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Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga en la revista Otra Parte



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Manuel Crespo reseña Los hombres de Rusia, de Reinaldo Laddaga.

Los hombres de Rusia

Reinaldo Laddaga

A veces los fenómenos políticos, los cambios de paradigma y la imposición de nuevas ideas nos hacen creer que el chispazo que trajo el incendio tiene sus orígenes en el ahora, en el color del tiempo que se construye a nuestro alrededor, o a lo sumo en el pasado más inmediato y reconocible, lo que nos priva de reflexionar sobre las pulsiones que siempre estuvieron y van cambiando de disfraz mientras el escenario global les da a unos el lugar que les quita a otros.

Libros como Los hombres de Rusia son un intento de enmendar esa carencia. Al observar el mundo actual, gobernado por bufones irascibles y plagado de discursos de trazo grueso, la alegoría de Laddaga se pregunta si el mundo no es, en definitiva, un coliseo diseñado para que esos líderes triunfen o fracasen, se pisen las cabezas, sobrevivan o perezcan. Pero para verificar esa lucha no es necesario fijarse en las castas superiores. Basta con seguir el derrotero de los meros aspirantes, los que se quedan en las gradas, ansiosos por pisar una arena que los ignora: los crueles, los desquiciados, los tristes hombres que menciona el título.

Presentado como un documento supuestamente verídico, el libro contiene la traducción que un prologuista llamado Reinaldo Laddaga hizo de un texto rescatado del sótano de Internet durante la campaña electoral que consagró a Donald Trump como presidente de Estados Unidos. En el texto —cuyo autor es un adolescente sin nombre, nacido en la década de los noventa, pasmosamente articulado y lúcido— se describe la mudanza de un grupo de guerrilleros alucinados a un zoológico inundado en el estado de Florida. El grupo se financia vendiendo drogas y esclavizando mujeres. Su teogonía revela la existencia de un Líder, un Encargado, un Amigo, un Candidato. Aunque difusa, su misión es reinstalar un orden que compendia atávicos reclamos de la extrema derecha, el utopismo que D’Annunzio rozó en Fiume, la teoría de la tierra hueca de Cyrus Teed, el salvajismo extático de los vikingos y una relectura tan cohesiva como desopilante de los bestsellers de Michael Crichton.

La narración, expansiva y convulsa, no hace asco a ningún género. El texto que “traduce” Laddaga bascula entre el diario íntimo, la biografía y la enciclopedia. Incluso le sobra espacio para vampirizar algunos clásicos de la literatura del siglo XX —el comienzo de Pedro Páramo, por ejemplo— y para dilatarse en un amargo correlato que subraya las diferencias entre el pasado mítico y el presente lastimoso. La secta busca replicar una orgía sacrificial que los antiguos Rus desplegaban con belleza y robustez, pero a mitad de camino todo se deteriora. El tercer milenio no es un teatro propicio para tales empresas y el hombre blanco, parece argumentar el texto, ya ni siquiera está a la altura de sus propias fantasías.

Acostumbrado a los proyectos no convencionales —entre los que destacan biografías misceláneas y antologías que combinan trabajos musicales y literarios—, Laddaga inspecciona el lado defectuoso del supremacismo para señalar que los horrores de hoy son los de siempre, que la cara última del poder está velada por una negrura sin centro y que del futuro sólo nos queda esperar bruma y recurrencia, la misma piedra que nos hará tropezar una vez y otra, porque así lo decidió alguien hace mucho, porque el ser humano ya es un animal viejo y contra eso no hay nada que pueda hacerse.

Reinaldo Laddaga, Los hombres de Rusia, Jekyll & Jill, 2019, 272 págs.

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Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en la revista Otra parte – Argentina



Magistral de Rubén Martín GiráldezJosé Ignacio González reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez en la revista cultural argentina Otra Parte:

El más famoso título de Henry Miller, Trópico de Cáncer, empieza avisando: “Esto no es un libro. Es un libelo […] un insulto prolongado, un escupitajo a la cara del arte, una patada en el culo a Dios […]”. Magistral, de Rubén Martín Giráldez, es una filípica furiosa, una invectiva, una rara avis necesaria de las que agitan nuestras letras cada cierto tiempo. Su leve excusa argumental gira alrededor de un libro imaginario y justamente homónimo, pero no para ocuparse de su crítica (como en Sartor Resartus, en los cuentos de Borges o en La literatura nazi en América), sino para que el propio autor explique su recepción: la inteligencia de este constructo es tal que contiene, anticipa y acaba por desactivar sus posibles reseñas desfavorables.

Los temas que se ensayan bajo esa sátira desatada enmiendan la totalidad de la actual creación española a través de una apología esforzada del impulso al lenguaje castellano, que Giráldez considera perdido desde el tiempo de Gracián, y así está en Magistral el intento valiente de encontrar una voz singular, pero también la denuncia al lector narcotizado y a la crítica adocenada, el cuestionamiento de un idioma inutilizado (que en realidad va dirigido a los que no lo usan ni se atreven a expandirlo), los problemas de la traducción para trasladar los avances que se producen en las nuevas escrituras allende nuestras fronteras idiomáticas (qué decir donde pone too fart) y, por encima de todo, una profunda indignación ante los heraldos locales que osan proclamar la muerte de la Novela mientras que en Norteamérica están publicando autores de la talla gigante de Ben Marcus. Precisamente la epifanía que para el narrador supone la lectura de la obra de Marcus Notable American Women lo impele a incluir en el libro no sólo fragmentos de aquella, sino también las tapas y las primeras páginas, aunque con ligeras variantes con respecto al original que corrigen políticamente el título (Notable North American Women) o expresan la imposibilidad de que llegue incólume tras su translación (hay volcadas partes en inglés y otras en que se elige la cacofonía frente al significado, como traducir dates por dátiles).

Lo que queda claro en esta denuncia es que mientras el idioma anglosajón tiene una tradición de ruptura que empieza por Sterne y sigue con Joyce, Beckett, Burroughs o Burgess, y que el francés lo transgredieron Rabelais, Blanchot, Jabès o Genet, el español literario es para Giráldez una lengua muerta sostenida por burócratas acomodados y de la que nadie se preocupa desde Julián Ríos: Cela no es Céline igual que la opereta no llega a ópera, y carecemos de manifiestos como el de Ginsberg contra el conformismo de su generación. Consigue Magistral retorcer el habla y acuñar nuevos términos cuando estos no existen o no son suficientes, pero sin acudir al épater de las vanguardias, al galimatías babélico de Ríos o a la aliteración interna de Cabrera Infante; el autor sabe que del Verbo surge el mundo, y justamente ha logrado levantar un Golem y crear un castillo propio hecho de palabras como “cadaverítica” o “mezzosopranía”.

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