Versus, estampas de un náufrago, de Karlos Linazasoro, en el escaparate de novedades de El Boomeran(g). En este enlace pueden leer las primeras páginas del libro:
Versus, estampas de un náufrago, de Karlos Linazasoro, en el escaparate de novedades de El Boomeran(g). En este enlace pueden leer las primeras páginas del libro:
Manuel Sollo, director del programa Biblioteca pública de Radio Nacional de España, recomienda ‘Versus, estampas de un náufrago’, de Karlos Linazasoro.
Conozcan a Versus, el náufrago al que Karlos Linazaroso ha dedicado 99 estampas. Las ha publicado Víctor Gomollón en una de las maravillas de Jekyll & Jill.
Versus llegó a «la típica isla que suele aparecer en las viñetas». El narrador de su historia desgrana sus soledades y nostalgias, su mirada al cielo y la tierra y, sobre todo, al agua:
«Ante una situación así, no podemos caer en las retorcidas trampas de la semántica. Hace mucho ya que murieron en el organismo de Versus los impulsos de las filigranas literarias. Versus no puede hacer poesía con la vida, y tampoco vida con la poesía. La isla de Versus es un triste barco anclado, desolado, sin fe ni nombre, que un día la geografía dejó de lado. Este pedazo de tierra ha salvado a un hombre, y tal vez fuera mejor que no hubiera salvado a nadie. O, tal vez, sí».
Eugenio Fuentes recomienda Versus, estampas de un náufrago, de Karlos Linazasoro, en el diario La Nueva España (5/8/18):
Al empezar con Versus (estampas de un náufrago), de Karlos Linazasoro, no tardo sino unas pocas estampas en darme cuenta que he dado con algo desconocido pero que, sin embargo, me despierta cierta sensación de familiaridad. Como anticipaba en A veces… un libro, de algunas obras me resulta muy complicado escribir una reseña o comentario. Quizá porque se trata de textos tangenciales, que escapan de mis capacidades a través de un punto de fuga que nunca había percibido. Como algo que ocurre en un destello apenas captado por el ojo. Y Versus es una de esas obras, una pequeña joya que escapa de lo convencional, como casi todo lo que publica la editorial Jekyll&Jill; una de esas obras, además, para las cuales diseñar una sinopsis debe constituir una ardua tarea. En la web oficial de la editorial, se nos dice entre otras cosas que en Versus: “…a través de las 99 estampas que narran la vida de un náufrago residente en una pequeña isla desierta (algunas veces sorprendentemente habitada), Karlos Linazasoro habla sobre la soledad y la nostalgia, sobre la identidad, sobre cosas concretas y abstractas, sobre el cielo y la tierra, sobre la nada y sobre todo lo existente”. Y punto. Aquí podría terminar mi reseña. Pero como lo prometido es deuda, me estrujaré un poquito los dedos.
En cierto modo, al comprarme el libro en la librería Letras corsarias, la portada trajo a mi cabeza la prototípica imagen de Tricicle en su isla, procedente de la más tierna infancia. Tengo una atracción especial por la figura del náufrago, y echando la vista atrás, encuentro que los personajes de mis cuentos y novelas siempre han sido náufragos, a veces figurados, la soledad de vivir en sociedad, otras, náufragos reales, como el Versus que nos regala Linazasoro. Por eso, no sorprende la soledad de Versus a pesar de que la isla, como apunta la sinopsis, se encuentre a veces atiborrada de gente. Se trata de los ángulos oscuros de la soledad, que no son más que los propios ángulos del alma humana. Y de ella, del alma de Versus, trata este librito de estampas, que tuve la suerte de leer en otra isla, considerablemente mayor (o no) a la de Versus: Islandia.
Al igual que en esta isla nórdica, en la isla de Versus ocurren cosas muy extrañas, que desafían las leyes del espacio y del tiempo, que contradicen la lógica, quizá porque la isla no es más que un reflejo exteriorizado del universo interior de Versus. El juego de reflejos entre lo de dentro y lo de afuera, una relación definida visualmente por una cinta de Möbius. A veces patético, a veces intenso, Versus no posee nada excepto la profundidad de su alma, y en la isla se expresa toda la panoplia de emociones habidas y por haber en el espíritu humano. También todas las fantasías, los recuerdos, los traumas, los anhelos, los recuerdos, los pensamientos. En la isla de Versus, todo cabe. Incluyéndonos a nosotros mismos, que sin querer nos caemos dentro de cada una de las estampas. Y, en algunas, hasta nos convertimos en náufragos. Qué fácil es perderse y ser olvidado.
Cada vez que escribo una reseña, trato de ofrecer algunas pinceladas sobre la voz narrativa, el orden de las escenas, el argumento y el estilo del autor, que si primera persona o tercera o vigésimo cuarta; como tratando de acotar lo que creo que podría tener el escritor entre las manos en el momento de sentarse a escribir. Con Versus me confieso incapaz. Podría mencionar que la prosa cuidada, delicada, vive al servicio absoluto de la transmisión de ideas, matices, sensaciones, pero no dispongo de habilidad para poner sobre blanco que Versus es un librito que entra al tuétano, enraizando en su interior, y para la cual los mecanismos y herramientas que utilizo usualmente pierden su función, y resultan ineficaces.
Porque Versus no se analiza: se vive.
Milo J. Krmpotić recomienda Biblioteca bizarra, de Eduardo Halfon. Excelente reseña para el libro de la semana de Librújula.
Existen numerosos (buenos) motivos para desconfiar de la autoficción. En el peor de los casos, la etiqueta esconde a un burócrata con ínfulas literarias, pero sigue habiendo autores capaces de conseguir que las dos partículas que la componen se erijan en oxímoron, amparen el misterio y una insondable belleza. Así, quien reniegue de la autoficción por principio no solo no ha leído a Eduardo Halfon, sino que debe urgentemente leer a Eduardo Halfon. En este nuevo capítulo de su pequeño idilio con la editorial Jekyll & Jill (1.300 ejemplares numerados a mano, imagen gloriosa en su sobrecubierta y encuadernación en rústica que es ya una primera, gozosa invitación a la lectura), el gatemalteco de nacimiento y norteamericano de adopción presenta seis crónicas marca de la casa, que vuelven a demostrar que la vida de Halfon es lo que más o menos le sucede a Halfon mientras ama los libros, se cuestiona el lenguaje y la identidad, viaja y recuerda o cree que recuerda, y con todo ello erige los cimientos de su oficio, de su profesión: un contarse a sí mismo entre la extrañeza y el reconocimiento universal. Solo la primera pieza, dedicada a una colección de bibliotecas peculiares, justifica el trayecto.
La revista de críticas de Cine, Teatro y Literatura La Carcoma recomienda Biblioteca bizarra de Eduardo Halfon:
Hay una relación muy íntima entre los últimos títulos de Sam Shepard, Simon Roy y Eduardo Halfon. En los tres se relatan aspectos del yo, pero realmente resulta muy complicado encuadrarlos dentro de un género porque cada uno de ellos juega con diferentes modalidades en su exposición. El diálogo entre géneros es una constante que enriquece continuamente cada texto. El autor que mejor lo trabaja es Eduardo Halfon.
Marianne López Griñón entrevista a Julio Fuertes Tarín, autor de Fábula de Isidoro, en La Marina Plaza.
Julio desarrolla software, escribe libros, traduce novelas y toca en un grupo. Pero algo que no dice por ahí es que me debe un café desde hace más de un año y medio.
De hecho, he empezado a idear una teoría sobre sus excusas de agenda y caos. Se remonta a 560 días atrás, Julio se levantó en medio la madrugada y preparó una cafetera. Mientras la cafetera suspiraba sobre el fogón, Julio que no Agosto se puso a imitarla primero como un ejemplar de “Cracticus mentalis”, un ave de Papúa Nueva Guinea; y después cuando se inició la supuración por el pistilo metálico, Julio apretó sus dientes y, golpeando con la lengua en el paladar, gritó al modo de locomotora: “chucu chucu chu”.
Acto seguido, se sirvió en una taza desportillada cual mosaico de cerámica y pegamento. A continuación, durante sus pensamientos de ducha y champú, consideró que necesitaba un plan B en caso de sequedad literaria. Este consiste en entregarme esa mísera de taza a la hora de la merienda y que yo germine un psicoanálisis sobre la cristalización del grano como si de una clarividente se tratase, mientras él anota mis observaciones para plagiar mi discurso en una novela. Pero, como podéis comprobar en esta entrevista, el café todavía no se ha evaporado.
