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Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga en Pliego Suelto



Santiago García Tirado reseña Los hombres de Rusia, de Reinaldo Laddaga, en la revista Pliego Suelto:

De la quimera a la Teoría Política: sobre «Los hombres de Rusia» de Reinaldo Laddaga

Una novela de novelas solo podía haber sido concebida en una mente curtida en ejercicios cervantinos y/o borgeanos, y ese es el caso de la nueva propuesta de Reinaldo Laddaga, Los hombres de Rusia (Jekyll & Jill, 2019). Texto desbordante, inacabable, mutante, mesmérico, audaz, asume todos los aspectos de contenido y de procedimiento que el autor ha ido tejiendo en su obra previa, y que se ubica cómoda en el entorno de lo que conocemos como heterodoxia.

Literatura para adictos, novela de sobredosis, ya en las primeras páginas el propio texto despliega su prospecto de uso: será “tedioso, oscuro, imposible de acabar”. Se trata de una anticipación inteligente que sirve para poner al lector potencial ante la necesidad de dejarse arrastrar por el disparate. Eso, o desistir. No por nada el autor ha sido antes el primer lector de una historia que, no tarda en asegurarnos, es la traducción de un manuscrito. Laddaga también tiene su Cide Hamete Benengeli y se llama Aulus Gellius.

Un desfile de botarates sitia el despacho Oval

Pepe, meme popular en 4chan

Un manuscrito es un plano interpuesto entre el autor y su narración final, un recurso que ensancha la distancia con el fin de simplificar la asunción de la fantasía. Sin embargo, Laddaga ubica la zona cerode su historia en un terreno delimitado, concreto, aunque virtual: el texto llegó a sus manos tras haber investigado durante meses en el foro preferido por los reaccionarios estadounidenses, 4chan.

Explica a continuación que allí se fue encontrando con una serie de alusiones nebulosas a una inminente “Rebelión Beta” y se empapó de un supremacismo blanco que, contra pronóstico, se mostraba orgulloso sosteniéndose sobre una buena cantidad de obras y autores de pensamiento complejo. Entre las obras de referencia no era desdeñable el peso de Los devoradores de cadáveres (1976), de Michael Crichton, o el videojuego Overwatch. Todas esas aparentes informaciones dispersas habían de encontrar una explicación precisamente en el texto de Aulus Gellius.

La explicación se consigna, pues, como marco a la novela delirante que la sucede y con ella Laddaga advierte al lector de que podrá a menudo tener la sensación de estar leyendo una suma de disparates bárbaros, a la altura de las macanas con las que diversos vendedores de crecepelo a lo largo de la historia han logrado infatuar y llevar a la gloria a pequeñas tribus de dementes. Lo terrible, lo auténticamente desesperante es que lo que va reseñando Laddaga por boca de Aulus Gellius son algunos de los relatos del pasado que en la actualidad han sido asumidos por diversos ideólogos y políticos, muchos de ellos en pleno ejercicio del poder.

Reinaldo Laddaga, escritor

No tarda en aparecer en ese prefacio el nombre de Trump, aunque conviene no olvidar otros nombres que han ido definiendo el imaginario colectivo: Disney, por ejemplo, con todo lo que ha supuesto para el mundo norteamericano en cuanto a creación de un universo con unas reglas propias para la asunción y comprensión de lo real.

El cruce de lo real y la ficción devienen en una realidad nueva de raíz espectacular, algo que acaba ocupando el espacio del fenómeno y convirtiéndose así en lo único digno de ser admitido como verdad. Ahí están, para convencernos de lo que dice Laddaga, las sucesivas apariciones de Donald Trump en el World Wrestling Entertainment. Quedaría solo en una faceta golfa del supermillonario con aspiraciones políticas, si no fuera por lo mucho que se parece el Trump que pelea en vivo al que día sí y día también termina a la gresca con quienes han sido históricamente socios de los Estados Unidos. Y con toda la fauna mundial, los días que se levanta bravo. Según ese cuadro, para muchos norteamericanos nadie es más digno de ser creído que su jefe de filas, de quien esos fieles seguidores destacan su compromiso con la verdad.

