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Menos joven de Rubén Martín Giráldez en Un libro al día

Reseña de la novela Menos joven, de Rubén Martín Giráldez, en el blog literario Un libro al día.

A ver cómo lo explico. Hay libros que son como edificios llenos de ventanas desde las que el lector puede asomarse y mirar a la calle, a las habitaciones, al patio de escaleras. En algunas de ellas te detienes más, por la razón que sea: porque te cautiva la decoración, porque la luz es débil y sientes curiosidad, porque en la negrura de un cuarto cerrado escuchas ruidos que te aterrorizan. Y cuando sales del edificio arrastras un equipaje singular, parecido a las maletas de otros lectores que también echaron un vistazo a esas ventanas, pero matizado por tu propio recorrido. No hablo sólo de niveles de interpretación, que también, sino de algo más: cómo uno entiende la cultura en general y la literatura en particular, cómo uno pone sobre la mesa lo que sabe y lo confronta con lo que cree saber, cómo uno siente la necesidad de regresar y mirar un poco más, una ventana más, una idea más. Libros, en definitiva, que proponen, preguntan, provocan; libros ante los que es imposible quedarse indiferente.

Menos joven es una reflexión desde las maletas del autor y un ensayo filosófico en muchas ocasiones descojonante sobre el equipaje cultural disfrazado de programa radiofónico con caballos disfrazado de novela francesa cubierta por unas tapas falsas de novela española de 2012 que forma, sin exagerar un ápice y en sentido arquitectónico, un objeto casi perfecto con piezas cuidadosamente escogidas, que empiezan a sumar a partir de unas cubiertas con misterio y atraviesan las tapas interiores, pasan por las calcomanías de personajes famosos incluidas, la sorprendente página de créditos o la ficha de personajes, se enrocan en los afilados apuntes manuscritos de los márgenes y terminan, prácticamente sobre un escenario sonoro, por dejar sin aliento al viajero. Creedme: no miento en nada. Y lo más cojonudo es que, cerrado el libro, todo tiene sentido.

Rubén Martín escribe como un salvaje, completamente desbocado (este adjetivo no es gratuito). A veces enlaza comentarios, referencias culturales, episodios seguramente vividos y giros metaliterarios con tanta velocidad que es difícil seguirlo, pero el narrador se da cuenta del despiste y para, da una vuelta, nos arrea y seguimos. Cuidado: el narrador es un mentiroso confeso, un cínico mayormente despreciable, un loco feliz, un egocéntrico manipulador, y nos obliga a escucharlo con precaución. Escucharlo, sí. Os lo explico:

El peinado de Calígula es un espacio radiofónico de entretenimiento infantil protagonizado por adultos en el que los participantes tienen por objetivo localizar a sus ídolos y darles caza. Menos joven es la narración oral íntegra del locutor de ese programa durante el episodio en el que concursa un hombre llamado Bogdano. Todo lo que leemos, por tanto, es la «pormenorizada» «descripción» de los «acontecimientos» que «tienen lugar» por boca de ese verborreico, imparable y acelerado locutor. De quien ya os he comentado un poco el perfil. ¿Y Bogdano? Bogdano es un pequeño hijoputa, aunque quizá otros lectores lo hayan encontrado más tierno, qué sé yo, poco hecho. Bogdano cree tener las ideas claras y corre sin piedad hacia sus objetivos, convencido de su drama personal, con la indolencia propia de saber a quién culpar por todo, sin dudas, arrollador. Ese es Bogdano: un tío que está buscando pegarse la Hostia del Siglo.

Vuelvo al ejemplo del edificio lleno de ventanas. Rubén Martín ha concebido un libro genial, extraño y ambicioso, del que se han escrito reseñas muy distintas. Se repite mucho aquello de «matar al padre» (siendo aquí «padre» la educación adquirida, la biblioteca familiar, los ídolos de adolescencia, las lecturas antiguas, etc.), pero a mí me cuesta verlo exclusivamente de ese modo, aunque lo entiendo. Creo más bien que el autor ha realizado un ejercicio de limpieza íntima. Se ha puesto a sudar delante del espejo para, de una vez y para siempre, dejar de tomarse a sí mismo tan en serio como el ámbito de la cultura actual solicita (o impone) y ser capaz, contra marea y en un país que históricamente no sabe cómo hacerlo, de reírse de todo, pero sobre todo de él. Reírse de uno mismo, ese trance. Y esa liberación. Puesto aquí en forma de libro único, lleno de menos jovenguiños, de puñetazos, de caídas del caballo. Con un humor negro y brillante, ingenioso, retorcido.

