Naufragios: reseña de Versus (estampas de un náufrago), de Karlos Linazasoro
Al empezar con Versus (estampas de un náufrago), de Karlos Linazasoro, no tardo sino unas pocas estampas en darme cuenta que he dado con algo desconocido pero que, sin embargo, me despierta cierta sensación de familiaridad. Como anticipaba en A veces… un libro, de algunas obras me resulta muy complicado escribir una reseña o comentario. Quizá porque se trata de textos tangenciales, que escapan de mis capacidades a través de un punto de fuga que nunca había percibido. Como algo que ocurre en un destello apenas captado por el ojo. Y Versus es una de esas obras, una pequeña joya que escapa de lo convencional, como casi todo lo que publica la editorial Jekyll&Jill; una de esas obras, además, para las cuales diseñar una sinopsis debe constituir una ardua tarea. En la web oficial de la editorial, se nos dice entre otras cosas que en Versus: “…a través de las 99 estampas que narran la vida de un náufrago residente en una pequeña isla desierta (algunas veces sorprendentemente habitada), Karlos Linazasoro habla sobre la soledad y la nostalgia, sobre la identidad, sobre cosas concretas y abstractas, sobre el cielo y la tierra, sobre la nada y sobre todo lo existente”. Y punto. Aquí podría terminar mi reseña. Pero como lo prometido es deuda, me estrujaré un poquito los dedos.
En cierto modo, al comprarme el libro en la librería Letras corsarias, la portada trajo a mi cabeza la prototípica imagen de Tricicle en su isla, procedente de la más tierna infancia. Tengo una atracción especial por la figura del náufrago, y echando la vista atrás, encuentro que los personajes de mis cuentos y novelas siempre han sido náufragos, a veces figurados, la soledad de vivir en sociedad, otras, náufragos reales, como el Versus que nos regala Linazasoro. Por eso, no sorprende la soledad de Versus a pesar de que la isla, como apunta la sinopsis, se encuentre a veces atiborrada de gente. Se trata de los ángulos oscuros de la soledad, que no son más que los propios ángulos del alma humana. Y de ella, del alma de Versus, trata este librito de estampas, que tuve la suerte de leer en otra isla, considerablemente mayor (o no) a la de Versus: Islandia.
Al igual que en esta isla nórdica, en la isla de Versus ocurren cosas muy extrañas, que desafían las leyes del espacio y del tiempo, que contradicen la lógica, quizá porque la isla no es más que un reflejo exteriorizado del universo interior de Versus. El juego de reflejos entre lo de dentro y lo de afuera, una relación definida visualmente por una cinta de Möbius. A veces patético, a veces intenso, Versus no posee nada excepto la profundidad de su alma, y en la isla se expresa toda la panoplia de emociones habidas y por haber en el espíritu humano. También todas las fantasías, los recuerdos, los traumas, los anhelos, los recuerdos, los pensamientos. En la isla de Versus, todo cabe. Incluyéndonos a nosotros mismos, que sin querer nos caemos dentro de cada una de las estampas. Y, en algunas, hasta nos convertimos en náufragos. Qué fácil es perderse y ser olvidado.
Cada vez que escribo una reseña, trato de ofrecer algunas pinceladas sobre la voz narrativa, el orden de las escenas, el argumento y el estilo del autor, que si primera persona o tercera o vigésimo cuarta; como tratando de acotar lo que creo que podría tener el escritor entre las manos en el momento de sentarse a escribir. Con Versus me confieso incapaz. Podría mencionar que la prosa cuidada, delicada, vive al servicio absoluto de la transmisión de ideas, matices, sensaciones, pero no dispongo de habilidad para poner sobre blanco que Versus es un librito que entra al tuétano, enraizando en su interior, y para la cual los mecanismos y herramientas que utilizo usualmente pierden su función, y resultan ineficaces.
Porque Versus no se analiza: se vive.