El hombre que mira a las bestias mientras mira el arte

Entender Los hombres de Rusia exige previamente saber algo más de Laddaga. Por ejemplo, que es un analista atento de las múltiples formas de arte de vanguardia. Empeñado desde hace años en investigar lo que pueda tener de innovador el arte de este siglo, ha dado a la imprenta varias obras que se han constituido en referencia necesaria: Estética de la emergencia (2006) y Estética de laboratorio (2010), pero también Literaturas indigentes y placeres bajos (1999), o Espectáculos de realidad(2007), obras en las rastrea el vanguardismo en la literatura contemporánea.

Laddaga y Carrión, 2015

Conviene también recordar que su labor de picapedrero del arte lo ha llevado a él mismo a la experimentación, en obras colaborativas y de propuesta no convencional –remake, reescritura, asociación libre de imágenes y textos– en obras tan poco ortodoxas como Riplay. Historias para no creer (2015) y Cosas que un mutante tiene que saber (2013), obra esta última donde el texto dialoga con una serie de composiciones musicales igualmente rompedoras.

Ese impulso experimentador es el que conduce a Laddaga al libro que ahora comentamos, el que hasta ahora es su más ambicioso artefacto. Y el mejor acabado.

El otro foco de atención –muy conectado con este, pese a lo que pueda parecer en un primer momento– es el que ha supuesto para el autor la política actual, y en concreto las formas espectaculares de poder que han diseñado y exportado con éxito los Estados Unidos. Esa mirada política se asoma a la citada obra sobre Riplay, con todo lo que el fenómeno Riplay tiene de hibridación entre realidad y show, pero cobra dimensión plena en Tres vidas secretas: John D. Rockefeller, Walt Disney y Osama Bin Laden (2008). En una conversación, años atrás, Laddagame explicaba cómo esos tres personajes habían desarrollado un empeño común: el de magnificar sus obsesiones personales hasta elevarlas a seña identitaria de toda una cultura.

A poco que se observe el fenómeno, es fácil destacar su componente creativo. Perverso y con rasgos inopinados de heterodoxia, es indiscutible, pero con un marcado cariz vanguardista. Y vanguardia hubo también en otros personajes del S. XX que hicieron incursiones en política, como Gabriele D’Annunzio, a quien Lenin llegó a definir como el único verdadero revolucionario aparte de él mismo. Vanguardia y fascismo convergieron en Marinetti y los futuristas. Y otras variantes innovadoras del totalitarismo fueron desarrolladas posteriormente por personajes como Francis P. Yockey, CyrusTeed, Julius Evola. Y, andando el tiempo, por los ideólogos actuales de Putin (A. Dugin) y de Donald Trump (Steve Bannon).

Reinaldo Laddaga, 2019

Cada una de estas formulaciones en serie ocupa un capítulo propio en esta Historia universal del disparate que traza el libro, lo que resulta en una forma solidaria de ensayo y narración que Laddaga estira hasta llenar con ella la mayor parte del texto. Huelga decir que el híbrido funciona a la perfección.

En efecto, lo que otorga a Los hombres de Rusia su perfil heteróclito es esa combinación arriesgada: experimenta con formas extremas de narración a la vez que indaga en las mutaciones que el dislate fascistoide ha ido sufriendo en el tiempo, hasta lograr sobrevivir en la charca de la actual democracia agonizante. Formalmente, el ensayo enciclopédico y la narración se entrecruzan en una forma que difícilmente reconocerá un lector intoxicado por el discurso muelle del realismo convencional.

A eso precisamente se refiere cuando advierte que sus primeros lectores, amigos, lo habían encontrado “tedioso, oscuro, difícil de acabar”. Borges, que forjó una obra única con un procedimiento similar, le negó siempre a sus relatos la posibilidad de que ampliaran sus dimensiones hasta constituir una novela. Laddaga se lo permite a los suyos y asume los efectos estéticos que esa propuesta desencadena. En ningún momento parece preocupado por perder atractivo.

