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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Entrevista a Julio Fuertes Tarín en La Marina Plaza



Marianne López Griñón entrevista a Julio Fuertes Tarín, autor de Fábula de Isidoro, en La Marina Plaza.

Viaje al universo polifacético del escritor Julio Fuertes Tarín

Julio desarrolla software, escribe libros, traduce novelas y toca en un grupo. Pero algo que no dice por ahí es que me debe un café desde hace más de un año y medio.

De hecho, he empezado a idear una teoría sobre sus excusas de agenda y caos. Se remonta a 560 días atrás, Julio se levantó en medio la madrugada y preparó una cafetera. Mientras la cafetera suspiraba sobre el fogón, Julio que no Agosto se puso a imitarla primero como un ejemplar de “Cracticus mentalis”, un ave de Papúa Nueva Guinea; y después cuando se inició la supuración por el pistilo metálico, Julio apretó sus dientes y, golpeando con la lengua en el paladar, gritó al modo de locomotora: “chucu chucu chu”.

Acto seguido, se sirvió en una taza desportillada cual mosaico de cerámica y pegamento. A continuación, durante sus pensamientos de ducha y champú, consideró que necesitaba un plan B en caso de sequedad literaria. Este consiste en entregarme esa mísera de taza a la hora de la merienda y que yo germine un psicoanálisis sobre la cristalización del grano como si de una clarividente se tratase, mientras él anota mis observaciones para plagiar mi discurso en una novela. Pero, como podéis comprobar en esta entrevista, el café todavía no se ha evaporado.

– Si tuvieras que elegir un libro para definir tu biografía, ¿cuál sería?

-Sin ninguna duda sería Lírica española de tipo popular, de Margit Frenk (Cátedra, 1977).

– ¿Qué tiene de especial Valencia para ti?

-Dos cosas: una, el precio medio de los alquileres y de la jarra de cerveza. La otra, sin la cual no puedo vivir, es una escultura de hierro obra de Miquel Navarro, cuyo nombre es La Fuente Pública, aunque todo el mundo la conoce como ‘La Pantera Rosa’. Mide veintidós metros de alto y está en la calle Filipinas. De ella se ha dicho que “conmocionó a la sociedad valenciana” y cosas así.

– ¿Qué significó para ti ganar el premio Jóvenes Talentos Booket con tu relato Una deslumbrante muestra de esplendor heterogéneo?

-Seis mil euros. Me compré una Fender Telecaster que me ha acompañado hasta hoy y espero que siga en algún rincón de mi casa cuando yo muera. El resto lo gasté en frivolidades. También me aconsejaron que escribiera una novela sobre vampiros para publicarla en Booket, a lo que me negué tajantemente. Así me va.

– El humor es un elemento esencial en tu novela “Fábula de Isidoro”, en la edición infantil, ¿has considerado renombrarte como “Julio Fuertes Tararín” u otros retoques más desenfadados?

-No, pero la propuesta es hilarante. ¡Lo estudiaré!

– Siguiendo con esa misma novela, ¿por qué elegiste como ilustradora a Irina Vólkowa?

-Debo reconocer que es un seudónimo para el propio Víctor Gomollón, editor de Jekyll&Jill, ilustrador, tenista y, en fin, prohombre de genio y gran variedad de talentos. Me enseñó las ilustraciones y en ese instante prendió la llama del amor.

– ¿Cuál te parece qué es la palabra más bonita en castellano?

Raudo me gusta mucho porque parece una palabra elevada y con clase, cuando en realidad es como decir ‘abogao’. La relación entre rápido y raudo me gusta mucho. Rápido es un cultismo que algún monje llevó en brazos durante siglos, calco del latín rapidus, y en raudo conviven el relax articulatorio con la sensación de estar uno hablando muy bien. Parsimonioso, choripán e hipálage tampoco están tan mal.

– Como desarrollador de software ¿qué opinión tienes sobre los editores de texto?

Son gente que respeto porque son apasionados y, siguiendo la teoría general de la estupidez humana (y sus tipologías: inteligentes, incautos, malvados y estúpidos) de Carlo Maria Cipolla, caen del lado de los incautos. Los malvados obtienen ganancia a través de las pérdidas de otros, los estúpidos pierden y hacen perder a los demás, los inteligentes obtienen ganancia propia y hacen ganar a los demás. Los incautos pierden y proporcionan ganancia a los demás. Los editores son incautos, ¡y felices! Es el oficio que más respeto.

– ¿Cuáles han sido tus desafíos como traductor?

-Seguramente encontrar la manera de adaptar mi vigorexia estilística a textos cuya voluntad de estilo era cercana a cero.

– En tu banda Johnny B. Zero, tú te encargas del sintetizador. ¿Por qué te decantaste por ese instrumento?

-Johnny B. Zero es una dictadura benévola y el sintetizador me fue encomendado. Los motivos parecen ser que soy una persona que “resuelve problemas muy rápido” y tengo “buenas ideas”, además de que un bajista en un sentido más tradicional hacía que la banda pareciera más convencional de lo que en realidad es. La verdad es que me siento cómodo con un instrumento que es básicamente una máquina de vehicular ideas, donde no tengo tanta relación con el fresno, el aliso, o el calibre de las cuerdas sino que tengo que pensar rápido y obrar justa y rectamente al servicio de mis queridos compañeros.

– Finalmente ¿crees que terminarás tus días como el protagonista de “Un viejo que leía novelas de amor” de Luis Sepúlveda?

-Es muy probable que acabe mis días enfrentándome a un gran felino, rodando por la maleza y quizá tosiendo algo de sangre. Todos mis esfuerzos hasta ahora van dirigidos al cumplimiento de ese objetivo, pero nunca sabe uno cuándo le caerá una maceta en la cabeza, frustrando estas pretensiones tan épicas y tan tontas.

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín en Cultur Plaza

Eduardo Almiñana reseña Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en CulturPlaza (Valencia Plaza):

Que alguien le dé un premio a ‘Fábula de Isidoro’ de Julio Fuertes Tarín

Cosa bárbara esta historia que vulnera las leyes literarias de la continuidad y la coherencia con la intención de contar una historia donde lo básico y lo complejo caminan de la mano hacia el fin del mundo

11/06/2018 – VALÈNCIA. Por qué esta la historia del niño Wynston de Chile, de Colombia, de Perú, no había aparecido antes por aquí es todo un misterio, o no: hay libros que caen en las grietas que se abren entre un libro y el siguiente, entre un libro empezado y una obligación, entre dos obligaciones, entre acabar unas páginas para un artículo y un fin de semana de merecido asueto mental acompañado de la destrucción de un número razonable de neuronas y sinapsis -no hay problema hasta cierto punto gracias a esa capacidad del cerebro para restablecer vías a la que llaman plasticidad-, entre que llega el sobre, lo abres y llega otro y otro más. La cuestión es que el niño Wynston, el niño aficionado Wynston, trasunto del Oliver japonés que corría con el balón en los pies por las calles animadas de la ciudad de Nankatsu en la prefectura de Shizuoka, el niño Wynston que por encima de todo quiere conocer el resultado de un penalti a lo panenka tirado por Messi el “fenomenal pillastre” Messi para Julio Fuertes Tarín, pechofrío para muchos frustrados espectadores albicelestes de eventos mundiales pasados, ha demostrado tener una capacidad especial para aguardar el momento apropiado en el que dejarse caer de la estantería directamente hasta unos ojos y de ahí convertido en interpretación muy subjetiva hasta la pantalla en la que ahora se manifiesta.

Pero las cosas pasan como pasan, y no de cualquier otra manera. El caso es que Fábula de Isidoro, del autor al que hemos mencionado en negrita unas líneas atrás, ha caído por aquí ahora, y no hace dos años, cuando la editorial Jekyll&Jill la publicó. Mejor o peor, más oportuno o menos, tanto da, porque la historia, como suele ocurrir con las historias que se imprimen, se ha mantenido fiel a los hechos que contaba en dos mil dieciséis, de tal manera que podemos disfrutarla por primera vez ahora, o por segunda o incluso más si se quiere sin perjuicio alguno; puede que hasta haya mejorado con los años la historia del niño Wynston y el diablo Isidoro, Isidoro “el de colérico temperamento”, Isidoro “el de las manos largas”, Isidoro “el de la pupila conjetural y avisada”, que así se refiere a él Fuertes el de todas las letras, Fuertes maestro de ditirambos, Fuertes apelativus rex. La fábula del autor de Cheste es cosa mayor, o como diría el presidente extinto, dicho de otro modo: no es cosa menor. En ella lo que sucede tiene valor, pero mucho más valor tiene cómo se nos cuenta lo que sucede. Fuertes muestra rápido casi todas las cartas: enseguida sabemos que nos dirigimos hacia un Día de los Hechos de tintes apocalípticos, no en vano todo arranca con un presidente, precisamente, que martirio y redención pirolítica mediante, despeja el camino a un viaje iniciático del pequeño Wynston, cuyo descenso a los infiernos desemboca en los vomitorios del Bernabéu.

El humor es una de las claves de esta fábula que solo alecciona en materia de cómo escribir bien: el humor marca el camino y decide el destino del comando deadpooliano que se cisca en los protocolos literarios episodio sí episodio también: “¡La continuidad y la coherencia son dioses menores y no hay que presentarles la mínima ofrenda!”, exclama Isidoro tras aparecer como si nada tras haber sido cosido a balazos sobre una embarcación que ya la querría Caronte para sus paseos aquerontianos o estigios en barca y haber caído al río Guadalquivir. Isidoro es una fuente constante de sabiduría. Dice Isidoro: “Ahora calla. Debemos bajar a los jardines y llamar a Gazel, el moro, que nos ofrecerá generosamente una divisa especial con la que pagaremos al Alférez. ¿Y sabes por qué lo hará, joven Wynston? -el niño calla-. Lo hará porque me debe favores, porque fue tentado como tú y obró con la misma sensatez que tú. Nuestras almas son un valor de cambio y sobre este mercadeo fundamos una fecunda sociedad: así se impulsa el progreso del hombre a velocidades apabullantes”. En verdad es demoníaco Isidoro en el sentido de que su conocimiento profundo de la naturaleza humana solo puede proceder del rey de los engaños, a veces, la más honesta de todas las voces.

