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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Librario Íntimo



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Rubén Castillo reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog Librario íntimo.

Saturno

La figura del padre, tiránica, enigmática, distante y gélida. Ese padre que arañó la infancia del narrador y que ahora lo lleva a elaborar un texto donde recuerda, donde analiza, donde ajusta cuentas. Ese padre que provocó en el alma y en la voz narrativa unos enormes impulsos de amargura, de incomprensión, de suicidio.

Con estas páginas donde lo narrativo y lo lírico se mezclan con datos históricos (sobre todo, de escritores que escogieron la vía del suicidio, cuyos finales son dibujados con elegantes pinceladas sobrecogedoras), Eduardo Halfon consigue un texto que se me antoja imposible de resumir. Incluso imposible de comentar. Es tan duro, tan denso, tan Kafka, tan lágrimas retenidas, tan perplejo, tan mentirosamente apolíneo, tan palpitante, que resulta cruel abordarlo como “texto” desde un punto de vista crítico: es pura vida doliente, puro escozor hecho tinta. Y con una filigrana de voces y planos cruzados que sorprende y deleita.

En resumen, un relato testimonial y sangrante sobre las difíciles relaciones entre un padre y un hijo que, se lo aseguro, se les quedará para siempre en su memoria.

Así que háganse a ustedes mismos un favor, olvídense de estas palabras mías y corran a leer las de Halfon.

En serio.

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Del enebro de los Grimm y Saturno de Halfon en Relatos en construcción



Del enebro, de los hermanos Grimm, ilustrado con los collages de Alejandra Acosta, y Saturno, de Eduardo Halfon, en la lista Mis libros de 2017, en el blog Relatos en construcción, de Patricia Millán:

«Pero, por quedarme con una de ellas, voy a escoger Jekyll & Jill. He tenido el placer de leer dos libros maravillosos: Del enebro, con una edición tan cuidada que deslumbra con tan solo mirarlo; y Saturno, un libro que está sin duda entre mis cinco favoritos del año, con el que he descubierto a Eduardo Halfón (ya tengo otro de sus libros en la estantería). Dos más esperan su turno, así que no será este el último año en que me oigáis hablar de esta editorial».

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Saturno de Eduardo Halfon en la revista Literal, Latin American Voices


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 José de María Romero Barea reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en la revista Literal, Latin American Voices:

EDUARDO HALFON: SINFONÍA DE VOCES

Toda muerte es un acto de desobediencia. En algunos libros, nos llega empaquetada tan bellamente que parece pornografía. Sin lugar a la ambigüedad, su comercialización cumple lo que promete: una promesa incipiente de voyeurismo. La faja en la portada del volumen que nos ocupa prescribe la fecha de consumo preferente: “El padre es un nombre, escucho que susurra alguien. Me quedo quieto. Oigo risas. Varias risas atrás de mí. Pero no quiero volver la mirada, padre. Sé quiénes son, pero aún no quiero volver la mirada”. Saturno (2003; Jekyll & Jill, 2017) no es una novela más sobre la autodestrucción, sino una oblicua nota de despedida.

La tradicional lucha entre vástagos y progenitores, al igual que el sentido de inutilidad que siempre la acompaña, adquieren en manos de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) una súbita sensación de propósito. En párrafos a menudo incompletos, fragmentarios o radicalmente inacabados, la falta de conclusión dota al conjunto de una rara coherencia: “Cuántos años pasaron antes de que usted conociera mi casa, mis amigos, mi profesión. Era usted indiferente ante mi vida, padre. Ante mí. Al igual que el padre de Hemingway, su mano también sostiene mi arma”. El resultado, una nouvelleconceptual, un abigarrado conjunto de propuestas, un bloque discontinuo de declaraciones (semiauto) biográficas, que desembocan en el cubismo literario: “Otro padre ausente, padre. Otro fantasma queriendo merodear más allá de su tiempo. Otro vacío que para siempre quedó vacío”.

Lo sensacional neorabelesiano, sujeto a configuraciones desnudas, engendra escritores que se autoaniquilan completamente vestidos. El espectáculo de Saturno, ilustrado o no, denuncia nuestro interés por la transfiguración de su fenomenología: “Tras los arbustos [Virginia Woolf] escuchaba a los pájaros cantando en griego. (Alejandra Pizarnik: “No puedo hablar con mi voz sino con mis voces”). Desde el balcón Virginia Leslie se lanzó. Pero sólo cayó pocos metros. Su primer intento había fracasado. Una década después abandonó el apellido de su padre”. Dado que suele suceder tras una cortina de privacidad aún más excluyente que la reservada al sexo, la capacidad del suicidio para captar nuestra atención está asegurada. De ahí los comentarios elípticos sobre el razonamiento con los que el narrador de la novela se dedica a teorizar sobre el significado de la (in)acción.

Escribe nuestro héroe para prevenir su autodestrucción: “Hay tantas voces que me cuesta distinguirlas. Vamos, hombre, ya deberías conocernos, escucho, pero todas me suenan igual”. Poco antes del final, la prosa gira en espiral hacia su conclusión burlona y posmoderna: “Una sinfonía de voces, padre, eso son, eso somos. Somos, en fin, las voces que escuchamos. Pero ya no les temo. Todo duerme en torno mío, y mi alma está tranquila, en paz”. Uno se esfuerza por escuchar, a pesar de la algarabía. En ese breve pasaje, todo la silenciosa (des)esperanza del libro.

Los monstruos locuaces de la primera ficción del autor de El ángel literario (Anagrama 2004), o El boxeador polaco (Pretextos 2008), son, pues, voces vívidas en la turbia polifonía de nuestra era enloquecida. Monólogo sin trama aparente, Saturno es la nota de un asesino de sí mismo, más Nabokov que Dickens, por citar dos de las influencias que presiden la narración. En ella, es posible leer la autoinmolación no simplemente como un cri de coeur velado, a cargo de alguien que busca airear las circunstancias desordenadas que lo llevan a cometerlo, sino como una obra de arte creada por un literato conceptual que quiere dejarnos un documento duradero con el que, paradójicamente, reunir fuerzas para seguir adelante.

Talsi, Letonia, 2017

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Lecturas subnormales


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Nueva reseña para Saturno, de Eduardo Halfon, en el blog del club de lectura Lecturas Subnormales.

Saturno, de Eduardo Halfon (Jekyll & Jill, 2017)

“… El padre es un nombre, creo escuchar. Pero no hay nadie, padre. Estoy solo.*

Qué complicado sostener la mirada ante la herida, ¿no? Pero en Jekyll & Jill lo han vuelto a hacer; más bien, Halfon. Pero que el soporte material del relato adquiera el valor que le pertenece: que se vea, que se toque. El afecto correspondiente a sus editores, porque este libro es un regalo en todos los sentidos.

Si por algo se caracteriza la voz de Eduardo Halfon es por su musicalidad. El leitmotiv reiterado, no así paliza de la figura del padre surge ante el lector como un canto antiguo; una salmodia en yiddish. Tanto en Duelo (Los libros del Asteroide, 2017), como en Saturno (Jekyll & Jill, 2017), nuestro autor reflexiona en torno a la búsqueda de una genealogía familiar, capaz de configurar una identidad verdadera. En esta ocasión, el lenguaje íntimo viaja hacia el lugar donde reposan otras narraciones para confundirse con ellas en el devenir del río heraclitiano. ¿Puede nuestro dolor aspirar a ser singular?

El pretexto de la conversación casi imposible entre padres e hijos es un motivo que atraviesa la Literatura Universal, desde Trackl hasta Celan, pasando por Woolf y Plath. Sorprendemente, también el del suicidio. Ambos discursos, aquí hermanados conscientemente por  Halfon, permiten al escritor insertar su pesquisa personal en dicho fluir, dejando al lector al borde del llanto. Pero como la música latente en su prosa, se trata de un canto leve, no general; una réplica o una salvación. Un puente lingüístico sobre el que quizá podamos caminar. Porque la salvación no viene del cielo, sino de la lengua o la tierra propia: el corazón.

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Saturno de Eduardo Halfon en Relatos en construcción



Patricia Millán recomienda Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog Relatos en construcción (10-10-2017):

SATURNO: LA ELEGÍA A LOS ESCRITORES MUERTOS

En 1919 Franz Kafka escribió Brief an den Vater (Carta al padre), una misiva de más de cien páginas dirigida a su padre Hermann, con la que pretendía criticar su actitud emocionalmente abusiva y las razones que la soportaban. No se publicaría sin embargo hasta 1952, tras su muerte, como buena parte de su obra literaria. En esa carta llegaba a expresar sentimientos tan duros como “No he conocido el sentimiento de familia”.

Eduardo Halfon (Guatemala, 1975) toma como referencia ese documento para escribir Saturno, obra que me llega por cortesía de la editorial Jekyll & Jill —aunque ya le tenía el ojo echado, razón por la que el regalo me ha hecho el doble de ilusión— y que he devorado con ansia, un ansia que sabe a poco por su reducida extensión. A pesar de su juventud, Halfón tiene una obra bastante extensa ya publicada que está llegando a nuestro país gracias a editoriales como Jekyll & Jill, Libros del asteroide, Pre-textos o Fulgencio Pimentel y que le está situando en la vanguardia de la literatura latinoamericana. Si el resto de sus obras se asemejan a Saturno, está claro el por qué.

