Etiqueta: Menos joven

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en Rumiar la biblioteca


Verónica Nieto recomienda Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Rumiar la biblioteca:

Rubén Martín Giráldez o construir una nueva lengua literaria

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez, Magistral, Zaragoza, Jekyll & Jill (2016)

Una voz enojadísima con la mediocridad de los escritores españoles o que escriben en lengua española ante la falta de ambición literaria, falta de valor, falta de seguridad, falta de confianza y sobre todo falta de lecturas, cosa de la que se jacta la mayoría, mentalidad de funcionarios. Apenas cien páginas de discurso entre quevedesco, irónico, chulesco, impostado, paródico de sí mismo, que aborda cuestiones como la traducción y sobre todo la Obediencia de los escritores españoles.
Una voz que termina por desprenderse del autor y con la cual el mismo autor termina discutiendo.
Un discurso que defiende la diferencia, la rareza, la así llamada «dificultad» por escritores y editores y lectores perezosos, como el camino hacia algo que podría parecerse a lo literario.

«Escribir no es una labor diplomática. No debería haber lugar para la amabilidad en la novela, quien se pierda que se enfurezca, que para eso estamos rellenos de sangre y no de cacahué. La dificultad no la constituyen ciertas clases de lenguaje, sino el lenguaje en sí.»

ENLACE al artículo

Magistral de Rubén Martín Giráldez en General Entrescu



Sebastián Eugenio Sánchez reseña de Magistral, de Rubén Martín Giráldez,  en el blog General Entrescu:

Sobre este libro hay para decir lo siguiente: confusión, recursividad y argumentos. Y que me gustó como un putas.

[Nota liminar: Magistral es el libro que yo leí , mientras que «Magistral» es el libro del que habla el narrador de Magistral. Por claridad, evitaré el uso del adjetivo «magistral» a lo largo de este comentario, por más que sea apropiado en algún punto]

Confusión: Magistral lo narra alguien que tiene la pretensión de entablar una conversación con uno mientras comenta «Magistral». Si uno le responde al narrador, es posible que esa conversación se entable en cada página, casi que en cada línea, recurso por el cual el libro se vuelve inagotable. Sin embargo, hay un trasfondo narrativo (¿novelesco?) que mantiene en suspenso la figura del narrador como una figura provisional que eventualmente daría paso a algún tipo de acción en algún tipo de espacio que transcurra durante un determinado tiempo. Hasta la última página estuve esperando que la historia comenzara. Esto genera una cierta confusión saludable que obliga al lector a traer piezas de aquí y de allá para intentar darle el contenido narrativo a ese trasfondo. Confusión, por cierto, entre si lo que se tiene en las manos es o no una narración. En la última página la confusión se resuelve y obviamente no me voy a poner acá  de malcriado a decir cómo. Hipótesis: en el futuro distópico de cualquier distopía totalitarista gestionada por la Real Academia, el comentarista de «Magistral» se dirige a un tribunal de censura.

Recursividad: hay un montón de recursos literarios desplegados a lo largo de las poco más de 99 páginas del libro que tiene 100 páginas. Destaco el uso de la ya mencionada falta de claridad argumental que, hasta cierto punto muy determinado, permite dudar razonablemente si lo que se tiene entre las manos es un opúsculo de crítica literaria o una novela. También aparecen: juegos de palabras; arquetipos como el heraldo, el Watson, el corruptor; el juego de diagramación/ maquetación; el acertijo de entretención; el callejón sin salida; la exasperación al lector por medio de los continuados insultos; la autorreferencialidad crítica; la palmada en el culo al sinsentido. En un punto de la novela, aparece una referencia a Notable American Women, por Ben Marcus. Al principio, creí que se trataba de una pseudo recensión acompañada de una pseudotraducción acompañada de una pseudocrítica muy al estilo de Borges lo del zoilo ficcional encarnado por Lem en Vacío perfecto, pero luego me di cuenta de que el libro de Marcus realmente existe en un sentido muy similar al sentido en el que existen en Magistral las páginas que reproducen páginas de Notable American Women. El ejercicio es un ejercicio de admiración a Marcus en intersección con las críticas al idioma español y a la literatura española, pero los detalles de esta referencia se me escapan. Eso sí, quedé con ganas de leer el libro de Marcus.

Argumentos: corresponde a cada lector distinguir qué argumentos merecen atención y cuáles son berridos de niño malcriado que hay que dejar apagar, pero el caso es que Magistral está compuesto casi en su totalidad por un alegato en contra de la cultura /industria editorial española y de Los Lectores, sea lo que sea que eso quiera decir. Un ejemplar en la página 97:

Los amanuenses confundís con inspiración la psicosis-despertador que os inoculamos. Cuando dictamos, dictamos, y es fácil, todo son facilidades, todo va rodado, hasta parece que tengáis talento; cuando cuesta, es que no estamos dictando: no hay equivocación posible: si lo que viertes ahora es una combinación perdedora, no lo dudes más: no estamos dictando: lo que tú interpretas como baja inspiración es bloqueo, es voz digestiva y auténtico regüeldo. Pom-pom. ¿Quién es? Soy la leche retirada de tus pechos. Tú mismo te estás diciendo: Para, déjalo, pon a salvo tu dignidad. Si no te escuchas a ti mismo, dime, ¿de qué te sirves? El púlpito del bloqueo, la sentenciosidad y el aforismo son, son, son: síntomas, todo síntomas de que no eres un genio. No sirves. Si estás leyendo esto no sirves, porque para servir deberías haberlo escrito tú, como mínimo, y así al menos servirías en alguna de las acepciones del verbo. Serías chambelán, comercial, fruslero, remedista, caravanero, vendedor ambulante, mercader, vigía de algo, barquero, conector, alabanza, alzacuellos, madrigal; pero no escribes: lees. Repite: No sirvo sino a quien leo.

Se me hace que toda esta pirueta del comentario a «Magistral» que me encuentro en Magistral no es otra cosa que la forma que Martín Giráldez tiene para decirnos: «Y eso que apenas estoy calentando, gonorreas».

magistral

ENLACE al artículo

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral, de Rubén Martín Giráldez, por Cristian López García



Magistral de Rubén Martín GiráldezCristian López García dedica una reseña a Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Nada o el ardor:

Rubén Martín Giráldez cree que el castellano es un lenguaje o lenguajo que ya no da más de sí. Los grandes nombres de la literatura española de hoy (?), los que venden mucho y ganan premios amañados, ya no usan el castellano como solían hacerlo o solía hacerse o quizá nunca lo hicieron; de casta a caspa, con el lenguaje y la literatura dejados de la mano de Dios, sólo contribuyen ya talando árboles y ocupando espacio en librerías. Esto no lo digo yo sino Rubén Martín Giráldez, o por lo menos su homónimo narrador de Magistral, el libro en el que un libro llamado Magistral revoluciona el panorama literario gracias a un uso, por fin, ni académico ni acomodado del castellano.

Ante un lenguaje agotado, exangüe, la única solución es abandonarlo sin mirar atrás. Mudarse a otro lenguaje o crear uno nuevo, mejor que el anterior. Rubén Martín Giráldez el autor construye en su Magistral metalibro una diatriba contra un idioma agónico o más bien contra aquellos que lo utilizan mal y sin ganas, los lectores que les bailan el agua y los editores que no arriesgan, y consigue escapar de la caterva de literatos españoles a la que pertenece por definición y critica con razón, todos esos “[…] individuos aquejados de corrección, libretistas muertos de miedo de hacer una frase que no se entienda a la primera, copistas locos por evitar la menor arruga en la frente de su dios hipnótico, el lector“.

Y esto lo lleva a cabo con la mejor arma de que dispone: un castellano exigente, vasto y juguetón, sobrecargado en ocasiones y envidiablemente iluminador casi siempre, que produce a partes iguales sonrisas cómplices, cabreos y necesidad de consultar el diccionario. Ya saben cuánto me gustan a mí los libros de lenguaje lúdico, rarunos y/o meta: Magistral no es una excepción. Si bien siento que se me escapan muchas cosas, que merecería una relectura más pronto que tarde, la experiencia me ha servido para conocer a un autor interesantísimo y perlas como la que sigue. “Al escritor español de hoy no hay por dónde empezar a matarlo. Hay que tener arrestos para escribir con el lenguaje crudo con el que uno piensa, y si uno piensa en el idioma de los informativos nacionales, quizás es mejor que pierda el tiempo en pérdidas de tiempo de muy otra clase“. Amén.

[Citas extraídas de “Magistral” de Rubén Martín Giráldez. Ed. Jekyll & Jill, 2016.]

ENLACE al artículo

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en el blog de Alberto Roa Arbeteta


Magistral de Rubén Martín GiráldezNo le leído ningún libro como Magistral, de Rubén Martín Giráldez (editorial Jekyl&Jill). Ni remotamente parecido. Es la obra más extraña, provocativa y original que ha caído en mis manos. Un panfleto, un libelo, un manifiesto peculiar, un grito, una furibunda diatriba contra el lector español, de quien dice que la última página de un libro es un lugar por donde nunca ha transitado, y contra los escritores españoles, de quienes afirma que no hay por dónde empezar a matarlos. Diríamos que es un libro inclasificable si no fuera porque el autor ataca severamente el uso tan frecuente de este adjetivo en las críticas literarias. Porque, naturalmente, en este libelo se machaca sin piedad a la crítica española.
El punto de partida del libro, que no tiene personajes ni trama, que no es una novela al uso, pero tampoco un ensayo, no es ficción pura, aunque sí hay componentes ficticios, es la publicación de una obra llamada, precisamente, Magistral. La reacción a ese libro, que atacaba el idioma español y lo que se había hecho con él, en lo que lo habían convertido los escritores acomodados y los lectores poco exigentes. Propone el autor, directamente, romper con el español, que se habría roto, de tanto usarlo mal, de tanto malgastarlo, de tanto descuidarlo, y tomar al asalto otro idioma. Habla de una novela inglesa, que no existe, e incluso comparte fragmentos de la misma, en una edición también distinta a todo lo visto hasta ahora. Demuestra el libro, en fin, que no está todo inventado, que se puede innovar con ese idioma español que, con afán provocativo, el autor da por muerto.
Está escrita la obra con pasión y con un vocabulario muy rico, tanto que abundan los neologismos. La voz de Magistral, por ejemplo, se califica como una «voz brutal con la lengua negra como salsa putanesca de demonio». Quien afronte la lectura de este libro debe aceptar, de entrada, una postura radical, brutal, salvaje. Debe estar listo para ser atacado, para ser zarandeado. Debe aceptar una posición tan diferente a cualquier otra novela que haya leído, un planteamiento tan rompedor, como el del libro de Rubén Martín Giráldez.
Magistral pone patas arriba el sector literario en España. A cada página hay afirmaciones rotundas, aseveraciones explosivas. Por ejemplo, leemos que «ponían la misma cara a Magistral que al libelo más manso del panorama, valoraban con énfasis y enfisemas idénticos Magistral y librines que podrían gustar («hacer las delicias») tanto a jóvenes poco bregados en el otoño como a octogenarios dañinos de esos que buscan en la literatura una amistad o lo que surja. Había muerto la diferencia, por no hablar de la distinción. El criterio tuvo tanta culpa como los perpetradores de opinión: habíamos llevado el idioma al cero, habíamos vuelto la lengua castellana muelle y fantocha». Y así.
Ataca esta obra la literatura actual. Critica que las novelas actuales sean simples, de fácil digestión, de comprensión rápida. Censura las obras que se entienden a la primera, que no obligan a una relectura, que no suponen un reto para los lectores. Y también pone en cuestión, de forma velada (o no tanto) a los autores generalmente reconocidos, a la aristocracia literaria, digamos. «Sin unanimidad no hay democracia posible, eso es evidente». Parte de culpa de la destrucción del idioma, argumenta el autor, está en la crítica, adocenada, que ha hecho dejación de funciones. Y, claro, el lector, al que literalmente insulta. «(…) Me hicisteis demostrar que lo mío es más bonito y perpetuo que lo suyo; pero claro, para eso debería existir justicia y al menos una persona en España que sepa leer, porque al cabo, lo mismo da escribir mal que leer mal». 
No deja títere con cabeza. Por ejemplo, exige a los escritores una ambición que no encuentra hoy en España. Dice que ya vale eso de «fracasa otra vez, fracasa mejor». Que en lugar de ello hay que triunfar. Y se pregunta «¿para qué escribir si no se cree uno un genio? Si no crees ser el mejor, no me hagas perder el tiempo. No me pidas nada si al final me lo vas a pedir por favor». La obra contemporánea le parece menor, una obra falsaria que no será reconocida como genial dentro de unas décadas, sino que se extinguirán. Observa en los autores el ánimo de agradar al lector, sin exigirle nada. «Soy consciente de que un imperio sin filisteos no es un imperio. Sea. No necesitáis ni un solo autor más preocupado de complaceros que de escribir. Escribir no es una labor diplomática. No debería haber lugar para la amabilidad en la novela, quien se pierda que se enfurezca, que para eso estamos rellenos de sangre y no de cacahué». Magistral, en fin, es un libro feroz, radical, brutal. Una obra obligada. Un experimento fascinante.
Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en Gent Normal

Magistral de Rubén Martín GiráldezLluc Gallifa reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Gent Normal