Hablando de voces: qué gran acierto de Fuertes el introducir múltiples perspectivas sobre los mismos hechos, de este truco se sirve con gran talento para decir todo lo que le apetece y mucho más en pocas páginas -ojo, las justas, las necesarias, una más o una menos desequilibrarían la solución-. En una cita al inicio el libro, en la voz cursiva de Manolo, en una nota al pie, en un epílogo, en un apéndice teatral: cosa bárbara. Aquí no hay distancia que valga: el libro es Julio Fuertes Tarín a coro, aunque una obra coral, que se dice mucho ahora, no es. En Fábula de Isidoro habla sobre todo Isidoro: el resto de su caravana de malditos escucha, aprende, y con suerte, dice algo, más o menos coherente -pero ya hemos visto que la coherencia es un duende molesto y doméstico del que más vale librarse a veces en aras de un proyecto de interés. Llamar “observación” a la fórmula Alá es grande es de interés. Recurrir dos o tres veces al adjetivo “fenomenal” es de interés -si la memoria no falla también recurría a fenomenal el autor Mr. Perfumme en más de una ocasión en sus historias-, acudir a la muerte del genial astrónomo danés Tycho Brahe por culpa de una uremia provocada por un exceso de etiqueta como ruego para recibir permiso para ir al baño en clase es de interés, “una especie de gemido con la letra ‘u’, gemido grave, adulto y sindical, como de hincha del Atlético de Madrid” es de interés, decir que el sueño de alguien es “llegar a ser un futbolista de los que parecen algo inteligentes, es decir uno de esos jugadores de fútbol profesional que poseen uno o más títulos universitarios, que no destacan excesivamente en el campo pero compensan su falta de brillo genial con una sorprendente soltura en las ruedas de prensa, rara avis: el centrocampista defensivo con estudios superiores” es de interés.

Todo es de interés en el libro de Julio Fuertes Tarín, sin lugar a dudas lo son la edición y sus sorpresas artesanales, las ilustraciones de Irina Vólkova para Fábula de Isidoro resumida para niños que se encuentra al final de los últimos apéndices que van desadaptándonos paso a paso de la lectura como se desengancha un morfinómano de su adicción. Por eso, y por todo lo que las enmiendas a la santa continuidad nos permiten no decir, que alguien le dé un premio a este libro para que no pueda volver a esconderse nunca más.

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Julio Fontán Jr. reseña Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín



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Julio Fontán Jr. dedica una excelente reseña a Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en Goodreads:

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín
«Como un chamán, Julio Fuertes grita, danza y patalea alrededor de una hoguera contándote esta historia histérica, caótica y autoconsciente, cogiéndote a menudo del pelo gritándote, como si fuera el propio Isidoro, «¡¿Lo pillas?! ¡Escucha esto, joder, es importante!», y, mientras lo escuchas, hace aspavientos mostrándote el panorama. Te enseña las ruinas de la humanidad y te explica cómo la nueva humanidad se construye sobre esas mismas ruinas. Te enseña dónde has crecido para explicarte por qué morirás.
La fábula es totalmente autoconsciente, pero no metanarrativa, lo cual era difícil de evitar al depender tanto de que el lector entre en el juego de su falta de lógica interna (la cual constituye, a su manera, su propia lógica interna (planes dentro de planes dentro de planes)), porque la posibilidad de evidenciar una serie de reglas para que fueran asumidas desde un principio estaba ahi, pero Fuertes pasa del camino fácil.
Rodeado de esos personajes excesivos y maniacos, liderados por el maravilloso Isidoro, un Max Estrella mefistofélico (¿veis cómo aquí yo sí he tirado por el camino fácil?), el lector se engancha al cinturón de Wynston para vivir esa odisea enloquecida por las calles de ESPAÑA (las mayúsculas son necesarias: ESPAÑA es la fábula y la fábula es ESPAÑA), por donde todas las posibles agarraderas le son negadas. O entras o sales, pero no hagas tapón. Y es una gozada dejarse llevar por esos ríos mientras la fábula te señala con dedo acusador las ruedas de molino con las que comulgas a diario, mucho mas difíciles de digerir (y con más gluten) que las hostias que te da la misma novela. Te coge del pelo y te grita: «¡¿PERO TÚ SABES QUIÉN ES TU PADRE?!», pero nunca te lo dice. Porque tampoco tiene ninguna intención. A la fábula se viene a jugar. Y joder, amigo, qué juego.»

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Entrevista a Julio Fuertes Tarín en Canal Extremadura Radio



Entrevista a Julio Fuertes Tarín (Fábula de Isidoro) en Canal Extremadura Radio. El tiempo del CELARD

Julio Fuerte Tarín no sólo escribe, también ilustra y toca la guitarra en un grupo entre otraJulio Fuertes Tarins muchas cosas, pero ha pasado por el tiempo del CELARD para hablarnos de su peculiar forma de escribir, reflejada en La fábula de Isidoro, su última obra, que hemos comentado con Miguel Angel Carmona.

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Cuestionario básico a Julio Fuertes Tarín-Fábula de Isidoro



Julio Fuertes Tarin

Julio Fuertes Tarín responde al cuestionario básico de Miguel Sanfeliu en su blog Cierta Distancia

1.- ¿Por qué escribes?
Con la literatura y con la música intento que toda mi actividad y mi vida orbiten en torno a un conjunto de aptitudes y habilidades que cualquier persona hoy en día reconocería como “poco serias”, “poco productivas” o directamente “una pérdida de tiempo”.

2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a la hora de escribir?
Creo que mi gran tara es la sonoridad. No creo en una obra que no se pueda disfrutar desde todos los planos, incluido el de la peripecia. Pero sería incapaz de entregar algo que no tuviera sonido. El ideal al que tiendo es una charla entre Camilo José Cela y Diego de San Pedro en un after de ambiente.

3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Principalmente el Espíritu Santo, entendido como el principio que fundamenta las sociedades, la comunidad de los creyentes, lo sagrado de la convivencia: A cualquiera que diga alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no le será perdonado ni en esta época ni en la venidera (Mateo 12:32). Creo que es un follón considerable. También hablo de mi familia y de mis amigos, y a veces de seres de otras dimensiones y de drogas.

4.- ¿Algún  principio o consejo que tengas muy presente a la hora de escribir?
Intento desoír todos los decálogos que conozco porque la recepción siempre resulta ser mucho más divertida y airada.

5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo tienen todo planificado desde el principio?
Normalmente, si no sé a dónde voy no me interesa mucho sentarme a escribir. Estar atento solamente al sonido de mi propia voz me parece una horrorosa modalidad de masturbación.

6.- ¿Cuáles son tusFábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín autores o libros de cabecera?
Mrs. Caldwell habla con su hijo, Fábula de Polifemo y Galatea, Pantagruel, Cómo escribir un cuento policíaco de G. K. Chesterton, George Lucas en general, Neon Genesis Evangelion, Boquitas pintadas, Teoría King Kong, La Batracomiomaquia. Me parecen hitos cuya fuerza gravitacional desvía inevitablemente la trayectoria textual con la que uno fantasea en su pobre cabeza.

7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Lo último que he publicado es una novela breve para Jekyll&Jill, Fábula de Isidoro, y pido prestadas las palabras de Alejandro Hermosilla, que la reseñó en el Coloquio de los perros: “Fábula de Isidoro es un grotesco relato de castizo punk. Un ácrata basta ya contra el franquismo y el autoritarismo que persisten como muros infranqueables en esa España del siglo XXI que, a ojos de Tarín, no es muy distinta de la del XVIII o la del XIX. Es una farsa sin fin que merece por tanto ser dinamitada literariamente (o vitalmente). Tal vez esté delirando. Algo que desde luego no me preocupa mucho cuando me introduzco en una obra de arte. Todo lo contrario. Lo considero necesario. O más bien, inevitable. Pero creo que Fábula de Isidoro, en realidad, es uno de los primeros eructos o cortes de manga surgidos en la narrativa española como consecuencia no tanto del 15-M sino de la total demolición de sus aspiraciones.”