– Si tuvieras que elegir un libro para definir tu biografía, ¿cuál sería?
-Sin ninguna duda sería Lírica española de tipo popular, de Margit Frenk (Cátedra, 1977).
– ¿Qué tiene de especial Valencia para ti?
-Dos cosas: una, el precio medio de los alquileres y de la jarra de cerveza. La otra, sin la cual no puedo vivir, es una escultura de hierro obra de Miquel Navarro, cuyo nombre es La Fuente Pública, aunque todo el mundo la conoce como ‘La Pantera Rosa’. Mide veintidós metros de alto y está en la calle Filipinas. De ella se ha dicho que “conmocionó a la sociedad valenciana” y cosas así.
– ¿Qué significó para ti ganar el premio Jóvenes Talentos Booket con tu relato Una deslumbrante muestra de esplendor heterogéneo?
-Seis mil euros. Me compré una Fender Telecaster que me ha acompañado hasta hoy y espero que siga en algún rincón de mi casa cuando yo muera. El resto lo gasté en frivolidades. También me aconsejaron que escribiera una novela sobre vampiros para publicarla en Booket, a lo que me negué tajantemente. Así me va.
– El humor es un elemento esencial en tu novela “Fábula de Isidoro”, en la edición infantil, ¿has considerado renombrarte como “Julio Fuertes Tararín” u otros retoques más desenfadados?
-No, pero la propuesta es hilarante. ¡Lo estudiaré!
– Siguiendo con esa misma novela, ¿por qué elegiste como ilustradora a Irina Vólkowa?
-Debo reconocer que es un seudónimo para el propio Víctor Gomollón, editor de Jekyll&Jill, ilustrador, tenista y, en fin, prohombre de genio y gran variedad de talentos. Me enseñó las ilustraciones y en ese instante prendió la llama del amor.
– ¿Cuál te parece qué es la palabra más bonita en castellano?
–Raudo me gusta mucho porque parece una palabra elevada y con clase, cuando en realidad es como decir ‘abogao’. La relación entre rápido y raudo me gusta mucho. Rápido es un cultismo que algún monje llevó en brazos durante siglos, calco del latín rapidus, y en raudo conviven el relax articulatorio con la sensación de estar uno hablando muy bien. Parsimonioso, choripán e hipálage tampoco están tan mal.
– Como desarrollador de software ¿qué opinión tienes sobre los editores de texto?
Son gente que respeto porque son apasionados y, siguiendo la teoría general de la estupidez humana (y sus tipologías: inteligentes, incautos, malvados y estúpidos) de Carlo Maria Cipolla, caen del lado de los incautos. Los malvados obtienen ganancia a través de las pérdidas de otros, los estúpidos pierden y hacen perder a los demás, los inteligentes obtienen ganancia propia y hacen ganar a los demás. Los incautos pierden y proporcionan ganancia a los demás. Los editores son incautos, ¡y felices! Es el oficio que más respeto.
– ¿Cuáles han sido tus desafíos como traductor?
-Seguramente encontrar la manera de adaptar mi vigorexia estilística a textos cuya voluntad de estilo era cercana a cero.
– En tu banda Johnny B. Zero, tú te encargas del sintetizador. ¿Por qué te decantaste por ese instrumento?
-Johnny B. Zero es una dictadura benévola y el sintetizador me fue encomendado. Los motivos parecen ser que soy una persona que “resuelve problemas muy rápido” y tengo “buenas ideas”, además de que un bajista en un sentido más tradicional hacía que la banda pareciera más convencional de lo que en realidad es. La verdad es que me siento cómodo con un instrumento que es básicamente una máquina de vehicular ideas, donde no tengo tanta relación con el fresno, el aliso, o el calibre de las cuerdas sino que tengo que pensar rápido y obrar justa y rectamente al servicio de mis queridos compañeros.
– Finalmente ¿crees que terminarás tus días como el protagonista de “Un viejo que leía novelas de amor” de Luis Sepúlveda?
-Es muy probable que acabe mis días enfrentándome a un gran felino, rodando por la maleza y quizá tosiendo algo de sangre. Todos mis esfuerzos hasta ahora van dirigidos al cumplimiento de ese objetivo, pero nunca sabe uno cuándo le caerá una maceta en la cabeza, frustrando estas pretensiones tan épicas y tan tontas.
Eduardo Almiñana reseña Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en CulturPlaza (Valencia Plaza):
Cosa bárbara esta historia que vulnera las leyes literarias de la continuidad y la coherencia con la intención de contar una historia donde lo básico y lo complejo caminan de la mano hacia el fin del mundo
11/06/2018 – VALÈNCIA. Por qué esta la historia del niño Wynston de Chile, de Colombia, de Perú, no había aparecido antes por aquí es todo un misterio, o no: hay libros que caen en las grietas que se abren entre un libro y el siguiente, entre un libro empezado y una obligación, entre dos obligaciones, entre acabar unas páginas para un artículo y un fin de semana de merecido asueto mental acompañado de la destrucción de un número razonable de neuronas y sinapsis -no hay problema hasta cierto punto gracias a esa capacidad del cerebro para restablecer vías a la que llaman plasticidad-, entre que llega el sobre, lo abres y llega otro y otro más. La cuestión es que el niño Wynston, el niño aficionado Wynston, trasunto del Oliver japonés que corría con el balón en los pies por las calles animadas de la ciudad de Nankatsu en la prefectura de Shizuoka, el niño Wynston que por encima de todo quiere conocer el resultado de un penalti a lo panenka tirado por Messi el “fenomenal pillastre” Messi para Julio Fuertes Tarín, pechofrío para muchos frustrados espectadores albicelestes de eventos mundiales pasados, ha demostrado tener una capacidad especial para aguardar el momento apropiado en el que dejarse caer de la estantería directamente hasta unos ojos y de ahí convertido en interpretación muy subjetiva hasta la pantalla en la que ahora se manifiesta.
Pero las cosas pasan como pasan, y no de cualquier otra manera. El caso es que Fábula de Isidoro, del autor al que hemos mencionado en negrita unas líneas atrás, ha caído por aquí ahora, y no hace dos años, cuando la editorial Jekyll&Jill la publicó. Mejor o peor, más oportuno o menos, tanto da, porque la historia, como suele ocurrir con las historias que se imprimen, se ha mantenido fiel a los hechos que contaba en dos mil dieciséis, de tal manera que podemos disfrutarla por primera vez ahora, o por segunda o incluso más si se quiere sin perjuicio alguno; puede que hasta haya mejorado con los años la historia del niño Wynston y el diablo Isidoro, Isidoro “el de colérico temperamento”, Isidoro “el de las manos largas”, Isidoro “el de la pupila conjetural y avisada”, que así se refiere a él Fuertes el de todas las letras, Fuertes maestro de ditirambos, Fuertes apelativus rex. La fábula del autor de Cheste es cosa mayor, o como diría el presidente extinto, dicho de otro modo: no es cosa menor. En ella lo que sucede tiene valor, pero mucho más valor tiene cómo se nos cuenta lo que sucede. Fuertes muestra rápido casi todas las cartas: enseguida sabemos que nos dirigimos hacia un Día de los Hechos de tintes apocalípticos, no en vano todo arranca con un presidente, precisamente, que martirio y redención pirolítica mediante, despeja el camino a un viaje iniciático del pequeño Wynston, cuyo descenso a los infiernos desemboca en los vomitorios del Bernabéu.
El humor es una de las claves de esta fábula que solo alecciona en materia de cómo escribir bien: el humor marca el camino y decide el destino del comando deadpooliano que se cisca en los protocolos literarios episodio sí episodio también: “¡La continuidad y la coherencia son dioses menores y no hay que presentarles la mínima ofrenda!”, exclama Isidoro tras aparecer como si nada tras haber sido cosido a balazos sobre una embarcación que ya la querría Caronte para sus paseos aquerontianos o estigios en barca y haber caído al río Guadalquivir. Isidoro es una fuente constante de sabiduría. Dice Isidoro: “Ahora calla. Debemos bajar a los jardines y llamar a Gazel, el moro, que nos ofrecerá generosamente una divisa especial con la que pagaremos al Alférez. ¿Y sabes por qué lo hará, joven Wynston? -el niño calla-. Lo hará porque me debe favores, porque fue tentado como tú y obró con la misma sensatez que tú. Nuestras almas son un valor de cambio y sobre este mercadeo fundamos una fecunda sociedad: así se impulsa el progreso del hombre a velocidades apabullantes”. En verdad es demoníaco Isidoro en el sentido de que su conocimiento profundo de la naturaleza humana solo puede proceder del rey de los engaños, a veces, la más honesta de todas las voces.
