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Revista Quimera recomienda Larva de Julián Ríos

La revista Quimera recomienda Larva, de Julián Ríos

«Larva», de Julián Ríoslarva

Esta maravillosa reedición de «Larva» debería ser una de las grandes noticias de la temporada. En tiempos de literatura youtuber, de buscar el talento en el logaritmo y en la autoficción, la reedición de esta obra mítica, publicada por primera vez en 1984, nos debería reconciliar con la literatura. Con la buena literatura. No es «Larva» un libro sencillo. Ni siquiera podemos decir que sea una novela, si nos atenemos a las características del género. Lo que sí es evidente que Julián Ríos amplió aquí los límites del campo, como lo hicieron en su día Joyce o Guimarães Rosa. Una obra maravillosa. Esta reedición sólo puede ser una noticia grandiosa.

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Entrevista a Alejandro Hermosilla en la revista Quimera



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Fernando Clemot entrevista a Alejandro Hermosilla, autor de El jardinero, en el número 426 de Quimera. Revista de Literatura.

Alejandro Hermosilla

El jardinero (Jekyll & Jill) es la tercera novela de Alejandro Hermosilla tras Martillo y Bruja. Con estas tres obras ya se ha creado un hueco en la narrativa española más arriesgada. Sobre esta última novela en la editorial zaragozana conversamos con el autor.

Para un lector anónimo, ¿cómo definirías el jardinero? ¿qué se puede encontrar en su lectura?
Un libro extremo y salvaje donde asistimos a la lucha a muerte entre un jardinero y un conde por motivos que no terminan nunca de estar claros. Un retablo medieval un tanto esquizofrénico sobre nuestra época. Un retrato vivo y descarnado del odio a muerte entre dos facciones (tal vez izquierda y derecha; burguesía y proletariado) por el poder. Un jardín de las delicias de la era moderna. Aunque también es válido por supuesto verlo de maneras distintas. Tal vez como un sueño o una alucinación. Un maremoto violento y árido.

¿Qué ha cambiado en ti, en tu literatura, desde la publicación de Martillo y Bruja?
En aquellos dos libros era mucho más juguetón. Me los planteé casi como performances literarias. Me permitía realizar experimentos de todo tipo para probar mis límites y los de los lectores. Quería en parte transitar fronteras nuevas. Ensayar formas de escritura que no se hubieran puesto en práctica casi nunca, al menos de la manera desbordada en que yo lo hacía. Aunque tanto en uno como en otro no pude evitar reflejar el caos y el horror que sentía y percibía a mi alrededor. Sin embargo, en El jardinero me dedico básicamente a contar una historia de la mejor manera que puedo. Me interesa más el fondo que la forma. Me interesa el equilibrio entre las partes sin por ello perder intensidad ni un cierto ánimo transgresor. No me centro tanto en encontrar límites formales, sino en llevar hasta el extremo la historia que narro.

En tu presentación de Madrid comentaste que sin tu estancia en México no podrías haber escrito esta novela. ¿qué tipo de inspiración o experiencia te proporcionó este país para la redacción de El jardinero?

Yo vivía en Xalapa, una ciudad que se encuentra cercada por una vegetación frondosa y tropical y donde suele llover día sí y día también. La ciudad es una especie de jardín enorme. Debía ser preciosa hace décadas. Pero ahora, a pesar de su vegetación, tiene un aspecto decadente y sombrío que pienso que acabó afectando al libro. Al mismo tiempo, Xalapa se encuentra insertada en la región veracruzana, que se convirtió en una de las más violentas del país mientras yo vivía allí. Lo normal era levantarse y escuchar hablar sobre torturas y asesinatos a sangre fría en plazas y calles. La presencia del narco era omnipresente en el ambiente, con todo lo que eso significa, y era habitual ver fotos en los diarios de cuerpos descuartizados. Las atrocidades comenzaron a normalizarse y el odio y la desconfianza mutua pasaron a ser ingredientes cotidianos en la convivencia social hasta el punto de afectar a los actos más sencillos y habituales, algo que creo que quedó reflejado en El jardinero de una manera u otra.

En esta misma presentación hablaste sobre la extraña conexión que se presentó con la literatura del Conde de Lautréamont. también hay en la novela algo de Poe o de Bernhard. ¿de qué fuentes crees que bebe el contenido de el jardinero?