A toda forma de vida salvaje le cae bien Florida

Es también binario el juego de los planos sobre los que se traza el texto. En un primer plano, el último habitante de un lugar de pesadilla –un zoo abandonado en Estero, Florida– irá narrando la llegada de un grupo variopinto autodenominado “los hombres de Rusia” que tomará posesión de los pabellones y jaulas vacías donde antes habitaron los animales.

En un segundo plano, ese mismo narrador irá desgranando capítulos de su genealogía desde su antepasado Giuseppe Antonio Borgese, admirador de D’Annunzio, que posteriormente se casaría con Elisabeth Mann, la hija del Nobel. Y a partir de ellos irá trazando otra genealogía paralela, la de las teorías políticas en torno a un gobierno mundial, la utopía totalitaria, el triunfo final de los hombres superiores.

En esa genealogía descubrimos una idea recurrente. Según esta, el mesías venidero se identifica con el pueblo varangiano, el de hombres rubicundos, fornidos y, ante todo, puros vikingos del sur de Suecia que a lo largo de la Edad Media se fueron extendiendo por el Este hasta Kiev. En esas praderas los varangianos se dieron a conocer como los Rus y andando el tiempo se constituirían en el pueblo mítico que dio origen a la Rusia que conocemos.

La versión reducida del Beowulf que fue Los devoradores de cadáveres, de Michael Crichton, sirvió para democratizar la mitología redescubierta (y que de tiempo atrás se estaba echando en falta). Mucho pasto y recortes en Filosofía después llegaría la Alt-Right, cómo no, cargadísima de razones hasta reventar de verdad. Varias tendencias políticas en boga comparten las líneas de fuerza básicas de este varangianismo, según el cual hay una estirpe de seres superiores que deben ejercer ese estatus sin complejos, y todo lo demás es socialismo, sionismo y debilidad cerebral.

Una mirada aparte se merecen los elementos simbólicos que introduce Laddaga, algunos muy destacables, y entre ellos no es el menor el escenario escogido: jaulas abandonadas por las fieras, ahora usadas para encerrar a las esclavas sexuales, edificios ya privados de significado reconvertidos en casa de la nueva humanidad que pretende sanar al mundo.

Walt Disney y Mickey Mouse

Y todo ello en Estero, Florida, el lugar donde acabó especialmente Cyrus Teed, líder de los Koreshanos, un lugar a su vez no muy distante de aquel otro donde un visionario dibujante levantaría un mundo a su medida, el Walt Disney World, para los siglos venideros la patria donde la realidad y la ficción se fusionaron para acceder a otra dimensión, más aceptable, más verdadera. En ese lugar salvaje se asentará una sociedad alocada, cuyo destino se une al del líder y que está empeñada en devolver el orden que el mundo nunca debió perder con conceptos como la igualdad y la democracia.

En esta parte simbólica y de delirio, la narración es una muestra de la desaforada capacidad inventiva de Laddaga: un mundo abigarrado, ideas desquiciantes, un ataque continuo a la razón con efectos similares a los de una buena sobredosis de estupefacientes. Lo que en otros habría sido un alarde de manierismo, en Laddaga se reivindica como obra estable, al imbricar con éxito materia y forma en su relato.

Acabada la novela, lo que queda flotando en el aire son trazas de oráculo contemporáneo. No tanto porque la obra acuda a revelar el futuro que nos espera, sino en el sentido de que añade lucidez, inteligencia.

El dislate permanece en esta hipercompleja realidad líquida que habitamos, pero reducido a artefacto literario resulta menos temible. Más manejable, más leve.
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Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga en New York Times



Jordi Carrión recomienda Los hombres de Rusia de Reinaldo Laddaga en New York Times Es:

La voz del enemigo: los libros y las series indagan en la ultraderecha

 Emma Thompson como la lideresa Vivienne Rook en “Years and Years” CreditBBC

Jason Stanley nos recuerda en su ensayo Facha que Adolf Hitler, en Mi lucha, insiste en que “el objetivo de la propaganda es remplazar los argumentos razonados en la esfera pública por los miedos y las pasiones irracionales”. Y, a renglón seguido, cita una entrevista a Steve Bannon en que este confiesa que el triunfo de Donald Trump se produjo por la rabia, pues “la rabia y el miedo hacen que la gente salga a votar”.