Hablando de voces: qué gran acierto de Fuertes el introducir múltiples perspectivas sobre los mismos hechos, de este truco se sirve con gran talento para decir todo lo que le apetece y mucho más en pocas páginas -ojo, las justas, las necesarias, una más o una menos desequilibrarían la solución-. En una cita al inicio el libro, en la voz cursiva de Manolo, en una nota al pie, en un epílogo, en un apéndice teatral: cosa bárbara. Aquí no hay distancia que valga: el libro es Julio Fuertes Tarín a coro, aunque una obra coral, que se dice mucho ahora, no es. En Fábula de Isidoro habla sobre todo Isidoro: el resto de su caravana de malditos escucha, aprende, y con suerte, dice algo, más o menos coherente -pero ya hemos visto que la coherencia es un duende molesto y doméstico del que más vale librarse a veces en aras de un proyecto de interés. Llamar “observación” a la fórmula Alá es grande es de interés. Recurrir dos o tres veces al adjetivo “fenomenal” es de interés -si la memoria no falla también recurría a fenomenal el autor Mr. Perfumme en más de una ocasión en sus historias-, acudir a la muerte del genial astrónomo danés Tycho Brahe por culpa de una uremia provocada por un exceso de etiqueta como ruego para recibir permiso para ir al baño en clase es de interés, “una especie de gemido con la letra ‘u’, gemido grave, adulto y sindical, como de hincha del Atlético de Madrid” es de interés, decir que el sueño de alguien es “llegar a ser un futbolista de los que parecen algo inteligentes, es decir uno de esos jugadores de fútbol profesional que poseen uno o más títulos universitarios, que no destacan excesivamente en el campo pero compensan su falta de brillo genial con una sorprendente soltura en las ruedas de prensa, rara avis: el centrocampista defensivo con estudios superiores” es de interés.
Todo es de interés en el libro de Julio Fuertes Tarín, sin lugar a dudas lo son la edición y sus sorpresas artesanales, las ilustraciones de Irina Vólkova para Fábula de Isidoro resumida para niños que se encuentra al final de los últimos apéndices que van desadaptándonos paso a paso de la lectura como se desengancha un morfinómano de su adicción. Por eso, y por todo lo que las enmiendas a la santa continuidad nos permiten no decir, que alguien le dé un premio a este libro para que no pueda volver a esconderse nunca más.
Eduard Aguilar entrevista a Karlos Linazasoro con motivo de la publicación de Versus, estampas de un náufrago, en Alicante Plaza:
El verano de 2018 será recordado en la redacción virtual de CulturPlaza por un envío postal del editor de Jekyll & Jill, Víctor Gomollón, un paquetito ligero y poco voluminoso que contenía en su interior un volumen de apenas 105 páginas, de rugosas cubiertas color aguamarina, acabado de imprimir el 29 de mayo de 2018 en los talleres de Ino Reproducciones, 104 años después del hundimiento del transatlántico Empress of Ireland en las aguas del Río San Lorenzo: Versus (Estampas de un náufrago), de Karlos Linazasoro (Tolosa, 1962), versión del autor del original euskera publicado por Elkar en 2013.
Linazasoro ejerce de bibliotecario, parentesco ilustre con Borges, Casanova, Reinaldo Arenas, Proust, Bataille, Perec, Musil, Larkin o Alberto Manguel, que en su Historia de la lectura rememora al protagonista de Las nieves de Kilimanjaro, el relato crepuscular de Hemingway, que recuerda todas las historias que nunca escribirá: “Sabía al menos veinte buenas historias del mundo exterior y nunca había escrito ninguna. ¿Por qué?”. El bibliotecario y escritor tolosarra, después de aportar más de 50 referencias bibliográficas al Depósito Legal, entre poemas, cuentos, novelas para lectores de literatura infantil y juvenil, novelas breves, teatro, aforismos, diarios poéticos, libros de poemas y haikus, hace una tentativa por rellenar los espacios vacíos del mundo interior y del mundo exterior desde la soledad del náufrago, una Soledad demasiado ruidosa, como la de Bohumil Hrabal.
Desde esa isla de la soledad, el náufrago ha conseguido recuperar un teléfono de entre los envíos de las mareas, un teléfono sin red de datos, pero con la wifi conectada gracias, tal vez, a esa torre de transmisiones que ejerce de palmera imperial en el centro mismo del territorio insular, con sus cuatro metros y treinta y cinco centímetros de altura. Y gracias a la conexión inalámbrica, responde a las preguntas de este impertinente lector:
[16:04, 3/8/2018] Eduard: Egun on, Karlos. ¿Quién es Versus?
[16:21, 3/8/2018] Karlos Linazasoro: como madame Bovary: Versus soy yo. Yo y mis múltiples ortopedias.
[16:24, 3/8/2018] Eduard: ¿Son, por tanto, las estampas del náufrago Versus, un catálogo razonado de prótesis?
[16:27, 3/8/2018] Karlos Linazasoro: más o menos, pero mejor sin razonar. Hace tiempo que la Razón se olvidó de Versus.
[16:35, 3/8/2018] Eduard: La prótesis del lenguaje, la prótesis de la imaginación, la prótesis del ocio, el aburrimiento, la prótesis del pensamiento ajeno: Julio Verne, Dickens, García Márquez, Coleridge, Ordorika, Joseba Sarrionaindia Sarri, Demóstenes, Mitxelena,… Entre las prótesis de Versus hay una biblioteca?
[16:40, 3/8/2018] Karlos Linazasoro: Versus es, en sí mismo, una biblioteca viviente. Vive, sobrevive gracias a lo que leyó. Vida y literatura, literatura y vida son la misma cosa para él. (Y para mí, perdón).
[16:45, 3/8/2018] Eduard: No sabemos el nombre de la isla de Versus, no sabemos sus coordenadas, sabemos de su estampa clásica de cartoon , con su tamaño reducido y su palmera central, pero a veces la isla adquiere el tamaño de un campo de fútbol, o del camarote de los hermanos Marx. ¿Cuales son los territorios míticos hermanados con La Isla de Versus?
[16:53, 3/8/2018] Karlos Linazasoro: todos los del Universo, reales e irreales, todos los que puedan caber en la imaginación de cada lector. No existen las fronteras espacio-temporales. Libertad absoluta para crear..
[16:56, 3/8/2018] Eduard: Hace unos días, youtube anunciaba en la actualización de su app que iba a realizar «reparaciones en el espacio-tiempo»…
[17:02, 3/8/2018] Karlos Linazasoro: yo ya las hago en mis libros, siempre las he hecho. La literatura es el único territorio libre que he topado en mi vida, y ahí solo se respeta una ley, que la dicta el lector: la de la verosimilitud.
[17:04, 3/8/2018] Eduard: ¿Cuanto hay de Peter Pan en la estampa número 83?
NO AYER O ANTEAYER, sino hace mucho, Versus se ha dado cuenta de que su cuerpo no tiene sombra. Sí, en cambio, la palmera. La sombra, en puridad, no es nada, sólo una negra mancha tumbada, que no sirve para nada.
[17:16, 4/8/2018] Karlos Linazasoro: no creo que Versus tenga complejo de Peter Pan. Lo que sí es seguro que echa mucho de menos la infancia, el territorio de la inocencia y la ingenuidad por antonomasia.
[12:20, 4/8/2018] Eduard: ¿Por qué 99 estampas?
[16:56, 4/8/2018] Karlos Linazasoro: 99 estampas porque 99 son los ejercicios de estilo que Queneau utiliza para contar la misma pieza. Yo quise hacer algo parecido, hacer una novela con los mínimos elementos.
[16:48, 4/8/2018] Eduard: A pesar de su filiación con el aforismo y el relato breve, “Versus” puede leerse como una novela, en tanto que la novela acepta cualquier reto formal. ¿Has pensado en lecturas alternativas, saltos de caballo a la manera de “Rayuela”?
[17:00, 4/8/2018] Karlos Linazasoro: Versus también puede leerse como Rayuela, cierto, pero nunca fue mi intención. Cortázar es uno de mis maestros, pero lo prefiero como cuentista que como novelista.
[16:51, 4/8/2018] Eduard: ¿Qué significa para un bibliotecario publicar en una editorial como Jekyll & Jill, cuyo logo es la silueta de un lepisma, hambriento de papel?
[17:04, 4/8/2018] Karlos Linazasoro: publicar en Jekill ha sido para mí un gran regalo, tal vez el mejor que me haya dado nunca la literatura. A veces los sueños se cumplen. Ahora espero que el libro se venda bien para poder seguir trabajando con Víctor.
