Ruby Fernández reseña La coronación de las plantas, de Diego S. Lombardi, ilustrado por Claudio Romo, en La Opinión de Murcia (21-10-2017)
Venenos
Tomen nota: consistencia de película noruega con clara obsesión por las cosas viscosas y conjurables. ¿En qué consiste este libro? ¿qué sentido tiene? Es una estupidez preguntar el sentido del placer, diremos que La coronación de las plantas de Diego S. Lombardi publicado por el incansable Víctor Gomollón y Rubén Martín Giráldez en Jekyll & Jill que alterna pasajes novelescos con descripciones de botánica, animales vegetales fantásticos (ilustrados por Claudio Romo), incluso podemos hablar de sonido en estas páginas, ya que rápidamente se pasa de escuchar ruido y naturaleza a la estridencia sorda de una trompeta de jazz y es que esta música junto a la clásica y la electrónica son las que, como las hierbas, nos trasladan a estadíos superiores.
Como es frecuente en Jekyll, se alternan textos de diferente calado: textos periodísticos, novela corta, ilustraciones, herbarium, técnico, pocas veces cabe tanto en menos de un cuarto de quilo de libro. Podemos decir que dentro de este hay en verdad tres o cuatro, divididos en fascículos inarrancables, no ordenables, por eso de la integridad material del volumen. Libro de pinceladas impresionistas en donde juega un papel importante la estética, más en forma que en fondo y es que una gallina nunca da dos pasos iguales sobre un escenario.
Setecientos pesos de herbarium, cuasi medieval por lo sonoro de sus conjuros, que alteran lo que puede ser la descripción canónica de este, pero es que Diego S. Lombardi parece ser que no gusta de seguir normas ni tramos indicados. Saltando de rama en rama tirando piedras en forma de ideas a los que encuentra a su paso, su intención es abrir cabezas para hacer brotar ideas o abrir camino para sembrar las suyas propias en omisiones ajenas.
Extraña maquetación y alternancia de narradores. Un Sísifo ciclotímico rodeado de excrementos, naturaleza y mal olor hará acto de presencia entre estos matorrales calcinados al estilo Wurlitzer. Si, por extraño que parezca, a veces, algo parecido al germen estilístico Wurlitzeriano acaba materializándose para unirse tal vez a lo surrealista de los cuentos de Gass. Y es que a ratos se respira el mismo calor, el mismo polvo y casi podemos llegar a masticar lo espeso de NOG(Underwood) o Del chico de Pedersen (La navaja suiza).
Poco a poco vamos deshaciendo conjeturas previas proferidas por el ansia por entender el por qué de la forma de un libro. Casi todo parte de fragmentos surrealistas e inéditos escritos a dos manos y sendos personajes a los que buscar. Que nadie te eche de menos en diez años es una putada, Von Franken. No estamos ante una novela de frases destacables, pero si reseñables que ‘ayudan al protagonista a alcanzar su identidad de forma gradual’ como bien dice el autor.
Color blanco como gran vacío, siendo este la suma de un todo que termina siendo un puente colgante. Lenguaje y la ausencia de este hablado unida a la certeza de que el ritmo y la musicalidad del mismo podrán soportar la estructura que desaparece al cerrar la boca. siempre es bueno dejar espacio para un poco de Holocausto y la confusión.
Pollos como metáfora de todo