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Entrevista a Diego S. Lombardi en PenúltiMa



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Paco Inclán entrevista a Diego S. Lombardi, autor de la novela La coronación de las plantas, en Revista PenúltiMa.

Con su primera novela, Reflexiones de un cazador de hormigas, Diego Lombardi obtuvo el prestigioso premio ALBA narrativa. Con la segunda nos propone un viaje al mundo mágico de las plantas en el que el escritor argentino descifra mensajes ocultos de un herbario con poderes lisérgicos. Con pluma hábil, Lombardi nos arrastra por escenarios y personajes que parecen extraídos de un lugar donde, en palabras del autor, la materia aún no se configura y los pensamientos adquieren una densidad aterradora.

 

La primera es fácil: ¿qué has querido contarnos con La coronación de las plantas?

El libro surge por las ganas de compartir una historia y una serie de sensaciones e imágenes que fueron conformándose alrededor de infinidad de notas y entradas, producto del registro de vivencias personales, lecturas y meditaciones, hilvanadas por un designio que tiene que ver más con la intuición que con el artificio. El hecho de no poder controlar o racionalizar ciertos aspectos del proceso agrega una esfera que excede cualquier intento de explicarme. Sí queda en evidencia una exploración de los distintos grados de enlace entre los elementos, un tiempo que pierde su aparente linealidad, voluntades que trascienden cualquier dualismo y el horror de descubrir el doble fondo de una realidad tambaleante. La novela debe leerse como un mensaje de las plantas que me fue revelado durante todo aquel tiempo que pasé deambulando entre las plantas las plantas las plantas y que, por pertenecer a un mundo desconocido, se expuso a través de la única conexión común, hallada en terrenos arcaicos y primitivos e impregnada de intenciones olvidadas por la cultura.

En la novela llama la atención la mezcla de la sabiduría mística de las plantas con constantes referencias a la cultura occidental; una mezcla de herbario mágico con cultura ocultista-pop al fondo. ¿Qué conexión estableces entre ambas?

En la novela aparecen muchas cosas que me interesan y que provienen de fuentes de lo más diversas. La conexión es, tal vez, un hecho fortuito. La cosa pop está ahí, Marilyn Monroe llega sin que la busques; el conejo que atosiga con una lanza a un hombrecillo en el espacio liminar de un herbario del siglo XVI digitalizado y disponible en el portal de la Biblioteca Estatal de Baviera, difícilmente; aunque, ¿quién sabe? Antes de darte cuenta te habrás alejado demasiado por seguirlo a través del infinito hoyo negro del mashup.

La aparición de personajes misteriosos y escenas desconcertantes otorgan una dimensión mágica a la lectura de La coronación de las plantas. A medida que avanza la lectura, lo que llamamos realidad y fantasía se acaban confundiendo. Hay momentos en los que no se sabe muy bien qué está pasando, un desconcierto muy estimulante para los que nos gusta que nos saquen de nuestra esfera plana y predecible. ¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela? ¿Igual de desconcertante o tenías claro el qué y cómo querías contarlo?

Me dejé arrastrar durante un par de años por un concepto difuso, una escena y la persuasiva presencia de las plantas. La irrupción constante de estos elementos terminó por tamizar todas mis observaciones y tuvo su momento más significativo durante una larga temporada en el monte. Sobre esta búsqueda y exploración fueron manifestándose personajes, algunos de forma esporádica y poco nítida, otros de forma insistente y concreta, provenientes de realidades tan distintas que parecen de fantasía. No fue sino hasta regresar a la ciudad cuando pude organizar y destilar el material de varios archivos y tres cuadernos de tapa dura, lisos y forrados en papel araña verde. Para ese entonces había logrado componer una imagen bastante clara del libro que quería hacer y me senté frente al teclado durante algunas semanas y en total abstracción. Al terminar, lo que bien dices: el desconcierto.

El lenguaje está muy cuidado. Gracias a eso logras introducir al lector en escenarios muy confusos a la vez que perfectamente verosímiles. No es fácil hacer que parezca fácil lo que fue complicado. ¿Trabajaste con muchas versiones antes de enviar el manuscrito a la editorial?

Hubo una primera versión casi idéntica a la definitiva, por supuesto que mucho más torpe y arrebatada. Continué trabajando el manuscrito durante algunos meses, limando asperezas y amenizando las formas. He cuidado el lenguaje como a un jardín. Aun así debo advertirte que al fondo, en los yermos que separan largas parrafadas, crece oculta una planta, esa que siempre es arrancada ni bien se la distingue de entre las rosas.

Ahora que están de moda todo tipo de terapias, ¿por qué no recurrir al poder mágico del herbario? ¿Qué cambios sociales experimentaríamos si se normalizara el consumo de plantas como método sanador, mágico y/o terapéutico?

Para esbozar una respuesta más concreta tendríamos que definir múltiples aspectos. ¿Puede considerarse un método sanador una dieta basada en plantas y frutos? ¿Desde qué lugar una persona decide tomar un té de tilo para relajarse, vaporizar flores de Bach para armonizar su vida o cocinar una pócima para acceder a planos de existencia más sutiles, allí donde la materia aún no se configura, pero donde los pensamientos adquieren una densidad aterradora? Considero el consumo de plantas, más que un método, una herramienta que puede desencadenar procesos de toda índole. He visto alguna vez el anuncio de una crema facial que hecha de aloe vera promete eliminar cualquier tipo de cicatriz; han transcurrido eones y aún continúo untándome, porque no veo mi cicatriz, pero la siento. ¿Sigue estando ahí? ¿Puedes, por favor, decirme?

¿Cómo valoras tu primera experiencia editorial en España? ¿Qué tal ha sido el proceso con Jekyll&Jill?

Publicar es siempre satisfactorio y conlleva la posibilidad de poder compartir mi trabajo con más personas. El proceso con Jekyll&Jill ha sido maravilloso. Víctor es un editor detallista, que asume riesgos e imprime en sus libros una dedicación asombrosa. Contar, además, con el alucinante y ponzoñoso lápiz de Claudio deviene en una situación ideal que nada deja librado al azar, haciendo de esta novela un objeto delicado y complejo.

La coronación de las plantas es una novela rica en referentes literarios y cinematográficos, ¿cuáles son tus lecturas y películas de referencia?

Tengo en más alta estima aquellas obras de carácter menos perecedero, que asumen riesgos en su contenido y estilo, resultan atractivas por sus particularidades o demuestran maestría en su ejecución. Ni qué hablar de esas creaciones en las que se ha apostado todo. Me gustan los clásicos, el pulp, el género, lo experimental. Que se deslicen referencias ha sido algo inevitable, como así también la filtración de cierto bagaje común a una generación inicialmente educada por la homogénea luz del televisor, aún lejos de la variedad y oferta de contenidos que, junto al acceso a Internet, llegaría en décadas posteriores.

¿A quién recomiendas la lectura de La coronación de las plantas?

A quienes hayan soñado con gorgojos en el arroz is arroz, escuchado los gritos del pasto recién cortado o comprendido de qué se trata acariciar a un gato en la madrugada.

¿Y a quién un viaje herbo-lisérgico?

Un viaje herbo-lisérgico podría salvarte la vida, asustarte y dejarte confundido o entretenerte con imágenes de colores vistosos; cada persona leerá lo que le permitan sus ojos, así como la intención y el contexto serán fundamentales en el desarrollo de la odisea. Recomendado para todos, lo que es casi lo mismo que recomendado para nadie.

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Tantas mentiras de Paco Inclán en el Diario Veracruzano (México)



Tantas Mentiras Paco InclánMayra Goxcon reseña Tantas mentiras de Paco Inclán en el Diario Veracruzano

Entre el periodismo y la ficción: ​Tantas mentiras
Si andan en busca de un texto que rete su intelecto y a la vez les divierta Paco Inclán escribió  estás doce de actas de viaje y novela para su deleite.
Aunque no se trata del primer trabajo publicado del valenciano, ya que le anteceden La solidaridad no era esto (La Tapadera, 2001), El País Vasco no existe (La Tapadera, 2004), La vida póstuma (Fides Ediciones, México D. F., 2008) y Hacia una psicogeografía de lo rural (Fundación Campo Adentro, Madrid, 2011).
Es en 2015 cuando hace mancuerna con JEKYLL & JILL y vaya el resultado, un libro lleno de paisajes, cotidianidad y mucho absurdo. Vale la pena seguirle la pista tanto a la editorial como al escritor.
Letras que hablan desde la mirada de un narrador bien intencionado, protagonista  de un viaje constante; me encanta el detalle de incluir al comienzo de cada capítulo  un mapa del lugar donde a continuación sucederán las cosas más extrañas que te puedas imaginar ¡ojo! Nunca sabrás dónde empieza o termina la delgada línea entre lo real y lo irrisorio, que si la Dirección General de Extranjería de Ecuador o su propio chubasquero lo toman como rehén, que si sus hemorroides son el único tema que lo une a una vieja amistad de su pueblo, etc.

Le tengo particular aprecio a Paco, a quien algún día oír decir “solo soy un hombre de mi pueblo que escribe” y sí que tiene razón, porque sus relatos están cargados de intimidad y complicidad, cual amigo que se sienta una tarde a charlar de su más reciente aventura.

Magistralmente, ya al final de la obra se puede encontrar su primera “novela” acompañada de una descripción de su proceso creativo, de cómo una frase puede albergar tanto significado.

Los invito a leer todas y cada una de las mentiras que Paco Inclán ofrece en estás 171 páginas, conforme los capítulos avancen les dejará de importar y comenzarán a reír.

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Incertidumbre

Isabel Parreño reseña Incertidumbre de Paco Inclán



Incertidumbre

Isabel Parreño reseña Incertidumbre, de Paco Inclán, en la revista Vísperas:

La lectura de las primeras páginas de Incertidumbre de Paco Inclán no deja lugar a dudas sobre lo acertado del título. Porque es esa y no otra la sensación de inquietud, desasosiego o recelo que cerca al protagonista-narrador en la mayoría de los relatos que componen el libro. Publicado en 2016 por Jekyll & Jill, la edición responde al esmero y buen gusto que caracterizan a la editorial zaragozana.

El libro engarza varias historias breves y un relato final algo más extenso que podrían situarse a medio camino entre la crónica periodística, el cuaderno de viaje y el diario personal. La «incertidumbre» que puede asaltar al lector en sus inicios sobre lo que tiene entre manos se disipa velozmente ante el desparpajo con el que Paco Inclán maneja los resortes de la narración. El estilo periodístico contribuye en algunos casos al distanciamiento paródico con los hechos narrados, siendo el humor uno de los recursos más interesantes y atractivos de la obra.

¿Pero qué puede llevar al protagonista desde Alcobendas a Guinea Ecuatorial, o desde Islandia a Menorca, pasando por Chile? Desplazamientos geográficos tan dispares responden también a movimientos vitales no siempre justificables desde un punto de vista sensato. Ese es, a mi parecer, el mayor encanto del libro: mostrar las contradicciones, lo absurdo, lo disparatado de algunas situaciones de la vida, el esfuerzo inútil por domesticar y clasificar la realidad cuando ésta supera con creces cualquier ficción. El cuaderno de viaje pierde en parte su esencia descriptiva para convertirse en un análisis antropológico de la cambiante naturaleza humana. Porque no son los paisajes o las peripecias de la expedición lo que interesa al protagonista sino el retrato del individuo, sus motivaciones, su comportamiento, sus reacciones… El extrañamiento producido por la mirada del narrador proporciona, dentro de su innegable subjetividad, la perspectiva del extranjero, la del que da un paso atrás para contemplar con curiosidad el extenso panorama de los seres que habitamos la tierra.

La huida parece ser el motor de «Dar la cara por Irlanda» y «Relecturas de Julio Verne». En el primer caso, la huida de una relación sentimental fracasada acaba con el protagonista en un pub irlandés viendo la final del campeonato de fútbol gaélico. La ilusión de unidad entre católicos y protestantes frente al evento deportivo se disipará con la misma rapidez que los efectos de la borrachera. En el segundo caso, evitar las fiestas falleras es el punto de partida para refugiarse en la isla de Formentera. El descubrimiento de prácticas homosexuales furtivas en el Faro de la Mola —lo que se conoce como cruising— y su relación con Julio Verne es suficiente acicate para adentrarse en tan rocambolesca aventura.