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Eduardo Halfon

Saturno es, siguiendo la línea de Kafka, un grito desgarrado hacia un padre ausente en el plano emocional, que reduce su actuación paternal a mantener económicamente a su hijo mientras descuida lo que éste más ansía, el contacto, el abrazo, una palabra de cariño que nunca llega. “Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí“. Con estas palabras, dirigidas desde un usted que aquí ya resuena arcaico, la educación debida a los mayores aunque estos no demuestren con sus actos que sí, que es debida y obligada, Halfon separa el plano físico, el de la distancia, del emocional, que se hace eterno, se estira por la falta de acción del padre para con su hijo, por el sentimiento de vacío que éste ha acumulado a lo largo de su vida.

Pero junto con la voz del hijo, Saturno entremezcla otras voces, susurros individuales al principio que se convierten, poco a poco, en gritos colectivos que colapsan la propia voz del narrador, la oprimen y la desplazan hasta hacer suya la obra: son las voces de escritores que, a lo largo de la historia, han sucumbido a la necesidad de una muerte inmediata, se han suicidado. Así, Halfon establece una extraña conexión entre la relación del artista con su padre y la relación que mantiene con el propio proceso creativo, como si ambos fueran dos caras de la misma moneda. Y demuestra la suficiente pericia para conseguir que el lector identifique cada frase con su emisor, con el escritor que busca gritar por encima de los otros, que trata de que su obra llegue, como es menester, al mayor numero de lectores posibles, aunque para ello precise aplastar la voz original, que es a la vez la suya propia.

Desde Hart Crane a Henry James. Desde Ernest Hemingway hasta David Foster Wallace. De Virginia Woolf a Sylvia Plath. Muchos de ellos compartieron esa sensación de amor incompleto, de vida que es, más que un regalo, un pesar que llevar a cuestas al que no pudieron vencer. Todos estos, y muchos más nombres, algunos muy conocidos, otros no tanto, que salpican las páginas de Saturno nos hacen pensar en el ejercicio de la creación como algo que consume, que agota, que vuelca al exterior el alma del artista y la reparte, quedándose vacío y sin fuerzas. Al mismo tiempo, es una invitación a conocer a todos estos escritores que, en palabras de Halfon, se tornan deseables, apetecibles.

Saturno es, en palabras de Alejandro Hermosilla, “una batalla a muerte contra la escritura“. Pero lo es del modo en que unos padres luchan para que su hijo salga adelante. La escritura es, a la vez, causa de desvelo y de placer, de dolor y de amor. La extensión de la obra de Halfon no debe tomarse como referente: Saturno es una obra que cristaliza el sentimiento global hacia la creación y que se hace imperecedera. Una vía abierta a explorar el resto de la obra del autor.

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Saturno y Cosmotheoros en El Hype


Jesús García Cívico dedica un excelente artículo a Saturno, de Eduardo Halfon, y Cosmotheoros, de Christiaan Huygens, ilustrado por Alejandra Acosta, en El Hype.

¿Se suicidan los escritores extraterrestres con pistolas láser?

¿Se suicidan los escritores extraterrestres con pistolas láser?

Solo existen dos posibilidades: que exista vida inteligente fuera de la Tierra o que no exista. Siempre he sentido, de esa forma móvil, oscura e íntima que adquieren las cuestiones que apuntan a nuestra más profunda identidad, que ambas resultaban perfectamente intolerables. Solo recientemente he entendido que únicamente una de esas dos posibilidades debería causarnos desazón: que estemos solos entre miles de millones de planetas habitables de un universo interminable.

¿Y cómo serán esos seres de los que ahora no sabemos nada?, me pregunto. Pregunto: ¿qué aspecto tendrán?, ¿y su ropa? ¿Serán buenos? ¿Qué filosofías, qué narraciones, qué historias darán significado a su intrigante –para nosotros– existencia? ¿Leerán? ¿Escribirán? ¿Se suicidarán sus escritores como en la Tierra lo hicieron Sylvia Plath, Pavese, Pizarnick o Virgina Woolf?

Creo que Christiaan Huygens (La Haya, 1629-1695) respondería con atrevimiento ilustrado que sí, que los escritores de otros planetas no tendrían por qué no sentir una melancolía afín a la que sienten en la Tierra los hijos doloridos devorados por padres saturninos. Los suicidios se ajustarían a la atmósfera, a la temperatura, a la superficie serena, fluvial o gaseosa y a otras condiciones naturales del planeta.

Pero de huidas a la galaxia Gutemberg, listados de suicidas y profundos reproches paterno-filiales sabe más —lo descubrí también este verano— el Saturno de Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971), editada, al igual que Cosmotheoros, por una editorial por la que sentimos cariño terrícola y humana predilección: Jekyll & Jill

Christian Huygens (1629-1695)

Terminado en 1695, el mismo año de la muerte de su autor, el Cosmotheoros de Huygens es un libro hermoso, un artefacto vitalista que resulta improbable, quizás por solo la grisácea obsesión de los manuales escolares de la historia patria por limitarse tradicionalmente a hablar de reyes, conquistadores y batallas, en lugar de hacerlo sobre visiones celestes, barcos cargados de relojes de péndulo para medir la longitud exacta del mar, hacedores de telescopios, debates de ideas, soñadores de estrellas.

La edición de Saturno, por su parte, es una iniciativa de Jekyll and Jill (España) y SOPHOS (Guatemala) para rescatar, actualizándola, una nouvelle originalmente publicada en 2003 junto con Pan y cerveza, bajo el título Esto no es una pipa, el primer libro de Eduardo Halfon.

Cosmotheoros. Christiaan Huygens

La obra de Huygens, traducida con brío por Ruben Martín Giráldez, supone el primer tratado que conjetura la vida extraterrestre desde un punto de vista científico y a la vez el testimonio de un lugar y una época (Países Bajos, siglo XVII) extraordinariamente fértil para la cultura. Huygens dialoga en él con la valiente tradición astronómica de aquellos que supieron leer el cielo de forma inteligente y joven —Copérnico, Nicolás de Cusa, Kepler, Tycho Brahe pero también con algunos de los terrestres más sabios de la época: Descartes, Leibniz o Blaise Pascal.

Saturno es un texto fiero, entre el desbordamiento juvenil y el cálculo perfecto, sobre hijos opacados, lamentos, refugios literarios, narradores que reclaman amor, o mejor, comprensión vital mientras atisban de puntillas la figura inmensa, determinante y azarosa del padre recortada contra el cielo de la infancia: desazón, valentía, inventarios de muertos por disparos (Hemingway, Mayakovsky), hojas afiladas (Mishima, Salgari), cordón, cuerda o cinturones (Ernst Toller, David Foster Wallace, Gérard de Nerval).

"Saturno". Eduardo Halfon

Publicado en latín, tres años después de la muerte del estupendo astrónomo, pulidor de lentes y matemático, traducido con premura por un asesor de confianza de Pedro el Grande, Cosmotheoros elucubra la infraestructura extraterrestre en un universo inconmensurable, y luego las distancias, rasgos y perspectivas de los planetas del Sistema Solar, la Luna, las estrellas y el Sol: Saturno es en Cosmotheoros el objeto de la libido sciendi de un científico excepcional, la gran esfera anillada, el planeta singular.

Saturno, por su parte, es la entrada-aullido de Halfon en la literatura. Un universo íntimo, desasosegante (a menudo contradictorio y quizás por ello sincero y profundo), un listado de agravios existenciales hilado con la nómina nunca exhaustiva de los escritores suicidas. Un ajuste de cuentas con ecos de la Carta al padre de Kafka, una primera persona que recrimina dolida a su progenitor, esto es, a su nombre; un reproche sub-epidérmico enhebrado de forma fluida y fantasmal entre el amplio catálogo de suicidas de la literatura universal: Saturno es en Saturno el mito, el tiempo pasado, el devorador de hijos.

Dos Saturnos, pues. Pero, ¿hay alguna otra razón para hablar, como revueltos, de estos dos libros aquí?

Ilustración de Alejandra Acosta en "Cosmotheoros"

Ilustración de Alejandra Acosta

Creo que dos:

a) Un chaflán de honda simetría como observatorio privilegiado de dos mundos: la exploración del universo exterior / la exploración del universo interior.

b) El laberinto de la identidad que se descifra, precisamente, en la distancia: la identidad ahí fuera, la identidad dentro.

Eduardo Halfon

Eduardo Halfon

Sí, intuyo primeramente que la asimetría de ese espacio exterior cruzado de distancias pascalianas e infinitas que describe Cosmotheoros no se produce frente al universo de lo pequeño (como en la maravillosa y poética The Incredible Shrinking Man de Richard Matheson/ Jack Arnold) sino frente al universo… interior: lo más lejano y lo más hondo, la vida detrás de las estrellas y la vida en el interior del corazón; la luz de los astros fijos, posiblemente muertos, y el desfallecimiento de esa parte de nosotros mismos donde apenas llega la luz.