Antonio F. Rodríguez reseña Biblioteca bizarra, de Eduardo Halfon, en La antigua Biblos:
Eduardo Almiñana dedica una excelente reseña a Versus, estampas de un náufrago, de Karlos Linazasoro. En CulturPlaza de Valencia Plaza:
30/07/2018 – VALÈNCIA. Los libros son islas, las lecturas, archipiélagos. Pero las islas, por mucho que se empeñe el verbo aislar, solo están desconectadas en la superficie, y ni siquiera. Las islas son una pieza más del engranaje terrestre-marino, lugares donde pasa todo, depende de para quién. Entre islas hay corrientes que mueven masas de agua y todo lo que ella contiene como larguísimas autopistas acuáticas: en la corriente de Humboldt viven pacíficos los calamares gigantes, Dosidicus gigas, jibia o potón, gigantes pero no tanto como sus primos de allende las profundidades; la corriente Circumpolar Antártica da vueltas en torno al continente que le da nombre y sentido poniendo en contacto partículas del Paso de Drake, las Malvinas, las islas Kerguelen -las Islas de la Desolación- y Nueva Zelanda. Con las islas pasa como con las islas heladas que son los icebergs: tendemos a creer en la parte por el todo, cuando el todo es de hecho poderoso, relevante, aunque oculto a primera vista para todos los descendientes de las primeras criaturas que se aventuraron a secarse al sol. Que el terracentrismo no nos impida ver el bosque de algas kelp.
Quizás la isla, si carece de valor para la explotación turística, todavía pueda ser emblema de la soledad: todavía quedan islas solo frecuentadas por albatros, cormoranes, petreles, leones marinos, focas y pingüinos. Las menos, sin duda, pero existir, existen. Islas en las que no querríamos retirarnos pero a veces sí perdernos y que funcionan de maravilla como acicate para la fantasía. ¿Qué nadas esconden? ¿Qué silencios proponen? ¿A qué velocidad pasan las horas en ellas? Si fuesen barridas por un tsunami, ¿pasaría la ola de costa a costa como un terrible y acuoso orgasmo purificador? ¿Afecta a sus habitantes nuestro ruido, el ruido interminable, físico, matérico, el ruido que arrasa con todo como una niveladora y que se ha convertido en nuestro más característico producto cultural? El ruido de la contaminación, de la quema de las posibilidades, de la destrucción hooligan de todo lo que es bello, de la estrechez de miras, del cortoplacismo ingenuo, del hablar en el cine. El ruido del trabajo, de la política, de la alimentación, de la televisión, de la opinión, de la ofensa, de la incomprensión, de la velocidad, de los sueldos, de las cuotas de autónomos, del miedo, de la competición, del optimismo maníaco, de los plazos, de la ignorancia, de la masificación, del aburrimiento, de la sensación abrumadora de ser una roca incandescente más en el flujo piroclástico que es el presente a medida que llega y es.
En la isla que propone Karlos Linazasoro (Tolosa, 1962) en Versus. Estampas de un náufrago (Jekyll & Jill, 2018), se puede ser nada y ser todo: diez metros de largo y cinco de ancho y una palmera de cuatro metros y treinta y cinco centímetros que no da frutos coronando el promontorio central, que si uno se la imagina no tarda en redondear la escena con un sol y unas olas de esas que dibujábamos cuando niños: soles y olas básicas, todo lo contrario a la soledad que dibuja Linazasoro para los ojos de Versus, el náufrago, que vive en una isla-náufrago o mejor, apunta el autor, en una isla-naufragio. En su isla, Versus recuerda, pero también se masturba con una disciplina marcial, come lo que llega, sea un pez volador que aterriza en su garganta o un ave que se ha esmerado en querer, mutila a una muñeca hinchable y arroja sus cuartos al océano como el villano celestial de una narración mitológica, piensa en la muerte y se cura un varicocele en un testículo, se plantea qué sentido tiene vivir de esa manera y descubre que ha olvidado el día adicional de los años bisiestos, regala monedas al mar, anhela un ascensor o un arca, distribuye el cansancio en siestas, trata de imaginar cuántas palabras nuevas habrán sido creadas desde que vive en el exilio, cubre la isla con periódicos, la amuebla con los pedidos que le entrega la marea, decide escribir una novela a su regreso, y como todo náufrago, escruta el horizonte en busca de una señal que permita el rescate, aunque para él el rescate sea ya más cosa del pasado que del futuro.
Porque Versus es ya parte de la isla, un fantasma, un enfermo terminal mirando desde la ventana. Versus desea la muerte pero es que igual ya no le hace falta: la isla es una fiesta, en cierto sentido. Una fiesta espectral. Si uno presta atención a las palabras de Linazasoro, en la isla no falta de nada, la isla nebulosa y palpitante del relato es San Borondón, una isla aspiracional, un tesoro enterrado por unos piratas sinápticos en la mente. El Sol sale por la espalda de Versus, se nos dice, y se pone por el lado del rostro. ¿Es Versus la propia isla? ¿Es Versus un dios olvidado de los naufragios? Versus no podría adivinarlo porque en su isla no hay espejos. En la isla de Versus solo hay tiempo, un tiempo viscoso por el que se arrastra la vida, cae por él como por un tobogán pero nunca llega a ninguna parte. Las estampas que exhiben la vida de Versus el personaje, Versus el náufrago, Versus la metáfora, suman noventa y nueve. Antes de llegar al siglo se detienen para dejarnos en la orilla y dejar a su protagonista contando aletas de tiburón entre las crestas espumosas del oleaje perpetuo. No es difícil generar tras los ojos el paisaje: la isla prototípica donde habitaban los integrantes de Tricicle y tantos otros perdidos de viñeta. Esa isla que permanece inmóvil en el tiempo aun a riesgo de quedarse atrás.
El océano y el verano maridan a la perfección con este libro que cuenta con las portadas más bellas y relajantes de lo que va de año: Versus insta a ser leído, pero también a ser tocado, portado, expuesto, admirado. Es un libro factor cincuenta con todas las de la ley, una sombrilla de papel para desviar los rayos cancerígenos de la normalidad sofocante de una estación que es fértil para el balconing pero también para la nostalgia productiva.
Eduard Aguilar entrevista a Eduardo Halfon con motivo de la publicación de Biblioteca bizarra (Jekyll & Jill, 2018) y lo somete a un interrogatorio que gustará mucho a los bibliotecabizarradictos. En Alicante Plaza y Valencia Plaza:
29/07/2018 – ALICANTE. Leer, leer, leer, escribir, leer, escribir, escribir, verbos que se conjugan con vicio, con el convencimiento de una trascendencia que no siempre ratifica la realidad editorial. En el caso de Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), el camino desde el aprendizaje de la escritura de un ingeniero, por el mecanismo inmersivo de la lectura, ha dado como resultado una sólida carrera hacia el canon, hacia un canon, pero no ciertamente hacia la canonización. Halfon es huidizo a su pesar, migrante obligado por fuerzas tan grandes como la violencia. Transita como un flâneur literario por los entresijos de su memoria familiar y afectiva, picotea aquí y allá y vampiriza su legado cultural para construir una de las más sólidas trayectorias literarias de la actualidad.
Escribía Alberto Manguel en La biblioteca de noche que “los que me visitan me preguntan con frecuencia si he leído todos mis libros; generalmente contesto que, sin duda, los he abierto todos. Lo cierto es que, para ser útil, una biblioteca no necesita ser leída en su totalidad: a todo lector le conviene un equilibrio razonable entre el conocimiento y la ignorancia, entre el recuerdo y el olvido”.
Y como un equilibrista entre el recuerdo y el olvido, Halfon ha reunido seis crónica literarias y personales de su relación con su entorno, con su país de nacimiento, con el lenguaje, con los libros, y los ha empaquetado junto a Víctor Gomollón, editor de la zaragozana Jekyll & Jill, en un garboso volumen envuelto en una camisa a todo color, desde la que nos mira socarrón el guardaespaldas de Mario Sandoval Alarcón, fundador del Movimiento de Liberación Nacional y padrino de los escuadrones de la muerte, fotografiado en plena campaña electoral de 1981, por la reportera gráfica Jean-Marie Simon.
