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Dadas las circunstancias de Paco Inclán en Babelia El País



Carlos Pardo reseña Dadas las circunstancias, de Paco Inclán, en Babelia El País:

El hombre que atrae a los locos

Paco Inclán explora la relación entre individuo y masa en una narración cargada de personajes excéntricos

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El narrador se encuentra en la ciudad mexicana de Veracruz, en un centro cultural donde va a estrenarse una serie documental dedicada a las grandes personalidades del lugar (el narrador está allí porque va a casarse, pero “ese es otro cuento”). El primer retratado es Pancho Villa; su nieto, gran bigote y modos de oficialidad, es aclamado por los 400 asistentes. Pronto se comprende que Pancho Villa nunca estuvo en Veracruz, circunstancia que no amarga al público; antes bien, comienza un diálogo sobre lo difícil que es certificarlo, la pertinencia de un “estudio de las ausencias” que, por ejemplo, demuestre “que ni Franz Kafka estuvo en Zaragoza ni Marie Curie pisó Bilbao”. El narrador menciona delirios similares en bibliografía reconocida: la ausencia de George Sand en Are­nys de Mar, de donde debía partir para Mallorca; o la de Proust en Trieste, ciudad que el novelista describió como un “lugar delicioso donde la gente es pensativa, las puestas de sol son doradas y las campanas de la iglesia tañen ­melancólicas”.

Otro ejemplo: si Inclán investiga los círculos “esperantistas” catalanes, una intuición perversa lo lleva a intimar con el responsable de “la primera y posiblemente la última editorial que se dedica a la difusión en esperanto de los beneficios de la marihuana”. Es decir, el marginado entre los raros.
Y es probable que el personaje que es el propio Paco Inclán en su literatura, una especie de humilde bromista bonachón, atraiga a los locos y los excéntricos, pero asimismo hay que comprender que uno de sus temas mayores es, precisamente, la relación del individuo (excéntrico) con una pequeña masa (ditirámbica). En Inclán, comunidad y persona son vulnerables resistencias de un mundo igualmente idiota, pero mejor falsificado; es decir, que pasa por normal. Y en estos errores “de especie” halla el autor algunos signos de autenticidad supervivientes a las convenciones de nuestro tiempo, incluso cuando el protagonista de un texto es un imitador del Che Guevara (“Paisajes cubanos”).

El amor por lo relegado eleva los textos de Paco Inclán por encima de la miniatura bizarra, del chiste contracultural. Es la clave de su logro como escritor y del encanto de todo lo que escribe: un magistral sentido de la empatía. Por eso hace tiempo que ha dejado de ser un autor de culto y se ha convertido en uno de los más originales prosistas en español; además, de una especie de la que es el único (el primero y el último) espécimen.

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Distraídos venceremos de Andrea Valdés en Babelia



Carlos Pardo dedica un excelente artículo a Distraídos venceremos, de Andrea Valdés, en Babelia – El País (25/5/2019):

Aprender a tener una cara

Andrea Valdés ha construido una personalísima genealogía de aquellos que comprometieron su vida con la escritura

Una de las maneras más sencillas e inteligentes de superar el debate que enfrenta una supuesta literatura de los hechos de otra ficcional (y cada bando, con su juguete demediado en las manos, mira al otro con recelo y cierta envidia) podría ser concebir la escritura como una forma de vida. Incluso aceptar que la escritura, en este caso la escritura autobiográfica, pudiera ser la cicatriz protectora de una herida que ella misma ha abierto. Por sincronizar dos frases célebres: el pensamiento sana la herida que él mismo es (Hegel); la autobiografía vela una desfiguración de la mente causada por ella misma (Paul de Man). Espero que se me perdone comenzar tan arriba esta reseña, pero para abordar Distraídos venceremos uno debe desarmar algunos prejuicios cuanto antes, por ejemplo la ilusión de que exista alguna experiencia previa al relato, pues de otro modo corremos el riesgo de perdernos las principales cualidades de este maravilloso y breve libro. Con un material a veces publicado en revistas (El Estado Mental) y trabajado posteriormente como investigación del centro de arte La Virreina, Andrea Valdés (Barcelona, 1979) ha construido una personalísima genealogía de aquellos que comprometieron su “vida con la escritura”. Y también viceversa. “A quienes admiro, precisamente, porque llevaron su impostura más lejos, más allá incluso de nuestra incredulidad”.La nómina de este canon outsider es elocuente: Chacel, Barón Biza, Viel Temperley, Levrero, Sarduy, Libertella, María Moreno… También los brasileños Maura Lopes Cançado, Carlos Sussekind y Conceição Evaristo, menos conocidos para el lector hispanohablante. En casi todos los casos la escritura fue una manera de “encarar”: aprender a tener un rostro, sí, pero también afrontar una vida carente de sentido, sin texto previo, durante lo que llamaríamos una experiencia traumática. La locura de Maura Lopes, el sida de Sarduy, la soledad americana de Chacel, la desfiguración del rostro de la madre de Jorge Barón Biza. Escriben para ser personas en un mundo de personas incompletas. Así, la autobiografía es también “autohistoria” (Gloria Anzaldúa), “biomitografía” (Audre Lorde) y “escrevivência” (Conceição Evaristo), expresiones que recuerdan a la “autosociobiografía” de Annie Ernaux. Y es significativo que estas reformulaciones de lo personal desde lo comunitario e histórico, alejadas de cualquier narcisismo, las planteen mujeres escritoras para quienes la vulnerada construcción de un yo autónomo es inseparable de la invención de un nosotras (y también de un nos-otras que impugne “la voluntad de blanquear los orígenes”). En este sentido, la última parte de Distraídos venceremos, dedicada a la escritura de estas y otras escritoras feministas (chicanas, negras, lesbianas…), es sencillamente magistral.Pero Distraídos venceremos también es un texto en primera persona, y en cuanto se acepte lo caprichoso de la escritura de Valdés, sus excursos y digresiones, más se disfrutarán sus varios niveles. Un ejemplo: la bufanda que, como un cachorro, lame la mano asustadiza de la autora en una chistosa escena cotidiana, es una perfecta parodia de las ya de por sí paródicas epifanías de Mario Levrero en la La novela luminosa. Porque Valdés practica una suerte de “bibliografía como autorretrato”, emulando a la artista Gelen Jeleton, amiga de la autora y personaje de este libro. Incluso nos sugiere que suspendamos el juicio documental y leamos como si todos los aquí citados fueran personajes de una ficción inventada por ella. Y a estas alturas uno ya comprende la seriedad de esta broma.