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en Barcelona Review



Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínAdrián Bernal dedica una excelente reseña a Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en Barcelona Review:

Ojo, spoiler. En la página 41 de Fábula de Isidoro unos tipos queman vivo al presidente del gobierno de España. Es más: le torturan, le prenden fuego y lo transmiten todo en directo por televisión. Wynston Sandoval, aka Wynston Cardona, aka Wynston Solorzano —un niño a veces chileno, a veces colombiano, a veces peruano, según los desvaríos de un narrador poco interesado en los detalles, sus dudosas fuentes y las aportaciones alucinadas de los propios personajes—, el protagonista, o casi, de la novela, contempla atónito la pantalla. Sin embargo, su estupefacción no se debe a la violencia que está presenciando; los terroristas, con su performance, han interrumpido la emisión del Madrid-Barça en el preciso momento en el que Messi tiraba un penalti a lo Panenka. «Este Presidente será rápidamente sustituido por otro», piensa Wynston, para quien lo prioritario es averiguar el resultado del partido. Así que decide lanzarse a las calles de una capital tomada por el ejército en una odisea a medio camino entre El mago de Oz y Apocalypse Now, y cuyo destino es el estadio Santiago Bernabéu (sic).
Con este asombroso punto de partida podría uno plantearse, ¿es Fábula de Isidoro una ácida crítica de los mass media? ¿Una sátira sobre el poder y la política? Quizás. Algo hay aquí del primer capítulo de Black Mirror, si la banda sonora del primer capítulo de Black Mirror fuera un chotis y el chotis lo interpretaran músicos puestos hasta las cejas de LSD. Pero en realidad no importa, ya en el comienzo del libro nos avisa el autor de que no habrá moraleja en esta historia, de que va a dinamitar cada puente y cada pregunta. Julio Fuertes Tarín (Valencia, 1989) sigue aquella máxima de la secta de Los Asesinos: «Nada es verdad, todo está permitido». Especialmente, si de literatura hablamos.
Porque, de hecho, el otro protagonista, o casi, de la novela es la literatura, encarnada en la figura de Isidoro, «el único que vive su vida como un relato»: una versión lumpen de Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont; un Maldoror de extrarradio que ejerce a la vez de profeta y anticristo, y que encuentra en Sandoval-Cardona-Solorzano a su particular apóstol. Juntos, como don Quijote y Sancho Panza, recorren una ciudad lisérgica que es Madrid y es Valencia y es Sevilla —«la continuidad y la coherencia son dioses menores»—, un espacio que solo es inteligible a través de la literatura o, mejor dicho, un lugar donde la literatura es la realidad. Isidoro, al igual que Lautréamont, todo lo entiende y todo lo explica desde aquí, citándose a sí mismo y citando a otros: de las Cartas marruecas de José Cadalso al «Tanguillo de la Guapa de Cádiz» de Lola Flores.
Y es que el estado de excepción —ese «bellísimo paisaje»— que se declara en el libro tras el magnicidio no afecta únicamente a la trama. Si en la ficción son las fuerzas armadas las que muestran que, bajo la máscara, el verdadero rostro del poder es la violencia, en Fábula de Isidoro Fuertes Tarín pone también en tela de juicio cualquier clase de autoridad narrativa. No obstante, mientras el objetivo de los militares es restablecer cuanto antes el statu quo, el del escritor parece ser justo el opuesto: poner patas arriba toda convención, literaria o no; crear un tiempo fuera del tiempo ordinario, una parodia delirante de la literatura y de la vida.
Este estado de sitio no es otra cosa, entonces, que un carnaval, en el sentido que Mijail Bajtin daba a la obra de Rabelais: la novela como expresión de la cultura popular —en este caso, por ejemplo, el fútbol, las drogas, el lenguaje soez—, como juego polifónico, exageradamente grotesco, hostil al orden y que subvierte espontáneamente el discurso del poder. Y el escritor como intérprete, advirtiéndonos al final del libro de que el juego, tarde o temprano, termina y los participantes regresan a la casilla de salida: «La escritura puede cambiar el mundo (sobre todo la notarial)». Pero no hay que olvidar que lo importante no sucede después del juego, después del carnaval, después de la novela, sino durante; y afortunadamente, parafraseando a Bajtin y a Celia Cruz, la literatura, y la vida, son siempre un carnaval.

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Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín en Specimens



Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en la lista de recomendaciones de la revista internacional de narrativa iberoamericana Specimens.

«La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:

este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.

Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz. (Jekyll & Jill)»

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en GentNormal

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínLluc Gallifa reseña Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en el magazine GentNormal:

La Fábula de Isidoro és una gamberrada, sí, però gens gratuïta. L’argument és aquest: en Wynston, un nen d’uns tretze anys, està molt excitat perquè el capità de l’equip de futbol de l’escola li ha promès que, si encerta la travessa del Barça-Madrid d’aquest vespre, podrà jugar com a titular al partit de demà. Imagineu-vos, doncs, la tensió amb la que viu el noiet els últims segons del partit, quan Messi xuta el gol que marcarà la diferència, la pilota vola en direcció a la porteria i… PAM!, de cop es talla l’emissió i apareix a la pantalla el President del govern lligat de mans i peus per uns terroristes. Aquests decideixen cremar-lo en vivo y en directo; tot un espectacle. En Wynston, insatisfet davant la tallada de rotllo, decideix arribar fins al Bernabéu per descobrir com ha acabat la cosa, travessant tota una ciutat que, a partir d’ara, quedarà sota estat d’excepció, infestada de tancs, soldats i gent molt sonada. De camí, es toparà amb l’Isidoro, un paio estrany que està rallat perquè s’ha perdut l’execució del president i, per compensar-ho, decideix sortit al carrer per viure de primera mà tota la violència que s’hi anirà desencadenant. L’Isidoro es convertirà així en el guia que acompanyarà en Wynston fins l’estadi de futbol. Sens dubte, és un viatge iniciàtic en tota regla.
El cas és que m’ha sorprès molt gratament el llibre perquè per damunt d’aquesta aparença d’absurditat total hi floten unes qüestions que trobo molt interessants. Per exemple, les poques llums d’en Wynson i la seva obsessió amb el futbol. Penseu-hi; serà testimoni de escenes macabres, coneixerà personatges decadents, viurà situacions extremes i, en definitiva, tot un ambient apocalíptic que serveix per suggerir que la societat està fotuda, fotudíssima vaja, i res, ell vinga a pensar en el partit.
Deia abans que el llibre es presenta com un viatge iniciàtic. De fet, ja sabeu que tota faula pretén proporcionar una ensenyança més o menys moral però, ja ho veieu, al final resulta que el protagonista no n’ha après res de tot plegat, o no ha volgut entendre res. O potser és que no l’ha sorprès res? Potser està tan acostumat a veure tanta violència per la televisió que arriba un moment en que un ja està curat d’espants. Estan cremant el President de veritat o és tot un muntatge, una pel·lícula? Bé, en qualsevol cas, és igual que sigui cert, en uns dies serà substituït per un altre President. Aquest és el pensament d’en Wynston. Sens dubte, la falta de moral o la deshumanització és un del punts claus de la novel·la, perquè a l’altre extrem de la indiferència d’en Wynston hi trobem l’exaltació violenta de l’Isidoro i els seus constants cants a la destrucció. Per un costat, la terrible normalitat i acceptació davant l’horror, per l’altre, la morbositat que genera.
Tot això es realça amb una narració que sovint m’ha recordat al món dels videojocs (una espècie de GTA fet llibre?): hi trobem un llistat dels perills i enemics que han hagut de superar durant la travessia, un inventari dels objectes que porta en Wynson a les butxaques, alguna missió que complir per passar a la següent pantalla. El resultat és una realitat cada cop més diluïda, més distant, però alhora més caricaturitzada. A l’interior del llibre s’hi inclouen un parell d’il·lustracions precioses del propi autor, una de la quals sembla simbolitzar en Wynston: un noiet vestit amb uniforme de futbolista, amb cap de xai, perseguint una pilota. Ell és així, res més. Aquest llibre és una sàtira social, no en tingueu dubte.
Us deixo amb un paràgraf que em sembla francament brillant, amb el qual vaig estar rient una bona estona. Crec, a més, que representa clarament quina es l’essència d’aquest llibre, amb les seves subtils ganivetades a una societat que es creu molt cultai que sovint aquesta mateixa cultura l’encega. Us poso en situació: estem en una universitat, enmig d’una classe i de cop irromp a l’aula una tia amb explosius fent un atac terrorista i cridant que la democràcia va matar a Sòcrates. Després de tota la moguda, la professora (que ha sobreviscut) pretén tranquil·litzar als pocs alumnes que queden fent el següent discurset:

«PROFESORA ERUNDINA: Alumnos míos, carne de mi académica carne, dientes insustituibles de este vulnerado engranaje: lo que hoy hemos vivido nos demuestra [irreproducible] quedamos presos del horror, pero a pesar de todo [ininteligible] trabajo en equipo, sobre todo esfuerzo; [inaudible] democracia. Esta Universidad [ininteligible] medios a vuestra disposición, [irreproducible], compañerismo para alcanzar nuestras metas y no permitamos nunca [inaudible]. Muchas gracias por prestarme atención en este momento crucial de nuestras vidas. ¿Dudas, preguntas, objeciones? Id a casa ahora; tranquilizaos, abrazad a vuestros familiares, tumbaos en el sofá y bebed, os lo ruego, mucha agua. Os hará bien.

Erundina arranca un breve pero sólido aplauso del alumnado.»
Tu, però al final encerta la travessa o no?

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en El Coloquio de los perros



Alejandro Hermosilla dedica una reseña a Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en El coloquio de los perros).