Ja fa uns mesos que va sortir al mercat aquesta novel·leta. I se n’ha dit de tot. Se n’ha dit de tot perquè és estranya i malparida. Alguns diuen: “no hi ha història ni argument”. I es posen nerviosos. Altres diuen “no l’acabo d’entendre”. I s’exciten. El cas és que posa en evidència la nostra comprensió lectora; Rubén només ha vingut a senyalar-la. Estem malacostumats a llegir sempre de la mateixa manera, vull dir, sota uns mateixos paràmetres. I serà precisament això, fer trontollar aquests fonaments, la lliçó que hi trobarem a Magistral. T’obliga a canviar d’enfocament i a comprendre des d’una altra posició. És difícil ressenyar un llibre d’aquestes característiques i també ho ha estat llegir-lo, però, aviam, provem-ho.
Per començar, hi trobem una veu, l’autor de Magistral (que no en Rubén), i ens parla d’història: la caiguda de la llengua castellana. Una caiguda en escala de valors, tot s’ha de dir. Afirma que s’ha reduït a simplesa, a prosa fàcil, a l’accessibilitat i a la comoditat. Una llengua vaga que produeix principalment una porqueria de literatura, d’entreteniment, llegida per lectors disposats a esforçar-se tan poc com sigui possible. L’autor de Magistral pretén, a través del seu llibre, destruir el castellà tal com el coneixem per reestructurar-lo en altres sistemes lingüístics, exigint noves formes de lectura. Reinventar-se o morir, que diuen. “Si no me entendéis, a lo mejor es porque tenéis habilitado el Adblock”.
Aquesta veu és altament odiable; un paio pretensiós, arrogant, que va de llest per la vida. No podíem esperar altra cosa d’un autor que titula Magistral a la seva obra. Segons ell, ha escrit el llibre que posarà fi a la lògica de la llengua castellana. I mentre va presumint de les seves habilitats narratives, ho va criticant tot; critica la literatura espanyola contemporània, critica els escriptors del moment, als lectors, a la hipocresia dels crítics. Parla dels hàbits que envolten el món literari. Hàbits segons ell totalment decadents. Anem a l’autocomplaença i a la llagrimeta fàcil. A l’autoajuda. A històries que es digereixen soles. Vaja, que et va tractant d’idiota, i no m’importa que ho faci, perquè reconec que he hagut de llegir paràgrafs seus més de tres vegades o, fins i tot, saltar-me’n d’altres (el tio en ocasions es posa massa insoportable). Però, no sé, no sé; vols dir que el panorama és tan així? Vull dir que és cert que es publiquen moltes marranades que aporten ben poca cosa a la literatura, però també es cert que sota aquesta capa superficial dominada pels best-sellers i les autobiografies de famosos televisius, existeixen alternatives i s’intenta apostar per noves propostes. Difícil trobar-ne, sí. Però hi són. I aquests també tenen el seu públic. O si més no, desperten algun tipus d’interès a alguns lectors encuriosits. Si no fos així, aquest llibre mai s’hauria comentat tantes vegades.
No es pot passar per alt l’evident domini (i treball) que trobem sobre el llenguatge. És bàsicament l’atracció principal del llibre; veure com et pot tornar a sorprendre utilitzant una inesperada combinatòria de paraules. Neologismes, tecnicismes, retòrica, fonètica, associacions, jocs semàntics… Pot resultar críptic, de vegades absurd, sobretot a mesura que ens acostem al final, on la llengua ha quedat ja totalment desmembrada i recosida sobre altres patrons desconeguts. És la nostra llengua i no ens és familiar. Llegim, per exemple, aquest fragement: “Tu langue es simple. Basta con ministrarme, cuando no puedo siento una torsión de sesos y una variedad y máquina de cosas que me dejan gloriabandoned, digno de un asshole con pintas, mutatis mutabal la burla burlando. BOYJERK, dispecable idiomante de oído tú, potro mío,;; taranto, serrallo de ventosas. Discula mi lentitudine de adqüisición. Percivo la urgencia de distintas motorizaciones. Más despacio, avanzo a base de singultos, te supero, me necrofollo tu idioma por el agujero de las oes, me pongo en vuestra piel de corderos y semántica preñada FUCK CONFIG, ya termino de traszumarme, vudú hago en tu tieso, tu yerto portal de lengua”. Ja veieu per dónde van los tiros. Però, sabeu? Allò realment curiós és veure com, tot i l’aparença abstrusa, el llibre va quedant ben lligat perquè els discurs acaba formant un tot, i encara que no s’entén el que està dient, acabes entenent què vol dir: un nou ús de la llengua.
No vull profunditzar aquí sobre els detalls tècnics de l’obra, que en són molts (i alguns de brillants), així com la seva curiosa estructura. Diré, per exemple, que treballa amb correspondències literàries i alhora és sempre autoreferencial; que hi trobem pàgines d’un altre llibre dins el llibre, el de Ben Marcus, molt influent alhora de realitzar Magistral. Diré també que mostra un curiós exercici de traducció que sembla fet pel puto traductor de Google. Però no vull dir-ne gaire més perquè resulta un pèl confús i no aporta res de sòlid a la ressenya, més que una confirmació de la seva voluntat d’innovació. Però és que el llibre és purament això. És un llibre amb caràcter propi, i per això val la pena llegir-lo, no per les crítiques que proposa, crítiques que ja hem sentit altres vegades i que alhora no n’acaba donant una resposta satisfactòria. La importància cau en la pròpia experiència que et brinda com a lector, una experiència que, si us interessa, recomano que us la prengueu com un joc. Un joc seriós, tot s’ha de dir.

ENLACE al artículo

Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez en Cierta distancia



Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez, autor de Magistral y Menos joven, responde el cuestionario del blog Cierta distancia:

1.- ¿Por qué escribes?
Por un exceso de vanidad mal entendida y medio bien llevada, varias imperfecciones de carácter y un par de fines pueriles impronunciables, por el síndrome del mensajero, del profeta, de Casandra caricata, por un Juegos Reunidos del ser ahí y la palabrilla revelada.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?
No tengo preferencias ritualísticas ni supersticiones posturales. Soy el Ser Humano Corriente ocupado en una particularidad como cualquier otra.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Identificar de dónde viene la voz que transcribo y averiguar por qué me usa así, como a un simple perro parlante.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?
«Cualquier principio embutido en un decálogo literario puede desviarte para siempre de la genialidad». Es que cualquier consejo ha de terminar necesariamente en una fanfarria de contradicciones, así que, por divertirme, me doy las mías propias:
* Evita las moleskine y el pavoneo, que tienes el tiempo justo para escribir «uy» y decirlo.
* Que la inspiración no te pille trabajando.
* No llames «trabajo» al oficio.
* Utiliza el término «oficio» en un sentido más ufano que mundano.
* Recuerda que nadie te ha invitado a la vocación y que cuando irrumpes allí todos te están mirando raro y ni dios sabe quién eres ni por dónde te has colado. Llénales la copa o te la llenarán a ti a saber de qué.
* Que beban ellos primero, luego ya tal.
* Si es bueno, no es tuyo. A lo mejor no estás bebiendo de tu copa. Traga, que de todo se aprende.
* Que te confundan con el chambelán, que ya les enseñarás tú que eres el bufón.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?
Muchas veces en la Historia de la Banalidad —pero antes también en obras tremendas, claro— la palabra «cristalinas» ha seguido a la palabra «aguas» como un apellido a su nombre, por poner un ejemplo. Cuando eso sucede hoy, ya no hay excusa. No sé muy bien qué palabra vendrá a continuación, sólo tengo claro el tono y la mayor o menor facundia de la voz a la que estoy dando tinta; y en cuanto a la estructura, la peripecia como tal no es mi objetivo. Creo que el placer mental que sentimos al darnos cuenta de que podemos completar sin ayuda la otra mitad de un dibujo simétrico es de una calidad discutible.

6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Tengo detrás de mí la estantería de libros de cabecera. Apunto algunos: Les nourritures terrestres, de Gide; Monsieur Teste, de Valéry; Les Nègres, de Genet; Le Bavard, de Louis-René des Forêts; The Infernal Desire Machines of Doctor Hoffman, de Angela Carter; Larva, de Julián Ríos; Éden, Éden, Éden, de Guyotat… son unos cuantos, en la be tenemos a Bufalino, Blanchot, Bernhard, Djuna Barnes, B. S. Johnson, Ben Jonson, Barthes, Ra Belais, Beckett… soy todo cabecera.

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Algo a medio camino entre la traducción, la edición y la deyección: un libro necesario en el que sudo sangre para construir la necesariedad de mi cuestionable participación. Hago de MS-DOS de un sistema operativo muy superior a mí para ver cómo de mal parado salgo, pero sobre todo, para que se vuelva a leer a ese otro autor.

Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979) autor de las novelas Magistral y Menos joven (Jekyll & Jill Editores). Traductor de autores como Tom Robbins, Jack Green, Bruce Bégout, Blake Butler, Laird Barron, Leonard Gardner, Rudolph Wurlitzer, Jonathan Shaw o Morrissey.

ENLACE al artículo

Cuatro autores de Jekyll and Jill en el OFFSANTJORDI DE TARDOR


offsantjordijj

El próximo sábado, 12 de noviembre, cuatro autores de Jekyll & Jill firmarán ejemplares de sus libros en el #OFFSANTJORDI DE TARDOR

De 12 a 13 h:
CARME TIERZ  firmará ejemplares de El Libro de los Milagros
ANTÒNIA ESCANDELL TUR firmará ejemplares de Chris Marker y La Jetée
RUBÉN MARTÍN GIRÁLDEZ firmará ejemplares de Magistral y Menos joven

de 18 a 19 h:
GEMMA PELLICER firmará ejemplares de Maleza viva

#OFFSANTJORDI DE TARDOR
L’antic Teatre, C/ Verdaguer i Callís, 12. 08003 Barcelona

 

ELLIBRODELOSMILAGROScover

EL LIBRO DE LOS MILAGROS Los relatos reunidos en El libro de los milagros, ocho cuentos irreverentes, reinterpretan en clave irónica y desmitificadora algunos pasajes de la historia de lo sagrado. Son cuentos fantásticos que proponen una mirada diferente hacia grandes verdades defendidas por la Iglesia, dogmas rígidos e irrebatibles que, a veces, rayan la superstición. La resurrección de Lázaro, las apariciones marianas en Lourdes o las propiedades sanadoras de la momia de San Isidro Labrador son tres de los episodios que se reescriben en El libro de los milagros, un habilidoso juego literario que condimenta esas gestas sobrenaturales con detalles extraídos de la realidad y un sentido del humor profundamente negro. Con prólogo de José María Latorre. El libro incluye en su interior ocho estampas de laCarme Tierz escritora ilustradora Sobelman Corta y Pega.

CARME TIERZ, licenciada en Periodismo, ha desarrollado su carrera fundamentalmente en el ámbito del periodismo cultural y, muy especialmente, en el de las artes escénicas. Ha sido directora de las revistas TeatreBCN y TeatroMADRID; redactora especializada en teatro y columnista en El Periódico de Catalunya, crítica teatral de Guía del Ocio BCN y Time Out Barcelona y colaboradora en revistas como Assaig de Teatre, editada por Associació d’Investigació i Experimentació Teatral (AIET), y Artezblai (Artez). Fue editora externa y prologuista de Memòria Crítica. Els anys difícils del teatre català, de Gonzalo Pérez de Olaguer (Arola Editors, 2008), y coordinadora de proyectos editoriales para Ara Llibres. Ha sido directora periodística de Hamlet, Revista de les Arts Escèniques y actualmente colabora con el Institut de Cultura de Barcelona. Ha publicado Barcelona, ciutat de teatres, junto a Xabier Muniesa (Viena Ediciones, Barcelona, 2013)

.

Chris-Marker-y-la-jeteeCHRIS MARKER Y LA JETÉE, LA FOTOGRAFÍA DESPUÉS DEL CINE Jugar con el tiempo. Un juego que seduce al espectador de este cortometraje de ciencia ficción apocalíptico. La Jetée, de Chris Marker, se compone de una serie de fotografías que discurren por la pantalla como postales enviadas desde los pliegues más remotos de la memoria. El estatismo temporalizado de las imágenes da lugar a una obra ambigua y misteriosa que sería la contradicción misma del hecho cinematográfico: una película sin movimiento. El presente ensayo trata de desentrañar las reglas de este juego de alianzas entre fotografía y cine que resulta en imágenes de gran magnetismo, capaces de atravesar los estratos del espacio y el tiempo para adentrarse en los paisajes interiores del amor. Se cree que Chris Marker vino al mundo un 29 de julio de 1921 con el nombre de Christian François Bouche-Villeneuve. Con algo más de certeza se sabe que se las apañó para irse el mismo día del mismo mes de 2012. Silenciosamente, fiel a su estilo, desaparecía por donde había venido una figura capital del pensamiento contemporáneo. Cronista certero y lúcido de su tiempo, cineasta, fotógrafo, escritor, ensayista, editor y viajero, su producción diluye las fronteras entre disciplinas. En su juventud fue alumno de Jean-Paul Sartre y formó parte de asociaciones afines a la Resistencia francesa; durante este periodo de formación se perfilan unas inquietudes intelectuales que ya no lo abandonarían. Prueba de ello es una extensa obra cuyo hilo conductor es la indagación en la crisis referencial de la imagen y en las consecuencias éticas de dicha transformación. En la última etapa de su vida, ya octogenario, se sumergió en el mundo de la tecnología multimedia y del videoarte. En toda su producción y en toda esta diversidad subyace una única obsesión: la fascinación por el poder de la imagen. Entre las obras más representativas del director cabría mencionar los títulos Olympia 52 (1952), Les statues meurent aussi (1953), Lettre de Sibérie (1957), Description d’un combat (1960), Le joli mai (1962), Le fond de l’air est rouge (1977), Sans Soleil (1982), A. K. (1985), Le tombeau d’Alexandre (1993), Level 5 (1996), la instalación multimedia 10.antonia-escandell-tur(Foto Isabel Camps)Immemory (1997), Une journée d’Andrei Arsenevich (1999), Le souvenir d’un avenir (2001) y Chats perchés (2004).

ANTÒNIA ESCANDELL TUR es licenciada en Teoría de la literatura y literatura comparada por la Universitat de Barcelona. En los últimos años se ha dedicado a la docencia y a la traducción. Entre 2008 y 2011 trabajó como lectora de lengua española en la Universidad Alexandru Ioan Cuza de Iaşi, una pequeña ciudad al norte de Rumanía, donde, además de dar clases de lengua y literatura, coordinó una revista literaria. Gracias a una beca para traductores obtenida en 2011 ha colaborado con el Instituto Cultural Rumano en varios proyectos. De entre ellos destacaría el volumen Broşura. Ensayistas rumanos, una compilación de ensayos para la que tradujo fragmentos de diversos autores. Es miembro fundador del proyecto colectivo Reviradors, una plataforma para traductores literarios. Ha publicado artículos sobre cine, literatura y fotografía en diferentes revistas divulgativas de ámbito universitario. Chris Marker y La Jetée, la fotografía después del cine es su primer libro.

.

Magistral de Rubén Martín Giráldez

MAGISTRAL Como para resucitar el gusto sería necesario que esta nación se hubiese tomado alguna vez en serio aquello de que nuestro cuerpo es un templo y la boca su excusado, lo más factible será ir pensando en reconstruir la lengua para poder mentir al menos sobre lo limpio que teníamos aquel palacete forrado de piel y pelos y perforado sin remedio nueve o diez veces. A lo mejor deberíamos ir pensando en cambiar un idioma que ya no sirve. Puede que haya llegado la hora de hacerle al castellano un hoyo en la hermosura y cagarle lombrices dentro hasta rellenarlo. El castellano es hoy un idioma monigotado, toca asaltar otras lenguas.

