Magistral en revista Leer



Jordi Corominas i Julián reseña Magistral, de Rubén Martín Giráldez, en el número 274 de la revista Leer (julio-agosto-2016):

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No está bien que lo diga quien escribe, pero Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallés, 1979) pertenece a la única generación literaria, la nacida inmediatamente tras la muerte del Dictador, que no ha reivindicado serlo porque prefiere escribir y hablar mediante sus obras.
Si empiezo así esta breve reseña de Magistral es porque creo que en su fuero interno hay mucho de una serie de ideas que deberían debatirse a fondo. Acierta el narrador de este artefacto, que en cierto sentido supone una más que punzante continuación de Menos Joven, en amenazar de excomunión a los que clasifiquen a su obra de inclasificable. Hace bien, pues entre ese manto de experimentalismo hay una profundidad de campo esencial, la que siempre conviene leer entre líneas, y en ella se halla una enmienda total y absoluta a un sistema literario demasiado autocomplaciente entre una exasperante comercialidad, los me gusta de Facebook y una fachada que debe derribarse para reivindicar la calidad por encima de todas las cosas.
Es fácil suponer que una novela, que en realidad esconde desde mi modesto punto de vista el embrión de un potencial ensayo, de este tipo levantará consensos fáciles. Todos la elogiarán, remarcarán su brío y tuitearán el inmenso placer de leer un texto que fluye veloz, con un nervio salvaje que es cabreo y ganas de afiliarse con corrientes para nada comprendidas en nuestro país. Resulta sencillo alinearse con él desde la comodidad de estar en una moda inexistente, pues Magistral no puede analizarse con una sola lectura al ser un conjunto totalitario de palabras imposibles de aprehender a bote pronto.
Hay en este volumen mucha ironía y sentido del humor contundente, juegos léxicos, intertextualidad, amor por rehuir el formato clásico y, sobre todo, una crítica machacona. Habla la voz de Magistral de un ninguneo al español y uno, pues la duda ante este manuscrito es legítima, podía plantearse si hay engaño en esta crítica acérrima. Mi respuesta es negativa. Marcus huele a excusa para encajar piezas del puzle que recubre el contenido, ahí está la trampa, asimismo concebida desde una caja china repleta de inteligencia que antes de aparecer en las librerías ya preveía las reacciones suscitadas, el asombro y las onomatopeyas al por mayor. La profusión de las mismas es la burla riuscita del autor, quien sabe a la perfección que en nuestro ecosistema ahora mismo los que juegan con fuego deben quemar a los demás para que crezca la llama. Sin saña, con la sutileza de quien madura una prosa y la lanza no hacia la inmediatez, sino hacia una constancia que evite lo ramplón.