Los encargos profesionales más o menos difusos relacionan otras dos historias. En «Cosmovisiones» es la cobertura del Festival Internacional de cine en Dajla, Sahara, lo que le permitirá al narrador comprobar de primera mano si la costumbre de eructar en la mesa significa un cumplido para las costumbres árabes.

La segunda tarea encomendada, la de realizar un reportaje sobre un histórico equipo de fútbol guineano, acaba en el olvido al conocer a un español, el único blanco de la población de Rebola. El personaje, un albañil bravucón víctima del descalabro inmobiliario del levante español, ha llegado a mimetizarse con la vida y costumbres del país de un modo tan sorprendente que fascina y cautiva al protagonista.

Otro grupo de relatos obedecen a empeños personales más o menos explicables. Llegar hasta la perdida población de Reykholt con la pretensión de conocer al escritor más famoso de Islandia puede ser una buena forma de matar el tiempo en las últimas horas de estancia en el país. Comprobar que se trata de un escritor medieval convierte la tarea en «crónicas que no serán». Desvelar el paradero del «otro brazo» de San Vicente en Braga, o entrevistarse con Paulino Cubero, el autor de la letra del himno español, dibujan recorridos más o menos azarosos cuyos resultados serán siempre insospechados.

Mención especial merece a mi juicio Munificencia, una irónica y desternillante descripción de una velada con la familia Cárdenas en Chile. Atrapado por el exceso (de comida, de atenciones, de halagos) el protagonista me ha recordado el genial cuadro de costumbres de Larra titulado «El castellano viejo».

El último capítulo lo ocupa la narración más extensa: «Hacia una psicogeografía de lo rural». El texto, autodenominado cuaderno de campo, recoge a modo de apéndice una experiencia artística llevada a cabo en una parroquia de Vigo. Auspiciado por el colectivo Alg-a Lab, la Fundación Campo Adentro y el Museo Reina Sofía el narrador nos traslada el proceso vital experimentado durante su estancia de tres meses en un entorno rural vecino a una gran urbe, experiencia que le sirve para teorizar sobre los conceptos situacionistas acuñados por Guy Debord.

Según explica, la psicogeografía se basa en el estudio de los efectos y las formas del ambiente geográfico en las emociones y comportamiento de las personas. Para llevar a cabo esta experiencia, el autor se instala en un contenedor situado en una población periférica de Vigo. El método utilizado para recabar experiencias consiste en deambular sin rumbo fijo, abierto a sorpresas y situaciones no buscadas. Las anotaciones en el diario del artista constituyen una sabrosa narración, hilarante por momentos, de sus encuentros con los paisanos, su desesperación ante el rechazo de la comunidad o la feliz culminación del experimento.

Llegado a este punto no puedo sino confesar mi perplejidad ante lo que consideré el relato más disparatado, más paródico e imaginativo de todo el libro. Aclararé que vivo en Vigo y, llevada por una curiosidad de último momento, tecleé en Google tan bizarro experimento para comprobar que, en efecto, la noticia era recogida por el periódico local el 11 de septiembre de 2011.

La realidad al servicio de un modelo de ficción posible, la ficción transformada en expresión de una dimensión humana transcendente. ¿Existe un juego más literario que el que nos propone Paco Inclán?

En definitiva, es Incertidumbre un libro para celebrar sin prejuicios: divertido, íntimo por momentos, socarrón y desmitificador. Un libro imposible de etiquetar, desconcertante, contradictorio y tierno. Un libro por el que transita libre la melancolía porque, algunas veces, todos podemos encontrarnos perdidos… «pero sin derivas sin milongas».

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Incertidumbre de Paco Inclán recomendado en los diarios del grupo Promecal



: BUZON SPC : SOCIEDAD 12 DOMINICAL

Incertidumbre, de Paco Inclán, recomendado en la sección de Libros de los diarios del Grupo Promecal (La Tribuna De Albacete, Diario de Ávila, Diario de Burgos, La Tribuna de Ciudad Real, Diario Palentino, La Tribuna de Toledo, La Tribuna de Cuenca, La Tribuna de Guadalajara, El Dia de León, El Dia de Salamanca, El Día de Segovia, El Día de Soria, El Día de Valladolid).

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Tantas Mentiras Paco Inclán

Tantas mentiras de Paco Inclán en Especulacions d’un Neanderthal

Jordi Sellarès reseña Tantas mentiras (2015), el primer libro que Jekyll & Jill publicó de Paco Inclán. Luego, en 2016, llegó Incertidumbre.

Perplexitat quotidiana

Si entenem la literatura, essencialment, com l’art d’explicar, de forma exagerada, un fet més o menys conegut o una anècdota, podem afirmar sense por a equivocar-nos que aquest Tantas Mentiras de l’escriptor i periodista valencià Paco Inclán (1975) n’és un dels exemples més fins. Perquè les històries aquí recollides parteixen d’anècdotes i vicissituds viscudes pel propi autor al llarg dels anys en diferents experiències com a periodista en diferents latituds: Mèxic, Galícia, el Sàhara Occidental, Colòmbia, Equador o al seu propi poble del País Valencià. I totes amb l’exageració com a bandera.
Paco Inclán a vegades en té prou amb un fet concret per fer-hi girar tota una història al seu voltant, vestint-la adequTantas Mentiras Paco Inclánadament amb ambientació, personatges i diàlegs especials i memorables, absurditat i patetisme, unes gotes de mala llet i molt d’enginy i mordacitat, quan cal. Des del caos que es pot generar al voltant de les dificultats per obrir del tot la cremallera d’un impermeable fins a un estrany i kafkià estudi sociològic dut a terme en un llogarret gallec. Tant es planta en un acte zapatista en ple Zócalo del D.F., a mig camí entre l’acte polític i la xarlotada per a groupies, com en un festival de cinema en un camp de refugiats saharauis on tota la premsa espera l’arribada, en un clima de tensió creixent, de la gran estrella del cel·luloide.  Ens mostra què pot passar a les nits xafogoses i solitàries en un tuguri de la frontera entre l’Equador i Colòmbia, el laberint d’obsessió malaltissa d’un català per la pilota basca internacional i la pèrdua de papers col·lectiva al més pur estil Monthy Python en una ambaixada equatoriana de la mà d’un heterogeni grup d’aspirants a Julian Assange. O com de ràpid poden canviar les tornes quan es participa, gairebé sense voler-ho, en una conxorxa amb un grup mexicà de suport Corea del Nord, quan les casualitats i els malentesos poden portar a la paranoia i al patir per la pròpia vida. Tantas mentiras acaba amb un apèndix, la primera novel·la de l’autor, una crònica del procés de (de)construcció d’aquesta.

Totes les històries que apareixen en aquest recull estan a mig camí entre la crònica i la ficció autoreferencial, el propi Paco Inclán n’és el protagonista, tot li passa a ell; ell és el testimoni d’unes situacions quotidianes on allò grotesc esdevé quotidià i on tot està narrat des de la perplexitat de veure’s, molts cops, superat per les circumstàncies. També són les típiques històries, unes més versemblants que d’altres, que et podria explicar algun amic que acaba de tornar de viatge i que fa temps que no veus, entre cerveses i cigarrets, fent-vos un fart de riure. I és que aquesta és una altra de les grans virtuts d’aquests relats: entren sols, són àgils, carregats de mordacitat, sentit de l’humor i del patetisme que traspuen les situacions «reals». Paco Inclán aconsegueix fer-nos creure aquestes històries, fer-les passar per reals. Perquè, són reals? O són tot mentides, pura invenció? La veritat és que és indiferent si tot plegat són històries inventades a partir d’un (remot) fet real, perquè l’autor ens engalipa i ens hi trobem bé, ens agrada sentir-les. Igual que amb les històries que el col·lega ens explica al bar, sabem que gran part del que ens diu pot ser mentida però ens ho passem tan bé sentint-lo que el que menys ens importa és saber si ens està prenent el pèl o no.

Un gran recull d’històries d’un gran narrador que acabo de descobrir gràcies a la recomanació d’un dels meus amics lectors/prescriptors de capçalera. Arribat aquí no puc fer més que recomanar-lo jo també. I molt.

Perplejidad cotidiana

Si entendemos la literatura, esencialmente, como el arte de explicar, de forma exagerada, un hecho más o menos conocido o una anécdota, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que este Tantas Mentiras del escritor y periodista valenciano Paco Inclán (1975) es uno de los ejemplos más finos. Porque las historias aquí recogidas parten anécdotas y vicisitudes vividas por el propio autor lo largo de los años en diferentes experiencias como periodista en diferentes latitudes: México, Galicia, el Sahara Occidental, Colombia Ecuador o en su propio pueblo del País Valenciano. Y todas con la exageración como bandera.

A veces a Paco Inclán le basta con un hecho concreto para hacer girar toda una historia a su alrededor, vistiéndola adecuadamente con ambientación, personajes y diálogos especiales y memorables, absurdidad y patetismo, unas gotas de mala leche y mucho ingenio y mordacidad cuando es necesario. Desde el caos que se puede generar en torno a las dificultades para abrir del todo la cremallera de un chubasquero hasta un extraño y kafkiano estudio sociológico llevado a cabo en una aldea gallega. Tanto se planta en un acto zapatista en pleno Zócalo del DF, a medio camino entre el acto político y la charlotada para groupies, como en un festival de cine en un campo de refugiados saharauis donde toda la prensa espera la llegada, en un clima de tensión creciente, de la gran estrella del celuloide. Nos muestra qué puede pasar en las noches bochornosas y solitarias en un tugurio de la frontera entre Ecuador y Colombia, el laberinto de obsesión enfermiza de un catalán por la pelota vasca internacional y la pérdida de papeles colectiva al más puro estilo Monty Python en una embajada ecuatoriana de la mano de un heterogéneo grupo de aspirantes a Julian Assange. O cómo, rápidamente, pueden cambiar las tornas cuando participa, casi sin quererlo, en una conjura con un grupo mexicano de apoyo a Corea del Norte, cuando las casualidades y los malentendidos pueden llevar a la paranoia y a sufrir por la propia vida. Tantas mentiras termina con un apéndice, la primera novela del autor, una crónica del proceso de (de)construcción de ésta.

Todas las historias que aparecen en esta recopilación están a medio camino entre la crónica y la ficción autorreferencial, el propio Paco Inclán es el protagonista, todo le pasa a él; él es el testimonio de unas situaciones cotidianas donde lo grotesco deviene cotidiano y donde todo está narrado desde la perplejidad de verse, muchas veces, superado por las circunstancias. También son las típicas historias, unas más verosímiles que otros, que te podría explicar algún amigo que acaba de regresar de viaje y que hace tiempo que no ves, entre cervezas y cigarrillos, acompañadas de un ataque de risa. Y es que esta es otra de las grandes virtudes de estos relatos: entran solos, son ágiles, cargados de mordacidad, sentido del humor y del patetismo que rezuman las situaciones «reales». Paco Inclán consigue hacernos creer estas historias, hacerlas pasar por reales. Porque, ¿son reales? O son todo mentiras, pura invención? La verdad es que es indiferente si todo son historias inventadas a partir de un (remoto) hecho real, porque el autor nos embauca y nos encontramos bien, nos gusta sentirlas. Al igual que con las historias que el colega nos cuenta en el bar, sabemos que gran parte de lo que nos dice puede ser mentira pero nos lo pasamos tan bien sintiéndolo que lo que menos nos importa es saber si nos está tomando el pelo o no.

Un gran recopilación de historias de un gran narrador que acabo descubrir gracias a la recomendación de uno de mis amigos lectores / prescriptores de cabecera. Llegado aquí no puedo hacer más que recomendarlo yo también. Y mucho.

 

Incertidumbre de Paco Inclán en El País Semanal



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Silvia Hernando publica un artículo sobre la flânerie y escribe sobre Paco Inclán y su libro Incertidumbre (2/4/2017).

Elogio de la holganza

El actual ‘boom’ literario en torno a la ‘flânerie’ podría revelar una voluntad de retorno a la esencia física y sensorial de la vida.