Llegas al final de un capítulo y te encuentras la nota manuscrita (¡a lápiz!) de alguien que leyó ese ejemplar que tienes en las manos antes que tú:

«Se me ocurre algo mejor para cerrar un capítulo: es el día en que todos los padres del planeta confirman a sus hijos que son franceses. Escenas de terror y llanto ante la terrible noticia.»

A ver cómo lo explico.

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Menos joven de Rubén Martín Giráldez en Revista de Letras

Rebeca García Nieto reseña la novela Menos joven, de Rubén Martín Giráldez, en Revista de Letras.

La lengua escrita sirve para lo mismo que las bolas chinas”. (Menos joven, Rubén Martín Giráldez)

Tiene razón el narrador de este inclasificable libro: la lengua escrita da placer. Joyce, que llevaba el goce en el apellido, también se dio cuenta, por eso se pasó gran parte de su vida jugando con la lengua. Lo mismo puede decirse de Witold Gombrowicz o de Antonin Artaud, aficionados, aunque por motivos distintos, a los juegos de palabras. Todos ellos, y muchos más, están presentes, de un modo u otro, en Menos joven.

A Gombrowicz se le santifica explícitamente: “Le da el baile de San Witold, le entran los siete máhlers, se adentra en el propio laberinto del minotarded”. Artaud, en cambio, aparece donde menos te lo esperas. A él nos lleva una onomatopeya aparentemente sin sentido, JIZI-CRI, palabra-maleta (portmanteau, que dirían los más refinados) que al parecer empleaba Artaud para referirse a Jesucristo. Incluyo esta referencia aun a riesgo de parecer pedante, y aclarando desde ya que fue Vicente Luis Mora el que me puso sobre su pista, porque me parece importante señalar que en Menos joven todo, hasta lo más insignificante, significa algo, por lo que recomiendo al lector, o mejor dicho al oyente, que esté atento a las señales sembradas en el texto (marcadas con subrayados, comentarios en los márgenes, etc.) para disfrutar del libro en toda su amplitud.

La trama es más o menos la siguiente: El peinado de Calígula es un programa de radio protagonizado por adultos que se dirigen a menores de edad como si fuesen adultos. El objetivo del peculiar programa no es otro que perseguir a los ídolos culturales y darles caza, ya que “Los ídolos impiden el desarrollo de una verdadera infancia”. El verborreico narrador, el presentador del programa radiofónico, es una especie de “jockey disc-jockey”: va a caballo y “retransmite al galope” lo que va haciendo el protagonista de la novela, un tal Bogdano, que persigue a caballo, ¿cómo si no?, a sus ídolos literarios para acabar con ellos o, hablando con propiedad, acaballinarlos.

Volviendo a San Witold… En un libro con aparente intención desacralizadora, llama la atención la pontificación del escritor polaco. No creo que sea casual. Es verdad que, en cierto modo, Menos joven cabalga en dirección contraria a Ferdydurke. Como apunta Vicente Luis Mora: “Menos joven es el antilibro o libro especular a Ferdydurke; si éste es un cuento de adultos narrado en un lenguaje deliberadamente infantiloide, Menos joven es un libro dirigido en teoría a niños pero elaborado en un lenguaje adulto y parcialmente críptico”. Sin embargo, ya consideremos a los lectores-oyentes como niños forrados de adultos o como adultos forrados de niños, que viene a ser más o menos lo mismo, Menos joven aborda el mismo tema que preocupaba a Gombrowicz: la cultura puede ser un instrumento de engaño. En Ferdydurke, la cruzada es contra el mundo de los adultos; el arma arrojadiza, la inmadurez. En el libro de Martín Giráldez, la cruzada es contra la “alta cultura”, personificada, por ejemplo, en Anton Webern o Lucia Joyce. No obstante, no es fácil determinar qué es “alta cultura”, menos aún para Bogdano, que fue sometido por su padre a una “educación híbrida”, peculiar amalgama de lo más culto y lo más mundano. El padre de Bogdano quería proteger a sus hijos “del contacto con los Grandes”, por eso “pensó que educando a sus dos hijos en la literatura que generalmente consideramos vulgar tal vez podría darles una oportunidad de salvación, y los mantuvo apartados cuanto pudo de cualquier tipo de excelencia”.