Ilustración de Alejandra Acosta en "Cosmotheoros"

Ilustración de Alejandra Acosta

El tratado de Huygens es la obra de un sabio lleno de voluntad, maravillado por el exterior sideral: la verdad –dice– es que cuando me paro a reflexionar llego a la conclusión de que nuestros conocimientos de aritmética son insignificantes y que estamos versados en los rudimentos más básicos de los números en comparación con lo que nos queda por saber, puesto que se requiere un inmenso acerbo que no se limite a 20 o 30 cifras en nuestra acostumbrada progresión de décuplos, sino tantas como granos de arena hay en la playa. Y, sin embargo, ¿quién puede asegurar que incluso un número tal excedería el de las estrellas!

Diagnóstico: Somos un grano de arena en una playa infinita, un ser de extraña suerte, apenas nada.

Y mientras, Halfon: ¿Oyes tú el tantaneo de las campanas? No. Todo esto da asco. Me da asco su nombre. ¿Y pájaros cantando en griego? Tampoco. Me da asco pensar en usted, padre. […] Usted me enseñó a no llorar, padre. Una sinfonía de voces, padre, eso son, eso somos. Somos, en fin, las voces que escuchamos.

"Saturno devorando a su hijo". Francisco de Goya

A Huygens le asiste el fundamento de la probabilidad, el optimismo de la observación, pero también el desprendimiento científico de su generosidad, por eso se le perdona la naturalización europea y algún exceso. La gran variedad de animales en nuestro planeta le lleva a imaginar otras faunas, otras flores y pronto un ser racional que se haga cargo de toda esa belleza: tanto si analizamos las cosas por sí mismas como por su proceso de producción es indudable que los mundos planetarios han de contar con tan estupenda variedad como el nuestro.

Y añade luego: creo que es más razonable convenir en que los habitantes de otros planetas disfrutarán de las mismas ventajas que nosotros […] deberíamos conceder que también ellos cuenten con estas bendiciones, a no ser que queramos acaparar todo lo buen para disfrute exclusivo nuestro como si valiésemos y nos mereciésemos más que otros.

Y en el Saturno sentimos que Klaus, el hijo de Thomas Mann, no llegó a encontrar (por acudir a la imagen de Kafka), el lugar libre que el cuerpo tendido de su padre deja en el mapa del mundo o de la vida, la intimidatoria autoridad de la figura paterna, la primera tiranía, la apatía inaugural, la huida al lenguaje y desde ahí recorremos los pasos de Fenimore Woolson, las Dream Song de Berryman, las últimas palabras de Paul Celan.

Ilustración de Alejandra Acosta en "Cosmotheoros"

Ilustración de Alejandra Acosta

Sorprende en verdad, incluso hoy, tiempo de extrañas positividades, la fuerte carga de optimismo y esperanza cósmica que irradia Cosmotheoros, más aún al conocer, gracias al estupendo aparato de notas de esta hermosísima edición de Víctor Gomollón, el estado anímico en que se hallaba el autor en los últimos años de su vida, tan en las curiosas antípodas de la nómina de los autores-Halfon, y sin embargo, algo afín y luminoso se localiza en la completitud de las dos obras, algo ordenado como dirigido a desvelar los materiales de los que estamos confeccionados: doble interpretación de una pregunta ¿quiénes somos? imposible de responder del todo sin detenerse a pensar bien de dónde venimos: las estrellas, los padres.

Cosmotheoros observa el mundo circundante para establecer conjeturas lógicas sobre el mundo exterior. Lentes, péndulos, antropología materialista, telescopios, lucidez, atinos y desatinos, ingenuidades, algún patinazo, a mí me parece una libro singularmente hermoso porque apunta justamente a la curiosidad, las ganas de saber y de vivir, al respeto por la razón que a menudo llevan… los otros, a la vitalidad como cualidad laica del alma, a la apertura del corazón a la sorpresa, a la necesidad de contarlo, o de cantarlo, como en La naturaleza de las cosas, el maravilloso libro de Lucrecio.

Saturno supuso el inicio de la marcha literaria de un escritor deslumbrante, Eduardo Halfon, del que enseguida, y creo que eso es lo mejor que se puede decir de un gran escritor, dan ganas de leerlo todo.

Dos títulos representativos del universo Jekyll and Jill. Dos miradas a dos mundos muy profundos, el universo exterior y el universo… interior, dos formas de indagar sobre una identidad sólo en apariencia dislocada, como el stevensoniano nombre de la estupenda editorial que los ha unido, para goce de lectores cuidadosos, en su personalísimo catálogo.

Astronomía

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Saturno

Alejandro Hermosilla reseña Saturno de Eduardo Halfon



Alejandro Hermosilla reseña Saturno de Eduardo Halfon en la revista El coloquio de los perros:

Saturno es una bomba literaria. Un libro potente, hermoso y demoledor y también frío y despiadado. Una bola de hielo rodando por las montañas de la desolación. El clásico texto que, de no haber escrito Eduardo Halfon ninguno más, habría pasado a la historia y habría consagrado para siempre a su hacedor. O, al menos, sería sin dudas desde hace tiempo una obra de culto. Un referente artístico capaz de superar su tiempo y circunstancias. Porque en Saturno, contrariamente a la inmensa mayoría de libros que se publican actualmente, hay verdad. Sangre. Hay una confrontación con las entrañas del monstruo-vida, y una batalla a muerte contra la escritura. Existe la sensación de hecho, al leerlo, de que el escritor hubiera muerto de no escribir estas pocas cuartillas y de que durante el tiempo que las estuvo escribiendo no había un acto vital más importante para él. Ya que Saturno es una de esas obras sacras que salvan vidas y fomentan vocaciones. De esas que se aman o se odian. Dejan a muchos sin aliento al leerlas y a otros tantos les hacen pronunciar aquello de “no era para tanto”. La típica frase de los tibios ante la enormidad y la intensidad. La locura y los maremotos artísticos.
¿Qué es Saturno? Una especie de Carta al padre kafkiana reescrita por Enrique Vila-Matas. Lo que significa que además de ser un texto en el que el narrador establece una conversación con su padre en el abismo, en medio de un árido desierto literario en donde apenas se escucha ruido alguno, también se lleva a cabo un recuento y recorrido por la vida y, sobre todo, manera de morir de unos cuantos escritores suicidas. La cruda realidad y el desamparo se mezclan con la intertextualidad y el dolor y la amargura con la cultura literaria. En realidad, Saturno es probablemente tan intenso porque de no haber sido por el poder catártico de la escritura, Halfon hubiera sido uno más de esos escritores suicidas que cita en el texto. Su libro, al menos, deja claro que su relación con su ancestro fue tortuosa, casi infernal. Que cada acercamiento entre ellos era un combate y cada alejamiento, un gesto desesperado. Cada palabra, fuego ardiendo en sus bocas y cada mirada, un cuchillo afilado desplazándose por sus espaldas. Una guerra a muerte que no crearía más que confusión, ruido y tragedia, pues ni la vida ni la muerte podrían interceder en una relación condenada al fracaso. Una relación más inexistente cuanto más intensa, tras las que se escuchan los aullidos de un protagonista que, en realidad, más que un acto catártico, está hilvanando una carta de despedida previa a su seguro suicidio. Pues el odio en Saturno es tan visceral que más que fuerza de separación lo es de unión. Siendo fácil entrever al final de la narración, que el hijo terminará por acompañar al padre en el camino hacia el reino del más allá para proseguir la disputa que no terminará jamás. Esa rivalidad infinita, a partir de la que Freud levantó toda una ciencia, que corroe las entrañas de los seres humanos y más que forjar su personalidad, traza su destino.

Vislumbro, no obstante, que siendo un texto tan intenso, Saturno no puede únicamente leerse como un cruento, descarnado y violento manifiesto filio-parental. Halfon es un escritor guatemalteco y, por tanto, americano. Una tierra donde los antiguos emigrantes sienten la ausencia del padre occidental con enorme crudeza, siendo por tanto el lamento personal del protagonista extrapolable al de América en su conjunto. De hecho, yo leo en parte Saturno como un texto en el que el inconsciente colectivo de América dialoga con Europa. Un relato certero de una conversación inconclusa y desesperada. Pero ocurre, asimismo, que Halfon es judío y, le guste más o menos, se ha visto obligado a relacionarse desde su infancia con el tiránico, furioso dios Yavhé. El dios cuyo rostro, como el de su padre real, nunca aparece. Por lo que pienso que su nouvelle puede leerse también como un texto religioso, o más bien, una tortuosa narración de un desengaño. La lucha desesperada de un joven muchacho y aspirante a escritor por renegar de su Creador. La búsqueda de su propia voz en medio de un territorio en el que la divinidad hebrea se encontraba ausente y cuando aparecía, lo hací a con aullidos de cólera. Lo que hizo que para Halfon, desde muy temprano, la literatura y la escritura fueran bálsamo y oasis y la mera posibilidad del suicidio, una manifestación de VITALIDAD TOTAL. Exactamente, lo que es Saturno para los amantes de la LITERATURA.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Hablando con letras


Influencia parental: la muesca inconfundible del autor
Saturno, de Eduardo Halfon en el blog literario Hablando con letras:

Influencia parental: la muesca inconfundible del autor

La vida del autor confluye inequívocamente en los textos que escribe. De algún modo se derrama. No importa el origen del trauma ni el tiempo exacto que tarda en supurar una herida, al final todos los porqués desembocan en las letras, como buscando un sentido último antes de abandonar el terreno conocido de la memoria.