HACE UNAS SEMANAS se publicó en España el libro de David Wagner De qué color es Berlín (Errata Naturae). Se trata del enésimo título que recupera la figura del flâneur, ese viajero a pie sin destino fijo que guía sus pasos al ritmo de los latidos de la ciudad y que, en su versión actualizada, ha decidido prescindir del móvil y de tecnologías como el GPS en sus expediciones urbanas. Si en esta ocasión el terreno de las caminatas lo propiciaba la capital alemana, en los últimos años se han editado volúmenes sobre Londres (La ciudad de las desapariciones, de Iain Sinclair), París (El peatón de París, de Léon-Paul Fargue) o, en general, sobre las bondades de deambular para el cuerpo y la mente (Wanderlust, de Rebecca Solnit, o Elogio del caminar, de Frédéric Gros). Existen incluso relatos que desbordan las fronteras naturales del flâneur en su sentido más estricto –las marcadas por los límites de la metrópolis– para dar un paseo por el campo. Es el caso de Hacia una psicogeografía de lo rural, un texto de Paco Inclán basado en una acción artística desarrollada en el pueblo vigués de Valladares e incluido en Incertidumbre (Jekyll & Jill).

Aunque el planteamiento se puede rastrear hasta el París del siglo XVIII, en cuyas noches ya se aventuró el escritor Rétif de la Bretonne, la idea del flâneur como algo más que un mero zascandil fue caracterizada por Baudelaire en el XIX.

Posteriormente, Walter Benjamin revisó su significado para izarlo como clave de la moderna cosmovisión capitalista. Hace 100 años se vagaba sin mayor pretensión que la de pasar el tiempo, pero este esparcimiento daba frutos en forma de vivencias y experiencias entre la multitud. A partir de los cincuenta, las ­tardovanguardias nimbaron esta noción del espíritu del juego y acuñaron términos como deriva o psicogeografía. “Al ser una actividad desinteresada”, apunta el fotógrafo Manolo Laguillo, “es normal que se asimilara a la ocupación artística”. Esta “idea situacionista del azar”, agrega Paco Inclán, estaba vinculada con otra opuesta y complementaria: la de la “toma de decisiones”. “Todo lo que tenga que ver con experimentar es una manera de mirar desde otra perspectiva”.

En el presente, como señala la escritora y crítica María Virginia Jaua, la urbe como espacio social se ha transformado hasta el punto de que “ya no hay ciudadanos, sino consumidores”. “Antes los barrios tenían su personalidad, se daban otro tipo de relaciones”. Siendo así, ¿cómo explicar este boom literario? ¿Qué relevancia tienen hoy –­cuando Internet se ha elevado a la categoría de territorio– esas historias sobre azarosos itinerarios? Laguillo aporta una respuesta: “Porque estamos hartos de una ética del trabajo que impulsa a planificarlo todo”. Como artista (amén de estudioso de Benjamin y traductor de Franz ­Hessel, el autor de Paseos por Berlín), él lleva décadas volcado en la flânerie, con un enfoque estético y moral sobre la periferia. Inclán, escritor y editor de la revista Bostezo, intuye también que este retorno al vagabundeo plantea una reacción ante la digitalización de todo: un impulso por “recuperar lo físico y dejarse llevar por las sensaciones”. “Quizá sea una cuestión melancólica”, barrunta Jaua, “un mecanismo inconsciente para renovar la manera de transmitir la experiencia de la ciudad desde un punto de vista contemporáneo”.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Lecturafilic


IncertidumbreAlejandro F. Orradre reseña Incertidumbre, de Paco Inclán, en Lecturafilic:
Título: Incertidumbre
Título original: Incertidumbre
Autor: Paco Inclán
Editorial: Jekyll & Jill
Número de páginas: 211
El autor de Tantas mentiras se sumerge de nuevo en escenarios para ahondar en las contradicciones de la condición humana, especialmente las suyas. Es así como sufre el conflicto norirlandés en sus carnes, se integra en un grupo de cruising de visita en Formentera, sale en atropellada búsqueda del brazo derecho de san Vicente Mártir, se cita con el ganador del concurso de letras para el himno de España o pone en riesgo su vida, amenazada por la ancestral generosidad que le brindan los habitantes de una isla del Pacífico. Situaciones que generan un estado de incertidumbre: ¿esto está pasando? Y si es así, ¿por qué demonios?
 
Sin rodeos: Incertidumbre es de los libros más raros que se han escrito en la literatura contemporánea española de los últimos veinte años. Tal cual. La sentencia puede parecer exagerada, una frase que iría en las fajas que adornan la portada de cualquier superventas. Pero resulta que es verdad, y lo mejor de todo es que por si fuera poco se trata de un libro extraordinariamente adictivo, divertido y hipnótico.
Paco Inclán nos regala en su segundo trabajo literario una hilarante sucesión de relatos que, narrados desde una vertiente periodística y escrita a forma de diario de viajes personal, nos meten de lleno en historias tan rocambolescas como sórdidas y que se pueden encontrar en las páginas de sucesos de cualquier periódico: son esas pequeñas tonterías a las que no les prestamos ninguna atención. En Incertidumbre se convierten en protagonistas, de ahí la genialidad de unas temáticas tan absurdas que mutan en morbosa curiosidad a medida que son explicadas. ¿Qué interés puede suscitar la historia que hay detrás del último intento por dar letra al himno español? ¿O el cruising en Formentera? ¿O eructar en África? Lo interesante de este ejercicio de «autoficción metaliteraria» -perdón por ese palabro-, es que logra en todo momento que no sepamos si lo que se narra es real o no; ante esa duda se produce en el lector una curiosidad que le empuja a seguir leyendo. Cuando quiere darse cuenta ya ha terminado.
Los textos siempre conservan la forma didáctica, pretendiendo enseñar de una forma erudita las vivencias -o no- del autor en sus periplos como periodista alrededor del mundo; viajamos a Islandia, Chile, Guinea Ecuatorial, Formentera… y siempre flota la sensación de que la locura es de muy difícil esquive, siempre acechando y poblando las mentes de los seres humanos. Asistimos a escenas que como si fueran sacadas de una película de García Berlanga nos recuerda la infinita variedad de historias que permanecen ocultas a nuestros ojos. Antropología surrealista.
A toro pasado -pues cuando estás inmerso en su lectura te atrapa por completo- se puede decir que es también un sano ejercicio de satírica periodística, sobre todo la segunda parte del libro, titulado Diario de campo de un proyecto de psicogeografía rural y que ya deja entrever el tono del texto, es una mirada cómica al mundo del arte y todo lo que la rodea: esa cutrez que se intenta enmascarar mediante discursos grandilocuentes e intentos de trascendencia artística. El tono de la narración es hilarante, pues el protagonista -de nuevo ese ejercicio de autoficción difusa- intenta por todos los medios magnificar un proyecto que termina por revelarse una extravagancia más, quizás incomprendida, del mundo del arte. Vivir en un contenedor, no entenderse con la gente del campo porque habla de un modo que ni siquiera en la ciudad se le entiende… la modernidad cutre.
En todos los relatos existe esa sencillez cutre, un halo de naturalidad con más defectos que virtudes, una desmitificación de los viajes alrededor del mundo, de lo exótico, de las aventuras. Inclán parece querer mostrarnos que como en nuestro barrio, en el bar de la esquina, en el supermercado… como en nuestros lugares comunes, a miles de kilómetros suceden las mismas cosas. No hay mística del viajero, ni épica del trotador de mundos: sólo las mismas miserias humanas, los mismos chascarrillos y temas mundanos que preocupan al de Murcia o al de Burkina Faso.
Incertidumbre se convierte por méritos propios en uno de los libros más interesantes e imprescindibles de esta década, y sin lugar a dudas merece que todos y todas os sumerjáis en sus páginas. Os convertiréis, como un servidor, en seguidores acérrimos de Paco Inclán al instante.
Tantas Mentiras Paco Inclán

Tantas mentiras de Paco Inclán en Revista Ñ



Paco Inclán

Con motivo de la publicación del libro Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela, de Paco Inclán, la revista Ñ publicó el relato «LOS OTROS ASSANGE»

Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela (Jekyll y Jill) incluye un esperpéntico secuestro en una cafetería de Bogotá, un paranoico espionaje a tres excarpinteiros en una parroquia gallega, un hotel en la frontera colombo-ecuatoriana, un festival de cine en el Sáhara, un acto zapatista en el Zócalo del D. F., una encrucijada en la embajada de Corea del Norte en México. El narrador observa, transmitiéndonos una crónica fragmentada del encuentro entre las propias vivencias del narrador y las vicisitudes de sus prójimos —tan extraños como cercanos— con los que se va encontrando en su obstinado deambular.

Su autor, Paco Inclán (Valencia, 1975), es editor desde el año 2008 de la revista de arte y pensamiento Bostezo. En los últimos años ha participado en varios proyectos que lo han embarcado en una experiencia viajera constante: Feria del Libro de Malabo (Guinea Ecuatorial, 2014), residencia artística en Montalvo Arts Center (California, 2013), proyecto radiofónico La radio como herramienta para la construcción de la paz (frontera colombo-ecuatoriana, 2012) o una residencia artística de la Fundación Campo Adentro en Alg-a Lab (Valladares, Vigo, 2011), entre otros.

Ha investigado la época dorada (1924-1952) de la pelota vasca en Catalunya (Institut d’Estudis Catalans-Eusko Ikaskuntza, 2003) y la etapa de Max Aub como director de la radio y la televisión de la Universidad Nacional Autónoma de México (Fundación Max Aub, 2000). Durante una estancia de dos años en México (2005-2007) fue columnista dominical del diario Milenio y asiduo colaborador de la revista Replicante. Ha publicado La solidaridad no era esto (La Tapadera, 2001), El País Vasco no existe (La Tapadera, 2004), La vida póstuma (Fides Ediciones, México D. F., 2008) y Hacia una psicogeografía de lo rural (Fundación Campo Adentro, Madrid, 2011). La ilustración de cubierta de Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela es obra de Víctor Coyote Aparicio.

 

 

LOS OTROS ASSANGE

Dirección General de Extranjería de la República del Ecuador,
avenida 6 de diciembre (entre La Niña y avenida Colón), Quito

Pasé cuarenta horas encerrado con otros extranjeros
en la Dirección General de Extranjería de Ecuador.
Todos esperábamos lo mismo: una firma.

Paradójicamente, el primero en perder los nervios ha sido un monje budista que, en inglés tibetano, ha soltado una serie de improperios que no he logrado entender del todo. Al parecer tiene prisa pues de madrugada debe viajar a la ciudad de Ambato para impartir una conferencia sobre cómo acceder a la paz espiritual. Ataviado con su túnica naranja, hacía apenas un rato que con gesto afable nos había estado repartiendo unos folletos sobre meditación al grupo de veinte extranjeros que permanecemos encerrados desde ayer por la mañana en la Dirección General de Extranjería de Ecuador. Esperamos con ansias la llegada de un señor al que los funcionarios nombran como El Embajador, que es el único que puede autorizar con su firma nuestros visados. Nos aseguraron que aparecería antes de las cuatro de la tarde. Son las diez de la noche del día siguiente.

La oficina cerró oficialmente ayer viernes. La información es confusa: a medianoche de hoy sábado entrará en vigor una nueva ley de extranjería y los funcionarios no nos aseguran si sus efectos serán de carácter retroactivo. De serlo nuestros trámites quedarán invalidados en un par de horas. Ningún extranjero se atreve a moverse de allí hasta que el mentado «embajador» firme sus documentos. Yo tampoco. La sola idea de tener que comenzar de cero la tramitación de mi visado me hace mantenerme firme en esta oficina ubicada en la avenida Colón de la ciudad de Quito. Habían sido meses de espera para conseguir que una funcionaria sin rostro del consulado de Ecuador en Valencia me autorizara la entrada en el país, previo pago de ciento veintiséis euros, no sin antes atormentarme con una serie de quebraderos burocráticos a través de notarías, colegio de médicos, detectores de metales, laboratorios de análisis sanguíneos, el ambulatorio, justificante de antecedentes penales, «vacíe sus bolsillos y deje sus pertenencias sobre la bandeja», vacunas, pago de tasas, detectores de metales, fotocopiadoras, «quítese el cinturón», fotografías tamaño carné con fondo azul y el cajón de mi infancia donde guardo mis amarillentos expedientes académicos. Tras cuatro meses de idas y venidas, a punto de tirar la toalla, obtuve un visado de entrada como misionero, ante la imposibilidad de que se me expendiera uno de cooperante o trabajador foráneo, estatus más relacionados con mi actividad a desarrollar en Ecuador. «Para eso usted debería acudir a la embajada en Madrid». Era 18 de marzo y estaba a punto de comenzar la mascletà en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. Miles de personas jadeaban sudorosas al otro lado de la ventana del consulado. «No, no, está bien, póngame de misionero», decidí para acabar rápido con esto. Pero todavía faltaba que desde la Dirección General de Extranjería en Quito me firmaran el visado, un trámite que debía solicitar dentro de los primeros treinta días de mi entrada en el país andino, donde aterricé anteayer.