Se ha dicho que Menos joven es una impugnación de la literatura; más concretamente, una “impugnación humorística de la referencialidad” (Alberto Olmos dixit). Y estoy de acuerdo. No obstante, en Menos joven la literatura es refutada con más literatura. Al final, es la Literatura, en mayúsculas, la que triunfa: “Todo este lenguaje se va cayendo. Todo este lenguaje se está cayendo”, pero Martín Giráldez, por boca de su locuaz narrador, hace lo imposible para que el lenguaje no desfallezca. Y lo logra. Menos joven prueba que la Literatura está muy viva, así que estamos de enhorabuena: la lengua escrita da placer, tanto o más que las bolas chinas… Gocemos, pues.

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«Menos joven» en Revista de Letras


«Se ha dicho que Menos joven es una impugnación de la literatura; más concretamente, una “impugnación humorística de la referencialidad” (Alberto Olmos dixit). Y estoy de acuerdo. No obstante, en Menos joven la literatura es refutada con más literatura. Al final, es la Literatura, en mayúsculas, la que triunfa: “Todo este lenguaje se va cayendo. Todo este lenguaje se está cayendo”, pero Martín Giráldez, por boca de su locuaz narrador, hace lo imposible para que el lenguaje no desfallezca. Y lo logra. Menos joven prueba que la Literatura está muy viva, así que estamos de enhorabuena: la lengua escrita da placer, tanto o más que las bolas chinas… Gocemos, pues.»

Rebeca García Nieto reseña la novela Menos joven, de Rubén Martín Giráldez, en Revista de Letras.

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Menos Joven de Rubén Martín Giráldez

Menos joven de Rubén Martín Giráldez en revista Quimera

Menos Joven de Rubén Martín GiráldezGermán Sierra recomienda la novela Menos joven, de Rubén Martín Giráldez en el número de febrero de 2013 de la revista Quimera.

Los sentidos. sabemos, nos engañan de forma diferente. La estupenda novela de Rubén Martín Giraldez Menos joven (Jekyll & Jill, 2012) comienza relatando que el protagonista «sabe que su padre ya no es capaz de distinguir entre trabajo y realidad«. Lo que implica que el trabajo nunca es realidad, sino ficción, y además una ficción tramposa, una ficción que ha sido mezclada hasta confundir todas nuestras referencias. ‘El padre de Bogdano se dedicaba a cruzar libros como quien cruza perros de raza’, podemos leer en el capitulo segundo. ‘arrancaba las cubiertas de grandes obras de la literatura, separaba con cuidado la página de derechos. y a veces incluso la dedicatoria de aquellos escritores geniales; entonces, con las fundas de piel recién obtenidas de, por ejemplo. Los papeles póstumos del club Pickwick retapaba el cuerpo paginoso de, por ejemplo, la novela Raíces. Remix diabólico de «alta» y «baja» literatura que se prolonga en un holocausto radiofónico cuyo propósito es destruir al ídolo, categoría que engloba al protagonista de cualquier éxito. Intelectual o mediático. popular o de culto. El ídolo, como el cuarto oscuro, es aquello de lo que carecemos como experiencia directa y, por lo tanto, la imagen que recibimos de él está bajo sospecha de haber sido trucada, manipulada, de ser inadecuada para compartir el relato de nuestra vida. De no poder ser capaces de distinguir si procede de alta o de baja cuna. La literatura posdigital no puede eludir la sospecha de una Matrix en cada esquina que pretende doblar. No es posible desautorizar la experiencia como en tiempos de Borges; la metaliteratura, por si solo, ya no podría convencernos. Todos los textos, todas las imágenes y todos los sonidos se encuentran a nuestra disposición. por lo que no hay misterio en cuanto a sus origenes. Y todo se encuentra entremezclado, formando un espacio continuo de presencia simbólica. En el mundo postdigital los sentidos a los que podemos recurrir para evocar lo que no esta presente (el más allá del fenómeno analógico-digital) son el olfato y, sobre todo, el tacto: ‘Es dificil entender como las cosas se tocan, no porque el tacto sea algo complejo o misterioso’ ha escrito el secreto autor de ObliviOnanisM. l: Disolvim (GnOme, 2012), «no debido a algún insuperable ocasionalismo que lo gobierna, sino porque el tacto mismo acontece mediante la dureza. la dureza necesaria para que algo pueda tocar. Pero ese acontecer mediante la dureza también significa que el tacto, incluso el golpe más violento, es efectiva y profundamente suave. que el tacto es una llegada o evento de lo que atraviesa o tiene lugar en el dentro-y-fuera de la propia dureza. En asuntos de tacto lo mejor que puede hacer el entendimiento es contactar con el hecho frío del tacto mismo: las cosas se tocan. ¿como podrían no hacerlo?»