La familia, su influencia, el peso de nuestras decisiones, la transformación de las relaciones parentales son por lo tanto una muesca inconfundible en el sabor de cada escritor. Esta idea, creo, es válido para cualquier género literario. Porque hablemos en clave poética, narrativa o biográfica la influencia familiar siempre es un paso previo, una configuración de nosotros mismos que se expone ante el lector y que no podemos falsear.

Saturno, del autor guatemalteco Eduardo Halfón, es una guía sobre la influencia del padre tirano sobre el escritor. En apenas 68 páginas el protagonista lanza un dardo envenenado a su propio padre, centro de todos sus traumas, y desmiga la vida de otros autores célebres que sufrieron el peso de la figura paterna.

Thomas Mann se enteró de la muerte de su hijo al bajarse de un avión, años después admitió en una carta que “siempre proyectó una sombra sobre su vástago imposible de borrar y eso provocó que finalmente se quitase la vida”.

El padre de Alfonsina Storni, depresivo y alcohólico, fallece en 1906 y esto influye inequívocamente en la poetisa argentina. En el poema A mi padre recuerda tristemente “Por días enteros, vagabundo y huraño no volvió a casa, y como un ermitaño se alimentaba de aves, dormía en el suelo”. Una relación que marcó su existencia, al igual que sucedió posteriormente con la que mantuvo con su madre.

Así el narrador el omnisciente de Saturno expone de forma descarnada las faltas de su propio padre, ausente y tirano, frío y déspota que hiere su existencia de su vida. Al final, al igual que el dios Saturno hacía con sus hijos, es devorado como tantos otros por la figura absoluta, por la mirada acusadora del padre.

Pero la influencia parental no es solo un nido de traumas, también sirve de hilo conductor para la narración de nuestra propia existencia. La familia es testigo de nuestros cambios vitales, y por supuesto, de nuestras propias contradicciones. De esta idea parte el fantástico libro Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre de Sergio Gazarla.

Los recuerdos, rara vez nos son sinceros y menos cuando versan de etapas dolorosas. Gazarla realiza en su libro un relato diáfano de la relación tortuosa – pero real – con su propia madre.

Es un mea culpa, una carta de despedida complicada de digerir y una declaración de amor total. El realismo con el que describe los sentimientos y la personalidad de madre e hijo nos muestra una fotografía familiar que nos sonará a casi todos. La foto de la falta de entendimiento durante la adolescencia, la de la rebeldía, la frialdad nos buscada y la de la pérdida de una madre.

Saturno y Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre son, a fin de cuentas, dos libros que muestran la evidente influencia de la figura parental en los autores. En ocasiones actuando como salvación y otras adoptando la figura de verdugo. Pero siempre marcando una muesca singular de cada uno de nosotros.

Dicho sea de paso, Gazarla y Halfón son dos ejemplos de autores latinoamericanos exquisitos. Ambos contemporáneos, ambos marcados por la relación parental y por extensión ambos lectura recomendada queridos lectores.

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Isabel del Río reseña Saturno de Eduardo Halfon



SaturnoIsabel del Río reseña Saturno de Eduardo Halfon en su blog La odisea del cuentista:

¿Qué decir de Saturno? Quizá que ha sabido hurgar ahí donde duele, en el preciso lugar donde la herida no está del todo cerrada, donde todavía supura tristeza y resentimiento hacia una infancia no vivida, bajo la sombra y el yugo de aquél que debería amar, pero no lo hace.

En la mitología, Saturno es el dios que devoraba a sus hijos por temor a ser superado y suplantado. En el pensamiento colectivo es el reflejo del padre dictatorial y violento, pero también el del ausente, quien transforma su mano ejecutora en silencio.

‹‹Buscando sus palabras, padre, necesitándolas, lo desdoblaba con ansia. Y como una hoja seca hamaqueándose en la brisa, lento, el cheque caía hacia el suelo.››

La metamorfosis en forma de suicidio. Ese sería el tema central de esta novelita de apenas setenta páginas. Un relato en el que Eduardo Halfon se sirve de la vida torturada, y la trágica y voluntaria muerte de distintos personajes históricos, voces que atormentan al narrador de la historia, quien, al tiempo que se abre al lector, se hunde en la locura.

Lo que en un principio puede parecer la mente desquiciada de un personaje sumido en la depresión tras la muerte de su padre, se traduce en una ruptura y un cambio brusco en la realidad. La muerte como motor de cambio.

No puedo alargarme hablando del contenido sin destripar el libro, así que hablaré de la forma. El estilo de Halfon es cuidado y poético, y la metáfora y los símbolos, así como los arquetipos, son parte del lenguaje que conforman sus párrafos.

Pasado y presente se dan cita en una narrativa ágil y profunda, una amalgama de emociones y pensamientos dolorosos que, inevitablemente, mutan a su protagonista en algo que intuimos, pero no llegamos a ver.

‹‹Nada más. Sólo un nombre, firmado con prisa. Una palabra. Sólo una palabra. El padre es un nombre. Quizá por eso escribo, o mejor dicho, quizás por eso necesito escribir.››

Recomendada a aquellos que no teman a las voces ni a la muerte del “Yo” presente; para quienes gusten de la historia y la narrativa bien construida; para valientes con ganas de algo distinto.

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Saturno

Elisa Rodríguez Court reseña Saturno de Eduardo Halfon



SaturnoElisa Rodríguez Court reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en su blog Trayectos ciegos:

La ausencia del padre cabe a veces en una breve frase: «El padre es un nombre.» Son palabras que pronuncia el narrador de Saturno, libro del escritor Eduardo Halfon (Guatemala 1971), publicado por la editorial Jekyll & Jill. Una delikatesse para amantes de la literatura en la que el narrador ajusta cuentas, a través de una voz peculiar hecha de múltiples voces literarias, con su padre ausente.
La ausencia del progenitor suele remitir a la idea de su pérdida, bien por muerte o porque el padre decide marcharse y dejar a los hijos en la estacada. Eduardo Halfon no le da la espalda a esta clase de pérdida y la aborda en relación a escritores que han sufrido sus secuelas. Sin embargo, su empresa narrativa es mucho más vasta. La ausencia del padre se debe en el caso del narrador a un exceso de presencia paterna. Un padre autoritario, que, como el de Kafka, no le pone la mano encima, no lo maltrata físicamente, pero ejerce con crueldad el maltrato psíquico a base de insultos y humillaciones, venganza e indiferencia.
Es un tirano que acusa al hijo, mediante la violencia de gestos y palabras, de su propio comportamiento execrable. Se trata de un hombre egoísta, frío, calculador, distante y desagradecido. Proyecta, además, su fracaso personal sobre el narrador, al que culpabiliza y castiga sin piedad.
Eduardo Halfon narra con sutileza y maestría ese silencio que encubre odio, o total rechazo, y absoluta falta de amor. No es, pues, extraño, que la idea del suicidio recorra Saturno. Escritores que se han suicidado, la figura del padre ausente y la falta de amor en un sentido amplio se deslizan por las páginas de este libro, cuyo estilo sencillo y de alto vuelo literario atrapa a los lectores desde el comienzo.

Basilio Pujante reseña Saturno de Eduardo Halfon



 

Saturno

Basilio Pujante reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en El Noroeste:

Posee el dios Saturno una imagen muy negativa en nuestra cultura. Goya lo representó como un ser demoniaco que devoraba el cuerpo mutilado y sanguinolento de uno de sus hijos. Si bien es cierto que la mitología clásica ofrece una explicación bastante lógica de este atroz comportamiento, estaba obligado a hacerlo según el pacto que había contraído con su hermano Titán y que le permitía reinar, Saturno se ha convertido en el símbolo del mal padre. Esta identificación es la que provoca que el escritor guatemalteco Eduardo Halfon titule Saturno el cruento ajuste de cuentas con su progenitor que es este libro.

         Esta breve obra, que se mueve entre lo confesional y lo autobiográfico, formaba parte del primer volumen publicado por Halfon y que leemos ahora en una cuidada reedición de Jekyll & Jill catorce años después. En Saturno podemos encontrar algunos de los temas más importantes de sus últimos libros, Signor Hoffmann y Monasterio, como son las referencias literarias y la identidad judía. Sin embargo, estos y otros asuntos se supeditan al objetivo principal de la obra: describir la relación del autor con su padre.
         Halfon escribe una obra dura por su crudeza en la exposición de los sentimientos propios y por tratar sin tapujos el odio que siente hacia su padre. Estamos ante una especie de carta al padre, tema de ecos kafkianos, que se configura como un ajuste de cuentas con su progenitor necesario para purgar un dolor enraizado en el mismo origen de su personalidad. El narrador recuerda con amargura la dureza del padre, su carencia de empatía y el desprecio hacia su vocación literaria. Aparece como un tiránico empresario de éxito que se avergüenza del oficio de su primogénito y que no duda en inventarle, delante de sus amigos y socios, un perfil más acorde a susSaturno intereses.
            Frente a este desprecio que el protagonista, trasunto directo del autor, ha sufrido por parte de su padre a lo largo de toda su vida y en todos los aspectos de su relación, él se refugia en la Literatura. Se convierte ésta no sólo en una pasión, sino en un reino propio cuya frontera el padre jamás querrá traspasar. Por ello, el mundo de las letras tiene tanta importancia en el desarrollo personal del protagonista, mayor si cabe que el de otros autores con más comprensión por su vocación en su familia, y protagoniza la otra mitad del libro.
            Y es que junto a ese ajuste de cuentas con el padre que vertebra el libro, Saturno también es una especie de catálogo de autores suicidas. Ante el lector desfilan las historias de escritores más o menos conocidos que optaron por acabar con su vida. Halfon explica las razones que los llevaron a este fin y los diferentes medios que emplearon literatos como Cesare Pavese, Virgina Woolf, Ernest Hemingway o Yukio Mishima. Las razones de que Halfon elija este delicado tema para completar su libro son, creo, varias. Por un lado estos aciagos finales de los escritores se pueden relacionar con la tristeza que destila el narrador por la dura relación con su padre. Por supuesto, también existe una identificación con el destino de los escritores, gremio que el autor siente como el suyo. Y el último vínculo entre ambos temas, el más concreto, es que muchos de estos suicidas tuvieran una difícil relación con sus propios padres.
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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon por Txani Rodríguez



