saturno, aunque sea anterior, tiene mucho más que ver con sus libros posteriores, los que forman parte de su gran proyecto narrativo: El boxeador polaco, Monasterio o Signor Hoffman. ¿Está de acuerdo?
Respuesta.- Sí, la voz de Saturno es la de mis últimos libros. Ahí está, desde mi primer libro, la voz del narrador que ahora me acecha. Aunque aún no tiene nombre. Veo los cuentos de Clases de chapín, en cambio, como un taller de escritura en el que trato de descifrar cómo se escribe un cuento. Percibo ahí a un escritor buscando su pluma: está tanteando, está experimentando con diferentes técnicas, tiempos, voces y temas.

Se podría decir que Halfon despertó dos veces a la literatura. La primera en 2003, con Saturno. La segunda, cinco años más tarde, cuando decidió contar la historia de su abuelo polaco. De niño pensaba que lo que su abuelo tenía tatuado en el antebrazo era un número de teléfono que no quería olvidar. Pero un día, no mucho antes de morir, su abuelo le llamó, lo sentó a su lado y le contó su historia. Que era también la historia de cómo sobrevivió en Auschwitz gracias a un boxeador al que los nazis mantenían con vida para que los entretuviera peleando. Un día Halfon le habló de esa historia a Andrés Trapiello, que reaccionó así: “Si no la escribes tú, la escribo yo”.

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P.- ¿Sin la historia de su abuelo no sería el escritor que es?
R.- Es que mis temas, si están antes de El boxeador polaco, es por accidente. Es en ese libro cuando tomo conciencia de lo que quiero o debo escribir, y con el tiempo se ha convertido en mi libro madre. Yo no sé cómo llamarlo: no es un estilo, no es un tono. Es una especie de voz que de pronto encuentro y de la que no puedo desprenderme. Ahora en otoño se publicará el quinto libro de esa serie: Duelo.

 

Un invitado en la tierra

P.- ¿Cuándo cree que terminará su obra en marcha?
R.- No lo sé. Creo que hay dos posibles finales: o mato a ese otro Halfon narrador, o él me elimina a mí. O muere él o muero yo. No hay otra manera de salir de este embrollo.

P.- La infancia es una constante en sus libros, pero está muy presente en Clases de chapín. ¿Cómo vuelve a la infancia como escritor? ¿A través de traumas, de desvelamientos…?
R.- Siempre vuelvo a la infancia. Es algo que no pienso, que surge. Me interesa el momento en que abandonamos la infancia, cuando dejamos de ver el mundo como niños y nos despertamos a la realidad cruel de los adultos. Esa frontera está en Clases de chapín y estará en Duelo, en donde vuelvo a mi segunda infancia en Estados Unidos, al desarraigo, a cómo cambié de casa, de país, de lengua.

P.- ¿Es en esa mudanza cuando abandona al niño y adopta la mirada adulta?
R.- Algo sucedió ahí, sí. Aunque fue natural, no dramático. Nos mudamos al lugar en el que vacacionábamos, en Florida. Lo veía como una vacación larga, digamos. El trauma quizás me salió más tarde en forma de rechazo a Guatemala, e incluso a mi lengua materna. En Estados Unidos yo era también un desubicado. Pero siempre intentando aparentar ser norteamericano. Me comencé a vestir como los norteamericanos, empecé a hablar y a actuar como ellos. Es lo que hacemos los emigrados. Siempre he escrito desde ahí, desde fuera. Siempre he sido el extranjero. Por ahí aparece el judaísmo: el judío pertenece primero a una diáspora y luego al país donde nace.

P.- Steiner dice que el papel del judío es siempre el de ser un “invitado en la tierra”.
R.- Y de ahí su habilidad camaleónica, el hecho de poder adaptarse hasta físicamente. Como en Zelig de Woody Allen.

P.- ¿Cuándo le empezó a interesar el judaísmo como tema?
R.- Sólo cuando empecé a escribir. Es irónico que decidiese abandonar mi pasado por la literatura y que, más tarde, la misma literatura me lleve de vuelta a mis raíces. El judaísmo me interesa como narrativa, como búsqueda de una identidad, no como religión.

