Versus, estampas de un náufrago, de Karlos Linazasoro, en el escaparate de novedades de El Boomeran(g). En este enlace pueden leer las primeras páginas del libro:
Versus, estampas de un náufrago, de Karlos Linazasoro, en el escaparate de novedades de El Boomeran(g). En este enlace pueden leer las primeras páginas del libro:
Toda la información sobre Lejos de todo, de Rafa Cervera, en El Boomeran(g). En este enlace pueden descargarse el pdf con las primeras páginas de la novela.
Lejos de todo, de Rafa Cervera, con ilustración de cubierta de Roberta Marrero.
La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en El Boomeran(g).
El tiempo pierde su aparente linealidad y los contornos de la razón se vuelven difusos, casi indistinguibles, cuando un trompetista de jazz -armado con un instrumento lovecraftiano que, quizás, en una vida pasada, fue el que le arrancó la cabeza a la flauta de Hamelin- encuentra unas polaroids en las que una curia alza cabezas humanas en sacrificio a lo que parece un hombre-árbol. Los dientes picados de un niño que vive en el monte, una traductora que si fuese prudente daría media vuelta, un inquietante teatro de pollos y la estela de un excéntrico botánico alemán relacionado con los nazis componen las pistas hacia el terrible descubrimiento de un doble fondo en la realidad consensuada, donde voluntades cósmicas, plagadas de intenciones que parecen estar muy lejos de todo lo humano, encuentran en las plantas un medio propicio para su manifestación.
Saturno, de Eduardo Halfon, en el Escaparate de Novedades de El Boomeran(g).
PÁGINAS DEL LIBRO
Sus cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio, ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida. Y siempre, sin falta, hallaba un papel doblado en tres. Un solo papel con el membrete de su empresa. Mal doblado, por prisa, supongo. Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo. Yo lo dejaba allí, casi olvidado a la par de mis pies, pues lo que realmente me interesaba no era su dinero, padre, sino sus palabras. Ingenuo, buscaba sus palabras. Y en medio del papel, escrito en tinta negra, encontraba yo siempre lo mismo: su nombre. Nada más. Sólo su nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre.
Quizás por eso escribo, o mejor dicho, quizás por eso necesito escribir.
Al sepelio de Klaus Mann sólo llegó Michael, su hermano menor, cargando en la mano derecha un misterioso estuche. Era el verano de 1949. Su padre había recibido el Premio Nobel de Literatura veinte años atrás.
Como había escrito en su ensayo Selbstmörder, en donde narraba con «envidia tan amarga» los suicidios de varias personas que él había conocido, Klaus mismo decidió, por segunda vez, terminar su vida. Su primer intento había ocurrido diez meses antes, en California, cortándose las venas de ambas muñecas, tomando pastillas y respirando gases tóxicos. Pero fracasó. Supuesta causa: las infidelidades de su amante, un joven marinero. En su segundo intento, mientras pasaba las vacaciones en Cannes, ingirió exitosamente una dosis letal de somníferos.
Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec, recomendado en el programa Todo literatura y compañía (Gestiona Radio). Antonio Martín Asensio lee el excelente artículo que Patricio Pron dedicó a este libro en El Boomeran(g).
Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en la sección de novedades de El Boomeran(g).
La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:
este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.
Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez -como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra-, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz …seguir leyendo
Patricio Pron dedica una excelente reseña a Últimas noticias de la escritura, de Sergio Chejfec, en El Boomeran(g)
«La máquina de escribir ofrece la ventaja de ocultar el manuscrito y, con ello, el carácter. En [ella,] todos los hombres tienen el mismo aspecto», escribió (como recuerda Sergio Chejfec en este libro) el filósofo alemán Martin Heidegger. La cita es previa al surgimiento de la textualidad inmaterial de nuestros días, pero anticipa su sensación de pérdida. ¿Qué falta con la popularización del procesador de textos como herramienta hegemónica de escritura, la publicación electrónica y el almacenaje en la nube? A esa ausencia se le pueden dar varios nombres (según Heidegger, se trataría de la individualidad; para Chejfec, es «la presencia aurática» de la escritura manual), pero lo que importa es que la «condición incompleta» de la textualidad inmaterial contemporánea ha generado esfuerzos de recuperación en los que, como sostiene el escritor argentino, «el manuscrito o algunos de los atributos más fuertemente vinculados con él son directa o indirectamente convocados por la escritura digital, a modo de reparación de una incompletud»…seguir leyendo