Txani Rodríguez reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en el blog del programa Pompas de papel (Eitb):

Saturno es una nouvelle, o más bien un cuento largo, que rescata la editorial Jekyll & Jill. Digo que rescata porque la pieza había sido publicada en 2003 en Guatemala. Junto con Pan y cerveza conformaba el libro Esto no es una pipa, Saturno, la ópera prima del que es uno de mis escritores favoritos, la verdad: me refiero a Eduardo Halfon. Bien, dicho esto, contaré que Saturno es la carta de un hijo a su padre, es una carta llena de reproches, dirigida a un receptor improbable, firmada por un emisor que se sintió ignorado y despreciado por alguien que debió haberlo querido. “Dirigirse la palabra, padre, no es hablar. Sentarse a comer juntos no es estar juntos. (…) Su presencia solo la percibía cuando me ignoraba.”, leemos.

Desde ese estado ánimo, el remitente repasa la relación de numerosos autores con sus progenitores. Así sabemos que Hemingway solía decir que nunca se sintió más cercano a alguien que a su padre, o que Klaus Mann dejó anotado lo siguiente: “Me juzgan como el hijo de mi padre”. Sin duda, Saturno ofrece un catálogo de relumbrón sobre relaciones paterno-filiales. Pero es también un catálogo luctuoso porque todos los escritores que refiere decidieron en algún momento terminar con sus vidas. Silvia Plath, Yukio Mishima o Virginia Woolf son algunos de los nombres que desfilan en este texto sobre el que planea también la sombra de un desenlace trágico.

Saturno, según mis cálculos, fue escrito por Halfon cuando este contaba treinta y dos años. No es que fuera joven, pero creo que, aunque su dominio de la escritura era ya incontestable, aún no era el Halfon de El boxeador polaco o de Monasterio. Sin embargo, una de sus grandes inquietudes, ampliamente explorada en su obra, la concerniente a la identidad, ya aparece en estas páginas: “No me siento latino, padre. ¿Recuerda cuando se lo dije? Tampoco me siento europeo. Ni americano, ni polaco, ni árabe. No me siento nada. Aún menos judío, padre”.

En todo caso, Saturno es un texto elegante y, sin embargo, desgarrado, muy bien editado, que no defraudará a los seguidores del guatemalteco y sorprenderá a quienes no le conozcan aún. Y no quiero dejarlo aquí, así que valga este comentario como una recomendación, digamos, global de la obra de Halfon. Por eso, tengo que añadir que la editorial riojana Fulgencio Pimentel acaba de publicar otro libro de este autor, Clases de chapín. Se trata de un volumen que compila y concluye la trilogía completa iniciada en 2007 con Clases de hebreo, seguida en 2009 con Clases de dibujo y cerrada con Clases de machete. En él nos encontraremos cuentos ligados a su biografía y a sus grandes temas. Un motivo para suscribir lo que de este autor señala García Ortega: “Vistos sus libros en conjunto, Halfon está encadenando una gran novela personal.” Completamente de acuerdo.

Txani Rodríguez

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Carlos Pardo recomienda Teoría del ascensor y Saturno en Babelia El País



saturno-teoriadelascensor

Carlos Pardo recomienda Teoría del ascensor de Sergio Chejfec, y Saturno, de Eduardo Halfon, en el artículo sobre literatura latinoamericana para la Feria del Libro de Madrid. En Babelia El País:

«De algunos libros importantes ya se ha hablado en las páginas de este periódico: del genial El absoluto, del argentino Daniel Guebel, o de Había mucha neblina o humo o no sé qué, de la mexicana Cristina Rivera Garza, ambos publicados por Literatura Random House. También de Teoría del ascensor (Jekyll&Jill), del imprescindible escritor argentino Sergio Chejfec. Pero tres novelas también merecen destacarse. Saturno fue el primer libro de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971), ahora lo publica, por primera vez en España, Jekyll&Jill. En él ya están las virtudes que hacen de Halfon un escritor importante: la estructura, siempre intensa y fluida, de variaciones sobre un tema. Saturno es una “carta al padre” y un inventario de despedidas de escritores suicidas.»

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en la revista Librújula



saturno2Milo J. Krmpotic reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en la revista Librújula:

Como cualquier amante de la mitología griega o visitante del Museo del Prado anticipará, que una obra a vueltas con la paternidad lleve el lema de Saturno no augura nada bueno. Que su firmante sea el guatemalteco Eduardo Halfon (El boxeador polaco, Signor Hoffman) y sus editores, los aragoneses Jekyll & Jill, en cambio, invita a salir en estampida para hacerse con uno de los escasos mil ejemplares (debidamente numerados) que se han impreso de este texto breve pero notable y turbulento, que en 2003 formó parte del primer libro del autor, Esto no es una pipa, Saturno, y que permanecía inédito en nuestro país. Su narrador se hace fuerte en la escritura para saldar cuentas con un progenitor distante, riguroso en extremo, desdeñoso de los intereses de su vástago hasta la violencia. Pero, consciente de que la literatura tiene mucho de abismo que te devuelve la mirada, decora su carta al padre con un extensivo catálogo de escritores que acabaron con su vida, comenzando por un Klaus Mann que no logró siquiera que papá Thomas asistiera a su sepelio y acabando con… ah, mejor no avanzar aquí el final. Porque son sesenta páginas duras, en las que se percibe ya con fuerza ese gran tema marca de la casa Halfon que es la identidad, en constante, inteligente y emotiva progresión: a medida que se van sumando reproches privados y nombres públicos (Hemingway, Quiroga, Woolf, Pavese…) surgen también nuevas voces y el relato se torna una tragedia coral, de visos universales, de palabra que mancha convertida en sangre.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en el blog En la lista negra



SaturnoSaturno, de Eduardo Halfon en el blog En la lista negra:

Los libros de la editorial Jekyll & Jill comienzan a contar sus historias desde la misma portada. El Saturno de Eduardo Halfon es negro como las fauces abiertas de un padre hambriento, como el estómago rugiente de un Cronos de apetito insaciable. Y el dorado de las letras que retratan al autor, al título, y a ese Saturno escondido al fondo de la contraportada, es la voz de un adulto vestido con los harapos de un niño a la sombra de su padre. Un padre que, en su ausencia, está en todas partes. Un padre que es muchos padres. Y el deseo de morir de ese hijo es el mismo idéntico deseo que experimentaron (y ejecutaron felizmente) en el pasado tantos otros hijos, tantas otras hijas.

Saturno es la historia del patriarcado encapsulada, un cuento que se repite, una boca que se hace grande y te devora.

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Saturno de Eduardo Halfon en el blog Entre montones de libros



Saturno

Nueva reseña de Saturno de Eduardo Halfon en el blog Entre montones de libros:

CARTA AL PADRE QUE NO ESTUVO

«Las cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mi.»

Las redes sociales, a veces nos permiten ver el proceso de construcción de un libro. En este caso incluso nos han dejado ver cómo se iban numerando los ejemplares. Y ese proceso en el que lo vemos nacer, a veces hace que se nos antoje. Hoy traigo a mi estantería virtual, Saturno.

En poco más de sesenta páginas, Eduardo Halfon nos deja una carta en segunda persona, dirigida al padre.

Este sería el resumen de lo que nos encontramos en Saturno, pero no tendríamos ni idea de lo que tenemos entre manos si nos quedásemos solo en ello. Porque Saturno alude al Dios que se comía a los hijos traídos al mundo por Rea y que amenazaban, tal vez, con destronarlo. Como tal vez cada hijo acaba por destronar a un padre y el padre se ve destronado en una suerte de visión premonitoria cada vez que mira a su recién nacido hijo. Y Halfon es ese Goya que lo reflejó en su cuadro y lo colgó en la ahora famosa Quinta del Sordo. Solo que Eduardo, lo refleja en palabras. Un torrente de palabras vomitadas de un hijo hacia su padre, cargadas de resentimiento por una vida de desunión y también un símbolo de todo lo que puede hacerse con palabras.

