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Gella Pellicer y Maleza viva en Heraldo de Aragón

Maleza viva, de Gemma Pellicer, en Heraldo de Aragón



Olga BernadGella Pellicer y Maleza viva en Heraldo de Aragón reseña Maleza viva, de Gemma Pellicer, en el suplemento «Artes & Letras» de Heraldo de Aragón

 

PEQUEÑOS JARDINES DE VIDA

Gema Pellicer lleva dedicada al relato corto muchos años. Como escritora y como estudiosa de un género escurridizo que comparte límites con todos los demás mientras ocupa un espacio abierto pero propio cada vez más observado y frecuentado por los autores contemporáneos Fue en ‘La danza de las horas’, en 2013, donde todos esos años de investigación, estudio y escritura dieron por fin un fruto redondo. Ahora, con esta ‘Maleza viva’, maravillosamente editada por Jekyll&Jill, volvemos a oír su voz en solitario perfectamente madurada ya.
El libro se divide en dos partes: ‘Puntos de luz’ y ‘Herbolario’. Hay un equilibrio en movimiento de todos los temas sobre los que podemos reflexionar un día cualquiera, por eso están vivos, pero esos temas se nos aparecen como la maleza enraizada entre las rosas o como la ya arrancada y movida por el viento, con algo de casual, algo de esperado, algo de misterio, mucho de extraña normalidad. Los personajes son raros, pero no ajenos, todos podemos encontrárnoslos en cualquier paseo: son locos y vagabundos tocados por un punto de luz. Están vivos, pero su realidad nos llega en hojarasca, y con la hojarasca se mezcla la critica social y el lirismo de la voz de la autora.
Gemma Pellicer mantiene en equilibrio todas estas cosas desde un profundo conocimiento de las premisas teóricas del relato corto, pero también desde una enorme libertad. Las premisas teóricas no son dogma, son esqueleto sobre el que trabajan los músculos de los distintos géneros literarios.
Nos encontrarnos ante un libro de microrrelatos, sí, pero qué próximos a veces a lo que se ha dado en llamar poema en prosa, qué íntima conexión con el fogonazo, la mirada distinta, la belleza, la reflexión lírica con su algo inexplicable, ese otro lado que buscamos también en la poesía.
Siempre, como ocurre en todo el género corto, debido a su brevedad queda un espacio no escrito que el lector debe rellenar pero que el autor debe sugerir. Nos cuenta, pero también nos inspira. Será cada lector el que complete el relato, bien porque tendrá que imaginar su final, bien porque deberá consumar secuencias no narradas según su propio interior le marque.
Está presente también el género dramático, pues la acción se nos desgrana en diálogos que casi son escenas de teatro y que, en ocasiones, se adornan —como ya ocurría en su primer libro— con ese gusto valle-inclanesco por la acotación que hace de ella texto puro y no simple aparte.
Es simbólicamente perfecto (además de un placer para el fetichista del libro impreso) que cada ejemplar venga acompañado por un puñado de semillas que tendremos que sembrar y regar para hacerlas crecer de la misma manera, deberemos primero leer el libro, alimentar luego de nuestras propias fuentes todas estas propuestas y finalmente crecerá para cada uno de nosotros una flor distinta —o parecida— pero en cualquier caso tan viva como lo está el libro y cada uno de sus relatos, que tienen, atrapados por un título que sólo sirve de transparente red, una individualidad perfecta.
La elección de la maleza como titulo y red que los agrupa, palabra que en jardinería alude a lo desdeñable, no es en absoluto inocente. Lo que nos rodea no suele ser perfecto, no suele ser poético, pero si es fértil, resistente como la realidad —tan terca que se impone y crece— entre el cemento- y hace falta nuestra mirada para entrever todos los misterios, como ella misma dice «para brotar y erguirse entre rastrojos y hojarasca».
Leer ‘Maleza Viva’ es también escribir, es cultivar un pequeño jardín de papel.
OLGA BERNAD

Maleza viva microrrelatos Gemma Pellicer

Maleza viva de Gemma Pellicer por Fernando Aínsa


Texto de presentación del libro Maleza viva, de Gemma Pellicer, por Fernando Aínsa
(Librería Cálamo, Zaragoza, 11 de febrero de 2016), extraído de su blog En la marcha.
El consabido cri-cri amenizando la tempestad
Los relatos breves de Gemma Pellicer (*)

En su introducción a una antología de narrativa experimental publicada en 1971 con el título Anti-Story (El anti-cuento) Philip Stevick incluye como una de las formas más arriesgadas de experimentación la escritura de narrativa extremadamente breve, aquella que no excede el espacio convencional de una cuartilla o una página impresa.
El espacio de una página puede ser paradójicamente suficiente —nos dice— para lograr la mayor complejidad literaria, la mayor capacidad de evocación y la disolución del proyecto romántico de la cultura, según el cual sólo algunos textos con determinadas características (necesariamente a partir de una extensión mínima) eran dignos de acceder al espacio privilegiado de la literatura.
Durante los últimos treinta años años esta forma de escritura breve ha dejado de ser algo marginal en el trabajo de cualquier escritor reconocido o un mero ejercicio de estilo. En su lugar, la mini ficción es, cada vez con mayor intensidad, un género practicado con entusiasmo y con diversas clases de fortuna por toda clase de autores.