PREMIO LIBERISLIBER 2016

MENOS JOVEN es una fanMenos Joven de Rubén Martín Giráldeztasía severa, una novela cruel —casi pensada para ser leída en voz alta por un tenor heroico—en la que el locutor de un programa infantil radiofónico llamado El peinado de Calígula narra los progresos de su concursante, Bogdano. Éste, a lomos de su caballo, debe buscar, encontrar y someter a una charla de devastación a sus ídolos. Deporte y castigo transcurren «más en palabra que en acto», retransmitidos por el locutor, que cabalga incansable tras el protagonista en compañía de una audiencia de niños que asiste al concurso en directo. El extravagante discurrir de Bogdano es el resultado de la educación híbrida que su padre le proporcionó de pequeño, y que consistió en darle a leer toda una biblioteca de libros vulgares retapados con cubiertas de las grandes obras de genios de la literatura. «¿Se ha fortalecido su carácter gracias a la ignorancia? Es muy posible.» El problema es, resumiendo, que para él Dickens bien podría ser el autor de la saga de Kunta Kinte; y Antonin Artaud, un actor norteamericano de thrillers de serie B. Menos joven, segundo libro de Rubén Martín Giráldez, es una carrera desquiciada, una Rubén Martín Giráldezhorse movie vociferada que se vale de una verborrea manipuladora que no disimula su deuda con Manganelli, Gombrowicz, Rabelais, Sterne, Céline o Volodine. Cubierta de Alfonso Rodríguez Barrera y calcomanías de David Cauquil.

RUBÉN MARTÍN GIRÁLDEZ ha publicado las novelas Magistral y Menos joven, así como el relato «Prólogo a Centauros extirpados» en la antología Doppelgänger: ocho relatos sobre el doble + bonus track (Jekyll & Jill Editores) y el ensayo burlesco Thomas Pynchon: un escritor sin orificios (Alpha Decay, 2010). Ha traducido a autores como Tom Robbins, Jack Green, Bruce Bégout, Blake Butler, Leonard Gardner, Ernest Haycox, Laird Barron o Morrisey. Una de sus traducciones es Cosmotheoros, el libro de Christiaan Huygens aparecido en esta editorial en 2015.

Su web: celinegrado.wordpress.com  Autor representado por The Ella Sher Literary Agency,www.ellasher.com

.

MALEZA VIVA es un lmaleza-viva-gemma-pelliceribro de microrrelatos, en este caso próximos al poema en prosa y al aforismo, que baraja formas sentenciosas, narrativas y poéticas con otras dialogadas propias del microteatro. Su título remite a esa maraña de vivencias y sueños que supone toda existencia. En la primera parte aparece una serie de personajes cuyo cometido estriba en presentar situaciones insólitas, a la manera de tímidos puntos de luz, alumbrando a través de su comportamiento un tanto excéntrico su correspondiente parcela de realidad. Así, locos, vagabundos y ajadas marquesas desfilan por estas páginas, junto a otros seres singulares. En Herbolario, la segunda parte, nos encontramos también con piezas cercanas al surrealismo, pero vinculadas al misterio de una naturaleza inextricable que al cabo impone su voluntad. Y en donde a menudo ese mismo ecosistema toma la palabra para hacer oír su voz. El conjunto, una prueba más de la vitalidad del género hoy en España, muestra un puñado de microrrelatos de corte íntimo, en el que vida y literatura enredan sus hGemma Pellicer escritorailos hasta formar un maravilloso retablo de poder evocador.

GEMMA PELLICER es licenciada en Filología Hispánica y Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Trabaja como editora de textos de ficción y cultiva la crítica literaria en la revista Quimera. Escribe microrrelatos, cuentos y aforismos, piezas que han aparecido recogidas en antologías como Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español (2012), en edición de Fernando Valls; La música de las sirenas (México, 2013), al cuidado de Javier Perucho; o Aforistas españoles vivos (2015), de José Luis Herrera. Además, es corresponsable de la antología Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (2010). La danza de las horas (2012) fue su primer libro de microrrelatos.

El ojo crítico

Rubén Martín Giráldez en El Ojo Crítico



Rubén Martín GiráldezHoy viernes, 21 de octubre, a partir de las 19 h, Juan Carlos Morales entrevistará en directo a Rubén Martín Giráldez con motivo de la publicación de su libro Magistral en el programa El ojo crítico, de Radio Nacional de España.

 

Tras Menos joven, Rubén Martín Giráldez vuelve con Magistral, una voz brutal con la lengua negra como salsa putanesca de demonio.

Como para resucitar el gusto sería necesario que esta nación se hubiese tomado alguna vez en serio aquello de que nuestro cuerpo es un templo y la boca su excusado, lo más factible será ir pensando en reconstruir la lengua para poder mentir al menos sobre lo limpio que teníamos aquel palacete forrado de piel y pelos y perforado sin remedio nueve o diez veces. A lo mejor deberíamos ir pensando en cambiar un idioma que ya no sirve. Puede que haya llegado la hora de hacerle al castellano un hoyo en la hermosura y cagarle lombrices dentro hasta rellenarlo. El castellano es hoy un idioma monigotado, toca asaltar otras lenguas.

Magistral de Rubén Martín Giráldez

PREMIO LIBERISLIBER 2016

«Atención, este libro no es un libro: es una bomba.
Una bomba incendiaria contra la literatura de libro de recetas de cocina para solteros y jubiladas.
Contra Facebook.
Contra la Crítica.
Contra la representación y los personajes tangibles, a favor de la visión y de las voces invisibles.
Contra la literatura española.
Contra la puta lengua domesticada.
Muy recomendable: es problema es tuyo si te sientes identificado con quienes pone a caldo.»
  JORGE CARRIÓN

«Deja la sensación de que en literatura española aún puede hacerse algo nuevo, radical, nada complaciente.
Si nuestro autor fuera de Chicago o de San Francisco, tendría más traducciones que ahora lectores.» ALBERTO OLMOS, El Confidencial

«El lector experimentará ese vértigo sensitivo que desprende la novela, un bello y lúcido desatino, un arabesco que toma cuerpo de abecedario diáfano, en definitiva, “es una fiesta, es un tumor”.» FRANCISCO ESTÉVEZ, El Imparcial

«Magistral es un discurso, una sátira, un panfleto, una diatriba y muchas cosas más. Es el lenguaje de un rey apocalíptico y suicida, que dimite de su cargo, de su lengua, del idioma español porque no puede soportar la mediocridad en la que se ha instalado el escritor medio y el lector medio.» • DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR, El coloquio de los perros

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en Zenda



El catredrático y crítico literario Santos Sanz Villanueva dedica en Zenda dos artículos al cambio generacional en la literatura española y a Magistral,Magistral de Rubén Martín Giráldez de Rubén Martín Giráldez:

«La renovación generacional de esta hora en las letras españolas no supone un enfrentamiento abrupto con los autores mayores en activo. Más bien implica, salvo algunos pocos reconocimientos y admiraciones, un desentendimiento, un ignorarlos como si formaran parte de la literatura caduca e inoperante de un tiempo superado. Pero también se encuentra algún intento de ir más lejos, de consumar el conocido asesinato del padre. Con estas pretensiones se ha dado a conocer Rubén Martín Giráldez. Se propone no solo enterrarlo sino renegar de la lengua. Sustituir un idioma que ya no sirve, el nuestro, por otro. Así lo postula en Magistral. Merece la pena prestar atención a este narrador incisivo y bien facultado que anda tras un objetivo tan quimérico como sugerente. Pero ya me he extendido mucho y dejo el comentario de la novela para una segunda parte de este díptico sobre el cambio generacional en nuestra narrativa.»

ENLACE al artículo

«Destacaba en la primera parte de este díptico sobre el cambio generacional que se está produciendo en la narrativa española del presente momento la actitud de irreverente inconformismo de Rubén Martín Giráldez. El joven escritor catalán (nacido en Cerdanyola del Vallès en 1979) manifiesta el propósito de ruptura con una claridad ausente en sus colegas. En Magistral presenRubén Martín Giráldezta una deslenguada rectificación de nuestra propia historia literaria reciente. La encarna en un proyecto narrativo imaginario, una novela titulada como el libro que supuso —eso asegura el narrador— un revulsivo histórico. Pero Martín Giráldez no se contenta con romper con las promociones precedentes —con autores que se habían dedicado a “chucrutizar la escritura” y a escribir “tonterías”— sino que postula en Magistral el más extremoso de los cambios, abandonar la propia lengua y sustituirla por otra.»

ENLACE al artículo

Rubén Martín Giráldez

Miguel Ángel Ortiz reseña Menos joven y Magistral



El escritor Miguel Ángel Órtiz Olivera (La inmensa minoría, Fuera de juego), reseña Menos joven (Jekyll&Jill, 2013) y Magistral (Jekyll&Jill, 2016) en su blog El alumno de Amalfitano:
DANDO MUERTE A LOS ÍDOLOS
El albarán de examen es una de las cosas buenas que tiene trabajar de librero. Buena para el librero, quiero decir, y quizás no tanto para los escritores. Al menos para aquellos que escriben con el objetivo de que sus libros copen las escuálidas listas de ventas. Una venta, ya se sabe, en estos días de mercadotecnia, no es nunca desdeñable. Para los soñadores que todavía escriben sus biblias con la intención de que se lean lo máximo posible y cambien, en la medida de sus posibilidades, el horrendo mundo en el que vivimos, el albarán de examen les parecerá una opción plausible. Consiste en sacar el libro, leerlo con sumo cuidado para no estropearle las tapas —aunque él te estropeé tus interiores— y devolverlo en el mismo pulcro estado en que te lo llevaste de la librería. Así de sencillo puede parecer el acto de leer a simple vista. Otro tema es cómo te devuelva el libro a ti a la librería.
Eso he hecho para leer Menos joven, la primera novela de Rubén Martín Giráldez. En realidad, es lo que vengo haciendo con todos los libros leídos desde hace varios meses. Antes no podía leer uno y no quedármeloMenos Joven de Rubén Martín Giráldez. Antes, hay que aclarar, no trabajaba de librero. Ahora, ni los jugosos descuentos de trabajador compensan las abismales diferencias con sueldos anteriores. Supongo que a Rubén Martín poco le importará: su escritura, ya de entrada, habrá echado para atrás a muchos posibles lectores, así que quizás sea uno de los que prefieren el albarán de examen. A saber. En mi defensa añadiré que su segunda novela, Magistral, fue la última adquisición para mi humilde biblioteca particular. Y de no ser porque estoy ahorrando para las vacaciones, Menos joven también se hubiera venido para casa.
«Elimine a uno de esos ídolos que humillaron su inteligencia postadolescente hasta el punto de obligarle a usted a camuflar su domesticación con gratitud fingida». Cómo resistirse, con semejante eslogan, a no escuchar la retransmisión de El peinado de Calígula, el primer espacio radiofónico en el que los adultos se dirigen a los niños como si fuesen adultos. En dicho programa, su verborreico presentador-narrador-locutor invita a los oyentes-lectores a seguir de cerca la triunfal cabalgadura del concursante —en este programa en concreto, el joven Bogdano, que repite participación tras haber estrujado a Anton Webern en un programa anterior— en busca de los que hasta ese día habían sido sus ídolos. Esos que, como sentencia el locutor, «impiden el desarrollo de una verdadera infancia».
Matar al padre se ha convertido en una práctica facilona demasiado extendida. En cambio, los ídolos que marcaron la infancia han terminado convirtiéndose, con el paso de los años, en algo así como complejos. Hay que acabar con ellos para que no se transformen en monstruosas obsesiones. Para terminar, de un plumazo, con la infancia, porque «si hay un proceso que rebele cada día su índole traicionera, es el de reelaboración que hacemos de la infancia». Debemos dejarla atrás en nuestro camino. Como en todo aprendizaje, lo más importante no es el final del viaje sino la profundidad de las huellas. Mientras Bogdano cabalga su propia cabeza por surrealistas paisajes, se cruzará con viejos escritores a los que un día creyó idolatrar, campesinos copófragos, actrices venidas a menos y, sobre todo, con sus secretos más oscuros. Como el de crecer en una casa en la que los libros apenas contaban.
Dejo de lado los comentarios hechos a lápiz por un supuesto lector en los márgenes. Esto de que aparezcan libros pintarrajeados cuando son supuestamente nuevos, suele ocurrir en las librerías. Nunca hay que fiarse: yo los intenté borrar con una goma. No lo intenten, no malgasten su goma en una misión destinada al fracaso; forman parte de la lectura. Hojeándolo, descubrí que había dibujos, párrafos de extraña tipografía y caricaturas de los héroes tras los que, horas más tarde, cabalgaría siguiendo al parlanchín jamelgo de Bogdano. Juegos como los que había visto en Magistral. Pero Menos joven esconddía una sorpresa más, tras la última página: la calcomanía de los ídolos perseguidos por Bogdano.
Para eso sirven las primeras novelas: para matar la infancia. En la segunda, Rubén Martín Giráldez no se conformó con matar a los ídolos literarios para cabalgar raudo hacia un estilo tan particular. La voz de su narrador quiso acabar incluso con la lengua en la que la escribió Magistral.