P.- ¿Es un tema que va ganando peso en su obra?
R.- Sí. Porque le he perdido el miedo.

P.- ¿A qué tenía miedo?
R.- Miedo a lo prohibido. Miedo a ofender a mi familia. Pero no sé si miedo es la palabra correcta. Hablaría más bien de un falso respeto. Fui quitándomelo poco a poco de encima hasta que en Monasterio lo traté de frente, haciendo un libro desde Israel, desde el Mar Muerto. Pero el miedo no me lo quito. Sigue conmigo, cada vez que escribo. Hay que escribir desde el miedo.

P.- ¿Su familia es religiosa?
R.- Más que religiosa, es muy tradicional. Está muy apegada a las tradiciones. Mi educación fue judía, me crie en un ambiente completamente judío. Cuando toco el tema sé que muevo esa higuera, sé que meto el dedo en la llaga. Y por supuesto ellos gritan.

P.- Ese es el gran tema de “padres e hijos” de los grandes narradores judíos, de Bellow a Philip Roth. ¿Se mira en ellos?
R.- Es algo más inconsciente. Ningún escritor católico se pregunta por qué es católico, qué significa ser católico. Los narradores judíos vuelven a eso una y otra vez. Si en algo nos parecemos todos es en que nos enfrentamos, quizás a nuestro pesar, a ese espectro enorme que es el judaísmo.

P.- ¿Por qué llegó un momento en que quiso recuperar el español, la lengua que previamente había rechazado?
R.- Fue algo impuesto. Tuve que volver a Guatemala al terminar la universidad. No podía quedarme en Estados Unidos: yo no soy norteamericano, todavía hoy sigo aquí como invitado, con una visa. Cuando regresé a Guatemala empecé a recuperar la lengua. Empecé a leer y a escribir y a trabajar la lengua de una manera más consciente para ponerla al servicio de la literatura. Fue todo un aprendizaje.

Saturno

P.- ¿Cómo funciona la autobiografía en sus libros? ¿Manipula los hechos, pero se mantiene fiel a las emociones, a las sensaciones, a los miedos?
R.- Así es. Mi biografía es un telón de fondo. Yo pongo, digamos, la escenografía: el poste de aquí es mi infancia, la luz de allá es mi rostro. Todos los elementos del escenario se corresponden con mi vida, pero el drama que sucede ante ellos, la historia que escribo ya no lo es. Ya es otra cosa. Es algo creado, artificial. Es ficción. No sé por qué lo hago así, no sé qué necesidad tengo de escribir de esa manera. ¿Verosimilitud, quizás? Es posible. Alguien lee Saturno y cree que yo, Eduardo Halfon, estoy al borde del suicidio. En mi familia lo leyeron pensando que era un ataque tremendo a mi padre. Esa es la lectura literal, pero creo que no es correcta. Aunque tampoco me molesta si sirve para que el texto pegue más fuerte.

P.- Sin embargo se ha señalado la falta de dramatismo en sus libros. ¿Es una decisión consciente, estilística?
R.- Eso es porque soy más cuentista que novelista. Yo escribo cuentos de hasta 130 o 150 páginas, pero son cuentos. Mi intención es cuentística: la acción permanece entre líneas, el drama no florece, sino que se mantiene en otro lado. Creo que ahí está la diferencia con la novela, y no en la longitud. En el cuento hay una intensidad contenida. Para que un cuento funcione ha de haber una bomba, pero esa bomba no puede llegar a explotar nunca. El cuentista ha de ser libre. Hace piruetas, te muestra un camino y después te lleva por otro. Así lo entiendo yo. Cuando me dicen que mis libros no terminan, o que tienen una estructura extraña, siento que no se han leído bien, o que se han leído con ojos de lector de novelas. Hay que cambiar de ángulo. Creo que la falta de dramatismo tiene que ver con eso.

