José Ángel Barrueco reseña Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos de Ben Marcus con unos pinitos en pedantería a cargo de Rubén Martín Giráldez en su blog Escrito en el viento:
Los degustadores de rarezas estamos de enhorabuena (y nos las sirven con asiduidad editoriales de riesgo como Jekyll & Jill, Pálido Fuego o Underwood): se reúnen en este libro de exquisita factura dos ensayos del norteamericano Ben Marcus y un intermedio o interludio o «intersuelto» del español Rubén Martín Giráldez. Es el primer número de la nueva Colección Fontanela.
A Ben Marcus apenas se le conoce en España, pese a que Rubén Martín Giráldez trata por todos los medios a su alcance de ser su embajador o el cicerone que intenta convencernos para que lo leamos. Conmigo lo logró hace tiempo, pero en este país (más allá de algún que otro relato en compilaciones) sólo hemos podido gozar de la obra El alfabeto de fuego, maravillosa novela publicada por Catedral y traducida por Milo J. Krmpotić. Marcus es un autor que despliega erudición en el lenguaje y argumentos y estructuras que se apartan de lo convencional; esto le garantiza un lugar entre los menos leídos (sólo para quienes piensan que la literatura es una cuestión de ventas y competencia).
A Rubén ya lo disfrutamos en sus libros Menos joven y Magistral, sin olvidarnos de esa pieza breve titulada Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios, entre otras colaboraciones y textos sueltos. Al igual que sucede con Marcus, a Rubén le interesan el lenguaje y todas las posibilidades del idioma, pero va un paso más allá: en su prosa se multiplican los juegos de palabras, se concede una oportunidad a términos que olvidamos por falta de uso, él mismo se inventa vocablos y expresiones y le retuerce el cuello al idioma como si fuera el Blandi Blub de nuestra infancia: y así lo transforma a su antojo. No es fácil para los lectores de a pie, pero eso no invalida que garantice diversión y malabarismos.
El texto que abre el libro es «Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos», publicado originalmente en Harper’s Magazine allá por el año 2005. Se trataba de la respuesta de Marcus a todos esos ensayos de Jonathan Franzen en los que éste criticaba las obras de William Gaddis o Alice Munro, el primero porque le parecía difícil y la segunda porque no es millonaria en lectores. Tengo que admitir que, como le sucede a Ben Marcus (que da una de cal y otra de arena), a mí Franzen me entusiasma en algunas ocasiones y me repele en otras: me fascinó Las correcciones tanto como me aburrió Libertad, y muchos de sus artículos me parecen asombrosos, pero en otros le puede la soberbia y va de listo. Ben Marcus protesta porque en esas diatribas de Franzen parece que se quedan fuera los autores que no venden, o que son experimentales, o que son arduos para el lector medio. Me parece un texto esencial no ya por el contenido, que también, sino porque constituye un ejemplo a seguir de cómo devolver un golpe sin faltar al respeto al oponente (en España estamos aún a mil kilómetros de esa actitud).
Le sigue «Mis pinitos en pedantería», donde Rubén Martín Giráldez, sin dárselas de catedrático o investigador, nos trae algunos ejemplos de rivalidades entre escritores españoles, y defiende (practicándolo) el ejercicio de la prosa de estilo rotundo y juguetón, con citas de Ezra Pound, Rafael Sánchez Ferlosio, William Gass, Juan Benet y Julián Ríos, entre otros.
La última pieza es un pequeño divertimento de Marcus, una especie de parodia breve de sí mismo titulada «He escrito un libro malo». Me recuerda a ese brillante golpe de efecto de 8 millas cuando Eminem, durante una canción, se mete consigo mismo para cerrar bocas.
En verdad os digo que libros como éstos, tan raros y tan provechosos, resultan necesarios en una industria editorial que ya sólo se guía por etiquetas, número de seguidores en las redes sociales y temáticas de moda. Sí: estoy generalizando, aunque no convenga.
[Jekyll & Jill. Traducción de Rubén Martín Giráldez]