Lo peor ha sido pasar mi segunda noche en Ecuador en esta sala burocrática, donde un par de televisores repiten machaconamente amables anuncios gubernamentales que dan la bienvenida a los extranjeros. Los que hemos tenido más suerte hemos dormido sin cerrar los ojos sobre incómodos asientos de plástico; los demás han pernoctado de pie y durmiéndose abrazados a los pilares. A media noche una religiosa haitiana ha comenzado a usar mi hombro de almohada. Al amanecer, cuando llevaba unos cuarenta segundos durmiendo, me ha despertado una llamada de mi madre desde España. Le he dicho que estoy bien, sin entrar en detalles. Con la llegada del día, algunos, como el monje budista, han comenzado a exteriorizar su nerviosismo, aunque también es cierto que entre el grupo han surgido espontáneas relaciones de efímera amistad que ayudan a mejorar la atmósfera matutina; nos animamos con la esperanza de que El Embajador llegue hoy temprano. A partir de las primeras veinticuatro horas en el interior de un edificio institucional entra el síndrome de sentirse superviviente de un alud o un naufragio; al menos me gustaría regresar media hora al hotel para cambiarme de calzoncillos. Con nosotros permanecen encerrados cuatro funcionarios de la Dirección General y un par de miembros de seguridad, un hombre y una mujer, que tratan de apaciguar los ánimos, pero sin ofrecer ninguna respuesta a nuestras demandas. «Lo estamos pasando tan mal como ustedes», alega un funcionario. Algo de razón tiene, al menos han dormido igual de jodidos que nosotros. Y han cumplido su promesa de no irse hasta que El Embajador llegase.

Quizá asustados por los improperios del monje budista, los burócratas, que permanecen desde ayer tarde agazapados tras unas ventanillas, proponen que los religiosos tengamos prioridad a la hora de tramitar nuestros visados. Los demás aceptan resignados: «Los asuntos de Dios siempre van primero», dice con sorna un cubano. Nos acercamos a la ventanilla el tibetano malhumorado, un pastor protestante de Boston, la monja haitiana y yo, como falso misionero. Entablo una ligera amistad con el pastor que me explica su misión evangelizadora en el norte de Ecuador apoyándose en algunos pasajes de la Biblia. Me cuenta que él lleva tres años y unas veinte visitas a la Dirección General sin haber conseguido que El Embajador acepte a trámite su visado. Todo este tiempo lo ha pasado con un permiso provisional. «Es por ser gringo, el gobierno se piensa que todos somos espías», se queja sonriente. Incluso ha tenido que regresar a Estados Unidos a causa del papeleo. Apenas le queda una semana de permanencia en el país, con lo que, con suerte, hoy conseguirá legalizar su residencia en Ecuador, cuando está a punto de abandonarlo. Necesita ese papel para solventar unas cuestiones burocráticas en su país, me dice en un castellano bastante lamentable que salpica con palabras, como suplicio o bagatela, que parecen memorizadas de un diccionario. Me preocupa su historia; es mi primera vez en la Dirección General de Extranjería y aspiraba a que también fuese la última.

Un funcionario recoge los papeles de los religiosos —incluidos los míos— y desaparece con ellos a paradero desconocido. Tarda cuarenta y cinco minutos en regresar sin más información que El Embajador todavía no llega. En la espera, los otros funcionarios, tan amables como desconcertantes, han recogido para ganar tiempo las peticiones del resto de extranjeros, entre los que se encuentran un surafricano, cuatro haitianos, tres colombianas —y la bebé de una de ellas—, unos cubanos que esperan poder acceder a la reagrupación familiar (todos afirman ser primos o hermanos), una señora teutona que no abre la boca y una chica italiana que va descalza y que de vez en cuando nos deleita con alguna contorsión de su vientre. También hay un grupo de indígenas que, a pesar de vivir desde hace siglos en el interior de la Amazonia ecuatoriana, nunca se habían molestado en registrarse en ningún lado; les acompaña un antropólogo canadiense que es el que les está tramitando la nacionalidad. «Son ecuatorianos sin serlo por lo que no tienen acceso a ningún tipo de servicio público, claro que ahora falta que algún servicio público llegue hasta donde viven ellos», le explica en inglés al pastor protestante. Por lo que entiendo es una comunidad a la que se accede tras unas quince horas viajando en canoa.

Todos los haitianos afirman ser periodistas. Y no solo ellos; también una dominicana, dos argelinos, algunos cubanos, las colombianas, un paraguayo y un muchacho del Surinam, país del que desconozco su gentilicio. Gente que ayer viernes no dijo ser periodista, hoy sábado sí que afirma serlo. Hace apenas dos semanas que el gobierno ecuatoriano ha concedido asilo político al fundador de Wikileaks Julian Assange a través de su embajada en Londres, en la que se ha refugiado para evitar su extradición a Suecia, donde está encausado por dos supuestos delitos de violación y acoso sexual. El presidente Rafael Correa ha declarado que otorgar el asilo a Assange supone evitarle una hipotética extradición a Estados Unidos, donde podría ser condenado a pena de muerte por traición y espionaje. Para algunos analistas, Correa se ha apuntado un tanto ante la comunidad internacional en la defensa de la libertad de prensa, al mismo tiempo que es criticado por su persecución política a los medios de comunicación más conservadores del país. La maniobra del presidente ecuatoriano ha provocado una avalancha de solicitudes de cientos de personas que afirman ser periodistas y estar también siendo perseguidos como Assange. Por Internet se ha corrido el rumor de que Ecuador tramitará el permiso de residencia de las personas que se introdujeron ilegalmente en el país si demuestran que llegaron huyendo de amenazas sufridas en el ejercicio de su labor periodística. El gobierno lo ha desmentido, pero ya es tarde: el bulo ya circula por todo Quito y otras ciudades. Las autoridades se han comprometido a estudiar minuciosamente caso por caso, lo cual alarga los procesos. La mayoría de solicitudes están bajo sospecha, a sabiendas de que certificados de licenciatura en Periodismo son ahora una demanda en alza en el mercado ilegal de documentos.

El trío de colombianas, chillonas y dicharacheras, increpa con guasa a los funcionarios; contrasta la verborrea y la animosidad de ellas con la molicie de ellos, que tratan de saldar con beatíficas sonrisas su impericia para solucionar el desaguisado. Mientras la italiana danza por medio de la sala, una de las chicas colombianas me pregunta por qué y desde cuándo las mujeres en Europa ya no se afeitan los sobacos. No sé qué responderle. El ambiente es amable, podría ser peor para lo que estamos sufriendo. De alguna manera se crea un ligero sentimiento de solidaridad grupal a través de un problema colectivo, lo cual nos lleva a compartir víveres, cachitos biográficos, llamadas de móvil y caramelos. Animados por la italiana armamos una programación intercultural, un improvisado festival de las naciones: una dominicana nos cuenta la receta del sancocho, un haitiano nos regala un baile relacionado con el vudú y el pastor protestante nos cuenta las diferentes versiones del pecado original de Adán y Eva en los libros sagrados de cada una de las tres religiones monoteístas, un tostón que provoca que la atención del público se disperse. El chico de Surinam divierte sin pretenderlo a las colombianas, que no se acaban de creer que en Surinam, un país cuyo nombre nunca habían escuchado, hablen una especie de holandés y esté en Sudamérica. «Surinam es mentira», le dice una, la más coqueta. El muchacho, que apenas entiende el español, le dibuja el mapa en su espalda. Ella le sonríe y siguen jugando. Mientras, el monje budista trata de calmar su ira jugando a matar marcianos en su BlackBerry que se convierte en nuestra conexión con el mundo exterior. Le pedimos que nos lo preste para averiguar si con la entrada en vigor de la nueva ley de extranjería nuestros trámites anteriores quedarán invalidados, pero no encontramos ninguna página que nos lo aclare.

Desde ayer noche algunos allegados de los extranjeros retenidos, que les avisaron cuando vieron que sus trámites irían para largo, han montado guardia ante la puerta del edificio. Cada cierto tiempo se arma un alboroto en la entrada por la negativa de los vigilantes de seguridad a permitirles el acceso al interior de la sala; los que estamos dentro no nos atrevemos a salir, los que están fuera no pueden entrar, lo cual enrarece el ambiente. Un grupo, comandado por los cubanos, se amotina ante las ventanillas solicitando una solución inmediata. «Vamos a poner una bomba», grita una muchacha colombiana, con un notorio retintín sarcástico que los funcionarios no captan. Se monta un pequeño revuelo en la sala. En ese momento, la vigilante extrae una pistola de su cartuchera con la que nos convence a todos para regresar a la zona de los asientos, mientras ella accede a las ventanillas y comienza a poner orden con el tema de los papeles. Según me cuenta el pastor evangélico, y después de veinte visitas a la Dirección General de Extranjería sabrá de lo que habla, los funcionarios se han incorporado a sus puestos hace apenas un par de meses, razón por la que muestran tal nivel de desorganización, por lo que es la vigilante, que lleva más de quince años en el mismo puesto, la que suele acabar encargándose de la tramitación de los visados. Los funcionarios la conocen como La Embajadora. Por su carácter marimandón, pero también porque se rumorea que mantiene un affaire con El Embajador.

Lo cierto es que la imagen de esa mujer blandiendo un arma consigue por fin organizarnos. Vamos pasando uno por uno a contarle nuestro caso. La mujer recoge los papeles que faltan y se los sube por unas escaleras. Por la puerta principal entra un hombre de barba blanca y trajeado; tiene prisa, desaparece raudo de la escena. «Es él, El Embajador», nos confirma el pastor. Por fin parece que se solucionará algo más o menos rápido. Son casi las once de la noche, me aterra la idea de volver a pasar la noche aquí de nuevo, casi más que mis papeles queden caducos. Ha transcurrido día y medio desde que entré en esta sala que solo abandoné ayer al mediodía para comprarme un sándwich. Desde entonces hemos ido comiendo de un puesto ambulante de perritos calientes que se ha instalado en la puerta y que nos ha ido sirviendo hot-dogs con mostaza a precios populares para, más que el hambre, matar el tiempo.

A pesar de la llegada de El Embajador, los papeles no bajan. Algunas voces rumian que a saber qué estarán haciendo ahí arriba El Embajador y La Embajadora. La imagen de ella, libidinosa, metiéndole la pistola en la boca me turba por un instante. Los familiares que permanecen fuera pierden la poca paciencia que les queda. Me asomo a la puerta para pedirle a un señor si puede traerme una coca-cola. Le doy cinco dólares. Ya no regresa. Pregunto por él. Al parecer no es familiar de nadie. Pasaba por allí y se acercó a ver qué sucedía.

La chica italiana pasa una bolsa rota de supermercado pidiéndonos limosna —«incentivo económico», lo llama ella—, por habernos entretenido durante toda la jornada con su danza del vientre. Apenas consigue diez dólares. «Espero que le llegue para comprarse calzado», comenta la misma mujer que anteriormente se preocupó por el vello de sus sobacos. La vigilante de seguridad, todavía con pistola en mano, regresa con un montón de papeles. Empieza a nombrar gentes que no están, lo cual desmoraliza a los presentes. Al parecer, El Embajador ha comenzado a firmar autorizaciones sin priorizar a los que permanecemos desde ayer en la sala. Una de las cubanas toma el mando y apunta en un papelito nuestros nombres para que El Embajador los tenga en cuenta a la hora de firmar los visados. La Embajadora se los vuelve a subir. Todavía se demorará media hora más. Fuera, los allegados de los extranjeros hacen ademán de querer invadir a la fuerza la sala. De repente, después de varios intentos fallidos, brota un cántico desafinado entre el murmullo: «Somos Assange, somos Assange», corean al unísono las laringes de aquellos hombres y mujeres; también yo, poco propenso a este lirismo de aires futboleros, me dejo arrastrar por la euforia colectiva. «Somos Assange, somos Assange». Los argelinos lo gritan dándose fuertes golpes en la cabeza, las cubanas marcan las sílabas tónicas con sus caderas, la italiana mueve el vientre y los haitianos esconden entre sus párpados el iris de sus ojos. La bebé rompe a llorar y la señora teutona que no abre la boca balbucea entonces una serie de improperios que nadie entiende pero que suenan feos. El budista tibetano está perdiendo los nervios. Los miembros de seguridad asumen que la situación se les está yendo de las manos y solicitan refuerzos. En diez minutos aparecen una decena de patrullas de las que bajan policías de varios cuerpos para dispersar a la pequeña multitud que se amontona en la entrada. «El Embajador podría haber sido tan rápido», comenta la colombiana que antes bromeaba con hacer estallar una bomba.

