Entrevista a Francisco Ferrer Lerín en Diario ARA

Jordi Nopca entrevista a Francisco Ferrer Lerín en el diario ARA. (8-11-2014). Aquí la transcripción en castellano de la versión larga.

FRANCISCO FERRER LERÍN. POETA Y NOVELISTA
-‘Mansa chatarra’ recoge una pequeña parte de su producción literaria, desde ‘El monstruo’, escrita en el año 1963 –cuando contaba solamente con 21 años–, hasta ‘Domicilios, 21’ (2013). ¿En estos 50 años de trayectoria, qué ha cambiado, en su proceso de creación?
Fundamentalmente el tratamiento de las fuentes literarias. Con el paso de los años la imaginación disminuye y, también, se procesa peor el material conseguido a través de las lecturas. Quiero decir que mi primer libro édito, «De las condiciones humanas» (1964), está influido por la ‘poesía del inventario’ de Saint-John Perse pero el resultado es una literatura independiente de la del poeta antillano, literatura, esta última, que sedimento y proceso integrándola en un magma de creación propia. En «Fámulo» (2009), en especial en la sección «Paleografías», las fuentes son inmediatas, se vampirizan con total desparpajo pero se deja espacio para la manipulación, para la descontextualización y otros cambios, eso sí dentro de un magma propio de menor dimensión que en los tiempos de juventud. Finalmente, en los poemas de la sección «Experimenta» de «Hiela sangre» (2013), la copia es total; textos de origen no pretendidamente literario (traducciones robotizadas halladas en la red, epígrafes, índices) son volcados sin más, con levísimas manipulaciones.
-Una de las constantes de su obra ha sido la fragmentariedad, desde los poemas de ‘De las condiciones humanas’ (1964) hasta ‘Mansa chatarra’ (2014). ¿Cómo defendía la brevedad expresiva en los años 70, cuando publicó ‘La hora oval’, en un contexto literario donde preponderaba la novela?
«La hora oval» (1971) recoge textos de 1959 a 1970 y fue publicado en una colección de poesía. Quiero decir con esto que su ‘aspecto prosa’ no ha de inducir a error; pretendía escribir poemas pero ya entonces no tenía claro cuáles eran los límites de este género; de hecho la expresión ‘escritura fronteriza’, que nunca he sabido si fue acuñada pensando en mi obra, es la que más me conviene. O sea que los textos de «La hora oval», y similares, no entraron en conflicto con ninguna tendencia narrativa, por lo que nunca tuve que defenderlos, cosa que, por otra parte, no hubiera hecho ya que mi paso por la literatura se produce en términos de apartamiento de las modas y, sobre todo, fuera de los corrillos y asambleas.
-¿Cuando escribía ‘De las condiciones humanas’, había dejado ya los estudios de medicina? En ‘Níquel’ cuenta que prácticamente “nadie entonces hablaba en catalán”. Aunque resida en Jaca desde hace años, ¿qué cambios ha observado en la ciudad de Barcelona cada vez que ha ido volviendo a la ciudad donde nació y creció?
Empecé los estudios de Medicina en 1959 y los abandoné en 1962, iniciando entonces un recorrido por otras Facultades barcelonesas. Concretamente, al abandonar Medicina empecé Filosofía y Letras, disciplina en la que me licenciaría (Filología Hispánica). Lo que digo en «Níquel» es que ‘nadie entonces hablaba en catalán, (…) nadie que yo tratara’ y sigo con otras precisiones sobre el tema; estamos en 1961 y esa situación, nada incómoda por cierto, era la que se daba en Barcelona en amplios sectores de la burguesía donde convivían a la perfección ambas lenguas; en mi casa mis padres hablaban entre ellos en catalán y conmigo en castellano. En el total de mi familia, materna y paterna, donde todos los apellidos son catalanes excepto «Lerín», ocurría lo mismo, con variaciones, claro está, que iban desde un tío mío, de ‘la seba’, que impartía clases de catalán en un colegio religioso (ya en los cuarenta), hasta algún sector que no entendió que yo aceptara la plaza de profesor de lingüística catalana en una universidad del sur de España. La Barcelona actual no es la de 1968, que es cuando la dejé; esta obviedad se concreta, en mi caso, en la desaparición de los cines y librerías que frecuentaba a diario y en la omnipresencia de las hordas turísticas (el turismo es la más nefasta de las actividades productivas, es lamentable que esta forma de prostitución, de la venta del paisaje y de la cultura, sea la única manera de que España salga adelante). Si detrás de su pregunta está la cuestión lingüística le diré que pese los ingentes esfuerzos inmersores no se aprecia, en el ámbito en que me muevo, demasiada diferencia respecto a aquellos años.