DANDO MUERTE AL CASTELLANO
Magistral es un libro que habla de sí mismo. Entendámonos: no un libro con boca y manos que él se lamenta de no tener; sino un libro en el que la voz de su narrador —que no la del autor real— habla sobre la acogida que ha tenido la publicación de uno de sus libros titulado Magistral. No hay trama ni personajes ni espacio ni ningún otro andamio narrativo que sujete el texto exceptuando esa voz de hipnotizador de culebras. Además, Magistral contiene una parte de otro libro ya publicado en América pero no traducido al castellano: Notable American Magistral de Rubén Martín GiráldezWomen, de Ben Marcus. Leánlo y me entenderán.
Uno de los temas cruciales es la muerte del castellano. ¿Se puede insuflar vida a un lenguaje que apenas respira? El narrador articula su voz a través de una original mezcla de ese castellano muerto con el refinado y sobrecargado lenguaje del Barroco. Magistral aúlla contra a las «prosas  estercolares», clama contra una lengua que necesita frotarse a conciencia las fórmulas narrativas heredadas. No solo pillan cacho los escritores españoles. Hay para todos, incluidos los lectores en potencia: «¿Qué va a hacer un lector español en la última página de un libro, si es algo que no debe de haber visto en su vida?». Aunque, como la misma voz afirma, tampoco espera que Magistral se aúpe a la cabeza de las listas de libros más vendidos: «Libelo breve y ambicioso, un masaje de tortura para doscientas y pico personas». Una de ellas, para alegría del autor, yo mismo.
Bardólatras, farsantes, escritorzuelos,  esa crítica «uniforme y adocenada», traductores y pseudolectores «probadores de venenos», todos se llevan su esputo de bilis. Torrencial e impertinente, el narrador —como el de su primera novela— no admite bozales ni correas, se revuelve contra los pilares de la novela convencional y los sacude para derribarlos. Pregona que su novela es la novedad más fresca del panorama literario actual pero, de repente, sucumbe ante su propia frescura: ya hubo antes una de Ben Marcus que hizo lo mismo. El propio narrador, estupefacto, prestará ese libro al lector; un ejemplar, por cierto, sacado de una biblioteca pública e incrustado en el corazón de Magistral.
Ese libro fascina tanto al narrador que le hace pensar que Magistral, quizás, no sea tan magistral como vaticinaba desde el título. Mediante fragmentos de la novela de Ben Marcus, el narrador reflexiona sobre la traducción, trabajo del autor del libro, que no debemos confundir con la voz narradora. «Nuestra palabra ya no es de libelista, que qué es eso y qué vale, sino de traductores, y así nuestra palabra es ley y pirula y todo lo que a ella escapa, aventura, picadillo palare y fabla rucia y bable gramática parda». Ahí también comienzan los juegos con la estructura del texto que ya había incorporado en Menos joven.
¿No es eso la literatura, juego? Unos lo odiarán, otros lo alabarán. La historia de siempre. Unos dirán que no es una novela, otros que sí. ¿No cabe todo en su saco? Yo simplemente lo he leído y he disfrutado, reído y también bostezado con las peroratas de una voz singular. Los libros, si el lector quiere escucharlos, son amigos que te cuentan sus historias.
Un último aviso a los osados probadores de veneno del futuro: Magistral no termina de masticarse cuando se acaba la lectura. Se lleva en la boca durante varios días, como un chicle al que le aguanta el color, que masticas y masticas y sigue supurando sabor. Un chicle que, si te descuidas, acaba fagocitándote como la Gran Boca Norteamericana al castellano.

ENLACE al artículo

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en Granite and Rainbow


Magistral de Rubén Martín Giráldez

José Braulio Fernández Riesgo reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en la revista Granite and Rainbow

No es como nada que hayáis leído, aunque se le parezca y sea tentador buscarle semejanzas. Ni siquiera es parecido a su anterior obra, Menos joven, aunque también sea tentador buscarle paralelismos. Nada más lejos. Lo irritante de los parecidos es la falta de originalidad; sin embargo, existen parecidos que conservan una esencia singularizadora, como es el caso que nos ocupa, y se resisten a ser emparentados con sus semejantes. Esa resistencia a formar parte de las categorías, de la eterna simplificación a la que el ser humano lo condena todo, es lo que hace de una obra más que un ejercicio de transmutación.

Las piezas de un idioma son relativamente simples, se trata de un puñado de letras. A partir de ahí comienza la complicación con las infinitas combinaciones que pueden realizarse para formar palabras. Es tan solo el comienzo. Después surgen otras, morfológicas, semánticas, sintácticas, dando lugar a palabras compuestas, locuciones, oraciones, refranes… Las primeras palabras que pronuncia un niño suelen ser sonidos próximos a la onomatopeya, una hazaña que los padres, siempre entusiastas, valoran de una forma desmedida. Aunque se comprende el alborozo: comunicarse será indispensable a lo largo de su vida y esos primeros sonidos eran el principio de esa extensa singladura. Esos sonidos eran el futuro en ciernes.

Sin embargo, no todo es tan sencillo. Los primeros sonidos emitidos por un niño deben ser seguidos progresivamente por el desarrollo de la competencia lingüística, que no es otra cosa que un mecanismo prácticamente automático que proporciona a los niños la habilidad para discernir entre las construcciones correctas y las incorrectas. Incluso, con cierta autonomía, discernir también y emplear las irregularidades del idioma. No pensemos los adultos que todos estos avances en el aprendizaje de los pequeños es fruto de nuestra pericia. No, nuestra capacidad tiene más límites que nuestro entusiasmo.

Más que de un aprendizaje en el sentido estricto, de lo que se trata es de un dispositivo psicológico connatural que se adapta paulatinamente al idioma que envuelve al pequeño. Es por eso que los niños aprenden a dominar un idioma con más facilidad que los adultos: el dispositivo que estos poseen está completamente cerrado, mientras que el de los niños es flexible, las conexiones aún no se han cerrado y pueden adaptarse con menos esfuerzo a las singularidades de distintos idiomas. Es, en síntesis, el proceso generativista de adquisición de la competencia lingüística, más psicológico que metódico.

“Cierra los ojos, pregustador, tápatelos sin confías en la espesura de tus manos. La diligencia, la disciplina, ¿habrá todavía quien se empeñe en convencernos de que nos hacen libres? Elegir someterse al orden no es un acto de voluntad voluntaria -déjame decirlo de manera villana-: la voluntad natural come con las manos. No me contradigo: comer con elegancia es un acto reflejo; hay animales elegantes, ¿verdad? Comer con avidez no siempre es cosa de instinto”.

Ante la complejidad que se advierte en la adquisición de la competencia lingüística no se explica la ineptitud para la comprensión de un texto, pues parece que el esfuerzo para adiestrar a nuestro cerebro ha sido lo suficientemente intenso para que no se le resista un ejercicio de una sencillez relativa como es la lectura, que reúne todas las secciones con las que se construye el idioma del que ya somos unos avezados domadores. Con esto ha tratado de jugar Rubén Martín Giráldez, poniendo a prueba tanto nuestra competencia como nuestra atención, a la vez que invitaba al lector a una deliciosa disyuntiva: ser consciente de la manipulación y ser acompañado durante el proceso o indignarse debido a la incomprensión (que puede interpretarse también como la opción caprichosa en la que, como he podido comprobar, alguno que otro incurre).

Y es que un idioma no es tan solo un método para comunicarse entre individuos, sino también una cultura. También, y sobre todo, una cultura (aunque haya necios que se desvivan intentando reducirlos a simples códigos de comunicación cuyo valor estiman en relación con el territorio en el que se utilizan). Y, lógicamente, poner en entredicho una cultura no le podía salir gratis al autor, no todos los lectores poseen la cintura ni el sentido del humor necesarios para someterse al juego que propone Giráldez, por un lado inteligente y por el otro despiadado.

Ser consciente del laberinto en el que te precipitas al abordar la lectura de Magistral requiere cierta voluntad. La lectura lineal de la obra no surte ningún efecto, puede resultar tediosa, surrealista, incomprensible, densísima. La lectura debe ser diagonal, desde arriba y desde abajo, desde los laterales, empezando por la portada (el único lugar en su sitio. O no, depende de la perspectiva). Nada es casual, todo tiene el propósito de probar al lector, de probar sus límites, de soltar en medio de su cerebro una granada con dispositivo de cuenta atrás y esperar. Esperar. Esperar. Esperar… Hasta que el libro se apodere de todos los conceptos preexistentes, de todos los principios y pautas y los contamine con su nuevo código. Es entonces cuando la obra cobra sentido, cuando se reelaboran todos los conocimientos, cuando las conexiones saltan por los aires y el idioma adquiere otra dimensión.

Giráldez juega a reescribir, a relativizarlo todo, a esconder pequeñas pizcas de clarividencia en los pliegues de las páginas que el lector atento detecta no sin dificultad. Giráldez es el demiurgo de un nuevo idioma, da a luz una nueva cultura a partir de la ya conocida que ha sido diseñada a partir de un idioma al que se ha dejado de dar tanta importancia. O, por mejor decir, un idioma al que se le debe dar menos importancia, puesto que en tiempos tan dispersos no es preceptivo que existan tablas de la ley a las que venerar. Detrás del idioma y de la cultura están las personas, son estas las que despiertan verdadero interés, el motor de todo, son estas a las que el autor prueba, a ver cuán dispuestas están a ser objeto de un juego de agudeza. Y no todas están dispuestas, no todas entran en el juego, no todas comprenden que tomarse tan en serio a sí mismas impide reírse de todo lo demás.

ENLACE al artículo

Magistral lectura para este verano en Blisstopic



578e73db4fbe5

Magistral de Rubén Martín Giráldez, en la lista de Blisstopic con los 20 libros que hay que leer sí o sí este verano:

La novela extraña e inclasificable, la novela que atenta contra la fórmula novela y, ya de paso, contra la crítica literaria, y contra el lector, contra la literatura española y contra la lengua española es una bárbara genialidad. Reparte en todas direcciones, carece de trama, de personajes, y juega ―algo habitual en el editor Jekyll & Jill― con el tratamiento creativo de la página, añadiendo mil detalles insospechados en un libro. «Magistral», en fin, es un verdadero mindfuck que sólo puede generar adicción. Rubén Martín Giráldez profetiza, con todo, que su libro lo van a leer unos 200 lectores, no más, todos ellos irrecuperables para el buen gusto y las listas de éxitos literarios. En nuestro caso no vemos conflicto, tenemos fe en nuestros seguidores entre los que seguro se encuentra el grueso de esa cifra. Si ya leyeron “Menos joven”, su anterior novela-artefacto, saben de qué les hablo. Y a quiénes hablo.

ENLACE al artículo

Rubén Martín Giráldez

Magistral en el blog Crisdejulia



Rubén Martín GiráldezCristina P. Escribano reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez:

Soy un pobre bebedor de venenos que ha visto a Dios y tiene una cara y un coco como un piano.

Un argumento sin trama, un rey escritor que cuenta sus hazañas literarias, un mago del aforismo, un analista perspicaz, un opinador sobre la lengua, la crítica, la realidad literaria, los lectores, lo anodino, lo eterno y lo humano con bastante clarividencia.

La lectura de Magistral te deja un poso de aquí qué pasa, un gusto a esto a qué sabe, regustos de culturas distintas, desde el Renacimiento y las obras más ensayísticas al descarnado siglo XX de Celine, Artaud o Manganelli.

Imagino que Rubén Martín Giráldez es un artista que tendrá mucho camino que recorrer, mucho más que decir, ojala revolucione o dicte un por dónde (el listón lo deja alto, de momento). En cualquier caso, con su última propuesta (tiene, al menos otra obra en la misma editorial llamada: Menos joven) estamos ante una novela fuerte, muy pensada, reflexiva y fuera de cualquier normalidad. Cada frase del libro es soberbia, cada pensamiento un volcán.

La editorial que se ha atrevido es Jekyll and Jill, una de las editoriales más arriesgadas e interesantes del panorama y demuestra con esta apuesta su exquisitez y buen ojo para mostrarnos obras realmente interesantes. Autor y editores conforman un equipo increíble, el material está muy cuidado. Lo demás, sumergirse de golpe en las aguas del libro. Un fragmento al azar:

“¿Constituía yo una respuesta? Igual no, pero estaba convencido de ser –a diferencia de ellos- destilado, quintaesencial brandy de anarquía; y vosotros venga a repetir papillas y a tomar leche controlada, a presumir de virtudes demográciles, de politique-verité. Encendíais salvas salvíficas a autores vacuos y la atmósfera olía a pelos socarrados o a muerte, según incineraseis a un muerto más o menos calvo”.

Magistral, un libro de Rubén Martín Giráldez.

ENLACE al artículo

Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez y Magistral en El Cultural

Nuria Azancot entrevista a Rubén Martín Giráldez en El Cultural con motivo de la publicación de su novela Magistral.

Rubén Martín Giráldez: «Ya no sabemos leer»

Desde hace semanas un libro Magistral arrebata las redes. Escrito con las tripas y la razón, insulta al lector y le golpea mientras se ríe de bardólatras y farsantes. ¿Es un libelo? ¿Una novela? ¿Una reivindicación del lenguaje? ¿Una provocación? Todo eso y mucho más: es aullido, literatura, diversión, un auto de choque sacramental que “no sabe de la tinta la mitad”. Rubén Martín Giráldez, su autor, lo tiene claro: “¿No sería bonito que se pudiese poner freno a la literatura vacua?”

Rubén Martín Giráldez

Cocinero antes que autor, Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979) está acostumbrado a amasar el lenguaje: tras sus estudios de Filología Hispánica aprendió cocina en la Escola d’Hostalatge de Barcelona y trabajó de cocinero cinco años («en esa época veía los trabajos de papeleo como algo obsceno, romanticismo adolescente del trabajo manual»). Luego, en una caja de ahorros, y de ahí, gracias a su primer libro, el ensayo burlesco Thomas Pynchon: un escritor sin orificios (Alpha Decay, 2010) comenzó a hacer informes de lectura y traducciones.

Magistral (Jekyll & Jill) es su segunda novela, casi casi a su pesar. Después de publicar la primera, Menos joven (2013), había empezado otra que le obligó a leer muchas veces Las mentiras de la noche de Bufalino. Leía también la correspondencia de Sade y las sátiras de Juvenal. Y de este último («salvando las distancias con gran descaro», nos dice) salió la idea inicial y la voz narradora de Magistral: «era un discurso que se alimentaba a sí mismo y de sí mismo. Por el camino recordé The Electronic Revolution de Burroughs, la idea del lenguaje como virus, a Ben Marcus, y el libro se fue volviendo más violento y urgente e interrumpió la novela que tenía en marcha».

Pregunta.- No parece que sea fácil ponerle «una jaula en la boca» al verborreico protagonista de Magistral, pero ¿y a Martín Giráldez?
Respuesta.- A mí es más fácil callarme, porque no tengo capacidad para profundizar en más de cuatro o cinco aspectos de la existencia humana, así que no soy de los que tienen una opinión para cada tema. Y luego, como la mayoría, aunque me desentienda de ciertas convenciones sociales que me harían completamente infeliz, estoy sujeto a las normas de cortesía y a un rechazo total a hacer daño a los demás. Puede chocar, después de oír cómo se las gasta el narrador de Magistral, y seguramente es más una declaración de intenciones que otra cosa, pero llevo medio empezado el camino de perfección, que sólo tengo 37 años.