Finalmente bajan los documentos firmados de los que sí estamos en la sala. No de todos, algunos tendrán que regresar a entregar documentación faltante. Contrasta la alegría de los que estamos admitidos con la pesadumbre de los que, después de cuarenta horas, reciben la noticia de que no obtendrán su visado, aunque los funcionarios les garantizan, sin mucha fe, que la nueva ley de extranjería no tendrá efectos retroactivos. La vigilante de seguridad comienza a repartir los pasaportes. Los religiosos —que supuestamente habíamos gozado de prioridad divina— somos los últimos en ser nombrados por una lógica burocrática: fuimos los primeros en entregar los papeles, con lo que quedaron amontonados debajo cuando subieron el resto. «Los últimos serán los primeros en el reino de los cielos», bromeo con el pastor protestante, que no me ríe la gracia. Mientras, a mis espaldas, el monje budista —que no entiende el español, lo cual acentúa su incomprensión ante la situación— pierde la paciencia y, con ella, los estribos: agarra una silla y la lanza contra un funcionario que salía del baño. El hombre comienza a sangrar abundantemente por su ceja izquierda. La Embajadora abandona la gestión de los papeles. Los policías que retienen a la muchedumbre en la puerta hacen acto de presencia en el interior de la sala, lo cual aprovechan los familiares para acceder al recinto. Se abrazan con los que estaban dentro, cae alguna lágrima. Entre unos diez policías y La Embajadora, que está en todos los frentes, tratan de inmovilizar al monje, que les ofrece resistencia, y se lo llevan a rastras tirando con fuerza de su túnica, que acaba desgarrada. Todo indica que, a pesar de tener el visado en regla, deberá suspender su conferencia de mañana en Ambato. Mientras, es la señora cubana la que, aprovechando el alboroto provocado por la silla, la sangre, los familiares, la policía, La Embajadora y el budista, recoge los papeles que hay sobre el mostrador y se hace cargo de ellos. Los timoratos funcionarios, conscientes de que la situación requiere ser desatascada, le dejan hacer. «Armen una fila, por favor», nos grita con una firmeza inusual en estos lares. Uno a uno, sin prioridades, va repartiéndonos los documentos. «Es lo que tiene haber vivido en un país donde la mitad del día te la pasas haciendo cola», se ufana.

Cuando faltan cinco minutos para medianoche recupero mi pasaporte con la firma estampada de El Embajador y el cuño necesario. Me siento aliviado. Y muy cansado. Han pasado cuarenta horas. Comienzo a despedirme de «los otros Assange»; unos ríen, otros lloran. El pastor de Boston, por fin, consigue su visado. El chico de Surinam abandona el edificio con la muchacha colombiana, que al parecer quiere conocer con mayor detalle algunos aspectos del país que es mentira. Mañana la bebé cumplirá su primer año de vida. Su madre me cuenta que tenía dos semanas la primera vez que entraron en la Dirección General de Extranjería. Nació en el taxi que les cruzaba la frontera colombo-ecuatoriana, entre Ipiales y Tulcán. Esa tierra de nadie que separa Ecuador de Colombia era clave para el futuro de ambas. La mujer huía de su país por unos «problemas» que no me llega a especificar. Le horroriza la idea de tener que regresar. Hoy, por fin, con la firma de El Embajador ha quedado refrendado que su hija nació del lado ecuatoriano, por lo que podrán tramitar sus permisos de residencia. Si yo estoy contento, ella se muestra exultante; no hay dos biografías iguales: ellas se jugaban mucho más en este trámite. Por si fallaba, también se había comprado un título de licenciada en Periodismo, de esos que vendedores ambulantes ofrecen desde hace dos semanas por cien dólares en la acera de enfrente.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Ni un día sin libro


IncertidumbreEl blog literario Ni un día sin libro reseña Incertidumbre, de Paco Inclán:
En uno de esos instantes únicos, luminosos, en los que llega a tus manos  un libro como Incertidumbre, el mundo se detiene, y todos los libros anteriores – los que escriben la historia de nuestra relación con la literatura – dejan de tener sentido sin la suma de este.
Son esos instantes los que hacen que todo esto merezca la pena (leer, reseñar, descubrir). Hallar un libro como Incertidumbre me ha hecho querer recomendarle su lectura a todo aquel con el que me he cruzado desde que lo leí. Impulso natural cuando algo que has descubierto te entusiasma y que reconsideras tras una mínima reflexión: efectivamente, Incertidumbre no es un libro para cualquier lector. Incertidumbre te elige a ti.
¿Qué es Incertidumbre? Pues es un libro de viajes atípico, un recorrido personal del autor a lo largo del mundo buscando, explorando algunas de sus inquietudes vitales, crónica de reportajes dignos atemporales, lejanos a cualquier atisbo de actualidad. Es todo eso y mucho más. Para que os hagáis una idea, cada uno de los capítulos de Incertidumbre podría ser en reportaje digno de ser publicado en Panenka o Jot Down, con un toque disparatado, surrealista, ajeno a cualquier tipo de moda, cuyo interés reside paradójicamente en su en principio absoluta falta de interés.
Las historias de Incertidumbre llevan al autor a los puntos más dispares del planeta (y del ser humano) para: conocer el conflicto norirlandés de cerca a través de la experiencia de un partido de fútbol gaélico en un pub, explorar una suerte de encuentro a medio camino entre la literatura y el cruising en Formentera, vivir una experiencia surrealista en el Sahara con un eructo como protagonista, buscar en Islandia al escritor ¿vivo? más importante de la historia de la isla, entrevistarse con el ganador del concurso para ponerle letra al himno de España hace unos años y descubrir que hasta en las historias mínimas uno es capaz de encontrar la grandeza, o descubrir la azarosa vida de un español – una suerte de Coronel Kurtz – en Guinea Ecuatorial en un ejemplo que supone una patada en la entrepierna al choque intercultural entre pueblos.
En definitiva, pequeñas historias, gran literatura intergénero, pura magia.
Para terminar, el libro incluye un capítulo más amplio que los anteriores, Hacia una ppsicogeografía de lo rural, el testimonio escrito de un experimento sociocultural que el autor llevó a cabo en una aldea cercana a Vigo. Una deliciosa rareza única y difícil de describir en unas pocas líneas. Un regalo eque sirve de epílogo perfecto para este libro extraordinario.
Leyendo Incertidumbre he disfrutado como cuando comes con las manos tu comida favorita, relamiéndote los dedos, masticando con la boca abierta porque nadie te ve. He reído a carcajadas, ante la mirada sorprendida de mi compañera de cama, con la que he compartido en alto párrafos enteros de estas historias de la vida dignas de toda enciclopedia apócrifa que presuma de serlo.
Mención especial merece la edición de Jekyll&Jill. La editorial de nuevo marca distancias en el panorama editorial concibiendo cada libro como pieza única, obra artística que enriquece la experiencia lectora y puede enloquecer al enamorado del libro como objeto básico sin el que no se concibe esta adicción. Con Incertidumbre lo han bordado. Han creado un clásico en forma y fondo, una preciosidad cuya mejor explicación es verlo y tocarlo. Víctor, nunca dejes esto por favor.
Os advierto, ha nacido un clásico que no te debes perder.
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Incertidumbre de Paco Inclán en Diario de León



Nicolás Miñambres reseña Incertidumbre, de Paco Inclán, en el Diario de León:

Atractivos de la rareza

Hay que advertirlo de entrada: Incertidumbre, el libro de viajes de Paco Inclán, es una gratísima sorpresa literaria. Sus recorridos por el mundo suponen el descubrimiento de espacios desconocidos casi o la presencia de tipos concretos, vulgares, a los que la vida convierte en raros e inesperados.

Es difícil explicarlo, pero cualquier lector descubrirá pronto el atractivo de esta clave literaria. Hay que considerar que, en apariencia (aparte de la rareza de la temática) no hay nada común en los relatos. Es algo que se observa en el que abre la obra, Dar la cara por Irlanda, una especie de anticipación del país, rematada con un extraño sentido de la melancolía. Si repasamos el resto de los cuentos, lo de Incertidumbremenos es que nos encontremos con países de cuya existencia apenas tenemos noticia, en los que la vida de los personajes es curiosa e inesperada. Al narrador le interesa el desbarajuste que su comportamiento provoca en su quehacer bienintencionado, originado, por ejemplo, con la búsqueda del dedo de un santo. O las situaciones humorísticas que provoca la persecución de Snorri, un santo medieval a quien el narrador imagina vivo. Sorprende el retrato del personaje de El hombre que pudo ser Paulino Cubero, premiado oficialmente por componer un himno. O la convivencia de un valenciano con los negros de un pueblo nigeriano. No falta el agobio de la hospitalidad… Todo ello se transforma en situaciones que alcanzan la condición humorística de la literatura del absurdo.

La segunda parte del libro, Hacia una psicología de lo rural, presenta algo inesperado: la aparente seriedad científica del título choca con un método de estudio especial, la antropología de lo rural que el autor lleva a cabo desde un contenedor en Valladares, en las afueras de Vigo. No cabe mejor sentido de la caricatura de la ciencia. Ambas partes se convierten en el modelo de excelente literatura de viajes, poco esperable, casi nunca escrita.

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Incertidumbre de Paco Inclán en Artes y Letras

Paco Inclán

Reseña-entrevista de Antón Castro con motivo de la publicación de Incertidumbre, de Paco Inclán, en el suplemento Artes y Letras de Heraldo de Aragón (26-1-2017).

«Jekyll & Jill publica un sorprendente y brillante libro de Paco Inclán

De cómo la verdad se vuelve ficción

Paco Inclán (Valencia, 1975) ya había dado muestra de su talento en ‘Tantas mentiras’, que publicó Jekyll & Jill. Era un libro abierto y miscelánea donde cabía casi todo: la travesía, el reportaje, la experimentación y diversos usos de la imaginación. Cuenta el autor que hacia 2002 o 2003 empezó un libro eminentemente periodístico que quería explorar diversos aspectos de la realidad. Dice Inclán «Una veces busco; otras, encuentro». Así ha surgido un volumen sorprendente que tiene mucho denarración de viaje y también de reportaje clásico, en el que la realidad supera a la fantasía. O la realidad resulta tan inverosímil que parece que Inclán esté fabulando.
Sucede casi todo el tiempo. Da igual el asunto que aborde y vaya donde vaya: en ‘Dar la cara por Irlanda’, la obcecación y el odio supera cualquier atisbo de sensatez y tanto el cronista como la joven Sarah pasan verdadero peligro en Irlanda. Inclán resuelve su relato con humor, amor y una efectividad casi novelesca y romántica.
Una de las piezas más logradas del libro es ‘Relecturas de Julio Verne. Formentera’. Inclán se ríe de si mismo durante su trabajo, es cualquier cosa menos un periodista infalible y arrogante, parece dispuesto a aceptar el no literalmente, el fracaso. Así por azar, se entera de que un grupo de homosexuales se citan ante una estatua de Julio Verne; a esa reunión un poco a ciegas se le llama ‘cruising’. Dice un paisano, ante la palabreja: «Yo de eso no entiendo. Hay varias zonas de esas en la isla, en verano se buscan entre ellos». Y a partir de allí Paco Inclán, que es el protagonista de casi todos los textos —o al menos, el coprotagonista, a la manera de Tom Wolfe, Gay Talesen de aquel Martin Girard, seudónimo de Gonzalo Suárez— inicia una curiosa pesquisa que adquiere, como sucede con otros textos, un carácter casi de ficción.
Si ‘El otro brazo de san Vicente’ podría aproximarse a las desaforadas vidas de santos, el autor busca los restos de su brazo derecho en Braga, ‘El tal Snorri (crónicas que no serán)’ es casi una ficción culta que recuerda a Snorri Sturluson, un personaje muy admirado por Jorge Luis Borges. Arranca así: «Paso mi último día en Islandia interesado en la figura de un tal Snorri, «el escritor irlandés más popular’»,y en su investigación se encontrará con un poeta gallego llamado Elías Portela. Nada menos.