Las primeras frases del libro fueron insultos, maldiciones y descripciones de torturas, y fueron escritas en el 2003. Mi idea era trabajar con ellas para componer un libro kafkiano con influjo de Bernhard. Mi intención era emular a estos dos autores, pues sabía que, antes o después, aparecería mi voz mezclada con la de ellos y me obligaría a dar un pequeño giro a la forma de narrar. Esta voz no surgió totalmente hasta mis años mexicanos. Porque, como subrayé anteriormente, las situaciones extremas a las que el país somete a quienes habitan allí me condujeron a retratar el mal de una manera frontal y absoluta. A su vez, mis lecturas de Mario Bellatin contribuyeron en mucho a que no tuviera miedo de fragmentar el relato. Y en otro sentido, las lecturas de algunas obras clásicas antes de ponerme a escribir diariamente me dieron gran seguridad, la sensación de que el libro que estaba haciendo se integraba en una tradición que iba más allá de nuestro presente y, por tanto, su influjo podía no ser momentáneo. Quería mezclar lo instantáneo con lo eterno. En ese sentido, desde luego Los cantos de Maldoror me ayudaron. Pero también a veces la lectura de un poema de Baudelaire o un fragmento de un ensayo de Nietzsche.

Hay en algunas partes de la novela un entorno, mítico, que recuerda a los cuentos clásicos. ¿de dónde salió este escenario?

Creo que elegí un contorno medieval con aires fantásticos porque, además de que me parecía muy sugerente y suntuoso, me servía para referirme indirectamente a esta época. Pues, de algún modo, soy de los que piensan que vivimos en una nueva Edad Media, puesto que no hay en absoluto separación de poderes en nuestra mal llamada democracia. Lo que convierte a los presidentes en déspotas parecidos a los que retrató Pasolini en Saló. Es algo que me quedó muy claro en México, donde al despotismo hay que unir la degeneración. La pornografía de la violencia y la crueldad.

quimera¿De dónde sacaste los personajes del Conde y del Jardinero? ¿qué libros o experiencias se engloban ahí?
El jardinero nació de un conflicto real que tuve con un jardinero. Eran los años de la especulación económica en España y, debido a los negocios que este jardinero llevaba entre manos con el administrador y el presidente de la urbanización donde yo veraneaba, los jardines de aquel espacio quedaron todos fulminados, pues se primó el alargamiento de unos balcones por encima de las zonas comunes. Es decir, nuestro jardinero no dudó en destrozar los pocos árboles y plantas que había en nuestro recinto para obtener beneficios económicos. Eso me enojó mucho, aunque no pude hacer demasiado porque este señor había logrado recabar votos de decenas de personas de la urbanización que creían —como yo lo había hecho anteriormente— en su honestidad y no eran conscientes de que los manipulaba para controlar nuestro espacio, pues utilizaba la delegación del voto de los propietarios con el objeto ganar todas las votaciones y hacer su voluntad. En realidad, este hombre era imparable y finalmente me di cuenta de que era imposible de vencer. Pero quise hacer un libro para hablar de su tremendo y grotesco poder. El jardinero, por tanto, sería este señor y el conde una mezcla entre mis deseos de vengarme de él y una descripción subjetiva de cómo veo internamente a nuestros políticos. En cuanto a referentes literarios, el jardinero no los tiene, pero sí el conde, pues me inspiré en parte (muy levemente) en el príncipe Sarau que aparece en Trastorno, de Thomas Bernhard. Aunque ciertamente recuerda a los miembros cruentos de los Borgia o a personajes como Gilles de Rais, del que leí pequeñas biografías y recuentos de sus cruentos actos mientras escribía la novela.

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Maleza viva microrrelatos Gemma Pellicer

Maleza viva de Gemma Pellicer en Quimera



Susana Camps Perarnau reseña Maleza viva, de Gemma Pellicer, en el número 390 (mayo 2016) de la revista Quimera.

