Etiqueta: Eduardo Halfon

La librería Cervantes y Compañía recomienda Saturno de Eduardo Halfon



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La librería Cervantes y Compañía (Madrid) recomienda Saturno de Eduardo Halfon:

«Saturno. Un joyita editada por Jekyll&Jill Editores. Una nouvelle de Eduardo Halfon que atrapa al lector desde sus breves pero potentes páginas. El narrador escribe una desgarrada carta a un padre severo y devorador. De su necesidad de escribir, va intercalando un contundente texto donde aparecen otros escritores atormentados y sus trágicos finales en suicidio, desde Yukio Mishima, Sylvia Plath, Jack London, Alejandra Pizarnik, Stefan Zweig, Hunter S. Thompson, Virginia Woolf o Hemingway. Editado en una serie limitada de 1000 ejemplares.»

Cervantes y Compañía (Pez, 27, Malasaña, Madrid)

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Saturno de Eduardo Halfon en El Boomeran(g)



Saturno, de Eduardo Halfon, en el Escaparate de Novedades de El Boomeran(g).

PÁGINAS DEL LIBRO

Sus cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio, ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida. Y siempre, sin falta, hallaba un papel doblado en tres. Un solo papel con el membrete de su empresa. Mal doblado, por prisa, supongo. Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoSaturnoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo. Yo lo dejaba allí, casi olvidado a la par de mis pies, pues lo que realmente me interesaba no era su dinero, padre, sino sus palabras. Ingenuo, buscaba sus palabras. Y en medio del papel, escrito en tinta negra, encontraba yo siempre lo mismo: su nombre. Nada más. Sólo su nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre.

     Quizás por eso escribo, o mejor dicho, quizás por eso necesito escribir.

     Al sepelio de Klaus Mann sólo llegó Michael, su hermano menor, cargando en la mano derecha un misterioso estuche. Era el verano de 1949. Su padre había recibido el Premio Nobel de Literatura veinte años atrás.

     Como había escrito en su ensayo Selbstmörder, en donde narraba con «envidia tan amarga» los suicidios de varias personas que él había conocido, Klaus mismo decidió, por segunda vez, terminar su vida. Su primer intento había ocurrido diez meses antes, en California, cortándose las venas de ambas muñecas, tomando pastillas y respirando gases tóxicos. Pero fracasó. Supuesta causa: las infidelidades de su amante, un joven marinero. En su segundo intento, mientras pasaba las vacaciones en Cannes, ingirió exitosamente una dosis letal de somníferos.

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Saturno de Eduardo Halfon en La lectora futura


Jekyll & Jill trae a España el Saturno de Eduardo Halfon: una obra inédita con una cuidada edición

04/04/2017 | Edición | La lectora futura España

La editorial apuesta por la opera prima del escritor guatemalteco, que ya fuese publicada en 2003 por Alfaguara y Punto de Lectura en el continente americano pero que no que nunca cruzó el Atlántico. Esta editorial rompe así el poco comprensible muro que a veces se alza entra la creación en español de ambas orillas del océano.

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En Saturno, un narrador desquiciado arremete contra un padre severo y devorador que ha plagado su vida de silencios. Es esta una carta amarga dirigida a un padre por la que discurre la trágica narración de los últimos días de una larga lista de escritores suicidas.

Esta obra, publicada en Guatemala en 2003, llega ahora a España de la mano de Jekyll & Jill, y supuso la irrupción de Eduardo Halfon en el tortuoso mundo de la literatura.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Revista Détour



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Juan Jiménez García reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en la Revista Détour:

Eduardo Halfon. Una historia compartida de la destrucción, por Juan Jiménez García

Con treinta y dos años, Eduardo Halfon publica su primer libro. En él recoge dos relatos o, a la francesa, nouvelles: Esto no es una pipa, Saturno. Era el año 2003 y ni tan siquiera ha pasado mucho tiempo. Poco más de una década, poco menos de dos. Tras ese tiempo, Halfon se nos presenta como un escritor al que no podemos perder de vista, en el que cada libro es una entrega más de una experiencia vital. Y es una experiencia vital porque va más allá de la escritura, al situarse tan cerca de uno mismo. O eso creemos, porque aun la literatura nos sigue pareciendo cierta y nos cuesta distinguir al autor del narrador. Así también eSaturnostá bien. Jekyll & Jill, esa editorial para la que cada libro es un objeto único, con un corazoncito que late en su interior, vuelve a recuperar uno de aquellos dos relato, Saturno. Momento para invocar, pues, aquellos viejos días del pasado.

