Esther Peñas entrevista a Rafa Cervera en Solidaridad Digital



Esther Peñas entrevista a Rafa Cervera con motivo de la publicación de su nueva novela Porque ya no queda tiempo. En Solidaridad Digital (ONCE):

«Hubiera compartido confinamiento con Patti Smith»

Esther Peñas / Madrid

Porque ya no queda tiempo (Jekyll&Jill) es una autobiografía que no lo es. Unas memorias enmendándose la plana del género, una autoficción desbordada que ennoblece la moda. Para alguien que se dedica a escuchar (música, para hacer reseñas; testimonios, para pespuntar entrevistas) la palabra brota orgánica y fresca, contándose por momento con cuerpo lírico, extraño, diferente. Lo cual es gloria bendita. Hablamos de Rafa Cervera (Valencia, 1963), y de su segunda novela.

¿Cuándo sabe uno que ya no queda tiempo?

Cuando la lista de cosas que ya no puedes hacer empieza a crecer cada vez más deprisa. Esa lista incluye también el no poder ver más a personas que son importantes para uno.

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¿Cómo se convierten las vivencias en narración, quiero decir cómo saber qué parte es materia de ficción, puede trascender?

Dándole poder absoluto a la narración. El biográfico es un material muy poderoso siempre y cuando se sepa administrar bien. En mi caso, contar mi vida no es ningún objetivo. Se trata más bien de contarme a mí mismo escribiéndome. Y en esta novela lo he hecho reconstruyendo y manipulando hechos y personajes reales, poniéndolo todo al servicio de una historia que quería narrar. Schoppenhauer dijo que la vida y los ensueños son hojas de un mismo libro.

Sin ánimo de ser impertinente pero esta moda de la autoficción, ¿indica, como apunta algún crítico, a que la imaginación está herida de muerte?

Podría ser. Yo, por ejemplo, solo consigo aplicar la imaginación para hablar de mí mismo. Al menos, ha sido así hasta ahora. No sé qué ocurrirá en el futuro. A nivel general, igual es que la autoficción se está convirtiendo en un género. Igual llega un momento que asumimos que existan ese tipo de libros de la misma manera que hemos asumido que hay novela negra o libros de diarios.

Uno de los logros –me parece- de la novela es cómo se juega con el tiempo. ¿En qué difiere el tiempo narrativo del vital?

En que el tiempo narrativo se puede dominar, pero el real, no. Lo que pasa es que escribiendo el autor puede llegar a tener la sensación de que domina también el tiempo real. Lo cual no ocurre nunca en ningún caso.

¿Qué música pondría como banda sonora a esta novela?

Yo dejaría que sonasen únicamente las voces de los personajes que van apareciendo.

Si “glorificar la oscuridad es absurdo”, ¿cómo escribir desde lo luminoso, que tan mala fama tiene en la literatura?

La pista esencial para llegar a eso antídoto a eso nos la dio Agustín Fernández Mallo en Trilogía de la guerra: “Pareciera que el mal lleva un prestigio asociado, del cual carece el bien”.

¿En qué momento la música se transforma en sexo?

En el momento en el que crea una reacción física que va más allá de lo meramente motriz. Hay música que es como un generador de reacciones eróticas. En algunas canciones es muy obvio pero en otras la sensualidad emerge de una manera inesperada. Escuchando a Al Green cantar determinadas canciones, por ejemplo.

De los muchos músicos que deambulan por estas páginas (Lou Reed, John Cale, Patti Smith…) ¿con quién hubiera compartido confinamiento?

Con Patti Smith. Es la única artista fundamental para mí a la que todavía no he podido entrevistar. Y porque de todos los músicos que aparecen en la novela, intuyo que debe de ser la menos conflictiva. Aunque también me produce mucha curiosidad cómo sería verse en una situación así con Debbie Harry, que es una mujer fuerte y valiente desde el principio de su carrera.

Si el tiempo es el fuego, ¿qué devora y que cincela?

Devora los sueños y cincela la esperanza.

Las fotografías son el músculo de la memoria pero, ¿me da la sensación de que cada vez las miramos menos? 

Totalmente de acuerdo. Hay sobreabundancia de fotos, de imágenes. Antes, disparar una instantánea requería un esfuerzo. Ahora se hace como acto reflejo. Cuando veo a esas personas por la calle que, en cuanto ocurre algo anómalo, apuntan con el móvil para grabar, me produce mucha inquietud. Lo importante es apoderarse de imágenes, aunque no sepamos para qué las queremos, y no seamos conscientes de que, a causa de eso, cada vez vemos menos.

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