Golpear. por lo tanto. al ídolo que huye, o abrazar al amante que se ofrece. Recuperar la condición de objeto que le habíamos arrebatado al sujeto, y reivindicar el cuerpo como mano oscuro.

 

Entrevista a Rubén Martín Giráldez en el suplemento Artes y Letras de Heraldo de Aragón (28-2-2013)


Entrevista a Rubén Martín Giráldez con motivo de la publicación de la novela Menos Joven (Jekyll & Jill, 2012) en el suplemento «Artes & Letras» del diario Heraldo de Aragón, por Antón Castro.

Pueden leer la entrevista ampliada AQUÍ, en el blog de Antón Castro.

«Menos joven» en Libros y Literatura


«…en el fondo de toda esta historia nos encontramos con caballos que hablan, con ídolos a los que cabalgar (literalmente) para humillarlos, a padres que rompen la infancia de sus hijos, a madres que los prefieren muertos que vivos, y a hermanos que no aparecen más que en las últimas páginas. Y por si esto no fuera poco, todo se envuelve con una edición tan perfecta que ríanse del mejor regalo de cumpleaños que le hayan hecho. Jekyll & Jill nos propone una novela, un juego de palabras, un malabarismo profundo y tremendamente siniestro de la mano de Rubén Martín Giráldez».

Sergio Sancor reseña la novela Menos joven de Rubén Martín Giráldez en el blog Libros y Literatura.

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Menos joven: Concurso Calcomanízate


Oiga! ¡Sí! ¡Usted! ¿Tiene en su casa un ejemplar de la novela Menos joven de Rubén Martín Giráldez y ha pensado que un día de estos se pegará una calcomanía de las que vienen en el libro? ¿Y además luego se hará una foto? espere un momento: ¿Sí? pues no lo dude: ¡Usted es la persona indicada para participar en el concurso «Mira, que me apetece pegarme sobre la piel una calcomanía de las que vienen en Menos joven, luego me hago una foto y la mando como si tal cosa e igual me llevo un premio».

Para participar no tiene más que pegarse una calcomanía de su ejemplar de Menos joven, hacerse una foto cañón y enviarla al siguiente correo electrónico: jekyllandjill@gmail.com

Entre todos los participantes elegiremos —ante ningún notario— tres ganadores, que recibirán en su casa y por correo postal:

UNA HOJITA DE CALCOMANÍAS igual que la del libro, para que sigan pegándose calcomanías con alegría, + UN EJEMPLAR DE NUESTRO CATÁLOGO JEKYLL & JILL. El título que ustedes deseen (ver catálogo aquí)

Plazo de envío: hasta el 3 de marzo de 2013.

Requisitos: Que se hagan una foto cañón con una calcomanía de la novela Menos joven (calcomanías de pastelitos, calcomanías de maquetas de aviones o cualquier otro tipo de calcomanías que no pertenezcan a esta obra no entrarán en el concurso) y la envíen a nuestro correo. Si la envían al correo de otra editorial no entrará en el concurso, pero igual les hace gracia cuando la reciban.

Preguntas frecuentes:

—¿Me la puedo pegar en cualquier parte del cuerpo?
—Sí, se la puede pegar en cualquer parte del cuerpo.

—¿Subirán a Facebook y al blog todas las fotos que enviemos los participantes?
—No, subiremos solo las finalistas y las tres ganadoras.

—¿Y si no envío la foto?
—Pues no la envíe, oiga.

—¿Seguro que si gano puedo elegir entre cualquiera de los libros de su catálogo?
—Que sí, el que desee o el que le falte.

—¿Las reacciones de Maillard son un conjunto complejo de reacciones químicas entre las proteínas y los azúcares reductores que se producen al calentar los alimentos y que hacen que queden doraditos y crujientes?
—Así es, las reacciones de Maillard son un conjunto complejo de reacciones químicas entre las proteínas y los azúcares reductores que se producen al calentar los alimentos y que hacen que queden doraditos y crujientes.

—¿Cuánto tiempo tengo para enviar la foto?

—Ya le hemos dicho que un mes. Desde ya hasta el 3 de marzo.

—¡Muchas gracias!
—Las que usted tiene.

¡A concursar!