Saturno devorando a un hijo. A todos. También a los hijos de los demás. A sus hijos escritores. Saturno tal vez solo sea la vida, la literatura, los padres, los otros. Halfon construye una letanía de muertes, pero no cualquier muerte. De suicidios, de distintas maneras de acabar con todo eso. Los culpables, los motivos, son sombras, más o menos precisas. Las mujeres de Cesare Pavese, Ted Hughes (motivo repetido), la enfermedad, la necesidad,… El narrador tiene los suyos. Tiene a ese padre que se avergüenza de él, de su profesión. Ese padre que pretende ignorar al hijo, hasta que la muerte no lo ignora a él.

Lejos de volvernos insensibles, como todas esos horrores televisados, esa sucesión de suicidados, se convierten en gotas de agua que acaban por dejarnos completamente empapados. De dudas, de riesgos. Como sí escribir fuera algo tremendamente peligroso, otra manera de robar el fuego. Otra manera de cruzar algún tipo de límites, visibles e invisibles, aunque a veces los motivos sean humanos, tan humanos, como que, simplemente, no nos quieran. Hay tantos fantasmas… por todos lados.

Eduardo Halfon ha andado lo suyo desde aquella primera obra. Y sin embargo, en cierta manera, hay tantas cosas aquí que permanecen… Igual es solo una sensación que duda en convertirse en certeza. Escondido tras esos nombres, a la manera de Vila-Matas, se sitúa a sí mismo. No es una cita vana, si recordamos aquel Suicidios ejemplares. En realidad es pensar, lejos del egocentrismo tan de nuestros días, que podemos contarnos a través de los demás. Situarnos en algún punto de la historia. Una historia común de la destrucción.

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Llibreria Nollegiu recomienda Saturno de Eduardo Halfon para Sant Jordi 2017



SaturnoXavier Vidal, de Llibreria Nollegiu, recomienda Saturno de Eduardo Halfon para Sant Jordi 2017:

Un llibre tant breu com intens. La relació de l’autor amb el seu pare explicada amb la contundència narrativa d’un autor de Guatemala que ja ens té acostumats a explicar-nos històries amb una intensitat que fa por. Comences i quedes atrapat. Acabes i quedes commocionat. Si us agrada Saturno – la primera novel·la de Halfon que recupera aquesta editorial de Saragossa a la qual hauríeu d’estar molt atents – podeu buscar Monasterio o Signor Hoffman, les dues publicades per Libros del Asteroide.

Un libro tan breve como intenso. La relación del autor con su padre explicada con la contundencia narrativa de un autor de Guatemala que ya nos tiene acostumbrados a contarnos historias con una intensidad que da miedo. Comienzas y quedas atrapado. Acabas y quedas conmocionado. Si os gusta Saturno —la primera novela de Halfon que recupera esta editorial de Zaragoza a la que deberíamos estar muy atentospuede buscar Monasterio o Signor Hoffman, ambas publicadas por Libros del Asteroide.

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Saturno, de Eduardo Halfon en el blog En construcción


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José Fernández Belmonte escribe sobre Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog En construcción:
El padre, nuestros padres, tienen la sombra alargada como un ciprés. Su ejemplo, su figura, su temperamento, su afectividad, para bien o para mal, nos condiciona durante toda la vida. A nuestro padre, nuestro abuelo, y nosotros a nuestros hijos. La cadena se transmite mediante una especie de corriente eléctrica que lo condiciona todo. Un ejemplo erosivo, sigiloso, a la par que excesivamente contagioso. El padre ausente, ocupado, desvirtuado y alejado de su condición, que aparece únicamente cuando le viene en gana, se requiere de su autoridad, o más bien de su autoritarismo.
El padre banco, el padre dictador, el padre amenaza, el padre impertérrito, el padre todopoderoso, justiciero, y casi eterno. Sólo casi.
Saturno se comió a sus propios hijos. Y al igual que Goya, que a través de sus cuadros dejó buena cuenta de ello, el escritor Guatemalteco Eduardo Halfon, en su novela Saturno, nos habla de un padre así, un padre como el mío, o como el suyo, o como yo mismo, que también soy padre ausente y penitente y no llevo camino de mejorar.
Es cierto que ejercer de padre es de las cosa más complicadas a las que nos enfrentamos en la vida, y tal vez por ello, o quién sabe si por cualquier otro motivo inconfesable, incluso teniendo hijos, en ocasiones, renunciamos a ello.
Y, al final, por mucho que queramos aparentar, todo padre no deja de ser un gigante con los pies de barro.
Emotiva y preciosa novela corta ésta que hoy les recomiendo.

