Entrevista a Paco Inclán en Solidaridad Digital



PacoInclán

Esther Peñas entrevista a Paco Inclán en el diario Solidaridad Digital, con motivo de la publicación de su nuevo libro Dadas las circunstancias:

«Cada uno ubica el centro y el margen donde le place, tanto en la literatura como en la vida»

Esther Peñas / Madrid

Viajemos. Pero zascandileando por entre raros, sorteando los lugares a donde hay que ir para escoger aquellos en los que queremos estar. Habitémoslos. Busquemos la compañía de insurrectos. Roque Dalton. Julián del Casal. Por ejemplo. Caminemos. Aún hay gente que habla esperanto y tabernas en las que sentir el latido más reconfortante de la vida. Y leamos. Estas doce historias que nos comparte Paco Inclán (Valencia, 1975) en su última entrega: Dadas las circunstancias (Jekyll & Jill).

¿Qué peso tienen, en el actuar de uno, las circunstancias?

Si nos atenemos a la definición de circunstancia supongo que debemos estar todo el rato actuando circunstancialmente, adaptándonos en la medida de nuestras posibilidades. No escogemos ni el lugar ni la época ni el entorno donde nacemos, cuestiones que influyen enormemente en nuestro devenir. Como dice un amigo: «Aquí, en la vida, cada uno hace lo que puede». Aplica también para la escritura.

Si hasta Plutón puede, en un momento determinado, dejar de ser planeta, ¿qué cosas hay en la vida inmutables? ¿Y en la escritura?

Hay dos momentos cruciales en la vida, uno no lo puedes recordar y el otro no lo puedes contar: uno es cuando naces, el otro cuando mueres. Entre uno y otro, pasan cosas.
Sobre lo inmutable en la escritura me lleva a pensar en la inalterabilidad de la letra impresa, algo que se ha perdido con lo digital. La emoción que provoca el cierre de un libro, el último cambio —una coma, un colofón, un detalle imperceptible— antes de que entre en imprenta. Una íntima trascendencia.

Aparte de traerle a la memoria al poeta Roque Dalton, ¿qué se encuentra en las tabernas, en las cantinas?

Durante muchos años fueron mi oficina. De hecho, mi cantina preferida en Guadalajara (México) se llama así, Mi oficina. Allí pasé algunas mañanas trabajando con horario de funcionario. Los bares han sido el espacio de trabajo idóneo donde recoger historias. De algunas me acuerdo, otras me las invento.

¿Qué tiene Roque Dalton que hace necesaria su compañía?

Dalton murió asesinado el año en el que nací, me he imaginado alguna vez que hubiéramos sido amigos. Me enganchó lo visceral de su vida y de su obra. Mi relación con El Salvador es curiosa. Es un país en el que nunca he estado pero que está muy presente en mi vida, a través de Dalton, del Mágico González, de amigos salvadoreños que he ido encontrando en el camino, de mis encuentros con José Luis Sanz, director del periódico digital El Faro, referente del periodismo bien hecho. Buena parte de salvadoreños viven fuera de El Salvador, quizás por eso sea un país que haya acabado conociendo también desde fuera, sin pisarlo. Si escribiera una guía de viajes sobre lugares en los que no estuve, empezaría por El Salvador: sus playas, sus gentes, sus bares, sus poetas, sus pupusas.

Julián del Casal, otro invocado en estas páginas. ¿La verdadera literatura transcurre en los márgenes?

Lo de los márgenes es cuestión de perspectiva. Cada uno ubica el centro y el margen donde le place, tanto en la literatura como en la vida. Recuerdo cuando tras un viaje tortuoso de muchas horas en camioneta llegué a un pueblo remoto  en los Andes colombianos y le comenté a una señora que estaban muy lejos. «¿Lejos de dónde?», me respondió. Para mí era una esquina del mundo lo que para ella era el centro. Ese es el lugar desde donde me gusta contar historias.

¿Qué se le pregunta al último hablante de una lengua?

Do you speak english?

¿Qué aprende uno en cada viaje?

A mí viajar no me gusta mucho, padezco bastante en los trayectos. Lo que me gusta es estacionarme en muchos sitios, practicar una especie de ubicuidad sedentaria. Me encanta sentirme parte del lugar donde me encuentro, he aprendido a desarrollar esto. Cuando llego a un sitio localizo enseguida el que será mi bar de la esquina, mi tiendecita, me saco el carné de alguna biblioteca, me apropio de lugares que no aparecen en las guías. Me gusta la idea de tener un sofá y una mantita en cada ciudad del mundo. En algunas lo he conseguido. Agradezco a las amistades que me han hecho creer que uno puede afincarse en el mundo.

¿Qué tienen en común los países a los que ha viajado el protagonista de esta docena de historias?

Creo que lo que tienen en común es la mirada que aplica el narrador sobre cada una de las realidades reflejadas en los relatos del libro. Una mirada que no se deja influir por estereotipos ni expectativas, dispuesta a dejarse sorprender e incomodarse. Normalmente nos encontramos con lo que ya teníamos previsto encontrarnos. Cuando rompes con esto, entras una dimensión desconocida que me sirve como material narrativo.

Morirse de risa… ¿es la mejor de las muertes posibles?

Me provoca cierto desasosiego imaginarme muriendo de risa. Me veo agobiado mientras asumo que la risa se me está yendo de las manos, que ya no la podré atajar y que la muerte será irremediable. Visualizo segundos de mucha congoja, salpimentada además con el miedo a estar haciendo el ridículo; es ridículo sentir miedo a hacer el ridículo mientras te estás muriendo. Así imaginé la trágica muerte de risa de Julián del Casal. Si hay que morirse, prefiero hacerlo durmiendo mientras sueño que estoy en una playa caribeña, por ejemplo.

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