P.- ¿Qué parte de la rabia, del humor, de su propia pasión por el lenguaje le ha prestado a Magistral?
R.- Pues creo que escribo como pienso y casi como hablo, o con una prosodia muy similar, al menos. En lo referente al lenguaje comparto bastante lo que dice el libro, ahí hay menos desdoblamiento. Cuando me preguntan qué clase de cosa escribo tengo que responder «novela ambiciosa». No hay que engañar al lector: mi novela se llama Magistral; a cambio de tanta arrogancia, escribo presumiendo que mi lector es más inteligente que yo, porque de lo contrario ya no sabría ni por dónde empezar.

P.- ¿Qué es Magistral, un libelo para ser leído en voz alta, una declaración de principios literarios, una provocación…?
R.- Me encantaría que alguien radiara mis novelas. Ésta se podría haber llamado Lenguaraz, ¿no?: el narrador se empeña en una diatriba contra el lenguaje castellano, lo acusa de haber dejado de servir para la expresión potente y, sin embargo, demuestra con su locuacidad la salud del idioma (o eso quiero creer). Un panfleto fallido. Luego hay una imprecación contra los malos escritores españoles, pero no acaba de definirse qué cosa es eso ni se profundiza ni se aportan ejemplos…, para empezar, porque eso convertiría la novela en un estudio o en un ensayo. Magistral funciona mejor cuanto más se ríe uno del vocero, de sus ditirambos, de sus imprecaciones pero ¿no sería bonito que la meta cómica del libro se cumpliese un poco y se le pudiese poner freno a la literatura vacua?

P.- Parafraseando al personaje del libro, ¿en la literatura española actual «vale el todo vale, pero no todo vale lo mismo»?
R.- Brevemente: 1. no leo suficiente literatura española actual como para levantar acta de nada, pero las veces que un libro reciente me deja del revés de placer termino preguntándome por qué no puedo tener ese placer más a menudo (mi placer suele ser proporcional a la ambición de la autora o del autor que leo); 2, seguimos a luminarias con menos calidad de la que se les supone, y 3, la crítica valora con las mismas palabras lo bueno y lo menos bueno, y con total sinceridad, porque ya no sabemos leer. Pero, por otro lado, me digo: a lo mejor, la década oscura del anti-intelectualismo y del miedo a no ligar si se nos mueve la máscara de cafres ha terminado; a lo mejor la exigencia es divertida, alentadora y buena y tonificadora para todos los públicos. Precisamente, a la crítica y a los medios corresponde subrayar la relevancia de una literatura que dialogue con nuestro amor propio.

P.- Qué le pasa a un autor cuando deja de ser «el menor problema de la literatura para convertirse en el mayor problema del lenguaje»?

R.- En el contexto de la novela señala lo contrario: un lenguaje allanado y estandarizado al que no se le levantan ya ni las tildes.

P.- ¿Cuándo descubrió que en literatura lo amable «es enemigo de lo bueno», y que la obra fácil es «innecesaria»?
R.- Puedo estar más o menos de acuerdo con esta afirmación de mi narrador si convenimos en que «difícil» no significa «críptico» y «fácil» significa «insultante», y si convenimos que «el término medio» significa «prosa de relleno, prosa aftersun«. La contención ¿qué produce?: produce becketts o monsieur testes pero también produce nada. Esta es la verdad absoluta para mí y la verdad absoluta de mi narrador; de ahí que sea tan categórica: explica mi funcionamiento, no el de otros. Al eliminar cortapisas, protocolos y cortesías, abro la posibilidad de decir lo que pienso, lo que no pienso, lo que pensaba y lo que me figuro que pensaré, todo en una sola voz.

P.- Alguien puede molestarse con afirmaciones como «el escritor de raza no existe porque la estupidez no es una raza sino un estado», o «para qué escribir si no se cree un genio, si no crees que seas el mejor, no me hagas perder el tiempo»…

R.- Bueno, esos zurriagazos se han de volver contra mí; era consciente mientras lo escribía (igual que con el presuntuoso título). Esas frases me parecen un ejemplo de la manera de argumentar de la voz: si te tomas demasiado en serio mereces que se rían de ti, y si no eres lo suficientemente ambicioso mejor que cojas esa otra puerta. En Magistral recibes cada vez que pasas la página, y si pasas otra página será porque te gusta, y si te gusta… castigo, y si no te gusta… suplicio. Dicho esto: sólo puede uno sentirse insultado directamente si no sabe leer ficción o adolece de las miserias que se afean en el texto.

P.- El libro no tiene trama ni personajes, pero ¿es una novela?
R.- El charlatán de Louis-René des Fôrets y El encomio del tirano, de Manganelli, son discursos y son novelas…, o Yo, el Supremo, de Roa Bastos… Yo las leí así, vamos. A mí, Magistral me parece convencionalísima. Ahora: ¿pienso que Magistral puede destacar por entrega, valentía y brío? Sí.

P.- ¿Qué relación tienen su primera novela, Menos joven, y este segundo relato?
R.- Menos joven era una soflama burlesca contra la autocompasión del que no ha podido completar su formación intelectual como querría. Cuando el narrador de Magistral desgrana los defectos de su novela, en realidad dejo que precipite todo lo que considero concesiones en Menos joven, y todo lo que creo que funcionaba también aparece ridiculizado y pisoteado. Los dos libros son fábulas autobiográficas cargadas a reventar de afectación. No concibo escribir otra cosa, de momento.

P.- Es autor también de dos libros de ensayo en los que Pynchon (una visión muy peculiar de Pynchon) es protagonista: ¿es una manera de embromar de nuevo al lector que idolatra al nortemaricano, de reírse de sí mismo quizás?
R.- Sí, desde luego. La primera vez que escribí sobre Pynchon en Alpha Decay fue para decir que me sacasen de El arco iris de gravedad, por Dios, que me ahogaba. Y los lectores como si nada. Así que hace poco participé en un libro de artículos (Pynchon) que publica la Editorial Base con autores como Jon Bilbao, Paula Lapido, David Aliaga, Anahita Rouyan, Albert Fernández, Fran G. Matute, Simon Peter Rowberry o Antoni Mora, principalmente para decir que lo llevo un poco mejor y que estoy terminando de leer Mason & Dixon.

P.- ¿Cómo le influye como narrador su trabajo como traductor?
R.- Tomo notas relativas a usos del lenguaje, me escandalizo al hacerme consciente de fosilizaciones a las que nos hemos acostumbrado y que no significan nada ni habladas ni escritas o r
edescubro expresiones que pienso que conservan sentido o han adquirido uno novedoso y pienso en cómo salvarlas. Para mí, esas elecciones tienen que ver con un método autobiográfico al estilo del de Michel Leiris, que fue un etnógrafo de sí mismo.

P.- ¿Qué autores contemporáneos le interesan más?
R.- Creo que es Vilas quien ha dicho que escribir una novela es un servicio a los demás; pues en esa vena de vitalistas frenéticos: J. F. Ferré, Orejudo, Julián Ríos, César Aira…, También Valero Sanmartí, un satirista buenísimo, y si nos ponemos a sacar muertos, Miguel Espinosa o Casavella; últimamente tengo a los franceses muy abandonados, así que diré Angela Carter, Adam Levin, Christopher Higgs, Joshua Cohen, Ben Marcus, Joy Williams, A. M. Homes, Stephen Dixon, William H. Gass, Tom Robbins…

P.- ¿Y de los clásicos?
R.- Mi ideal es una mezcla de Rabelais, Gracián, Sterne, Céline, Swift, Sade y Manganelli con los andares de Antoine Volodine y el tema de la autobiografía al estilo de Leiris. Aprendí lo fecundo de la combinación autobiografía+mentira de Les nourritures terrestres de Gide, y los anteriores me dejaron claro que el humor es la única vía seria.

P.- ¿Está la joven literatura española tan condicionada por el mercado y por la precariedad como dicen?
R.- Supongo que sí. Publicar es cuestión de casualidad; y luego, mi vivencia particular es que con dos sueldos de traductor en casa y dos hijos no se puede hacer otra cosa que trabajar de sol a sol. Debe de condicionar la forma narrativa, por fuerza. Y lo que no se publica y se celebra, muere; lo que no se pliega a las convenciones, por muy obra maestra que sea, tiene todos los números para no publicarse jamás. Jamás. Estoy contra la idea absurda de que «el tiempo lo pone todo en su sitio».

P.- ¿Qué importancia tiene en el libro su editorial, Jekyll & Jill, y el alarde tipográfico que desarrolla, por ejemplo, con el libMagistral Rubén Martín Giráldezro de Ben Marcus?
R.- La maquetación, que es obra de Víctor Gomollón (editor de Jekyll & Jill junto con Jessica Aliaga), terminó de crear la novela y le dio relevancia a nuevos aspectos. Por ejemplo: los fragmentos en inglés no pertenecen íntegramente a la novela de Ben Marcus, sino a un diccionario biográfico de mujeres americanas cuyos grandes logros han sido ninguneados a lo largo de la historia y que se vienen publicando desde 1971 en distintos volúmenes con el mismo título que la novela de Marcus: Notable American Women. Eso afecta a las pseudotraducciones que aparecen en Magistral e incluso a mi postura a la hora de identificar la voz que remata el libro y que yo imagino femenina.

ENLACE al artículo

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral en Libros y Literatura



Magistral de Rubén Martín GiráldezSergio Sancor reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en Libros y Literatura

Si eres lector, este libro te va a escocer. Si eres crítico literario – ¡presente! – este libro te va a hablar, no desde las tripas, sino desde el mismo órgano que te dé la vida – decide tú cuál – porque lo que ha hecho Rubén Martín Giráldez con Magistral es poner sobre el papel eso que no se dice, pero se intuye y que convierte a esta nueva lectura en una de las más interesantes de lo que va de año – y han sido pocas, lo cercioro – y una de las más estimulantes – casi tanto como que te den una descarga en la entrepierna -. Los lectores tendemos a coger lecturas fáciles. No estamos acostumbrados a que nos pongan las cosas difíciles y, creedme, con esta obra a mí se me hace cuesta arriba contar algo que no termine por parecer vacuo y sin fundamente, con toda la chicha que hay para cortar, envasar, y después llevarnos al gaznate. Y es que estas son las cosas que me suceden siempre con este autor – que no se prodiga demasiado, una pena, aunque su labor como traductor la siga desde hace tiempo -, que hay tanto dentro de lo que escribe que al final me parece estar haciéndole un flaco favor y tiendo a creer que mis reseñas no definen a la perfección lo que está dispuesto a contarnos. Pero como decía, si eres lector, este libro te va a escocer. Si eres crítico, este libro te hablará de tú a tú o quizás de tú a lo que quieras que seas. Porque no hay que olvidar que en España, por mucho que nos cueste reconocerlo, hay más subhumanos que otra cosa en este mundo tan romántico – y podrido a la vez – del mundo literario.

Me topé con Magistral de casualidad. No estaba buscando nada, pero en una de mis redes sociales apareció la portada del nuevo libro de Rubén Martín Giráldez y ya no pude quitármelo de la cabeza. Menos joven fue toda una sorpresa y una de las lecturas que siempre recomiendo, así que no me lo pensé demasiado cuando salí a las librerías a buscarlo. En la primera no lo encontré y ni siquiera tenían constancia de llegarles; en la segunda, no lo habían distribuido todavía; en la tercera, por fin, me lo pusieron en las manos. Esa sensación de haber encontrado un tesoro, ¿la conocéis? Pues esa misma me embargó. Y bien, ¿de qué trata Magistral? Pues de la literatura, así en genérico, pero también del vertedero en el que se ha convertido el lenguaje. Una obra que nos habla, tras haber tenido éxito, de todas esas voces que creen saberlo absolutamente todo, pero que no dejan de ser fauces que vomitan halagos sin demasiado sentido. Y de lectores, y de escritores, y de otras especies que pueblan este universo de letras, que lo emborronan, o que simplemente lo llenan de mierda. Y puede parecer que yo lo digo desde una posición llena de ira, y tendréis razón. Porque no hay nadie más ciego que el que no acaba de darse cuenta de lo que existe …seguir leyendo

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez por Alejandro Hermosilla


El escritor Alejandro Hermosilla reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez en su blog Avería de pollos
«Por lo general, no hablo de libros nuevos —¡una expresión odiosa! ¿existen libros nuevos o viejos en el océano de los papeles o la biblioteca marina?— en avería sino hasta que han transcurrido varios meses o un año. No lo hago por ningún motivo ético concreto o un necesario distanciamiento sino porque conforme los compro, se ponen en fila detrás de los que llevan esperando su momento durante meses. Pero con Magistral, la gigantesca uña de ballena linguística compuesta por Rubén Martín Giráldezhe hecho una excepción no tanto por el revuelo crítico que ha armado sino porque Diego Sánchez me advirtió de su parecido en el tono de la voz narrativa con Ruido. Una novela que aún no sé ni cuándo ni dónde publicaré pero entiendo que cuando lo haga, será el momento adecuado. Y, en fin, lo cierto es que me alegro de haber puesto en primer lugar de mis lecturas a Magistral para empezar porque, siendo sinceros, estaba asustado o más bien, tenía cierto temor de que sus posibles concomitancias con Ruido, anularan mi propuesta. Lastraran su posible originalidad y radicalidad. Pero no es así. Los dos textos no se solapan sino que al contrario, se entrelazan, establecen un diálogo sordo entre ellos y tal vez, leídos en el futuro se complementen a manera de una improvisación distorsionada realizada entre los gritos de multitudes histéricas asistiendo al naufragio de la literatura. A los estertores de ese mundo cultural que, -lo sepa o no y desee reconocerlo o no- ha sido el mayor ejecutor de la escritura. QuieMagistral de Rubén Martín Giráldezn más ha hecho por hundir la literatura en el barro de la extrañeza y la indiferencia, transformándola en una caja vacía llena de palabras que no dicen nada.
¿Qué puedo decir de Magistral? No demasiado teniendo en cuenta que es una obra que se comenta a sí misma. Es un texto caníbal y torbellino. Una indigestión literaria que recoge heces y vómitos culturales en un discurso alterado y crispado. Nervioso y vibrante hasta el punto de descomponerse en palabras que únicamente aspiran a la putrefacción. O mejor, a la ruina. La construcción de una literatura derruida y repetitiva que sondea y alcanza límites que son habitaciones solitarias. Habitáculos cerrados donde el sonido en vez de expanderse, se contrae. Se apaga. Porque Magistral es la exposición de un ocaso. La voz de los muertos enojada por haber sido desterrada del mundo del arte, luchando por volver a un territorio que se encuentra opacado, abollado y vejado por los vivos. La inteligencia cultural. O la mano que asfixia la espontaneidad. Arranca con saña las raíces de la poesía y la creatividad y convierte el mundo, cualquier texto literario, en ininteligible. Creo, sí, que Magistral narra cómo maquinal, obsesiva e impiadosamente -con la cabezonería además de quien se cree con la razón absoluta- la crítica ha destruido la literatura. Y también, las esperanzas y expectativas del lector que más que condicionar, determinan, ejecutan la propia escritura. Magistral, sí, es Pedro Páramo desarrollándose en el interior de los suplementos literarios. O la cabeza de un escritor. Una conversación, repito, entre muertos. O más que un diálogo, un monólogo. El túnel, la novela de Sábato, adaptada a la época del ruido y la esterilidad. En resumen, una zarpa emergiendo de una tumba cerrada intentando capturar el ritmo de la vida, y viéndose imposibilitada para ello. Y también, una garganta tapada entre las miles de gargantas de ese mundo que la información oculta: el de la ira y la violencia de los sanos. Las Universidades, como campos de batalla, los periódicos como tricheras y las televisiones, como bombas nucleares» …seguir leyendo
Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en La Opinión de Murcia


