Alberto Torres Blandina escribe sobre su lectura de Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín, en su blog Egodesechable:
Mi interpretación de esta «fábula» es la necesidad de una vuelta al origen, al arje, a la mirada primigenia, desprejuiciada, anterior al velo cultural (entendido en un sentido amplio que incluye lo social, ideológico…). En fin, un artefacto de tintes antihumanistas (ese final Unabomber!) o al menos antiracionalistas donde va destruyéndose la forma e incluso el sentido. Una especie de deconstrucción posmoderna que se va cargando:
a) el lenguaje con la mezcla de tonos, citas y voces (algo así como el «Altazor» de Huidobro)
b) el narrador: quijotesco: poco fiable
c) el argumento, en un proceso de «carnavalización» (Bajtin) a lo Rabelais
d) los personajes que cambian de nombre y cualidades a lo «Candide» de Voltaire e) la estructura paratextual (el capítulo XVI)
f) la mezcla de géneros, a los que se suma la parodia. La moraleja: que debemos olvidar lo aprendido y volver a empezar dejando atrás inercias, vicios, prejuicios y esas cosas que se han hecho un ovillo y no nos dejan avanzar.
Vamos, eso saco yo. Pero desde «La metamorfosis» de Kafka, las fábulas ya no son lo que eran y sus finales ya no tienen esa moralina hollywoodiense (aunque en este final hay explosiones y todo)…