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Carlos Pardo recomienda Teoría del ascensor y Saturno en Babelia El País



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Carlos Pardo recomienda Teoría del ascensor de Sergio Chejfec, y Saturno, de Eduardo Halfon, en el artículo sobre literatura latinoamericana para la Feria del Libro de Madrid. En Babelia El País:

«De algunos libros importantes ya se ha hablado en las páginas de este periódico: del genial El absoluto, del argentino Daniel Guebel, o de Había mucha neblina o humo o no sé qué, de la mexicana Cristina Rivera Garza, ambos publicados por Literatura Random House. También de Teoría del ascensor (Jekyll&Jill), del imprescindible escritor argentino Sergio Chejfec. Pero tres novelas también merecen destacarse. Saturno fue el primer libro de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971), ahora lo publica, por primera vez en España, Jekyll&Jill. En él ya están las virtudes que hacen de Halfon un escritor importante: la estructura, siempre intensa y fluida, de variaciones sobre un tema. Saturno es una “carta al padre” y un inventario de despedidas de escritores suicidas.»

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Incertidumbre

Carlos Pardo recomienda Incertidumbre de Paco Inclán



IncertidumbreCarlos Pardo recomienda Incertidumbre, de Paco Inclán, en el artículo «Los libros que leeremos más allá de 2016», en Infolibre, por Clara Morales.

«Es un libro raro, una especie de artículos frustrados. Paco Inclán hace una crónica del brazo de San Vicente, del tipo que hizo la letra del himno español, o sobre un equipo de fútbol de Guinea Ecuatorial. No sabes si estás leyendo artículos, ensayo o pura ficción. Es de los libros más divertidos que he leído en mucho tiempo, una parodio de las grandes vanidades especulativas: es chistoso, pero es mucho más. Juega con nuestros prejuicios, con los clichés con los que construimos la realidad. Luego me he leído el anterior [Tantas mentiras, Jekyll&Jill] y es otra maravilla. Este es de los buenos.»

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Babelia



Carlos Pardo dedica reseña a Incertidumbre, el libro de Paco Inclán, en Babelia (El País)

Incertidumbre es uno de los libros más extraños, originales e inteligentes (y hasta piadosos) de la última literatura española. En apariencia es un recopilación de “relatos viajeros” por ciudades o pueblos de Irlanda del Norte, Guinea Ecuatorial, Chile o Islandia que entremezclan lo erudito y lo autobiográfico. Los motivos de estos viajes son variopintos: en Braga se busca la reliquia del brazo derecho de san Vicente (el izquierdo está en Valencia); en Formentera se investiga a un grupo de especialistas en Julio Verne que se reúne al atardecer en calas escondidas para practicar cruising (sexo ocasional entre hombres en lugares públicos); en Alcobendas se entrevista a Paulino Cubero, el denostado autor de la letra del himno nacional…

Paco Inclán (Valencia, 1975) se nombra “investigador de asuntos raros”. “El eslabón entre lo que quise realizar y lo efectivamente realizado” es la apuesta principal de una poética de la decepción: lo que busca el narrador, como un antropólogo demasiado influenciable (autenticidad, tradiciones o deportes pasados de moda), es saboteado por su empatía y unas circunstancias hilarantes. Paradójicamente, su fracaso como reportero favorece su triunfo como literato: amplía los márgenes de las narrativas más convencionales, del relato, la crónica periodística o la forma-novela con las herramientas de la parodia y la permeabilidad sentimental de la primera persona.
Inclán también insiste en descacharrar ciertos conceptos con “aura”: nomadismo, deriva, mapa, disenso… Por ejemplo, en “Hacia una psicogeografia de lo rural”: el autor es becado por el Museo Nacional Reina Sofía para vivir durante unos meses en un contenedor rehabilitado, sito en el paisaje “rururbano” del extrarradio de Vigo. Distinguir cuánto de ficción y de realidad hay en la anécdota no es importante. El resultado es una de la críticas más chistosas (y profundas) del mundo del arte en particular y de la pedantería intelectual con que medimos el mundo en general.
Hay que entender el humor como un asunto central y, de nuevo, piadoso: el extraño placer que viene de la certeza de que no hay certeza, diría Kundera a propósito de Rabelais y Cervantes. Gracias a él, personas y conceptos dejan de ser objetos, es decir, mercancía, a la vez que los objetos pierden la gravedad del marketing. El mundo se convierte en un juego emocional que no puede ser tratado con el distanciamiento (de un turista), sino con la empatía de quien se sabe la principal víctima (sentimental) de estos experimentos narrativos. “Supongo que éstas son las historias que luego adornaré en la barra de un bar y que si uno se piensa literato es para poder desarrollar este tipo de actividades improductivas en tierras extrañas”, escribe el personaje-autor con la humildad que lo caracteriza, pero que nadie se engañe, hay mucho más en juego.

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