Ruby Fernández reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en La Opinión de Murcia (28 Mayo 2016)

La mare llengua.Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral – editorial Jekyll and Jill – no es una novela de alta literatura como algunos críticos se han empeñado en catalogar la última creación de Rubén Martín Giráldez, sino que es una farsa tragicómica poco amistosa y accesible, debido al exceso de cultismos que el autor en cuestión utiliza para explicar y dirimir lo que puede que sea el problema mas antiguo dentro del panorama actual, el idioma, estas son algunas de las razones por las que no todo el mundo puede acceder a entender la soluble aunque escasamente líquida novela que se nos presenta. No diremos que este panegírico cambiará la forma de ver el nido de la literatura cañí y a sus famélicos depredadores, pero si nos instará a no perder el tiempo con necios que no tiene nada que contar.
Experimento literario antagónico de si mismo que se escribe a la vez que lees en voz alta, ya que Magistral únicamente puede y debe leerse con ese volumen alto desprendido de toda vergüenza , declamando rítmicamente hasta que el verso perfore. Este no es un libro en el que venir a relajarse, es un volumen nervioso, lleno de improperios dirigidos a todos y cada uno de los engranajes de la cadena idiomática ¿Dónde se ha visto cosa igual?.
Idioma el nuestro, condenado al más férreo de los ostracismos posibles aun siendo más rico en pastos que las ‘modernas’ lindes de Ben Marcus. Una de las cosas que llama la atención es que Magistral va guiando la opinión y el pensamiento del crítico y lector de manual, dejándolos en evidencia y reafirmando la idea de vacío y simplicidad del gran público y sus parlanchines.
 
La novela que perfectamente podría comenzar en el interior de una cárcel de máxima seguridad, en la que un diálogo entre cultos convictos ataviados con el traje de ‘gala’ del estado y mirando siempre al frente -por si hubiese que callar-, observan atentos el combate en tres asaltos donde la porfía entre los 3 contendientes está servida. El protagonista de Magistral es ácido y perspicaz, pretencioso, presuntuoso, adicto y snob que critica un idioma con el que bien juega inventando neologismos para hacer menos pesado su tedio. Este tipo al igual que el libro en su totalidad cae mal, páginas contra gurús y arcanos lingüísticos, no es un libro fácil pero sí divertido. Ante todo es una novela sobre el poder indirecto del lenguaje, que no del tiempo.
En sus páginas demos advertir que lectura y traducción son dos de los agentes externos que más debilitan a un libro publicado. Un mal lector, un mal ‘maquillador’ tiran por tierra el trabajo del rápido e incisivo escritor del texto más válido. No debería existir la literatura amable y Rubén lo deja claro rapeando-lo hacia el final enfundado en la sudadera del Illmatic de  Nas, porque ante todo vivimos en un musical.
Magistral es trampantojo y verdad absoluta, es juego de palabras , metáforas y  lucha contra los corsés, no es novela sino comentarios bien hilados salidos de una boca ficticia e intangible aunque con semicuerpo real. Este, se introduce en los suburbios sacando las heces a la superficie para hacernos conscientes  de las mismas, muchas se hunden y otras tantas quedan a flote alegando la necesidad social del ‘tener que comer en todas las mesas’.
Armado alrededor de una falla plagada de petardos lingüísticos y conceptuales que te explotan en la cara, Magistral tendrá que ver danzas en su honor en la noche de San Juan, pero no te preocupes querido Rubén, aquí como en Magistral, los báquicos y aturdidos receptores de vergüenza callarán.

 

Magistral Rubén Martín Giráldez

Magistral en el blog de Joan Flores Constans

Joan Flores Constans reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en su blog Je dis ce que j’en sens:

 

«No hay peor idea que dejar la lengua en manos de profesionales.»
Un incontinente, verborreico y maleducado narrador -volveré más tarde sobre esto- inunda las compactas páginas de este artefacto en forma de libro de un discurso a ratos dócil a ratos inasible en el que se lamenta hiperbólicamente del estado de una lengua cuya morfología se ha convertido en un traje con tendencia a quedarse estrecho para un cuerpo semántico que se halla en constante expansión. Hablando más que escribiendo -no sé por qué los monólogos me han parecido siempre eminentemente orales; profundidad de gargantas aparte, teniendo en cuenta que el narrador es un descarado pornógrafo-, sus frases, en plena sinergia física aristotélica, suman más que la suma de las palabras que contienen, y van cayendo, inclementes, en las orejas del lector, insisto, orejas, con la regularidad y la cadencia de los golpes al yunque del herrero, clang, clang, clang, CLANG; clang, clang, clang, CLANG…

«¿Un lector qué es? Lector es quien no escribe lo que lee. Se podría pensar, entonces, que lo opuesto a un lector es un escritor. No. Lo opuesto al lector es el bardólatra. Bardólatra y lector, ambos igualmente despreciables; al final los unos y los otros son secuaces de los unos y los otros.»

Y cuando digo oral no quiero decir solamente ni vocal ni bucal, también me refiero a la musicalidad; la música escrita no suena ni que sea Wagner, la música sorda no se oye ni que sea Cage. Me refiero al ritmo de las palabras, no a aquello de la-rima-y-el-ritmo con que nos cuelan literatura infantil bajo el nombre de poesía, pero también al uso recreativo de las larvarias polisemias y a los ludicoulipianos malabarismos con las alteraciones léxicas, como si tuviera en sus manos la redefinición semántica de una neolengua que, paradójicamente, se cae a pedazos no de puro antigua sino por desaprovechada; rust never sleeps, el orín destruye más y más rápido que la fatiga de los materiales. La simplificación sólo es productiva en matemáticas, y únicamente para no tener que operar con magnitudes inmanejables.

«Cuando una lengua sirve para decir una cosa y la opuesta con idéntica formulación, cuando la expresión ambiciosa no se distingue de la adocenada, se hace imperiosa una reforma.»

La lengua, de la cual el léxico es solamente una manifestación ectoplasmática que acude cuandoledalagana al conjuro con copa y con puro de los realacadémicos, se suele emplear -esa sería, al parecer, su función literaria- para recrear una historia, adaptándose a unos factores que son legión, igual que la pintura figurativa recrea la realidad pelo a pelo del pincel. Pero algunas veces la lengua se recrea a y en sí misma, y en un paroxismo onanista, al-hamadea, llega, avanza, se lanza, finta, acelera y se detiene, salta y bucea, aparece y desaparece quién ve do va para volver a manifestarse después, se deja coger y se escurre; es decir, la lengua -los antiguos lo llamamos estilo- como objeto, el lienzo como fin, el sonido como obra acabada.

«La mediocridad se acerca. Alguien la trae a cuestas. Con ocarinas sonoras y pífanos profanos y con caballos excesivos traen una venganza carca y virulenta.»

El caso es que el narrador… Bueno, ya va siendo hora de dejar de hablar del «narrador» para referirse  a la entidad que nos interpela a través de las páginas porque, a diferencia de lo habitual, esta figura acostumbra a tener una identidad -no sólo quién soy yo sino también qué soy yo- que se disuelve en el tipo de Magistral: es el que cuenta, es cierto, el que ametrallea opiniones dum-dum y bombardea veredictos de fragmentación, pero, a semejanza de un innombrable beckettiano, más que un personaje es una Voz; presumida, prepotente y pretenciosa, pero con la volatilidad de aquello que basa su fuerza en su inmaterialidad, en su capacidad para herir sin dejar rastro físico.

«Uno es quien es cuando escribe.»

Hay que volver otra vez -¿revolver?- al símil musical, e insistir en el hecho de que la experiencia oyente no se encuentra en la partitura, el material que precede, persiste y permanece, sino en la ejecución, etérea, inestable, única. Una Voz justiciera que busca argumentos en Thomas Bernhard -ahí está la Voz Reger, sentado delante de Notable American Women con barba blanca de Tintoretto Marcus, renegando de la Kunsthistorischesliteratur- pero los enuncia con educación victoriana -pasada por el tamiz de Monty Python, ahí es nada su equilibrio entre erudición y disparate- irreverentemente explícita. Hablar de ajuste de cuentas sería demasiado piadoso, no se trata tanto de devolver golpe por golpe como de pura aniquilación, sangre, sudor y babas, un furibundo ahoraeslamíatevasaenterar al que no le duelen prendas a la hora de ajusticiar al adversario.

«Hay en la literatura española mil tragabolas por cada tragasables.»

Como era de esperar, pocos actores, nunca mejor dicho, implicados en la cuestión literaria española, si es que existe esta entelequia más allá de una lengua de expresión común, y aún, salen indemnes de la bilis, pues pura bilis es, de La Voz, que se ensaña con particular furia contra los escritores, los autores de La Gran Novela Amable©, y los críticos que, en mesa camarilla, aplauden y corean a los autores del entretenimiento.
En realidad, el material de fondo acaba siendo un solapamiento de algarabías cuando a la charlatanería insustancias de los chamarilleros de La Literatura Amable©,

«No hay vida después de la cortesía, quiero decir con esto; no hay literatura amable [©]»,

charla vacua e improductiva, se le suman las loas y los panegíricos de la crítica oficialista, los corifeos estomagoagradecidos que van tejiendo su red de complicidades, protectora por si en algún salto les falla el pie y acaban precipitándose en caída libre en las inflexibles fauces de La Literatura: autores y críticos entrelazados en un valse circular perpetuum mobile de 3/4 ahoraporti mañanapormí pasadoporambos, comiéndose sus órganos sexuales externos ad maiore patria gloriam y para deleite del conventículo.
Es en ese ruidoso ambiente de sorbetones seminales y orgasmos fingidos donde se manifiesta con chocarrera presencia el poder crítico del silencio: para desenmascarar la apariencia, para evidenciar la vacuidad del discurso, la impostura de los razonamientos, la falsedad de las máscaras: el problema del sexo de pago es que, por más que finjan los intervinientes, todos saben que es una cuestiMagistral de Rubén Martín Giráldezón de dinero.

«Ya se sabe que lo que más debilita a un libro es la lectura. La lectura y la cálida acogida, la admiración incondicional: cuando el odio y la envidia dejan de formar parte de las estridulaciones del panorama patrio, malo: muerto el perro, se acabó el lenguaje. ¿Qué son nuestros libritos? Nada de lo que haya que avergonzarse: productos de ocio, animales inanimados de compañía para la muerte.»

¿Y la literatura? La literatura, bien, gracias, aquí, ya ves, anar fent… Desde que el californiano de la Nueva Era descubrió que su cerebro tenía un componente emocional -sí, sí, lo sé, eso es otra historia, pero dejadme que me recree un poco en lo que los americanos postskinnerianos entienden por psicología-, parece que la literatura ha hecho presa en esa parte del cerebro y, simplificando que es gerundio, se ha dedicado a ser un alburrotador de emociones, cuando lo que debería ser es un procreador de conmoción: que actúe dirrectamente sobre las intrañas del lector y deje en paz el sentimiento; que requiera procesamiento intelectual, no reacciones primarias; cuando se consigue aislar de la obra literaria -¿literaria?- la totalidad de los elementos ornamentales, los que solamente tienen la función de asombrar al lector corriente -es decir, al lector ordinario pero también al lector TDAH que busca una traición en cada capítulo, una intriga en cada página, un asesinato en cada párrafo, una mentira en cada línea, mierda en cada palabra-, debe quedar el esqueleto, más aún, la médula; o, si se prefiere, las heces, ese «fondo del orinal» que La Voz cita, donde se esconde/enmascara/oculta la verdad…seguir leyendo

 

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Magistral de Rubén Martín Giráldez en El Imparcial



Magistral de Rubén Martín GiráldezFrancisco Estévez reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en El Imparcial:

Palabras, palabras, palabras… no nos acostumbramos aún al relieve atronador que adquiere hoy día la célebre frase de Hamlet. Y, sin embargo, frente al ruido y el manoseo impúdico del lenguaje, frente al vaciamiento de sentido, de cuando en cuando renace el milagro y las palabras vuelven a decir. A ese mirlo blanco convenimos en llamarlo Literatura. Así, con L mayúscula, pues lo merece. Esta novela es buena muestra. Hay libros sobre los que uno sabe ya que escribirá, independiente del juicio, pues su autor solicita curiosa atención, genuina expectación, tras su obra anterior. Si novelista es aquel que sabe contar una historia, quien tiene un mundo propio con voz original, en España tenemos la fortuna de contar con un puñado de ellos.

Más raro aún es que un desconocido como Rubén Martín Giráldez destacara en el 2012 entre sus pares nóveles con una estupenda y memorable ópera prima, Menos joven, ya comentada por este cronista aquí (aquel año, saltaba a la palestra Iván Repila, Sara Mesa conseguía ser finalista del premio Herralde, y Joaquín Pérez Azaústre inauguraba insólito camino, por citar algunos novelistas coetáneos). Las cualidades de esencialidad, deseo de trascendencia y búsqueda de mundo propio descubiertas en aquella obra primera se han refinado en un paroxismo de compleja salida. Si Menos joven pudiera representar la forma inteligente, desprejuiciada y socarrona de encajar la tradición literaria, la presente novela, Magistral, supondría la crítica autorial sobre la obra perfecta, sobre el estado y la función de la literatura y sobre la propia crítica literaria.

