David García reseña Incertidumbre, de Paco Inclán, en el blog de la librería La Buena Vida (Madrid):
Del autor de este libro hay una foto nada más abrir sus páginas. A ella he acudido en numerosas ocasiones al leer estos relatos de viaje o crónicas o reportajes o ficciones, cuando me he adentrado en esta manera clásica, pero no por ello menos gozosa, de narrar. Como si al observar la fotografía, ésta me fuera a revelar algo que se me escapa. Si destaco esto es por que he imaginado, igual que el lector que no distingue entre autor/narrador/personaje, a este hombre de mediana edad y rostro servero, viviendo las experiencias que cuenta con humor e ingenuidad/crueldad contenida. Aunque no es por una imagen que Incertidumbre me haya parecido un libro muy recomendable.
Y dejaré de viajar para no tener que despedirme
En estos viajes, Inclán incurre en la primera persona, tan subjetiva como necesaria. En el primero de sus viajes se va a Irlanda del Norte o al norte de Irlanda, según quien mire, para ver la final del campeonato de fútbol galéico en un pub, junto a una amiga que se desvive por conciliar la vida entre católicos y protestantes. Tampoco es para tanto, pueden decir muchos. Pero ahí está la gracia. No es el qué sino el cómo. La mirada del extranjero es aquí central. Esa mirada que penetra en los pequeños detalles y se deja impresionar por aquello que al paisano le pasa desapercibido porque la costumbre le ha adormecido los sentidos, igual que su capacidad para dejarse impresionar. «(…) si alguien viaja una semana a un lugar, escribe un libro; si viaja un mes, escribe un cuento, y si viaja un año, escribe dos líneas», dice el autor/narrador/personaje.
El segundo texto cuenta un viaje a Formentera, la isla dependiente de Ibiza, una isla que es a la vez dependiente de otra isla, Mallorca. Huyendo de las fiestas más populares de Valencia, su tierra, Inclán busca las conexiones entre Julio Verne y el cruising, unas prácticas sexuales furtivas que los homosexuales mantienen en espacios públicos. Para ello se va al Faro de La Mola, inmortalizado por Verne y llevado a la pantalla, un siglo después, por el cineasta Julio Medem en Lucía y el sexo. Suena raro, y lo es. Pero el valenciano consigue levantar un relato entre íntimo, erudito y humorístico de gran originalidad.
Alcobendas, el Festival Internacional de Cine del Sahara en Dajla, un pequeño pueblo de Islandia en el que supuestamente vive el escritor más importante de esta isla o una pequeña comunidad en Guinea Ecuatorial, en la que un español con antecedentes que vivió a todo trapo la Ruta del Bacalao vive como uno más, son algunos de los espacios que Inclán cartografía con gracia y desparpajo.
El libro cierra con un texto más extenso: Hacia una psicogeografía de lo rural. Aquí el autor muestra un proyecto artístico desarrollado en Valladares, Vigo, con la ayuda del colectivo Alg-a Lab, la Fundación Campo Adentro y el Museo Reina Sofía, entre otros. Inclán cuenta la experiencia. Intenta teorizar a partir del concepto situacionsita acuñado por Guy Debord: psicogeografía. Y, aunque la estructura del relato está arbitrada por las reglas del formato, Inclán incluye la perspectiva humanista, a lo Barley en El antropólogo inocente, y convierte el texto casi en un cuento.