Saturno de Eduardo Halfon en Blumm, la manía de leer



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Bernardo Luis Munuera reseña Saturno, de Eduardo Halfon en su blog literario Blumm, la manía de leer:

«Usted, padre, también se burlaba de mi trabajo literario. Le parecía a usted ridículo que su hijo pretendiese ganarse la vida escribiendo. Se avergonzaba usted de mi vocación. A sus amigos les solía mentir. ¿Lo recuerda, padre? Entré al restaurante y usted, recio, imponente, ya estaba hablando con uno de sus socios. Al verme, usted me dio una palmadita en la espalda. Te presento a mi hijo, el ingeniero. Otras veces, yo era un abogado. Nunca pudo usted aceptar que su primogénito no siguiera sus mismos pasos. Nunca pudo usted comprender que mi vocación no era la suya. Yo, padre, le daba pena. Lo humillaba. Ante sus ojos, yo era un fracaso y, por lo tanto, como padre, usted también era un fracaso. Y esa frustración, ese dolor, salía en sus bromas e insultos. ¿Lo recuerda, padre? No soy ingeniero, le dije a su socio. Soy un escritor. Yo escribo, rematé con estoicismo. Usted, padre, me devoró con su mirada»[1].

«Los romanos identificaban a Saturno, su antigua divinidad agrícola, con el dios griego Cronos, hijo de Urano (el Cielo) y de Gea (la Madre Tierra), que tras expulsar a su padre se hizo dueño del mundo. Se casó con Rea y tuvo numerosos hijos, pero Gea le predijo que uno de ellos le arrebataría el poder y los devoró a todos salvo a Júpiter, a quien Rea logró poner a salvo en Creta, donde creció alimentándose con la leche de la cabra Amaltea; cuando estuvo preparado, se enfrentó con su padre y lo destronó, convirtiéndose en señor de todos los dioses»[2].

«No pienso en absoluto en la muerte, pero la muerte piensa continuamente en mí»[3]. Thomas Bernhard se atreve a abrir un libro de Álvaro Colomer: Los bosques de Upsala.

Cuando lees Saturno, de Eduardo Halfon, te preguntas si, para ser escritor, tienes que acabar suicidándote, si tienes que terminar, a la fuerza, devorado por una madeja de demonios rojos a los que diste entrada un día frío de enero. Te lo preguntas así, ahora, en abril, sin mucho sentido común de por medio.

Saturno es una metáfora en sesenta y ocho páginas. Una metáfora que rotula la peculiar relación de un padre con el hijo de puta de su hijo —piensa el padre— que ha decidido destinar su vida a la escritura. Y así como Saturno lo hizo, así el padre quiso «irrelevar» su paraíso, la escritura. El protagonista, entonces, entra en una enumeración de suicidios; y lo hace en barrena. Es una metáfora también, sí, donde Rea, o la escritura, logra salvar a Eduardo, o al narrador de Saturno.

El libro se lee antes de que puedas actualizar el timeline de Twitter. Así que, con la angustia y la ansiedad que soportan hoy los libros, qué me dices de la ventaja. Además, la edición está numerada y es una edición preciosista; está cuidadísima. Enhorabuena. Ni que fuese un libro de poesía, doctor Jekyll. Pero aunque no lo sea, ¿cuándo una metáfora no ha sido el tropo perfecto para hacer poesía, poeta? Pues imagina una metáfora de sesenta y ocho páginas sobre la prosa depurada de Halfon, sin tilde en la «o». Querré leer más de Halfon, sin duda. Saturno ha sido un sabroso aperitivo. Y no sé por dónde empezar. ¡Por turno!

[1] Eduardo Halfon en la página 40 de Saturno, título editado por Jekyll & Jill el 3 de marzo de 2017.

[2] Fragmento del comentario al óleo de Francisco Goya “Saturno devorando a un hijo” publicado en la página 170 de Goya. Los grandes genios del arte, Biblioteca El Mundo, 2005.