En una conversación off-line/on-line transatlántica, Alicante-Nebraska, Eduardo Halfon nos habla de ficción, de memoria, de autores, escritores, editores y lectores. Algunas de las preguntas de este cuestionario son sugerencias del lector, filólogo y profesor de literatura Rafa Teruel (Puente de Génave, 1970)
—¿Dónde se encuentran las influencias de Eduardo Halfon? ¿Cual es su filiación literaria? ¿Qué lees, qué escuchas, qué ves que luego se vierta en tus escritos?
—Las influencias son fuerzas, decía Raymond Carver, irresistibles como la marea. En mis primeros libros, en Saturno, en El ángel literario, incluso en De cabo roto, es evidente que lo que me estaba influenciando era mis lecturas. Tanto como lector —actividad en la que estaba muy entusiasmado, hasta un tanto enloquecido—, como por mi condición en aquel momento de profesor de literatura. Todo eso se iba metiendo en mi obra. Pero luego hubo un cambio. En 2007 me marché de Guatemala, a España. Renuncié a Guatemala, renuncié también a la docencia, y empecé a dedicarme sólo a escribir. Surge entonces El boxeador polaco, un libro que más que beber de influencias literarias empieza a beber de las influencias vivenciales. Es ya mi vida la que va marcando lo que escribo. Y digo mi vida muy ampliamente. Desde entonces, en esta última década, todos mis libros y cuentos y aun ensayos han sido producto de experiencias vivenciales. Una conversación con mi padre, algún viaje, recuerdos de la infancia, el nacimiento de mi hijo. No estoy retratando mi vida en mi obra. No estoy escribiendo mis memorias ni mi autobiografía. Sino que hay chispas de mi vida diaria que irresistiblemente me mueven a escribir. Las influencias, por tanto, ya son más vivenciales que literarias. Al menos por ahora.
—Pre-Textos, Fulgencio Pimentel, Libros del Asteroide, Jekyll&Jill, Páginas de Espuma, Alfaguara, Anagrama, AMG… ¿hay como un anhelo de libertad en esta dispersión bibliográfica?
—No sé si es un anhelo de libertad. No lo planifiqué así. Nunca fue mi intención buscar tantas editoriales distintas. De hecho, al mirar una estantería, me gusta cuando son iguales todos los lomos de los libros de un autor. Es muy agradable, como lector y comprador de libros, entender el conjunto de un autor como una obra única, visualmente. Pero en mi caso no se dio así. Quizás hay una razón: no creo en el matrimonio entre escritor y editor, entre autor y editorial, sino más bien en el matrimonio entre manuscrito y editorial. Cada manuscrito necesita su propia casa. Yo tengo libros muy particulares que requieren a un editor que sepa presentarlos y mimarlos de una manera bastante especial. Saturno, por ejemplo, es un libro breve y extraño que necesitaba un Jekyll & Jill, donde supieron darle a ese texto la presentación que requería: el diseño de la cubierta, las dimensiones del libro, etcétera. El ángel literario, publicado en 2004 por Anagrama, es un libro muy literario, metaliterario, híbrido de géneros, muy en la línea editorial de Anagrama, al menos la Anagrama de aquel entonces. No es un anhelo por la libertad del autor, entonces, sino un anhelo por la libertad del manuscrito. Hay que buscarle a cada manuscrito su mejor casa, su lugar en el mundo.
—¿Para cuándo subir un ocho mil narrativo, una novela larga? ¿O todo lo publicado hasta ahora se puede considerar capítulos de una gran novela?
—Nada les gustaría más a mis editores que una novela larga. Es lo que se vende. Es lo que los editores y libreros quieren. Incluso es lo que los lectores quieren; lectores de novela larga, épica, que valga los quince o veinte euros que han pagado por ella. Pero ese no soy yo. Yo soy un escritor de distancia corta. Me siento muy cómodo en lo breve, en historia cortas, ya sean estas de un folio o de cien. Duelo, por ejemplo, es para mí un cuento de cien páginas, para ser leído de una sentada, con esa intensidad de lectura. Y la verdad es que, mientras estoy escribiendo, poco me importa lo que quieran vender los libreros y los editores. Yo tengo que escribir lo que tengo que escribir, no lo que se tiene que vender. Pero sí, si juntas mis libros, si reúnes y ensamblas todos esos pequeños libros, la suma es un solo libro. No me atrevo a decir una sola novela, o capítulos de una sola novela, porque la idea de novela es otra. Tal vez una novela episódica, fragmentaria, de las andanzas de un mismo narrador. Pero sí es un solo libro el que estoy escribiendo, y lo voy publicando por entregas, sin planificación, sin saber hacia dónde va, ni qué historia va a crecer, ni qué personaje me visitará de nuevo, de cuándo terminará o terminaré.
—¿En algún momento habrá un Halfon utilizando el inglés como lengua literaria? ¿Sería el mismo Halfon que en castellano?
—El inglés siempre está muy presente cuando escribo. Muchas veces sé lo que quiero decir en inglés y debo buscar las palabras para decirlo en español. Pasé mi infancia y adolescencia en Estados Unidos. Estudié ingeniería en Estados Unidos, antes de volver finalmente a Guatemala. Ahora estoy de vuelta en Estados Unidos: desde hace ocho años vivo en Nebraska, vivo nuevamente en inglés. Mi lengua literaria, no obstante, es el español. Sólo escribo en inglés si alguien me lo solicita. Por ejemplo, “Mejor no andar hablando demasiado”, el texto que cierra Biblioteca bizarra, es una crónica que me fue solicitada en inglés, la escribí en inglés, y después, para el libro, yo mismo la traduje al español, modificándola un poco, tomándome algunas libertades, no sólo con la historia sino también con el lenguaje. Pero incluso ahora, viviendo aquí en Estados Unidos, sigo escribiendo únicamente en español. Aunque escriba sobre experiencias en Estados Unidos, sigo escribiéndolas en español. No sé por qué. Tal vez porque es la lengua de mi infancia.
—¿Parte de tu obra se puede enmarcar dentro de la “literatura del lager”, a la manera en que lo es parte de la obra de Sebald, por ejemplo?
—Lo primero que se me viene a la mente cuando leo “literatura del lager” es literatura que sucede dentro del campo de concentración, dentro del lager, y en mi caso no es así. En mi obra nunca llega el lager. Aunque siempre está ahí, rondando, como una especie de fantasma. Estoy escribiendo sobre los campos de concentración nazi debido a mi abuelo polaco. Esa es mi herencia, mi obligación. Pero nunca he escrito desde adentro del lager. No soy quien para escribir sobre un campo de concentración nazi, sobre ese sufrimiento humano que experimentó mi abuelo. Pero sí puedo escribir sobre el lager en la distancia, a través de mi abuelo, desde el punto de vista de un nieto que ve ese lager con la mirada de su abuelo. Esto es algo que tenía muy presente cuando escribí el cuento El boxeador polaco. Durante años llevaba ese cuento metido en la bolsa, pero no sabía cómo contarlo, o quizás me daba miedo contarlo. Tardé mucho tiempo en lograr escribir ese cuento de apenas diez folios, y en parte creo que fue porque no quería escribir dentro de un lugar que yo no conocí personalmente. Resolví el cuento apropiándome de la mirada de la experiencia ajena, de la experiencia de mi abuelo, y entendiendo que en el fondo no era un cuento sobre el lager. No es literatura del lager, sino de algo más profundo y rabioso y universal.
—Obras como Signor Hoffman, Monasterio o Duelo, ¿crees que pueden ser lecturas para alumnos de 4o de la ESO o Bachillerato, 15, 16 o 17 años, obras para seducir en la lectura?
—Aunque breves, no son libros fáciles, no son obras cerradas que se autoexplican. Son obras que requieren una lectura muy atenta, de un lector muy participativo, y creo que en eso reside su clave. Hay lectores pasivos que quieren que les des la historia, que se las cierres, que se las expliques, que se las sirvas sólo para comérsela mientras vuelan a la Riviera Francesa o a Cancún. Pero en mi caso no es así. Creo que tiene que ver con que soy en esencia un cuentista, que escribo con la intencionalidad de un cuentista. El cuento funciona en un plano más cercano a la poesía que a la novela. Hay algo que un lector debe sentir en el cuento, más que pensar o descifrar. Signor Hoffman, Monasterio, Duelo, Saturno, Biblioteca bizarra, requieren de un lector muy atento, muy participativo, tenga 15 ó 40 años. No es tanto la edad como el tipo de lector, su disposición. Si el lector joven o de bachillerato llega a entender esto, si su profesor logra inculcárselo, la literatura puede ser una experiencia muy enriquecedora. Y el lector entonces se vuelve mi cómplice, mi socio, y vamos escribiendo juntos.