 

“La literatura no es mi patria”

P.- ¿Qué cuentistas le interesan? No es fácil rastrear en sus cuentos las influencias obvias.
R.- He ido perdiendo las influencias a medida que hallaba mi propia voz. Leo todo el tiempo a los mismos: Carver, Cheever, Malamud, Williams. También a Chéjov. O al Bolaño cuentista, que fue importantísimo para mí. Pero no soy capaz de ver qué han dejado en mí. Creo que, sin darme cuenta, los he ido matando a todos.

P.- Dice que no sabe “cómo se siente una persona ligada a un pedazo de tierra”. Y que tampoco cree que la literatura sea algo así como su patria. ¿Puede el desarraigo llegar a ser total?

R.- No siento que la literatura sea mi patria, y lo siento cada vez menos. Cuando empecé sí tenía ese entusiasmo, esa esperanza de escritor joven. Cuando lees de joven eres un lector voraz, buscas todas las respuestas en los libros. Pero ese entusiasmo va menguando. Cada vez siento más que mi vida está por otra parte: escribo, leo, pero ahora soy padre. Esto tomó prioridad. Si la literatura es mi casa, entonces yo estoy alquilado. Estoy de paso por la literatura.

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Saturno

Eduardo Halfon

NADAL SUAU | 28/04/2017 |  Edición impresa

Desandar el camino en la obra de un autor es siempre una forma muy peculiar de diálogo: la mayor influencia que pesa sobre su lectura pasa a ser él mismo. En el caso de Eduardo Halfon, ese viaje nos lleva simultáneamente a corroborar la coherencia de su voz y la versatilidad que puede adquirir. Todo ello, en dos libros breves que le convierten en uno de los escritores mejor editados en España: tras Pre-Textos y Libros del Asteroide, las exquisitas Jekyll & Jill y Fulgencio Pimentel rescatan, respectivamente, Saturno y Clases de chapín (recopilación de los relatos contenidos en los volúmenes Clases de hebreo y Clases de dibujo, de 2008 y 2009, más los inéditos que se reúnen bajo el epígrafe Clases de machete).

Saturno asume convincente y equívocamente la herencia de la Carta al padre kafkiana para proponer una voz en primera persona que se dirige a su progenitor en tono recriminatorio, dolido, exacerbado. Esa voz oye otras muchas voces que rememoran el amplio catálogo de escritores suicidas que pueblan la literatura universal.

Así, la herencia familiar, que llevada a la síntesis perfecta no es sino la vida, y la muerte escogida, que es el suicidio, se entremezclan en un texto breve muy denso. Hay una decodificación inmediata que reconoce a Saturno como dios devorador de sus hijos o bien como emblema de la melancolía, y ambas lecturas están presentes en las sesenta páginas insomnes que lo llevan por título; sin embargo, hay más elementos en juego, siempre traspasados por cierta ambigüedad.

El narrador alude a la literatura y el lenguaje como “el mundo de la madre”, inaccesible para el hombre práctico y ejecutivo que fue el padre, ¿pero no es la literatura una devoradora de hijos a su vez? Por otra parte, el lenguaje o la literatura sirven al escritor para hablar del padre (“nunca pudo comprender que mi escritura era toda sobre usted”), pero a fin de cuentas, nos dice él mismo, “el padre es un nombre”, lenguaje en definitiva, aunque eso sí: el lenguaje de la tradición y la ley (“usted era la ley, padre”). El padre es identidad y fiscalización de esa identidad, un camino por el que el texto desemboca en lo judío y enfila su camino hacia un final sobrecogedor.

Clases de chapín también es magnífico, y presenta los registros halfonianos que más me han sorprendido. Que tanto el título como los epígrafes aludan al concepto de “clase” sólo puede remitir a la idea de aprendizaje (falso: también puede ser una referencia a la existencia de categorías), y ese es uno de los asuntos de estos relatos, entrelazado íntimamente con la presencia constante de niños o el peso reiterado de lo familiar entendido como conflicto, como Leviatán de imposible superación para el individuo. Un buen ejemplo de ello es el relato “Un buen machete”, en el que una adolescente que está desarrollando un desasosegante odio hacia su hogar descubrirá las amenazas que existen fuera de él.