Desde la primera línea de su libro, Stanley crea un puente aéreo entre los años de la expansión del fascismo por Europa y los nuestros: “Como en los años treinta, el mundo está reaccionando negativamente contra la globalización”. Y al frente de esa reacción hubo, y vuelve a haber, un grupo de dirigentes que no buscan soluciones que alivien la inquietud, sino que en cambio la espolean, “porque la política fascista solo puede sobrevivir y prosperar en un estado de ansiedad y miedo constante”.

No solo entre Adolf Hitler y Steve Bannon: entre Gabriele d’Annunzio y Donald Trump también puede existir una genealogía. O viceversa. Porque las genealogías —como nos enseñó Borges— solamente son válidas si son reversibles. Y porque en los nuevos discursos de la extrema derecha global hay ecos y reformulaciones que remiten tanto a los líderes políticos como a los ideólogos literarios del fascismo italiano. Este año es el centenario, de hecho, de la aventura militar y experimento artístico del Estado Libre de Fiume, donde D’Annunzio sentó el primer precedente de la viabilidad práctica de la teoría fascista.

De esa historia parte Reinaldo Laddaga en su nueva —y mejor— novela, Los hombres de Rusia, que recurre al mecanismo del manuscrito encontrado (precisamente en un foro de votantes de Trump) para narrar en clave antropológica y simbólica cómo un joven es abducido por una secta guerrillera, cómo alguien cambia de bando e ingresa en las filas del extremismo. El proceso en que uno de los nuestros se vuelve uno de los otros.

Cuando Laddaga desplaza la atención de la ultraderecha estadounidense a la rusa, cita a Eduard Limónov, una de las voces más incómodas de la literatura contemporánea. Acaba de publicarse en español El libro de las aguas, tal vez su obra más poderosa, como consecuencia directa del gran éxito de Limónov, de Emmanuel Carrère.

No es casual que las obras más leídas y premiadas tanto de Carrère como de Javier Cercas hayan enfocadolos-hombres-de-rusia-2, durante los últimos veinte años, a terroristas de la convivencia, del orden social y de la democracia: El adversario, Soldados de Salamina, Limónov o El impostor comparten la fascinación por figuras oscuras, violentas, totalitarias, manipuladoras. Reales e infames. Ambos autores se adelantaron a una tendencia global que ha catalizado el auge de la extrema derecha: la de dar voz a nuestros enemigos.

Después de que algunos de los grandes cronistas mexicanos contaran en sus libros el drama de las víctimas de la guerra contra el narco y la épica, la picaresca y sobre todo la crueldad de los principales narcotraficantes del país, justamente este año Pablo Ferri y Daniela Rea han publicado los resultados de su investigación modélica en el tercer vértice del triángulo. El Ejército. Los otros victimarios.

En La Tropa: Por qué mata un soldado los periodistas consiguen entrar en la cárcel para entrevistar a soldados de rango menor, para escucharlos y para tratar de entenderlos. Comparten la miseria de sus orígenes, la ilógica del sistema militar, la necesidad de justificar lo injustificable.

Un ejemplo elocuente, entre los muchos que ofrecen Ferri y Rea, podría ser este: “‘Luz verde significa que te dan la libertad de hacer lo que tú quieras, sin pedir permiso o autorización’, explicaba el soldado Ramiro una mañana, bajo un árbol frondoso, junto al campo de fútbol de pasto natural de Lomas de Sotelo. ‘Por ejemplo, por reglamento las camionetas de los soldados (cuando van en convoy) no se pueden separar. Con luz verde, se pueden separar; si ves a un sospechoso se puede revisar y disparar antes de que ellos disparen porque un hombre armado es un peligro para el soldado’”.

“La historia no se repite, pero las genealogías son importantes para entender el presente”, leemos en Del fascismo al populismo en la historia, de Federico Finchelstein, una lectura global de cómo el populismo nació como respuesta al fascismo en los años cuarenta y se fue convirtiendo en un posfascismo que ha llegado hasta los Estados Unidos. “A partir de 2017, el populismo norteamericano se ha convertido en el posfascismo más relevante del nuevo siglo”, afirma el escritor argentino y profesor de la New School for Social Research. Pero no el único: Venezuela, Brasil, Nicaragua, Rusia y diferentes Estados europeos también se encuentran en esa tensión entre populismo y posfascismo.