“Les dicen los desechables porque ya no sirven para nada. Yo los conocí mi última tarde en Bogotá, en una localidad industrial llamada Puente Aranda, bajo una llovizna etérea, casi invisible, que ni siquiera mojaba”, así empieza el segundo de los seis textos que forman Biblioteca Bizarra, el volumen de Halfon editado por la editorial Jekyll & Jill, Los desechables, originariamente publicado en el libro Bogotá contada 4, por el Instituto Distrital de las Artes, en 2017. Doce páginas y una fotografía de grupo con los “desechables”, entre los cuales no sabemos identificar al preguntador con alma de entrevistador, el lanzador de las preguntas que Eduardo Halfon intenta responder a continuación, en diferido, tiempo después de haberlas intercalado en el relato, interpelaciones a bocajarro.
(Extraídas del texto Los desechables):
—¿Qué cosa podría decirme usted hoy, como escritor, para ayudarme?
—No crea en la certeza. No crea que toda decisión es definitiva. No me crea nada.
—¿Escribir, para usted, es como rezar?
—No, escribir es mucho más religioso.
—¿Usted cree que consumir drogas puede ayudar a un escritor?
—No, si quiere escribir mejor. Sí, si quiere mejor sexo.
—¿Y usted a quien honra cuando escribe?
—Al lenguaje, nada más.
—Si usted no tuviera comida, ni dinero, ni casa, ¿seguiría escribiendo?
—Sí, pero por las noches, al volver de mi trabajo como ingeniero.
—¿Cuál diría usted que es su infierno?
—Mi propia mente. Ahí me construyo y destruyo a mí mismo.
—¿Cree usted que se puede escribir honestamente de la muerte de un hombre si nunca se ha visto a un hombre morir?
—Honestamente, no. Literariamente, sí. No es lo mismo. La honestidad de la literatura reside en saber mentir hasta que ya nadie recuerde y a ni le importe que aquello que has escrito es una mentira. Y un hombre muerto en la página, entonces, se convierte en mucho más que un hombre muerto.
Eric Gras recomienda Versus, de Karlos Linazasoro, en su artículo «Llibres per gaudir d’un estiu intens. Recomanem 10 lectures per reflexionar en les vacances» (Libros para disfrutar de un verano intenso. Recomendamos 10 lecturas para reflexionar en las vacaciones) en Quaderns de El Periódico Mediterráneo:
«Com ja ens té (ben) acostumada l’editorial saragossana Jekyll & Jill, al capdavant de la qual es troba un Víctor Gomollón que és un regal per a aquest món literari, recomanem la seua última novetat, obra de Karlos Linazasoro. Es tracta de Versus. Estampas de un náufrago, un llibret que narra les peripècies d’un pobre desemparat en una illa deserta mínima. A priori, es podria pensar que estem davant d’una obra jocosa, però a les seues pàgines, en aquestes 99 estampes de què consta el llibre, Linazasoro parla sobre la soledat i la nostàlgia, sobre la identitat, reflexiona sobre el concret i l’abstracte, sobre la res i el tot… Estem, en definitiva, davant d’una obra que amaga rere seu molt més del que es pensa.»
Como ya nos tiene (bien) acostumbrada la editorial zaragozana Jekyll & Jill, al frente de la cual se encuentra un Víctor Gomollón que es un regalo para este mundo literario, se recomienda su última novedad, obra de Karlos Linazasoro. Se trata de Versus. Estampas de un náufrago, un librito que narra las peripecias de un pobre desamparado en una isla desierta mínima. A priori, se podría pensar que estamos ante una obra jocosa, pero en sus páginas, en estas 99 estampas de que consta el libro, Linazasoro habla sobre la soledad y la nostalgia, sobre la identidad, reflexiona sobre lo concreto y lo abstracto, sobre la nada y el todo … Estamos, en definitiva, ante una obra que esconde tras de sí mucho más de lo que se piensa.
María José Simón recomienda Versus, de Karlos Linazasoro:
Este libro, Versus (estampas de un náufrago), de Karlos Linazasoro, editado con mimo, como siempre, por Jekyll&Jill, es un libro extraño, lírico, una verdadera joya.
Versus es, como se indica, un náufrago en una isla diminuta con una palmera. Su vida allí, sus pensamientos, sus hábitos, sus recuerdos, sus sueños, sus miedos, cómo ha sobrevivido a beber agua del mar y a la soledad… todo queda recogido en 99 estampas poéticas o divertidas o absurdas o irónicas. El mar le va trayendo seres animados e inanimados, como en un juego en el que siempre gana él (el mar, claro): libros, botellas con mensajes, una muñeca hinchable, muebles, un gps, un pez volador, piratas, ballenas… Versus, mientras tanto, intenta sobrellevar la situación y mantenerse lúcido. Prepara un discurso para cuando lo encuentren, lee, observa, piensa, sueña, escribe, hace ejercicio y devuelve al mar todo lo que no quiere.
Nos lo explica todo un narrador que observa a Versus desde una cierta distancia. O quizás sean narradores, ya que hablan en plural. No sé, en realidad, no me queda claro, si se trata de un plural mayestático o si se refiere a todos nosotros, que somos testigos de la soledad de Versus como si este viviera en una especie de show de Truman, con su isla y su palmera solitaria como único decorado. Casi que me gusta más pensar que es lo segundo, me hace sentir más compasión, más desesperanza, más empatía.
Un libro para releer una y otra vez. Y quizás en una de esas veces el mar traiga por fin la respuesta.
Agustín Fernández Mallo recomienda la novela Lejos de todo, de Rafa Cervera, en la revista S Moda de El País (21/7/2018).
Biblioteca bizarra reúne seis crónicas literarias y personales sobre la relación de Eduardo Halfon con su entorno, con su país de nacimiento, con el lenguaje, con los libros. Una dialéctica entre el oficio de ser escritor y el oficio de vivir.
«Yo pasaba aquellos días dando clases, y leyendo libros al igual que un viciado, y aprendiendo a escribir como si mi vida dependiese de ello (quizás mi vida sí dependía de ello), y antes de darme cuenta ya había publicado mi primer libro. Así nomás. Casi por accidente. Me había tropezado con los libros, y luego había caído en la escritura. Pero algo finalmente me empezaba a hacer sentido, sobre mí mismo, sobre mi país. Y entonces llegó un salvadoreño endiablado y me dijo que huyera de Guatemala lo más pronto posible.»
Librería Traficantes de sueños recomienda Biblioteca bizarra, de Eduardo Halfon, para este verano.
Biblioteca bizarra de Eduardo Halfon (Editorial Jekyll & Jill, 2018) reúne seis crónicas literarias sobre la relación del autor con Guatemala, a través del lenguaje y los libros. Fusión de vida y literatura emborronada a modo de autoficción.
Miguel Blasco dedica una excelente reseña al libro Incertidumbre, de Paco Inclán, en Lee/Algo.
Tuve el placer de conocer a Paco Inclán la semana pasada en un acto organizado por la Biblioteca Municipal de Valencia en el que ejerció de performático lector de sus propias narraciones y consiguió arrancar carcajadas y aplausos unánimes entre todos los presentes. Decidí, pues, que era momento de adquirir su último libro y fue una inversión a todas luces acertada: las carcajadas y el aplauso han proseguido durante toda su lectura sin bajar ni un instante el tono ni la intensidad, por lo que ubicaría Incertidumbre directamente en esa liga en la que juegan La conjura de los necios de John Kennedy Toole, o algunos pasajes absolutamente delirantes de la obra de César Aira o del Cervantes más subversivo y socarrón.
Lo cierto es que el humor fino aparece desde el primer momento hasta en la cuidadísima edición que ha hecho Víctor Gomollón para Jekyll & Jill: el libro está cubierto por unas tapas duras granates con las letras del título y el nombre del autor en caracteres dorados, lo que lo asemeja a una de esas ediciones “clásicas” que podíamos encontrar en casa de nuestros abuelos, o más bien lo asemeja a un misal romano; ambas hipótesis se confirman cuando descubrimos en la primera página una fotografía del propio Paco Inclán, vestido de riguroso negro, en una pose que hibrida la expresión corporal de un seminarista a punto de ser ordenado sacerdote y la seriedad conspicua con la que eran retratados autores pretéritos.