Se puede resumir con facilidad la trama de Magistral y no debo sintetizar con exactitud la cantidad de matices arpegiados en el libro. Un soberbio escritor analiza sin tapujos su propia obra titulada con exactitud Magistral, al ser esta perfecta. Tras concitar un éxito total dedica sus anhelos y altanería a reflexionar sobre la recepción lectora, el estado de la crítica, la literatura como terapia, como lenitivo o como vómito y la posibilidad de cambiar de idioma puesto que “el lector hoy es enemigo del vate, el admirador […] su mayor obstáculo”. La novela Magistral en su perfección agotó el lenguaje, llegó al “crepúsculo de los verbos” con arribo al famoso lenguaje cero e “inauguró un silencio”. Aquí arranca la reflexión, ¿qué hacer con un lenguaje agotado? A partir de este engreído monólogo, supuesto, porque parece desdoblarse avanzada la novela, asistiremos a un sermón impenitente y admonitor a propósito del criterio y otras cuestiones del pensar como la crítica. Los mandobles atizados a la republica de las letras y a la crítica son despiadados, aunque no falten motivos para identificarlos con parte de la realidad española.

No advirtió en vano Pío Baroja que la novela es un saco donde entra todo. Y aún no hemos comprobado el calado de la célebre frase. El género novelístico posee un hambre voraz y se alimenta vampíricamente de cualquier texto a disposición. Ahora bien, que la novela se fagocite primero al autor y después a sí misma es costumbre insólita. Aquí se nos presenta un autor que habla en monólogo sobre su propia obra la cual, de forma mañosa, no se da nunca a conocer al lector. Se entremezclará, sin embargo, fragmentos, comentarios y citas desviadas de la novela Notable American Women de Ben Marcus (2002) y aquí llega el exquisito saber hacer de la editorial Jekyll and Jill. La editorial con acierto y como demanda la novela no renuncia siquiera a encuadernar con lomos de chirriante color, con otra cubierta incrustada, y una tipografía propia de otras… literaturas.

Nuestro protagonista está ansioso en su búsqueda de la lengua perfecta, como en aquel libro de Umberto Eco. El deseo, la creencia de una suerte de esperanto literario. Y si no leo mal el sentido de esta novela pareciera coincidir con la apuesta del malogrado semiótico: el triunfo sólo cae del lado de aquellos con sensibilidad al espíritu. La novela tiene una necesidad de nombrar artísticamente que poco desfallece. Las frases finales, ya atisbadas con anterioridad, recogen un sentido oculto en juego de muñecas rusas donde se agazapa a la postre y tras de todo la propio voz narrativa que vuelve al silencio. Y eso hace inaugurar otro silencio mayúsculo al cerrar el libro que reproduce con fría exactitud lo ocurrido tras publicar la novela Magistral de la que se habla en su interior.

Si no desnorta la sátira ni deslumbra el vitriólico monólogo ni indigna el airado desprecio al interlocutor ni acongojan las múltiples técnicas literarias y registros lingüísticos, el lector experimentará ese vértigo sensitivo que desprende la novela de Rubén Martín Giráldez. Y quizá también, aún padeciendo todo ello a la vez. Lo peor que pudiera pasarle a este libro es ser pasto de teóricos literarios, narratólogos, críticos literarios y otras pedanterías del lector. Lo mejor es ser disfrutado y entendido como un bello y lúcido desatino, un arabesco que toma cuerpo de abecedario diáfano, en definitiva, “es una fiesta, es un tumor”. El deleite queda asegurado al lector esforzado. Pero también al lector de a pie, sensible y con sana curiosidad, que no le preocupe tanto el galimatías, sino sentir la desazón de esa falta de totalidad. En el fondo, quizá sea este lector el destinatario oculto solicitado por Magistral. Pero quién tomará el pulso debido a Magistral y, por ejemplo, compondrá los “Madrigales de Atila” solicitados por su protagonista.

En unas antípodas estéticas pero en sintonía sensible anda cerca de Detrás de la boca de Menchu Gutiérrez, escritora exigente como pocos. Y tiene diálogo con Misión del ágrafo, el lúcido ensayo de Antonio Valdecantos (La uÑa RoTa, 2016). No extraña que se aluda aquí a Giorgio Manganelli, del que por fin se traduce algo de su crítica al español (La literatura como mentira, Dioptrías, 2014), y ojalá lleguen su versión de Pinocho o sus comentarios sobre la ciencia-ficción.

Si el personaje de Unamuno se escapará de Niebla y pertrechado de angustia existencial pasará por el lenguaje extraterritorial de Beckett para zambullirse conceptista y surgir polisémico, quizá tuviéramos una ascendencia fallida del protagonista. Pero simplemente serían puras etiquetas, vanas sombras. La intención estética del presente libro es buscarle tres pies al gato. Lo que concuerda con aquel Ortega y Gasset que se preguntaba qué es leer.

Por otro lado conviene subrayar aquí como Jekyll & Jill son vanguardia entre nuestras editoriales. Frente al libro hermoso pero papel mojado editan libros que “son”. Un paseo por su catálogo descubrirá al lector ávido de ambrosías nuevas la prosa de Julio Fuertes Tarín en Isidoro olas brutales delicadezas de los hermanos Grimm en Del enebro. La pareja de editores ha elaborado en poco tiempo un catálogo de exquisiteces, donde, por si fuera poco, es autoridad en poner en circulación voces de raro exotismo. Por ejemplo, trajo a España las valiosas Últimas horas de la escritura de Sergio Chejfec, que de algún modo extraño dialoga con Magistral entre líneas.

Poner en circulación el debate sobre la trascendencia narrativa es tarea necesaria y compleja. Pero esta novela es más. Tras el parapeto de una prosa exquisita y deslenguada hay una fina reflexión sobre la Literatura y la lengua. Dicen que con la edad uno ya dice lo que le da la gana. Es falso. La libertad de palabra nace de una postura en la vida, no del tiempo. Aquí tenemos una muestra. Sin incienso alguno Magistral nos pone en el brete de leer, no de pasar ojos sobre las líneas. Leer en el sentido pleno del verbo. Independiente de las preferencias estéticas de cada uno, esta novela crea su propio lenguaje, su ser. En su redondo título acaso su esencia: Magistral. Como pocas veces se puede afirmar de algo.

ENLACE al artículo

Magistral de Rubén Martín Giráldez

Feria del Libro de Madrid: 5 recomendaciones para no perderse



Magistral de Rubén Martín GiráldezLa cueva del erizo recomienda Magistral, de Rubén Martín Giráldez, como uno de los cinco libros para no perderse en la Feria del Libro de Madrid.

«Suele suceder poco, pero cuando un libro nos escuece, es bienvenido. La nueva novela de Rubén Martín Giráldez deja a las claras algo que pasa en este país desde tiempos – ya – inmemoriales: que el mundo editorial y todo lo que lo rodea, tiene un poco de tufo a rancio y a falto de valor. Una de las voces más estimulantes de este panorama literario ha creado una obra que, a pesar de su corta extensión, nos lanza puñetazos en cada página y consigue que encontremos aquello que tanto nos hace falta hoy en día: que lo diferente se convierta en imprescindible.»

ENLACE al artículo

Rubén Martín Giráldez en El Mundo Cataluña

Magistral-el-mundo

La máquina de hurras

Rubén Martín Giráldez revoluciona el panorama literario español con ‘Magistral’ (Jekyll & Jill), una novela que es una carcajada, una crítica feroz que carga las tintas contra todo lo imaginable.

  • LAURA FERNÁNDEZ 
Rubén Martín Giráldez, foto de Iván Cámara para El Mundo
Foto: ©IVÁN CÁMARA

He aquí la historia de un libro que es un puñetazo, un puñetazo Magistral. Un puñetazo novela, un puñetazo confesión: la de un narrador soberbio, tan soberbio que cree estar por encima del Bien y del Mal literario, un narrador que considera a los lectores «probadores de venenos», porque todo ahí fuera, cualquier cosa que puedan llevarse a los ojos, es «veneno», sobre todo, si es español, porque el escritor español es un mal escritor, y el idioma español, es un idioma inútil, porque se mal-utiliza o se utiliza de cualquier manera y de cualquier manera es siempre una manera horrible. «Al escritor español de hoy no hay por dónde empezar a matarlo. Hay que tener arrestos para escribir con el lenguaje crudo con el que uno piensa, y si uno piensa en el idioma de los informativos nacionales, quizás es mejor que pierda el tiempo en pérdidas de tiempo de muy otra clase», dice el narrador, que fue un autor genial, el autor de la genial Magistral, hasta que descubrió que su talento no era talento en absoluto si se lo comparaba con el talento de Ben Marcus. Ben Marcus existe, sí, y escribió un libro titulado Notable American Woman que fascinó hasta tal punto al soberbio narrador de Magistral que lo convenció de que lo suyo no era para tanto. Y, veamos, ¿quién es el narrador de Magistral? El narrador de Magistral es también el autor de Magistral, o, mejor, es el propio Magistral, el libro, que no tiene manos y las echa de menos, que ni siquiera tiene boca, así que no puede estar hablando, aunque cree que lo está haciendo y eso, quizá, le ponga triste, o le enfade o le asuste. ¿No se asustaría cualquiera al comprobar, un día, que no es más que un libro?

«Es una novela torrencial, para leer en voz alta, como Menos joven. Pero no tenía por qué llegar tan pronto. De hecho, después de Menos joven quise probar a escribir una novela convencional, una novela con estructura y personajes y todo eso porque temía que se me encasillara en la vanguardia, que se me etiquetara como experimental. Pero digamos que no soy un escritor disciplinado, que, cuando siento que está viniendo, me preparo y escribo, y que Magistral apareció y tuve que escribirla», cuenta Rubén, Rubén Martín Giráldez, el autor, que nada tiene que ver con el narrador de la novela, o un poco. «He metido ahí todos mis prejuicios, lo que he pensado alguna vez, lo que pienso de verdad, y cosas que, mientras escribía, me susurraba: ‘Esto no lo digas, no, ni se te ocurra’». Pero ¿es Magistral una novela, una novela en forma de libelo? «Magistral es la respuesta afirmativa a tres preguntas: 1) ¿Puede un discurso ser una novela?; 2) ¿Puede la recomendación de un libro ser una novela?; y 3) ¿Puede una poética ser una novela?», contesta. Y, también: «Magistral es una novela contra el elitismo, es una novela exigente, pero porque el narrador es un narrador soberbio, pero el humor desactiva la pedantería y la solemnidad. Si no te crees más listo que el lector no hay forma de que puedas resultar pedante». Al principio, Magistral iba a llamarse Menosprecio de corte. Luego iba a llamarse Hurra, porque «siempre me fascinó aquella expresión de Céline, la de la máquina de hurras», confiesa. Finalmente, se tituló Regüeldo y, en algún momento, se convirtió en Magistral. La novela es un ataque frontal («La auténtica literatura, o lo que es lo mismo: la literatura no española, no avisa de cuáles son sus planes») pero también es un juego (el narrador tiende al lector la contracubierta del libro que está leyendo, el libro de su admirado Ben Marcus, y lo hace literalmente, y eso, sí, es posible) que, por momentos, se vuelve inquietante. «Al final, quería que tuviera algo de novela de terror», dice. Y lo tiene. Al final, el libro, de repente, empieza a darte órdenes. «Después de todo», dice Rubén, «no soy más que un entertainner».

ENLACE al artículo

 

Rubén Martín Giráldez

Entrevista a Rubén Martín Giráldez por Iletrado pero cuerdo


Rubén Martín Giráldez

Iletrado pero cuerdo entrevista a Rubén Martín Giráldez a propósito de la publicación de Magistral:

Una danza de la muerte bufa. Charlando con Rubén Martín Giráldez

«Puede que en vuestros libros haya espacio y pastitas para todos, pero aquí no.»

Rubén Martín Giráldez, Magistral.

Permítanme, para empezar, que me autocite. En junio de 2013 escribí lo siguiente: «Les ruego encarecidamente que dejen a un lado cualquier idea preconcebida. No sean escrupulosos ni alcen la bandera del convencionalismo literario porque se llevarían un tremendo chasco si decidieran leer Menos joven, obra de Rubén Martín Giráldez. Les ruego encarecidamente que la lean, eso sí. Se reirán y comprenderán que la vida es mejor si cuenta con una pizca de enloquecimiento verbal, si gozamos de las artes y las letras como meros instrumentos del placer, tanto visuales como sentimentales, si jugamos con el lenguaje y rompemos de tanto en cuanto los guiones establecidos y nos saltamos alguna que otra norma sin sentido aparente». La lectura de esta obra publicada por Jekyll & Jill me reconfortó tremendamente, pues encontré en ella algunos de los ingredientes básicos de mi mundo (irreal): humor, sarcasmo e ironía, el absurdo. Pero no se confundan, no todo en ella era divertimento, si bien la prosa de Martín Giráldez destila gracia y salero. Háganme caso, léanla y sabrán a qué me refiero.

En el mundo hay demasiadas palabras, y también demasiada estupidez, y me da a mí que este autor que sabe lo que son las «jitanjáforas» (discúlpenme, pero servidor no alcanza tal nivel de sapiencia y necesitó consultarlo con la almohada, con el farmacéutico de guardia y finalmente con el diccionario) se ha dado cuenta. Dicho esto, si ya les rogué en 2013 que leyeran Menos joven, permítanme que insista, permítanse algo exótico en 2016, permítanse profundizar en un episodio genial de esa larga querella que existe entre la tradición y la invención, entre el orden y la aventura, entre el aburrimiento y… el ay!

Magistral es un ejercicio fascinante sobre cómo sabotear el lenguaje, con sus motivos bien argumentados y sus reflexiones. El protagonista de esta novela destruye, maldice, rompe, separa, ¡ilumina! Rubén Martín Giráldez se preocupa por la bienintencionada experimentación del lenguaje, por sus posibilidades (que son infinitas, pues nosotros lo creamos y podemos hacerlo y deshacerlo a nuestro antojo) y por todos los que vivimos en un mundo que según Robert Coover está en venta o en préstamo y que es objeto de risa en su totalidad. Y es que no podemos obviar el hecho de que somos palabra, mal que nos pese.