Si los familiares son Leviatán, dejarlos atrás es entrar en territorio de lobos, lo cual remacha el concepto institucional, restrictivo pero proveedor de ley y orden, de la familia. Por cierto, en Clases de chapín las mujeres (o las niñas) están especialmente amenazadas en cuanto trasgreden las fronteras paternas. La alteridad, ya tenga la forma de una mano con muñones o de vecino nazi, está fuera del hogar, pero también dentro (puede ser una culebra, o un sapo negro). A esta dialéctica, Halfon le da una forma narrativa intensiva, que en el estilo se permite derivas no especialmente halfonianas, como en el transpirante “Mucho macho”. En todos sus matices, Clases de chapín y Saturno son libros admirables.

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Saturno de Eduardo Halfon en el programa Pompas de Papel



SaturnoSaturno, de Eduardo Halfon, el el blog del programa Pompas de papel, de Eitb Radio, por Kike Martín.

«Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) es un magnífico escritor que ha hecho de su vida y viajes materia literaria. Lo demuestran libros como El ángel literario, El boxeador polaco, La pirueta, Monasterio y Signor Hoffman, los dos últimos comentados por Txani Rodríguez en Pompas de Papel. En muchos de ellos el autor cuenta cómo son sus descacharrantes y divertidas relaciones con su familia judía, tanto en su país como en Israel. Ahora la editorial Jekyll and Jill rescata una pequeña novela que formaba parte de un libro que incluía otro texto, que llevaba por título Esto no es una pipa, Saturno y que se publicó en 2003. La nouvelle es una larga carta en la que un narrador desquiciado escribe a su padre, severo y devorador. Una carta amarga que describe los trágicos últimos momentos de una larga lista de escritores suicidas. Este relato fue publicado originalmente en 2003 y consagró a su autor.»

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Saturno de Eduardo Halfon en revista Eñe


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Saturno

Miguel Ángel Hernández escribe sobre Saturno, de Eduardo Halfon, en su sección Aquí y ahora (Diario de escritura) nº 38, Revista Ñ:

«Llegáis a Edimburgo con el tiempo justo para dejar el coche y facturar el equipaje. Por problemas técnicos, en el avión no os dejan usar los dispositivos móviles y no podéis ver el final de Big Little Lies. Lees de un tirón Saturno, la pequeña novela de Eduardo Halfon que ha publicado Jekyll&Jill. Es una delicia. Una carta al padre, como la de Kafka, pero también un estudio sobre el suicidio literario. Halfon es un autor al que sigues desde hace tiempo. Te sedujo con El ángel literario y desde entonces no has dejado de leerlo. Este librito es en realidad lo primero que publicó, pero estaba inédito en España. Es una suerte que alguien se haya atrevido a editarlo aquí. Y sobre todo que lo haya hecho de esa forma tan delicada y primorosa.»

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Saturno de Eduardo Halfon en el programa de TV Plaza Mayor



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Dos recomendaciones literarias de Eric Gras en el programa Plaça Mayor de la Nova Televisió de Castelló Mediterráneo: En el corazón del corazón del país, de William H. Gass, publicado por la nueva editorial madrileña La Navaja Suiza, y Saturno, de Eduardo Halfon (Jekyll & Jill, 2017).

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Saturno de Eduardo Halfon en Artes & Letras de Heraldo de Aragón



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Saturno, de Eduardo Halfon, en el suplemento cultural Artes & Letras de Heraldo de Aragón, página 9, artículo «Autores e instantes», de Antón Castro, junto a Juan Rulfo, García Márquez, Miguel Hernández…

EDUARDO HALFON
«»Sus cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio,
ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida». Así empieza el libro ‘Saturno’ del narrador Eduardo Halfon que acaba de publicar la zaragozana Jekyll  & Jill en una edición pequeña y primorosa de un texto intenso, que es un homenaje a la ‘Carta al padre’ de Franz Kafka. Es un libro revelador, de búsquedas, de lecturas, de sombras, de citas de escritores y de continuo desconcierto existencial. «Yo también, padre, pienso continuamente en el suicidio». En el libro, de apenas 60 páginas pequeñas, abunda el dramatismo, el desamparo y la vecindad de la muerte.»