-Su única incursión en la novela fue en el año 2005, ‘Níquel’, posteriormente incluída en ‘Familias como la mía’ (2011), que era completada con las prosas de ‘Nora Peb’. ¿Es verdad que su estímulo inicial fue un encargo de Frederic Amat? ¿Por qué no llegó a convertirse en película?
Estuve treinta y tres años sin escribir y un episodio fortuito, una conferencia que di en el Instituto Francés de Barcelona, permitió que un grupo de seguidores durmientes de mi poesía asistiera a la misma al verla anunciada en la prensa. A través de ellos entré en contacto con Frederic Amat, con el que mantengo gran amistad. Amat quiso rodar un mediometraje apoyado en mi vida y obra (acababa de rodar uno sobre el único guión que escribió García Lorca y otro sobre el único guión de Joan Brossa) pero al comprobar que BTV ya había emitido, dentro del programa «Lletres», un reportaje sobre mí de más de una hora, me propuso que escribiera un guión, y así lo hice. «Die Rabe», incluido en mi libro misceláneo «Papur» (2008), es un guión técnico y literario que, como tantos maravillosos proyectos, no pudo culminarse.
-“Los naipes nacieron conmigo. No tengo conciencia exacta de cuándo empecé a manejarlos pero sí tengo presentes varios hitos en esa prehistoria de mi vida de jugador”, escribe en ‘Níquel’. Las partidas de póquer son uno de los ejes temáticos de la novela, junto a la ornitología, los servicios secretos y el gusto por la seducción. ¿Qué queda de todo ello en el Francisco Ferrer Lerín de hoy?
“Níquel”, mejor “Familias como la mía”, es una novela, es ficción pues. Es sabido que toda primera novela incorpora elementos autobiográficos por lo que es de suponer que en mi caso también fue así. El póquer, en especial una variedad del mismo, el póquer sintético, fue un juego que practiqué con cierto éxito en los años en que dejé de escribir, dedicando buena parte de sus beneficios a la causa naturalista, en especial a la recuperación de las poblaciones de aves necrófagas de las provincias de Huesca y Lérida. Algunas anécdotas de aquellas partidas se recogen en la novela. También, mi paso por IBM y BULL me permitió conocer, hasta donde fue posible, el funcionamiento de determinada agencia norteamericana de prospectiva e inteligencia con delegación en Barcelona. Y de ello, con las naturales reservas, también escribo. El póquer desapareció de mi vida hace ya muchos años, la ornitología de campo la practico de forma amateur y no sé en qué acabarían las aventuras de aquellos simpáticos espías con los que mi madre coincidía a menudo en el ascensor ya que su ‘oficina’ estaba justo encima de la vivienda de mis padres. ¿Seducción? Intento mantenerme en forma.
-¿A raíz de la publicación de la novela, qué tipo de comentarios le llegaron en relación a los vínculos de Pablo Amatller con los servicios secretos? ¿Cuál fue su reacción?