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Lo que más me gusta de la Fábula de Isidoro de Fuertes Tarín es su actitud. Su visceralidad a medio camino de la anarquía y la rebeldía adolescente. Su necesidad y ansia de corromper, demoler. Como ponen de manifiesto esa prosa cruda llena de vaivenes semejantes a navajazos lingüísticos o esas frases aceleradas que en realidad, son violentos puñetazos a las tripas del lenguaje, así como al orden establecido. Cuchilladas en el vientre de la narrativa española contemporánea y su sociedad. De hecho, no veo el relato tanto como una narración sino más bien como un ladrido. Los berridos de varios perros hartos de sus amos, los collares y la comida procesada que ingieren diariamente. Lo que provoca, obviamente, que Fábula de Isidoro no sea un texto perfecto. Sea orgullosamente irregular. Exactitud que, por otro lado, no creo que pretenda, pues su apuesta se basa más bien en la destrucción, la corrosión, esto es, la sinceridad y rabia de su grito. Un grito parecido a una sardónica canción de Extremoduro mezclada con los delirios oníricos de Lautréamont. O a un crudo relato urbano con ecos del lenguaje carnavalesco barroco. Un riff de La Polla Records viajando a través de los intersticios literarios hispanos de este y otros siglos.
Siento dos fuerzas chocando y peleándose en el relato de Tarín. Una primera que, más allá de su carácter gamberro, intenta dotar a la obra de cierto aliento mágico, sobrenatural y onírico capaz en cierto modo de trascender y elevarse (aunque sea de forma canalla) sobre aquello que narra. Para lo que se ayuda tanto de la palabra fábula en el título, la maravillosa portada (del propio Tarín) o el ingenioso trabajo editorial de Jekyll & Jill, cómplice en todo momento con las ideas del autor como de ciertos guiños a la novela picaresca e incluso, sí, a los textos satíricos del Siglo de Oro o el romanticismo español. Y otra segunda (realmente mucho más fuerte), tan destructiva como desacomplejada. Un sarpullido de nihilismo barrial empeñado en que los escasos ecos sobrenaturales y morales que la primera fuerza invoca, besen el polvo. No se eleven más que unos pocos centímetros de la tierra como en cierto modo exige una narración cainita y sanguinaria que, en este sentido, me recuerda (sobre todo, en el espíritu) al Polispuercon del gran Héctor A. Murena. Un Lautréamont despojado de toda marcialidad y trascendencia, centrado más en los rugidos de los intestinos que en los truenos o las maldiciones celestes. Atento más a los insultos y escupitajos, los recorridos por los barrios y las cárceles, y a la sangre y al semen circulando por las venas y los testículos, que al propio desafío de los inconformes contra Dios, las leyes y el estado. Es decir, más interesado por lo físico que por lo metafísico. Por la violencia que por las consecuencias de esa misma violencia. Por palpar los trajes de las brujas que aparecen en los cuadros de Goya (y si es posible meterles mano) o pegarse una comilona entre malandrines, que por extraer una lectura profunda y global de la hechicería o la picaresca. Algo lógico, porque Fábula de Isidoro es un grotesco relato de castizo punk. Un ácrata basta ya contra el franquismo y el autoritarismo que persisten como muros infranqueables en esa España del siglo XXI que, a ojos de Tarín, no es muy distinta de la del XVIII o la del XIX. Es una farsa sin fin que merece por tanto ser dinamitada literariamente (o vitalmente).

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en Ni un día sin libro



Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínEl blog literario Ni un día sin libro reseña Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín:

Continuando con el descubrimiento de la editorial Jekyll&Jill (ya os hablamos del magnífico Magistral) hoy os traemos uno de esos libros que dejan una huella única, libros de autores que se niegan a ser clasificados, que conciben sus obras como piezas únicas, numeradas, de coleccionista. Así es Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín.
La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño: este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.
Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz.
Que conste en acta, he leído el libro dos veces. Porque necesitaba revivir las sensaciones que la primera lectura me dejó y para corroborar que estaba ante un libro sobre el que se va a hablar mucho.
Con un inicio demoledor, la historia de Wynston, un niño con problemas e ilusiones de niño, se encuentra en el camino a Isidoro, una suerte de monstruo de fábula que guía al niño hacia sus anhelos, o al menos eso parece.
La historia es magnética y turbadora. En ella el primer plano de realidad (primera parte de la obra) se ve superado por una particular road movie en la que Wynston e Isidoro comparten ticket de viaje.
Y en medio de todo (o para ser más preciso, por encima de todo), el relato de Manolo, el narrador de la historia, intermediario cuya subjetividad lo relativiza todo. Me encantan estos narradores inventados que los escritores utilizan a modo de máscaras. Marionetas creativas que hacen que la ficción sea más ficción y que no ficción admita múltiples variables narrativas.

El autor, Julio Fuertes Tarín13776046_10153980042978138_7095581738912972412_n
Ha sido un placer leer esta Fábula de Isidoro, literatura inconformista e incómoda, que explora nuevas técnicas y formatos narrativos que muchas veces, más que transgresores, son simplemente innovadores.
Quería destacar de forma muy especial la edición de Jekyll&Jill. Simplemente IMPRESIONANTE. Si hubiera podido habría levantado el teléfono para felicitarles, eso es editar con pasión y con calidad. Las ilustraciones son increíbles, perfectas acompañantes del relato, la maquetación digna de ser mostrada como ejemplo a otros editores. Y para finalizar, una sorpresa, un librito al final del libro, La fábula de Isidoro resumida a los niños, una versión resumida del libro siguiente presuntamente el formato infantil habitual. No os creáis nada, en esta versión del libro grande los niños sois vosotros.

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en El mar de tinta



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Mar López reseña Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín, en El mar de tinta:

Jekyll & Jill apuesta esta temporada por Julio Fuertes Tarín (Cheste, 1989), estudiante de filología cuyos textos ya han visto la luz en algunas publicacione. También ha realizado un diseño de cubierta para la editorial La Bella Varsovia, y forma parte del grupo musical Johnny B. Zero. Esta es su primera novela, y todas las ilustraciones que encontramos en ella son de su autoría.

La trama se sitúa en la actualidad y recoge una serie de acontecimientos de terrorismo político que bien podrían suceder el día más inesperado. Una de las novedades que encontramos aquí, es la constatación de la falta de moral o el desapego hacia todo lo que no ataña al individuo, es decir: transmite la deshumanización que cada vez se hace más patente en la sociedad, demasiado acostumbrada a disociar una realidad donde la pantalla hace de escudo protector, imposibilitando cualquier atisbo de empatía hacia lo que sucede al otro lado.

Lo que nos traen las nuevas generacionesFábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro es una novela irreverente y transgresora, un ejercicio literario que se esfuerza en huir de las categorizaciones. Leerlo es una experiencia similar a ver uno de esos extraños capítulos de la serie Black Mirror, de hecho, la trama contiene elementos que también están en “El himno nacional”, el primer capítulo de la serie de televisión.

Con fragmentos que van variando entre la realidad y un escenario onírico paralelo (cuya distinción queda a juicio del lector), Julio Fuertes Tarín nos sitúa en un momento histórico para España, al que asistimos a través de la mirada de un niño llamado Wynston Sandoval. Cuando Wynston vuelve del colegio, merienda y ve la televisión, la transmisión se interrumpe en todas las cadenas para dar lugar a la proyección en directo de la tortura del Presidente del Gobierno (con detalles que también nos recuerdan a “V de Vendetta”, de Alan Moore).

Es una novela corta en la que conseguir el estupor del lector prima por encima de crear un resultado tradicional o una obra entrañable. Tampoco se busca el lucimiento del autor, lo que precisamente se transmite entre líneas es una excusa tan buena como cualquier otra para disfrutar escribiendo: da la impresión de que Julio Fuertes se ha divertido creando aquello que le apetecía hacer, sin más pretensiones.

Una huida de lo tradicional

Se trata de un escritor con cierta experiencia literaria y formación filológica, que ha optado por la irreverencia como camino para transmitir la historia que quería contarnos. Encontramos también algunos fragmentos remarcables diseminados por el texto, y un puñado de frases repletas de pequeños destellos literarios.

—¿Qué es esto que noto en tu entrepierna?, ¿es quizá un tomo de poesías completas o, por azar, se te ha puesto contento el pantalón al saberte primero perseguido y más tarde derrotado por tan bello efebo?, ¿es acaso un tomo de poesías completas de bolsillo con un minucioso estudio introductorio que prolonga su vida a lo largo del texto mediante notas aclaratorias al pie?, ¿o para mayor oprobio y vergüenza tuya se trata de un libro de tapa igualmente blanda pero con voluntad didáctica y escolar que reúne al final del libro una serie de ejercicios para los jóvenes alumnos de un instituto cualquiera?, ¡calla!, ¡calla!, ¡no respondas y respira conmigo los gases purpúreos de la elucubración!

La edición, a cargo de Jekyll & Jill, es como siempre muy artesana. En esta ocasión, han ideado una curiosa forma de incluir las ilustraciones, que encontramos en algunas páginas en blanco, recortadas y pegadas por su parte superior, como si fueran cromos o fotografías de un álbum. También encontramos una sorpresa final, un pequeñísimo libreto con la “Fábula de Isidoro” resumida a los niños, un ejercicio final de atrevimiento literario que igualmente incluye unas minúsculas ilustraciones recortadas y pegadas en los lugares en blanco destinados para ellas.

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Julio Fuertes Tarín

Entrevista a Julio Fuertes Tarín



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Isabel del Río entrevista a Julio Fuertes Tarín con motivo de la publicación de su novela Fábula de Isidoro

 

BREVE BIO

Premio Jóvenes Talentos Booket con el relato Una deslumbrante muestra de esplendor heterogéneo, vuelto a publicar en la antología de jóvenes narradores Bajo Treinta (Salto de Página, 2013, selección a cargo de Juan Gómez Bárcena). Ha publicado relatos en las antologías La vida es un bar. Cuentos de noche. Malasaña (Amargord, 2011), Black Pulp Box (Aristas Martínez, 2012) o en revistas digitales como Playground, Kamchatka (esta última perteneciente a la Universidad de Valencia) o la revista Quimera.

Ha traducido, entre otras cosas, las novelas Richard Yates de Tao Lin (Alpha Decay, 2011), Robar en American Apparel de Tao Lin (Alpha Decay, 2012) y La dieta de los no hola de Sam Pink (Alpha Decay, 2013).

Link a la reseña de Fábula de Isidoro:

http://laodiseadelcuentista.blogspot.com.es/2016/07/resena-de-fabula-de-isidoro-de-julio.html

ENTREVISTA

IDR. ¿Cuáles fueron tus inicios en el mundo de los libros y quién te empujó a él?

JFT. Gocé del privilegio de nacer en una casa llena de libros y al lado de una madre empeñada en hacer de mí un lector, lo cual supone más de la mitad del trabajo. Mi padre siempre reivindicó la escritura frente a los futuros suculentos que yo, a los once o doce años, iba proponiendo para mí: notario, físico nuclear y más cosas. Creo que sus palabras fueron “no te dediques a apretar tornillos”.