[3] Cita de Thomas Bernhard con la que Álvaro Colomer abre Los bosques de Upsala (Alfaguara, 2009).

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Eduardo Halfon y Saturno en La Torre de Babel – Aragón Radio



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Ana Segura entrevista a Eduardo Halfon en el programa cultural La Torre de Babel, de Aragón Radio (06/04/2017) con motivo de la publicación en España de su libro Saturno.

«Escribir no es autoayuda. Leer puede serlo, pero escribir no es sentirse mejor. Cuando escribo un libro me siento aún más confundido y desasosegado.
Las palabras corresponden a Eduardo Halfon que en 2003 publico en Guatemala Saturno. Una historia tan breve como enorme. Una carta, un ajuste de cuentas, un grito de dolor y al mismo tiempo un recorrido por una lista mucho más larga de lo que pensabamos de escritores y artistas que optaron por terminar con su vida.
Jekyll and Jill, la editorial aragonesa que destaca por el mimo con que elige y trata cada uno de sus libros reedita y publica por primera vez en España este relato. Un relato tan desgarrador como atrayente en una edición que recoge, en si misma, el espíritu de la historia. Hoy, en la torre de Babel, sentamos a autor y editor de un libro extraordinario. Saturno de Eduardo Halfon en Jekyll and Jill.»

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Saturno de Eduardo Halfon en Valencia Plaza



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Eduardo Halfon. Foto: Adriana Bianchedi

 

Eduardo Almiñana reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en Valencia Plaza:

Eduardo Halfon devora al padre en Saturno, el nuevo libro de la editorial Jekyll&Jill

El escritor guatemalteco nos presenta el ajuste de cuentas entre un narrador atormentado y su padre, un narrador que a la vez se confiesa y se cobra una anhelada venganza literaria

3/04/2017 – VALÈNCIA. Según la mitología romana, Saturno fue concebido por el dios Caelus —el cielo, el firmamento— y por la diosa frigia Cibeles —para los romanos Tellus, la tierra—. A cambio de reinar en lugar de Titán, su hermano mayor y por tanto el legítimo heredero del trono divino, Saturno prometió no tener hijos, para que de esta manera, a su muerte, los hijos de su hermano continuasen la dinastía. Sin embargo, las palabras se las lleva el viento también en el reino celestial, y Saturno, lejos de respetar el pacto, lo interpretó a su manera: sí engendraba hijos, pero se los comía, en un terrible acto de canibalismo parricida que Goya o Rubens ilustraron con gran talento. Saturno, en cuyo honor se celebraban las Saturnalia —días de excesos, banquetes y regalos a propósito del solsticio de invierno coincidentes con nuestra Nochebuena y Navidad—, acabó sus días rendido y vencido por su hijo Júpiter, quien no se conformó con arrebatarle la corona y culminó su venganza mandando a su padre al inframundo, molesto por su feliz jubilación en el Lacio.

Un amigo especialmente sabio e iluminado, el escritor Carlos Lopezosa, me aseguró una Saturnovez que cualquier conflicto que podamos imaginar ha sido ya tratado en los mitos grecolatinos, que solo Cervantes ha sabido desde entonces crear algo nuevo en este campo, en el de los mitos —su aportación vino con El Quijote y guarda relación con el peso del tiempo frente a la modernidad—. Cuando uno hace el experimento se da cuenta de que hasta los miedos más actuales, al ser despojados de toda la parafernalia tecnológica, son muy similares a esas historias que tanto hemos oído; es realmente complejo el asunto, hasta el punto de que inventar un mito por completo original se presenta como una tarea titánica. Las relaciones paternofiliales más tormentosas no están exentas de este reflejo mitológico, por eso el escritor guatemalteco Eduardo Halfon tituló Saturno a esta nouvelle escrita en dos mil tres —hasta ahora inédita en España— que llega a nuestras manos ahora por obra y gracia de Jekyll&Jill, un sello gourmet siempre garantía de calidad literaria. La editorial de Víctor Gomollón nos ofrece esta vez un libro ligero que carga con una historia enorme, como Atlas y el peso del mundo sobre sus —cabe suponer— doloridas espaldas.