Esa es la parte de la novela que ha resultado menos convincente. Por un lado existe la creencia de que toda persona que colabora para esos servicios es James Bond cuando, la realidad, es que su aspecto es similar al de un funcionario del catastro. Lo que se narra en el libro es la progresión de un individuo desde una prueba de inteligencia realizada en la infancia en el departamento paidométrico de los Jesuistas de Sarriá hasta participar en algunos actividades no declarables. Mi novela no tiene una intención moralizante, sólo informa de que no hay hechos inocuos, como por ejemplo apuntarse a unos cursos gratuitos de programación en una multinacional.
-Una historia que cuenta en el libro que despertó mi curiosidad fue el viaje a Magán para comprobar si el geógrafo del siglo XIII Yakut Abdilla ar-Rumí tenía razón cuando aseguraba que la tierra era comestible. ¿Hay una base autobiográfica, en esta historia, aunque seguramente sus amigos y usted no acabaran siendo atacados por una manada de chacales dorados?
La ingesta de barro, concretamente el de la localidad portuguesa de Estremoz, era común entre las damas elegantes del XVI; es fácil rastrear sus consecuencias en la iconografía de la época: rostros demacrados, pálidos, fruto de la opilación y el estreñimiento. El episodio descrito en la novela es pura ficción, reconociendo siempre que la ingesta de barro y la posible existencia de adives en esa región (Cervantes, El Quijote por ejemplo), en el XVI, son hechos admitidos, y que mi amistad con Félix de Azúa y Pedro Gimferrer ya existía, no en el XVI, pero sí en los sesenta.
-En ‘Mansa chatarra’ encontramos notables historias de seducción (‘La heredad’) pero también de acoso y asesinato (‘Muerte de Joan Marsh’). En ‘Níquel’ contaba también un inquietante proyecto de Pablo Amatller y su amigo Octavio Torres, que pretendían anestesiar con éter a una chica –Ramona– y “llevar a la práctica provechosas fantasías” con ella “tumbándola sobre un poyo”. La exploración de la sexualidad conlleva a veces un acercamiento literario a la brutalidad. Sin embargo, sus palabras son siempre pulcras, aunque cuente un intento de violación. ¿Por qué?
Soy un científico y así veo y describo las cosas. La sociedad está impregnada de moralina, de hipocresía. Y el sexo sigue siendo el principal tabú; la tradición judeo cristiana, en la que seguimos estando inmersos, condiciona nuestras palabras y nuestras obras. Además, la historia de la literatura rebosa de lances amorosos en los que la violencia, el castigo corporal, se enseñorean de la acción y condicionan la definición del placer.
-“Sólo algunos tratados botánicos –Pío Font Quer–, zoológicos –Perrier– y etimológicos –Corominas, pese a la aburrida rémora localista– consiguieron emular esa maravillosa sensación de libro total, de fuente inagotable de información sin vocación de cripticismo”, escribe en ‘Níquel’. ¿Qué otros ‘libros totales’ añadiría a esta pequeña enumeración? ¿Y en la confección de ‘Bestiario’, cuáles fueron los referentes fundamentales?
Libros totales son, por ejemplo, El AntiguoTestamento, el Diccionario de Autoridades y el “Diccionari Català-Valencià-Balear” editado por Moll. “El Bestiario de Ferrer Lerín” se nutre del “Tesoro de la Lengua Castellana o Española” de Sebastián de Covarrubias, del “Diccionario Infernal” de Collin de Plancy y de multitud de diccionarios, manuales y tratados, algunos dudosos, cuando no apócrifos.
-¿En estos últimos cinco años, cuáles han sido las lecturas –ya sean poesía, narrativa o ensayo– que más le han impresionado¿ ¿Por qué motivos?
En poesía, “Los muertos y los vivos” (Bartleby, 2006) de Sharon Olds, por el sensual manejo de los tópicos domésticos: la muerte, la ternura, la infancia, la ancianidad. En filosofía, “Contingencia, ironía y solidaridad” (Paidós, 2009) de Richard Rorty por su profundo debate sobre el ironismo. En teoría literaria, “La gran licencia” (Universidad Diego Portales de Santiago de Chile, 2013), una selección de artículos de John Ashbery, realizada por Gonzalo Torné, en la que hallo importantes aportaciones al conocimiento de Borges y Elisabeth Bishop. En narrativa, “El interior” (Malpaso, 2014), una novela del argentino Martín Caparrós, una obra de viaje, de aventura, de descubrimiento, que utiliza herramientas nuevas, y que me está aportando forma y contenido para mi próxima novela.