IDR. ¿Cuál es el primer libro que recuerdas que te marcara especialmente?

JFT. Me cuesta mucho encontrar un recuerdo en ese magma de Barco de Vapor, fantasía épica y novelas de Terry Pratchett. Un primer libro apabullante fue sin duda Romancero gitano de Lorca, que andaba rodando siempre por casa y que me parecía un maravilloso volumen de conjuros, es decir, lo mismo que me parece hoy.

IDR. ¿Qué te consideras antes: lector o escritor?

JFT. Debe de haber doscientos aforismos sobre el modo en que el escritor es a la vez el primer lector de su obra o acerca de ese lector ideal que hay que fabricar para escribirle a él una novelita. Luego están los que dicen que uno escribe la novela que quisiera leer, es decir, que uno fabrica un autor a su propia medida. Creo que, como en cualquier acto comunicativo, uno es a la vez emisor y receptor. En todo caso, me da mucha tiricia llamarme a mí mismo escritor porque ni vivo de esto ni mi obituario saldría en los suplementos culturales. La gente se podría confundir.

IDR. Fábula de Isidoro es una novela compleja, incluso bizarra y violenta, que remueve cimientos e invita a segundas lecturas. ¿Cómo está reaccionando el público?

JFT. Se tiende a tomar al lector por medio tonto: “esta novela no es para el lector medio” es un ejemplo de las barbaridades que se pueden decir a la ligera. Pero muchas de las personas que me han hecho comentarios sobre la Fábula (sobre todo los lectores más jóvenes y desprejuiciados) tenían una idea bastante clara de los mecanismos que estaban actuando en la novela: personajes que cambian de nombre, espacios inconcretos en su concreción; también la sensación fabulesca, en la medida en que casi todos los elementos de la novela tienen más de estructura y de carácter que de simulación psicológica o de gran engranaje narrativo, aunque sean versiones muy tergiversadas y esperpénticas de los procedimientos de la fábula. Estos lectores no solo han reconocido muchos de los fundamentos del texto sino que se han echado unas buenas risas con él, lo cual parece un síntoma muy positivo.

IDR. En la novela atacas al lector con múltiples tabús, en un ambiente apocalíptico y onírico que no permite réplica, sin saber muy bien qué es más condenable o si, en realidad, existe el bien y el mal. ¿Qué tratabas de provocar?

JFT. Últimamente digo que la Fábula es una novela social, aunque en el texto no me da la gana acudir a palabras como “bipartidismo” o “desahucio”. Si el que escribe no está comprometido con la escritura, difícilmente podrá estar comprometido con cualquier otra causa. Una novela que hable de política en sentido profundo no puede dejar de cuestionar moralmente incluso al autor, lo cual es difícilmente compatible con según qué registros que me parecen llenos de vanidad y que se deben más a tendencias periodísticas que al diálogo con la tradición y al cuestionamiento de la misma.

IDR. Fábula de Isidoro es una obra dura y oscura, incluso morbosa, ¿cómo haces para que tus historias no te afecten?

JFT. Creo que casi cualquier persona sensible y despierta que viva en nuestra sociedad está tan jodida que este texto es incapaz de levantarle una ceja. Es así en mi caso: si pienso en Isidoro pienso en sufrimiento más bien diluido, convertido en entretenimiento para el lector, pero no en el Horror Verdadero. Estoy seguro de que en España afecta más a la materia del alma ser autónomo, parado o guitarrista que escribir una cosa como la Fábula.

IDR. Si tuvieras que resumir la moraleja de la novela, ¿cuál sería?

JFT. Creo que si pudiera hacer eso no habría escrito la novela y habría escrito un párrafo en Facebook. Una parte importante de la intención del texto es desactivar cualquier posibilidad de moraleja veloz o satisfactoria. En este sentido, cuando hablé del texto con los editores insistí en que se trataba de un texto insatisfactorio y tirando a incómodo. Me parece la actitud más responsable teniendo en cuenta que cualquier persona lee diariamente en las redes sociales unas doscientas opiniones más rígidas que las tablas de Moisés.

IDR. ¿Por qué estos personajes? ¿Cómo fue la creación de Isidoro, Wynston, el Alférez y los demás?

JFT. Pensaba en personajes cuestionables y que no fueran de fiar. Los hay totalmente carentes de interés, como Wynston, pero también los hay sofisticados, construidos a partir de referencias culturales y de gestos, como Isidoro o el Alférez, inscritos en una misma especie de jerarquía celestial o demoníaca. Tienen que ver tanto con pinturas de arcángeles arcabuceros como con la monja guerrera y travesti Catalina de Erauso.

IDR. La locura es parte del ambiente y de todos los personajes. Todos sufren su propio mal y egoísmo, todos cometen faltas, pero ¿cuál sería para ti el peor de todos?

JFT. No lo sé, intento tratar a todos con cierto cariño, aunque se puede apreciar en el texto que no tengo mucho amor para el mundo académico. Isidoro también es bastante mal tipo, la verdad.

IDR. ¿Crees que hay solución? ¿O estamos condenados al fracaso y la estupidez como en Fábula de Isidoro?

JFT. Creo que esta novela se parece más a la fotografía fantástica de un momento concreto y lamentable. Tampoco creo que estemos peor que nunca, tampoco, mirando los porcentajes de alfabetización y de escolaridad. No tengo una gran opinión del siglo XXI, pero sí tengo una opinión fuerte acerca de quienes querrían haber nacido en el siglo XIX. En fin: quizá dentro de dos o tres mil años podamos celebrar alguna cosa.

IDR. ¿Cuál crees que es el papel del escritor en la sociedad actual?

JFT. Escribir lo mejor posible, que ya es bastante.

IDR. ¿Cuál es tu método? ¿En qué te inspiras? ¿Qué haces antes de ponerte a escribir?

JFT. No soy excesivamente metódico, pero la acción y la expectativa son muy importantes para mí, así que cada vez que planteo una narración termino haciendo esquemas llenos de flechas y líneas de tiempo por todas partes. Si no hago eso soy incapaz de recuperar esa sensación de linealidad con la que en principio va a experimentarse el texto una vez acabado. En Cómo se pinta un dragón, José Ángel Valente habla de la gestación en el Tao y de que la edad se cuenta allí a partir de la concepción, no del alumbramiento. Luego cita a Carlos Drumond de Andrade: “vive con tus poemas antes de escribirlos”; yo intento hacer eso, es decir, pienso mucho antes de escribir y no me siento hasta que no tengo un párrafo cerrado.

IDR. ¿Algún proyecto del que pueda hablarnos?Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

JFT. Una novela en la que no todos los personajes son despreciables. Me cuesta muchísimo terminar un texto, así que no tiene mucho sentido hablar de esto ahora: nos vemos en un par de años o así.

IDR. ¿Qué es lo que te atrae de una historia y qué te hace abandonarla?

JFT. Hay un comentario de Umbral acerca de Cela en el que dice algo parecido a lo siguiente: en una novela, lo que no es escritura tampoco es nada. En general me molesta ver una prosa prevista y endeudada hasta las cejas. Creo que la palabra, la acción y la expectativa son tres unidades básicas, llenas de resonancias y connotaciones, y con ellas habría que establecer un combate honesto y hasta las últimas consecuencias (que tampoco serían muy graves, teniendo en cuenta que la escritura es una actividad por lo general sedentaria y tranquila).

IDR. ¿Qué le recomendarías a un autor novel que busque editorial para su manuscrito?

JFT. Que envíe correos en los que el peso de su propuesta recaiga exclusivamente sobre el manuscrito y no en notas introductorias llenas de fantasía y humor. Que no envíe poesía a editoriales que no publican poesía.

IDR. ¿Qué estás leyendo ahora?

JFT. Un ciclo de textos de Cela titulado A la pata de palo, que era de mi padre y viene con unas ilustraciones muy inquietantes; un regalo fantástico llamado Critical Theory Today de Lois Tyson y Coño potens de Diana J. Torres. Un buen potaje.

IDR. ¿Nos recomiendas algún título?

JFT. Cualquier cosa que tenga carácter. Cárcel de amor de Diego de San Pedro es como una película de Tim Burton escrita en un castellano tremendo y cósmico. Ágape se paga, de William Gaddis, está llena de dolor de glándula pineal. El cuento de Onetti Bienvenido Bob, dentro del cual es imposible fiarse de nadie.

Isabel del Río – Julio 2016

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Rubén Martín Giráldez

Una carta urgente a mis editores, de Rubén Martín Giráldez


Rubén Martín GiráldezUna carta urgente a mis editores, de Rubén Martín Giráldez, publicada en la revista SPECIMENS

 

Querido Julio, tu manuscrito acaba de leérseme de arriba abajo y de darme la vuelta como a un pulpo. Y lo menos que puedo decir es:

Queridos Jekyll & Jill,

¿Qué tendría que hacer para convenceros de que le echaseis un ojo anormalmente

abierto a esta novelita de Julio Fuertes Tarín? Después de leerla me han saltado todas las alarmas y lo veo prácticamente un caso de impepinabile emergencia. Esto os va a gustar. Prometo. Apagadme las alarmas, echadme abajo la luz eléctrica. Sólo tiene una pega, pero el autor se revela tan atinado que la pega no es tal: tiene 70 paginitas de Word. No le sobra ni le falta una palabra. Es probable que este hombre sea el único autor vivo con el que me gustaría ir de la mano (no es que Chefjec fuese mal compañero de catálogo). Y veréis por qué. No sé si él estará de acuerdo, pero mi sensación es que escribimos cierta cosa hermana.