Si Júpiter enviaba a su derrotado padre al Averno, Halfon inicia su alegato aludiendo al abismo: parece inevitable hacer referencia a las profundidades más oscuras cuando se tiene que narrar el dolor provocado por un progenitor ausente. En Saturno somos testigos de una larga confesión, la de un hijo tratando de poner nombre a sus heridas, las que le dejó toda una vida de silencio e indiferencia paternal, cuando no de rechazo. “El padre es un nombre”, se repite nuestro protagonista como un mantra, en un esfuerzo por conjurar los demonios que invoca cada vez que piensa en cómo su vocación de escritor siempre fue ridiculizada, en cómo su padre le decía a sus amigos que su vástago era ingeniero para aliviar la vergüenza que sentía ante el oficio que en realidad había escogido. Los demonios emergen cada vez que recuerda el desprecio con que eran recibidos sus escritos, que se amontonaban en la mesita de noche de su padre, que se refería a ellos como artículos en lugar de cuentos -hasta ese punto ignoraba a qué se dedicaba-. Los dhiemonios aparecen más nauseabundos que nunca cada vez que la memoria recupera el nefasto día en que él, su poderoso y autoritario padre, en la última batalla que escenificaron, le recriminó su supuesta frialdad, distancia e ingratitud, tenedor en mano en un almuerzo. Allí, a los gritos, le reveló que sentía la necesidad de vengarse de él. Tras toda una vida de humillaciones, para colmo, el padre ansiaba vengarse del hijo.

Una tragedia familiar así puede desencadenar impulsos de todo tipo, y de entre todos ellos, el suicidio es uno de los más recurrentes. De ahí que el narrador devorado de la nouvelle de Halfon vaya tejiendo su monólogo acompañándose de imágenes prestadas de otras vidas zanjadas con mayor o menor brusquedad, pero siempre por voluntad del finado o la finada: desde Hemingway hasta Virginia Woolf pasando por Yukio Mishima, Yasunari Kawabata, Paul Celan, Hart Crane, Sylvia Plath, Cesare Pavese -autor de la cita que abre el libro-, Jack London, Malcolm Lowry, R.H. Barlow, Alejandra Pizarnik, Andrés Caicedo, Stefan Zweig, Vachel Lindsay, Horacio Quiroga, Pablo de Rokha, Hunter S. Thompson, Vladimir Mayakovsky, Tadeusz Borowski, Sergey Yesenin o Alfonsina Storni. La lista es tan larga que abruma. Confiesa nuestro protagonista con brutal honestidad que piensa a menudo en la posibilidad de quitarse de en medio, que al igual que tantos y tantas ha fantaseado con su propia muerte. ¿Qué tiene el oficio de la escritura que cuenta con tantos suicidas en su haber? ¿O es solo una ilusión, y el porcentaje no es tan elevado? ¿Cuántos corredores de bolsa se suicidan, cuántos jockeys, cuántos panaderos, cuántos policías?

Pese a todo, Saturno no es la crónica de un suicidio anunciado, si no de una venganza jupiteriana, la que se cobra el hijo cuando por fin puede, cuando la sombra gigantesca del padre se diluye en la tierra. Cuando como el Henry James enloquecido al que se refiere en un pasaje del libro, coge su luto y se deshace de él, una farsa a medias, un montaje perfecto, un ritual necesario para expiar todos esos pecados que no cometió pero por los que tuvo que pagar. Cuánto habrá de Halfon en las voces que leemos en su relato puede intuirse aunque sin ningún tipo de certeza: compartir el dolor puede ser un ejercicio de ficción y resultar tan agotador como una migraña. Aquí asistimos a una moderna representación del mito del padre que devora y destruye hasta que el hijo se recompone y toma el relevo en la destrucción, a una alternativa a la Carta al padre de Franz Kafka: de lo que se trata es de destruir al padre, como hizo Louise Bourgeois, como algunos animales, incluido el humano.