En cualquier caso, la efigie parece decirnos: permítanme que venga a ejercer de concelebrante en el agradecido rito de hacerles reír y lo haré a través de un método que no está nada de moda en este mundo en el que todos nos esforzamos por guardar las respetables apariencias: riéndome, en primer lugar, de mí mismo. Es esta la tónica dominante de todas las crónicas que componen Incertidumbre: el autor —cual Buster Keaton o Jacques Tati— se coloca en el centro mismo del huracán, su presencia (a veces su torpeza innata, a veces un desmedido afán por llegar hasta las últimas consecuencias del tema que investiga) desencadena que el Otro se active, cuente, empatice y se revele con el riesgo implícito de lo que, en ocasiones, eso conlleva. La búsqueda de una Verdad más allá de lo aparente puede terminar —como de hecho termina— al punto de que al sagaz Paco terminen pegándole una hostia o dándole por el culo. No exagero.
Las distintas ubicaciones geográficas (Irlanda, Formentera, Guinea Ecuatorial, Portugal, Islandia, Chile, Dajla, o la no menos exótica Alcobendas) por las que se mueve el autor dejan entrever un espíritu de viajero impenitente que pretende ampliar el mapa y el territorio de la única manera posible: transitando siempre de lo externo a lo interno (se podría leer toda la obra como un debate profundo acerca del tema de la identidad: ¿quién soy?, y de la otredad: ¿quién es mi congénere?), son viajes contados por un singular peregrino o un caballero andante que se empapa de todo al tiempo que lo relaciona con lo que lleva ya acumulado de polvo del camino.Completa la presente edición el cuaderno de campo Hacia una psicogeografía de lo rural, el desopilante intento de trasladar las teorías situacionistas de Guy Debord a la rururbana aldea de Valladares —ni rural, ni urbana, la expansión de Vigo se la ha comido prácticamente convirtiéndola en una especie de aldea-dormitorio— todo en el marco de una estadía en la residencia artística Alg-a Lab. Inclán emplea para esta sección otro tono, aparentemente más solemne, a mitad de camino entre el diario reflexivo y el catálogo de una exposición de arte contemporáneo, lo que no abandona es el regalo continuo de situaciones descacharrantes a la altura del mejor Buñuel (ese momento en el que monta un
happening subido a un hórreo), o diálogos que parecen sacados de los Monty Python (“Vigo comienza a tres kilómetros de Vigo”, “No, Vigo comienza en un concesionario de coches”).
Lo cierto es que la lectura de Incertidumbre ha supuesto una bocanada de aire fresco o un dulce paréntesis, puesto que acababa de terminar las Obras completas de Osvaldo Lamborghini y lo empalmé con ese otro descenso a los abismos que es el Diario de Juan Bernier (Pre-textos, 2010, próximamente). Fue agua de mayo en pleno junio. Y bien, si este verano quieren que les dé un ataque de risa en plena playa o en la piscina, Paco Inclán es el autor a seguir.
Ana Segura entrevista al escritor Karlos Linazasoro con motivo de la publicación de Versus, estampas de un náufrago (Jekyll & Jill, 2018). En La Torre de Babel, Aragón Radio (11/7/2018)
Olga Vallès reseña Versus, de Karlos Linzasoro en Boulevard Literario:
Íñigo Linaje reseña Biblioteca bizarra, de Eduardo Halfon, en Artes & Letras de Heraldo de Aragón:
Todos sabemos que hay cosas que es mejor no decir. Podemos empezar por ahí; por la inquietante visita que un escritor recibe en su casa. Por una amenaza disfrazada de advertencia: «mejor no andar hablando demasiado». El error cometido por el joven novelista es el siguiente: haber publicado una singular carta al padre en forma de libro: un artefacto literario envenenado y lleno de odio. Este episodio cierra el último relato de ‘Biblioteca bizarra‘ (Jekyll & Jill, 2018), un volumen que reúne seis crónicas que Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) había publicado previamente en revistas y libros colectivos. El texto final aborda los años de formación del escritor, y consigna la desaparición —a manos de fuerzas militares— de otros compatriotas vinculados a las letras. Decía Cioran que un libro debe constituir un peligro para el lector; si no es un libro fallido. Dice Vila-Matas que si un escritor no se atreve a todo, jamás será un escritor. El propio Halfon lo advierte en su última novela: «Ninguna historia es imperativa, ninguna necesaria, salvo aquellas que alguien nos prohibe contar». He ahí una rotunda declaración de principios: es lo que Michel Leiris denomina literatura como tauromaquia. Todo lo que Eduardo Halfon ha hecho hasta la fecha en su obra, ha sido exponer su vida en el ruedo amenazante de la realidad, e intentar reconstruir, por medio del lenguaje, el edificio en ruinas de su identidad. Una reconstrucción, a través de la memoria, de sus orígenes familiares y su itinerario vital, algo que queda expuesto de manera magistral en la quinta crónica del libro, que lo mismo funciona como móvil evocador que como poética personal: «La memoria narrativa —dice— no es fluida. No es continua. Más que como una película, se manifiesta como una serie de imágenes fragmentadas. De cuadros. Abro el álbum de mi memoria y veo varias fotografías, y quiero narrarlas. Darles sentido». Economía verbal e intensidad lírica, claridad y contención: son los rasgos que mejor definen a este audaz orfebre de la lengua castellana. A su pasión por los libros dedica el texto que da título al volumen; a los prisioneros de una cárcel de Bogotá el segundo de la serie. Pero si hay una crónica brillante, y de una ternura conmovedora, es ‘Halfon, boy’, una carta dirigida a su hijo (y revés amable del último relato) donde el futuro padre muestra sus miedos e inquietudes ante la perspectiva de la paternidad. A medio camino entre la confesión y el reportaje, y con una prosa extremadamente delicada, Eduardo Halfon hace en estas páginas —igual que en sus mejores narraciones— un ejercicio soberbio de introspección. Y ensambla, con una naturalidad y contundencia poco habituales, vida y literatura, memoria y verdad. La generosidad siempre delante. ÍÑIGO LINAJE
Belén Rubiano recomienda Biblioteca bizarra, de Eduardo Halfon, en el blog de la librería Caótica (Sevilla).
La memoria narrativa no es fluida. No es continua. Más que como una película, se manifiesta como una serie de imágenes fragmentadas (…) ¿Por qué? Veo esas imágenes en el álbum de mi memoria: inconexas y opacas y acaso inventadas. El hilo que las une es la literatura. La literatura, hilvanándolas, les da sentido. El oficio de un escritor no difiere del oficio de un sastre. Parches, remiendos, costuras, hilos, retazos que, con oficio, crean la ilusión de un todo.
Biblioteca bizarra
Eduardo Halfon
Jekyll & Jill
A lo largo de estas seis crónicas brevísimas y autobiográficas, Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) narra su encuentro con los libros, con la escritura, con otros escritores, con la infancia, con su país y, como no podía ser de otro modo, con el exilio. Es de una concreción tan brillante que pocas veces he leído un texto que respete tanto el tiempo que el lector necesita para hacer otras cosas. Porque escribir no debe confundirse con abusar, yo también resolveré en muy pocas líneas el placer de recomendarlo. Este es un libro para quienes saben que aunque no podamos cambiar el hecho de que vivir es pisar de mentira en mentira (piadosas o no, chicas o grandes) no hay mayor sinceridad que dejar una biblioteca en una casa prestada o propia antes de abandonar el mundo. Los libros leídos, los releídos, los intonsos de los que no quisimos deshacernos, los dedicados, los robados o no devueltos, los que merecieron ser cargados en mudanzas o se quedaron en las divisiones, los repetidos, las obras completas de poquísimos, los que nos regalaron quienes nos quisieron mucho y nos conocieron mal, todo está ahí.
Armad una biblioteca y lo que el gran silencio cubrirá cuando llegue su hora será una inmensa verdad sin imposturas tan fácil de leer como miles de libros cerrados.
Julio Valdeón recomienda Lejos de todo, de Rafa Cervera, en la revista Efe Eme:
«“Lejos de todo”. La novela de Rafa Cervera. No pude acercarme a ella hasta ahora. Artículos, mil, y otros rollos, no siempre excusables, no siempre de peso, me mantuvieron apartado de uno de los debuts literarios más deslumbrantes de los últimos años. Va de Bowie y Valencia, de pop y playas, de escapar del abismo y de crecer cuando envejecer, morir, todavía no ordenaba las dimensiones del maldito teatro. Trata de estrellas decadentes y adolescentes hechizados por el sabor luminescente de las noches de fiesta mayor y el murmullo del oleaje y el destello estelar de la música con la que crecimos, y del descubrimiento del sexo, de los veranos de entonces, y de los milagros de un tiempo que no vuelve y del aprendizaje a la costumbre de vivir y dejarse jirones. La novela, corta como todo trago que se precie, combina de forma admirable las nostalgias de la edad en la que cualquier espejismo parece posible y la celebración de unas músicas que un día no tan lejano operaban como contraseña emocional y abecedario sentimental e incluso brújula moral de varias generaciones. Hay algo de Louis Malle y algo de Capote, de “Otras voces, otros ámbitos” o “El arpa de hierba”, de esa capacidad suya para encapsular las emociones y nostalgias mediante una escritura tornasolada y bellísima, en “Lejos de todo”.»