Maleza Viva de Gemma Pellicer en Revista Quimera

REFORESTACIÓN TEXTUAL

MALEZA VIVA ES EL SEGUNDO LIBRO DE GEMMA PELLICER (Barcelona, 1972), autora de La danza de las horas (Eclipsados, 2012), filóloga, periodista y editora de libros de ficción que de nuevo publica literatura breve de la mano del pensamiento, el caligrama, el aforismo y el diálogo teatral, además de las formas narrativas propias del microrrelato.
El libro se divide en dos partes, «Puntos de luz» y «Herbolario», que contienen cincuenta y una y cuarenta y cinco piezas respectivamente. Por la primera desfilan personajes peculiares, locos y vagabundos, junto con un yo observador que analiza con curiosidad —las más de las veces, con perplejidad— un fragmento de la vida cotidiana, ya sea escena, diálogo o pensamiento. Entre los primeros textos de esta parte hay juegos conceptuales y pasajes de teatro simbólico, experimentos tipográficos, frases potentes que ocupan ocho líneas, episodios probablemente tomados de la vida real —«Los cinco viejitos», «El loco»— y proyecciones o memorias —«Navegación», «Crestas de gallo», «Tentación»—. En ocasiones también se utiliza el juego metaliterario —«Puro tecnicismo», «De gusanos y otras hierbas»—; el nivel de experimentación es intenso.
De esta primera parte sobresalen en mi opinión los microrrelatos que contienen denuncia social, como «El loco», «A precio de saldo casi», «La burla de los disfraces» o «¿Por qué está todo tan oscuro?», por su fuerza y autenticidad. También sorprenden los que abordan una extraña simbiosis de pareja —«Desacuerdo», «De bigotes y matrimonios»—, porque refuerzan la idea de que la relación humana depende de un determinismo caótico, a medio camino entre lo inevitable y la elección personal. Muchas de estas piezas se desarrollan en un momento coMaleza viva microrrelatos Gemma Pellicerngelado, un presente retrospectivo que invita a la reflexión: «Un misterio», «La mujer que no era», «Costumbrismo on the road» o «Entresueño».
La segunda parte, «Herbolario», da paso a formas próximas al surrealismo: «Caperucita en los bosques», «Pájaro emboscada», «Esfera trepidante», que se combinan con piezas donde el pensamiento abstracto se encarna en imágenes simbólicas —«Gavilán de compañía» o «Un cucharón de alpaca». Aquí es frecuente que la naturaleza tome la iniciativa y la palabra, o bien que los elementos oníricos organicen las imágenes de principio a fin. El propósito es siempre la búsqueda de la belleza y la reflexión.
¿Qué aporta este nuevo libro respecto al anterior? Los personajes anónimos, los toques surrealistas y el lenguaje reflexivo y depurado de Maleza viva ya aparecían en La danza de las horas. También aparece el tema de mayor calado: la reflexión sobre el paso del tiempo, que se despliega en «El mismo yo», «Árbor», «La mentira del horizonte» o «Piel», por citar sólo algunos ejemplos. Sin embargo, el salto cualitativo es notable.
En Maleza viva la voz de Pellicer es mucho más segura, flexible y fluida. El conjunto de textos, más coherente. Sin traicionar la meta intelectual que guiaba La danza de las horas, en Maleza viva los materiales literarios tienen —valga la redundancia— más vida, y se expresa una mayor emoción. La visión analítica que privaba en La danza de las horas se ha convertido ahora en un efecto de zoom que obliga al lector a pensar, que lo involucra y lo implica mucho más.
Cabe destacar también la cuidada edición de Jekyll & Jill con un diseño delicado de cubierta, buena calidad de papel y de impresión y el impagable detalle sorpresa que se esconde en la contraportada. El conjunto desprende una refinada sensualidad que nos invita a hacer real el contenido de uno de los microrrelatos, «Apnea»: «Para dar con la perla que lo tenía maravillado, buceó a pulmón y braceó incansable en lo profundo, convencido de que sólo en sueños podía dar con ella. No despertó jamás.»

Revista Quimera recomienda Maleza viva



malez-viva-quimera2  Maleza viva, de Gemma Pellicer, en las recomendaciones de abril de la revista Quimera:

microrrelatos Gemma PellicerMaleza viva, de Gemma Pellicer (Jekyl y Jill, 2016)

Gemma Pellicer nos sorprende con su segundo libro de microrrelatos, donde se impone como juego metaliterario la transgresión del género, llegando a las periferias del aforismo, el poema en prosa o el relato dialogado. Un libro de reinterpretaciones personales —y acertadas— del mundo cotidiano que nos rodea para intentar desentrañar los misterios de la vida mediante magníficas parodias. Pellicer consigue con sus textos convertir en extraordinarios los actos y comportamientos sociales más usuales. Maleza viva es la puerta de entrada perfecta al peculiar mundo de esta autora que va más allá de los límites impuestos del géneroseguir leyendo