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Saturno de Eduardo Halfon por Pedro Pujante



SaturnoEl escritor Pedro Pujante reseña Saturno, de Eduardo Halfon:

Eduardo Halfon es una de esas voces que cada vez tiene más repercusión en nuestro país. Su nombre resuena en los medios y ha sido reconocido con prestigiosos premios como el Roger Caillois de Literatura latinoamericana.
Ahora se recupera esta nouvelle de 2003, de la mano de la genial editorial Jekyll & Jill, que además de apostar por voces divergentes y alejadas del trivial establishment, realiza con los libros prodigiosas artesanías. En este caso, la edición de este librito, sobrio, con tapas de cartón negro, letras doradas y una faja decorativa, es una serie limitada de 1000 ejemplares, una delicia para coleccionistas.
Con la voz desgarrada por el reproche, un grito contenido, el narrador increpa a su difunto padre, quien, según escuchamos, jamás actuó como tal. Escuchamos, sí, porque el libro, a medida que entramos en él, se transforma en una voz que parece surgir de una polifonía fantasmal, a medio camino de la vida y el tiempo. Escuchamos el estertor de un Kafka guatemalteco —desvalido, también renuente a su judeidad, también desoído como escritor— recriminando a su padre haber sido un gigante insensible hacia su mundo interior. Pero, el libro es además una suerte de catálogo de escritores suicidas, que recuerda a los extraños, libérrimos y balbuceantes inventarios de David Markson. Así, encontraremos los relatos anecdóticos de los suicidios de Hemingway, Kawabata, Mishima, Alfonsina Storni, Virginia Woolf, Crane, Edouard Levé, Celan, Tralk o Zweig, y otros más, que jalonan esta suerte de carta abierta a un padre que jamás la leerá.
La relación entre la muerte suicida y el hueco que deja el padre. Los huérfanos existenciales abocados a borrarse de la existencia. El narrador parece resumir en sí mismo todas y cada una de las voces de esos escritores suicidas y las ausencias paternas que padecieron. Como un caleidoscópico ser que recoge otras existencias para justificar así la suya. Recuento de otras voces moribundas para así exorcizar la propia melancolía de sobrevivir y matar al padre que, eduardo-halfonmetafórica y existencialmente, le ha matado a él. En las últimas páginas, la misiva se irán cerrando, cercando al progenitor con preguntas sin respuesta, declarando que también él se ha convertido en un ser impasible, lleno de voces a las que no teme, que le acompañan siempre, “Y aquí están todas, reunidas, por fin en silencio. Esperándome”.
Lectura intensa.

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Saturno Eduardo Halfon

Saturno de Eduardo Halfon en La mano que escribe con pluma



Saturno Eduardo Halfon

 

María López Villarquide reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en el blog literario La mano que escribe con pluma:

En su nombre

Si en lugar de devorar a sus hijos se hubiera sentado a escuchar sus discursos, Saturno se habría sentido más o menos como el lector de esta nouvelle. El narrador encara a su padre, sin que sepamos exactamente con qué motivos; lo hace para vencerlo y superarlo.
En escasas setenta páginas de referencias a célebres autores -compositores, escritores, pintores- el hijo exige a su padre que lo escuche. «Somos, en fin, las voces que escuchamos» le dice, porque todas ellas guían su narración.
Saturno es un reproche contundente, un libro que se edita en un formato exquisito, en ejemplares numerados y con un tamaño que recuerda a los diminutos blocs de notas que caben en los bolsillos de las chaquetas de los escritores. Será casualidad, pero genera cercanía.
El  lector de Saturno verá ante sí una acumulación de tormentosas relaciones que muchos (demasiados) artistas mantuvieron con sus «viejos». El hijo se lo cuenta al padre. El hijo le habla de esos artistas y de sus muertes voluntarias, de sus suicidios. Cada párrafo del libro agolpa ejemplos de anécdotas y abre infinitos paréntesis en sus mitades para alojar nuevas frases: otro caso, otro genio suicida.
Publicada por primera vez hace catorce años, este texto de Eduardo Halfon habla ahora en una edición española que una quiere devorar página a página. Cosas de los mitos.

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Adelanto de las primeras páginas de Saturno de Eduardo Halfon



SaturnoLa revista Penúltima publica en exclusiva las primeras páginas de Saturno, de Eduardo Halfon, de próxima aparición en Jekyll & Jill.

«Sus cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio, ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida. Y siempre, sin falta, hallaba un papel doblado en tres. Un solo papel con el membrete de su empresa. Mal doblado, por prisa, supongo. Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo. Yo lo dejaba allí, casi olvidado a la par de mis pies, pues lo que realmente me interesaba no era su dinero, padre, sino sus palabras. Ingenuo, buscaba sus palabras. Y en medio del papel, escrito en tinta negra, encontraba yo siempre lo mismo: su nombre. Nada más. Sólo su nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre.»

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