El protagonista, escritor, se aleja de un padre que no comprende que quiera dedicarse a escribir, y se refugia precisamente en las palabras, como si se tratase de un reino lejano, de un padre tirano que le niega esas palabras incluso al escribir una carta. Y así lo expresa e protagonista; la madre, la palabra y el padre, la ley. Porque Saturno tiene tanto de poesía como de símbolo, y quizás por eso, aunque sea una prosa limpia y desbrozada de todo adorno, va minando el alma del lector que ve como se desgranan muertes literarias página tras página, unidas todas ellas por un nexo común cada vez más visible mientras la sombra del padre acecha tras cada línea. Consigue además que el lector olvide que es un libro, tal vez una carta inventada, y que crea a pies juntillas que la barrera entre el autor y el narrador se difumina por momentos, y entre un padre y otro, y entre el suyo (del narrador) y, finalmente, el nuestro. Incluso pensamos en nosotros. Y cada ejemplo, todos reales, cada palabra, se convierte en un pequeño golpe a los ojos que leen, al alma que siente. Solo de este modo se concibe que un libro que hubiera podido ser leído en el tiempo que uno tarda en observar un cuadro, permanezca grabado en la retina como las grandes obras.

Creo que solo hay dos formas de enfrentarse a esta lectura. La primera es desde la distancia, observando un lento desgranar de desuniones, y temiendo el desenlace, incluso anotando anécdotas que luego buscar con detenimiento. O una segunda más arriesgada, sin distancia, susurrada, dejándonos llevar por lo que no dice para sentir el dolor y la rabia que habitan en el narrador y de este modo bucear en cada palabra no dicha. Y es que, al igual que el cuadro de Goya tiene muchas zonas oscuras que cargan de significado las figuras centrales, en este libro hay silencios escondidos que acechan entre comas, para coger a traición al lector.
Si dijera que Saturno me ha gustado me sonaría a mi misma como superficial. Digamos entonces que ha sido una experiencia cercana, completa, en la que nada parece al azar. Y digamos que el tacto del libro, el sonido de los dedos al pasar por su negra cubierta, unido al texto, a la edición cuidada, han potenciado esa sensación de estar ante un desnudo, ante algo privado. No ha sido la primera vez que me acerco a las letras de Halfon, y tampoco será la última.

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Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en la revista Le Cool



Juan Carlos Portero reseña Saturno  de Eduardo Halfon, en la revista Le Cool:

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Las exquisiteces de Jekyll & Jill caen como lluvia necesitada, amada, a veces protestada, como perlas diminutas, como este Saturno de Eduardo Halfon (Guatemala, 1971). Este guatemalteco ya publicó la obra en 2003, pero esta elegante edición es para «comérsela». Una larga carta en la que un narrador turbado escribe a su padre, severo y disciplinado. Una carta ácida que recuerda los últimos momentos de una larga lista de escritores suicidas. La voz describe una relación civil, porque la diplomacia así lo requería, porque ellos no tenían el valor para admitir esa creciente desidia, ese fracaso. Un desafecto, una completa frialdad que hace sufrir por la vergüenza que causa sus palabras y condenas. Una huida de la autoridad absoluta de un padre y su estricto carácter punitivo. Correr hacia el lenguaje, las palabras, la literatura, seguir escribiendo. Esos hijos que encuentran otra vida lejos de los padres ausentes, que claman la venganza a base de frialdad, distanciamiento e ingratitud. «El padre es un nombre, creo escuchar. Pero no hay nadie, padre. Estoy solo.» Llega a pensar en el suicidio como forma de reconstrucción, nunca de desaparición. Si enseñas a no llorar, nadie llorará tu muerte, porque somos las voces que escuchamos, las que van con nosotros en silencio. Una vez me preguntaron si para ser escritor había que suicidarse. No supe qué decir. La vendetta se sirve en Saturno.

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Saturno de Eduardo Halfon en Revista de Letras



Miguel Muñoz reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en Revista de Letras (1-5-2017):

Foto: Rosa Cruz

El escritor y su padre

¿Para qué escribir? Al final de Signor Hoffman —el libro de cuentos del guatemalteco Eduardo Halfon—, el narrador se da cuenta de que lo importante de la escritura es que sea un lugar de encuentro y reconciliación. Pero deja claro que importa más el acto en sí que cualquier posible función posterior. En ese sentido, al escribir, uno se encontraría y se reconciliaría sobre todo con uno mismo. La reedición de Saturno, una nouvelle extraída del primer libro de Halfon, desarrolla esta idea literaria e ilumina parte de la obra de su autor.

Si la escritura es un refugio, lo es en la forma de una trinchera solitaria en medio de un campo minado durante una guerra en curso. Halfon revela su estrategia de batalla en uno de los cuentos de Signor Hoffman, donde dice:

¨Soplo humo sobre mis orígenes guatemaltecos hasta volverlos más opacos y turbios».

Su obra está enlazada por la necesidad de escribirse a sí mismo tomando distancia de todo para después acercarse a conciencia poco a poco. En Saturno, el objeto de estudio es la figura del padre vista desde la literatura.

En su poemario Carta al padre, Jesús Aguado dice:

«Escribo para que no hayas existido nunca, padre. Para no haber existido yo mismo. Para protestar por todo lo que existe».

Jekyll and Jill

El mismo propósito anima al narrador de Saturno. Escribe en segunda persona dirigiéndose a su padre, como en una carta, pero sujetándose de fragmentos ensayísticos que intercala cada tanto. Éstos consisten en anécdotas y opiniones sobre escritores suicidas o escritores que sufrieron como hijos. Se lee, por ejemplo, sobre la vida del poeta estadounidense John Berryman, cuyo padre, al que le dedicó toda su obra, se suicidó cuando Berryman apenas tenía doce años. Otras vidas que el narrador comenta son las de Yukio Mishima y Yasunari Kawabata:

¨Los dos escritores japoneses más importantes del siglo veinte crecieron sin padre».

Como Aguado, Halfon abandona al padre y lo que éste representa para crearse desde la escritura y en el lenguaje. Ya desde Saturno, el guatemalteco discute con sus orígenes:

«No me siento latino, padre. ¿Recuerda cuando se lo dije? Tampoco me siento europeo. Ni americano, ni polaco, ni árabe. No me siento nada. Aún menos judío, padre».

Todas esas identidades confluyen realmente en Halfon pero, como demuestra éste y el resto de sus libros, un escritor necesita más de un padre, necesita todos los padres que la literatura pueda darle. En esta nouvelle esa carencia se repara con las voces que el narrador dice escuchar y a las que finalmente se entrega.

El proyecto literario de Halfon tiene que ver con un consejo de Goethe que él mismo cita:

«Haz de tu arte una sola confesión».

Más allá de la autoficción, su narrativa consiste en mentir bien la verdad, como definía Juan Carlos Onetti a la literatura a secas.

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Saturno

Entrevista a Eduardo Halfon en El Cultural de El Mundo


Eduardo Halfon: «Si la literatura es mi casa, entonces yo estoy alquilado»

Decir que es guatemalteco es como no decir nada. Eduardo Halfon nació en Guatemala pero pronto emigró a EE. UU, en donde, dice, nunca ha dejado de ser un invitado. Descendiente de judíos árabes y europeos, la mezcla es el todo en su literatura, como queda claro en Saturno (Jekyll & Jill) y Clases de chapín (Fulgencio Pimentel)

ALBERTO GORDO | 28/04/2017 |  Edición impresa

Foto: Lucía Corral

Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) es un escritor extraño. Para empezar, dice, su “lengua fuerte” no es el español, en la que escribe, sino el inglés, que aprendió a los diez años cuando emigró con su familia a USA. En Guatemala se había criado como un niño distinto, judío en un catolicísimo país: “Las tradiciones, las fiestas, los ritos, nunca fueron los míos”, dice. Allí sintió por primera vez el desarraigo. Su árbol genealógico nos da una idea: sus antepasados proceden de Beirut, Alepo, Alejandría y Lodz, en el caso de sus abuelos; y de Ucrania, Egipto, Palestina y España, en el de sus bisabuelos.

Tampoco su historia es la del escritor cuya vocación lo llamó desde niño. Halfon, ingeniero como Benet, era el “primogénito biemportado” de su familia hasta que descubrió los libros.

Tenía treinta años. Publicó una novela breve durísima, Saturno, que cayó como un hachazo en su familia: una carta al padre en la que, como Kafka, cortaba de raíz con su vida anterior. Se publicó en Guatemala en 2003. “Se agotó y nunca llegó a salir del país”, recuerda ahora. “Aún hoy es un libro prohibido en mi familia, del que no se habla. Ahora lo miro con simpatía, porque fue como entrar gritando en la literatura”.

Gracias a la editorial zaragozana Jekyll & Jill, Saturno se podrá leer ahora en España. Con éste coincidirá en las librerías Clases de chapín (Fulgencio Pimentel), que incluye tres antologías, dos de ellas tempranas: Clases de machete, Clases de dibujo y Clases de hebreo.

Desde su propia biografía, Halfon trata en sus libros los grandes temas de la narrativa judía. Está la búsqueda de la identidad, la relación entre padres e hijos, la diáspora, la asimilación, el baile entre lenguas. Hoy vive en Nebraska con su mujer, que es bióloga, y con su hijo Leo, que tiene seis meses. Desde allí conversa con El Cultural.