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Con todo, el texto más sorprendente, el más paradójico, es ‘El hombre que pudo ser Paulino Cubero’, el fascinante y dramático relato del poeta popular que escribió una letra para el himno español y pasó, poco después, a ser vapuleado, humillado y ofendido. Cuenta Inclán que ese reportaje lo hizo en 2015 y que le sorprendió Ia dignidad de Cubero. Un texto como este, que habla de la violencia gratuita, de la práctica arbitraria y del vértigo de pasar de la vida cotidiana a la gloria y de ahí a desplomarse hacia la nada en segundos, hace pensar en ‘Relato de un náufrago’ de García Márquez. «Me interesa la realidad y establezco un pacto con ella, pero a veces dejo que se incorpore la ficción. Lo que me interesa es lo que esta detrás, lo que apenas se ve, el destino de los antihéroes», declara el autor.
‘Incertidumbre’ incorpora su cuaderno de campo ‘Hacia una psicogeografía de lo rural; que nació de una beca del Centro de Arte Reina Sofia. Inclán vivió en Valladares (Vigo), en un contenedor, y cuenta cómo se percibía su presencia de andariego y vincula el espacio físico con la emoción y la actitud de la gente. El texto es de una gran sutileza y tiene, como todo el conjunto, humor, ingenio ironía, erudición y esa sencillez que también es humanidad, ternura y sabiduría.»

 

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Incertidumbre de Paco Inclán en La Buena Vida



IncertidumbreDavid García reseña Incertidumbre, de Paco Inclán, en el blog de la librería La Buena Vida (Madrid):

Del autor de este libro hay una foto nada más abrir sus páginas.  A ella he acudido en numerosas ocasiones al leer estos relatos de viaje  o crónicas o reportajes o ficciones, cuando me he adentrado en esta manera clásica, pero no por ello menos gozosa, de narrar. Como si al observar la fotografía, ésta me fuera a revelar algo que se me escapa. Si destaco esto es por que he imaginado, igual que el lector que  no distingue entre autor/narrador/personaje, a este hombre  de mediana edad y rostro servero, viviendo las experiencias que   cuenta con  humor e ingenuidad/crueldad contenida. Aunque no es por una imagen que  Incertidumbre me haya parecido un libro muy recomendable.

Y dejaré de viajar para no tener que despedirme

En estos viajes, Inclán incurre en la primera persona, tan subjetiva como necesaria. En el primero de sus viajes se va a Irlanda del Norte o al norte de Irlanda, según quien mire, para ver  la final del campeonato de fútbol galéico en un pub, junto a una amiga que se desvive por conciliar la vida entre católicos y protestantes. Tampoco es para tanto, pueden decir muchos. Pero ahí está la gracia. No es el qué sino el cómo. La mirada del extranjero es aquí central. Esa mirada que penetra en los pequeños detalles y se deja impresionar por aquello que al paisano le pasa desapercibido porque la costumbre le ha adormecido los sentidos, igual que su capacidad para dejarse impresionar. «(…) si alguien viaja una semana a un lugar, escribe un libro; si viaja un mes, escribe un cuento, y si viaja un año, escribe dos líneas», dice el autor/narrador/personaje.

El segundo texto cuenta un viaje a Formentera, la isla dependiente de Ibiza, una isla que es a la vez dependiente de otra isla, Mallorca. Huyendo de las fiestas más populares de Valencia, su tierra,  Inclán busca las conexiones entre Julio Verne y el cruising, unas prácticas sexuales furtivas que los homosexuales mantienen en espacios públicos. Para ello se va al Faro de La Mola, inmortalizado por Verne y llevado a la pantalla, un siglo después, por el cineasta Julio Medem en Lucía y el sexo. Suena raro, y lo es. Pero el valenciano consigue levantar un relato entre íntimo, erudito y humorístico de gran originalidad.

Alcobendas, el Festival Internacional de Cine del Sahara en Dajla, un pequeño pueblo de Islandia en el que supuestamente vive el escritor más importante de esta isla o una pequeña comunidad en Guinea Ecuatorial, en la que un español con antecedentes que vivió a todo trapo la Ruta del Bacalao vive como uno más, son algunos de los espacios que Inclán cartografía con gracia y desparpajo.

El libro cierra con un texto más extenso: Hacia una psicogeografía de lo rural. Aquí el autor muestra un proyecto artístico desarrollado en Valladares, Vigo, con la ayuda del colectivo Alg-a Lab, la Fundación Campo Adentro y el Museo Reina Sofía, entre otros.  Inclán cuenta la experiencia. Intenta teorizar a partir del concepto situacionsita acuñado por Guy Debord: psicogeografía. Y, aunque la estructura del relato está arbitrada por las reglas del formato, Inclán incluye la perspectiva humanista, a lo Barley en El antropólogo  inocente, y convierte el texto casi en un cuento.

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Paco Inclán. @Jose Bravo

El Periódico recomienda Incertidimbre de Paco Inclán



IncertidumbreEl Periódico recomienda Incertidimbre de Paco Inclán (3-01-2017)

«Un libro del editor y viajero y experto en pelota vasca Paco Inclán bellamente editado por Jekyll & Jill que cuenta a modo de crónicas sus improbables y disparatadas experiencias. A saber: en Formentera se integra cándidamente en un grupo de expertos en Julio Verne que utilizan al autor de La isla misteriosa como tapadera para sus actividades de ‘cruising’. Su inmersión en el nacionalismo irlandés en Belfast, borrachera incluida. Una cita con el autor de la nueva letras del himno español o la búsqueda del brazo derecho de San Vicente Mártir (el derecho, muy conocido, está en Valencia) en la ciudad portuguesa de Braga. Extravagancias más serias de lo que pueda parecer.»

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Carlos Pardo recomienda Incertidumbre de Paco Inclán



IncertidumbreCarlos Pardo recomienda Incertidumbre, de Paco Inclán, en el artículo «Los libros que leeremos más allá de 2016», en Infolibre, por Clara Morales.

«Es un libro raro, una especie de artículos frustrados. Paco Inclán hace una crónica del brazo de San Vicente, del tipo que hizo la letra del himno español, o sobre un equipo de fútbol de Guinea Ecuatorial. No sabes si estás leyendo artículos, ensayo o pura ficción. Es de los libros más divertidos que he leído en mucho tiempo, una parodio de las grandes vanidades especulativas: es chistoso, pero es mucho más. Juega con nuestros prejuicios, con los clichés con los que construimos la realidad. Luego me he leído el anterior [Tantas mentiras, Jekyll&Jill] y es otra maravilla. Este es de los buenos.»

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Sergio Chejfec y Paco Inclán – Librería Pasajes (Madrid)



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Pasajes Librería Internacional (Calle de Génova, 3, Madrid) recomienda Tantas mentiras e Incertidumbre, de Paco Inclán, y Últimas noticias de la escritura y Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec.

«Hoy os dejamos algunas recomendaciones en castellano editadas por Jekyll&Jill Editores; entre ellas, lo nuevo de Sergio Chejfec, de quien Enrique Vila-Matas se declara «adicto», o la preciosa edición en tapa dura de Paco Inclán. ¿Con cuál os quedáis? ;-)»

Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Babelia



Carlos Pardo dedica reseña a Incertidumbre, el libro de Paco Inclán, en Babelia (El País)

Incertidumbre es uno de los libros más extraños, originales e inteligentes (y hasta piadosos) de la última literatura española. En apariencia es un recopilación de “relatos viajeros” por ciudades o pueblos de Irlanda del Norte, Guinea Ecuatorial, Chile o Islandia que entremezclan lo erudito y lo autobiográfico. Los motivos de estos viajes son variopintos: en Braga se busca la reliquia del brazo derecho de san Vicente (el izquierdo está en Valencia); en Formentera se investiga a un grupo de especialistas en Julio Verne que se reúne al atardecer en calas escondidas para practicar cruising (sexo ocasional entre hombres en lugares públicos); en Alcobendas se entrevista a Paulino Cubero, el denostado autor de la letra del himno nacional…

Paco Inclán (Valencia, 1975) se nombra “investigador de asuntos raros”. “El eslabón entre lo que quise realizar y lo efectivamente realizado” es la apuesta principal de una poética de la decepción: lo que busca el narrador, como un antropólogo demasiado influenciable (autenticidad, tradiciones o deportes pasados de moda), es saboteado por su empatía y unas circunstancias hilarantes. Paradójicamente, su fracaso como reportero favorece su triunfo como literato: amplía los márgenes de las narrativas más convencionales, del relato, la crónica periodística o la forma-novela con las herramientas de la parodia y la permeabilidad sentimental de la primera persona.
Inclán también insiste en descacharrar ciertos conceptos con “aura”: nomadismo, deriva, mapa, disenso… Por ejemplo, en “Hacia una psicogeografia de lo rural”: el autor es becado por el Museo Nacional Reina Sofía para vivir durante unos meses en un contenedor rehabilitado, sito en el paisaje “rururbano” del extrarradio de Vigo. Distinguir cuánto de ficción y de realidad hay en la anécdota no es importante. El resultado es una de la críticas más chistosas (y profundas) del mundo del arte en particular y de la pedantería intelectual con que medimos el mundo en general.
Hay que entender el humor como un asunto central y, de nuevo, piadoso: el extraño placer que viene de la certeza de que no hay certeza, diría Kundera a propósito de Rabelais y Cervantes. Gracias a él, personas y conceptos dejan de ser objetos, es decir, mercancía, a la vez que los objetos pierden la gravedad del marketing. El mundo se convierte en un juego emocional que no puede ser tratado con el distanciamiento (de un turista), sino con la empatía de quien se sabe la principal víctima (sentimental) de estos experimentos narrativos. “Supongo que éstas son las historias que luego adornaré en la barra de un bar y que si uno se piensa literato es para poder desarrollar este tipo de actividades improductivas en tierras extrañas”, escribe el personaje-autor con la humildad que lo caracteriza, pero que nadie se engañe, hay mucho más en juego.

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Incertidumbre

Incertidumbre Paco Inclán

Incertidumbre de Paco Inclán en Pompas de Papel



IncertidumbreKike Martín reseña Incertidumbre,  de Paco Inclán, en el blog del programa Pompas de Papel (Radio Euskadi), con Félix Linares.

Un libro curioso, una especie de miscelánea basada en las experiencias del autor. Se habla de Irlanda del Norte gracias a un viaje por esa parte del mundo. De los libros de Julio Verne revisitados durante unas vacaciones en Formentera. De la triste historia de Paulino Cubero que tuvo sus quince minutos de gloria como creador de la letra del himno español. De un festival de cine en el Sahara libre. De un viaje a Islandia y de la búsqueda infructuosa de una escritor llamado Snorri. De los movimientos independentistas en algunas zonas de Guinea Ecuatorial. Del brazo derecho (el más desconocido) de San Vicente Mártir. Y además hay un cuaderno de campo denominado Hacia una psicogeografía de lo rural. ¿Por qué esta incertidumbre? Lo intenta responder el pensador e investigador Paco Inclán (Valencia, 1975).