Saturno

Rocío Tizón reseña Saturno de Eduardo Halfon


SaturnoSaturno es un dios de la mitología conocido sobre todo por el cuadro de Goya, en el que aparece devorando a sus hijos. A cambio de ser nombrado rey, se comprometió a no tener hijos para que gobernaran sus sobrinos. Pero pronto descubrió que podría tener hijos y luego devorarlos. De la misma manera, la figura del padre planea a lo largo de Saturno (Jekyll & Jill), pero sin aparecer en ningún momento.
Se trata de un texto breve, de una nouvelle escrita hace tiempo por Eduardon Halfon y que ahora nos llega a los lectores españoles en una cuidada edición numerada. En ella, al igual que hiciera Frank Kafka con su famosa Carta al Padre, Eduardo Halfon nos presenta a un narrador atormentado que se dirige a su progenitor para reprocharle todo el daño que le ha hecho. Sus acusaciones no son baladíes: le culpa no sólo de todo lo malo que ocurre en su vida, sino también le acusa de maltrato físico y psicológico. Asimismo, también le reprocha sus ausencias. Esa dualidad, de padre ausente y maltratador cuando se encuentra en casa, ha marcado el carácter del narrador, obligándole a sacar a la luz sus propios fantasmas como forma de expiación.
Aparte de esta serie de reproches, analiza con detalle los suicidios que se han dado entre los escritores más famosos. De este modo encontramos a Virginia Woolf, Primo Levi, Ernst Hemingway, Silvia Plath, Horacio Quiroga, Alfonsina Storni o Cesare Pavese, entre otros. Todas son vidas más o menos trágicas que se nos narran brevemente y que culminan con la muerte voluntaria por mano del protagonista. A pesar de ello, no se trata tanto de la historia de un suicidio como de un intento de venganza hacia el padre, humillador y censor toda la vida, capaz de recriminarle al protagonista y de apuntarle hasta con un tenedor en la mano.
Se trata de una pequeña joya que se lee con gusto y que al mismo tiempo remueve la conciencia del lector. Muchas de las situaciones del libro serán fácilmente reconocibles por aquellos que han tenido padres severos. La sombra del padre es alargada y, en ocasiones, puede arruinar la vida del hijo, ya sea de forma inconsciente o con toda la intención, lo que resulta (si cabe) aun más aterrador.

La librería Cervantes y Compañía recomienda Saturno de Eduardo Halfon



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La librería Cervantes y Compañía (Madrid) recomienda Saturno de Eduardo Halfon:

«Saturno. Un joyita editada por Jekyll&Jill Editores. Una nouvelle de Eduardo Halfon que atrapa al lector desde sus breves pero potentes páginas. El narrador escribe una desgarrada carta a un padre severo y devorador. De su necesidad de escribir, va intercalando un contundente texto donde aparecen otros escritores atormentados y sus trágicos finales en suicidio, desde Yukio Mishima, Sylvia Plath, Jack London, Alejandra Pizarnik, Stefan Zweig, Hunter S. Thompson, Virginia Woolf o Hemingway. Editado en una serie limitada de 1000 ejemplares.»

Cervantes y Compañía (Pez, 27, Malasaña, Madrid)

Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en El Boomeran(g)



Saturno, de Eduardo Halfon, en el Escaparate de Novedades de El Boomeran(g).

