Íñigo Linaje reseña Porque ya no queda tiempo, de Rafa Cervera, en el suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón.
NARRATIVA Y MÚSICA. ‘ARTES & LETRAS’
Rafa Cervera en Jekyll & Jill: porque queda la música
El escritor y crítico valenciano publica ‘Porque ya no queda tiempo’, una obra que mezclaba ficción y no ficción en un entramado de efusiones rockeras
Graham Parker dice que la palabra pasión no es una palabra ordinaria. Y está claro que no lo es, porque las pasiones enriquecen y alumbran nuestras vidas. Rafa Cervera (Valencia, 1963), crítico musical y escritor o viceversa, acaba de publicar su segunda novela en Jekyll&Jill, el mismo sello en el que hace tres años debutó en el género con ‘Lejos de todo’, una obra que mezclaba ficción y no ficción en un entramado de efusiones rockeras. Algo parecido hace en esta novela decididamente autobiográfica que, por su ensamblaje argumental y la continua superposición de tiempos narrativos, está dotada de mayor solidez y empaque literario que aquella.
Todo eso queda expuesto en los primeros capítulos de la novela, donde el autor nos habla de su niñez y de su genealogía familiar. Después vendrán los hitos de su educación particular: la excitación al desprecintar un vinilo, su trabajo en una tienda de discos, las expediciones a Madrid para ver música en directo. Y, más tarde, la dedicación profesional al periodismo, que le llevará a cientos de ciudades, hoteles y salas de conciertos. Los últimos episodios del libro están dedicados a rescatar los pecios de esa pasión. En esas páginas, acaso las más emotivas (por sinceras) de la obra, comparece la nostalgia encarnada en los amigos perdidos, en las amigas que se van, en las cintas que guardan cientos de conversaciones y en las fotografías de muchos de sus viajes. “El moho se instala caprichosamente en el cartón de algunos discos, avejentándolos. Mis objetos predilectos se desintegran silenciosamente, y yo también”.
“El moho se instala caprichosamente en el cartón de algunos discos, avejentándolos. Mis objetos predilectos se desintegran silenciosamente, y yo también”
La palabra nostalgia no es una palabra ordinaria. Si Rafa Cervera, por encima de todo, consigue una cosa en esta novela es empatizar con el lector. Sin ser exactamente una biografía ni una colección de postales personales, hay en ella una continua apelación a la memoria y, por ende, un aprendizaje (inevitable) de la edad adulta. Uno lee y recuerda: recuerda y escucha. Uno se ve a los trece años de viaje con sus padres oyendo a los Beatles; uno sintió el mismo entusiasmo que Cervera al abrir el primer álbum de Patti Smith o de Joy Division; uno recorría, hace mucho tiempo, mil kilómetros para ver en directo a Nick Cave y a Bruce Springsteen. La añoranza se impone al recordar noches de conciertos: noches de copas y música, noches en compañía de amores o amigos.
Ahora que todo se suspende y se cancela, que vivimos huérfanos de afectos y de la euforia de nuestra juventud, ahora que cierra un bar mítico llamado Bacharach, uno siente la nostalgia del ayer reciente: una nostalgia cruel, dolorosísima, como esa bofetada que te da alguien que juró no hacerte daño nunca. Desde el interior de aquel local nocturno, abrigado por amores y canciones, uno veía las torres iluminadas de una ciudad que ya no existe: una construcción armónica de la felicidad futura. Ahora, que ya no queda tiempo, apenas perdura la música: los acordes desnudos de los oropeles de la dicha. Después de algunos adioses -decía Neil Young- es mejor arder que consumirse despacio.