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Rubén Martín Giráldez en El Mundo Cataluña

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La máquina de hurras

Rubén Martín Giráldez revoluciona el panorama literario español con ‘Magistral’ (Jekyll & Jill), una novela que es una carcajada, una crítica feroz que carga las tintas contra todo lo imaginable.

  • LAURA FERNÁNDEZ 
Rubén Martín Giráldez, foto de Iván Cámara para El Mundo
Foto: ©IVÁN CÁMARA

He aquí la historia de un libro que es un puñetazo, un puñetazo Magistral. Un puñetazo novela, un puñetazo confesión: la de un narrador soberbio, tan soberbio que cree estar por encima del Bien y del Mal literario, un narrador que considera a los lectores «probadores de venenos», porque todo ahí fuera, cualquier cosa que puedan llevarse a los ojos, es «veneno», sobre todo, si es español, porque el escritor español es un mal escritor, y el idioma español, es un idioma inútil, porque se mal-utiliza o se utiliza de cualquier manera y de cualquier manera es siempre una manera horrible. «Al escritor español de hoy no hay por dónde empezar a matarlo. Hay que tener arrestos para escribir con el lenguaje crudo con el que uno piensa, y si uno piensa en el idioma de los informativos nacionales, quizás es mejor que pierda el tiempo en pérdidas de tiempo de muy otra clase», dice el narrador, que fue un autor genial, el autor de la genial Magistral, hasta que descubrió que su talento no era talento en absoluto si se lo comparaba con el talento de Ben Marcus. Ben Marcus existe, sí, y escribió un libro titulado Notable American Woman que fascinó hasta tal punto al soberbio narrador de Magistral que lo convenció de que lo suyo no era para tanto. Y, veamos, ¿quién es el narrador de Magistral? El narrador de Magistral es también el autor de Magistral, o, mejor, es el propio Magistral, el libro, que no tiene manos y las echa de menos, que ni siquiera tiene boca, así que no puede estar hablando, aunque cree que lo está haciendo y eso, quizá, le ponga triste, o le enfade o le asuste. ¿No se asustaría cualquiera al comprobar, un día, que no es más que un libro?

«Es una novela torrencial, para leer en voz alta, como Menos joven. Pero no tenía por qué llegar tan pronto. De hecho, después de Menos joven quise probar a escribir una novela convencional, una novela con estructura y personajes y todo eso porque temía que se me encasillara en la vanguardia, que se me etiquetara como experimental. Pero digamos que no soy un escritor disciplinado, que, cuando siento que está viniendo, me preparo y escribo, y que Magistral apareció y tuve que escribirla», cuenta Rubén, Rubén Martín Giráldez, el autor, que nada tiene que ver con el narrador de la novela, o un poco. «He metido ahí todos mis prejuicios, lo que he pensado alguna vez, lo que pienso de verdad, y cosas que, mientras escribía, me susurraba: ‘Esto no lo digas, no, ni se te ocurra’». Pero ¿es Magistral una novela, una novela en forma de libelo? «Magistral es la respuesta afirmativa a tres preguntas: 1) ¿Puede un discurso ser una novela?; 2) ¿Puede la recomendación de un libro ser una novela?; y 3) ¿Puede una poética ser una novela?», contesta. Y, también: «Magistral es una novela contra el elitismo, es una novela exigente, pero porque el narrador es un narrador soberbio, pero el humor desactiva la pedantería y la solemnidad. Si no te crees más listo que el lector no hay forma de que puedas resultar pedante». Al principio, Magistral iba a llamarse Menosprecio de corte. Luego iba a llamarse Hurra, porque «siempre me fascinó aquella expresión de Céline, la de la máquina de hurras», confiesa. Finalmente, se tituló Regüeldo y, en algún momento, se convirtió en Magistral. La novela es un ataque frontal («La auténtica literatura, o lo que es lo mismo: la literatura no española, no avisa de cuáles son sus planes») pero también es un juego (el narrador tiende al lector la contracubierta del libro que está leyendo, el libro de su admirado Ben Marcus, y lo hace literalmente, y eso, sí, es posible) que, por momentos, se vuelve inquietante. «Al final, quería que tuviera algo de novela de terror», dice. Y lo tiene. Al final, el libro, de repente, empieza a darte órdenes. «Después de todo», dice Rubén, «no soy más que un entertainner».

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«Deshielo y ascensión» en Fantífica, la comunidad de fantasía y ciencia ficción


Imagina que estás en Algún Lugar Helado, en Mitad de Ninguna Parte. Y que te acompaña un tipo que se jacta de ser uno de los mejores (y más ricos) cazadores furtivos que existen. La clase de tipo que tiene su despacho repleto de trofeos que en realidad son cabezas de animales cazados primero y disecados después. Imagina que tú también eres algo parecido a ese tipo. Que tú también tienes la piel de un oso polar en tu despacho y que, cuando se organizan cacerías furtivas de renos en territorio polar ártico, consigues un puesto en la especie de nave en mitad de la Nada Helada que una organización extraña, una organización hecha de siglas (la YTTPA), ha colocado allí. Que te dicen que, pase lo que pase, jamás salgas de esa nave. Que te limites a apuntar con tu rifle ahí fuera, a la Gran Nada Helada, y a esperar a que los renos desfilen ante ti. Pero ¿y si no pasa? ¿Y si los renos jamás desfilan ante tu objetivo? ¿Y si quien desfila es lo que a todas luces parece un animal prehistórico, un enorme animal de pelaje blanco y diminuta cabeza? ¿Y si dispararas? ¿Y si lo mataras? ¿No saldrías en busca de tu trofeo? ¿No saldrías en busca de su cabeza?
He aquí el inquietante y, por qué no, muy lovecraftiano arranque de la inmejorable Deshielo y ascensión, primera y brillante novela de Álvaro Cortina Urdampilleta. Con una atmósfera que combina el aislamiento de la obra cumbre de Thomas Mann, La montaña mágica, y un suspense propio del mismísimo Hitchcock —un Hitchcock que hubiera intentado imaginar lo que sintieron los acompañantes del explorador Amundsen en vez de andarse con moteles de carretera, rubias y tipos raros—, el escritor logra sumergir al lector en ese otro mundo, el mundo helado del todo incierto que no está en ninguna parte ni en ningún momento, como se sumergía Bastian en La historia interminable. Porque en esta novela no hay tiempo, solo frío, deshielo, líquenes capaces de volverte loco y cucarachas, unas cucarachas mutantes y caníbales, bípedas, trasunto salvaje de los seres humanos que habitan un territorio inhabitable. No hay nada a tu alrededor, solo lo que ocurre línea a línea en el interior de una historia que en realidad es un monstruo de cuatro cabezas, porque cada una de sus dos partes («Deshielo» y «Ascensión») contiene otras dos partes, dos historias, estrechamente relacionadas.

Laura Fernández reseña Deshielo y Ascensión de Álvaro Cortina Urdampilleta en Fantífica, la comunidad de fantasía y ciencia ficción.

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