PÁGINAS DEL LIBRO

Sus cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio, ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida. Y siempre, sin falta, hallaba un papel doblado en tres. Un solo papel con el membrete de su empresa. Mal doblado, por prisa, supongo. Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoSaturnoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo. Yo lo dejaba allí, casi olvidado a la par de mis pies, pues lo que realmente me interesaba no era su dinero, padre, sino sus palabras. Ingenuo, buscaba sus palabras. Y en medio del papel, escrito en tinta negra, encontraba yo siempre lo mismo: su nombre. Nada más. Sólo su nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre.

     Quizás por eso escribo, o mejor dicho, quizás por eso necesito escribir.

     Al sepelio de Klaus Mann sólo llegó Michael, su hermano menor, cargando en la mano derecha un misterioso estuche. Era el verano de 1949. Su padre había recibido el Premio Nobel de Literatura veinte años atrás.

     Como había escrito en su ensayo Selbstmörder, en donde narraba con «envidia tan amarga» los suicidios de varias personas que él había conocido, Klaus mismo decidió, por segunda vez, terminar su vida. Su primer intento había ocurrido diez meses antes, en California, cortándose las venas de ambas muñecas, tomando pastillas y respirando gases tóxicos. Pero fracasó. Supuesta causa: las infidelidades de su amante, un joven marinero. En su segundo intento, mientras pasaba las vacaciones en Cannes, ingirió exitosamente una dosis letal de somníferos.

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Saturno de Eduardo Halfon en La lectora futura


Jekyll & Jill trae a España el Saturno de Eduardo Halfon: una obra inédita con una cuidada edición

04/04/2017 | Edición | La lectora futura España

La editorial apuesta por la opera prima del escritor guatemalteco, que ya fuese publicada en 2003 por Alfaguara y Punto de Lectura en el continente americano pero que no que nunca cruzó el Atlántico. Esta editorial rompe así el poco comprensible muro que a veces se alza entra la creación en español de ambas orillas del océano.

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En Saturno, un narrador desquiciado arremete contra un padre severo y devorador que ha plagado su vida de silencios. Es esta una carta amarga dirigida a un padre por la que discurre la trágica narración de los últimos días de una larga lista de escritores suicidas.

Esta obra, publicada en Guatemala en 2003, llega ahora a España de la mano de Jekyll & Jill, y supuso la irrupción de Eduardo Halfon en el tortuoso mundo de la literatura.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Revista Détour



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Juan Jiménez García reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en la Revista Détour:

Eduardo Halfon. Una historia compartida de la destrucción, por Juan Jiménez García

Con treinta y dos años, Eduardo Halfon publica su primer libro. En él recoge dos relatos o, a la francesa, nouvelles: Esto no es una pipa, Saturno. Era el año 2003 y ni tan siquiera ha pasado mucho tiempo. Poco más de una década, poco menos de dos. Tras ese tiempo, Halfon se nos presenta como un escritor al que no podemos perder de vista, en el que cada libro es una entrega más de una experiencia vital. Y es una experiencia vital porque va más allá de la escritura, al situarse tan cerca de uno mismo. O eso creemos, porque aun la literatura nos sigue pareciendo cierta y nos cuesta distinguir al autor del narrador. Así también eSaturnostá bien. Jekyll & Jill, esa editorial para la que cada libro es un objeto único, con un corazoncito que late en su interior, vuelve a recuperar uno de aquellos dos relato, Saturno. Momento para invocar, pues, aquellos viejos días del pasado.

Saturno devorando a un hijo. A todos. También a los hijos de los demás. A sus hijos escritores. Saturno tal vez solo sea la vida, la literatura, los padres, los otros. Halfon construye una letanía de muertes, pero no cualquier muerte. De suicidios, de distintas maneras de acabar con todo eso. Los culpables, los motivos, son sombras, más o menos precisas. Las mujeres de Cesare Pavese, Ted Hughes (motivo repetido), la enfermedad, la necesidad,… El narrador tiene los suyos. Tiene a ese padre que se avergüenza de él, de su profesión. Ese padre que pretende ignorar al hijo, hasta que la muerte no lo ignora a él.

