La cura de María Melero

La cura, de María Melero, en La Nueva España



Eugenio Fuentes dedica su columna La Brújula a La cura, de María Melero, en el suplemento de Cultura del diario La Nueva España.

El viaje sanador

La cura, una aventura iniciática contra el miedo, es el debut en solitario de la ilustradora María Melero

Eugenio Fuentes 10.11.2016 | 12:59

La Cura

 En el principio fueron el dolor y el miedo. Un geiser de sangre proyectado hacia la oscuridad por una jauría de perros hirientes, llegados de fuera o de dentro, reales o imaginados. Qué más da, si al cabo muerden y desgarran. Un desplome hacia lo oscuro, la anulación de una figura femenina enjaulada en las tinieblas de Cerbero. Y tras el miedo, el combate. Las heridas de los monos, los gatos, las serpientes. Cuando hasta la parálisis se cansa de no hacer nada, entonces ya se le puede sostener el ojo al enemigo.

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Pero, cuidado. A veces la luchadora se engaña al escoger las armas y ahoga el dolor en antídotos que envenenan. Y matan. Aunque la muerte, como en los viajes iniciáticos de todas las mitologías, no sea al fin sino antesala de un renacimiento. La aceptación paciente de todos los miedos. La cura.

Hasta ahora, María Melero (Jerez, 1988) había concentrado sus esfuerzos como ilustradora en trabajos para periódicos, revistas o libros de textos ajenos, que compaginó con exposiciones e incursiones en el ámbito del diseño. La cura es la primera aventura editorial en la que es responsable del texto y de las ilustraciones. Un pequeño volumen de apenas 50 páginas, editadas con primor por esos visionarios del papel que firman Jekyll & Jill. Una aventura –prologada por Jessica Aliaga con palabras lúcidas sobre los tránsitos iniciáticos– que la ha llevado a mirar hacia dentro, a imaginar el camino que conduce desde el miedo y la inseguridad hasta el contacto con la sanación que da cuerpo al título. Y la ha emprendido con unos textos breves, sencillos, directos, cuya fuerza radica en decir sólo lo justo para decir más. Es la misma simplicidad que desprenden unos dibujos de impronta naif en los que la aparente ingenuidad, no se engañe el lector, no es sino el camino más corto para rondar los arquetipos que anidan en el inconsciente. Y desnudarlos con punzante maestría.