Tal es el caso del conjunto de relatos breves que componen Maleza viva de Gemma Pellicer que tenemos el placer de presentar hoy en esta cuidada edición de Jekyll&Jill, donde se reúne una representativa muestra de la variedad que ofrecen hoy en día las formas breves : mini-ensayos, lo que Judith Kitchen ha bautizado gráfica y simplemente como Short (Corto), textos ensayísticos de brevedad extrema que en autores como Jorge Luis Borges, Virginia Woolf y Octavio Paz son una lección de poesía, precisión y brillantez compitiendo con sus propios textos más extensos; el mini–teatro que entusiasma en los escenarios del mundo del que Pellicer nos ofrece dos ejemplos (“Horizontes infinitos” y “El presente continuo”), género del que fuera pionero Marco Denevi con las composiciones teatrales del ficticio “Festival de Stendal 1965” reunidas en Falsificaciones; los textos brevísimos, aforísticos o los fragmentarios que William Peden ha llamado “ficción escuálida” que abundan en la obra. Un ejemplo, entre varios: “Aguas insomnes” “Ondas que ondulantes ondean aguas insomnes ondean ondulantes qué ondas”.

 

A la escucha de la actualidad política y social

Al mismo tiempo, los textos breves de Maleza viva no eluden las alusiones a temas políticos o sociales de actualidad. En “A precio de saldo casi” nos habla de la actualidad y de una España —“nuestra insidiosa Spain”— en liquidación, donde se ofrecen jóvenes de “toda clase sin licenciar” y también “doctorados”, oferta que incluye un “futuro diezmado”, corrupción y ahorros devaluados “a duras penas desvergonzados”.
En “La burla de los disfraces” se produce un desahucio al revés. Un grupo de “indignados antisistema” desalojan a un banquero de su casa, sacándolo “en volandas de su cama”.  Los indignados se prometen hacer lo mismo con cada desahucio que se cometa en adelante.
Pero, tal vez, el relato breve de tono descarnado que produce una mayor desazón sea  “¿Por qué está todo tan oscuro?” : Suelo poner la tele mientras plancho. De ahí que estuviera peleándome con el cuello difícil de una camisa en el momento en que emitían la noticia. Una rubia platino en perfecto estado de revista anunciaba que a un chino de seis años le habían sacado los ojos. «Comercio de órganos», me ha parecido oír mientras la plancha soltaba vapor como si se quejara de algo. Luego la mujer de la tele ha seguido hablando sobre no sé qué aniversario de Michael Jackson. Y yo he vuelto también a la plancha. Por uno de mis ojos el niño ciego lloraba.

Pero hay más.
Maleza viva nos aproxima en muchos de sus textos a la prosa poética de la que los Petits poëmes en prose (Los pequeños poemas en prosa) de Baudelaire, esa colección de 50 pequeños poemas publicados póstumamente, que fueron el antecedente de una modalidad que desde entonces propicia que poesía y relato intercambien guiños de complicidad.
En los textos de Gemma Pellicer resulta difícil distinguir la escritura de poemas en prosa de la narrativa breve, razón por la cual un mismo texto podría ser incluido simultáneamente en antologías de cuento, en antologías de ensayo o en antologías de poemas en prosa. Esta complementariedad de géneros en la que creo —prosa breve y poesía— y que personalmente practico la percibo en muchos de los relatos que presentamos.
El primer texto del libro, “Leve realidad”, nos brinda un sugerente ejemplo : La luz se emborrona para dar paso a lo real. Fugaz y leve, se abre camino al fin, entre brumas matutinas, el turbio, esplendente, dudoso día. En la mayoría de estos textos breves se perciben las pulsaciones de «la vida breve» y son el mejor espejo para reflejar las gesticulaciones de individuos balanceándose en la precariedad, la inmediatez y la urgencia que caracteriza nuestro tiempo.