-Ha aparecido en libros como ‘Paseos con mi madre’, de Javier Pérez Andújar, en ‘Bartleby y compañía’, de Enrique Vila-Matas y en ‘El diario de un hombre humillado’, de Félix de Azúa. ¿Cómo reaccionó ‘leyéndose’ en cada caso?
Siempre es agradable que los amigos se acuerden de uno.
-En ‘Efeméride’ –incluído en ‘Mansa chatarra’– explica el día en que cumplirá ochenta y siete años. Escribe que “una de las ventajas que tiene alcanzar cierta edad es posibilitar la culminación de proyectos como (…) el mecanismo de clausura de sueños”. ¿Ha experimentado esa misma sensación, aunque solamente tenga setenta y dos años?
La vengo experimentando desde hace tiempo. Los sueños constituyen, en la actualidad, mi más preclara fuente argumental, por delante de los recuerdos y el plagio. Los sueños son el registro de lo soñado y sólo se registra lo último, lo cercano al despertar. Con la vejez se duerme de modo interrumpido lo que proporciona un provechoso caudal de sueños. Consciente del gran valor que tienen los sueños para la buena marcha de mi producción literaria procuro mimarlos y fomentarlos; no sólo consigo, a veces, clausurarlos cuando resultan molestos sino que propicio la continuación de los sueños poco desarrollados o de excelente factura.
-Empezó a escribir en un blog en el año 2008. Una parte de las entradas ha formado parte más adelante de dos libros: ‘Gingival’ (2012) y el último apartado de ‘Mansa chatarra’ (2014). ¿Estimuló el blog su creatividad en algún sentido? ¿Tiene pensado publicar más material relacionado con él?
Tenía una página en la que insertaba información y textos pero fue atacada y destruida por un grupo integrista lo que animó a dos de mis doctorandos de la universidad de Zaragoza a proponerme la apertura de un blog. Este soporte permite la rápida publicación de textos breves a medida que los voy produciendo, a la vez que los comentarios ayudan a delimitar los márgenes de error. Pero lo principal es que el modelo de texto que cuelgo en el blog ha resultado ser, en este momento, el que mejor se acomoda a mi modo de entender la escritura; su extensión, su cadencia, su carácter pantanoso y la posibilidad de acompañarlo de imágenes hacen que incluso una singladura de mayor dimensión como en la que estoy enfrascado participe de este tipo de estructura.
-La presencia de la muerte –observada a menudo sin truculencia– aparece con frecuencia tanto en sus prosas como en sus poemas. ¿Diría que las menciones a la extinción (propia o ajena) son menos frecuentes en la actualidad que cuando escribía ‘La hora oval’ (1971) y ‘Cónsul’ (1987)?
No lo sé, habría que repasar toda la obra. En principio parecería que la asunción del fenómeno ‘muerte’ es más fácil a los 90 años que a los 15. En la serie “Necrologías”, que publiqué a lo largo de varias semanas en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, se dio la circunstancia de que rellené el espacio, la segunda parte del binomio que indica el año de nacimiento y de defunción en la ficha biográfica del autor, proponiendo 2016 para este segundo acontecimiento. Creo recordar que la cosa quedaba así (Barcelona, 1942 – Canfrán quemado, 2016). En cuanto a la extinción masiva, o mejor, el espongamiento poblacional, es correlato lógico de mi intensa ética ambiental que, de manera ineludible, concluye que todos los problemas del planeta suceden por el incontrolado crecimiento demográfico humano.