Como sé que andáis justos de tiempo y agradeceréis un resumen y la explicación de mi avidez, despeinado y urgencia, os soltaré en andanada mis impresiones sobre Isidoro, con algún extracto y no poca destrucción del intríngulis. Así que, editores, si uno u otro puede dedicarle un par de horas y leer lo mismo el cabo que el rabo, sáltese lo que viene a continuación y lea sólo la conclusión deste correo, que (ya lo adelanto) dice así: «¡Abrazos, amigos!».

Os lo publirreportajo:

Coincido con Fuertes Tarín en la necesidad de escribir canti, nadie nos lo quite de la sesera; sabemos que vamos a ser pocos y bien avenidos. Pero. En este caso, protagoniza el canto un niño de trece años, Wynston Sandoval, natural de Chile «aunque vive en Madrid y eso es todo lo que hay que saber por ahora». Ente medio paria, medio tonto, medio genérico y medio nada. Hay en Isidoro narrador, narrador infidente y narrador interpuesto y todos los narradores que hagan falta. El grano se mezcla con la aporía en los preliminares, la presentación del niño, su circunstancia, la premisa de una apuesta o de una promesa que se cumplirá dependiendo del resultado del encuentro deportivo que se celebra esa tarde. El narrador desvía un ya de por sí dedo torcido para engañar la peste a boca del idioma y progresa por las horas de ese día que, nos informa, es el Día de los Hechos. Y ya no calla, tanta voz, si no dice esto dice aquello otro, pero todo son razones para quedarse pelando cruentamente una ávida y desavisada pava narrada. La Voz primera, la de Manolo y la de los presagios y señales del Día. El narrador-Manolo queda para mero (pero mero no es malo, mero es…, ya lo veréis) apostillador calomelánico y cede mucha parte del discurso al narrador profeta:

«Leonardo Fresnedoso morirá en las próximas cuarenta y ocho horas pero eso él no lo puede saber, ahora mismo solo puede hacer fuerza e intentar compatibilizar la genialidad de su mente con el grumo y la urea, hacer de todo ese pastel el más leve de los contratiempos de la Humanidad.»

Un aire ferdydurkiano en el repaso de los alumnos y personajes varios que configuran (ahí es nada) el escenario. Y, como una señal para iniciados, aparece también Tyco Brahe, figurón que no deja de sideraros a los Jekyll ni a mí, quién sabe por qué; al poco, finta también como puede la bilis de nectarina el mismísimo Nicolás de Cusa. En pocas frases, en párrafos sólidos.

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Comienza una debacle con estribillo. El estribillo revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Lautréamont mechada con el speech de un locutor deportivo. Los Cantos, todo el tiempo misal pánico. El personaje Isidoro resulta ser una célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante; despierta hoy aún no sabemos para qué, para disfrutar (por lo visto y de momento) del espectáculo de las horas que preceden al Día:

«Quiere correr (y le enfurece no poder hacerlo) hasta los cadáveres y observarlos detenidamente, quizá besarlos, bailar sobre ellos la danza apocalíptica que imagina para esta singular ruptura del séptimo sello, el mutismo de los dioses.»

Se encuentran el astrado dandy y Wynston, que para eso nos lo ha presentado antes. Isidoro le da al niño un tripi que comienza a hacer efecto de inmediato y que apadrina su carácter esa noche. El niño y el mesías villano han deambulado durante media novela por las calles de Madrid, pero ahora el territorio se funde disimuladamente con la ciudad de Valencia.

 «[…] de momento, antes de marchar hacia el Bernabéu para satisfacer tu desordenado apetito de narrativa épica, debo encontrar a unos amigos que nos acompañarán en este viaje.»

Me las prometo felices, prometéoslas también vosotros, Jekylles, porque no es para menos. Las cosas comienzan a salirse de madre, Isidoro va revelando su naturaleza y mediante una invocación de lectura obligatoria (p. 39 del manuscrito) y origen genial hace llegarse por allí al moro Gazel y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz. Van a reunirse con el cuarto agregado a la comitiva: el Alférez, una mujer de tetas bélicas (el nombre de Catalina de Erauso está escrito en los legajos de alguna de esas estancias); una mujer, arca de mucho mal y de mucho bien, como dice el refrán.

«—¡Alférez, busco justicia!

—Buscas diversión, Isidoro, porque tú no sabes lo que es la justicia.»

Llegan pasajes demoníacos que me encantan, y nos hacemos vecinos y luego amigos, y claro, ¿cómo no compartirlos con vosotros?:

«El oscuro personaje va escribiendo a mano alzada sobre los papeles en blanco que ha conseguido en casa del Alférez, y para ello no necesita detenerse en ningún momento, ¡tal es su destreza! El niño, diligente sin motivo, le ayuda a echar esos mismos papeles en algunos buzones (estos buzones están muy lejos entre sí, de modo que la tarea de entregar todos los papeles manuscritos les lleva un par de horas).»

El papelito en cuestión convoca a doce catedráticos a Mascarada y Orgía en el Palacio del Marqués de Dos Aguas, residencia del Alférez. Y aquí se le hace sitio a la exquisita pregunta de Isidoro, tanto más desternillante por cuanto está puesta en boca de un demoño:

«¿Cuál es tu opinión acerca de España en la actualidad?»

Los 10 cuerpos de los orgiastas reposan en la orilla del Turia y sirven para ensamblar una embarcación, ya se verá mediante qué lógico procedimiento de Lego cárnico. En ella se bambolean, primero todos los protagonistas y luego sólo uno, bogando hacia el desenlace de la novela.

«¡Oh Isidoro, el de la pupila conjetural y avisada!, que vino a la Tierra a señalar no sé qué estructuras que operan sobre los hombres mientras los hombres seguían hacia delante en su inútil carrera, que no pudo llamar su atención ni con fuego ni con sangre, opina Manolo, ¡oh, Isidoro, el que se dedicó a matar y a ver matar, el que hizo del exceso su […] “me cago en Dios”, dice Licinia echando un poco de Guadalquivir por las fosas nasales.»

¡Leedla, mis editores, por cuarto y mitad de Dios! Os adjunto dos veces el pdf para que nadie se pelee y porque adjuntar sólo una vez algo que me parece tan tonante me da no sé qué.

¡Abrazos, amigos!

 

miércoles 13 de enero de 2015

Tu lectura es precisa y profunda, Rubén. Tú sabes, ¡tú y Thomas Mann! sabéis que el autor de canti se caracteriza precisamente por encontrar en la escritura una penosa dificultad. Escileando y caribdeando te escribo ahora, con la impresión de que tu lectura del texto y tus observaciones no dejan espacio para nada más, lo que no deja de ser la más feliz de las circunstancias para mí, que también te considero hermano: creo que compartimos una cierta idea de la literatura. La que a mí me interesa tiene que ser de ideas, sí, y de figuras, tiene que partir de una escritura orgullosa y con carácter, que no sea ajena a la materialidad de las palabras. «Lo que no es escritura tampoco es nada», te repito como si se nos ocurriera corear el himno de un equipo de fútbol. En cuanto a las ideas, y entro aquí a comentar las imágenes y tu duda sobre Wynston, una de ellas representa al cordero de Dios vestido de Lionel Messi, corriendo detrás del balón con los zapatos rojos y sosteniendo en la mano la carta de Le Mat del Tarot de Jodorowski, el loco, el bufón. Esta imagen tiene que ver principalmente con Wynston. La otra imagen que te mandé es uno de los muchos y ebúrneos diablos que pueden verse en la fachada del palacio del Marqués de Dos Aguas. Lleva las alas y el arma de los arcángeles arcabuceros que aparecieron pintados en el Virreinato del Perú. Esta imagen tiene que ver sobre todo con Isidoro. Respecto a lo demás, en fin, cuando digo que la literatura ha de ser de ideas me refiero a que es interesante funcionar con figuras eternas y universales aunque se las arrastre y se las oculte y se las vista de Kim Basinger. El hecho de que el joven Wynston no tenga nacionalidad ni apellido apunta, quiero creer, a que es un niño que funciona simplemente como figura de fábula universal, es el desgraciao total y ejemplar, un niño muy extranjero, medio tonto y más bien poco interesante. Lo mismo sucede con los escenarios. Esto de las figuras mudables, además, me parece que también produce que el texto revista una fachada de volubilidad y de capricho que personalmente me vuelve a poner en contacto con Rabelais o Lautréamont. O sea, matar tres pájaros de un tiro: divertirme, fabular y pagar mis deudas.

Sólo tengo una objeción: ¿no se escribe Tycho Brahe?

Julio


Rubén Martín Giráldez (España, 1979) nació en Cerdanyola del Vallès y es el autor de las novelas Menos joven (2013) y Magistral (2016), publicadas en Jekyll & Jill Editores, y de los ensayos burlescos «Siempre hay que volver a montar el caballo que casi te ha matado» (Thomas Pynchon, Editorial Base, 2016) y Thomas Pynchon: un escritor sin orificios (Alpha Decay, 2010), entre otros. Ha traducido a autores como Tom Robbins, Jack Green, Bruce Bégout, Blake Butler, Laird Barron, Leonard Gardner, Rudolph Wurlitzer, Jonathan Shaw o Morrissey. Sitio web: celinegrado.wordpress.com

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Julio Fuertes Tarín en Librotea El País

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínJulio Fuertes Tarín (‘Fábula de Isidoro’, Jekyll & Jill, 2016), en la lista de los diez autores noveles que hay que leer, en Librotea El País:

Noveles
Estantería de Alberto Olmos

«Publicados por primera o segunda vez en editoriales independientes y, más que pequeñas, en algunos casos, diminutas, los diez autores noveles que aquí recomiendo tienen, sobre todo, el proyecto de una voz, la ambición propia de la juventud y, por si fuera poco, una prosa ya madura e insolente. Novelas raras, líricas o violentas, también sociales; nombres que ahora suenan muy poco, pero que, a buen seguro, conquistarán las letras del futuro.»