Lejos de volvernos insensibles, como todas esos horrores televisados, esa sucesión de suicidados, se convierten en gotas de agua que acaban por dejarnos completamente empapados. De dudas, de riesgos. Como sí escribir fuera algo tremendamente peligroso, otra manera de robar el fuego. Otra manera de cruzar algún tipo de límites, visibles e invisibles, aunque a veces los motivos sean humanos, tan humanos, como que, simplemente, no nos quieran. Hay tantos fantasmas… por todos lados.

Eduardo Halfon ha andado lo suyo desde aquella primera obra. Y sin embargo, en cierta manera, hay tantas cosas aquí que permanecen… Igual es solo una sensación que duda en convertirse en certeza. Escondido tras esos nombres, a la manera de Vila-Matas, se sitúa a sí mismo. No es una cita vana, si recordamos aquel Suicidios ejemplares. En realidad es pensar, lejos del egocentrismo tan de nuestros días, que podemos contarnos a través de los demás. Situarnos en algún punto de la historia. Una historia común de la destrucción.

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Llibreria Nollegiu recomienda Saturno de Eduardo Halfon para Sant Jordi 2017



SaturnoXavier Vidal, de Llibreria Nollegiu, recomienda Saturno de Eduardo Halfon para Sant Jordi 2017:

Un llibre tant breu com intens. La relació de l’autor amb el seu pare explicada amb la contundència narrativa d’un autor de Guatemala que ja ens té acostumats a explicar-nos històries amb una intensitat que fa por. Comences i quedes atrapat. Acabes i quedes commocionat. Si us agrada Saturno – la primera novel·la de Halfon que recupera aquesta editorial de Saragossa a la qual hauríeu d’estar molt atents – podeu buscar Monasterio o Signor Hoffman, les dues publicades per Libros del Asteroide.

Un libro tan breve como intenso. La relación del autor con su padre explicada con la contundencia narrativa de un autor de Guatemala que ya nos tiene acostumbrados a contarnos historias con una intensidad que da miedo. Comienzas y quedas atrapado. Acabas y quedas conmocionado. Si os gusta Saturno —la primera novela de Halfon que recupera esta editorial de Zaragoza a la que deberíamos estar muy atentospuede buscar Monasterio o Signor Hoffman, ambas publicadas por Libros del Asteroide.

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Saturno, de Eduardo Halfon en el blog En construcción


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José Fernández Belmonte escribe sobre Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog En construcción:
El padre, nuestros padres, tienen la sombra alargada como un ciprés. Su ejemplo, su figura, su temperamento, su afectividad, para bien o para mal, nos condiciona durante toda la vida. A nuestro padre, nuestro abuelo, y nosotros a nuestros hijos. La cadena se transmite mediante una especie de corriente eléctrica que lo condiciona todo. Un ejemplo erosivo, sigiloso, a la par que excesivamente contagioso. El padre ausente, ocupado, desvirtuado y alejado de su condición, que aparece únicamente cuando le viene en gana, se requiere de su autoridad, o más bien de su autoritarismo.
El padre banco, el padre dictador, el padre amenaza, el padre impertérrito, el padre todopoderoso, justiciero, y casi eterno. Sólo casi.
Saturno se comió a sus propios hijos. Y al igual que Goya, que a través de sus cuadros dejó buena cuenta de ello, el escritor Guatemalteco Eduardo Halfon, en su novela Saturno, nos habla de un padre así, un padre como el mío, o como el suyo, o como yo mismo, que también soy padre ausente y penitente y no llevo camino de mejorar.
Es cierto que ejercer de padre es de las cosa más complicadas a las que nos enfrentamos en la vida, y tal vez por ello, o quién sabe si por cualquier otro motivo inconfesable, incluso teniendo hijos, en ocasiones, renunciamos a ello.
Y, al final, por mucho que queramos aparentar, todo padre no deja de ser un gigante con los pies de barro.
Emotiva y preciosa novela corta ésta que hoy les recomiendo.