«Menos joven» en el blog The Sky Was Pink


«El ejercicio iconoclasta que desarrolla el avieso Rubén Martín Giráldez en su primera novela no es, en cualquier caso, un intento malévolo de ganarse el cielo de la alta literatura no un name dropping gratuito que poco aporta dentro del contexto de una novela, sino que más bien en él se contiene el germen de aquello que su protagonista reniega: la madurez del cual sabe que matar al padre es la única condición necesaria para desarrollar una voz propia. Es por ello que su voz es la voz de quien sabe que tiene que asumir una postura soviética, una en la cual se ejerce una retirada de tierra quemada en la cual se va cercando al enemigo a través de sumergirlo en las heladas estepas desconocidas quemando todas aquellas ciudades familiares en las cuales podría descansar y re-abastecerse; matar al padre es un síntoma de madurez, pero nadie se había atrevido hasta hoy de hacer de tal acto de necesidad una virtud en sí misma. Quemar a lo bonzo al padre, usarlo como arma arrojadiza contra todo aquello que creíamos estable y seguro en el mundo.»

Reseña de la novela Menos joven de Rubén Martín Giráldez en el blog The Sky Was Pink, Subcultura y cultura underground a go-gó, de Álvaro Arbonés.

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Del enebro Alejandra Acosta Hermanos Grimm

«Del enebro» y «Menos joven» en la librería Cervantes y compañía (Madrid)


Menos joven de Rubén Martín Giráldez, en la mesa central de novedades y en el escaparate de la librería Cervantes y Compañía (Manuela Malasaña 23, Madrid). Y Del enebro, de los hermanos Grimm, ilustrado por Alejandra Acosta, en la sección de libros destacados ilustrados.

«Menos joven» y la colección 18% en El Pequeño Teatro de los Libros (Zaragoza)


Menos joven, de Rubén Martín Giráldez, en los estantes y en el escaparate de la librería El pequeño teatro de los libros (Silvestre Pérez 21, Zaragoza). También, la colección 18% (Pequeña vida de Indiana Caba y Low cost, de Jesús Llaría).

Rubén Martín Giráldez en Numerocero


 «Escrita con una brillantez formal que, por momentos, roza el virtuosismo, Menos joven es más una carrera que una novela. Un juego de cajas chinas en el que su protagonista, Bogdano, concursa en un espacio radiofónico para niños terminando, uno a uno, con sus ídolos.»

Rubén Martín Giráldez, autor de la novela Menos joven, responde a un cuestionario sobre matar a los ídolos en la nueva sección del magazine Numerocero.

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«Menos joven», presentación en la librería Tipos Infames, de Madrid


El próximo sábado, 19 de enero, a las 19:30 h, presentaremos la novela Menos joven la librería Tipos Infames (San Joaquín 3, Madrid), de Madrid. Al acto asistirá el autor, Rubén Martín Giráldez, que será presentado por el escritor Alberto Olmos.
Están todos invitados. Será un placer vernos allí.

Menos joven por Vicente Luis Mora

Menos joven en el blog de Vicente Luis Mora

Vicente Luis Mora reseña en su blog Diario de lecturas la novela Menos Joven, de Rubén Martín Giráldez.
Rubén Martín Giráldez y el espesor delirante

Rubén Martín Giráldez, Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios; Alpha Decay, Barcelona, 2010.

Rubén Martín Giráldez, “Prólogo a Centauros extirpados; en VVAA, Doppelgänger. Ocho relatos sobre el doble; Jekyll & Jill, Zaragoza, 2011.

Rubén Martín Giráldez, Menos joven; Jekylll & Jill Editores, Zaragoza, 2012.

Menos joven por Vicente Luis Mora

Y hay más mentiras: mi cortesía con vosotros, por ejemplo.

R.M.G., “Prólogo a Centauros extirpados

En serio.

