Saturno

Saturno de Eduardo Halfon en Poemas del alma



Tes Nehuén reseña Saturno, de Eduardo Halfon, en Poemas del alma:

«Saturno», de Eduardo Halfon

Mirar el abismo, entender sus límites, zambullirse en él, como lo expresara César Pavese, es la única forma de salvarse del dolor. Y es eso lo que hace en “Saturno” Eduardo Halfon (Jekyll & Jill). Y nos ofrece un libro en el que, a modo de carta, un narrador destrozado se dirige a su padre e intenta materializar la tristeza, la decepción y el abandono haciendo de toda esa herida literatura. Un libro exquisito, que te va a hacer llorar, porque llorar es lo mejor que sabemos hacer los heridos de muerte.

Saturno, el peor padre de la historia

Lo que realmente me interesaba no era su dinero sino sus palabras. Esta frustración es la que lleva al protagonista a dirigirse a su progenitor. Pero ¿cómo se le habla-escribe a un padre que no ha cumplido con su tarea de protector –o que ha entendido su función de padre únicamente en las tareas de procreación y manutención, dejando a su hijo absolutamente desprotegido en un mundo donde la crueldad y la incomprensión son moneda corriente–? ¿Cómo escribirle a un padre ausente, a quien ni siquiera le puedes reprochar la ausencia, porque te ha enviado reglamentariamente su dinero, te ha dado ropa y comida –es decir, no te ha faltado de nada, como suele decirse, gracias a él–? Con ira, tristeza y un punto de desesperación; porque has carecido de todo, de todo lo que alguna vez entendemos que nos habría hecho falta para crecer como criaturas sanas, libres, fuertes.

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“Saturno” es una larga carta que se asemeja a aquel libro maravilloso de Franz Kafka, “Carta al padre”, en el tono melancólico y la furia a la que nos condena la orfandad. Sin embargo, se levanta con ambición para hacer propia la voz de la tristeza de miles de niños y niñas abandonados. Porque escribir puede salvar del derrumbe y porque, a veces, la ira es lo único que puede mantenerte a salvo. Y aunque esa frase no es mía, la asimilo como si lo fuera.

Saturno, el dios capaz de destruirlo todo, el padre capaz de devorar a sus hijos, el dios reducido a simple mortal por contradecir las promesas de la herencia. Saturno, que no es precisamente el ejemplo de padre en la mitología, es el nombre que escoge Halfon para dar vida a este libro maravilloso. Partimos de esa idea: el peor padre de la mitología (progenitor, por cierto, de un par de dioses y diosas inolvidables) para referirse al propio padre.

Un corazón abierto a (en) la palabra

“Saturno” se trata de una mirada a la tristeza a la que nos condena la falta de padres, pero sobre todo es una mirada a lo que la literatura le debe a infancias infelices, por difícil que resulte mirarlo así. No obstante, no se queda en un discurso simplista. Y aquí creo que reside el carácter más llamativo de este libro: el discurso es desordenado, lleno de palabras que parecen tacharse o anularse entre sí. Así no es difícil comprender que se trata de un personaje cuyo sistema emocional es caótico, lleno de heridas y dudas. En este punto, la forma en la que hilvana su discurso Halfon me parece alucinante, porque te atrapa desde la primera línea y te lleva por un viaje a través de los suicidas y los huérfanos de la historia de la literatura.

Y quiero hablar especialmente de su estética, porque el editor, Víctor Gomollón, ha sabido construir una obra de arte fascinante. Creo que la lectura se disfruta mucho más gracias al material que lo acompaña. Se trata de una edición delicada, pequeña y oscura como una brasa, como el corazón en cenizas del narrador. Un objeto-libro exquisitoque sirve para demostrar que una buena encuadernación (escogida especialmente teniendo en cuenta el contenido) hace muchísimo en cuanto al resultado final de cada libro. Gomollón en Jekill & Jill está todo el rato dándonos pruebas de ello, como casi nadie.

 

Todas las voces de los huérfanos

Vachel Lindsay, Horacio Quiroga, Sylvia Plath, Assia Wevill, Paul Celan, Virginia Woolf. Huérfanos o hijos de padres ausentes o exigentes, que para el caso es lo mismo: carentes del amor paternal que dice la psicología puede ayudarnos a desarrollar una autoestima saludable y una vida feliz. Halfon construye un discurso escogiendo a un personaje desquiciado que se apoya en todos ellos para hilar su propia historia, para hablar con su padre y demostrarle que toda esa violencia que surge al pensarlo o hablarle no sólo no es gratuita sino que ni siquiera es responsabilidad suya. Podemos extraer así de esta lectura una tesis sobre lo que la literatura le debe a la orfandad y sobre lo mucho y poco que salva el descubrimiento de un método que sirva para canalizar ese corazón lleno de heridas, cenizas de un amor que debió suceder pero no tuvo tiempo ni lugar.

El libro parte con aquella cita de Pavese que dice que la única forma de salvarse del abismo es mirarlo, sondearlo, bajar hasta sus cimientos y abrazarlo. César Pavese, sin embargo, fue otro de los huérfanos que encontró la paz en el suicidio: murió de sobredosis a los cuarenta y dos años.

dice Halfon, en este monólogo que se abraza a la orfandad y que funciona como una plegaria contra el abandono, como una prueba irreductible de lo que el abandono nos hace. El hueco de infancia que ha dado vida a las mejores letras de la literatura, fue también el responsable de muertes catastróficas, de vidas solitarias en las que la frustración del beso y el abrazo no recibido latió como un corazón dormido, siempre dispuesto a despertarse con el beso del príncipe.

Hay que dejarse besar por la mirada de Halfon para reconstruir el sentimiento y nadar hacia la luz a través de sus letras, y de las voces de los huérfanos de la literatura.

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