-En ‘Sueños 1’ recuerda tres de los sueños más repetidos en el verano de 2004. En uno de ellos comenta un espacio que quedaba más allá del “estanque colmado por escombros” de las afueras del colegio de los jesuitas donde estudió en los años 1949, 1950 y 1951. Acaba dudando de si se trata de un sueño o si realmente visitó aquel “lugar de muerte”. ¿Ha confundido realidad y sueño en alguna otra ocasión?
En el colegio San Ignacio, ’los Jesuitas de Sarriá’, estudié Preparatorio, Ingreso y los tres primeros cursos de Bachillerato. De esos cinco años guardo muchos recuerdos, no todos prescindibles. El episodio de la visita a ese espacio de desolación ha conformado varios sueños de los que su recuerdo se solapa, inevitablemente, a la rememoranza del hecho vivido en el llamado ‘mundo real’. Tantos años de vida acarrean muchas situaciones de duda, entre ellas las que inpiden discernir entre lo sucedido en esos dos planos.
-El primero de ‘Sueños 1’ está dedicado a “la corporeidad insólita y gigantesca” que se le aparece de niño, cuando iba con sus padres por la Nacional II. En uno de los poemas de ‘Fámulo’ (2009), ‘Matusalén (2)’ revive esta experiencia en verso: “De qué estaban hechas / esas formas, coliflores / de algodón, o, tal vez, orografías de matorral, incluso / abriendo, con violencia, / los ojos, / no consigo, / que se vayan”. ¿Continúa siendo visitado por este sueño? ¿Es uno de los momentos más felices de su infancia, el trayecto en coche y el diálogo con sus padres?
Hace tiempo que no lo sueño, a ver si lo recupero esta noche. Sí, la felicidad reinaba en ese reducto, básico en mi niñez, adolescencia, madurez e incluso en la senilidad, que es el coche. Ese día, pese a la discusión suscitada, se daba un intenso clima de amor y complicidad; la figura del hijo único, tan vilipendiada por los natalistas, es capital en la configuración de los sentimientos de un escritor y de un artista en general.
-“Está la ciudad durmiendo con sus tripas vaciándose sobre esta playa”, leemos en ‘Corvus corax’, texto escrito en el año 1970, incluído ahora en ‘Mansa chatarra’. ¿Diría que una de las constantes de su obra es la fisicidad?
“Corvus corax” es un homenaje a “Pepe le Moko” (1937) de Julien Duvivier. Mi texto busca recrear la atmósfera argelina y/o marroquí del filme. La fisicidad, como preponderancia de lo físico, es un concepto ligado a ‘ir al grano’, a evitar fisuras por donde penetren metáforas y espiritualidades. Recuerdo un viaje al prepirineo con Javier Marías, un viaje desde el zoo de Barcelona con el maletero cargado de cabezas de caballo partidas destinadas a apaniguar las aves necrófagas, en el que mi amigo no dejó de interrogarme o de elucubrar en voz alta acerca de la razón por la cual yo realizaba tamaña performance. ‘¿Buscas la cifra de lo inaudito?’, repetía, entre otras desesperadas frases. ‘Pues no, Javier, busco, en primer lugar, evitar la extinción de estas aves y, despúes, extasiarme ante el espectáculo único de su descenso y festín, y también. cómo no, asistir al proceso de transformación y desaparición de la carroña’.
-¿Trabaja en algún proyecto nuevo? ¿Qué puede contarme en relación a él?
En este diciembre, en la nueva editorial valenciana Leteradura, saldrá “30 niñas”, cuentos adultos. En otoño de 2015, “Edad del insecto”, prosas breves y poesía, en Malpaso. “Obras públicas”, relatos, no tiene aún fecha de salida y no debo ahora dar el nombre del editor. A medio plazo, espero cumplir mi compromiso con Tusquets, mis editores de “Fámulo”, “Hiela sangre y “Familias como la mía”, entregándoles “Vórtex”, la novela en la que vengo trabajando desde hace demasiado tiempo y que preferiría no resultara póstuma.