VALÈNCIA. Los escritores y escritoras Lola Blasco, Chema Cardeña, Rafa Cervera, Adela Cortina y Antonio Praena han obtenido los Premios de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en sus modalidades de Literatura Dramática, Narrativa, Ensayo y Crítica y Poesía, respectivamente, fallados ayer en la Casa de Cultura de la localidad de Rocafort. Los Premios están organizados por la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) y son auspiciados y están patrocinados por el Ajuntament de Rocafort, con el apoyo de la Generalitat Valenciana.
El jurado de Literatura Dramática acordó por mayoría conceder ex aequo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 de Literatura Dramática a las obras Fuegos, de Lola Blasco, y Shakespeare en Berlín, de Chema Cardeña, editadas en 2017 por Ediciones Invasoras y El Petit Editor, respectivamente. Ambas tienen unos valores muy interesantes; son textos potentes que abordan la escritura dramática desde dos ópticas totalmente distintas, explican desde la organización. Así se ha concedido el premio a Shakespeare en Berlín, por la estructura dramática y el tema, tratado con maestría, que siendo histórico es de candente actualidad y cuya pregunta sigue vigente: “¿Tú qué habrías hecho en esas circunstancias?”. Respecto a Fuegos, por la fuerza y emotividad del lenguaje y por las potentes imágenes del texto, que interpela a lo contemporáneo: el miedo al otro, los refugiados, migraciones y exilios, desempleo juvenil, etcétera.
El jurado de Ensayo y Crítica ha concedido por su parte el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 en esta modalidad a Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, de Adela Cortina, ensayo publicado por la editorial Paidós el año pasado. El jurado ha considerado que esta obra es merecedora del premio porque analiza un aspecto de la realidad, a menudo desapercibido y no reconocido, que pone en evidencia nuestras patologías sociales. El ensayo está escrito con un lenguaje claro y una argumentación muy coherente, aspectos que consiguen la atención de sus lectores durante todas sus páginas.
En cuanto al apartado de Poesía, el jurado ha decidido conceder el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2018 a Historia de un alma (Visor, 2017), de Antonio Praena, un libro que pone al descubierto las miserias del mundo contemporáneo a través de un personaje poderoso, sin escrúpulos, aficionado al lujo y a los excesos. Por unanimidad, el plenario de jurados ha decidido, a propuesta del jurado de Poesía, conceder un Premio Especial al poeta y académico Francisco Brines, en reconocimiento a su brillante trayectoria poética.
Els escriptors i escriptores Lola Blasco, Chema Cardeña, Rafa Cervera, Adela Cortina i Antonio Praena han obtingut els Premis de la Crítica Literària Valenciana 2018 en les seues modalitats de Literatura Dramàtica, Narrativa, Assaig i Poesia. L´Associació Valenciana d´Escritores i Crítics Literaris (CLAVE) va fallar ahir els seus premis a Rocafort.
Per una banda, el jurat de Literatura Dramàtica, format per Inma Garín, Enrique Herreras, Nel Diago, Rosa Sanmartín, Francesc Sanguino, Carlos Ferrer i José Vicente Peiró va acordar per majoria concedir el Premi de la Crítica Literària Valenciana 2018 de Literatura Dramàtica a les obres Fuegos (Ediciones Invasoras), de Lola Blasco, i Shakespeare a Berlín (El Petit Editor), de Chema Cardeña. «Són textos potents que aborden l’escriptura dramàtica des de dues òptiques totalment diferents. Shakespeare a Berlí, per l’estructura dramàtica i el tema, tractat amb mestratge, que sent històric és de candent actualitat. Respecte a Fuegos, per la força i emotivitat del llenguatge i per les potents imatges del text, que interpel·la al contemporani», va dir ahir l´organització.
El jurat d´Assaig, format per Gloria de Frutos, José Miguel Segura, Joan Carles Martí, Francisco Agramunt, José Ferrándiz i Elia Saneleuterio va a acordar concedir el guardó a Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia (Paidós), d´Adela Cortina per «analitzar un aspecte de la realitat, sovint desapercebut i no reconegut, que posa en evidència les nostres patologies socials». «L’assaig està escrit amb un llenguatge clar i una argumentació molt coherent, aspectes que aconsegueixen l’atenció dels seus lectors durant totes les seues pàgines», va afegir el jurat.
Per altra banda, l´organització també va voler destacar l´obra Las contradicciones culturales del capitalismo del siglo XXI, d´Ana Noguera i Enrique Herreras, que segons el jurat «confirmen la projecció de l´Escola de València».
El jurat de Narrativa, format per Marina Izquierdo, Eduardo Almiñana, Ángel Basanta, José Luis Ferris, Eric Gras, Rafael Soler i Carmen Velasco, va premiar Lejos de todo (Jekyll & Jill), de Rafa Cervera, per «per la seua reivindicació literària de València sense complexos o localismes, pel viatge emocional a l’adolescència i a la idolatria que planteja, però sobretot per l’aposta que suposa aquesta novel·la profunda i suggeridora».
Finalment, el jurat de Poesia, format per Ricardo Bellveser, Joaquín Juan Penalva, Juan Luis Bedins, Santiago Fortuño, María Ángeles Chavarría, Antonio Herrera i Rosa María Vilarroig va decidir atorgar el premi a Historia de un alma (Visor, 2017), d´Antonio Praena, després d´un intens debat.
CLAVE també ha volgut donar enguany la seua menció especial al poeta i acadèmic Francisco Brines, en «reconeixement a la seua brillant trajectòria poètica».
La Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) organizan unos galardones que se conceden a las mejores obras publicadas durante el año pasado y que este año han acudido al municipio por cumplirse 80 años de la salida de Antonio Machado de Villa Amparo.
Por su parte, en la modalidad de Ensayo y Crítica, el título ‘Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia’, de Adela Cortina, fue considerada merecedora del reconocimiento porque «analiza un aspecto de la realidad, a menudo desapercibido y no reconocido, que pone en evidencia nuestras patologías sociales». «El ensayo está escrito con un lenguaje claro y una argumentación muy coherente, aspectos que consiguen la atención de sus lectores durante todas sus páginas», dijo el jurado. No obstante, los responsables de la elección quisieron resaltar la calidad de la obra finalista ‘Las contradicciones culturales del capitalismo del siglo XXI’, de Ana Noguera y Enrique Herreras, discípulos de Cortina, que «confirma la proyección de la Escuela de Valencia».
Los encargados de decidir la distinción en la categoría de Narrativa eligieron la novela titulada Lejos de todo, de Rafa Cervera, publicada en 2017 por parte de la editorial Jekyll & Jill, por su «reivindicación literaria de Valencia sin complejos o localismos, por el viaje emocional a la adolescencia y a la idolatría que plantea, pero sobre todo por la apuesta que supone esta novela profunda y sugerente, opera prima del autor en el campo de la narrativa».
El jurado de Poesía se decantó por ‘Historia de un alma’ (Visor, 2017), de Antonio Praena, para recibir el premio de la Crítica Literaria Valencia. En palabras de los expertos, se trata de «un libro que pone al descubierto las miserias del mundo contemporáneo a través de un personaje poderoso, sin escrúpulos, aficionado al lujo y a los excesos. Historia de un alma, mediante su discurso poético, despliega una gran intensidad lírica y enlaza el lenguaje de lo cotidiano con el culturalismo posmoderno».
En este sentido, el plenario de jurados también decidió conceder un premio especial al poeta y académico Francisco Brines, en reconocimiento a «su brillante trayectoria poética».
Los Premios de la Crítica Literaria Valenciana están organizados por la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios (CLAVE) y son auspiciados y están patrocinados por el Ayuntamiento de Rocafort, con el apoyo de la Generalitat Valenciana.
En esta edición, la número 38, estaban nominados aescritores y dramaturgos como Vicente Molina Foix, Rosario Raro, Bibiana Collado, Sergio Arlandis, Mafalda Bellido, María García-Lliberós, Antonio Cremades y Xavo Giménez, entre otros.
Biblioteca bizarra, de Eduardo Halfon, en la lista de libros recomendados de Enrique Vila-Matas.