La canción de NOF4 en Letras en vena


Rubén Olivares reseña La canción de NOF4, de Raúl Quinto, en la revista literaria Letras en vena:

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«Tendemos a creernos libres porque vivimos dentro de un marco social en el que se nos permite llevar a cabo ciertas acciones que hemos asumido como normales, símbolos de nuestra libertad. Pero, reflexionemos. En la sociedad actual todos nos debemos a alguien, lo que inevitablemente frena nuestra libre opinión. Lo resumía brevemente y con maestría Cela en su obra “La Colmena” de mano de uno de los buscavidas que viven en su obra, tarareando una tonadilla popular “…Desgraciaito de aquel/ que come pan de mano ajena/ siempre mirando a la carita/si la ponen mala o buena…”. Todos nos debemos a alguien. Quienes trabajan dependen de su empleador, ya sea éste una empresa o un partido político, y dentro de su libertad, estamos constreñidos a callar públicamente aquello que podría ir en contra de nuestra empresa o partido; hacer lo contrario supondría perder el prestigio profesional y político, además del trabajo. Incluso fuera del ámbito laboral y político la sociedad define qué se puede decir y que no, pues hay opiniones que “no son políticamente correctas”, pues vivimos sobre pilares de hipocresía y mentiras piadosas muy frágiles que nadie quiere derribar. Por eso decir la verdad, actuar sin tapujos, hablar al descubierto liberando nuestros pensamientos del filtro social resulta a menudo tan provocador, irritante y subversivo. Al fin y al cabo, ¿qué es la verdad? ¿No es sólo un punto de vista?

Quizás sólo aquellos que ya no viven en sociedad, que han sido excluidos pueden expresarse con libertad. Esto es lo que nos trae en su nuevo libro Raúl Quinto, en “La canción de NOF4”, la historia de Fernando Nannetti, interno de un sanatorio mental diagnosticado de esquizofrenia que pasó la mayor parte de su vida recluido y que encontró en la escritura un medio de expresar su verdad y escapar de los muros que lo tenían aprisionado. Durante años talló con la hebilla de su chaqueta en el muro del patio del sanatorio de Volterra los mensajes que telepáticamente recibía en su mente. Si los mensajes dictados provenían de un ente superior extraterrestre o de un ser terrenal es algo que se llevó con él. Lo que si nos dejó y Quinto rescata para el lector es su obra, un muro tallado durante años en la que plasmó su propia verdad, en una obra a medio camino entre la poesía, la prosa y el dibujo. Porque leyendo los fragmentos de la obra de Nannetti que Quinto plasma en este libro descubrimos reflexiones cargadas de una profunda y enigmática belleza. En la obra de Nannetti hay una tragedia implícita. La escritura sobre el muro es el fruto de un ser que ha sido abandonado, apartado por la sociedad que lo rechaza, dejado a la suerte de una institución médica que aplica supuestos remedios a su enfermedad que, vistos hoy, parecen más bien una tortura. Nannetti vivió en los márgenes de la sociedad, en una época en la que la esquizofrenia era un billete a la reclusión y a la etiqueta de infrahumano. Sin embargo, la escritura le permitió desarrollarse como persona y artista. Quinto nos muestra a lo largo de este libro cómo Nannetti escapó de la opresión que el sanatorio mental ejercía sobre él y el resto de internados y la capacidad que el ser humano tiene para reivindicarse como individuo y huir de una situación tan extrema a través de aquello que nos hace genuinamente humanos: el arte y el lenguaje, vehículos con los que expresamos nuestra verdad individual. El muro de Volterra era un lienzo en blanco en el que Nannetti consiguió expresarse artísticamente a través de sus dibujos y pictogramas, pero también poéticamente, desnudando sus pensamientos e ideas. Comunicarse con el mundo a través del muro fue la vía que encontró para mantenerse vivo, para demostrar que seguía existiendo detrás de esas paredes. Nannetti fue sometido al silencio de la reclusión, pero consiguió gritar, hacer llegar su mensaje pervirtiendo las paredes que pretendían enmudecerlo y que el transformó en su altavoz. Cordura y locura, reverso y anverso de una misma moneda, perversas caras de un dios Jano que decide quien es “normal” y quién no.» SEGUIR LEYENDO