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en la revista Détour



IncertidumbreJuan Francisco Gordo López reseña Incertidumbre en la revista Détour:

Leí Incertidumbre, de Paco Inclán, en una semana en la que estuve desplazándome por motivo laborales entre diversos pueblos y algunas capitales de provincias tanto extremeñas como castellanoleonesas, esa zona rural en la que si trazásemos un mapa para ubicar la personalidad de sus oriundos no sería muy diferente del que saldría de hacerlo con otras provincias de escasa población, pero con sus peculiaridades a medio camino entre lo brutal y lo increíblemente civilizado.
Este pequeño dato, con cualquier otra obra reciente, tal vez hubiera sido gratuito o carente de relevancia alguna, pero con este título magníficamente editado por Jekill & Jill (como nos tienen acostumbrados, por otra parte), el lector forma parte íntegra del contenido del libro, tanto por el lugar concreto en el que lo lee como por aquel en el que por fin lo asimila.
Y es que no es fácil digerir las narraciones de Paco Inclán, geolocalizadas en un mapa de la complejidad de las teorías filosóficas contemporáneas o, dejándonos de tecnicismos, tan sencillamente verosímiles que en ocasiones nos vemos incapaces de evitar pensar si la realidad escapa por entero a la narración o si es ficción disfrazada de veracidad.
La edición en tapa dura, un formato que en muchos lugares huele a rancio o a librería de viejo, en este libro aporta el toque final para introducirse de lleno en la lectura, no de unos relatos, narraciones, crónicas o como el lector las quiera inútilmente denominar, sino de mapa conceptual de la imbricación entre medios de difusión, conceptos académicos y la más genuina sensación de estar uno hablando con el anciano del pueblo vecino que pasa las tardes sentado a la puerta de su casa rumiando una brizna de algo mientras nos observa pasar con ojo desconfiado.
No creo, y lo lamento mucho, que haya posibilidad de describir las sensaciones que Incertidumbre me ha transmitido de mejor forma. Y es que el conjunto es una espectacular propuesta que marea y seduce por igual.
Las disputas irlandesas que recuerdan a los relatos barriobajeros de Welsh, un club de cruising esporádico que podría aceptarnos en el candor de la noche ibicenca o el brazo de san Vicente que a nadie le importa son algunas de las relampagueantes historias que, se lean desde donde se lean, son inevitablemente reconocibles en una forma similar en el área provinciana de cualquier rincón de España.
El libro se cierra espectacularmente con una psicogeografía de lo rural imposible que Debord hubiera criticado hasta sangrar. Pero claro, asumamos que Debord no tuvo que trabajar con la incertidumbre con la que Paco Inclán nos premia a modo de esteta literario, ni mucho menos con la literalidad del mundo extraño sobre la realidad.
Una filosofía magníficamente oculta tras un mapa de la descomposición humana, vista a través de lo reconocible en lo ajeno, en el más allá de lo meramente acontecido. Un magnífico libro que invita a escrutar el detalle de cada acontecimiento de la persona que lo vivencia. Bravo por la incertidumbre que genera.

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Incertidumbre

Incertidumbre de Paco Inclán en Valencia Plaza



Paco Inclán. @Jose Bravo

 

Eduardo Almiñana dedica una excelente reseña a Magistral, de Paco Inclán, en Valencia Plaza:

«El periodista valenciano continúa con su labor de cronista de lo inesperado en esta obra marcada por aventuras apasionantes, ambiciosas, únicas y en muchas ocasiones, previsiblemente frustrantes»

«Las grandes marcas nos dicen a diario que la vida es ese recipiente que debemos llenar con experiencias increíbles, con viajes constantes a parajes exóticos. Carpe diem: si puedes, debes saltar en paracaídas. No seas cobarde. Tienes que correr al menos, una maratón al año. Tienes que llegar a lo más alto en tu trabajo, tienes que destilar cierta agresividad y emprender, emprender una y otra vez y no rendirte. A tu alrededor todo el mundo está alcanzando sus metas, consolidando parejas indestructibles, haciendo surf en playas del sudeste asiático, acumulando gatos fotogénicos, obteniendo enseñanzas imprescindibles de esas que cambian vidas, asistiendo a eventos exclusivos, viendo las películas más celebradas el mismo día del estreno, terminando los últimos capítulos de las series de moda. A tu alrededor todo el mundo es un proyecto de yogui, un experto en terapias que funcionan, un gastrónomo insaciable que se conoce al dedillo los mejores restauranteIncertidumbres para comer ceviche. El muro de tus redes sociales está copado por las imágenes y vídeos de un monstruoso otro que te hace sentir miserable y aburrido. Pobre, precario. No estás todo lo en forma que deberías. No te da tiempo a llevar a cabo planes tan fantásticos como los de los demás. Un año más no has recorrido en furgoneta las mejores playas del país. Pero, ¿cómo lo hacen? ¿De dónde salen sus ingresos? ¿Están todos abonados a Netflix menos tú?
No te preocupes, es todo una ilusión. Lo que ves es la acumulación de buenos momentos e imposturas de un sinfín de contactos arrastrados por la misma inercia. Nadie comparte algo como: “voy a bajar a pagar la luz”, o una foto de una estantería llena de polvo que hay que limpiar aunque no apetezca. En los planes de tus contactos no entra, al igual que tampoco entraría en los tuyos, hacer un álbum de la limpieza del baño. Ni un GIF de un desagradable encontronazo con un compañero de trabajo. Generalmente, la foto de perfil será la vencedora entre decenas de candidatas. Porque en las redes del espectáculo social en que tantas horas pasamos no mostramos la vida, sino una dosis concentrada de lo que querríamos que fuese siempre. Es como esa carcajada que escribimos en una conversación: sí, puede habernos hecho gracia cierta ocurrencia. Pero al otro lado de la pantalla nuestro semblante es serio en la mayoría de ocasiones. Por eso nunca han acabado de cuajar las videollamadas. Exigen demasiada coherencia.» ...seguir leyendo

Tantas mentiras de Paco Inclán en Altaïr Magazine



Tantas Mentiras Paco Inclán Alberto Haj-Saleh dedica una reseña a Tantas mentiras, el libro de relatos de viaje de Paco Inclán, en Altaïr Magazine:

¿Alguien lee la solapa biográfica de los libros? Habrá quien lo haga, que quiera saber algo más del autor o autora antes de empezar la lectura, pero en general diría que no, que uno acude a ese breve resumen vital una vez que ha terminado de leer. A lo mejor para saber qué otras cosas ha escrito, si hay publicado algo más en español, si sigue vivo. Sin embargo yo la solapa de Tantas mentiras (Jekyll & Jill, 2015) la he consultado varias veces, buscando asegurarme de que lo que cuenta Paco Inclán en estas doce actas de viaje tiene un correspondiente en la realidad. En la realidad tangible, digo.

Después de todo el libro se llama Tantas mentiras, que es un modo de sembrar la duda desde el principio. Además, por un lapsus de lectura (¿tiene algún nombre en latín ese tipo de lapsus?) desde el principio entendí que el libro se llamaba Todo mentiras y, aunque me di cuenta del error enseguida, mi cerebro se empeñó en recordar mal una y otra vez. Así que afronté la primera acta de viaje, el encierro del autor con otro grupo de personas en la Dirección General de Extranjería de Ecuador, como si fuera un relato de ficción. Y tuve que recordarme que, en realidad, no sabía si era ficción o no. Y además parecía real.

Ah, pero la duda…

El maldito Paco Inclán se sienta con el lector y te dice: ¿no te conté aquella vez que hice un proyecto psicogeográfico en una parroquia gallega de Vigo? Y a continuación se marca un relato de espionaje rural que podría haber firmado Graham Greene, con el paisaje de coprotagonista, y tú lo miras creyéndolo a pies juntillas, entre la desconfianza y la fascinación. Y a continuación te cuenta la larga espera de los periodistas (él entre ellos) en el Festival de Cine del Sahara, aguardando la aparición de Javier Bardem, padrino del festival y, paradójicamente, lo único que parece importar de ese encuentro en el desierto. Y luego vuelves a fruncir el ceño cuando te relata su odisea en Bogotá, atrapado en su propio chubasquero, incapaz de sacárselo por la cabeza y a punto de organizar un conflicto militar por culpa de algo tan ridículo. Pero, claro, cada una de las historias que te cuenta Inclán, la de Bogotá, la del Sahara, la de Vigo, la de Guatemala en busca de una historia que no aparece, la de Lago Agrio, en la Amazonia ecuatoriana… todas ellas tienen un mapa que te sitúa en el mundo tridimensional (voy a dejar de llamarlo «mundo real». No me gusta) y además se coloca a sí mismo en el ojo del huracán. Se autopresenta como pusilánime, apocado, torpe, equivocado y entonces, ¿cómo no creerlo, si es lo contrario del héroe? Y, sobre todo, ¿cómo no quererlo?

Todo mentiras… cuando el autor empieza a contar la historia de Argote, el hombre que estaba creando una enciclopedia imposible de la pelota vasca, cuando nos dice que lo conoce en Barcelona, donde ha viajado con una beca para terminar una investigación sobre pelotaris en Catalunya… ahí es donde sí que el lector dice, yo digo, «no, Paco, por ahí no, esto te lo estás inventando», ahí es donde vuelvo a la solapa (¿recordáis la solapa?) y busco su biografía. Y ahí está. Dice literalmente: «Ha investigado la época dorada (1924-1952) de la pelota vasca en Catalunya (Institut d’Estudis Catalans-Eusko Ikaskuntza, 2003)» y entonces vuelvo perplejo al relato de Argote tragándome mis dudas.

Y luego pienso que tal vez los editores han jugado con el autor y con el lector y han incluido literatura también en la solapa. Porque no todo serán mentiras, pero sí son dudas.

El último intento y lo dejo. Inclán baja a lo personal y cuenta la historia de sus hemorroides y de una doctora, madre de una amiga, con la que mantiene una amistad de años basada en preguntar que qué tal van esas malditas inflamaciones. Leo que eso sucede en Godella, su pueblo, el pueblo de mi amiga Elisabeth, y tal que lo leo la llamo por teléfono. «¿Conoces a un tal Paco Inclán?» «¡Sí! Es mi vecino, un tío encantador. Viaja mucho. ¡Estuvo en Guatemala!». Le doy las gracias, cuelgo y me rindo.

Paco (lo llamo por el nombre de pila, como si lo conociera) utiliza todos los registros posibles en Tantas mentiras, y todos los usa como si fuese el único modo posible de hacerlo. Habla del Subcomandante Marcos como una estrella del rock en decadencia, habla de la historia de dos amigos de clases sociales diferentes en Bogotá, historia de la que solo es testigo como oyente casual en un bar, crea un thriller asfixiante con jubilados guerrilleros en México, y con él mismo infiltrado en su grupo a base de mentiras (más mentiras, otras nuevas). Ciento sesenta y pico páginas de ironípacoinclan01a, mapas, viajes, de una visión asombrada y confusa del mundo que le rodea, de conocimiento del otro, a veces a su propio pesar.

Hay un intento de novela al final, editada deliciosamente por Jekyll & Jill, un cuadernito con la primera novela de Paco Inclán. El autor nos cuenta su proceso de destilación, de corte, de edición, hasta llegar a ese resultado final minimalista. No sé si me está contando la verdad y no me importa. Estoy dispuesto a leerme todas y cada una de las mentiras de Paco Inclán, por muy verdad que sean.

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Paco Inclán e Incertidumbre en HAY Festival Querétaro



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Códice Informativo (Querétaro, México) entrevista a Paco Inclán con motivo de la publicación de su nuevo libro, Incertidumbre, y su participación en el HAY Festival de Querétaro:

El inicio de la estrecha relación entre el autor, editor y periodista español Paco Inclán y México se remonta al año 1998, cuando el valenciano viajó por primera vez a nuestro país. Llegó incluso a vivir aquí durante un periodo de dos años, entre 2005 y 2007, en la Ciudad de México. Sus colaboraciones para el diario Milenio y la revista cultural Replicante, las lecturas de autores como Mariano Azuela y Sergio Pitol, y los tacos de lengua, a los cuales se aficionó en Guadalajara, son algunas de las evidencias que esta relación le ha dejado a lo largo de casi dos décadas.
En palabras del propio Inclán, México ha sido una parte fundamental en su proceso creativo de escritura. Probablemente sea esa una de las razones por las que el escritor haya elegido Querétaro para presentar, el pasado viernes 2 de septiembre, en el marco del Hay Festival 2016, su más reciente libro, el cual reúne una serie de relatos bajo el título Incertidumbre y fue publicado por el sello editorial independiente Jekyll&Jill.
«Yo parto mucho de mis experiencias, he viajado mucho en los últimos años, de hecho aquí (en Incertidumbre) hay relatos ubicados en Islandia, Irlanda, Chile, Guinea Ecuatorial, Portugal… Son experiencias viajeras, situaciones que voy viviendo o provocando» explicó en entrevista con Códice Informativo «Cuando escribo relato o ficción intento ser verosímil, intento transmitir al lector ‘vale, esto es ficción, pero créetelo’».
A Paco Inclán le impacta el efecto universal que la literatura tiene; independientemente de dónde vengan y de dónde sean leídos, hay textos que producen emociones, y es precisamente lo que él aspira a escribir. «Me gusta mucho la idea de que un lector se lleve la historia a su propia referencia (…) en una charla que di con jóvenes en una biblioteca me puse a leer el primer relato del libro, que está basado en Irlanda. Es una historia de desamor con una irlandesa. Me impactó mucho que estaba leyendo la historia y cuando levanté la mirada vi una chica que estaba llorando (…) se lo llevó a su propia historia. Creo que es la experiencia más bonita que he tenido en este libro y aquí».
Incertidumbre se podrá solicitar próximamente en las distribuidoras que Jekyll&Jill tiene en México.