«Hombre en azul» de Óscar Curieses en la revista Quimera


«Curieses se mueve entre la poesía y la prosa, entre el aforismo y el ensayo –al estilo de una edición crítica, con notas a pie de página–, entre la ficción y la autobiografía; siempre en la frontera, nunca en el lugar común, de un campo creativo fecundo y mágico donde puede mezclar el matiz de un color con la rotundidad de ciertas palabras, la carnalidad del movimiento con la fijación de lo pensado. De esta manera, Hombre en azul, en su hibridación de estilos, géneros e, incluso, materias, se nos presenta como la exploración que el autor realiza para conseguir la transustanciación de su obra en vida –-a imagen y semejanza de lo que el propio Bacon quería hacer con sus pinturas–; ampliando su yo gracias a la posibilidad de transformarse, de travestirse, de ampliar su identidad, o de ser poseído por otro. Así, el nombre del autor del libro únicamente aparece en la portada, desaparece en su interior, o más que desaparecer se representa bajo la máscara de diferentes conciencias creativas: la del pintor maduro que recuerda, sueña, reflexiona y escribe, la del editor de los textos, la del entendido en Arte que escribe un prólogo, y la del traductor al castellano. Podríamos decir que Curieses interpreta todos esos papeles en esta obra, jugando no a confundir, sino a sorprender al lector e interesar desde la complejidad.»

Agustín Calvo Galán reseña el libro Hombre en azul, de Óscar Curieses, en la Revista de Literatura Quimera (julio-agosto, 2014).

Menos Joven de Rubén Martín Giráldez

Menos joven de Rubén Martín Giráldez en revista Quimera

Menos Joven de Rubén Martín GiráldezGermán Sierra recomienda la novela Menos joven, de Rubén Martín Giráldez en el número de febrero de 2013 de la revista Quimera.

Los sentidos. sabemos, nos engañan de forma diferente. La estupenda novela de Rubén Martín Giraldez Menos joven (Jekyll & Jill, 2012) comienza relatando que el protagonista «sabe que su padre ya no es capaz de distinguir entre trabajo y realidad«. Lo que implica que el trabajo nunca es realidad, sino ficción, y además una ficción tramposa, una ficción que ha sido mezclada hasta confundir todas nuestras referencias. ‘El padre de Bogdano se dedicaba a cruzar libros como quien cruza perros de raza’, podemos leer en el capitulo segundo. ‘arrancaba las cubiertas de grandes obras de la literatura, separaba con cuidado la página de derechos. y a veces incluso la dedicatoria de aquellos escritores geniales; entonces, con las fundas de piel recién obtenidas de, por ejemplo. Los papeles póstumos del club Pickwick retapaba el cuerpo paginoso de, por ejemplo, la novela Raíces. Remix diabólico de «alta» y «baja» literatura que se prolonga en un holocausto radiofónico cuyo propósito es destruir al ídolo, categoría que engloba al protagonista de cualquier éxito. Intelectual o mediático. popular o de culto. El ídolo, como el cuarto oscuro, es aquello de lo que carecemos como experiencia directa y, por lo tanto, la imagen que recibimos de él está bajo sospecha de haber sido trucada, manipulada, de ser inadecuada para compartir el relato de nuestra vida. De no poder ser capaces de distinguir si procede de alta o de baja cuna. La literatura posdigital no puede eludir la sospecha de una Matrix en cada esquina que pretende doblar. No es posible desautorizar la experiencia como en tiempos de Borges; la metaliteratura, por si solo, ya no podría convencernos. Todos los textos, todas las imágenes y todos los sonidos se encuentran a nuestra disposición. por lo que no hay misterio en cuanto a sus origenes. Y todo se encuentra entremezclado, formando un espacio continuo de presencia simbólica. En el mundo postdigital los sentidos a los que podemos recurrir para evocar lo que no esta presente (el más allá del fenómeno analógico-digital) son el olfato y, sobre todo, el tacto: ‘Es dificil entender como las cosas se tocan, no porque el tacto sea algo complejo o misterioso’ ha escrito el secreto autor de ObliviOnanisM. l: Disolvim (GnOme, 2012), «no debido a algún insuperable ocasionalismo que lo gobierna, sino porque el tacto mismo acontece mediante la dureza. la dureza necesaria para que algo pueda tocar. Pero ese acontecer mediante la dureza también significa que el tacto, incluso el golpe más violento, es efectiva y profundamente suave. que el tacto es una llegada o evento de lo que atraviesa o tiene lugar en el dentro-y-fuera de la propia dureza. En asuntos de tacto lo mejor que puede hacer el entendimiento es contactar con el hecho frío del tacto mismo: las cosas se tocan. ¿como podrían no hacerlo?»

Golpear. por lo tanto. al ídolo que huye, o abrazar al amante que se ofrece. Recuperar la condición de objeto que le habíamos arrebatado al sujeto, y reivindicar el cuerpo como mano oscuro.