Inconformista, reveladora, atrevida, arriesgada, necesaria (por qué no decirlo), dificultosa, a ratos incomprensible… Si algo debo (debemos) aplaudir y respetar aquí es la ambición de un autor que se preocupa por el estado de la literatura y todo cuanto la impregna, la esclaviza o la emancipa. En términos pugilísticos diríase que Martín Giráldez ha lanzado un directo de izquierda acompañado de un crochet para intentar noquear a lectores, autores, editores, críticos y reseñistas, y creo que lo ha conseguido (con creces), y yo que me alegro, oigan. Pero como lo interesante es saber qué tiene que decir(nos) este hombre que me ha prometido —¿lo hizo?— hacerse una foto montando una clara a punto de nieve, mejor lean esta entrevista que se ha ido gestando a ratitos entre misiones sinpañales y despertares de monstruíllo. Ah, y no quisiera dejar pasar por alto el hecho de que son Jekyll & Jill los que publican esta nueva locura ingeniosa de Rubén, benditos sean.


magistral-ruben-martin-giraldez-1Pregunta: Corrígeme si me equivoco. Magistral es una confesión o más bien una declaración sobre cómo ves todo lo que rodea a la literatura española actual.

Rubén Martín Giráldez: Bueno, si digo que es una confesión desactivo toda la novela, porque entonces ya podemos tildarla de generalizadora, exagerada o voluntariamente rocambolesca como si tuviese que responder a una realidad argumentable. Es una sátira de los actos de habla, de los actos de escritura y de los actos sociales, y pretende dar sopas envenenadas con honda a escritores y lectores, pero no es un estado de la cuestión, es más una suma de todos los prejuicios justificados e injustificados implacables de los que he hecho acopio durante años o de los que sorprendo en otras personas.

P: Pero…

R. M. G.: Pero, por no escaquearme, también puedo decirte que sí, que el punto de partida es la intención de levantar acta de TODO cuando es evidente que no lo conozco todo. La única manera de explorar eso con pretensiones totalizadoras es mediante la comedia: pensando y obrando a la vez de una manera y de la opuesta a esa manera. Creyendo firmemente que SÍ y firmemente que NO. Un hipócrita drogado con suero de la verdad y más Trajano que Bifronte.

P: Si en Menos joven, tu anterior novela, abogabas por destruir los ídolos, aquí haces lo propio, entre comillas, con la literatura española, que defines como sumisa, carente de talento (a la hora de imaginar). Llegas a afirmar que «el escritor que piense que no se puede hacer nada nuevo, que no nos haga leer nada suyo». ¿Cuál sería el escritor ideal de Rubén Martín Giráldez, la literatura idónea?

R. M. G.: Bueno, yo proponía sostener una charla con tus ídolos, no destruirlos, pero a Bogdano, el protagonista, la cosa se le iba un poco de las manos.

Responder qué literatura debe hacerse y qué literatura no es fácil: literatura buena sí y literatura mala no. No es verdad que tenga que haber de todo, porque no hay tiempo para todo y entonces, necesariamente, existe la posibilidad de que una persona dedique toda su vida a cosas malas. Y sería una pena. Así que intentemos reducir al mínimo lo que no tiene valor. Y ahí entramos en una cuestión de gustos y de juicios donde la verdad es la de cada uno. Hay una pulsión infantil que no quiero explorar demasiado para que no se me estropee, y es la de desear (inevitable y tiránicamente) que mi ideal de idoneidad sea el de todos y que sea yo quien dé con la clave para convertirme así en el Bien Común Denominador. Son fantasías de grandeza que funcionan como combustible, que tampoco se me alarme nadie: mientras no sea el mejor (ser el peor no entra en mis planes, siento la inmodestia, pero tampoco vamos a jugar a eso) todavía hay posibilidad de ser el mejor.

P: En Magistral tratas algo que suele pasar totalmente desapercibido como es el ‘estilo’. De hecho, escribes: «Que la vehemencia somete a cualquiera que ande buscando estilo es cosa que no debería sorprender a nadie». En este sentido, la sensación que obtengo es que crees que en España pocos se atreven a traspasar los límites del lenguaje, a romper cualquier barrera («El castellano es hoy un idioma monigotado»). Ves el castellano como una lengua hermética, encerrada en sí misma, poco dada a experimentar. ¿No es así?

R. M. G.: La tesis de Magistral es que el idioma español es inservible. Mi opinión, en cambio, es que el castellano, reanimado, es de una exuberancia tremenda. Evidentemente, hay unos cuantos escritores y escritoras en español con voluntad de estilo a los que eso, el estilo, no les parece una tara ni una impostura, sino que lo tratan como uno de los elementos que genera el contenido y a veces hasta el tema de sus libros, pero es más abundante una literatura aquejada de rechazo frontal al estilo (que sólo me parece interesante si es una opción estilística; en caso contrario, es estéril, como la pose antiintelectualista que tras más de treinta años de moda ha dejado de ser pose y ¿ahora qué?: ahora ya podemos decir orgullosamente que somos imbéciles), de miedo y cautela (la cautela no está mal, no exageremos) y de una devoción injustificada y cómica por lo correcto; no hablo de lo correcto políticamente (que también, claro) sino de lo correcto de las formas, ideas de armonía, sobriedad, elegancia, representación, lirismo, tabuización del humor…, que a mí se me hacen muy cuesta arriba. Claro: esa es mi opinión, soy el primero que entiende que Magistral a muchos se les va a atragantar para toda la vida, y vanagloriarse de eso sería de gilipollas.

P: Y de ahí que te sirvas de Ben Marcus y de la “Boca Norteamericana”, para dar a entender eso de que: «Este idioma está maldito, este idioma está débil, este idioma está difícil. Este idioma nuestro tiene lo que se merece: nada y gente sin ambición. Manantiales de falta de ambición. Aquí paz y después pereza».

R. M. G.: Es la voz de un rey-bufón que juega a insultar, así que es extremista para todo; una voz no tan previsible como pueda parecer en un primer momento, porque no viene del rencor, porque jamás ha tenido que adular ni ha conocido otra cosa que la grandeza. Un jefe de bufones sin más perspectiva que la extensión que abarca su dominio. Hay que ponerlo en ese contexto, me parece, aunque lo voy descubriendo a medida que hablo contigo.

También parece que identifica plenamente ambición con forma, no me había fijado hasta ahora. Es una simplificación perversa. Pero, en cualquier caso, detrás de todo eso que cuento no hay desgarro, sino júbilo ante el convencimiento absoluto de que las posibilidades del lenguaje están a mi alcance o lo estarán. Es una danza de la muerte, pero una danza de la muerte bufa que se ríe de quienes aseguran que algo se muere en la literatura este año o el año pasado. Está claro que no. Hay que ser compasivos con esa gente porque, en mi opinión, es su manera de pedir ayuda: son ellos quienes se están muriendo, ya sea escribiendo mal, escribiendo con elegancia lírica, correcta y comedida o escribiendo que esto se acaba. O leyendo, que no sé qué es peor. Dejad que se suban los primeros a los botes ...seguir leyendo

 

Entrevista a Rubén Martín Giráldez, en Psychonauts



 

http://psychonauts.es/ruben-martin-giraldez/

 

 

“Quiero escribir novelas cada vez más potentes hasta que se me pele la lengua y me falle”

Son tiempos de un comedimiento implacable, uniforme, asumido hasta un punto que pocos son los escritores que rabian, que dejan la casa patas arriba, resistiéndose a caer en el pozo del llamado “democratismo cultural”, ese “todo vale lo mismo” aplicado al mundo del arte, que no es otra cosa que un generador atroz de mediocridad. En ese sentido, creemos firmemente que Rubén Martín Giráldez pertenece a esa minoría que toma al lenguaje por los cuernos, que no se molesta en desquebrajar ciertos tópicos y en cuidar conscientemente, como un bonsai, otros tantos. Quizá porque sabe bien que todo esto no es más que una broma divertida, un juego donde el talento y la picardía, están a la orden del día. O quizá sea también por su clarísima conciencia, reafirmada en su primera novela: Menos Joven: “Todo este lenguaje se va cayendo. Todo este lenguaje se está cayendo.”

Leer más AQUÍ

 

«Menos joven» de Rubén Martín Giráldez en Alphalire, Festival du Premier Roman de Chambéry


 «La cabalgata de Bogdano viene a plantear el problema de la filiación y de la influencia de los «padres ajenos» en la formación del espíritu. Pero la conclusión es que cada uno es hijo de si mismo: «No hay excusa: a partir de los trece, la educación es la que uno se ha dado, y no tiene sentido justificarse devanando los nombres y oficios y bibliotecas de su ascendencia familiar» (p 71).

La lectura de «Menos joven» no es fácil, pero si uno se agarra (a la crin del caballo de Bogdano, por supuesto) se da cuenta de que ese OLNI (objeto literario no identificado) no es un juego hermético para intelectuales desconectados de la realidad sino un intento muy serio de reflexionar sobre los valores que arrastra nuestra cultura occidental. Lleno de referencias eruditas, de hallazgos semánticos, pero también de humorismo, alusiones y gracias, esta novela nos invita a distanciamos de nuestras costumbres mentales. Un libro saludable.»

Jean Pierre le sam reseña la novela Menos joven de Rubén Martín Giráldez en la página de Alphalire, Festival du Premier Roman de Chambéry (Francia).

LEER aquí

Menos joven de Rubén Martín Giráldez en Universo La Maga

 

Reseña de la novela Menos joven, de Rubén Martín Giráldez, en Órbita Cultural de Universo La Maga, por Viridiana.

«Bogdano sabe que su padre ya no es capaz de distinguir entre trabajo y realidad. Es algo que le preocupa. Lo que está haciendo ahora Bogdano es ensillar su cabeza. Su propia cabeza.
Comienza así Menos joven, la nueva novela de Rubén Martín Giráldez, un libro desconcertante que roza la crueldad. Nos presenta un programa radiofónico, El peinado de Calígula, que está dedicado al público infantil. Su concursante, Bogdano, montado en su caballo, deberá ir eliminando a sus ídolos: «irá descargando golpes sobre sus héroes tal cual se los cruza».
Veremos caer a Weininger, Giraudoux, el Marqués, y a muchos más mientras nos habla de la educación híbrida y de los consoladores de juguete; eso sí, a los padres no se los caza, eso lo sabe hasta el más bestia de los emperadores. También nos explica que la vida del hombre consiste en que durante los primeros ocho o nueve años intentará  atrapar al padre para poder mantener con él una conversación imposible y para después reelaborar la infancia.»

 

Jekyll & Jill en El Asombrario & Co.



«El tema de la identidad… La rapidez con la que la realidad está cambiando nos está cambiando también a los seres humanos. Por ello, creemos que los lectores se siente atraídos por personajes que están en transición, en crisis (sin connotación negativa), en desarrollo… En general, a nosotros en nuestra editorial nos gustan los monstruos, ya que nos fuerzan a mirar en el espejo. Los genios también nos permiten soñar lo que podemos llegar a ser, pero los monstruos cuestionan más directamente lo que somos».

Jekyll & Jill en El Asombrario & Co., por Sardiflor.

LEER aquí

Reseña de Menos Joven en Culturamas


Menos joven Rubén Martín GiráldezFrancisco Estévez reseña Menos joven, de Rubén Martín Giráldez, en Culturamas
«Menos joven es atrevida y sugerente, rica en matices y reflexiones. A pesar de ello o, por encima de ello, admite una lectura ligera, pero no de corriente divertimento. Sin embargo, a este libro, al objeto material digo, le sucede lo que en él se narra. Recordemos la enseñanza de Juan Ramón Jiménez por la cual un mismo texto en distintas ediciones dice cosas distintas. El material físico de este libro se convierte simbólicamente en su propio contenido gracias graicas la secreta portada que esconde, El peinado de Calígula, con tipografías de una prestigiosa editorial francesa. Y el lector, convertido ya en Bogdano, habrá de averiguar dónde reside el arte, si en la supuesta contracubierta o en el contenido del texto. Por ello debemos resaltar la esmerada edición de Jekyll & Jill, ya elegante marca de la casa editorial. Concita el aplauso por la coherencia en los detalles técnicos del libro que potencian más allá de las letras su propio contenido. Aunque el juego de tipografías que simula subrayados y glosas a lápiz en los márgenes es de sobra conocido aquí adquiere especial relevancia y sentido.La historia ha sido contada por los clásicos y se seguirá contando… Pero la exquisita sensación de novedad introducida por Rubén Martín Giráldez delata una voz atrevida, genuina y con lecturas bien asimiladas. En fin, una golosina.»

LEA la reseña completa AQUÍ
menos joven

Menos Joven de Rubén Martín Giráldez en Babelia



Mnos joven de Rubén Martín Giráldez en Babelia, El País

Reseña de Lluís Satorras de la novela Menos joven de Rubén Martín Giráldez, en el suplemento cultural Babelia del diario El País.

mj1

¿De qué se ocupa en primer lugar este inclasificable libro de Rubén Martín (Cerdanyola del Vallés, Barcelona, 1979)? Pues de un niño al que su progenitor da lo que llama una “educación híbrida» con el mismo ardor apostólico con que Avito Carrascal alecciona a su hijo para llegar a la excelencia en la unamuniana Amor y Pedagogía. El objetivo es evitarle la nociva influencia de loa grandes modelos literarios. De los grandes autores solo conoce el nombre, pues lee obras de segundo orden, pero con las cubiertas de autores de prestigio. Así ha leído la obra de Pearl S. Buck (lectura ya infrecuente, como advierte el propio narrador) tapada por las cubiertas de las obras de Hölderlin. Como consecuencia, no resulta extraño que Menos joven (que no es, desde luego, una novela al uso) sea el titulo de la sobrecubierta, pero debajo esconda unan tapas y unos créditos que identifican falsamente el libro como una novela (“roman” dice la engañosa portada) traducida del francés. El peinado de Calígula y su estética responde a las características de la editorial francesa Gallimard. Los juegos lingüísticos, las referencias literarias, la indefinición genérica, la tendencia a la disertación son rasgos predominantes. No hay propiamente una historia que narrar aunque sí asistmj2imos a algunos esfuerzos del protagonista por rectificar sus conocimientos literarios, aunque el único narrador, un locutor algo enloquecido, los sigue con gran escepticismo («aprehender las Obras Magnificas, el Esplendor de nada»). Quizá así el niño dejara de creer que Laurence Sterne es una mujer. Desde luego, el autor demuestra un buen conocimiento de las cuestiones literarias, habilidad discursiva y cualidades artisticas, mas el libro no pasa de ser una curiosidad. un ejercicio con fragmentos jocosos. importante, eso sí, por lo que apunta para el futuro de su autor.