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La madre de Wynston espera a su hijo a la llegada del colegio para hacerle una tirada de cartas del tarot de Jodorowsky y darle la merienda. La emisión televisiva de un partido de fútbol crucial se ve interrumpida por una transmisión violenta en la que dos encapuchados flanquean a un rehén medio apiolado en una silla: el presidente del gobierno español. La reacción del niño:
este Presidente será rápidamente sustituido por otro y el partido de mañana es la única final de fútbol que podré jugar con trece años; si pierdo ese momento, nunca volverá.
Comienza una debacle con estribillo que revienta todo lo narrado cada vez —como el de «Some Velvet Morning», cuando Nancy Sinatra clama que es Fedra—, y está hecho de sucia carne de Rabelais mechada con el speech de un locutor deportivo. El narrador profeta de esta fábula desvía un dedo ya de por sí torcido para engañar la peste a boca del idioma y hace resucitar a Isidoro, una especie de célula durmiente ducassiana, avidísima y exultante. Isidoro, mesías villano, coge de la mano a Wynston y a otros que se encuentra, se cruza o atraviesa. Y la cosa ya se pone de un Walpurgis que van bien dados los que esperasen un caminito cantarín con los personajes del mago de Oz.
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ALEJANDRO HERMOSILLA en EL COLOQUIO DE LOS PERROS (9-10-2016)
«Lo que más me gusta de la Fábula de Isidoro de Fuertes Tarín es su actitud. Su visceralidad a medio camino de la anarquía y la rebeldía adolescente. Su necesidad y ansia de corromper, demoler. Como ponen de manifiesto esa prosa cruda llena de vaivenes semejantes a navajazos lingüísticos o esas frases aceleradas que en realidad, son violentos puñetazos a las tripas del lenguaje, así como al orden establecido. Cuchilladas en el vientre de la narrativa española contemporánea y su sociedad. De hecho, no veo el relato tanto como una narración sino más bien como un ladrido. Los berridos de varios perros hartos de sus amos, los collares y la comida procesada que ingieren diariamente.» …seguir leyendo
SERGI VICIANA en FANTÍFICA (2-6-2016)
«Los pies de barro de nuestra realidad se licuan por efecto del Turia, del Guadalquivir y del Manzanares, pero sobre todo de las cloacas, y toda la absurda solidez de nuestra sociedad se viene abajo. Sin embargo, no se trata de algo repentino, sino que se va dando poco a poco, hasta el momento en el que el lector se ve obligado a plantearse cuánto de lo que está leyendo es real y cuánto no, cuánto es producto de las drogas y cuánto es mero delirio de alguien que las ha consumido durante muchos años. La respuesta, por supuesto, es que nada es real: es una novela. Pero el hecho de que aceptemos como realistas cosas como que torturen y prendan fuego, vivo, al presidente del gobierno en las primeras páginas del libro nos hace, una vez terminada su lectura, replantearnos la verosimilitud de nuestra realidad. Actos —y reacciones a esos actos— que deberían resultarnos inverosímiles se asumen con absoluta normalidad, y la frontera entre lo real y la fantasía se va volviendo más difusa, sin que consigamos tener ningún referente fijo que nos sirva de faro.»...seguir leyendo
JOSEP MARIA NADAL SUAU en EL CULTURAL de EL MUNDO (6-5-2016)
«Y ya que hablamos de vigencia, es otra ‘anécdota-pero’ que la reedición de las fábulas de Goytisolo coincida con la aparición en la exuberante editorial Jekyll & Jill de la Fábula de Isidoro, de Julio Fuertes Tarín (Valencia, 1989), otra fábula sin animales e idiomáticamente burra, que no es como las que nos ocupan pero puede entenderse con ellas, y que también parece intuir algún desajuste en las relaciones entre lenguaje y propiedad al afirmar que “la escritura puede cambiar el mundo (sobre todo la notarial)”.»...seguir leyendo
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