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Tres recomendaciones en La odisea del cuentista



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Fábula de Isidoro, Maleza viva y Cosmotheoros, en la lista de recomendaciones para julio de La Odisea del Cuentista:

Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín (Jekyll & Jill) – Literario crítica/ficción social, +18-120

Maleza Viva, de Gemma Pellicer (Jekyll&Jill) – Antología de microrelatos y aforismos poéticos, +18-120

Cosmotheoros, de Christiaan Huygens (Jekyll&Jill) – Ensayo/Ciencia y Ciencia Ficción, +16-120

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en La Odisea del Cuentista



Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínIsabel del Río reseña Fábula de Isidoro en su blog La Odisea del Cuentista:

Crítica mordaz hacia una sociedad adormecida por sucedáneos y falsos dioses.

“¡Abrazo esta época y su tamaño descomunal e innoble! ¡Te abrazo también a ti, compañero de viaje! Eres la sustancia más dura sobre la Tierra, ¡más que el diamante! La condición mediocre es imperecedera, para lamento de los pobres y fungibles genios”.

Últimamente he comentado varias obras que se ensañan con el momento actual, con ese espíritu de la época del que hablaba Hegel, pero en un estado de descomposición tal que parece que los autores se revuelven en sus sillas escapando de los gusanos.

“Nuestras almas son un valor de cambio y sobre este mercadeo fundamos una fecunda sociedad: así se impulsa el progreso del hombre a velocidades apabullantes”.

Fábula de Isidoro inicia sus andanzas como una obra irónica en la que un niño con poca imaginación y preocupaciones mundanas se ve envuelto en el fin del mundo, el apocalipsis, o en un cambio de era; según el gusto del lector. Lógicamente, tanto el autor como su co-protagonista diabólico, Isidoro, no esperan que la humanidad se aperciba de tal cambio, pues supuestamente esta es una narración en pasado, a pesar de que se realice en presente, y nosotros viviríamos en un mundo paralelo o sucesor del que nos narran en la historia.

“Pero de momento, antes de marchar hacia el Bernabéu para satisfacer tu desordenado apetito de narrativa épica, debo encontrar a unos amigos que nos acompañarán en este viaje”.

La aventura de nuestro protagonista infantil, Wynston Sandoval, da el pistoletazo de salida cuando, a causa de un atentado televisado con pira política incluida, queda sin resolver cuál es el marcador final del partido entre el Barça y el Madrid de esa tarde. Es tal su preocupación que se lanza a las calles sin tener en cuenta la tirada del Tarot que horas antes le hiciera su madre, o la voz de la locutora que avisa del estado de excepción.

“Ven, ven, coge mi mano. Te acompañaré a cualquier lugar pero tú también tienes que ayudarme. ¿A qué sitio prefieres ir primero?”.

Nos encontramos en un Madrid onírico y terrible, sitiado por tanques y soldados, en el que un ser diabólico, Isidoro, y los de su especie, se sienten como en casa. Un mundo en el que se ve inmerso Wynton quien, como testigo y cómplice, sigue los pasos del co-protagonista de la historia y ve los horrores de los que es capaz, con muerte y sexo incluidos, aunque no en ese orden.

“Wynston piensa qué va a hacer sin Isidoro, el único que ha impuesto orden en esta correría idiota, el único que vive su vida como un relato y es capaz, por eso mismo, de detectar con precisión los signos que esparce el destino en su loca dádiva”.

La fábula termina tal cual comenzó, con un niño que parece no haber aprendido nada de su experiencia, con el Barça-Madrid como protagonista, y una deuda que le perseguirá de por vida.

“(…) el mundo soy yo y todos los hechos giran en torno a mí, justo sobre mis hombros”.

¿Vivimos en el infierno y estamos pagando por nuestra complacencia y borreguismo?

Como toda buena fábula, contiene un mensaje, un aprendizaje para el lector. “Nosotros callamos prudentemente cuando, casi sin darse la vuelta, nos dice eso de bueno, ¿y qué habéis aprendido de esta historia?”.

Mención especial a Jekyll & Jill, quiénes ya se han convertido en imprescindibles en mi librería y destacan no sólo por las historias que publican, sino por los detalles que convierten sus libros en obras de arte de bolsillo.

Recomendada a los inconformistas, a aquellos que no teman a la pluma afilada o a la crítica con-o-sinconstructivismo, a las palabras tal y como suenan y se dicen, a una imagen clara, violenta, dramática ya veces muy desagradable de la realidad.

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Fábula de Isidoro y Magistral en El Plural



Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínJosé Ángel Barrueco, en El Plural, destaca Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, y Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en su artículo Cuatro propuestas experimentales:

A Fábula de Isidoro, la primera novela de Julio Fuertes Tarín, quizá le haya perjudicado salir de imprenta al mismo tiempo que Magistral (ver el siguiente apartado), ya que el éxito de éste la ha eclipsado un poco. Pero los editores los han publicado a la vez y sus razones tendrán. Fuertes Tarín también rompe las reglas aquí, y parece guiarse por las sombras de Cela y de Rabelais. Al término de la narración de un único capítulo se incluye un capítulo XVI («De las costumbres y aptitudes de Isidoro»), un epílogo y el apartado Adenda I. Pero al lector le aguarda otra sorpresa: la inclusión de un cuento breve en extensión y diminuto en tamaño, pegado a la cubierta interior y titulado «La Fábula de Isidoro resumida a los niños», que viene estupendamente para los recovecos del argumento en el que a ratos uno se ha perdido, algo que se nos advierte al principio: La fábula de Isidoro es una cuestión demasiado compleja para nosotros, no digamos para ti.Magistral de Rubén Martín Giráldez

Rubén Martín Giráldez ha traducido algunos de los libros más singulares de los últimos años (ejemplos: Nada. Retrato de un insomne, Le Park o ¡Despidan a esos desgraciados!), y acaba de publicarse su traducción de Narcisa (Jonathan Shaw) y en septiembre leeremos su revisión de Fat City (Leonard Gardner). Pero quizá sea el estilo de otra de sus traducciones (la delirante Naturaleza muerta con pájaro carpintero) lo que de verdad ha impregnado su propia obra: Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios, Menos joven y ahora Magistral son muestras del talento de un autor excéntrico y muy inteligente. La mejor sentencia sobre Magistral, que no es ensayo ni es novela ni es relato, pero lo es todo a la vez, la escribió Raúl Quinto en Facebook: Este libro de Rubén Martín Giráldez desactiva cualquier crítica y cualquier elogio, te convierte en un personaje ridículo si te atreves a hablar de él. A Magistral lo han acompañado la diversidad de opiniones y la polémica, como si amarlo o aborrecerlo significara pertenecer a uno u otro bando. Pero lo que importa es si uno disfruta o no de la lectura: en manos de cada lector debe quedar el veredicto.

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Fábula de Isidoro Julio Fuertes Tarín

Fábula de Isidoro en El Boomeran(g)



Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínFábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en la sección de novedades de El Boomeran(g).

La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:
este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.
Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez -como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra-, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz …seguir leyendo

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro en El Periódico Mediterráneo



Fábula de Isidoro Julio Fuertes Tarín

Eric Gras reseña Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en la revista Cuadernos de El Periódico Mediterráneo.

No será la primera vez, ni la última, que dedique un significativo número de elogios y alabanzas a la editorial Jekyll & Jill por publicar lo que yo llamo “locuras ingeniosas”. Su catálogo es atrevido, descarado, gallito incluso. Publican, y perdonen la expresión, lo que les viene en gana. Eso sí, con el convencimiento de que la literatura de nuestros días se desembarace de todo prejuicio, que se libere de algún modo de cualquier atadura capciosa propia de aquellos que creen que el lenguaje es todo raíces inamovibles.

Algunas de las lecturas más complejas, insólitas y raras que he tenido el placer de paladear son obras publicadas en este sello zaragozano y caprichoso. El pasado mes de abril, imagino que con ese espíritu un tanto kamikaze que les caracteriza, decidieron sacar a la luz dos de esas obritas extravagantes a la vez: ‘Magistral’, de Rubén Martín Giráldez; y ‘Fábula de Isidoro’, de Julio Fuertes Tarín. Ni qué decir tiene que el impacto ha sido mayúsculo, generando debates por doquier. Y yo que me alegro, oigan. Del primer título no diré nada, no aquí. Del segundo sí voy a ocuparme, pues reconozco que he vuelto a quedarme perplejo ante la originalidad de una obra que no sé muy bien cómo explicar.

Todos sabemos que una fábula es una pieza literaria, breve, cuyos personajes principales son animales o cosas inanimadas que presentan características humanas. Pues bien, Fuertes Tarín se vale de esa composición para presentar una debacle mayúscula, un relato protagonizado por un niño llamado Wynston que quiere ser titular en el último partido de fútbol del equipo de su colegio. Para ello debe acertar una quiniela y lo que este (pobre) chico no sabe es que a partir de ese momento toda su vida dará un vuelco de 180 grados hacia la locura máxima. En un ‘tres i no res’ es testigo directo del asesinato del presidente del gobierno, al tiempo que se topa con un ser un tanto sobrenatural llamado Isidoro que lo envuelve en una aventura bizarra donde hay tanques, soldados por todas partes, muerte y caos. La acción, sin saber muy bien cómo, se traslada de Madrid a Valencia y de ahí a Sevilla. Al niño le cambian hasta tres veces de nacionalidad y apellido y así es imposible aburrirse. Fuertes Tarín, qué bueno que viniste.

Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín en Fantífica



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Sergi Viciana reseña Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en Fantífica:

He tardado en decidirme a reseñar la Fábula de Isidoro, lo reconozco. Y es que no tenía claro del todo si encajaba en Fantífica, al menos hasta llegar a mitad del libro. No he tomado la decisión hasta el final, aprovechando una hora de tren con efecto lata de sardinas cortesía de Renfe en la que no pude hacer mucho más que pensar y sudar. ¿Que por qué me ha costado tanto? Porque más que de fantasía, estaríamos hablando aquí de un realismo líquido que se va alejando cada vez más de nuestro mundo. Los pies de barro de nuestra realidad se licuan por efecto del Turia, del Guadalquivir y del Manzanares, pero sobre todo de las cloacas, y toda la absurda solidez de nuestra sociedad se viene abajo. Sin embargo, no se trata de algo repentino, sino que se va dando poco a poco, hasta el momento en el que el lector se ve obligado a plantearse cuánto de lo que está leyendo es real y cuánto no, cuánto es producto de las drogas y cuánto es mero delirio de alguien que las ha consumido durante muchos años.

La respuesta, por supuesto, es que nada es real: es una novela. Pero el hecho de que aceptemos como realistas cosas como que torturen y prendan fuego, vivo, al presidente del gobierno en las primeras páginas del libro nos hace, una vez terminada su lectura, replantearnos la verosimilitud de nuestra realidad. Actos —y reacciones a esos actos— que deberían resultarnos inverosímiles se asumen con absoluta normalidad, y la frontera entre lo real y la fantasía se va volviendo más difusa, sin que consigamos tener ningún referente fijo que nos sirva de faro.

Julio Fuertes Tarín

Julio Fuertes Tarín.

Sin embargo, esa pérdida del realismo no va acompañada de una pérdida de la verosimilitud. De alguna manera, Fuertes consigue dar una sensación de consistencia a lo que es a todas luces un absurdo. Personajes que cambian de nombre sin perder por ello lo que más los define. Lugares que son intercambiables entre sí porque, una vez reducidas a lo mínimo, todas las ciudades parecen iguales, todos los soldados son iguales, todos los inmigrantes son extranjeros y todas las diferencias que usamos como puntos cardinales en nuestros mapas mentales son constructos culturales y, por tanto, accesorios y artificiales.

Ni siquiera se respeta el concepto mismo de narración, gracias a Manolo, una suerte de Cide Hamete Benengeli cervantino que permite ocasionales distanciamientos con el texto, a veces paródicos, a veces metanarrativos, con reflexiones sobre lo que se está narrando. Y es que se supone que la fábula es una transcripción relativamente fiel de la narración hecha por Manolo sobre el Día de los Hechos. De esta manera, no solo el mundo en el que sucede la historia (que se supone que es el nuestro) es cuestionado, sino que la misma novela se pone en duda: si estamos leyendo una transcripción de una narración de algo que pasó, parece bastante evidente que no estamos accediendo a la realidad de los hechos. Y para acabar de lanzar la duda sobre lo leído, los dos narradores, Manolo y el narrador que nos habla, son poco fiables. En varios momentos se nos avisa de que Manolo tiene una ideología determinada, que no tiene por qué ser siempre la misma, y que su interpretación y narración están sesgadas; pero igualmente se nos indica en algunos momentos que el narrador se aparta conscientemente de la versión de Manolo, con lo que se plantea la pregunta obvia: ¿cuántas veces se aparta sin avisarnos? Es más: ¿por qué lo hace?

Fábula de Isidoro - PáginasEn medio de todo ese caos surge Isidoro, lo más parecido a algo fijo en toda la Fábula. Un monstruo, un tipo violento y desagradable, egocéntrico y manipulador, que guía al joven Wynston y a todo el que se va encontrando por el camino en una especie de viaje iniciático a ninguna parte, con un bautismo de ríos contaminados y cloacas incluido. Un personaje mefistofélico, relacionado con la hermética y la cábala, enfadado por haberse perdido el atentado contra el presidente, que podría ser el mismo Demonio disfrutando del principio del fin de los días. Quizás, como cree Manolo, el apocalipsis ya llegó y estamos viviendo en el infierno, solo que no nos hemos dado cuenta. Claro que ¿cómo nos vamos a fiar de Manolo?

Mención aparte merece el librito que acompaña a la novela: La fábula de Isidoro resumida a los niños. Con geniales ilustraciones de Irina Vólkova o, mejor dicho, con más ilustraciones de Irina Vólkova, es exactamente lo que anuncia, una versión supuestamente infantil de la novela, reducida y condensada, con una prosa digna de cualquier librito para niños de esos que ganan premios y gustan más a los padres que a los chavales. Es toda una delicia, y recomiendo leerlo antes y después de leer la novela.

Fábula de Isidoro para niños

La Fábula de Isidoro resumida a los niños.

En resumen, se trata de una excelente novela corta que resulta desconcertante a menudo, pero que mantiene enganchado con su brillante prosa y que recompensa con unos niveles de profundidad poco frecuentes, y todo ello sin pretenciosidades y sin olvidar que, a fin de cuentas, se trata siempre de contar una historia.

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Fábula de Isidoro de Julio Fuerte Tarín

Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín en Egodesechable



Fábula de Isidoro de Julio Fuerte TarínAlberto Torres Blandina escribe sobre su lectura de Fábula de Isidoro,  de Julio Fuertes Tarín, en su blog Egodesechable:

Mi interpretación de esta «fábula» es la necesidad de una vuelta al origen, al arje, a la mirada primigenia, desprejuiciada, anterior al velo cultural (entendido en un sentido amplio que incluye lo social, ideológico…). En fin, un artefacto de tintes antihumanistas (ese final Unabomber!) o al menos antiracionalistas donde va destruyéndose la forma e incluso el sentido. Una especie de deconstrucción posmoderna que se va cargando:
a) el lenguaje con la mezcla de tonos, citas y voces (algo así como el «Altazor» de Huidobro)
b) el narrador: quijotesco: poco fiable
c) el argumento, en un proceso de «carnavalización» (Bajtin) a lo Rabelais
d) los personajes que cambian de nombre y cualidades a lo «Candide» de Voltaire e) la estructura paratextual (el capítulo XVI)
f) la mezcla de géneros, a los que se suma la parodia. La moraleja: que debemos olvidar lo aprendido y volver a empezar dejando atrás inercias, vicios, prejuicios y esas cosas que se han hecho un ovillo y no nos dejan avanzar.

Vamos, eso saco yo. Pero desde «La metamorfosis» de Kafka, las fábulas ya no son lo que eran y sus finales ya no tienen esa moralina hollywoodiense (aunque en este final hay explosiones y todo)…

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Presentación de Fábula de Isidoro – Librería Bartleby Valencia


La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:

este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.

Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz.

Fábula de Isidoro Julio Fuertes Tarín

Presentación Fábula de Isidoro Valencia



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Miércoles, 18 de mayo, 19.30 h, Julio Fuertes Tarín presenta Fábula de Isidoro en la Librería Bartleby

La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:

este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.

Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz.

 

Juio Fuertes Tarín

Vermut-presentación de Fábula de Isidoro



cartel-Julio-Fuertes

 

El sábado, día 14 de MAYO, a las 13:30 h, tienen cita en la librería EL ARMADILLO ILUSTRADO (Las Armas, 74, Zaragoza), para el vermut-presentación con JULIO FUERTES TARÍN, que viene con su libro FÁBULA DE ISIDORO, y de JOHNNY B. ZERO, grupo del que es miembro. Tocarán canciones, habrá vermut, vino, pinchos, tapas, cuscus vegetal y alguna cosa más que se nos ocurra.

Johnny B. Zero, banda valenciana de indie/rock, acaba de publicar su disco Crystal Totems con el sello británico Ham House Records. Actualmente están realizando una minigira por el norte de España para presentar su trabajo. Julio Fuertes Tarín acaba de publicar Fábula de Isidoro con la editorial Jekyll & Jill.

Fábula de Isidoro Julio Fuertes Tarín

Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín en el Cultural

Fábula de Isidoro Julio Fuertes Tarín Josep Maria Nadal Suau menciona Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en el artículo sobre El atasco y demás fábulas de Luis Goytisolo, en la edición impresa de El Cultural de El Mundo.

«Y ya que hablamos de vigencia, es otra ‘anécdota-pero’ que la reedición de las fábulas de Goytisolo coincida con la aparición en la exuberante editorial Jekyll & Jill de la Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín (Valencia, 1989), otra fábula sin animales e idiomáticamente burra, que no es como las que nos ocupan pero puede entenderse con ellas, y que también parece intuir algún desajuste en las relaciones entre lenguaje y propiedad al afirmar que “la escritura puede cambiar el mundo (sobre todo la notarial)”.»

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Julio Fuertes Tarín en la Fira del Llibre de Valencia 2016

Fábula de Isidoro de Julio Fuertes Tarín en Librería Bartleby



Julio Fuertes Tarín (en el centro, con su libro Fábula de Isidoro, Jekyll & Jill, 2016), junto a Luci Romero (Librería Bartleby) y Guillermo Morales Sillas (con su libro Pegarle a un padre, La Bella Varsovia, 2016), en la firma de libros del pasado 23 de abril en la Fira del Llibre de València (caseta nº 15).

Julio Fuertes Tarín en la Fira del Llibre de Valencia 2016

Jekyll & Jill en El Hype



Víctor Gomollón con perroJekyll & Jill desvela sus novedades en esta entrevista por Jesús García Cívico para la revista El Hype:

«Acabamos de publicar Maleza viva, el libro de microrrelatos de Gemma Pellicer—comenta Víctor— y la semana que viene presentamos dos títulos muy hermanados, libros que posiblemente tengan el mismo tipo de lector, Magistral (2016), el segundo título con nosotros de Rubén Martínez Giráldez y Fábula de isidoro de Julio Fuertes Tarín. También tenemos un segundo título de Paco Inclán.»

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