Pregunta.- Leído junto a Clases de chapín, uno siente que Saturno, aunque sea anterior, tiene mucho más que ver con sus libros posteriores, los que forman parte de su gran proyecto narrativo: El boxeador polaco, Monasterio o Signor Hoffman. ¿Está de acuerdo?
Respuesta.- Sí, la voz de Saturno es la de mis últimos libros. Ahí está, desde mi primer libro, la voz del narrador que ahora me acecha. Aunque aún no tiene nombre. Veo los cuentos de Clases de chapín, en cambio, como un taller de escritura en el que trato de descifrar cómo se escribe un cuento. Percibo ahí a un escritor buscando su pluma: está tanteando, está experimentando con diferentes técnicas, tiempos, voces y temas.

Se podría decir que Halfon despertó dos veces a la literatura. La primera en 2003, con Saturno. La segunda, cinco años más tarde, cuando decidió contar la historia de su abuelo polaco. De niño pensaba que lo que su abuelo tenía tatuado en el antebrazo era un número de teléfono que no quería olvidar. Pero un día, no mucho antes de morir, su abuelo le llamó, lo sentó a su lado y le contó su historia. Que era también la historia de cómo sobrevivió en Auschwitz gracias a un boxeador al que los nazis mantenían con vida para que los entretuviera peleando. Un día Halfon le habló de esa historia a Andrés Trapiello, que reaccionó así: “Si no la escribes tú, la escribo yo”.

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P.- ¿Sin la historia de su abuelo no sería el escritor que es?
R.- Es que mis temas, si están antes de El boxeador polaco, es por accidente. Es en ese libro cuando tomo conciencia de lo que quiero o debo escribir, y con el tiempo se ha convertido en mi libro madre. Yo no sé cómo llamarlo: no es un estilo, no es un tono. Es una especie de voz que de pronto encuentro y de la que no puedo desprenderme. Ahora en otoño se publicará el quinto libro de esa serie: Duelo.

 

Un invitado en la tierra

P.- ¿Cuándo cree que terminará su obra en marcha?
R.- No lo sé. Creo que hay dos posibles finales: o mato a ese otro Halfon narrador, o él me elimina a mí. O muere él o muero yo. No hay otra manera de salir de este embrollo.

P.- La infancia es una constante en sus libros, pero está muy presente en Clases de chapín. ¿Cómo vuelve a la infancia como escritor? ¿A través de traumas, de desvelamientos…?
R.- Siempre vuelvo a la infancia. Es algo que no pienso, que surge. Me interesa el momento en que abandonamos la infancia, cuando dejamos de ver el mundo como niños y nos despertamos a la realidad cruel de los adultos. Esa frontera está en Clases de chapín y estará en Duelo, en donde vuelvo a mi segunda infancia en Estados Unidos, al desarraigo, a cómo cambié de casa, de país, de lengua.

P.- ¿Es en esa mudanza cuando abandona al niño y adopta la mirada adulta?
R.- Algo sucedió ahí, sí. Aunque fue natural, no dramático. Nos mudamos al lugar en el que vacacionábamos, en Florida. Lo veía como una vacación larga, digamos. El trauma quizás me salió más tarde en forma de rechazo a Guatemala, e incluso a mi lengua materna. En Estados Unidos yo era también un desubicado. Pero siempre intentando aparentar ser norteamericano. Me comencé a vestir como los norteamericanos, empecé a hablar y a actuar como ellos. Es lo que hacemos los emigrados. Siempre he escrito desde ahí, desde fuera. Siempre he sido el extranjero. Por ahí aparece el judaísmo: el judío pertenece primero a una diáspora y luego al país donde nace.

P.- Steiner dice que el papel del judío es siempre el de ser un “invitado en la tierra”.
R.- Y de ahí su habilidad camaleónica, el hecho de poder adaptarse hasta físicamente. Como en Zelig de Woody Allen.

P.- ¿Cuándo le empezó a interesar el judaísmo como tema?
R.- Sólo cuando empecé a escribir. Es irónico que decidiese abandonar mi pasado por la literatura y que, más tarde, la misma literatura me lleve de vuelta a mis raíces. El judaísmo me interesa como narrativa, como búsqueda de una identidad, no como religión.

P.- ¿Es un tema que va ganando peso en su obra?
R.- Sí. Porque le he perdido el miedo.

P.- ¿A qué tenía miedo?
R.- Miedo a lo prohibido. Miedo a ofender a mi familia. Pero no sé si miedo es la palabra correcta. Hablaría más bien de un falso respeto. Fui quitándomelo poco a poco de encima hasta que en Monasterio lo traté de frente, haciendo un libro desde Israel, desde el Mar Muerto. Pero el miedo no me lo quito. Sigue conmigo, cada vez que escribo. Hay que escribir desde el miedo.

P.- ¿Su familia es religiosa?
R.- Más que religiosa, es muy tradicional. Está muy apegada a las tradiciones. Mi educación fue judía, me crie en un ambiente completamente judío. Cuando toco el tema sé que muevo esa higuera, sé que meto el dedo en la llaga. Y por supuesto ellos gritan.

P.- Ese es el gran tema de “padres e hijos” de los grandes narradores judíos, de Bellow a Philip Roth. ¿Se mira en ellos?
R.- Es algo más inconsciente. Ningún escritor católico se pregunta por qué es católico, qué significa ser católico. Los narradores judíos vuelven a eso una y otra vez. Si en algo nos parecemos todos es en que nos enfrentamos, quizás a nuestro pesar, a ese espectro enorme que es el judaísmo.

P.- ¿Por qué llegó un momento en que quiso recuperar el español, la lengua que previamente había rechazado?
R.- Fue algo impuesto. Tuve que volver a Guatemala al terminar la universidad. No podía quedarme en Estados Unidos: yo no soy norteamericano, todavía hoy sigo aquí como invitado, con una visa. Cuando regresé a Guatemala empecé a recuperar la lengua. Empecé a leer y a escribir y a trabajar la lengua de una manera más consciente para ponerla al servicio de la literatura. Fue todo un aprendizaje.

Saturno

P.- ¿Cómo funciona la autobiografía en sus libros? ¿Manipula los hechos, pero se mantiene fiel a las emociones, a las sensaciones, a los miedos?
R.- Así es. Mi biografía es un telón de fondo. Yo pongo, digamos, la escenografía: el poste de aquí es mi infancia, la luz de allá es mi rostro. Todos los elementos del escenario se corresponden con mi vida, pero el drama que sucede ante ellos, la historia que escribo ya no lo es. Ya es otra cosa. Es algo creado, artificial. Es ficción. No sé por qué lo hago así, no sé qué necesidad tengo de escribir de esa manera. ¿Verosimilitud, quizás? Es posible. Alguien lee Saturno y cree que yo, Eduardo Halfon, estoy al borde del suicidio. En mi familia lo leyeron pensando que era un ataque tremendo a mi padre. Esa es la lectura literal, pero creo que no es correcta. Aunque tampoco me molesta si sirve para que el texto pegue más fuerte.

P.- Sin embargo se ha señalado la falta de dramatismo en sus libros. ¿Es una decisión consciente, estilística?
R.- Eso es porque soy más cuentista que novelista. Yo escribo cuentos de hasta 130 o 150 páginas, pero son cuentos. Mi intención es cuentística: la acción permanece entre líneas, el drama no florece, sino que se mantiene en otro lado. Creo que ahí está la diferencia con la novela, y no en la longitud. En el cuento hay una intensidad contenida. Para que un cuento funcione ha de haber una bomba, pero esa bomba no puede llegar a explotar nunca. El cuentista ha de ser libre. Hace piruetas, te muestra un camino y después te lleva por otro. Así lo entiendo yo. Cuando me dicen que mis libros no terminan, o que tienen una estructura extraña, siento que no se han leído bien, o que se han leído con ojos de lector de novelas. Hay que cambiar de ángulo. Creo que la falta de dramatismo tiene que ver con eso.

 

“La literatura no es mi patria”

P.- ¿Qué cuentistas le interesan? No es fácil rastrear en sus cuentos las influencias obvias.
R.- He ido perdiendo las influencias a medida que hallaba mi propia voz. Leo todo el tiempo a los mismos: Carver, Cheever, Malamud, Williams. También a Chéjov. O al Bolaño cuentista, que fue importantísimo para mí. Pero no soy capaz de ver qué han dejado en mí. Creo que, sin darme cuenta, los he ido matando a todos.

P.- Dice que no sabe “cómo se siente una persona ligada a un pedazo de tierra”. Y que tampoco cree que la literatura sea algo así como su patria. ¿Puede el desarraigo llegar a ser total?

R.- No siento que la literatura sea mi patria, y lo siento cada vez menos. Cuando empecé sí tenía ese entusiasmo, esa esperanza de escritor joven. Cuando lees de joven eres un lector voraz, buscas todas las respuestas en los libros. Pero ese entusiasmo va menguando. Cada vez siento más que mi vida está por otra parte: escribo, leo, pero ahora soy padre. Esto tomó prioridad. Si la literatura es mi casa, entonces yo estoy alquilado. Estoy de paso por la literatura.