Saturno de Eduardo Halfon en Blumm, la manía de leer



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Bernardo Luis Munuera reseña Saturno, de Eduardo Halfon en su blog literario Blumm, la manía de leer:

«Usted, padre, también se burlaba de mi trabajo literario. Le parecía a usted ridículo que su hijo pretendiese ganarse la vida escribiendo. Se avergonzaba usted de mi vocación. A sus amigos les solía mentir. ¿Lo recuerda, padre? Entré al restaurante y usted, recio, imponente, ya estaba hablando con uno de sus socios. Al verme, usted me dio una palmadita en la espalda. Te presento a mi hijo, el ingeniero. Otras veces, yo era un abogado. Nunca pudo usted aceptar que su primogénito no siguiera sus mismos pasos. Nunca pudo usted comprender que mi vocación no era la suya. Yo, padre, le daba pena. Lo humillaba. Ante sus ojos, yo era un fracaso y, por lo tanto, como padre, usted también era un fracaso. Y esa frustración, ese dolor, salía en sus bromas e insultos. ¿Lo recuerda, padre? No soy ingeniero, le dije a su socio. Soy un escritor. Yo escribo, rematé con estoicismo. Usted, padre, me devoró con su mirada»[1].

«Los romanos identificaban a Saturno, su antigua divinidad agrícola, con el dios griego Cronos, hijo de Urano (el Cielo) y de Gea (la Madre Tierra), que tras expulsar a su padre se hizo dueño del mundo. Se casó con Rea y tuvo numerosos hijos, pero Gea le predijo que uno de ellos le arrebataría el poder y los devoró a todos salvo a Júpiter, a quien Rea logró poner a salvo en Creta, donde creció alimentándose con la leche de la cabra Amaltea; cuando estuvo preparado, se enfrentó con su padre y lo destronó, convirtiéndose en señor de todos los dioses»[2].

«No pienso en absoluto en la muerte, pero la muerte piensa continuamente en mí»[3]. Thomas Bernhard se atreve a abrir un libro de Álvaro Colomer: Los bosques de Upsala.

Cuando lees Saturno, de Eduardo Halfon, te preguntas si, para ser escritor, tienes que acabar suicidándote, si tienes que terminar, a la fuerza, devorado por una madeja de demonios rojos a los que diste entrada un día frío de enero. Te lo preguntas así, ahora, en abril, sin mucho sentido común de por medio.

Saturno es una metáfora en sesenta y ocho páginas. Una metáfora que rotula la peculiar relación de un padre con el hijo de puta de su hijo —piensa el padre— que ha decidido destinar su vida a la escritura. Y así como Saturno lo hizo, así el padre quiso «irrelevar» su paraíso, la escritura. El protagonista, entonces, entra en una enumeración de suicidios; y lo hace en barrena. Es una metáfora también, sí, donde Rea, o la escritura, logra salvar a Eduardo, o al narrador de Saturno.

El libro se lee antes de que puedas actualizar el timeline de Twitter. Así que, con la angustia y la ansiedad que soportan hoy los libros, qué me dices de la ventaja. Además, la edición está numerada y es una edición preciosista; está cuidadísima. Enhorabuena. Ni que fuese un libro de poesía, doctor Jekyll. Pero aunque no lo sea, ¿cuándo una metáfora no ha sido el tropo perfecto para hacer poesía, poeta? Pues imagina una metáfora de sesenta y ocho páginas sobre la prosa depurada de Halfon, sin tilde en la «o». Querré leer más de Halfon, sin duda. Saturno ha sido un sabroso aperitivo. Y no sé por dónde empezar. ¡Por turno!

[1] Eduardo Halfon en la página 40 de Saturno, título editado por Jekyll & Jill el 3 de marzo de 2017.

[2] Fragmento del comentario al óleo de Francisco Goya “Saturno devorando a un hijo” publicado en la página 170 de Goya. Los grandes genios del arte, Biblioteca El Mundo, 2005.

[3] Cita de Thomas Bernhard con la que Álvaro Colomer abre Los bosques de Upsala (Alfaguara, 2009).

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