Incertidumbre

Isabel Parreño reseña Incertidumbre de Paco Inclán



Incertidumbre

Isabel Parreño reseña Incertidumbre, de Paco Inclán, en la revista Vísperas:

La lectura de las primeras páginas de Incertidumbre de Paco Inclán no deja lugar a dudas sobre lo acertado del título. Porque es esa y no otra la sensación de inquietud, desasosiego o recelo que cerca al protagonista-narrador en la mayoría de los relatos que componen el libro. Publicado en 2016 por Jekyll & Jill, la edición responde al esmero y buen gusto que caracterizan a la editorial zaragozana.

El libro engarza varias historias breves y un relato final algo más extenso que podrían situarse a medio camino entre la crónica periodística, el cuaderno de viaje y el diario personal. La «incertidumbre» que puede asaltar al lector en sus inicios sobre lo que tiene entre manos se disipa velozmente ante el desparpajo con el que Paco Inclán maneja los resortes de la narración. El estilo periodístico contribuye en algunos casos al distanciamiento paródico con los hechos narrados, siendo el humor uno de los recursos más interesantes y atractivos de la obra.

¿Pero qué puede llevar al protagonista desde Alcobendas a Guinea Ecuatorial, o desde Islandia a Menorca, pasando por Chile? Desplazamientos geográficos tan dispares responden también a movimientos vitales no siempre justificables desde un punto de vista sensato. Ese es, a mi parecer, el mayor encanto del libro: mostrar las contradicciones, lo absurdo, lo disparatado de algunas situaciones de la vida, el esfuerzo inútil por domesticar y clasificar la realidad cuando ésta supera con creces cualquier ficción. El cuaderno de viaje pierde en parte su esencia descriptiva para convertirse en un análisis antropológico de la cambiante naturaleza humana. Porque no son los paisajes o las peripecias de la expedición lo que interesa al protagonista sino el retrato del individuo, sus motivaciones, su comportamiento, sus reacciones… El extrañamiento producido por la mirada del narrador proporciona, dentro de su innegable subjetividad, la perspectiva del extranjero, la del que da un paso atrás para contemplar con curiosidad el extenso panorama de los seres que habitamos la tierra.

La huida parece ser el motor de «Dar la cara por Irlanda» y «Relecturas de Julio Verne». En el primer caso, la huida de una relación sentimental fracasada acaba con el protagonista en un pub irlandés viendo la final del campeonato de fútbol gaélico. La ilusión de unidad entre católicos y protestantes frente al evento deportivo se disipará con la misma rapidez que los efectos de la borrachera. En el segundo caso, evitar las fiestas falleras es el punto de partida para refugiarse en la isla de Formentera. El descubrimiento de prácticas homosexuales furtivas en el Faro de la Mola —lo que se conoce como cruising— y su relación con Julio Verne es suficiente acicate para adentrarse en tan rocambolesca aventura.

Los encargos profesionales más o menos difusos relacionan otras dos historias. En «Cosmovisiones» es la cobertura del Festival Internacional de cine en Dajla, Sahara, lo que le permitirá al narrador comprobar de primera mano si la costumbre de eructar en la mesa significa un cumplido para las costumbres árabes.

La segunda tarea encomendada, la de realizar un reportaje sobre un histórico equipo de fútbol guineano, acaba en el olvido al conocer a un español, el único blanco de la población de Rebola. El personaje, un albañil bravucón víctima del descalabro inmobiliario del levante español, ha llegado a mimetizarse con la vida y costumbres del país de un modo tan sorprendente que fascina y cautiva al protagonista.

Otro grupo de relatos obedecen a empeños personales más o menos explicables. Llegar hasta la perdida población de Reykholt con la pretensión de conocer al escritor más famoso de Islandia puede ser una buena forma de matar el tiempo en las últimas horas de estancia en el país. Comprobar que se trata de un escritor medieval convierte la tarea en «crónicas que no serán». Desvelar el paradero del «otro brazo» de San Vicente en Braga, o entrevistarse con Paulino Cubero, el autor de la letra del himno español, dibujan recorridos más o menos azarosos cuyos resultados serán siempre insospechados.

Mención especial merece a mi juicio Munificencia, una irónica y desternillante descripción de una velada con la familia Cárdenas en Chile. Atrapado por el exceso (de comida, de atenciones, de halagos) el protagonista me ha recordado el genial cuadro de costumbres de Larra titulado «El castellano viejo».

El último capítulo lo ocupa la narración más extensa: «Hacia una psicogeografía de lo rural». El texto, autodenominado cuaderno de campo, recoge a modo de apéndice una experiencia artística llevada a cabo en una parroquia de Vigo. Auspiciado por el colectivo Alg-a Lab, la Fundación Campo Adentro y el Museo Reina Sofía el narrador nos traslada el proceso vital experimentado durante su estancia de tres meses en un entorno rural vecino a una gran urbe, experiencia que le sirve para teorizar sobre los conceptos situacionistas acuñados por Guy Debord.

Según explica, la psicogeografía se basa en el estudio de los efectos y las formas del ambiente geográfico en las emociones y comportamiento de las personas. Para llevar a cabo esta experiencia, el autor se instala en un contenedor situado en una población periférica de Vigo. El método utilizado para recabar experiencias consiste en deambular sin rumbo fijo, abierto a sorpresas y situaciones no buscadas. Las anotaciones en el diario del artista constituyen una sabrosa narración, hilarante por momentos, de sus encuentros con los paisanos, su desesperación ante el rechazo de la comunidad o la feliz culminación del experimento.

Llegado a este punto no puedo sino confesar mi perplejidad ante lo que consideré el relato más disparatado, más paródico e imaginativo de todo el libro. Aclararé que vivo en Vigo y, llevada por una curiosidad de último momento, tecleé en Google tan bizarro experimento para comprobar que, en efecto, la noticia era recogida por el periódico local el 11 de septiembre de 2011.

La realidad al servicio de un modelo de ficción posible, la ficción transformada en expresión de una dimensión humana transcendente. ¿Existe un juego más literario que el que nos propone Paco Inclán?

En definitiva, es Incertidumbre un libro para celebrar sin prejuicios: divertido, íntimo por momentos, socarrón y desmitificador. Un libro imposible de etiquetar, desconcertante, contradictorio y tierno. Un libro por el que transita libre la melancolía porque, algunas veces, todos podemos encontrarnos perdidos… «pero sin derivas sin milongas».

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