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Saturno

Eduardo Halfon

NADAL SUAU | 28/04/2017 |  Edición impresa

Desandar el camino en la obra de un autor es siempre una forma muy peculiar de diálogo: la mayor influencia que pesa sobre su lectura pasa a ser él mismo. En el caso de Eduardo Halfon, ese viaje nos lleva simultáneamente a corroborar la coherencia de su voz y la versatilidad que puede adquirir. Todo ello, en dos libros breves que le convierten en uno de los escritores mejor editados en España: tras Pre-Textos y Libros del Asteroide, las exquisitas Jekyll & Jill y Fulgencio Pimentel rescatan, respectivamente, Saturno y Clases de chapín (recopilación de los relatos contenidos en los volúmenes Clases de hebreo y Clases de dibujo, de 2008 y 2009, más los inéditos que se reúnen bajo el epígrafe Clases de machete).

Saturno asume convincente y equívocamente la herencia de la Carta al padre kafkiana para proponer una voz en primera persona que se dirige a su progenitor en tono recriminatorio, dolido, exacerbado. Esa voz oye otras muchas voces que rememoran el amplio catálogo de escritores suicidas que pueblan la literatura universal.

Así, la herencia familiar, que llevada a la síntesis perfecta no es sino la vida, y la muerte escogida, que es el suicidio, se entremezclan en un texto breve muy denso. Hay una decodificación inmediata que reconoce a Saturno como dios devorador de sus hijos o bien como emblema de la melancolía, y ambas lecturas están presentes en las sesenta páginas insomnes que lo llevan por título; sin embargo, hay más elementos en juego, siempre traspasados por cierta ambigüedad.

El narrador alude a la literatura y el lenguaje como “el mundo de la madre”, inaccesible para el hombre práctico y ejecutivo que fue el padre, ¿pero no es la literatura una devoradora de hijos a su vez? Por otra parte, el lenguaje o la literatura sirven al escritor para hablar del padre (“nunca pudo comprender que mi escritura era toda sobre usted”), pero a fin de cuentas, nos dice él mismo, “el padre es un nombre”, lenguaje en definitiva, aunque eso sí: el lenguaje de la tradición y la ley (“usted era la ley, padre”). El padre es identidad y fiscalización de esa identidad, un camino por el que el texto desemboca en lo judío y enfila su camino hacia un final sobrecogedor.

Clases de chapín también es magnífico, y presenta los registros halfonianos que más me han sorprendido. Que tanto el título como los epígrafes aludan al concepto de “clase” sólo puede remitir a la idea de aprendizaje (falso: también puede ser una referencia a la existencia de categorías), y ese es uno de los asuntos de estos relatos, entrelazado íntimamente con la presencia constante de niños o el peso reiterado de lo familiar entendido como conflicto, como Leviatán de imposible superación para el individuo. Un buen ejemplo de ello es el relato “Un buen machete”, en el que una adolescente que está desarrollando un desasosegante odio hacia su hogar descubrirá las amenazas que existen fuera de él.

Si los familiares son Leviatán, dejarlos atrás es entrar en territorio de lobos, lo cual remacha el concepto institucional, restrictivo pero proveedor de ley y orden, de la familia. Por cierto, en Clases de chapín las mujeres (o las niñas) están especialmente amenazadas en cuanto trasgreden las fronteras paternas. La alteridad, ya tenga la forma de una mano con muñones o de vecino nazi, está fuera del hogar, pero también dentro (puede ser una culebra, o un sapo negro). A esta dialéctica, Halfon le da una forma narrativa intensiva, que en el estilo se permite derivas no especialmente halfonianas, como en el transpirante “Mucho macho”. En todos sus matices, Clases de chapín y Saturno son libros admirables.

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Saturno de Eduardo Halfon en el programa Pompas de Papel



SaturnoSaturno, de Eduardo Halfon, el el blog del programa Pompas de papel, de Eitb Radio, por Kike Martín.

«Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) es un magnífico escritor que ha hecho de su vida y viajes materia literaria. Lo demuestran libros como El ángel literario, El boxeador polaco, La pirueta, Monasterio y Signor Hoffman, los dos últimos comentados por Txani Rodríguez en Pompas de Papel. En muchos de ellos el autor cuenta cómo son sus descacharrantes y divertidas relaciones con su familia judía, tanto en su país como en Israel. Ahora la editorial Jekyll and Jill rescata una pequeña novela que formaba parte de un libro que incluía otro texto, que llevaba por título Esto no es una pipa, Saturno y que se publicó en 2003. La nouvelle es una larga carta en la que un narrador desquiciado escribe a su padre, severo y devorador. Una carta amarga que describe los trágicos últimos momentos de una larga lista de escritores suicidas. Este relato fue publicado originalmente en 2003 y consagró a su autor.»

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Saturno de Eduardo Halfon en revista Eñe


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Miguel Ángel Hernández escribe sobre Saturno, de Eduardo Halfon, en su sección Aquí y ahora (Diario de escritura) nº 38, Revista Ñ:

«Llegáis a Edimburgo con el tiempo justo para dejar el coche y facturar el equipaje. Por problemas técnicos, en el avión no os dejan usar los dispositivos móviles y no podéis ver el final de Big Little Lies. Lees de un tirón Saturno, la pequeña novela de Eduardo Halfon que ha publicado Jekyll&Jill. Es una delicia. Una carta al padre, como la de Kafka, pero también un estudio sobre el suicidio literario. Halfon es un autor al que sigues desde hace tiempo. Te sedujo con El ángel literario y desde entonces no has dejado de leerlo. Este librito es en realidad lo primero que publicó, pero estaba inédito en España. Es una suerte que alguien se haya atrevido a editarlo aquí. Y sobre todo que lo haya hecho de esa forma tan delicada y primorosa.»

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Saturno de Eduardo Halfon en el programa de TV Plaza Mayor



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Dos recomendaciones literarias de Eric Gras en el programa Plaça Mayor de la Nova Televisió de Castelló Mediterráneo: En el corazón del corazón del país, de William H. Gass, publicado por la nueva editorial madrileña La Navaja Suiza, y Saturno, de Eduardo Halfon (Jekyll & Jill, 2017).

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Saturno de Eduardo Halfon en Artes & Letras de Heraldo de Aragón



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Saturno, de Eduardo Halfon, en el suplemento cultural Artes & Letras de Heraldo de Aragón, página 9, artículo «Autores e instantes», de Antón Castro, junto a Juan Rulfo, García Márquez, Miguel Hernández…

EDUARDO HALFON
«»Sus cartas, padre, me llegaban un par de veces cada año. Yo estaba lejos en la universidad, pero usted estaba aún más lejos de mí. Al inicio,
ingenuo, yo abría el sobre con una emoción contenida». Así empieza el libro ‘Saturno’ del narrador Eduardo Halfon que acaba de publicar la zaragozana Jekyll  & Jill en una edición pequeña y primorosa de un texto intenso, que es un homenaje a la ‘Carta al padre’ de Franz Kafka. Es un libro revelador, de búsquedas, de lecturas, de sombras, de citas de escritores y de continuo desconcierto existencial. «Yo también, padre, pienso continuamente en el suicidio». En el libro, de apenas 60 páginas pequeñas, abunda el dramatismo, el desamparo y la vecindad de la muerte.»

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Rocío Tizón reseña Saturno de Eduardo Halfon


SaturnoSaturno es un dios de la mitología conocido sobre todo por el cuadro de Goya, en el que aparece devorando a sus hijos. A cambio de ser nombrado rey, se comprometió a no tener hijos para que gobernaran sus sobrinos. Pero pronto descubrió que podría tener hijos y luego devorarlos. De la misma manera, la figura del padre planea a lo largo de Saturno (Jekyll & Jill), pero sin aparecer en ningún momento.
Se trata de un texto breve, de una nouvelle escrita hace tiempo por Eduardon Halfon y que ahora nos llega a los lectores españoles en una cuidada edición numerada. En ella, al igual que hiciera Frank Kafka con su famosa Carta al Padre, Eduardo Halfon nos presenta a un narrador atormentado que se dirige a su progenitor para reprocharle todo el daño que le ha hecho. Sus acusaciones no son baladíes: le culpa no sólo de todo lo malo que ocurre en su vida, sino también le acusa de maltrato físico y psicológico. Asimismo, también le reprocha sus ausencias. Esa dualidad, de padre ausente y maltratador cuando se encuentra en casa, ha marcado el carácter del narrador, obligándole a sacar a la luz sus propios fantasmas como forma de expiación.
Aparte de esta serie de reproches, analiza con detalle los suicidios que se han dado entre los escritores más famosos. De este modo encontramos a Virginia Woolf, Primo Levi, Ernst Hemingway, Silvia Plath, Horacio Quiroga, Alfonsina Storni o Cesare Pavese, entre otros. Todas son vidas más o menos trágicas que se nos narran brevemente y que culminan con la muerte voluntaria por mano del protagonista. A pesar de ello, no se trata tanto de la historia de un suicidio como de un intento de venganza hacia el padre, humillador y censor toda la vida, capaz de recriminarle al protagonista y de apuntarle hasta con un tenedor en la mano.
Se trata de una pequeña joya que se lee con gusto y que al mismo tiempo remueve la conciencia del lector. Muchas de las situaciones del libro serán fácilmente reconocibles por aquellos que han tenido padres severos. La sombra del padre es alargada y, en ocasiones, puede arruinar la vida del hijo, ya sea de forma inconsciente o con toda la intención, lo que resulta (si cabe) aun más aterrador.