R.M.G., Menos joven

[a] Un autor como éste, portador de un programa para la (auto)destrucción carnavalesca y feliz de la literatura, merece una reseña suicida o cuanto menos dispersa y contradictoria. Si usted es un lector normal, alguien que busca hallazgo, entretenimiento y –a ser posible– ideas interesantes sobre las que reflexionar, esta reseña termina aquí, en la quinta línea: cómprese estos libros. Si usted es un lector al que, además, le interesa morbosamente la literatura, y para quien los libros son puertas a otros mundos sobre los que le interesa saber del más perverso y obsesivo, no lo dude y siga leyendo, le prometo que aquí descubrirá –y con aquí no me refiero a la reseña, sino a los textos mencionados en ella– más de lo que esperaba encontrar. Comencemos por la primera frase de Menos joven (MJ en adelante), del inefable, ditirámbico y aún joven Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979), que reza así: “Bogdano sabe que su padre ya no es capaz de distinguir entre trabajo y realidad” (p. 11). Parece una declaración fácil, ¿verdad? Sí, lo es, podemos leerla de forma convencional y pasar a la segunda. Pero como usted, que llegó hasta aquí, es lector que gusta de complicarse, le insto a permanecer en esta frase inaugural un momento, porque la lectura de la pequeña obra completa hasta la fecha de Martín Giráldez complicará la cuestión. Para empezar, se esquiva en ella al protagonista y se habla de su padre, quiebro que nos advierte que el merodeo y la perífrasis serán parte constitutiva del esqueleto narrativo. Para seguir, está el nombre de Bogdano: ¿erudita alusión al escritor albano Bogdani, referencia al cineasta Peter Bogdanovich, maestro en el uso de la metareferencialidad? Incluso imaginando que nada de lo expuesto es cierto, centrémonos en esta frase de apertura y veamos que alude a “realidad”, ahí es nada, abrir una novela con ese término, y a “trabajo”. Y aquí, como esbozábamos antes, la referencia a otros escritos de Martín Giráldez nos juega una mala pasada, porque a lo mejor –a lo peor, a lo más difícil–, con “trabajo” el autor nos habla de otra cosa: “Uno no puede evitar la sospecha de que cada vez que aparecen en Arco Iris o en The Crying of Lot 49 las palabras esfuerzo, prueba, trabajo, se habla en realidad (o Pynchon tiene en mente, uno teme) de otra cosa que la que el relato necesita para su movimiento, de una cosa constante, si se me permite así”, decía en su blog. La mención no es baladí por cuanto la frase inicial de MJ se repite en bastantes ocasiones a lo largo del texto, como dándole un ritmo, marcando un tempo al movimiento discursivo, oponiendo a lo real lo absurdo literario, y da la impresión de que este trabajo dinámico (el del texto) es la realidad misma del libro, que como Bogdano y su encabalgadura no dejan de moverse en todo momento durante la novela. Bueno, no es poco para una primera frase, a ver si somos capaces de pasar a la segunda.

[b] Es broma. Pero el problema es precisamente ése, que bajo un artefacto legible sin dificultad, humorístico y amable, acechan innúmeros niveles y subniveles y metaniveles de complejidad, frase por frase, así como en Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios (desde ahora nos referiremos a él como TPUESO), su libro anterior y tan inclasificable como Menos joven. Su autor escribe desde la tradición literaria más exigente y culta (Joyce, Mallarmé, Faulkner, Gide, Valéry, Ceronetti, Schmidt, Pynchon), pero sin propósitos santificadores sino, más bien, corruptores. Martín Giráldez de(con)struye la tradición más álgida, dentro de una operación que muestra tanto sentido del humor como respeto, pues no se molesta en importunar o desquebrajar a escritores que no lo merecen: los autores pequeños no parecen interesarle, y las referencias a baja cultura son siempre de cine (Mad Max, gore) o musicales, pero nunca literarias. Es cierto que la “educación híbrida” que reciben Bogdano y su hermano de su padre parece esconder un juego destructivo de lo canónico, pero me inclino más por considerarlo una especie de ácida crítica de cierta posmodernidad y su igualadora escala de valores. El padre de Bogdano cambiaba de tapas los libros para que sus hijos creyesen que leían a Dickens siendo el texto interior de Kunta Kinte, etcétera, pero lo cierto es que Bogdano, al descubrir de mayor el entuerto, comienza a leer los libros auténticos. A considerar que hay una carga de profundidad contra la ligereza posmoderna y no una invitación al todo vale me anima la elección de la palabra “híbrida” por el autor, ya que en TPUESO (p. 54, nota al pie) se calificaba precisamente así, “híbrida”, la escritura del joven Pynchon, autor poco sospechoso de no tener un cualificado sentido de la exigencia literaria. Se plantea el rescate, pues, de lo sublime literario, de las “Obras Magníficas” (MJ, p. 49) pero con la clarísima conciencia de que “todo este lenguaje se va cayendo. Todo este lenguaje se está cayendo” (MJ, p. 123), sostenida desde una lúgubre –por negra– nostalgia. Por ese motivo estoy de acuerdo con Javier Avilés cuando dice en su reseña que el libro de Martín Giráldez nos obliga a plantearnos de nuevo “qué es lo que entendemos como Cultura y de nuestra incapacidad de librarnos de todos sus aspectos, de los sublimes, sí, que nos disminuyen, pero también de los más populares, denigrados algunos, denigrantes otros”. La misma consideración de la existencia de una alta cultura o alta literatura (postura que comparto con Martín Giráldez y con el propio Avilés) frente a otras más bajas o superficiales, por dialéctico y revisor que sea el planteamiento, implica una toma de postura frente al nefasto todo vale lo mismo que intenta sostener un democratismo cultural mal entendido. La democracia no significa que todos seamos iguales y “valgamos” lo mismo: la democracia significa que somos todos iguales ante la ley. La literatura y el arte pertenecen a otro orden de cosas, por fortuna no preceptivos, y sus leyes son darwinistas y profundamente injustas: el talento vale más. Y punto. A mí no me miren, no lo he inventado yo.