Para Gemma Pellicer la micro ficción representa el «instante» de la vida  y la condensa en la forma que mejor expresa la incapacidad de enfrentamiento del ser humano con «un plazo más largo”. En su brevedad está la mejor síntesis de un tiempo de ritmo sincopado, incapaz de proyectarse más allá del instante que se vive, lo que se ha llamado «la inhibición frente al futuro».
De allí la importancia de recordar que en su “brevedad dirigida”, en el estilo conciso, en la unidad de acción del suceso concentrado que relata (Borges diría “situación”), en la de la impresión o efecto que provoca, tensión interna y condensación vital, ritmo y pulsación que lo conducen desde el principio al final que lo cierra oclusivamente, el relato breve de Pellicer se erige como una forma autónoma y auto explicativa que recorta un espacio propio “como una fotografía” —diría Cortázar, autor de “textículos” de probada eficacia.

 

El micro relato como «fruto redondo, concentrado en su semilla»

En su difícil sencillez y provisto de un ritmo ajustado conduce imperiosamente al lector a una especie de contagio emotivo. Enrique Anderson Imbert —ese crítico y autor de excelentes microrelatos, hoy tan injustamente olvidado—nos decía que el autor de formas breves, entre las que incluía el cuento, “aprieta la materia narrativa hasta darle una intensa unidad tonal”. El texto resultante es “un fruto redondo, concentrado en su semilla”.
Esta metáfora siempre me ha parecido elocuente y la mejor síntesis de la dualidad y las contradicciones del género: ese fruto redondo de piel porosa. En efecto, el micro relato se formula y se crea a través de una estructura que le impone, “elementos invariables” en el interior de un modelo que le garantiza su representatividad como género. De otro modo puede ser un chiste (peligro que amenaza a muchos microrelatos y que Pellicer evita con inteligencia), una simple anécdota (banalidad que sorprende en muchas presuntas microficciones), un fragmento deshilachado carente de coherencia interior con el que muchos pretenden ser autores de formas breves.

Estos y otros muchos síntomas de las estrategias de escritura y lectura  que nos propone Maleza viva nos llevan a ratificar que el fragmento ocupa un lugar central en la escritura contemporánea. No sólo es la escritura fragmentaria sino también el ejercicio de construir una totalidad a partir de fragmentos dispersos. Esto es producto de lo que llamamos fractalidad, es decir, la idea de que un fragmento no es un detalle, sino un elemento que contiene una totalidad que merece ser descubierta y explorada por su cuenta.

Tal vez la estética del fragmento autónomo y recombinable a voluntad es la cifra estética del presente, en oposición a la estética moderna del detalle. La fractalidad ocupa el lugar de fragmento y del detalle ahí donde el concepto mismo de totalidad es cada vez más inabarcable

Sin embargo, aún atenido a una forma rigurosa el relato breve necesita abrirse al exterior y ser capaz de reflejar, interpretar y recrear un mundo en permanente cambio y evolución. Debe propiciar en el lector una apertura, un fermento que proyecte la inteligencia y la sensibilidad más allá de la anécdota que narra. Es necesario insistir en esta doble condición del género, gracias a la cual puede integrar todo lo útil a sus fines, sin perder la estructura que lo caracteriza. De ahí la necesidad de un equilibrio sutil y permanente entre apertura temática y ajuste formal. En resumen, el “fruto redondo” debe ser transparente y poroso. En su “semilla” está el secreto.
Críticos como el mexicano Lauro Zavala, especializado en el cuento, aseguraba a fines del siglo pasado que «la mini ficción sería la escritura del próximo milenio» —el que ahora es el nuestro— pues es muy próxima a la fragmentariedad paratáctica de la escritura hipertextual, propia de los medios electrónicos.
Creo que Gemma Pellicer con esta “maleza viva” que anima su recopilación, “océano de rastrojos y retama”, especialmente en la segunda parte titulada “Herbolario” como otros autores nos han propuesto Bestiarios, nos ofrece una magnífica demostración de las posibilidades de un género hoy en día objeto de coloquios, festivales, concursos, encuentros, cursos de teoría y análisis literario, de polémicas sobre la terminología más apropiada para definirlos y y publicación de antologías.
Siempre he sospechado que en las formas proteicas que asumen los relatos breves se esconde una creatividad que ninguna teoría puede atrapar. La lectura de Maleza viva de Gemma Pellicer me lo ha confirmado. Por otra parte, cada ejemplar de esta espléndida edición de Jekyll&Jill nos ofrece en la contracubierta un sobre de semillas para que plantemos nuestra propia “Maleza viva” o “hierba mala, que también la hay”, según nos recuerda la autora. Solo nos queda —como nos propone Pellicer escuchar a continuación “el consabido cricrí amenizando la tempestad”.

(*) El pasado 11 de febrero presenté en la Librería Cálamo de Zaragoza
el libro MALEZA VIVA de la escritora Gemma Pellicer en compañía de la poeta Olga Bernad.

Fernando AÍNSA
Zaragoza, 11 febrero 2016