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Jekyll & Jill en El Hype



Víctor Gomollón con perroJekyll & Jill desvela sus novedades en esta entrevista por Jesús García Cívico para la revista El Hype:

«Acabamos de publicar Maleza viva, el libro de microrrelatos de Gemma Pellicer—comenta Víctor— y la semana que viene presentamos dos títulos muy hermanados, libros que posiblemente tengan el mismo tipo de lector, Magistral (2016), el segundo título con nosotros de Rubén Martínez Giráldez y Fábula de isidoro de Julio Fuertes Tarín. También tenemos un segundo título de Paco Inclán.»

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Isabel del Río entrevista a Paco Inclán



tantas mentirasIsabel del Río entrevista a Paco Inclán en el blog La odisea del cuentista.

Paco Inclán, 1975. Zurdo. Psicogeógrafo rururbano, por decir algo raro. De Godella, un pueblo del extrarradio de Valencia. He pasados varios años viajando de aquí para allá con diferentes proyectos, por citar un par: dieciocho meses en un proyecto radiofónico con emisoras comunitarias en la frontera entre Ecuador y Colombia. Y soy el mayor experto sobre catalanes que jugaron a pelota vasca entre 1924 y 1952, algo que no me ha servido para nada, solo para contarlo. No quiero whatssap. Desde el año 2008 soy el editor de la revista Bostezo (www.revistabostezo.com), desde donde han surgido otros proyectos editoriales y culturales. Organizo saraos, aunque juraría que quiero dejarlo.

I. ¿Qué eres primero: lector, periodista o escritor?
PI. Me veo como uno del pueblo que escribe. Estudié periodismo pero nunca me he adaptado al oficio al modo canónico. Prefiero lo de escritor, que es como más libre y a tu aire, sin ataduras. Y soy un lector disperso. Supongo que va todo junto.

¿Cómo se te encendió la llamita para Tantas Mentiras? ¿De dónde surgió la idea?
PI. No hubo una sola llama, fue más bien un incendio prolongado, un proceso lento, años viajando, metiéndome en líos, tomando notas, contando esas historias y otras a los amigos en barras de bares, dejando que ellos las mejoraran con sus aportes. Encontré cierta coherencia en los relatos que componen Tantas mentiras. Fueron tomando forma a través del tiempo hasta que tuve la oportunidad de estar tres meses únicamente dedicados a terminarlos. Empecé otros, pero al final se publicaron los que di por concluidos …seguir leyendo

Tantas mentiras de Paco Inclán por Isabel del Río



Tantas MentirasIsabel del Río reseña Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela de Paco Inclán el blog La Odisea del Cuentista.

“Tenga cuidado con las apariencias, a veces no engañan”.
Tantas Mentiras de Paco Inclán es la primera novela de la editorial Jekyll & Jill que cae en mis manos y ya puedo decir que, si siguen apostando de esta manera por la originalidad y las letras con significado, me voy a convertir en una de sus lectoras más fieles.
“Paradójicamente, el primero en perder los nervios ha sido un monje budista que, en inglés tibetano, ha soltado una serie de improperios que no he logrado entender del todo”.
Como reza el subtítulo de la obra: se trata de una antología que recopila “doce actas de viaje” y la “primera novela” del autor. Todo hay que decir, que a Inclán hay que leerlo entre líneas y buscar el doble sentido a sus juegos lingüísticos. Sí, nos habla de viajes físicos alrededor del globo, pero también de viajes morales, históricos, sociales e incluso antropológicos.
“Trabajo, me pagan por ello, en lo que he hecho toda la vida: beberme los bares, departir con sus feligreses, pero esta vez embadurnado de la retórica postmoderna del arte”.  …seguir leyendoNovela+Tantas+mentiras

Presentación en Godella de Tantas mentiras, de Paco Inclán



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El próximo miércoles, 2 de diciembre, Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela se presenta en Godella, cuna de Paco Inclán.

Rafa Rodríguez (editor de la revista cultural Verlanga) tirará de la lengua de su autor en un acto inmoderado por David Barberá, redactor-jefe de la revista Bostezo.
Ni que decir tiene que estáis más que invitados e invitadas y que será una alegría veros por allí. Habrá cacaos, olivas y mistela.

Instrucciones para llegar en metro12313722_579098805573996_6975208513100969302_n desde Valencia a la presentación en Godella
de Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela, de Paco Inclán.
Miércoles, 2 de diciembre de 2015, 19 h.

18.32. Tome un metro en Ángel Guimerá.
18.40. Estación Empalme (transbordo con tranvía)
18.46. Baje en la estación GODELLA (¡ojo! no en Burjassot-Godella)
18.47. Diríjase caminando a VILLA TERESITA (c/ Major, 83) a 50 m de la estación.
18.49. Salude si así lo considera o disimule ojeando el libro. Elija asiento.
19.05. PRESENTACIÓN DE «TANTAS MENTIRAS» con 5 minutos de cortesía
20.00. ¿Alguna pregunta?
20.20. Hágase con su ejemplar y exija a su autor que se lo firme. ¿O lo prefiere para regalar?
20.30. Mistela, cacaos y olivas. Blabla libre.

Entre las 20.37 y las 23.07 hay metro de regreso a VALENCIA cada quince minutos.
Hasta podría quedarse a cenar.

 

Reseña Tantas mentiras, por Rafa Rodríguez en Revista Verlanga

Un periódico dura menos que un almuerzo. Aunque en el documental “Cuero y tinta” sale un señor que dice que el As le entretiene hora y media. Debe regodearse con la foto del final. Porque entre las notícias caducadas y los columnistas aburridos, no hay diario que aguante el tercer bocado. Después, eso sí, palabras y palabras sobre la crisis de la profesión. Pero todo lo que se les ocurre es subir el precio, acompañarlo de promociones rescatadas de un almacen del siglo pasado y rediseñar para que nada cambie. ¿Para qué tocar el contenido? Si el diario es digital, todo vale en nombre de San Viral. Cualquier día sacan en televisión a alguien que asegure haber leído tres artículos seguidos. Un repaso a los principales opinadores es como una visita a un ambulatorio. Gente mayor (de edad o mentalidad) hablando de lo mismo con una desgana y previsibilidad sólo apta para médicos de cabecera novatos.
El periodismo es como esos negocios antiguos que nadie visita, pero que cuando cierran todos lamentan como si les hubieran arrancado un riñón de un mordisco. Se disfruta pegándole patadas, colgándole muñequitos de inocente en la espalda y recordándole que siempre será un fracasado con acné en la jeta. Pero al mismo tiempo, se brinda con cava de Mercadona cuando alguien comparte un texto medianamente digno. Pero ni por esas reaccionan los que deben hacerlo. Y ahí sigue languideciendo como le ocurre a un arroz excesivamente salado.
Paco Inclán es editor de la revista de arte y pensamiento Bostezo. Sólo el nombre de la publicación debería dar pistas de lo que se esconde detrás de las gafas y la barba de un falso tímido. Que Paco Inclán no esté escribiendo en ningún medio de comunicación dice mucho del estado de los mismos. Que Paco Inclán dé cursos en Guinea Ecuatorial o Colombia, pero no figure en el programa de ninguno de los que se ofrecen aquí, dice mucho, también, de cómo está el asunto lectivo por estos lares. Paco Inclán prefiere beberse unas cervezas y charrar en un bar antes que seguir cultivando su ego a golpe de tuits. Al fin y al cabo, las historias ocurren en la calle y no delante de la pantalla de un ordenador. Y el periodismo es eso. Contar historias. Lo he repetido ya tantas veces que empiezo a pensar que estoy equivocado …seguir leyendo

Tantas mentiras de Paco Inclán en La Font de Mimir



tantas-mentiras-la-font-de-mimir1El Club de lectura de la librería La font de Mimir recomienda el libro Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela, de Paco Inclán.

Llibreria La font de Mimir, Costa i Cuxart, 5 (Barcelona)

LOS OTROS ASSANGE
(relato extraído del libro Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela, de Paco Inclán)

Dirección General de Extranjería de la República del Ecuador,
avenida 6 de diciembre (entre La Niña y avenida Colón), Quito

Pasé cuarenta horas encerrado con otros extranjeros
en la Dirección General de Extranjería de Ecuador.
Todos esperábamos lo mismo: una firma.

Paradójicamente, el primero en perder los nervios ha sido un monje budista que, en inglés tibetano, ha soltado una serie de improperios que no he logrado entender del todo. Al parecer tiene prisa pues de madrugada debe viajar a la ciudad de Ambato para impartir una conferencia sobre cómo acceder a la paz espiritual. Ataviado con su túnica naranja, hacía apenas un rato que con gesto afable nos había estado repartiendo unos folletos sobre meditación al grupo de veinte extranjeros que permanecemos encerrados desde ayer por la mañana en la Dirección General de Extranjería de Ecuador. Esperamos con ansias la llegada de un señor al que los funcionarios nombran como El Embajador, que es el único que puede autorizar con su firma nuestros visados. Nos aseguraron que aparecería antes de las cuatro de la tarde. Son las diez de la noche del día siguiente.

La oficina cerró oficialmente ayer viernes. La información es confusa: a medianoche de hoy sábado entrará en vigor una nueva ley de extranjería y los funcionarios no nos aseguran si sus efectos serán de carácter retroactivo. De serlo nuestros trámites quedarán invalidados en un par de horas. Ningún extranjero se atreve a moverse de allí hasta que el mentado «embajador» firme sus documentos. Yo tampoco. La sola idea de tener que comenzar de cero la tramitación de mi visado me hace mantenerme firme en esta oficina ubicada en la avenida Colón de la ciudad de Quito. Habían sido meses de espera para conseguir que una funcionaria sin rostro del consulado de Ecuador en Valencia me autorizara la entrada en el país, previo pago de ciento veintiséis euros, no sin antes atormentarme con una serie de quebraderos burocráticos a través de notarías, colegio de médicos, detectores de metales, laboratorios de análisis sanguíneos, el ambulatorio, justificante de antecedentes penales, «vacíe sus bolsillos y deje sus pertenencias sobre la bandeja», vacunas, pago de tasas, detectores de metales, fotocopiadoras, «quítese el cinturón», fotografías tamaño carné con fondo azul y el cajón de mi infancia donde guardo mis amarillentos expedientes académicos. Tras cuatro meses de idas y venidas, a punto de tirar la toalla, obtuve un visado de entrada como misionero, ante la imposibilidad de que se me expendiera uno de cooperante o trabajador foráneo, estatus más relacionados con mi actividad a desarrollar en Ecuador. «Para eso usted debería acudir a la embajada en Madrid». Era 18 de marzo y estaba a punto de comenzar la mascletà en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. Miles de personas jadeaban sudorosas al otro lado de la ventana del consulado. «No, no, está bien, póngame de misionero», decidí para acabar rápido con esto. Pero todavía faltaba que desde la Dirección General de Extranjería en Quito me firmaran el visado, un trámite que debía solicitar dentro de los primeros treinta días de mi entrada en el país andino, donde aterricé anteayer …seguir leyendo

Tantas Mentiras Paco Inclán

Reseña de Tantas mentiras de Paco Inclán



Tantas MentirasFernando Daniel Bruno reseña Tantas mentiras, doce actas de viaje y una novela, de Paco Inclán, en el blog Un libro al día.

«Si se obvian algunas anécdotas que la anclan temporalmente y se confía en el criterio de David Becerra, Tantas mentiras. Doce actas de viaje y una novela (Zaragoza: Jekyll & Jill, 2015) es una nivola que podría haber sido escrita en cualquier momento desde 1989 a la fecha. En ella, Paco Inclán levanta acta —acta nada menos— de sus mentiras: y es que, como texto autoficcional que es, Tantas… juega al despiste. Aúna en mismas historias datos que, simplificándolo todo, son verdad verdadera —el proverbial malhumor de la quiosquera de la estación del metro de Godella es verdad de la buena— con otros menos creíbles. Sobre todo al final, cuando la referencialidad —la conexión con la realidad— estalla al mismo tiempo en la ficción y en eso que se llama paratexto, es decir, en todo lo escrito que acompaña al cuerpo impreso de la historia que, si nos permite Roland Barthes, ha creado el autor. Tantas… acaba al mismo tiempo que otro texto intitulado Mi primera novela, un coqueto librito pegado a la solapa de la contratapa y que convierte a cada ejemplar en un libro objeto». …seguir leyendo