[c] Cita. “se acercó y dirigió a ella, sola en medio de las filas de asientos vacíos, y le murmuró palabras que no habría deseado oír”; Thomas Pynchon, La subasta del lote 49 (1965).

[d] Infidelidad narrativa. Entre los tres textos que estudiamos hay varios elementos en común: en el relato “Prólogo a Centauros extirpados” (“PACE” desde ahora) y en TPUESO (cf. p. 81), la narración viene sostenida por un nosotros que cambia súbitamente a primera persona en ambas, advirtiendo de que su voz es poco fiable. Desde el principio de “PACE” los dos narradores Lundgren nos advierten de la peculiaridad de escribir a cuatro manos y sus consecuencias: “Está claro que con nuestro libro intentaremos llevaros a otro tipo de engaños, a engaños del tipo «deseado»” (“PACE”, p. 39), aludiendo a un pacto amistoso de lectura que no es tal: es impuesto al lector con o su consentimiento. Así, cuando en TPUESO leemos “El autor de la carta se ríe de nosotros” (p. 38) ya tenemos claro que el narrador venía haciéndolo desde el principio. El narrador de las dos novelas es un impostor y su relato es infiel (véase MJ, p. 69); los narradores “siameses” de “PACE” se confiesan embaucadores desde el comienzo y el lector debe desconfiar de quien desconfía de sí mismo: no en vano se aclara en MJ que “¿Quién puede creer a un siamés, a dos siameses (…) a gente doble por definición?” (p. 64). Como vemos, preguntas lanzadas desde unos textos se responden en otros. Recordemos que al comentar An Autobiography of an Ex-coloured Man (1912) de James Weldon Johnson, Martín Giráldez había dejado caer que una de las frases del libro que más le había interesado era esta: “would not my story sound fishy? Would it not place me in the position of an impostor or beggar?” La obra crítica de un prosista a veces nos dice tanto sobre su visión de la narrativa como sus propios libros; algo natural, por otra parte, pues son parte del mismo impulso creativo.

[e] Hay otros elementos en común entre las obras, ahora los veremos, pero los puentes o conexiones entre ellos llegan incluso a la repetición de alguna frase (la de la llegada de la justicia en TPUESO, p. 43, y en MJ, p. 36). El entramado rizomático de estructuras narrativas diferentes, sean de la alta cultura (vgr., monólogos dramáticos) o de la cultura audiovisual (los párrafos en cursiva de MJ siguen la mecánica publicitaria), es otra característica de estos textos, que los convierte en patchworks poliformos, donde las piezas están situadas para destruir su aportación natural: el chocarrero monólogo “shakespeariano” al final de MJ está sostenido elocutoriamente por… un caballo, en un retorcimiento kafkiano, similar al del “Informe para una academia” del checo.

[f] El Archilector. A lo largo de Menos joven aparecen numerosas anotaciones marginales que parecen hechas a lápiz, aunque son parte del tejido textovisual del libro. Estas anotaciones, que me parecen un hallazgo, suponen la aparición de un lector previo del texto, alguien que ha leído nuestro ejemplar antes que nosotros, y que ha dejado sus impresiones por escrito. La confusión entre copia y original (tranquilos, no esperen citas de Walter Benjamin), entre lectura primigenia y de “segunda mano” produce una interesante descompensación, pues nos convierte en los segundos receptores del texto. Se nos dice oblicuamente que el libro no estaba esperándonos, que su horizonte de sentido ya se desplegó ante alguien quizá más dotado que nosotros para desentrañarlo. Este lector previo que ha glosado –con no poca socarronería– Menos joven es además el instrumento mediante el cual se nos advierte de la infidelidad del narrador y de la necesidad de poner en cuestión cada aserto del texto. De ahí que la categoría de este hermeneuta esté muy próxima a la del archilector descrito por Riffaterre[1]: ese lector interpuesto que señala los énfasis estilísticos de un texto, que analiza su efecto en el lector y que, en nuestro caso, los deja conveniente e irónicamente señalados, convirtiéndose en el primer crítico del texto.