En el siglo XXI las tendencias se contagian y se agrandan, simultáneamente, en diversos lenguajes narrativos. Por eso no es de extrañar que no solo los libros, sino también las series de televisión, estén generando genealogías que nos permitan entender mejor la polarización radical de las sociedades actuales (en una paradoja muy propia de nuestra época: el interés y la atención hacia una realidad inquietante la convierten en un mercado y, enseguida, en una realidad mayor).

¿Cómo entender el brexit? ¿Cómo interpretar la llegada a la presidencia de Bolsonaro o de Trump? ¿Cómo comprender la vigencia de la posverdad? A través de narrativas sobre el pasado reciente que nos den claves, que transformen la masa inabarcable de hechos y datos (el Big Data) de la realidad histórica en una trama familiar, en un complot definido, en una biografía factual, en un relato seductor (en storytelling).

Porque, como dice el consultor de medios, empresario televisivo y depredador sexual Roger Ailes en La voz más alta —la serie que rebobina ante nuestros ojos cómo fue la fundación de Fox News a finales de los años noventa y sigue su peligrosa evolución hasta nuestros días— la mayoría de la gente “no quiere estar informada, sino sentirse informada”.

La búsqueda de genealogías políticas es global. Después de la serie italiana 1992, que contó el auge en esos mismos años de la Liga Norte y el proceso que llevó a Silvio Berlusconi a fundar Forza Italia en 1994, HBO España acaba de estrenar la serie documental El Pionero. La protagoniza Jesús Gil y Gil, quien además de llevar a cabo innumerables negocios inmobiliarios y de ingresar tres veces en prisión, fue presidente del Club Atlético de Madrid, alcalde de Marbella y al mismo tiempo columnista del berlusconiano programa de Tele5 Las noches de tal y tal, donde aparecía en una piscina rodeado de mujeres en biquini.

Paralelamente, en México se han estrenado Los días de Ayotzinapa, sobre esa herida que sigue abierta en pleno mandato de Andrés López Obrador; Un extraño enemigo, que narra el clima político y underground de 1968 a través de Fernando Barrientos, el turbio jefe de la dirección de seguridad nacional de la policía de México; y 1994, la docuserie de Diego Enrique Osorno sobre ese otro año clave de la historia reciente del país, el del asesinato de Luis Donaldo Colosio (candidato del PRI), el fin del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio y el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas.

La centralidad del procedimiento de la genealogía en las narrativas actuales responde a la urgencia de encontrar explicaciones a nuestras angustias sobre todo políticas, pero también científicas, tecnológicas, culturales o ambientales. De generar (difíciles) sentidos. Muchos relatos documentales sobre el cambio climático o la inteligencia artificial, por ejemplo, también se articulan a través de líneas temporales que convierten fenómenos de una enorme complejidad en una secuencia comprensible de causas y efectos.

Por eso una de las series más relevantes de 2019 es Years and Years, que ha invertido esa lógica y ha creado una interesantísima genealogía inversa. En vez de usar los recursos habituales para reconstruir los motivos por los que nos encontramos en un futuro distópico —la investigación detectivesca, la arqueología, el flashback— Russell T. Davies nos cuenta la historia de la familia Lyons (y de Gran Bretaña y de Europa y del mundo) desde 2019 hasta 2034 acelerando hacia adelante.

En lugar de abordar la prehistoria del brexit, fabula sus consecuencias. Entre ellas, la central, es el ascenso de Vivienne Rook (Emma Thompson), una política populista que simula carecer de discurso para llegar al poder (e implantar un muy argumentado plan de genocidio).

Porque si la ciencia ficción es el nuevo realismo nos puede ayudar a identificar los Adolf Hitler, Gabriele D’Annunzio, Jesús Gil y Gil, Edvard Limónov, Silvio Berlusconi, Donald Trump o Jair Bolsonaro del inminente futuro.

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