[g] Lenguaje. La condición de traductor de Martín Giráldez puede explicar en parte (pero sólo en parte), su infrecuente dominio del idioma. Su experiencia profesional en busca de la palabra idónea para verter el sentido de una lengua a otra parece encarnarse en el similar cuidado que muestra en la persecución de le mote juste para trasladar las palabras de su mente a la pantalla (antes se diría “de su mente al papel”, pero los autores jóvenes escriben mayoritariamente utilizando el ordenador). A ello hay que sumar su constante experimentación con el idioma, creando neologismos, así como las interpolaciones de palabras de otras lenguas, vivas o muertas, y el sabio empleo del espacio paginal a la hora de representar textovisualmente la censura (MJ, pp. 44, 62, 122)

[h] Pero de qué demonios habla Menos joven. De la inconmensurabilidad del lenguaje. De las relaciones padre-hijo, como una kafkiana Carta al padre legible en los actos de Bogdano, y de la construcción cultural del niño como proyección (quién sabe si libidinal, el deseo de saber perdido) de sus progenitores. De la potencia y radicalidad expresiva de las literaturas del absurdo. De la agonía perenne de la alta cultura y su incapacidad para ser analizada en términos inatacables, de su imposibilidad para constituirse como objeto científico. Menos joven es el antilibro o libro especular a Ferdydurke; si éste es un cuento de adultos narrado en un lenguaje deliberadamente infantiloide, Menos joven es un libro dirigido en teoría a niños pero elaborado en un lenguaje adulto y parcialmente críptico.

[i] La crítica ficticia de los anónimos reseñistas de Pynchon aporta una pista: “La escritura mata su lectura. El esfuerzo de interpretar, la exigencia de una lectura tan central continua, agota” (TPUESO, pp. 67-68); también en la obra de Martín Giráldez la espesura referencial de la obra, sobre todo en TPUESO, convierte la lectura crítica en una continua interrupción, para valorar la veracidad de una obra o cita, para atisbar resonancias en los nombres propios (juegos a veces autoficcionales: Reuben, rubenette), para investigar en las imágenes ofrecidas al lectoespectador. Todo está alterado: las fotografías de ambos libros están retocadas por el ilustrador Alfonso Rodríguez Barrena, para despistar y para mi(s)tificar; Menos joven está encuadernada como si fuera un volumen de la editorial gala Les Éditions de Minuit, bajo la sobrecubierta amarilla; algunas citas se falsean jocosamente. Si hay algo parecido a la verdad, comparece disfrazado: onomatopeyas en apariencia casuales como “JIZI-CRI” (MJ, p. 77) son en realidad citas ocultas de Antonin Artaud; “no somos los muertos” (“PACE”, p. 49) niega al Orwell de 1984 sin decirlo; bromas como “bestia de tres espaldas” (MJ, p. 123; cf. “PACE”, p. 42) retuercen a Othello. Otras citas explícitas, en cambio, están traducidas con estudiada infidelidad. Gabinete de apócrifos, Wunderkammer, retablo de maravillas, el tejido narrativo de estos libros recuerda al estudio de Ramón Gómez de la Serna[2]; obras esenciales y rarezas, genios y freaks, imágenes y palabras, comparecen de manera indistinta en esta maraña referencial a la que el lector puede asistir tranquilo, siguiendo el curso de la delirante historia, o sumergido entre libros, páginas web y enciclopedias intentando localizar las referencias, claras u ocultas, reverenciales o irónicas, maquiavélicamente dispersadas por Martín Giráldez. Sí, es cierto, toda esta alquimia polifónica es un repertorio, secreto a medias, de los gustos personales del autor, pero “¿hasta qué punto los gustos de una persona no son, en algún momento, su voz, de manera inevitable?” (Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios, p. 88).

[j] Desde hace tiempo vengo oyendo quejas, endechas y plantos, desde diversas esferas, reclamando un narrador español joven que: 1) tenga respeto por la tradición, pero sea capaz de aportar una voz propia y natural, diciendo cosas nuevas; 2) no confunda la originalidad con el originalismo; 3) no se ajuste a ninguna escuela, o grupo, o tendencia, manteniéndose al margen y dedicado a la literatura y no a la vida literaria. 4) Posea un talento indiscutible y real, a la altura de cualquiera de los mayores. Pues bien. No se angustien.

Ya lo tienen.

[Relación con el autor: no nos conocemos personalmente; hemos intercambiado correspondencia sobre sus libros y es contacto de Facebook. Relación con la editorial: ninguna]

[1] Cf. M. Riffaterre, Ensayos de estilística estructural; Seix Barral, Barcelona, 1976.

[2] Repleto de innumerables imágenes que Rrose Sélavy intenta, heroicamente, desentrañar e identificar desde hace años